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La Memoria del Azúcar: Potencialidades de los ingenios como Patrimonio Cultural de Morelos. no de los fenómenos más interesantes que tuvieron lugar, tras el arribo de Cristobal Colón al hoy continente Americano, fue el intenso intercambio de especies vegetales y animales entre los europeos y lo que ellos consideraron como un Nuevo Mundo. El te- rritorio que finalmente conocemos como México, fue uno de los lugares centrales en ese flujo de especies, sobre todo vegetales, gracias a la gran variedad biológica que sus tierras albergaban. Durante la época colonial ( siglos XVI-XIX) los envíos de plantas en una y otra dirección se convierten en una práctica cotidiana, enriqueciendo enormemente la agricultura, la economía e inclu- so la gastronomía de ambos continentes. De las tierras recién conquistadas, partían productos como el jitomate, el chile, el maíz, o el aguacate, mientras que de los puertos españoles se enviaban otros como el trigo, la vid, el olivo o los cítricos, entre otros. Se pretendía adaptar los cultivos a las nuevas condiciones bioclimáticas para así poder disponer de ellos de forma perma- nente, tanto para su consumo como para su comercio. En algunos casos los intentos fueron fallidos ya que las plantas no consiguieron adaptarse, o lo hicieron con dificultades. Sin embar- go en otros casos, los cultivos encontraron en su nuevo destino unas condiciones incluso más favorables para su desarrollo, llegan- do a insertarse en los nuevos escenarios ecológicos de una manera muy exitosa. Buen ejemplo de ello es el caso de la caña de azúcar, que a su llegada a México encontró en estados como Veracruz, Jalisco, Morelos, Oaxaca, San Luis Potosí, Chiapas y Tamaulipas, las condiciones climáticas, el agua y los suelos ideales para su cre- cimiento y desarrollo. Desde entonces la caña ha ocupado un lugar central en la agricul- tura, la economía, la política y muchos otros aspectos de varios es- tados del país, y muy especialmente de Morelos. En la actualidad numerosos elementos dan buena muestra de ello, desde el propio paisaje agrícola, hasta las redes de riego que suministran agua a las tierras de cultivo. Pero sin duda los ingenios azucareros que se reparten por toda la geografía morelense, son los testigos materia- les que mejor representan la historia cañera del estado. A pesar de ello, la mayoría se encuentran abandonados y en estado ruinoso, o dedicados a usos poco adecuados, sin que la administración com- petente haya tomado cartas en el asunto. U Mtro. José Francisco Ruiz Ruiz Proyecto, Etnografía de las Regiones Indígenas de México al Inicio del Milenio, INAH Universidad de Sevilla Delegación de Cultura de Granada [email protected] Breve historia de la caña: la planta viajera. A lo largo de la historia, la caña azucarera ha sido un cultivo fundamental para numerosos grupos culturales del planeta, con un alto valor como alimento básico de la dieta, y como mercan- cía de comercio altamente demandada por las zonas no produc- toras. Conocida científicamente como Saccharum officinarum L., la caña de azúcar es una gramínea tropical, un pasto gigante emparentado con el maíz, en cuyo tallo se forma y acumula un jugo rico en sacarosa que al ser extraído y cristalizado se convierte en azúcar, produciendo además melazas, alcoholes y otros derivados. Su origen parece situarse en el continente asiático, especial- mente el norte de la India. De allí, y gracias a la expansión islámica por todo el Mediterráneo, la caña llega a la Península Ibérica en el siglo IX, donde encuentra en los climas cálidos del sur las condiciones climáticas, hidráulicas y edafológicas propi- cias para su desarrollo. Granada, Málaga y la costa levantina se convirtieron en zonas cañeras durante siglos. Desde España, la caña llega a América en los primeros viajes de Cristóbal Colón. En un primer momento, la caña se cultiva en el Caribe, desde donde pocos años más tarde se expande a las regiones que después serían los países de Brasil, México, Co- lombia o Guatemala. Poco a poco, el azúcar se fue instaurando como un producto de primera necesidad, tanto para la alimen- tación de colonos y nativos, como para el comercio y abasteci- miento de Europa. Dentro del territorio mexicano algunos estados fueron más pro- líficos que otros para el cultivo de la caña. Morelos, debido al clima cálido y húmedo de sus tierras calientes, y a la existencia de agua en abundancia procedente de la lluvia y de los cau- ces naturales que descienden de sus elevaciones circundantes, pronto se convirtió en una de las regiones en las que la caña cobraría un papel esencial, tanto en el ámbito agrícola, como en el económico, el social o el político. Los ingenios azucareros de Morelos. La caña de azúcar se cultiva de forma intensiva por primera vez en lo que hoy es Morelos en el año 1530, cuando Antonio Serrano de Cardona establece varios cañaverales vinculados al Ingenio de Axomulco, cerca de Cuernavaca. Algunos años más tarde, Hernán Cortés funda el Ingenio de Tlaltenango, el tercero de la Nueva España. Algo después, en 1581, se funda el Ingenio El Hospital, en Oaxtepec, con una notable capacidad de pro- ducción de azúcar. A estos le seguirán una oleada de ingenios como los de Calderón, Santa Clara, Coahuixtla, Chicocomelo, Pantitlán, Coatepec, Atlihuayán, San Pedro Mártir, San Ignacio y Tenango, Chinameca, y muchos más que se construyeron a medida que la caña se convertía en el cultivo central de las ha- ciendas. Según Valentín López González, a finales del s. XVII llegaron a existir unos 30 ingenios hidráulicos repartidos por todo el territorio. El azúcar se había convertido en un negocio muy lucrativo y las tierras calientes de Morelos eran capaces de sustentar altas cotas de producción de caña. Vista general. Ingenio Coahuixtla. José Francisco Ruiz Ruiz 30 de Octubre de 2011

La Memoria del Azúcar: Potencialidades de los ingenios

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Page 1: La Memoria del Azúcar: Potencialidades de los ingenios

La Memoria del Azúcar: Potencialidades de los ingenios como Patrimonio Cultural

de Morelos. no de los fenómenos más interesantes que tuvieron lugar, tras el arribo de Cristobal Colón al hoy continente Americano, fue el intenso intercambio de especies vegetales y animales entre los europeos y lo que ellos consideraron como un Nuevo Mundo. El te-rritorio que finalmente conocemos como México, fue uno de los lugares centrales en ese flujo de especies, sobre todo vegetales, gracias a la gran variedad biológica que sus tierras albergaban.

Durante la época colonial ( siglos XVI-XIX) los envíos de plantas en una y otra dirección se convierten en una práctica cotidiana, enriqueciendo enormemente la agricultura, la economía e inclu-so la gastronomía de ambos continentes. De las tierras recién conquistadas, partían productos como el jitomate, el chile, el maíz, o el aguacate, mientras que de los puertos españoles se enviaban otros como el trigo, la vid, el olivo o los cítricos, entre otros. Se pretendía adaptar los cultivos a las nuevas condiciones bioclimáticas para así poder disponer de ellos de forma perma-nente, tanto para su consumo como para su comercio.

En algunos casos los intentos fueron fallidos ya que las plantas no consiguieron adaptarse, o lo hicieron con dificultades. Sin embar-go en otros casos, los cultivos encontraron en su nuevo destino unas condiciones incluso más favorables para su desarrollo, llegan-do a insertarse en los nuevos escenarios ecológicos de una manera muy exitosa. Buen ejemplo de ello es el caso de la caña de azúcar, que a su llegada a México encontró en estados como Veracruz, Jalisco, Morelos, Oaxaca, San Luis Potosí, Chiapas y Tamaulipas, las condiciones climáticas, el agua y los suelos ideales para su cre-cimiento y desarrollo.

Desde entonces la caña ha ocupado un lugar central en la agricul-tura, la economía, la política y muchos otros aspectos de varios es-tados del país, y muy especialmente de Morelos. En la actualidad numerosos elementos dan buena muestra de ello, desde el propio paisaje agrícola, hasta las redes de riego que suministran agua a las tierras de cultivo. Pero sin duda los ingenios azucareros que se reparten por toda la geografía morelense, son los testigos materia-les que mejor representan la historia cañera del estado. A pesar de ello, la mayoría se encuentran abandonados y en estado ruinoso, o dedicados a usos poco adecuados, sin que la administración com-petente haya tomado cartas en el asunto.

U

Mtro. José Francisco Ruiz RuizProyecto, Etnografía de las Regiones Indígenas de México al Inicio del Milenio, INAH

Universidad de SevillaDelegación de Cultura de [email protected]

Breve historia de la caña: la planta viajera. A lo largo de la historia, la caña azucarera ha sido un cultivo fundamental para numerosos grupos culturales del planeta, con un alto valor como alimento básico de la dieta, y como mercan-cía de comercio altamente demandada por las zonas no produc-toras. Conocida científicamente como Saccharum officinarum L., la caña de azúcar es una gramínea tropical, un pasto gigante emparentado con el maíz, en cuyo tallo se forma y acumula un jugo rico en sacarosa que al ser extraído y cristalizado se convierte en azúcar, produciendo además melazas, alcoholes y otros derivados.

Su origen parece situarse en el continente asiático, especial-mente el norte de la India. De allí, y gracias a la expansión islámica por todo el Mediterráneo, la caña llega a la Península Ibérica en el siglo IX, donde encuentra en los climas cálidos del sur las condiciones climáticas, hidráulicas y edafológicas propi-cias para su desarrollo. Granada, Málaga y la costa levantina se convirtieron en zonas cañeras durante siglos.

Desde España, la caña llega a América en los primeros viajes de Cristóbal Colón. En un primer momento, la caña se cultiva en el Caribe, desde donde pocos años más tarde se expande a las regiones que después serían los países de Brasil, México, Co-lombia o Guatemala. Poco a poco, el azúcar se fue instaurando como un producto de primera necesidad, tanto para la alimen-tación de colonos y nativos, como para el comercio y abasteci-miento de Europa.

Dentro del territorio mexicano algunos estados fueron más pro-líficos que otros para el cultivo de la caña. Morelos, debido al clima cálido y húmedo de sus tierras calientes, y a la existencia de agua en abundancia procedente de la lluvia y de los cau-ces naturales que descienden de sus elevaciones circundantes, pronto se convirtió en una de las regiones en las que la caña cobraría un papel esencial, tanto en el ámbito agrícola, como en el económico, el social o el político.

Los ingenios azucareros de Morelos. La caña de azúcar se cultiva de forma intensiva por primera vez en lo que hoy es Morelos en el año 1530, cuando Antonio Serrano de Cardona establece varios cañaverales vinculados al Ingenio de Axomulco, cerca de Cuernavaca. Algunos años más tarde, Hernán Cortés funda el Ingenio de Tlaltenango, el tercero de la Nueva España. Algo después, en 1581, se funda el Ingenio El Hospital, en Oaxtepec, con una notable capacidad de pro-ducción de azúcar. A estos le seguirán una oleada de ingenios como los de Calderón, Santa Clara, Coahuixtla, Chicocomelo, Pantitlán, Coatepec, Atlihuayán, San Pedro Mártir, San Ignacio y Tenango, Chinameca, y muchos más que se construyeron a medida que la caña se convertía en el cultivo central de las ha-ciendas. Según Valentín López González, a finales del s. XVII llegaron a existir unos 30 ingenios hidráulicos repartidos por todo el territorio. El azúcar se había convertido en un negocio muy lucrativo y las tierras calientes de Morelos eran capaces de sustentar altas cotas de producción de caña.

Vista general. Ingenio Coahuixtla.José Francisco Ruiz Ruiz30 de Octubre de 2011

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Sin embargo, a partir de 1630 y hasta 1730 una bajada del pre-cio del azúcar, junto a otros factores como la propia compe-tencia entre los productores, hacen entrar en crisis el mercado del azúcar, y muchos ingenios abandonan su actividad. Hacia finales de siglo los precios comienzan a recuperarse, conocien-do a lo largo del s. XIX un periodo dorado en el que la produc-ción llega a máximos históricos que lo sitúan como el primer productor de azúcar del país; la máquina a vapor comienza a instalarse como fuente de energía en algunos ingenios. Durante el periodo revolucionario, la mayoría de los ingenios pararon su producción, muchos fueron quemados o destruidos, mientras que algunos fueron puestos en marcha temporalmente por el ejército revolucionario para el servicio de las comunidades. Con los gobiernos posrevolucionarios algunos ingenios reanudan su actividad, recibiendo apoyos de la administración que intenta devolver al mercado azucarero el esplendor de épocas pasadas.

En la actualidad la producción azucarera en Morelos ha dismi-nuido considerablemente con respecto a la que tuvo a final del siglo XIX; de hecho, la superficie cañera actual es la tercera par-te de la que se cultivaba antes de la revolución. La actual pro-ducción se lleva a cabo por unos pocos ingenios, entre los que cabe mencionar el Emiliano Zapata de Zacatepec, y el Casasano La Abeja de Cuautla.

Como resultado de este proceso histórico, actualmente existe una gran cantidad de ingenios azucareros repartidos por la geo-grafía morelense que ya no se dedican a la producción de azú-car. Una parte de ellos han pasado a manos privadas, vinculados a los edificios residenciales de las haciendas y convirtiéndose en hoteles o lugares de celebración de eventos; otros son dedica-dos a distintos usos, desde lugar de realización de actividades comunitarias, hasta campo de entrenamiento de las fuerzas del orden público, o escenario de producciones cinematográficas. Los enormes edificios industriales, así como los amplios terre-nos que forman parte de sus parcelas, hacen que los ingenios sean lugares muy versátiles y atractivos para todo tipo de usos, aunque algunos de ellos no sean todo lo dignos que un inmue-ble de tal importancia histórica y patrimonial merecería.

Los ingenios y el Patrimonio Industrial: los olvidados de la legis-lación patrimonial mexicana. Los ingenios azucareros de Morelos son poseedores de una se-rie de valores que los convierten en una parte importante del Patrimonio Cultural de Morelos y de México.

Por un lado son los testigos materiales de buena parte de la historia agrícola, económica y política de Morelos. Por otro, los ingenios constituyen inmuebles con una dimensión monumen-tal evidente, que se materializa en una arquitectura industrial que posee un lenguaje propio, y una forma especial de usar y entender el espacio con un fin esencialmente funcional, pero no por ello exento de gran belleza. Finalmente, los ingenios tam-bién son poseedores de un valor social digno de consideración, ya que para las comunidades de tradición azucarera, el ingenio forma parte sustancial de su memoria colectiva y de su pasado y presente agrícola. Primero como icono del poder de los hacen-dados, después como motivo de la sublevación campesina y la lucha por la Tierra y la Libertad, y ahora como centro productor de uno de los productos básicos en la economía morelense. En cualquier caso, los ingenios ocupan un lugar destacado como referentes sociales de los habitantes de las zonas media y baja de Morelos.

A pesar de ello, lo cierto es que los ingenios, posrevolucionarios y el Patrimonio Industrial en general, no tienen cabida dentro de la legislación vigente en materia de patrimonio en México. La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísti-cos e Históricos de 1972, reformada después en varias ocasio-nes, presta especial interés a cuestiones de tipo arqueológico, monumental o artístico, las cuales poseen mayor peso dentro del concepto tradicional de Patrimonio Cultural.

Por ello parece necesaria una revisión del concepto y de la le-gislación patrimonial de México, que dé cabida a todos esos patrimonios “emergentes” como el industrial o el inmaterial, que están ampliando considerablemente los límites que lo que tra-dicionalmente se ha entendido como Patrimonio Cultural. Mu-chos países ya han adaptado sus legislaciones a los nuevos es-cenarios patrimoniales, y cuentan con mecanismos legales para garantizar su salvaguarda.

A modo de ejemplo: los ingenios de Granada (España).En el año 2007 se aprobó en la Comunidad Autónoma de An-dalucía una nueva ley de Patrimonio Histórico, que sustituyó la que estaba vigente desde 1991. Esta nueva legislación, cons-ciente de la importancia del Patrimonio Industrial, estableció la figura jurídica del Lugar de Interés Industrial, que permite pro-teger espacios industriales de altos valores patrimoniales, evi-tando así su destrucción y su uso inadecuado, y fomentando su revitalización y puesta en valor.Gracias a esta nueva figura patrimonial ha sido posible proteger valiosos elementos industriales de la provincia de Granada, que al igual que el estado de Morelos, posee abundantes ingenios azucareros, fruto de su histórica dedicación a la caña y a la

Chimenea del Ingenio de Coahuixtla.José Francisco Ruiz Ruiz30 de Octubre de 2011

Arcos interiores. Ingenio Coahuixtla.José Francisco Ruiz Ruiz30 de Octubre de 2011

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Conmemoran a difuntas y no honran a las vivas: las mujeres zapatistas Erick Alvarado Tenorio

onstanza Reyes García (1900-2011), mujer Morelense, originaria de Tepalcingo, Morelos, se casó con Víctor Neri Cortés, capitán de caballería del ejército Libertador del sur de Emiliano Zapata.

Tenía 13 años de edad cuando se la llevaron los Zapatistas que entraron al pueblo de Tepalcingo, Morelos; sólo recuerda que unos hombres bajaron de sus caballos, la cargaron a ella y a otras mujeres y se las robaron. Entre lágrimas y gritos alcanzó a ver un pueblo lleno de tierra que se quedaba atrás - comenta triste.

En los primeros años de su cautiverio convivió con María de la Luz y Ma-ría de Jesús Neri en la ciudad de Cuautla, hermanas de su raptor, quien fuera ascendido a general zapatista. Constanza al igual que sus “cuñadas” resintió la persecución de los gobiernos enemigos del Zapatismo. Se ape-nó al enterarse que los federales habían atacado a su pueblo natal por considerarlo bastión zapatista.

Con Neri -el hombre que se la robó- vivió muchos años, tantos que ya no los recuerda, “Fueron muchos”, dice con voz apagada.-¿lo llegó a querer? – se le pregunta ingenuamente. -“Aunque no quisiera…él me tenía a fuerzas, no fue por mi gusto que estuviera ahí… con él me entregaron y no, no más a mí, sino a otras mu-chachas…”Con sus 111 años de vida, Constanza solía sentarse a la entrada del cuar-to donde dormía, en ese mismo pueblo donde un día fue sacada por la fuerza.

En la cabeza un paliacate y su piel que se extiende por todo el cuerpo lle-no de surcos, sus pies no la sostienen, la artritis le ha atrofiado las manos, pero de sus ojos no salen lágrimas cuando recuerda el pasado.

La madrugada de este jueves 29 de Noviembre del presente año dejó de existir la Señora Constanza Reyes García Cada que lleva consigo parte de nuestra historia como entidad, en particular, la de las mujeres del zapa-tismo.

En la memoria popular fue considerada la mujer más representativa de aquél histórico pasaje de la revolución sureña, fue miembro distinguido por el Instituto Herederos de la Revolución del Sur y de la fundación Za-pata de los Herederos de la Revolución A.C

En entrevista, Edgar Zapata, bisnieto de Emiliano Zapata, comentó: “-las viudas de revolucionarios zapatistas, ya muertos, viven en pobreza ex-trema, marginadas por sus familias, por los gobiernos y olvidadas en los festejos del Centenario de la Revolución.-“

Su contabilidad es de 25 viudas, Mujeres que muy jóvenes, casi niñas, fueron robadas y entregadas a los jefes revolucionarios ya entrados en años. Ellas sobreviven de alguna manera en nueve localidades del estado de Morelos marginadas por sus familias, el gobierno y olvidadas en los festejos.

Edgar Zapata: “no es posible conmemorar a difuntos y no honrar a los vi-vos”, refiriendo a las mujeres cuyos cuerpos ya poco se sostienen.

C

Puntualiza el artículo 8 del Plan de Ayala que dio sustento a la lucha de Emiliano Zapata donde se habla de las propiedades de los hacendados y su venta, cuyo dinero se destinaría a pagar “pensiones de viudas y huérfa-nos de las víctimas que sucumban en la lucha…”

Sin embargo, el dinero que hoy en día reciben esas viudas “es una mi-seria” y pide al gobierno federal “asegurar sus últimos días con una vida digna”, dice el bisnieto que dirige la Fundación Zapata Herederos de la Revolución.

Hoy sobreviven 25 Viudas oficialmente reconocidos por la SEDENA, re-ciben poco – el gobierno del Estado les da 500 pesos al mes- y viven sin silla de ruedas y sin la promesa de tener de forma gratuita una tumba en el panteón de su pueblo.

Bibliografía Trailer documental “sobrevivientes de la revolución del sur”.- dirección Gerardo Álvarez Investigación especial.-entrevista con Edgar C. ZapataJon Guido Bertelli: “Constanza Reyes García” (fotografía)

remolacha. El caso más sobresaliente es el ingenio Azucarera del Guadalfeo del municipio de Salobreña, que estaba a punto de ser demolido cuando la Delegación de Cultura de Granada actuó para protegerlo y evitar su pérdida. Actualmente está en espera de ser recuperado con fines museísticos para el disfrute de la ciudadanía. Como este caso, existen otros muchos que se encuentran en proceso de declaración.

El ejemplo visto no pretende más que ilustrar cómo en otros países la administración comienza a hacerse eco de la impor-tancia del Patrimonio Industrial, consiguiendo que perviva una parte importante de la historia económica y tecnológica de los pueblos y ciudades. En Morelos, los ingenios azucareros deman-dan que los poderes públicos tomen las medidas oportunas para evitar su abandono y su progresiva destrucción. Se trata de los testigos materiales de una parte central de la historia del estado, sin la cual no sería posible entender el presente.

Bibliografía:Lima Paúl, Gabriela (2010) “Patrimonio Cultural Regional: Es-tudio comparativo sobre la legislación protectora en las 32 en-tidades federativas mexicanas”. En Derecho y Cultura, nº 10 (marzo-agosto 2010). Instituto Investigaciones Jurídicas. UNAM. México.Crespo, Horacio (1988) Historia del azúcar en México. Fondo de Cultura Económica. México D.F.López González, Valentín (1994) Historia General del estado de Morelos. Antecedentes y formación del estado de Morelos. Cuernavaca, Centro de Estudios Históricos y Sociales de More-los. Tomo I.

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497 domingo 11 de diciembre de 2011

Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos

Consejo Editorial Eduardo Corona Martínez Norberto González Crespo Luis Miguel Morayta Mendoza Raúl Francisco González Quezada Israel Lazcarro Salgado

Coordinación editorial de este número: Luis Miguel Morayta Mendoza Coordinación de producción: Karina Morales Loza

Diseño y formación: Joanna Morayta Konieczna

El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores

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