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Í n d i c e

PrólogoIntroducción: “Cuerpo, vida y alma”

1. Capítulo I: Los Diaguitas y su historia1.1 Origen del término Diaguita1.2 Los primeros pueblos indígenas1.3 Lazos y conexiones binacionales1.4 El Kakán1.5 Los linajes Diaguitas ancestrales1.6 La cultura Diaguita histórica

1.6.1 Vestimenta1.6.2 Artesanía1.6.3 Pastoreo y Ganadería1.6.4 Arriería1.6.5 Agricultura1.6.6 Medicina1.6.7 Culinaria1.6.8 Mitos y Leyendas

2. Capítulo II: Presencia actual de la cultura Diaguita en el valle del Huasco2.1 La re-etnificación2.2 Primeros pasos hacia el reconocimiento (1971-1990)2.3 La irrupción en la vida pública (1991-2000)2.4 Primeras organizaciones formales (2000-2003)2.5 Verdad histórica y nuevo trato2.6 Victoria en el Congreso2.7 Los Diaguitas entran en la Moneda (2006)2.8 Consolidando la identidad

Epílogo: La identidad más profundaBibliografía

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P r ó l o g o

Los diaguitas del valle del Huasco hemos manteni-do nuestras tradiciones a

lo largo de muchos años. Esa fue la forma de honrar la memoria de nuestros padres y abuelos, quienes siempre supieron que pertenecían a un grupo étnico. Nos hicieron saber desde pequeños que éramos una cultura particular dentro de nuestra identidad como chilenos y chilenas: teníamos otras vertientes, proveníamos de otras amalgamas producidas entre estos cerros y es-tos paltos, bajo éste mismo cielo. Nos heredaron sus apellidos y su forma de ser.

Desde temprano supimos que éramos descendientes de los habitantes originales de estos valles cordilleranos y por eso comenza-mos nuestro proceso de auto descu-brimiento: de saber quiénes somos, de dónde provenimos y de cómo ha venido cambiando nuestra cultura a través de los siglos. Supimos así que nuestra etnia hundía sus raíces en los siglos, es decir, teníamos un pasado más antiguo del que sospe-chamos en un comienzo: nuestros abuelos tenían sus propios abuelos, sus costumbres, su forma de habi-tar el mundo, sus palabras... todo venía de más atrás, de más lejos, de

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Justa Ana Huanchicay RodríguezPresidenta del Centro Cultural Diaguita

Huasco Alto.Alto del Carmen, Primavera de 2007

más profundo. Por todo esto, que nos dio una gran fuerza, quisimos buscar instancias de reconocimien-to público. Y lo hicimos de muchas formas, con fotografías, con mues-tras gastronómicas y de medicina indígena, a través, en definitiva, de nuestra tierra.

Nos asumimos como diagui-tas, nombre sonoro como las aguas, como los pájaros; comenzamos a luchar por que nuestra etnia tuviera el reconocimiento que se merece, no sólo en las leyes, sino también en los corazones de las personas de este valle, de esta región, de este país. Y lo logramos, con esfuerzo, con tesón, con la ayuda de muchos a quienes nuestro agradecimiento acompañará por siempre.

La historia de nuestra etnia, de nuestro proceso de reconoci-miento legal y de nuestras inicia-tivas por recuperar nuestra cultura son los tres pilares que construyen este libro. Los invito a recorrerlo, como lo hacían los arrieros de la cordillera: sabiendo que cada cami-no lleva a otro camino más ancho y que cada senda se comunica con otras en un circuito sin comienzo ni final.

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Cuando se reconoce una etnia se dignifica a sus miem-bros: a su pasado, a su presente y a su derecho al futuro. Felizmente, después de un largo proceso, éste ha sido el

caso de los diaguitas del valle del Huasco. Por eso, cada página de este libro quiere invitar a conocer y, por qué no, también a celebrar su historia y el extenso recorrido de su reconocimien-to. Y es que no hay mejor garantía de futuro que la interioriza-ción del pasado. Este es, en suma, el aporte esencial que nos propusimos al abordar esta obra.

Para la etnia diaguita del valle del Huasco ha empeza-do una nueva y prometedora etapa. Por eso este trabajo quiere contribuir a la difusión de sus registros únicos: su cultura, en un sentido amplio, desde luego; pero, igualmente, de sus linajes, voces y apellidos, de su sabiduría ancestral, sus celebraciones y sus creencias. Es decir, de buena parte de aquellos componen-tes que dan cuerpo, vida y alma a su existencia pasada, presente y futura.

Muchas gracias a todos los que enfrentaron este desafío.

I n t r o d u c c i ó nC u e r p o , V i d a & A l m a

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Rodrigo Jiménez CastellanosDirector de Asuntos Corporativos

Barrick Sudamérica

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Los primeros españoles en el valle del Huasco utilizaron el término genérico “indio”

para designar a la población origi-naria. Se les restaba así identidad colectiva, lo que facilitaba su con-trol en encomiendas y en censos, además de ayudar al pago de tri-butos.

El término diaguita sólo se mantuvo en el valle de Elqui. Allí, los habitantes originarios fueron agrupados en el pueblo Diaguitas (localidad que existe hasta hoy), seguramente para diferenciarlos de otras poblaciones indígenas traídas a aquel lugar por los españoles des-de el altiplano boliviano.

No obstante esto, en la his-toriografía de la época el término diaguita aparece escasas veces. Es probable que eso haya ocurrido de-bido a que el interés se concentraba en la Guerra de Arauco, que en el sur se desarrollaba en forma para-lela entre mapuches e hispanos.

Sólo en las primeras déca-das del siglo XX, el investigador chileno Ricardo Latcham halló lazos entre poblaciones chilenas y argentinas, sobre la base de ves-tigios arqueológicos de un pasado precolombino común. Así, escogió el término diaguita como el apro-piado para designar a aquellos que habitaron los valles transversales de Chile y los valles Calchaquíes en Argentina.

Capítulo I Los Diaguitas y su Historia

1.1 Origen del término “Diaguita”

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Paisaje captado desde la localidad de Alto del Carmen. Interior del valle de El Carmen.

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1“Diagnóstico de la Etnia Diaguita de la III Región de Atacama”, elaborado por el Grupo de Investigación TEPU, año 2005, adjudicado por la Secretaría Regional Ministerial de Planificación de la III Región de Atacama.

1.2 Los primeros pueblos indígenas

Además, desde muy tempra-no, el valle del Huasco se caracteri-zó por una marcada diferencia étni-ca entre las poblaciones que habi-taban sus nacientes. La población hispana se instaló en el valle de El Carmen, mientras que la diaguita se congregó en el valle de El Tránsito, lugar que utilizó como una suerte de reducto en el que mantener sus costumbres.

Con la fundación de la Villa de Alto del Carmen, en la unión de los ríos El Tránsito y El Carmen, los españoles se asentaron defini-tivamente en las regiones altas del lugar. La población diaguita, por su parte, se concentró en el denomi-nado valle El Tránsito, donde sigue hasta la actualidad.1

Para seguir la distribución an-cestral del valle del Huasco en dos mitades, la de arriba

y la de abajo, los españoles lo di-vidieron en dos encomiendas que dieron curso a los llamados pue-blos indígenas: Huasco Alto, que incluía a Paitanás, lugar en que sería fundado posteriormente Va-llenar, y Huasco Bajo, que incluía las zonas hoy ocupadas por las ciu-dades de Freirina y Huasco. Des-de el siglo XVII, sin embargo, los indígenas se concentraron en Pai-tanás y Huasco Alto, único pueblo de indígenas que permaneció tras la Colonia.

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Localidad de Chollay, Valle de El Tránsito.

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1.3 Lazos y conexiones binacionales

Desde muy temprano, los diaguitas cultivaron lazos transcordilleranos. Para

eso utilizaron los distintos pasos que unen a las vertientes andinas chilena y argentina. Estos víncu-los se sustentaron en relaciones políticas, de parentesco consan-guíneo, de similitud lingüística y de complementariedad económica. También compartían el carácter trashumante de su ganadería. Du-rante la Colonia, incluso, ya era posible identificar apellidos repeti-dos a ambos lados de la cordillera.

Las familias diaguitas antiguas del valle aún recuerdan que en el pa-sado realizaban viajes a Argentina en busca de ganado, así como a las ferias anuales de Huari, en Bolivia, o a Paposo, en la actual costa de la Región de Antofagasta, para abas-tecerse de pescado seco.

Con la formación de los Es-tados de Chile y Argentina y la apa-rición de los controles fronterizos, los contactos se limitaron.

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La lengua de los diaguitas argentinos se denominaba Kakán. Según el investiga-

dor transandino Adán Quiroga, “la lengua cacana, serrana o montañe-sa es una misma cosa, pues cacá significa montaña”. Hoy se cono-cen fragmentos del Kakán. Se ha especulado sobre la posible pre-sencia de un dialecto en el Huasco denominado Cuz-Cúz, que sería producto de la fusión del Kakán con el Quechua traído por los colo-nizadores incaicos de Perú. Ambos están presentes en la toponimia del Huasco, aunque sin evidencias de su presencia en una unidad recono-cible.

1.4 El Kakán

El único estudioso que es-cribió una gramática del Kakán fue el Padre Bárzana, un misionero del siglo XVI. Lamentablemente, ese documento se extravió y con él se perdieron las reglas gramaticales, lo que ha acentuado la tendencia a la desaparición de la lengua. Sin embargo, quedaron algunas de las voces resonando en el territorio del Huasco, en los apellidos, en las di-vinidades y en el nombrar de mu-chas cosas.

Las terminaciones “ay, qui, quil, quin”, entre otras, son señas de la lengua diaguita. Entre los apellidos, por ejemplo, Campillay, Tamblay, Guanchicay, Liquitay y Licuime. La toponimia del Huasco también conserva voces ancestra-les diaguitas: Chanchoquin, Chi-hüinto, Malaguín, Chollay, Conay, Colinay, Pachuy, Colpen, Pinte y Tatul son algu-nas de ellas. Otras voces de uso común son Yastay, Churqui y Patay. Todas han man-tenido su sentido y uso cotidiano, cuyo origen está en la lengua ha-blada por sus antepasados.

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1.5 Los linajes Diaguitas ancestrales

Los apellidos diaguitas en el valle, quedaron consig-nados en la historia escrita

desde la llegada de los primeros españoles a estas tierras a través de las tasas, censos, matrículas, car-tas y otros documentos que hacían mención a la población originaria.

En el período de la Conquis-ta, a través del primer cronista lle-gado a Chile, Jerónimo de Vivar, se consignó el apellido Mercandey, que era el del cacique más impor-

tante del Huasco Alto en 1535. A su muerte lo sucedió el cacique Sangotay, en 1540. Paralelamente a Mercandey, en el Huasco Bajo señoreaba el cacique Atuntalla, cuya descendencia conservó im-portancia hasta el siglo XVIII. En el siglo XVII, aparece el apellido Saguas como cacique del Huasco Alto y, en la misma centuria, en los archivos parroquiales se señalan para el valle los apellidos Quilpatay, Chuñe, Yallique, Guani-tay, Aldequin y Cangas.

Ya en el siglo XVII apare-ce mencionado Juan Pacollicuimi como cacique del Huasco Alto. Además, en los archivos parroquia-les de la localidad de El Tránsito, así como en un “Expediente para examinar el estado presente de las encomiendas del Huasco”, pedido por Don Ambrosio O‘Higgins, en 1789, aparecen los apellidos Cam-pillay, Guanchicay (o Huanchicay), Tamblay, Cayo, Licuime, Seriche, Pallauta, Villegas, Torres y Santi-báñez, entre otros.

Cementerio de Alto del Carmen.

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Paulatinamente comenza-ron a aparecer en los registros del Huasco Alto los apellidos españo-les, según la costumbre hispana de evangelizar a los “naturales” mediante el bautismo y con el san-toral cristiano. Se castellanizó su pronunciación y escritura o se los reemplazó.

En la actualidad, gran par-te de la población del valle de El Tránsito posee uno o dos apelli-

dos diaguitas. Campillay es el más común, junto a Huanchicay, Al-quinta, Tamblay, Seriche, Licuime y Pallauta. A éstos se suman los apellidos hispanizados desde muy temprano, todo lo cual da cuenta de una continuidad que refleja la permanencia de una misma identi-dad cultural.

En el resto del valle, aguas abajo, hay otros apellidos de origen indígena. Por ejemplo, en la Matrí-

cula de Indios de Huasco Bajo, de 1674, los apellidos más recurrentes son: Zapatero, Lule, Montero, Ma-rañon, Pilon, Quilquile, Atuntalla, Pelado, Calabacero, Lanquintin, Normilla, Gallo, Chulantai, Chus-pe y Discreto. Respecto de la Ma-trícula de los Indios del pueblo de Paitanás, actual Vallenar, el mismo año, aparecen los apellidos Gua-manta, Quilpatai, Zentella, Car-pintero, Mala Alma, Mulillo, Toco, Normilla, Mojado, Atacama, Chu-ño y Cojo.

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1.6 La cultura Diaguita histórica

1.6.1 Vestimenta

Los indígenas no tuvieron demasiados inconvenientes en mantener su vestimenta

tradicional durante los siglos XVI y XVII. Sin embargo, durante el siglo XVIII, fruto de la pérdida de su ganado camélido ancestral (que les proveía de materia prima para sus prendas), así como su sujeción a un territorio acotado y la evan-gelización, empezaron a modificar sus vestimentas. Comenzaron a utilizar prendas hechas con algo-dón, como camisones, pantalones, sombreros, camisas y chaquetas, y empezaron a reemplazar las fibras de camélidos por otras provenien-tes del ganado ovino introducido por los españoles. Las fibras vege-

tales, como la totora, fueron defini-tivamente dejadas de lado y hasta la actualidad su uso se restringe a la confección de artículos domésti-cos u ornamentales.

A pesar de lo anterior, las prendas de vestir se siguieron con-feccionando con técnicas simila-res. Se combinó el vestir hispa-no con el indígena y subsistieron prendas como ponchos, mantas y otras ropas de abrigo adaptadas al frío clima de cordillera, así como elementos para las monturas y ape-ros de los caballos, como alforjas y mantillas. Del mismo modo con-tinuaron con las prendas y acceso-rios realizados en cuero.

Doris Campillay confecciona un separador de hebras para hilar.

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Trenzado de hebras.

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1.6.2 Artesanía

Los diaguitas han perpetuado parte importante de su cultu-ra en las distintas artesanías

que han continuado desarrollando. Esta ha sido su forma de mantener sus saberes y tradiciones: son ver-daderos archivos de su pasado más antiguo.

Los diaguitas son conocidos por haber creado una de las indus-trias cerámicas más hermosas en forma y estilo de los Andes norme-ridionales. En su diseño y decora-ción se distinguen todas las fases previas de su conformación como

cultura, así como todas las influen-cias culturales de sus vecinos geo-gráficos.

Durante la Colonia, en cada pueblo existieron los olleros, quie-nes fueron los encargados de conti-nuar con la tradición de ceramistas. Sin embargo, sus piezas diferían en mucho de las prehispánicas, ya que privilegiaban las piezas de tipo funcional. Eso favoreció a que la antigua alfarería indígena, que di-señaba sus piezas imprimiéndoles sus claves y signos culturales más profundos, se comenzara a perder.

Alfarería con motivos decorativos diaguitas, denominada Grecas. En sus colores destacan, principalmente, café, rojo, blanco y negro.

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1.6.3 Pastoreo y ganadería

Los diaguitas son una cultura que combinó desde tempra-no la ganadería nómada con

la agricultura sedentaria. Su ganado camélido, conformado principal-mente por llamas, que los españo-les llamaron ovejas de la tierra, fue reemplazado por el ganado oveju-no, llamado ovejas de Castilla por los hispanos para diferenciarlo del autóctono. Posteriormente se in-trodujeron en el valle los ganados caprino, ovino y caballar.

Los diaguitas continuaron utilizando sus antiguas rutas para circular estacionalmente a sus ga-nados. Las llamadas veranadas, que se efectúan desde los meses de septiembre hasta abril para que los animales aprovechen los pastos y el buen tiempo de la alta montaña durante primavera y verano, com-pletan el ciclo con las invernadas, que consisten en hacer descender

a los animales hacia las áreas más bajas del valle durante el otoño e invierno. Los ganaderos diaguitas se convierten así en crianceros. Suben con su ganado durante los meses más cálidos para aprovechar la leche de la época de las pari-ciones y elaborar sus quesos, cuyo rendimiento va de la mano con las lluvias.

Es muy propio de la cultura ganadera diaguita el uso consue-tudinario que hacen las distintas familias de las vegas y zonas de pastoreo. No tienen más propie-dad efectiva sobre ellas que la que emana de su uso histórico por parte de una familia, goce que se va he-redando generacionalmente.

Durante los meses de verano se trasladan los rebaños a las zonas de forrajeo cercanas a la Laguna Grande y el río Cazaderos, donde

habitan temporalmente las maja-das, que son estructuras habitacio-nales unifamiliares construidas en piedra, madera y ramaje. Durante los siglos XVIII y XIX, la actividad criancera dia-guita adquiere gran importancia como suministradora de productos y subproductos caprinos a la eco-nomía regional. El florecimiento minero ligado al mineral de plata de Agua Amarga, en 1811; Cha-ñarcillo, en 1832, y Tres Puntas, en 1848, necesitaron de grandes can-tidades de carne, quesos y cueros para la supervivencia de las gran-des cantidades de personas que se establecieron en dichos enclaves. La misma situación era aplicable para el surgimiento de la labor de los pirquineros que, en menor es-cala, se instalaron en los cerros en la búsqueda y explotación de vetas y mantos cupríferos, argentíferos y auríferos.

Localidad de El Corral, Valle de El Tránsito.

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Manuela Villegas en el sector de Placetas, cercano a Juntas de Valeriano, en el Valle de El Tránsito.

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1.6.4 Arriería

El arrieraje constituyó des-de siempre un modo de vida para los habitantes de la cordillera del Huasco, grandes conocedores de las rutas y del clima cambiante de las alturas. Íntimamente ligado a la ganadería, el arrieraje abrió el valle a las actuales rutas camineras en la zona y sus conexiones con la banda oriental de Los Andes.

Durante el siglo XX, la arrie-ría diaguita experimentó su mo-mento de mayor apogeo. En gran medida fue efecto de la expansión de la actividad minera en el norte de Chile. Las faenas mineras ne-cesitaron de grandes cantidades de ganado, que fue suministrado por las etnias de la zona. En el valle del Huasco, las faenas de Capote,

durante la década del 30, y la proli-feración de la actividad pirquinera desarrollada luego de la gran crisis del 29 fueron destinos preferen-ciales de las masas ganaderas que los arrieros diaguitas traían desde Argentina. En la actualidad, los servicios de la arriería se encuen-tran constreñidos a una circulación sólo nacional y de carácter esporá-dico.

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Sector de La Laguna Alta, en el valle de El Carmen.

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Localidad de Chanchoquín Chico, en el valle de El Tránsito.

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1.6.5 Agricultura

Ya en tiempos de Pedro de Valdivia se anotaba que los diaguitas cultivaban

maíz, frijoles, quínoa y zapallos, todos productos obtenidos por rie-go. Del mismo modo, en aquella época, sobre la base de algarrobo y maíz, se producían bebidas al-cohólicas. El entramado actual de canales de regadío tiene su origen en los sistemas implementados du-rante la presencia de los Incas en la zona, quienes impulsaron un tipo de agricultura excedentaria a mayor escala que la preexistente a su llegada.

En 1796 se realizó un cen-so tributario en el Huasco Alto en el cual se anotó que los diaguitas pagaban su contribución con hi-gos, porotos, trigo, en ‘toda legum-bre’, cebada, plata y en trabajo. Posteriormente, la explotación del chañar y del algarrobo cedió ante la producción de cítricos, frutales, producción de fruta seca y ante la incorporación de todas las varie-dades de productos a partir de las plantaciones de vides. Es en este momento cuando se intensificó la producción de chicha, pajarete,

aguardiente y pisco, no sólo en el valle de El Tránsito, sino también en el valle de El Carmen. Estos nuevos cultivos posibilitaron el sur-gimiento de nuevos subproductos, como la mermelada de uva (uvate) y el arrope, todos parte central de la cultura del valle del Huasco.

En la actualidad, el surgi-miento de la agricultura exten-siva de parronales en el valle del Huasco ha conspirado contra la di-versificación de productos de raíz indígena. La agricultura diaguita se realiza mayoritariamente en la forma de chacras de subsistencia en los que se producen maíz, tri-go, papas, cebollas, tomates, ajos, porotos y varios árboles frutales, como duraznos, para hacer huesi-llos y descarozados, así como da-mascos, nogales, manzanos, pe-rales e higueras, entre otros. Otra limitante importante ha sido el fac-tor climático, ya que buena parte de la población diaguita habita zonas altas propensas a descensos muy acusados de la temperatura durante el invierno, así como a oscilacio-nes térmicas amplias entre el día y la noche.

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1.6.6 Medicina

La escasez de tierras dedi-cadas a la agricultura ha impactado, también, en la

pérdida de aquellas especies de plantas con potencial curativo que conformaron antes un verdadero sistema medicinal diaguita. En la actualidad son pocas las personas jóvenes que pueden identificar esta vegetación, conocer sus usos y los tratamientos involucrados en su administración a los enfermos. La lejanía geográfica de los centros de atención médica hizo que las prác-ticas curativas diaguitas se man-tuvieran por mucho tiempo como la única alternativa para la pobla-ción.

El repertorio médico dia-guita, al igual que buena parte de la cultura medicinal campesina de Chile, incluía a la compostura de huesos, sobadores, quitadoras de espanto, yerbateros, parteras, exa-minadores de aguas, quebradoras de empacho, meikas y santigüa-doras. Cada una de estas prácticas tenía sus propias técnicas para eje-cutarse y eran suministradas a los enfermos mediante infusiones, un-güentos, emplastos y filtros. Algu-nas iban acompañadas de oraciones que resaltaban el carácter persona-lizado de estas terapias.

Los diaguitas siempre han distinguido dos lugares distintos desde donde obtener sus plantas medicinales. El primero es el huer-to y el segundo es el campo. El huerto es la zona de cultivo inme-diatamente contigua a sus vivien-das, mientras que el campo son las zonas más lejanas.

Hierba Congona. Hierba Melisa.

Infusión que mezcla varias plantas-hierbas: Menta Pastilla, Hierba Melisa y otras.

Hierba Congona. Hierba Melisa.

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Berraco.

Semillas de Algarrobo.

Semillas de Chañar. Llantén.

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Harina candeal.

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1.6.7 Culinaria

El trigo se constituyó en la pieza angular sobre la que se reinventó la culinaria in-

dígena en América, luego de que fuera introducido por los europeos. El caso de los diaguitas no fue una excepción, ya que el trigo se molía en la chanjuana o chancuana y se obtenían el trigo majado y el fran-gollo. Todo se come acompañado de porotos, además de zapallo y choclo.

El trigo, además, es factible de tostar, con lo que se obtenía la harina tostada, la cuál debía pasar por la chancuana y por la yotuna para obtener así una harina más fina. Otra técnica consistía en utili-zar morteros tallados en troncos de algarrobo, aunque eso se utilizaba para cantidades menores de gra-nos.

Otro alimento característico, aunque no exclusivo de los dia-guitas, son las churrascas, también compuestas de harina de trigo y manteca. Se asan a la parrilla y es un alimento muy característico de la dieta cordillerana. También for-maron parte de la dieta diaguita el guiso de chícharos, las tortas de hi-gos, el mote obtenido en las trillas a yegua suelta y la chuchoca que acompañaba a la cazuela en com-petencia con el frangollo y el trigo majado. El patay es otro de sus ali-mentos característicos. Se trata de una harina hecha a base de semillas de algarrobo con la que se puede hacer pan.

Cazuela con Chuchoca.

Sopa de Chícharos.

Mortero y piedra de moler.

Porotos.

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1.6.8 Mitos y leyendas

El principal mito caracterís-tico de la cosmovisión dia-guita es el llastay, espíritu

que se corporiza en la forma de un gran guanaco blanco, muy lanudo y a veces brillante, el cuál actúa como protector de los rebaños de animales silvestres, como vicuñas y guanacos. Este ser mítico puede causar el bien o el mal a los habi-tantes de la cordillera, según sean sus intenciones con los rebaños de animales; puede despistar a los cazadores y a sus perros de presa, hacerlos caer en hondonadas o em-boscarlos y provocar que se despe-ñen definitivamente. También pue-de provocar que las armas de fuego les exploten en la cara a los propios cazadores. Es un ser inmune a las balas, castigador de la codicia des-

medida, que actúa a veces como vigía, líder y protector, similar a la labor que realiza el relincho en los rebaños.

El llastay puede revivir a los guanacos muertos y se presenta con mayor frecuencia cuando las matanzas indiscriminadas dejan crías pequeñas sin madres. A veces adopta la forma de un hombre de pelo blanco que ejerce su misión tutelar, visitando a las personas y explicándoles perentoriamente que deben dejar de cazar guanacos y vicuñas. También puede transfor-marse en humano para evitar ser capturado, ayuda a los hombres buenos y los orienta para encontrar el camino cuando se encuentran extraviados en la montaña.

Localidad de la Pampa, en el valle de El Tránsito.

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La presencia de este mito puede rastrearse hasta hoy en Bo-livia y su distribución abarca hasta el noroeste argentino y los valles de Copiapó y Huasco. Lo compar-ten los diaguitas de Chile y Argen-tina y puede haberse originado en una etapa muy remota, cuando los habitantes de estos lugares se de-dicaban a la caza y recolección, es decir, antes del surgimiento de la agricultura y la alfarería, o bien fue una adopción posterior desde otras sociedades indígenas.

En una época anterior a la llegada de los incas, habrían ejerci-do ya un culto solar, figura máxima

del firmamento, rector del clima, las cosechas, dueño de la vida y de la muerte. Vestigios de éstas prác-ticas se encuentran en la actualidad en las cimas de los cerros Las Palas y El Potro, y posiblemente también en el cerro Cantarito.

La cultura diaguita mezcla sus contenidos con la presencia es-pañola y se producen sincretismos religiosos que incluyen elementos de ambas tradiciones y sistemas de creencias. La más importante era la challa, celebración para festejar la abundancia y la fertilidad, la cuál se realizaba en tiempo de carnaval y duraba varios días.

Panorámica de la localidad de Alto del Carmen.

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Capítulo IIPresencia actual de la cultura Diaguita

en el valle del Huasco

2.1 La Re-etnificación

El concepto re-etnificación alude a una entidad étnica que reasigna nuevos valo-

res a su propia cultura pre-existen-te, debido a impulsos que vienen tanto desde dentro de la etnia como desde fuera de ella. Este ha sido el caso de los diaguitas del valle del Huasco. Ha sido un proceso largo en el que ha sido fundamental la memoria de pertenencia a un mis-mo grupo étnico que habitó la zona desde muy temprano y que antece-dió a la llegada de los españoles. Esa situación se vio refrendada por la administración española, al divi-dir el territorio entre hispanos y los originarios, situación que permitió la supervivencia de los apellidos diaguitas.

En este proceso también han sido muy importantes los contactos que los diaguitas han establecido con el resto de la población del nor-te chileno. En primer término, con motivo del surgimiento de la mi-nería de plata en la Región de Ata-cama; posteriormente, durante la epopeya salitrera del Norte Grande y, finalmente, con la apertura de la minería del cobre. En todos parti-ciparon activamente y fueron iden-tificados como pertenecientes a un grupo étnico, sólo faltaba determi-nar a cuál.

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La Ley Indígena actual (No 19.253) ha sido fruto de una discusión legal y po-

lítica que viene de varias décadas atrás. Ya en 1971 se discutía la Ley Indígena vigente en ese entonces (17.729), en la que el Parlamento hacía un reconocimiento explíci-to a la etnia diaguita. En una se-sión de la Cámara de Diputados se mencionó que los diaguitas, en conjunto con los atacameños y los changos, conforman una población que, en ese entonces, ascendía a las 20 mil personas y que estas etnias “conservan algunas formas de vida y tradiciones” 2. Después, durante la segunda mitad de la década de los 70, el tema diaguita sólo expe-rimentó tenues avances académi-cos en el desarrollo de la disciplina arqueológica en la macro zona del Norte Chico.

2.2 Primeros pasos hacia el reconocimiento(1971-1990)

2 35° Sesión Cámara de Diputados de Chile. Pág. 3235. año 1971.

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En mayo de 1990, durante el gobierno de Patricio Aylwin, se creó la Comisión Espe-

cial de Pueblos Indígenas, CEPI, que actuó como el ente encarga-do de promover la nueva ley y de generar su anteproyecto. La CEPI encargó un estudio sobre la etnia coya existente en las provincias de Copiapó y Chañaral. En ese estudio se incluyó a los huascolatinos de la Provincia del Huasco como parte de la etnia coya, situación que fue corregida después, ya que los pro-

2.3 La irrupción en la vida pública(1991-2000)

pios representantes coyas asumían que las poblaciones del Huasco Alto debían ser una etnia distinta, la diaguita.

Durante la discusión de la Ley de Pueblos Indígenas, promul-gada en 1993, los diaguitas no eran reconocidos aún, por lo que no tu-vieron representación. La ley se promulgó definitivamente en oc-tubre de 1993 y los diaguitas sólo fueron reconocidos tácitamente al

ser incluidos dentro de las “demás comunidades indígenas del Norte del País”. Ese mismo año se creó la Comisión Nacional Indígena, CONADI, organismo encargado de promover, coordinar y ejecutar la acción del Estado a favor del de-sarrollo integral de las personas y comunidades indígenas en los ám-bitos económico, social y cultural, así como de impulsar su participa-ción en la vida nacional.

Pinte.

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En 1999, durante el gobier-no de Eduardo Frei, se estableció el 24 de junio como Día Nacional de los Pueblos Indígenas, fecha que comenzó a ser conmemorada por los habitantes del Huasco Alto en clara alusión a su pertenencia a una etnia originaria y su necesidad de reconocimiento legal.

Otro hito fue la entrega, a fi-nes de los 90, de becas de estudio por parte de las autoridades a los niños diaguitas. De esa forma se reconocía implícitamente su con-dición étnica. Estas ayudas perdu-raron hasta el año 2000 y tras su cese los representantes diaguitas volvieron a poner el acento en la

necesidad de que la Ley 19.253 los considerara como etnia con nom-bre propio y, por tanto, sujeta a derechos colectivos e individuales. Su reclamo tuvo eco y las becas fueron reactivadas. Se solucionó el impasse, pero no el problema de fondo que originaba estas confu-siones.

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Localidad de La Arena, en el valle de El Tránsito.

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Durante el año 2000 se creó en Copiapó la Asociación Multiétnica Millaray con

la participación de mapuches, co-llas y diaguitas avecindados en Co-piapó y Vallenar. Ellos fueron los primeros en sostener que los dia-guitas sí estaban reconocidos en la Ley 19.253, ya que se les conside-raba genéricamente en el artículo primero, como una de las principa-les etnias del país. A fines de 2002 se creó ofi-cialmente, en Copiapó, la primera organización diaguita, que es el Centro Cultural Diaguita de Co-piapó. Sin embargo, ya en el 2001 funcionaba en Vallenar, al alero principalmente del Ministerio de Salud, un equipo interdisciplinario que se abocó a realizar entrevistas de vida y jornadas de conversa-ción. De estas iniciativas surgió el grupo Tertulianos, posteriormente llamado Tertulias Diaguitas, que se formalizó y se trasformó en el se-gundo que asumió su raíz indígena diaguita públicamente. Después, durante 2003, se fundó en la comu-na de Alto del Carmen el Centro Cultural Diaguita de Huasco Alto, con sede en la localidad de Alto del Carmen, pero con delegados de todas las localidades de Huasco Alto.

2.4 Primeras organizaciones formales(2000-2003)

Corona del Inca.

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2.5 Verdad histórica y nuevo trato

Durante el gobierno de Ri-cardo Lagos, entre los años 2001 y 2003, funcio-

nó la Comisión de Verdad Históri-ca y Nuevo Trato hacia los Pueblos Indígenas. Su finalidad era generar un documento que rescatara la his-toria de las etnias y sus derechos conculcados. En este documento se reconoció la existencia de la etnia diaguita. En el intertanto, en agosto de 2002, una nutrida delegación de la Región de Atacama compuesta por los parlamentarios, autoridades y representantes de las organizacio-nes diaguitas, había presentado una moción al Congreso para incorpo-rar explícitamente a los diaguitas en el Art. 1 de la Ley 19.253.

Muy importante en este lar-go camino hacia el reconocimien-to legal de la etnia fue también un evento desarrollado en la localidad de Alto del Carmen en marzo de 2004 denominado “Primer encuen-tro Diaguita: Un pueblo vivo’”. En ese espacio se dieron cita represen-tantes de la etnia de Chile y Argen-tina y vino a coronar una intensa agenda de viajes, contactos y re-laciones desarrollados por la diri-gencia diaguita con otras entidades étnicas de Chile, organizaciones ciudadanas, organismos públicos y autoridades.

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Profesor Horacio Rojas hilando lana de oveja junto a alumnos de

la Escuela N°19, de la localidad de Juntas de Valeriano.

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Rufino Bordones de la localidad de La Angostura, en el Valle de El Tránsito.

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2.6 Victoria en el Congreso

El 15 de julio de 2004, la Cá-mara de Diputados aprobó modificar la Ley Nº 19.253,

incluyendo explícitamente a los diaguitas. En las alocuciones para justificar el reconocimiento de esta etnia se mencionó la pervivencia en la zona de los apellidos diagui-tas, sus costumbres, sus creencias e, incluso, parte importante de su idioma. Un elemento importante en el proceso de re-etnificación fue su inclusión explícita dentro del primer Estudio de Impacto Am-biental del Proyecto Pascua-Lama, presentado por Barrick a las au-toridades correspondientes y a la comunidad en general en el año 2001. En ese documento se reco-

nocía la existencia de comunidades diaguitas cercanas al proyecto, es decir, años antes de que estas co-munidades fueran reconocidas por el Estado3. El 19 de julio de 2006 se de-sarrolló la sesión del Senado, en la que se aprobó por unanimidad el proyecto de Ley No 20.117, que modificaba la Ley No 19.253 con la finalidad de reconocer la existen-cia y atributos de la etnia diaguita y la calidad de indígena diaguita. Sólo faltaba ahora la última esta-ción en este largo camino, la firma presidencial, para que la ley queda-ra promulgada definitivamente.

3 “El Titular busca apoyar el crecimiento económico y social de las comunidades cercanas a sus Proyectos y operaciones, en el caso de Pascua-Lama, el valle del Huasco. Para ello se han implementado y se seguirán implementando proyectos de desarrollo local sustentable, haciéndose cargo de las necesidades e intereses de la comunidad local y sus autoridades. Entre estos Proyectos están los relacionados con la temática de Cultura y Tradiciones, a partir de los cuales se busca apoyar el rescate y promoción de las tradiciones locales, espe-cialmente de la cultura diaguita” . Add 3 EIA modif. Ref. 363 Cap.3-3,3, 2001.

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El 28 de agosto de 2006, la Presidenta Michelle Ba-chelet firmó el decreto-ley

en que el Estado asume el com-promiso por el desarrollo cultural, económico, político y social de los diaguitas. A esa importante cere-monia asistieron más de cien re-presentantes del mundo diaguita, los que se dieron cita en el Palacio de La Moneda con sus atuendos re-presentativos y con algunas de sus manifestaciones más relevantes, como sus tejidos.

Con este acto se terminaba la larga lucha por salir de la invisibi-lidad legal, se reparaba un acto de omisión que privaba a las personas pertenecientes a la etnia diaguita a acceder a los beneficios que la Ley Indígena les otorgaba y se valora-ba su cultura como una riqueza del valle del Huasco y de Chile.

2.7 Los Diaguitas entran a la Moneda(2006)

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Localidad de Alto del Carmen.

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A lo largo de todo este pro-ceso, la etnia diaguita ha dado muestras de un claro

fortalecimiento de sus organismos de representación y de un fuerte in-terés en reencontrase con sus patro-nes culturales más profundos. Des-de inicios del año 2006 y hasta el presente se han desarrollado varios talleres de recuperación de técnicas ancestrales diaguitas que han posi-bilitado que decenas de personas pertenecientes a la etnia se hayan capacitado en alguna de las moda-lidades artesanales más típicas de la tradición cultural diaguita: Tela-res, Cerámica, Totora y Curtiembre y Monturas. Estos cursos han sido dictados por tres monitoras y un monitor pertenecientes a la propia etnia, artesanos que han mantenido sus conocimientos y que aspiran a que más personas jóvenes compar-tan su saber.

En las hebras de la lana se entrelazan el pasado y el presente; en las figuras de cerámica, los an-

2.8 Consolidando la Identidad

tiguos seres mitológicos vuelven a la vida; en el uso del cuero y las monturas, se refuerza el vínculo entre el hombre y la mujer de la tie-rra con los animales; en la totora, el río recuerda su presencia inmemo-rial.

En marzo de 2007 se cons-tituyó la primera Comunidad Dia-guita del Huasco Alto, en la loca-lidad de El Tránsito. Durante este año, los diaguitas, a través de sus dirigentes, han continuado con su proceso de inserción social.

También se está trabajando en la difusión de la cultura diagui-ta al resto de los habitantes de la provincia del Huasco. Para eso, los diaguitas participan en diversas muestras de artesanías, encuentros productivos y de micro-emprende-dores que se realizan habitualmen-te en la zona. Todo esto mientras se interpela al Estado en aras de lograr una representación política dentro de la institucionalidad indígena.

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Panorámica de la localidad de San Félix, en el valle de El Carmen.

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El proceso de constitución de las comunidades diaguitas es una realidad en pleno de-

sarrollo. Ahora, la etnia orienta sus pasos hacia la recuperación plena de su cultura, se esfuerza por en-trelazar su presente con su tradi-ción más genuina; se pregunta por su idioma, por sus costumbres, sus ceremonias, sus creencias, por su origen. Los más ancianos, al ser poseedores de la memoria de un pueblo, reservorios de recuerdos, de palabras, de sentidos, de una manera especial de ser, tienen es-pecial importancia.

El valle del Huasco, en de-finitiva, vive la irrupción de su identidad más profunda, un rebrote de su pasado amalgamado con los nuevos bríos de pertenecer a una larga historia forjada entre los ce-rros tutelares y guanacos mágicos, entre telares multicolores y gredas silenciosas.

EpílogoLa Identidad más profunda

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Callejón Quebrada de Colpe, Localidad de Los Tambos, Valle de El Tránsito.

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Quebrada de Pachuy, valle de El Tránsito.

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Investigación:Franko Urqueta

Antropólogo Universidad de Chile

Arte, Diseño y Diagramación:AD Asesores en Comunicación

Fotografías:Jaime Villaseca Hernández

Agradecimientos:Centro Cultural Diaguita Huasco Alto

Copyright Compañía Minera Nevada Ltda.

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