Halbwachs - La Memoria Colectiva

Embed Size (px)

Citation preview

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    1/191

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    2/191

    LA MEMORIA COLECTIVA

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    3/191

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    4/191

    LA MEM ORIA C OLECTIVA

    Maurice Halbwachs

    Traduccin

    de Ins

    Sancho-Arroyo

    f >

    Prensas Un ive rs i t a r i a s de Za ragoza

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    5/191

    FICHA CATALOGRFICA

    HALBWACHS, Maur i ce

    La memoria colectiva / Maurice Halbwachs ; traduccin de Ins Sancho-

    Arroyo. Zaragoza : Prensas Universitarias de Zaragoza

    192 p. ; 22 cm . (Clsicos ; 6)

    2004

    Trad. de: La mmoire collective. Paris : Presses Universitaires de Fran-

    ce,

    1968

    ISBN 84-7733-715-2

    1. Psicologa social. 2. Memoria. I. Sancho-Arroyo,

    Universitarias de Zaragoza. III. Ttulo. IV. Serie: Clsicos

    ras de Zaragoza) ; 6

    159.953:316

    316.6

    Ins, tr.

    (Prensas

    I I . Prensas

    Universita-

    No es t permit ida la reproduccin total o parcial de es te l ibro , n i su t ratamiento informtico,

    ni la t ransmis in de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por foto

    copia, por regis t ro u otros mtodos , n i su prs tamo, alqui ler o cualquier forma de ces in de uso del

    ejemplar, s in el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

    P resses Univer s i t a i r es de F ran ce , 196 8

    D e la ed ic in espao la , P rensas Unive r s i t a r i as de Z ara goza

    1 .

    a

    e d i c i n , 2 0 0 4

    I lus t r ac in de l a cub ie r ta : Jos L u is Cano

    Colecc in : C ls icos , n . 6

    D i r e c t o r d e l a c o l e c c i n : L u i s G e r m n Z u b e r o

    E dic in o r ig ina l : La mmoire collective, 2 .

    e

    d i t i o n

    Par s: P res ses Univer s i t a i r es d e F ranc e , 196 8

    E di tado por P rensas Univer s i t a r i as de Z aragoza

    E di f ic io de Cienc ias Geo lg icas

    C / P e d r o C e r b u n a , 1 2

    5 0 0 0 9 Z a r a g o z a , E s p a a

    Prensas Univer s i t a r i as de Z aragoza es l a ed i to r ia l de l a Univer s idad de Z aragoza , que ed i ta e

    i m p r i m e l i b r o s d e s d e s u f u n d a c i n e n 1 5 4 2 .

    I m p r e s o e n E s p a a

    Im pr im e: L i toc in , S . L .

    D . L . : Z - 2 4 2 8 - 2 0 0 4

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    6/191

    PREFACIO

    En

    sociologa

    ocurre lo mismo que en las dems disciplinas: una vez

    exploradas

    las

    regiones

    lejanas, se

    acerca

    a la realidad

    concreta

    de la existen

    cia. El camino que sigue Ma urice Halbwachs partiendo de un anlisis (hoy

    clsico)de lasclasessociales para llegara lestudiodelos marcos socialesde la

    memoriaes similar al que sigue Marcel Mauss deL'esquisse

    d une

    thorie

    de la magieaTechniques d u corps:lasegunda generacinde laEscuela fran

    cesadeSociologava de lolejano a lo cercano.

    '

    Resulta sorprendente cmo los ltimos anlisis de Maurice Halbwachs,

    poco

    despus

    de su deportacin y

    asesinato

    a manos de los nazis, abren una

    nueva va para el

    estudio sociolgico

    de la vida diaria; solamente cabe lamen

    tar que las

    sugerencias

    contenidas en

    La memoria colectiva,

    libro postumo

    publicado en 1 950, no hayan fructificado en otras investigaciones. Es cierto

    que esta fecha marca en Francia el punto ms

    lgido

    que alcanz

    este

    neopo-

    sitivismo, cuyos lmites precisaron Pitirim Sorokim y Georges Gurvitch

    demostrando el

    carcter

    ilusorio de un anlisis que toma sus trminos y con

    ceptos

    de

    ciencias ajenas

    a su

    objeto.

    Nadie pone en duda que hoy el

    eco

    de

    este

    libro

    sea

    ms intenso ...

    En su obra de 1925,

    Les cadres sociaux de la m em oir,

    Maurice Halb

    wachs se muestra como un durkheimiano

    exacto.

    Si bien, hablando declases

    sociales

    y,

    pronto, de suicidio,

    desborda

    el pensamiento del

    maestro

    de la

    Escue

    la rancesa su anlisis de la m emoria

    se asemeja

    directamen te a la inspiracin

    1 Cab e aadir tam bin el no m bre de Ro bert Hertz , m uer to en la guerra de 1 914,

    cuya Co ntribu tion une tud e sur la reprsentation collective de la mort

    {L'anne socio-

    logique,

    1905-1906) iniciaba un estudio anlogo.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    7/191

    8

    Prefacio

    de las

    Formes lmentaires de la vie religieuse.

    El autor demuestra aqu que

    es

    imposible

    concebir

    el problema del

    recuerdo

    y de la localizacin de

    recuerdos

    si no

    se

    toman

    como

    punto de

    aplicacin los marcos sociales reales

    que

    sirven

    de

    puntos de referencia para

    esta reconstruccin

    que denominamos memoria.

    Durkheim , en pginas muy

    conocidas

    (que aportaron una inmensa

    con

    tribucin a la

    sociologa

    del conocimiento), insista vehemen temente en

    el hecho

    de que los sistemas de

    clasificacin social

    y mental se asientan siempre

    sobre

    medios sociales efervescentes. Entonces, esta

    idea

    no

    poda

    cobrar

    todo su

    sig

    nificado, del mismo modo que no poda adquirir

    su verdadero alcance otrocon

    cepto

    durkheim iano: el de la

    anomia.

    2

    Para mas precisin,

    los contemporneos

    retenan de lasugerenciade Durkheim la ideasomerade unarelacin mecni

    ca entre lasclasificacionesm entales y lasclasificacionessociales, cuando se tra

    taba de unacorrelacin dialcticaentre el dinamismo creadordelosconjuntos

    humanos

    su efervescenciaylaorganizacinderepresentaciones sencillas

    sobreelcosmoso el entorno inerte de lasociedadestudiada.

    Seguramente, los trminos de Durkheim se prestaban a la ilusin. El

    mismo, durante toda su vida intelectual fue vctima de un vocabulario que

    todos sus contemporneos

    (incluido

    Bergson)

    empleaban tambin. Hemos

    des

    tacado cunto molest

    este lenguaje

    al fundador de la sociologa francesa en el

    conocimiento de su propia investigacin: el

    anlisis

    de la conciencia

    colectiva

    (cuya trama presinti como inm anente a las conciencias parciales que la

    com

    ponen, permeables tinas a otras)

    no

    poda dar resultado, debido a la imagen

    obsoleta

    de la

    conciencia

    en

    s,

    encerrada

    en s misma, que haba

    legado

    el

    intelectualismo aesta generacin depensadores.

    3

    Sin embargo, por la mismapoca, Husserlpropona una definicin de la

    intencionalidad que d ara significado al descubrimiento de Durkheim,

    per

    mitindole explicar claramente la aperturarecproca de lasconcienciasde los

    sujetosy la participacin de loselementos que componen esta totalidad viva,

    sin la cual la nocin deconciencia colectiva quedadesprovistadeeficaciaope

    rativa. Pero el pensamiento de Husserl no cala en Francia; ni siquieralosele

    mentos de la reflexin didctica, e incluso cierto afn marxista, que podan

    haber dado lugar a un resultado comparable.

    2 Vase, en este sen tido ,

    Durkheim

    (Presses Universitaires de France).

    3 Georges Gurv i tch , La vocation actuelle de la sociologie, vol. II (Presses Universitai

    res de France).

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    8/191

    Prefacio

    9

    El

    hecho

    d e que Durkheim

    se

    hubiera deb atido durante toda su vida con

    tra una frmula que

    era contraria

    a su actitud

    lo

    cualpuede

    comprobarse sobre

    todo en

    sus estudios reunidos enSociologie et philoso ph ie)^

    que, a falta de una

    nueva

    conceptualizacin, hubiera

    planteado

    hiptesis sobre

    la

    conciencia

    colec

    tiva y la sociedad

    es

    un problema que requerira un

    largoanlisis.

    Al menos, el

    maestro lega sus dificultades

    a la primera

    generacin

    de

    sus

    discpulos...

    Pero cuando Maurice Halbwach s comienza a publicar suslibros, sepro

    duce un cambio. No slo porque entran en Francia determinados conceptos

    operativosnuevos, sinoporque, adems, laexperienciamism a impuso la refle

    xin de temas de anlisis que iban a limitar el

    vocabulario

    fibsfico a una

    revisin

    generalizada.

    Ya

    que no

    es seguro

    que la

    existencia

    de los problemas

    se

    confunda con la de un sistema formado por el lenguaje,

    sobre

    todo en el mbi

    to del conocimiento del hombre, donde la conceptualizacin slo cubre en

    parte, y de manera aproximada, la riqueza infinita de una experiencia que

    nunca fue completamen te dom inada?

    El

    hecho

    de que esta poca estuviera dominada por la reflexin sobre la

    memoria y el recuerdo, que el conocimiento

    cientfico

    y la

    creacin

    literaria

    coincidieran en su afn poralcanzar en las mismas

    regiones,experienciacolec

    tiva e individual, noes acasoel indicio de quese superlaexpresin concep

    tual establecidapor la realidad humana? Si

    Proust

    Bergson, Henry James,

    Conrad Joycee talo Svevo hacen de la remem oracin y delanlisisde las for

    mas noreflexivasde la mente un tema fundamental desusinvestigaciones, si

    elsurrealismo(cuyo impacto sobre la reflexinfilosfica examin E Alqui)

    sita la contingencia, laexploracin onrica y mem orializante en un primer

    plano de su ascesis, juega conasociaciones cuyo aparentedesordenparece des

    prenderse de una lgica oculta

    cuyo psicoanlisis hace

    posible la racionaliza

    cin,

    todo ello contribuye a crear un sinfn de interrogantes en el mismo

    sentido: la dilucidacin de la realidad existencial

    colectiva

    e individual.

    As es a pesar de que no se hayaresuelto ninguno delosproblemas fun

    damentales del lenguaje filosfico francs. Ya que Bergson, hablando de la

    mem oria, sufre, como Durkheim, por la inadecuacin de

    los

    trminoscient-

    4 Pero tam bin es mu y

    interesante

    saber por qu motivo la experiencia (la experien

    cia de los intelectuales) busca en determ inado s m om ent os su verdad en un a identificacin

    de la existencia en el lenguaje. Estos cerramientos son los mismos de la experiencia que se

    limita y se reduce a sus mnimos.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    9/191

    10

    Prefacio

    fieos a la realidad que se esfuerza en volver a

    comprender.

    El recurso al len

    guaje

    literario

    (que baca decir a

    algunos

    que el autor de

    M atire et m mo ire

    desconfiaba de las ideas) no

    es slo

    un homenaje a la creacin artstica que

    lleg

    en aquel

    entonces

    ms

    lejos

    en la

    investigacin

    de los mbitos desconoci

    dos de la experiencia, sino tambin un

    esfuerzo

    por constituir un nuevo voca

    bulario.^ Este intento representa, sin embargo, el

    esfuerzo

    ms

    coherente

    por

    extraer

    la

    reflexin

    de una maquinaria mental desfasada y desbordada por

    las

    realidades

    que

    surgen

    de una experiencia

    que

    ya no dom inamos.

    As pues,

    esta

    preocupacin que centra la atencin en la memoria y la

    duracinresponde, en

    realidad

    a una ruptura de l continuidad de

    las

    socie

    dadeseuropeas.

    Ruptura de

    la guerra

    de 1914, que

    aleja

    un pasado que nunca

    haba sido percibido como tal ruptura de losnacionalismos hostiles, que

    revelaa quconstruccinarbitrariaseabandona un grupo o una nacincuan

    do quierenhacerde su historia una doctrina, ruptura en la vidaeconmica

    que acenta la estratificacin y la divisin en clases yhacemssensiblela rela

    cin entre la imagen q ue unosehace del hombre y del mundo y el lugar limi

    tado que ocupa esta imagen en un conjunto organizado. El privilegio de la

    conciencia universal se disuelve, y la etnologa acenta la contingencia de

    mentalidades

    primitivas

    y

    cientficas

    (apesar de la inocencia de

    esta

    dico

    toma). Es la poca en la que Lukacs postula que existe una subjetividad de

    clase, lo cual lleva

    consigo

    su propia visin del mundo y su propia mem oria,

    subjetividad que se convierte en objetividad

    absoluta

    cuando se trata de una

    clase privilegiada

    por el lugar eminente que le

    concede

    el

    ilsofo

    en la jerar

    qua de

    los grupos

    y una visin carismtica de la historia.

    Acaso

    no es

    tam

    bin la primera vez que los

    regmenes

    po lticos pretenden

    llevarse

    una imagen

    absoluta del hombre, cada vez distinta, pero tambin un sistema de valores,

    segn los

    cuales

    se recomponen e l pasado y el futuro?

    Poco

    a

    poco,llegamos

    al

    relativismo impresionista de Mari Mannheim, que pierde de vista el

    arraigo

    social

    de las

    ideologas

    cuya

    intensa

    plenitud demuestra precisamente.

    Estas preocupaciones, que corresponden a la intencin profundamente

    sociolgicade nuestra poca,semanifiestan enlostem as de investigacin delos

    historiadores socializantes comoMarcBlocho Lucien Febvre, en la m edida en

    que dejan su impronta en la evolucin de Ma urice Halbwach s.

    5 Es posible que la jerga filosfica haya sido una protesta co ntra la miseria conc ep

    tual de la filosofa francesa: las crticas de Yvon Belaval y de J.-F. Revel son pertinentes y

    estn bien fundamentadas.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    10/191

    Prefacio

    11

    La topologa legendaria de los

    vangiles en Terre sainte

    (publicada en

    1941) es uno de los testimonios de esta orientacin hacia lo concreto: no se

    trata de demostrar cunto va ra la localizacin de

    los recuerdos colectivos segn

    los

    distintos grupos (y

    sus relaciones recprocas)

    cuando

    estos

    ltimos

    se

    ampa

    ran en una

    representacin colectiva

    comn? Bajo la superficie externa, que

    recoge

    una tradicin

    respetuosa

    y

    naf

    se superponen las distintas ca pas de

    interpretacin, cada una de las

    cuales corresponde

    a las

    perspectivas reales

    que

    uno u

    otro

    grupo (una u

    otra secta)

    define como

    correspondientes

    a su lugar en

    un tiempo y un espacio. La

    historia,

    librada del

    historicismo,

    se une aqu a

    la

    sociologa

    despojada del

    sociologismo

    de

    sus

    orgenes...

    Los textos incluidos en

    La m em oria colectiva

    son el

    otro

    punto de

    llega

    da de

    estainvestigacin.

    Su importancia

    es

    m ayor porque nos incumben toda

    va ms. Ello se

    debe,

    sin lugar a dudas, a que la factura de la obra donde se

    renenesms libre que la detodos losdems textos de Ma urice Halbwachs, y

    a que est totalmente cargadade intencionalidad literaria, en e l mejor senti

    do de la palabra.

    El inters del libro

    reside sobre

    todo en el

    hecho

    de que, por

    oposicin

    al

    postulado positivista,

    se

    unen la interpretacin completa y el

    anlisis

    causal la

    comprensin de

    los

    conjuntos y Lt de

    lossignificados.

    Si lo analizamos ms de

    cerca, lo que se oculta tras

    este

    anlisis de la m emoria es una definicin del

    tieyjpo. Deshecho, este ltimo ya no es el medio

    homogneo

    y uniforme en el

    que sedesarrollan todos los fenmenos (segn una ideapreconcebidaen toda

    la reflexin filosfica), sino e l simp le principio de la coordinacin entre ele

    mentos que no dependen del pensamiento ontolgicoporque cuestionan regio

    nes de la experiencia que no pueden someterse a l. Frente a una visin

    platnica del tiempo que

    hace

    de

    ste

    la imagen mvil de la eternidad, fren

    te a la interpretacin de unespiritualismoanticuado que afirma quelamate

    rialidad arroja ennosotros el

    olvido,

    contra la concepcin hegeliana de un

    devenir nico quesostieneuna lgicaracional

    6

    con Halbwachs, lasociologa

    francesa empieza a

    desencadenar

    las

    consecuencias

    de la Revolucin iniciada

    por Einstein. E l tiempo ya no

    es

    el

    medio

    privilegiado y

    estable

    donde

    se

    desa

    rrollan todos los fenmenos humanos, comparable a lo que era la luz para los

    fsicos antiguos.

    Podemos

    hablar de l como de una categora del entendi

    miento fijado de una vez por

    todas?

    6 Cf. Georges Gu rvitch,

    Diakctique et

    Sociologie(Flam marion) .

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    11/191

    12

    Prefacio

    Maurice Halbwachs evo ca el testimonio, que nicamente tiene sentido

    respecto

    del conjunto del que forma parte, ya que supone un acontecimiento

    real vivido en comn hace tiempoy,por ello,depende del

    marco

    de

    referencia

    en el que evolucionan actualmente el grupo y el individuo que presentan dicho

    testimonio. Quiere

    esto

    decir que el

    yo

    y su duracin

    se

    sitan en el punto de

    encuentro de dos

    series

    distintas, y en

    ocasiones

    divergentes: la que

    se asocia

    a

    losaspectos vivosy materiales delrecuerdo y la quereconstruye lo que nica

    mente forma parte ya del pasado. Qu

    sera

    este

    yo

    si

    no

    formase parte de

    una comunidadafectivade un medioefervescente del que trata dedes

    prenderse en el momento en que

    se acuerda?

    No cabe duda de que la mem oria individual existe, pero est arraigada

    encontextosdistintos que la simultaneidad ola contingenciaacercanmomen

    tneamente. La

    rememoracin

    personal

    se

    sita all donde

    se

    cruzan las

    redes

    de lassolidaridadesm ltiples en las queestamos implicados. Nada escapa de

    la trama sincrnica de la existencia socialactual y de la combinacin de los

    distintos elementos puede

    emerger

    esta forma que denominamo s

    recuerdo

    por

    que la traducimos as en un idioma.

    As

    pues,

    la conciencia nunca est encerrada en s misma, ni vaca, ni

    solitaria. Nos vemos

    arrastrados

    en mltiples direcciones, como si el

    recuerdo

    fiera un punto dereferenciaque nos permitiesesituarnosen med io de la varia

    cin continua de

    los marcos

    sociales y de la

    experiencia colectiva

    histrica. Ello

    puede explicar el motivo por el que, en

    los periodos

    de tranquilidad

    o

    fijeza

    momentnea de las

    estructuras

    sociales, el

    recuerdo

    colectivo reviste una

    importancia menor que en

    los

    periodos de tensin o crisis, y en

    estos

    casos, a

    veces, se convierte en m ito.

    De todas lasinterferencias colectivas quecorresponden a la vida de los

    grupos, el

    recuerdo es como

    la frontera y el lmite:

    se

    sita en la

    interseccin

    de

    diversas corrientesdelpensamientocolectivo. Esteesel motivo por el cualnos

    cuesta tanto

    rememorar acontecimientos

    que

    slo nos conciernen

    a nosotros. En

    ta l

    caso vemos

    que no

    se

    trata ya de explicitar una

    esencia o

    una realidad

    feno

    mnica, sino de comprender una relacindiferencial...

    Maurice

    Halbwachs

    ayuda a situar la aventura

    personal de

    la memoria, la

    sucesin deelementos individuales, la cualresultadelos cambiosqueseprodu

    cen en

    nuestras relaciones

    con

    los grupos

    con

    los

    que nos hemos

    mezclado

    y las

    relacionesquese establecen entreestosgrupos.Acaso no dio Proust una descrip-

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    12/191

    Prefacio

    13

    cin de

    esta investigacin

    a un tiempo lcida y

    ansiosa,

    l que ve

    cmo se borran

    los recuerdos

    m s ntimos (la imagen de suabuela,de su madre o

    de

    A lbertine)

    con tanta inquietud que

    carga

    de una

    emocin presente

    la

    comprobacinimpl

    cita de la distancia que

    le separa

    de

    lo

    que

    cree

    haber perdido?

    Pero

    su

    serhis

    trico contradice

    al

    ser

    ntimo al que

    traiciona necesariamente

    a l

    socializarse.

    Ah sesita, en Halbwach s, una distincin importante entre la mem oria

    histrica, por una parte, quesuponelareconstruccind elasdatos facilitados por

    elpresented e la vida social yproyectadaen el pasadoreinventadoy la mem oria

    colectiva, por otra parte, querecompone mgicamenteel pasado. Entreestas dos

    direcciones

    de la

    conciencia colectiva

    e individual

    se desarrollan las

    distintas

    for

    mas de memoria,

    las cuales

    cambian

    segn las intenciones

    que enc ierran.

    Esto no

    significa,

    en todo

    caso,

    que

    las mentes estn separadas

    unas de otras,

    sino que la comb inacin de

    los conjuntos colectivos

    de

    los

    que forman parte

    estas

    mentes define mltiples experiencias del tiempo. Vemos cmo nace aqu una

    reflexin queconduceal anlisis, tan importante en el pensamiento deGeorges

    Gurvitch, sobre la multiplicidad de tiempos sociales. Tambin concebimos

    cmola memoriacolectiva noseconfundeconla historia, cmoestetrmino de

    memoria histrica es casi

    absurdo, ya que

    asocia dos conceptos

    que

    se

    excluyen.

    ;Lahistorianoeselresultadode unaconstruccincristalizada por un grupo esta

    blecidopara defenderse de laerosinpermanente del cambio, mientras que la

    mem oria postula el m ovimiento de las perspectivas y su relativismo

    recproco?

    Dichoesto, los problemasde laduraciny el tiempo no se plantean en los

    trminos en los que se basaba el

    pensamiento filosfico

    tradicional. Cualquiera

    u

    sea

    la dificultad que

    tenga

    Maurice H albwachs para admitir la pluralidad

    re l

    de

    los tiempos sociales

    (aunque adivinaba

    su existencia

    a

    pesar de que su

    edu

    cacin

    le haba

    enseado

    que

    exista

    una nicatemporalidad aunque

    estuviera

    dividida segn la dicotoma

    bergsoniana

    demasiado simple entre duracin y

    espacio),

    su

    reflexin desemboca

    en

    este descubrimiento

    importante. Segn l

    hay

    u

    distinguir un nmero determinado de

    tiempos

    colectivos,

    tantos como grupos

    separados

    existan. L a muerte no le permiti ir

    ms

    all de

    esta

    observacin.

    Sin embargo, si la memo ria

    colectiva

    no debe nada a la memoria

    his

    trica

    y lo debe todo a la mem oria colectiva,

    es

    porque

    la

    primera

    se

    sita

    7 Giles De leuze observ con tin o que , en Proust, el recu erdo era en prim er lugar

    una angustia ante aquello qu e se haba perdido y ya no pod a ser revivido, aun que fuera en

    imgenes:Proust etlessigneh(Viesses Universitaires de France).

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    13/191

    14

    Prefacio

    en lainterseccinentrevarias seriesqueseaproximan por azaropor el enfren-

    tamiento de

    los

    grupos: la mem oria

    no

    podra ser la

    base

    de la con ciencia, ya

    que no es ms que una de las direcciones, una

    perspectiva

    posible que~racio-

    rializa la' mente. Por lo

    tanto,

    nos vemos

    arrastrados

    al estudio de los hechos

    humanos ms simples, como

    los

    que

    se

    producen en la vida

    real

    a lo

    largo

    de

    mltiples dramatizaciones donde

    se

    enfrentan los papeles

    reales

    e imaginarios,

    las

    proyecciones

    utpicas y las

    construcciones

    arbitrarias.

    A

    los cruces

    de

    los tiempos sociales

    donde

    se

    sita el recuerdo,

    responden

    los

    cruces del

    espacio, ya

    se trate del espacio

    endurecido y

    cristalizado en

    toda una

    parte de s mismos,

    los grupos

    imitan la. pasividad de la materia

    inerte),

    ya se

    tratedelas extensiones vacas dondelos gruposfijan,provisional odefinitivamen

    te ,las acontecimientosquecorrespondenasus relacionesmutuascon otrosgrupos.

    Religiones,

    actitudes polticas,

    organizaciones

    administrativas llevan

    con

    sigo dimensiones temporales histricas) queconstituyen proyecciones hacia

    elpasado o el futuro y responden a los dinamismos ms o menosintensosy

    acentuados delos gruposhumanos; llevan la m arca pasajera de lareciprocidad

    deestasconstrucciones, las murallas delasciudades, las paredes delas casas, las

    callesde las ciudades olos paisajes rurales.

    Evidentemente, podemos dudar de la eficacia real de la dicotoma de la

    memoria

    respecto

    del

    espacio

    y de la memoria

    respecto

    del tiempo, ya que

    la distincin entre

    duracin

    y

    espacio

    es

    escolstica,

    tal como ha demos

    trado la fsica contem pornea. A l menos, Halbwachs extrae deestadistincin,

    como de la queestableceentre lareconstruccin operada por la mem oriahis

    trica y lareconstitucin de la memoria colectiva, un partido muy til que

    la muerte no le permiti explotar. Llegado a

    estepunto,

    su pensamiento se

    adentraba por una senda que lasociologatodava no haba abierto.

    En suestado

    actual

    este libropostumo entraa una particularidad que

    va ms all de lasociologa clsica, ya que en l encontramosloselementos

    de una sociologa de la vida cotidiana o, ms concretamente,lospresupues

    tos que permitiran al anlisissociolgico exam inar las situacionesconcretas

    en las que se encuentra implicado el hombre de cada da en la trama de la

    vida colectiva}

    8 H en ri Lefebvre esboz un a investigacin de este m ism o tipo en su Critique de la

    vie quotidienne.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    14/191

    Prefacio

    15

    Estas

    situaciones

    no son simples

    recortes

    de la experiencia: cuestionan los

    roles sociales

    y animan el dinamismo parcial de los medios efervescentes.

    Usurpndole

    al tiempo (y ala mem oria)

    su

    privilegio d e dato inmediato de

    la conciencia, despojndolo de su

    esencia

    platnica, la

    sociologa

    puede

    emprender el anlisis de

    hechos

    humanos abandonados hasta

    entonces

    a la lite

    ratura.

    Tras

    haber

    reducido

    durante tanto tiempo lo

    heterogneo

    a lo homo

    gneo,

    se permite examinar la

    especificidad

    del enm eno existencial ta l

    como

    se

    entiende, en la red de mltiples

    significados

    q ue tan pronto

    recortan

    las cla

    sificaciones

    establecidas

    como

    corresponden

    a las mutaciones profundas que

    trastocan,

    de

    forma abierta o no, las

    sociedades

    modernas. Dicha

    sociologa

    vera cmo

    se

    abre ante s un campo vasto, el mismo que

    exploraba

    al azar la

    literatura delsiglopasado. No podra conformarse con losproblemas abs

    tractos, sino que debera dar respuesta a los interrogantesreales del hombre

    vivo, tal comoes , y no reflejado en doctrinas o ideologas. Y quizs, de este

    modo,lasociologaencuentre una nuevavocacinsin tratar ya detrasponer

    lo individual a lo colectivo, sino de saber por

    qu

    en med io de la trama colec

    tiva de la existencia, surgey seimpone la individua lizacin...

    Jean DUVIGNAUD

    Catedrtico de la Facultad de Letras

    y Ciencias humanas de Orlans-Tours

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    15/191

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    16/191

    INTRODUCCIN

    MAURICE HALBWACHS (1877-1945)

    Fue un nio formal y

    serio,

    de familia universitaria, que lea a Julio

    Verne

    con un atlas; un estudiante normal hasta que, en el Instituto

    Henri-IV

    se convirti en alumno de Bergson. Deslumhrado por

    su

    personalidad yexal

    tado

    por la

    revelacin

    de la filosofa,

    enseguida descubri

    su vocacin. Y desde

    entonces

    desde los veinte aos

    tras un

    aspecto discreto

    de cortesa y silen

    cio,

    encarn, por su parte, a esta

    especie

    humana a la vez

    respetada

    ycontes

    tada que es el filsofo: aqul para quien la primera preocupacin es el

    pensamiento. Sus am igos y l mismo sonrean ante sus frecuentes distracciones;

    era porqueestaba siempre ocupado conalguna investigacin exclusiva, e inclu

    sotirnica. No esquese encerraseen s mismo ni quese centraseen el

    interior

    l que tanto discuti la posibilidad de queexistiese un pensamiento puramen

    te individual. Al con trario,siempre conciliola m editacin con una curiosidad

    casiuniversa l: ya en el instituto y laescuelatrabajsobre Stendhal, Rembrandt

    y m s a m enudo sobre Leibniz; analiz el entramado

    social

    y poltico, con

    Pguy , y con Lucien Herr y Jaures. Este trabajador incansable, a lo largo de

    to

    su vida, supo sacar tiempo para

    todo,

    para su familia, para

    hacer

    gran

    des viajes, para el arte y la poltica, incluso a

    veces

    para el mundo, y tambin

    p r los compromisos sociales

    que

    le

    impusieron, en

    los

    ltimos

    aos de su

    vida,

    la magnitud de su

    obra

    y la amplitud de suactividad ms que su ambicin.

    '

    1 Desde 1932 fue correspondiente de

    la

    Academia de Ciencias Morales y Polticas.

    Desde1935, miembro del Instituto Internacional de Estadstica. Desde 1938, presidente

    tlInstituto Francs de Sociologa. Desde1943,vicepresidente de la SociedaddePsicolo

    ga. En Ginebra fue miembro del B. I. T. (Oficina Internacional del Trabajo); en 1936,

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    17/191

    18

    Introduccin. Maurice Halbwach s (1877-1945)

    Pero

    por muy eficaz que fuera su contribucin y por muy valiosa que fuera

    su presencia

    benvola,

    se

    notaba que

    slo

    se

    prestaba

    a

    asuntos

    temporales,que su

    reflexinseguasiendoloprincipal y que lo mantena todo y a todosal

    mar

    gen de laobservacin desinteresaday la valoracin.

    Si biensiempre reconoci loqueledeba a Bergson, se plant tambincon

    tra lenunefusivo movimiento de defensa. Pretendaserms erudito quefil

    sofo.

    Tras superar

    el examen de

    oposicin

    mientras trabajaba

    sobre losIndits

    de Leibniz

    que le

    supuso

    una

    estancia

    de un ao en Hannover en 1904

    se

    preparaba

    para romper

    con

    su formacin filosfica y, tal vez, con su disposi

    cin

    para la metafsica.

    Tras

    reflexionar y

    deliberar

    decidi

    dedicarse

    a lo que

    Comte denominaba la

    ciencia

    ltima, aquella en la que el

    objeto es

    lo ms

    complejo, un lugar de

    encuentro entre

    lo mecnico y

    lo

    orgnico, por una parte,

    y lo consciente, por otra. Fue a

    ver

    a Durkheim, al que an n o

    conoca;

    poster

    gando la enseanza de la filosofa en el instituto, vivi precariamente en Pars

    gracias

    a una

    beca

    de estudios y volvi a la vida de estudiante.

    Hizo

    derecho,

    aprendieconoma poltica,practic las matemticas. Quizs

    esesta constante ansia denuevos conocimientos lo que hizo que su mentalidad

    fuerasiempretanjoven. Tam bin es porqueera conscientedetenerque

    abrir

    por

    suparte, elcaminoa una ciencia joven donde,segn lmismodice: nohay un

    caminoreal; de ah, que ponga unacento algocombativo a veces, caracterstico

    dequienestienen queconstruire lmtodoa la vez quedescubren elobjetode su

    ciencia,como los bilogosdelsigloXIX.Durkheim y Simiand

    su

    amigo,

    y alque

    ms admir de

    todos los socilogosfueron sus

    guas;

    pero enseguida se

    abri

    su

    propio camino, a igual

    distancia

    de lo que

    consideraba demasiado dogmtico

    en

    el primero y

    demasiado emprico

    en

    el

    segundo. Su metodologa y por

    decirlo

    de

    algn

    modo,

    su doctrina,

    solamente

    se pueden

    buscar

    en

    sus

    libros, en

    sus

    clases y

    en sus

    numerosos artculos sobre

    los temas ms variados. Nunca las distingui

    explcitamente

    de

    las de la Escuelarancesa,

    ya

    que siempre estaba

    a nsioso por rea

    lizar

    nuevos

    trabajos, y retenido por una

    especie

    de despreocupacin por s

    m ismo,

    por

    sumodestia,

    que fue una de

    las virtudes

    de su

    corazn

    y de su mente.

    1936, delegado de la Conferencia de Estadst icos del Trabajo; y en 1937, miembro de la

    Sociedad de Naciones como experto del comit mixto sobre la al imentacin de los tra

    bajadores, etc.

    En 1944, unos meses antes de su deportacin, acababa de set nombrado catedr

    tico de Psicologa social en el Collge de France.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    18/191

    Introduccin. Maurice Halbwach s (1877-1945)

    19

    Por lo

    tanto,

    si quisiramos encontrar la historia de

    su

    pensamiento

    -y

    no

    es

    cuestin de

    hacerlo

    en una nota tan breve

    habra que

    seguir

    antes de

    nada en

    su

    primera obra:

    Les expropriations et le prix des terrains Paris

    de 1860 a 1900

    (en forma

    1

    - de

    tesis

    de derecho publicada en

    1909), losinten

    tos de aprendizaje, mientras que como nefito en la

    ciencia,

    pretende

    basarse

    casienexclusivaen la forma deexperienciaque le parece la principal ensocio

    loga: la estadstica. Le vemos extremarlas precauciones contra las extrapo

    lacionesdemasiadoapresuradase incluso las hiptesis. Sabemosquepronto se

    convirti en un maestroen estadstica, que hasta el finalla prcticoconabso

    luto convencimiento y que precis, discuti y profundiz en sus leyes. Cabe

    citar en 1913, la

    Thorie de

    l homme

    moyen, Essai sur Quetelet et la sta-

    tistique morale;

    en 1924 (encolaboracin conFrchet),

    Calcul des pro bab i-

    lits la portee de

    tous ; en 1923, su contribucin al tomo VII de la

    Encyclopdie francaise: l espcehum aine , le point de vue du n om bre ,

    etc.

    Perohabra quedemostrar sobretodo cmoenseguidalaestadsticano fue

    paral cada vez en m ayor medida, m s que unmediopararecopilarm edian

    tecifrasuna materia socialpara la reflexin; materiacomo rastrodirecto y cuan-

    tificado inmediatamente de

    los acontecimientos

    sociales, pero que no dice nada,

    nomasque la naturaleza. E n 1913, ensus dos tesisdedoctoradodeletras

    que

    compusoa la vez queenseabaenlos liceosde Reimsy Tours

    se asegurade que

    elhechosocial aunque puede medirse por una parte, noesexterior para el eru

    dito ni es

    exterior

    para los hombres que lo

    viven.

    D esde entonces, el problema

    mismo de la

    conciencia

    social

    es

    decir para

    l

    de la

    conciencia

    a secas,

    es

    el que

    domin, orient y unific

    todas sus

    investigaciones. En 1938, en su

    breve

    trata

    do

    Morphologie sociale

    (Colin) escribi:

    Comprendamos

    bien que las formas

    materiales

    de la

    sociedad

    actan

    sobre

    ella , no en virtud

    de

    una limitacin fsi

    ca

    como

    la de un

    cuerpo

    que acta

    sobreotro,sino

    por la

    conciencia

    que toma

    mos

    de ella, como

    miembros

    de un

    grupo

    que perciben su volumen, su

    estructura

    fsica y

    sus

    movim ientos en el espacio. He aqu un tipo de pensamiento o percep

    cin

    colectiva que

    podramos denominar un

    dato inmediato de la conciencia

    social,

    que

    es

    determinante para

    todos las

    dems y que no ha

    sido suficientemente

    percibido

    por

    los propiossocilogos.

    Datos

    inmediatos

    que no se

    desprenden

    de la intuicinbergsoniana ni de n inguna psicologa y que no se pueden arrin

    conar

    tampoco

    en el inconsciente; la

    tarea

    del socilogo, por una

    exposicin

    que

    2

    La obra profun dam ente retocada volvi a publicarse en 1928 bajo el

    t tulo: La

    poptUation etles tracesde voies a P aris depuis cent ans.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    19/191

    2

    Introduccin. Maurice Halbwachs (1877-1945)

    podemos denominar perfectamente fenomenologa,es hacerq ue pasen alestado

    de

    nociones

    claras y diferenciadas. Ma urice

    Halbwachs

    consigu i, a fin de

    cuen

    tas,dominar odespreciarlos falsos problemasontolgicosque oponen al indivi

    duo y a la sociedad al igual que

    los

    verdaderos

    fenomenologistas supieron

    alejar

    el

    falso

    problema del

    realismo

    y el idealismo. La

    sociologa

    es ,para

    l

    el

    anlisis

    de la

    conciencia segn se descubre dentro

    de la sociedady

    segn es

    descubierta por

    ella, y esla descripcin de esta sociedad concreta, esdecir de las condiciones

    idioma, orden, instituciones,

    presencias

    y

    tradiciones

    humanas

    que hacen

    posible la

    conciencia

    de cada uno. No

    podemos pensar

    nada,

    no podemospen

    sarnos

    a

    nosotros mismos

    sino a

    travs

    de

    los

    dem s y para

    los

    dems, y a condi

    cin de

    este acuerdo sustancial

    que, a

    travs

    de lo colectivo,

    persigue

    lo universal

    y

    distingue,

    tal

    como

    insisti

    repetidamenteHalbwachs,elsueo

    de la

    realidad

    la

    locura

    individual

    de

    la razan comn. Durkheim

    trae

    la razn de la

    sociedad

    y H albwachs demuestra que la razn

    es

    el

    resultado

    de esta forma humana que

    realizay animasola constantementelaexistencia

    social.

    As, aunque la sociedad depende en gran medida d e

    condiciones

    natura

    les,es bsicamente conciencia; en e lla se mezclan y entremezclan las

    causas

    y

    los fines. Supo dar a sus anlisis el sentimiento de opacidad y potenciaenvol

    vente del entramado social tal com o nos los hacen sentir Com te y, ms an,

    Balzac, al que siem pre ley confervor. Por

    esta

    razn, se esforz en combinar

    siempre el mtodo objetivo del

    cientfico

    y el mtodo reflexivo del filsofo.

    En 1913, en

    su

    gran

    tesis:La classe ouvrire et les nivea ux de vie,

    apar

    tir de una

    encuesta sobre

    los

    presupuestos

    obreros,

    se encuentra

    ante el problema

    de las

    clases

    sociales, y

    reflexionando sobre su

    propia

    experiencia

    vivida, anali

    zando la diversidad de comp ortamientos, tendencias,

    sentimientos

    por

    los

    que

    nos

    clasificamos nosotros mismos

    y

    clasificamos

    a

    los

    dems, en la famosa esca

    la social form la idea, magistral sin duda, de queel

    hombre se

    caracterizafun

    damentalmente por su grado de

    integracin

    en el entramado de las

    relaciones

    sociales. Una idea

    es ,

    tanto para el erudito

    como

    para el filsofo, el camino

    indispensable

    del

    descubrimiento.

    Nos

    lo

    dice

    expresamente:

    La mayora de

    las

    ideas que atraviesan

    nuestro

    pensamiento, no se

    reduce

    al sentimiento, ms o

    menos

    preciso, de que si

    quisiramos

    podramos analizar su

    contenido? Pero

    rara vezllegamoshasta el final deestos anlisis?Ellibroenteroconstituyeun

    3 Cadres sociaux de la mm oire, p . 226.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    20/191

    Introduccin. Maurice Halbwach s (1877-1945)

    21

    ejemplo de anlisisperseguidocon obstinacin, que al final queda abierto. Nos

    hace ver a

    los obreros aislados

    rente

    a la materia

    y,

    por ende, como desintegra

    dos

    de lasociedad:

    La sociedad

    ha sabido fabricar herramientas para manejar

    herramientas, situando fuera de s misma a toda un a

    clase

    de

    hombres

    dedica

    dos al trabajo material. Si el ideal puede definirse como la vida social ms

    intensa, la palabra de

    clases superiores

    adquiere todo su sentido. El problema

    es,en el

    caso

    de

    los

    obreros,

    acceder

    en la

    esfera

    del

    consumo

    a una vida

    social

    bastante

    complicada

    e intensa,

    participar en todas las necesidades nacidas

    en

    los

    grupos,

    crearse relaciones originales con los

    dem s m iembros de las peque

    as sociedades, de tal modo que

    no

    puedan

    deshacerse

    de toda

    su

    personali

    dad cuando vayan a las

    lugares

    de trabajo. As, cuanto ms nos

    acercamos

    a

    la

    realidad

    mejor

    vemos

    que la

    sociedad lejos

    de uniformizar a

    los

    individuos,

    losdistingue: a medida quelos hombresm ultiplicansusrelaciones... cada uno

    deellos toma msconcienciade su individualidad.

    Tras

    la ruptura de 1914-1918 (durante

    la

    guerra, Halbwachs

    ense

    en el

    liceo

    de Nancy

    hasta

    que la ciudad bom bardeada fue

    evacuada,

    y

    despus

    traba

    j junto con su gran

    amigo

    Albert T homas en la

    reorganizacin

    de la industria

    de guerra) se embarc

    en la

    enseanza

    superior.

    Primero en la

    Facultad de

    Caen

    y,

    de 1919 a 1935, en la

    de

    Estrasburgo, y finalmente en la

    Sorbona,pudo, cum

    pliendo el

    deseo

    de

    sujuventud

    asimilar casi por

    completo sus clases

    a

    sus

    inves

    tigaciones personales.

    Durante veinticinco aos, a travs de sus m ltiples e

    incesantesactividades,entre lasquecabe destacar en1930 uncursoimpartido en

    la Universidad deChicago, le vemosperseguirel mismo problema d e la conc ien

    ciasocial aclarndolomediantetodos sus estudios anejosy profundizandoen esta

    nocin. Si losocial se confundeconlo consciente, debeconfundirse tambin con

    la

    rememoracin

    en

    todas

    sus formas. M ateria y

    sociedad se

    oponen; sociedad y

    conciencia, y personalidadseimplican; por lotanto, con mayor

    razn,

    sociedad

    y memoria. Retomando las trminos de Leibniz,

    Materia est mens moment

    nea, comprendi

    que el

    obrero representa

    a la mente presa en la m ateria,

    inmo

    vilizada en

    el presente perpetuo

    del

    gesto simplificado

    y montono del

    trabajo

    mecanizado,

    o,

    por antfrasis, racionalizada.

    Les cadres sociaux de la mm oire,

    publicados

    en 1925,

    se

    sitan,

    como podemos

    ver en el

    centro

    de su obra y

    cons

    tituyen sin duda la porcin ms duradera. En ninguna parte

    se

    ha

    visto

    ningn

    observador

    m s

    i l

    de la vida

    social

    co ncreta y cotidiana, en ninguna parte

    se

    ha

    4 Por ejemplo, en 1930, Lescausesdu suicide; en 1942,L a topographie lgendaire des

    Evangiles en

    Terre

    sainte,

    etc.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    21/191

    22

    Introduccin. Maurice Halbtuachs (1877-1945)

    visto analistams penetrante,llegandoaveces hastala sutileza; cuan doreleemos

    todo lo que

    escribi sobre

    la nobleza, la

    propiedad

    la

    relacin entre

    generaciones,

    la funcin delos ancianos como guardiasdel pasado, el papel delos nombresde

    pila en el idioma ylas relacioneshumanas. Nadie hacomprendido ni ha dado a

    entender

    mejor

    la con tinuidad

    social la

    idea rectora,

    segn

    Comte),

    es

    decir

    este

    encadenamiento

    temporal propio de la

    conciencia

    com n, que, en forma de tra

    dicin

    y

    culto

    al pasado, de previsiones y proyectos, condiciona y suscita, en cada

    sociedad el

    orden

    y el

    progreso

    humanos. A

    pesar

    de alguna

    expresin

    equvoca,

    nos hace comprender profundamente que no

    es

    el propio individuo ni ninguna

    entidad

    social

    la querecuerda,sino que

    nadie

    puede

    acordarse efectivamente

    de

    que, en lasociedad la

    presencia

    o la

    evocacin

    y por

    lotanto,

    mediante el

    soco

    rro de

    los

    dems o de sus obras,

    nuestros primeros recuerdosy,

    por lo

    tanto,

    la

    trama de

    todos los

    dems

    los

    trae y mantiene

    seguramente

    la familia. Un

    hom

    bre

    q ue

    recuerda slo aquello

    que

    los

    dem s no

    recuerdan

    se

    parece

    a

    alguien

    que

    ve lo que

    los dems

    no

    ven(p.

    228 de la

    versin francesa).

    El texto aqu publicado, extrado de los papeles que dej Halbwach s, nos

    ofrece

    los fragmentos de la gran obra que pretenda

    elaborar

    con el tiempo, lo

    que confirma bastante que las

    relaciones

    de la memoria y de la sociedad

    se

    haban convertido efectivamente en el

    centro

    y el trmino de

    su

    pensam iento.

    Esta obra fue perseguida a

    travs

    de la tormenta de la ltima

    guerra

    que afec

    t a

    los suyos

    con tanta

    insistencia

    y

    crueldad.

    En julio de 1944, qued rota

    por la brutal

    tragedia

    que

    conocemos:

    su

    arresto

    por la Gestapo, tras el

    arresto

    de uno de sus hijos, y en marzo de 1945, su muerte en el campo de B uchen-

    wald.

    Evocando el

    recuerdo

    de Frdric

    Rauh,

    5

    que fue su m aestro durante

    variosmesesy que se convirti en su amigo, deca que la mayor virtud del

    filsofo

    es

    quizs su intrepidez intelectual. Esta virtud implicaba, para Ma u

    riceHalbwachs, eldesprecio de las habilidades y la indiferencia ante losardi

    des de la vida social.Es la parte socrtica que hay a todas luces en todos

    losverdaderos servidoresde la mente. Podr parecersimblicoque uno de los

    hombres que msseem pe en definir la nocin de hombrecomo personadis

    tinta de las cosas, lo cualsuponela condena radical de la herramienta huma

    na, del material humano, sufriera el infierno de un campo de concentracin

    donde tanto la

    sociedad como

    el individuo se ven

    negados

    y anulados.

    J. Michel ALEXANDRE

    5 Sesin de la Sociedad de Filosofa de 24 de febrero de 1934.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    22/191

    NOTA A LA SEGUNDA ED ICIN

    La primera edicin de 1950 contena exclusivamente los cuatro cap

    tulos manuscritos hallados entre los papeles de Maurice Halbwachs, bajo

    el ttulo:

    La mmoire colective.

    Salvo algunos pasajes demasiado inacaba

    dos especificaba la nota (y cuyo corte se seala me dia nte pu nto s sus

    pensivos), el manuscrito ha sido reproducido ntegramente. Los ttulos de

    los captulos fueron elegidos por el autor; los editores nicamente han aa

    dido los subttulos.

    En 194 9, hace casi veinte aos, no se consider p ertin ente introd ucir

    en el libro un artculo publicado en vida por Maurice Halbwachs en la

    Revue philosophique

    (1939, n .

    os

    3-4): La mmoire collective chez les

    musiciens, aunque se plante, como una mera posibilidad, hacer de este

    artculo el primer captulo de la obra. Jean Duvignaud cree hoy que este

    anlisis de la memoria musical parece confirmar los puntos de vista que l

    mismo formul en su Prefacio, sobre la evolucin del pensamiento de

    Maurice Halbwachs y su orientacin hacia lo concreto. Por lo tanto, se

    ha opta do por a ad ir el artculo al libro, pero para no mod ificar la estruc

    tura de este ltimo, ha sido incluido como anexo. Se ha efectuado otro

    aadido: el de la Introduccin biogrfica, escrita en 1948 por J. Michel

    Alexandre, que nicamente se public en

    L'anne

    sociologique (3 .

    a

    serie,

    1940-1948) , donde la obra fue publ icada de manera p r io r i t a r i a por

    G. Gurvitch, con el ttulo

    Mmoire et

    socit.

    J. M. A.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    23/191

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    24/191

    CAPTULO I

    MEMORIA COLECTIVA

    Y MEM ORIA INDIVIDUAL

    Confrontaciones

    Recurrimos a los testimonios, para fortalecer o invalidar, pero tam

    bin para completar lo que sabemos acerca de un acontecimiento del que

    estamos informados de algn modo, cuando, s in embargo, no conocemos

    bien m uch as de las circunstancias q ue lo rodea n. Ah ora b ien, el prim er tes

    t igo al que s iempre podemos recurrir somos nosotros mismos. Cuando

    una persona dice: no puedo creer lo que estoy viendo, siente que tiene

    dentro de s misma a dos seres: un ser sensible que es como un testigo que

    acaba de declarar sobre lo que ha visto, frente al yo que no ha visto real

    mente, pero que quizs vio en otra ocasin, y, quizs tambin, se ha forja

    do una opinin basndose en los testimonios de los dems. As, cuando

    volvemos a una ciudad donde hemos estado anteriormente, lo que perci

    bimos nos ayuda a recomponer un cuadro del que habamos olvidado

    muchas partes. Si bien lo que vemos hoy se sita en el contexto de nues

    tros recuerdos antiguos, estos recuerdos se adaptan, sin embargo, al con

    junto de nuestras percepciones actuales . Todo sucede como si

    confrontsemos diversos testimonios. Como en lo bsico concuerdan, aun

    con algunas divergencias, podemos reconstruir un conjunto de recuerdos

    con el fin de reconocerlo.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    25/191

    26

    Memoria

    colectiva

    y mem oria individual

    Efectivamente, si nuestra impresin puede basarse, no slo en nuestro

    recuerdo, sino tambin en los de los dems, nuestra confianza en la exacti

    tud de nuestro recuerdo ser mayor, como si reiniciase una misma expe

    riencia no slo la misma persona sino varias. Cuando vemos a un amigo del

    qu e la vida nos ha separad o, al princ ipio, al retomar el con tacto con l, sen

    timos cierta pena. Pero enseguida, despus de evocar juntos diversas cir

    cunstancias de las que se acuerda cada uno, que no son las mismas a pesar

    de referirse a los mismos hechos, en general, no conseguimos pensar en

    ellas y recordarlas en comn, y los hechos pasados no adquieren ms relie

    ve,

    no creemos revivirlas con m s fuerza, po rque ya no som os los nicos q ue

    se los imaginan, y porqu e las vemo s ahora, como las vimos en su m om en

    to ,c uan do las veamos, a la vez qu e con nuestros ojos, con los de otro?

    Pero nuestros recuerdos siguen siendo colectivos, y son los dems

    quienes nos los recuerdan, a pesar de que se trata de hechos en los que

    hemos estado implicados nosotros solos, y objetos que hemos visto noso

    tros solos. Esto se debe a que en realidad nunca estamos solos. No hace

    falta que haya otros hombres que se distingan materialmente de nosotros,

    ya que llevamos siemp re con nosotros y en nosotros una dete rm inad a can

    tidad de personas qu e no se confu nde n. Llego por prim era vez a Londres,

    y doy varios paseos por la ciudad, una vez con un aco m pa ante y otras con

    otro.

    Unas veces voy con un arquitecto, que llama mi atencin sobre los

    edificios, sus proporciones o su disposicin. Otras veces, voy con un his

    toriador: aprendo que esta calle ha sido trazada en tal poca, que esta casa

    vio nacer a un hombre famoso, que aqu y all han sucedido aconteci

    m ientos im porta ntes. C o n un p intor, m e fijo en las tonalidade s de los par

    ques,la lnea de los palacios, de las iglesias, los juegos de luces y la sombra

    de los muros y las fachadas de Westminster, la catedral de San Pablo, el

    Tmesis. . . Un comerciante, un hombre de negocios me lleva por las vas

    ms pop ulosas de la ciudad, m e detiene a nte las tiendas, libreras, grandes

    almacenes. . . Pero aunque no camine junto a alguien, basta con que haya

    ledo descripciones de la ciudad, todas ellas realizadas desde distintos pun

    tos de vista, que me hayan aconsejado ver determinados aspectos, o sim

    plemente, que haya estudiado el plano. Supongamos que pasee solo. Se

    dira que, de este paseo, solamente puedo guardar recuerdos individuales,

    que fueran slo mos? Sin embargo, nicamente me pase solo en apa

    riencia. Pasando delante de Westminster, pens en lo que me haba dicho

    mi amigo historiador (o, lo que viene a ser lo mismo, lo que haba ledo

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    26/191

    Elolvidopor desvinculacin de un grupo

    27

    en un libro de historia). Atravesando un puente, me fij en el efecto de

    perspectiva que me haba indicado mi amigo pintor (o que me haba lla

    mado la atencin en un cuadro o un grabado). Me orient, remitindome

    con el pensamiento a mi plano. La primera vez que estuve en Londres,

    ante Saint-Paul o Mansion-House, en el Strand, en los alrededores de la

    Co urt 's of Law, m uch as impresiones m e recordab an las novelas de Dickens

    qu e le du ran te m i infancia: as que paseaba por ah con D ickens. En todos

    estos momentos, en todas estas circunstancias, no puedo decir que estu

    viera solo ni que reflexionase solo, ya que me colocaba con el pensamien

    to dentro de uno u otro grupo, el que formaba con el arquitecto y, aparte

    de l, con aquellos que eran slo mi intrprete, o con el pintor (y su

    grupo), con el gemetra que haba trazado este plano o con un novelista.

    Otros hombres tuvieron estos recuerdos en comn conmigo. Es ms, me

    ayudan a acordarme de estos momentos: para recordarlos mejor, me fijo

    en el los , adopto momentneamente su punto de vis ta , me adentro en su

    grupo, del que sigo formando parte, ya que todava siento el impulso y

    encuentro en m muchas ideas y formas de pensar que no habra aprendi

    do solo, y gracias a las cuales sigo en contacto con ellos.

    El olvido por desvinculacin de un grupo

    Para confirmar y rememorar un recuerdo, no hacen falta testigos en

    el sentido co m n del trm ino , es decir, individu os presentes en una forma

    material y sensible.

    De hecho, no seran suficientes. Sucede que una o varias personas, reu

    niendo sus recuerdos, pueden describir con gran exactitud hechos u objetos

    que

    hem os visto a la vez qu e ellas, e incluso reco nstru ir tod a la serie de nue s-

    nosactos y palabras que pronunciamos en circunstancias definidas, sin que

    nosotros recordem os na da de tod o ello. Es, por ejem plo, el caso de un hecho

    cuya

    realidad no es discutible. Nos aportan las pruebas certeras de que se

    produjo

    tal acontecimiento, de que estbamos presentes y que participamos

    activamente

    Sin em bargo , esta escena nos resulta extraa, co m o si fuera un a

    persona distinta de nosotros la que hubiera desempeado nuestro papel.

    Pira

    retom ar un ejemplo al que nos hemos enfrentado, en nuestra vida hu bo

    on determinado nmero de acontecimientos que es imposible que no se

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    27/191

    28

    Memoria colectivay m emoria individual

    produjeran. Seguro que hubo un da en que fui por primera vez al institu

    to ,

    un da en que entr por primera vez en una clase, en primero, en segun

    do de bachillerato, etc. Sin embargo, aunque podamos localizar este hecho

    en el tiem po y en el espacio, incluso aun qu e m is padres y amigos me lo con

    tasen con pelos y seales, me encuentro ante un dato abstracto al que me

    resulta imposible asociar ningn recuerdo vivo: no me acuerdo de nada. Y

    no reconozco tampoco el lugar por el que pas sin duda una o varias veces,

    la persona a la que seguram ente cono c. Y, sin e m bargo , ah estn los testi

    gos.

    Es qu e su papel es totalme nte accesorio y com plem entario, qu e m e sir

    ven sin duda para precisar y completar mis recuerdos, a condicin de que

    stos reaparezcan antes, es decir, que estn conservados en mi mente? Pero

    nada de esto debe extraarnos. No basta con que haya asistido o participa

    do en una escena de la que otros hombres eran espectadores o actores, para

    que, ms tarde, cuando la evoquen ante m, cuando recompongan pieza a

    pieza la imagen en m i m en te, de repe nte esta construccin artificial se anim e

    y tome la forma de algo vivo, y que la imagen se transforme en recuerdo.

    Muchas veces, es cierto que estas imgenes que nos impone nuestro entor

    no modifican la impresin que hayamo s podid o conservar de un he cho a nti

    guo o de una persona que conociramos en el pasado. Es posible que estas

    imgenes reproduzcan de manera inexacta el pasado, y que el elemento o la

    parcela del recuerdo, qu e antes se encon traba en nuestra m ente , las expresen

    de m anera ms exacta: a los recuerdos reales se aade as una m asa c om pac

    ta de recuerdos ficticios. En cambio, es posible que los testimonios de los

    dems sean exactos y que corrijan y reparen nuestro recuerdo, a la vez que

    se incorp oran a l. En un o y otro caso, si las imgenes se funden de m ane ra

    tan estrecha con los recuerdos, y si parecen adoptar su sustancia, es porque

    nuestra m emo ria no era como una tabla rasa, y porque no s sentamos capa

    ces,por nuestras propias fuerzas, de percibir ah, como en un espejo borro

    so, algunos rasgos y contornos (quizs ilusorios) que nos reflejaban la

    imagen del pasado. Del mismo modo que hay que introducir un germen en

    un medio saturado para que cristalice, en este conjunto de testimonios aje

    nos a nosotros, hay que aportar una especie de semilla de la rememoracin,

    para qu e arraigue en u na masa con sistente de recuerdos. Si, en cam bio , esta

    escena parece no haber dejado, como suele decirse, ni rastro en nuestra

    memoria, es decir, si debido a la ausencia de estos testigos nos sentimos

    totalm ente incapaces de recon struir cualquier p arte, quienes nos la describan

    podrn reconstruir una imagen viva, pero nunca ser un recuerdo.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    28/191

    El

    olvido

    por desvinculacin de un grupo

    29

    Cu an do decimos que u n testimo nio no nos recordar nada si no qu eda

    en nuestra mente algn rastro del hecho pasado que tratemos de evocar, no

    queremos decir que el recuerdo o alguna de sus partes haya tenido que sub

    sistir igual en nosotros, sino que, desde el momento en que nosotros y los

    testigos formemos parte de un mismo grupo y pensemos en comn en

    determinados aspectos, seguimos en contacto con dicho grupo, y somos

    capaces de identificarnos con l y confundir nuestro pasado con el suyo.

    Cabra decir, del mismo modo: desde ese momento, no tenemos que haber

    perdido en absoluto la costumbre ni el poder de pensar y acordarnos como

    miem bros de un grupo del que dicho testigo y nosotros mismos formam os

    parte, es decir, utilizando todas las nociones com unes a sus miem bros. Pon

    gamos por caso a un profesor que ense durante diez o quince aos en un

    instituto. Se encuentra con uno de sus antiguos alumnos y apenas lo reco

    noce. Este le habla de sus compaeros de entonces. Recuerda los sitios que

    ocupaban en los distintos bancos de la clase. Evoca muchos acontecimien

    tos de tipo escolar que se produ jeron en esa clase, dur an te ese curso, los bu e

    nos resultados d e uno s y otro s, las extravagancias y distracciones de o tros, las

    partes de la clase, las explicaciones que llamaron la atencin de los alumnos

    o qu e les interesaron especialmente. Ahora bien, es m uy posible que el pro

    fesor no guarde ningn recuerdo de todo ello. Sin embargo, su alumno no

    se equivoca. Seguro, por otra parte, que durante aquel curso, durante todos

    los das, el profesor tu vo m uy en m ente el cuadro qu e le presentaba el con

    jun to de alum no s, as com o la fisionoma de cada un o de ellos, y todos aque

    llos acontecimientos o incidentes que modifican, aceleran, rompen o

    ralentizan el ritmo de la vida de la clase, y hacen que sta tenga una histo

    ria. Cmo ha olvidado todo esto? Y cmo es que aparte de unas pocas

    reminiscencias bastante vagas, las palabras de su antiguo alumno no des

    piertan en su memoria ningn eco del pasado? Todo se debe a que el grupo

    que conform a un a clase es en esencia efmero, al m eno s si tene m os en cuen

    ta que la clase incluye al profesor a la vez que a los alum no s, y no es el mism o

    cuando los alumnos, incluso los mismos quizs, pasan de una clase a otra y

    se encuentran en otros bancos. Una vez terminado el curso, los alumnos se

    dispersan, y esta clase definida y concreta no volver a formarse nunca. De

    todos modos, conviene distinguir. Para los alumnos, vivir todava algn

    tiempo; al menos, tendrn muchas veces la ocasin de pensar en l y recor

    darlo. Como tienen ms o menos la misma edad, y pertenecen quizs a

    entornos sociales parecidos, no olvidarn que han estado unidos bajo el

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    29/191

    3

    Memoria colectiva y mem oria individual

    mismo profesor. Las nociones que ste les haya comunicado llevan su hue

    lla: muchas veces, cuando vuelvan a pensar en ello, a travs de esta nocin y

    ms all de ella, percibirn al profesor que se la ha enseado, y a sus com

    paeros de clase que la recibieron a la vez que ellos. En el caso del maestro,

    ser tota lm en te d istinto. C ua nd o estaba en su clase, ejerca su funcin: aho ra

    bien , el aspecto tcnico de su actividad n o guarda relacin con una clase ms

    que con otra. De hecho, mientras un profesor vuelve a dar de un ao a otro

    la misma clase, cada uno de estos cursos de enseanza no se opone tan cla

    ramente a todos los dems como se distinguen para los alumnos cada uno

    de los cursos escolares. Su enseanza, sus exhortaciones, sus reprimendas, e

    incluso sus muestras de simpata por un o u ot ro, sus gestos, su acento, inclu

    so sus bromas, son nuevos para los alumnos, pero para l no son ms que

    un a serie de actos y formas de ser habituales, norm ales en su profesin. N ad a

    de esto puede formar un conjunto de recuerdos que se asocien a una clase

    ms que a otra. No existe ningn grupo duradero, del que el profesor siga

    formando parte, en el que haya tenido ocasin de volver a pensar, y desde

    cuyo pu n to de vista pueda volver a colocarse, para recordar con l el pasado.

    Pero sucede lo mismo con todos los casos en que otros reconstruyen

    por nosotros hechos que hemos vivido con ellos, sin que tengamos la sen

    sacin del

    deja vu.

    Entre estos hechos, quienes han estado implicados y

    nosotros mismos, hay discontinuidad, ya no slo porque el grupo dentro

    del cual los percibamos entonces ya no existe materialmente, sino tam

    bin porque ya no hemos pensado en l , y no tenemos ningn modo de

    recon struir su imag en. C ada u no de los m iem bros d e esta sociedad se defi

    na ante nosotros por el lugar que ocupaba entre los dems, y no por sus

    relaciones con otros entornos, que nosotros ignorbamos. Todos los

    recuerdos que podan nacer en el interior de la clase se basaban unos en

    otros y no en recuerdos exteriores. La duracin de dicha memoria se limi

    taba a la fuerza, por lo tanto, a la duracin del grupo. Ahora bien, si sigue

    hab iendo test igos, por ejemplo, antiguos alum nos qu e recuerdan y pued en

    trata r de reco rdarle a su profesor aq uello d e lo qu e l no se acuerda , es po r

    que dentro de la clase, con algunos compaeros, o bien fuera de la clase,

    con sus padres, formaban pequeas comunidades ms estrechas, o en todo

    caso ms duraderas, y porque los acontecimientos de la clase interesaban

    tambin a estas sociedades ms reducidas, tenan su repercusin en ellas y

    dejaban marca. Pero el profesor estaba al margen, o al menos, si los miem

    bros de estas sociedades lo incluan, l no saba nada.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    30/191

    El

    olvido

    por desvinculacin de un grupo

    31

    Cuntas

    veces

    sucede, de hecho, que, en las sociedades de cualquier

    naturaleza que formen los ho m bre s, un o de ellos no se hace un a idea pre

    cisa del lugar que ocu pa en el pen sam iento de los dem s, y cunto s m alen

    tendidos y desilusiones de la diversidad de puntos de vista tienen su origen

    en este hecho. En las relaciones afectivas, donde la imaginacin desempe

    a una funcin tan importante, un ser humano muy amado y que ama

    con moderacin, a menudo no se da cuenta hasta muy tarde o no se da

    quizs cuenta nunca de la importancia que se da a sus actos ms triviales

    y a sus palabras ms insignificantes. El que ms haya am ad o, recordar m s

    tarde al otro las declaraciones y promesas de las que ste no conserva nin

    gn recuerdo. No siempre se debe a la inconstancia, la infidelidad ni la

    ligereza. Simplemente, estaba mucho menos implicado que el otro en esta

    sociedad basada en un sentimiento compartido de manera desequilibrada.

    Del m ismo m odo , un ho m br e m uy devoto, cuya vida fuera sencil lamente

    edificante, y que fuera santificado tras su muerte, se extraar/a mucho si

    resucitase y si pudiera leer su leyenda: sin embargo, sta fue compuesta

    con ayuda de recuerdos cuidadosamente conservados, y redactados con fe,

    por aquellos con quien es com pa rti aquella parte de su vida que con taron .

    En este caso, es probable que muchos de los hechos recopilados, que el

    santo no reconocera, no se hayan producido; pero quizs haya algunos

    que no le hayan llamado en absoluto la atencin, porque la concentraba

    en la imagen interior de Dios, y se hayan fijado en ellos quienes le rodea

    ban, porque su atencin se fijaba en l.

    Pero tambin es posible que, en un momento dado, nos hayamos

    interesado tanto como los dems e incluso ms que ellos en un aconteci

    miento y, en cambio, no conservemos ningn recuerdo, hasta el punto de

    que no lo reconocemos cuando nos lo describen, porque, tras el momen

    to en que se produjo, salimos del grupo que lo percibi y no volvimos a

    entrar en l. Hay personas de las que se dice que estn siempre en el pre

    sente, es decir, que slo se interesan po r las personas y las cosas del e nto r-

    ncrenel que se encuentran en ese momento, y que estn en relacin con

    el objeto actual de su actividad, o cupa cin o distraccin. Un a vez liquida

    do un asunto o terminado un viaje, ya no piensan en quienes fueron sus

    socios o com pa eros. E nsegu ida se interesan por otras cosas y se in tro du

    cen en otros grupos. Una especie de instinto vital les pide que aparten de

    su pensamiento todo lo que pueda distraerles de lo que les preocupa

    actualmente. A veces, las circunstancias hacen que estas personas se agru-

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    31/191

    32

    Memoria

    colectiva

    y m emoria individual

    pen de algn modo en un mismo crculo y vayan de un grupo a otro,

    como esos viejos figurines de baile que, cambiando sin cesar de bailarn,

    encuentran al mismo, aunque a intervalos bastante breves. Entonces, slo

    se pierden para volver a encontrarlos y, como la misma facultad para olvi

    dar se ejerce alternativamente en detrimento y a favor de cada uno de los

    grupos por los que pasan, podemos decir que los encontramos enteros.

    Pero tambin sucede que a part ir de ese momento s iguen un camino que

    nunca se vuelve a cruzar con aqul al que han dejado, y que incluso les

    aleja cada vez m s. En este caso, si nos enco ntram os ms ad elante a m iem

    bros de la sociedad que se nos ha hecho extraa, por mucho que estemos

    con ellos, nunca volvemos a recrear el antiguo grupo. Es como si tomse

    mo s una carretera que hubiram os recorrido en o tra ocasin, pero de lado,

    como si la visemos desde un punto de vista desde el que no la hubise

    mos visto antes. Volvemos a situar los distintos detalles en otro conjunto,

    formado por nuestras representaciones del momento. Parece como

    si

    lle

    gsemos a una carretera nueva. Los detalles slo adquiriran su antiguo

    sentido en relacin con cualquier otro conjunto que nuestro pensamiento

    ya no abarca. Por m uc ho que nos recuerden todo s los detalles y su respec

    tivo orden, de donde habra que partir es del conjunto. Ahora bien, no

    podem os hacerlo porq ue, desde hace mu cho t iem po , nos hemo s alejado y

    tendramos que volver muy atrs.

    A qu tod o sucede com o en el caso de esas amn esias patolgicas qu e se

    refieren a un conjunto bien definido y limitado de recuerdos. Se ha com

    probado que a veces, tras un golpe en el cerebro, se olvida lo que ocurri

    durante todo un periodo, en general antes del golpe, remontndose hasta

    una fecha determinada, a pesar de que se recuerda todo lo dems. O bien

    se olvida toda una categora de recuerdos del mismo tipo, independiente

    mente de la poca en la que fueron adquiridos: por ejemplo, todo lo que

    se saba de una lengua extranjera y slo una. Desde el punto de vista fisio

    lgico, esto parece explicarse bien, pero no por el hecho de que los recuer

    dos de un mismo periodo o de un mismo tipo se localicen en una parte

    determinada del cerebro, que sea la parte daada. La funcin cerebral del

    recuerdo deb e alcanzarse en su con junto . El cerebro deja entonces de cu m

    plir determinadas operaciones, y slo sas, del mismo modo que un orga

    nismo debilitado ya no es capaz de caminar, hablar o asimilar los

    alimentos d ura nte un tiem po, a pesar de que pued a seguir realizando todas

    las dems funciones. Pero cabra decir, tambin, que lo que se consigue es

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    32/191

    La

    necesidad

    de una comunidad afectiva

    33

    la facultad general para relacionarse con los grupos de los que se compo

    ne la sociedad. En tal caso, uno se des pre nd e d e un o o varios de ellos y slo

    de aqullos. Todo el conjunto de recuerdos que tenemos en comn con

    ellos desaparece bruscam ente. O lvidar un periodo de la propia vida es per

    der contacto con aquellos que nos rodeaban entonces. Olvidar un idioma

    extranjero es no ser ya capaz de com pren der a quienes se dirigan a noso

    tros en dicho idioma, ya fuesen personas vivas y presentes o autores cuyas

    obras leamos. Cuando nos fijbamos en ellos, adoptbamos una actitud

    concreta, al igual que ante cualquier ser humano. No depende de nosotros

    que adoptemos esta actitud y nos fijemos en dicho grupo. Ahora podre

    mos encontrarnos con alguien que nos garantizar que hemos aprendido

    bien este idioma y, hojeando nuestros libros y cuadernos, encontrar en

    cada pgina pruebas fehacientes de que hemos traducido ese mismo texto

    y sabamos aplicar esas reglas. Nada de todo esto bastar para restablecer

    el contacto interrumpido entre nosotros y todos aquellos que se expresan

    o h an escrito en ese idiom a. Lo qu e ocu rre es que ya no tenem os suficien

    te capacidad de atencin para m ant en er la relacin a la vez con ese g rupo

    y con otros con los que, sin dud a, no s relacionamos ms estrecha y recien

    temente. De hecho, no podemos extraarnos de que estos recuerdos se

    anu len todos a la vez y por s solos, pues form an un sistema inde pen dien

    te, ya que son los recuerdos de un mismo grupo, asociados unos a otros y

    basados en cierto modo unos en otros, y este grupo se disringue clara

    mente de todos los dems, aunque podamos estar, a la vez, en todos stos

    y fuera de aqul. De un modo menos brusco y, quizs, menos brutal,

    cua nd o no hay problem as patolgicos con cretos, nos alejamos y nos aisla

    mos poco a poco de determinados entornos que no nos olvidan, de los que

    slo conservamos un vago recuerdo. Podemos incluso definir en trminos

    generales los grupos con los que h em os te nid o un vncu lo. Pero ya no nos

    interesan, porque en el momento actual todo nos distancia de ellos.

    La necesidad de una comunidad afectiva

    Supongamos ahora que hemos realizado un viaje con un grupo de com

    paeros a los que ya no hem os vuelto a ver desde entonces. En aquel m om en

    to , nuestro pensamiento estaba a la vez muy cerca y muy lejos de ellos.

    Ha blba m os con ellos. C on ellos nos interesbamos por los detalles del cam i-

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    33/191

    34

    Memoria colectivay mem oria individual

    no y los distintos incidentes del viaje. Pero, al mismo tiempo, nuestras refle

    xiones seguan un curso del que ellos quedaban al margen. Llevbamos con

    nosotros, efectivamente, sentimientos e ideas que tenan su origen en otros

    grupos, reales o imaginarios: nos entrevistbamos interiormente con otras

    personas; recorriendo este pas, lo poblbamos con el pensamiento de otros

    seres:

    un determinado lugar, una determinada circunstancia adquiran a

    nuestros ojos un valor que no podan tener para quienes nos acompaaban.

    M s tarde, quizs nos encon tremo s con un o de ellos y men cionar particula

    ridades de este viaje del que se acuerda y del que deberamos acordarnos, si

    hubiramos mantenido la relacin con quienes lo hicieron con nosotros, y

    que, entre ellos, han comentado a menudo despus. Pero hemos olvidado

    todo lo que l evoca y se esfuerza en vano en hacernos recordar. En cambio,

    nos acordaremos de lo que sentamos nosotros entonces al margen de los

    dems, como si este tipo de recuerdo hubiera quedado marcado con ms

    fuerza en nuestra memoria porque slo nos concerna a nosotros. As, en este

    caso, por una parte los testimonios de los dems no podrn recomponer

    nuestro recuerdo abo lido; y po r otra, nos acordaremos, aparentem ente sin el

    apoyo de los dems, de impresiones que no habamos comunicado a nadie.

    Quiere esto decir que la m em oria individual, por op osicin a la me m o

    ria colectiva, es una condicin necesaria y suficiente de la rememoracin y

    del reconocim iento de los recuerdos? D e ning una m anera. Ya qu e, si este pri

    mer recuerdo se ha anulado, si no podemos volver a encontrarlo, es porque

    hace ya mucho tiempo que no formamos parte del grupo en cuya memoria

    segua vivo. Para que nuestra m em oria se ayude de la de los dem s, no basta

    con que stos nos aporten sus testimonios: adems, hace falta que no haya

    dejado de coincidir con sus mem orias y que haya bastantes pu nto s en c om n

    entre una y otras para que el recuerdo que nos traen pueda reconstruirse

    sobre una base comn. Para obtener un recuerdo, no basta con reconstruir

    pieza a pieza la imagen de u n hecho pasado. Esta reconstruccin debe reali

    zarse a partir de datos o nociones comunes que se encuentran en nuestra

    m ente al igual que en la de los dems, p orq ue pasan sin cesar de stos a aqu

    lla y viceversa, lo cual slo es posible si ha n form ado par te y siguen form an

    do p arte de una m isma sociedad. Slo as pued e entenderse qu e un recuerdo

    pued a reconocerse y reconstruirse a la vez. Qu m e im po rta que los dem s

    sigan estando dominados por un sentimiento que experiment con ellos en

    su mo m ento , y que ya no experimento? N o p uedo despertarlo en m , ya que

    hace m ucho que no tengo nada en com n con m is antiguos comp aeros. N o

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    34/191

    La

    necesidad

    de una comunidad afectiva

    35

    hay que culpar a mi memoria ni a la suya. Pero ha desaparecido una memo

    ria colectiva mayor, que inclua a la vez la ma y la suya. Asimismo, a veces

    sucede que hombres a los que han unido las necesidades de una obra en

    co m n , su dedicacin a uno de ellos, la influencia de alguno , una preocup a

    cin artstica, etc., se separan a continuacin en varios grupos: cada uno de

    estos grupos es lo suficientemente reducido como para retener todo lo que

    ocu p el pen sam iento del partido , del cenculo literario, de la asamblea reli

    giosa que los una an tes a todos. Ad em as, se apegan a un aspecto de este pen

    samiento y slo guardan el recuerdo de una parte de esta actividad. De ah

    que muchas descripciones de un pasado comn no coincidan y que ningu

    no sea realmente exacto. Dado que ahora se han separado, ninguno de ellos

    puede reproducir todo el contenido del antiguo pensamiento. Si, ahora, dos

    de estos grupos entran de nuevo en contacto, lo que les falta precisamente

    para comprenderse, llevarse bien y confirmar mutuamente los recuerdos de

    aquel pasado en comn, es la facultad para olvidar las barreras que les sepa

    ran en la actualidad. Un malentendido pesa sobre ellos, como sobre dos

    hombres que se encuentran y, como suele decirse, ya no hablan el mismo

    idiom a. Respecto al hecho de que guardam os el recuerdo de impresiones que

    ninguno de nuestros compaeros de entonces poda conocer, no constituye

    tam poc o un a prueb a de que nuestra m em oria pued e ser suficiente y no siem

    pre necesita apoyarse en la de los dems. Supongamos que en el momento

    en que nos fuimos de viaje con una sociedad de amigos, nos encontrsemos

    en un momento de profunda preocupacin, que ellos ignoraban: absortos

    ante u na idea o un sentim iento, tod o lo que nos sorprenda ver u or lo rela

    cionbamos con ello: alimentbamos nuestro pensamiento secreto con todo

    aquello que percibamos y poda estar relacionado co n l. Tod o suceda c om o

    si no hubiramos dejado al grupo de seres humanos ms o menos alejado al

    que nos vinculaban nuestras reflexiones; incorporbamos todos los elemen

    tos del nuevo en tor no qu e po dan asimilarse a ellos; a este ento rno , conside

    rado en s mismo y desde el punto de vista de nuestros compaeros, nos

    vinculbamos a travs de la parte ms dbil de nosotros mismos. Si pensa

    mos,

    ms tarde, en ese viaje, no podemos decir que nos situaremos desde el

    pu nt o de vista de quienes lo hicieron con nosotros. A ellos mism os, slo los

    recordaremos en la medida en que sus personas formaban parte de nuestras

    preocupaciones. As es como al entrar por primera vez en una habitacin al

    caer la noche, vimos las paredes, los muebles y todos los objetos sumidos en

    la penumbra; aquellas formas fantsticas o misteriosas siguen en nuestra

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    35/191

    36

    Memoria

    colectiva

    y m emoria individual

    memoria como el marco apenas real del sentimiento de inquietud, sorpresa

    o tristeza que nos acompaaba en el m om en to en que llamaban nuestra aten

    cin. Para recordarlo no bastara con que visemos la habitacin a la luz del

    da: tendramos que pensar a la vez en nuestra tristeza, nuestra sorpresa o

    nuestra inquietud. Era sta nuestra reaccin personal ante estas cosas lo que

    ta nt o las transfiguraba para nosotros? S, pu ed e ser, pero n o debem os olvidar

    que nuestros sentimientos y pensamientos ms ntimos se originan en entor

    nos y circunstancias sociales definidos, y qu e el efecto de con traste proceda,

    sobre tod o, de lo que buscbamos e n estos objetos: no lo qu e vean aquellos

    a quie nes les resultaban familiares, sino lo q ue se asociaba a las preocup acio

    nes de otros hombres cuyo pensamiento se aplicaba por primera vez a esta

    habitacin con nosotros.

    Sobre la posibilidad de una memoria estrictamente individual

    Si este anlisis es exacto, el resultado al que nos conduce tal vez per

    mita responder a la objecin ms seria y, de hecho, ms natural a la que

    nos exponemos cuando afirmamos que uno slo recuerda a condicin de

    situarse en el p u n to de vista de un o o varios grup os y volver a colocarse en

    un a o varias corrientes de pens am iento colectivo.

    Nos admitirn quiz que muchos recuerdos reaparecen porque los

    dem s nos los recuerdan; nos adm itirn incluso qu e, cuando estos hom bres

    no estn fsicamente presentes, podemos hablar de memoria colectiva cuan

    do evocamos un hecho que ocupaba un lugar en la vida de nuestro grupo

    y que hemo s planteado o planteamo s ahora en el m om en to en que lo recor

    damos, desde el punto de vista de este grupo. Tenemos todo el derecho a

    pedir que se nos reconozca este segundo p u nt o, ya que esta actitud m ental

    slo es posible en un hombre que forma o ha formado parte de una socie

    dad y porque, al menos, a distancia, todava experimenta su impulso. Basta

    con que para poder pensar en un objeto tengam os qu e estar inm ersos en el

    contexto de un grupo, para que la condicin de este pensamiento sea evi

    dentemente la existencia del grupo. Por este motivo, cuando un hombre

    vuelve a casa sin que le acompae nadie, sin duda durante un tiempo ha

    estado solo, segn el lenguaje comn. Pero slo lo ha estado en aparien

    cia, ya q ue incluso en este intervalo, sus pen sam ientos y sus actos se expli-

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    36/191

    Sobrelaposibilidad de una mem oria estrictamente individual

    3 7

    can por su naturaleza de ser social y porque en ningn momento ha deja

    do de estar encerrado en alguna sociedad. La dificultad no radica ah.

    Pero acaso no hay recuerdos que reaparecen sin que sea posible rela

    cionarlos de ningn modo con un grupo, porque nosotros hemos percibi

    do el hecho que reproducen cuando estbamos solos, no en apariencia,

    sino solos en la realidad, y cuya imagen no se sita en el pensamiento de

    ningn grupo de hombres, y el cual recordaremos s i tundonos en un

    punto de vista que slo puede ser el nuestro? Aunque los hechos de este

    tipo se produzcan muy pocas veces, incluso slo ocasionalmente, bastara

    con que pudiramos demostrar algunos para establecer que la memoria

    colectiva no explica todos nuestros recuerdos, y, quizs, que no explica por

    s sola la evocacin de cualquier recuerdo. Al fin y al cabo, nada demues

    tra que todas las nociones e imgenes tomadas de los medios sociales de

    los que formamos parte , que intervienen en la memoria, no cubran a

    modo de pantalla el recuerdo individual, incluso en el caso en que no lo

    percibamos en absoluto. Todo se reduce a saber si dicho recuerdo puede

    existir, si es concebible. El hecho de que se haya producido, aunque sea

    una sola vez, bastara para demostrar que nada se opone a que intervenga

    en todos los casos. Entonces, en la base de todo recuerdo, estara el recuer

    do de un estado de conciencia puramente individual, que (para distin

    guirlo de las percepciones donde entran tantos elementos del pensamiento

    social) podramos denominar

    intuicin sensible.

    Charles Blondel explicaba que experimentamos cierta inquietud

    cuando vemos cmo desaparece del recuerdo, o casi, cualquier reflejo de

    esta

    intuicin

    sensible

    que no es, sin du da, toda la percepcin , sino que es,

    evidentemente, el prembulo indispensable y la condicin

    sine qua non...

    Para que no confundamos la recomposicin de nuestro propio pasado con

    la que podemos hacer del de nuestro vecino, para que este pasado empri

    ca, lgica y socialmente posible nos parezca que se identifica con nuestro

    pasado real, es necesario que en algunas partes al menos sea algo ms que

    una reconstruccin realizada con materiales copiados

    (Revuephilosophique,

    1926,

    p. 296). Dsir Roustan, por su parte, escriba: Si usted se limita

    se a decir: cuando creemos evocar el pasado, hay un 99 % de reconstruc

    cin , y un 1 % de verda dera evocacin. Este 1 % r estan te, qu e se resistira

    a su explicacin, bastara pa ra volver a plantear to do el pr ob lem a de la con

    servacin del recuerdo. Ahora bien, puede evitarse este 1 %?.

  • 8/11/2019 Halbwachs - La Memoria Colectiva

    37/191

    38

    Memoria

    colectiva

    y mem oria individual

    1. Recuerdos de la infancia

    Resulta difcil encontrar recuerdos que nos trasladen a un momento

    en que nuestras sensaciones no eran ms que el reflejo de objetos externos,

    en que no mezclbamos ninguna de las imgenes, ninguno de los pensa

    mientos que nos vinculaban con los h