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M / s e e . / / a n e a cuanto a Beckett, se le imagina perfecta- mente en una celda desnuda, sin la man- cha de la menor decoración, ni siquiera con un crucifijo. ¿Divago? Recuérdese la mirada lejana, enigmática, "inhumana" que tiene en algunas fotos. Nuestros inicios cuentan, se com - prende; pero no damos el paso decisivo hacia nosotros mismos más que cuando ya no tenemos origen, y ofrecemos tan poco materia l para una biografía como Dios .. . Es importante y no es absolu - tamente importante que Beckett sea ir- landés. Lo que seguramente es falso, es sostener que es el "tipo mismo del anglo- sajón ". Nada podría desagradarle más. ¿Acaso es por los malos recuerdos que conserva de su estancia en la preguerra en Londres? Sospecho que califica a los ingle- ses de " vulgares" . Este veredicto que él no ha pronunciado, pero que yo pronuncio en su lugar como una interpretación de sus reservas, cuando no de sus resenti- mientos , no podría yo tomarlo por mi cuenta, y eso sobre todo , por ilusión bal- cánica quizá -los ingleses me parecen el pueblo más carente de vitalidad, el más amenazado, y por lo tanto , el más refi- nado, el más civilizado. Beckett, quien muy curiosamente se siente en Francia completamente en su casa, de hecho no tiene afinidad alguna con cierta sequedad, virtud eminentemen- te francesa, pongamos parisina. ¿Acaso no es significativo que haya puesto a Chamfort en verso? Bien es cierto que no fue todo Chamfort, sólo algunas máximas. La empresa, notable en sí misma, y por lo demás casi inconcebible (si se piensa en la ausencia de aliento lírico que caracteriza a la prosa esquelética de los moralistas) equivale a una confesión, no me atrevo a decir a una proclamación. Los espíritus herméticos siempre traicionan a pesar suyo el fondo de su naturaleza. La de Bec- kett está tan impregnada de poesía como la de ellos es indistinta. Lo creo tan obst inado como un fanáti- co. No abandonaría el trabajo en curso ni cambiaría de tema aunque el mundo se acabara. En los asuntos esenciales, cierta- mente es ininfluible. Para lo demás, para lo inesencial. es indefenso, probablemente más débil que cualquiera de nosotros, más débil incluso que sus personajes... Antes de redactar estas notas , me había pro- puesto releer lo que Eckhart y Nietzsche escribieron sobre " el hombre noble" , con perspect ivas diferentes . No llevé a cabo mi proyecto, pero en ningún momento ol- vidé que lo había concebido. O .... Dostoyevski: Del chisme al carnaval V ladimi ro Ri vas Iturralde E n el verano de 1981 leí Demonios, una de las últimas y grandes novelas de Dostoyevski. Antes de hundirme en la placentera tiniebla de sus páginas centra- les, hube de atravesar el enorme vestíbulo de su primera parte: más de un centenar de páginas que parecían oscilar entre la charlatanería y el sinsentido. Esta extraña parte inicial, .que tanto atrajo a Borges por su humorismo, como alejó a Nabokov por falta de él, consiste en un inagotable co- madreo y mutuo espionaje verbal de los personajes. El escena rio es una pequeña ciudad rusa, un espacio reducido, con personas localmente conocidas y localmente condi- cionadas. Los personajes son casi todos ociosos rentistas: el libre pensador Stepán Verjovenski, un viejo débil e histérico, conminado por la astuta y orgullosa, ab- sorbente y detestable Varvara Petrovna a casarse con una muchacha con el fin de que el viejo se redima de ciertas culpas cometidas en Suiza. No importa que igno- remos cuáles: todo acto en Dostoyevski supone una culpa y un castigo , o mejor, una culpa y una penitencia. Todo acto co- rrige a uno anterior, y el hombre vive, por tanto , en el error y el pecado. Pero siga- mos: los demás personajes son los " de- monios": estudiantes ocupados en prepa- rar, sobre la ortodoxa y tradicional santa madre Rusia, un imper io del terror que cuarenta años más tarde había de cum- plirse. Todo este gran pórtico de la novela parece estar estructurado con base en en- cuentros fortuitos y visitas obligatorias, al- ternativamente. Estamos en la ciudad mo- derna, escenario y fuente , desde La Celestina, de la novela. El capitalismo, y en particular su forma concreta, la ciudad in- dustrial, como antaño Sócrates el " alca- huete" en el mercado de Atenas, hace que se conf ronten los hombres y las ideas. Demonios, como las últimas nove- las de Dostoyevski , sustenta sus acciones en rumores, chismes, visitas, cartas, en suma, en complejos procesos dialógicos de codificación y decodificación de men- sajes. La visita es un mot ivo recurrente y motor de la acción en las novelas del es- critor ruso. Las diferentes conciencias se ponen así en contacto, se rozan y chocan 53 unas con otras en un movimiento perpe- tuo que nada tiene que ver con la armon ía del rumbo de los planetas. El intercambio de mensajes epistolares y mensajes ver- bales directos e indirectos, de personas que empiezan hablando de sí mismas y terminan haciéndolo de una tercera au- sente para luego volver al yo, es una cons - tante de su obra . Cada diálogo es una suerte de espejo deformante de los otros. En cada parlamento están inevitablemente los otros . Es significat ivo que un periód ico petersburgués de la época -el encargado de difundir en Rusia el parricidio- se lla- mara Los rumores . Todas las angustias, vergüenzas, humillaciones, pequeñas y grandes venganzas, toda la acción en fin de esta parte de la novela gira en torno de un tercero, un centro ausente, un perso- naje que no está todavía en la acción sino en las palabras ajenas: Stavrogu in, hijo de Varvara Petrovna , un joven aristócrata , un dandy ruso que revelará poseer una capa- cidad verbal para el crimen sólo compara- ble a su capacidad real para transgredir las normas sociales. Alguien pregunta en elli- bro: "Pero ¿no le notó usted -digo- en el transcurso de los años, algo así como extravío de ideas o un giro especial de pensamiento, o algo, por decirlo así, de 10- cura?" Es una pregunta que ya incluye una malévola respuesta y que sólo espera ser confirmada por el interlocutor. Los perso- najes viven aquí pendientes de la rectitud, la sanidad de juicio de los demás, en parti- cular del ausente Stavroguin, de quien se dice está loco . Toda esa sociedad nada cuerda se pone en estado de alerta ante la acechante locura de Stavroguin , denun- ciada por unos anónimos cuya proceden- cia se empeña su madre, Varvara Petro- vna, en descubrir. La locura amenaza a través de uno de los miembros distingui- dos del cuerpo social que, aunque ya abriga en su seno a dementes consagra- dos como María Timoféyevna Lebiadkin, y todo ese cuerpo social se comporta más que histéricamente, precisa defenderse de una locura armada de inteligencia, la más poderosa arma del hombre . Y en este extraño carrusel se van páginas y páginas: "¿Qué opinión le merece Fulano de Tal?" Paranoia y chismografía enorme, Demo- nios es un desfile de personajes que viven menos por lo que hacen y dicen que por su reflejo en la palabra ajena. Subrayo el carácter aristocrático y refinadamente in- telectual de Stavroguin, la víctima del chisme. El chisme -que es la menos res- petable de las palabras ajenas- supone, entonces, la existencia de relaciones je-

Dostoyevski: Del chisme al carnaval · Dostoyevski: Del chisme al carnaval Vladimiro Rivas Iturralde En el verano de 1981 leí Demonios, una de las últimas y grandes novelas de Dostoyevski

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Page 1: Dostoyevski: Del chisme al carnaval · Dostoyevski: Del chisme al carnaval Vladimiro Rivas Iturralde En el verano de 1981 leí Demonios, una de las últimas y grandes novelas de Dostoyevski

M / s e e. //a n e a

cuanto a Beckett , se le imagina perfecta­

mente en una celda desnuda, sin la man­

cha de la menor decoración, ni siquiera

con un crucifijo. ¿Divago? Recuérdese la

mirada lejana, enigmática, "inhumana "

que tiene en algunas fotos.

Nuestros inic ios cuentan, se com­

prende; pero no damos el paso decisivo

hacia nosotros mismos más que cuando

ya no tenemos origen, y ofrecemos tan

poco materia l para una biografía como

Dios .. . Es importante y no es absolu ­

tamente importante que Beckett sea ir­

landés. Lo que seguramente es falso, essostener que es el "tipo mismo del anglo­

sajón ". Nada podría desagradarle más.

¿Acaso es por los malos recuerdos que

conserva de su estancia en la preguerra en

Londres?Sospecho que califica a los ingle­

ses de " vulgares" . Este veredicto que él

no ha pronunciado, pero que yo pronuncio

en su lugar como una interpretación de

sus reservas, cuando no de sus resenti­

mientos, no podría yo tomarlo por mi

cuenta, y eso sobre todo , por ilusión bal­

cánica quizá -los ingleses me parecen el

pueblo más carente de vitalidad, el más

amenazado, y por lo tanto , el más refi­

nado, el más civilizado.

Beckett , quien muy curiosamente se

siente en Francia completamente en su

casa, de hecho no tiene afinidad alguna

con cierta sequedad, virtud eminentemen­

te francesa, pongamos parisina. ¿Acaso

no es significativo que haya puesto a

Chamfort en verso? Bien es cierto que no

fue todo Chamfort, sólo algunas máximas.

La empresa, notable en sí misma, y por lo

demás casi inconcebible (si se piensa en

la ausencia de aliento lírico que caracteriza

a la prosa esquelética de los moralistas)

equivale a una confesión, no me atrevo a

decir a una proclamación. Los espíritus

herméticos siempre tra icionan a pesar

suyo el fondo de su naturaleza. La de Bec­

kett está tan impregnada de poesía como

la de ellos es indist inta.

Lo creo tan obst inado como un fanáti­

co. No abandonaría el trabajo en curso

ni cambiaría de tema aunque el mundo se

acabara. En los asuntos esenciales, cierta­

mente es ininfluible. Para lo demás, para lo

inesencial. es indefenso, probablemente

más débil que cualquiera de nosotros, más

débil incluso que sus personajes... Antes

de redactar estas notas , me había pro­

puesto releer lo que Eckhart y Nietzsche

escribieron sobre " el hombre noble" , con

perspect ivas diferentes . No llevé a cabo

mi proyecto, pero en ningún momento ol­

vidé que lo había concebido. O

....

Dostoyevski:Del chisme al carnavalVladimiro Rivas Iturralde

En el verano de 1981 leí Demonios,una de las últimas y grandes novelas

de Dostoyevski. Antes de hundirme en la

placentera tiniebla de sus páginas centra­

les, hube de atravesar el enorme vestíbulo

de su primera parte: más de un centenar

de páginas que parecían oscilar entre la

charlatanería y el sinsentido. Esta extraña

parte inicial, .que tanto atrajo a Borges por

su humorismo, como alejó a Nabokov por

falta de él, consiste en un inagotable co­

madreo y mutuo espionaje verbal de los

personajes.

El escena rio es una pequeña ciudad

rusa, un espacio reducido, con personas

localmente conocidas y localmente condi­

cionadas. Los personajes son casi todos

ociosos rentistas: el libre pensador Stepán

Verjovenski, un viejo débil e histérico,

conminado por la astuta y orgullosa, ab­

sorbente y detestable Varvara Petrovna a

casarse con una muchacha con el fin de

que el viejo se redima de ciertas culpas

cometidas en Suiza. No importa que igno­

remos cuáles: todo acto en Dostoyevski

supone una culpa y un castigo , o mejor,

una culpa y una penitencia. Todo acto co­

rrige a uno anterior, y el hombre vive, por

tanto , en el error y el pecado. Pero siga­

mos: los demás personajes son los " de­

monios": estudiantes ocupados en prepa­

rar, sobre la ortodoxa y tradicional santa

madre Rusia, un imper io del terror que

cuarenta años más tarde había de cum­

plirse. Todo este gran pórtico de la novela

parece estar estructurado con base en en­cuentros fortuitos y visitas obligatorias, al­

ternativamente. Estamos en la ciudad mo­

derna, escenario y fuente , desde LaCelestina, de la novela. El capitalismo, y en

particular su forma concreta, la ciudad in­

dustrial, como antaño Sócrates el " alca­

huete" en el mercado de Atenas, hace

que se confronten los hombres y las

ideas. Demonios, como las últimas nove­

las de Dostoyevski , sustenta sus acciones

en rumores , chismes, visitas, cartas , en

suma, en complejos procesos dialógicos

de codificación y decodificación de men­

sajes. La visita es un mot ivo recurrente y

motor de la acción en las novelas del es­

critor ruso. Las diferentes conciencias se

ponen así en contacto, se rozan y chocan

53

unas con ot ras en un movimiento perpe­

tuo que nada tiene que ver con la armon ía

del rumbo de los planetas. El intercambio

de mensajes epistolares y mensajes ver­

bales directos e indirectos, de personas

que empiezan hablando de sí mismas y

terminan haciéndolo de una tercera au­

sente para luego volver al yo, es una cons­

tante de su obra . Cada diálogo es una

suerte de espejo deformante de los otros.

En cada parlamento están inevitablemente

los otros . Es significat ivo que un periódico

petersburgués de la época -el encargado

de difundir en Rusia el parricidio- se lla­

mara Los rumores. Todas las angustias,

vergüenzas, humillaciones, pequeñas y

grandes venganzas, toda la acción en fin

de esta parte de la novela gira en torno de

un tercero, un centro ausente, un perso­

naje que no está todavía en la acción sino

en las palabras ajenas: Stavrogu in, hijo de

Varvara Petrovna , un joven aristócrata , un

dandy ruso que revelará poseer una capa­

cidad verbal para el crimen sólo compara­

ble a su capacidad real para transgredir las

normas sociales. Alguien pregunta en elli­

bro: "Pero ¿no le notó usted -digo- en el

transcurso de los años, algo así como

extravío de ideas o un giro especial de

pensamiento, o algo, por decirlo así, de 10­cura?" Es una pregunta que ya incluye una

malévola respuesta y que sólo espera ser

confirmada por el interlocutor. Los perso­

najes viven aquí pendientes de la rectitud,

la sanidad de juicio de los demás, en parti­

cular del ausente Stavroguin, de quien sedice está loco . Toda esa sociedad nada

cuerda se pone en estado de alerta ante la

acechante locura de Stavroguin , denun­

ciada por unos anónimos cuya proceden­

cia se empeña su madre, Varvara Petro­

vna, en descubrir. La locura amenaza a

través de uno de los miembros dist ingui­

dos del cuerpo social que, aunque ya

abriga en su seno a dementes consagra­

dos como María Timoféyevna Lebiadkin, y

todo ese cuerpo social se comporta más

que histéricamente, precisa defenderse de

una locura armada de inteligencia, la más

poderosa arma del hombre . Y en este

extraño carrusel se van páginas y páginas:

" ¿Qué opinión le merece Fulano de Tal?"

Paranoia y chismografía enorme, Demo­nios es un desfile de personajes que viven

menos por lo que hacen y dicen que por

su reflejo en la palabra ajena. Subrayo el

carácter aristocrático y refinadamente in­

telectual de Stavroguin, la víctima del

chisme. El chisme -que es la menos res­

petable de las palabras ajenas- supone,

entonces, la existencia de relaciones je-

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M I s e e. /,a n e a

~.TYTT-.YYYYY:E51P . P

~ ~Antonio Alatorre

LOS_1,001ANOSDE LA

LENGUA-ESPANOLA

Edición corregiday aumentada

Antonio Alatorre cuen­ta la historia de lalengua española en unlibro no técnico, nodestinado a estudiantesde doctorado y muchomenos a doctores, sinoal lector de la calle, allector general, al quecompra libros sin otrafinalidad que leerlos.

-La familia indoeuro­pea

-Lenguas ibéricasprerromanas

-La lengua de losromanos

-La España visigótica-La España árabe-El nacimiento delcastellano

-La consolidación delcastellano

-El apogeo del caste­llano. Tres partes

-El español moderno

m fJ Je44••44••44"';¡j~

rárquicas y todopoderosas en la vidacotidiana: estamentos, jerarqufas, rangos,edades. prestigios. fortunas, privilegios.En este orden rfgidamente constituido. elchisme apunta a revelar lo excepcional. lotransgresor, lo diferente de la conductaajena, o a descalabrar prestigios. Docu­mento oral (permftaseme la paradoja) deuna sociedad que inventa porque no sabe(sobre todo porque no sabe de los otros),el chisme es un desahogo de la imagina­ción en un medio estéril. sin historia. undiscurso narrativo quesustituye a la histo­ria y la épica, y una elaborada venganza ysacrificio de un tercero. el ausente, quecasi siempre lo es por partida doble: está,en efecto. la vfctima del chisme física­menteausente delcomentarista. delmale­dicente, y también ausente de los valoresreconocidos y aceptados por la sociedaden un momento dado: la vfctima está au­sente por marginal, excéntrica, o simple­mente por considerada superior en cual­quier sentido. La víctima del chisme escasi siempre lo que Bajtfn ha denominadoun "hombre enel umbral" : entre la verdady la mentira. el honory el deshonor. la ra­zón y la demencia, un estado civil y otro.entre lavida y lamuerte. Subrayo tambiénel carácter anónimo de los textos sobre(contra) Stavroguin . Por tratarse de untexto anónimo. el chisme vive aquf lacon­tradicción no resuelta entre anonimato yautoría. El chismoso apuesta al anoni­mato, a la irresponsabilidad; pretendefundir su voz con las mil voces que le ro­dean, peroa lavezbusca el prestigio delaautoría: quiere ser el primero en enterarsey divulgar una noticia. como el periodistabusca la palma de primer informante. Elchiste y la burla. la agudeza. son hijos delcontraste. El chisme. de la soledad y lainvención. Padres de la noticia periodís­tica. el chisme y el rumorquieren tenerra­zón y, por ello. anticiparse a los aconteci­mientos . Son fenómenos discursivosmaledicentes: forman parte de ese dis­curso cotidiano queestá lleno de palabrasajenas, con las cuales fundimos nuestrasvoces olvidando su procedencia: "d icenque.. .", "dizque..; " o simplemente..que.:", comoleemos en losdiarios delatarde: " Que Juan Gabriel se casa" , " Queel PRI reconocerá todos los triunfos elec­torales de la oposición" . mentiras que,cuanto más voluminosas. con mayor de­senfado se dicen.

Curiosamente. dis-cursus es. original­mente, la acción de correraquf y allá; sonidas y venidas, " andanzas", " intrigas".Discursatio: carrera de una parte a otra,

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idas y venidas. Y en Demonios, como enalgunas novelas más, los personajes nocesan. en efecto, de andar de un lado aotro. de visitarse, de intrigar.

Luego de chismorreos sin término (yquiero que se me entienda literalmente eladjetivo). asistiremos, en el capítulo V yfinal de esta primera parte. a una de esasescenas carnavalescas en que, como haseñalado Bajtín, espródigo Dostoyevski: aun momento de coronamientos y destro­namientos. de escándalos y desenmasca­rarnientos, en que las almas se quedandesnudas como en el Infierno, carnavalcuyo origen se remonta -según Bajtín- alos diálogos socráticos. y florece en elmedievo. Varvara Petrovna reúne con en­tusiasta excentricidad a sus invitadosen su casa. La escena es perfectamenteteatral y asume laforma de untribunal quejuzga las diversas conductas. En realidadtodos se juzgan mutuamente, se dan ex­plicaciones y justificaciones, casi orgiás­ticamente, promiscuamente, si se mepermite la expresión. Tribunal de do­mingo. día santo del ocio. Se descubre alperverso autor de los anónimos en pre­sencia del recién llegado Stavroguin; parti­cipa la demente cojita MarIa TimoféyevnaLabiadkin -con quien se casará Stavro­guin- y se entromete su hermano; Verjo­venski rompe su compromiso matrimonialcon la joven Daria Pávlovna y es expul­sado del salón; irrumpe Piotr, hijo de Ver­jovenski, joven en quien Dostoyevski va aconcentrar toda la maldad que era capazde concebir; Schátov, el estudiante queserá asesinado por sus propios compañe­ros -como en El Salvador Roque Daltonpor los suyos-, da un puñetazo a Stavro­guin; laamazona Lizaveta Nikoláyevna caealsuelo presa deconvulsiones epilépticas.El procedimientoes frecuente enDostoye­vski: el chisme se convierte en palabraajena reflejada en la conciencia de la víc­tima; la suma de chismes conforma un tri­bunal; el tribunal estalla enescenas de vio­lencia histérica y surge, triunfante, elcarnaval. En el capitalismo, el salónde altasociedad ha sustituido a la plaza públicadel medievo.

La palabra ajena se ha erigido en tribu­nal. en juezy correctivo social. La palabraajena sustituye a los campos deSiberia ensu función correccional. El chisme, nuevoinfierno. nueva prisión: "L' enfer, c'est lesautres". escribirá Sartre. Si el elementocorrectivo de la avidez de gloria y famay del individualismo extremo ha sido,desde el Renacimiento. la burla y el sar­casmo (recordemos al terrible, implacable

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M I s e e /•• e

,a n e a

Pietro Aretino), el chismelo es de la priva­cía de la vida individual. Atenta contra lavida privada, erige al chismoso en policíasocial y enperiodista, enalguien que nadaignora acerca de los demás. En tal sen­tido, revela el discurso del chisme dosco­sas: soledad y ansia de poder. Luego ¿esel chisme un signo? Si vamos a entenderpor signo una señal visible de algo queno está, claro que lo es, pero en el pIa­no deldiscurso: el chisme esresultado, nodel rozamiento e interacción de concien­cias en juego, sino de una etapa anterior:el anuncio de ese enfrentamiento, por unapartey porotra, la búsqueda de un yo so­litario a un tú que oficia de médium parainvocar al tercero ausente y victimario.

No me extraña que Bajtín, en su librosobre la poética de Dostovevski'. hayapasado insensiblemente en su discursocrítico, de lapalabra ajena proferida sobreun héroe, al tribunal, esto es, al examencrítico de la " psicología judicial", cuya va­lidez moral Dostoyevski niega enérgica­mente. Y laniega haciéndola estallar enuncarnaval. En Los hermanos Karamázov ve­remos a Dimitri progresivamente humi­llado en los interrogatorios policiales yciviles -que no envano se llaman " Purga­torios" . Dostoyevski muestra esos inte­rrogatorios -que ahora son cosacotidianay tomada como normal- como una viola­ción a la conciencia. Nadie puede ni debeforzar las conciencias, reclama el nove­lista. Recordemos que Raskólnikov se en­trega voluntariamente a la policía, así tam­bién Rogochin en El idiota. Stavroguin seconfiesa con el monje Tijón, en un terribley laberfntico capítulo expurgado por lacensura zarista y ahora publicado comoanexo en cualquier buena edición de De­monios. Esta confesión es reveladora delos límites abismales a que pueden llegarlos personajes dostoyevskianos: buenejemplo de sedo-masoquista cristiano,Stavroguin atenta (peca) contra la humani­dad para hacerse digno del perdón, parasometer a susjueces a laprueba de la pie­dad. Es un doble desafío: personal (paraver hasta dónde es capaz de pecar) y co­lectivo(para verhasta dónde lahumanidades capaz de perdonar) : de cómo hasta losmayores criminales dostoyevskianos tie­nen algo de mesiánicos: se sacrifican porlos demás a través del delito. Son santosreflejados en un espejo convexo. Comoilustran muchos ejemplos, Dostoyevski

1. Mijail M. Bajtín. Problemas de la poética deDostoyevski. Trad. Tatiana Bubnova. México,

Fondo de Cultura Económica, 19B6.

Fedor Dostoyevskí

atribuye autoridad penal a la conciencia:. ahí está la insólita declaración de Iván Ka­

ramázov. En nuestro autor cuentan las in­tenciones y lasaptitudespara el delito, notanto los hechos mismos. En consecuen­cia, será irreductible la oposición entre laconciencia y los hechos, entre lo ético y lopolicial: Dostoyevski vs. Wilkie Collins."Acepto el castigo", dirá Dimitri Karamá­zov, " no porhaber matado a mi padre, sinopor haberlo querido matar y sido capazde hacerlo". " La verdad acerca de unhombre", escribe Bajtín, " dicha por unoslabios ajenosy que no le estédirigida dia­lógicamente, es decir, una verdad deter­minada en su ausencia, llega a ser unamentira mortífera que humilla al hombre,

o en el caso de tocar lo más sagrado de él,su 'hombre en el hombre' ".2 Por ello, losgrandes héroes de Dostoyevski, serespronosticados por la palabra ajena, aspiransiempre a romper el marco verbal conclu­sivo y asfixiante en que han sido apresa­dos, aspiración quese convierteen lucha,y este combate, en el motivo importantey trágico de sus vidas, como en el casode Nastasia Filíppovna en El idiota o el deStavroguin, que con su llegada a la carna­valesca reunión dominical en casa de sumadre, inicia la ruptura del cerco de pa­labras en que lo habían encerrado. DiceStavroguin estas severas palabras almonje Tijón, en su famosa confesión:"Oigausted, a míno me gustan los espías

2. Op. cñ., p. 88.

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ni los psicólogos, por lo menos los quehusmean en mi interior". La respuesta clá­sica de una personalidad fuerte a lashabladurías ha sido siempre el desdén. Yasí, desdeñoso, arrogante, aparece Sta­vroguin, desafiando a la sociedad. Sinem­bargo, en su confesión, a pesardel cínicodesentendimiento de la palabra ajena,asoma ésta tan densamente entretejida ala suya propia, queelimina cualquier posi­bilidad de discurso monológico -que esel que sedesentiende de la palabra ajena.3

Una última observación: la función so­cial del chisme: pone a prueba la verdad.Es una instancia provocadora que, comola acción de ciertos ácidos sobre ciertosmetales y piedras, puede sacar a relucirla verdad ajena, ya por confirmación delchisme, ya por negación. Es la semilladel escándalo que, como nos lo ejempli­ficaDemonios, esun fruto que la sociedaden cuyo seno nace, se encarga de alimen­tar y exhibir como una de sus señas deidentidad. O

3. Op. cit.. pp. 341-346.

Son cerca de cien añosde Eduardo CasarMaría Stoopen

En su libro de poemas, Eduardo Casarlogra detener por momentos la fuga

incesante de las coordenadas que nosapresan: tiempo, espacio, materia, pala­bra, el otro, la muerte. Al suspender du­rante un breve lapso el interminable fluirde esoque ha dado en llamarse "la reali­dad" , obliga al lectora observar susminu­cias -las de la realidad- y lo conmina afrenar su propio torbellino de percepcio­nes para adoptar los puntos de vista delpoeta, insólitos y privados.

Yo plagiaría el título de uno de sus poe­mas y rebautizaría laprimera partede Soncerca de cien años como "Problemas poé­ticos... de la materia", porque, en efecto,esoes, entre otras cosas, lo quese plan­tea Casar a lo largo del libro, aunque conmayor insistencia en esta parte. No sóloreúne un pájaro con una estrella en el es­pacio celeste deuna página y -poeta cien­tíñco- se pregunta por los resultados desu experimento, sino que desquicia laspropiedades delamateria y juntocon ellasla molicie perceptual del lector: "La pie­dra toma/ la formal de la mano/ que