Duras, Marguerite - El vicecónsul

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    MARGUERITE DURAS

    EL VICECNSULTraduccin de Enrique Sordo

    Coleccin Andanzas

    TUSQUETS

    Editions Gallimard, 1965

    Ttulo original: Le Vice-consul 1.a edicin: enero 19862.a edicin: junio 1993Diseo de la coleccin: Guillemot-NavaresReservados todos los derechos de esta edicin paraTusquets Editores, S.A. - Iradier, 24, bajos - 08017 BarcelonaISBN: 84-7223-226-3Depsito legal: B. 17.616-1993Fotocomposicin: Tecnitype - San Alejandro, 7 - 08031 BarcelonaImpreso sobre papel Offset-F Crudo de Leizarn, S.A. - Guipzcoa

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    Libergraf, S.A. - Constitucin, 19 - 08014 BarcelonaImpreso en Espaa

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    Para Jean C.

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    Ella camina, escribe Peter Morgan.Qu hay que hacer para no regresar? Hay que perderse. No s

    nacerlo. Aprenders. Quisiera alguna indicacin para perderme. Hayque abandonar toda reserva mental, estar dispuesto a no saber nadade lo que antes se saba, dirigir los pasos hacia el punto ms hostildel horizonte, una especie de vasta extensin de cinagas cruzadaen todos los sentidos por mil taludes, no se sabe por qu.

    Ella lo hace. Camina durante das, sigue los taludes, los dejaatrs, atraviesa el agua, camina en lnea recta, tuerce ms adelantehacia otras cinagas, las atraviesa y las deja atrs para adentrarseen otras.

    Todava es la llanura del Tonl-Sap, ella la reconoce todava.Hay que saber que el punto del horizonte que te saldr al

    encuentro ya no es, probablemente, el punto ms hostil, aunque as lo parezca, sino un punto que ni siquiera se puede imaginar que loes.

    Con la cabeza baja, llega al punto ms hostil del horizonte, conla cabeza baja reconoce las conchas en el fango, son las del Tonl-

    Sap. Hay que insistir para que, al fin, esto que te rechaza te atraigamaana, eso es lo que ella ha credo entender que le dijo su madreal expulsarla. Ella insiste, lo cree, camina, pierde la esperanza: soydemasiado joven, volver. Si vuelves, dijo su madre, pondr venenoen tu arroz para matarte.

    Con la cabeza baja, ella camina, camina. Su fuerza es grande.Su hambre es tan grande como su fuerza. Da vueltas en la tierrallana del Tonl-Sap, el cielo y la tierra se unen en una lnea recta,ella camina sin esperar nada. Se detiene, parte de nuevo, parte de

    nuevo bajo las bocanadas del aire.Hambre y caminos se incrustan en la tierra del Tonl-Sap,proliferan ms lejos en hambres y caminos. El camino sembrado haprendido. De all en adelante ya no quisiera decir nada. En el sueo,la madre, con un garrote en la mano, la contempla: Maana al salirel sol, vete, nia vieja embarazada que envejecer sin marido, mideber es pensar en los supervivientes que algn da tambin nosdejarn... Vete lejos... De ningn modo puedes volver... Deninguno... Vete muy lejos, tan lejos que me sea imposible imaginarel lugar en donde ests... Arrodllate delante de tu madre y vete.

    Su padre le haba dicho: Si no recuerdo mal, tenamos un primoen la llanura de las Aves, no tiene demasiados hijos, puede tomarte4

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    como criada. Ella ni siquiera pregunt la direccin. Llueve todos losdas. El cielo se mueve incesantemente, corre hacia el norte. El granlago crece. Los juncos navegan en el lago del Tonl-Sap. Desde unaorilla slo se ve la otra en las escampadas luminosas que vienendespus de las tormentas: entre el cielo y la tierra hay una fila depalmeras azules.

    Cuando ella parti, vea esa otra orilla todo el tiempo. Ellanunca ha estado all. Si la alcanza, comenzar a perderse? No,porque desde esa otra orilla podr divisar esta orilla en la que hanacido. Las aguas del Tonl-Sap estn quietas, su corriente esinvisible, son fangosas, dan miedo.

    Ella ya no ve el lago. Ella est de nuevo en una vasta extensinde extraas cinagas vacas cerradas por taludes en todos lossentidos. No hay nadie, por ahora. Nada se mueve. Ella llega al otrolado de la vasta extensin de cinagas: detrs de ella queda unadeslumbrante plataforma metlica que desaparece con la lluvia. Ellave que la vida la atraviesa.

    Una maana, ve que tiene ante ella un ro. Hay en el curso delagua una disposicin estimulante y fcil, un camino que duerme. Supadre dijo un da que si segua el Tonl-Sap no se perdera nunca,que tarde o temprano encontrara lo que el ro baa en susmrgenes, que el lago es un ocano de agua dulce, que si los niosestn vivos en ese pas se lo deben a las aguas abundantes en peces

    del Tonl-Sap. Ella camina. Ella remonta durante tres das el ro queha aparecido ante ella, ella calcula que al final del ro deberencontrar de nuevo el norte, el norte del lago. Ella se detendrfrente al lago, se quedar all. En los descansos, ella mira sus anchospies en el interior insensible del caucho, los acaricia. Hay all arrozverde, mangos, bananos en bosquecillos. Ella camina durante seisdas.

    Ella se detiene. No ha caminado ms antes de encontrar el roque lo que ha caminado siguindolo para encontrar el norte? Ellacontina siguiendo el ro, mira desde muy cerca sus meandros, nada

    algunas veces, por la tarde. Ella parte de nuevo, observa: los bfalosde la otra orilla, no son ms rechonchos que los de otras partes?Ella se detiene. El nio le bulle en el vientre cada vez ms: batalla depeces en su vientre, juego sordo y como alegre del intolerable nio.

    Ella pregunta: La direccin de la llanura de las Aves? Ella sedice que, en cuanto la conozca, seguir la direccin contraria. Ellabusca la otra manera de perderse: remontar el ro hacia el norte,dejar atrs su pueblo, despus est Siam, quedarse antes de Siam.En el Norte ya no hay ro y me librar de esta costumbre que tengode seguir el agua, elegir un lugar antes de Siam y me quedar all.Ella ve el Sur diluirse en la mar, ella ve el Norte fijo, inmvil.Nadie conoce la direccin de la llanura de las Aves. Ella

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    camina. El Tonl-Sap desciende del norte, lo mismo que todos losros que se vierten en l. Se ve a esos ros agrupados todos ellos enuna cabellera y la cabeza que los lleva est vuelta hacia el sur. Hayque ascender hasta el extremo de la cabellera, hasta su final, y all tendr ante s toda su extensin, hacia el sur, con su pueblo natalincluido en su conjunto. Los bfalos rechonchos, las piedrassonrosadas, a veces hay bloques de ellas entre los arrozales, sonunas diferencias que no significan que la direccin sea mala. Ellacree concluida su danza en torno a su pueblo, ella se dice que supunto de partida era falso, que su primer camino era hipcrita:Ahora he partido de verdad, y he elegido el norte.

    Ella se ha engaado. Ella ha remontado el Stung Pursat, quetiene sus fuentes en las Cardamonas, en el sur. Ella mira lasmontaas en el horizonte, se pregunta si aquello ser Siam. Se diceque es todo lo contrario, que aquello es Camboya. Ella se duerme enpleno da, en un bananal.

    El hambre se ha hecho demasiado grande, la extraeza de lamontaa no tiene mucha importancia, ella duerme. Cuando elhambre le asalta en la montaa, ella comienza a dormir. Elladuerme. Ella se levanta. Ella camina a veces hacia las montaas,como si caminase hacia el norte. Ella duerme.

    Ella busca algo que comer. Ella duerme. Ella no camina yacomo en el Tonl-Sap, ahora no hace ningn progreso, ella davueltas. Ella rodea una ciudad, le dicen que es Pursat. Ella va unpoco ms all de Pursat, contina zigzagueando, casi directa, enresumidas cuentas, hacia las montaas. Ella se pregunta ya dndese halla el Tonl-Sap, en qu direccin. En esta direccin, en aquelladireccin, cree ella, las gentes mentiran.

    Ella llega ante una cantera abandonada, entra all y se duerme.Est en los alrededores de Pursat. Desde la boca de la cantera ve lostejados. Debe de hacer dos meses que ella parti, ahora ya no lo

    sabe. En la regin de Pursat son miles las mujeres expulsadas decasa, los ancianos, los alegres viejos chochos, que se cruzan, quebuscan comida, que no hablan entre ellos. Naturaleza, alimntame.Hay por aqu frutos, barro, piedras coloreadas. Ella no ha encontradotodava un sistema para capturar los peces adormilados cerca de laorilla. Su madre le haba dicho: Come, no eches de menos a tumadre, come, come. Ella busca largo tiempo a la hora de la siesta.Llanura, dame algo de comer. Cuando los hay, recoge frutos,bananas silvestres, arroz verde, mangos, mastica el arroz verde, lapapilla tibia y azucarada, la traga. Ella duerme. El arroz verde, losmangos, lo que sea. Ella duerme. Ella se despierta, mira ante s.Aparte de la elevacin de Pursat a la derecha de la cantera, all est

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    la lnea recta entre el cielo y la tierra de su juventud. No se ve nadams. Antes de llegar aqu, ella no saba hasta qu punto no hay nadacuando todo hormiguea, que no hay nada en el Tonl-Sap. A laizquierda de la cantera estn las Cardamonas: unos rboles contra elcielo, unos agujeros rosas o blancos abiertos en la tierra de la mon-taa. Desde all llegan unos ruidos, unos ruidos de mquinas concadenas, de cadas pesadas, de gritos de hombres al lado de losagujeros. Durante cunto tiempo?

    Durante cunto tiempo estas Cardamonas, delante, detrs deella? Durante cunto tiempo este ro lleno de un agua que es purde arcilla despus de la lluvia? Este ro, todava un ro, que la hatrado hasta aqu.

    El vientre se redondea. Estira la tela del vestido, que cada dase levanta ms. Ella camina con los pies descalzos. El vientre, enmedio de la extraeza del pas, sigue teniendo un grano fino, es tibioy suave entre las piedras, hace pensar en un alimento donde hincarlos dientes. Llueve a menudo. Despus de la lluvia el hambreaumenta. El nio lo come todo, arroz verde y mangos. Lo realmenteextrao es la ausencia de alimento, que se va prolongando.

    Ella se despierta, sale, comienza a dar vueltas alrededor de lascanteras como lo ha hecho en el norte del Tonl-Sap. Encuentra aalguien en un camino y pregunta la direccin de la llanura de lasAves. No la conoce, no quiere responder. Ella contina preguntando

    por esa direccin. Esa direccin, despus de cada negativa a in-dicrsela, se obtura un poco ms, se inmoviliza. Pero en una ocasinun viejo le responde. La llanura de las Aves? Hay que seguir elMekong, sa debe de ser. Pero dnde est el Mekong? Hay quedescender por el Stung Pursat hasta el lago del Tonl-Sap, y una vezse llega al Tonl-Sap, hay que descender tambin; el agua va haciael mar siempre y en todas partes, y la llanura de las Aves Acuticasest cerca del mar. Bien, pero y si se remonta el Stung Pursat?Entonces se llegara a unas montaas infranqueables. Pero y detrsde esas montaas? Dicen que est el golfo de Siam. Yo, en tu lugar,

    nia, ira hacia el sur, donde Dios parece ser mejor.Ella ya sabe ahora la direccin del Tonl-Sap y su posicin conrespecto a ella.

    Ella contina en la cantera de los alrededores de Pursat.Ella sale. Ella es ahuyentada cuando se detiene delante de una

    choza de paja aislada, pero no delante de las chozas de paja de unaaldea. Cuando se detiene a cierta distancia de una choza aislada,tambin es expulsada al cabo de cierto tiempo, y lo mismo le ocurreen las aldeas. Ella se detiene, a lo largo del ro, en los bosquecillosde bambes, atraviesa aldeas sin ser advertida, como tampoco loson las dems mendigas. Ellas se escurren en los mercadillos, secruzan con vendedores de sopa, ven trozos de cerdo brillando sobre

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    los tenderetes; nubes de moscas los miran como ellas, pero desdems cerca. Ella pide cada vez un cuenco de arroz a las mujeresviejas y a los vendedores de sopa. Ella pide cosas diferentes, arroz,huesos de cerdo, pescado, pescado seco, claro. Podra usted darmeun poco de pescado seco? Como es tan joven, algunas veces se lodan. Pero lo normal es la negativa. No, porque volvers maana, ypasado maana y... La miran: no.

    En el suelo, dentro de la cantera, estn sus cabellos. Tira, salenen espesos mechones, es indoloro, son unos cabellos, ella estdelante, con el vientre y el hambre. Es el hambre la que est delantede ella, y ella ya no vuelve la cabeza, qu podra perder en elcamino? El rebrote de los cabellos es plumn de pato, ella es unabonzo sucia, los verdaderos cabellos no rebrotan ya, sus races hanmuerto en Pursat.

    Ella comienza de nuevo a encontrar refugios, reconoce losmojones de piedra escritos, los agujeros abiertos en la ladera de lamontaa, rosados, verdes. Ella regresa a la cantera cada tarde, estcerrada y el suelo est seco, hay menos mosquitos que en lostaludes, menos sol, ms sombra en donde quedarse con los ojosabiertos de par en par a la luz exterior. Ella duerme.

    Desde dentro de la cantera, mira caer la lluvia. A intervalosimprevisibles, se producen unas explosiones en la montaa demrmol, nubes de cuervos son proyectadas hacia el cielo, el agua

    del Stung Pursat est cada da ms alta en los bosquecillos debamb, pasan unos perros sin gruir, sin detenerse, ella los llamapero ellos pasan ella se dice: soy una muchacha sin olor de ali-mento.

    Ella vomita, se esfuerza en vomitar al nio, en extirprselo,pero lo que sale es agua de mango cido. Ella duerme mucho, se haconvertido en una dormilona, pero esto no es bastante: noche y da,el nio contina comindola, ella escucha y oye el roer incesante enel vientre que se est descarnando, le ha comido los muslos, losbrazos, las mejillas ella los busca y slo encuentra agujeros donde

    antes, en el Tonl-Sap, estaban, la raz de los cabellos, todo, ocupapoco a poco el lugar que ella ocupaba, pero no le ha comido supropia hambre. El fuego cido del estmago aparece como un solrojo durante el sueo.

    Ella descubre que, invisiblemente, ha ocurrido algo, que vemejor que antes todo lo dems, que ella crece de una manera comointerior. La oscuridad que la envuelve se rasga, se ilumina. Elladescubre: Soy una muchacha esculida, la piel de este vientre setensa, comienza a resquebrajarse, el vientre cae sobre mis muslosesculidos, soy una muchacha muy esculida expulsada de casa queva a tener un hijo.Ella duerme: Yo soy alguien que duerme.

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    El fuego la despierta, su estmago llamea, es sangre lo quevomita, ya no volver a comer mangos cidos, solamente arrozverde. Ella busca. Naturaleza, dame un cuchillo para matar esta rata.No hay nada en el suelo, slo cantos rodados de leche de ro. Ella seda la vuelta, posa el vientre sobre los cantos, el roer cesa, cesa, cesapor completo, ella se ahoga, se levanta, el roer se reanuda.

    Al otro lado de la brecha de piedra de la entrada de la cantera,el Stung Pursat contina llenndose.

    Est lleno hasta los bordes.Desborda un agua amarillenta, los bambes han quedado

    dentro, han sido sorprendidos tranquilamente por la muerte. Ellamira las aguas amarillas. Sus ojos se han quedado inmviles, ella lossiente clavados en su rostro. La mirada puesta en los bambesahogados que ya no sienten nada, el hambre es vencida a su vez poruna fuerza que la ahoga. Abandonar, cmo hallar la forma deabandonar. La mirada todava puesta en las aguas amarillas y en losbambes ahogados; se dira que el hambre encuentra all sualimento. Pero est soando; el hambre, en un breve espacio detiempo, vuelve rpidamente y la aplasta. La muchacha est debajode un hambre demasiado grande para ella, cree que la ola va a serdemasiado fuerte, grita. Trata de no mirar el Stung Pursat. No, no,no me olvido, estoy aqu donde estn mis manos.

    Unos pescadores pasan muy cerca de la cantera. Algunos la

    ven. La mayor parte de ellos no se vuelven. El vecino de la familiacon el que me fui al bosque era un pescador del Tonl-Sap, yo soydemasiado joven para comprender. Ella come las cosas jvenes, losms tiernos brotes de banano, ella ve pasar a los pescadores, pasany repasan, y ella les sonre. Lo que sucede fuera de la canteracomienza a ser diferente de lo que sucede dentro, el movimiento deall del movimiento de aqu. Salvo en algn tropiezo, como cuandose hiere el pie con un fragmento de mrmol, ella tiene tendencia aolvidar el origen, que ha sido expulsada de su casa porque cayencinta, de un rbol, muy alto, sin hacerse dao, cay encinta.

    La madre dijo: No vengas a explicarnos que tienes catorce,diecisiete aos, tambin nosotros tuvimos esa edad, mejor que t;cllate, lo sabemos todo. Si ella afirma conocer esa edad todava ysaber, miente. Bajo el cielo de Pursat, sabes t qu hay en el barroque se pueda comer? Qu sabes t de las tierras inundadas por elStung Pursat, cuyo espectculo se apodera de ti mismaextraamente? Tal vez te explique algn da las explosiones de lascanteras y las de los cuervos, porque te volver a ver, tengo la edadde volverte a ver, y por qu vivimos t y yo. A quin explicrselosino a ti, quin me escuchara y a quin le interesara saber queahora prefiero el alimento ausente a ti? Durante das y semanas,hora tras hora, minuto tras minuto, ella contempla y adora al

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    alimento ausente. Ella regresar para decirle a esa ignorante que laha expulsado: Te he olvidado ya.

    Un da el hambre de la nia sale de la cantera, es la puesta delsol y ella se dirige hacia las luces temblorosas de Pursat. Hacetiempo que vea esas luces y no se atreva a ir hacia ellas. Sinembargo, si ha preferido quedarse en la cantera es porque, desdeall, puede ver esas luces. Esas luces: alimento. Esta tarde el hambrede la nia se va a arrojar sobre esas luces.

    Ella est ya en las calles de la pequea ciudad, pasa pordelante de un puesto del mercado, la vendedora se ha alejado unpoco, ella acaba de robar un pescado salado, lo oculta entre la ropay sus senos, regresa hacia la cantera. A la salida de Pursat, unhombre se detiene, la mira y le pregunta de dnde viene; ella ledice: De Battambang... Ella corre, el hombre re. Expulsada decasa? S. Ella se re con l de su vientre. Se tranquiliza, l no le hahablado por lo del pescado, no sabe nada.

    Battambang.Las tres slabas suenan con la misma intensidad, sin acento

    tnico, como un pequeo tambor demasiado tenso.Baattamambbanangg. El hombre dice que ha odo hablar de eselugar. Ella huye.

    Battambang. No aade nada. Caminando hacia la cantera, ellahinca los dientes en el pescado, la sal y el polvo crujen. Cuando llega

    la noche, ella sale de la cantera, lava largo tiempo, comelentamente. La saliva asciende, brota en la boca, est salada, ellallora, babea, hace mucho tiempo que no probaba la sal, esdemasiado, es ms que demasiado, y ella cae y, cada, contina co-miendo el alimento.

    Ella duerme. Cuando se despierta ya ha llegado la nochenegra. Ella ve algo: ve que el pescado ha sido comido por el nio, ltambin lo ha tomado. Ella no se mueve: ser el hambre msintensa esta noche, cmo ser el hambre? Y qu har ella? Quierovolver a Battambang en busca de un cuenco de arroz, y enseguida

    me ir para siempre. Ella quiere arroz caliente, lo quiere, pronuncialas dos palabras: arroz caliente. No sucede nada. Ella toma unpuado de polvo y se lo mete en la boca. Ella se despierta porsegunda vez, no recuerda haber puesto aquello en su boca, mira lastinieblas de la noche, no comprende, el polvo casi ha sido arrozcaliente.

    Ella mira las tinieblas de la noche y no comprende.Este doble despertar iba a ser el primero antes del nacimiento

    del hijo. Habra otros. Una vez, mucho despus de haber encontradoel Mekong, ella lo abandonar sin advertirlo y despertar en unaselva. En Calcuta no, en Calcuta no se confunde, en ningnmomento, el alimento con el polvo, las cosas son elegidas con preci-

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    sin, pero la mente ya no est aqu para hacerlo, es otra cosa la queelige por ella lo que se presenta.

    Un pescador ha entrado en la cantera, despus entra otro. Tropiezan con la nia, esta rata, habr que hacerla salir. Con eldinero de los pescadores, ella va a Pursat en varias ocasiones,compra arroz y lo cuece en una lata de conservas, los pescadores ledan cerillas, y ella come arroz caliente. El nio est a punto de seracabado. El hambre de los primeros das no volver nunca.

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    La luz de Pursat suprime las Cardamonas, borra la lnea delhorizonte, el Stung Pursat, el ruido de los tornos, trae el sueo aquien no desconfe, le alimenta con una pesadilla angustiosa, escribePeter Morgan.

    Ella se despierta, mira, reconoce, sabe que tendr seis mesesde esa luz, ya no ve las montaas, ni tampoco la lnea del horizonte.Esta maana, el vientre le pesa ms abajo. Ella se levanta, sale de lacantera y se aleja en la luz crepuscular.

    Los pescadores estn desencantados estos ltimos das porqueella se ha quedado casi totalmente calva y porque su vientre se hahecho demasiado grande para su delgadez.

    El hambre de los primeros das ya no volver nunca, ella losabe. El hijo est muy cerca de hacerse del todo, ella tambin losabe, ambos se van separando, eso es lo que ocurre, y el hijo estinmvil casi todo el tiempo, ya dispuesto, esperando ahorasolamente un poco ms de fuerza para abandonarla.

    Ella parte, ella parte en busca de un lugar donde hacerlo, unagujero, alguien que lo recoja a su llegada y lo separe de ella por

    completo, busca a la madre cansada que la ha echado de casa. Nodebes volver bajo ningn pretexto. Esa mujer no sabe, no lo sabetodo, y esta maana, ni mil kilmetros de montaas me impedirnllegar hasta ti, inocente, en tu estupefaccin te olvidars dematarme, sucia mujer, causante de todo, yo te dar ese nio y t loacogers, yo lo echar para ti y me ir para siempre. Con esta luzcrepuscular deben acabarse muchas cosas, y otras empezar denuevo. Por eso ser su madre, ha de ser su madre la que ayude eneste nacimiento. Y de sta, de ella, de esta muchacha, saldr tam-bin, una vez ms, un pjaro, un melocotonero en flor.

    Todas, en la regin de Pursat, parten delante de ella, tratan dehuir de la luz del monzn de verano para ir a hacer hijos u otrascosas como dormir.

    Ella recuerda las indicaciones del viejo. Ella remonta el StungPursat. Ella camina de noche. Ella no quiere, no puede soportar el solde la neblina. Si hace falta matarlo, t lo sabrs. Esta luz llama,llama a la madre, al nuevo comienzo de la irresponsabilidad.

    Ella camina.Ella camina una semana. El hambre de los primeros das nunca

    volver.He aqu, innegable, el lago natal. Ella se detiene. Ella tienemiedo. La madre fatigada la ver llegar desde la puerta de la choza

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    de paja. La fatiga en la mirada de la madre: Todava vives? Creaque habas muerto. El miedo ms grande es ste: el aire de la madreviendo acercarse a la hija que vuelve.

    Durante todo un da, ella vacila. En un refugio de pastores debfalos, en la orilla del lago, permanece inmvil, bajo la mirada.

    Pero lo hace la noche siguiente. S, ella remonta el Tonl-Sap.S, hace lo contrario de lo que dijo el viejo. Ella lo hace. Ah! Ignorasu madre que ella tiene derecho a hacerlo? Va a saberlo enseguida.Le prohibir entrar, con una estaca en la mano. Pero esta vez tencuidado.

    Volverla a ver y marcharse de nuevo con el monzn. Dejarleeste hijo.

    Ella camina toda una noche y toda una maana. Entre losarrozales, los arrozales. El cielo est bajo. Desde que sale el sol selleva plomo en la cabeza, hay agua por todas partes y el cielo esttan bajo que toca los arrozales. Ella no reconoce nada. Ella contina.

    Ella tiene cada vez ms miedo, ella se apresura ms cada vez.Ella se despierta, ve un mercado abundante que aparece y va

    hacia l. Los olores son los de la comida de su aldea. Porconsiguiente, no se haba engaado: ella se acerca.

    Se acuclilla delante de una choza de paja para ver mejor yespera para ver. Ya ha hecho esto otras veces, esperar el final de losmercados. Pero hoy espera y ve lo que espera:

    Sus padres que llegan por el fondo de la plaza. Ella as nopuede sostener la mirada, se postra respetuosamente y est as mucho tiempo. Cuando se levanta ve a su madre que, desde el otroextremo del mercado, le sonre.

    No es todava la locura. Es el hambre, oculta por el miedo queaparece de nuevo, la astenia que contempla el tocino, que huele lassopas. Es el amor de su madre que se expresa al azar. Ella ve cmobrotan inciensos y cohetes, ella habla sola, da gracias al cielo y elmercado gira ante sus ojos a una velocidad embriagadora.

    Qu alegra.

    Ella ve a sus hermanos y hermanas encaramados en unacarreta, les hace seas, ellos tambin se ren y la sealan con eldedo, la han reconocido, ella se postra de nuevo, y permanece as,con la cara en el suelo y se encuentra frente a una torta que hanpuesto ante ella. Qu mano podra haberla trado si no la de sumadre?

    Ella come y se duerme.Ella duerme all donde est tendida, en la esquina de la choza.Cuando se despierta, una luz hirviente y lvida llena la plaza, el

    mercado ha desaparecido, dnde est su familia? Ha dejado quese fuera? Ella cree recordar, no le ha dicho ella: debemos regresar?O acaso no era su madre, sino otra, casi su madre, otra que

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    ha visto el peligro, que ha visto las dimensiones de su vientre y queha dicho que deba regresar?

    Ella duerme toda la tarde, abrumada, lo mismo que ante lasCardamonas. Se despierta al anochecer. Ya no recuerda. Le asalta laidea de que lo que vio no deba de ser su madre, ni tampoco aquellaretahla de sus hermanos y sus hermanas. Por qu habra vistoexactamente a su madre? Por qu habra visto exactamente a sushermanos y a sus hermanas? Cul sera ahora la diferencia entrestos y stas?

    Por la noche, desanda lo andado, sigue el Tonl-Sap en ladireccin indicada por el viejo.

    Ya no la encontraremos nunca en los alrededores del pueblonatal.

    En la luz hirviente y plida, con el hijo todava en el vientre,ella se aleja, sin temor alguno. Su camino, est segura, es el delabandono definitivo de su madre. Sus ojos lloran, pero ella no, ellacanta a voz en grito una cancin infantil de Battambang.

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    Peter Morgan. l deja de escribir.Sale de su habitacin, atraviesa el parque de la embajada y

    camina por el bulevar que bordea el Ganges.Ella est all, delante de la residencia del exvicecnsul de

    Francia en Lahore. A la sombra de un matorral ahuecado, tendida enla arena, ella duerme, con su saco todava empapado y la calvacabeza en la sombra del matorral. Peter Morgan sabe que ella hanadado en el Ganges una parte de la noche, que ha abordado a lostransentes y que ha cantado; es as como pasa la noche. PeterMorgan la ha seguido en Calcuta. Eso es lo que sabe.

    Muy cerca de su cuerpo dormido estn los de los leprosos.Los leprosos se despiertan.Peter Morgan es un muchacho que desea sentir el dolor de

    Calcuta y arrojarse en l, que esto sea hecho y que la ignoranciacese con el dolor sentido.

    Son las siete de la maana. La luz es crepuscular. Unas nubesinmviles cubren el Nepal.

    De cuando en cuando, ya, Calcuta se agita. Hirviente nido dehormigas, piensa Peter Morgan, insipidez, espanto, temor de Dios ydel dolor, dolor, piensa Peter Morgan.

    Muy cerca, rechinan unos postigos. Son los del vicecnsul que

    se despierta. Peter Morgan abandona precipitadamente el bulevar,se oculta tras la verja del parque, espera. El vicecnsul de Francia enLahore aparece, semidesnudo, en su balcn, contempla un instanteel bulevar y despus se retira. Peter Morgan atraviesa los jardines dela embajada de Francia y regresa hacia la residencia de sus amigos,los Stretter.

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    El estado del cielo enfermo, por la maana, pone macilentos,en su despertar, a los blancos no aclimatados de Calcuta: hoy es lquien se mira.

    Va al balcn de su residencia.En Calcuta, hoy, a las siete de la maana, la luz es crepuscular,

    un himalaya de nubes inmviles cubre el Nepal, debajo se estancaun vapor infecto, el monzn de verano va a comenzar dentro dealgunos das. A la sombra de un matorral ahuecado, enfrente de laresidencia, sobre la arena mezclada con asfalto, con un saco todavaempapado y la cabeza calva en la sombra del matorral, ella duerme.Ha nadado en el Ganges una parte de la noche, ha cantado, hamendigado a los transentes.

    En las avenidas, unos camiones de riego dan vueltas. El aguapega al suelo un polvo hmedo que apesta a orina.

    En el Ganges, los peregrinos grises de las orillas y siempre losleprosos, ya se despiertan y se miran.

    Hace ya dos horas que, en las hilaturas de Calcuta, una hordadoliente asegura su supervivencia.

    El vicecnsul de Lahore contempla Calcuta, las humaredas, elGanges, los camiones de riego, aqulla que duerme. Deja el balcn,entra en su habitacin, se afeita en el calor ya intenso, observa sussienes que grisean. Se ha afeitado, es cosa hecha, y vuelve una vezms al balcn de su residencia, mira una vez ms la piedra y laspalmeras, los camiones de riego, la mujer que duerme, lasaglomeraciones de leprosos en la orilla, los peregrinos, todo eso quees Calcuta o Lahore, palmeras, lepra y luz crepuscular.

    Y despus, en medio de esa luz, una vez se ha duchado y hatomado su caf, el vicecnsul se sienta en un divn y lee una carta

    que procede de Francia. Una ta le escribe: Una noche ha habidoviento en Pars, hace un mes de esto, y, cosa que hasta ahora nuncase haba producido aqu, se ha abierto un postigo de la casita, as como la ventana, que haban dejado entornada para airear la casa; aella la avisaron de la comisara de polica y fue all por la tarde paracerrar las ventanas y tambin para comprobar que no haban robadonada; ah, s, me olvidaba: al ir a cerrar, vio que las lilas de la verjahaban sido hurtadas; como no hay nadie para guardarlas, ocurre lomismo cada primavera: las roban unas muchachas salvajes.

    De pronto, el vicecnsul recuerda algo referente a la recepcinque tendr lugar maana viernes por la noche en la embajada de16

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    Francia y a la cual ha sido invitado en el ltimo minuto. Anoche, unapalabra de la embajadora: venga.

    Se levanta, dice a su criado indio que le cepille el smoking yvuelve a sentarse en el divn. La carta de la ta de Malesherbes yaest leda. Relee ahora los prrafos sobre el postigo abierto y las lilasy lo comprueba: ya est leda.

    Espera la hora del despacho, con la carta en la mano.Entonces, en su mente hay un saln, todo est en orden, el granpiano negro est cerrado, en el atril hay una partitura, tambincerrada, cuyo ttulo ilegible es Indiana's Song. El candado de la verjaest cerrado con dos vueltas de llave, no se puede penetrar en el

    jardn, aproximarse, no se puede leer el ttulo de la partitura. Sobreel piano, el jarrn chino convertido en lmpara, la pantalla de sedaverde, cuarenta aos de edad?, s. Antes del nacimiento del queha nacido?, s. Hay un perodo de calma, el postigo sigue abierto, elsol da muy vivamente sobre la lmpara verde. Unas personasinmviles: hay que hacer algo, porque, si no, no podrn dormir lanoche prxima, han odo ese golpeteo lgubre toda la noche? Otraspersonas inmviles, una pequea multitud: pero quin es entoncesel propietario de esta casa siempre cerrada? Un seor solo, de unostreinta y cinco aos.

    Su nombre es Jean-Marc de H.Hijo nico, ahora hurfano.

    La casita, llamada todava palacete, rodeada de un jardn, enPars, est cerrada desde hace aos porque su propietario est enlos consulados, esta vez en la India: la polica sabe a quin avisar enel presente caso y en caso de incendio: una anciana que vive en elbarrio de Malesherbes, ta del ausente.

    El viento comienza a soplar de nuevo, el postigo se cierra amedias, el sol se retira, deja all la seda verde, el piano vuelve a laoscuridad hasta el final de su estancia en otro lugar. Dos aos.

    El ruido de un cepillo duro sobre el pao spero de un smokingprobablemente no es todava, para el vicecnsul, un hecho habitual;

    se levanta y cierra la puerta.La hora del despacho ha llegado a su vez, despus de la delevantarse.

    El vicecnsul hace el trayecto a pie, a lo largo del Ganges,durante diez minutos. Deja atrs los rboles a cuya sombra esperanlos risueos leprosos. Cruza los jardines de adelfas y de palmeras dela embajada: las oficinas del consulado constituyen un edificiorodeado por ese jardn.

    Una voz atenuada pregunta todava en el jardn: Cuando eseseor est fuera, no os una msica tocada al piano? Unasescalas? Una meloda tocada torpemente, con una sola mano? Unavoz muy vieja responde que antes s, por la noche, s, un nio tocaba

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    Las muchachas llevan shorts blancos y los brazos desnudos; ella nolleva sombrero, no teme al sol. Cuando deja atrs los edificios de laembajada, Anne-Marie Stretter ve al vicecnsul de Lahore, le haceuna sea, tambin se muestra reservada con respecto a l, comotodo el mundo en Calcuta. l se inclina y contina su camino. Hacecinco semanas que, cuando se encuentran, las cosas ocurren entreellos de la misma manera.

    Apoyada en la tela metlica que rodea las desiertas pistas detenis hay una bicicleta de mujer que pertenece a Anne-MarieStretter.

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    Charles Rossett ha sido invitado por el embajador de Francia aexaminar con l el expediente de Jean-Marc de H.

    En el despacho del embajador las persianas han sido bajadassobre la luz crepuscular. Se han encendido las lmparas. Estn losdos solos.

    Charles Rossett lee al embajador la declaracin escrita de Jean-Marc de H. a propsito de los incidentes acaecidos en Lahore.

    He ocupado en Lahore lee Charles Rossett, durante unao y medio, el cargo de vicecnsul. Hace cuatro aos habapresentado mi candidatura para un cargo en la India y cuando mecomunicaron mi nombramiento lo acept sin reservas. Reconozcohaber cometido en Lahore los hechos que se me imputan. No pongoen duda la buena fe de ningn testigo, exceptuada la del criado indiopuesto a mi servicio. Asumo la responsabilidad total de esos hechos.

    Las autoridades de las cuales dependo dispondrn de mifuturo como lo consideren oportuno. Si les parece que se impone mirevocacin, la aceptar de igual modo que mi mantenimiento dentrodel cuerpo consular. No pido permanecer en Lahore ni salir de all.

    No puedo dar explicaciones sobre lo que he hecho en Lahore nisobre el porqu de esta negativa. Creo que a ninguna instanciaexterior ni tampoco a las de nuestra administracin podrainteresarle realmente lo que yo dijera. Que nadie vea en estanegativa una desconfianza o un desdn con respecto a quienquieraque sea. Me limito, simplemente, a hacer constar aqu laimposibilidad en que estoy de dar cuenta de una maneracomprensible de lo que ocurri en Lahore.

    Agrego que no obr en Lahore en estado de embriaguez,como algunos han pretendido.

    Crea que iba a pedir l mismo su revocacin dice elembajador, pero no lo hace.Cundo le ver usted?No lo s todava.El embajador mira a Charles Rossett con benevolencia.No tengo derecho a hacerlo, pero me tomo la libertad de

    pedirle que me ayude a poner en claro este penoso asunto.Los informes biogrficos sobre Jean-Marc de H. revelan: hijo

    nico. El padre era un modesto banquero. Despus del fallecimientodel padre, la madre se cas en segundas nupcias con un vendedorde discos de Brest; ella falleci tambin al cabo de dos aos. Jean-Marc de H. ha conservado el pequeo palacete particular de Neuilly

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    y lo habita durante sus permisos. Estancia de un ao como internoen Montfort, Seine-et-Oise, durante un curso de secundaria, entre lostrece y los catorce aos; la causa de ello es la frgil salud del nio,que debe respirar aires puros. Alumno mediano antes de Montfort.Estudios brillantes despus de Montfort. Enviado de nuevo aMontfort por mala conducta, no se precisa cul. Luego, regreso aPars, a otro liceo. Hasta el final de sus estudios y ms tarde an,durante los aos que pasa segn sus deseos en los servicios delas administracin central, nada que sealar. Tres solicitudes deexcedencia alejan a Jean-Marc de Pars durante casi cuatro aos. Nose sabe por qu ni adonde va. Sus notas son medianas. Es como si

    Jean-Marc de H. hubiese esperado a llegar a la India para mostrarsetal como era. nico hecho destacable: la ausencia, al menosaparente, de relaciones femeninas.

    El embajador ha escrito a la nica parienta que le queda, unata que vive en Pars, en el barrio de Malesherbes. Esta harespondido extensamente a vuelta de correo. As pues, en aquelnio se incubaban cosas escribe ella, unas cosas que no separecen nada a las que nosotros, que creamos conocerle,esperbamos de l. Quin lo iba a decir?

    No ha sido contenida la locura?No, solamente la depresin nerviosa. Aunque con recadas,

    dicen: sus nervios han fallado.

    Pero no hubo quejas hasta bastante despus.En un principio se crey explica el embajador que era unfarsante, un manaco del revlver. Pero despus comenz a gritarpor la noche... y luego, todo hay que decirlo, se encontraron unosmuertos en los jardines de Shalimar.

    Qu dice la ta de Malesherbes sobre su infancia? Casi nada:que prefera el pensionado a la comodidad de su hogar, que fuedespus de aquella estancia en Montfort, cuando cambi, cuando sehizo... ella dice reservado e incluso un poco duro... pero nada quepermitiera imaginar lo que sera en Lahore. En resumen: nada que

    no fuese normal, excepto la ausencia de mujeres. Adems, eraseguro eso?Siento mucho lee Charles Rossett no poder hacerle llegar

    el testimonio de ninguna mujer que mi sobrino conociera. A lsiempre le gust estar solo y, pese a nuestro esfuerzo, lo siguiestando. Enseguida nos alej de l, a su madre y a m, y en ningncaso nos hizo, naturalmente, la ms mnima confidencia. Tanto en sunombre como en el mo, seor embajador, le pido que tenga lamayor indulgencia que le sea posible. A fin de cuentas, la insensataconducta de mi sobrino en Lahore slo testimonia algn ocultoestado de nimo, algo que se nos escapa, pero que tal vez no estotalmente indigno. Antes de reprobar implacablemente esa

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    conducta, no debera ser considerada con atencin, tal vez en suprincipio? Por qu remontarnos a la infancia para explicar suconducta en Lahore? No habra que buscar tambin en Lahore?

    Yo prefiero que esto se quede en las conjeturas habituales,que se busque en la infancia dice el embajador.

    Saca la carta del expediente.Ser mejor no enviarla a Lahore dice, sera abrumadora.

    Quera comunicarle esta irregularidad. Qu opina usted? Tras una vacilacin, Charles Rossett pregunta al embajador las

    razones de su indulgencia con respecto a Jean-Marc de H. El casopresente, no exige ms bien una sancin ejemplar?

    Un caso de menos gravedad la exigira ms dice elembajador En ste, no hay parte contraria, no es ms que... esun... estado de cosas... es evidente y Lahore... Lahore, qu quieredecir eso?

    Le habla alguna vez?, pregunta el embajador. No, aqu no haynadie que le hable, aparte del director del Crculo Europeo, eseborracho. En Lahore no se le conoca ningn amigo.

    Hace confidencias al director del Crculo dice CharlesRossett, y no debe ignorar que casi todo es repetido.

    Habla de Lahore?No. Al parecer, slo de su infancia, como usted desea.Pero, en su opinin, para qu lo hace?

    Charles Rossett no tiene opinin.Su trabajo es perfecto dice el embajador. Es como sihubiese recuperado la calma. Qu podemos hacer con l?

    Los dos hombres buscan lo que van a hacer con Jean-Marc, ellugar adonde pueden destinarle, a qu clima, bajo qu cielo, con elfin de protegerle de s mismo.

    Cuando se le pregunt dnde quera ir, parece ser que se leescap la palabra Bombay. Pero en Bombay no le querrn. Sequedar en Calcuta, donde podr vigilarle... Pero Calcuta, a la larga,es lo ms duro que hay.

    Tengo la impresin de que l ve la misma... imposibilidadque... nosotros, por ejemplo dice Charles Rossett. Calcuta escontradictoria, pero l parece haberse hecho a ella.

    Estalla una tormenta. Dura muy poco tiempo. El embajador vaa subir la persiana de la ventana. La tormenta cesa bruscamente, elsol aparece en un claro de algunos minutos y, despus, el agujero,en el espesor de las nubes, se colma de nuevo. En una rfagasilenciosa, las sombras del jardn son arrancadas.

    Los dos hombres hablan de la invitacin del vicecnsul a larecepcin del da siguiente. Ha invitado la seora Stretter alvicecnsul despus de haber ledo la carta de su ta de Malesherbes?En el ltimo minuto, por qu? Ha dudado antes de hacerlo?

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    Unas palabras de su mano en el ltimo minuto dice elembajador eran, sin duda, para exceptuarle de los dems, parahacer... que venga con toda seguridad. Como usted sabe, nosotros,mi mujer y yo, luchamos todo lo que permite el protocolo contra lasexclusiones, por justificadas que stas puedan parecer.

    El embajador mira atentamente a Charles Rossett.Usted se ha acostumbrado mal.Charles Rossett sonre.Un poco peor de lo que yo crea.Hay que ir a las Islas, aconseja el seor Stretter, hay que

    adquirir la costumbre de ir a ellas si se quiere amortiguar el golpe deCalcuta. l abandona Calcuta, caza en el Nepal. Su mujer va a lasIslas y sus hijas irn tambin en cuanto terminen sus cursos, desdela semana prxima. Vale la pena ir all abajo, aunque slo sea parapasar dos das en el fabuloso hotel Prince of Wales. Y tambin esmuy interesante el trayecto entre Calcuta y el Delta, hay queatravesar en coche los inmensos arrozales del Delta, el granero de laIndia del Norte, ver el arcasmo de la agricultura india, ver la Indiams adelantada, ver el pas en el que nos hallamos, no limitarse aCalcuta. Por qu no viene con ellos Charles Rossett el prximoweek-end? Pasado maana sbado, Calcuta va a vaciarse de susblancos ingleses y franceses.

    El embajador deja de hablar, hace seas a Charles para que

    mire por la ventana.El vicecnsul est cruzando los jardines. Tuerce hacia lasdesiertas pistas de tenis, las mira, se vuelve, camina de nuevo, pasapor delante de la ventana abierta sin que parezca conocer suexistencia.

    Hay otras personas que salen y cruzan los jardines. Esmedioda. Ninguno le aborda.

    Hace cinco semanas que espera que yo le convoque dice elembajador. Debo hacerlo uno de estos das.

    Pero espera l esta convocatoria? O, por el contrario, espera

    que sta sea diferida, siempre diferida? No lo sabe.El embajador dice, con una sonrisa un poco forzada:En este momento tenemos en casa a un joven y encantador

    amigo ingls que no puede soportar, ni de vista, al vicecnsul deLahore... No se trata de miedo propiamente dicho, es una especie deincomodidad... Le rehuimos, s, lo confieso... yo mismo le rehuyo unpoco.

    Charles Rossett se ha despedido del embajador. Cruza a su vezlos jardines. Las palmeras sin sombra del Nepal permaneceninmviles.

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    Cuando llega al bulevar que bordea el Ganges, Charles Rossettdivisa al vicecnsul. Detenido delante de los leprosos como hace unmomento delante de las pistas de tenis, los mira.

    Charles Rossett vacila, hace mucho calor, pero acaba por dar lavuelta. Cruza de nuevo los jardines, sale de ellos por la otra puerta yllega a su residencia, que se encuentra, como la del vicecnsul, en elbulevar, algo ms lejos que la de ste con relacin a las oficinas,pero que es su gemela, con su bungalow y su veranda, sus yeserasamarillas y desconchadas, y sus laureles rosas alrededor.

    Hable un poco con l le ha dicho el embajador. Si sesiente con fuerzas para hacerlo, naturalmente.

    Charles Rossett toma su ducha, la segunda del da. El agua delas profundidades de Calcuta es un inmutable frescor.

    Su cubierto est puesto. Charles Rossett despliega la servilletay come curry indio. El curry es fuerte, siempre demasiado fuerteaqu, y Charles Rossett lo come como si lo hubiesen condenado ahacerlo.

    Despus, en cuanto se levanta de la mesa, Charles Rossett seduerme en su habitacin con los postigos cerrados.

    Es la una de la tarde.Charles Rossett duerme con todas sus fuerzas, gana unas

    horas al pleno da de Calcuta. Hace cinco semanas que duerme as.A esta hora agobiante de la siesta, quien pasa por el bulevar

    puede ver cmo el vicecnsul camina por su habitacin, casidesnudo, en una alerta que parece intensa.Son las tres de la tarde.Un criado indio despierta a Charles Rossett. Por la puerta

    entornada, aparece la cabeza llena de astucia y prudencia. El seordebe despertarse. Abrimos los ojos, nos hemos olvidado, como cadatarde, nos hemos olvidado de Calcuta. Esta habitacin est oscura.Quiere t el seor? Hemos soado con una mujer rosa, rosa lectorarosa, que lea a Proust en el viento cido de un lejano Canal de laMancha. Quiere t el seor? El seor est enfermo? Hemos soado

    que, junto a aquella mujer rosa lectora rosa, sentamos una ciertanostalgia de otra cosa que se encuentra en estos parajes, en la luzsombra, una forma de mujer con short blanco atravesando estamaana las pistas de tenis desertizadas a causa del monzn deverano.

    Queremos t y que se abran las persianas. Ya est. Las persianas rechinan, porque nunca aprendern a

    manejarlas. Cul es el secreto?Luz reverberante en la habitacin, luz cegadora. Deseo cada

    da de telefonear al embajador: Seor Embajador, solicito untraslado, no puedo ms, no puedo acostumbrarme a Calcuta.Dnde esperar hasta que el amor venga en nuestra ayuda?

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    Han puesto en marcha el ventilador. Se han ido a la cocinapara hacer el t. Despus de su paso queda el olor a cotonada y apolvo. Estamos encerrados juntos en la residencia consular para lostres aos que van a seguir.

    Charles Rossett se ha vuelto a dormir.Vuelven con el t, le despiertan, vienen a ver si est muerto.Hay que preparar la camisa blanca y el smoking para maana:

    Maana recepcin en la embajada de Francia. Queda comprendido.El de Lahore, piensa Charles Rossett, el criado indio del

    vicecnsul, haba huido para no declarar contra su amo. Luego leatraparon y l minti.

    Charles Rossett se levanta, se ducha, se asoma al balcn y ve:un Lancia negro sale del jardn de la embajada, avanza por elbulevar, Anne-Marie Stretter va con un ingls que l ya ha vistoalgunas veces en las pistas de tenis.

    El Lancia negro adquiere velocidad y desaparece. As pues, loque se dice de ella parece ser cierto.

    Tiene Charles Rossett necesidad de estar seguro de ello? S,indudablemente.

    Va al office, toma un coac helado mientras le planchan unacamisa blanca como l ha ordenado.

    Charles Rossett atraviesa una vez ms los jardines de laembajada bajo el inmutable calor. Piensa en las personas que

    encontrar maana en la recepcin. Invitar a las mujeres segn su jerarqua. Invitar a bailar a Anne-Marie Stretter. Ella anda ahoravelozmente en direccin a Chandernagor a travs de aquel calor.

    El vicecnsul est delante de l, bastante lejos. Le ve salir delsendero de las adelfas, dar algunos pasos hacia las pistas de tenis.Charles Rossett y Jean-Marc de H. estn solos en esta parte de los

    jardines. Jean-Marc de H. ignora que Charles Rossett le est viendo. Se

    cree solo. Charles Rossett se detiene a su vez. Trata de vislumbrar elrostro del vicecnsul, pero ste no se vuelve. Junto a la tela metlica

    que rodea las pistas hay una bicicleta de mujer.Charles Rossett ha visto ya la bicicleta en aquel lugar. Se hadado cuenta de ello al instante.

    El vicecnsul sale del sendero y se acerca a la bicicleta.All hace alguna cosa. A esta distancia es difcil saber

    exactamente lo que hace. Parece mirarla, tocarla, se inclina sobreella largo rato, se incorpora, la sigue mirando.

    Vuelve al sendero y camina de nuevo, un poco titubeante perocon paso tranquilo. Se dirige hacia las oficinas del consulado.Desaparece.

    Charles Rossett se mueve a su vez, toma el sendero.La bicicleta de la tela metlica est cubierta del fino polvo gris25

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    del sendero.Est abandonada, en desuso, horrible.Charles Rossett comienza a andar deprisa. Un transente

    aparece. Se miran. Lo sabe ste? No. Toda Calcuta lo sabe? TodaCalcuta se calla. O ignora.

    Qu hace el vicecnsul cada maana y cada tarde junto a laspistas de tenis desiertas? Qu haca l? A quin decrselo? Aquin decirle aquello? A quin decirle aquello que es imposible dedecir?

    El sendero est otra vez vaco. El transente ha salido de los jardines. El aire danza ante los ojos. Charles Rossett trata deimaginar el rostro liso del vicecnsul y advierte que ya no tienefuerzas para hacerlo.

    Alguien, a lo lejos, silba Indiana's Song. No se ve quin es.La nia nace cerca de Udang, en un refugio, cerca de la granja

    de un colono a cuyo alrededor ella ha dado vueltas durante dos dasa causa de la mujer del colono, seca y vieja tambin. La mujer la haayudado. Durante dos das la mujer le ha dado arroz, sopa depescado y, el tercer da, un saco de yute para cuando parta, escribePeter Morgan.

    Ella no arroja a su hermana siamesa al Mekong, no laabandona en un camino de la llanura de las Aves. A los otros hijosque vendrn despus de esta nia, ella los soltar siempre hacia la

    misma hora, dondequiera que est hacia la mitad del da, cuando elsol aturde y hace que zumbe la cabeza. Por la noche, la muchachase encuentra sola, se pregunta en qu ha podido convertirse aquellacosa que llevaba hace un instante, una imagen suya que no debasoltar. Descansa un poco y parte. Se araa los senos, por los quecorren unas gotas de leche. Vuelve a partir. Tal vez es la primeravez que olvida se lamenta. Las dems veces apenas notar ladiferencia. Ella camina y despus duerme. Battambang, la pene-trante cancin de los nios, encaramados en los bfalos, que sebambolean y se ren, es cantada por ella antes de dormirse, detrs

    de las hogueras de melaza de una aldea de la selva, en la partedonde estn los tigres, en las tinieblas de la jungla.El Tonl-Sap, despus de Udang, es fcil de seguir. La nia ha

    sido parida directamente en el saco, el saco colgado de sus hombrosy atado a la cintura, ella contina descendiendo a lo largo del Tonl-Sap. En Pnom-Penh se queda algunos das. Despus, comienza adescender a lo largo del Mekong. Centenares de juncos cargados dearroz se cruzan con ella.

    Una mujer le haba dado unas indicaciones, despus de Pursat,pero antes de Kompong-Chnam, antes del nacimiento de la hija. Unavez dejado atrs Pnom-Penh, hacia Chaudoc, ella lo recuerda. Ella nopuede trabajar con esta hija, nadie la querra; sin la hija tampoco lo

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    ha conseguido, con diecisiete aos y ese vientre, expulsada de todaspartes. Vete ms lejos.

    Ella no trabajar nunca, su ocupacin es una cosa desconocida.La mujer le ha dado una indicacin muy seria: se dice que

    algunos nios han sido aceptados por los blancos.Ella parte de nuevo. Ya no se informa. Aqu nadie habla el

    camboyano, es muy raro. El primer lugar blanco?Vete. Hay que seguir el Mekong, ella lo sabe, se es el mtodo.

    En su espalda, la nia duerme casi todo el tiempo. Desde hacealgunas semanas, sobre todo desde hace unos das, la nia duermemucho, hay que despertarla para comer. Comer qu? Tiene que daresta nia, ya es hora de hacerlo. Y luego caminar, ligera, por la orillade los arrozales. En el prpado azulado, el ojo duerme. Ha miradoalgo alguna vez? En Long-Xuyen ve unos blancos en las calles, aqu yall. Un puesto blanco. Ella va al mercado, pone a la nia sobre untrapo, espera. La ltima camboyana de su periplo pasa y le dice quela nia est muerta. Entonces ella la pellizca, la nia llora, se ve bienque no. La camboyana dice que la nia va a morir, que hay quehacer algo enseguida para... Qu es lo que quieres?

    Darla.La otra se burla: quin puede querer esa vergenza, una nia

    tan flaca? En Sadec, ella ve tambin blancos, va al mercado, pone lania sobre un trapo, espera, nadie le dirige la palabra, la nia

    duerme cada vez ms. Dejarla all, dormida... Pero y los perros,cuando acabe el mercado? Ella parte de nuevo. En Vinh-Long tam-bin hay blancos, hay que ir all.

    Ella va al mercado, pone a la nia delante, sobre un trapo. Seacurruca y espera.

    Este mercado le hace rer, pero hay otros mercados, despusde marchas demasiado largas ella camina ahora ms rpidamentepara ir ms deprisa que la muerte que hacen bailar su razn: comoel de Vinh-Long. Esta hermosa nia es de quien la quiera, dice; y pornada, porque ella no puede llevarla consigo, miren mi pie y

    comprendern. Nadie comprende. El pie est herido: un ancho ylimpio tajo abierto por una piedra cortante y dentro del cual semueven unos gusanos; ella no sabe que esa herida apesta. La niaduerme. Ella no la mira, ni mira su pie, que est extendido junto a lania, ella habla sola como en aquel mercado de Tonl-Sap donde sumadre estaba tan atareada. La causa de ello es la visin de losalimentos expuestos, el olor de las carnes asadas y de las sopascalientes. Quin quiere esta nia? Ya no tiene leche, esta maanala nia no ha querido la que le quedaba. En un junco le han dadoarroz caliente y ella ha masticado el arroz mucho tiempo y se lo hadado a la nia boca a boca, pero la nia ha vomitado. Bien. Hay quementir, decir que la nia est sana. Quien la quiera que lo diga. Hace

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    ya dos horas que espera. Ella no se da cuenta de que, por aqu, yanadie entiende lo que dice. Ayer an se daba cuenta, hoy no.

    Cuando acaba el mercado, cuando los puestos estn casidesmontados, pasa una mujer blanca, gorda y maciza acompaadade una nia blanca.

    El entendimiento, la astucia, la habilidad vuelven a lamuchacha: ha olfateado su oportunidad.

    Bajo el casco colonial ve unos ojos la mujer ya no es jovenque por fin miran.

    La mujer ha mirado.Es la primera que lo hace. Ella le sonre. La mujer se acerca,

    saca una piastra de su bolso y se la da a la muchacha.Luego, se va.La muchacha grita, le hace seas de que se acerque.La seora vuelve. La muchacha le muestra la nia y quiere

    devolverle la piastra. Se vuelve, seala detrs de ella, grita:Battambang. La seora mira, no, vuelve a alejarse, se niega a tomarla piastra. Se forma un pequeo grupo alrededor de la muchachaque grita.

    La seora comienza a alejarse.La muchacha recoge a su hija, corre, la adelanta, lanza una

    oleada de palabras, seala unas direcciones, tiende la nia riendo.La seora la aparta exclamando algo.

    La nia blanca que va con la seora mira a la otra nia como simirase otra cosa, pero qu cosa?, y dice algo a la seora. La seorase niega y sigue andando,

    La muchacha tambin. Sigue a la seora. La seora se vuelve,la rechaza. Pero con tal de no quedarse con la nia nada le asusta.

    La muchacha espera que la seora d algunos pasos ycomienza otra vez a seguirla, con la piastra en la mano.

    La seora se vuelve, grita algo ms y golpea el suelo con elpie. La muchacha le sonre. Empieza de nuevo, ensea su pie, sealael norte, muestra a la nia, explica. La seora no mira, contina

    andando.La muchacha la sigue desde lejos por la calle, sin dejar detender la nia y la piastra, siempre sonriente. La seora ya no sevuelve.

    La nia blanca deja a su madre y camina al lado de lamuchacha.

    La muchacha se calla, alcanza a la seora, con la nia de laseora a su lado. Caminan as, unas tras otras, por las calles dellugar, durante una hora. La muchacha calla, espera a la seora a lasalida de las tiendas en compaa de la nia blanca. La nia blancaya no se aparta de la muchacha. La seora blanca regaa a la nia,que no llora. En el camino de retorno, las tres siguen a la seora. Las

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    Marguerite DurasEl vicecnsul

    oeste. Despus, diez aos en camino hacia Calcuta. A Calcuta,donde se quedar. Se quedar all, se queda, permanece all, en losmonzones. All, en Calcuta, dormida entre la lepra, bajo los mato-rrales de la orilla del Ganges.

    Y por qu ese periplo? En lugar de un rumbo, ha seguido alos pjaros? Las antiguas rutas de las caravanas chinas del t? No.Entre los rboles, por las riberas sin plantas, en dondequiera que sehallase, posaba los pies y caminaba.

    En el sendero, otros dos nios blancos, varones estos, vienen aobservarla durante unos instantes y se van de nuevo sorteando losfrutos cados, con sus pies calzados con sandalias blancas. La niade la seora no ha vuelto a aparecer. Un hombre que debe de ser uncriado trae carne, pescado, arroz caliente, lo deja todo en elsendero, delante de ella. La muchacha come. Debe de ser posiblever algo: al final del sendero, en el lado opuesto de la verja, hay unaveranda cubierta. Veinte metros de sendero la separan de esaveranda. Est adosada a su rbol, frente a los alimentos, pero ve: lania est en un pao blanco, sobre una mesa. La seora se inclinasobre ella. A ambos lados, sus hijos miran y callan. La nia blancaest all: Dios existe. Se ve que la seora trata de dar leche a la nia,la vierte en su boca con un pequeo frasco. La dama agita a la niay grita, grita. La muchacha se levanta y siente un leve temor.Cuando vean que la nia no est sana, se la devolvern y las

    expulsarn de all? Pero no. Nadie mira hacia donde ella est. Ah,esta nia, cmo duerme! Entre los gritos de la seora, duerme tanbien como en el silencio de un camino. La seora empieza de nuevo,agita a la nia, grita, vierte. La leche corre sobre la nia, pero noentra. Lo que queda de vida slo sirve para negarse a vivir ms. Uncambio. La seora posa la botella y mira atentamente a la nia queduerme. Los pequeos blancos continan esperando y callando;ahora son tres los que quieren mirarla. Dios est en todas partes. Laseora coge a la nia en sus brazos: la nia no se mueve. La seorala pone de pie sobre la mesa, sin soltarla: la cabeza de la nia se

    desploma suavemente hacia un lado, duerme todava. El vientre dela nia es un globo lleno de aire y de gusanos. La seora deja a lania sobre la manta, se sienta en una silla y calla. Reflexiona y calla.Otro cambio: la dama abre con dos dedos la boca de la nia y ve,qu ve?, sin duda unos dientes, qu otra cosa podra ver? Laseora parece ahogar un grito y mira a la muchacha que est en elsendero. La muchacha baja la cabeza, se hace la culpable. Espera.Ha pasado el peligro? No. La seora deja a la nia sobre el pao yviene hacia ella. Qu significa ese lenguaje duro? Qu es lo quequiere? Muestra sus manos abiertas. La edad, por favor? Lamuchacha abre sus dos manos, busca, no ve nada, y deja as sus dosmanos abiertas. Sern unos diez meses. La dama se va de nuevo,

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    gritando, toma a la nia y la manta y entra con todo en la villa.En la tranquila tarde del jardn, la muchacha se ha dormido.Ella se despierta: la seora est all otra vez y le pregunta algo

    de nuevo. La muchacha responde: Battambang. La seora se va. Lamuchacha se adormece a medias. Se ha retirado de la sombra delrbol, se ha alejado por el sendero. En su puo, la piastra de lamaana. La han dejado tranquila, pero todava desconfa un poco.Battambang la proteger, slo dir esa palabra en la cual se haencerrado, es su casa cerrada. Y sin embargo, si desconfa an, porqu no se va? Est descansando? No, no exactamente; todava notiene ganas de abandonar este lugar, espera, antes de partir, sabera donde ir, qu es lo que har ahora.

    Esta tarde la cosa se decide por s sola. Cmo podr volveratrs una vez hecho lo que est hecho?

    Ella se despierta. Ha cado la noche. Bajo la veranda hay unaluz viva: la seora se inclina de nuevo sobre la nia. Esta vez estsola con ella. Intenta despertarla todava? No. Se trata de otra cosa.La muchacha se levanta y ve: la seora coloca a la nia encima de lamesa, se aleja, vuelve con una palangana de agua, levanta a la niay, mientras le habla dulcemente, la sumerge en el agua. Lamuchacha ya no est enfadada con ella, ve bien claro que la niaest viva por lo menos, prueba de ello es que la est baando.Baara acaso a una nia muerta? Ella, su madre, lo saba. Ahora

    tambin lo sabe la seora. Dos personas. Qu tranquilo est el jardn. Probablemente han comenzado a olvidar su presencia en elsendero. Ocurren dos cosas. Hay un gran cuenco de sopa fra a suspies, junto al rbol, lo han puesto all durante su sueo sindespertarla a puntapis. Al lado de la sopa hay un frasco demedicamento para la herida.

    Ella come. Mientras come ve: la seora acaricia a la nia con lapalma de la mano, sin dejar de hablarle, y la cabecita se cubre deespuma blanca. La muchacha re silenciosamente. La muchacha selevanta. Da algunos pasos, se adelanta, mira. Es la primera vez que

    se mueve desde esta maana. No se dejar ver, no lo har nuncams. Ella ve: la nia duerme en el agua, la seora blanca ya nohabla, ahora la seca con la toalla. La muchacha avanza un poco ms.Los prpados se estremecen, lanza un leve grito y se vuelve adormir en la toalla. La muchacha se aleja del lugar en donde anvea, vuelve a su rbol. La sombra de los manzanos-caneleros esmuy densa: la muchacha se sienta en ella para no ser vista y seguiresperando.

    Los caminos estn claros porque hay luna llena. La muchachatoma una fruta cada, pone en ella los labios, blancura azucarada,decepcionante, leche engaosa. No. La muchacha arroja la fruta alsuelo.

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    No tiene hambre.Las formas de los edificios y de las sombras son ntidas, el

    patio est desierto, los caminos tambin deben de estarlo. La verjadebe de estar cerrada, pero por el seto ser fcil.

    La campanilla de la puerta. Un domstico va a abrir. Entra unhombre blanco, con una cartera bajo el brazo. La puerta se hacerrado de nuevo. El criado y el hombre blanco pasan al lado de lamuchacha sin verla. El hombre blanco llega a donde est la seora.Se hablan. La seora saca a la nia de la toalla, la muestra, laenvuelve otra vez en la toalla. Entran ambos en la villa. La verandacontina iluminada. Vuelve la calma.

    Cancin de Battambang, a veces me dorma sobre el lomo delos grandes bfalos, ahta del arroz caliente que mi madre me daba.La madre, seca en su clera, fulmina el recuerdo de un solo golpe.

    Aqu, en el jardn, no es posible cantar. Al otro lado de losmuros y del seto de hibiscos el camino va a todas partes. Aqu, lavilla. All, los dems edificios, que se suceden montonamente, unapuerta, tres ventanas, una puerta, tres ventanas. Mira, una escuela.En Battambang haba una escuela. Haba una escuela enBattambang? Lo ha olvidado. Delante, detrs de los edificios estn laverja cerrada, el seto de hibiscos, un muro; aqu, junto al cuenco desopa, en el suelo, hay unas vendas y el frasquito de agua gris. Lamuchacha oprime su pie, la gusanera sale; ella vierte el agua gris y

    venda el pie. En un local sanitario, hace algunos meses, le curaronde este modo el pie. El pie pesa como plomo, sobre todo cuando sedetiene, pero no le duele. Ella se levanta, mira las puertas. Desde elinterior de la villa llega el rumor de las voces. Regresar aBattambang, volver a ver a aquella flaca, a la madre. Pega a loshijos. Escapa por los taludes. Grita. Llama para distribuir el arrozcaliente. Sus ojos lloran con el humo. Volverla a ver una vez, antesde crecer, antes de partir de nuevo y tal vez morir, volver a veraquella clera.

    Pero ella no encontrar nunca el camino. Ella ya no querr

    encontrarlo.La brisa agita la sombra de los rboles, los caminos son comoun terciopelo por donde avanzar hacia el Tonl-Sap. Ella busca a sualrededor, gira sin moverse del sitio por dnde salir?, se rascalos senos que le pican porque esta noche todava se han formado all tres gotas de leche, ella no tiene hambre, ella se estira, qu

    juventud, ah, correr, caminar de noche cantando siempre lascanciones de Battambang, todas las canciones. Diez aos despus,en Calcuta, slo le quedar una, que ocupar ella sola su memoriaabolida.

    Despus de la llegada del hombre blanco se ha iluminado unaventana. De all proceden las voces. Ella avanza un poco ms pero33

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    partido.

    Un muelle: es el Mekong. Unos juncos negros atracados.Volvern a salir por la noche. A falta de Battambang, esto estambin su pueblo. Unos muchachos tocan la mandolina, entre los

    juncos est la pequea barca de un vendedor de sopa, dos barquitasms lejos, a la luz de las lmparas de petrleo, las hogueras bajo lasopa; muy cerca de la orilla, por debajo de un toldo, brotan unascanciones. Ella comienza a caminar a lo largo de los juncos, con supaso pesado y regular de campesina, se aleja, tambin esta noche.

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    Ella no volver al Norte, escribe Peter Morgan. Remontar elMekong en busca del Norte, pero una maana desandar lo andado.

    Ella camina entonces por la orilla de uno de los afluentes delMekong, luego por la de otro.

    Una noche se encontrar en un bosque.Otra noche, ante un ro y lo sigue tambin. Es un ro muy largo.

    Lo deja. Otra vez el bosque. Comienza de nuevo, ros, caminos, pasapor Mandalay, desciende por el Irauadi, atraviesa Prome, Bassein,llega el golfo de Bengala.

    Un da est sentada frente al mar.Parte de nuevo.Llega al Norte por las llanuras de la parte baja del Chittagong y

    del Arakan.Un da hace diez aos que camina llega a Calcuta.Se queda all.Al principio, todava tiene un aire joven y a veces la llevan

    sobre el techo de un junco. Pero su pie apesta cada vez ms, ydurante semanas, durante meses, los juncos ya no la embarcan. A

    causa de ese pie, durante el mismo perodo, los hombres la buscanmuy raras veces. Sin embargo, algunas veces llega un leador. Enalgn lugar de la montaa le curan el pie. Permanece unos diez dasen el patio de un puesto sanitario, bien alimentada, pero escapa denuevo; despus, el pie acaba curndose y se encuentra mejor.Despus est la selva. La locura en la selva. Duerme siempre cercade las aldeas. Pero a veces no las hay y entonces duerme en unacantera o al pie de un rbol. Y suea: ella es su hija muerta, unbfalo del arrozal, a veces ella es el arrozal o la selva, ella quepermanece sin morirse noches enteras en el agua mortal del

    Ganges; ms tarde suea que tambin se ha muerto, que se haahogado.Hay muchas cosas que hacen ms profunda la locura. El

    hambre de Pursat, de despus de Pursat, ciertamente, pero tambinel sol, el no hablar, el terco zumbido de los insectos de la selva, lacalma de los claros, muchas cosas. Ella se equivoca en todo, cadavez ms, hasta el momento en que ya no se equivoca nunca,absolutamente nunca, porque ya no busca nada. Qu es lo quecome en ese periplo tan largo? Un poco de arroz en la entrada de lasaldeas, aves degolladas por los tigres y abandonadas all en esperadel husmo a podredumbre, frutas, y luego peces, ya en el Ganges.Cuntos hijos ha tenido? En Calcuta, donde ha encontrado la

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    abundancia, los repletos cubos de basura del Prince of Wales o elarroz caliente ante una pequea verja que ella sabe, se ha quedadoestril.

    Calcuta.Ella se queda all.Hace diez aos que parti.

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    Peter Morgan deja de escribir.Es la una de la madrugada. Peter Morgan sale de su habitacin.

    El olor de Calcuta por la noche es el del cieno y el del azafrn.Ella no est en la orilla del Ganges. Bajo el matorral ahuecado

    no hay nada. Peter Morgan se acerca por detrs a las cocinas de laembajada: no est all tampoco. Ella no nada en el Ganges. l sabeque ella va a las Islas, que viaja en el techo de los autocares, quedurante el monzn de verano la atraen los cubos de basura delPrince of Wales. Los leprosos s que estn all, sumidos en el sueo.

    Anne-Marie Stretter le ha relatado a Peter Morgan la venta deuna nia. Anne-Marie Stretter ha asistido a esa venta hace diecisieteaos, all en Savannakhet, Laos. Las fechas no coinciden. Lamendiga, segn Anne-Marie Stretter deba de hablar la lengua deSavannakhet. Las fechas no coinciden. La mendiga es demasiado jo-ven para ser la que vio Anne-Marie Stretter. Sin embargo, PeterMorgan ha convertido el relato de Anne-Marie Stretter en un episodiode la vida de la mendiga. Las nias han visto a sta detenerse largorato delante de su balcn.

    Peter Morgan querra ahora sustituir la memoria abolida de lamendiga por el batiburrillo de la suya. Sin esto, Peter Morgan seencontrar carente de palabras para dar cuenta de la locura de lamendiga de Calcuta.

    Calcuta. Ella se queda all. Hace diez aos que parti. Cuntotiempo har que perdi la memoria? Qu decir en lugar de lo queella no ha dicho? De lo que no dir? De lo que ignora haber visto?De lo que ignora que ha ocurrido? En lugar de todo lo que hadesaparecido de la memoria?

    Peter Morgan pasea por una Calcuta dormida, camina por la

    orilla del Ganges. Cuando llega frente al Crculo Europeo ve, en laterraza, las siluetas del vicecnsul y del director del centro. Lomismo que cada noche, los dos hombres hablan.

    Es el vicecnsul quien est hablando. Esa voz sibilante es lasuya. A la distancia en que se encuentra de ellos, Peter Morgan oyemuy mal lo que dicen; pero, en lugar de acercarse, Peter Morganvuelve sobre sus pasos, porque no quiere comenzar a or lasprimeras frases de las confidencias del vicecnsul.

    A la altura de la residencia del embajador, Peter Morgandesaparece en los jardines.

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    Esta noche, en el Crculo, slo hay una mesa de jugadores debridge. Se han acostado pronto, porque maana es la recepcin. Eldirector del Crculo y el vicecnsul estn sentados uno al lado delotro, en la terraza, mirando al Ganges. Estos hombres no juegan alas cartas, hablan. Los jugadores de la sala no pueden or suconversacin.

    Hace veinte aos que llegu aqu dice el director, ylamento mucho no saber escribir. Qu novela hara con todo lo quehe visto... con todo lo que he odo!

    El vicecnsul mira el Ganges y, como de costumbre, noresponde.

    ...Estos pases contina el director tienen su encanto... nose olvidan nunca. En Europa nos aburrimos enseguida. Aqu, elverano es duro, por supuesto... pero esta costumbre del calor... elrecuerdo all del calor... de este enorme verano... fantsticaestacin.

    Fantstica estacin repite el vicecnsul. Cada noche, eldirector del Crculo habla de la India y de su vida. Y despus, el

    vicecnsul de Francia en Lahore relata lo que quiere de la suya. Eldirector sabe manejar al vicecnsul: cuenta unas cosas anodinas queel vicecnsul no escucha, pero que, algunas veces, al final, acabansoltando su voz sibilante. A veces, el vicecnsul habla mucho tiempode una manera inteligible. Otras veces, su discurso es ms claro. Elvicecnsul parece ignorar lo que sus palabras llegan a ser enCalcuta. Lo ignora. Nadie, aparte del director del Crculo, le dirige lapalabra. El director del Crculo es interrogado a menudo sobre lo quecuenta el vicecnsul. En Calcuta se quiere saber algo.

    Los jugadores de cartas se han marchado. El Crculo est

    desierto. La luz, que corre a lo largo de la terraza en una guirnaldade pequeas bombillas color de rosa, acaba de apagarse. Elvicecnsul ha estado preguntando largo rato al director del Crculosobre Anne-Marie Stretter, sobre sus amantes, su matrimonio, suempleo del tiempo, sus estancias en las Islas. Al parecer ya sabe loque quera saber, pero no se va todava. Ahora callan ambos. Hanbebido, beben mucho cada noche, en la terraza del Crculo. Eldirector desea morir en Calcuta, no regresar nunca a Europa. Le hadicho algo de sus deseos al vicecnsul. Este ha dicho al director que,en ese punto, tena su asentimiento.

    Esta noche, aunque el vicecnsul ha hecho muchas preguntassobre Anne-Marie Stretter al director, l no ha hablado mucho. El39

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    director espera cada noche que lo haga. Ahora lo hace.El vicecnsul pregunta:Cree usted que es necesario dar un empujn a las

    circunstancias para poder vivir el amor?El director no comprende lo que quiere decir el vicecnsul.Cree usted que hay que ir en ayuda del amor para que ste

    se declare, para que uno se encuentre, una buena maana, con lasensacin de amar?

    El director no comprende todava.Tomamos una cosa prosigue el vicecnsul, la ponemos

    en principio delante de nosotros y le entregamos nuestro amor. Unamujer sera la cosa ms sencilla.

    El director pregunta al vicecnsul si siente amor por algunamujer de Calcuta. El vicecnsul no responde a esta pregunta.

    Una mujer sera la cosa ms sencilla contina el vicecnsul. Es algo que acabo de descubrir. Yo nunca he sentido amor, se lohe contado?

    Todava no. El director bosteza, pero al vicecnsul le importamuy poco.

    Soy virgen prosigue el vicecnsul.El director sale del adormecimiento alcohlico y mira al

    vicecnsul.Me he esforzado en amar en varias ocasiones a personas

    distintas, pero nunca he llegado al final de mi esfuerzo. Nunca he idoms all del esfuerzo de amar, comprende, director?El director cree no comprender lo que quiere decir el

    vicecnsul. Dice: Le escucho. Y se dispone a hacerlo.Ahora he salido de ese esfuerzo contina el vicecnsul.

    Desde hace unas semanas.El vicecnsul se vuelve hacia el director del Crculo. Se seala

    con el dedo.Mire mi rostro dice.El director aparta la mirada. El vicecnsul vuelve a poner su

    rostro en direccin al Ganges.A falta de amor he tratado de amarme, pero no lo he logrado.Sin embargo, hasta estos ltimos tiempos me he preferido siempre.

    Tal vez no sabe usted lo que est diciendo?Es posible dice el vicecnsul. He estado mucho tiempo

    desfigurado por el esfuerzo de amarme.Le creo cuando dice que es usted virgen dice el director.Parece satisfecho de esta confesin.Aqu se sentiran aliviados si lo supiesen prosigue el

    director.Cmo es mi rostro, dgame, director? pregunta elvicecnsul.

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    Marguerite DurasEl vicecnsul

    Todava imposible dice el director.El vicecnsul, impasible, contina su discurso:El da de mi llegada dice, vi a una mujer cruzando el

    parque de la embajada y dirigindose hacia las pistas de tenis. Erapronto, yo paseaba por el parque y la encontr.

    Es ella, la seora Stretter dice el director.Es posible dice el vicecnsul.Ya no muy joven. Bella todava?Es posible.Se calla.Le vio ella a usted? pregunta el director.S.Puede decir algo ms?En qu sentido?Ese encuentro...Ese encuentro? pregunta el vicecnsul.El efecto que le hizo ese encuentro, puede usted decir algo?El vicecnsul reflexiona largo rato.Cree usted que puedo hacerlo, director?El director le ha mirado.Podra decir sobre ello algo que quedara entre nosotros, se

    lo prometo.Lo intento dice el vicecnsul.

    Calla otra vez. El director bosteza. El vicecnsul no pareceadvertirlo.Entonces? pregunta el director.Slo puedo empezar a decirle de nuevo: el da de mi llegada,

    vi a una mujer cruzar el parque de la embajada. Se diriga hacia laspistas de tenis desiertas. Era pronto. Yo paseaba por el parque y laencontr. Quiere usted que contine?

    Esta vez dice el director ha dicho usted que las pistas detenis estaban desiertas.

    Eso significa algo dice el vicecnsul. En efecto, las pistas

    de tenis estaban desiertas.Supone eso una gran diferencia?El director re.Una gran diferencia, en efecto responde el vicecnsul.Cul?La de un sentimiento acaso? Por qu no?El vicecnsul no espera ninguna respuesta del director del

    Crculo. El director no rechista. A su juicio, el vicecnsul delira aveces. Lo mejor es esperar que el delirio le abandone y que eldirector vuelva a una conversacin menos confusa.

    No me ha respondido usted, director dice el vicecnsul.Usted no espera ninguna respuesta de nadie, caballero.41

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    Nadie puede responderle. Esas pistas de tenis... Adelante, leescucho.

    Advert que estaban desiertas despus de que ella se fue. Sehaba producido un desgarramiento en el aire, su falda contra losrboles. Y sus ojos me haban mirado.

    El vicecnsul se inclina sobre s mismo mientras el director lemira. Su cabeza cae sobre su pecho y se queda as, inmvil.

    Haba all una bicicleta, apoyada en la tela metlica de laspistas. Ella la tom y se alej por un sendero prosigue elvicecnsul.

    A pesar de sus esfuerzos, el director no distingue nada delrostro del vicecnsul. Tampoco exige ninguna respuesta lo que estavez dice el vicecnsul.

    Por qu camino se enamora una mujer? pregunta elvicecnsul.

    El director re.Qu cosas dice usted! dice el director. Est usted

    borracho.Dicen que ella est a veces muy triste, director, es cierto

    eso?S.Lo dicen sus amantes?S.

    Yo la tomara por la tristeza dice el vicecnsul, si mefuese permitido hacerlo.Y si no?Un objeto podra hacer las veces. El rbol que ha tocado,

    tambin la bicicleta. Duerme usted, director?El vicecnsul reflexiona, olvida al director. Despus prosigue.Director, no se duerma.No me duermo balbucea el director.

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    Marguerite DurasEl vicecnsul

    aburrir al director, el vicecnsul relata la felicidad alegre deMontfort.

    La felicidad alegre de Montfort consista en destruir Montfort,dice el vicecnsul de Francia. Eran muchos los que lo deseaban.Sobre el mtodo empleado para ese tipo de empresa, el vicecnsuldice que no conoce ninguno mejor que el de Montfort. Lo primerobombas ftidas en todas las comidas, luego en los estudios, en cla-se, en el locutorio, en el dormitorio, y despus... La risa, la enormerisa... En Montfort nos desternillbamos de risa.

    Bombas ftidas, falsas mierdas, falsas babosas prosigue elvicecnsul, autnticas mierdas por todas partes, encima de lamesa de cada profesor, qu sucios ramos en Montfort.

    Deja de hablar. El director no rechista. Esta noche, elvicecnsul delira de nuevo, es un grave delirio.

    El director deca contina el vicecnsul que, en losdiecinueve aos que llevaba en la enseanza, nunca haba vistonada parecido. Sus palabras eran: perseverancia en la maldad y enla infamia. Prometa la libertad al que nos denunciara. Pero enMontfort nunca hablaba nadie. ramos treinta y dos y no hubo ni unfallo. Nuestra conducta en clase era perfecta, porque nuestramalignidad no se diseminaba ya, sino que se concentraba,golpebamos sobre seguro y cada vez ms fuerte. Todo elpensionado era asediado, cada da ms, sabamos cmo hacerlo y

    esperbamos la explosin definitiva. Me escucha?El director del Crculo duerme.Qu lata! dice.El vicecnsul le despierta.Probablemente, lo que ms le interesar a la gente es lo que

    ya le he dicho. No se duerma. Ahora le toca a usted, director.Qu quiere usted saber?Lo mismo, director.Nosotros comienza el director, yo, estaba en un colegio

    disciplinario, en pleno campo, cerca de Arras, Pas-de-Calais. ramos

    cuatrocientos setenta y dos. Vapulebamos a los vigilantes quecirculaban de noche por los dormitorios para tratar desorprendernos. No se duerma usted tampoco. Una maana, elprofesor de ciencias naturales entr en clase y nos anunci que ba-mos a hacer unos ejercicios, y recuerdo que dijo no se duermaque bamos a repasar los desiertos, las dunas y las playas, lasparedes rocosas permeables, las plantas acuticas y, como l dijo la expresin es magnfica, ya ver usted, las llamadas plantas desombra y luz. As que hoy, dijo el profesor de ciencias naturales,vamos a hacer un repaso. Qu clase! Se habra odo correr unratn... Esto huele mal, dijo el profesor. No era una manera dehablar, ola realmente mal. No se duerma. Ya llegamos. El profesor

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    Marguerite DurasEl vicecnsul

    abre el cajn para coger la tiza, topa con una mierda, no ve ladiferencia, cree que es falsa como la del da anterior, la coge con lamano y comienza a dar alaridos, a dar alaridos...

    Bien, adelante, director.Qu?Contine, director.Entonces acuden todos los profesores, el director tambin,

    todo el personal, todos los vigilantes, y ante nosotros, que nosretorcemos de risa, se quedan con el pico cerrado, sin poderpronunciar una palabra. Olvidaba decirle que el profesor de cienciasnaturales, con la mano derecha levantada, tena en la otra un papelencontrado al lado de la mierda y en el cual yo haba escrito:Acusado, levante su mano derecha llena de mierda y diga: juro quesoy una mierda. Por la tarde, entr el director, estaba lvido. Todavame parece or su voz: Quin ha cagado en los cajones? Aadi quetena pruebas y que la mierda haba hablado.

    El vicecnsul de Francia y el director del Crculo apenas se venen la oscuridad. El director re.

    Tambin era la felicidad alegre para usted, director?Como dice usted, caballero.Entonces contine, director. Adelante.Despus, se redujo nuestro campo de accin. Pero todava

    nos las arreglbamos. Amordazamos al cocinero y lo encerramos en

    la cocina. Zancadillas a los comulgantes que se acercan a la santamesa por el pasillo central en la iglesia, cierre de todas las puertasdel correccional con doble vuelta de llave, rotura de todas lasbombillas.

    Expulsin?S. Se acab el colegio. Y usted, caballero?Expulsin. Viv en la espera de otro colegio, nadie se ocupaba

    de m, a pesar de lo cual hice unos estudios superiores a los suyos.Me qued solo con mi madre. Ella lloraba la marcha de su amante.

    El doctor hngaro?

    Exacto. Mi madre era adulta. Yo tambin lo senta, echaba demenos a su amante que me gastaba bromas en el locutorio deMontfort.

    Ellos insisten en la infancia, seor.Hago lo que puedo, director.Nunca estoy seguro de que no me cuenta chifladuras, seor

    de H. Pero eso no tiene importancia. Despus del matrimonio de sumadre con el vendedor de discos de Brest, qu hizo usted?

    Viv en mi casa de Neuilly. Una larga serie de das me alejde Montfort y de la muerte, s, de la muerte de mi padre muerto. Nose lo he dicho ya? Mi padre muri seis meses despus de mi salidade Montfort. Le vi descender a su tumba. Le vi con los brazos

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    Marguerite DurasEl vicecnsul

    compartimentadas, anejos lujosos y discretos del hotel. Ah, elPrince of Wales! En la orilla oriental de la isla hay una laguna, peronadie va a ella, no est dentro de los lmites del enrejado, si eldirector del Crculo no recuerda mal. Eso es todo.

    Ir el vicecnsul a la recepcin de esta noche?, pregunta eldirector.

    S, ir. Ya se va. Se ha levantado. El director le mira.No hablar a nadie de las pistas de tenis dice el director,

    aunque usted me lo pida.Como usted quiera.Se aleja. Atraviesa el csped que rodea el Crculo. Se le ve en

    la luz amarilla de las farolas, titubea levemente, demasiado alto,demasiado flaco. Luego desaparece en la avenida Victoria.

    El director se sienta de nuevo frente al Ganges.Las veladas que pasan juntos probablemente van a ser ahora

    ms aburridas, porque, segn parece, el vicecnsul ya no tiene grancosa que contar o que inventar sobre su vida, ni l, el director, quecontar o que inventar sobre la suya, sobre las islas, sobre la mujerdel embajador de Francia en Calcuta.

    El director se duerme.

    Hay una ventana iluminada en el bulevar del Ganges: es la del

    vicecnsul.Cualquiera que pase por all a esa hora de la noche puedeverle: se ha puesto su smoking, anda de una habitacin a otra bajolos ventiladores que giran. A esa distancia, la que separa el bulevarde su residencia, la expresin de su rostro puede parecer apacible.

    Sale. Helo aqu dirigindose, a travs de los jardines, hacia lossalones iluminados de la embajada de Francia.

    Esta noche, en Calcuta, la embajadora Anne-Marie Stretter est junto al buffet y sonre. Va de negro, lleva un vestido tubo de tulnegro. Alarga una copa de champaa. La ha entregado, mira a su

    alrededor. Las proximidades de la vejez le han producido unadelgadez que permite ver claramente la finura, la longitud de su osa-menta. Sus ojos son demasiado claros, recortados como los de lasestatuas, y sus prpados se han adelgazado.

    Mira a su alrededor con la misma mirada de exiliada con quepodra mirar, desde la tribuna oficial, en un bulevar rectilneo connombre de un conquistador, el paso de la Legin, deslumbrante,cantando, con las forrajeras de sus morriones al sol. Un hombre,entre los dems, lo advierte: Charles Rossett, treinta y dos aos,llegado hace tres semanas a Calcuta, donde permanecer en calidadde primer secretario.Ella se dirige hacia unos ingleses y dice que se acerquen al

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    buffet si quieren tomar algn refresco. Unos barmen con turbanteles sirven.

    Murmuran: Han visto ustedes? Ha invitado al vicecnsul deLahore.

    La asistencia es relativamente numerosa. Son una cuarentena.Las salas son vastas. Pareceran las de un casino de verano, en unbalneario francs, si no fuese por esos grandes ventiladores queestn girando, por esas finas rejillas de las ventanas a travs de lascuales, si alguien mirase, se veran los jardines como a travs de unabruma, pero nadie mira. El saln de baile es octogonal, de mrmolverde Imperio, y en cada uno de los ngulos del octgono hay unosfrgiles helechos trados de Francia. En un entrepao de la pared, unpresidente de la Repblica luce en su pecho la cinta roja, al lado deun ministro de Asuntos Exteriores. Se dice: En el ltimo minuto hainvitado el vicecnsul de Lahore.

    He aqu que ella inicia el baile con el embajador, observando elritual despreciado.

    Luego, otros bailarn.Los ventiladores del techo hacen un ruido de aves espantadas,

    en un revuelo inmvil por encima de la msica, de los lentos fox-trot,de las falsas lmparas, de lo hueco, de lo falso, del falso oro. Se dice:Es ese hombre moreno que est junto al bar. Por qu lo hainvitado?

    Ella, la mujer de Calcuta, intriga. Nadie sabe muy bien en quocupa su tiempo, casi siempre recibe aqu, poco en su casa, en suresidencia que data de la poca de las Factoras, en la orilla delGanges. Ella, sin embargo, est ocupada en alguna cosa. Eliminarotras posibles ocupaciones para leer? S. Desde la hora del tenis y ladel paseo, qu otra cosa podra hacer, encerrada en su casa? Lospaquetes de libros llegan de Francia a su nombre. A quin, si no?Parece ser que pasa unas horas al da con sus hijas, que se parecena ella. Se sabe que las instruye una joven inglesa, se dice que lasnias tienen una infancia feliz, que Anne-Marie Stretter se ocupa

    mucho de la educacin de sus hijas. En las recepciones, stasaparecen a veces unos minutos esta noche ya han aparecido, yason un poco distantes como al parecer desea su madre, y despusde salir de los salones se murmura: La mayor ser sin dud