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Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No. 1 (2017) Editada por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI) Lugar de edición: Granada, España Dirección web: http://www.seguridadinternacional.es/revista/ ISSN: 2444-6157 DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1 Para citar este artículo/To cite this article: José Antonio Cruz Moro, “Racionalidad limitada en la toma de decisiones usando programas SNA para el ataque a redes terroristas e insurgentes, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 1- 9. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.1 Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los autores: http://www.seguridadinternacional.es/revista/?q=content/normas- para-los-autores Revista de Estudios en Seguridad Internacional is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

José Antonio Cruz Moro, “Racionalidad limitada en la toma de decisiones

usando programas SNA para el ataque a redes terroristas e insurgentes”,

Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 1-

9.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.1

Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los

autores: http://www.seguridadinternacional.es/revista/?q=content/normas-

para-los-autores

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 1-9.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.1

Racionalidad limitada en la toma de decisiones usando programas

SNA para el ataque a redes terroristas e insurgentes

Bounded Rationality in Decision Making Process Using SNA Programs to Attack Terrorist and

Insurgent Networks

JOSÉ ANTONIO CRUZ MORO

Ejército de Tierra, España

RESUMEN: Los programas de modelación social (SNA) son un recurso útil para la visión

general de cualquier red en los que se muestran vínculos entre los diferentes nodos de

aquellas, pero no hay un proceso de toma de decisiones único y completamente racional

para la configuración de los escenarios que se generen tras actuar sobre los nodos y

relaciones entre ellos. Este artículo pretende mostrar como la toma de decisiones para

actuar sobre las redes terroristas e insurgentes debe ser necesariamente limitada en su

racionalidad.

PALABRAS CLAVE: Modelación social, Terrorismo, Insurgencia, Racionalidad limitada.

ABSTRACT: The SNA programs are useful tools that provide the graphical wide scope of

any network showing nodes and their links, but there isn´t any decision making process

able to model the future scenarios created after influencing the nodes and links of the

networks. This article presents how the bounded rationality is the usual framework of

any decision making process when influencing terrorist and insurgent networks.

KEYWORDS: Social modeling, Terrorism, Insurgency, Bounded rationality.

Recibido: 23 de abril de 2017

Aceptado: 10 de mayo de 2017

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2 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

INTRODUCCIÓN

Este artículo pretende dar a entender las grandes dificultades a las que se enfrenta un

analista de inteligencia para realizar sus informes y en ocasiones propuestas de acción

sobre las redes terroristas e insurgentes que estudia cuando usa programas de

modelación social (SNA), tanto por la carencia de datos completos “vistos y no vistos”

de las redes, como por la imposibilidad de estudiar todas y cada una de las

consecuencias que sobre cada nodo y posibles vínculos entre ellos produce cualquier

acción sobre la red. Un observador externo suele interpretar los gráficos de red que

estos programas muestran como fotos fijas y permanentes, pero hasta el más inexperto

usuario de estos sistemas realmente los identifica como inmensas mesas de billar

plagadas de bolas inestables y dispersas sin orden preestablecido a punto de ser

golpeadas en cualquier momento desde cualquier ángulo y con fuerza variable.

Todo ello hace que condicionantes como tiempo disponible, cantidad y calidad de

información y el “ruido” en ésta en todas las fases del proceso de análisis sean

denominador común en los estudios de red, sea del tipo que sea la red en cuestión. Estos

condicionantes mencionados, entre otros, son factores que el concepto de racionalidad

limitada en la toma de decisiones como teoría de carácter y aplicación económica sea

claramente aplicable, cuando no necesaria, en la toma de decisiones para ataque a las

redes terroristas e insurgentes presentes en todos los conflictos.

La presentación del artículo a efectos de claridad y más fácil comprensión del mismo

comenzará con una muy breve exposición de ideas fuerza básicas sobre el concepto de

racionalidad limitada de Simon (1972), para posteriormente profundizar en aquellas más

relevantes y dando a conocer cómo pueden influir en la percepción del analista. Esta

influencia por carencia de datos asumidos por la racionalidad limitada y las restricciones

y carencias propias del ser humano en la percepción de situaciones, por extraño que

parezca llevan a reforzar la idea de que siempre es mejor una decisión no

necesariamente buena en el momento adecuado que una muy buena decisión fuera de

plazo. Porque un analista tiene su parcela de decisión, su autoridad operativa para

decidir cómo hacer su trabajo. Es esa parcela propia y autónoma que nadie debe tocar,

aquella que lo hace verdadero conocedor del problema en cada momento y por tanto el

que debe proporcionar los análisis adecuados de forma oportuna.

Pero claro, las consecuencias de lo que se actúe sobre las redes no pueden tender al

caos. Se actúa sobre ellas para conseguir algo en un sentido concreto, una modificación

de actitudes, destrucción de nodos relevantes, o la no regeneración de actividades

propias de las estructuras en red, o al menos aquellas fundamentales para su

funcionamiento, siempre contra los intereses de quién tantos esfuerzos realiza para

atacarlas. Pero analistas hay muchos sobre las mismas redes, ya bien por focalizar su

análisis sobre funciones, tipos de relaciones, área geográfica, etc… y aún así el punto

focal de todos ellos debe ser atacar la red según los intereses y efectos deseados

determinados por la autoridad. En el ámbito militar una de las principales herramientas

para mantener esa dirección en todos los niveles de decisión, (cada jefe de unidad de

cada escalón es en realidad un analista en el sentido amplio de la palabra), es entender

como verdadero engrudo en la toma de decisiones el propósito del jefe, y para

entenderlo, más importante que la decisión en sí es entender el proceso que la genera.

Importante es saber qué se pide, pero más importante es entender por qué se pide y en

qué pensaba a futuros el que lo pidió. Aún en ausencia de órdenes superiores este

“engrudo” facilita la actuación de cualquier unidad ante situaciones imprevistas según

los intereses del jefe.

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Racionalidad limitada en la toma de decisiones 3

La elección del tema obedece a la pretensión de este autor de que sea el cierre de una

serie de artículos publicados en diferentes foros con relación al ataque a redes terroristas

e insurgentes iniciado en 2010, tratando la descripción de la red, los métodos de análisis

de aquellas, las formas de atacarlas, los problemas a los que se enfrentan los analistas, y

finalmente éste, para entender como las propuestas de los analistas aún con limitaciones

en cuanto a lo completo de datos, ello no significa que deban ser necesariamente

erróneas, sino que hay que entenderlas como lo suficientemente buenas.

RACIONALIDAD LIMITADA COMO FORMA DE PENSAR PARA DECIDIR

De forma muy resumida, la idea de racionalidad limitada está basada en que a la hora de

decidir es prácticamente imposible tomar la opción perfecta dado que ésta siempre se

verá influenciada por los conocimientos, hábitos, destrezas y pensamientos inconsciente

de quién toma la decisión, por el posible choque de intereses personales con los

organizativos y por la carencia de toda la información necesaria para la toma de

decisiones especialmente relativos a percepción situacional, limitadas habilidades de

cálculo de consecuencias y escenarios que genera cada acción, el tiempo disponible para

que la decisión se ajuste al momento oportuno para dar respuesta al problema que se

plantee, la incapacidad de procesar y almacenar mentalmente toda la información

disponible y además tomar decisiones que contemplen todas las variables relevantes de

cada acción cuándo aún no se han determinado cuáles son éstas, o incluso, cuándo no se

ha tenido tiempo para poder determinar cuál es con exactitud el verdadero problema al

que nos enfrentamos.

En este contexto, la racionalidad limitada con la que se toman las decisiones de forma

real permite asumir que el decisor acepta como buena la solución que resuelve su

problema de forma correcta, aunque no necesariamente sea la mejor opción de las

muchas posibles. En este momento parece oportuno hacer hincapié en el concepto

tiempo. El ataque a redes terroristas e insurgentes tiene un condicionante de éxito muy

claro en éste que no es otro que iniciar las acciones de forma inmediata sobre cada

oportunidad que se presente para ser atacadas en cuánto se tiene información sobre

ellas. No se trata de atacar por atacar lo que sea y dónde sea (hay que ser muy selectivos

a la hora de donde y con qué fuerza lanzar la bola sobre la mesa de billar anteriormente

descrita), sino atacar de forma “lo más rápida y eficientemente posible” en cuánto se

dispone de información “suficiente” para iniciar la acción de ataque. Son las

denominadas “follow-on operations”. No sólo en la guerra de ambiente convencional,

sino en cualquier ambiente operacional es precisamente esto lo que favorece romper el

ritmo de decisión del enemigo, hacer que el enemigo se enfrente, planee y conduzca las

operaciones con una visión de la situación que ya está desfasada, y lo está porque

nuestras acciones han modificado el escenario sobre el que se combate y por tanto la

percepción que el enemigo tenía de él. Un símil deportivo es como si quisiéramos hacer

que en enemigo juegue a fútbol en una cancha de tenis con las reglas del baloncesto.

Estará actuando en un entorno que por partes considera real pero que en conjunto no lo

es.

¿Qué decisiones tomar entonces? Este autor considera que en el ataque a amenazas en

forma de red desde el punto de vista militar y me atrevería a decir que hasta en el

entorno de las FCSE en el que la función “inteligencia” sea relevante, no es tan

importante la propuesta realizada por el analista, sino el proceso de pensamiento de

cómo se ha llegado hasta esa propuesta, asumiendo vanos informativos que en gran

medida han sido cubiertos de forma inconsciente por el analista, pero basados en unos

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4 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

conocimientos y experiencias previas, reiteración de inputs similares en situaciones que

van desde lo casi idénticas a mínimamente parecidas, pero para las que el que las

analiza y estudia de forma habitual le produce inferencias de relación muy claras,

aunque para un ajeno al análisis de redes no lo dejen ver ni de forma aproximada, pero

que hacen que a veces el analista tome las mismas decisiones para todo un conjunto de

situaciones tanto similares como diferentes. ¿Es siempre correcto?. Posiblemente no, lo

que tampoco se puede asegurar es que siempre sea incorrecto, pero sí se puede dar por

cierto que ese asesoramiento es con mucho el “menos incorrecto”. Todo dependerá

entre otras cosas los riesgos que se pretendan asumir. En este sentido alimentan o casi

perfeccionan aunque de forma tangencial el concepto de racionalidad limitada los

estudios de Hellriegel et al. (2005) sobre la toma de decisiones en situaciones de

certidumbre, riesgo e incertidumbre.

ASUMIR LAS LIMITACIONES DEL CONCEPTO RACIONALIDAD LIMITADA COMO NECESARIAS

Las decisiones son buenas si con el tiempo y en la situación futura y sabiendo cuáles

han sido las consecuencias de aquellas, hubiésemos tomado la misma decisión, pero

esta afirmación que parece tan sencilla y lógica en lo práctico rompe la norma

conceptual básica de confundir resultado con decisión, aunque uno sea fruto de la otra.

Una vez que se toma una decisión, por irracional, intuitiva, rápida, meditada o caótica

que pueda ser, como humanos desechamos no ya las alternativas a la misma, sino

igualmente las múltiples consecuencias de todas y cada una de aquellas alternativas.

Sabemos que las consecuencias de nuestras decisiones no son lineales y menos en

ambientes de incertidumbre como lo son los conflictos, pero mentalmente las

convertimos en líneas que se dirigen hacia un objetivo porque de forma mediata, al

menos, cubren nuestras expectativas. Antes de tomar una decisión el analista ejerce un

esfuerzo consciente, reglado calculador y lógico, pero toda nueva situación alimenta el

subconsciente que a su vez alimenta la “chispa” del analista, esa rapidez, el

automatismo y lo emocional en los actos de decisión (los estudios de Glimcher y

Rustichini -2004- y Burks et al. -2009- sostienen que las decisiones de carácter intuitivo

son aproximadamente el 90% de nuestras decisiones). En definitiva, lo emocional no es

del todo irracional. Ambos esfuerzos finalmente se unen reduciendo situaciones

complejas a decisiones simples mediante los denominados “atajos mentales” descritos

por Kahneman (2011). En el ámbito militar y el análisis de las redes insurgentes estos

atajos mentales son los que pretenden ser “racionalizados” mediante el análisis

Wighmore-Bayes1 de causalidad necesaria y probabilidad de acciones entre fases de

acciones.

Luego, ¿en qué basar nuestras decisiones, en lo racional o en lo intuitivo y emocional?

La sola intuición nos llevaría a tomar decisiones con graves errores de análisis y la

racionalidad plena nos llevaría a perder oportunidades, la llamada “parálisis por

análisis” de las teorías de organización y gestión de procesos. Incluso despreciando el

factor tiempo, es cuestionable que la racionalidad plena sea siempre la mejor forma de

1 Referencias a los nombres del famoso jurista norteamericano John Henry Wighmore y el filósofo y

matemático inglés Thomas Bayes, especializado en cálculos estadísticos y generador del teorema de

probabilidad condicionada que lleva su nombre. El primero incluyó en las posibles vías de investigación

judicial la necesidad de motivos, oportunidad y medios para la toma de decisiones de los criminales

investigados. Con los estudios del segundo se establece la más probables selección de opciones a tomar

por diferentes nodos decisores de una red.

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tomar decisiones, según exponen Mintzberg y Westley en su artículo “Proceso de

decisión: no es lo que piensas” (2001).

LA MÁQUINA ES RACIONAL EL HOMBRE IRRACIONAL. ¿ES VERDAD O NO? Y SI ES VERDAD,

¿QUÉ?

Y esa es la pregunta del millón cuándo hablamos de programas de modelación social.

Hay una miríada de programas que representan gráficamente las redes y sus relaciones,

sean del tipo que sean, que podrán estar mejor y más precisamente alimentadas de datos

necesarios para estudiar los vínculos entre nodos y las características de éstos. Y no son

el resultado de la informática del s.XXI, los hay que aún están en perfecto uso desde la

década de los 70 basados en el Sistema Operativo DOS, los hay que además de

gráficamente exponen los criterios y algoritmos a los que se atienen las relaciones y

hasta la importancia de estas entre nodos, (en este caso de forma más limitada), y hasta

los que la misma red la pueden representar gráficamente en diferentes formatos de

jerarquía de componentes o funciones que se desarrollan en ellas. Pero todas ellas tienen

un denominador común. La carga la realiza el hombre mediante introducción de datos

manualmente, (en la mayoría de los casos), o hasta de forma automática con

aplicaciones de móviles (aplicación Lighthouse), pero los datos a incluir siempre estarán

en algún momento condicionados mentalmente por el que los carga. Un ejemplo es el

omnipotente SNA “Palantir” de aplicación sola y exclusivamente militar. No es una

reducción a lo absurdo sino un dato real el decir que la carga de un dato de vehículo

puede convertirse en un infierno si como ejemplo para describir las ruedas de un coche

hay que rellenar la pestaña de la forma en la que la primera opción es redonda, pero hay

dos opciones más.

A primera vista las opciones parecen ser sencillas, redonda o no era una rueda. Pero si

nos ceñimos al color puede ser marrón o no dependiendo si la respuesta a la siguiente

pregunta es si cuándo se detectó el vehículo el observador llevaba gafas de sol, del color

que eran y la hora de detección en la que los rayos de sol inciden de diferente forma en

la tierra. ¿Es realmente importante que la “máquina sea racional?, ¿merece la pena

semejante esfuerzo de detalle? Lo antedicho, y obviando los condicionantes de tiempo y

los cambios de escenarios según nuestras propias acciones no es tan relevante cuándo el

informe o propuesta que haga el analista de la red se verá condicionado de forma

inconsciente por una serie de errores en los que la racionalidad limitada y la ausencia de

información poco tienen que ver. Son aquellos que perteneciendo al área de

conocimiento racional lógico y metódico han alimentado de forma efectiva y eficiente la

parte emocional e intuitiva, pero que por el contrario facilita los mencionados “atajos

mentales”, reproduciendo de forma errónea una información concreta, cruzando la

delgada línea que separa la intuición del prejuicio. Vamos a poner unos ejemplos:

Disponibilidad de la información, por el que recordar de forma más intensa

determinados datos o casos específicos, el analista sobreestima la frecuencia de un

evento y como tal lo introduce en los datos del programa, por lo que un caso

concreto lo convierte en un problema en sí.

Información concreta. Un recuerdo personal tiene infinitamente más valor que

cualquier dato estadístico. Con ello cualquier dato a cargar o información

adquirida tendrá más valor en el análisis si se ha vivido en primera persona por

muchos datos objetivos y completos se puedan tener disponibles.

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6 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

La Ley de los números pequeños, que no es otro que generalizar los tipos de

acciones, grupos afines o enemigos o neutrales, de influencia, sociales o tipos de

nodos o de relaciones en una red, haciendo valer la idea de que unos cuántos casos

confirman la regla.

La apuesta falsa del jugador, por la que una serie de datos observados o

adquiridos en un orden determinado se incitan a considerar que siempre se

reproducirán en igual orden en un futuro.

A ellos cabe añadir otros errores que son más producto de problemas de análisis o

experiencias previas de los analistas que de un condicionamiento interno de la parte

intuitiva del análisis. Basados en experiencias propias (y sin duda incurriendo este autor

en el error de información concreta descrito en el párrafo anterior… y con la fuerza

enfática que ello supone en el artículo), pueden destacar los siguientes, aunque no de

forma exclusiva:

Racionalizar la fe, que hace olvidar al analista la importantísima lección aprendida

que la parte vista de las redes, primero es producto de la parte no vista a veces

como si fuese la punta de un iceberg, y segundo a veces lo que se ve, se deja ver de

forma intencionada por esa parte oculta. La parte intuitiva apunta a indicios claros

según la experiencia del analista, pero a veces se considera que la racionalidad es

la mejor opción, cuándo normalmente no se dispone de todos los datos pese a ser

considerada opción racional, con lo que ante el miedo al error en el análisis y

plasmarlo por escrito se pasa al modo “si no lo veo no lo creo”. A veces el jefe no

termina de creer en la intuición del analista que no es en absoluto sólo y

exclusivamente creencia como hemos visto anteriormente, uniendo el miedo al

fracaso ante consecuencias inesperadas con el control de la actividad de un nivel

que no es el propio.

La carga del dato es la primera decisión, incurriendo en que el dato cargado

empieza a orientar la decisión, sea el resultado del análisis el que sea. Es decir, que

si el analista que carga el dato es el mismo que quién realiza el asesoramiento, esa

decisión muy probablemente haya sido tomada durante la carga del dato por el

anteriormente descrito “atajo mental”. No es intencionado, pero sí natural y

humano.

Las dimensiones son variables según fuerzas de teatro, es decir, la importancia de

un evento de ser medible la acción, incidente o dato visible puede ser el mismo que

en un contexto diferente sus consecuencias son igualmente variables y además, no

guardan correlación de medida. Un ejemplo puede ser la quema de libros

religiosos en unas zonas u otras.

Puntos de cambio y líneas de fractura siempre obedecen a una lógica racional,

aunque a veces lo difícil sea identificar las dimensiones de medida o dónde es

correcto medirlas o con qué otros factores del escenario hay que relacionarlos. Un

ejemplo puede ser que el flujo de desplazados de una zona a otra es medible, pero

es más importante saber el motivo de ese desplazamiento que su incremento o

decrecimiento. Esa imposibilidad o dificultad se ha convertido en una lacra para

los programas SNA, dado que su dificultad de incluirlo como nodo o enlace de una

red, porque conceptualmente no lo son, ha hecho que pasen a ser considerados

elementos visibles y dimensionables de las medidas ejecución o efectividad, pero

no siempre un resultado de la interacción de diferentes nodos, y por tanto,

influenciable para modificar la dinámica de la red. Se están descartando posibles

oportunidades.

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Racionalidad limitada en la toma de decisiones 7

CONVIVIR CON LA RACIONALIDAD LIMITADA

En el mundo de la inteligencia hay muchas publicaciones, unas originales, otras que

beben de fuentes primarias de técnicas de análisis, otras de carácter recopilatorio y todo

un sinfín de ideas de diferentes autores basados en muchísimos estudios, pero, de

mencionar hay dos que pudieran ser un adecuado recopilatorio para empezar a entender

las técnicas de análisis de redes terroristas e insurgentes más allá de los programas

SNA, que no dejan de ser una representación gráfica de puntos de decisión y relaciones

entre ellos. Una es Intelligence analysis. A target centric approach (Clark, 2008), y la

otra Structured analytic techniques for intelligence analysis (Heuer y Pherson, 2014),

que recomiendo leer por ese mismo orden. Dicho esto, estas publicaciones son dos

magníficas obras, especialmente la primera en la que se dan los conocimientos iniciales

(pero nada básicos), para entender las técnicas que se enseñan en la segunda. Pero debo

reconocer que sólo en la primera se dan una serie de recomendaciones que pueden ser

realmente válidas si no para eliminar la limitación de la racionalidad que siempre estará

presente, sí para entender que hay que convivir con esa carencia de datos para tomar

decisiones, especialmente en sus capítulos 7: Evaluating and collating data; 10:

Prediction; 11: Predictive techniques; y 12: Shaping forces.

CONCLUSIÓN: CONVIVIR PERO ENTENDIÉNDOLA

Es opinión personal de este autor, que la base sobre la que se sustenta todo análisis de

inteligencia no es el estudio de técnicas de análisis sino en determinar qué partes del

ambiente, del conjunto de datos y fuentes accesibles son realmente importantes para

tenerlas en cuenta. En pocas palabras, antes de investigar hay que entender la

metodología de la investigación, que teniendo un tallo común aplicable a muchas áreas

de conocimiento, ofrece cientos de ramas para ajustarse a cada una de las técnicas que

se ofrecen en las diferentes publicaciones relativas a análisis de inteligencia. Es decir,

entender la metodología de la investigación no proporciona datos, pero sí ayuda y

enseña en parte a identificar cuáles de ellos son verdaderamente relevantes, e incluso, a

determinar qué técnica usar para poco a poco ir alimentando esa parte intuitiva por otro

lado tan necesaria de los analistas. No hace esta selección metodológica que el análisis

al que nos enfrentemos sea de una racionalidad absoluta, pero sí proporciona una base

científica para identificar aquellos datos que guardan esta misma característica

(científicos, tangibles y cuantificables), de los que no lo son. En definitiva, la

evaluación de fuentes como parte intrínsecamente necesaria en las actividades de

inteligencia debiera reconsiderar más que sus métodos de evaluación, sí cómo y cuándo

se emplean.

La diferenciación entre los enfoques cualitativos y cuantitativos de las investigaciones

es asignatura pendiente en los programas SNA, en la que el enfoque cualitativo es

mínimo, determinando la cualidad de un vínculo a base de la repetición de eventos, es

decir, basando siempre la calidad en un dato numérico. Además la forma de

recopilación de éstos datos, su análisis y cómo introducirlos en los programas SNA, y

hasta qué punto ser capaz de diferenciar en una misma investigación qué parte debe ser

tratada y evaluada como dato cuantitativo, o cualitativo o de forma mixta es todo un

primer paso para poder realizar un adecuado análisis de la red terrorista e/o insurgente.

Quizás la publicación más completa que haya sobre este tema es Metodología de la

investigación (Hernández et al., 2010), que, aunque exija un elevado esfuerzo de lectura

(612 páginas de densa lectura), facilita llegar a ver las estructuras de red de una forma

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diferente, con sus vanos informativos, dónde y con qué rellenarlos y hasta determinar en

qué punto o áreas no merece la pena insistir en tiempo, (ese preciado bien para la toma

de decisiones), porque la relación esfuerzo de análisis/relevancia de resultados no

merece la pena. Facilita sin duda alguna entender que la racionalidad en la toma de

decisiones, sin llegar a ser total por mucho dato del que se disponga, sí puede ser

tremendamente eficiente por muy pocos datos de los que se disponga. Retomando una

de mis ideas iniciales de este artículo, es mejor una decisión aceptable hoy que una

perfecta fuera del plazo en el que mi acción no me haga estar por delante del ciclo de

decisión del enemigo.

NOTA SOBRE EL AUTOR:

José Antonio Cruz Moro es Coronel Diplomado de Estado Mayor del Ejército de

Tierra y ha sido Profesor Titular de Organización y Liderazgo, y de Operaciones en el

Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, y fue el primer Jefe de la Sección

de Ataque a Redes Terroristas e Insurgentes que utilizan IED’s del Centro de

Excelencia C-IED de la OTAN en Hoyo de Manzanares.

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Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

Juan Carlos Antunez Moreno, “Salafism: From a Religious Movement to a

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1, (2017), pp. 11-41.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.2

Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los

autores: http://www.seguridadinternacional.es/revista/?q=content/normas-

para-los-autores

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 11-41.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.2

Salafism: From a Religious Movement to

a Political Force Salafismo: de un movimiento religioso a una fuerza política

JUAN CARLOS ANTUNEZ MORENO

NATO Joint Force Command in Brunssum, Netherlands

ABSTRACT: Globalization has introduced rapid changes in the social, political and economic

realms of life. It has provoked perturbing and turbulent effects and has challenged established

and rooted notions of identity. Globalization has also changed the essence of religion and its role

in international affairs. Religion is growing in countries with a wide variety of religious

traditions and levels of economic development. Islam is also experiencing a genuine revival.

Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the faith.

Islamic Salafism, as other major religious movements of today, has become universal and less

affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a

spiritual search for self-fulfilment. Salafism has also evolved from being a non-political ideology

to develop into a political force.

KEY WORDS: Salafism, Extremism, Terrorism, DAESH.

RESUMEN: La globalización ha producido cambios importantes en los aspectos sociales, políticos

y económicos de la vida. Dichas transformaciones han provocado efectos turbulentos y

perturbadores que han desafiado los conceptos de identidad establecidos y consolidados,

asociados con las estructuras sociales tradicionales. La globalización tiende a crear un mundo

más inter-conectado, pero también más fragmentado. Las identidades religiosas, locales y

globales, han comenzado a fusionarse, porque la globalización está transformando la esencia de

la religión y su papel en la escena internacional. Además, choques culturales, relativos a

sentimientos religiosos, a la pertenencia a diferentes grupos étnicos o a valores ideológicos y

cosmovisiones diferentes, a menudo se encuentran en la raíz de muchos de los problemas que

amenazan la seguridad internacional en nuestros días.

PALABRAS CLAVE: Salafismo, Extremismo, Terrorismo, DAESH.

Recibido: 5 de abril de 2017

Aceptado: 26 de abril de 2017

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“Whoever fights monsters should see to it that in the process he does not become a monster. And

if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you”

Friedrich Nietzsche

INTRODUCTION

Globalization has introduced important changes in the social, political and economic realms of

life. Those transformations have provoked perturbing and turbulent effects and have challenged

established and rooted notions of identity associated with traditional social structures

(Moghadam 2008). Globalization tends to create a more unified and yet more fragmented world.

Global and local religious identities are becoming linked because globalization is changing the

essence of religion and its role in international affairs (Thomas, 2010). Furthermore, clashes of

culture, related to religious beliefs, ethnicity or different values often lie at the root of current

security problems (NATO, 2010).

Contrary to expectations of social scientists, social theorists, and historians of the past

century, religion does not seem to have disappeared as a social force (Queen, 2010). Around the

world religion is on the rise. It is growing in countries with a wide variety of religious traditions

and levels of economic development, suggesting that neither poverty nor social exclusion is

solely responsible (Thomas, 2010).

Religion is adapting to political cultures, including democratic cultures, everywhere, be they

in Western Europe or Islamic states. The most significant aspect of the evolving relationship

between religion and culture is the close interaction of religious movements and national politics

(Barkey, 2011).

Islam is also experiencing a genuine revival and globalization is also making religion more

pluralistic. It is no longer imposed or taken for granted by prevailing cultures. In the Muslim

world this shift is also taking place and debates are ongoing in many countries about issues such

as the lines between Islamic law and religious freedom, the role of women in society, and

regulations regarding conversion and proselytizing (Thomas, 2010).

Islamic Salafism, as other major religious movements of today, it is setting itself free from

cultural moorings. Salafism has not lost its importance, but it has become universal and less

affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a

spiritual search for self-fulfillment (Barkey, 2011)1. In the post-Arab spring context, Salafis

across the Middle East region see themselves as the rightful guardians of the public sphere, and

are acting to ensure that others see them that way, too (Mc Cants 2012). Nowadays, the ideas of

literalistic Salafists are ascendant in Muslim communities from Egypt and the Persian Gulf to

Western Europe (Lynch, 2010). Current interpretations of Salafism range from a solely personal

religious conviction with an emphasis on purifying the believer’s way of life to a so-called Jihadi

orientation that demands its followers to take on the fight against Western governments and

“apostate” Muslims (specially Middle Eastern) regimes held responsible for the suffering of all

Muslims (Heinke & Persson, 2016).

1 Roy claims that the major religious movements of today (Pentecostalism, Protestant evangelicalism, and Islamic

Salafism) are fundamentally separating from the cultures in which they developed, although they acknowledge what

Roy calls “floating cultural markers: halal fast food, eco-kosher, cyber-fatwa, halal dating, Christian rock,

transcendental meditation”.

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Salafism: From a Religious 13

Globalization gives greater influence to ethnic and religious diasporas, which are contributing

to the changing nature of international security and are one of the most significant types of non-

state actors in international relations. Nowadays, members of diasporas can also join religious

groups in their countries of ethnic origin. The Internet and cheap airplane tickets, for example,

give young, rootless, and alienated Muslims in the diaspora the opportunity to construct new,

radical identities by joining a virtual Ummah, or global Islamic community (Thomas, 2010).

The success of fundamentalist movements stems from their capacity to appropriate secular

culture and render it more religious. And at the same time that religious groups engage secular

culture to reform it, they themselves become more secular (Barkey, 2011)2. Globalization has

blurred the lines between religious organizations involved in advocacy, proselytizing, or social

welfare and purely terrorist organizations. It is these kinds of both local and global social

networks that allow people to support or facilitate the operations of terrorist groups (Thomas,

2010).

In Syria and elsewhere, many Salafi preachers call for their followers to fight jihad. Ibn

Taymiyyah is often referred to as their Sheikh of Islam, meaning that his teachings are central to

the lives of “pious or good” Muslims (Vicente Caro, 2017)3.

The Salafism also parallels that of other ideologies, namely its attempt at creating a new

identity for its adherents. Several scholars have argued that Muslims and Western converts

adopting Salafism tenets suffer from a crisis of identity (Roy, 2005; Khosrokhavar, 2005). To

those who are disoriented by modernity, Salafism provides a new sense of self-definition and

belonging in the form of membership to a supranational entity. Salafi-jihadists attempt to install

into Muslims the notion that the only identity that truly matters is that of membership in the

umma, the global Islamic community that provides comfort, dignity, security and honour upon

the oppressed Muslims (Moghadam, 2008).

In the later decades of the twentieth century the Arab Middle East saw the rise of violent

Islamist groups influenced by both Muslim Brotherhood activism and Salafi exclusivism. These

groups, including Egyptian Islamic Jihad and the Islamic Group, in Egypt, and the Armed

Islamic Group and the Salafi Group for Preaching and Combat, in Algeria, were the forerunners

of today’s Jihadi- Salafi groups. Ideologically, their main inspiration was Sayyid Qutb, a prolific

Egyptian Muslim Brotherhood ideologue who advocated a radical, revolutionary version of

Brotherhood activism (Bunzel, 2015). Qutb is a controversial figure within the movement. His

extreme ideas split the Brotherhood’s top leadership in Egypt (Hansen, 2017). To Qutb,

contemporary society was populated by hypocrites and apostates who had substituted the rule of

man for the rule of God (Lynch, 2010). These groups inspired by Qutb’s ideas aimed to

overthrow the established governments and replace them with Islamic states (Bunzel, 2015).

This paper is intended to show the evolution of Salafism from being a nonpolitical ideology to

develop into a political force. The first chapter of the article shows the genesis of Salafism and

2 This mutual transformation is most visible in places where religious groups have reacted to the secularization of

society by engaging in politics. Entering the public sphere has forced Islamists, for example, to adopt modern forms

of organization, rationalize their thinking and practices, and revise their positions in historically contextualized ways

in order to become more relevant and more effective. 3 Taymiyyah’s ruling on the Druze and the Alawites is one example of Salafism’s history of producing extremism.

In his ruling, the Islamic scholar describes the Druze (an esoteric religious group) as “kafir”, meaning unbelievers,

and declares that anyone doubting that is also an unbeliever. He would make it permissible for their women to be

enslaved, for their property to be seized, and for them to be slaughtered.

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also analyses its special relations with other concepts and movements such as fundamentalism,

Islamism, and Wahhabism, which are vital to understand Salafi ideological and political

evolution. The second chapter is focused on the study of the DAESH4, the richest and most

violent terrorist group in modern history, which has evolved from a geographically contained

insurgent group to a quasi-conventional army with global impact (Black, 2014).

THE ORIGIN OF SALAFISM. IT´S RELATION WITH FUNDAMENTALISM, ISLAMISM, AND WAHHABISM

Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the faith

(Haikel, 2009). The term Salafī derives from al-salaf al-sālih. , meaning “the venerable

ancestors” of the first generations of Islam whom Salafis seek to emulate (Bunzel, 2015). A

distinctive Salafi intellectual genealogy extends to medieval times. Movements or religious

leaders advocating a return to the pristine fundamentals of faith can be traced back to at least the

thirteenth century, when Ibn Taymiyyah, realising the total decadence of the Abbasid caliphate

that led to the Mongol invasion, siege and sacking of the city of Baghdad (1258), called for a

definition of Islamic belief in an absolutist and literalist manner (Kepel, 2006, 219).

Salafism emerged in the second half of the nineteenth century (Kepel 2006, 219). The arrival

of colonial rule kicked off the search in Muslim lands for the answer to what went wrong, that is,

how the natural order of things—namely, Muslim rule over Muslim lands—was overturned. One

of the most popular answers, and also the most simplistic, was that the natural order was

crumbling because Muslims were no longer faithful to the fundamentals of Islam (Ayoob, 2016).

Salafi reformists called to maintain the unity of the Ummah, or global Islamic community, and

criticised the complicity of governments in Muslim countries with colonialism as one of the main

reasons for decadence and nationalist rivalries (Adamec, 2001: 233). The only way to remedy

this situation, the thinking went, was to return to the pristine age of Islam, the period covering

the first four decades from the founding of the Muslim polity in 622, when the Prophet

Muhammad and his immediate successors exercised power. (Adamec, 2001: 233). Salafists

define Islam as anything that was explicitly condoned by the Prophet and that was upheld by his

first three generations of Sunni followers (until the ninth century). Everything that appeared after

that is considered as un-Islamic (Olidort, 2015). This longing for a return to pristine Islam

included the re-creation of that imagined golden age’s political system. These ideas were grafted

onto the increasingly dominant European style nation-state, creating the hybrid notion of Islamic

state, or rather the Islamic nation-state. They also considered despotism as the enemy of Islam,

rejecting any notion of personal power (Adamec, 2001: 233).

Salafism has sought to “purify” Islam of Western influence and centuries’ worth of “deviant”

digression, including Shiism, Sufism, and even non-Salafist Sunni. Traditional Salafist texts are

focused on theology, without mentions to strategy or goals (Olidort, 2015).

4 DAESH, is the Arabic acronym for Al Dawla al-Islamyia fil Iraq wa’al Sham. It is used in this paper to supplant

the more widely used English ISIL or ISIS. First it was Islamic State of Iraq and the Levant (ISIL) or Islamic State

of Iraq and Syria (ISIS), with the Levant and Syria referring to a region stretching from southern Turkey through

Syria to Egypt. Then in June 2014, the group renamed itself Islamic State (IS), suggesting its ambitions to be a

worldwide caliphate rather than just in the Middle East. Opponents of the term Islamic State say it is neither Islamic

nor a state. The term DAESH is now gaining favour. It sounds like the Arabic words Daes (“one who crushes

something underfoot”) and Dahes (“one who sows discord”). The acronym has even become an Arabic word in its

own right, with its plural “daw’aish” meaning “bigots who impose their views on others”.

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Salafism: From a Religious 15

Despite early Salafism’s most prominent advocates resorting “to a somewhat freewheeling

interpretation of the sacred texts” (Kepel, 2006: 220), contemporary militant segments of the

movement advocated the study of texts in a more literal and traditional sense (Kepel, 2006: 220).

Purist Salafis stress a literal reading of the religious texts and largely refuse to accept the

established body of qualified interpretation (Hellyer and Brown, 2015).

The writings of the Ibn Taymiyya and his students provide the core Salafi theological corpus

(Bunzel, 2015) and it is not a coincidence, then, that these militant factions prefer to adhere to

the doctrines of Taymiyyah, who serves as an example of “a man of righteous conviction willing

to sacrifice himself” (Wiktorowicz, 2006: 212), instead of the nineteenth century reformist

writings of Jamal al-Din al-Afghani (1839–1897), Muhammad Abduh (1849–1905) and Rashid

Rida (1865–1935) (Kurzman, 2002).

Salafism reacted to the Westernisation of the Muslim world and opposed the conservative

clerics. Salafis rejected the authority of later interpretations or taqlid (tradition) and emphasised

the restoration of Islamic doctrines to the pure form and adherence to the Quran and Sunna

(Esposito, 2002: 275). Salafism focuses on eliminating idolatry (shirk) and affirming God’s

Oneness (tawhid). Salafis view themselves as the only true Muslims, considering those who

practice so-called “major idolatry” to be outside the bounds of the Islamic faith (Bunzel, 2015).

Those worshiping—or perceived to be worshiping— stones, saints, tombs, etc. are considered

apostates, deserters of the religion. These include the Shiites and, for many Salafis, democrats, or

those participating in a democratic system (Bunzel, 2015). The hard core of the Salafi jihadists

view all existing Muslim societies as fundamentally, hopelessly corrupt -- part of a jahiliyya,

which means “age of ignorance”, from which true Muslims must retreat and isolate themselves

(Lynch, 2010).

Salafi reformers promoted the Ijtihad (effort of reflection) and introduced a new model of

actions such as public debate and the use of the press (Esposito, 2002: 275). Salafi reformists

called to maintain the unity of the Ummah, or global Islamic community, and criticised the

complicity of governments in Muslim countries with colonialism as one of the main reasons for

decadence and nationalist rivalries. They also considered despotism as the enemy of Islam,

rejecting any notion of personal power (Adamec, 2001: 233). At the turn of the twentieth

century, Salafism aspired to generate political reform that would lead to the revitalisation of the

Muslim community. However, politics has never been Salafism’s ultimate objective, despite its

contemporary splits into purists, politicos and jihadis (Wiktorowicz, 2006). Rather, it is “to

educate and cultivate Muslims upon tawheed (Islamic monotheism) and adhering to the Sunnah

of the Prophet”. It is for this reason that Salafism “frown[s] upon forming political parties with

partisan loyalties” (Speckhard, 2011: 91).

During the past two decades, the role ascribed to Islam by political movements, inside and

outside the West, has augmented greatly (Antunez & Tellidis, 2013). Islam consists of many

varying types of religious activism, of different natures, objectives, values and ideology, which

Roy (2004, 1994) has broadly categorised as “Islamism” (political Islam), Islamic nationalism

and neo-fundamentalism (divided between mainstream and jihadist).

The Western media often give the impression that the embattled and occasionally violent form

of religiousness known as “fundamentalism” is a purely Islamic phenomenon. This is not the

case. Fundamentalism is a global phenomenon that during different periods of history has

surfaced in every major faith in response to perceived problems caused by a faith interpretation

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more adapted to the current societal context than the concrete historical and social conjuncture

and context of the faith when it was created or emerged. The term “fundamentalism”, initially

used to describe an ideological stream that developed into a movement within the Protestant

community of the United States in the early part of the twentieth century (Nagata, 2001; Boer,

2005), is defined in this study as religious movements or streams based on an affirmation of faith

that defines belief in an absolutist and literalist manner (Antunez & Tellidis, 2013).

“Fundamentalism” is neither an uncommon phenomenon to all religions (Esposito 1995, 32;

Lewis, 1988: 117), nor is it historically new with regards to Islam. Armstrong (2001) shows how

fundamentalism has emerged and consolidated in many of the world’s major religions, such as

Christianity, Islam and Judaism. The transition from a pre-modern to a modernized society in

colonized countries has been traumatic. Secularization has been often been experienced as an

assault and it is perceived as a threat to the faith. Religion has frequently become embattled and

even militant and some groups believe that they are fighting for survival and they can lash out

violently. Furthermore, “Fundamentalism” has frequently taken the form of “religious

patriotism”, replacing the 19th century European model of nationalism with one based on

religion (Armstrong, 2006).

Just like other religions, the history of Islam is not short of instances whereby several groups

sought to purify or reform the beliefs, values, ideology and practices of believers. Often, these

attempts followed the self-defined principles of the religious leader (or group of leaders) and, as

such, were fervently antithetical to the critical interpretation or adaptation of sacred texts

(Esposito, 1995: 32). “Fundamentalism” and “Islamism” have been frequently confused and

conflated to the extent that both terms have become synonyms in contemporary usage. Graham

Fuller describes Islamic fundamentalism as a more conservative subset of Islamism (2003: 48).

According to Fuller, “for fundamentalists the law is the most essential component of Islam,

leading to an overwhelming emphasis upon jurisprudence, usually logically conceived” (2003:

48). Lapidus locates the difference between mainstream Islamists and fundamentalists in the

“political”, arguing that while “Islamist” refers to those with primarily political agendas’, a

fundamentalist is a political individual seeking a more purified version of Islam (Lapidus, 2002:

823).

Islamism is going to be defined here as synonymous to “Islamic activism”. That is, “the active

assertion and promotion of beliefs, prescriptions, laws, or policies that are held to be Islamic in

character” (International Crisis Group, 2005: 1). “Islamic character” is defined by the Sharia or

Islamic law, interpreted to a greater or less rigid degree, according to different streams and

movements. Although the goals of the different Islamist groups could be similar, the level of

Islamic influence in the society differs, as do the means, the characteristic actors and the

deadlines to reach their purposes (Antunez & Tellidis, 2013).

Nowadays, Islamism might offer meaning to those who are confined to gloomy urban ghettos

Islamist groups might be the only ones working on the ground to improve certain people’s lives.

For many Muslims around the world, Islamism may offer a better life in the here and now -- and

not just in the hereafter -- than do many of the alternatives. Even moderate Islamists prioritize

religion over all other identities and promote its application in law, society, culture, and politics.

Their proselytizing, social work, party politics, and organization of parallel civil societies have

all helped transform societies from below (Lynch, 2010).

The Muslim Brotherhood still supports some ultraconservative ideas. However, various

offshoots of the Muslim Brotherhood, such as in Morocco and Jordan, have taken part in

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Salafism: From a Religious 17

democratic elections, and have been a force pushing for democratization. In Tunisia the Ennahda

Party promotes democracy and human rights, seeks for consensus with its secular opponents and

does not care whether female parliamentarians within the party wear hijabs (Hansen, 2017).

There is a vast and important gap between the Salafi vision of enforced social uniformity and

the moderate Islamist vision of a democratic state, with civil institutions and the rule of law,

populated by devout Muslims (Lynch, 2010). For Salafists, a movement such as the Muslim

Brotherhood is too political, too accepting of civil institutions, and insufficiently attentive to the

formalistic and public rituals of Islam. They urge Muslims to separate from Western societies in

favor of their own allegedly pure Islamic enclaves. Another thing that should be kept in mind is

that, besides the different stances on politics and economy, the terms “fundamentalist” and

“Islamist” also ascribe different societal roles to women. While the “fundamentalist” accepts

nothing less than house confinement for women, “Islamists generally tend to favour the

education of women and their participation in social and political life: the Islamist woman

militates, studies, and has the right to work” (Roy, 1994: 38). The Muslim Brotherhood has

encouraged women to wear the veil, but only so that they can demonstrate virtue while in

universities and the workplace. The Salafis, meanwhile, want women at home and strictly

segregated from men. True liberals should prefer Ramadan because he offers a model for

Muslims of integration (Lynch, 2010).

Other important issue to keep in mind is the establishment of the caliphate. The Muslim

Brotherhood also emerged in response to the rise of Western imperialism and the associated

decline of Islam in public life, trends it sought to reverse via grassroots Islamic activism. They

championed the restoration of the caliphate as the ideal system of government for the Islamic

world, a popular theme in the earlier 20th century. However, for the Muslim Brotherhood

building a caliphate was more of a long-term goal than an immediate objective (Bunzel, 2015)

and they evinced “a relative indifference” to actually restoring the caliphate (Mitchell, 1969:

235). Despite of this, Muslim Brotherhood’s emphasis on the caliphate is particularly significant,

as the earliest jihadist ideologues and groups emerged as radical splinters from the Brotherhood

(Bunzel, 2015).

Although Salafis do not make up a majority of the population in any of the Middle East and

North Africa countries, they have been able to set the political agendas. One of the main reasons

for that it is the vast funding they receive from fellows in the wealthy Gulf monarchies,

particularly in Kuwait, Qatar, and Saudi Arabia. This money is invested on social programs and

proselytizing (Mc Cants, 2012).

It is unclear what percentage of Egypt’s population Salafis make up, but they control a quarter

of the parliament, where Salafis have agitated for a constitution that recognizes the paramount

authority of Islamic law. They have also pushed for legal codes that reflect the Koran’s

commandments (Mc Cants, 2012)5.

In other countries, Salafis make up even smaller percentages of the population and have less

institutional clout, but their penchant for vigilantism makes them feared nonetheless. To push

their conservative agenda, Salafi activists have taken to the streets, where they have ransacked

alleged symbols of Western decadence such as bars and art exhibits and clashed with police in

protests against the secular state (Mc Cants, 2012).

5 Each year, millions of dollars flow out of the Gulf and into Salafi charities and satellite channels like the one that

touched off the riots. By comparison, liberal NGOs receive far less support from the wealthy countries in the region.

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Among Muslims all over the world there is currently a dramatic competition across and

within groups, above all, to the fierce war between the Salafi purists who call for a literalistic

Islam isolated from modernity and the modernizing pragmatists who seek to adapt Islam to the

modern world. In this context, Salafists are gaining in influence everywhere, driven largely by

the failure of the Muslim Brotherhood’s model of political participation and the continued flow

of Gulf oil money to literalistic institutions and individuals. The purity of Salafism offers simple

answers to Muslims who are facing profound crises of identity and alienation (Lynch, 2010).

Wahhabism is another reformist movement of the eighteenth century, concerned with the

moral reconstruction of society. It was founded by Muhammad ibn Abd al-Wahhab, a Hanbali

scholar, in Arabia. Like Salafism, Wahhabism proclaims tawhid (monotheism) as its primary

doctrine. The perceived moral decline and political weakness of the Muslim community in

Arabia spurred the emergence of the movement (Esposito, 2003a: 333). Frustrated by the moral

decline of his society and the “heterodox” religious interpretation imposed by the Ottoman

Empire, Abd al-Wahhab, proposed a return to an idealized Islamic past through the reassertion of

monotheism and reliance on the Quran and hadith (a collection of traditions containing sayings

of the Prophet Mohammed), rejecting medieval interpretations of Islam and jurisprudence.

Wahhabi jihad involved the destruction of tombs and shrines and the enforcement of proper

ritual practices, as well as cleansing Islam of Shi’ism (Bunzel, 2015).

Wahhabism belongs to the category of movements that seek a return to a strict application of

the Sharia while opposing both Western encroachment and the intellectual, artistic and mystical

tradition of Islam itself, and all this in the name of an early puritan Islam considered to have been

lost by later generations. Elements of the movement are referred to as Wahhabis by opponents,

but refer to themselves as Muwahhidun, or those upholding the doctrine of tawhid. In the

eighteenth century, Abd al-Wahhab partnered with Muhammad Ibn Saud, at the latter’s request,

to begin the unification of all tribes in the Arabian Peninsula (Blanchard, 2009). Abdul-

Wahhab’s ideas inspired an important religious and political movement, which spread and

disseminated throughout the Arabic peninsula. Nowadays, it is the most important source of

inspiration in the religious sphere of the Saudi Kingdom and a serious dimension of its political

domain. Since the foundation of the modern kingdom of Saudi Arabia in 1932, there has been a

close relation between the Saudi ruling family and the Wahhabi religious establishment

(Blanchard, 2007: 4). In the late 18th century Wahhabism was wedded to the Saudi political

establishment and remains so today. The alliance with the Saud family helped the Wahhabis to

impose their version of the faith across Arabia by waging jihad against perceived heretics for the

sake of eliminating shirk or idolatry and affirming tawhid (Bunzel, 2015). It is worth noting that,

like DAES today, the first Saudi state, which was founded in the eighteenth century, also

emerged out of a political vacuum by taking advantage of territorial opportunities created by

regional neglect (Olidort, 2016a).

The establishment of the Saudi kingdom provided the Wahhabi movement with a state, which

included the holy cities of Mecca and Medina, increasing its relevance in the Muslim world

(Martin, 2004: 727). Supported by the vast wealth from oil discovered in the decades following

the creation of the Saudi state, Wahhabi influence on Muslim culture and thinking drastically

rose following a tripling in the price of oil in the mid-1970s (Kepel, 2006). Since that moment,

the Saudi government spent tens of billions of dollars to promote Wahhabism throughout the

Islamic world, through the construction, support and operation of mosques, madrasas and other

religious institutions preaching the Wahhabist doctrine (Al-Fadl, 2005). As a result, local

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Salafism: From a Religious 19

interpretations of Islam that are not as strict as the Wahhabi doctrine are side-lined and

increasingly substituted by it (Al-Shirian, 2003). Yet, because of the cross-pollination of

Wahhabism, teachings of the Muslim brotherhood (members of which were given sanctuary in

Saudi Arabia in the 1960s) and Salafi interpretations, the doctrine that was exported by Saudi

Arabia after the 1970s is better described as “neo-Wahhabism” (Stanley, 2005).

The implications of this are significant, because it is at this point that militancy and

radicalisation, both in the Wahhabi and Salafi doctrines, begin to emerge in contemporary times.

According to Moussalli (2009), after the creation of the Saudi state, Wahhabism was changed

from a revolutionary and theological puritan movement to a movement of a conservative social,

political, theological and religious dawa (purest form of religion). As a result, Saudi Wahhabi

clergymen remained loyal to the royal family and supported the positions of the Saudi regime at

different occasions and events, such as the Second Gulf War in 1991, the Bin Laden issue and

the American attacks against Afghanistan and the Taliban in 2001. This stance diverged greatly

from the non-state Wahhabi base’s opinions and increased the role of neo-Wahhabism among the

Saudi population, who increasingly began to distance themselves from their government’s

decision to co-operate with the West in the aforementioned instances. It is at this historical

conjuncture that the jihadi segment of Salafism (Wiktorowicz, 2006), or neo-Salafism (Stanley

2005) and neo-Wahhabism, converged on the predicament of a more-direct and puritan

reinterpretation of the traditional teachings of Islam – despite the fact that their origins were

quite different (Stanley, 2005; Wiktorowicz, 2006: 207).

Nowadays, Wahhabism and Salafism are often used interchangeably (Wiktorowicz, 2006:

207), with Wahhabism considered by some to be “a particular ultra-conservative orientation

within Salafism” (Murphy, 2006). Other commentators describe Wahhabism as a formerly

separate current of Islamic thought that appropriated the “language and symbolism of Salafism”

until the two became “practically indistinguishable” in the 1970s (Al-Fadl, 2005: 79). Later

significant Salafi thinkers came from the Wahhabi movement (Bunzel, 2015).

SALAFISM AND JIHADISM: DAESH

Salafism is a minority faction within Islam, and most of its adherents are nonviolent. But this

ideology is prone to radicalization and some of the Salafist doctrines can be exploited and used

to justify the extremism found in terrorist groups in the Islamic world (Vicente Caro, 2017)6.

DAESH, like al-Qaeda, identifies with a movement in Islamic political thought known as Jihadi-

Salafism, or Jihadism for short. The group’s leaders explicitly adhere to this movement (Bunzel,

2015). Jihadi-Salafism is a distinct ideological movement in Sunni Islam. It encompasses a

global network of scholars, websites, media outlets, and, most recently, countless supporters on

social media. The movement is predicated on an extremist and minoritarian reading of Islamic

scripture that is also textually rigorous, deeply rooted in a pre-modern theological tradition, and

extensively elaborated by a recognized cadre of religious authorities (Bunzel, 2015).

In the last 20 years jihadism has thus been increasingly dominated by its Salafi dimension

(Lav, 2012). Rather, works by Ibn Taymiyya and the scholars of the Wahhabi tradition have

6 In 2015, Sheikh Aadel al-Kalbani, the former imam to the Grand Mosque in Mecca, even said that the Islamic

State (ISIS) was a result of the Salafi version of Islam and that the question of how this ideology was fuelling

terrorism must be addressed with transparency.

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20 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

become the ideological backbone of the movement (Bunzel, 2015). Salafi-jihadists present a

program of action, namely Jihad, which is understood in military terms. They assert that jihad

will reverse the tide of history and redeem adherents and potential adherents of Salafi-jihadist

ideology from their misery (Moghadam, 2008).

In conjunction with the rise of jihadist groups, there also appeared a loose-knit network of

independent scholars who gave ideological substance to the emergent jihadi movement.

Influenced more by Qutb and the Brotherhood early on, these scholars gradually distanced

themselves from him and adopted a more Salafi orientation. Their focus on the more violent

aspects of Salafism gave birth to Jihadi-Salafism (Bunzel, 2015). These scholars provide

scriptural exegeses that provide a theological rationalisation for the violence of the radicals (Roy,

2017).

Martyrdom is extolled as the ultimate way in which jihad can be waged, hence the

proliferation of suicide attacks among Salafi-jihadist groups (Moghadam, 2008). The systematic

association with death is one of the keys to understand today’s radicalization: the nihilist

dimension is central. “What seduces and fascinates is the idea of pure revolt. Violence is not a

means. It is an end in itself” (Roy, 2017). Salafi-jihadists also openly justify the killing of

civilians, including Muslims, under a logic of the ends justifying the means (Moghadam, 2008).

Sectarian identities were supposedly formed in the Middle East centuries ago, and yet they

seem to breed the region’s bloodiest conflicts today (Olidort, 2016a). DAESH, the most

important Jihadist group in modern history, has been able to capitalize Sunni Arab fears and

resentment of Shiite leadership in Iraq and Alawite leadership in Syria (Terrill, 2014). DAESH

has manipulated anti-Shiism to exploit political and economic grievances against both Assad’s

Shiite–Alawite regime and the dispossession of Iraq’s Sunnis under the government of then-

Prime Minister Nouri al-Maliki (Olidort, 2016a).

The anti-Shiite element in Jihadism derives from Salafism historical animus toward Shiites.

Salafis are by no means the only Sunni Muslims to show hostility toward the Shiites in Islamic

history. Salafis, however, have made anti-Shiism a central component of their identity (Bunzel,

2015). Some groups and states have integrated sectarian themes into the very fabric of their

political, cultural, and educational systems. Sectarianism, in other words, has been

institutionalized. Even some non-state communities, such as the Salafis, have institutionalized

their sectarianism. Salafis claim that their conservative version of Sunnism adheres to a literal

understanding of the faith that the Prophet Muhammad and his earliest followers practiced. They

thus consider Shiites apostates. Although lacking (and in most cases even resisting) the call for a

state, Salafis have systematized their opposition to Shiites over the course of the twentieth

century by promoting medieval theological treatises that support their religion stance (Olidort,

2016a).

The on-going Syrian conflict has deepened traditional Shiite and Sunni rift and attracted

extremist on both sides; even it started as a peaceful popular revolt against a dictator. Although

religion is not the driving factor of the rebellion, Salafism as a religious ideology serves a

sectarian purpose. It can be used to distinguish “true” Sunnis from Shiite Assad loyalists, and it

has become a tool for mobilization and a source for comfort and justification in times of war

(Vicente Caro, 2017). This can be attributed to many reasons; going from the rise of extremist

Sunni groups backed by the Gulf States; to the involvement of Hezbollah, supported by Iran; and

the decline of the initial secular movement deprived of enough regional or international support.

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Salafism: From a Religious 21

In Syria, the uprising against the Assad’s regime has become an increasingly sectarian war. This

is a consequence of identity politics, which have dominated Syria since its establishment after

World War I and especially since the first Assad regime came to power in 1970 (Van Dam,

1996; Terrill, 2014). Sectarian identity has also been the dominant factor in Iraqi society since

2003 (Terrill, 2014). DAESH is exploiting the increasing tension between Iraq’s Sunni minority

and the Shiite-led government (Visser, 2014). DAESH “offensive jihad” is directed mainly

against the region’s Shiites. Apart from theology, the perception that the Shiites have

expansionist designs on the Middle East “necessitates” fighting them (Bunzel, 2015). It is

possible to affirm that Identity and sectarian polarization in Syria and Iraq provided the perfect

conditions for DAESH’s establishment in both countries. This presence will not be rolled back

easily (Terrill, 2014).

The crucial goal of DAESH is to attract Muslims from all over the world to Iraq and Syria,

where the group has focused the almost totality of its efforts and resources to consolidate and

expand its territory. Nevertheless, in its online magazine Dabiq, DAESH asks Muslims already

in the land of the infidels to “attack, kill, and terrorize the crusaders on their own streets and in

their own homes.”7 The main mission of DAESH in the Far Abroad (US, Europe and Asia) is

destabilization of the current political order. In order to reach this goal, DAESH also encourages

radicalized Muslims in Europe to remain at home to recruit others and launch local attacks.

These attacks are intended to polarize Western societies and deter strikes on DAESH targets in

Iraq and Syria (Mc Fate & Gambhir, 2015). DAESH offers young volunteers a narrative

framework within which they can achieve their aspirations. So much the better for DAESH if

those who volunteer to die (the disturbed, the vulnerable, the rebel, without a cause) have little to

do with the movement, but are prepared to declare allegiance to DAESH so that their suicidal

acts become part of a global narrative (Roy, 2017). The Salafi-jihad identifies the alleged source

of Islam’s conundrum in the persistent attacks and humiliation of Muslims on the part of an anti-

Islamic alliance of what it terms “Crusaders,” “Zionists” and “apostates” (Moghadam, 2008).

DAESH approach to the doctrine of jihad also bears a distinctly Salafi imprint. Traditionally,

Jihadists, have espoused “defensive Jihad”, casting their militant acts as defensive in nature.

They perceive the Middle East to be under attack by secular “apostate” rulers and their Western

“crusader” backers. Although DAESH advocates for “defensive jihad” too, they also emphasizes

the offensive form of jihad, which in the Wahhabi tradition is premised on the uprooting of shirk

or idolatry, wherever it is found (Bunzel, 2015).

DAESH employs religious rhetoric and symbols to advance their cause. Although they

selectively pick from the Islamic tradition only those elements that advance their narrow agenda,

they nevertheless draw from the same religious sources that inform the lives and practices of

more than a billion other Muslims (Moghadam, 2008).

Terrorist groups use wisely cultivated victim narratives to play on intense popular frustrations,

especially during crisis of governance. Al-Qaeda is a case in point: from the beginning, Osama

bin Laden emphasized “the humiliation of Muslims at the hands of Western oppressors and

called on his followers to reclaim their dignity as God’s chosen people”. DAESH has invoked

7 Dabiq, Islamic State online magazine, “From Hypocrisy to Apostasy. The Extinction of the Grayzone”, Issue

number 7. All the issues of DAESH propaganda magazine Dabiq can be found at the site of “The Clarion Project:

Challenging Extremism, Promoting Dialogue”. Available at: https://clarionproject.org/ (last visited on 10 April

2017).

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22 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

similar themes in Iraq, exploiting Sunni anger at the Shia government in Baghdad. In this way

they also attract people seeking to assert their identity and self-worth (Mazzar, 2014). DAESH’s

adoption of this acutely severe version of Jihadi-Salafism is attributable to Abu Mus‘ab al-

Zarqawi, the founder of al-Qaeda in Iraq who studied theology with the prominent jihadi scholar

Abu Muhammad al-Maqdisi (Bunzel, 2015). The speeches of the different leaders of the group

drew extensively on established Salafi authorities, many of them from the Wahhabi tradition

(Bunzel, 2015).

Similar to other ideologies, the Salafi-jihad sharply distinguishes between its adherents and

those who reject its doctrines. (Moghadam, 2008). Their core narrative of “us” (the Ummah,

community, or Ummat al-Mu’minin, the community of believers) defending against “them” (the

non-believers conducting an alleged “War against Islam”) secures a strong bond among the

followers while alienating them from both Western citizens and other Muslim believers (Heinke

& Persson, 2016). However, the Ummah is at best a pious wish and at worst an illusion: in fact

nowadays conflicts are first and foremost among Muslims themselves (Roy, 2017).

Westerners are commonly described as infidels, while moderate Muslims and Arabs are

labelled apostates. To the most extreme Salafi-jihadists, Muslims who reject the tenets of Salafi-

jihad are tantamount to infidels, thus deserving of death (Moghadam, 2008).

Ideology is critical to terrorist groups for a number of reasons including the roles it plays in

recruitment and in the ongoing motivation of fighters and other adherents and sympathizers.

They make efforts to “shape society”; and to distribute propaganda that speaks directly to local

circumstances, in Europe or in the Middle East. From their perspective, the goal is to grow the

movement and further extend its global reach while maintaining an appreciation of site-specific

context needs, and parameters of operation. Such skilful adaptation to local circumstances has

served the adversary well over time (Cardash, Cilluffo, & Marret, 2013).

DAESH ideology can be defined as a radical interpretation of Salafism, according to which

Islamic rule must be established by violent Jihad that can include terror and terrorist acts (Kepel,

2006). Salafism is viewed by a large number of Muslims worldwide, from immigrants in

Western countries to those living in the metropolis of the Middle East, as a way to renew Islam

in the face of modern times. It is attractive because of its claims of authenticity and its textual

associations and because it offers an emotional and puritan alternative to other interpretations. In

Western countries, many younger Muslims face a crisis of identity, and they identify neither with

the hosting society nor with their families’ country of origin. For them, Salafism, which

underscores Islam’s universality, is a way to differentiate from both societies, providing them a

new identity. In Muslim countries, Salafism is appropriating secularism’s traditional role of

defending the socially and politically weak against the powerful (Antunez & Tellidis 2013).

They provide the followers (the true believers) with an idea of their “true purpose” and a sense of

belonging to a transnational community in which he or she is unconditionally accepted (Heinke

& Persson, 2016). DAESH is successfully exploiting both phenomena with recruitment

purposes, offering them an opportunity of victory and retribution.

However, the relation between the group’s strategy, politics and religious ideology is

complex, and understanding it is the first step to challenging it. Salafism was traditionally non-

political and emphasized God’s undisputed and sole sovereignty (Hakimiyyat Allah) and viewed

the Quran and the Sunnah of Muhammad as the only acceptable sources to define right and

wrong (Heinke & Persson, 2016). Secular political ideologies, nation-states, political parties,

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Salafism: From a Religious 23

and so on were all considered as un-Islamic, because they were not explicitly authorized by the

Prophet (Olidort, 2015a). Despite of this, DAESH and other groups have been able to make

Salafist theology relevant to real-world political grievance. It openly discards the political

terminology of Western inspired constitution and modern politics, using instead discussions of

the Hadith, early theological thoughts, and statements from specific pre-modern figures thought

to uphold the Salafist belief. Its achievement will depend on its firm commitment to create and

consolidate a theologically authentic state rather than a political one (Olidort, 2015a).

According to the stance of DAESH and other Salafi inspired groups, Muslims have been

dominated by the West because they abandoned “true Islam”. They assure that all men who are

not ruled by God, including the majority of Muslims, are in a state of Jahiliya (ignorance and

darkness) that is similar to what which prevailed before the rise of Islam in Arabia. DAESH

believes Islamic Law (Shariah), must be the basis for all legislation; that Muslims must return to

the original teachings and the early models of Islam; and that the western military, economic,

political, social, or cultural influence in the Muslim world is un-Islamic and must be dismissed.

To reach this goal is essential to rebuild, consolidate and expand the Caliphate. The restore and

the success of the Caliphate and the reestablishment of Muslim hegemony will be an

unquestionable proof of God’s support to His faithful (Rogers, 2014).

Certain devout Muslims also feel a scriptural empathy for the militant group. They see

parallel between DAESH’s mission and prophecies in Islamic holy texts of an “end-time

caliphate” following the fall of dictators in the Arabian Peninsula. They are also reminded of the

inevitable apocalyptic fight between the forces of an Islamic messiah figure, who is supposed to

fight under a black flag, and those of the Antichrist (Liow, 2014).

DAESH follows a distinctive variety of Islam whose beliefs about the path to the Day of

Judgment matter to its strategy. DAESH actions must be analysed in the framework of a

commitment to returning civilization to a seventh-century legal environment, and ultimately to

bringing about the apocalypse. DAESH often speaks in codes and allusion that sound odd or old-

fashioned to non-Muslims, but refer to specific traditions and texts of early Islam (Wood, 2015).

DAESH does govern, and its claims to statehood and the Caliphate are part of its propaganda.

However, its appeal to potential recruits lies principally in its distinct apocalyptic narrative

(Ford, 2016)8 and in its promise of a purist Salafi utopia. DAESH theological narrative promotes:

“The Middle East’s regional crises are part of an apocalyptic sectarian war, for which DAESH’

Sunni utopia is the antidote” (Olidort, 2016b).

DAESH size remains unclear but it is thought to include thousands of fighters, including

many foreign combatants. It has surpassed al-Qaida as the most dangerous group. Al Qaeda and

DAESH share stringing similarities: both emerge from the Salafist strand of Islam, seek to

restore the caliphate, and employ indiscriminate violence against Westerners (Mendelsohn,

2016). In a previous incarnation, DAESH was even a branch of al Qaeda. It is possible to assess

than the ideological similarities between DAESH and al Qaeda are more significant than the

differences (Watts, 2016). Both groups fundamentally adhere to the principle articulated by al

Qaeda founding member Abdullah Azzam three decades ago. In fact, many of the differences

that do exist between DAESH and al Qaeda are rooted more in clashing egos and tone than in

8 The Center on religion and Geopolitics conducted a study of Salafi-jihadist propaganda of DAESH and two other

groups from April 2013 to summer 2015. The researchers found that 42 percent of the sources studied contained

“explicit references to the end of days”.

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24 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

substance (Hoffman, 2016). However, some differences between DAESH and al-Qaida are not

merely about power and control of the jihadist movement; the groups have some differences

when it comes to strategy, tactics, and religious authority. They differ on issues such as the

implementation of their particular interpretation of the Islamic law and the right of one group to

impose its authority over all others. The groups don’t disagree on the legitimacy of all of the

issues aforementioned, but al-Qaida is more patient and DAESH is generally more radical and

uncompromising (Mendelsohn, 2014a). In principle, both groups adhere to Salafi theology and

exemplify the increasingly Salafi character of the Jihadist movement. But the Islamic State does

so with greater severity. In contrast with al-Qaeda, it is absolutely uncompromising on doctrinal

matters, prioritizing the promotion of an unforgiving strain of Salafi thought (Bunzel, 2015).

DAESH and al-Qaeda are both ideas and entities. They are based on the central idea that they

have a divined mandates for ordering human society. This ordering is to be accomplished

through implementing their triumphalist version of the Shariah, which the extremists believe is

an individual obligation must fulfil. Along with this, DAESH, as al-Qaeda before, is also

committed with an ideology, an extreme version of Salafism, and a Jihadist methodology.

DAESH is also a networked organization with a clear membership, hierarchy and leadership.

DAESH accepts all al-Qaeda’s essentials of this ideological and methodological vision and

disputes only the timing and manner of its implementation (Habeck, 2015).

DAESH military victories in Syria and Iraq beyond raising DAESH’ profile also diminished

al- Qaida’s status. Al Qaida and its sponsored groups were able to gain, but not consolidate,

some territory in Yemen, Somalia, and northern Mali. However, these territories cannot be

compared, in size and significance, with the lands controlled by DAESH today. Although al

Qaida started the march toward the reestablishment of the Caliphate, it is DAESH that is

realizing it (Mendelsohn, 2014a). DAESH is actively seeking to establish a system of

governance—whether it’s issuing edicts on how to treat minorities or designing educational

curricula. This process builds channels for DAESH to apply and perpetuate its doctrines, as well

as gain credibility from those around the world who share its vision (Olidort, 2016a)9.

The idea of a renewed Islamic state reaches back the abolition of the Caliphate in Istanbul.

This is very important for both the potential recruits and the already inhabitants of the state,

especially among those who believe that religion cannot function in a state that does not

implement Shariah Law. Now some Muslim believers have the possibility to leave secular

societies to emigrate, following the footsteps of the Prophet in his Hijra from Mecca to Medina

(Azinovic & Jusic, 2015). DAESH narrative, using Islamic text and traditions, call upon

Muslims everywhere to migrate to Syria and Syria to become members of the Caliphate (Kibble,

2016).10

For those socially, cultural, and economically disenfranchised by life, both in Western

countries and Middle East and North of Africa, DAESH offers the promise of a genuine Islamic

state, full of opportunity for those who accepts its authority. Indeed, the group magazine,

9 The same is true of Syrian opposition groups. Al Nusra Front and Ahrar al Sham have set up courts and judiciary

bodies that mete out their version of justice. 10

The central pillar of the Daesh narrative is the idea of the new caliphate. However, those who are unable to join

are encouraged to undertake jihad in their own countries.

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Salafism: From a Religious 25

Dabiq11

(Ford, 2016), consistently put side by side pictures and stories of DAESH social support

for its people (i.e., medical care to children, repairing bridges and roads, etc.) with profiles of

fighters who were killed, allegedly in defence of such projects. DAESH offers to those who join

its cause both physical and spiritual fulfilment; material incentives (concubines, money) and

ideological ones (the promise of a society whose claims truly represent the vision of the Prophet

(Olidort, 2015b).

DAESH establishment of courts, welfare institutions, and essential services are part of an

attempt to build a “social contract”: a system based on reciprocal obligations in which civilians

are guaranteed protection and basic rights in exchange for support the caliphate in the form of

either taxes or military service. In this way, DAESH intend to convince Muslims all over the

world to be creating a system of Islamic governance that emulates that model of the seventh-

century caliphate. In a civil war in which all of the options are bad, the social contract offered by

DAESH, heavily inspired by medieval religious, political, economic, juridical, military and

social jurisprudence, is preferred by many as the lesser evil (Revkin, 2016).

Success also breeds legitimacy. During 2013 and 2014, al Qaida’s main tactic against DAESH

was to try to delegitimize the movement, through the statements of well-known religious

scholars (Mendelsohn, 2016). The consensus among Muslim religious scholars is that although

DAESH draws on some Sunni Islamic references, its interpretations and applications of those

references lie far outside an acceptable range. They affirm that DAESH is deviant and that its

interpretations are wilfully divergent from the tradition of classical Sunnism (Hellyer & Brown,

2015). However, DAESH was able to counter this campaign with the support of some young

scholars and social media platforms. Young extremists also begin to perceive al Qaida as “old

fashioned” and disconnected with reality. It plays on the side of DAESH, and its incipient

caliphate, giving them credibility and legitimacy (Mendelsohn, 2014a). Furthermore, DAESH

leader, al-Baghdadi is not regarded only as a religious scholar but also as a battlefield

commander and tactician. It makes DAESH more attractive to young fighters than al-Qaeda,

which is led by Ayman al-Zawahiri, “a mere Islamic theologian” (BBC, 2014).

DAESH has also taken a more pragmatic posture in its military-political strategy. The group

has adopted and adapted Baathist notions on military and political matters, giving their caliphate

a realistic “gloss” (Habeck et al. 2015). DAESH members who have previous ties with Saddam

Hussein’s Baath Party either hold senior leadership positions, such as the regional emir or

provincial governors, or are directly tied to al-Baghdadi himself. This suggests the importance

DAESH has placed on those with leadership experience resulting from time served in Saddam’s

regime (Raymond, 2015).

Symbolism also works to DAESH’ advantage. DAESH has become the icon of the global

jihad. The establishment of the so called Islamic State is vital in this development. After DAESH

began to control territory in 2012, it could truly claim to be a state in fact and not just in theory,

attracting the attention of Muslim youngsters all over the world. ¨It is far more exciting to be

fighting for a caliphate that has returned than for a distant promise of its return under al Qaeda¨

(Mc Cants, 2016). DAESH’s advances have helped it pick up more recruits, weapons and

money. Virtually overnight, it has gone from terrorist group to terrorist army (Simcox, 2014). In

11

Dabiq, the title of Daesh’ online magazine is also a name which contain huge religious symbolism. Dabiq is a

town from Syria where, according to some Islamic traditions, the final battle of good versus evil will be waged at the

end of the days.

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26 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

the past, al Qaida, Syrian rebel groups, and numerous scholars criticized DAESH claims of

representing a genuine Islamic Emirate by arguing that control over territory was essential for the

creation of Islamic Emirate. Nowadays, DAESH functions as a state, controlling a vast territory

with millions of residents, whereas al Qaeda operates primarily as an organization with

considerably fewer resources. To the extent that that al Qaeda’s branches have territorial

possessions, they are significantly smaller and of less strategic importance than are ISIS-

controlled territories (Mendelsohn, 2016). Now, DAESH holds cities, roads and infrastructures

in a territory larger than many countries. Further, Baghdadi’s forces (merely 5,000 men) defeated

90,000 soldiers on a march toward Baghdad, the seat of the Abbasid Caliphate for 500 years

(Mendelsohn, 2014a). DAESH is in an effort to expand its control over new territory and natural

resources (primarily oil fields and water dams that it can use for income and tools of war),

enforce its harsh ideology, and strengthen its own primacy within the jihadi camp (Mendelsohn,

2014b).

Another reason for DAESH’s appeal is its sectarianism. DAESH challenge is seen by some

Muslims as an extension of the Sunni-Shiite schism. The group’s struggle against Bashar al-

Assad’s regime is considered legitimate in fundamentalist Sunni-Salafist circles. In much the

same way, DAESH militancy in Iraq is also seen as a consequence of Sunni grievance against

the Shiite-led regime in Baghdad (Liow, 2014). The jihadist enemy has changed from previous

conflicts. In Syria and Iraq the fight is primarily against other Muslims, not against Soviets,

Serbs, Jews or Christians as before (Klausen, 2016)12

. The jihadist insurgents in Syria and Iraq,

irrespective of their factional differences, share a strategic interest in expanding the conflict to

the whole of the Middle East so that they can revert detested Sykes-Picot borders that effectively

divided the collapsing Ottoman Empire into British and French protectorates (Klausen, 2014).

Despite DAESH has long focused its energies local and regionally, recent attacks in European

soil show the group must be changing its strategy and going global. Indeed, the process is

circular: as DAESH became more threatening, Western countries stepped their intervention

against it. In turn, DAESH had even more reasons to strike at them. Going global also offers a

host of recruitment advantages. DAESH can manipulate grievances of Muslims in the Western

world, beyond the Iraq and Syrian conflict. Going global elevates the group’s status, improving

its self-image and making it more attractive for young recruits. “Anti-Western terrorism”

provokes headlines in a way that local fighting does not. Such kind of propaganda is priceless for

DAESH recruitment purposes (Byman, 2015).

The phenomenon of European foreign fighters is not a new one. There are many previous

examples of people that, for a variety of reasons and with different (ideological) backgrounds,

have joined a violent struggle abroad. In more recent years, at least few hundred citizens or

resident across Europe took part in the civil conflict in Bosnia and Herzegovina or went to fight

in Afghanistan, Iraq and other areas of conflict (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013).

However, the number of foreign fighters in Syria and Iraq today is exceptional and greater

than for any conflict in recent memory. The power of the sectarian message and the cross-border

flow of information and people help to explain this unprecedented phenomenon. DAESH

spectacular victories in Syria and Iraq, capitalizing on a widespread Sunni revolt to being

12

However, DAESH narrative also includes inter-confessional violence. For example Jihadi street preachers have

used anti-Semitism to recruit followers and terrorists and their supporters have exploited the same concept to justify

violence.

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Salafism: From a Religious 27

governed by Shia-dominated governments in both places (Pape, Ruby & Bauer, 2015) improved

its credibility and improved its appeal for a Western community of young radicals it seeks to

court (Byman & Shapiro, 2014).

DAESH exceptional success to attract foreign fighters forces us to pay special attention to the

motivation of those youngsters who decide to joint its ranks. The most commonly cited reasons

for individuals joining rebel forces are the horrific images of the conflict, stories about atrocities

committed by government forces, and the perceive lack of support from Western and Arab

countries. Those people feel that they belong to a global Muslim community or Umma, where

loyalty and allegiance are defined through confessional identity. They feel obligated to defend

their fellow believers in Syria. In many cases, these individuals only fully adopt radical doctrine

and ideology when they are on the ground and in contact with hardened fighters (ICSR, 2013).

Based on this, it is possible to affirm that DAESH recruitment, at least in early stage, has to be

analysed in the largest context of the humanitarian crisis in Syria (Liow, 2014).13

A December 2015 report of the International Centre for Counter-Terrorism assures the

specific motivations behind the individual departures may vary, ranging from altruism to more

egotistical reasons. Most of them depart in company of like-minded others. Some are status-

seekers, others are identity-seekers and yet others zealots - or a combination of all three. Some of

those who left early for Syria had a genuine altruistic humanitarian impulse to assist Muslims in

need. That humanitarian motive appears to have declined since the proclamation of the caliphate.

Now many appear to depart with the wish to live in what they were made to believe is a “true

Islamic society” and they wish to assist in state-building and in being part of a great Islamic

revival. “They have been told that it is the individual duty of every Muslim to defend Muslims

and fight infidels”. Yet many simply appear to seek excitement and adventure looking for a

thrilling adrenalin rush of extreme experiences. Some want to impress their friends back home,

progressing from being a zero to become a hero. Some others might be troubled souls haunted by

mental health problems, depressed and suicidal, who want to die - but gloriously. Yet others are

attracted by the opportunity of acting out aggressive, sexual and/or criminal macho impulses

with a weapon in hand. For some it is the prospect of camaraderie and bonding in a kind of

warrior brotherhood. For yet others it is the willingness to fight and die for a ‘good cause’,

driven also by desire to earn both earthly (spoils of war) and heavenly rewards (paradise). Often

the motives of those who are recruited as fighters appear to be mixed (Schmid & Tinnes, 2015).

The Soufan group suggests that the motivation for people to join violent extremist groups in

Syria and Iraq remains more personal than political. The majority of DAESH video production

appeals to those who seek a new beginning rather than revenge for past acts. A search for

belonging, purpose, adventure, and friendship, appear to remain the main reasons for people to

join DAESH the Islamic State. The great majority of its recruits continue to go to Syria with the

intention of acting there rather than training to become domestic terrorists (The Soufan Group,

2015).

Internal motives stem from what an individual wants or needs for himself, in terms of the

perceived benefits of membership in an extremist group, such as a feeling of belonging, escape

13

The universal sympathies among Muslims have undoubtedly prompted a large number of humanitarian missions

to depart for the conflict zone. Many members of those missions may well have set off with noble intentions. But

once they arrive in territory held by DAESH, it is not difficult to imagine how they would be exposed to DAESH

indoctrination and recruitment.

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28 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

into a new identity, adventure, or money. Foreign fighters have personal needs that are met by

joining an organization, and those personal needs may become more important over time.

Traditionally, jihadist fighters have found internal motivation in the promise of perceived

religious rewards such as entry into heaven. But for many, perhaps most, jihadists, religious

motivations are necessary but not sufficient to explain the leap to violent action (Stern & Berger,

2015). Individual members of DAESH are of course driven by numerous factors; not all

members are motivated by—or even aware of—the ideology of the group that they support. The

Islamic State as a political entity, however, is inconceivable apart from its ideology (Bunzel,

2015).

DAESH draws not only those seeking religious morality. It is also successful among those

looking for adventure, personal power, and sense of self and community. And, of course, some

people just want to kill, and DAESH welcomes them, too. The group’s brutal violence attracts

attention, proves power, and attracts people to the action. DAESH operates in urban settings and

offers recruits immediate opportunities to fight. The group also procures sexual partners for its

male recruits (some of them these women volunteer for this role, but most of them are coerced or

even enslaved). Some teenagers are attracted to the group without even understanding what it is

(Cronin, 2015).

A March 2015 report from Lebanon-based Quantum Communications provides some

additional insight into the motivation of foreign fighters to go to Syria and Iraq (Quantum

Communications, 2015). A majority of fighters were identified as “status” and “identity” seekers

driven by money and recognition, on the one hand, and by a construct providing a transnational

identity or offering a sense of belonging on the other (Revkin & Mhidi, 2016)14

. Geographically,

Western external fighters were firstly “identity seekers” and secondarily “thrill seekers” in search

of a restyled ‘Call of Duty’ narrative (Tucker, 2015).

What draws young people in Western countries to jihadi violence is mainly a search for

something a lot less definable: for identity, for meaning, for belongingness, for respect. The real

starting point for the making of a home-grown jihadist is not radicalization but this kind of social

disconnection, a sense of estrangement from, resentment of, society. It is because they have

already rejected mainstream culture, ideas, and norms that some Muslims search for an

alternative vision of the world (Malik, 2015). The recruiters are aware very well aware of the

heightened vulnerability of youth to the offer of an “anchor” for their life (Heinke & Persson,

2016). Issues of identity have long been recognized as being central to radicalization and are not

unique to Muslims. The underlying ingredients are always the same: righteous indignation,

defiance, a sense of persecution and a refusal to conform (Maher, 2015).

Some Muslim immigrants are not integrating well in Christian-Heritage societies (Adida,

Laitin & Valfort 2016a)15

. As a result, Europe is creating a class of under-employed immigrants

14

Interviews with former ISIS fighters from Syria reveal five primary motivations: First some Syrians join ISIS

because they are true believers who are ideologically committed to the goal of establishing a caliphate that is

governed according to the sharia. Second, some Syrians join ISIS because they are either wanted criminals or are

captured enemy combatants who are promised amnesty in exchange for pledging allegiance to ISIS. Third, a

significant number of Syrians join ISIS for economic reasons. Forth, a group of people join because they view the

Assad regime as the ultimate enemy, and ISIS as the greatest threat to its survival. Finally, some Syrians join ISIS

simply because they are opportunists “trying to maximize power and money”. 15

The cause of this failure of integration in France, for example, is twofold: Islamaphobia on the part of French

society and Muslim immigrants’ tendency to identify more with their home communities.

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Salafism: From a Religious 29

who feel little or no connection with their host societies (Adida, Laitin & Valfort 2016b). In

many Western countries, some young Muslims residents or citizens from Asian-African origin

also face a crisis of identity, and they identify neither with the hosting society nor with their

families’ country of origin. For them, to turn to radical ideas, which underscores religious

universality, is a way to differentiate from both societies, providing them a new identity (Mazzar,

2014). They are an easy target for radical groups. Their parents are frequently unable to provide

cultural or spiritual guidance, while their communities may lack Imams with a modern,

democratic orientation. This create a “lost generation” or “generation in transition” as these

youths don’t fit in with the culture their parents left behind, and yet don’t fit in with the culture

of the host country. Disconnected from the tolerant traditions of their families’ original

homelands, these teenagers are susceptible to foreign propaganda and sermons that preach

narrow and hateful interpretations of Islam (Antunez & Tellidis, 2013).

It is not surprising that many DAESH European foreign fighters are either converts to Islam

(Stern & Berger, 2015)16

, or Muslims who discovered their faith only relatively late17

. In both

cases, disenchantment with what else is on offer has led them to the black-and-white moral code

of religious radicalism (Malik, 2015). What unifies these two groups is not Islam; it is a sense of

generational revolt. This is why Oliver Roy describes the threat not as the radicalization of Islam

but as “the Islamization of radicalism”: “The terrorists are not an expression of a radicalization

of the Muslim population, but rather reflect a generational revolt that affects a very precise

category of youth” (Roy, 2016)18

. Violent radicalicalisation is not the consequence of religious

radicalization, even if it often takes the same paths and borrows the same paradigms. The fact

that these young people choose Islam as a framework for thought and action is funda,mental

(Roy, 2017).

The proximity of the Syrian conflict to Europe, easiness to obtain visa for transit countries,

and relatively inexpensive travel, makes it to potential fighters particularly attractive. Recruits

can travel by themselves or via charity or aid missions. Communiqués issued by terrorist groups

in Europe advise foreign fighters against arriving in Syria without pre-existing connection. The

emphasis, therefore, is on first establishing a reliable link with fighters inside the country, who

16

Among Western recruits, a disproportionate number of converts can typically be found. Converts are often

especially vulnerable to fundamentalist ideas, often combining wild enthusiasm with a lack of knowledge about their

new religion, making them susceptible to recruiters. 17

French jihadist are for the most part either second-generation French citizens – the children of relative non-

religious immigrants, who were born and raised in France – or native French converts – French citizens with no

immigrant background who have converted to Islam. 18

According to Roy, nearly all the French jihadis belong to two very precise categories: They are either “second-

generation” French (born or raised from a very young age in France) or they are “native” French converts. Roy

affirms that there is not a “revolt of Islam” or one of Muslims, but a specific problem concerning two categories of

youth. The key in this revolt is the absence of the transmission of a religion that is culturally integrated. Members of

the second generation do not adhere to the Islam of their parents. They almost never have a history of devotion and

religious practice and have been always in the margins of Muslim communities. They are “Westernized” and have

all shared in the youth culture of their generation (including drinking alcohol, smoking weed, and flirting with girls

in nightclubs. Many of them have spent time in prison. And then, suddenly, they (re)converted, choosing Salafi

Islam, “an Islam that rejects the concept of culture, an Islam possessing of norms that allow them to reconstruct the

self by themselves. Because they do not want anything of the culture of their parents or of the Western culture that

has become a symbol of their self-hatred.” Young converts, similarly, adhere to a “pure” form of religion, an “Islam

of rupture”: generational rupture, cultural rupture, and, finally, political rupture. They were radicalized within a

small group of “buddies” who met in a particular place (neighbourhood, prison, sport club); they recreate a “family”,

a brotherhood.

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30 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

will then facilitate safe passage to terrorist groups on the ground. There is also evidence that

some foreign fighters in Syria are using the internet to communicate with, and incite, both

families and friends at home (Maher, 2013). Travelling to the battlefield has become remarkably

easy to accomplish. Recruits can simply travel to Turkey (an easy trip by car, train, or plane

requiring no visa for EU and US citizens) and then cross into Syria along its vast and porous

border. Social media also helps: DAESH and other radical groups offer ample online tips on how

to contact them (Byman & Shapiro, 2014).

The reach of the Islamic State’s recruiting effort has been multiplied by an enormous cadre of

operators on social media. The terrorist group itself maintains a 24-hour online operation, and its

effectiveness is vastly extended by larger rings of sympathetic volunteers and fans who pass on

its messages and viewpoint, reeling in potential recruits (Callimachi, 2015). DAESH has been

particularly successful in recruiting its members through social media. It relies heavily on

Twitter and Facebook to reach out to potential recruits (Banco 2014). It is possible to affirm that

DAESH has an outstanding understanding of how to propagate a compelling social media

propaganda campaign to draw and sustain support for its cause (Feaking & Wilkinson, 2015).

Syria may be the first conflict in which a large number of Western fighters have been

documenting their involvement in conflict in real-time, and where social media represents an

essential source of information and inspiration to them. In their minds, social media is no longer

virtual: it has become an essential facet of what happens on the ground. A large number of

foreign fighters receive their information about the conflict not from the official channels

provided by their fighting groups, but through so-called disseminators – unaffiliated but broadly

sympathetic individuals who sometimes appear to offer moral and intellectual support to terrorist

groups in Syria. Private individuals, who are mostly based in the West and who have never set

foot inside Syria, possess significant influence over how the conflict is perceived by those who

are actively involved in it. ICSR has revealed the existence of new spiritual authorities who

foreign fighters in Syria look for inspiration and guidance. Although there is no evidence to

suggest these individuals are physically involved in facilitating the flow of foreign fighters to

Syria, or that they are coordinating their activity with terrorist groups, they are playing the role of

cheerers: their statements and interactions can be seen as providing encouragement, justification,

and religious legitimacy for fighting in the Syrian conflict, and are playing an important role in

radicalizing some individuals (Carter, Maher & Neumann, 2014).

The worsening conditions in Middle East are forcing many refugees towards Europe. Since

the refugee crisis began, a part of European media has shown Iraqi and Syrian refugees as

outsiders, whose values and culture oppose European values and culture. In this context, many

Europeans, including journalists, have widely generalized about the massive amount of

information about the refugees, Muslim immigrants, oversimplified conceptions, opinions, or

images and regurgitated an incomplete narrative to the larger population.

Anti-immigration rhetoric increasingly goes hand-in-hand with another terrible 21st century

phenomenon – Islamophobia (Sloan, 2014). Some commentators attribute this surprising and

sudden wave of anti-Islamic sentiment and anti-refugee hatred to rising defensive nationalism

and a sense of insecurity in a Europe because traditional stability appears to be under threat

(Culik, 2015). The crisis of the refugees has also activated a good amount of latent xenophobia,

leading to anti-Islam protests, attacks on asylum centres and a good deal of bigoted bluster.

Some governments in Eastern Europe have even specifically indicated they do not want to

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Salafism: From a Religious 31

accommodate non-Christian refugees, out of supposed fear over the ability of Muslims to

integrate into Western society (Tharoor, 2015).

Some political leaders are applauding and manipulating a growing nationalistic sentiment

among youth in many places, which is generated by due to economic woes, unemployment and

frustration. At times, this nationalistic sentiment is being used to target against other religious

communities and breed religious intolerance. Religious intolerance is a fertile recruitment

ground for radical movements and entices lone wolf attacks. Attackers can be only “DAESH

sympathisers”, prompted by a sense of shared community, political disagreement, feelings of

injustice over poverty and life in the dole, loyalties to another country and oppressed brethren.

They may not have contact with “DAESH prime”, may not have trained in foreign lands and

may not, in fact, ever leave their home soil. And with each new act of violence inspired by or

committed in the name of DAESH, radicalization and polarization of the society rages on

(Burton, 2005). DAESH attackers can be “Idealists”, identified with the suffering of Muslims

(real or perceived), “Respondents”, who react to the experiences of their own religious group,

and, last but not least, “lost souls, who are adrift, isolated and perhaps ostracized, and find

purpose with a radical group. The lost souls are “ripe for the plucking” by recruiters (Kershaw,

2010).

Although there is no clear-cut profile of European foreign fighters, some organizations have

tried to find common characteristics among them (Maher, 2013; Roy, 2017)19

. The majority of

those who left for Syria and Iraq are single males, usually between 16 and 29 years old (The

Soufan Group, 2015)20

. Males are the large majority; women with or without children form a

minority (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013)21

. An average of 17% of the fighters are

females (Van Ginkel& Entenmann, 2016).

According to the International Centre for Counter-Terrorism, the majority of them in Europe

has an immigration background or come from ethnically mixed marriages, with at least one of

the parents being Muslim. The same report also confirms a sizeable number of converts to Islam

among them. Also, preliminary research indicates that the mental-health status of foreign fighters

might also play a role (Van Ginkel & Entenmann, 2016). Most come from a lower-class

background but some have middle-class parents (Adida, Laitin & Valfort, 2016b)22

. Levels of

education vary; these are, for instance, higher in the United Kingdom than in Germany (Van

Ginkel & Entenmann, 2016).

19

In the British case, for example, some data suggest that many of those people travelling to Syria as foreign fighters

are: male; in their twenties; of Afro-Asian origin; with recent connections to higher education; and with links to

individuals or groups who have international connections. In France most of terrorists share a number of common

features: second generation; fairly well integrated at first; period of petty crime; radicalization in prison; attack and

death (weapons in hand) in a standoff with the police. 20

According to the December 2015 Soufan group report, most of recruits are in their 20s, but some are much

younger. 21

However, in one sample of 474 foreign fighters from the 25 Western countries one in seven of the militants were

girls or women. 22

Some of the jihadis are also people who come from educated, relatively well-off families and have university

degrees. Usually they are harassed by a real or perceived discrimination in the competition for a middle-class job

and they are drawn to the Salafist circles not by poverty but by unreachable ambitions. These circles give their

members material and emotional rewards if they demonstrate absolute loyalty. They cannot return to former secular

lives and can be persuade to make ultimate sacrifices for the group, including suicide murder.

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32 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Some of them are sons and daughters of refugees from previous conflict zones (e.g. in the

case of Austria: Bosnia, Chechnya) or have themselves already had a jihad tour in a previous

conflict (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013). However, almost none of them have had

military training or experience in their home country when they left (Van Ginkel & Entenmann,

2016).

Marginalization among some immigrant communities appears to have played a role in the

radicalization process. Radicals are in fact often orphans or come from dysfunctional families

(Roy, 2017). Quite a large number of young Muslims from Europe who became foreign fighters

have a criminal record in their home country and may have spent time in prison (Watts, 2016;

Buchanan & Haeyoun, 2016)23

. Some have been taking illicit narcotic drugs and they wish to

leave a bad past behind (The Soufan Group, 2015). Radicals are almost all “born-again” Muslims

who, after living a highly secular life (frequenting clubs, drinking alcohol, involvement in petty

crime) suddenly renew their religious observance, either individually or in the context of a small

group (Roy, 2017). To those alienated youngsters, DAESH offers an attractive alternative of

belonging, purpose, adventure and respect. DAESH offers them a new identity that is less

determined by their past than by their potential contribution in the future (The Soufan Group,

2015). Radicals are not necessary rebelling against their parents personally but against what they

represent: humiliation, concessions made to society, and what they view as their religious

ignorance (Roy, 2017). Radical groups gave the disfranchised a new home, purpose and direction

(Watts, 2016). In order to do this, they have created an intricate network of connections between

brothers, school friends, gang members, prison comrades, and an older generation of mentors

(Klausen & Johnson, 2016). Social centers, Quran classes, or mosques, but may as well be

institutions (notably including prisons) can be exploited by charismatic leaders to reach potential

recruits. In those places they can educate juveniles about their narrative of the ideal society

(Heinke & Persson 2016). It is important to highlight the importance of prisons in radicalization

processes: prisons put them in contact with radicalized peers and far outside of any

institutionalized religion. Prisons amplifies many of the factors that fuel contemporary

radicalization: the generational dimension; revolt against the system; the diffusion of a simplified

Salafism; the formation of a tight-knit group; the search for dignity related to respect for the

norm; and the reinterpretation of crime a legitimate political protest (Roy, 2017).

Regarding the radicalization process, it was reportedly very short (Van Ginkel & Entenmann,

2016), with the whole process generally taking weeks rather than months (The Soufan Group,

2015). Most move into action in the months following their religious “reconversion or

conversion”, but have usually already exhibited signs of radicalization (Roy, 2017).

Radicalization does not usually occur in the framework of mosques, but individually or within

the group. Religious fervor arises outside community structures, belatedly, fairly suddenly, and

not long before terrorists move into action (2017).

Most of the radicals are deeply immerse in youth culture (they go to nightclubs, pick up girls,

smoke and drink), their dress habits also conform to those of today’s youth brands (baseball

caps, hood, in other words street wear, and not even of the Islamic variety), and their musical

tastes are also those of the time (they like rap music and go out to clubs). Naturally, they are also

gaming enthusiast and are fond of violent American movies (Roy, 2017).

23

Nearly half of those identified in connection to the Paris and Brussels attacks had criminal records prior to joining,

including for such offenses as carjacking and bank robbery.

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Salafism: From a Religious 33

We are not only confronting organizations and doctrines, but also a highly seductive

subculture, which we can define as cool jihad. Music, rituals and customs may be as important to

jihadist recruitment as theological treatises and political arguments. In short, jihadism offers its

adherents a rich cultural universe in which they can immerse themselves. This is probably a key

source of its attraction (Hegghammer, 2015). Furthermore, DAESH offers the possibility of

conjoining jihad and counterculture activity. Many of the Westerners who turned to jihad have a

history of counterculture activity prior to violent activity.

With regard to the place of residence before travelling, between 90% and 100% originate

from large metropolitan areas or peripheral suburbs. Many originate from the same

neighborhood, which seems to indicate that there are pre-existing (extremist) networks operating

in these areas, that a circle of friends radicalize as a group and decide to leave jointly for

Syria/Iraq, or recruit each other from abroad (Van Ginkel & Entenmann, 2016).

Hotbeds of recruitment have emerged scattered within the global influx. Some are small, like

the Lisleby district of Fredrikstad in Norway; others are well-established and well-known hubs

of extremist behaviour, such as the Molenbeek district of Brussels. The existence of these

hotbeds results from the personal nature of recruitment: an emotional act, frequently involving

family or a close acquaintance in the radicalization process. Where one joins, another is more

likely to follow. Ghettoized areas with close connected groups of youngsters, often lacking a

sense of purpose or belonging outside their own circle, have proved to generate a momentum of

recruitment that spreads through personal contacts from group to group. In the countries with the

largest flows, DAESH recruitment has become more focused and localized in specific areas,

with, family and friends are playing a greater role (The Soufan Group, 2015). Youngsters are

radicalized within a small group of “buddies” who met in particular place (neighbourhood,

prison, sport club); they recreate a “family”, a brotherhood (Roy, 2016). The overrepresentation

of siblings highlights the significance of the generational dimension of radicalization (Roy,

2017).

While the power of DAESH social media outreach is undeniable, it appears more often to

prepare the ground for persuasion, rather than to force the decision. As hotbeds develop,

recruitment through social media becomes less important than via direct human contact, as

clusters of friends and neighbors persuade each other to travel separately or together to join the

DAESH (The Soufan Group, 2015). In this context, justification for extremist action is either

developed or greatly intensified by group dynamics: the group, which provides camaraderie and

a sense of significance, become extremely cohesive under isolation and threat (Kershaw, 2010).

An ideology and a narrative that can inspire are particularly dangerous in the hands of a

skilled field operator who can punch up the message to make punch up the message to make it

spread farther and more powerfully and thereby expand the pool of recruits and sympathizers.

Those foreign fighters who return are more effective operatives than nonveterans. They are well

positioned to train and inspire others (Cardash, Cilluffo & Marret, 2013). The average rate of

returnees to Western countries is now at around 20-30%, presenting a significant challenge to

security and law enforcement agencies that must assess the threat they pose (The Soufan Group,

2015). The fighter can return home to keep the cycle going. Seasoned by battle he acquires a new

authority among his neighbours and followers. It allows him to recruit and radicalize others and

send them into fry (Byman & Shapiro, 2014).

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34 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

The Salafi-jihadists’ goal is to raise awareness among Muslims that their religion has been on

the wane. Whereas Islam used to be at its peak during the first centuries of its existence, Salafi-

jihadists urge Muslims to understand that the tide has turned, and that Islam is in a constant state

of decline in religious, political, military, economic and cultural terms (Moghadam, 2008). They

can continue with this “ideologization” by strengthening the perception of global Muslim

suppression; the picture of Islam under threat, triggering the belief that the Muslim community

and the radicalized individual exists in a state of permanent self-defence (Heinke & Persson,

2016).

CONCLUSION

Globalization has introduced rapid changes in the social, political and economic realms of life. It

has provoked perturbing and turbulent effects and has challenged established and rooted notions

of identity. Globalization has also changed the essence of religion and its role in international

affairs. Religion is growing in countries with a wide variety of religious traditions and levels of

economic development. Islam is also experiencing a genuine revival.

Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the

faith.It emerged in the second half of the nineteenth century as a reaction to the arrival of

colonial rule. In order to revert Muslim decadency, Salafism called to return to the pristine age of

Islam, the period covering the first four decades from the founding of the Muslim polity in 622,

when the Prophet Muhammad and his immediate successors exercised power. Everything that

appeared after that is considered as un-Islamic.

Islamic Salafism, as other major religious movements of today, has become universal and less

affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a

spiritual search for self-fulfilment. Salafism has also evolved from being a non-political ideology

to develop into a political force. Nowadays, the ideas of literalistic Salafists, cross-pollinated by

Wahhabism and the teachings of the Muslim brotherhood, are ascendant in Muslim communities

from Egypt and the Persian Gulf to Western Europe. During this transformation, Salafism has

been influenced by different streams and groups, such as Islamism, Wahhabism and Jihadism.

Current interpretations of Salafism range from a solely personal religious conviction with an

emphasis on purifying the believer’s way of life to a so-called Jihadi orientation.

The success of fundamentalist movements stems from their capacity to appropriate secular

culture and render it more religious. And at the same time that religious groups engage secular

culture to reform it, they themselves become more secular. Salafism also parallels that of other

ideologies, namely its attempt at creating a new identity for its adherents. To those who are

disoriented by modernity, the Salafi-jihad provides a new sense of self-definition and belonging

in the form of membership to a supranational entity.

Salafism is gaining in influence everywhere, driven largely by the failure of the Muslim

Brotherhood’s model of political participation and the continued flow of Gulf oil money to

literalistic institutions and individuals. The purity of Salafism offers simple answers to Muslims

who are facing profound crises of identity and alienation. At the turn of the twentieth century,

Salafism aspired to generate political reform that would lead to the revitalization of the Muslim

community.

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Salafism: From a Religious 35

Salafism is a minority faction within Islam, and most of its adherents are nonviolent. But this

ideology is prone to radicalization and some of the Salafist doctrines can be exploited and used

to justify the extremism found in terrorist groups in the Islamic world. DAESH, like al-Qaeda,

identifies with a movement in Islamic political thought known as Jihadi-Salafism, or Jihadism

for short. The group’s leaders explicitly adhere to this movement. Jihadi-Salafism is a distinct

ideological movement in Sunni Islam. It encompasses a global network of scholars, websites,

media outlets, and, most recently, countless supporters on social media.

The combination of battlefield successes, declaration of a caliphate, and a fruitful online

presence has facilitated DAESH’s mass recruitment among youngsters living in both Western

countries and in the Middle East. They view the group as the leading and most preeminent

jihadist organization.

DAESH’ popularity will likely rise among radicals all over the world and that will translate

into more funding and volunteers for the group. This pattern closes a perilous vicious circle. This

model of real or perceived permanent victory is vital for DAESH propaganda but requires

incontestable and long-lasting success. DAESH need to maintain its victorious path to continue

being attractive for successful recruits all over the world, who constantly monitor DAESH

campaign mainly through social media. It is possible to asses that its military victories and its

capability to extend its so-called caliphate to other countries is DAESH centre of gravity.

DAESH stagnation in intractable conflicts in Syria and Iraq may alter its capability to attract

both funds and recruits.

To stop DAESH from building a state, Western countries must break its hold on swaths of

territory in Iraq and Syria, the geographic areas central to the group’s apocalyptic narrative. To

invalidate the group’s theological cause, they must engage with a broad array of actors across the

ethnic and religious spectrum to not only help them fight DAESH, but also reclaim and rebuild

their land and reach reconciliation. A policy of striking DAESH recruitment should not only

involve countering the ideology but also rewriting DAESH narrative of events: the framing of

sectarian conflicts in sectarian terms and the perception that DAESH is the solution to these

conflicts.

DAESH is involved not only in war but with governance and law-making. As DAESH

evolves from an insurgent group into a sovereign state it needs to convince civilians that its

social contract is more than just empty rhetoric. For now, in the absence of viable alternatives,

many civilians perceive the DAESH contract as their only option.

Those countries fighting DAESH must empower local actors who want to rebuild stable and

inter-sectarian states and, at the same time, continue to destroy DAESH infrastructure and state

capabilities, stopping cash flow and disrupting access to natural resources.

Ideological and jihadist methodology must be considered when seeking to understand and

combat the group, since DAESH uses its ideology to shape its appeal to Muslims, to justify its

murder and enslavement of innocents, and to create its governance structures in Iraq and Syria.

Contemporary counter-terrorist operations mainly focus on intelligence, law enforcement and

military capabilities in order to weaken or combat terrorist organizations. But, in order to be

effective, counter-terrorist efforts should also aim at delegitimizing DAESH narrative.

A counter-rhetoric that is based on liberal pluralist principles, which speaks to Muslim

audiences in their own terms and includes references to Islamic political cosmologies and

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36 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

traditions should be employed to delegitimize DAESH rhetoric. Political and diplomatic efforts

must be done to make those sectarian voices less influential.

What draws young people in some Western countries to jihadi violence is a search for

something a lot less definable: for identity, for meaning, for belongingness, for respect. Those

youngsters who face social disconnection, a sense of estrangement from, resentment of, society,

are an easy target for radical groups.

DAESH will continue calling Muslims to come to their Islamic State and continue to ask

those within Western countries to attack within their own countries. Recent attacks in European

soil show the group must be changing its strategy after a series of military defeats in Syria and

Iraq and going more global. It could also being turning back from an almost conventional army

to a more geographically contained insurgent group in Syria and Iraq.

Furthermore, recent events have provoked in some Western countries a notably strong wave

of xenophobia and Islamophobia. Muslims are seen by some opinion formers not only as a

security threat but also as a menace to European homogeneity and “Christianity”. In a context of

unemployment and poverty, homelessness and increasing disparity it is not difficult for some

politicians to exploit and manipulate working class frustration and anger towards the immigrants

and refugees.

European centre parties have failed finding persuasive answers on issues such as

globalization, immigration, and integration. The left plays the rhetorical card of unconditional

inclusion, and the right plays the rhetorical card of security. The polarization of the debate has

left a dearth of language through which remaining moderate politicians can articulate how

Europeans should think about Islam, refugees, and migration. The starting point must be a

clearheaded articulation and reassertion of liberal values.

Greater local social and economic inclusion, could reduce the alienation of potential foreign

fighters, it is ultimately no match for the theological pull of the DAESH narrative. Radicalization

is a multidimensional phenomenon “transversal” to different fields of expertise. Anti-

radicalization strategies must include families and local communities and be designed by teams

with multi-disciplinary capabilities, including among others sociologists, psychologists, and

religious leaders and scholars.

To defeat these terrorist it is necessary to counter their narrative, engaging in the religious

domain where they maintain freedom of movement. It is necessary to articulate a discourse

which must include knowledge of Islam, and Islamic history and language.

ABOUT THE AUTHOR:

Juan Carlos Antunez Moreno is an officer of the Spanish Army who is currently working as a Socio-

Cultural Analyst in the NATO Joint Force Command in Brunssum, Netherlands. He was previously

posted in the Intelligence Unit of the Regional Spanish Army HQ in Melilla (North of Africa) and in the

Information and Analysis Division in the European Union Forces (EUFOR) HQ in Sarajevo, Bosnia and

Herzegovina. For more than 15 years he has focused his work and studies on the cultural, ethnic and

religious factors of armed conflicts. He has completed a PhD program on cultural studies, specially

focused on Islamic and Arabic studies in the University of Seville, in Spain.

BIBLIOGRAPHY:

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

María Francisca Alves Ramos De Gil Saraiva, “A securitização da crise dos

refugiados na europa. Implicações para o complexo de regimes sobre

migrações internacionais”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional,

Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 43-60.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.3

Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 43-60.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.3

A securitização da crise dos

refugiados na europa. Implicações

para o complexo de regimes sobre

migrações internacionais

The securitization of the European refugee crisis. Implications for the migration regime

complex

MARÍA FRANCISCA ALVES RAMOS DE GIL SARAIVA

Universidad Técnica de Lisboa, Portugal

RESUMO: Neste texto analisa-se a actual crise dos refugiados na Europa a partir do enfoque

teórico do complexo de regimes e não sob o ponto de vista mais tradicional dos regimes

internacionais. O texto procura estudar as condições de acesso à protecção internacional no

espaço integrado da União Europeia ao abrigo da política europeia de asilo, bem como

comparar estas condições com as disposições do regime internacional sobre protecção de

refugiados e asilo regulado pela Convenção de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967.

Focado no recente Acordo firmado entre a UE e a Turquia de Março de 2016, questionam-

seos possíveis impactos do Acordo na estabilidade do complexo de regimes sobre

migrações internacionais, centrando-se particularmente nas consequências da crescente

securitização do Sistema Europeu Comum de Asilo no regime que coordena as migrações

económicas.

PALAVRAS CHAVE: União Europeia, securitização, complexo de regimes, refugiados.

ABSTRACT: This paper analyzes the current refugee crisis in Europe through the lens of

regime complex and not under the more traditional view of international regimes. The text

seeks to study the conditions of access to international protection in the integrated space of

the European Union under the European asylum policy, and to compare these conditions

with the provisions of the international regime on the protection of refugees and asylum

governed by the Geneva Convention of 1951 and 1967 Protocol. Focused on the recent

agreement signed between the EU and Turkey March 2016, the impact of the agreement on

the migration regime complex will be discussed, particularly the consequences of the

increasing securitization of the Common European Asylum System in the economic

migration regime.

KEY WORDS: European Union, regime complexes, securitization, refugees.

Recibido: 25 de octubre de 2016

Aceptado: 15 de noviembre de 2016

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A securitização da crise 44

INTRODUÇÃO

Este texto analisa o desempenho do Sistema Europeu Comum de Asilo (SECA) no

quadro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de pessoas.

O texto começa por contextualizar as migrações internacionais no quadro das

Relações Internacionais. A análise parte do princípio de que as migrações internacionais

podem ser discutidas a partir de uma visão alternativa à perspetiva tradicional dos

estudos sobre migrações optando-se por não explorar a noção tradicional de regime

internacional e colocando no seu lugar o conceito de complexo de regimes, entendendo-

se que o conceito permite captar melhor a grande complexidade do fenómeno dos fluxos

internacionais de migrantes.

Focado na crise dos refugiados na Europa, o texto procura estudar as condições de

acesso à protecção internacional no espaço integrado da União Europeia (EU) ao abrigo

da política europeia de asilo, bem como comparar estas condições com as disposições

do regime internacional sobre protecção de refugiados e asilo regulado pela Convenção

de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967.

De seguida explora-se a reacção europeia à crise dos refugiados a partir da análise do

acordo entre a UE e a Turquia de Março de 2016, sugerindo-se que as medidas de

emergência tomadas pela EU para conter os fluxos de migrantes e refugiados vindos da

Turquia colocam grandes desafios ao SECA e ao sistema universal de protecção de

refugiados. Na parte final do texto discute-se a relação do Acordo celebrado com a

Turquia com o futuro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de

pessoas questiona-se em particular os possíveis impactos do Acordo no regime que

coordena as migrações económicas.

CONTEXTUALIZANDO AS MIGRAÇÕES INTERNACIONAIS

No mundo pós Guerra Fria os debates sobre a governação global e a globalização são

temas centrais, o que favorece o estudo do papel dos regimes internacionais e outras

formas de cooperação internacional na análise da política internacional.

As questões relacionadas com os "fluxos transnacionais” alcançam, especialmente

com o fim da Guerra Fria, o centro da agenda internacional. As Nações Unidas (NU)

têm estado no centro dos mecanismos de cooperação dos assuntos transfronteiriços

como as alterações climáticas, o comércio internacional, ou as ameaças transnacionais à

segurança, como o terrorismo ou o crime organizado transnacional, mas não têm

mostrado a mesma centralidade no que diz respeito ao fenómeno das migrações

internacionais. De facto, a discussão da crescente importância das migrações

internacionais no contexto da globalização tem sido objeto de um número expressivo de

contribuições importantes no quadro de várias disciplinas (Demografia, Sociologia,

Antropologia). Contudo, na área das Relações Internacionais o fenómeno das migrações

internacionais mantém-se como área de estudo emergente essencialmente negligenciada

nos grandes debates teóricos das Relações Internacionais.

A teoria da globalização sugere que a globalização facilita a mobilidade através das

fronteiras e subsequentemente as migrações transnacionais (Castles & Miller, 2009). De

facto, independentemente dos impactos negativos, segmentados e contraditórios que a

globalização tem na dinâmica dos fluxos migratórios internacionais, é inegável que as

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45 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

migrações globais representam uma das mais óbvias manifestações contemporâneas da

globalização.

Entre 1970 e 2005 o número de migrantes aumentou de 82 milhões para 200 milhões

(Betts, 2011). Em 2015 vivem fora do seu país de origem 244 milhões de pessoas, 3,3

% da população mundial (UNFPA, 2016), o que mostra que houve um crescimento

significativo dos fluxos migratórios nos últimos anos.

Em termos de migrações económicas calcula-se que existam 100 milhões de

migrantes, o que corresponde a 3% da força laboral global, sendo que apenas cerca de

um terço (31 milhões) parte de países em desenvolvimento para os países

industrializados. Outros 30 milhões de pessoas movimentam-se entre países em

desenvolvimento e há, ainda, 28 milhões que circulam entre países industrializados

(Kuptsch & Martin, 2011). De notar que o maior destino dos trabalhadores pouco

qualificados são os países exportadores de petróleo do Golfo.

A análise dos fluxos de migrações internacionais evidencia a profusão de categorias

políticas ambíguas e conceitos utilizados nos vários discursos sobre migrações

internacionais no mundo contemporâneo, a que correspondem formas de regulação

muito díspares. Os estudos clássicos sobre migrações costumam categorizar os

migrantes em termos de migrações de mão-de-obra qualificada, migrações de mão-de-

obra pouco qualificada, migração irregular, migrantes que beneficiam do regime de

protecção de asilo e refugiados, deslocados internos, e até migrações ambientais e outras

categorias emergentes. No essencial, estes estudos procuram descrever os problemas

dos países de acolhimento destes migrantes do ponto de vista dos processos económicos

envolvidos nos fluxos de pessoas ignorando a necessidade de um diálogo

interdisciplinar com as perspectivas da Sociologia, Antropologia, História, Demografia,

Ciência Política e dos especialistas em Direito.

MIGRAÇÕES INTERNACIONAIS NA PERSPECTIVA DO COMPLEXO DE REGIMES

O referencial teórico adotado neste texto baseia-se no conceito de complexo de regimes

formulado por Keohane e Victor (2010). Os regimes internacionais são tradicionalmente

definidos como “principles, norms, rules, and decision-making procedures around

which actor expecttaions converge in a given issue-area” (Krasner, 1983: 2).

Contrariamente a outros temas de natureza transfronteiriça, não existe um regime

integrado e compreensivo capaz de regular as respostas dos Estados aos fluxos de

migrações internacionais num quadro institucional multilateral coerente (Betts, 2011).

Considera-se, por conseguinte, que a governação das migrações internacionais exige

uma outra delimitação conceptual em torno da noção de complexo de regimes (Betts,

2014). Por complexo de regimes Rautiala e Victor (2004: 279) entendem “an array of

partially overlapping and nonhierarchical institutions governing a particular issue-area”.

De acordo com esta visão o complexo de regimes é “a loosely coupled set of specific

regimes” (Keohane & Victor, 2010: 2). A abordagem do complexo de regimes permite

olhar para os regimes como realidades complexas, como mecanismos de cooperação

que envolvem Organizações Internacionais (OI), tratados e acordos políticos que

interagem com outros regimes igualmente complexos que regulam o tema e que,

contrariamente ao sugerido por Rautiala e Victor, envolvem várias áreas- assunto, sendo

o tema o elemento comum aos vários regimes que compõem o complexo.

A cooperação internacional no domínio da deslocação de pessoas no espaço

apresenta um modelo de governação acentuadamente fragmentado e incoerente.

Page 48: Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No ... · Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No. 1 (2017) Editada por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional

A securitização da crise 46

Caracteriza-se pela ausência de uma organização política global no âmbito das NU,

agência especializada ou órgão das NU, sobre migrações internacionais pelo que os

Estados têm ampla margem para definir e executar as suas políticas migratórias. A

fragmentação jurídica e a institucionalização débil permitem a coexistência de

mecanismos de cooperação formais e informais e a convivência de regimes assentes em

tratados multilaterais com ampla representatividade dos Estados com regimes

sustentados em compromissos políticos com implicações normativas mas que não são

juridicamente vinculativas (soft law) e, crescentemente, formas ad hoc de governação

multinível de natureza informal protagonizadas por instituições bilaterais, regionais e

inter-regionais.

A governação fragmentada e sectorializada reflete a existência de visões divergentes

quanto à definição das competências internacionais no tratamento da questão

migratória, apesar dos múltiplos fora que abordam aspetos sectoriais. Uma das

organizações mais relevantes no tema das migrações é a Organização Internacional para

as Migrações (OIM). Esta organização não pertence, contudo, ao sistema das NU, não

tem composição universal e presta serviços aos Estados membros não tendo, portanto,

mandato normativo. Já a Comissão Mundial sobre as Migrações Internacionais (CMMI)

é um mecanismo de consulta política lançada em 2003 em Genebra pelo Secretário-

Geral das Nações Unidas com o apoio de vários governos, com o mandato de explorar a

natureza e a abrangência do fenómeno migratório e propor recomendações ao

Secretário-Geral e à comunidade internacional para o tratamento futuro do tema, no

plano multilateral. Outra iniciativa política, o Fórum Global sobre Migrações e

Desenvolvimento (FGMD) criado em 2007, também não se insere no sistema das NU e

tem caráter informal, limitando-se a ser um espaço de troca de informações sobre

políticas migratórias, com ênfase nos aspectos económicos do nexo migração-

desenvolvimento (Faria, 2015: 24).

Para os estudiosos dos movimentos migratórios é óbvio que há “geometrias

variáveis” no sistema de regulação das migrações. Na área dos migrantes económicos

especializados, por exemplo, a regulação internacional é claramente reduzida ao

mínimo. Podemos por isso dizer que na questão dos migrantes económicos o

bilateralismo se assume como o modelo de cooperação dominante. De facto, apesar da

migração económica se encontrar regulada pelas convenções gerais da Organização

Internacional do Trabalho (OIT) e convenções específicas da OIT sobre trabalhadores

migrantes, esta é uma área que permanece essencialmente uma área não regulada ao

nível internacional. Sobre o controverso conceito de “migrantes ambientais” também

não há consenso nem regulação. Deve recordar-se que o conceito de “migrante” não tem

definição no Direito Internacional, apenas está definido do ponto de vista jurídico o que

é um “trabalhador migrante”. Assim, não há uma legislação específica que proteja os

“migrantes ambientais” e é bastante difícil que se venha a construir um regime jurídico

internacional que proteja estas pessoas. Muito provavelmente o regime internacional

que regula o clima continuará a enquadrar a discussão nesta matéria.

No caso específico dos refugiados, estes beneficiam do sistema mais completo de

protecção internacional. A protecção de refugiados e requerentes de asilo é regulada por

um regime formal de natureza multilateral desenvolvido em torno da Convenção de

Genebra de 19511e Protocolo de 1967

2, assumindo o ACNUR o papel de organização

1 Convenção Relativa ao Estatuto dos Refugiados, Genebra, 1951. A Convenção conta actualmente com

145 Estados partes. Ver https://treaties.un.org/Pages/ViewDetailsII.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V-

2&chapter=5&Temp=mtdsg2&lang=en. Ver

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47 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

central de monitorização da protecção de pessoas que se encontram fora do seu país por

razões de segurança. No regime de protecção dos refugiados predomina o

multilateralismo, tanto no sistema universal como no âmbito regional. No âmbito do

complexo de regimes sobre migrações internacionais os refugiados são os únicos

migrantes que beneficiam de um regime institucionalizado forte fundado na protecção

internacional por temor de perseguição.

No âmbito regional, em África e no continente americano, ocorreu uma extensão da

proteção a outros casos não previstos na Convenção de Genebra (Betts, 2011). A

Convenção da Organização da Unidade Africana(OUA), de 19693, atual União

Africana, estabelece no n.º 2 do artigo 1.º:

O termo “refugiado” aplica-se também a qualquer pessoa que, devido a uma agressão,

ocupação, dominação externa ou a acontecimento que perturbem seriamente a ordem

pública, numa parte ou na totalidade do território do seu país de origem ou do país de

que tem a nacionalidade, seja forçada a deixar o lugar da residência habitual para

procurar refúgio noutro lugar fora do seu país de origem ou da sua nacionalidade.

Deste modo, não se exige dessas pessoas o fundado receio de perseguição. Em 1984,

foi adoptada no continente americano a Declaração de Cartagena sobre os Refugiados4,

que não é vinculativa para os Estados que a subscreveram. Nesta Declaração a definição

é semelhante à definição de refugiado da Convenção da OEA, dispondo-se o seguinte:

As pessoas que fugiram do seu país porque a sua vida, segurança ou liberdade foram

ameaçadas pela violência generalizada, a agressão externa, os conflitos internos, as

violações maciças dos direitos humanos ou outras circunstâncias que perturbaram

gravemente a ordem pública (capítulo III, n.º 3).

Uma das categorias mais problemáticas são os “migrantes irregulares”, pelo facto de

esta categoria englobar diferentes realidades. Tem sido objecto de discussão no quadro

da categoria “migrantes irregulares” a questão das pessoas que entram e ficam num país

sem autorização, por exemplo, os que entram clandestinamente ou são traficados, mas

também os requerentes de asilo cujo pedido foi indeferido e que não obedecem à ordem

de deportação, as pessoas com emprego irregular e ainda pessoas que fazem

“casamentos brancos” (Carmel, 2003; Kuptsch & Martin, 2011).

As dificuldades e incoerências da governação das migrações permitem olhar para

outras áreas políticas reguladas internacionalmente como relevantes para a análise da

questão migratória. Tendo em conta a multidimensionalidade dos fluxos migratórios, os

estudiosos chamaram a atenção para os debates sobre a governação global do comércio,

da saúde e dos direitos humanos como áreas conexas que influenciam a resposta dos

Estados aos fluxos migratórios. Observamos, portanto, que o actual modelo de

governação, que perspectiva essencialmente a migração como parte da política de

https://treaties.un.org/Pages/ViewDetailsII.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V

2&chapter=5&Temp=mtdsg2&lang=en 2 Protocolo de Nova Iorque, de 31 de Janeiro de 1967, Adicional à Convenção Relativa ao Estatuto dos

Refugiados. O Protocolo conta actualmente com 146 Estados partes. Ver

https://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V-5&chapter=5&lang=en 3 Convenção da Organização da Unidade Africana que Rege os Aspectos Específicos dos Problemas dos

Refugiados em África, disponível em http://www.cidadevirtual.pt/acnur/acn_lisboa/e-oua.html 4 Declaração de Cartagena, disponível em http://www.cidadevirtual.pt/acnur/acn_lisboa/cartagen.html.

Esta Declaração foi adoptada pelo “Colóquio sobre Proteção Internacional dos Refugiados na América

Central, México e Panamá: Problemas Jurídicos e Humanitários”, realizado em Cartagena, Colômbia,

entre 19 e 22 de Novembro de 1984.

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A securitização da crise 48

segurança nacional dos Estados, permite, na verdade, abordagens que integram

dimensões de natureza não securitária, o que possibilita, por exemplo, recentrar o debate

em torno da protecção da pessoa migrante, do ponto de vista das suas necessidades e

direitos fundamentais.

O SECA integra-se no quadro do complexo de regimes que regula a deslocação de

pessoas como subsistema do regime global de protecção de refugiados e requerentes de

asilo.

O modelo regional implementado no espaço comunitário tem-se visto confrontado

com uma crise de refugiados e migrantes sem precedentes na história da EU. Os

mecanismos de resposta a esta crise nas fronteiras europeias têm mostrado grandes

limitações, tornando particularmente evidente a lógica securitária e de restrição de

direitos subjacentes à criação e funcionamento do SECA, como se explica com algum

pormenor na próxima secção.

O SISTEMA EUROPEU COMUM DE ASILO

No final da Segunda Guerra Mundial, a Europa Ocidental estava practicamente

destruída. Nesse sentido os migrantes que afluíram à Europa foram fundamentais para a

reconstrução dos países devastados pelo conflito. Em 1973, a subida do preço do

petróleo desencadeia uma grave crise económica. Foi neste quadro de retracção

económica que os países europeus começam a incentivar o retorno dos imigrantes aos

seus países de origem. Datam desta altura as primeiras políticas protecionistas. Em

meados dos anos 80 começaram a restringir-se os direitos dos cidadãos não membros de

entrar na EU em resultado da necessidade de gerir os fluxos de migrantes irregulares em

larga escala no espaço europeu (Dűvell, 2011). Mais tarde, em meados dos anos 90, os

obstáculos ao exercício da liberdade de circulação e de movimentos evoluíram para um

modelo de externalização dos controlos migratórios que contava com a colaboração dos

países candidatos à adesão do Leste europeu e do Báltico, que funcionavam como zonas

tampão (Carvalhais, 2010) e ainda dos países vizinhos do Mediterrâneo. Esta política

migratória excludente e com traços repressivos envolve hoje a colaboração dos países

de trânsito e de origem dos migrantes que procuram o território europeu e é marcada

pela lógica da limitação de direitos e liberdades.

Na verdade, a vulnerabilidade dos migrantes determina a necessidade de proteção e

assistência às pessoas que migram, independentemente dos motivos da sua partida. As

normas do Direito Internacional dos Direitos Humanos (DIDH) protegem os indivíduos,

na medida em que estes são detentores de direitos universais independentemente do

Estado em que se encontrem. Deste modo, o DIDH protege os direitos humanos dos

migrantes (irregulares, refugiados, económicos) desde logo no texto da Declaração

Universal dos Direitos Humanos, de 1948. Igualmente relevantes na questão dos

direitos humanos dos migrantes, as convenções internacionais negociadas pelas Nações

Unidas sobre direitos civis e políticos, direitos económicos, sociais e culturais,

discriminação racial, discriminação contra as mulheres, tortura e direitos das crianças

garantem protecção com base nos princípios fundamentais da igualdade e não

discriminação que consubstanciam o DIDH. Cabe menção especial à Convenção

Internacional sobre a Proteção dos Direitos de Todos os Trabalhadores Migrantes e dos

Membros das suas Famílias assinada em 1990, em resultado da preocupação com o

crescente desrespeito dos direitos dos migrantes contidos na Declaração Universal dos

Direitos Humanos. A Convenção entrou em vigor em 2003 sem contar com a ratificação

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49 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

de muitos Estados de acolhimento, nomeadamente dos países da EU e outros países

desenvolvidos de recepção, o que mostra as reservas destes países em relação a alguns

dos aspectos mais controversos da Convenção relacionados com os direitos dos

migrantes em situação irregular (Matias e Martins, 2007).

As convenções da OIT protegem todo o tipo de trabalhadores incluindo os

trabalhadores migrantes. As principais Convenções da OIT que protegem

especificamente os trabalhadores migrantes são duas: a Convenção n.º 97 sobre

Trabalhadores Migrantes e a Convenção n.º 143 relativa às Migrações em Condições

Abusivas e à Promoção da Igualdade de Oportunidades e de Tratamento dos

Trabalhadores Migrantes.

Na UE, a Carta dos Direitos Fundamentais da União Europeia aprovada em 2000 e

posteriormente incorporada no Tratado da União Europeia em 2009 pretende assumir-se

como referência central na elaboração das políticas da UE. Deste modo, o Tribunal de

Justiça da União Europeia (TJUE) tem vindo a fazer cada vez mais referências à Carta

nas suas decisões e a Comissão Europeia tem instaurado processos de infração que

podem desembocar em processos contenciosos no TJUE. Também a jurisprudência

restritiva do Tribunal Europeu dos Direitos do Homem (TEDH)do Conselho da Europa

em relação às garantias processuais aplicáveis a processos de controlo migratório e às

condições e procedimentos de concessão de asilo ou proteção subsidiária tem

contribuído para corrigir algumas más prácticas dos Estados europeus.

No que diz respeito à temática dos refugiados enquanto migrantes que foram

forçados a sair do seu país por receio fundado de perseguição, a UE desenvolveu uma

política comum em matéria de asilo, de proteção subsidiária e de proteção temporária,

destinada a conceder um estatuto adequado a qualquer nacional de um país terceiro que

necessite de proteção internacional e a garantir a observância do princípio da não

repulsão (artigos 67.º, n.º2 e 78.º do Tratado sobre o Funcionamento da União Europeia

e artigo 18.º da Carta dos Direitos Fundamentais da UE). Reconhecendo a ideia de asilo

como um direito fundamental, o Tratado de Lisboa transformou as medidas em matéria

de asilo numa política comum.

A progressiva comunitarização das migrações - recorde-se que em 2009 as migrações

legais passaram a ser objecto de co-decisão - colocou todos os regimes relacionados

com os vários tipos de migrações sob regulação da UE com co-decisão do Parlamento

Europeu (PE) e um papel pleno do TJUE (Caviedes, 2015). No entanto, o modelo que

emerge não é puramente supranacional. Com efeito, a migração económica continua

essencialmente na esfera de decisão dos Estados (Carmel, 2003; Caviedes, 2015) e a

política comum em matéria de asilo não conseguiu introduzir critérios uniformes na

atribuição ou rejeição de proteção internacional entre os Estados membros, em

particular, no que concerne à atribuição do estatuto de asilo.

O SECA é parte integrante do regime internacional que regula o pedido de asilo e

refugiados. Este, a par do regime que regula os migrantes irregulares e o regime dos

migrantes económicos, constituem, como referido, o complexo de regimes sobre

migrações internacionais (Koslowski, 2011).

O SECA estabelece normas mínimas e procedimentos sobre as condições a preencher

pelos requerentes de asilo, define os critérios de análise dos pedidos de asilo e ainda o

nível de protecção concedido às pessoas a quem foi reconhecido o estatuto de refugiado.

Na realidade, o sistema caracteriza-se por níveis elevados de disfuncionalidade,

havendo muitos Estados europeus que ainda não implementaram estes padrões mínimos

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A securitização da crise 50

de protecção resultando num sistema constituído, na práctica, por 28 sistemas de asilo

diferentes em território comunitário.

Como referido, o SECA não possibilitou, até ao momento, uma aplicação uniforme

da Convenção de Genebra e de outros mecanismos internacionais de protecção

subsidiária, por duas ordens de razões. A primeira razão prende-se com o facto de,

apesar dos Estados europeus terem ratificado a Convenção e/ou o Protocolo e se terem

comprometido a incorporá-los na sua legislação, tal nem sempre sucede em todos os

países da União. A segunda razão é mais relevante para a discussão do complexo de

regimes que regula as migrações na medida em que, como referido por Schuster (2011),

a política europeia comum de asilo procura reduzir a possibilidade dos refugiados

procurarem a Europa, afastando do ordenamento jurídico comunitário algumas garantias

dadas pela Convenção de Genebra. Deste modo, a estrutura normativa e institucional

garante um acesso limitado à protecção internacional no território comunitário, o que

contribui para um enfraquecimento normativo do sistema global de protecção de

refugiados.

Como refere Faria (2015: 170):

A diferenciação, essencialmente arbitrária, entre os grupos de migrantes e refugiados

decorreu de escolhas políticas da comunidade internacional após a Segunda Guerra,

tendo à frente a intenção da superpotência ocidental da época de fazer prevalecer seus

interesses de política externa e de política migratória.

Nessa época, considerou-se que só os movimentos de refugiados justificariam a

regulação no plano multilateral. Um grupo de países europeus ainda tentou negociar

uma definição mais ampla de refugiado no quadro da Convenção de Genebra, mas o

objectivo viria a revelar-se inviável (idem).

A perspectiva dos países europeus sobre o fenómeno dos refugiados mudou nos anos

80 do século passado, altura em que começaram a surgir interpretações restritivas das

disposições da Convenção de Genebra. Esta política de fechamento recorreu a políticas

de vistos mais restritivas, a acordos com países terceiros seguros, à detenção de pessoas

e à negação de acesso à segurança social e outros direitos. Os países europeus optaram

ainda por privilegiar novas perspectivas de protecção internacional, como o regime de

protecção temporária5e o instituto da protecção subsidiária

6essencialmente destinados a

pessoas que fogem de zonas de conflito generalizado e que constituem, como se pode

observar na prática da União, uma forma de reduzir o alcance do instituto jurídico do

asilo (Goodwin-Gill & McAdam, 2007). O ACNUR, por seu turno, faz hoje uma

interpretação alargada de refugiado para efeitos de cumprimento do seu Mandato de

protecção internacional, na sequência de resoluções adoptadas pela Assembleia-Geral

das Nações Unidas e Conselho Económico e Social das Nações Unidas que adoptam a

definição mais alargada de refugiados prevista na Convenção africana sobre refugiados

e na Declaração de Cartagena (Loescher e Milner, 2011).

Pudemos verificar, por tanto, que a União Europeia tem sido incapaz de unificar as

regras comunitárias referentes ao tratamento de refugiados e pessoas elegíveis para

proteção subsidiária num só regime de protecção de requerentes de asilo e refugiados,

colocando milhares de pessoas perante situações diferenciadas de protecção no interior

do território comunitário. Por sua vez, como referido, tanto a UE como cada um dos

Estados membros só parcialmente incorporaram os princípios fundamentais da

5 Directiva 2001/55/CE do Conselho, de 20 de Julho de 2001.

6 Directiva 2011/95/UE do Parlamento Europeu e do Conselho, de 13 de Dezembro de 2011.

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51 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Convenção de 1951 e do Protocolo de 1967, favorecendo interpretações restritivas

destes normativos (Balogh, 2015).

No seguimento das debilidades assinaladas à arquitectura do SECA importa

compreender os contornos do recente acordo celebrado pela UE com a Turquia em

Março de 2016 sobre o fluxo de refugiados e o seu impacto na actual tendência da

governação europeia em matéria de refugiados. Como veremos de seguida, as opções

tomadas no Acordo divergem das directrizes do Direito Internacional dos Refugiados,

do Direito Comunitário e das prácticas instituídas na UE.

O ACORDO EU-TURQUIA DE MARÇO DE 2016

La crise dos refugiados na Europa surgiu na sequência do crescente número de

migrantes que solicitam asilo no território comunitário. Esta crise humanitária coloca

desafios de longa duração à Europa que não devem ser menosprezados. O tema

mobilizou os decisores em torno de um discurso de emergência que enfatiza a

necessidade de adopção de medidas excepcionais de resposta ao afluxo massivo de

pessoas à Europa. Na narrativa securitária dominante, a Europa tem rejeitado a

afirmação de um discurso político mais centrado na ética humanista na gestão dos

fluxos de migrantes na medida em que qualquer tentativa de implementação de soluções

conjuntas em todo o território europeu enfrenta resistência e divisões na EU.

Neste quadro, o Acordo celebrado com a Turquia tem sido apresentado como uma

medida temporária de emergência destinada a travar o fluxo de migrantes irregulares

que atravessam o mar Egeu, de acordo com as disposições do Direito Internacional dos

Refugiados, DIDH e Direito Comunitário. A ONU e diversas ONG de direitos humanos

dizem, contrariando o discurso oficial, que o Acordo tem aspectos de legalidade

duvidosa. O Serviço Jesuíta aos Refugiados (SJR), em particular, tem pedido políticas

mais justas, seguras e legais de acesso a proteção na Europa. Provera (2016), numa

interessante análise do SJR ao Acordo celebrado com a Turquia, admite que o Acordo

significa uma alteração substantiva e simbólica das políticas de protecção internacional

da EU e, por isso, não se insere na lógica de reconhecimento de direitos fundamentais

aos indivíduos em situação de fragilidade independentemente da sua nacionalidade.

Sobre o conteúdo do Acordo uma primeira referência ao fato do Acordo ser uma

declaração política não revestindo, portanto, a natureza de um tratado, embora prescreva

obrigações jurídicas para as partes. Esta opção é, para muitos observadores, uma

violação do Direito Comunitário que prevê que o Parlamento Europeu seja consultado

quando estão em causa acordos entre a União e países terceiros ou organizações

internacionais (artigo 218.º do Tratado sobre o Funcionamento da União Europeia). Na

verdade, o Acordo foi desenhado pela Alemanha e Holanda e negociado bilateralmente

entre Merkel e Erdoğan (Colombo, 2016). Nele se propõem uma série de medidas de

emergência que podem levar à imposição de restrições ao exercício de algumas

disposições de direitos humanos. Outro ponto relevante deste Acordo é a sua natureza

supostamente temporária, não existindo qualquer indicação sobre o fim do período de

vigência do mesmo (Provera: 2016).

Para analisar alguns dos aspectos mais controversos do texto acordado é necessário,

primeiro, recordar as disposições do Direito Internacional e Comunitário sobre

refugiados e pessoas que carecem de protecção internacional.

As pessoas que fogem da guerra não são refugiadas por esse facto mas têm, na EU,

direito a uma protecção subsidiária por razões humanitárias e ainda protecção

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A securitização da crise 52

temporária, quando o afluxo de pessoas é de larga escala tornando-se impossível

analisar os casos isoladamente. No caso de pessoas requerentes de asilo, as autoridades

gregas têm de permitir o acesso ao procedimento de asilo numa base individual e ainda

certificar-se que a Turquia é um “terceiro país seguro” para onde estas pessoas possam

regressar. No entanto, verifica-se que, por um lado, uma parte significativa das pessoas

que têm chegado à Grécia fogem de conflitos armados e ainda que a Turquia

dificilmente se pode considerar um “terceiro país seguro” para os requerentes de asilo.

A actual situação põe em evidência, de forma muito clara, que, à luz das disposições do

Direito Internacional e Comunitário o número de pessoas em condições de regressar à

Turquia não será, à partida, um número muito significativo. Na prática, o Acordo aponta

para um regresso massivo dos migrantes à Turquia.

A Turquia não pode ser considerada um “terceiro país seguro” ao abrigo do Direito

Comunitário. São vários os factores que induzem esta conclusão. Desde logo, a Turquia

é Estado parte da Convenção de Genebra mas é também o único país do mundo com

uma limitação geográfica que exclui a possibilidade de conceder o estatuto de refugiado

a qualquer pessoa que não seja originária da Europa. Como é sabido, as pessoas que têm

chegado à Turquia veem da Ásia e Médio Oriente, não podendo, portanto, vir a

beneficiar desse estatuto. Outro aspecto a ter em consideração é o facto do direito da EU

exigir que o país terceiro seguro respeite o princípio da não-devolução/repulsão (non-

refoulement) para países onde o requerente de asilo possa ser objecto de ameaças à sua

vida e liberdade, na acepção do artigo 33.º da Convenção de Genebra, isto é, o

ordenamento comunitário pretende garantir proteção contra a devolução dessas pessoas

para o país onde sofrem a perseguição que originou a sua condição de refugiado ou para

qualquer outro país onde a sua vida ou liberdade possam ser ameaçadas. Um país

terceiro seguro é também um país onde, comprovadamente, essa pessoa não é objeto de

ameaças à sua vida e liberdade e é respeitado o direito de não ser objeto de tortura ou

tratamento cruel, desumano ou degradante, e onde possa requerer o estatuto de

refugiado (Directiva sobre Procedimentos Comuns de Concessão e Retirada do Estatuto

de Proteção Internacional, artigo 38.º)7.

Com a celebração deste Acordo, a EU legitima políticas de excepção e prácticas de

restrição à mobilidade baseado num tratamento diferenciador das populações que

procuram chegar à Europa, de acordo com a sua origem geográfica. De facto a Turquia

tem discriminado refugiados afegãos, iraquianos e de outras nacionalidades, não

reconhecendo a estas populações o nível de protecção que assegura aos cidadãos Sírios.

Recorde-se que os Sírios viram recentemente reconhecido o direito à protecção

temporária na Turquia, podendo trabalhar e ter acesso à educação, embora as

autoridades possam decidir extinguir, a qualquer momento, o regime de protecção

temporária (Collett, 2016). Embora exista legislação nacional para enquadrar as

comunidades afegã e iraquiana a verdade é que estes nacionais permanecem num limbo

jurídico que permite a restrição dos seus direitos. De acordo com denúncias recentes da

Amnistia Internacional (2016) têm-se registado detenções ilegais e deportações para a

Síria e Iraque. Também a Human Rights Watch (2016) tem chamado a atenção para o

facto de pessoas que atravessam a fronteira da Síria para a Turquia serem recebidas com

canhões de água, tiros de aviso chegando mesmo a ser baleadas, contrariando deste

modo as garantias formalmente dadas pelo governo turco.

7 Directiva 2013/32/UE do Parlamento Europeu e do Conselho de 26 de Junho de 2013 relativa a

procedimentos comuns de concessão e retirada do estatuto de proteção internacional (revogando a

Directiva 2005/85/CE do Conselho de 2005.

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53 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Outra dimensão do Acordo que revela um tratamento discriminatório é o próprio

objecto do Acordo que visa garantir o regresso de todos os novos migrantes irregulares

(e requerentes de asilo a quem foi negada a admissibilidade do pedido) que, a partir da

Turquia, tentam chegar às ilhas gregas privilegiando uma comunidade em particular, a

comunidade Síria, ao prever que por cada sírio devolvido à Turquia a partir das ilhas

gregas, outro sírio proveniente da Turquia será reinstalado na EU, não se prevendo o

mesmo em relação a refugiados de outras nacionalidades (Comissão Europeia,

2016).Segundo o texto do Acordo, logo que as migrações irregulares pararem ou

decrescerem significativamente o programa voluntário de admissão por motivos

humanitários de cidadãos sírios refugiados na Turquia é activado. A reinstalação ocorre

em virtude de se considerar que a Turquia é o primeiro país de asilo, mas nesta

reinstalação todos os Estados membros da União colaboram de forma voluntária. Já a

recolocação, entendida como a transferência de pessoas que necessitam de proteção

internacional de um Estado Membro da UE para outro Estado Membro da EU, surge

como prioridade secundária. De facto, o número de pessoas abrangidas por este

sistema,nos próximos dois anos, é de 160 mil requerentes provenientes da Grécia e da

Itália, mas o plano de distribuição dos refugiados não avançou por falta de cooperação

por parte de muitos países da União (Comissão Europeia, 2015b).

O sistema de hotspots de acolhimento de migrantes que vigora na Grécia

transformou-se, na óptica do ACNUR e de ONG como o Norwegian Refugee Council e

os Medicins Sans Frontiers, num sistema de centros de detenção logo após a entrada em

vigor do Acordo com a Turquia (Collett, 2016). Esta contradição entre o discurso e a

prática europeia indignou o ACNUR e as ONG que entenderam suspender parcialmente

a sua colaboração com as autoridades gregas. Finalmente, o primeiro e segundo

relatórios de progresso da Comissão Europeia sobre a implementação do acordo entre a

EU e a Turquia diz-nos que no primeiro mês de aplicação houve um decréscimo

significativo do fluxo de pessoas (Comissão Europeia, 2016b; Comissão Europeia

2016c). No entanto, mesmo admitindo a continuação sustentada da redução dos fluxos o

sistema não tem mecanismos de resposta adequados à situação humanitária uma vez que

os requerentes de asilo continuam a ter de esperar semanas para serem convocados para

a entrevista e temem ser esquecidos pelas autoridades (Margaroni, 2016).

Esta “crise de solidariedade” mostra as dificuldades e os dilemas envolvidos na

gestão dos fluxos de refugiados na ordem global contemporânea e os profundos desafios

colocados ao sistema de protecção original. Como recorda Goodwin-Gill, as normas

definidas pela Convenção de Genebra foram até meados da década de 70 do século XX

um regime de protecção satisfatório:

In short, the international community had developed a regime with a strong legal

content, premised upon a particularly strong conception of human worth and upon the

individual’s entitlement to respect for his or her dignity and integrity as a human being

(2001: 14).

É a partir do momento em que os países ricos passaram a adotar medidas restritivas

em relação às pessoas que chegavam aos seus territórios que a abordagem dos

refugiados, como categoria de migrantes forçados, e dos migrantes em geral, se

materializou uma abordagem essencialmente securitária, que foi acelerada pela queda

do Muro de Berlim e 11 de Setembro. A celebração do Acordo EU-Turquia é, neste

sentido, o culminar de um intenso processo de securitização (Waever, 1995) da questão

migratória no quadro da EU e uma tentativa de consolidar um sistema regional

alternativo ao regime genebrino, que questiona as obrigações do regime da Convenção

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A securitização da crise 54

de Genebra, consideradas muito rígidas por um número crescente de países do Norte

Global.

EFEITOS DO ACORDO COMO A TURQUIA NO COMPLEXO DE REGIMENES SOBRE MIGRAÇÕES

INTERNACIONAIS

A realidade do espaço integrado europeu criou dentro sistema de protecção global de

refugiados uma estrutura regional particularmente segmentada e de restrição de direitos,

introduzindo, deste modo, uma profunda assimetria no mecanismo de regulação global

de refugiados e requerentes de asilo. Balogh refere a este propósito:

Through the establishment of the European refugee protection framework, the

UNHCR had only a complementary position, and member states have implemented

their own protocols. In addition, European human rights contracts cannot be

considered as part of refugee instruments because of limited focus and qualifications

connected to protection. This background has already indicated the possibility of a

violation of international refugee principles (Balogh, 2015, p. 24).

O ACNUR como principal organismo com competência para gerir fluxos de

refugiados é a pedra angular do regime internacional, mas a introdução de políticas e

medidas restritivas- inclusivamente em vastas áreas do Sul Global- teve um impacto

profundo na sua missão e capacidade de intervenção. É importante recordar que o

ACNUR é um fundo das Nações Unidas (e não uma agência especializada com

orçamento próprio) largamente dependente dos países doadores (EU e outros países do

Norte) hoje essencialmente preocupados com questões de segurança associadas ao

fenómeno do terrorismo. Além disso outros actores têm, hoje em dia, um bom nível de

conhecimento especializado e capacidade de disseminação de informação que

concorrem com o papel tradicional do ACNUR nesta matéria. Consequentemente, o

ACNUR encontra-se numa posição particularmente difícil perante a necessidade de

cumprir o mandato, ao mesmo tempo que procura assegurar fontes de financiamento

que o viabilizem.

Considerando tudo o que se disse até agora, é possível concluir que os países da EU,

à semelhança de outros países do Norte Global, se têm oposto a um modelo de

governação global construído a partir das NU. Por essa razão têm apoiado as iniciativas

políticas de outros países do Norte Global com o objectivo de limitar o regime que

regula a protecção de refugiados e outras pessoas com necessidade de protecção

internacional centrado, como se viu, na Convenção de Genebra. Isto apesar do Sul

Global continuar a ser a zona do mundo com mais refugiados - segundo a Amnistia

Internacional 86% dos refugiados vivem em países em desenvolvimento (Amnistia,

s/d).

Assim, o processo de securitização do controle de fronteiras na União Europeia abriu

caminho a uma legitimação do estreitamento da definição de refugiado no interior do

espaço europeu através de normas comunitárias que promovem uma interpretação

abertamente restritiva das disposições da Convenção de Genebra de 1951 e conduziu,

ainda, como referido, à consagração de estatutos exteriores à Convenção - protecção

subsidiária e protecção temporária – que funcionam como regimes de protecção

alternativos de duração mais limitada e que garantem menos direitos do que os previstos

na Convenção de Genebra. Estes estatutos são apresentados como instrumentos que

promovem a inclusão de determinadas categorias de migrantes no espaço comunitário

que não podem ser considerados, em sentido estrito, refugiados, mas que a EU entende

que carecem de protecção internacional (Canefe, 2010). Esta abordagem do Direito

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55 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Comunitário corresponde, na verdade, a uma rejeição de uma definição ampliada de

refugiado e pode igualmente ser contextualizada no quadro do questionamento das

obrigações decorrentes da Convenção Genebra, como atrás referido. Os efeitos desta

segmentação do regime de protecção europeu são bem conhecidos: a segmentação

saldou-se, em geral, por um agravamento do processo de exclusão de migrantes

extracomunitários, arrastando milhares de pessoas a quem potencialmente a EU poderia

reconhecer o estatuto de refugiado para situações de limbo jurídico acompanhadas de

uma diluição dos padrões de direitos humanos em vigor no espaço comunitário. Este

processo conduz frequentemente ao afastamento destas pessoas do território europeu na

situação de migrantes irregulares ou, em alternativa, permanecem transitoriamente num

Estado membro com um estatuto subsidiário ou de protecção temporária.

O Acordo com a Turquia enfatiza a natureza excepcional das medidas aprovadas

num contexto de urgência humanitária. Como já referido, o Acordo cria novos

obstáculos à chegada de migrantes ao território comunitário e representa a rejeição, por

parte dos Estados membros da EU, de parte significativa das suas responsabilidades ao

abrigo do DIP, DIDH e Direito Comunitário. Nesse sentido, fragiliza a afirmação da EU

como potência normativa e evidencia os limites da cooperação e solidariedade entre os

países comunitários. Independentemente da EU ter falta de trabalhadores qualificados

(Agenda Europeia para as Migrações, 2015) e ter em mãos um grave problema

demográfico, tem prevalecido a vontade de afirmar os particularismos do modelo

regional europeu e a vontade de aprofundar o modelo de fechamento da fronteira

externa às populações migrantes.

Como referido, observamos que o maior desafio à regulamentação jurídica

internacional e comunitária é a opção de desfavorecer a possibilidade de proteção dos

refugiados nos países europeus através de mecanismos de repulsão, que segundo alguns

observadores se assemelham a processos de expulsão coletiva proibidos na Carta dos

Direitos Fundamentais da EU e no Protocolo 4 da Convenção Europeia dos Direitos do

Homem do Conselho da Europa, apesar das garantias dadas pela EU de que os

processos de avaliação dos pedidos de asilo serão individuais. O segundo aspecto que

importa clarificar é se o Acordo realmente significa que existe segurança e dignidade no

regresso das pessoas à Turquia. Por este motivo, o que devemos questionar é se esta

política de regulação dos fluxos não aproxima perigosamente a noção de requerente de

asilo à condição de migrante irregular, fenómeno claramente identificado como uma

questão de segurança nacional que deve ser tratada na óptica da política nacional.

Este texto mostrou, em resumo, que a Europa rejeita a ideia de continuar a assumir o

mesmo nível de responsabilidades no quadro da sua política de proteção internacional.

Como contextualizados, o SECA e o recente Acordo EU-Turquia indicam que o

contributo da EU para o regime de regulação dos fluxos migratórios internacionais

contemporâneos vai no sentido do aprofundamento da fragmentação que já o caracteriza

através da desregulação do único regime formal de natureza multilateral do complexo

de regimes sobre migrações internacionais, como referido, o regime que protege

refugiados e requerentes de asilo, com consequências que ainda não são conhecidas em

termos da possibilidade de reversão da norma de proteção de pessoas que tenham o

receio fundado de perseguição e do princípio de non-refoulemant.

Podemos concluir, deste modo, que a crise dos refugiados agudizou a lógica

subjacente à gestão europeia da imigração de países terceiros na medida em que, em

nome da segurança nacional dos países membros da União passou a admitir, ainda que

implicitamente, uma nova aproximação conceptual da categoria específica de refugiados

ao estatuto de grande desproteção a que estão sujeitos outros estrangeiros “irregulares”

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A securitização da crise 56

que procuram alcançar o território europeu. Assim, este processo de regresso dos

migrantes à Turquia não só cria diferenciação no regime de protecção de refugiados,

como questiona o próprio complexo de regimes sobre migrações internacionais.

Como referido, a Europa não é o principal destino dos requerentes de asilo - apesar

de ser um destino cada vez mais apelativo -, mas o facto é que os termos do Acordo

com a Turquia destabilizam o complexo de regimes ao reduzir o número de pessoas

protegidas pelo Direito de Asilo. Esta alteração pode contribuir para a diluição da

distinção entre refugiado e migrante irregular lançando cada vez mais pessoas para uma

situação de vulnerabilidade que desafias as fronteiras estabelecidas e fragiliza a ideia de

aplicação universal das medidas de protecção.

Na ordem global contemporânea, as dificuldades e os dilemas não são exclusivos do

Norte Global ou da EU em particular. O Sul Global também tem mostrado falta de

vontade política para manter a coerência do regime instituído pela Convenção de

Genebra apesar de, como já foi dito, ter aprovado formalmente uma definição mais

ampla de refugiado.

O Acordo celebrado com a Turquia evidencia que existem outros actores e estruturas

a ter em conta no regime global de protecção de refugiados para além da pedra angular

do regime, a Convenção de Genebra, o papel de monitorização do ACNUR e a

jurisprudência dos Estados, que se tem mostrado bastante coerente e protectora em

relação aos direitos/deveres dos refugiados.

O Acordo celebrado com a Turquia inaugura uma práctica que diverge do próprio

Direito Comunitário representando uma tentativa de reconstrução da definição de

“refugiado”. No entanto, ainda é cedo para avaliar se e em que medida este Acordo

contribui para um retrocesso dos direitos protegidos pelo regime global que protege os

refugiados.

As recentes propostas da Comissão Europeia procuram complementar a reforma do

SECA no sentido de transformar a política de asilo numa política mais eficiente, justa e

humana procurando garantir um grau de protecção homogéneo baseado na solidariedade

entre Estados membros, acompanhada por uma política europeia para as migrações. É

notório que as dificuldades de implementação destas propostas parecem, à partida,

significativas. Em todo o caso, a possibilidade de por em prática uma visão europeia

mais equilibrada do fenómeno dos refugiados e migrantes económicos abre a

possibilidade teórica de uma dessecuritização (Waever, 1995) do regime europeu de

protecção de refugiados, permitindo ao mesmo tempo atenuar o impacto negativo do

Acordo com a Turquia do ponto de vista da Europa enquanto actor normativo. A

aprovação das propostas da Comissão permitiria uma aproximação do modelo europeu

aos princípios do modelo global, contribuindo desta forma para o reforço da

legitimidade do modelo da Convenção de Genebra.

Concluímos que a resolução da crise dos refugiados na Europa poderá oferecer-nos

pistas importantes quanto às dinâmicas do complexo de regimes sobre migrações

internacionais na sua interacção com um dos regimes que o compõem, o regime que

regula o problema dos refugiados. Este regime, como referido, não é homegéneo e tem

importantes dimensões regionais. Neste texto, realçamos a importância do regime

europeu de asilo para o regime global que protege os refugiados e o complexo de

regimes sobre migrações internacionais, procurando explorar a ideia de que existem

dinâmicas de relacionamento entre os regimes que se traduzem em relações ora

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57 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

marcadas pelo antagonismo, ora complementaridade ou mesmo por tentativas

deliberadas de introdução de modelos alternativos.

CONCLUSÃO

Este texto mapeou a securitização da crise de refugiados na Europa com o objectivo de

explorar a questão das implicações da crise europeia na estabilidade do complexo de

regimes sobre migrações internacionais.

O texto procurou contextualizar o fenómeno das migrações internacionais no quadro

das Relações Internacionais. Como tema emergente, realçou-se a necessidade de

aprofundar o estudo dos fluxos migratórios no quadro dos fenómenos de

interdependência e cooperação entre os Estados e discutiu-se a possibilidade de

enquadrar a crise europeia de refugiados no conceito de complexos de regimes. O

conceito teórico de complexos de regimes começou a ser desenvolvido por autores

como Keohane, Victor e Raustiala, mas permanece pouco estudado nas Relações

Internacionais. Nesta investigação entendeu-se que o conceito permite captar melhor a

grande complexidade do fenómeno dos fluxos internacionais de migrantes, por

contraposição à literatura mais tradicional sobre regimes internacionais.

O objectivo deste texto foi o de analisar o desempenho do sistema europeu de asilo

no quadro da crise de refugiados que tem assolado a Europa. Em consequência desta

avaliação verificou-se que o regime europeu de protecção internacional se afasta das

garantias previstas no regime global de protecção de refugiados e asilo regulado pela

Convenção de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967, reflectindo uma tendência de

securitização do tema dos refugiados no espaço europeu presente na concepção do

SECA e nas prácticas dos Estados.

Em segundo lugar, analisou-se o impacto do Acordo celebrado ente a UE e a Turquia

de Março de 2016 para conter os fluxos de migrantes e refugiados vindos da Turquia no

SECA e no sistema universal de protecção de refugiados.

Na parte final do texto discutiu-se a relação do Acordo celebrado com a Turquia com

o futuro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de pessoas

questiona-se em particular os possíveis impactos do Acordo no regime que coordena as

migrações económicas.

O texto conclui que o Acordo celebrado com a Turquia inaugura uma práctica que

diverge do próprio Direito Comunitário representando uma tentativa de reconstrução da

definição de “refugiado”, que contribui para a progressiva diluição da distinção entre

refugiado e migrante irregular e para o enfraquecimento da EU como actor normativo,

lançando, por esta via, cada vez mais pessoas para uma situação de vulnerabilidade.

Neste texto realçámos a importância do regime europeu de asilo para o regime global

que protege os refugiados e o complexo de regimes sobre migrações internacionais,

procurando explorar a ideia de que existem dinâmicas de relacionamento entre os

regimes que se traduzem em relações que podem ser marcadas pelo antagonismo,

complementaridade ou por dinâmicas de construção de modelos alternativos. O caso da

crise europeia poderá oferecer-nos pistas importantes quanto às dinâmicas do complexo

de regimes sobre migrações internacionais na sua interacção com um dos regimes que o

compõem, o regime que regula o problema dos refugiados. Como único regime formal

de natureza multilateral do complexo de regimes sobre migrações o seu comportamento

tem reflexos em todo o complexo, seja por via da crescente securitização da questão dos

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A securitização da crise 58

refugiados através do Acordo com a Turquia, seja pela possibilidade de dessecuritização

do regime europeu de protecção de refugiados proposta pela Comissão Europeia. A

análise da crise europeia sugere, deste modo, que o regime que coordena as migrações

económicas é o regime mais afectado pelas oscilações que se observam no regime

europeu de asilo.

NOTA SOBRE LA AUTORA:

María Francisca Alves Ramos de Gil Saraiva es Profesora Auxiliar del Instituo

Superior de Ciencias Sociales de la Universidad Técnica de Lisboa e investigadora del

Instituto de Defensa Nacional.

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

Mariana Foglia, “La participación argentina en la agenda de cooperación de

seguridad y lucha contra la criminalidad organizada de la UNASUR”, Revista

de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 61-79.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.4

Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 61-79.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.4

La participación argentina en la

agenda de cooperación de

seguridad y lucha contra la

criminalidad organizada de la

UNASUR

The Argentine Participation in the Agenda of Security Cooperation and Fight against Organized

Crime of UNASUR

MARIANA FOGLIA Universidad del Salvador, Argentina

RESUMEN: El artículo aborda los antecedentes que dieron origen en el 2012 a la creación

del “Consejo Suramericano en materia de seguridad ciudadana, justicia y coordinación

de acciones contra la delincuencia organizada transnacional” de la Unión de Naciones

Suramericanas (UNASUR). A lo largo del mismo se identifican los principales debates

que guiaron las negociaciones, poniendo de relieve el activo rol de Argentina en el

proceso de construcción de este sistema cooperativo regional en un escenario

latinoamericano signado por el avance del delito organizado.

PALABRAS CLAVE: Cooperación, UNASUR, Seguridad ciudadana, Criminalidad

organizada.

ABSTRACT: The article addresses the background that led to the creation of the "South

American Council on Citizen Security, Justice and Coordination of Actions against

Transnational Organized Crime" in 2012 by the Union of South American Nations

(UNASUR). Throughout it, the main debates that guided the negotiations are identified,

highlighting the active role of Argentina in the process of building this regional

cooperative system in a Latin American scenario marked by the advance of organized

crime.

KEY WORDS: Cooperation, UNASUR, Citizen security, Organized crime.

Recibido: 23 de enero de 2017

Aceptado: 14 de febrero de 2017

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 62

INTRODUCCIÓN

La vertiginosa transnacionalización de las organizaciones y prácticas criminales

acaecida en las últimas décadas ha puesto en juego la capacidad de los Estados

nacionales para hacerles frente de manera unilateral, exigiendo esfuerzos de

cooperación conjuntos para la efectiva prevención y represión de las diversas

manifestaciones de la delincuencia organizada.

Con esta impronta, durante la VI Reunión Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de

Estado y de Gobierno de la UNASUR celebrada el 30 de noviembre de 2012 en Lima,

se creó el “Consejo Suramericano en materia de Seguridad Ciudadana, Justicia y

coordinación de acciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional”

(CSSJDOT). Se trata de una instancia de consulta, cooperación y coordinación entre las

12 naciones suramericanas a efectos de optimizar la capacidad de respuesta de los

Estados miembro ante el avance del delito organizado y los retos comunes a la

seguridad pública.

En el presente artículo se expone en primer lugar una radiografía de los principales

aspectos que caracterizan a la criminalidad en América Latina en el marco de la

instalación de la problemática en la agenda internacional. Ello a modo de

contextualización de los esfuerzos que dieron origen al CSSJJDOT, cuyo proceso de

creación se comenta en el segundo apartado donde se recorren los dos principales

debates que articularon las negociaciones. Se destaca a su vez la participación argentina

a lo largo del proceso y su avidez por proyectar en el plano externo sus propios

principios rectores sobre la seguridad y la defensa.

LA CRIMINALIDAD ORGANIZADA EN LA AGENDA INTERNACIONAL

La seguridad es un problema tan viejo como la propia historia de los Estados. En la

tradición hobbesiana, el Leviatán –metáfora del Estado moderno- devenía en el garante

de la seguridad para hacer frente a la naturaleza violenta de la convivencia humana

traducida en la famosa frase “el hombre es el lobo del hombre”. El Estado emergía

entonces como “gendarme” del orden para garantizar la protección del individuo y su

supervivencia.

Llevada esta alegoría interna al plano internacional, mientras tradicionalmente las

amenazas a la seguridad de los Estados eran de naturaleza principalmente militar,

actualmente son cinco las grandes “nuevas amenazas” que enfrenta el mundo actual

(Naciones Unidas, 2004): la primera se refiere a la pobreza, las enfermedades

infecciosas y el deterioro medioambiental; la segunda a los conflictos armados, tanto

interestatales como internos; la tercera a la proliferación de las armas nucleares,

biológicas, químicas y radiológicas; la cuarta al terrorismo y la quinta a la delincuencia

organizada transnacional.

De aquí que llamadas “nuevas amenazas” engloban bajo un mismo “paraguas”

problemas típicos de la defensa, de la seguridad interior y otros de índole socio-

económico. Sin embargo, quizás con la excepción de la guerra informática, ninguna de

estas amenazas es realmente "nueva". Lo novedoso es su jerarquía dentro de la

seguridad internacional, su poder difuso y asimétrico y su protagonismo por actores no

estatales que no siempre emplean la violencia como herramienta racional de política

(Bartolomé, 2013).

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La participación argentina 63

Lo cierto es que no ha sido hasta los años noventa cuando la delincuencia organizada

transnacional empieza a ser reconocida como un problema grave de agenda

internacional. Actividades delictivas como el narcotráfico, el tráfico de productos

falsificados, la trata de personas, la venta ilegal de armas o el tráfico ilegal de flora y

fauna silvestre, generan ganancias anuales por más de 2 billones de dólares según

estimaciones de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNDOC,

por su sigla en inglés), equivalente al 3,6% del PBI mundial o cuatro veces el PBI de

Argentina. Ello convierte al crimen organizado transnacional en una de las principales

economías del mundo1.

La progresiva diversificación en su organización, modus operandi, medios, recursos,

rutas, mercados y redes fue consolidando un consenso mundial para generar

instrumentos para enfrentar colectivamente un espectro de actividades delictivas cuyo

alcance ponía en riesgo no solo la seguridad, sino también el desarrollo y la

institucionalidad democrática de las naciones.

Aún cuando el de las drogas ilícitas fuera el mercado ilegal más importante, regulado

bajo el Régimen Internacional de Control de Drogas desde los años 602, la comunidad

internacional comenzaba a advertir que el delito organizado transnacional no se limitaba

al narcotráfico y que era necesario crear herramientas legales para enfrentar otros delitos

no menos graves como la trata de personas o el tráfico de armas.

Como resultado, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia

Organizada Transnacional y sus Protocolos adicionales fue firmada en la ciudad de

Palermo, Italia en el año 2000. Actualmente ha sido firmada por más de 140 países y

ratificada por más de 90, incluyendo Argentina que es signataria de la Convención

desde diciembre de 20003.

La Convención de Palermo busca promover la cooperación para prevenir y combatir

la delincuencia organizada transnacional a través de esquemas de colaboración entre

gobiernos (asistencia legal mutua, técnicas especiales de investigación criminal,

intercambio de información, etc.) y armonizar las legislaciones nacionales para tipificar

delitos comunes de naturaleza transnacional4.

Fruto de intensas negociaciones que reflejaban la falta de consenso sobre los

elementos comunes de los diversos tipos de delincuencia organizada, se optó por una

definición amplia que entiende por grupo delictivo organizado a todo “grupo

estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe

1 En 2009 la UNDOC estimaba que el crimen organizado transnacional generaba 870 mil millones de

dólares al año, más de 6 veces el presupuesto de la asistencia oficial para el desarrollo y equivalente al

7% de las exportaciones mundiales de mercancías. En https://www.unodc.org/toc/es/crimes/organized-

crime.html 2 El régimen internacional de control de drogas vigente en la actualidad se compone de tres convenciones

internacionales -la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, el Convenio sobre Sustancias

sicotrópicas de 1971 y la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes

y Sustancias Psicotrópicas de 1988. 3 Argentina ratificó la Convención el 19/11/2002.

4 Según el Art. 3 de la Convención los delitos serán transnacionales cuando: se “cometen en más de un

Estado”; cuando se cometen “dentro de un solo Estado, pero una parte sustancial de su preparación,

dirección o control se realiza en otro Estado”; cuando se comete “dentro de un solo Estado, pero entraña

la participación de un grupo delictivo organizado que realiza actividades delictivas en más de un Estado”

y, finalmente, cuando se “comete en un solo Estado, pero tiene efectos sustanciales en otro Estado”.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 64

concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos

tipificados con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro

beneficio de orden material” (Art. 2 Convención de Palermo).

Se trata de actividades delictivas –a decir de Hagan (2006)- que se caracterizan por la

previsión de lucro, una división del trabajo organizada jerárquicamente, el uso de la

violencia y amenazas así como algún nivel de inmunidad política y complicidad con la

esfera estatal. Esta caracterización se hace patente en América Latina, donde la

dinámica de la violencia está fuertemente asociada a la presencia del crimen organizado

y la existencia de múltiples economías criminales.

América Latina: “la paradoja del crecimiento con inseguridad”

Con tan sólo el 8% de la población mundial, la región de América Latina y el Caribe

(ALC) concentra el 31 % de los homicidios que se cometen cada año. En Centroamérica

este indicador supera incluso el promedio de Sudamérica y el Caribe, cuyas tasas de

homicidio se ubican entre el 16 y 24 por cada 100,000 habitantes, muy por encima de la

media mundial estimada en 6.2 (UNDOC, 2013).

La abrumadora mayoría de las 50 ciudades más violentas se ubican en esta parte del

globo: 21 en Brasil, 8 en Venezuela, 5 en México, 3 en Colombia, 2 en Honduras y 1

respectivamente en El Salvador, Guatemala y Jamaica (un total de 42 ciudades),

ubicándose el resto en Sudáfrica (3) y Estados Unidos (4). Caracas, en Venezuela,

encabeza el ranking con una tasa de 119.87 homicidios dolosos por cada 100 mil

habitantes (CCSPJC, 2015). No es casualidad que ante este panorama la Organización

Mundial para la Salud (OMS) considere que en la región la violencia criminal se

encuentre en niveles “epidémicos”5.

La columna vertebral de la criminalidad organizada y su correlato en violencia en

ALC es el narcotráfico. Del último Informe Mundial de Drogas de la UNDOC (2016),

se desprende que la región ya no es sólo la plataforma de producción hacia el resto del

mundo. El consumo de cocaína en el Cono Sur se disparó más que en cualquier otra

región entre 2009 y 2015 y su porcentaje de usuarios se acerca cada vez más a Estados

Unidos, desplazando a Europa del segundo lugar con mayor cantidad de consumidores.

La cocaína dejó de ser una droga para los ricos para alcanzar a todos los sectores

sociales, al tiempo que el negocio propicia una espiral de violencia producto de la puja

entre organizaciones criminales por el control de rutas y mercados de comercialización.

Parafraseando la célebre frase de Carl von Clausewitz, el crimen organizado en tanto

“continuación de los negocios por medios criminales” (Williams, 2005), implica el

accionar de verdaderas empresas criminales que explotan las asimetrías socio-

económicas e institucionales de los países de forma estratégica con el objetivo de

disminuir los costos de transacción y maximizar sus expectativas de lucro.

Según informe del BID (2017) sobre los costos del crimen en 17 países de América

Latina y el Caribe, el tamaño de los costos relacionados con el crimen es similar al que

gastan esos países anualmente en infraestructura y es aproximadamente equivalente al

ingreso del 30% más pobre de la población. De aquí que el delito les cuesta a los

5 La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que a partir de 10 homicidios cada 100.000

habitantes, la problemática se considera una “epidemia”.

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La participación argentina 65

latinoamericanos en promedio un 3% de su producto interno bruto (PIB), el doble del

mismo cálculo para los países desarrollados. Dentro de estos costos, un 42%

corresponde al gasto público (sobre todo en servicios policiales), un 37% a gastos

privados y un 21% a los costos sociales de la delincuencia, principalmente debido a la

victimización.

Si nos detenemos en el primero de estos costos, se observa que en ALC el gasto

público en seguridad (el cual incluye el sistema judicial, la prestación de servicios

policiales y la administración de prisiones) representa el 5% del gasto público total, una

tercera parte de las cantidades gastadas en educación y salud, duplicando a su vez el

promedio de los países desarrollados (BID, 2017). Ello de la mano de una fuerte

demanda social por mejores niveles de seguridad, traducido por la encuesta

Latinobarómetro (2015) en el hecho de que en 12 de 18 países de la región la

delincuencia ocupó el primer lugar entre los problemas más importantes del país, por

encima de la corrupción y de los problemas económicos.

Sin embargo, estos esfuerzos del erario público no han tenido su correlato en mejoras

en seguridad y tasas delictivas más bajas, al tiempo que el espiral de violencia y

criminalidad en la región sigue escalando. Ello abona lo que Heraldo Muñoz (El País,

2013) ha definido como “la paradoja del crecimiento con inseguridad en América

Latina”, donde la ola de expansión económico-social de las ultimas décadas ha venido

de la mano de una ola de expansión delictiva pese a los avances en materia social sin

precedentes.

En efecto, entre 2003 y 2011, el crecimiento regional anual promedio en ALC -

excluyendo la crisis de 2009- alcanzó casi 5 %; la pobreza extrema se redujo a menos de

la mitad llegando a 11,5%; la desigualdad en el ingreso se redujo más de 7% en el

índice de Gini; y, por primera vez en la historia, la región contó con más personas de

clase media que viviendo en la pobreza (Chioda, 2016).

¿Qué explica entonces que el mayor crecimiento no se haya traducido en menos

inseguridad? Buscando comprender la paradoja, varios factores complejos subyacen a la

realidad de la región como motores de la criminalidad. Entre las principales causas

identificadas por el PNUD (2013), se destaca que el crecimiento ha sido de baja calidad,

basado en el consumo y con insuficiente movilidad social; ello sumado a las

transformaciones demográficas causadas por el crecimiento urbano acelerado y

desordenado; la erosión del tejido social a nivel familiar y escolar; el creciente consumo

de alcohol y el tráfico de drogas así como la extensión del porte de armas de fuego, en

una región que encabeza el ranking mundial de empleo de armas para la comisión de

delitos violentos.

A ellos debemos añadirle otros factores como la ineficiencia del sistema de justicia

penal (el 90% de los asesinatos en ALC no son resueltos), el hacinamiento carcelario y

su correlato en conformar verdaderas escuelas de criminalidad (la secuencia de motines

al interior de las cárceles de Brasil a inicios del 2017 por el control del narcotráfico

evidencian este aspecto) y la connivencia del delito con la esfera pública.

Al respecto, es una realidad que las actividades ilícitas graves y rentables

invariablemente cuentan con el apoyo de funcionarios públicos corruptos dentro de la

policía, la fiscalía, los juzgados, las cárceles, aduanas, entre otras instituciones públicas

que se vuelven blanco de estas organizaciones para tentarlas a “hacer la vista gorda” o

directamente facilitar actividades delictivas. Como la definió uno de los más

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 66

reconocidos investigadores del tema, Robert Klitgaard (1988), la corrupción se puede

definir con una fórmula: C = M + D - A, donde corrupción es igual a monopolio más

discrecionalidad menos accountability o rendición de cuentas.

En ALC, la evidencia demuestra que en varios países la corrupción y la impunidad han

permitido a organizaciones criminales desarrollar y establecer verdaderas estructuras de

poder paralelas, afectando gravemente los recursos y estrategias de los organismos que

debieran combatirlas.

El último Índice de Percepción de la Corrupción 2015 de la ONG Transparencia

Internacional indica que en América Latina la corrupción tiene carácter de “problema

sistémico”, con un índice promedio de 38 puntos (en una escala que va de 0 -muy

corrupto- a 100 -muy limpio-). Ello la ubica como la tercera región más corrupta del

mundo. En específico, según una encuesta de Latinobarómetro, menos de 40% de los

ciudadanos en la Región confía en la policía, en comparación con el 65% en Europa.

Este bajo porcentaje de confianza se ha mantenido en los últimos 20 años, con algunos

matices entre los países, alimentando factores como la militarización de las tareas

policiales y la privatización de los servicios de seguridad (Alvarado, 2016). Sobre esta

última cuestión, los datos son elocuentes: la región tiene casi 50% más vigilantes

privados que agentes de policía (Muñoz, 2013) y en algunos países la proporción de

guardias privados y policías llega a ser de 11 a 1, mientras en los países desarrollados es

de 2 a 1 (Alvarado, 2016).

Es en este contexto que se debe interpretar y enmarcar los esfuerzos de los países de la

región por crear mecanismos de cooperación para hacer frente a un enemigo común que

se ha instalado –con cada vez mayor protagonismo- en la agenda colectiva.

EL ORIGEN DEL CSSJDOT DE LA UNASUR

La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) nació en el 2008 con el objetivo de

construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión

cultural, social, económica y política entre sus integrantes, procurando eliminar las

desigualdades socioeconómicas y lograr la inclusión ciudadana en un marco

democrático. Con este horizonte, se fueron creando Consejos especializados en materia

de energía, educación, salud, infraestructura, economía y finanzas, desarrollo social,

entre otros pilares sobre los cuales se viene edificando la integración suramericana.

El Consejo de Defensa Suramericano (CDS) se constituyó a fines de 2008 como una

instancia de consulta, cooperación y coordinación en materia de defensa con el mandato

de consolidar a la región como zona de paz. A su vez, en 2009 se creó el “Consejo

Suramericano de Lucha contra el Narcotráfico”, que -como se detalla más adelante- en

2010 pasó a llamarse “Consejo Suramericano sobre el Problema Mundial de las

Drogas” (CSPMD).

Hasta ese entonces, la UNASUR carecía de un espacio institucional para atender

multilateralmente las cuestiones de seguridad pública y la coordinación de acciones

contra todas las manifestaciones de la delincuencia organizada transnacional a

excepción del narcotráfico. Sí existía como antecedente la“Declaración de Seguridad

Ciudadana en Sudamérica”, suscripta en la primera reunión de la entonces Comunidad

Sudamericana de Naciones (que luego se constituiría en la UNASUR), celebrada en

Brasilia el 30 de setiembre de 2005, producto de las deliberaciones que los Ministros de

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La participación argentina 67

Justicia, de Interior, de Defensa y de Seguridad Ciudadana habían tenido en agosto de

ese año en la ciudad de Fortaleza.

Entre los considerandos, la declaración destacaba la seguridad como condición

necesaria para el desarrollo de los ciudadanos, el ejercicio de su libertad y derechos

humanos, subrayaba la importancia de la participación de la sociedad civil y reconocía

que en muchos países históricamente la seguridad prestada por los Gobiernos era

insuficiente, concentrándose en las fuerzas policiales de forma aislada y disociada de la

sociedad. Reconocía a su vez a la inequidad social como una de las causantes de la

violencia y la inseguridad en Sudamérica.

En la parte declarativa, se creaba un “Programa de Acción Sudamericano de Seguridad

Ciudadana” a fin de dar concreción a los principios y directrices consensuadas6. El

principal punto de dicho Programa aludía al compromiso de:

Construir una red integrada en el área de Seguridad Ciudadana, que permita una

acumulación de conocimiento y experiencias, así como un intercambio eficaz de los

mismos, según las legislaciones nacionales lo autoricen, por medio de la difusión de

buenas prácticas, del acceso a las fuentes y de la información oportuna de todas las

formas y manifestaciones de los fenómenos de la violencia y criminalidad (p. 3).

Sin embargo, la amplitud y heterogeneidad de las realidades nacionales y de los

organismos allí representados llevaron a que ese plan abarcara múltiples temas (Comini,

2015) y no fuera hasta el 2011cuando fue madurando la idea de crear un espacio de

integración propio para abordar las cuestiones relativas a la seguridad ciudadana y el

delito organizado.

En la III Reunión de Ministros del CDS – celebrada en Lima en Mayo del 2011- se

incluyó dentro del plan de acción anual la propuesta de Colombia de levar a cabo una

“reunión de Ministros de Defensa, Justicia e Interior a celebrarse en Colombia, a efectos

de analizar las amenazas del crimen organizado transnacional y otras nuevas amenazas a

la seguridad regional”. Posteriormente, la Reunión Extraordinaria el Consejo de

Ministros de Relaciones Exteriores celebrada en Buenos Aires el 24 de agosto de ese

mismo año, convocó a llevarse a cabo la mencionada reunión, prevista para el 2012. Es

alrededor de este encuentro – detallado a continuación- que se dispararían debates

sustanciosos en cuanto al trasfondo político e ideológico subyacente, diferencias de

enfoques que se pondrían de manifiesto a lo largo de las negociaciones.

El primer debate: ¿Consejo Suramericano de Defensa ampliado o instancia

diferenciada?

El primer interrogante giraba en torno a si correspondía al CDS el tratamiento de las

cuestiones relativas a la seguridad pública y lucha contra la criminalidad organizada

transnacional; o por el contrario cabía crear una instancia sectorial de cooperación

nueva y diferenciada del mecanismo ya existente en materia de defensa.

6 En los 8 puntos de la parte declarativa, los presidentes suramericanos asumían la importancia de

establecer políticas públicas comunes en materia de seguridad ciudadana a través de la cooperación en

capacitación, intercambio de información y de experiencias; la necesidad de consolidar una visión

integral del fenómeno de la violencia y criminalidad apoyados en estudios de investigación y trabajos

académicos; el interés en sumar a los esfuerzos preventivos a diversos niveles de gobierno, el sector

privado, ONGs y la propia sociedad civil organizada; introducir reformas legales e institucionales;

promover la participación ciudadana y fomentar el desarme, entre lo más destacado.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 68

La discusión no era menor, en tanto el diseño institucional con competencia en asuntos

de defensa y seguridad no es el mismo en los 12 países de la UNASUR. En Colombia,

por ejemplo, la Policía Nacional depende orgánicamente del Ministerio de Defensa

Nacional. La legislación argentina, por el contrario, distingue tajantemente la esfera de

seguridad interior y la de defensa, contando con marcos legales y carteras ministeriales

específicas.

De hecho la heterogeneidad de enfoques existente a nivel internacional con relación al

papel que deben desempeñar las fuerzas armadas en la lucha contra la delincuencia

organizada es un debate abierto que genera no pocas controversias, con defensores y

detractores por igual, entre académicos y tomadores de decisiones. Discusión que

estuvo presente a lo largo de las negociaciones que dieron lugar al CSSJDTO.

La creación del Consejo de Defensa de la UNASUR en el año 2008 había sido “el

resultado de un proceso gradual, complejo y repleto de virajes” (Comini, 2015) donde

Argentina asumió un papel fundamental para evitar que sobre su paraguas recayeran

temáticas que para el país forman parte de la órbita de la seguridad interior, tales como

narcotráfico, la trata de personas o el terrorismo.

De aquí que a lo largo de las negociaciones, el Estado argentino fue concibiendo al

Consejo como un espacio a partir del cual proyectar su propia concepción sobre la

Defensa Nacional y la Seguridad Pública, actuando en “contrapeso a la tendencia

manifiesta en varios países sudamericanos de policialización de las fuerzas armadas”

(Comini, 2015).

A instancias de Argentina y con el apoyo de otros países –entre ellos Chile, Ecuador y

Uruguay (Comini, 2015)- se había logrado un consenso en el seno del CDS respecto de

que el conjunto de fenómenos que no hacen a la defensa sino a la seguridad pública de

los Estados no eran competencia del CDS. Ello a pesar de casos puntuales en base a los

ordenamientos jurídicos particulares de algunos países que así lo permitieran.

Fruto de estos esfuerzos diplomáticos, en la Reunión Extraordinaria de Jefas y Jefes de

Estado de la UNASUR, llevada a cabo en Bariloche en 2009, así como en las sucesivas

Declaraciones del CDS (entre ellas la Declaración de Guayaquil y la Declaración de

Lima de 2010 y 2011 respectivamente) quedó plasmado en sus Actas y Declaraciones la

necesidad de identificar los eventuales futuros órganos de la UNASUR encargados de

abordar las cuestiones ligadas a la seguridad y la criminalidad organizada.

Bajo este mandato, a principios del 2012 y en el marco de la Presidencia pro témpore

de Paraguay, el gobierno colombiano convocó a la realización de la mencionada

Reunión de Ministros de Defensa, Justicia e Interior de la UNASUR – promovida a

solicitud del CSD- que se celebraría en marzo en Cartagena de Indias a fin de abordar

esta cuestión.

La nota con la convocatoria remitida por la Secretaría de la Presidencia Pro Témpore

de Paraguay al Consejo de Delegadas y Delegados de la UNASUR ya marcaba el rumbo

que tendría el primer debate. En la misma se expresaba que el objetivo del encuentro

sería “analizar las amenazas del crimen transnacional organizado y las nuevas amenazas

a la seguridad de la región”. La invitación adjuntaba además un documento conceptual y

una guía elaborada por el Ministerio de Defensa colombiano como anfitrión de la

reunión preparatoria que se celebraría en febrero de ese mismo año.

El documento conceptual brindaba algunas definiciones del crimen organizado

transnacional a la luz de la Convención de Palermo, identificaba sus principales

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La participación argentina 69

manifestaciones subrayando su capacidad para permear las estructuras institucionales de

los Estados, abordando luego en un apartado particular las “nuevas amenazas”. Allí se

reconocía la existencia de “múltiples agendas, visiones y necesidades en materia de

seguridad y defensa entre los países de la región suramericana” y se aludía al concepto

de “seguridad hemisférica” de la Declaración sobre Seguridad en las Américas de la

OEA del 2003.

A su vez, se mencionaba el “carácter multidimensional de la seguridad y la defensa

teniendo en cuenta la diversidad de condiciones y necesidades de la región” e instaba a

la cooperación para hacer frente a las amenazas comunes. Entre ellas se destacaba

como “nuevas amenazas” al “terrorismo, los ataques cibernéticos, los desastres

naturales, los cambios ambientales, la fabricación de armas nucleares, las alianzas de

grupos armados y redes de narcotráfico regionales”.

Bajo estos lineamientos, la convocatoria establecía tres objetivos para el encuentro de

Ministros: 1) identificar las amenazas del crimen transnacional organizado y las nuevas

amenazas en Suramérica; 2) proponer los mecanismos de cooperación para enfrentarlas

y 3) establecer el papel de las Fuerzas Armadas y Policiales frente al crimen

transnacional organizado y las nuevas amenazas en la región.

Reaccionando ante dicha convocatoria, la delegación argentina – conformada en esta

instancia inicial por representantes de los Ministerios de Seguridad, Justicia, Defensa y

Relaciones Exteriores- entendía que la nota conceptual colombiana evidenciaba un

manifiesto interés en retomar la discusión sobre un eventual tratamiento por parte del

CDS de cuestiones relativas a la seguridad pública y la criminalidad organizada.

Por un lado, había un consenso al interior de la delegación de que no era la finalidad

del encuentro el tratamiento pormenorizado de la especificidad del conjunto de los

fenómenos criminales – tal como planteaba la invitación colombiana- sino -antes que

eso- la necesidad de identificar la instancia institucional de la UNASUR que debiera

atender el tratamiento de estos temas una vez concluido que no era materia del CDS.

En segundo lugar, se cuestionaba que el material remitido por Colombia hiciera

referencia -a modo de apoyo conceptual- a un documento de la UNDOC, desestimando

los aportes de los propios documentos de trabajo de la UNASUR. Ello en alusión

específica a dos estudios encomendados por los Ministros de Relaciones Exteriores y de

Defensa al Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa (CEED) precisamente para

apoyar los trabajos de la reunión de Ministros alusiva.

Mientras uno de los estudios del CEED analizaba los riesgos y amenazas del crimen

organizado transnacional, el otro focalizaba los términos de referencia para los

conceptos de seguridad y defensa en la región, brindando recomendaciones para orientar

las negociaciones. Sin embargo, ninguno de los dos documentos estaba mencionado en

la nota conceptual anexa a la convocatoria.

Esta omisión no era casual, en tanto los estudios del CEED contenían conclusiones

expresas sobre la diferenciación entre las cuestiones de defensa – entendida como

función esencial del Estado vinculada con la protección y mantenimiento de su

soberanía y la integralidad de su población, territorio e instituciones- y la seguridad

pública – referida en su vinculación a la paz social, la estabilidad institucional del

Estado, el control del orden público y las garantías de derechos ciudadanos. Incluso uno

de los informes del CEED subrayaba que:

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 70

“…al no corresponder al CDS el tratamiento de asuntos de seguridad pública, que

además son objeto de definición y gestión de instancias diferentes a los Ministerios

de Defensa en la mayor parte de países, es necesario avanzar en el estudio de un

posible mecanismo de cooperación regional en materia de Seguridad Pública,

diferenciado del de Defensa, que podría ser un Consejo de Seguridad Pública o

Interior” (CEED, 2012, p.7).

En base a estas consideraciones, la delegación argentina encontraba pertinente que

durante el encuentro preparatorio se trataran los documentos del CEED para orientar la

discusión y que la agenda de la reunión de Ministros se concentrara en definir cuál

debía ser la instancia institucional de la UNASUR para abordar estos temas. Recién

entonces se debía discutir cuáles eran esas “nuevas amenazas” y –eventualmente-

incluirlas en la Declaración ministerial. En suma, la reunión estaba planteada al revés,

había que ir primero de “continente a contenido”.

Como señalara Gonzalo García Pino (2009) – presidente pro témpore del Grupo de

Trabajo para la Constitución del CDS y Subsecretario de Guerra del Ministerio de

Defensa Nacional de Chile- uno de los consensos alcanzados en el marco de la creación

del CDS en el 2008 había girado en torno a los “temas excluidos” de su ámbito de

competencia, precisamente “la definición de que se trata de un Consejo de Defensa y no

de asuntos de seguridad”:

Esta exclusión no hace desaparecer el problema ni lo soluciona. Incluso más, la

propia decisión de su ausencia es motivo de cuestionamiento por algunos [en alusión a

Bolivia y Colombia] y nos debe llevar a la conclusión contraria de cómo encontrar el

mejor formato institucional dentro del cual podamos tener políticas de cooperación

efectiva en la región al margen de las existentes o fortaleciendo las existentes. Este es

un asunto que la propia UNASUR debe despejar rápidamente puesto que la no

resolución de la misma puede terminar afectando el desarrollo natural del propio

Consejo de Defensa Sudamericano, habida cuenta que son una minoría los países que

han establecido nítidas fronteras entre defensa y seguridad (p. 17).

Había llegado el momento de “despejar” esta cuestión.

La Reunión preparatoria en Bogotá

Durante la reunión técnica preparatoria llevada a cabo en Bogotá en febrero de 20127, el

entonces Subdirector del CEED, Pablo Celi, presentó los resultados de sendos estudios

anteriormente comentados – objetivo planteado por Argentina- a modo de orientar las

discusiones.

Apoyando las recomendaciones formuladas por el CEED, la delegación argentina

plantearía que las problemáticas relativas a la seguridad pública no podían considerarse

válidamente con los criterios, metodologías, medios e instrumentos propios del ámbito

de la defensa, en tanto el delito organizado no requiere de las Fuerzas Armadas sino en

funciones de apoyo. Por su parte, se sostuvo que el carácter trasnacional del delito

organizado no determina que pierda su condición de cuestión de seguridad interior, sin

perjuicio de que se requiera la cooperación subregional, regional e internacional para

luchar contra estos flagelos.

7 La apertura del encuentro fue realizada por el entonces Ministro de Defensa colombiano Juan Carlos

Pinzón y la reunión coordinada por el viceministro de Defensa Jorge Bedoya junto a la entonces

Secretaria General de UNASUR María Emma Mejía.

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La participación argentina 71

A su vez, con relación a las “nuevas amenazas”, la delegación planteó el carácter

equívoco de este concepto por su amplitud susceptible de considerar incluidos en él

desde la guerra, hasta la pobreza extrema y las enfermedades como el SIDA, asignando

una amplitud ilimitada a la seguridad y pretendiendo asignarle idéntica amplitud a la

defensa, reeditando las bases conceptuales de las doctrinas de seguridad nacional que

rigieran en Latinoamérica durante la Guerra Fría. De aquí que durante el encuentro

preparatorio se bregara por excluir el término “nuevas amenazas”, lo que efectivamente

quedó reflejado en el Acta del encuentro que alude a “otras amenazas a la seguridad

regional”.

Como resultado del debate quedó plasmado en el Acta “la necesidad de habilitar en

el seno de UNASUR una instancia sectorial de cooperación en materia de seguridad

pública y lucha contra la Delincuencia Organizada Transnacional en todas sus

manifestaciones”. El término “en todas sus manifestaciones” permitiría correr la

discusión sobre cuáles eran esas amenazas (tal como Colombia había enfocado

inicialmente la reunión) para focalizar el debate en la cuestión institucional (tal como

planteaba Argentina).

De aquí que el mayor logro de la reunión fue el consenso mayoritario en que era

necesario distinguir el tratamiento de los asuntos de Defensa de los de Seguridad,

independientemente de los ordenamientos jurídicos de cada Estado, creando para ello

una nueva instancia institucional. Esta posición fue apoyada por todos los países,

incluso Colombia. Faltaba resolver su instrumentación.

El segundo debate: ¿Consejo Suramericano para el Problema Mundial de las Drogas

ampliado o instancia propia?

Ahora bien, diferenciada de los asuntos de defensa, restaba aún resolver otro

interrogante respecto a la instrumentación de dicha “instancia sectorial”, para lo cual

había dos vías en discusión que habían sido esbozadas en las recomendaciones del

CEED.

La primera opción consistía en ampliar las competencias del ya existente CSPMD, lo

cual implicaba cambiar su nombre para incluir bajo sus competencias el tratamiento de

los restantes delitos transnacionales y las cuestiones relativas a la seguridad pública de

los Estados Miembros. Esta vía se erigía como alternativa para concentrar en un único

paraguas amplio a una temática particular como es el tema drogas, suponiendo además

un ahorro de recursos presupuestarios y humanos, preocupación de la Secretaría de

UNASUR.

Sin embargo, había una cuestión de fondo a considerar. Dicho Consejo se había creado

inicialmente en el año 2009 bajo el nombre de “Consejo Suramericano para la Lucha

contra el Narcotráfico” y en el año 2010 pasó a llamarse “Consejo Suramericano sobre

el Problema Mundial de las Drogas”8. Este cambio no fue meramente terminológico

sino que implicó una nueva perspectiva de abordaje en sintonía con el consenso

internacional relativo a la integralidad de la problemática de las drogas. Consenso que

8 La I, II y IV Reuniones de Viceministros y Expertos del Consejo Suramericano de Lucha Contra el

Narcotráfico celebrada en Quito, el 28 y 29 de enero, 4 de marzo y 7 y 8 de abril de 2010, dejaron

constancia de la necesidad de sugerir el cambio de la denominación del "Consejo Suramericano de Lucha

contra el Narcotráfico" por "Consejo Suramericano sobre el Problema Mundial de las Drogas”.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 72

se traduce en un enfoque multidimensional opuesto al meramente centrado en los

aspectos delictivos - propios del ámbito de reducción de la oferta- para incorporar

también cuestiones vinculadas al derecho a la salud y la educación - esenciales desde el

ámbito de la reducción de la demanda-.

De esta forma se asumía el problema de las drogas como un fenómeno complejo y

multicausal con incidencias negativas tanto en la seguridad ciudadana como en la salud

pública, con elevados costos económicos y sociales que ameritaban un enfoque integral,

multidisciplinario y equilibrado.

La temática de drogas había dejado entonces de ser abordada en la UNASUR sólo

desde la óptica de la oferta. Atento a ello, algunos países (entre ellos Bolivia, Uruguay y

Brasil) argumentaban que “diluir” el CSPMD en uno más amplio implicaría volver al

tratamiento de esta problemática desde una mirada parcial (el narcotráfico).

A su vez este Consejo ya había dado algunos pasos importantes hacia una

institucionalidad propia al contar con un Estatuto y Plan de Acción ya aprobados y en

ejecución al momento de la discusión. “Diluirlo” en un espacio más amplio implicaba

un retroceso.

Ante esta situación, una segunda alternativa era la creación de un nuevo Consejo –

independiente no sólo del Consejo de Defensa sino también del Consejo de Drogas– que

incluyera bajo sus competencias el tratamiento del resto de las problemáticas (trata de

personas, lavado de activos, tráfico de armas, etc.). Esta alternativa implicaba que uno

de los tipos delictuales (incluso el más importante) -el narcotráfico- sea abordado por

afuera en un Consejo distinto (el CSPMD).

Sin consenso al respecto a nivel técnico, la cuestión quedaría finalmente en manos de

los más de 20 Ministros de los 12 países miembros de la UNASUR que asistieron a la

reunión en Cartagena el 4 y 5 de Mayo del 2012.

La Declaración de Cartagena

La delegación argentina – encabezada por la entonces Ministra de Seguridad Nilda

Garré y acompañada por funcionarios de los Ministerios de Justicia, Defensa y

Relaciones Exteriores- concurrió al encuentro saludando ante todo la iniciativa de unir

esfuerzos y sinergias en el ámbito de la integración sudamericana para la lucha contra el

crimen organizado trasnacional, celebrando su diferenciación del tratamiento de los

asuntos de defensa.

En relación a la cuestión a resolver – la institucionalidad específica que debía tener el

nuevo foro- la delegación argentina entendía pertinente avanzar a dos velocidades. A

mediano- largo plazo se concebía que lo ideal era abordar en un único espacio regional

la cooperación en materia de seguridad y lucha contra la criminalidad organizada

trasnacional, incluyendo el tema drogas. Ello con el fin de optimizar esfuerzos y trabajar

de forma sinérgica e integral todas las problemáticas comunes a la región.

Este planteo no implicaba retroceder en el enfoque multidimensional que

pertinentemente había alcanzado el abordaje sobre drogas, sino que proponía trasladarlo

también a la cooperación en materia de trata de personas, tráfico ilícito de armas, lavado

de activos, etc.-, asuntos que también implican una responsabilidad común y compartida

así como un enfoque multidisciplinario.

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La participación argentina 73

Sin embargo, la delegación no se oponía al consenso mayoritario que finalmente se

alcanzó en la reunión, de avanzar en el corto plazo mediante la creación de un nuevo

Consejo separado del CSPMD. De esta manera, – y respetando los pasos y tiempos

institucionales de la UNASUR- a futuro se podría discutir una eventual integración en

un único Consejo para optimizar esfuerzos y abordar de forma sinérgica todas las

problemáticas comunes a la región desde una perspectiva de integralidad.

Lo significativo para Argentina – y con el apoyo de las delegaciones de Bolivia,

Ecuador y Venezuela- era que ambos Consejos no podían estar desvinculados entre sí,

era necesaria una estrecha coordinación. De aquí que se bregó por dejar plasmada en la

Declaración Ministerial – lo que así sucedió- que el Grupo de Trabajo a cargo de

redactar el estatuto y Plan de Acción evaluara también los mecanismos de coordinación

o eventual integración de ambos Consejos.

En suma, Argentina se sumó al consenso de elevar como recomendación al Consejo de

Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de UNASUR –a través del Consejo de Ministras

y Ministros de Relaciones Exteriores- la creación de un nuevo Consejo con el propósito

de fortalecer la cooperación en materia de Seguridad Ciudadana, Justicia9 y

coordinación de acciones contra10

la Delincuencia Organizada Transnacional.

El cierre del encuentro estuvo a cargo del Presidente Juan Manuel Santos,

acompañado de la Canciller María Ángela Holguín, el Ministro de Defensa Juan Carlos

Pinzón Bueno y la entonces Secretaria General de UNASUR María Emma Mejía.

Durante su discurso, el presidente felicitó la propuesta realizada por los Ministros,

señaló que se trataba de "un paso en la dirección correcta" y que “cuando los países

trabajan coordinadamente para enfrentar al crimen trasnacional, ganan los pueblos y

pierden los delincuentes”. Destacó también que la iniciativa implicaba “darle dientes a

la UNASUR para que Suramérica pueda ser mucho más efectiva contra un enemigo que

se transforma, es audaz e imaginativo” (El Mundo, 6 de Mayo de 2012).

Estatuto y Plan de Acción

Habiendo sido aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno de la UNASUR

(UNASUR/CJEG/P DECISIÓN/Nº14/2012) la propuesta elevada por el Consejo de

Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores (UNASUR/CMRE/ RESOLUCIÓN/Nº

33/2012), el Grupo de Trabajo comenzó a dar cumplimiento a las tareas que le habían

sido encomendadas.

El 26 y 27 de julio de 2012 se realizó en Bogotá la I Reunión para la redacción del

Proyecto de Estatuto constitutivo, donde Argentina y Colombia presentaron borradores

para facilitar la negociación. Durante las dos jornadas se negociaron los aspectos

vinculados a la naturaleza, objetivos generales y objetivos específicos, los cuales

quedaron sujetos a nuevas rondas de negociación.

9 Cabe mencionar que los asuntos vinculados a Justicia fueron incorporados en Cartagena a último

momento pero como parte indispensable de una estrategia suramericana de prevención, control,

investigación y sanción de las distintas manifestaciones de la delincuencia organizada transnacional. 10

Si bien algunos países preferían el término “lucha” o “combate contra” (la delincuencia organizada), se

consensuó la redacción “coordinación de acciones contra” a fin de evitar todo término más propio del

ámbito de la defensa.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 74

Como consecuencia de la destitución de Fernando Lugo de la presidencia de Paraguay,

la UNASUR suspendió a ese país hasta tanto se restableciera el orden democrático, lo

cual motivó que Perú asumiera la Presidencia Pro Témpore en junio, cinco meses antes

de lo previsto y quedara a cargo de la coordinación de las siguientes reuniones.

La versión final del estatuto se terminaría de negociar durante una segunda reunión en

Lima, el 5 y 6 de noviembre de ese mismo año. Durante estos encuentros, Argentina

asumió nuevamente un rol activo en la redacción del Estatuto, plasmando principios

propios de la política exterior argentina y su política de seguridad. A continuación se

sintetizan los aspectos más destacados del Estatuto:

Naturaleza: Instancia permanente de UNASUR de consulta, coordinación y cooperación entre

los Estados Miembros en materia de seguridad ciudadana, justicia y acciones contra la

Delincuencia Organizada Transnacional (DOT).

Principios: Entre ellos, el respeto irrestricto a la soberanía, la autodeterminación, la integridad e

inviolabilidad territorial, la igualdad entre los Estados, la solución pacífica de controversias y la

no intervención en sus asuntos internos; el respeto irrestricto a los derechos humanos, las

libertades y garantías fundamentales de los ciudadanos, en un marco de plena vigencia de las

instituciones democráticas; el fomento de la inclusión social, la participación ciudadana y la

equidad de género, teniendo en cuenta el derecho de los ciudadanos a la seguridad y la

obligación de los Estados de proveerla; el respeto al derecho soberano de cada Estado miembro

para identificar sus prioridades en las materia competencia del Consejo.

Objetivos generales: Entre ellos, fortalecer la seguridad ciudadana, la justicia y la coordinación

de acciones para enfrentar la DOT en todas sus manifestaciones; proponer estrategias, planes de

acción y mecanismos de coordinación, cooperación y asistencia técnica entre los Estados

miembros; promover las relaciones de amistad, confianza y diálogo político mediante la

cooperación regional, integral y coordinada; la elaboración de estrategias conjuntas de política

criminal, proyectos de cooperación e intercambio de información; promover la articulación de

posiciones de consenso en los temas de la agenda internacional; propiciar la articulación y

complementariedad del Consejo con los mecanismos existentes a nivel subregional y regional;

promover la participación de los actores sociales y de la ciudadanía en la elaboración de los

planes y políticas de seguridad ciudadana de los Estados miembros.

Objetivos específicos: Entre ellos, contribuir a la generación y el fortalecimiento de las

capacidades nacionales de los Estados miembros de UNASUR en materia de seguridad

ciudadana, justicia y acciones contra la DOT; promover el intercambio de experiencias y buenas

prácticas de las entidades rectoras y ejecutoras de políticas; promover una cooperación judicial,

policial y de agencias de inteligencia, para aumentar y agilizar la capacidad de respuesta frente a

las diferentes formas y manifestaciones de la DOT; formular lineamientos en materia de

prevención, aplicación de la ley, rehabilitación y reinserción social; consolidar en cada Estado

miembro la coordinación efectiva entre autoridades nacionales responsables de la seguridad

ciudadana, las instituciones encargadas de aplicar la ley, los actores sociales y la ciudadanía;

promover la intensificación del intercambio sobre formación, capacitación y especialización;

promover el uso de nuevas tecnologías y comunicaciones; promover la adopción de

procedimientos y medidas que agilicen y fortalezcan la cooperación judicial e investigativa.

Estructura: El Consejo está integrado por las Ministras, Ministros o máximas autoridades

competentes para la formulación y ejecución de las políticas en materia de seguridad ciudadana,

justicia y acciones contra la DOT. A su vez, se conformó una instancia ejecutiva integrada por

representantes de alto nivel de cada Estado miembro. La Presidencia del Consejo corresponde al

mismo país que ejerza la Presidencia Pro Tempore de UNASUR, salvo que éste proponga al

Consejo acordar por consenso el ejercicio de la Presidencia por otro Estado miembro.

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La participación argentina 75

Funcionamiento: Los Ministros se reúnen una vez al año y la instancia ejecutiva dos, pudiendo

convocarse reuniones extraordinarias. Los acuerdos del Consejo se adoptan por consenso, y se

requiere que el quórum de las reuniones sea de la mitad más uno de los Estados miembros.

Una vez aprobado su Estatuto, las delegaciones de los Estados Miembro de UNASUR

se abocaron a la elaboración del Plan de Acción, paso último para poner en marcha las

tareas del Consejo.

Al igual que a lo largo de todo el proceso de creación de este espacio regional,

Argentina tuvo una activa participación en el proceso de redacción del Plan plurianual

2013-2017 proponiendo como metodología su estructuración en Ejes temáticos, Desafíos

Estratégicos y Líneas de Acción para las áreas de Seguridad Ciudadana, Justicia y DOT

de manera diferenciada, propuesta aprobada por el resto de las delegaciones.

A su vez, en materia de contenidos, las negociaciones de cada uno de los puntos del

Plan se realizaron sobre la base de la propuesta argentina, la cual integraba a su vez los

principales aportes de los proyectos presentados por Perú, Colombia y Brasil.

Los aspectos más destacados del Plan en materia de seguridad ciudadana refieren a

las propuestas relativas a fortalecer las capacidades institucionales, incluyendo la

elaboración de diagnósticos regionales sobre modelos educativos en los institutos de

formación policial y civil, así como sobre tecnologías aplicadas a la prevención del

delito y la promoción de la participación de la sociedad civil en el diseño,

implementación y evaluación de planes, programas específicos.

Con relación a acciones contra la Delincuencia Organizada Trasnacional las

propuestas incluyeron –entre sus principales aspectos- la conformación de una instancia

suramericana de cooperación policial que coordine a nivel estratégico y operacional el

accionar conjunto contra la DOT, y generar un sistema suramericano de

intercambio de información e inteligencia criminal para mapear rutas, estructuras

financieras y tendencias delictivas.

Actualmente la labor del Consejo se encuentra abocada a dar cumplimiento al Plan de

Acción vigente, especialmente las metas vinculadas a la elaboración de diagnósticos

regionales a partir de cuestionarios que indagan, entre otras temáticas: políticas de los

Estados miembro relativas a sistemas nacionales de transparencia en las entidades

encargadas de la seguridad ciudadana; igualdad de género del personal que integra las

fuerzas policiales; políticas de seguridad con perspectiva de género y derechos humanos;

sistemas de inteligencia criminal; políticas contra la trata de personas así como

legislación de control de armas, siendo la concientización sobre el desarme voluntario un

importante eje de trabajo del Consejo en aras de desalentar la posesión de armas de

fuego y reducir los índices de violencia.

A su vez se prevé la elaboración del Plan 2017- 2020, lo que implicará una evaluación

del estado de situación y avance del Plan anterior de cara al trazado de las líneas de

acción futuras. También se encuentra en plena negociación el reglamento de

funcionamiento de la “Red UNASUR contra la Delincuencia Organizada

Transnacional”, mecanismo de coordinación e intercambio de información sobre delitos

de carácter transnacional –incluyendo experiencias, buenas prácticas, modus operandi,

medios y métodos de las organizaciones delictivas- en atención a la competencia jurídica

de las Fuerzas Policiales u organismos competentes de los Estados Miembro. El mismo

fue aprobado en ocasión de la III Reunión de Ministros del CSSDOT el 30 de octubre de

2015 en Montevideo, a propuesta de Ecuador.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 76

Igualmente ambiciosa resulta la propuesta de la delegación peruana de generar una

instancia de producción de conocimiento y difusión de un pensamiento estratégico que

brinde asesoramiento a los Estados en materia de lucha contra la criminalidad organizada

transnacional sobre evidencia empírica, lo cual se plasmaría – de contar con el aval de

todos los países- en la conformación del Centro de Estudios Estratégicos contra la

Criminalidad Organizada Transnacional (CECOT), homólogo del CEED.

CONCLUSIÓN

En las últimas décadas la naturaleza y modus operandi del crimen organizado cambió

por completo: la globalización de la actividad económica, las mejoras en el transporte,

las comunicaciones, la tecnología y la consecuente movilidad de las personas,

propiciaron que los bienes y servicios traspasaran las fronteras nacionales con mucha

mayor facilidad y rapidez. Las organizaciones criminales han sabido aprovechar estas

ventajas para extender sus redes y aumentar sus ganancias.

Ante este escenario, la cooperación entre los Estados deviene la principal herramienta

para hacer frente a un enemigo que se ha instalado en la vida de las sociedades

latinoamericanas, erosionando no sólo el desarrollo económico sino también la

legitimidad del sistema político, la gobernabilidad democrática y el imperio de la ley.

Establecer mecanismos de diálogo político y confianza mutua, intercambiar

información de inteligencia criminal así como promover la transferencia de

conocimientos y tecnología, procurando una mejor capacitación del personal civil y

policial, son las bases para que nuestros países enriquezcan y optimicen sus esfuerzos

nacionales para construir una región más segura.

Con este ímpetu, la creación del “Consejo Suramericano en materia de Seguridad

Ciudadana, Justicia y coordinación de acciones contra la Delincuencia Organizada

Transnacional” es muestra de la voluntad de los países suramericanos por promover la

construcción de una respuesta concertada y regional ante el avance de los grupos

delictivos organizados que ponen en jaque la paz ciudadana.

Si bien como se ha mencionado a lo largo del artículo las negociaciones estuvieron

signadas por algunos disensos iniciales superados por el diálogo, vale destacar que el

proceso de creación del CSSJDOT se caracterizó por un consenso unánime sobre la

necesidad de orientar el proceso de integración de la UNASUR hacia la generación de

políticas comunes tendientes a mejorar la seguridad de los pueblos de la región y

generar mejores instrumentos para enfrentar la delincuencia organizada.

Como se ha puesto de manifiesto, Argentina tuvo un rol destacado en la definición de

sus principales lineamientos, externalizando sus propias bases doctrinarias sobre el

abordaje de los asuntos de seguridad y defensa y orientando los debates en base a los

principales ejes de su modelo de seguridad.

Habiendo sido trazado el 2017 como horizonte de trabajo del primer plan de acción del

Consejo, cabe indagar en futuros estudios sus principales resultados, el nivel de

coordinación con el Consejo sobre el Problema Mundial de las Drogas así como con

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La participación argentina 77

otras instancias regionales de cooperación en materia de seguridad11

a la luz del proceso

de edificación de la integración suramericana.

NOTA SOBRE LA AUTORA:

Mariana Foglia es ex Directora Nacional de Cooperación Regional e Internacional del

Ministerio de Seguridad de la Nación. Licenciada en Relaciones Internacionales

(Universidad del Salvador-Argentina), Magíster en Relaciones Internacionales (IBEI-

España), Magíster en Cooperación Internacional y Desarrollo Local (Universidad

Pablo de Olavide- España), Especialización en Administración Pública Provincial y

Municipal (Universidad Nacional de Córdoba- Argentina).

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11 Entre ellas, a nivel subregional, la Reunión de Ministros de Interior del MERCOSUR (RMI), así como

la Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las Américas (MISPA), a nivel hemisférico.

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

Francisco Berenguer López, “La polarización política de la sociedad afgana y

su fracaso democrático (1973-2001)”, Revista de Estudios en Seguridad

Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 81-101.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.5

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 81-101.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.5

La polarización política de la

sociedad afgana y su fracaso

democrático (1973-2001)

The Political Polarization of Afghan Society and its Democratic Failure (1973-2001)

FRANCISCO BERENGUER LÓPEZ

Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, España

RESUMEN: El artículo analiza la compleja situación política afgana que la comunidad

internacional se encontró cuando se produjo la caída del régimen talibán en diciembre de 2001 y

cómo se llegó a ella. Se describe cómo se desarrolló el islamismo afgano durante la década de

los ochenta en sus varias interpretaciones para llegar hasta el surgimiento del movimiento

talibán, y de las propias contradicciones que esta ideología representa para llegar a constituirse

en un elemento de integración nacional. Se argumenta que precisamente ha sido la falta de

comprensión de la sociología política afgana por parte de muchos países que han formado parte

del esfuerzo internacional por reconstruir el Estado, lo que ha determinado la animadversión a

inmiscuirse en proyectos concretos de regeneración e integración de una élite fragmentada tras

más de veinte años de guerra.

PALABRAS CLAVE: Afganistán, sociología política, identificación político-étnica, nueva

jerarquía étnica, fractura de las élites, conflicto étnico-religioso.

ABSTRACT: The article analyzes the complex Afghan political situation that the international

community found when the fall of the Taliban happened in December 2001 and how it was

reached. It describes how the Afghan Islamism developed during the eighties in its various

interpretations to reach the emergence of the Taliban movement, and the contradictions that this

ideology represents to come to constitute an element of national integration. It is argued that

precisely has been the lack of understanding of the Afghan political sociology by many

countries that have formed part of the international effort to rebuild the Afghan state, which has

determined the animadversion to meddle in specific regeneration projects and integration of a

fragmented elite after more than twenty years of war.

KEYWORDS: Afghanistan, political sociology, political-ethnic identification, new ethnic

hierarchy, elite fracture, ethnic-religious conflict.

Recibido: 26 de agosto de 2016

Aceptado: 3 de febrero de 2017

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 82

INTRODUCCIÓN

El profesor Morris Janowitz defendía que la sociología política tiene por objeto, en un

sentido amplio, el estudio de la base social del poder en la estructura institucional de la

sociedad, y en un sentido estricto, el análisis del liderazgo y los partidos políticos desde

el punto de vista de su organización (1966:1).

Una de los principales problemas detectados, durante el análisis de los esfuerzos

realizados por la comunidad internacional en la reconstrucción de Afganistán, ha sido la

falta de comprensión de la complicada sociología política afgana. Esto ha provocado

que muchos de los países participantes en la tarea de reconstrucción del fallido Estado

afgano hayan optado por una clara actuación en el campo de la cooperación y desarrollo

de infraestructuras, junto a la necesaria acción militar que lo permitiese en su área de

responsabilidad, pero sin llegar a implicarse en el sector de la gobernanza ante lo que a

primera vista parecía una tarea imposible.

Es el objeto de este documento aproximarnos a la sociología política que la comunidad

internacional se encontró en Afganistán cuando en diciembre de 2001, y bajo los

auspicios de Naciones Unidas, una serie de países, entre ellos España, decidieron

implicarse en la reconstrucción de un Estado fallido y completamente destruido, física y

socialmente, tras casi un cuarto de siglo guerras ininterrumpidas. La paradoja ha sido

que, tras quince años de intervención internacional, los problemas primigenios que

fueron origen de los sucesivos conflictos continúan presentes porque no se han

abordado. Sólo en estos dos últimos años, la comunidad internacional se ha

concienciado que el conflicto afgano es esencialmente social y político y que sólo por

esta vía se alcanzara una solución de mínimos aceptable para la mayoría de las partes.

LA POLARIZACIÓN POLÍTICA DE LA SOCIEDAD Y EL FRACASO DEMOCRÁTICO

Durante los años sesenta y setenta, el sistema educativo afgano sobresaturó el mercado

de trabajo de titulados que no querían volver a su medio rural de procedencia ya que lo

veían como un submundo atrasado, además de que esta vuelta representaba, a título

personal, su propio fracaso social. Este reducido grupo de jóvenes educados en la

universidad de Kabul1 constituyeron el verdadero núcleo de reformistas que serían los

protagonistas de los siguientes treinta años de la historia afgana, reformistas que se

polarizarían en los dos extremos del espectro político: aquellos que se habían formado

en la facultad de estudios islámicos y que constituyeron la punta de lanza de los

islamistas2

, finalmente formando el partido denominado Jamiat-i Islami; y los

procomunistas que formarían el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA).

Los islamistas, encabezados por Burhanuddin Rabbani3, profesor de la facultad de

derecho islámico de la universidad de Kabul, fundaron el partido Jamiat-i Islami

1 Al inicio de los sesenta, sólo unos 200.000 niños asistían a clases, de un total estimado de 2,5 millones

en edad escolar, lo que representaba el 8% de la población infantil. Con respecto a la población

universitaria, era de sólo unos 2000 estudiantes que en los noventa alcanzó su pico, unos 25.000 (Samady,

2001: 20-65). 2 El islamismo afgano tiene sus orígenes ideológicos en los Hermanos Musulmanes y está ligado con el

sufismo. A diferencia del wahabismo y el movimiento deobandi, no repudia la cultura occidental y no

está interesado en el asunto pastún. 3 Nacido en 1940 en Faizabad (Badakshan, Afganistán) y muerto el 20 de septiembre 2011 en Kabul.

Erudito islámico afgano y líder político que instituyó las estrictas leyes islámicas cuando fue presidente

de Afganistán (1992-1996), pero que fue empujado al exilio después que los talibán se hicieran con el

poder, aunque conservó el reconocimiento internacional. Regresó a su país, a raíz de los ataques liderados

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83 La sociología política

(Sociedad Islámica) en 1973 y se oponían al comunismo, además de a la cultura

occidental y sus valores, era un partido islamista moderado y tradicionalista4. Después

del golpe de estado de 1973, Jamiat-i Islami acabaría por escindirse por las diferencias

existentes entre sus dos corrientes internas más importantes: la liderada por los

profesores, encabezada por Rabbani; y la liderada por los propios estudiantes, mucho

más radicales y cuyo cabeza visible sería Gulbuddin Hekmatyar5, dando lugar al partido

denominado Hezb-i Islami (Partido Islámico).

El PDPA constituido en 1965, bajo el liderazgo de Muhammad Taraki6 y Babrak

Karmal7

, acabaría poco más tarde dividiéndose en dos facciones: el partido

Khalq(Masas), mayoritariamente pastún ghilzaiy rural, con una gran cantidad de

oficiales militares preparados en la URSS pero apartados de los puestos de

responsabilidad por su procedencia étnica —ya que la élite militar estaba formada

esencialmente por miembros de la familia real y su círculo cercano, todos ellos

pertenecientes a la confederación Durrani—; por contraposición al elitista partido

Parcham (Bandera), formado principalmente por universitarios kabulíes y de

composición étnica mucho más variada que ocupaban puestos en la universidad y

administración del estado (Taraki, 2015; Karmal, 2015). Las dos facciones del PDPA,

aunque igualmente de ideología marxista, visionaban el cambio de poder de dos

maneras diferentes: el Khalq a través de una revuelta popular que de manera inmediata

derrocara a las élites existentes e implantara el nuevo régimen; el Parcham a través de

cooperar con las élites y mediante una lenta evolución hasta transformar la base social y

las propias élites (Gomà, 2011: 173) —muchos de sus miembros tenían lazos de sangre

o relaciones personales directas con la oligarquía real, cuando no formaban parte de

ésta—.

El camino para evolucionar desde un régimen monárquico autoritario hacia otro

parlamentario se antojaba cada vez más difícil, debido a la oposición de islamistas y

comunistas, y una larga lista de factores que se podrían resumir en que la sociedad

afgana todavía no estaba preparada para mantener un sistema democrático. Si las

elecciones de 1964 se habían llevado a cabo con un amplio margen de libertad que

permitió una importante participación de partidos políticos y la elección de varios

parlamentarios procomunistas, en 1969 la libertad de partidos había sido muy

restringida, lo que impidió la representación multipartidista popular y permitió que los

sectores más conservadores y con mayor poder económico se hicieran con la mayoría

parlamentaria, al no existir una ley que limitase los gastos de la campaña electoral

(Gomà, 2011:167-168) y la costumbre afgana de compra de votos (Shalizi, 2013:1).

por Estados Unidos en 2001. Desde 2010, Rabbani fue jefe del Alto Consejo de Paz con el cometido de

llevar adelante las conversaciones y reintegración de los talibán. Fue asesinado por un terrorista suicida

que decía ser un emisario talibán (2011). 4 Massoud Khalili, jefe de la oficina de asuntos políticos de Jamiat-i Islami durante la resistencia contra

los soviéticos. Comunicación personal, Kabul, 11 de julio de 2015. 5 Antiguo estudiante de la facultad de ingeniería que fue encarcelado por el asesinato de un compañero

durante unos enfrentamientos estudiantiles entre los seguidores de partidos políticos opuestos. 6 Político afgano que fue presidente y primer ministro de Afganistán 1978-1979. Nacido en una familia

rural pastún, Taraki asistió a la escuela nocturna mientras trabajaba como empleado en Bombay, donde

aprendió inglés. A finales de la década de los cuarenta, trabajó en el departamento de prensa del gobierno

afgano y en 1953 fue destinado como funcionario a la embajada afgana en Washington. En 1963, entró en

política y ayudó a fundar el PDPA. 7 Político afgano que, apoyado por la URSS, fue presidente de Afganistán 1979-1986. Hijo de un general

del ejército con muy buenas amistades, se involucró en actividades políticas marxistas mientras estudiaba

en la universidad de Kabul. En la década de los cincuenta fue encarcelado durante cinco años por sus

actividades políticas. En 1965 fue miembro fundador del PDPA.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 84

Esta situación de represión en Kabul, empeorada por la grave sequía de los años 1972-

1973, acabaría provocando un descontento popular y en las fuerzas armadas que

Mohammad Daud Khan8 aprovecharía para derrocar a su primo el rey Zahir Shah.

LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA Y LA VUELTA AL AUTORITARISMO

El golpe de estado de 1973 puso fin a la primera y única experiencia seudodemocrática

de la historia afgana hasta el establecimiento del régimen decidido en los acuerdos de

Bonn (2001) y las primeras elecciones presidenciales en 2004 y posteriormente las

legislativas de 2005. La república impuso un modelo autoritario donde se recortaron las

libertades individuales.

Daud se apoyó en los partidos de izquierdas y en los jóvenes oficiales reformistas

militares, en su mayoría preparados por mentores soviéticos que no veían reforma

posible sino era dentro de la ideología comunista. Para todos ellos la monarquía

representaba una oligarquía conservadora que tenía como fin último la conservación de

su propio estatus social e ingentes privilegios económicos —no debemos olvidar que

toda la industria estatal, creada durante los años 1950 a 1970, era de propiedad

compartida estado-oligarquía y dirigida por los componentes de estas familias que

ostentaban el poder, administrándola y gestionándola como si de un patrimonio familiar

se tratara—. Contó con el apoyo mayoritario del Parcham, pero Daud rápidamente se

olvidó de las promesas y apartó a aquellos compañeros de viaje que no consideró

suficientemente leales. Finalmente en 1975, prohibió el Parcham y expulsó o encarceló

a los islamistas de Jamiat-i Islami, lo que provocaría insurrecciones en el valle del

Panjshir que fueron rápidamente aplacadas por el ejército. Daud prohibió los partidos

políticos y creóel partido único, el Partido Nacional Revolucionario, única opción

política existente tras la nueva constitución aprobada en febrero de 1977 (Dorronsoro,

2005:80-81).

Si la URSS recibió como buena noticia el golpe de estado y el establecimiento de la

república, pronto se daría cuenta que Daud no estaba dispuesto a dejarse controlar por

los comunistas del PDPA. A partir de 1975 el deterioro de relaciones con la URSS fue

evidente y los asesores soviéticos presentes en el país fueron invitados a dejarlo. Esto

originó que, a partir de 1977, las dos facciones del PDPA, impulsadas por la URSS, se

unieran para hacer frente común contra él. En esta unión de intereses, resultó

beneficiado el Khalq que, con más miembros en la estructura del partido y en las fuerzas

armadas, se hizo con los puestos de poder (Gomà, 2011:180-181).

A principios de 1978, la situación política en Kabul era insostenible, con constantes

manifestaciones promovidas por el PDPA. Finalmente, ante la decisión de Daud de

arrestar a los líderes del ejército —porque se oponían a su nueva política de aislamiento

de la URSS—, los dirigentes del PDPA comenzaron a preparar un golpe de estado que

estuvo previsto para julio de ese año, sin embargo un acontecimiento inesperado aceleró

su desencadenamiento: el asesinato en Kabul de un líder e ideólogo del Parcham, Mir

Akbar Khyber9 (Maley, 2002:25-26). De manera que diez días más tarde se produciría

el golpe de estado, conocido como la revolución de Saur —Inqilab-e Saur10

, en dari—,

8 Primo hermano del rey y general en la reserva que había sido ministro de defensa y primer ministro. Fue

cesado por el rey en 1963 tras el enfrentamiento político y diplomático que provocó con Pakistán por su

declarado apoyo a los pastunes situados al sur de la Línea Durand. 9 Asesinado en la puerta de su casa en Kabul, el 17 de abril de 1978.

10 Inqilab se corresponde en dari con la palabra revolución, y Saur para el nombre Taurus ya que el

calendario afgano se rige por el zodiaco.

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85 La sociología política

llevada a cabo por oficiales de nivel ejecutivo —no hubo oficiales generales implicados

(Dorronsoro, 2005:86; Gomà, 2011:181) — pertenecientes al autodenominado Frente

Unido de Comunistas Afganos (Johnson, 2011:207), compuesto por khalqis y

parchamis desencantados con la política de Daud11

(Jalalzai, 1999:60). Finalmente,

Daud, que ofreció resistencia en el palacio presidencial, fue asesinado junto a su familia

y la guardia presidencial.

Con este nuevo golpe de estado se consumaba un cambio real en la élite gobernante,

de manera que tras más de 230 años de dinastía Durrani —con los tres clanes sucesivos

gobernantes: Sadozai, Mohammadzai y Musahiban, todos pertenecientes a la tribu

Abdali—, el poder pasaba a la confederación Ghilzai12

—los líderes de la facción del

PDPA que se hizo con el poder, los khalqis Hafizullah Amin y Mohammad Taraki, eran

ambos pastunes ghilzai—.

LAS RIVALIDADES INTERNAS DEL PARTIDO DEMOCRÁTICO POPULAR AFGANO

Tras el cruento golpe de estado llevado a cabo por el ejército, éste no retuvo el poder,

sino que lo entregó al PDPA —en el que el nivel de envolvimiento de la Unión

Soviética queda fuera de toda duda si conocemos de las recompensas que se otorgaron a

asesores militares soviéticos destinados en esos momentos en Afganistán (Maley,

2002:25-27). El poder se lo repartieron entre Taraki, líder del Khalq, designado

presidente y primer ministro, y Karmal, líder del Parcham y que asumió el cargo de

viceprimer ministro. Una vez que el PDPA controló los resortes del poder, decidió

comenzar con una verdadera revolución que afectaría a las tradiciones más profundas de

la sociedad afgana y que sería impuesta por la fuerza (Johnson, 2011:207). La situación

de descontento subsiguiente, motivada por la manera autoritaria de gobernar propició el

enfrentamiento con las tribus y el desarrollo de la insurgencia islamista que en aquellos

momentos ya se había organizado en su exilio paquistaní, donde había encontrado

refugio tras la persecución a la que fue sometida por el gobierno de Daud.

La primera revuelta fue espontánea y resultó ser en Nooristan (1978), para seguirle la

de Herat (marzo de 1979) donde la guarnición militar afgana se puso de parte de los

rebeldes y los asesores soviéticos y sus familias fueron exterminados. La represión

subsiguiente que se llevó a cabo en Herat provocó más de cinco mil muertos, aunque

algunas fuentes multiplican por cinco esta cifra (Gomà, 2011:187; Johnson, 2011:208).

A partir de este momento, se instauró un régimen de terror en el que la disensión

política suponía la tortura y la muerte, para el autor y sus familias. Se estima que la

violencia gubernamental desatada entre 1978-1979 provocó de entre cincuenta a cien

mil muertos (Roy, 1985:126). En aquellos meses, el levantamiento contra el gobierno

era generalizado y el nivel de enfrentamiento interno entre Khalq y Parcham había

llegado al paroxismo con asesinatos de oponentes o su encarcelamiento13

. Por parte del

Khalq se procedió a la purga de los miembros del Parchamen el gobierno, lo que

propició el intento de golpe de estado por sus líderes en el ejército, en septiembre de ese

año (Dorronsoro, 2005:89). El Kremlin queriendo solucionar la situación propició

arrestar al primer ministro Amin y unir en el poder a Taraki y Karmal —en el exilio en

11

Los dos héroes del golpe Saur fueron el comandante Muhammad Aslam Watanjar y el Coronel Abdul

Qader Khan —éste fue nombrado a continuación ministro de defensa—. Ambos contaban con experiencia

previa pues habían participado en el golpe de estado de 1973. 12

Fue precisamente este relevo étnico lo que provocaría las dificultades que tendrían los sucesivos

regímenes comunistas en implantarse en la región de Kandahar, zona de predominio Durrani.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 86

la URSS— pero Amin conoció del complot y consiguió darle la vuelta, arrestando a

Taraki que más tarde sería asesinado, y asumiendo el cargo de presidente. La llegada de

Amin a la jefatura del Estado no hizo sino empeorar la situación por sus políticas

extremas de exterminio de oponentes políticos.

Finalmente, la propia URSS tomó la decisión de derrocar a Amin y ocupar Afganistán

(Maley, 2002:33), según quedó afirmado en el informe elaborado por el propio Comité

Central del Partido Comunista en el que se reconoce que la invasión se produjo para

apoyar la denominada rebelión popular contra el presidente Amin (Cooley, 2001: 279).

El golpe de estado y asesinato de Amin fue llevado a cabo por tropas soviéticas

dirigidas por el KGB (27 diciembre 1979), y de manera inmediata colocaron en su lugar

a Karmal que tendría como misión unificar las facciones del PDPA y transformar el

ejército y la sociedad.

LA RESISTENCIA ANTE LA OCUPACIÓN SOVIÉTICA

El liderazgo político

En Peshawar, se encontraba la dirección política de los grupos que integraban la

resistencia, mayoritariamente islamista, quedando relegados a un segundo plano los

tradicionalistas y los fundamentalistas, liderados por mulás y ulemas, que no disponían

de las estructuras de apoyo de las que dispusieron los primeros.

La escisión producida en Pakistán dentro del seno de los islamistas dio lugar al grupo

liderado por Rabbanique pretendía una evolución integrando a los movimientos más

tradicionalistas liderados por los notables de las zonas rurales, junto a una base mucho

más multiétnica (el 25% de sus simpatizantes eran pastunes); y el grupo liderado por

Hekmatyar que defendía como forma de acción la revolución llevada con una estructura

centralizada y disciplinada (Barfield, 2012:236-240) y que de alguna manera recogían a

todos aquellos qawms14

que habían quedado desplazados fuera del grupo mayor de la

zona o etnia a la que pertenecían. Durante la contienda apareció una nueva escisión, en

este caso de Hezb-i Islami, conocido como Hezb-i Islami Khalis —por su líder, el

ulema Yunus Khalis15

— con muy importantes lazos ideológicos con el partido Jamiat-i

Ulema-i Islami pakistaní (Rashid, 2002:88-89). Otro grupo que merece ser citado entre

los fundamentalistas rigoristas es el partido Ittihad-e Islami (Unión Islámica) liderado

por Abdul Rasul Sayyaf y que se distinguió porque fue el que contó con mayor apoyo

de Arabia Saudita y mayor número de voluntarios árabes16

. Entre los tradicionalistas,

13

Todo ello ocurrido a raíz del congreso interno del PDPA (junio de 1978), en el que se desplazaron de

los puestos de poder a los líderes del Parcham (Karmal, AnahitaRatebzab y el Dr. Najibullah) y fueron

enviados al exterior con puestos diplomáticos gracias a la intervención de la URSS (Maley, 2002: 28). 14

En la sociedad afgana, la principal identificación del individuo ha sido y sigue siendo el qawm al que

pertenece. Ayuda a distinguir los miembros de un gran grupo de solidaridad de otro, dentro de las

diversas comunidades (Allchin et al., 2016). 15

Tuvo que abandonar Afganistán en 1973, al mismo tiempo que los líderes de Jamiat-i Islami,

perseguido por el régimen de Daud. Fundamentalista de la escuela deobandi, no fue capaz de llegar a

acuerdos con Jamiat tras la retirada de las tropas soviéticas. Su partido acogió a gran cantidad de

desertores khalqis del ejército y en él militaron un gran número de importantes figuras talibán —mulá

Omar, mulá Jalaluddin Haqqani, mulá Abdul Qader y mulá Abdul Haq, entre otros—. Con especial

influencia en las provincias de Nangarhar, Kunar, Kabul, Logar y Wardak. 16

Abdul Rasul Sayyaf era profesor en la universidad islámica La Sharía en Kabul hasta 1973, cuando

conspiró con Burhanuddin Rabbani y Gulbuddin Hekmatyar para derrocar al presidente Daud Khan desde

el valle de Panjshir (1975). El golpe fracasó y se vio obligado a huir a Pakistán (Afghan Biographies,

2015).

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87 La sociología política

merecen ser destacados los dos que estaban formados alrededor de prestigiosas familias

afganas que lideraban sus respectivas órdenes sufíes y defendían el restablecimiento de

las tradicionales instituciones monárquicas afganas: Mahaz-i Milli-i Islami-i

Afghanistan (Frente Nacional Islámico de Afganistán), liderado por el ulema Sayyed

Ahmad Gailani, defendía el establecimiento de un sistema parlamentario con la

monarquía como jefatura del estado; y Jabha-i Nejat-i Milli (Frente de Salvación

Nacional), liderado por Sebghatullah Mojaddidi, con ideología bastante similar al

anterior (Maley, 2002:63-64; Cooley, 2001:64-65). De entre los partidos islamistas,

citamos en último lugar al partido Harakat-i Inqilab-i Islami (Revolución Islámica)

liderado por el ulema Muhammad Nabi Muhammadi, fundamentalista moderado que se

coaligó con Jamiat-i Islami durante el tiempo que Rabbani estuvo en el poder.

Tabla 1: Partidos políticos suníes conocidos como los Siete de Peshawar

Partido Político Liderazgo Sponsor ideológico Sponsor

económico Observaciones

Jamiat-i Islami Burhanuddin Rabbani Ahmad Massoud

Jamaat-i Islami Pakistan Hermanos Musulmanes

Pakistán, Estados Unidos y Arabia Saudita

Islamista Moderado

Hezb-i IslamiHekmatyar

Gulbuddin Hekmatyar Jamaat-i Islami Pakistan Wahabismo

Pakistán, EE.EEU. y Arabia Saudita

Islamista Revolucionario

Ittihad-i Islami Abdul Rasul Sayyaf Wahabismo Pakistán y

Arabia Saudita Wahabí

Revolucionario

Hezb-i IslamiKhalis Yunus Khalis Jamiat-i Ulema Pakistan Wahabismo

Pakistán Deobandi

Revolucionario

Harakat-I Inqilab-I Islami

M. Nabi Muhammadi Jamiat-i Ulema Pakistan

Pakistán Deobandi

Jabha-I Nejat-I Milli Sebghatullah Mojaddidi

Sufismo afgano Deobandi

Pakistán y Reino Unido

Tradicionalista Moderado

Mahaz-I Milli-I Islami Sayyed Ahmad Gailani Sufismo afgano Deobandi

Pakistán y Reino Unido

Tradicionalista Moderado

Fuente: elaboración propia

En 1980, los siete partidos suníes se organizaron como la Alianza de los Muyahidines

de Afganistán, bajo la presión de Pakistán, alianza que ni fue duradera ni daría sus

frutos en el campo de batalla por la falta de unidad ideológica. Esta desunión se tradujo

en traición en el caso de Hekmatyar que, apoyado y favorecido por el Servicio de

Inteligencia Pakistaní, llegó incluso a atacar al resto de guerrillas muyahidines.

Los movimientos chiíes17

por su lado se organizaron en 1979, tras la shura realizada

en Bamyan como consecuencia de los dramáticos acontecimientos políticos que estaban

17

Los más sobresalientes eran: la Shura-i- Ettefaq liderada por el ayatolá Behesti, el Sazman-i Nasir de

Abdul Ali Mazari, el Sepah-i Pasdarn, y el Harakat-i Islami de Asif Mohseni. Este último era el más

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 88

ocurriendo en Irán. Es en este momento cuando se constituyó la Shura-i Inqilab-i Ali

Behesti (Consejo Revolucionario de la Unión Islámica), y que declaró independiente del

régimen comunista de Kabul a la región de Hazarajat. Contaron con un apoyo tamizado

por parte del Irán jomeinista que limitó su ayuda a la económica, además de que ésta

siempre estuvo subordinada al seguimiento estricto de las directrices dadas desde

Teherán (Gomà, 2011:218-219). Junto a ello, debemos citar la existencia del Mujahidin-

i Khalq (Muyahidines del Pueblo), partido político islamista chií duodecimano, de

carácter secular y de izquierdas, que se había opuesto al régimen del sah Reza Pahlavi y

posteriormente perseguido por el régimen del ayatolá Jomeini. Todo ello favoreció que

finalmente la resistencia chií estableciera su cuartel general en Quetta, capital del

Baluchistán pakistaní, donde contaba con una muy importante comunidad chií desde los

inicios del siglo XX y donde además la ayuda internacional fluía con abundancia.

Citamos en este apartado a los maoístas de Sholah-i Javed (Cooley, 2001:73), que

actuaban principalmente como una guerrilla urbana, aunque este grupo de izquierdas

que nació a finales de los sesenta quedaría seriamente dañado con la muerte de Mao

Zedong, en 1976, y la nueva política desarrollada por Pekín (Gomà, 2011:220).

Los tipos de guerrillas y sus comandantes

La guerra de resistencia afgana contra el invasor soviético fue una guerra de guerrillas

donde aparecieron dos tipos de mando y organización de las unidades: las formadas por

unidades subordinadas a un líder que normalmente se había formado en la universidad

de Kabul y en la que sus guerrilleros estaban unidos por el ideal de guerra santa, de

composición multiétnica aunque con predominancia de una de ellas; junto a éstas, las

guerrillas rurales que agrupaban a individuos de un determinado valle o tribu y donde

sus lazos de unión eran sobre todo de tipo tribal o, al menos, clánico. Junto a estos dos

tipos que definen los ideales aparecieron infinidad de partidas con una mezcla de

características de ambas y lideradas por comandantes que se convirtieron en auténticos

señores de la guerra. En este tipo de liderazgo, tuvieron un papel fundamental los

comandantes mulás que reunían en su persona un fuerte liderazgo moral sobre su

comunidad de origen, así como los lazos de qawm con ella.

Los comandantes se debían más a sus filas que a sus jefes políticos, con los que la

línea de mando era tenue, de manera que aquéllos se convirtieron en los verdaderos

protagonistas de la resistencia. El cordón umbilical con las cabeceras de sus respectivos

partidos se mantenía en tanto recibían dinero y equipo. A contrario sensu, en estos años

se produjo una peligrosa tendencia hacia el profesionalismo entre los comandantes

muyahidín, de manera que lo que comenzó como una yihad contra el invasor extranjero,

acabó convirtiéndose para muchos en una forma de vida. De entre ellos destacaría sin

lugar a dudas la figura de Ahmad Massoud, comandante guerrillero que alcanzó el

mayor prestigio y único del que se puede afirmar que consiguió organizar unidades

disciplinadas y adiestradas para el combate en campo abierto contra las unidades

soviéticas que nunca fueron capaces de ocupar su santuario en el valle del Panjshir18

.

sobresaliente y el que combatió con mayor intensidad a los soviéticos; estaba formado por hazaras,

qizilbashs y pastunes chiíes. 18

Nombrado ministro de defensa del primer gobierno instaurado tras la caída del régimen comunista de

Najibullah, se convertiría en el líder de la Alianza del Norte que lucharía contra el movimiento Talibán.

Murió asesinado en atentado terrorista perpetrado por Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001.

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89 La sociología política

Por último, significar que mucha de la violencia ocurrida durante la guerra de

resistencia contra los comunistas se debió a los propios comandantes muyahidín que

con frecuencia se enfrentaban entre ellos por rivalidades territoriales y luchas de poder

local (Johnson, 2011:230).

LA RETIRADA SOVIÉTICA Y LA CAÍDA DEL RÉGIMEN COMUNISTA

En 1988, tras el anuncio de la fecha oficial para completar su retirada por parte de las

tropas soviéticas, se hizo necesario con urgencia otro intento de coordinación entre los

islamistas. Se estableció un gobierno en el exilio en Peshawar (junio de 1988) pero la

sobrerrepresentación de pastunes fue demasiado evidente —de un gobierno de quince

ministerios, les correspondieron once—, además de que no había representación de

partido chií alguno. Este gobierno provisional fue reconocido por Pakistán, Arabia

Saudita y Emiratos Árabes Unidos (Talmon, 1998: 314), pero nunca llegaría a ser

efectivo.

Una vez concluido el repliegue de las tropas soviéticas (15 de febrero de 1989), quedó

un país con un gobierno ilegitimo que necesitaba del apoyo exterior para no verse

colapsado, desafiado por un gobierno formado en el exilio que era incapaz de

mantenerse unido o al menos disimular sus grandes fricciones internas, y con una

estructura de comandantes de guerrilla que reclamaban su legítimo derecho a compartir

el poder. Con este escenario y sin un mecanismo acordado internacionalmente para que

la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos (EE.UU.),

junto a los actores estatales regionales, hubieran impulsado un gobierno de unidad, el

resultado se hizo evidente: la continuación de la guerra civil entre todos y contra todos,

con un nuevo juego de alianzas que duraban escasos meses y donde la traición y el

cambio de bando por interés se convirtió en rutina. Los EE.UU. perdieron el interés en

seguir apoyando la guerrilla muyahidín19

(Billard, 2010:39) y lo que parece haber sido

más importante, Pakistán perdió la capacidad de control sobre la mayor parte de los

comandantes guerrilleros a los que financiaba, desde el momento que éstos habían

aprendido a autofinanciarse gracias fundamentalmente al cultivo y tráfico ilegal del

opio, junto a la adecuada explotación de los canales internacionales de tráfico de armas

con los que habían establecido los necesarios contactos durante la guerra contra las

tropas soviéticas. Una guerra civil que había sido fundamentalmente ideológica, se

convertiría en una guerra por el botín del poder.

Hekmatyar no había conseguido el poder que pretendía en el gobierno acordado en

Peshawar por lo que se unió a Najibullah20

, posiblemente pensando que, cuando éste

cayese, el turno sería para él. Pero estos cálculos se mostraron erróneos, principalmente

por el éxito que las milicias uzbecas tuvieron en el campo de batalla21

, al hacerse con el

19

También se ha de tener presente que, en agosto de 1990, los EE.UU. comenzaban su primera invasión

de Irak. 20

Mohammad Najibullah Ahmadzai, hijo de una prominente familia pastún, se doctoró en medicina en la

universidad de Kabul, pero pronto se implicó en la política. Fue nombrado embajador en Irán en 1978, a

raíz de la revolución de Saur. A resultas de la limpieza de miembros parchamis que Hafizullah Amin

realizó en el PDPA, Najibullah fue perseguido, pero consiguió escapar por estar destinado en el extranjero

(Tesch, 2016). 21

Milicias que bajo el mando del general Dostum adquirieron protagonismo, incluso por encima de las

unidades del ejército regular, cubriendo el hueco dejado por el 40º ejército soviético tras su repliegue —

respondían directamente ante el ministro de defensa y comprendían de 20.000 a 40.000 combatientes—.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 90

control de las principales ciudades del norte, núcleos urbanos que arrebataron a los

muyahidines tayikos (Johnson, 2011:250).

Pero, una vez más, el verdadero cáncer que carcomía la estabilidad del gobierno era

las rivalidades internas del propio PDPA. Finalmente en 1990, los khalqis, encabezados

por el propio ministro de defensa general Tanai, lanzaron un nuevo intento de golpe de

estado con el apoyo de Hezb-i Islami Hekmatyar (Rashid, 2002:198), en lo que era un

puro matrimonio de conveniencia, de manera que este último le proporcionaba la

necesaria legitimidad islamista a un partido marxista. Resultó ser un fracaso y sus

líderes acabaron uniéndose a las filas de Hekmatyar (Rubin, 1995:253).

Una nueva shura en Peshawarfue convocada en septiembre de 1991, cuando parecía

que la caída de Najibullah estaba próxima. Los acuerdos de Peshawar se firmaron el 24

de abril de 1992, entre todos los partidos políticos que habían formado el frente de

resistencia contra el gobierno de Najibullah, excepto Hekmatyar que renunció a estar

presente en la reunión ya que en ese momento estaba intentando hacerse con el poder

por la fuerza en Kabul, apoyado por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas

Pakistaníes (ISI, por sus siglas en inglés). Finalmente, el 28 de abril de ese año, el

nuevo gobierno de unidad nacional ocupó el poder con Mojaddidi como presidente y

Rabbani como primer ministro. Dos meses más tarde, según el acuerdo alcanzado,

Rabbani ocuparía la presidencia. Continuaría en la presidencia hasta diciembre de ese

año, donde con motivo de la celebración de una nueva loyajirga22

saldría elegido por un

nuevo periodo de dos años.

En ese mismo mes, Najibullah fue obligado a renunciar y se refugió en el complejo de

las Naciones Unidas en Kabul, donde fue protegido durante los próximos cuatro años

hasta la entrada de los talibán en la ciudad.

EL FRACASO DE LA POLÍTICA DE RECONCILIACIÓN NACIONAL

Existen teorías que culpan a la desmedida ambición de los comandantes del norte como

la responsable de la guerra civil que se produciría sin solución de continuidad, al no

permitir el acceso al poder de notables figuras pastunes que hasta ese momento siempre

habían participado en su reparto (Kakar, 1995:193). La verdad es bien distinta, la

actuación de Massoud para el desalojo de Hekmatyar de Kabul en la última semana de

abril de 1992, fue cumpliendo la orden recibida de Mojaddidi, recién elegido presidente

por todos los partidos políticos, excepto Hezb-i Islami, y tras la declaración de este

último de que jamás aceptaría un gobierno en el que participase Massoud (Maley,

2002:192-193).

En marzo de 1993, se alcanzó un nuevo acuerdo bajo la presión de Pakistán y Arabia

Saudita, conocido como el de Islamabad. Lo rubricaron Rabbani y Hekmatyar, y en él

se establecía que éste ocuparía el cargo de primer ministro23

y Rabbani seguiría siendo

presidente hasta septiembre de 1994. Jamiat-i Islami era el único de los partidos

importantes que no tenía un sponsor internacional —Junbish-i Milli contaba con el

22

Literalmente círculo, con significado similar a la palabra árabe shura que significa consejo. Se adopta

esta forma para evitar la preeminencia de cualquiera de sus miembros, históricamente constituye la

manera de adoptar decisiones que impliquen la subordinación temporal a un líder para un asunto

acordado. 23

Los meses siguientes bajo la autoridad legal del primer ministro Hekmatyar se establecieron multitud

de normas sobre conducta pública y privada de los ciudadanos que se asemejaron a lo que más tarde se

viviría con la llegada de los talibán —obligación de portar el burka, prohibición de trabajos de las mujeres

en lugares públicos…—.

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91 La sociología política

apoyo de Uzbekistán y de Rusia, Hezb-i Islami Hekmatyar contaba con Pakistán, el

sponsor de Ittihad al-Islami de Sayyaf era Arabia Saudita, y Wahdat contaba con Irán—

por lo que aislado, Rabbani no fue capaz de encontrar apoyos entre los pastunes

moderados y aceptó el peor de sus enemigos como compañero de viaje sin pensar en las

consecuencias que esto le acarrearía, o quizás consciente de ellas pero con un deseo de

mantenerse en el poder que le llevaría a cometer este error y que al final le costaría su

caída. En diciembre de ese mismo año, se convocó una nueva loyajirga en la que se

confirmó a Rabbani como presidente hasta final de 1996. La asamblea fue boicoteada

por Hekmatyar y Abdul Ali Mazari24

que no participaron en ella.

Mapa 1: División provincial de Afganistán en 1992

Fuente: http://www.lib.utexas.edu/maps/middle_east_and_asia/afghanistan_pol_93.jpg

En las regiones, el comandante muyahidín Ismail Khan —perteneciente a Jamiat pero

enfrentado a su líder Rabbani por la negativo a entregar al gobierno la suculenta

24

Fundador del partido Nasr que luchó contra la invasión soviética, ocupó el liderazgo indiscutible de

Hezb-i Wahdat cuando se éste se creó en 1989 por la fusión de nueve partidos hazaras (Afghanistan

Online, 1997).

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 92

tasación de impuestos que recogía en la región de Herat gracias a los pasos

transfronterizos con Irán y sobre todo con Turkmenistán— controlaba Badguis, Herat y

Farah. Por su lado, Mazar-i Sharif junto a las provincias de Jawzjan, Faryad, Balkh y

Sar-i Pul, se habían entregado a Dostum sin pegar un tiro. La zona noreste de Takhar y

Badakshan estaba en manos de Massoud, y la provincia de Kunduz era el punto fuerte

de Hekmatyar en el norte. En Hazarat, el partido predominante único era Wahdat bajo

su líder Mazari. En el sur y el este la situación estaba mucho más dividida porque las

tribus pastunes, a falta de un líder tras la caída de Najibullah —un ghilzaide la tribu

Ahmadzai—, se encontraban divididos: por un lado, estaban los tradicionalistas de

Mahaz-i Milli (Gailani) y Jabha-i Nejat (Mojaddidi); los islamistas radicales de Hezb-i

Islami (Hekmatyar); los fundamentalistas de Harakat-i Inqilab (Nabi) y Hezb-i Islami

(Khalis), además del fundamentalista Ittihad de Sayyaf. No obstante, si tuviéramos que

definir el auténtico aniquilador de cualquiera de las coaliciones que se intentaron, nos

decantamos sin lugar a dudas, por los islamistas radicales de Hekmatyar — apoyados

por Pakistán y Arabia Saudita— que hicieron frente común, en un momento dado, con

las milicias comunistas uzbekas, por las desmedidas ambiciones de poder de ambos.

Quizás la razón principal para la caída final del gobierno de Rabbani fue su

incapacidad para asociarse con pastunes tradicionalistas que hubieran facilitado el

control del sur, así como su error de cálculo de basar su gobierno en una alianza con

Hekmatyar con el que nunca pudo entenderse porque éste tenía una visión

revolucionaria de alcanzar el poder para imponer una versión estricta del islamismo

político y social. Esta asociación lo único que le produjo fue el aislamiento del resto de

partidos. Finalmente, el aislamiento interno y sobretodo externo de Jamiat-í Islami le

llevó al colapso el 27 de septiembre de 1996 ante los talibán, dando entrada a una nueva

era en la historia afgana.

Pakistán nunca estuvo de acuerdo con las facciones que habían alcanzado el poder25

y

decidió apoyar a un nuevo grupo que había surgido en las cercanías de Kandahar un año

antes, y que representaba una nueva versión islámica de la sociedad, más radical que las

anteriores. No es hasta comienzos de 1996 que Irán y Rusia se dieron cuenta de la

amenaza que suponía el poder creciente que estaban tomando los talibán con el apoyo

pakistaní, y decidieron apoyar a Jamiat con su figura preeminente que, en esos

momentos y sin lugar a dudas, era Massoud. El problema fue que los EE.UU. se

mostraron partidarios de la presencia talibán en Kabul y decidieron apoyarlos a costa de

Jamiat y Junbish, siguiendo los análisis y asesoramientos que su enviada especial en

Pakistán Robin Raphel hacía (Coll, 2004:300).

LA FRACTURA DE LAS ÉLITES Y EL NUEVO REAGRUPAMIENTO POLÍTICO DE LAS FACCIONES

COMUNISTAS E ISLAMISTAS

Siguiendo a Dorronsoro podríamos afirmar que lo que a primera vista puede parecer una

guerra civil sin causas lógicas más allá de la venganza, etnicismo y anarquía, resulta ser

una guerra estrictamente política, cuando se la mira con detalle, con acontecimientos

predecibles (1995:37).

25

Massoud había sido completamente descartado como posible solución de futuro en el gobierno afgano

por parte del gobierno pakistaní ya que al liderar un partido de mayoría tayika era percibido como un

obstáculo para los intereses pakistaníes de neutralizar a sus movimientos independentistas pastunes con

un gobierno afgano amigo.

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93 La sociología política

Tras la caída del régimen comunista se produjo la búsqueda de nuevas asociaciones

con los líderes de la resistencia por parte de los que habían sido los colaboradores de

Najibullah, en busca de su mejor ganancia personal de futuro. Los dos polos más

importantes que se ofrecían estuvieron definidos por el criterio tribal y la ideología

política, por este orden. Esta prioridad facilitaría la integración de antiguos khalqisy

parchamis en los diferentes tipos de movimientos islamistas que sobrevivieron al

régimen: los primeros se identificaron con Hekmatyar porque en su mayoría pertenecían

a la confederación ghilzai y eran los provenientes de las capas sociales más

desfavorecidas, mientras que Massoud representaba a aquellos islamistas procedentes de

una clase media urbana y rural, a los que se habían unido los parchamis (Roy,

1994:113).

Sin embargo, el panorama político afgano había cambiado radicalmente con la guerra,

el islamismo político había enraizado en la sociedad pero dividido en facciones

irreconciliables que provenían del origen de la guerra civil contra el régimen comunista,

de manera que lo que había sido una guerra basada en el islam contra el soviet, ahora se

transformaba en una guerra entre diferentes interpretaciones islamistas, donde la

moderada era liderada principalmente por los tayikos, y la fundamentalista era

representada por los pastunes, mayoritariamente ghilzai, junto a otras tribus del sur. Por

último, un elemento altamente distorsionador, las milicias comunistas uzbecas

(Johnson, 2011:251).

Quizás la primera razón para el fracaso de cualquier intento de acuerdo, de todos

aquellos que se produjeron a partir de abril de 1992, fue la división y enfrentamiento de

las élites. Como consecuencia de la caída del régimen comunista de Najibullah, la nueva

élite del Estado se encontraba completamente fracturada: en primer lugar, las antiguas

élites previas al régimen comunista habían desaparecido, exiliadas en países de Europa

y los EE.UU. o asesinadas; entre las nuevas élites aparecidas durante las década de los

ochenta, encontraremos los comunistas formados en el PDPA —khalqis y parchamis,

con las diferentes características descritas para cada uno—; los islamistas moderados

representados fundamentalmente por los tayikos; los islamistas radicales representados

por Hekmatyar y los pastunes que unificó a su alrededor; los suníes tradicionalistas

pastunes que combatieron a los soviéticos y a los comunistas porque representaban un

modelo de Estado en contra de los preceptos de la sharía, pero que no eran de ideología

islamista —en este grupo estaban integrados los pocos pastunes monárquicos que

hicieron la guerra de liberación frente a los soviéticos—; y por último, los islamistas

pastunes con influencia deobandi que sólo contaron con sponsor a partir de la llegada al

poder de Benazir Bhutto26

en 1993.

Sumadas a esta fractura de las élites, encontramos tres razones más para esta

manipulación del poder político nacional: la mutua desconfianza y las fricciones

existentes entre ellas; que la legitimidad de las partes representadas fuera cuestionada

desde el momento en que no estuvieron representados los comandantes muyahidines de

primer nivel porque no disponían de partido político que participase en los varios

acuerdos llevados a cabo en Pakistán —Dostum, IsmailKhan y varias shuras de

comandantes presentes en el resto del país—; por último y quizás la esencial fue el

colapso de las instituciones del Estado, en particular el ejército que quedó

completamente fragmentado y politizado.

26

Hija de Zulfikar Ali Bhutto, fue primera ministra paquistaní de 1988 a 1990 y de 1993 a 1996.Lideró el

Partido Popular de Pakistán a la muerte de su padre y fue asesinada en 2007, cuando giraba su campaña

política para las elecciones nacionales que se celebrarían dos semanas más tarde.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 94

Si la etnia no había constituido un factor de enfrentamiento en los estragos por

conseguir el poder político hasta la llegada de los soviéticos, pues todas aceptaban que

el poder debía seguir en manos pastunes por ser la etnia mayoritaria y los que habían

sido los artífices de la creación del estado afgano, la situación cambió radicalmente tras

la guerra de resistencia soviética pues se produjo una concienciación política de las

tribus norteñas y de las tierras altas centrales sobre la importancia de sus acciones y

logros para la existencia de un Afganistán independiente. En particular nos referimos a

los tayikos y los hazaras que, tras su aportación esencial para la expulsión de los

soviéticos y posterior caída del régimen comunista, exigieron su participación activa en

el poder del estado, a igualdad de condiciones con los pastunes. Fue por lo tanto una

quiebra de la jerarquía étnica preexistente, jerarquía que tácitamente había sido asumida

por el resto hasta ese momento27

.

EL MOVIMIENTO TALIBÁN Y LA CONFIRMACIÓN DEL CONFLICTO ÉTNICO

El surgimiento del movimiento

La guerra civil entre facciones islamistas fue especialmente violenta en Kabul,

cobrándose un gran número de vidas y destruyendo las infraestructuras de la ciudad,

cosa que no había ocurrido en tiempos del régimen comunista28

. Por el contrario, ante la

incapacidad del gobierno por ejercer sus funciones ya que se encontraba sumergido en

los combates por mantener el poder en Kabul, se produjo un vacío en las zonas rurales

que fue cubierto por los comandantes muyahidines de segunda línea que no lucharon

por el control del Estado y sí lo hicieron por el control de su valle, donde ejercían el

poder de manera autoritaria y violenta sobre vidas y haciendas de sus habitantes.

La situación de anarquía resultante fue más evidente en aquellas zonas donde el

control del territorio por estos nuevos señores de la guerra era más débil, en las zonas

fronterizas y de solape donde los enfrentamientos entre aquellos eran más intensos. Esto

ocurriría en la provincia de Kandahar y en especial en su capital, donde los líderes de

los partidos pastunes tradicionalistas29

se enfrentaron al islamismo radical que

representaba Hekmatyar, en una guerra de aniquilación que provocó el caos absoluto.

En esta zona, la yihad contra los soviéticos y el régimen comunista subsecuente estuvo

caracterizada por su carácter tribal, el poder se ejercía por barrios, con lo que el nivel de

anarquía resultante en la ciudad fue realmente alarmante (Rashid, 2002:18-19).

En este contexto, es necesario colocar la frustración vivida por cientos de afganos

educados en madrazas paquistaníes que habían pasado la última década como

refugiados en Pakistán, y habían vuelto a un Afganistán anárquico donde la violencia

era la norma. Autores como Barfield (2012:255) hablan de una transferencia natural de

jóvenes combatientes que se habían formado en las madrazas paquistaníes, desde una

guerra contra el invasor infiel comunista hacia una guerra contra muyahidines por el

caos y desorden reinante. La verdad parece ser más compleja, pues todos sus líderes

eran expertos combatientes y en su mayoría mulás, residentes en Afganistán, que

27

Shakila Wagemaker, expatriada afgana y licenciada en políticas por la Universidad de Ámsterdam,

actualmente sirviendo en la misión diplomática de los Países Bajos en India. Comunicación personal,

Kabul, 9 de octubre de 2015. 28

Se produjo un distanciamiento de los combatientes ante la clase popular, la guerra dejaba ser una yihad

para convertirse en jang-i dakheli (guerra civil). 29

Y que no contaron con el apoyo que los servicios de inteligencia pakistaníes habían prestado a los

partidos islamistas.

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95 La sociología política

decidieron retomar las armas ante la situación de caos, con el apoyo ideológico y

material de la élite política paquistaní y de su brazo ejecutor, el ISI.

El islam deobandi del movimiento Talibán y su relación con la estructura política

pakistaní

Los talibán son un movimiento radical suní transfronterizo que tuvo su origen en las

madrazas localizadas entre las provincias de Ghazni y Kandahar, donde se comenzó a

impartir sus enseñanzas durante el reinado de Zahir Shah. En ningún caso lo podemos

identificar con un partido político en el que se tenga definido la situación final deseada

para el Estado y la sociedad, y sí como un movimiento religioso militar, donde para ser

un buen combatiente es necesario ser un buen creyente y donde el papel de la mujer en

la sociedad queda recluido a la más íntima de las esferas familiares ya que se la

considera una distracción a la vida de servicio (Rashid, 2002:88-89).

Sus orígenes ideológicos en Afganistán los identificamos con los partidos Harakat-i

Inqilab-i Islami de Nabi Muhammadi y, sobre todo, con Hezb-i Islami de Yunus Khalis,

partidos que se consolidaron durante la década de los ochenta en la guerra contra los

soviéticos, a pesar de no contar con el apoyo decidido del ISI y los EE.UU., ya que sus

respectivos líderes estaban ligados a la madraza Haqqania y por lo tanto simpatizaban

con el partido político pakistaní Jamiat-i Ulema-i Islami (JUI) —Partido Islámico de

Ulemas—, partido político marginado por el entonces régimen en el poder, del general

Ziaul-Haq30

, en beneficio del partido Jamaat-i Islami Pakistan (JIP) —Asociación

Islámica de Pakistán—, partido ligado al islamismo de los Hermanos Musulmanes. No

fue extraño que sus líderes, la mayoría de ellos formados y ligados a Haqqania, y con

experiencia de combate contra los soviéticos, formaran al principio de la década de los

noventa, un nuevo movimiento regenerador autodenominado Jamiat-i Taliban (Partido

Talibán). Y que este partido, ahora sí contase con el apoyo de todo el aparato pakistaní,

precisamente coincidiendo con la llegada al poder de Benazir Bhutto mediante una

coalición formada por el Partito Popular Pakistaní (PPP), controlado por la familia

Bhutto, y Jamiat-i Ulema Pakistan31

(Cooley, 2001:83-87).

La ideología religiosa talibán es una mezcla de salafismo deobandi con el código tribal

pastún, el conocido como pashtunwali, a lo que se añade que en el caso de fricción entre

sharía y pashtunwali tiene preferencia este último en contra de lo que sería de esperar

de un buen musulmán. El movimiento es hostil a la tradición sufí afgana32

, así como a la

veneración de santos y morabitos que tienen gran ascendencia entre la población, con

lugares de culto muy venerados, como consecuencia de la influencia Barelvi. Por

último, se opone al chiismo por considerarlo una herejía (Roy & Zahab, 2004: 19).

30

Ziaul-Haq derrocó al PM Zulfikar Ali Bhutto, el 5 de julio de 1977, en un incruento golpe de estado. Se

convirtió entonces en el comandante y administrador del país mediante la ley marcial. Zia ordenó ejecutar

a Zulfikar A. Bhutto (1979) bajo los cargos de intento de asesinato, suspendió todos los partidos políticos

y las huelgas, estableció una estricta censura de prensa, y mantuvo la ley marcial en el país hasta 1985.

Ante la invasión soviética de Afganistán, se embarcó en una escalada militar de apoyo a grupos

islamistas. También trató de ampliar su base de apoyo popular mediante la islamización de la vida política

y cultural de Pakistán. Murió en un accidente aéreo (1988). 31

El poderoso partido pakistaní deobandi. 32

Los deobandi no dejan de ser una escisión del wahabismo —escuela Hanbali— y por lo tanto opuestos

al islam tradicional afgano de la escuela Hanafi.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 96

Mapa 2: Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) y la actual provincia de Khyber-

Pakhtunkhwa (KPK), anteriormente denominada Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP,

por sus siglas en inglés)

Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ANWFP_and_FATA.jpg

Su popular aceptación inicial estuvo basada más en su parte de tradiciones pastunes

que en la propia sharía, pero fue precisamente este modelo social que querían

implantar, ajeno a las tribus no pastunes, lo que le haría perder apoyo popular —los

talibán no supieron entender que Afganistán es una nación formado por varios pueblos,

cada una de ellos con su propia cultura, lengua e incluso territorio donde está

implantado—.Por otro lado, su falta de conocimiento de la sharía fue testimoniada por

los ulemas egipcios de la universidad de Al-Azar que se trasladaron a Kandahar en

2001, para tratar de convencer al mulá Omar de que no llevase a cabola destrucción de

los Budas, y que confirmaron que debido a las circunstancias y el incompleto

conocimiento de la jurisprudencia no son capaces de formular normas soportadas por

evidencias teológicas (Barfield, 2012:262).

A pesar de que algunos autores argumentan que en sus inicios no era un movimiento

antioccidental porque gozaban de determinadas simpatías por altos cargos de la

administración estadounidense, es un movimiento eminente militar que por principio

niega la cultura política occidental y la sociedad laica (Roy & Zahab, 2004: 12-13) y

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97 La sociología política

que reclutó sus bases de combatientes de las madrazas afganas y sobre todo pakistaníes,

una vez que las primeras agotaron su capacidad de proveerlos (Maley, 2002: 216-218).

Un partido nacionalista y oficialmente opuesto a la distinción tribal y étnica, acabó

convirtiéndose en un partido étnico por la imposición jerárquica que la etnia pastún

acabaría ejerciendo sobre el resto. El consecuente rechazado se agravó con la posición

de predominio que ejerció la tribu Durrani sobre los Ghilzai, así como con las tribus

norteñas, por la distribución de cargos de responsabilidad —la shura suprema de

Kandahar sólo tenía representantes durranis provocando los lógicos celos y envidias

con el resto de tribus (Rashid, 2002: 98)—. El nivel de desconfianza de la shura

suprema con los gobernadores era de tal envergadura que normalmente estos puestos

eran rotatorios, en muchos casos por no más de varios meses. A ello se le sumó la

exclusividad fundamentalista religiosa por la que comunistas khalqis y tradicionalistas

pastunes acabarían desterrados o eliminados físicamente sino evolucionaban hacia la

ideología oficial33

(Dorronsoro, 2005: 267). Por último y como no fueron capaces de

superar su visión pastún parroquial de la sociedad, finalmente se granjearon la antipatía

de tayikos, uzbecos y hazaras, a los que se le unirían los habitantes de las ciudades que

los consideraban unos iletrados (Maley, 2002: 222-225).

CONSIDERACIONES FINALES Y CONCLUSIONES

Si la identificación político-étnica hazara tuvo sus orígenes en 1989, durante la

formación del partido Hezb-i Wahdat, con el patrocinio iraní y precisamente ante la

falta de representatividad que el resto de partidos islamistas le negaron a esta etnia, no

fue hasta la caída de Kandahar en manos talibán, en 1994, cuando se produjo la

identificación étnica tayika con Jamiat al perder la mayoría de sus comandantes

pastunes de Kandahar que se unieron al movimiento talibán. Este proceso se completó

con la caída de Herat en 1995, de manera que podemos afirmar que la guerra civil se

libraría mayoritariamente entre pastunes y el resto de etnias, a partir de esa fecha. Sin

llegar nunca a olvidar que la etnización del conflicto se produjo de manera involuntaria

en los dos partidos de carácter nacional, tanto en los Talibán como en Jamiat.

Aunque a lo largo de la guerra de resistencia contra los soviéticos, se había iniciado un

proceso identitario político de las etnias de las tierras altas y del norte, no ocurrió lo

mismo con la etnia pastún pues seguía dividida en la permanente rivalidad Durrani-

Ghilzai. Esta división de los pastunes provocaría que, por primera vez en la historia

afgana, el poder político nacional estuviera en manos de una etnia no pastún desde 1992

a 1996 —no estimamos que los diez meses, que el poder del Estado estuvo en manos

del denominado Shah Habibullah Kalakani, puedan ser considerados a estos efectos

pues se limitó a imponer el terror en la ciudad de Kabul, asesinando a todo aquel que le

desafiaba (Roberts, 2003: 51; Fletcher, n.d.: 218-221) —. Ninguno de los partidos

políticos pastunes fue capaz de aglutinar alrededor de sí al resto de las tribus, éstas se

encontraban divididas entre los islamistas radicales, islamistas moderados,

fundamentalistas y tradicionalistas, de manera que sería la etnia tayika, apoyada por

uzbecos y hazaras, la que se haría con el poder en el periodo postcomunista.

33

Sus bases estaban formadas, además de por los jóvenes de las madrazas afganas y posteriormente

pakistaníes, por antiguos khalqis que se habían integrado en Hezb-i Islami Hekmatyar y posteriormente

desertaron, y por pastunes tradicionalistas que se les irían sumando por sus lazos étnicos, al ir obteniendo

victorias.

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 98

Los talibán no sólo no escaparon de este proceso de etnización sino que, a pesar de

que en su ideario político se identifican como un movimiento nacional e integrador,

basado en el seguimiento estricto de la sharía como base de unión de la nación afgana,

contiene un fuerte elemento desintegrador ante el resto de las etnias no pastunes,

constituido por la confusión de identificar el pashtunwali como parte de la sharía —esta

última, a su vez, interpretada según las influencias deobandis que la hacen, en muchos

aspectos, ajena a la tradición rural pastún—. Por otro lado, los propios talibán

identificaron a la tribu Durrani como la única con derecho a gobernar, posiblemente

como otra consecuencia no prevista y debida en este caso a que el qawm más cercano al

mulá Omar era todo él de esta tribu. Pero es que tampoco tomaron medidas para paliar

este hecho, posiblemente debido al altísimo nivel de desconfianza existente entre el

propio mulá Omar y sus líderes subordinados. De manera que la shura de Kandahar

prácticamente estaba formada en exclusividad por durranis, lo que provocaría un alto

nivel de insatisfacción entre los comandantes ghilzai, y desde luego no incluía a

miembro alguno no pastún. Este nivel de desconfianza llegaría al paroxismo cuando

decidieron despedir a todos los funcionarios de la administración estatal y los

reemplazaron por pastunes lo que llevaría a protestas que fueron intensas en la provincia

de Nangarhar, y que tuvieron como consecuencia la matanza de civiles y estudiantes en

Jalalabad que eran seguidores del segundo de Omar, el mulá Rabbani (Rashid, 2002:

98-99).

Cabe señalar que, si durante la guerra civil muyahidín habíamos identificado una

quiebra de la jerarquía étnica, durante el proceso de expansión y establecimiento del

régimen talibán fue madurando un proceso de etnización del conflicto que era ajeno a

los conflictos y guerras precedentes (Dorronsoro, 2005: 265; Rashid, 2002: 83) ya que

hasta ese momento las guerras civiles habían sido entre tribus pastunes o sus

confederaciones, y que normalmente se libraban contra el rey por considerar que estaba

violando determinados derechos o privilegios —imposición de nuevos impuestos,

expropiación de tierras de cultivo,…—, pero ahora comenzó a librarse entre las

diferentes etnias. Además, este proceso adquirió tintes religiosos como resultado de la

violencia sectaria que los talibán aplicaron en su proceso de expansión, en particular

contra los chiíes ismailíes por parte de los combatientes procedentes de las madrazas

pakistaníes34

, haciendo del islam un elemento de división en la historia del país —

suníes radicales contra chiíes— e identificando etnia y religión como elementos

segregadores, cosa que nunca antes había ocurrido ya que en Afganistán encontramos

tribus pastunes que son chiíes y hazaras que son suníes.

Es en este escenario de conflicto étnico y religioso donde entraría en juego la

comunidad internacional, liderada por los EE.UU. y con la legitimidad aportada por las

Naciones Unidas. El hecho de que la superposición de conflictos internos —entre las

diferentes facciones islamistas y comunistas, y entre los pastunes talibán con el resto—

no provocase la supresión del anterior sino el añadido de un nuevo elemento, aportaría

una mayor complejidad al conjunto social y político afgano, lo que hizo que el

escenario encontrado en diciembre de 2001 fuera terriblemente intrincado y difuso, pues

aunque los líderes políticos y militares talibanes fueron perseguidos y expulsados, no así

sus bases que se reintegraron en la vida civil como excombatientes.

34

Donde se había producido la mixtura entre las influencias wahabíes, importada por sus patrocinadores

árabes, y las deobandis propias de estas madrazas desde el mismo momento de su establecimiento en las

áreas pastunes pakistaníes.

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99 La sociología política

Si tal y como los años avanzaban en la primera década del siglo XXI y la comunidad

internacional realizaba ímprobos esfuerzos en la reconstrucción nacional del país, la

situación sociopolítica afgana no hizo sino empeorar, probablemente ha sido porque no

se ha sabido abordar la división política y social existente, con medidas de integración

más allá de los clásicos programas de desmovilización, desarme y reintegración, pero en

ningún caso con programas de integración social dirigido a las élites políticas que

estaban y continúan divididas. Son pues necesarios proyectos políticos que propugnen

la integración de las diferentes facciones islamistas existentes, proyectos que definan

una línea de trabajo más allá del enfrentamiento en el campo de batalla al talibán.

Sin dejar de lado la necesaria lucha contra la insurgencia para evitar el colapso del

Estado, es necesario que la comunidad internacional se implique en un proceso de

apoyo a iniciativas políticas autóctonas y diversas, que discurran dentro de la

confrontación dialéctica, integrando a islamistas y comunistas. En la actualidad la

sociedad rural y la urbana están enfrentadas ante modelos políticos contrapuestos y es

necesario encontrar los puntos que les unen para poder trabajar sobre ellos, de manera

que se pueda definir un concepto de nación que es imprescindible desarrollar, para que

el nuevo proyecto de Estado sea en primer lugar legítimo ante los ojos afganos, y en

segundo lugar aceptable para la comunidad internacional.

NOTA SOBRE EL AUTOR:

Francisco Berenguer López es doctorando en paz y seguridad internacional en el

Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, Madrid.

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

Darío Cortes y Tannia Garzón, “El ciberactivismo en las revoluciones

posmodernas”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1,

(2017), pp. 103-125.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.6

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 103-125.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/ ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.6

El ciberactivismo en las revoluciones

posmodernas

Cyberactivism in Postmodern Revolutions

DARÍO CORTES

Universidad Militar Nueva Granada, Colombia

TANNIA GARZÓN

Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España

RESUMEN: Teniendo presente el contexto tecnológico en el cual gira el accionar de la sociedad

global, y la influencia que la misma era digital sostiene sobre la cotidianidad humana, se puede

llegar a inferir que el componente tecnológico ha alcanzado el carácter de factor influyente dentro

de los fenómenos sociales, concernientes en la búsqueda de cambios sociales estructurales y que a

la vez pueden producir preocupaciones y riesgos a la estabilidad de los sistemas de gobierno

imperantes, para lo que se ha propuesto esta investigación con el fin de demostrar las acciones y

factores que materializan los hechos anteriormente expuestos.

PALABRAS CLAVE: Insurrección, Nuevos Movimientos Sociales, Revoluciones Posmodernas, Identidad, Desobediencia civil.

ABSTRACT: Bearing in mind the technological context in which the action of global society

revolves around and the influence that the digital age has on human daily life, it can be inferred that

the technological component has become an influential factor within social phenomena, according

to the search for structural social changes and at the same time can produce some concerns and risks

to the stability of the ruling systems of government, for which this research has been proposed, in

order to demonstrate the actions and factors that make these facts tangible, which are exposed above.

KEY WORDS: Insurrection, New Social Movements, Postmodern Revolutions, Identity, Civil

disobedience.

Recibido: 8 de marzo de 2017

Aceptado: 21 de marzo de 2017

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104 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

INTRODUCCIÓN

El siguiente documento, proviene de una iniciativa propuesta como complemento a la línea

de investigación manejada dentro de la Escuela Superior de Guerra denominada “Mutación

de las Revoluciones”, en el cual se propone un esquema que determina la relación entre el

amplio mundo ciberespacial y el activismo, y como en la postmodernidad se da el ambiente

propicio para desatar una revolución a partir de los dos elementos anteriores.

En primera instancia se hace una descripción de carácter evolutivo entorno al proceso

tecnológico y digital de la era moderna donde las TIC representan y soportan el devenir de

la sociedad alimentando su propio desarrollo, hasta llegar al punto de quiebre con la

aparición del Internet. Desde allí se percibe una proximidad entre una nueva forma de

pensar, el cambio social, y el actuar de la sociedad, generando nuevos conceptos trabajados

a lo largo del documento.

Así mismo se procede a una serie de conceptualizaciones que fundamentan y enmarcan el

cuerpo de esta investigación, donde el ciberactivismo como primera medida, protagoniza el

eje principal de dicho documento, exigiendo un alto nivel en cuanto a contextualización y

soporte teórico preciso, dando cabida a una amplia gama de expositores y expertos del

tema, reconociendo así una proximidad más contundente y certera con respecto a la

temática manejada, permitiendo ultimar y asemejar un concepto más propio.

Seguidamente, se da lugar a clarificar en los comienzos del protagonismo de este nuevo

accionar que generan diferentes niveles de actuación o tipologías y un efecto posterior que

repercute en acciones mínimas, como en escenarios de complejidad social y en la toma de

decisiones de carácter individual y colectivo.

Al tener apropiación y dominio completo del concepto, se hace referencia a un especial

análisis y propuesta de la incidencia del ciberactivismo en la vida cotidiana y las nuevas

iniciativas a las que induce en el actuar colectivo, generando una serie de nuevos

fenómenos que son identificados dentro de las maniobras de los Nuevos Movimientos

Sociales, la expresión de los mismos y la motivación de un nuevo pensar dentro de las

sociedades postmodernas, para lo que se identificó la existencia de diferentes pasos que dan

como protagonismo al activismo y la era digital dentro de un escenario de entera

postmodernidad. Entre la distinción de estas etapas se estructura lo siguiente: el

ciberactivismo como generador de conciencia, el ciberactivismo como organizador, el

ciberactivismo como fuente movilizadora, y el ciberactivismo como detonante

insurreccional, permitiendo finalizar en una conclusión transmitida en el transcurso del

documento de forma implícita, definiendo el ciberactivismo como una nueva forma de

expresión revolucionaria y de incentivo de la misma, viendo en ello un elemento crucial

para la desestabilización de un Estado.

LA EVOLUCIÓN DE LAS TICS AL CIBERACTIVISMO

En medio de la evolución social y tecnológica, donde las TIC soportan el devenir de la

sociedad, se considera de suma importancia comprender el progreso y desarrollo de estas

herramientas, y como dichos elementos constituyen un nuevo fenómeno que se esparce y

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 105

permea diferentes fronteras, facilitando la búsqueda de un cambio contundente dentro de

una esfera estatal. Dicha particularidad, hace referencia al término “ciberactivismo” el cual

para tener plena comprensión de él, obliga a la caracterización del proceso evolutivo de los

medios de comunicación y de expresión, lo que da lugar a la contextualización de su

expresión más mínima hasta llegar a la más amplia, donde las TIC se consideran el primer

pilar para la construcción de este nuevo fenómeno donde se dispone el espacio a la apertura

de una nueva fuente de expresión en la sociedad.

Desde una visión general, las TIC son el conjunto de innovaciones tecnológicas basadas

en medios con capacidad de captar información, almacenarla, elaborarla y difundirla,

haciéndolas inteligibles y accesibles. Se caracteriza por su constante y oportuna evolución

derivada de la necesidad del ser humano por un mayor y mejor tratamiento de la

información, y a su vez de la comunicación. El conjunto de instrumentos generan un

impacto significativo dentro del conjunto social, que se reduce a la constante utilización de

los medios, convirtiéndose en un proceso cultural precedido de la emergente necesidad de

la sociedad por acceder y hacer uso de los elementos tecnológicos y comunicativos (Parra,

2015).

Su trascendencia ha sido tal, que se empieza a destacar dentro del ámbito cultural a finales

del siglo XX e inicios del siglo XXI. Se conceptualiza como las denominadas Tecnologías

de la información (IT) a finales de los años 70, y alcanza su cúspide en la década de los 80

donde inicia el proceso para la afinación tecnológica en tres aspectos: la electrónica, la

informática y las telecomunicaciones, involucrándolas dentro del concepto TIC (Tecnología

de la Información y la Comunicación) a partir de los años 90 (ULC, 2009).

Desde la perspectiva de los docentes Duncombe y Heeks de la universidad de Manchester,

las TIC se definen como:

Los procesos y productos derivados de las nuevas tecnologías (hardware, software y

canales de comunicación) relacionados con el almacenamiento, el procesamiento y la

transmisión digitalizados de la información, que permiten la adquisición, la producción, el

tratamiento, la comunicación, el registro y la presentación de la información en forma de

vos, imágenes y datos (1999: 2).

Teniendo en cuenta el modelo clásico de comunicación que se sustenta en un -emisor-

canal- código- mensaje-receptor - se puede identificar diversos elementos básicos que bajo

la idea de Duncombe y Heeks se pueden incluir dentro de las Tics, entre estos destacan la

prensa, la radio, la televisión, el cine y la red mundial, englobándose todos bajo un mismo

patrón. Los medios de comunicación a través del desarrollo de diversos modelos y sistemas

han logrado una multiplicación bastante considerable, asimismo, ha permitido la mejora en

cuanto a calidad, velocidad, capacidad en la transmisión de la información y en la

obtención de una cobertura cada vez más amplia (López, 2013).

Gracias al eventual desarrollo de los aspectos tecnológicos y comunicativos se ha logrado

una integración tan importante, consiguiendo así, nuevas herramientas y servicios que

mejoran la calidad y el funcionamiento de forma más compacta y sólida dentro de las TIC.

Debido a esta unificación se ha conseguido el desarrollo de uno de los productos más

revolucionarios de la época, la llegada de Internet.

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106 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Con este hecho que se da, y gracias a las bondades del computador personal, se dio la

consolidación de nuevas redes informáticas y se generaron nuevos medios comunicativos,

haciendo de la computadora e Internet medios masivos de comunicación. Es así como el

fenómeno digital de Internet llega para irrumpir y permanecer en la mayoría de los aspectos

y quehaceres de la vida de la sociedad moderna, donde situaciones tan importantes como la

educación se ve seriamente influenciados por ello (López, 2013).

Durante mucho tiempo la forma de comunicación entre la sociedad se resume

exclusivamente a medios masivos de comunicación entendiendo estos como “aquellos

canales artificiales a través de los cuáles se transmiten mensajes que se dirigen a un

receptor colectivo o social. En el proceso de comunicación de masas se traspasan las

fronteras del tiempo y del espacio” (PPVJ, 2009: 1).

En un principio se pueden ejemplificar los medios masivos por la radio, la televisión, y la

prensa, quienes no cumplían únicamente la función de fuente informativa sino que

permitían crear un área de expresión dentro de la comunidad. Con la evolución de la

tecnología y las comunicaciones aunadas a la fulminante llegada de Internet, se abre el

espacio para que este integre también el conjunto de los medios masivos de comunicación.

Enfatizando que ya los medios para este entonces (90s) no son exclusiva fuente de

información, y por el contrario se les atañe el deber de permitir la expresión, catalogándose

como los únicos instrumentos tecnológicos por los cuales la sociedad y diferentes

organizaciones integradas dentro de ellas se podían manifestar. Desde este momento se

busca el modo de lograr una difusión masiva de un mensaje que propaga un grupo

particular de personas en su mayoría con ideologías y políticas específicas, dando lugar a lo

que se conoce como nuevos movimientos sociales (en adelante: NMS) (Domínguez, 2012).

Ante la notable evolución de la forma de comunicarse y expresarse, las nuevas

tecnologías han permitido la difusión de mensajes en lugares inimaginables. En la

actualidad se presenta una interconectividad entre millones de personas que tienen

capacidad para relacionarse entre sí de una forma constante a través de diferentes medios,

dándose de esta forma la distribución simultánea de mensajes con exposición a debates,

reflexiones y nuevos aportes, creando la posibilidad de nuevas protestas y manifestaciones

e incluso movilizaciones que se recogen en el término de ciberactivismo, fundamentándose

en herramientas comunicativas, buscando una acción colectiva de manera pacifista dentro o

fuera del espacio virtual (Leoni, 2010).

De esta manera se demuestra el impacto que las herramientas tecnológicas presentan en

la actualidad en la población a nivel general, sin embargo y de manera más activa se

encuentra la población juvenil, quienes participan haciendo uso de instrumentos digitales

como parte de su rutina. Su finalidad se basa en la comunicación, entretenimiento, el

aprendizaje y participación dentro de acciones ciudadanas, políticas o culturales. El reflejo

del cambio en la forma de expresión se evidencia en gran medida en la expansión de

movimientos generados en los finales del siglo XX e inicio del siglo XXI con la pretensión

de alterar algunas estructuras de poder. Dentro de esto, también cabe resaltar la influencia

de los NMS que han trascendido y a la vez marcado la historia y la expresión en la

sociedad. La integración de movimientos que si bien, la mayoría presentan diferencias en

cuanto a su origen y su contexto social y político, se asemejan en la utilización de los

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 107

medios tecnológicos y de comunicación para consolidar y organizar sus manifestaciones

(González et al., 2016).

Con la llegada y evolución de los NMS a las redes surgen nuevas formas activistas, una

de las más representativas es el ciberactivismo, usada como una fuente a la búsqueda del

cambio, donde algunos como el profesor David De Ugarte lo catalogan como una

estrategia donde la intención de la publicación hecha es que al ser leída sea expandida a

otros (De Ugarte, 2007).

CIBERACTIVISMO

Desde un marco conceptual el estudio de las nuevas tecnologías en la sociedad se soporta

bajo la investigación de múltiples autores que dan cabida a una hipótesis general que se

sostiene bajo el nombre de una nueva era o sociedad, caracterizada por su libre y fácil

acceso a la información, generando diversos efectos e impactos dentro de la misma. La

repercusión de dicha accesibilidad se resume en una marca que abarca diferentes esferas en

las que se involucran significativamente la política, la económica, lo social y lo cultural,

donde se reúne un conjunto de herramientas que pretenden impactar de alguna manera

dichos entornos, es así como el ciberactivismo se abre campo dentro de la sociedad

(Fernández, 2012).

Volviendo a Ugarte quien define el ‘ciberactivismo’ como “toda estrategia que persigue el

cambio en la agenda pública mediante la difusión de un determinado mensaje y su

propagación de forma verbal (boca a boca), multiplicado por los medios de comunicación y

publicación electrónica personal” (De Ugarte, 2007: 85). Dentro de su concepto también

afirma que existen dos formas de estrategia, la primera consiste en consolidar un eje,

postular acciones propagando una idea, y por otro lado crear un debate social con cierto

impacto.

Algunas de las características otorgadas a la composición del ciberactivismo se divisan en

acciones tales como, la utilización de la red y la telefonía móvil como elemento

fundamental, permitiendo así la reproducción masiva e instantánea de contenidos

informativos. De otro lado se concibe como una forma de organización y protesta pacífica

que pretende la denuncia persistente a los abusos de los derechos humanos, a su vez, es un

acto colectivo que depende del impulso conseguido, es decir que, entre más lo integren, la

presión y la fuerza que ejerce el movimiento es mayor, buscando adicionalmente el apoyo

transfronterizo, y por ultimo da lugar al debate y la reflexión tanto individual como

colectiva (Battocchio, 2014).

Para concluir con la definición de ciberactivismo, se puede apuntar que:

El ciberactivismo trata, por tanto, ante todo de difundir un mensaje valiéndose de las nuevas

tecnologías aprovechando sus ventajas en cuanto a velocidad, viralidad, horizontalidad. […]

Intenta hacer visibles las problemáticas que no están en la agenda pública, organizar

acciones que busquen fortalecer una organización política. […] Acciones cuyo objetivo

principal sea el cambio social y la participación colectiva activa. Es por ello que hoy día,

Movimientos Sociales y Ciberactivismo, van de la mano (Fernández y Paniagüa, 2007: 13).

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108 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

TIPOLOGÍAS DEL CIBERACTIVISMO

A esta nueva forma de protesta se atribuye una clasificación de tres pilares hecha por Juan

Sebastián Fernández, sociólogo de la Universidad de Almería, donde se individualizan

ciertos aspectos del ciberactivismo.

Dentro de la primera categoría se encuentra el activismo digital, net activismo o

ciberactivismo, para este campo se refiere al uso de las herramientas digitales de manera

pacífica, normal y no destructiva, tras un objetivo específico. Las actividades a aplicar

dentro de este grupo son: la búsqueda de información, construcción de sitios web,

divulgación de los sitios web, intercambio informativo a través de correos, el uso de la web

como espacio público y para debates, integración y consolidación de grupos, planeación y

coordinación de acciones (Fernández, 2012).

Dentro del segundo grupo encontramos el ‘hacktivismo’ o la denominada desobediencia

civil electrónica, que básicamente es la combinación del activismo con el hacking, este

incluye algunas tácticas de ‘hackeo’ en contra de algún sitio web con la finalidad de

obstruir sus actividades sin consecuencias mayores, ejemplo de ello puede ser protestas

web y bloqueos virtuales, bombas automatizadas de correo electrónico, intrusiones a

computadoras, y virus/gusanos informáticos (Fernández, 2012).

Por último encontramos la categoría correspondiente al ciberterrorismo que se determina

como la afinidad entre ciberespacio y terrorismo. Entendiendo así el ciberespacio como “un

territorio multidimensional, poblado de maquinas, humanos y ciborgs, alimentado por

imágenes, constituido por códigos, atravesado por flujo de signos. Un espacio no

cartesiano, rizomático cuyas fronteras son interfaces, los bienes escasos, la atención y el

tiempo” (Battocchio, 2014: 21). Dentro de esta categoría se incluyen aspectos de

consecuencias más fuertes por medio de movilizaciones sociales y a través de las redes, el

conjunto de estas acciones con incentivación política más el uso del hacking trascienden al

punto de causar daños de fuertes consecuencias que incluyen desde afectación a bienes

materiales hasta el atentar con la vida de las personas (Fernández, 2012).

ALCANCES CIBERACTIVISTAS

Los alcances exactos del ciberactivismo son algo difíciles de establecer, puesto que

hablamos de un fenómeno que trasciende sin medida, y no promete un fin cercano que de la

posibilidad de determinar su repercusión puntual, sin embargo para dar respuesta a este

aspecto se trabaja bajo una especulación del uso necesario de los medios digitales

específicamente de carácter social, para la difusión de iniciativas que buscan un impacto en

la sociedad. Desde este punto se le otorga cierto protagonismo a los medios y redes sociales

que facilitan la propagación de mensajes de manera inmediata, extendiendo la información

a más personas, construyendo así la base para lo que se puede consolidar como una

movilización de carácter digital (Martín, 2013).

Teniendo en cuenta lo anterior, estas expresiones por medio de las redes pueden

trascender a un objetivo claro que se remonta a la manifestación y forma de hacer protesta,

que fácilmente puede concluir con la citación del público a la plaza a manifestar de forma

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 109

presencial, por algo que ya se había exteriorizado a través de la red y que da cabida al punto

máximo del ciberactivismo.

Pero, ¿puede el ciberactivismo reemplazar las protestas? En el pasado Campus Party del

2011 en la ciudad de México, se trataron los diferentes alcances que obtiene el

ciberactivismo, plantearon que simplemente el ciberactivismo es la evolución en la forma

de manifestarse, ya que esta también va a mantener una posición ideológica fundamentada

para la invocación de las protestas, va a facilitar los medios dentro de una movilización y

permite hacer las cosas de manera diferente. Así, se sintetiza que el ciberactivismo no

reemplaza una protesta, más bien antecede un conjunto de procesos que culminan en una

eventual manifestación (Casanueva, 2011).

Para ello, también es necesario tener presente la evolución de las redes en los últimos 20

años y con ella la necesidad acrecentada de la sociedad por involucrarse con estas

herramientas, tanto así, que se vuelve prioridad de los gobiernos enfatizar en sus proyectos,

la extensión y capacidad de cobertura de las redes dentro de la población. Al incrementar la

cobertura de redes se logra ampliar la participación de los ciudadanos a través de los

medios digitales, que se resume a una mayor contribución de una sociedad más informada y

con mayores medios para la expresión de inconformidades, originando iniciativas

individuales, grupales o de sociedades que incentivan la convocatoria de una acción

manifestante que impacte socialmente, dimensionándose como el foco del ciberactivismo.

El poder que se ha conseguido con los NMS de la mano del activismo ha logrado una

transformación considerable en la comunicación y un nuevo resurgir en el aspecto político

para la sociedad, consiguiendo un desprendimiento de los medios tradicionales que siempre

se hacían presentes, arrebatándoles a los medios masivos de difusión la hegemonía

informativa y narrativa, dando espacio a un activismo comunicativo que busca una mejor y

mayor forma de expresión. Es así como el efecto de la comunicación inmediata y

propagada dentro de una sociedad carente de acción, información y comunicación,

reacciona ante la opción de cambio. El actuar de las protestas sociales se reduce

inicialmente a un encuentro tras pantallas que culmine con un acercamiento presencial

trabajado por un hecho antecedido de forma tecnológica.

El ciberactivismo como ya lo habíamos nombrado, se caracteriza por incluir ideas

opositoras en contra de ciertas estructuras, en su mayoría de carácter político,

constituyéndose así como una acción con repercusión netamente política. Para otorgarle

esta clasificación es importante definir el concepto de acción política donde según Eduardo

Jorge Arnoletto la define como:

Conjunto de actos dotados de sentido y significación política, o sea relacionado con la

conquista y ejercicio del poder, para la construcción de un orden social deseable según la

idea de quienes los realizan. Normalmente procura acrecentar las condiciones de seguridad

y libertad para el disfrute de los valores sustantivos de la vida social (poder, respeto,

rectitud, riqueza, salud, educación, habilidades, afecto) para el actor, su grupo o la sociedad

en su conjunto (2007: 2).

CIBERACTIVISMO Y SU INCIDENCIA EN LA POLÍTICA

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110 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Partiendo del contexto de una transformación de las sociedades modernas, que como

consecuencia han incrementado la participación política tradicional y además han logrado

nuevas formas de pronunciamiento y acción política que trascienden la militancia habitual o

la participación en los procesos electorales, se busca un contexto que involucra el mundo

ciber y la forma de hacer política.

Este tipo de cambios que han sido estudiados por diferentes autores como Habermas,

quien indicó que esta situación en su momento podía generar “un nuevo paradigma

político” donde los conflictos se llevarían a colación a través de medios muy diferentes a

los convencionales, cuyos protagonistas son los ciudadanos más jóvenes, que en algunos

casos cuentan con un nivel educativo y tecnológico mayor.

Gracias a Internet la ciudadanía ya no es únicamente la encargada de recibir el mensaje

político, sino que tiene la posibilidad de ser el emisor, convirtiéndose en una sociedad

activa, cambiando la forma de interacción entre la población y el gobierno. Así,

enmarcamos un nuevo concepto denominado ‘ciberpolítica’, referido a los

pronunciamientos políticos a través de las redes y medio por el cual de hace posible

demostrar algunas pretensiones democráticas ya sean modernas o clásicas. En consecuencia

la red promociona una democracia directa donde todos los ciudadanos pueden mantener un

contacto en tiempo real en el mismo momento (Martínez, 2007).

EFECTOS DEL CIBERACTIVISMO Y LA MOVILIZACIÓN DE LAS MASAS

Como primera consecuencia de la aplicación de la ciberpolítica, se logra determinar que la

integración ciudadana a través de las redes denominada ‘ciberdemocracia’, es la acción de

mayor incidencia dentro de este panorama.

Con una sociedad ciberdemocratica y ciberactivista ya establecida, la utilización de

Internet y los blogs para la difusión de discursos ponen a disposición de los ciudadanos

herramientas que ofrecen poder y reconocimiento, proceso el cual De Ugarte lo considera

como una organización en redes distribuidas de manera igualitaria, dejando la

jerarquización de lado, abriendo campo a un nuevo concepto denominado ‘ciberturba’ que

se asocia a las tecnologías informativas y de comunicación con finalidades políticas o

sociales. De Ugarte considera que esta es una consecuencia de un proceso de disputa social

llevado a cabo por los medios electrónicos, que culmina con movilizaciones en la calle. No

obstante, antes del hecho de propiciar una ciberturba existe un proceso deliberativo, que no

tiene mucho protagonismo para los medios de comunicación, en el sentido que ella antes de

materializarse exige un proceso de ordenamiento logístico a través de las tecnologías, que

inicialmente se daba por blogs como medio de conversación, pero en la actualidad se

recurre a las redes sociales para tener un mayor impacto en esta fase de difusión. Las

ciberturbas crean y generan la movilización desde la esfera de las redes informativas y es

por ello que no se le otorga un organizador responsable (De Ugarte, 2007).

Esto demuestra que las redes y la tecnología han invadido el escenario político,

influenciando de manera constante la acción de hacer política y causando efectos

significativos en todos los elementos que se involucran. Es así, como la clase dirigente no

puede actuar de la misma manera que en tiempos pasados, ellas deben responder a esta

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 111

realidad de forma certera, ya que la sociedad no está dispuesta a soportar, por el contrario,

cada vez se ve más motivada a levantarse en son de protesta. Ante este hecho, se demuestra

la preocupación de la sociedad por los aspectos políticos, carácter que ausentaba en la

mayoría de países latinoamericanos. Internet y las redes, han hecho que los partidos

políticos pierdan el curso de la gente, abriendo una gran vacío que es reemplazado por las

plataformas tecnológicas que les permiten a las personas organizarse de forma tal que

puedan motivar y producir un cambio que en muchos casos los mismos políticos no pueden

lograr. Acciones que solo a través de un click logran una participación activa demasiado

amplia que contribuye al cambio que la sociedad busca (De Ugarte, 2007).

Con el conjunto de acciones que propone el ciberactivismo y teniendo en cuenta su

finalidad, se plantean dos consecuencias importantes dentro del escenario político. La

primera consiste en la esencia particular del ciberactivismo, de informar y generar opinión

pública, crear conciencia y estimular a la movilización en busca de la satisfacción de

intereses específicos pero sin trascender o afectar la esfera sistémica. Y una segunda que

busca una transformación más profunda a la falta de respuestas de la acción anterior, que se

basa en cuestionar la información, buscar la verdad, manifestar inconformidades y hacer

llamado y efectuar la movilización, fomentar un desorden como forma de protesta y generar

una condición social anti sistémica que incita a la revolución.

CIBERACTIVISMO Y REVOLUCIÓN

Una vez abordada la revolución como una de las variables que en la posmodernidad puede

derivar del ciberactivismo, cabe destacar que la revolución a la luz del análisis de los

procesos sociales y del conflicto político está determinada por la lucha por el poder y el

control del Estado, en el que dos bloques o fuerzas antagónicas con aspiraciones diversas

producen la alineación de un sector significativo de la sociedad que contrariando las

posiciones del sistema imperante produce cambios bruscos en la manera de gobernarse (De

Andrés y Ruiz, 2009).

En este sentido se torna interesante determinar la forma como esta actividad social se

transforma desde una simple protesta reivindicativa hacia la confrontación del sistema

mediante acciones políticas de resistencia, que valiéndose de la revolución tecnológica y de

las comunicaciones origina mutaciones en la manera de conducirse. Su impacto en la lucha

revolucionaria se reflejará en la ampliación del escenario de agitación, la identificación y

asignación del sujeto social, político y revolucionario, el lenguaje y la forma de protesta, las

nuevas formas de acción política, la velocidad y amplitud en la propagación de los

mensajes o consignas políticas en tiempo real y los mecanismos de convocatoria para la

movilización insurreccional.

Respecto a la ampliación del escenario de agitación, la tradicional plaza pública de los

centros de educación se complementará con uno nuevo conocido como el ciberespacio,

donde las redes sociales sin pretender desplazar a la militancia cobra relevancia abriendo

paso a la denominación del nuevo sujeto social del que evolucionara el nuevo sujeto

político. Por lo tanto el ciberespacio se constituye en el espacio de libertad en donde se

redimen las batallas de resistencia por la disputa del poder contra el sistema imperante, en

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112 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

el que se desplegarán expresiones de desobediencia civil electrónica, protestas, boicots o

mítines (Vicente, 2004).

En la actualidad, el concepto “ciberrevolución” no dista mucho de las concepciones

teóricas tradicionales las cuales determinaban a manera de condición el constituir un

movimiento amplio, fracturar el orden político y jurídico vigente y luchar por la sustitución

del orden político imperante (Villoro, 1992). Exigencias que solo podrían alcanzarse

mediante la adopción de un proceso sistémico, que detalladamente de manera progresiva,

ordenada y persistente aborde el discurso, la motivación, la organización, los medios, las

formas de expresión, la convocatoria, y la movilización. En síntesis se podría colegir que la

ciberrevolución al igual que la teoría clásica se constituye en un medio para alcanzar

objetivos políticos y sociales transformadores al mediano y largo plazo utilizando para ello

las redes (Roca, 1997).

Así la “red” se ha constituido en el espacio de aventura donde la expresiones libertarias, la

ruptura institucional, la igualdad y la relación horizontal, alientan el espíritu revolucionario

por la emancipación de modelos preconcebidos por una sociedad que se ha limitado a una

visión del mundo y en la que los nuevos movimientos sociales abanderados por las

juventudes y las minorías, esgrimen alternativas de futuro.

EL PROCESO CIBERACTIVISTA REVOLUCIONARIO

Para poder comprender acertadamente que los eventos no responden a situaciones

espontáneas, sino que se llevan a cabo bajo un planteamiento teórico consecutivo, se le da

mención a la proposición del siguiente proceso, que define el origen de una idea de cambio

y la máxima expresión de la misma a través de una secuencia de acciones y situaciones que

precisan cada paso a seguir. Este hecho es de considerar un proceso, debido a su carácter

evolutivo y progresivo en cada una de sus acciones (lo que más adelante se denominara

etapas) que transforman de manera atributiva una sociedad gracias a la modificación que se

busca para el régimen (Prieto, 2009). Para el caso del ciberactivismo como mecanismo que

contribuye al desarrollo de los procesos revolucionarios, se puede determinar que este

interviene de manera significativa en las etapas de generación de conciencias, organización

de los activistas, la movilización y levantamiento insurreccional.

Primera Fase: El “ciber” como generador de conciencia

Responde a un proceso educativo y de creación de un sistema que enmarca el rumbo del

grupo en acción política, con base a la búsqueda de una respuesta o solución a una

necesidad, basada en herramientas tecnológicas tipo web. Sin una base ideológica, no

existirá una lucha sólida y solo se dará al reclutamiento de presuntos rebeldes sin causa y

ciberactivistas sin fundamento. Dentro de esta etapa se articulan diferentes actores que le

dan cierta complejidad al proceso de consolidar una ciberevolución, con la unión de

múltiples cuerpos como medios de cambio a través de la red, la cual permite que un sin

número de entes virtuales se unan, se constituyan y combatan; y a la vez “permite que se

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 113

entable un diálogo directo de transformación” (IV Congreso para la cibersociedad, 2009a:

5).

De esta manera aparecen nuevas aéreas públicas, descentralizadas, más autónomas y con

mayor dinamismo con una funcionalidad más independiente ante las instituciones y con una

afinidad tecnológica de carácter tele comunicacional e informático que va evolucionando.

Las experiencias colectivas pasan a un plano virtual, en el que supedita la descomposición

de una comunidad que actúa y piensa individualmente para la reorganización de una nueva

comunidad que “siente, se comunica e interactúa en el ciberespacio” (Esteinou, 2003: 26).

De esta situación se desprenden las siguientes acciones:

Generación de conciencia: las redes sociales pertenecen a las redes de comunicación lo

que exige tener un lenguaje simbólico, con respecto a los apremios de carácter cultural

y a las relaciones de poder. Dichos sistemas no solo están en capacidad de incluir a los

seres humanos sino también su lenguaje dirigido a la conciencia y a la cultura, por ende

sus reproducciones comunicativas son constantes y con cabida al pensamiento y el

significado, que dan lugar a nuevas comunicaciones que generan reglas de

comportamiento en todos los seres dentro de una misma red, que terminan

compartiendo un conocimiento común que se convierte en realidad ante la producción

de un sistema de “creencias, experiencias y valores compartidos” por el grupo común

dentro de la red. Lo que representa que las redes generan constantemente nuevos

caracteres mentales y pensamiento, que funcionan como coordinador del

comportamiento de las personas (Luna, 2010). En este orden de ideas la confluencia

histórica entre la evolución de las comunicaciones, la tecnología y la mutación del

marxismo condensado en Gramsci no podían encontrar un escenario mas acorde para

hacer viables sus contenidos teóricos, donde se propone un actuar de las conciencias

colectivas motivadas por un agente de cambio, es decir, no se considera que la

sociedad por si sola logre la articulación a la revolución sin el requerimiento expreso de

un alto actor intelectual que dirija la generación de conciencia y el proceso

revolucionario como tal, en razón a que las ideas y opiniones no surgen de forma

espontánea, sino que responden a la construcción en la praxis del sentido común o

cotidianidad, llegando a considerarse que en el seno de la superestrucutura constituida

por las instituciones de la sociedad civil como la familia, la iglesia, los centros de

educación, entre otros, se concreta el espacio en el que se desarrolla la confrontación

por las ideas y los valores donde surge como actor protagonista de la disputa por las

verdades los medios masivos de comunicación (R. P. Saenz, s.f).

De esta forma el manejo de los medios se hace indispensable para la propagación de

mensajes que incentivan de manera constante acciones con un fundamento insurreccional,

donde el factor ideológico toma relevancia dentro del proceso revolucionario hacia la

transformación de la sociedad mediante la alteración del imaginario común, permitiendo

deducir de ésta manera, que hoy en día el manejo de los medios de comunicación, son la

forma más expedita y contundente de llegar a la conciencia social y por ende al poder (R. P.

Saenz, s.f).

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114 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Entre tanto y a través del activismo digital se ha logrado construir una nueva visión

paradigmática representada en nuevas dinámicas de expresión que despiertan y construyen

conciencia (Tavarez, 2011). Estos nuevos espacios logran compactar nuevos imaginarios

dentro de una colectividad, que busca un apoyo social para la materialización de unos

objetivos específicos. Desde aquí se dará inicio a un proceso en ascenso entre redes, que

busca captar la atención de una atmósfera identificada con la intención y que a la vez

contribuya con la consolidación de sus fines. Para ello se plantean ciertas iniciativas que

simbolizan en acciones la objetividad de una ideología naciente, en dichos actos existe una

representación de una situación actual que haga referencia al porqué de una nueva forma de

pensar y de actuar, llevando a cabo un discurso por medios tecnológicos que permita la

implantación y difusión de su idea .

Con la nueva era tecnológica, el individuo común puede generar un diálogo con contenido

de impacto a nivel global, haciendo alusión a un acto de carácter ciberactivista debido a la

multiplicidad de escenarios o canales abiertos en ascenso popular como Twitter, Facebook

y Youtube (García et al. 2014). Lo que significa, que existen diversas formas de analogía,

interacción, transmisión de información e intencionalidad, desplegadas diversamente según

el contexto social del momento, creando una fragmentación social conseguida de una

división discursiva que tiene como objetivo la toma de conciencia, obteniendo la capacidad

a su vez de generar nuevas redes (Dabas, 1995). Dicha conciencia también es generada por

un factor vinculante diferente a la participación e incitación de las redes como la

cimentación relativa de: “haber presenciado"; "haberse animado";"haber compartido";

"haber encontrado otros que pensaban y sentían lo mismo". El aprendizaje de "esto es

posible", trasladado en una dimensión témporo-espacial incapturable a otras situaciones,

con otros vínculos (Dabas, 1995: 4).

Es así como la reflexión y toma de conciencia logra un espacio que gravita entre la

propagación y difusión del mensaje a través de las redes, representando un factor clave en

el éxito del llamado a la rebelión, ya que de la transmisión obtenida depende la

participación y la inclusión de las personas, quienes efectuarían el reclamo a una solución,

permitiendo el funcionamiento de una cadena que difunde un mensaje que evidencia lo que

sucede, buscando fomentar una reflexión para un cambio social, que fácilmente se ejecuta

dentro de las redes al compartir y comentar la información. De esta manera se amplía el

discurso y el mensaje teniendo posibilidades de llegar a la mayoría del público de un modo

casi inmediato. Para este propósito se considera como el medio más apropiado el empleo de

las redes sociales, los sitios web propios y la publicidad virtual los que con un

funcionamiento similar al de un virus digital invade y se propaga ilimitadamente.

Ante las acciones a ejecutar es preciso decir, que la importancia de éstas, radica en que la

sociedad civil se entere de lo que sucede, respalde y apoye la iniciativa, primeramente a

través de los mismos medios de difusión (IV Congreso para la cibersociedad, 2009a). “En

suma, la existencia de la red está aportando embriones para la construcción de una nueva

estructura de sociedad y de Estado” (Esteinou, 2003: 28).

División de opiniones: la opinión como una connotación cualitativa y de carácter

propio, permite la división de las mismas, donde el sentir y percibir hace la diferencia,

formando una opinión de conjetura, y otra de creencia, determinada por el

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 115

conocimiento que se tiene de las cosas cuando se perciben directamente y se hace

juicio en torno a ello (Olleta, s.f).

Gracias a la pluralidad de iteracciones que se pueden presentar en medio de las redes,

sobrevienen diversos mecanismos que dan lugar a una división del pensamiento, entre estas

se ubica el componente de transmisión, donde un nodo dentro de la red, creador de un flujo,

transmite un contenido con capacidad de influir sobre otro nodo, ya sea en su accionar o

razonar, rechazando un pensamiento que no respalda la idea que en un momento se creó, o

que difiere con la experiencias vividas de otro nodo perteneciente a la red (Peréz y Aguilar,

2012).

Ante el rechazo de posiciones se legitima una confrontación de ideas, se da una

fragmentación ideológica o de pensamiento con respecto al manejo del poder estatal y la

aplicación ante la ciudadanía, diversificando la sociedad en torno a la división de opiniones,

debido a las perspectivas que cada persona logra tener frente a la situación o la influencia

externa de las redes para consolidar el pensamiento de un individuo con la implantación de

una idea en cuanto al escenario.

Frente a la diferencia de percepciones y debido a la multiplicidad de relaciones dadas en

los nuevos medios de comunicación, surgen diversos espacios en el mundo ciber que

constituyen el escenario de controversia y contradicción entre opiniones, que cuestionan la

posición de cada uno de los individuos, sobre la influencia del Estado sobre el

conglomerado. Dicha confrontación busca superar la alienación que el sistema ha ejercido

mediante el dominio de los medios de comunicación, así la legitimidad estatal disminuye a

consecuencia de la denuncia social, que finalmente se constituye como una batalla por

conseguir y reivindicar su legitimación.

Denuncia social: gracias a la inmediatez y la interactividad presente dentro de los

medios masivos de comunicación como Internet y su incidencia en las redes sociales ,

se crean las condiciones para que de manera preferente estos encabecen la lista de

instrumentos en cuanto a las denuncias sociales. Los interesados no solo desempeñan

un único papel de receptores, sino que adquieren protagonismo en las diversas

alternativas de emisores dejando de lado la comunicación interpersonal a una global.

Las nuevas tendencias tecnológicas facilitan la vinculación entre diversas poblaciones

e incluso conexiones globales que permiten la relación de compartir opiniones y

experiencias, que en este caso buscan tener un impacto a nivel social. La nueva era

digital a su vez incrementa las posibilidades de la emisión de un contenido en los que

se hace efectiva la denuncia social, con la finalidad de incentivar a las personas a ser

testigos y testificar ante una realidad social que necesita de toda la atención (García et

al. 2014), y se le es retribuida con actos de solidaridad entorno al apoyo a la causa, lo

que representa el impacto y la fuerza del mensaje denunciado.

Es así como la expresión básica e individual de inconformidad ante el Estado se

materializa en una “micro acción” que se configura en la exposición de posiciones y

eventos que identifican un pensar anti sistémico y que se fortifica haciendo uso de los

medios virtuales, es decir, todo comentario, foto, video, tweet, expuesto en redes a manera

de manifestación relegada para el estado.

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116 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Búsqueda de identidad: a partir de la interpretación dada a los eventos e información

evidenciada en un mismo entorno, se da la construcción de identidad, es decir, con

base a lo entendido y al adueñarse de los mensajes accesibles al ambiente social,

donde los medios electrónicos proporcionan un discurso concentrado en información,

a los que se recurre para dar respuesta a preguntas que giran en torno a la identidad

(Morales et al. 2013). A su vez existe una adaptación donde un grupo de nodos

construye una uniformidad desde un ajuste al ambiente social, dando presencia a

similitudes en cuanto a contextos, experiencias, creencias, acciones y representaciones

(Peréz y Aguilar, 2012), que sirven como elemento para lograr una identificación y

posteriormente una adhesión.

De esta forma se logra un discurso influyente hacia el público, generando una idea de

cambio, lograda desde la base fundamental del apoyo social y que identifique las

necesidades del circulo social, es decir, no solo es la intención de generar cambios, sino

convencerlos de que son ellos quienes lo generan con una participación ingeniosa y

voluntaria. Dentro de este discurso se trabajan los aspectos identitarios y el fervor nacional

a través de la web que usualmente se aplica a medios de fin social (Esteinou, 2003), los

medios que permiten un mejor impacto son las imágenes y vídeos que representen un

entusiasmo patrio, o por el contrario, se utiliza un material que demuestre indignación ante

lo que sucede dentro del Estado.

Tras un proceso precedido de adaptación, surgen los medios por los cuales se da dicha

armonía, determinada por estrategias similares en las que se pueden consolidar lazos, donde

la idea de un grupo de nodos establece uniones entre sí, contribuyendo a la adaptación de

una nueva identidad con características diferentes a las que se contemplan en una

percepción individual (Dabas, 1995). El inicio de un proceso identitario, forja la proyección

de afianzar la intención de la causa, de esta manera, la sociedad busca la integración

ideológica entre comunidades que visualicen, respalden y representen sus ideales (Jorquera

et al. 2005).

En este caso se puede considerar el efecto de tan solo un emisor en el que la expectativa

no supera una acción más positiva que el acceso a un sitio web oficial o promotor o el

reconocimiento de un logo, permite articular infinidad de micro identidades que enfrentan

la macro identidad estatal. De otra forma, existe una segunda instancia que enmarca medios

más centralizados como Facebook y otras redes sociales, donde el emisor sigue siendo uno,

sin embargo el público tiene posibilidad de responder en términos de aprobación o

desaprobación haciendo uso de las herramientas facilitadas por los mismos medios y que

pueden representar una forma de expresión con poco compromiso. Finalmente se podrían

destacar interacciones en los que se evidencia una integración mucho más descentralizada,

donde sigue existiendo una división emisor/ receptor, sin embargo el receptor adquiere un

mayor grado de compromiso con la situación, ya que este puede hacer aportes mayores que

por lo general involucra la generación de contenidos e información de carácter

colaborativo, las herramientas más comunes son las que dan espacio a la descripción de

documento y opiniones como contextopedias, ezines, wikis abiertas etc. (De Ugarte, 2007).

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 117

Segunda fase: Ciber como organizador

Independientemente de la tendencia anteriormente incentivada, es de destacar, que en la

actualidad no hay iniciativa alguna que no use como recurso de propagación y difusión las

herramientas tecnológicas facilitadas por internet, para su organización, ya que esta

funciona como un elemento para obtener recursos e incluso motivar a la movilización,

afianzando cada vez más una fuerte relación entre los nuevos movimientos sociales e

Internet (IV Congreso de la Cibersociedad, 2009).

En este sentido, no existe una imposición jerárquica debido al ordenamiento común

administrado por una herramienta que dinamiza la participación social, a su vez se retoma

el discurso con tinte identitario, soportando así un nuevo elemento que contribuya a un

discurso diferente con capacidad de incentivar el llamado a la organización a través de las

redes para la movilización, desarrollando los siguientes eventos:

Articulación de intereses: Internet como herramienta fundamental de la organización

de los nuevos grupos, permite que la acción ciberactivista tome mayor relevancia y

participación dentro de la esfera, es así, como se genera una constante participación,

dentro de la atmósfera ciber con capacidad no solo de interpretar la información, sino

generar contenidos al libre albedrío de los usuarios, los cuales en torno a la situación

generan un dialogo que culmina con la integración y consolidación de una comunidad

con intereses comunes, con tan alta afinidad, que están en capacidad de ser

diferenciadas de otras comunidades bajo una identidad propia, que se logra evidenciar

desde la participación directa dentro de los medios electrónicos propios (Peréz y

Aguilar, 2012). De esta forma se logra focalizar la participación e integración de todos

aquellos que encuentren una vinculación ideológica o identificación con la forma de

pensar y actuar de los promotores de iniciativas, y de quienes sientan un respaldado de

intereses, lo que crea una nueva zona de acción social múltiple, que permite una nueva

organización, participación y expansión colectiva, accediendo al fortalecimiento de la

participación ciudadana frente al aparato estatal centralizado (Esteinou, 2003).

Para lograr una participación precisa y oportuna de las masas articuladas ideológicamente,

se instauran mecanismos de comunicación que permiten la organización de una serie de

eventos que representan el ideario del grupo, donde una vez más los medios electrónicos de

tipo web obtienen el papel principal, como herramienta que permite ejecutar la acción. El

trabajo en equipo y la estabilidad, son dos características fundamentales para la generación

de debates y propuestas sólidas, que van enlazadas con los próximos eventos a realizar por

el grupo (Tavarez, 2011). Los nuevos mecanismos de comunicación, permiten el

direccionamiento de los diferentes eventos entre los que se relacionan todo tipo de video

conferencias, convocatorias para acciones offline, coordinación por mensajería instantánea,

las redes sociales como medios de propagación, y la búsqueda de mayor integración online

(Esteinou, 2003), que dan lugar a la propagación de una indignación colectiva que motiva

nuevos eventos, como mecanismo de reproche diferente a la manifestación y divulgación

ante los medios electrónicos.

Formas organizativas del ciberactivismo: El espectro de las formas organizativas en el

ciberespacio, trascienden el ámbito exclusivo de las estructuras tecnológicas, al

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118 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

observarse que para su conformación intervienen factores sociales y culturales que

generan elementos identitarios ajustados a la posmodernidad. En la actualidad la

transformación en la manera como se relacionan las personas ha conducido a la

emergencia de formas organizativas virtuales, que permiten la flexibilización de manera

reticular (tras la descomposición de las formas físicas de reunión y organización

tradicionales). De ahí la prevalencia actual de los "arcoiris", "rizomas", "redes", "webs",

etc., formas de organización muy blanda, muy flexible, con relativamente leve

operatividad y poca constancia hasta ahora , y que señalan, la confluencia, al menos en

parte, del "precariado" con el "cibertariado" (San Vicente, 2014: 43). Ante esta

simultánea y moderna integración para la organización obliga a la búsqueda de mejores

y mayores alcances organizativos, que ante la disposición tecnológica, los limites no

son opción, facilitando así por medio de la web, las condiciones para optimizar los

resultados de coordinación y permanencia del movimiento. Con dicho apoyo técnico, se

ha logrado una reconfiguración conceptual dentro de los procesos comunicativos,

gracias a las capacidades que ofrece como mecanismo preciso para mantener

“interrelaciones” es así como Osvaldo León, Sally Burch y Eduardo Tamayo afirman

que:

Así, el uso del correo electrónico, de las listas de intercambios y distribución y de las

páginas Web ha pasado a ser parte de sus quehaceres cotidianos para intercambiar

informaciones, compartir ideas y propuestas, organizar eventos y manifestaciones

públicas, denunciar y expresar solidaridad. Todo ello, obviamente de manera muy

particular a cada organización y conglomerado (2005: 184).

Tercera fase: Ciber como fuerza movilizadora

Bajo la concepción de unos objetivos concretos para la organización y a su vez de

escenarios materiales con presencia de activistas se avanza hacia la movilización de masas,

donde se da “cuerpo a las redes virtuales, se crean y rebaten significados e identidades, y se

representan ritualmente valores políticos”, lo que significa una plena acción directa autora

de una agudo carácter exaltado que incita el trabajo constante de las redes dentro del globo

público (Sandoval & Nachawati, s.f: 12).

Llamado a la movilización: ante las situaciones de carácter político acontecidas dentro

de las redes, hay un contagio de indignación que traspasa las fronteras, y una

influencia permanente de los portavoces ante los medios electrónicos que se

convierten en forjadores de un eminente llamado a la movilización como respuesta a

dicha indignación y donde la movilización de los ciudadanos permite el cierre de

brechas entre el mundo presente y el que se anhela, demostrando una vez más el poder

de las movilizaciones y la unión de la tecnología, admitiendo así, la construcción de

un nuevo activismo que logra un impacto positivo (Tavarez, 2011).

La propagación de ideas toma su máxima expresión y el entusiasmo político e identitario

hacen presencia incentivando la movilización, para lograr materializar una lluvia de ideas

que representan una posición anti sistémica, basados en un lineamento filosófico (Patria y

Resurgir, 2008). Igualmente se busca retomar la forma clásica de manifestación, donde se

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 119

congrega a la sociedad para hacer presencia dentro de la plaza, con el firme objetivo de

protestar por una causa específica, recordando que esta ha sido convocada explícitamente

por medios virtuales y su organización se ha llevado a cabo de la misma manera.

La organización para el llamado a la movilización, se da en dos escenarios diferentes

según Ugarte, el primero consta de la campaña cotidiana, donde se construye un eje para

proponer acciones y difundir una serie de ideas, dando una activa participación a los

individuos que a su vez visibilizan la operación, incitando a la gente a soldarse a la

organización. Otra forma de organización, consiste en la creación de una discusión de

carácter social, con consecuencias imprevisibles, que en general culminan con una

“ciberturba” o un nuevo consentimiento social.

Agentes de cambio: Para generar las acciones agrupadas, es necesario la integración

del conjunto social en una misma armonía, en el que es indispensable contar con un

medio de comunicación que permita la organización de forma libre. De esta manera la

sociedad logra una adaptación para posteriormente alcanzar su visibilización con la

conformación de un nuevo movimiento social que gira en torno a las nuevas

tecnologías, destacando a su vez la incidencia en los espacios públicos, donde su

máxima expresión de descontento y organización ciudadana se ve presente en las

calles y plazas. El factor a destacar de esta situación, es la influencia de Internet no

únicamente como medio de comunicación e información, sino la esfera ciberespacial

que crea para el pugilato social y llevar a cabo un accionar con tinte político (Díaz,

2016). Llevando a cabo la movilización, los activistas tienen oportunidad de crear

nuevos espacios de comunicación haciendo uso de las nuevas tecnologías, con la

finalidad de materializar sus ideales políticos de forma más duradera, donde se

combinan herramientas comunicacionales como la radio, la televisión, Internet y la

prensa, para lograr la mediatización necesaria que manifieste el apoyo y la

“interacción con los poderes públicos y políticos” (Sandoval & Nachawati, s.f: 25).

Es así como toda una acción colectiva culmina con la concentración en la plaza con el fin

específico de exigir una opción que fomente el cambio, en el cual los ciberactivistas

protagonizan la escena, y empiezan a generar tensiones de control a nivel interno,

obligando a las instituciones a generar soluciones que apacigüen las iniciativas

insureccionales de los fervorosos congregados en la plaza .

De otro lado el ambiente cibernético proporciona un nuevo rumbo de la esfera pública a la

vez que genera nuevos desafíos en torno a la movilización social. Los profesores Bernardo

Sorj y Sergio Fausto, afirman en su libro “Intenet y Movilizaciones Sociales”, que:

Si bien por un lado favorece la coordinación de la movilización, por el otro, tiende a

enclaustrar a los actores dentro de la propia galaxia Internet. Hay tantas cosas que hacer en

la propia galaxia Internet que ésta no tarda en convertirse en una arena más o menos

autónoma y paralela a la acción colectiva (2015: 81).

En este sentido es importante esclarecer que no todas las movilizaciones, promovidas por

el ciberactivista conducen a la misma acción, en algunos casos los activistas tan solo se

limitarán a mantenerse en la escena cibernética, lo que refleja una disparidad entre una

minoría ciberactivista y las minorías activistas de los movimientos sociales (Sorj & Fausto ,

2015).

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120 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Cuarta fase: Ciber como detonante insurreccional (levantamiento)

Los procesos revolucionarios clásicos han registrado variedad de detonantes que inician la

insurrección, como el asesinato de un destacado líder, el incremento de tarifas de servicios

públicos, el fraude electoral, la creación de nuevos impuestos, la privatización de las

empresas de servicios públicos entre otras, situaciones que no distan de las motivaciones

que pueden producir el levantamiento popular alentado por las redes sociales e Internet, que

para el caso pueden constituirse en detonante, el corte de los servicios de Internet y las

redes telefónicas, único medio de expresión del inconformismo que al faltar impulsará a las

masas a tomar las calles.

En el desarrollo de los procesos revolucionarios, las circunstancias concretas del momento

histórico inciden de manera significativa en la definición de la estrategia a ser adoptada. En

la posmodernidad las condiciones demográficas en las que los jóvenes se constituyen en el

mayor segmento de la sociedad que van en crecimiento y en exigencia de mejores

condiciones hacia el logro de sus retos y aspiraciones, aunado a los avances tecnológicos y

las contradicciones de los sistemas de gobierno, han producido el auge revolucionario del

pueblo, ocasionando que la insurrección como estrategia general haya tomado primacía al

promover los levantamientos masivos de la población que en poco tiempo se toman los

centros del poder (Comandante Antonio, 1999), en el que el uso de los beneficios de

Internet para la propagación de ideas, organización en redes sociales y movilización de las

masas hacia el levantamiento concreta su intención revolucionaria.

En este sentido la insurrección que contempla las etapas de acumulación levantamiento y

afianzamiento, enfatiza en la necesaria existencia de un detonante que produzca la

explosión del inconformismo acumulado para el levantamiento masivo de la población,

premisas en la que el ciberactivismo ha profundizado con la propagación de ideas,

denuncias, promoción de discordias, inconformismos e indignaciones, lo que David

Ronfeldt y John Arquilla significarían como la “Social Net War”, considerada como “una

nueva forma de protesta desarrollada por diferentes grupos horizontales que adoptan

múltiples formas de resistencia, entre las cuales Internet juega un importante papel, a nivel

organizacional y comunicativo” (Treré & Barranquero, 2013: 35).

CONCLUSIONES Y CONSIDERACIONES

La evolución tecnológica y de las comunicaciones logra su mayor impacto en las formas de

relación social, al producir la mutación en las interacciones humanas y la configuración del

espacio físico a un mundo virtual en el que se transforma la aproximación y cercanía con el

otro, permitiendo mediante la virtualidad en un tiempo real, el intercambio informativo de

forma instantánea así como la eliminación de fronteras que ante las crisis permiten la

búsqueda de alternativas y la elaboración de propuestas claras construidas desde las

herramientas que el mismo mundo ciber ofrece.

Ante el protagonismo de Internet, es importante recordar, que éste sólo hace referencia a

una condición necesaria que funciona como el medio para la rebelión; sin embargo, el

origen de ésta, engendrada en el agotamiento e indignación de diversos sectores sociales

ante la opresión y la humillación que los impulsa a la configuración de un movimiento ágil

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El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 121

y consistente encuentran en las capacidades tecnológicas herramientas que promueven y

potencian su espíritu de resistencia y maximizan en menor tiempo y con mayor cobertura

los efectos de la revolución.

Sin duda alguna, también es importante resaltar que la consolidación de la revuelta, exige

de un proceso de transformación cultural como antesala a la construcción del ideario

político y el logro de la hegemonía social. Proceso en el que se traslaparán tareas de

demolición del viejo modelo con las de construcción del nuevo que lucha por nacer (Flores,

2009), y en el que la acción ciberactivista se constituye en el medio adecuado para incidir

de manera persistente en las conciencias hasta alcanzar el objetivo. De este modo, la

confluencia del ‘cibermundo’ con la pluralidad de cosmovisiones del espectro social,

permite la generación y dispersión de propuestas y propósitos alternativos que contagiando

a las masas se propagan como un virus que invadiendo las entrañas de la estructura de

poder produce la transformación del pensamiento único, hacia la instauración de un nuevo

orden.

Frente a esta dinámica también se debe advertir, la plena disposición a la manipulación

tanto de los hechos, la información y la creación de conciencia social, que en muchos casos

es representada por el manejo de los medios, organizados por entes institucionales que

buscan una retaliación a los movimientos que ante sus ojos se levantan. Sin embargo

pueden existir factores intrínsecos que buscan pretensiones específicas de forma interna,

logrando de esta manera una asociación con la causa que busca recursos. Ante dicho

patrocinio las dos partes se favorecen de forma reciproca, un ejemplo de ello se

representaría en el apoyo de un tercer actor a los movimientos revolucionarios, donde se les

prevé todos los recursos necesarios para que estos puedan alzarse en una revolución y

derrocar a un poder que al Estado patrocinador no le conviene tener en el orden.

Por último, el ciberactivismo se constituye en una nueva forma de expresión

revolucionaria o forma de alentar la revolución, en medio de un universo en el que los

intereses geopolíticos de las grandes potencias y actores, pueden hacer uso de ellas para

promover e incitar las revueltas revolucionarias sin ofrecer rastro alguno, o por

movimientos anti sistémicos que ven en el ciberactivismo la mejor forma de desestabilizar

las formas de poder desde el descontento social y su accionar colectivo.

A manera de corolario se podría exponer que en el marco de las revoluciones, el

ciberespacio se muestra como una “ventana para la sociedad” que da paso al llamado del

cambio social actual enmarcado dentro de parámetros pluriculturales que incidiendo en la

mente de la colectividad, logra que los movimientos ofrezcan posibilidades de crear un

entorno diferente a la implantación de normas incorporadas dentro de las instituciones del

Estado y de la sociedad en general. La diversa disposición de nuevos actores, mensajes,

creencias y acciones que estos espacios de la sociedad civil genera, al incidir en la

estructura de valores y realidades, alcanza el debilitamiento e inestabilidad de la sociedad

política, para que en ella se produzca y allane el camino de la regeneración de la cultura

democrática o que de sus entrañas se atente contra la misma. Algo no muy distante al

registrarse en la actualidad diferentes eventos de desorden y manifestación que buscan un

cambio político en diversos momentos y lugares del mundo mediante procesos

insurreccionales, representando a nivel global un punto de quiebre en el sentido social y

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122 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

político, al consignarse la facilidad e influencia de Internet como las acciones de

transformación más representativas en la determinación del concepto de revolución y la

forma de llegar a ella (Castells, 2009) .

NOTA SOBRE LOS AUTORES:

Darío Cortes es miembro de la Escuela Superior de Guerra Rafael Reyes y Universidad

Militar Nueva Granada.

Tannia Garzón es miembro de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

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Revista de Estudios en

Seguridad Internacional

Vol. 3, No. 1 (2017)

Editada por:

Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)

Lugar de edición:

Granada, España

Dirección web:

http://www.seguridadinternacional.es/revista/

ISSN: 2444-6157

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1

Para citar este artículo/To cite this article:

María Eugenia Cardinale, “Seguridad Internacional y derechos humanos: una

reflexión a partir de los aportes del cosmopolitismo crítico y el liberalismo

ofensivo”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1,

(2017), pp. 127-148.

DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.7

Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los

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para-los-autores

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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. .127-148.

http://www.seguridadinternacional.es/revista/ ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.7

Seguridad internacional y

Derechos Humanos: una reflexión a

partir de los aportes del

cosmopolitismo crítico y el

liberalismo ofensivo

International Security and Human Rights: an Examination through Critical Cosmopolitarianism

and Offensive Liberalism Approaches

MARÍA EUGENIA CARDINALE Universidad Nacional de Entre Ríos y Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

RESUMEN: Este artículo se propone reflexionar, considerando los principales debates de las Relaciones

Internacionales, acerca de dos propuestas teóricas actuales sobre la seguridad internacional: el

cosmopolitismo crítico y el liberalismo ofensivo. Ambas perspectivas dan centralidad a la vinculación de

aquella con los derechos humanos para pensar los abordajes y prácticas de seguridad.

La seguridad internacional ha cobrado un lugar centra en los debates disciplinares en el presente siglo y

ha dado lugar a una serie de propuestas que buscan innovar las formas y contenidos de la misma. Entre

las proposiciones más recientes resaltan el cosmopolitismo en sus vertientes más críticas y una particular

versión del liberalismo que se define como ofensivo o intervencionista, suele asociarse a las políticas

seguritarias de Estados Unidos. Especialmente este último enfoque no ha tenido suficiente atención en la

literatura hispanoamericana. Por ello, el objetivo es describir, comparar y poner en cuestión estas

propuestas a modo de sustento de análisis para la vinculación seguridad internacional-derechos humanos.

PALABRAS CLAVE: Seguridad Internacional, Cosmopolitismo, Liberalismo, Derechos Humanos, Debates

en Relaciones Internacional.

ABSTRACT: This paper will examine two theoretical perspectives about International Security, through the

theoretical framework of IR (International Relations) Debates. The focus will be on “thin

cosmopolitarianism” and offensive liberalism. Both approaches emphases the linkage between

international security and human rights as the core of ideas and practices in the field.

International Security has a central role in IR contemporary debates and within them has emerged

proposals that pursue the aim of presenting innovative forms and contents for security. Among those

approaches experts highlights critical views of cosmopolitarianism and a specific form of liberalism

called offensive or interventionist, usually associated with USA security policies. Particularly, this last

perspective has not received enough attention in Spanish IR literature. Therefore, the aim of this paper is

to review, to compare and to call into question both perspectives, considering that as a basis for analyze

international security-human rights relationship.

KEY WORDS: International Security, Cosmopolitarianism, Liberalism, Human Rights, International

Relations Debates.

Recibido: 26 de agosto de 2016

Aceptado: 3 de febrero de 2017

Page 131: Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No ... · Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No. 1 (2017) Editada por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional

128 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

INTRODUCCIÓN

Desde la posguerra fría en adelante la seguridad internacional ha entrado en un

profundo debate en las Relaciones Internacionales (RRII). En el presente siglo ha

logrado constituirse en un subcampo disciplinar propio, de acuerdo a Buzan y Hansen

(2009), especialmente luego de los cambios producidos en su definición a partir de los

atentados de 2001 y la denominada “guerra preventiva al terrorismo”1 de Estados

Unidos.

Las discusiones acerca de la seguridad internacional han sido planteadas contra el

mainstream racionalista, objetivista y materialista de los estudios en seguridad

prevalecientes en EE.UU. (Buzan y Hansen, 2009. Booth, 2007. Krause y Williams,

2002. Burchill [et. al.], 2005). O en todo caso, centrados en Occidente.

En este escenario, se modificaron las nociones clásicas acerca de la Defensa, la

seguridad nacional e internacional, superponiéndose entre sí, borrando las

especificidades de acción y objetivos de cada una. Se ampliaron los componentes

inherentes a la seguridad, pasando de elementos propios de los campos del desarrollo y

la protección de derechos a formar parte de una mirada “seguritizada”2 de la realidad.

Lo cierto es que se produjo una profundización y ampliación de los estudios sobre

seguridad, que Buzan y Hansen (2009) definen como “critical and

widenningperspectives” opuestos a los estudios estratégicos propio del realismo.

Orozco (2006), por su parte, define dos grandes enfoques: el primero, parte de una

visión restringida de la seguridad cuyo objeto referente es el Estado y su integridad, se

centra en cuestiones militares y económicas. El segundo enfoque, que denomina como

expansivo, incorpora otras problemáticas no tradicionales y sus objetos referentes varían

de la persona humana a los grupos sociales o comunidades hasta la comunidad

internacional.

Diego Cardona Cardona (2004) establece tres tipos de expansión en torno al

entendimiento sobre la seguridad: vertical, entre lo internacional-global pasando por lo

societal y humano; horizontal, en la ampliación de los temas que trascienden lo

estratégico-militar; del signo de la seguridad, no solo como negativa (frente a las

amenazas) sino en términos positivos como las acciones para lograr sustentabilidad de

las estructuras seguritarias.

Los enfoques desde la Seguridad Humana (SH) en adelante serán ampliatorios y

extensivos en las tres dimensiones tenidas en cuenta por Cardona (2004), porque el

objeto referente ya no será el Estado, ni como sujeto a proteger ni como sujeto principal

de amenaza externa. Diferentes referentes de seguridad, nuevas y amplias amenazas

transnacionales son las claves. En palabras de Abad Quintanal (2015): “Así, a la

1 No solo suponía acciones a nivel global para enfrentar el terrorismo de forma unilateral, esto es, sin

contar con la legitimidad del Consejo de Seguridad o la comunidad internacional, sino que además esas

acciones debían desarrollarse aún antes de que se presente fehacientemente la amenaza, de allí la

consideración de las mismas como preventivas. Algo que está expresamente prohibido por la Carta

constitutiva de Naciones Unidas. (Ver Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU 2002) 2 Este es un término que aparece en los estudios académicos sobre seguridad de la mano de Buzan y

Waever. “To securitized (meaning the issued is presented as an existential threat, requiring emergency

measures and justifying actions outside the normal bounds of political procedure)” (Buzan, Waever y

Wild, 1998: 24). Securitización o Seguritización es un neologismo empleado en los estudios de seguridad

para hablar de medidas de emergencia ante un asunto visualizado como amenaza existencial (Barrios,

2009: 326).

Page 132: Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No ... · Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No. 1 (2017) Editada por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional

Seguridad internacional y Derechos Humanos 129

preocupación por la supervivencia se sumaría en muchos casos otra serie de cuestiones

relativas a las condiciones de vida.”

Prevalecerán en los debates de seguridad del siglo XXI los enfoques alternativos y

especialmente los denominados críticos por la bibliografía (Buzan y Hansen, 2009.

Booth, 2007) que aquí identificamos como cosmopolitismo crítico. La otra vertiente de

estudios que tendrá fuerte presencia en el debate es el liberalismo ofensivo y se asocia a

las políticas seguritarias de la principal potencia global, Estados Unidos. La diferencia

entre ambos se centrará principalmente en su rechazo o apoyo a la “guerra contra el

terrorismo”, el rol del Estado hegemónico y las intervenciones militares en combate de

las “nuevas amenazas”, respectivamente.

El presente estudio se orienta a contraponer ambas propuestas, el cosmopolitismo

crítico y el liberalismo ofensivo, señalando similitudes y diferencias. Especialmente se

tiene en cuenta la centralidad que ambas perspectivas otorgan a los derechos humanos

para pensar la seguridad internacional pero con claras divergencias a la hora de definir

cómo debería administrarse la gobernanza para la seguridad global.

Nos proponemos problematizar la relación seguridad internacional-derechos humanos

a partir de estos enfoques, poniendo en cuestión algunas de sus afirmaciones. Para ello

se ordenan metodológicamente los abordajes considerando las siguientes variables de

caracterización de la seguridad internacional: objeto referente; amenazas o peligros;

fundamentos y valor del objeto a proteger; medios específicos de acción; responsables

de la seguridad.

Se estructura el artículo en dos títulos. En el primero, se tratan los dos principales

campos rivales del debate en seguridad internacional. El segundo cuenta con dos

subtítulos: en primer lugar, se describe y analiza el cosmopolitismo crítico; el siguiente

subtítulo se ocupa del liberalismo ofensivo. Por último, se presentan reflexiones finales.

VERTIENTES AMPLIADAS/EXPANSIVAS DE LA SEGURIDAD INTERNACIONAL

Tradicionalmente, desde la paz de Westfalia en 1648, las relaciones internacionales

estuvieron signadas por el rol del Estado-nación como actor único en el plano

internacional, bajo los principios de soberanía territorial y la igualdad de derechos de los

Estados. En términos de defensa cada Estado tendrá la facultad de autodefensa y la

capacidad de utilizar los medios que crea necesarios para defender sus intereses

nacionales (represalias o guerra). Se relaciona con los postulados de la teoría realista y

supone ante todo la seguridad nacional, la defensa de la integridad territorial e

institucional del Estado en un sistema anárquico. Tanto la amenaza como la seguridad

son medidas objetivamente, en términos materiales.

Para precisar los diferentes modelos, que van a poner en cuestión esta mirada

tradicional, es necesario tener en cuenta algunas especificidades teóricas en torno a los

debates y propuestas. Las vertientes liberales concentradas en los Estudios para la Paz

durante el siglo XX, van a sufrir un quiebre. Los autores interdependentistas (Keohane y

Nye) de la década del setenta que proponían superar la visión realista entrarán en una

profunda discusión con los realistas. Este Tercer debate sufrirá una reconversión de sus

principales contendientes que terminarán por aunarse como el mainstream racionalista.

Los neorrealistas (Waltz, Walt) y los neoliberales o institucionalistas liberales

compartirán el mismo encuadre epistemológico y una base común para definir el

sistema internacional, pero enfatizarán soluciones diferentes.

Page 133: Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No ... · Revista de Estudios en Seguridad Internacional Vol. 3, No. 1 (2017) Editada por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional

130 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

Para la cuestión de la seguridad internacional entonces, mientras que el neorrealismo

mantendrá los parámetros tradicionales sobre seguridad nacional y estudios estratégicos,

los neoliberales harán hincapié en la cooperación y los regímenes internacionales pero

ambos mantendrán la centralidad del Estado como objeto referente, con sus matices.

Estas teorías y enfoques constituirán uno de los soportes del Cuarto debate, el otro será

definido como “reflectivistas” incluyendo un conjunto amplio de miradas y corrientes

de abordaje teórico.

Por otra parte, en la fragmentación que sufrirá el liberalismo, aparecerán enfoques

cosmopolitas sustentados en la propuesta de derecho cosmopolita kantiano. Estas

corrientes harán un corrimiento del objeto de seguridad desde el Estado hacia el

individuo o hacia la comunidad global. Su pensamiento busca retomar/ampliar el

idealismo clásico en RRII y tiene fuertes componentes normativos. Dentro de éstos

surgirán propuestas que se definen como wilsonianismo3 de línea dura (Booth, 2007) o

liberalismo ofensivo (Gilmore, 2014).

Se complejiza la caracterización teórica al tener en cuenta otros enfoques plegados a

concepciones cosmopolitas de la seguridad que se autodefinen como críticos. Aquí las

vertientes teóricas se abren, sus bases serán Kant pero también Marx, la Escuela de

Frankfurt, el estructuralismo francés, el postestructuralismo, el feminismo. Comparten

con los liberales la importancia de un nuevo objeto referente de la seguridad, la persona

humana o la humanidad en su conjunto. Lo definiremos como cosmopolitismo crítico.

El cosmopolitismo, en general, da una importancia central a los derechos humanos, y

en especial en relación a la seguridad, pero esta segunda vertiente tendrá como fin

último el logro de la emancipación con un sustento en la solidaridad.4

Un punto intermedio entre las posturas racionalistas y “reflectivistas” (todos los demás

mencionados) lo constituye el constructivismo con sus matices.5 Lo importante de su

aporte es que el objeto de la seguridad debería estar centrado en las colectividades y

grupos ya que las identidades de los mismos transmiten una forma de vinculación

internacional específica mediante el Estado.

A diferencia de Buzan (2009) entendemos aquí que los estudios críticos o alternativos

constituyen la mirada prevalente en seguridad a nivel global, se define la misma -en

tanto consenso generalizado entre los especialistas, las organizaciones internacionales y

gobiernos- por las siguientes características:

1. La condición interméstica de la seguridad: la tradicional división entre

seguridad pública y defensa ha sido debilitada reconociendo el carácter transnacional de

las amenazas, ya no focalizadas en la agresión externa de otro Estado. Existe, por tanto,

una superposición de cuestiones de seguridad y defensa que diluye las diferencias y las

medidas a tomar en cada caso.

3 Woodrow Wilson fue presidente norteamericano (1913-1921), un Idealista/liberal para sus relaciones

externas, promovió la creación de Sociedad de Naciones y la Seguridad Colectiva. Es uno de los

referentes centrales de este enfoque. 4 Para algunos autores los debates propuestos por el cosmopolitismo frente al mainstream racionalista

serían constitutivos de un Quinto Debate en Relaciones Internacionales (Kavalsky, 2009. Pérez Lárez,

2011). 5 Se considera que el constructivismo no constituye una corriente opuesta al mainstream racionalista sino

más bien un puente, un punto intermedio entre éstos y los enfoques “reflectivistas”. Autores como Buzan

y Hansen (2009) diferencian dentro del constructivismo dos vertientes una tradicional y una crítica. Las

divisiones entre constructivistas implicaron una serie de clasificaciones posibles (ver Adler, 1997).

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 131

2. La multidimensionalidad:ya no incluye con exclusividad cuestiones

estratégico-militares y territoriales sino que incorpora lo ambiental, lo económico, lo

social, lo institucional, la salud como factores esenciales.

3. Las nuevas amenazas como foco de atención para la seguridad

internacional:éstas son no tradicionales, transnacionales y asimétricas dado que hacen

uso de la violencia pero con modos diferentes a los estatales o son vectores/causa de

ella. Entre las mismas se identifican: el terrorismo, el crimen organizado y el

narcotráfico, riesgos ambientales, proliferación de armas de destrucción masiva, las

migraciones, la exclusión social, entre otros. Estas amenazas mantienen entre sí una

relación de interdependencia, están entrelazadas (Cardinale, 2013).

Será la propuesta del PNUD6 en su informe de 1994 acerca de la Seguridad Humana

(SH) la que abra las posibilidades de ampliación de la conceptualización y la práctica de

la misma incorporando el nexo con los derechos humanos. Brevemente, esta iniciativa

será definida comprendiendo que es una preocupación por la vida y la dignidad humana,

no por las armas, toma en cuenta las denominadas nuevas amenazas globales cuyo

carácter no estatal y transnacional cambia la visión tradicional acerca de las mismas.

La SH debe concentrarse en cuatro características: Es universal: atañe a la gente de

todo el mundo, tanto en países ricos como en países pobres. Hay amenazas comunes

como el desempleo, los estupefacientes, el delito, la contaminación y las violaciones de

los derechos humanos. Es interdependiente: cuando la seguridad de una población está

amenazada en cualquier parte del mundo, esto afectará al resto por la misma

interdependencia de un mundo global. La forma de operar sobre la seguridad humana es

la prevención de las amenazas: es mucho más fácil que actuar una vez que ya se

presentó el fenómeno de riesgo (el hambre, la enfermedad, la contaminación, el tráfico

de estupefacientes, el terrorismo o la desintegración social). La seguridad humana está

centrada en las personas: trasciende a los Estados como implicados exclusivos (PNUD-

IDH, 1994: 25-26).

Por otra parte, la SH tiene varios componentes, lo que implica el reconocimiento de la

multidimensionalidad en su abordaje. Hay que tener en cuenta las siguientes

dimensiones: económica, medioambiental, sanitaria, política, comunitaria, personal,

alimentaria.

Dos libertades definen la SH: libertad frente al miedo y libertad frente a la necesidad.

Por ello apuesta por la prevención, la protección de las personas, la cooperación

multilateral y la creación de instituciones internacionales que den respuestas no

violentas a problemas diversos y complejos. Especialmente porque considera que la

soberanía está debilitada frente a las nuevas amenazas.

Lo cierto es que a partir de la SH se consolidarán las tendencias ampliatorias de la

seguridad, las nuevas amenazas a considerar y la interdependencia entre la seguridad

mundial y los derechos humanos. Esta categoría será retomada, cada vez con mayor

peso, no solo por académicos sino también por instancias gubernamentales para

fundamentar nuevos abordajes en seguridad.

No pueden analizarse debidamente el cosmopolitismo crítico o el liberalismo ofensivo

sin considerar primeramente las propuestas de la SH, cuya comprensión de la

complejidad internacional y los peligros o riesgos asociados a ella son claves. A partir

de aquí nos centraremos en las propuestas específicas que aborda este artículo.

6 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

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132 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

SEGURIDAD MULTIDIMENSIONAL Y AMPLIADA: DOS OPCIONES DIVERGENTES,

COSMOPOLITISMO Y LIBERALISMO OFENSIVO

Siguiendo a Buzan y Hansen (2009: 188) se puede considerar que Postguerra fría,

aquellos enfoques expansivos de la seguridad, a pesar de sus diferencias internas,

buscaron una profundización en el objeto referente que fuera más allá del Estado,

extendiendo el concepto para incluir otros sectores además del militar, dando el mismo

énfasis a las amenazas domésticas y transfronterizas y permitiendo transformar la lógica

conflictiva de la seguridad propia del realismo.

Los estudios críticos de seguridad comparten con la SH la idea de centrar en la

persona cualquier referente posible para la misma y la búsqueda de un orden mundial

más pacífico y más justo (Buzan y Hansen, 2009).

El cosmopolitismo crítico y el liberalismo ofensivo mantienen la aceptación

compartida de una necesaria ampliación de los entendimientos sobre la seguridad y

existen coincidencias que aparecen en las dos propuestas teóricas, por ejemplo en

relación a las amenazas a considerar, sin embargo, la divergencia medular se centra en

el rol del Estado hegemónico: mientras que el cosmopolitismo apunta a una

multilateralización de la seguridad y una mayor participación de actores no

gubernamentales, el liberalismo ofensivo comprende que solo un Estado poderoso es

capaz de garantizar el derecho internacional y los principios universales.

La propuesta cosmopolita de Booth y la seguridad mundial

De acuerdo a Gilmore (2014) el cosmopolitismo crítico que aparece como dialógico

para Linklater, realista en Beck y pragmático en Booth, pretende una reconciliación

entre lo universal y lo particular proponiendo diálogos transculturales. El

cosmopolitismo se encuentra así asociado a prácticas y procesos que abrazan diferentes

tipos de modernidad, se sustenta en un ethos empático que se logra mediante

experiencias de interacción culturales.

Para el cosmopolitismo crítico, en específico para la seguridad internacional

tomaremos a Booth (2007). De acuerdo al autor, las confrontaciones interpretativas

entre el mainstream y las posturas críticas creció luego del 2001 y la “guerra preventiva

al terrorismo” de EE.UU.

Definirá a estas posturas críticas de manera amplia y entenderá que están en tensión y

no son homogéneas. Dicha tensión se da entre elneomarxismo, la Escuela de Frankfurt y

el posestructuralismo en RRII. Lo que los une a todos, además de una sensibilidad

postmarxista, es la democracia. Otro elemento central de influencia es, para el autor

inglés, Kant. De hecho, la posibilidad de unas relaciones internacionales sustentadas en

principios cosmopolitas deviene de las propuestas de este pensador.

Desde la perspectiva de Booth (2007), los estudios críticos proponen un enfoque del

mundo sustentado en las ideas inacabadas de la Ilustración, los puntos centrales que

marcan su opción filosófica serían: privilegio de la razón (y de sujetos auto-

constituidos); los principios de libertad, reciprocidad, tolerancia; universalismo,

secularismo, reflexión crítica y disenso; una política que privilegia la equidad, la

democracia, la emancipación, la transparencia, el republicanismo, la justicia social, la

ley y las libertades civiles.

Serán precisamente estos elementos que toma el cosmopolitismo crítico como valores

esenciales el foco de las críticas postcoloniales y estructuralistas. Justamente, el bagaje

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 133

filosófico de la Ilustración sirvió de sustento ideológico para muchas de las acciones

coloniales occidentales en el resto del mundo,al considerar las mismas como una acción

positiva que permitía llevar el “progreso”.

Con esta base de la Ilustración, los estudios críticos introdujeron siete ejes de análisis:

1. Comunidad (inclusión y exclusión, ciudadanía cosmopolita); 2. Ética (comunidades

dialógicas); 3. Democracia (global); 4. Globalización; 5. Fuerza (a partir de las

intervenciones humanitarias suscitaron el debate para su definición como solidaridad

entre la sociedad de Estados o como imperialismo liberal); 6. Economía (hay que

terminar con la falsa separación entre política y economía y economía y ética); 7.

Medio Ambiente (como asunto global común). (Booth, 2007: 56)

Booth (2007) define su enfoque crítico global como: universalista; inclusivo, abraza a

todas las culturas e ideas; normativo, las ideas políticas dependen de un racionamiento

ético a través del diálogo; equitativo; emancipatorio, porque su objetivo último es

promover la libertad; progresista, pretende unir teoría y práctica; crítico, se para por

fuera del statu quo buscando identificar la opresión y luego desarrollar las herramientas

para el cambio.

Lo paradójico es que este conjunto de ideas se presentan como universales y comunes

a la humanidad cuando las interpretaciones situadas acerca de la libertad, la democracia,

la comunidad y la propia globalización son diversas entrando muchas veces en

contradicción entre sí. En ese sentido, se comprende aquí que desde el cosmopolitismo

crítico es posible una cooperación dialógica siempre y cuando se acepten condiciones

sine qua non predeterminadas por el pensamiento occidental de la Ilustración, no

siempre se habilita a poner en cuestión determinados parámetros propios por parte de

las otras culturas e ideas en ese diálogo.7

¿Cómo se traducen estos elementos considerados en relación a la seguridad desde una

perspectiva crítica?

En relación a la guerra al terrorismo Booth afirma críticamente:

El número de muertes de la Guerra contra el Terror (o cualquiera sea la etiqueta

elegida para la lucha contra el terrorismo internacional orquestada por el Estado más

poderoso del planeta) han aumentado inexorablemente desde el 9/11, con un creciente

número de víctimas por las acciones terroristas […] y un número desconocido de

asesinatos como resultado de las campañas sucias que la respuesta antiterrorista ha

legitimado (Booth, 2007: 15. Traducido propio).

En primer lugar, dirá el autor es necesario abandonar los marcos de referencia

tradicionales de los estudios en seguridad derivados de la combinación entre: foco

anglo-estadounidense; estadocéntrico, militarizado, masculinizado, ‘top-down’,

metodológicamente positivista y filosóficamente realista […]” (Booth, 2007: 28.

Traducido propio).

Todas las miradas ampliatorias y expansivas de la seguridad se oponen al realismo, es

contra el mainstream racionalista y más profundamente contra la centralidad del Estado

y lo estratégico militar como enmarcan sus enfoques. De hecho, algunos autores como

Tulchin (2006) y Booth(2007) definirán la guerra al terrorismo como exacerbación de

principios realistas, lo cual es cuestionado aquí dado que la mayoría de los autores

7 Marquina Barrio y Selim (2003) en un texto sobre los acuerdos de seguridad en el Mediterráneo, señalan

en detalle estas diferentes percepciones entre el Norte y el Sur o entre Estados centrales y periféricos,

poniendo en evidencia la imposibilidad de llegar a entendimientos base sobre los principales riesgos. Un

punto controversial determinante es la percepción del Norte acerca de los Estados fallidos o canallas.

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134 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

realistas se opusieron a la política exterior de Bush por sus tendencias a la supremacía y

sus opciones valorativas entre bien y mal.8

Booth (2007: 100) interpreta que hay elementos esenciales a la seguridad que no están

en tensión y frente a los cuales todo el mundo coincide: “The standard dictionary

definition states that security ‘means the absence of threats”. Esto a su vez conlleva

implícito lo siguiente: la existencia de un objeto referente (algo o alguien está siendo

amenazado), peligros efectivos o inminentes y el deseo de escapar de las posibilidades

de daño.

No es, entonces, la definición o aceptación básica de lo que constituye la seguridad lo

cuestionado o problemático sino las decisiones y formas que efectivamente se

seleccionan para accionar en la política mundial. El autor inglés entenderá la

inseguridad como una vida vivida con miedo, esto abarca amenazas directas

relacionadas con la violencia y también amenazas indirectas. Estas últimas se relacionan

con las condiciones de vida, son amenazas que provienen de opresiones estructurales

como la pobreza; lo importante es que mientras más riesgo produzcan estas situaciones

estructurales más condicionada/determinada será la vida de las personas.

En ese marco, es necesario distinguir entre seguridad y supervivencia para diferenciar

el pensamiento crítico del realista. Frente a la violencia armada, la supervivencia se

convierte en prioritaria porque se está amenazando la posibilidad de existencia misma

(de un Estado, un individuo, un grupo). Pero la seguridad va más allá de esto, se asocia

a una vida tolerablemente buena, a la condición donde pueden perseguirse sin peligro ni

riesgo los deseos y ambiciones políticos, sociales o de cualquier otra índole. “In this

sense security is equivalent to survival-plus (the plus being some freedom from life-

determining threats, and therefore space to make choices)” (Booth, 2007: 102).

La seguridad entonces refiere a vivir con autodeterminación, sin condicionantes sobre

las posibilidades de elección. La seguridad se logra con emancipación de acuerdo a

Booth (2007): “Security allowschoice”. Los poderosos (individuos, regímenes o

Estados) manipulan la inseguridad para poder mantener a los débiles tal como están.

“La supervivencia es estar vivo, la seguridad es vivir” (Booth, 2007).

No habrá emancipación mientras existan formas de opresión, es decir, cuando la gente

se encuentre privada de alimentos, conocimiento o libertad. Según Booth (2007: 114) la

seguridad mundial será possible cuando:

[…] emancipatory politics made progress in eradicating structural and contingent

oppressions. Through this process, people would explore what humanity might become,

in terms of peaceful and positive relations, increasingly free of life-determining

insecurity: the self-realization of people(s) would evolve not against others, but with

them.

Coincidimos ampliamente con esta definición de una vida buena posible y sustentada

en la autodeterminación, también en la necesidad de diferenciar seguridad y

supervivencia. La autodeterminación es fundamental para analizar la problemática en

regiones periféricas, también lo es la justicia social y la eliminación de condicionantes

8 En octubre de 2003, los principales teóricos referentes del realismo (clásico y neo) así como un conjunto

de instituciones académicas, presentaron un documento en rechazo de políticas imperialistas y la

intervención en Irak. El documento denominado “ThePerils of Empire” ha sido firmado por reconocidos

internacionalistas como Waltz, Jervis, Mearsheimer, Van Evera, Walt. Esto ha dado lugar a una coalición

cuyo sitio oficial puede consultarse en: http://www.realisticforeignpolicy.org Para ver las diferencias

entre éstos y el realismo ofensivo ver Saso Muñoz (2009).

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 135

estructurales que determinan opresiones socio-económicas. Sin embargo, nos alejamos

de algunos supuestos filosóficos planteados por la Ilustración porque remiten

peligrosamente a definiciones de las potencias occidentales que históricamente han

condicionado/limitado, paradójicamente, la autonomía de los pueblos del Sur.

El tercer elemento involucrado en el logro de la seguridad mundial es la idea de

comunidad, el autor afirma que no es con la lógica de lo internacional en tanto

relaciones entre entidades políticas separadas por fronteras y con diversos intereses

como se logrará. De allí la necesidad de pensar en términos mundiales, de toda la

humanidad como un nosotros, debemos abordar la seguridad desde la búsqueda de un

“nosotros-global.”

La propuesta de comunidad, tal como es analizada por el cosmopolitismo, a nivel

global significa concepciones no orgánicas y translocales también para la seguridad

mundial (Booth, 2007: 137). Las comunidades de valor comparten estándares y

principios donde además se pretende alcanzar un sentido compartido de “vida buena.”

Es un tipo de comunidad sustentada en ideas y una ética compartida cuyo objetivo es la

solidaridad alrededor de un ideal, no se asocia con espacios geográficos.

It looks to the building of world security on a platform of growing world community,

organized through a pattern of global governance made up of a network of

emancipatory communities, including cosmopolitan states. All these institutional nodal

points will be bound by commitments to promoting equality, humanizing power, and

embedding human rights without presuming particular collective institutional forms;

nonetheless, all will seek to fulfill ‘democratic, political promise’ (Booth, 2007: 148).

En ese marco, la seguridad mundial debe ser definida como recíproca rompiendo con

los estándares nacionalistas y estadocéntricos de la ortodoxia en los estudios de

seguridad. Esta “visión ortodoxa” ha promovido la idea de la seguridad definida

contraotros mientras que la propuesta crítica de Booth busca definir la seguridad

mundial como un valor instrumental, promoviendo un entendimiento sobre la misma

recíprocamente como parte de la creación de una humanidad más inclusiva.

Para este análisis interesa especialmente la noción de reciprocidad para pensar la

temática, ya que solo cuando puede ser alcanzada en términos iguales y equitativos para

todos los miembros (sean individuos, grupos sociales o Estados) la seguridad puede

volverse un hecho. Sin embargo, no se considera viable la creación de un “nosotros

global” porque en el marco internacional la característica histórica, y aún actual, es la

desigualdad y la jerarquía. Antes de pensar en “la humanidad” los pueblos de la

periferia deberían lograr el respeto de su autonomía, autodeterminación -política,

económica y cultural- para recién luego proyectar posibilidades cosmopolitas. La

construcción de una unidad global requiere primero la existencia de equidad, una

modificación profunda del sistema; recién así podrían potenciarse los ámbitos de

integración dialógica y de gobernanza común.

Volviendo a la seguridad mundial se afirma que es una propuesta expansiva cuyo

objeto referente es el individuo y la humanidad, la seguridad de unos promueve y

garantiza la de todos.

Entre las amenazas que Booth (2007) menciona se subdividen en términos

estratégicos: la potencial nueva guerra fría entre EEUU y China, la proliferación de

armas nucleares, la dispersión de nuevos grupos terroristas hacia nuevos territorios y

comunidades, la proliferación de Estados fallidos que derive en conflictos étnicos,

genocidios y migraciones masivas, entre otros. En relación a las amenazas que presenta

la globalización: la erosión de culturas y economías, la propagación de pandemias, el

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136 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

crecimiento de la radicalización y el terrorismo, abusos a los DDHH, contaminación

ambiental y colapsos económicos en interacción con conflictos étnicos u otras

inseguridades.

Frente a las últimas, es necesario cambiar los parámetros en que está siendo dirigida la

globalización promoviendo el comercio justo, la cancelación de deudas externas, la

erradicación de la pobreza y la equidad, el respeto mutuo entre diversas culturas y

grupos y el reconocimiento mutuo. La necesidad de cambiar la relación entre el ser

humano y la naturaleza es fundamental. Por todo ello, es imperativo crear redes de

gobernanza global distintas a las planteadas por los más poderosos. Coincidimos con

estas proposiciones de Booth, pero se pone en duda la posibilidad real de que los actores

“poderosos” acepten parámetros de gobernanza global diferentes a los promovidos hasta

ahora dado que con ello podrían verse perjudicados sus intereses.

En relación a la variable herramientas para la seguridad, para el autor de la escuela de

Aberysthwyth, el primer objetivo se refiere a la violencia política. No hay que pretender

la eliminación del uso de la fuerza, dado que en situaciones de legítima defensa es

necesaria, pero se debe lograr la mayor marginalización y deslegitimación posible de la

violencia como instrumento de política exterior.

La guerra preventiva solo enfatizó el uso de la violencia y además, lo hizo en forma

ilegal, innecesaria y no inteligentemente (Booth, 2007: 431). Por ello, la construcción

de confianza es fundamental para la seguridad mundial.

Con respecto a los Estados poderosos, en especial EE.UU; el autor dirá que es preciso

respetar la democracia y la ley internacional, terminar con el excepcionalismo y el doble

estándar, aun cuando eso implique no obtener lo que se desea. Otro componente central

es el respeto por los derechos humanos, la guerra no puede habilitar abusos que

soslayen la condición de humanidad de los prisioneros, los enemigos o las poblaciones

civiles en nombre de “daños colaterales” del conflicto (Booth, 2007: 437).

Por último, y esto es un elemento de diferencia fundamental con el liberalismo

ofensivo, Booth alegará la necesidad de un cambio en la globalización. Es necesario

“humanizarla” para poder pensar en términos de equidad económica, cultural y social;

por lo tanto, entiende que la lógica neoliberal que subyace detrás de la misma ha

generado grandes desigualdades, concentración de la riqueza y pobreza. La cuestión de

la justicia social aparece como un componente esencial de un “nosotros-global” que

garantice la seguridad mundial.

El liberalismo ofensivo o wilsonianismo de línea dura

Kant es la fuente filosófica primaria tanto para el cosmopolitismo crítico como para el

liberalismo internacionalista clásico o idealismo en Relaciones Internacionales,

revitalizado en los debates contemporáneos a través de la seguridad humana y aportes

cosmopolitas. Algunos puntos del pensamiento kantiano serán también retomados por

un liberalismo más intervencionista y militarista.

Autores como Booth (2007); Gilmore (2014); Miller (2010); Pacheco (2011); Barkawi

(2010); Chandler (2008); Saso Muñoz (2009) reconocen un internacionalismo ofensivo

con base en el pensamiento liberal.

Siguiendo a Danilo Zolo (2007) la discusión principal en RRII se mueve entre dos

perspectivas del mundo: una particularista que prioriza los Estados como sujetos de

derecho y responsabilidad internacional tomando como eje el respeto a la soberanía y la

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 137

no intervención; una universalista que, comprendemos aquí, está detrás -y como

trasfondo- de todas las posturas ampliatorias de la seguridad desde la seguridad

humanaa la seguridad mundial o global (defendida tanto por el cosmopolitismo como

por el liberalismo ofensivo). Estas últimas, según Zolo, alientan un régimen humanitario

global regido por un “derecho cosmopolita” donde los sujetos serían los individuos y ya

no los Estados, o no solamente los Estados; habilitando en nombre de ese derecho una

serie de intervenciones en defensa de la humanidad o los derechos humanos.

Para el liberalismo ofensivo, a diferencia del resto de los enfoques, solo un Estado con

primacía puede sostener ese derecho internacional común bajo el rol de decisor

supremo, primando entonces un sostenimiento de la jerarquización de las relaciones

internacionales.

Por su parte, el cosmopolitismo en sus dos vertientes defiende el principio reciente de

“responsabilidad de proteger”9 (ver Ikenberry, 2006. Bellamy, 2009) o alguna forma de

intervención humanitaria, de igual manera lo hará el liberalismo ofensivo pero con un

componente distintivo frente a los anteriores: la necesidad de defender la democracia y

los derechos humanos puede conllevar la urgencia de la acción y, por lo tanto, puede

hacerse unilateralmente sin esperar legitimidad de las instituciones internacionales.

Miller (2010) dirá que el liberalismo en RRII, en general, coincide en sus objetivos

universales para el orden mundial, sin embargo, el autor distingue entre dos vertientes

de esta corriente: ofensivo y defensivo.

Es central la tesis de la paz democrática10

, de allí se deriva una cuestión fundamental

para el liberalismo ofensivo que es la búsqueda de la difusión internacional de

democracias liberales por todos los medios, aún mediante el uso de la fuerza. Se debe,

de acuerdo al liberalismo ofensivo, imponer la democracia.

El justificativo se encuentra en el liberalismo que, en general, considera que las

intenciones de los Estados son la clave, el carácter doméstico del Estado y su ideología

dominante dará forma al comportamiento del actor en la arena internacional. Por ello,

como las democracias liberales no libran guerras entre sí, la paz y la seguridad

internacional se alcanzarán a medida que las mismas se esparzan a nivel global (Miller,

2010: 570). El otro eje central, tal como lo planteó Kant con respecto al comercio, es el

libre mercado que al generar interdependencia entre las economías nacionales hace más

difícil la intención de ir a la guerra dados los beneficios materiales del intercambio,

desincentivando cualquier agresión militar, punto claramente cuestionado por el

cosmopolitismo crítico tal como se desarrolló. El liberalismo asume también que tiene

aplicabilidad universal trascendiendo cualquier división nacional o cultural.

En concreto el liberalismo ofensivo:

9 Se define como obligación principal inherente a la soberanía del Estado, si este no estuviera en

condiciones, no pudiera o no quisiera otorgar protección a sus ciudadanos, el principio de no intervención

cede ante la responsabilidad de la comunidad internacional de proteger. “La soberanía ya no significa

únicamente protección de los Estados frente a injerencias extranjeras, sino que constituye una carga de

responsabilidad que obliga a los Estados a responder del bienestar de su población” (Sitio Naciones

Unidas/preventivegenocide). 10

Considera quelos Estados liberales son pacíficos entre sí y belicosos frente a quienes no lo son (Peñas,

1997: 121). De allí la hipótesis que la extensión de democracias en el mundo terminará haciendo del

mismo un lugar pacífico y, por tanto, defiende diversas formas de intervención ante crisis humanitarias o

violaciones masivas a los derechos civiles y políticos.

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138 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

[…] doubt the effectiveness of international institutions in the absence of strong US

hegemonic leadership. Powerful constraints on the hegemon make international

institutions and collective action unproductive. Due to the problematic effectiveness of

multilateralism, the hegemon must, on occasions, also take unilateral actions. In their

eyes, US leadership is the key to decisive and effective international actions for

providing common goods such as peace and security, among others – through unilateral

means if necessary (Miller, 2010: 572).

Para Miller, dos son las fuentes teóricas principales del liberalismo ofensivo (también

liberalismo intervencionista) Paine y Wilson. Más que Kant, será Thomas Paine y su

propuesta de “liberalismo revolucionario” cuyo objetivo es la imposición de la

democracia y la paz global mediante el uso de la fuerza, quien ha promovido las bases

para el pensamiento bajo análisis. Wilson ha representado las dos vertientes de

liberalismo (defensivo y ofensivo) y de acuerdo al autor ha sembrado tanto un

internacionalismo liberal como un liberalismo intervencionista; para estas últimas

acciones se pueden tomar las intervenciones en América Central y el Caribe como

ejemplos esclarecedores (Miller, 2010: 574).

De acuerdo a Booth (2007) el wilsonianismo puede ser entendido como una tradición

que se identifica con la idea de aplicabilidad universal de los valores de EE.UU. sobre

todo, democracia y estado de derecho; esto incluye el promover los mismos de manera

mayor o menormente pacífica. El wilsonianismo no es un pensamiento esencialmente

orientado a la democracia o el internacionalismo sino al

excepcionalismonorteamericano. La versión imperialista (o de línea dura) del

wilsonianismo es entendida como una mixtura compleja entre “ambición ideológica y

maximización del poder” (Booth, 2007: 291).

En cuanto a los medios específicos de acción: “[…] el liberalismo ofensivo también

cree que afectar las intenciones básicas y el régimen interno del adversario, en dirección

a una liberalización, constituye la manera más efectiva y la solución fundamental para el

problema de la seguridad y la paz” (Miller, 2010: 577. Traducido propio). Esto requiere

-y se sustenta en- el uso del poder duro o militar. Implica acciones a desarrollarse,

generalmente, en países más débiles que incluya un cambio de régimen político y

también económico, garantizando el libre mercado.

Frente a otras potencias aceptan el principio realista del balance de poder mientras que

para los Estados periféricos es posible utilizar una serie de mecanismos de presión para

imponer el libre mercado e inducir cambios de gobierno (Miller, 2010).

Los representantes más acabados de esta modalidad de liberalismo son los suscriptores

de la carta de apoyo a la guerra preventiva contra el terrorismo entre ellos destacan

Walzer, Huntington y Fukuyama11

(ver sitio American Values). Remarcamos la

definición de los valores norteamericanos en su declaración: existen verdades morales

universales que los “Padres Fundadores” han denominado derechos naturales; libertad

de conciencia y libertad de religión como base de la dignidad humana y precondición

necesaria para cualquier otra libertad. Más aún, asocian explícitamente los “valores

americanos” como universales (A letterfromAmerica, 2002, Institutefor American

Values).

En relación a la guerra al terrorismo y la política exterior de EE.UU. específicamente,

el liberalismo ofensivo va a defender la hegemonía norteamericana y justificar la

necesidad de la misma: “Cabe esperar apoyo sustancial a la hegemonía de EEUU. tanto

por parte de otras democracias como de las personas amantes de la libertad que habitan

11

La carta es firmada por 59 reconocidos académicos y pensadores.

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 139

en no-democracias, esperanzados en la ayuda de EE.UU -incluyendo las medidas

coercitivas- para que libere sus países de las tiranías.” (Miller, 2010: 578. Traducido

propio). Aún más, afirman el excepcionalismo norteamericano dado que entienden que

EE.UU. no necesita legitimar sus acciones en organizaciones multilaterales como

Naciones Unidas especialmente frente a Estados no-democráticos.

Cuando los autores de la “carta desde América” se preguntan si la guerra es justa

aceptan que en el caso específico de EE.UU. frente al terrorismo lo es, porque están

luchando contra “el mal”:

[…] moral reflection also teach us that there are times when the first and most

important reply to evil is to stop it. There are times when waging war is not only

morally permitted, but morally necessary, as a response to calamitous acts of violence,

hatred, and injustice. Thisisone of those times (LetterformAmerica, 2002: 6).

De hecho, Walzer ha recuperado en la discusión sobre la guerra la cuestión de lo justo

o injusto de la misma propia del cristianismo medieval. Frente a la crítica que estos

pensadores hacen de la utilización de Dios y la fe por parte de los terroristas de origen

presuntamente islámico para justificar la violencia, paradójicamente, utilizan un

argumento cristiano pre-moderno para fundamentar sus propias guerras. Clarificador es

que la carta cita a San Agustín para justificar el análisis en términos de “guerra justa”.

La carta finaliza diciendo: “Los asesinos organizados con alcance global ahora nos

amenazan a todos nosotros. En nombre de la moralidad humana universal, y

completamente conscientes de las restricciones y requerimientos de la guerra justa,

respaldamos la decisión de nuestro gobierno y nuestra sociedad de utilizar la fuerza

contra ellos” (LetterfromAmerica. 2002: 9. Traducido propio).

De acuerdo a Pacheco, siguiendo a Cooper (2011) y Väisse (2011), el pensamiento

neoconservador norteamericano que está detrás de la Gran Estrategia estadounidense

(como se llamó a la Estrategia de Seguridad Nacional propuesta en 2002) puede

entenderse como “wilsonianismo con botas”, empezará a consolidarse en los noventa,

promoviendo la consecución de la hegemonía global norteamericana mediante una

indiscutida preponderancia militar envuelta en una conveniente retórica sobre la defensa

de la democracia y los DDHH (Pacheco, 2011: 112).

La retórica de los valores y los derechos implica una vuelta de la ética a las

consideraciones de política internacional y las necesarias tareas para la seguridad

internacional, que se ha instalado en todo análisis de seguridad. En este sentido, el

liberalismo ofensivo comparte posturas con todas las formas del cosmopolitismo.

Con respecto a las amenazas, no habrá grandes divergencias pero el mayor énfasis

para el liberalismo ofensivo estará en el terrorismo, los Estados canallas/peligrosos y

sus “tiranos,” el crecimiento del poder de China, la proliferación de armas de

destrucción masiva y los Estados fallidos, más cercano en el tiempo ingresarán los

ciberataques.

Lo cierto es que el liberalismo ofensivo (y su defensa de la guerra al terrorismo) puso

en una situación complicada al cosmopolitismo crítico toda vez que los defensores del

mismo terminaron por compartir, en el plano discursivo, las mismas ideas:

emancipación, promoción de la democracia y los DDHH (Gilmore, 2014: 694).

Por otra parte también comenzaron a compartir, desde una interpretación particular en

este artículo, una misma retórica sobre la seguridad global, la importancia fundamental

del individuo/la humanidad como objeto referente y la multidimensionalidad de su

composición. El cosmopolitismo, la SH y la recuperación del idealismo contemporáneo

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140 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

terminaron siendo funcionales a la retórica utilizada para justificar las intervenciones en

Irak, Afganistán y Libia:

Cosmopolitanism, offensive liberalism and the War on Terror project are not a ‘joint

enterprise’. However, emancipation, transborder moral solidarity and the protection of

human rights, all significant concerns for cosmopolitans, have been invoked repeatedly

as justification for high-impact military interventions and programmes of therapeutic

governance […] (Gilmore, 2014: 695).

No constituyen una perspectiva única o común, por el contrario, el cosmopolitismo

crítico se presenta a sí mismo en oposición tanto del realismo como del liberalismo

ofensivo, sin embargo, a decir de Gilmore(2014) y en coincidencia con él, entendemos

que los pensadores cosmopolitas deben comprender que esta coincidencia de objetivos y

amenazas de seguridad entre ambos perjudica sus aportes propios que pretenden ser

críticos y emancipadores.

Por otra parte, los neoconservadores y el liberalismo ofensivo comparten una visión

binaria de la realidad internacional dividida entre aquellos que defienden los valores

democráticos o principios liberales y el “autoritarismo” que se despliega en varios

territorios del mundo. Existe una claridad moral sobre determinados valores universales

que permite una división del mundo entre quienes aceptan y aportan a los mismos y un

Otro amenazante que se opone a dichos principios liberales “universales” y, por lo

tanto, se constituye en peligro. La complejidad y la incertidumbre se reducen a

dicotomías simplificadas entre el bien y el mal (Gilmore, 2014).

Lo que distingue al liberalismo ofensivo son las herramientas elegidas para promover

estos valores y enfrentarse con sus antagonistas: uso de la fuerza unilateral, inducción

forzada de cambios de regímenes para eliminar el autoritarismo y la necesidad de

garantizar la hegemonía norteamericana como medios eficaces para el logro de una paz

global duradera (Gilmore, 2014).

Coincidimos con Barkawi en que todos estos abordajes tienen como protagonista

invariablemente a los países occidentales. Sustentar el cosmopolitismo, los estudios

críticos o la SH en la emancipación como valor propio de la Ilustración –perteneciente

al pensamiento europeo moderno- implica poner a Occidente como el agente promotor

de la misma. “[…] whether in the form of Western-dominated international institutions,

a Western-led global civil society, or in the ‘ethical foreign policies’ of leading Western

powers” (Barkawi, 2006: 350).

Subyace detrás de esta mirada multidimensional y expansiva de la seguridad una

lógica postwesfaliana para las relaciones Norte-Sur, es en el pilar jerárquico del sistema

donde se considera que la soberanía está debilitada y amerita la intervención en

territorios que pongan en peligro la vida humana. La imposición de la democracia, el

cambio de régimen económico o cualquier otra intervención no es en el plano anárquico

donde los más poderosos compiten entre sí, allí aún rige la lógica clásica del equilibrio

de poder, es en la vinculación asimétrica entre los fuertes y los débiles donde la

seguridad internacional cambia su eje y empuja a pensar en las “necesidades” de todos

los seres humanos.

La SH, por su parte, ha sido retomada fuertemente post-2001 en los discursos

gubernamentales como fuente de legitimidad de sus acciones. De acuerdo a Chandler, la

misma fue incorporada al mainstrean político internacional; alegando la importancia de

determinados valores, teniendo como foco las necesidades humanas de cada individuo

desde una lógica desterritorializada, proponiendo aquellos elementos priorizados por la

SH tales como interdependencia creciente de los fenómenos mundiales y los riesgos, las

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 141

mutuas vulnerabilidades y las nuevas amenazas comunes que requieren acciones

colaborativas y cooperativas (Chandler. 2008: 427).

Chandler refiere a la sugerencia de Franceschet (2006) acerca de la naturaleza

intervencionista de la misma:

[…] ‘siendo cooptada por fuerzas que favorecen el atrincheramiento de un orden

legal global inequitativo y no universal’, donde Estados liberales autoseleccionados

pueden ‘imponer, a través de la fuerza, sus sentencias morales unilaterales hacia

Estados más débiles’ […] la preocupación por la extensión de la seguridad humana

parece menos dispuesta a desafiar las existentes jerarquías de poder que a

institucionalizarlas (Chandler, 2008: 432. Traducido propio).

Partimos de esta afirmación de Chandler para interpretar que la SH permitió entonces

institucionalizar jerarquías de poder internacional aun cuando su presentación original

alegaba un desafío a las mismas. El autor también enfatiza que la SH permitió localizar

las nuevas amenazas en la periferia. Si se toma el marco de los dos focos centrales de la

SH: la libertad frente al miedo y la libertad frente a las necesidades claramente el mismo

concierne a los Estados fallidos12

y, en general, aquellos donde no se alcanzan las

condiciones necesarias para la misma, entendida a partir de “sus nexos inseparables con

la reducción de la pobreza, la construcción de capacidades estatales, los derechos

humanos y la buena gobernabilidad” (Chandler, 2008: 435).

Los valores universales de la democracia y los derechos humanos de primera

generación tal como los entiende el liberalismo así como los componentes de la SH y la

seguridad global cosmopolita han sido utilizados, apropiados como herramientas de

fundamentación para la teoría y la praxis del liberalismo ofensivo.

Los teóricos del mainstream comenzaron a dar cuenta de su preocupación por la

pérdida de la reputación de EE.UU. en el mundo una vez desplegada la guerra

preventiva contra el terrorismo (ver Nye, 2005). De acuerdo a Booth (2007), que

retomará a varios autores, la declinación de la hegemonía de EE.UU. en el mundo

comenzó mucho antes de W. Bush y se reforzó durante su gobierno, entre otras cosas,

por el abuso de poder de EE.UU. asociados a los centros de detención revelados al

mundo a través de Guantánamo y Abu Ghraib.

Lo cierto es que los “tanques de pensamiento” que estarán detrás de las propuestas de

Obama en su campaña se harán eco de estas críticas, comenzarán a proponer acciones

que tomen en cuenta el “poder blando” para recuperar la credibilidad de EE.UU. en el

mundo y con ello su capacidad de influencia.

El “Center for American Progress” elaborará en 2008 un documento proponiendo una

nueva estrategia y elegirán el concepto de seguridad sostenible para su definición. De

acuerdo a Smith, coordinador del libro In Search of Sustainable Security, durante su

visita a África pudo comprobar de primera mano el “desencanto” del mundo con su

país, citando a una abogada entrevistada (de quien no da el nombre) toma la siguiente

afirmación: “America solía ser el campeón para todos nosotros, y ahora es el campeón

solo para sí mismo” (Smith, 2008: 1).

12

“En la posguerra fría, comenzó a percibirse, en especial en la comunidad de seguridad en Washington,

que una de las amenazas más preocupantes surgía de los Estados Débiles. La proliferación de lucrativos

negocios ilícitos […]; la erosión de facto de la soberanía territorial ante actores violentos fuertemente

dotados (terroristas, mafias, etc.); la fractura de sociedades cada vez más paupérrimas; […] fueron

transformándose en fenómenos que podían culminar en verdaderas implosiones domésticas y producir

millones de víctimas a lo largo y ancho de las naciones periféricas” (Tokatlián. 2009: 213).Y más

adelante el autor aclara que: “La noción de Estado Débil en el ámbito de la seguridad fue desarrollada

entre otros por Barry Buzán” (Ibíd. 237).

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142 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

De allí, Smith deduce que el mundo ha perdido su fe en “America” dada la mala

imagen de la seguridad nacional practicada durante el siglo XXI porque no se

comprendió, en esos años, que la seguridad de EE.UU. no solo dependía de su poder

militar o su influencia económica sino también de la capacidad para empujar a otras

naciones que siguieran su liderazgo.

The next president will have the opportunity to craft a modern national security

strategy that can equip the United States to lead a majority of capable, democratic states

in pursuit of a global common good—a strategy that can guide a secure America that is

the world’s “champion for all of us” (Smith, 2008: 2).

La propuesta es entonces la seguridad sostenible, pensada para un contexto global y la

humanidad común, es una combinación entre tres enfoques: “Seguridad Nacional, o la

seguridad para los Estados Unidos; Seguridad Humana, o el bienestar y la seguridad de

la gente; Seguridad Colectiva, o los intereses compartidos del mundo entero” (Ibíd.

Traducido propio).

La seguridad entendida de este modo permitirá moldear en forma continua la

capacidad estadounidense de prevenir o defenderse de amenazas en tiempo real; de

reducir la profunda inseguridad de la personas alrededor del mundo y de gestionar las

amenazas de largo plazo que ponen en peligro la seguridad colectiva y global.

Cuáles son los desafíos globales, de acuerdo a este informe, que el gobierno de Bush

ignoró: cambio climático, inseguridad energética, creciente escasez de recursos

naturales, la proliferación de organizaciones ilegales que movilizan personas, armas y

dinero. En términos de seguridad nacional los imperativos que el informe reconocía en

ese momento eran: crisis en aumento en Irak, la implosión de la estabilidad en

Afganistán, un Pakistán frágil, un Irán envalentonado, genocidio masivo en Sudán,

creciente inseguridad de los suministros de petróleo, Corea del Norte y sus armas

nucleares, y un conflicto crecientemente peligroso entre Israel y Palestina (Smith, 2008:

3).

The pursuit of sustainable security requires more than a reliance on our conventional

power to deflect threats to the United States, but also that we maintain the moral

authority to lead a global effort to overcome threats to our common security. With its

global scope, sustainable security demands that we focus not only on the security of

nation states, but also of people, on human security. An emerging concept borne of

multidisciplinary analyses of international affairs, economics, development, and

conflict, human security targets the fundamental freedoms—from want and from fear—

that define human dignity (Smith. 2008: 4. El resaltado es propio).

En esta propuesta se vuelve más evidente la incorporación por parte de la potencia

hegemónica de las visiones cosmopolitas y de la seguridad humana. Tal como plantean

Chandler (2008) y Gilmore (2014), las visiones más críticas, holísticas y orientadas a la

persona humana en seguridad serán absorbidas por las gestiones gubernamentales de los

Estados más poderosos como fundamento de su accionar. Se hizo hincapié en la

proposición de seguridad sostenible porque este pensamiento está en la base de la

política exterior de la administración Obama e implica una profundización del

liberalismo ofensivo.

Brevemente, se señalan las propuestas de la actual administración demócrata que ha

buscado alejarse del unilateralismo propio de la era Bush. Obama, en la Estrategia de

Seguridad Nacional de 2010, para desvincularse de la focalización militar de la guerra al

terrorismo y la mera fuerza dejará en claro que la seguridad nacional también depende

de la diplomacia, del gran capital, de los expertos para fortalecer la gobernabilidad y

sostener la dignidad humana, la inteligencia y la aplicación de la ley

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 143

Acciones colectivas, respeto por las normas internacionales, reforzamiento de los

valores norteamericanos (democracia, DDHH y estado de derecho) aparecen como los

elementos claves de esta nueva estrategia para desprenderse de las críticas al anterior

gobierno. Un elemento central que se reconoce en el documento es el rechazo de la

tortura, (NSS, 2010: 3) práctica que el ejecutivo habilitó para el trato a criminales

terroristas en los centros de detención como Guantánamo.

La seguridad sostenible proponía como herramientas para su garantía las tres “D”:

diplomacia, defensa y desarrollo. La Estrategia de 2010 retoma exactamente estos

puntos y menciona como herramientas de acción: Defensa, Diplomacia y Desarrollo,

Economía, Seguridad pública (Homeland Security, desarrollada con nuevas atribuciones

de vigilancia y militarización de la policía por W. Bush), Inteligencia, Comunicación

estratégica, Promoción del Sector Privado y las iniciativas de la ciudadanía (en

organizaciones de la sociedad civil, en proyectos creativos, etc.). (NSS, 2010: 16)

La denominada Doctrina Obama incluye el concepto de “guerra limitada” para

diferenciarse de la “guerra preventiva”, global, anticipatoria e indefinida en el tiempo;

en el intento por volver más pragmática la política exterior. La guerra limitada,

entonces, se sustenta en una fundamentación moral de la intervención, principalmente

humanitaria, pero también en la multilateralidad de las acciones, la proporcionalidad del

uso de la fuerza y la legitimidad obtenida en las instituciones internacionales y en la

opinión pública. La causa debe ser “justa” y estará orientada también por los intereses

prioritarios de EE.UU. (Ibíd.)

Los aportes de la SH o la seguridad mundial coinciden con los discursos y

justificaciones estadounidenses a la hora de accionar por la fuerza, aun cuando hayan

surgido críticas a la forma (unilateralismo, excepcionalismo) en principio se aceptan

mayoritariamente en la academia, en Naciones Unidas y el resto de los Estados: las

categorizaciones de amenazas dadas por EE.UU, el desdibujamiento de las fronteras y

con ello de las diferencias entre defensa y seguridad pública (o entre acciones internas y

externas de seguridad) y la incorporación creciente de nuevas dimensiones a temas

seguritarios.

Puede claramente alegarse que es la potencia hegemónica la que se ha apropiado en

discursos oficiales de perspectivas que intentaron presentarse como alternativas al poder

y el uso de la violencia. Sea cual sea la dirección que ha tomado esta coincidencia (top-

down o bottom-up), está claro que éstas son las ideas predominantes en el orden

mundial actual. Ideas que son presentadas, desde el liberalismo ofensivo en su

particularidad, como universales al hablar de seguridad global, bienes comunes, etc.

donde Estados Unidos se posiciona como el actor central para el logro de estos

objetivos “de toda la humanidad”.

La coincidencia retórica entre cosmopolitismo y liberalismo ofensivo se diluye a la

hora de poner en práctica las propuestas de seguridad. La segunda de estas vertientes

tiene su foco teórico y práctico en Estados Unidos y busca principalmente garantizar el

rol excepcional y de potencia única de ese Estado a nivel internacional.

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144 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

COSMOPOLITISMO

CRÍTICO (C.C.)

LIBERALISMO

OFENSIVO (L.O.)

SEGURIDAD Multidimensional y

ampliada. Se piensa

como global o

mundial. Diferencia

entre supervivencia y

seguridad.

Multidimensional y

ampliada. Se define

como mundial.

Propuesta: seguridad

sostenible.

Para el liberalismo ofensivo

la seguridad mundial

depende del Estado

hegemónico como su

garante.

OBJETO REFERENTE Persona

humana/humanidad

Persona

humana/humanidad.

Sin desconocer el

interés de los Estados

centrales.

AMENAZAS Acepta las nuevas

amenazas: Estados

fallidos, proliferación

de armas de

destrucción masiva,

terrorismo,

migraciones.

Reconoce las nuevas

amenazas: terrorismo,

Estados peligrosos y

fallidos; armas de

destrucción masiva;

migraciones,

ciberataques.

Boothseñala, además,

amenazas derivadas del

neoliberalismo y la

inequidad que requieren

acciones tendientes al

desarrollo y la

autodeterminación.

FUNDAMENTOS La vida es el valor

principal a defender,

está por encima del

interés del Estado.

Evitar la proliferación

de actores poderosos

capaz de poner en

peligro la vida a gran

escala y desafiar la

hegemonía

estadounidense.

Coinciden en los valores

principales a defender:

derechos humanos,

democracia, emancipación.

Emancipación se asocia para

el C.C. con solidaridad, en

el L.O. con liberalización.

MEDIOS DE ACCIÓN Diálogo transcultural,

cooperación,

consolidación de

comunidades

dialógicas. Uso de la

fuerza como legítima

defensa y para

salvaguardar vidas

amenazadas

(responsabilidad de

proteger)

Uso de la fuerza.

Intervenciones

directas o indirectas

para liberalizar

regímenes (tesis de la

paz democrática).

El C.C. toma en cuenta las

desigualdades globales y la

inequidad socio-económica

proponiendo un cambio en

la globalización y el

neoliberalismo, resaltando la

justicia social. El L.O.

propone profundizar el libre

mercado y la globalización

como medio para el logro de

la paz en el mundo.

RESPONSABLES DEL LOGRO

DE SEGURIDAD

INTERNACIONAL/MUNDIAL

Multilateralización de

la seguridad,

coordinación entre

Estados y actores no

gubernamentales.

Potencia hegemónica-

Estados unidos (con

mayor o menor grado

de unilateralismo).

El L.O. tiende al

excepcionalismo de la

potencia hegemónica, por su

rol único en el mundo.

Algunas acciones pueden

ser multilaterales siempre y

cuando no afecten los

intereses vitales de la

potencia.

REFLEXIONES FINALES

La creciente presencia de amenazas y peligros transnacionales, con capacidad de acción

no tradicional en cualquier territorio del planeta, ha empujado a una profundización y

expansión de los aspectos de la seguridad. El terrorismo, en primer lugar, pero también

el narcotráfico o el crimen organizado constituyen los grandes riesgos al que deben

hacer frente los Estados y los grupos humanos, especialmente por su capacidad de uso

de la violencia y la amenaza que comportan para la vida humana a nivel global.

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Seguridad internacional y Derechos Humanos 145

En ese marco, las propuestas contemporáneas acerca de la seguridad internacional han

incorporado los derechos humanos como elementos fundamentales para su análisis y

puesta en práctica. Sin embargo, es posible evidenciar contradicciones intrínsecas a esta

vinculación que consideraremos a partir de las dos propuestas analizadas en este

estudio.

Dos modalidades de acción han conllevado las perspectivas cosmopolitas y del

liberalismo ofensivo: por un lado, una creciente intervención militar en territorios de

países periféricos considerados fallidos, peligrosos o amenazantes a la seguridad global,

ya sea de manera unilateral como Irak en 2003 o multilateral como Libia (2009) o Siria

más recientemente.

Por otra parte, una creciente seguritización de las sociedades occidentales en nombre

de las nuevas amenazas, la excepcionalidad de la aplicación de instancias de control,

vigilancia y recorte de derechos se fundamenta en los niveles de riesgo y necesidad para

garantir la seguridad, en ese marco encontramos vigilancia de las comunicaciones de los

propios ciudadanos; criminalización de las personas migrantes o refugiadas; el

tratamiento como “combatiente ilegal” (Cuadro, 2013) dado a los sospechosos de

terrorismo internacional, donde se quiebran las garantías del debido proceso judicial

propio del estado de derecho cuyo emblema lo constituye Guantánamo.

No es posible una gobernanza global multilateral como propone el cosmopolitismo

crítico si no se modifican primero las relaciones de poder transnacional. La tendencia ha

sido al recorte del estado de derecho y al soslayamiento del derecho internacional,

especialmente en aquellos Estados débiles intervenidos donde se ha ignorado el derecho

a la autodeterminación de los pueblos. En la aplicación concreta, no hay diálogo

transcultural ni consulta a los ciudadanos de esos territorios acerca de la legitimidad de

las intervenciones, aun cuando esas injerencias hayan sido acordadas en el marco de

organizaciones internacionales como Naciones Unidas o desplegadas multilateralmente.

Suelen intervenir las principales potencias y generalmente mediante el uso de la fuerza,

mientras esta sea la praxis habitual pensar un nosotros global es cuanto menos

dificultoso.

Por otra parte, las propuestas del liberalismo ofensivo acerca de la potencialidad para

la seguridad y la paz global, que garantiza un Estado hegemónico en el sistema

internacional, ha resultado una falacia si se analiza desde la perspectiva de los pueblos

bajo violencia cruzada, el caso emblemático en este sentido es Siria. La crisis de

refugiados en Europa está evidenciando claramente que los pueblos huyen de la

violencia extrema, sea quien sea el responsable de la misma.

Una verdadera gobernanza en seguridad internacional no podrá desplegarse hasta que

no se reconozca el derecho a la autodeterminación de las personas y los pueblos, hasta

que no se legitime por parte de las sociedades periféricas las intervenciones posibles,

que además podrían ser no-militares si de lo que se trata es de pensar

multidimensionalmente los riesgos.

Existe una profunda desigualdad en las seguridades internacionales que las opciones

ampliatorias y expansivas para las mismas no han hecho más que profundizar. Hoy la

vida está en riesgo en múltiples escenarios no solo por los actores detrás de las nuevas

amenazas sino también por quienes aducen enfrentarlas.

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146 Revista de Estudios en Seguridad Internacional

NOTA SOBRE LA AUTORA:

María Eugenia Cardinale es Doctora en Ciencias Sociales y Profesora en la Universidad

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