Upload
others
View
2
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
La Testa Borracha
Vari os autores
Dirección editorial:
Mario Eduardo Ángeles.
Asistente de dirección:
Jaqueline Estrada.
Portada: Fotogramas del video en vivo de “La Teporo-
cha” (Los Rucos de la Terraza/Favela Records).
Contraportada: Fotograma del video oficial “I’m OK” de Little
Big.
Textos:
Varios autores.
La Testadura, una literatura de paso.
www.issuu.com/latestadura
Www.latestadura.wordpress.com
México. Enero, 2020.
Síguenos por
Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus
autores. La Testadura, una literatura de paso, hecha para
olvidarse en los lugares públicos o salas de espera.
ÍNDICE
PRÓLOGO 7
CRÓNICA DE UNA ENTREVISTA FALLIDA Por Los Rucos de la Terraza p. 9
LA BORRACHERÍA NUNCA CIERRA Por Doroteo Chango p. 13
IRAPUTO… IRAPUATO Por Guillermo Lara p. 18
EL JOSÉ JOSÉ DEL SANBORNS O NO HAY
NOCHE QUE SE CALIENTE SOLA Por Augusto Sebastián García Ramírez p. 23
LA PERSONA
CON LA QUE SIEMPRE PELEO Por Deseret Villa p. 28
- MONÓLOGO CON EL AMIGO IMAGINARIO
EL MÁS BORRACHO DE TODOS ELLOS Por Mario Eduardo Ángeles p. 33
LEJOS DE CASA Por Paulina Romero Barrientos p. 38
PEDA DONDE NADA SE OYE
(TRIBUTO PENDEJO A UN GRAN POETA) Por David Cruz p. 41
La Testadura, una literatura de paso
7
PRÓLOGO
Hola, bienvenidos sean. Apréstense a vislumbrar
unas bellas lecciones no a seguir. Venimos trayéndole
desde los más bizarros momentos de una banda de
rock hasta una bella señorita poetisa. Y como no…
bellezas etílicas, monstruos de letras apenas digeri-
bles.
Sin embargo, la lucha se le hace, porque ni semos
pros ni nos interesa ser bellos. Nos encanta escribir y
nos urge más beber. Pero no por eso decae en impor-
tancia lo que en sus manos posee.
Varios son los años en que este proyecto se ha
desarrollado. La Testa, y es dura. Años en los cuales
han sucedido todo tipo de cosas. Desde niños que na-
cen hasta adultos que mueren. Mas los necios segui-
mos queriendo dar a conocer ciertos pensamientos.
Desarrollamos lo que se dice un síndrome de escritu-
ra… porque no hay otra cosa que hacer, a veces. Y la
bebida nos brinda esa facilidad a nuestros dedos.
Porque el escribir no es fácil y menos cuando se
es borracho. Conectar el vomitadero mental con la mo-
vilidad de la mano, conjugarlo, emparejarlo, unirlo y
que sea de fácil lectura… y además que suene bonito.
De que hay gente la hay, pero no venimos a eso.
Música, súbele, botella nunca vacía siempre llena.
Cigarros. Laberintos.
Esto es una lectura punk. Hay escritores que por
desgracias viven y hay los cuales escriben desgracias.
El toro del chupe tómalo por los cuellos de la bo-
La Testa Borracha
8
tella. La desgracia de la belleza del orgasmo. El sínto-
ma del sin tomar, la cruda del día. Sin puntos, sin co-
mas.
La plenitud de la embriaguez.
MARLON ALBORES COLÍN
La Testadura, una literatura de paso
9
CRÓNICA DE UNA ENTREVISTA FALLIDA Por Los Rucos de la Terraza
(Hace unos años, Los Rucos de la Terraza compar-
timos la crónica de una entrevista que nunca llegó a
realizarse. Hoy volvemos a compartirla como testimo-
nio de nuestra horrible trayectoria en el subterráneo
musical. No incluye vaselina).
Eran las 4:30 de la tarde del 25 de noviembre.
Los Rucos de la Terraza nos dirigíamos al hotel Nueva
Galicia, ubicado en una de las zonas más sórdidas de
Guadalajara, cerca de la Calzada Independencia, donde
abundan los bares y bules de mala muerte. Seríamos
entrevistados por Reyna, para una revista on line. Des-
de hace tiempo Los Rucos de la Terraza hemos recurri-
do a los medios independientes de internet, pues la
prensa escrita y la radio comercial han decidido man-
darnos a la verga de manera rotunda.
Ese día dos de los integrantes de Los Rucos falta-
mos al trabajo para acudir a la entrevista. Llegamos
vestidos de civil a las inmediaciones del hotel y nos es-
tacionamos frente a unas bodegas abandonadas. El
hotel estaba rodeado de patrullas de la Policía Federal
y bajo la mirada de un montón de cuicos comenzamos
con la rutina de siempre: quitarse la ropa, pintarse de
puta, vestirse de mujer, pintarse de payaso... "hoy le
pedí esta falda a mi mamá" dijo el bajista. El vestuario
olía a puerco y sangre... todo dentro de la normalidad.
Los vestidos de mujer te permiten sentir la brisa en los
güevos, el pito también se siente más libre. Nos sentía-
La Testa Borracha
10
mos en casa.
Cruzamos la acera para dirigirnos al lobby del ho-
tel y los chiflidos no se hicieron esperar. De un camión
nos aventaros dos pesos y nos gritaron "¡mamacitas!".
Los cuicos murmuraban. Alguien dijo "yo sí le daba a la
barbona". El olor a camarón invadía el ambiente.
En el lobby del hotel esperamos más de una hora.
Los clientes nos miraban con sorpresa y subían al ele-
vador cagándose de la risa. Algunas señoras movían la
cabeza de lado a lado, mostrándose inconformes con
nuestra presencia, "pinches payasos" dijo una de ellas.
Los cuicos entraban y salían del hotel a mirarnos: nos
habíamos convertido en atracción de zoológico. Todo lo
soportamos mientras nos tomábamos una cagüama
clandestinamente. Entonces, los güevos del vocalista
dejaron una marca de sudor en el sillón y nos dimos
cuenta que ya era tarde.
Por fin llegó una mujer. Pensamos que era la re-
portera, escondimos la cagüama y nos incorporamos
para decir obscenidades, pero antes de que pudiéra-
mos mencionar algo nos dijo
-"¿Ustedes son Los Rucos?, dijo Reyna que ya les
había avisado que la entrevista se cambiaría de fe-
cha..."
-"Reyna nos avisó más que pura verga", contesta-
mos cortésmente. Nos levantamos molestos y salimos
del hotel con cara de pendejos: nos habían dejado ves-
tidas y alborotadas.
Nueva rechifla al cruzar la acera, nuevos gritos,
miradas de cuicos. Dos policías se frotaban el pito
mientras pasábamos. La brisa fría en los güevos calaba
más que nunca y nos dimos cuenta que las erecciones
son difíciles de disimular cuando se trae falda. Nos des-
vestimos en la calle mientras una mujer nos observaba
desde el comedor del hotel. Subimos al coche aún con
La Testadura, una literatura de paso
11
maquillaje en el rostro y alguien dijo "ni la maquilla-
da...", a lo que el puto del bajista contestó "así es la vi-
da del payaso, esto no es cosa de un día". Parecía un
profeta de la postmodernidad... aunque lo cierto es que
andaba marigüano.
La nueva cita para la entrevista se acordó una se-
mana después a la misma hora. Llegamos 15 minutos
tarde. Nuevamente habíamos faltado al trabajo para
acudir a la entrevista. Ahora nos estacionamos frente a
una construcción donde trabajaban un putero de alba-
ñiles; los miramos desde abajo, estaban a contraluz
entre las varillas y el concreto. Sabíamos que nos grita-
rían chingaderas.
Esta vez nos vestimos más rápido: misma rutina,
mismo vestuario. Tuvimos la misma sensación de fres-
cura en los tanates, nuestro escroto había sido nueva-
mente liberado y el sudor de los güevos comenzó a eva-
porarse rápidamente. En eso, unos veinte albañiles nos
gritaron desde las alturas. Uno de ellos simuló mastur-
bar a una varilla y el vocalista le mandó besos con la
gracia de un puto niño teletón.
Entre los gritos de la gente cruzamos la acera y el
pendejo del vocalista seguía mandándole besos a los
albañiles. Llevábamos medio litro de pulque para em-
pedarnos en el hotel sin hacer placa. Otra vez las patru-
llas de la Policía Federal, otra vez los cuicos murmuran-
do, otra vez los pendejos del lobby, otra vez los pinches
clientes, otra vez los güevos dejando una marca de su-
dor en el plástico de los sillones. Habían pasado 45 mi-
nutos y llegó la misma mujer de la ocasión anterior. No
dijimos nada. Nos miró con vergüenza y dijo con tono
de lástima "...que dijo Reyna que ella ya les había avi-
sado que siempre no se iba a hacer la entrevista...".
Nadie mencionó media palabra, pero todos pensamos
lo mismo "...pinche pendeja". Nos levantamos en silen-
La Testa Borracha
12
cio y le dimos las gracias a los empleados del hotel.
Reyna no nos dijo nada. Ni siquiera preguntamos
la razón de la negativa a entrevistarnos. Ya nos había
sucedido con anterioridad que los medios independien-
tes que se jactan de difundir las propuestas del un-
derground tapatío se reserven el derecho de admisión.
Las radios por internet y las revistas en línea están ad-
quiriendo un patrón cada vez más elitista y mocho. Son
varios los espacios alternativos que no quieren involu-
crarse con Los Rucos de la Terraza. Decenas de entre-
vistas canceladas en los últimos seis meses.
Finalmente salimos del hotel y vestidos de putas
decidimos recorrer el barrio. Saludamos a los albañiles
y les enseñamos las nalgas (peludas y largas), nos to-
mamos fotos con unos lavacoches que se atizaban un
churrote en la calle, fuimos acosados sexualmente por
un bolero bien cachondo que no dejaba de agarrarse el
bulto y entramos a un bar de mala muerte porque afue-
ra había un letrero que decía "se solicitan meseras". En
cuanto entramos el dueño del congal nos dijo
"¡bienvenidas puchachas!". En el transcurso de la tarde
nos abrasaron un chingo de borrachos, gritamos las
canciones de la rocola, bailamos en un tubo improvisa-
do y auténticas putas aplaudían nuestras mamadas.
Una señora desbordante con vestido rabón nos
dijo mientras nos servía las últimas cervezas "no estén
tristes ni melancólicos muchachos... el problema se
llama juventud". Pensamos que era una gran filósofa,
pero lo cierto es que ya andábamos bien pedos. Sali-
mos de ahí cuando ya había anochecido, seguros de
que esa era la verdadera escena subterránea y no ma-
madas de pinches revistas on line de mierda.
La Testadura, una literatura de paso
13
LA BORRACHERÍA NUNCA CIERRA Por Doroteo Chango
Las mejores borracheras ocurren los días menos
pensados. ¿O habría que llamarles las peores? Es sólo
un segundo, una pequeña decisión que llega habitual-
mente cuando el sol va cayendo, después de un día
multiforme, poliédrico, fulminante; una predisposición -
paradójicamente, tan similar a la ebriedad- que inunda
al ingenuo sobrio exultante quien, por fin, vive un día a
plenitud y no puede asimilarlo sin derrumbarse trágica-
mente. Buenas noticias, secretos imposibles que son
revelados, último día, lluvia torrencial, pierdes todo, va-
nitas, honestidad brutal, traición, deseo, aventuras. Por
fin sales de la puta monotonía y del grisáceo balbuceo
vicioso, y no se te ocurre mejor idea que tomar algo,
que brindar, que hacerte pequeño para entrar en esas
puertecillas, encogerte en una especie de preludio del
big bang, de falsa implosión que va buscando apagar la
llama viva con alcohol. Y ya sabemos lo que sigue: es lo
que buscamos, es lo que se anhela, lo que no se nom-
bra y se dice así, bestialmente.
Me fui a Bolivia solo, sin vacunas, hastiado de la
ciudad, dando trompicones en cada parada que iba ha-
ciendo: por la llanura, subiendo hacia las montañas, y
también trepado en ellas. Llegar al Salar era una meta,
un cielo, el limbo, mi limbo donde olvidar todos los días
que había vivido, ignorar a los demás turistas, escribir
en mi libreta, limpiarme en las alturas de la pasta base
de Salta, de la mala merca de Córdoba y del olor im-
La Testa Borracha
14
pregnado de los burdeles del barrio de Flores. Sí, claro.
Ese desierto blanco que parece interminable me llevó
al baile con las minas más peligrosas, a puro presente,
la dopa y su prima la serotonina, pasado y futuro uni-
dos en mis pupilas, arrastrándose mientras yo me
arrastro y dejo que el sol me queme la cara y el viento
me parta los labios, sin saber cómo pero seguro de es-
cuchar una melodía que parece que tarareo con mi an-
dar. Un japonés que no habla con nadie es mi espejo,
mi única certeza de ser yo, que bien podría ser él. Vuel-
vo al pueblo serenamente excitado, sin realmente resu-
mir nada dentro mío, ni sacar conclusiones de nada, se
puede decir que, sin pensar, dando pasos tranquilos
pero sin parar de moverme. Consigo un cuarto, armo
un par de churros para llevar, y salgo a caminar. En el
paseo parto y despierto mi cuerpo de la gran noche del
alma, me arranco toda la envoltura y dejo que el alma
respire y los ojos luceros cosechen la luz. Un cierto tono
del atardecer, una esquina, un recuerdo o premonición
salidos de la nada me empujan, y pregunto ¿dónde se
puede tomar chicha?
Bronco, Los Tigres del Norte, me dicen, Don Vicen-
te Fernández. Pequeñas mesas y sillas de madera, muy
juntas, con apenas espacio entre ellas para caminar,
parecen imanes atraídos entre sí. Detrás de la barra,
un chico delgado, amanerado, de cara limpia y abierta
me sirve una bebida caliente sabor canela, que no pa-
rece ser demasiado fuerte pues todos apuran sus vasos
y se sirven más enseguida. Inmediatamente después
de sentarme ya tengo tres acompañantes en la mesa
bebiendo conmigo, unos hablan de música mexicana,
otros de futbolistas, uno grita, el otro me mira fijamen-
te; todos se interrumpen entre sí para acaparar mi
atención y decir salud. El adolescente mira de reojo to-
da la escena, con sonrisa de Mona Lisa. Si quieres, te lo
La Testadura, una literatura de paso
15
puedes llevar allá atrás, donde está el mingitorio, junto
al establo, allí se lo atraviesa el que quiere. Nada como
el sonido de un manazo en plena cara, y el gran charco
en el lugar para orinar. Ellos con cemento salpicado en
sus botas y pantalones, yo con mi morral y mi libreta.
Yo les invito de mis cigarros sin filtro, y salimos a bus-
car. ¿Buscar qué? Buscar más.
El remolino sigue y se lleva todo dentro de sí, un
karaoke medio vacío en el que buscamos los ochentas
mexicanos, Siempre en Domingo, cervezas, monedas,
ceniza, escaleras imposibles de subir, baños regados
de mierda y orín, gritos, tambaleos, cervezas, Control
Machete; todo en un set de Lynch, con el karaoke pro-
yectado en una pared que se cae a pedazos, biombos
negros y vaho. Pienso que en la borrachera simplemen-
te se acentúa el automatismo cavernoso que guía cie-
gamente a la humanidad en cada paso, cada acción,
en cada aleteo sordo. La de por sí nula maniobra de la
razón, absurdo invento, en las mal llamadas decisiones
que nos impulsan al vacío. Es solamente ser un poco
más sinceros, no buscar más ilación que la que la gra-
vedad te muestra, de bruces, cuando caes sin meter las
manos y se te levanta al cuero, un poco irónicamente,
mostrando lo que hay debajo: la carne viva. Por eso, no
es extraño ver que, así como dos borrachos nos abraza-
mos, cantamos, brindamos y nos hablamos verdades
intentando mirarnos a los ojos, también de repente,
sales a la calle, sientes el frío, cruzas la calle a lo kami-
kaze, y sin siquiera reparar en el otro, pues ya lo olvi-
daste, caminas chuequito, repelido o atraído de, o ha-
cia quién sabe qué. Ahora estoy solo, y tengo cigarros, y
el encendedor, y mi morral aún cuelga de mi cuello,
pero alguien me toma del brazo y entramos a un pe-
queño tugurio que tiene un barra alta, de mosaicos azu-
les, chiquitos, cuadrados, muy azules, y no sé qué bebo
La Testa Borracha
16
ni qué digo, probablemente no diga nada y apenas me
sostenga sin caerme, y alguien apaga el foco rojo del
fondo, pues ya estamos sentados varios alrededor de
una mesa de mármol, sobre sillones guindas aterciope-
lados, esto no puede ser más Twin Peaks, ah, pero en
Bolivia, en Uyuni, donde me vine a sanar y salar. To-
mando una bebida negra, alguien habla de una discote-
que, y yo pienso que esto es un sueño, no puedo mover-
me del sillón que parece tragarme, engullirme perezo-
so en una oscuridad que da vueltas y vueltas. Pero
cuando el foco se prende, estoy sintiendo el frío en las
pestañas, andando hacía una pequeña caseta blanca,
arrastrando los pies, con un vaso en la mano y el churro
en la oreja. Las señoras se ríen de mí, me dan el segun-
do pollo con papas -pues el primero se me cayó-, y a
duras penas logro comer, como bailando, igual que los
cómicos del cine mudo de principios del siglo XX, y lo-
gro tener un atisbo de consciencia cuando las escucho
reírse, y cómo me miran, muchacho, y se miran entre
ellas antes de reír de nuevo. Me subo a un taxi, de mila-
gro puedo hablar, aunque no es necesario, él sabe a
dónde voy.
En medio de la ebriedad, igual que cuando comes
hongos y después de dolerte el estómago y sentirte
mal, empiezas a bostezar de pronto la lucidez llega, yo
encontré mi epifanía sentado en una sala, mirando la
TV, o más bien mirando a una señora mayor tejer mi-
rando la TV, mientras esperaba cuarto. No sé cuánto
tiempo pasó, pero me vi, ilando mi propio filme, en la
escena trascendental, momento Shakespeare, en que
la claridad llega a tiempo, o tarde -que es lo mismo-, y
ves en retrospectiva no sólo la noche entera, tus tum-
bos, tus meadas, la pendiente por la que corren, sino
toda tu vida, todo el story board hasta llegar aquí, sen-
tado borracho a más no poder, en paces con el sinsen-
La Testadura, una literatura de paso
17
tido. Me levanto, y sin decir nada, me voy. Afuera el taxi
espera. Todas las telenovelas de ustedes las hemos
visto acá.
La Testa Borracha
18
IRAPUTO… IRAPUATO Por Guillermo Lara
Esa noche bebimos lo necesario para tocar la
puerta del inconsciente que siempre deja un resquicio
entre lo real y onírico. La plática se tornó tan profunda
que terminó siendo sepultada, mientras la mímica de
lo absurdo bailaba entre el homoerotismo y compla-
cencia. Recuerdo la música a un nivel donde mis pen-
samientos eran gotas de agua sobre rescoldos y mi
emoción... Mi emoción ligada a tu prematura calvicie, a
esa cara que “debrayaba” entre “un niño con barba o
un niño con violencia de omisión”. Admito que la ima-
gen del niño violentado, fue reflejo de mi propio infante
perdido y lo amé desde que ambos nos miramos de
frente y nos encontramos en la melancolía de camina-
tas por desolados andurriales que abrazan con más
tranquilidad que el seno familiar.
¡Claro que nos besamos!
¡Así! en tu etílico parecías tan frágil, tus ojos pasa-
ban más tiempo cerrados y cuando lograban mirarme,
una estrella fugaz aparecía en tu fulgor ocular que me
obligue a pedir un deseo: Yo deseaba una felicidad
cómplice, que permitiera el devenir de sensaciones físi-
cas y al regresar a nuestros hogares fuéramos tan nor-
males, como justo antes de sabernos y otorgar un pri-
mer beso. A nada de caer en tu letargo, te pedí que no
me dejaras solo en lo que restaba de oscuridad, me
recostaste sobre tu pecho a escasos minutos de tu co-
razón, el sicalíptico baile entre tus dedos y mis risos no
La Testadura, una literatura de paso
19
se hizo esperar, así, Yo sobre tu pecho y ambos sobre
el sofá, la música sobre el silencio, la oscuridad sobre
la ciudad y en algún tiempo alguien teniendo un prolon-
gado orgasmo o una Banshee, saciada de dolor em-
prendiendo el vuelo de regreso a casa. Ya me habías
repetido varias veces que seguirías ahí, conmigo, su-
pongo que por eso me aproximé más, rocé tu mejilla,
acicalé tu ceja izquierda y te moví un poco… No respira-
bas y de no ser por mí serías una estadística de
“muerte de peda” respiraste y tu boca exhaló un torren-
te violento de concupiscente vapor etílico, que me lan-
zó a la vieja esquina donde laboraban mis bajas pasio-
nes.
Y te besé!
Te besé otra vez
Quizás una tercera vez
Agité tu cuerpo para activarlo, mi grado de pende-
jez supuso que si tú mismo te enredaste en mi pelo y
me aproximaste a tu pecho ¡existía la intención! Mi ho-
nestidad hoy me sigue cobrando la factura. Morfeo te
regresó a tu casita de interés social donde la música
era tan densa que bien pude darle el golpe, me miraste
y nuevamente tus dedos se enredaron en mi pelo mien-
tras tu mano siniestra me abrazaba, entonces “yo creí
en algo” y mencioné “el beso” y la pesadez de la músi-
ca cayó al piso como lluvia ácida. Quiero escribir que tu
mirada se tornó confusa y violenta, pero no, no lo men-
cionaré, no por hoy y jamás en voz alta o sobrio; porque
la sobriedad es femenina, susceptible e irónicamente
volátil. ¿Cómo saber si yo hice mal? Si tú eres quien
me aproximó a ti mientras girábamos en un tornado de
96° Justo ahí, nos entendimos a un nivel donde somos
cirrosis en potencia, y eso nos otorga el universal dere-
cho a ser tragicómicamente felices y miserablemente
dichosos a voluntad.
La Testa Borracha
20
Al amanecer la familiaridad brotó, simple y ligera
como la moral de la abuela que buscó diversos hom-
bres, para no “conflictuar” paternidades entre sus ocho
hijos, nuestros padres hermanos y solo por eso tú y yo
seguimos siendo primos. La sangre aunque húmeda y
viscosa traiciona como Dios mismo y ni una, ni Él otro
curan la resaca moral… Por mucho que lo implores.
Según mi acta de naci-
miento yo nací el siglo pa-
sado en la ciudad de Que-
rétaro.
Según mi Padre ese día él
tenía guardia en la 17 zo-
na Militar. Según mi ma-
dre nací durante una hela-
da. Según el diario de
Querétaro ese día murió
gente por la nevada que
cayó en el estado.
Según mi terapeuta soy un guerrero, Según mi
psiquiatra soy trastorno limite
Según yo ando viviendo mi segunda adolescencia,
pero aún tengo inmadurez suficiente como para una
tercera o cuarta.
Me llamo Guillermo Lara y a pesar de mi adultez
sollozo en la oscuridad del cine, en el heroísmo de los
monitos de pixar, en la intimidad del baño, en lo dra-
mático del cielo cuando parece que Dios pinto el atar-
decer a mano o también en la adultez de sentirme tris-
te solo porque la felicidad implica menos análisis y
más énfasis.
La Testadura, una literatura de paso
21
Mario “Tonayan”
La Testa Borracha
22
Chayito Despachadora en “El Tenampa”
La Testadura, una literatura de paso
23
EL JOSÉ JOSÉ DEL SANBORNS O NO HAY
NOCHE QUE SE CALIENTE SOLA Por Augusto Sebastián García Ramírez
Llegué al Sanborns. Para calentar el cuerpo. El
cuerpo y alma. Porque no hay noche que se caliente
sola. Llegué. Diez de la noche. Ya había otro cliente. Y
la mesera y el barman. Un lugar pequeño. Del tamaño
de dos casas de interés social. Que no por ser peque-
ñas son las casas de ensueño. Al contrario. Casas de
tan pequeñas que no hay la menor privacidad. Casas
que sin pegar la oreja escuchas las conversaciones ve-
cinas. Luego entonces esas casas no son hogares. La
privacidad es parte de lo que hace de la casa un hogar.
Casas muy pequeñas. O un poco más grande. El bar de
diez por diez si mis cálculos matemáticos y la observa-
ción no me mienten. 14 mesas para dos. 12 mesas pa-
ra cuatro. Les decía; solo un cliente. Miércoles. Mitad
de semana. Ya sonaba el José José de ese lugar. Solo
toca puras baladas del príncipe de la canción. La mese-
ra y el barman me dirigieron una sonrisa. Igual les co-
rrespondí. Somos amigos o eso creo que somos. Lo
cierto es que soy cliente frecuente sin tener tarjeta así
tal cual. Este sitio lo conocí gracias al maestro de
maestros universitario José Luis Ruiz. El master. Incura-
ble frecuentador de este lugar.
Qué triste fue decirnos adiós
cuando nos adorábamos más
La Testa Borracha
24
hasta la golondrina emigró
Presagiando el final...
No otras. Llegué. E inmediatamente cantando.
Cantando el tema que catapultó a la fama al Príncipe
de la Canción.
No saben que pensando en tu amor
He podido ayudarme a vivir...
Nada más de entrar a la tienda cante esa balada
de Roberto Cantoral que ya cantaba y tocaban al piano
en el bar del Sanborns. Ese tema que marco la transi-
ción del Rock and Roll a la balada.
Tema con letra bastante profunda. Pues quien no
ha sufrido una pérdida amorosa. Había solo un cliente,
y porque soy curioso, más bien metiche les comento
que era de pelos hirsutos y con una extraviada expre-
sión llena de soledad y de tristeza. Porque hay que olvi-
dar las penas. Miércoles. Mitad de semana. Un cliente
con su pinta de mendigo de amor. Y en cuanto me sen-
té llegó la mesera. Mi amiga. O eso creo. Y me sonrió. Y
le agradecí de igual manera. Lo mismo de siempre,
preguntó. Así es, le contesté. Como siempre, sin hielo.
Como siempre. Contesté agregándole una sonrisa. Ya
nos conocemos. Sin hielo porque no fuera a enfermar-
me de la garganta.
Se retiró. En la mesa ya había dejado los cacahua-
tes. La misma cantidad de siempre...
Al Triste le siguió “El amar y el querer”, “vamos a
darnos tiempo”, “He renunciado a ti”, “ Almohada”, “y
quien puede ser”, “lo que no fue, no será”, “la nave del
olvido”, “Lo pasado pasado”, “si me dejas ahora”,
“quiero perderme contigo”...
Canciones que a uno persiguen. A cada una de
La Testadura, una literatura de paso
25
esas canciones su respectiva cuba sorbo a sorbo. Mi
respectiva bebida. Vestigio de esperanza. Para matar el
dolor. Esculpiendo ese dolor maldito de recordarla
siempre. Con mucha paciencia. Soy un tipo tranquilo.
Con bienestar y paz. Paz y bienestar. Habana blanco
con refresco de toronja. Me gusta mucho el ron cubano.
Me gusta el ron. Qué le voy a hacer? Y cada canción y
cada bebida la interpretación de este narrador románti-
co incurable.
Y me dio la una de la mañana. La hora exacta. Me
levanté. Ya había pagado y dejado propina. No son
exactamente precios populares. Y dirigí la vista a la me-
sera y al barman. Y me contestaron con una sonrisa.
Esa sonrisa de agradecimiento. Esa sonrisa de amis-
tad. O al menos eso creo yo. Ojalá y así sea. Salí. No sin
antes voltear y ver al de pelo hirsuto y ojos extraviados
que cantaba con un tono desapasionado de quien can-
ta por enésima vez como enfermo de un mal incurable.
Pero su aspecto no era solo exterior. Sin lugar a dudas
en algún lugar de su cerebro y de sus venas parecían
abrirse las compuertas del odio. Anegando su interior
con aquel veneno espeso sin lugar a dudas. Salí. Noche
bien cerrada y había refrescado. No había nadie alrede-
dor. Por allá, muy por allá un carro, otro por allá, otro
más allá. Jueves de mañana. Poco después de la una
de la mañana. Aborde la camioneta Lobo Luxury cinco
o diez minutos después de la una de la mañana cuan-
do la noche se abre y las luces del Boulevard Bernardo
Quintana dibujan el sendero hacia el Fiesta Charra del
Mercado de Abastos. Escuchaba un cd de José José,
original por supuesto. Debo admitirlo mi vida está más
cerca de las teiboleras que del confesionario. Agarré
con ese destino. Soy así, así nací y así me moriré. Soy
así. Así nací y así me moriré. Es que uno nace con cier-
tas disposiciones. No otro. Muy tranquilo. Muy bohe-
La Testa Borracha
26
mio. Escuchando al príncipe. El mismísimo Príncipe de
la Canción. Ese de la voz única, privilegiada, de otra cla-
se. Esa voz que estaba llamada a triunfar en la Scala
de Milán. Ese intérprete de talento, vicios, amor, exce-
sos que convergían en esa voz fuerte y melancólica.
Ese príncipe cuyo papá fue tenor y su madre concertis-
ta de piano. Porque con la música se pueden expresar
y sacar lo que con las palabras no se pueden. José José
era tormenta en la camioneta. Ese José José que a más
de uno empalagó. Ese que nos enseñó la diferencia en-
tre el amar y el querer. La diferencia entre el que ha
vivido y el que quiere vivir de tanto ir y venir rodando.
Cantando a todo pulmón salúdamela mucho, si es ver-
dad... Te voy a ser sincero viejo amigo la odié con toda
el alma y ella no lo valía sólo fue miopía...
Pero les decía que cualquier otro agarra y da vuel-
ta en Universidad con rumbo a las gordas llamadas
pomposamente sexoservidoras. Las mujeres del Fiesta
Charra son de mejor ver, olor y agarrar que las de Av.
Universidad.
Pero les decía que tomé rumbo al Fiesta Charra,
previa visita al Sanborns, y los autos parecían a cada
instante solitarios, presurosos y distantes. Me parecían.
Ya andaba cerca del teibol. Detrás venía un carro patru-
lla de la policía. Quién sabe cuándo apareció. Así nada
más de pronto. No vivimos en un país seguro, en una
ciudad segura, en unas casas seguras, en ambientes
seguros. Y no podemos acostumbrarnos a que así sea.
Venía como alma que lleva el diablo. Vuelto madres.
Estatal alcance a leer. Luego otra. Otra y otra. Cuatro
patrullas que pasaron velozmente por mi lado. Supon-
go estatales las otras. De la primera no me quedó du-
da. Era policía estatal.
En el Fiesta ya me esperaba Yamile con sus inta-
chables credenciales de una juventud flamante y una
La Testadura, una literatura de paso
27
belleza centrípeta que a menudo eclipsa los atributos
de sus demás compañeras. O al menos eso creo yo.
Yamile domina el arte oriental de expresarse a través
de miradas y sonrisas.
Yamile es la de siempre. Yamile es mi locura. Ca-
da hombre tiene su locura, pero la mayor locura de to-
dos, a mi parecer, es no tener ninguna, escribió Nikos
Kazantzakis.
Yamile porqué me enseñaste el cielo.
Pase usted, me dijeron en la puerta. La mesa de
siempre, me preguntaron al unísono los caballeros de
la puerta mientras me sonreían. Caballeros altotes con
largo pelo teñido de café, con ese aire de los jóvenes
de que nada les importa mucho. El jefe de ellos me ex-
tendió la mano. Nos abrazamos. Somos amigos. Este
es mi amigo que parece personaje de Rulfo. De temer-
se si está enojado por algún cabrón que no trae para
solventar el consumo, apacible frente a la adversidad.
A Yamile le doy trato de reina. No otro. Yamile y
su roce despacioso que hacen olvidar que en este mun-
do hay penas. Yamile y su baile privado encima de mí.
Yamile bailando por diez privados. Iluminados por una
pálida luz. Yamile siempre agradecida por comprarle
diez privados continuos. Más los cinco de la mesa co-
mún. Porque para tener éxito en el amor, uno debe dar
a esta clase de mujeres trato de reinas. Y no otro.
Pero primero pasé al Sanborns para calentar el
cuerpo y alma porque no hay noche que se caliente so-
la.
La Testa Borracha
28
LA PERSONA
CON LA QUE SIEMPRE PELEO Por Deseret Villa
Bueno, para comenzar su nombre es Hemla, tiene
los años que tiene y es una persona que ve la vida co-
mo una basura y además lo acepta, y en lugar de pe-
lear contra eso, termina dándole poca importancia.
Ese día llegó de clases y estuvo pensando en las
personas que le rodean y entre esas personas recordó
algunas de ellas que son de la escuela:
-Gael. Él y ella pelean porque le trata como si fue-
ra una niña, pero después ella recordó que él le trata
como una hermana pequeña realmente, puesto que
crecieron juntos.
-Pao. Ella y ella realmente no pelean, sin embar-
go, lo han llegado hacer en alguna ocasión.
-¿Pam? ¡Ni en sus sueños! ellas nunca han discu-
tido sobre nada y por el contrario, se han llevado bas-
tante bien. Ella es una persona con la que se compren-
de realmente.
-May. Ellas han llegado a pelear pero de manera
burlona. Realmente la única ocasión que ella recuerda
haber tenido una pelea como tal, fue un día que le per-
dió un sacapuntas y a los pocos minutos volvieron a ser
amigas.
-Su novio. Tiene una buena relación con él y no es
común que lleguen a pelear o a tener algún momento
tenso.
Así que después de analizar todo esto, llegó a la
La Testadura, una literatura de paso
29
conclusión de que no pelea con la gente. No hay perso-
nas que le generen desagrado de manera física o por
su timbre de voz, no hay nadie que genere en sí las ga-
nas de dañarlo, rasguñarlo, jalarle el pelo o regurgitar-
le.
Pero hay una persona con la que se da cuenta
que desprecia mucho, que le dan ganas de golpearle la
cabeza contra la pared, que la ve al espejo con ganas
de decirle: ¡TE DETESTO! ¡ERES UN PEDAZO DE ESES!,
¡DEJA DE ACTUAR COMO SI NO TE IMPORTACE NADA
DE LO QUE HACES! EN SERIO, ¡YA MÁTATE!, ¡NADA VA-
LE LA PENA POR EL HECHO DE SER TÚ!, ¡MALDICIÓN!
En ese momento su mente se aclaró y al fin en-
contró a la persona con la que siempre pelea, con la
que siempre tiene desacuerdos y que odia con todo su
corazón… ELLA MISMA.
Y aquí es donde comienza esta historia.
Hemla es una persona detestable, tiene voz de
idiota, su manera de caminar es estúpida; su forma
retorcida y rara de ser no es normal. Tiene inseguridad
y una manía por hacer dramas sin intención de hacer-
los realmente. Tiene unos gustos muy jodidos y una for-
ma de ser que, al momento de expresarse, la hacen
parecer como una maldita retrasada.
Sus formas tan lamentables de tratar a su fami-
lia, amigos y personas que le llegan ayudar con temas
personales.
Por otra parte, las relaciones (pareja) ¡están jodi-
das! Ella es capaz de conformarse con cualquier perso-
na (independientemente del género de esta).
Ella es creyente del wiccanismo. Es nacida de una
familia mormona ¡sí! De esa gente que va a tu casa a
tocar para tratar de salvar tu alma y que no saben res-
La Testa Borracha
30
petar las ideas de los demás. Ellos creen que un tal Jo-
sé Smith encontró unas piedras mágicas que traducen
la biblia y está bien, lo respeto.
También pertenece a una familia llena de gente
hipócrita y egoísta que dice no serlo, cuando en el fon-
do ella sabe que no es así. Y habla de todos incluida
ella.
Esta muchacha tiene una adicción tremenda al
ARIZONA, ya que como la bebida misma lo dice es
“altamente adictiva” y no es broma. Ella tiene una co-
lección de 22 latas vacías de estas bebidas.
A ella también le gustaría dejar de comer al 100%
carnes. Esta idea parte, no tanto por volverse una per-
sona vegetariana, sino por el hecho de pensar en la po-
ca higiene que conlleva el consumir carne.
Por otra parte, usa maquillaje debido a que luce
como un maldito desecho de perro en Chernóbil. Toda
su apariencia física la odia y ¿Qué odia aún más? Su
madre diciendo: “yo te dije que te cuidaras y que no
comieras tantas porquerías por que ibas a engordar y
te valió madres”, cuando la realidad es que el cuerpo
de ella misma le importa un carajo.
A ella le da igual su cuerpo, tener o no senos. Te-
ner o no una cintura de avispa como la que los maldi-
tos medios de comunicación quieren que tengas y me-
ten en sus estúpidas y despreciables cabecitas. Tener
el “culo ideal” y duro como de roca, todo eso a ella le
importa un carajo. Así que solo le sigue la corriente a
su madre para que no terminen discutiendo, porque si
ella le contará lo que realmente siente, ella le diría. –
deja de decir pendejadas, ¿quieres? - es por eso que
ella no puede expresarse con su propia madre (otro de-
talle por el cual la odia).
La chica ya no es tan insegura por no tener la
aprobación de los demás ya que por un momento fue
La Testadura, una literatura de paso
31
lo único que buscó, pero ahora le importa un comino.
Lo que ahora ella busca es su propia aprobación,
la cual no logra conseguir por nada del maldito mundo.
Siempre trata de ver buenas cosas de ella para des-
pués terminar llorando a las 3 am escuchando música
alternativa, mientras seca sus lágrimas con su gata (la
cual, junto con su perra, piensa que son lo más valioso
de su casa). En el transcurso de la madrugada, ella
también recuerda que cuando tenía 6 años, vio cómo
su amigo era humillado y como los demás se burlaban
únicamente para lograr atraer la atención de una niña
que le gustaba.
También, se dio cuenta que su vida era una basu-
ra al igual que su familia (por ser unos hipócritas),
mientras ella vomitaba a las 5 am. Se dio cuenta como
ella generaba tanto drama y sentía frustración porque
no sabía cómo controlarlo.
Era domingo 10 de noviembre y ella se encontra-
ba escuchando:
Oh Ana – Mother Mother
Devil town – Cavetown
Wires – The neighbourdhood
Body – Mother Mother
Así, escuchando esas canciones ella se daba
cuenta que la describían a la perfección. Hablan de:
una ciudad que está jodida y en ella viven personas con
problemas y una persona de todas ellas, es la más jodi-
da. También habla de una persona que es atada por
unos cables debido a que desea expresar libremente
sus ideas. Y por último, una sobre una persona que
odia su cuerpo, no porque su cuerpo no se vea lindo,
sino porque simplemente se siente incómoda en ese
cuerpo y lo odia con todas sus fuerzas.
No hay respuestas que le complazcan, no hay días
La Testa Borracha
32
soleados para ella, no hay palabras aún que pueda sen-
tir y, en sus pocas esperanzas, esperará algún día po-
der perdonarse.
Deseret Villa, 14 años
La Testadura, una literatura de paso
33
MONÓLOGO CON EL AMIGO IMAGINARIO
EL MÁS BORRACHO DE TODOS ELLOS Por Mario Eduardo Ángeles
¡Salud, paisano! Je,je, ¡Qué andas haciendo? yo
acabo de salir de esta cantina si así se le puede llamar
a este cuchitril, ya me voy a mi casa, se acabó la fiesta,
al menos que la quieras seguir, yo ya no tengo dinero,
pero si tú pagas el cotorreo nos la seguimos; bueno,
está bien, ya que insistes aquí tengo un guardadito; ya
sabes también como son esas viejas locas de allá
adentro, todo te lo quieren quitar, por eso yo me lo
guardo acá; aunque me lo quería gastar con mi doñita,
mañana, domingo, pero no le aunque, ya se la peló,
nos lo pisteamos juntos, ni modo que qué, na’más no
te me encimes tanto, no vayan a decir que somos jotos
y a mí, que primero me comprueben lo contrario, ¿o
cómo va la cosa?, algo así, ¿no?; creo que me torcí soli-
to, ja, ja, ja; aste pa´llá que nos vamos a caer y todo el
callejón está lleno de meados, y para acabarla de chin-
gar, todos ajenos, ninguno mío, o de lo contrario, hasta
yo solito me echaba un clavado; ‘ntons, ¿a dónde va-
mos? ¿cuál congal crees que esté abierto a estas ho-
ras?... Entonces pa’llá le caminamos, na’más apúrele,
antes de que se nos baje la peda y nos salga más cara.
Aquí entre nos, de compitas se lo digo, usted me cae
re’bien, se ve macizote, en cambio yo, míreme, todo
flaco, soy un guiñapo andando, ya no camino, floto, pe-
ro también soy a toda ley, jeje, no me vaya a salir usted
quesque soy a toda ley, pero la “ley del monte”, ja, ja,
La Testa Borracha
34
ja, no, tan indio no soy, ojalá y lo fuera, esos indios sí
que son ley; yo soy urbano, no, no me llamo así, digo
que soy de la urbe, soy de estos arrabales, una cucara-
cha de ciudad, respiro aire contaminado con plomo,
bebo agua con pesticidas, le debo a Elektra; hago días
de campo con la familia en la alameda central, y eso
es cuando celebramos algo, cuando no, cualquier jar-
dín público es bueno; desayuno diario una buena dosis
de amargura; en el trabajo, me dedico a hacer mante-
nimiento de morales destruidas, es decir, soy coach de
alcohólicos anónimos; sí, así es; usted se ha de pregun-
tar como es que una persona que al caminar rebota
más que una maldición dicha a la gente fufurufa, o lo
que es lo mismo, rebota más que una pelotita de pin-
ball, a la que mientras toque algo hasta puntos le dan,
pero cuando ya no hay nada de donde agarrarse pier-
de, y se cae de hocico, y se rompe toda su mamacita
querida; bueno, pues la noticia es que sí, de eso traba-
jo, “los padrinos” me dan un varo por subirles la moral
a sus ahijados; nada que dos o tres mentas no puedan
hacer, digo, eso de hablarles de cerca siempre puede
ser un problema, por el aliento, pero si las mentas no lo
resuelven, ni modo, se llamaba “ahijado” jejeje; nunca
me han cachado, no los padrinos, pero sí ya he perdido
a varios ahijados.
Bueno compa, aquí te quedas, ya llegamos a mi
casa y aquí no puedes entrar porque está mi señora y
no sé qué mañas tengas; disculpa, fue un error de
cálculo, yo sé que íbamos a otro congal, pero con la
charla, tan amena, me desvié y ni pedo, ahí te debo las
putas para otra ocasión; ten, te doy para una charanda
de aquí de la esquina y ahí muere, ya no te quiero ver.
Cuando iba llegando a casa, por una extraña ra-
zón, caminé hacia la esquina y, bien obediente, pedí la
charanda.
La Testadura, una literatura de paso
35
ENTRE FRIJOLES Y ROMPOPE
UNA TRISTE HISTORIA DE AMOR Por Mario Eduardo Ángeles
Dos o tres tragos a la licorera y ya puedo empezar
a escribir algo, nada interesante, eso es un hecho, todo
directo a la papelera de reciclaje; licorera y media des-
pués, las palabras parecen organizarse a mi favor, flu-
yen, pero tengo que apurarme; después de un litro y un
cuarto, la imágenes dejan de tener forma y aparecen
distorsionadas en la pantalla; y sí se les ve por ahí, pa-
seándose de incógnito, entre líneas, pero si se les des-
cubre, echan a correr confundiéndose entre otros peda-
zos de imágenes, entre sombras o sobras y retazos, no
importa, lo que importa es que lleguen a confundir al
lector y pues no, eso yo lo veo muy mal, la verdad; así
que mientras escriba con relativa claridad, escribo; pe-
ro no les puedo negar que ha habido ocasiones en que
ya llevo dos litros de alcohol y sigo de necio, escupien-
do palabras sin ton ni son, es más, qué digo escupien-
do, vomitando pedazos de sujetos revueltos con predi-
cados de trozos incompletos. Y toda esa asquerosidad
queda regada por la pantalla de la computadora; un
verbo por aquí, un objeto directo por allá, pisándole la
cabeza a un circunstancial de algo por allá; viene mez-
clado el chocolate con el mezcal, los frijoles con la ge-
latina, la sal con el azúcar, los garambullos con el baca-
lao y las quesadillas con el rompope; el “anda pues”
con el “corro de prisa”, el “amorcito mío” con el “ni lo
intentes, que yo soy así”, el “ya me jodió” con el “como
La Testa Borracha
36
tú digas” y el “¿y si terminamos?” con el “ni madres, yo
soy la que te dejo cabrón”.
UN WHISKY EN BLANCO Por Mario Eduardo Ángeles
Me voy dando cuenta que cada vez me sirvo más
llenos los vasos de whisky, siempre me pasa; al princi-
pio empiezo con cantidades que apenas me permiten
remojarme los labios y termino sirviéndome los vasos
llenos; como quiera, eso es bueno, no soy de los que se
lamentan por su alcoholismo, no le tienen vergüenza a
la realidad, no a mi propia realidad.
El alcohol es un ser solidario siempre que tengo
un gran dolor, una gran pena, siempre que hay algo
que celebrar, algo que festejar o simplemente porque
me da la gana y me quiero poner a pensar o a escribir,
yo sé que no necesito estar alcoholizado para eso, pero
lo prefiero, y tal vez no pienso ni escribo mejor, tampo-
co peor; es más, ni talento tengo; eso en sí mismo ya
es un buen pretexto para ponerme ebrio.
Muchas veces voy caminando por entre la página,
dando tumbos de orilla a orilla, de margen a margen,
sin decir nada, solo hablando solo, pero sin decir nada.
Así mi vida, recorriendo las calles de la ciudad en blan-
co, de esquina a esquina, de cuadra a cuadra, de direc-
ción a dirección; salpicándolas de incoherencias, escri-
biendo imaginaciones mías, imaginaciones que no tie-
nen fondo ni forma, y que se niegan a hablar por sí so-
las, si solo son una hoja en blanco, eso dicen, eso ale-
gan; yo las oigo, será la magia del whisky, será que por
La Testadura, una literatura de paso
37
eso las oigo, por el whisky; en fin, creo que otra vez ya
estoy muy ebrio.
Soy una persona que escribe solo pa-
ra no olvidar, me gusta perder el
tiempo haciendo cosas insulsas e in-
sensatas; soy un ebrio incontrolable,
drogo con mesura y sincero por pen-
dejo. Con grandes ideas echadas a la
basura, el autoestima sin pilas, con
un cerebro que se exacerba a la pri-
mera provocación, difícil de contener
y maleducado por gusto propio.
Soy de hábil pensamiento, majadero de voz, bravucón de
sentimientos y con tendencias suicidas; de acciones insos-
pechadas, con escasos proyectos a futuro; soy una persona
sin fe, y con esperanza en las cosas poco comunes. Tengo el
ego desperdiciado, echado a perder y falto de fuerza...
La Testa Borracha
38
LEJOS DE CASA Por Paulina Romero Barrientos
I
Se disuelve entre notas el concierto
de Aranjuez y traduzco experiencias
fluctuantes en un vino tinto que hasta
hace unos instantes era ajeno a mis
papilas gustativas, en un pueblo olvidado
de Dios donde no conocen mi idioma,
hortensia quebrada con lumbre cubierta
que no sabía morir en el pregón ausente,
era yo en el camino del impávido tiempo
en que te quise y fui hasta el meridiano,
tú no estás y yo me siento en medio
de un planeta que no es mío, aquí
la oscuridad no embriaga y sus cantos,
poemas descalabrados en versos
escasos, he bebido ya tres copas,
lo único que queda claro de este
sitio es que con la mano izquierda
se bebe y con la derecha se saluda.
II
Nombre de apóstol con onomástico
nunca celebrado mientras vivas
en altamar y yo espere en el muelle,
La Testadura, una literatura de paso
39
una Sagres me acompaña, dos, tres
las que sean necesarias para igualar
la cantidad de agua que los mares
resguardan cuando tu barca se pierde,
son botellas demasiado pequeñas, una
no es suficiente, menos en la víspera
de San Pedro cuando el pueblo está
de fiesta y yo sola en la freguesía de
madrugada, cerveza blanca, cuerpo
medio, ligera, su amargor agradable
a mi boca, los grados de alcohol no
importan cuando el cielo y el mar
se confunden al despuntar los primeros
rayos del Sol, es lo único hermoso
sin la efímera vida de la metrópoli.
III
Aguardiente fundido en el café de olla,
hervido en los inviernos de mi pueblo,
se extraña la tierra, el jarrito de barro
donde se evapora el cielo a medio
nublado y Dios me habla sin mesura,
pareciera el mejor de mis amigos,
me miro y estoy muy lejos, es culpa
tuya, no conozco a nadie, no hay
alguien que intérprete mis sentidos,
la política, el gobierno, la iglesia,
tu figura frágil, tu calle y la escuálida
puerta de tu casa que nadie abre,
tengo días que no hablo con mi madre,
gente bebe cerveza en las banquetas,
un líquido vital de oro, malta y soles
que sacia la sed pero no los recuerdos
La Testa Borracha
40
entrelazados en mi columna vertebral,
en tu epidermis, después en la mía.
Nació en Querétaro, ha sido correctora de
estilo y editora de diversas revistas, pla-
quettes y periódicos. Tiene dos libros publi-
cados: “Las Noches de Arabia” (2003) por
el Fondo Editorial del Estado de Querétaro
y “Mariposas en Formol” (2015) publicado
por Editorial El Humo tras haber obtenido
una Mención Honorífica en el 1er. Premio
Nacional de Poesía El Espantapájaros
2014. Participa en los colectivos “La Testa-
dura Literaria” y Alphalabra.
La Testadura, una literatura de paso
41
PEDA DONDE NADA SE OYE
(TRIBUTO PENDEJO A UN GRAN POETA) Por David Cruz
Quise destapar una botella más, solo una, tal vez con
[ello se me quitaría el mal sabor de mente
Solo una más para calmar la demente mantra
Mente que demanda que esta masa quede
[inconsciente
Sin ruidos y sin provocaciones de este “men” que
[quiere Té
Ni de ningún otro que me impida levantar mi botella
[vehemente
Desgarrar para siempre esta pulcritud incandescente
Que el olvido desencadene lo que otros temen
Temen y temen las grandes mentes
Pero la mía no es grande, es ausente
No quiero la presencia del moralista decente
Si te vas a interponer desaparezco, entre el ente y lo
[inerte
Desgarra para siempre esta pulcritud incandescente
Vaya gimoteo para un simple humano, que solo quiere
[ahogar la botella de su cuerpo
No te vayas, quédate y tráeme más fluido,
Que mi botella vacía se encuentra en el desvarío
Quiere beber más para llenar mi vacío
Quiero llegar al fondo y verlo todo enturbiado y hendido
Quiero pararme a reflexionar nada y brindar
Empuñen sus botellas como en guerra, mueran las
La Testa Borracha
42
[copas vacías
Quiero dormir mis labios con sueños, enturbiar mi voz
[hasta decir todo lo no dicho
“Men” ten de mi botella que la tuya ya no tiene licor,
[esta es vida
Recupera los ánimos de la guerra perdida, entumece el
[cuerpo pero no la bebida
Llora y grita, vomita y cuando te sientas mejor no dejes
[de hacerlo
Que el tiempo se está agotando y nuestras mentes
[están acompañadas por la muerte
Que tengo frío y miedo de no morir solo
Y aún no encuentro el espacio para desfallecer
Tengo la completa esperanza que de alguna manera
[existan cantineros esperando del otro lado
No quiero desperdiciar mi alma en dolores absurdos
[del cuerpo
Pronto todo terminará y solo habrá jaquecas
Pronto tendré que volver a casa y perder la
[concupiscencia
Mientras que la cruda trate la demencia…
Nunca pararé de beber.
Sin embargo se han quemado mis recuerdos y mi
[futuro está muerto
He decidido claudicar para ir con doble a
Silencio, sin ruidos y sin provocaciones éste “men”
[estúpido quiere Té
La Testadura, una literatura de paso
43
Hay que estar siempre borra-cho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sen-tir la carga horrible del Tiem-po, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, te-néis que embriagaros sin tre-gua. Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embrigaos.
Charles Baudelaire