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Pasaje de la Odisea IX – vv.105 ss. El Cíclope y Odiseo Desde allí proseguimos navegando con el corazón acongojado, y llegamos a la tierra de los Cíclopes, los soberbios, los sin ley; los que, obedientes a los inmortales, no plantan con sus manos frutos ni labran la tierra, sino que todo les nace sin sembrar y sin arar: trigo y cebada y viñas que producen vino 110 de gordos racimos; la lluvia de Zeus se los hace crecer. No tienen ni ágoras donde se emite consejo ni leyes; habitan las cumbres de elevadas montañas en profundas cuevas y cada uno es legislador de sus hijos y esposas, y no se preocupan unos de otros. Más allá del puerto se extiende una isla llana, no cerca ni lejos de la tierra de los Cíclopes, llena de bosques. En ella se crían innumerables cabras salvajes, pues no pasan por allí hombres que se lo impidan ni las persiguen los cazadores,120 los que pasando fatigas escalan por selvas las cumbres; no les quitan tampoco la tierra labor ni rebaños, ya que, siempre sin siembra y baldía, desierta de gente, les produce la isla su pasto a las cabras balantes.125 Y es que faltan a aquellos ciclopes las naves purpúreas y no tienen varones que hagan los sólidos buques en que puedan pasar a las muchas ciudades pobladas por humanos, cual suelen los otros hacer que en bajeles atraviesan el mar de país en país. Tales hombres 130 bien pudieran tener floreciente la isla: su suelo no es mezquino en verdad; rendiría de todos los frutos,

Pasaje de la odisea ix

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Pasaje de la Odisea IX vv.105 ss.El Cclope y Odiseo

Desde all proseguimos navegando con el corazn acongojado,

y llegamos a la tierra de los Cclopes, los soberbios, los sin ley;

los que, obedientes a los inmortales, no plantan con sus manos

frutos ni labran la tierra, sino que todo les nace sin

sembrar y sin arar: trigo y cebada y vias que producen vino 110

de gordos racimos; la lluvia de Zeus se los hace crecer.

No tienen ni goras donde se emite consejo ni leyes; habitan las

cumbres de elevadas montaas en profundas cuevas

y cada uno es legislador de sus hijos y esposas, y no se preocupan

unos de otros.

Ms all del puerto se extiende una isla llana, no cerca ni

lejos de la tierra de los Cclopes, llena de bosques. En ella se

cran innumerables cabras salvajes, pues no pasan por all

hombres que se lo impidan ni las persiguen los cazadores,120

los que pasando fatigas escalan por selvas las cumbres;

no les quitan tampoco la tierra labor ni rebaos,

ya que, siempre sin siembra y balda, desierta de gente,

les produce la isla su pasto a las cabras balantes.125 Y es que faltan a aquellos ciclopes las naves purpreas

y no tienen varones que hagan los slidos buques

en que puedan pasar a las muchas ciudades pobladas

por humanos, cual suelen los otros hacer que en bajeles

atraviesan el mar de pas en pas. Tales hombres 130

bien pudieran tener floreciente la isla: su suelo

no es mezquino en verdad; rendira de todos los frutos,

junto al mar espumoso; perennes las vides serian

sobre l, las labores ligeras, espesas las mieses

y de buena sazn, porque es mucho el mantillo en la tierra.

Tiene un puerto, asimismo, con buen fondeadero; ni el

cable necesitase en l ni los sachos ni amarras, mas basta

el entrar y quedarse hasta el tiempo en que venga a las

gentes el deseo de partir y se alcen los vientos propicios.140 En el fondo del puerto deslizase lmpida el agua

manantial de una gruta, y en torno han medrado los chopos.

Hacia all penetraron mis barcos; un dios conducianos

a travs de la lbrega noche sin luz y sin vista;

densa sombra cercaba las naves; la luna no daba 145 enel cielo sus rayos; cubrianlo del todo las nubes.

Nadie vio con sus ojos la isla; tampoco advertimos

el olaje que en larga carrera rodaba hacia tierra

hasta estar en la playa las naves, mas, luego que hablamos

tocado la costa, plegamos del todo las velas,150en la misma rompiente salimos del barco y, a poco;

en espera del alba divina nos dimos al sueo.

Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa,

recorrimos la isla admirndolo todo y las ninfas,

tiernas hijas de Zeus que embraza la gida, alzaron155de sus lechos las cabras por dar de comer a los mos.

De las naves sacamos, al punto, los arcos en comba,

los venablos de cubo alargado; formadas tres bandas,

empezamos el tiro y, a poco, una caza sabrosa

concedinos un dios. Doce naves conmigo venan: 160cada una llev nueve cabras y diez a m solo

me entregaron; all hasta la puesta del sol estuvimos

consumiendo del dulce licor y las carnes sin cuento.

No faltaba en verdad rojo vino en las naves: habialo,

que, al tomar la sagrada ciudad de los Ccones, todos

las vasijas habamos colmado. Volvamos la vista 165entretanto al vecino pas de los fieros Cclopes;

percibamos sus humos, sus voces, tambin los balidos

de sus cabras y ovejas. Hundase el sol, y en las sombras

nos dormimos oyendo el romper de las aguas marinas.

Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa, 170

a mis hombres llamando a reunin les habl de este modo:

Mis leales amigos, quedad los dems aqu quietos

mientras voy con mi nave y la gente que en ella me sigue

a explorar de esos hombres la tierra y a ver quines sean,

si se muestran salvajes, crueles, sin ley ni justicia,175

o reciben al husped y sienten temor de los dioses.

Tal diciendo, a la nave sub y orden a mis amigos

que embarcaran tambin y soltasen amarras de popa.

Embarcando ocuparon los bancos; sentados en fila,

empezaron a herir con los remos las aguas grisceas. 180

Atracamos bien pronto en la costa vecina y, al punto,

en un cabo a la orilla del mar una cueva advertimos

grande y alta, emboscada en laureles; all amajadaban

muchas reses, ovejas y cabras, y en torno un recinto

extendiase solado de lajas hundidas en tierra 185

con altsimos pinos y encinas de excelso ramaje.

Era dueo del antro un varn monstruoso; paca

sus ganados aparte, sin trato con otros ciclopes,

y guardaba en su gran soledad una mente perversa.

Aquel monstruo causaba estupor, porque no pareca 190ser humano que vive de pan, sino pico selvoso

que se eleva seero y domina a las otras montaas.

Ya en la playa mand a los dems de mis fieles amigos

que quedasen all custodiando el bajel y, escogiendo 195a los doce mejores, me puse en camino; llevaba

un gran odre de cuero cabro repleto de un dulce

vino negro que antao me diera Marn el de Evantes,

sacerdote de Apolo, el patrono de Ismaro. Causa

fue del don el haberle dejado con vida, lo mismo 200que a su esposa y su hijo, en respeto del dios, pues viva

en el bosque de Febo; pagme con ricos presentes.

Me entreg, lo primero, hasta siete talentos de oro

de esmerada labor y aadi una cratera de plata;

doce nforas, luego, me dio, todas llenas de un vino 2o5

generoso y sin mezcla, bebida de dioses. Ninguno

de los siervos o siervas que haba en el hogar conoca

tal licor; slo l y su esposa y la fiel despensera.

Cada vez que libaba del vino rojizo con dejos

deliciosos de mieles, llenaba una copa y partala 210entre veinte de agua; la mezcla exhalaba un aroma

seductor, que era duro dejar de beber. De este vino

un gran odre llevaba y bien lleno; tambin puse un saco

de viandas con l; barruntaba en mi espritu prcer

que me habra de encontrar con un hombre dotado de 215ingente fortaleza, brutal, sin nocin de justicia ni ley.

A buen paso alcanzamos la gruta, mas no. hallamos dentro

a su dueo, que andaba paciendo su pinge manada

por los prados, y ya en su oquedad registrmoslo todo.

Vimos zarzos cargados de quesos y prietos rediles

que guardaban por orden de edad los corderos y chotos, 220

los de dos estaciones aqu, ms all los medianos,

a otro lado los ms pequeuelos; bosaban de leche

las vasijas labradas, colodras y jarras, en donde

reservaba su ordeo. Empez en aquel punto mi gente

a pedir que, cogiendo los quesos y dando salida 225

a corderos y chivos, volviramos luego con ellos

a cruzar en la rpida nave las aguas salobres;

mas yo, sordo a sus ruegos (y cunto mejor fuera orlos!),

quise ver a aquel hombre y pedirle los dones de husped:

poco amable en verdad iba a ser su presencia a los mos! 230

As, pues, encendimos el fuego, quemamos la ofrenda

y, cogiendo los quesos, comimos y all nos sentamos

a esperar su venida. Lleg con sus reses; traa

una carga imponente de leos pensando en su cena:

tal estruendo produjo al tirarla en mitad de la gruta,

que de miedo nos fuimos al fondo de aqulla. l, en tanto,

empujaba a la cueva espaciosa la pinge manada

de sus hembras paridas; dej en el corral all fuera

a los machos, carneros y bucos; despus, en sus brazos

levantando un enorme pen, ajustlo a la entrada. 240Veintids buenos carros de cudruple rueda no habran

del umbral levantado aquel cierre: tal era el abrupto

pedrejn con que aqul afirmaba su puerta. Sentado

ordeaba, despus, sus ovejas y cabras balantes

cada cual por su orden; soltndoles luego las cras

por debajo, cuaj la mitad de la cndida leche

y dejla guardada en trenzados cestillos y el resto

del ordeo lo ech sin cuajar en las jarras, ya fuese

de remedio a su sed o quiz por beberlo en su cena.

Una vez que atendidos quedaron aquellos quehaceres, 250encendiendo el hogar descubrinos y habl de este modo:

Quines sois, forasteros? De dnde vens por la ruta

de las aguas? Viajis por negocio o quiz a la ventura.

como van los piratas del mar que navegan errantes

exponiendo su vida y llevando desgracia a los pueblos? 255

Al orle, el temor quebrant nuestros pechos, tal era

de terrible su voz, de espantosa su propia figura;

mas con todo logr contestarle con estas palabras:

Somos dnaos que errando venimos del campo de Troya

sobre el seno sin fondo del agua a merced y capricho 260de los vientos. Buscando el hogar nos torcieron el rumbo

por diversa regin y distintos caminos: decreto de Zeus

ello fue a no dudar. Nos gloriamos de ser de las huestes

que mand Agamenn, cuya fama es sin par bajo el cielo,

pues tan grande ciudad arras, tantas fueron las gentes 265que deshizo en la lid. A tus plantas venimos ahora

esperando nos des la seal de hospedaje o nos hagas

de lo tuyo otro don segn es entre huspedes ley.

Ten respeto, seor, a los dioses. En ruego venimos;

Al que en splica llega y al husped, amparo y venganza 270presta Zeus Hospital; l conduce al honrado extranjero.

Dije as y l sin ms contestme con nimo implo:

Eres necio, extranjero, o viniste de lejos, pues quieres

que yo tema o esquive a los dioses. En nada se cuidan

los ciclopes de Zeus que embraza la gida, en nada 275de los dioses felices, pues somos con mucho ms fuertes;

por rehuir el enojo de aqul no har yo gracia alguna

ni a tus hombres ni a ti cuando no me lo imponga mi

gusto.

Pero dime, por dnde atracaste tu slida nave?

Fue quizs en el cabo o ms cerca? Quisiera saberlo. 280

Tal deca ponindome a prueba, mas no me engaaba,

que era larga mi astucia, y as contestle con dolo:

Mi bajel lo estrell Posidn que sacude la tierra,

pues lo vino a lanzar contra aquel roquedal de la costa

en la punta del cabo, que all lo acercaron los vientos,

y con stos me pude salvar de la muerte inminente. 285

Dije as, pero nada repuso su espritu implo.

Dando un salto, sus manos ech sobre dos de mis hombres,

los cogi cual si fueran cachorros, les dio contra el suelo

y corrieron vertidos los sesos mojando la tierra. 290

En pedazos cortando sus cuerpos dispuso su cena:

devoraba, al igual del len que ha crecido en los montes,

sin dejarse ni entraas ni carnes ni huesos meolludos

y nosotros, en llanto, testigos del acto maldito,

levantamos las manos a Zeus, del todo impotentes.295Pero lleno que tuvo su estmago ingente el ciclope

de las carnes de hombre y la leche bebida con ellas,

acostado en mitad de sus reses durmise en su antro.

Al momento me di yo a pensar en mi espritu altivo

en llegarme, sacar del costado la aguda cuchilla 300y clavarla en su cuerpo entre el pecho y el hgado luego

de palpar con la mano; otro impulso detvome entonces,

pues hubiramos muerto nosotros tambin sin remedio

incapaces de alzar con los brazos la piedra terrible

que l dejaba, en la gran abertura cerrando su cueva. 305Suspirando, a la espera quedamos del alba divina.

Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa,

encendiendo el hogar, orde sus esplndidas reses

cada cual por su orden; soltles al punto las cras

por debajo y, cumplido que estuvo el quehacer, alcanzando 310

a otros dos de mis hombres dispuso su almuerzo con ellos.

Ya comido, sac de la cueva sus pinges rebaos,

expedito quitando el gran cierre; mas luego volvilo

a su propio lugar cual si fuera una tapa de aljaba.

Con inmenso alboroto sacaba a la sierra el ciclope 315sus lozanas ovejas; yo en tanto trazaba mil males

meditando el desquite si Atena me daba esa gloria.

Y en mi mente mostrbase al fin la mejor de las trazas.

De un redil a la vera tendido dejaba el ciclope

un gran tronco de olivo que an verde arranc para usarlo 320

tras dejarlo secar; comparado le habamos nosotros

con el mstil de un negro navo de veinte remeros,

el bajel de transporte espacioso que cruza el abismo

de las aguas sin fin, que tal era de grueso y de largo.

De este leo cort la extensin de una braza y lo puse 325en poder de mis hombres que fueran pulindolo. Pronto

alisado qued; le aguzaba yo en tanto la punta

y despus lo cur al fuego vivo; por fin escondilo

recubrindolo bien con estircol, que en gran abundancia

se esparca por la cueva. Al momento mandaba a mis 330hombres sortear los que hablan entre ellos de alzar aquel palo

y arriesgarse conmigo a meterlo y frotarlo en el ojo

del Cclope una vez le tomara el hechizo del sueo.

Y hete aqu que sacaron por suerte los cuatro que hubiera

por mi gusto elegido; yo el quinto form en su partida. 335

Lleg l con la noche paciendo sus reses lozanas

de lucido pelaje y entrlas a la ancha caverna

sin dejarse ninguna en el hondo corral, ora fuese

con algn pensamiento o que un dios de ese modo lo

impuso.Levantando en seguida el ingente portn, ajustlo 340a la entrada, sentse a ordear sus ovejas y cabras

cada cual por su turno y soltles por bajo las cras.

Cuando al fin atendidos quedaron aquellos quehaceres,

atrapando a otros dos de los mos los hizo su cena. 345Acerqume yo entonces a l levantando mis manos

con un cuenco de negro licor y le habl de este modo:

Toma y bebe este vino, ciclope, una vez que has comido

carnes crudas de hombre. Vers qu bebida guardaba

mi bajel; para ti la traa si acaso mostrabas compasin y ayudabas mi vuelta al hogar; mas no tienes lmite 350en tu furia medida. Maldito! Qu seres humanos

llegarn despus de esto hasta ti? No has obrado en

justicia.

Tal le dije; cogilo y bebi con deleite salvaje

todo el dulce licor y pidime sin pausa otro cuenco:

Dame ms, no escatimes, y sepa yo al punto tu nombre; 355

te he de hacer un regalo de husped que habr de alegrarte;

nuestro frtil terruo tambin a nosotros da un mosto

de racimos egregios que nutre la lluvia de Zeus;

pero esto es efluvio de nctar y flor de ambrosa.

Tal habl; yo brindle de nuevo del vino tostado 360y hasta dos veces ms; y las tres lo apur en su locura.

Mas despus que el licor empezaba a rondar las entraas

del ciclope, volvme yo a l con melosas palabras:

Preguntaste, Cclope, cul era mi nombre glorioso 365y a decrtelo voy, t dame el regalo ofrecido: ese nombre es Ninguno. Ninguno mi padre y mi madre

me llamaron de siempre y tambin mis amigos. Tal dije

y con alma cruel al momento me dio la respuesta:

A Ninguno me lo he de comer el postrero de todos,

a los otros primero; hete ah mi regalo de husped. 370

Dijo as y, vacilando, cayse de espaldas; tendido

qued all con el cuello robusto doblado y el sueo,

al que todo se rinde, vencile; eructando el borracho

despidi de sus fauces el vino y las carnes humanas.

Yo a mi vez, en las brasas espesas metiendo aquel 375tronco, esper a que tomara calor; entretanto animaba

de palabra a los mos no fuese a arredrarlos el miedo;

y ya a punto de arder, aunque verde, la estaca de olivo,

encendida de brillo terrible, llevla del fuego

hasta l. Mis amigos de pie colocronse en torno 380

y algn dios en el pecho infundiles valor sin medida;

levantando la estaca olivea aguzada en su punta

se la hincaron con fuerza en el ojo. Apoyado yo arriba,

la forzaba a girar cual taladro que en manos de un hombre

va horadando una viga de nave; a derecha e izquierda 385

mueven dos la correa y l gira sin pausa en su sitio.

Tal clavando en el ojo la punta encendida, a mi impulso

daba vueltas en l; barbotaba caliente la sangre

en su torno y el ascua abrasaba, quemada la nia,

ya la ceja y el prpado; el fondo del ojo chirriaba 390

en el fuego. Cual gime con fuerza en tonel de agua fra

la gran hacha o la azuela que baa el broncista tratando

de dejarlas curadas (que es sa la fuerza del hierro),

tal silbab aquel ojo en redor de la estaca de olivo.

Exhal un alarido feroz, reson la caverna; 395de terror nos echamos atrs; l, cogiendo la estaca,

la arrancaba del ojo manchada de sangre abundante

y con gesto de loco arrojla de si con las manos.

Daba voces llamando a lis otros ciclopes, que en torno

por las cumbres ventosas poblaban las cuevas. Oyendo 400sus clamores llegaban de ac y acull y apostados

rodeaban la gruta inquiriendo qu mal le afliga:

Por qu as, Polifemo, angustiado nos das esas voces

a travs de la noche inmortal y nos dejas sin sueo?

Te ha robado quizs algn hombre las reses? O acaso 405

a ti mismo te est dando muerte por dolo o por fuerza?

Desde el fondo del antro les dijo el atroz Polifemo:

Oh queridos! No es fuerza. Ninguno me mata por dolo.Y en aladas palabras respuesta le daban aqullos:

Pues si nadie te fuerza en verdad, siendo t como eres, 410

imposible es rehuir la dolencia que manda el gran Zeus,

pero invoca en tu ayuda al seor Posidn, nuestro padre.

Tal diciendo se iban y yo me re en mis adentros

del engao del nombre y el plan bien urdido. Gema

el ciclope. de agudos dolores y andaba palpando 415

con las manos en torno; quit el pedrejn de la entrada

y, sentado a la puerta, los brazos tenda por si a alguno

atrapaba dispuesto a escaparse mezclado al rebao:

tal de necio sin duda juzgbame a m en sus entraas!

Yo entretanto pensaba a mi vez en hallar un buen medio 420

de salir de aquel trance, librar de la muerte a mis hombres

y a m mismo con ellos; trazaba mil planes y engaos,

pues nos iba la vida y sentamos la gran amenaza.

Y a mi mente mostrbase al fin el ardid ms seguro:

all estaban los recios carneros de espesos vellones,425

bien hermosos y grandes con lanas color de violeta.

Reteniendo la voz, enlaclos con mimbres de fuerte

trabazn que la cama formaban de aquel monstruo infame:

amarraba tres juntos, colgbase un hombre al de en medio

y los otros a izquierda y derecha servanle de guarda. 430

Un varn transportaban as cada tres; por mi parte

atrap por el lomo a un morueco, con mucho el ms fuerte

del rebao; corrme despus hasta el vientre velludo

y me ech baj l; con las manos cogido a sus lanas

prodigiosas, me tuve all firme con nimo entero435

y en tal guisa gimiendo esperamos el alba divina.

Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa,

el ciclope sacaba sus machos al prado; balaban

las ovejas all en sus rediles por falta de ordeo,

rebosantes las ubres. Su dueo, abrumado de horribles 440sufrimientos, posaba la mano en el lomo a las reses

que un instante parbanse erguidas: el necio ignoraba

que los hombres colgaban del vientre y las lanas espesas.

Mi morueco el postrero pas hacia la puerta; llevaba

de sus lanas el peso y a m con mis graves cuidados. 445

Por encima palpndolo dijo el atroz Polifemo:

Cmo vas, mi carnero leal, de zaguero en la cueva?

Antes nunca quedabas detrs de los otros; con mucho

el primero pastabas la flor de la hierba reciente

alargando tu paso; el primero llegabas a orillas 450

de los ros; traate el primero en la tarde al establo

la querencia. T el ltimo ahora! Quiz echas en falta

la mirada del amo cegado por hombre perverso

y su hueste maldita; con vino venci mis entraas.

Ah, Ninguno! No piense que ya se escap a la ruina. 455

Si pudieras conmigo sentir y tuvieras palabra,

me diras en qu sitio se esconde a mi clera; entonces,

estrellado en el suelo, sus sesos regaran la cueva

por un lado y por otro y calmranse as los dolores

que me ha puesto en el pecho ese vil, despreciable 460Ninguno.

Tal diciendo empujaba al carnero y le daba salida.

Una vez alejados un trecho del antro y su cerca,

me solt del morueco el primero, solt a mis amigos,

arreamos los gruesos cameros de patas sutiles

y con largos rodeos llegamos por fin a la nave. 465

Cun alegre que fue a mis amigos la vista de aquellos

que volvamos rehuida la muerte! Lloraban gimiendo

por los otros, mas yo con el ceo cort sus suspiros

y mand que, cargando en seguida los muchos carneros

de preciosos vellones, surcaran las aguas saladas. 470Embarcronse al punto, ocuparon los bancos en fila

y azotaron a golpes de remos el mar espumante.

Y, distante la costa no ms que el alcance de un grito,

dirigme al ciclope y clam con palabras de injuria:

Oh ciclope! En verdad no era un dbil aquel cuyos475

hombres devoraste en la cncava gruta con fiera violencia;

sin remedio tenias a tu vez que sufrir un mal trato,

pues osaste, maldito, comerte a tus huspedes dentro

de tu casa. Ya Zeus se ha vengado y las otras deidades.

Tal le dije y, con ello, en el pecho le entr nueva furia: 480

arrancando la cima de una alta montaa, lanzla

contra el barco de prora azulada; cay por delante

casi a punto de herir el timn en su extremo. Al venirle

desde arriba el pen, solevse la mar, y las olas

empujaron de nuevo la nave hacia tierra, al reflujo

485

de las aguas; forzada marchaba a chocar con la costa,

mas, tomando en mis manos un gran botador, dile impulso

hacia fuera y, volviendo la vista a mi gente, movia

la cabeza en premiosa seal de remar con ms bro

para huir del desastre. Curvbanse encima del remo490

y de tierra distbamos ya como el doble que antes

cuando habl nuevamente al ciclope. Mis hombres en torno

retenanme de un lado y de otro con blandas palabras:

Desgraciado! Por qu excitar ms a ese monstruo salvaje?

Ya, lanzando la roca en el mar, arrastr nuestro barco

495

nuevamente hasta tierra y nos dimos por muertos; si ahora

tus palabras percibe o conoce tu voz, bien seguro,

las cabezas nos ha de aplastar y las tablas del barco

disparando algn recio pen, pues que tal es su fuerza.

As hablaban, mas no convencieron mi espritu altivo; 500antes bien, le volv a apostrofar con palabras de ira:

Oh ciclope! Si alguno tal vez de los hombres mortales

te pregunta quin fue el que caus tu horrorosa ceguera,

le contestas que Ulises, aquel destructor de ciudades

que naci de Laertes y en taca tiene sus casas. 505

Tal le dije y el monstruo a su vez contest entre gemidos:

Ay de mi, que han venido a cumplrseme antiguos presagios!

Hubo en tiempos aqu un adivino, varn grande y noble,

el Eurmida Tlemo, excelso en el arte, que viejo

vino a hacerse anunciando el futuro a los fuertes Cclopes. 510l me dijo que habra de cumplirse esto todo, que habran

de cegarme las manos de Ulises; mas yo por mi parte

sospechaba que haba de venir un varn corpulento

y gallardo, dotado de ingente poder; y hete ahora

que me viene a privar de la vista un ruin, un enano, 515hombrecillo sin fuerzas, despus de vencerme con vino.

Pero vulvete, Ulises, ac, que te d mi hospedaje,

cuidar de que ayude tu ruta el que agita la tierra;

hijo suyo soy yo y l se goza en llamarse mi padre;

slo l, si lo quiere, me habr de sanar, no otro alguno 520de los dioses de vida feliz ni los hombres mortales.

Tal habl y, a mi vez, respondle con estas palabras:

Ojal tan de cierto pudiera privarte del alma

y la vida y mandarte sin ms a las casas de Hades

como no curar tu ceguera el que agita la tierra! 525

Tal le dije. l, clamando al seor Posidn, elevaba

sus dos manos al cielo cuajado de estrellas: Escucha,

Posidn de cabellos azules que abrazas la tierra:

si soy tuyo en verdad y en llamarte mi padre te gozas,

haz, te ruego, que Ulises, aquel destructor de ciudades 530que naci de Laertes y en taca tiene sus casas,

no retorne a su hogar; y si est decretado que un da

vuelva a ver a los suyos, su buena mansin y su patria,

que sea tarde, en desdicha, con muerte de todos sus hombres,

sobre nave extranjera; y encuntrese all nuevos males. 535

Esta fue su plegaria que oy el de cabellos azules.

l, entonces, alzando un pen muy ms grande que el otro

con inmenso vigor, lo lanz a rodeabrazo; caynos

algn tanto detrs de la nave de prora azulada

casi a punto de herir el timn en su extremo. Al venirle 540

desde arriba el pen, solevse la mar y el reflujo

impuls hacia delante el bajel acercndolo a tierra.

Arribamos al fin a la isla en que estaban reunidos

los restantes bajeles de buena cubierta; mis hombres

se entregaban en presa al dolor en espera constante. 545

Al momento varamos la nave en la arena y salimos

a la playa nosotros tambin; arreamos las reses

del ciclope arrojndolas fuera del hueco navo

y partimos la presa entre todos por partes iguales.

Slo a m mis amigos de esplndidas grebas me dieron 550

un cordero de ms al hacer el reparto: en la playa

ofrecilo a Zeus Crnida, el rey soberano entre todos,

al que envuelven las nubes sombras; quemle los muslos

y rehus el sacrificio, que ya meditaba el desastre

de mis naves de buena cubierta y mis fieles amigos. 55

Luego all hasta la puesta del sol nos pasamos el da

devorando sentados las carnes sin fin y bebiendo

dulce vino; y, al irse la luz y extenderse las sombras,

nos dormimos oyendo el romper de las aguas marinas.

Asomaba la Aurora temprana de dedos de rosa560

cuando yo, despertando a mis hombres, instles de nuevo

a subir al bajel y soltar las amarras de popa;

embarcronse al punto, ocuparon los bancos y, en fila,

azotaron a golpes de remo las aguas grisceas. 565No sin duelo volvamos al mar, mas contentos en parte

por salvar nuestras vidas despus de perder a los amigos.

Texto griego

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