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Oscuridad y Subversión

Juan Pablo Neri, 2014

La Paz - Bolivia

Se autoriza la reproducción total o parcial del contenido con la inclusión de la

fuente

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Advertencia

El presente texto es tan sólo una parte, de una reflexión

muchos más extensa. Es el tercer capítulo del libro

Oscurantismo Subversivo, editado por la Editorial

“Autodeterminación”. Me tomé la libertad de editarlo para

compartir como fanzine estas reflexiones que considero

urgentes y necesarias. En el presente texto, intento

reflexionar, o iniciar alguna reflexión sobre los fundamentos

del sistema de dominación en el que vivimos actualmente. Y,

a partir de ello, indagar en la dinámica recurrente de

pensadores y políticos de izquierda de caer, el final del día,

en reproducir las mismas dinámicas opresivas que en

primera instancia critican. Intento pensar una crítica al

sistema, no desde los idearios críticos, que al final están

igual de alienados que los hegemónicos, sino desde las

propuestas vivenciales de los enclaves que resisten, los

arcaicos, los anacrónicos, los anormales, etc. Es, por lo tanto,

un texto oscurantista, sí, a la vez que profundamente

antisistémico, contra-estatal y libertario. Porque es en la

racionalidad ilustrada y dialéctica que se halla el

fundamento de la dominación, y no así en los relatos oscuros

y rituales de las comunidades. Espero, por lo tanto,

provocar, a todxs, marxistas, anarquistas, caudillistas,

reaccionarios, intentando evidenciar la similitud de sus

argumentos, cuando finalmente sus reflexiones los llevan a

la necesidad de pensar el tiempo, como realidad y destino.

J.P. Neri

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Oscuridad y subversión

Y Jehová Dios mandó al hombre diciendo: De todo árbol del jardín podrás

libremente comer; más del árbol del conocimiento, de la técnica, del bien y

del mal, no comerás; porque en el día que comieres de él, de seguro morirás

Génesis 2; Versículos 16-17.

El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo

despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso y se arremolina en sus

alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo

arrastra irremisiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas,

mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo.

Walter Benjamin

El propósito de este ensayo es aproximarme a la

propuesta de crítica benjaminiana del materialismo

histórico, a partir de un intento de redimir el término

oscurantismo, otorgándole un sentido subversivo y

transgresor. En este sentido, mi objetivo es intentar

plantear una crítica a la modernidad desde ámbitos que

pueden resultar irreverentes incluso para los propios

críticos de la modernidad. En la primera parte, cuando

describía a partir de la terminología deleuziana los

movimientos sobre los que se funda la territorialización del

capitalismo, intenté dar cuenta de una relación que en la

actualidad es cada vez más certera e indiscutible: la crítica y

la lucha contra el capitalismo, son una defensa y exaltación

de la vida. Pero esta relación no tiene que ver, o por lo

menos no únicamente, con el derecho humano a la vida, o lo

que en la primera parte se visualizó como la nuda vida, sino

con la vida entendida desde una matriz de pensamiento

holístico, es decir como un conjunto o red de

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determinaciones y de circunstancias que rodean al ser

humano, así como a los demás seres vivos, que permiten

hablar en un sentido integral de vida. La lucha contra el

capitalismo es, por lo tanto, la defensa de la vida como un

concepto hipercomplejo, que comprende además del sujeto,

al conjunto de elementos que le permiten vivir (el entorno

social, natural, material). Pero es preciso señalar también

que, para poder comprender el alcance real de término vida

y situarlo el centro de la lucha anticapitalista, es necesario

desprenderlo de su matriz antropocéntrica. Esto es des-

situar al ser humano del centro de las lecturas filosóficas y

de la crítica, y más bien empezar a situarlo como un

elemento más del conjunto de entidades y elementos que

conforman el sentido amplio de la vida.

La crítica al capitalismo durante la segunda mitad del

siglo XIX, pero sobre todo a partir del siglo XX, se

caracterizó por ser enunciada desde espacios de producción

de pensamiento que, sin saberlo o negándolo ilusoriamente,

se hallaban subsumidos en el orden de saber occidental,

funcional al propio sistema capitalista. A partir del siglo

XXI, se trazan ciertas líneas de fuga, inspiradas en

determinados pensadores del siglo XX, que ya vislumbraban

juiciosamente las limitaciones de la crítica de la izquierda

desde la primera mitad del siglo XX. Sin embargo se trata

de líneas de fuga que tratan de ser reterritorializadas por el

discurso dominante de la crítica izquierdista ‘dominante’,

que las califica como conservadoras y contrarias incluso a la

crítica al sistema. El problema, por lo tanto, en la actualidad

continúa siendo el esquema de pensamiento del

materialismo histórico, que desde la segunda mitad del siglo

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XX, se emplazó tanto discursivamente, como

metodológicamente, como modelo incuestionable. Este

esquema de pensamiento tiene que ver, a grandes rasgos,

con la politización del relato histórico, y por lo tanto con el

empoderamiento del historicismo. Son pocos los

historiadores que se preocupan por aproximarse al pasado,

libres de una carga política que, por más critica que se

pretenda, se halle subordinada a la inercia del movimiento

histórico que en ese momento esté teniendo lugar. Sin

embargo, en el presente trabajo no me interesa ingresar en

la crítica de la historia y la historiografía contemporáneas –

ese será el esfuerzo en un siguiente trabajo–, me interesa

criticar ahora el modelo de pensamiento que se halla detrás

de la crítica materialista al capitalismo, que en la

actualidad debe ser trascendida por una propuesta más

congruente con las necesidades del presente. Esta propuesta

debe saber emanciparse del progresismo ficcionario del

materialismo histórico, y más bien aprender a mirar al

pasado de manera combativa. Es decir, saber mirar

aprehensivamente al pasado tal cual fue, y recomponer las

posibilidades del mismo, para hacer frente a las tragedias

presentes y futuras, que siempre serán más trágicas que las

del pasado.

En el marco de lo apuntado, mi objetivo en este ensayo

es elaborar una propuesta, que contribuya, en la medida de

lo posible, redimir la crítica izquierdista contemporánea,

que parece tan despistada, enajenada y subsumida por el

mismo orden discursivo al que pretende superar. Considero

que toda crítica a la modernidad debe intentar, por una

exigencia de rigurosidad ideológica, visualizar los elementos

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que en su momento hicieron, y continúan haciendo de la

modernidad, un paradigma incuestionable, incluso para los

más críticos del mismo. De manera posterior a este ejercicio,

que al parecer resulta bastante dificultoso, se debe intentar

desmitificar a la modernidad, esto es transgredir el orden

discursivo dominante –en términos foucaultianos–, y

proponer algo que a todo crítico o apologeta de la

modernidad le resulte insólito, atrevido y que genere el

malestar necesario para dar cuenta del poder disciplinario

que rige sobre el momento en que la crítica es enunciada.

Después de todo, las críticas más certeras al orden

hegemónico, en distintos momentos de la historia, fueron

aquellas que transgredieron incluso los marcos establecidos

de la razón. En este marco, quiero enfatizar que no me

interesa llevar a cabo una cruzada, a priori, contra aquellos

que enuncian o filosofan la crítica contra el capitalismo

actualmente, porque las ideas que en última instancia

pretendo empoderar, o contribuir a su empoderamiento, no

son enunciados filosóficos realizados por sujetos

individuales que gozan de la prerrogativa de la retórica bien

formada, sino que son colectividades; son saberes más

prácticos que simplemente teóricos los que pretendo

escudar. De la misma manera, mi crítica a la crítica

anticapitalista contemporánea surge de una preocupación

que tiene que ver con las colectividades, es decir las masas

en las que se reproduce y materializa el discurso dominante.

Se trata de los actores que poseen la facultad real de, ya sea

reproducir el orden discursivo dominante, o contrarrestarlo

y transgredirlo desde su vivencia cotidiana, desde su locura

atribuida por aquellos que coyunturalmente ejercen el

poder, pensándolo duradero.

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En este marco, y para que se entienda bien el

razonamiento desde el cual propongo redimir la crítica a la

modernidad, me remito en parte al trabajo de Michel

Foucault sobre el discurso, las ideas.

Historia de esas filosofías de sombra que asedian las

literaturas, el arte, las ciencias, el derecho, la moral y hasta

la vida cotidiana de los hombres; historia de esos

tematismos seculares que no han cristalizado jamás en un

sistema riguroso e individual, sino que han formado la

filosofía espontanea de quienes no filosofaban. […] la

historia de las ideas se dirige a todo ese insidioso

pensamiento, a todo ese juego de representaciones que

corren anónimamente entre los hombres; en el intersticio de

los grandes momentos discursivos, deja ver el suelo

deleznable sobre el que reposan (Foucault, 2008: 179)

De esta cita tomo la idea foucaultiana de que existe un

orden de saber dominante, que rige en el pensamiento y la

práctica de cotidiana de las personas, pero que en

determinados casos y momentos suele ser transgredido, pero

no es una transgresión que denote o permita visualizar

alguna señal del futuro. No puede existir relación o

referencia con aquello que no tuvo lugar, sino y siempre que

aquello que fue o que pudo haber sido. La crítica

anticapitalista contemporánea establece una línea

discursiva dominante, que se traduce no sólo en la retórica

pseudo-izquierdista de las élites gobernantes progresistas,

sino también las aspiraciones e ideales de las masas, de los

partidarios de algún cambio. Esta línea discursiva, a su vez,

se halla subsumida por el orden discursivo hegemónico de la

modernidad, que tiene que ver, de manera simplificada, con

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el ideal progresista de la historia, con la superación

constante y antropocéntrica de la humanidad, con el avance

imparable hacia aquello que va ser y, en consecuencia, es el

olvido escatológico de aquello que fue. Sin embargo, al

interior de esta crítica, puede y debe visualizarse la

irreverencia de la crítica transgresora, de la locura tanto de

filósofos, como “de quienes no filosofan” pero que tampoco

reproducen vivencialmente “ese juego de representaciones

que corren anónimamente entre los hombres”. Me refiero

aquí a las sociedades o formaciones sociales que por el

simple hecho de mantener vivas estructuras de organización

política, económica, así como estructuras de pensamiento y

narrativas culturales propias, transgreden el orden

discursivo hegemónico de la modernidad. Y, en este orden

hegemónico incluyo, no sólo a la modernidad capitalista,

entendida como conjunto de determinaciones históricas, sino

también a la propia crítica anticapitalista que reproduce en

su discurso la misma pretensión de inercia progresista.

Este es, por tanto, mi objetivo, el de visualizar los

lugares en los que se agrieta el pensamiento hegemónico –

en el que, una vez más, incluyó a la crítica contemporánea–.

Para ello, en primera instancia intentaré dar cuenta de

algunos de los elementos sobre los que se funda la

hegemonía del pensamiento moderno. Luego intentaré

desmitificar estos fundamentos de la hegemonía discursiva

moderna, a partir de un ejercicio de crítica, esta vez no a la

modernidad, sino a la propia crítica de la modernidad,

intentando dar cuenta de los elementos que subsumen a la

crítica de la modernidad, dentro del mismo modelo de

pensamiento moderno. Finalmente, intentaré realizar una

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apología del pasado –y del presente, entendido como lo que

fue y supo continuar siendo–, como posibilidad para pensar

la transgresión a la modernidad y, quien sabe, re-significar

el sentido actual de revolución. Este último punto tiene que

ver con la propuesta del inicio, es decir, visualizar las

posibilidades creativas y subversivas de nuestro

oscurantismo. Para ello, tanto en la primera parte, como y

sobre todo en la segunda, me referiré al oscurantismo, desde

una perspectiva más filosófica que historiográfica, tomando

al concepto en un sentido más general, desligándolo de su

filiación cristiana.

1. La ilusión ilustrada

La modernidad, entendida como momentos y procesos

históricos de largo aliento, más allá de la arbitrariedad de la

categorización histórica que la establece, se funda en una

serie de relatos filosóficos, así como de procesos históricos

que la convierten, progresivamente, en el paradigma

dominante que es en la actualidad. En primera instancia la

modernidad se funda en rupturas, en quiebres con el orden

de poder que la precede. Debe ser comprendida, entonces,

como un extenso movimiento de fuga, que abarca todos los

ámbitos o dimensiones de la vida de las sociedades

occidentales. Los relatos, las narrativas se vacían de

sentidos, porque tienen lugar acontecimientos históricos en

los que el orden epistemológico se desmorona. El

acontecimiento es fundamental para comprender la historia

de la modernidad, momentos tan significativos en términos

epistemológicos, que las sociedades se veían compelidas a

re-pensar enteramente su presente, a cuestionar todas las

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dimensiones de su vida, así como todas las estructuras

establecidas. De esta manera justifico el epígrafe, cuando

me refiero a la primera parte de la Biblia pretendo re-

significar, a lo largo de toda esta tercera parte, el contenido

de las primeras líneas del relato bíblico. Considero que en la

historia de la humanidad, si se consideran las metáforas

bíblicas del Génesis, no cómo el discurso religioso que es,

sino desde su contenido filosófico, tienen lugar muchos

momentos a los que podría atribuírseles la cualidad de

pecados originales. Pero algunos de estos momentos

constituyen acontecimientos mucho más significativos que

otros, por el hecho que incluso comprenden el hecho del

pecado –entendido en términos filosóficos, no como algo

peyorativo– como un acontecimiento fortuito, imprevisible,

que sorprende incluso a los sujetos históricos que incurren

en la transgresión, es decir, que son víctimas de su propia

falta.

Génesis 3, Versículo 4. Entonces dijo la serpiente a la mujer:

de seguro no moriréis;

Versículo 5. Antes bien sabe Dios que en el día que

comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos y seréis como

Dios, conoceréis del bien y del mal.

El hecho de pensar, entendido más allá de la

fenomenología cerebral cotidiana de la reflexión o la

creatividad, digo acá la producción de pensamiento, que no

es siempre lo mismo que la producción de conocimiento, es

acontecimiento a partir, siempre, de la emergencia y

revalorización constante del recuerdo. Es en el presente, o

en las contemporaneidades que nos son marcadas como

adversas, y en el pasado, ya sea el que dejamos atrás, lo que

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fue o pudo haber sido, o aquel presente que calificamos de

pasado intentando quizás condenarlo al olvido, que se halla

la posibilidad de transgredir el orden hegemónico presente.

Es en el hedonismo gnóstico, supuestamente superado por el

pensamiento estoico cristiano, que los pensadores radicales

del cristianismo renacentista pudieron hallar los insumos

para trazar sus propias líneas de fuga respecto del orden

discursivo filosófico hegemónico y vigilante (Onfray, 2007).

El pensamiento tiene, por tanto, la cualidad de ser

transgresor, de otra manera sólo sería reproducción de

saberes dominantes establecidos, pero el pensamiento

supone el momento de la ruptura, que da lugar a la

producción del mismo. El pensamiento no necesariamente

inventa, de hecho muchas veces la invención supone la

ausencia del pensamiento y más bien el desarrollo o

profundización de un mismo conocimiento ya establecido.

Esto es, no estoy afirmando que el pensamiento carezca de

la capacidad creativa, sino me refiero a que debe

desmentirse la cualidad profética o vaticinadora, muchas

veces atribuida al pensamiento. “Lo pensado es lo dotado de

recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello”

(Heidegger, 2005: 13). El pensamiento –y es curioso que

pensadores contemporáneos muchas veces contrapuestos

ideológicamente coinciden en esto– supone la apertura de

alguno de los intersticios del orden discursivo dominante.

Este agrietamiento da lugar al retorno o emergencia de

elementos o narrativas del pasado. El pensamiento es

entonces el emprendimiento de recomponer ese pasado, que

vuelve que interpela y que se presenta como posibilidad. El

pasado es recompuesto, replanteado, y es de esta manera

que debe comprenderse al pensamiento. Esto que señalo es

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sobre todo perceptible, u observable, en el campo de la

filosofía, porque la filosofía es el ámbito del pensamiento por

excelencia, aunque también puede observarse un despliegue

de erudición, como denomina el propio Heidegger, en el

campo de la historia. Pero son los mismos acontecimientos

que dan lugar al acto de pensar, los que generan nuevos

juegos de representaciones, los que dan lugar, en última

instancia, a una nueva filosofía de aquellos que no filosofan.

La emancipación y el engaño

Existe, no obstante, un acontecimiento histórico que, en

términos generales y no tanto a causa del locus desde el cual

enuncio estas palabras, me parece fundamental para

comprender la modernidad como momento de ruptura con

relación al orden discursivo que la precede. La identificación

de este acontecimiento no implica que no deba observarse

los cimientos de esta epísteme desde otros momentos

históricos; es por eso que en líneas anteriores señalo a la

modernidad como un extenso movimiento de fugas, en

primera instancia, antes de que tenga lugar la

recomposición del movimiento re-territorializador en la

historia de la misma. El acontecimiento al cual me refiero es

1492. El momento del encuentro con el Otro mundo, con

aquello que no ingresaba en las condiciones de posibilidad

del hombre occidental es, creo yo, el principal momento

fundacional de la modernidad. En este acontecimiento

histórico no tuvo lugar el agrietamiento del orden

epistemológico a partir de la emergencia de un recuerdo,

sino que se resquebrajó y desmoronó un muro en el

imaginario que ni siquiera el propio pensamiento occidental

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de entonces sabía que existía. Bien podrían señalarse otras

fechas o acontecimientos históricos que marquen el inicio de

la era moderna, pero el acontecimiento del encuentro con un

mundo desconocido supuso el resquebrajamiento de todas

las certezas sobre las que se fundaban las sociedades

occidentales. Incluso el propio pensamiento filosófico

moderno se funda, desde el renacimiento, en el

acontecimiento del encuentro con América en 1492.

Cierto es que la historia del globo está hecha de conquistas y

de derrotas, de colonizaciones y de descubrimientos de los

otros; pero […] el descubrimiento de América es lo que

anuncia y funda nuestra identidad presente; aun si toda

fecha que permite separar dos épocas es arbitraria, no hay

ninguna que convenga más para anunciar el comienzo de la

era moderna que el año de 1492 (Todorov, 2011: 15)

Pero más que ahondar en el hecho que supuso el

encuentro con América, me interesa indagar sobre lo que

sucede al mismo. Este acontecimiento cataliza la

transgresión a partir del pensamiento, así como en el juego

de representaciones al interior de las sociedades. El mundo

conocido se hace pequeño y la humanidad de occidente se da

cuenta de su pequeñez, así como de la angustia que la

misma le produce. Esta estrechez genera una ansiedad o

mejor una angustia (angoisse), la misma angustia que funda

el pensamiento moderno hasta la actualidad, angustia que

es potencia, y que hasta ese momento estaba coartada,

vedada, anulada. Esta ansiedad es la búsqueda por el

conocimiento, la insaciable curiosidad de lo que no se ve, o

no se conoce, el deseo compulsivo de cuestionar las certezas,

de desmoronarlas y de emanciparse. Si durante la Edad

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Media, y en los albores del Renacimiento, ya existían líneas

de pensamiento que pretendían transgredir el orden

establecido y cuestionar las premisas incuestionables del

cristianismo estoico dominante, 1492 marca el punto de

partida para que la puesta en cuestión se convirtiera en el

ejercicio filosófico por excelencia. El ser humano comienza a

liberarse, como sujeto individual, de las verdades que lo

subordinaban y lo mantenían devoto a las estructuras

sociales y políticas establecidas. Por lo tanto, la fecha

señalada marca el punto de partida para la radicalización

del cuestionamiento como praxis filosófica exigida. A partir

del periodo que señalo, toda producción filosófica conlleva el

deber de ser novedosa y crítica. Tiene lugar la transición de

la filosofía como disciplina que servía para justificar y

profundizar sobre el saber cristiano, a la filosofía como el

ejercicio de cuestionar, e incluso de competir con otras

propuestas, siempre intentando pensar más allá de las

fronteras del discurso filosófico del momento. Es por ende a

partir de este momento fundacional que inicia la búsqueda

de inventar la humanidad, de pensar desde la literatura,

desde la filosofía, la manera de situar al ser humano al

centro de la reflexión, para así intentar situarlo en el

inmenso mundo que se le descubre. El pensamiento

moderno se funda en intentar, constantemente, superar el

sentimiento de ofuscación que le produce la evidencia de su

soledad y la estrechez de su conocimiento.

La angustia moderna, u occidental, se evidencia en la

literatura a que da lugar, ya fuera directa o indirectamente,

la híper-ampliación del mundo a partir del siglo XVI. Me

refiero en este caso a textos que fundan la identidad

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moderna occidental, que van desde Tomás Moro, pasando

por Shakespeare, Montaigne, hasta llegar a la producción

propiamente filosófica de la ilustración (Rousseau, Voltaire,

Montesquieu), o la producción filosófica fundamental para el

pensamiento moderno de Hegel, Kant, entre todos los

demás1. No es casual que a partir de la ruptura sobre la que

se funda la modernidad, todas las certezas empiezan a

quebrarse, a replantearse, se ponen en movimiento. La

iglesia se divide, se quiebra y es rediseñada, porque la

institucionalidad y el discurso religioso dominantes se hacen

insuficientes para contener el cuestionamiento radical en el

que ingresa las sociedades occidentales. Pero, nuevamente,

todo el pensamiento que se produce a partir de la ruptura

sobre la que se funda la modernidad, permite el retorno de

recuerdos, de imágenes del pasado, para acompañar e

intentar paliar el vacío de conocimiento a que da lugar 1492

y la híper-ampliación del mundo a partir del siglo XVI. Toda

aproximación al pensamiento moderno debe considerar esta

revolución, incluso la propia crítica de la modernidad debe

retornar al carácter fortuito de este destape, visualizar la

radicalidad y magnitud del mismo, para así intentar

recomponer la devastación a que dio lugar la inercia que

sucede a esta apertura.

En las páginas de Montaigne hay un docena de menciones y

citas a Sócrates por cada aparición de Cristo. Incluso M. A.

Screech, el estudioso que insiste en considerar a Montaigne

un escritor religioso católico y liberal, concluye subrayando

que, para Montaigne, ‘lo divino nunca actúa en la vida

1 En este caso, considero que no existe una distancia entre la producción literaria y la producción filosófica, que fundan la modernidad. El pensamiento moderno se expresa fundamentalmente en el contenido de la literatura occidental, a más de las obras de pensamiento filosófico propiamente dichas.

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humana sin alterar el orden natural en el que el hombre se

encuentra más a gusto’ (Bloom, 1996: 161)

En el contenido de la literatura y de la filosofía, de los

textos fundacionales de la modernidad, se puede evidenciar

la vigencia de la metáfora bíblica a la que hice referencia. La

modernidad se funda en el más fortuito e imprevisto de los

pecados originales, que sin embargo da lugar a la más

planificada y racional de las catástrofes históricas. El

acontecimiento del encuentro con América, la híper-

ampliación del mundo, es un momento histórico en el que se

aplica el vaticinio de la serpiente, la emancipación de la

estrechez epistemológica en la que vivían las sociedades

occidentales: “vuestros ojos serán abiertos y seréis como

Dios”. Dios, la religión, y todas las certezas que

acompañaban ambos conceptos, se hacen insuficientes

frente a la angustia a que da lugar la ruptura. La ruptura a

que da lugar el acontecimiento que funda la modernidad es,

sin lugar a dudas, la ruptura del vínculo de las sociedades

con el pasado, con la tradición. Esto no quiere decir que

tuviera lugar el fin de la tradición. De hecho, como señala en

un ensayo Hannah Arendt.

La fin de la tradition ne signifie pas nécessairement que les

concepts traditionnels ont perdu leur pouvoir sur l’esprit des

hommes. Au contraire, il semble parfois que ce pouvoir de

vieilles notions et catégories devient plus tyrannique tandis

que la tradition perd sa vitalité et tandis que le souvenir de

son commencement s’éloigne ; il peut même révéler toute sa

force coercitive qu’après que sa fin est venue et que les

hommes ne se révoltent même plus contre lui. (Arendt,

2010: 39).

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La modernidad es la ruptura de la relación estrecha de

las sociedades con la tradición, es el momento de mayor

apertura de la visión tan estrecha que caracterizaba a las

sociedades feudales, anteriores al Renacimiento. Se trata de

una ruptura que atañe a todas las dimensiones de la vida de

las sociedades occidentales, se objetiva y se hace visible en

el discurso filosófico; en el auge del desarrollo de las ciencias

naturales, a través del desarrollo de la medicina moderna,

la química, la física a partir del siglo XVII; se objetiva

políticamente en las revoluciones sociales que tienen lugar

desde el siglo XVII; y se termina de consolidar a partir de la

Revolución Industrial y el emplazamiento definitivo de las

relaciones de producción capitalistas en el siglo XIX, que se

traducen en la proletarización de las sociedades y la

urbanización extrema del espacio. Las transformaciones que

tienen lugar a partir de la ruptura que funda a la

modernidad, tienen un alcance radical, cuya inercia se

siente y arrasa hasta el presente. La grandeza de las

transformaciones sobre las que se funda y a las que da lugar

la modernidad es de tal magnitud que las tradiciones ya no

pudieron contener el impulso, ni siquiera adaptarse

oportunamente a la velocidad arrasadora con que se

empezaba a mover el mundo. “Leur grandeur réside dans le

fait que leur monde leur est apparu comme envahi par des

nouveaux problèmes es des difficultés auxquels notre

tradition de pensée était incapable de faire face” (Arendt,

2010 : 40). En este marco, todos los trabajos filosóficos que

suceden a las transformaciones radicales a que dio lugar la

modernidad, responden a las necesidades epistemológicas

exigidas por la época. El pensamiento y las estructuras

materiales de las sociedades occidentales son arrastrados

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por la inercia progresista de la modernidad. La producción

de las ideas responde a las necesidades históricas de la

modernidad, que tiene que ver con la angustia que mencioné

en párrafos anteriores, angustia por ir hacia adelante,

rechazando la insignificancia de toda situación actual, así

como escapando de toda imagen trágica del pasado. El

pensamiento moderno, es el pensamiento de la angustia, el

desmoronamiento de las certezas, antes garantizadas por la

tradición, la angustia de saberse insignificantes en el

mundo, que conlleva a la necesidad imperiosa de apropiarse

del mismo, de ganarle la batalla a todo aquello que en cierta

medida coartaba la potencia del individuo como entidad

autopoiética.

La profundización de estas transformaciones, en un

plano filosófico, así como el punto de partida para todo el

pensamiento filosófico moderno es, sin lugar a dudas, el

momento de la Ilustración. Está claro que este momento de

la historia del pensamiento occidental no puede

comprenderse sino como consecuencia del destape filosófico

que supuso el Renacimiento, que a su vez halla su asidero

en la ruptura que supuso 1492. La Ilustración es, sin

embargo, el momento en que el pensamiento filosófico

consuma su emancipación con respecto a los dogmas del

cristianismo estoico, cuya última guarida política fueron los

Estados Absolutistas. Es a partir de la ilustración que se

puede percibir, efectivamente, la reacción contra la tradición

desde un ámbito que hasta entonces se había preciado de su

autonomía frente a lo político. Es a partir de la Ilustración

que el ejercicio de filosofar se lleva a cabo desde la política, y

para que esto fuera posible tuvo que emanciparse

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efectivamente el campo de las ideas de las instituciones

sagradas que hasta el momento regían. Se desmoronan, por

tanto, las narrativas tradicionales, pero sobre todo la

institucionalidad sacramentada del oscurantismo religioso,

que durante siglos había funcionado en detrimento de las

propias narrativas tradicionales que la fundaron. Se puede

calificar este momento de la historia como emancipador,

porque supuso la decisión de los filósofos de emancipar al

pensamiento de aquellos contenidos incuestionables, del

carácter incorpóreo de los fundamentos de las ideas. “Une

conséquence indirecte mais décisive de se choix est la

restriction pourtant sur le caractère de toute autorité : celle-ci

doit être homogène avec les hommes, c'est-à-dire naturelle et

non surnaturelle” (Todorov, 2006 : 11). Todo aquello que,

desde su abstracción, se presentaba sólido, se desvanece tal

y como afirmaba Marx en el Manifiesto Comunista. La

Ilustración es, entonces, el triunfo del desencanto, no sólo

con las ideas que regían en el Antiguo Régimen, sino con

todas estructuras sobre las que se fundaba la sociedad, pero

también las que sostenían el sentido primigenio e histórico

de las tradiciones.

El encuentro de las sociedades modernas con la

evidencia de que su mundo era tan reducido, es el momento

del pecado original por excelencia. Se le abrieron los ojos a

las sociedades, y a partir de entonces la modernidad es la

cualidad de la proximidad de los individuos a Dios. La

generalización de un juego de representaciones que van en

el sentido señalado, conlleva lógicamente a la pretensión

más egoísta de los individuos, de ser los protagonistas

indiscutibles de una historia en la que el sujeto social deja

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de tener relevancia. Pero la historia deja de comprender

proezas líricas, y se transforma en la más mezquina de las

contiendas, por aspectos tan burdos y carentes de la riqueza

que le asignaba la tradición, como las condiciones

materiales, el éxito individual traducido en éxito material, y

la ilusión del ejercicio del poder, tanto como arma de

dominación individual, como para justificar la pretendida

necesidad de libertadores. En este marco, vuelvo a

remitirme a la cita de Rousseau que utilicé en la segunda

parte, “El primero que, habiendo cercado un terreno, se le

ocurrió decir: Esto es mío, y encontró gentes lo bastantes

simples para creerlo, ese fue el verdadero fundador de la

sociedad civil.” (Rousseau citado por Botella; Cañeque;

Gonzalo, 1998: 268). La modernidad es la pérdida de la

tradición, tradición que era colectiva y que auguraba

siempre la preeminencia de aquello, lo colectivo. Pero esta

pérdida no tiene puede justificarse como el triunfo de una

razón superior, o el movimiento de algún espíritu, sino como

la consecuencia de un desgaste que se venía gestando

durante siglos, y que estalló ante la casualidad de los

acontecimientos. Sin embargo, la emancipación constituyó

un engaño, que pesa hasta el presente en las sociedades,

aún aletargadas por la ilusión del progreso, por el sabor

embustero del conocimiento absoluto.

El pecado original

El hecho del pecado original se halla en el trasfondo de

la emancipación. Las estructuras de dominación precedentes

habían generado tanta opresión, tanto física como y sobre

todo mental, que se dio paso a un proyecto que debía

Page 23: Nuestro Oscurantismo Subversivo

23

infringirlas al punto culminante de su destrucción. Entre las

ideas más radicales de la ilustración se hallaban propuestas

que podrían ser consideradas antecesoras del anarquismo

moderno: la extinción de las instituciones, la muerte

definitiva de Dios y de toda superstición que se opusiera al

triunfo de la razón. Me refiero a las propuestas de Meslier,

Helvecio, D’Holbach o Sade (Onfray, 2010), entre otros

pensadores más de la Ilustración más radical, que la propia

historia se encargó de condenar al olvido, para que no se

supiera que la modernidad se fundó también en postulados

que visaban transgredir de manera mucho más incendiaria

y combativa la oscuridad que precedió el momento del

destape. Pero este olvido no implica que el proyecto

ilustrado trazara una histórica línea de fuga con respecto al

orden establecido durante siglos. “Il n’est plus nécessaire,

comme le demandaient les théologiciens, d’être toujours prêt

à sacrifier l’amour des créatures à celui du Créateur; on peut

se contenter d’aimer d’autres êtres humains” (Todorov, 2006 :

17). El sujeto individual se emancipa, esperanzado por el

contexto histórico que se le plantea en adelante:

humanismo, razón, conocimiento y libertad. No se da cuenta

de la tragedia histórica que se anuncia, el engaño del que

pasan a formar parte las sociedad moderna, la falacia

lockiana del impulso racional de hombres libres,

obnubilados por el progreso histórico, a quienes se les

plantea el futuro como si pudiera gozarse aquello que

todavía no tuvo lugar, y quién sabe si alguna vez tendrá

lugar. El pecado original consiste, entonces, en el hecho de

la apertura del horizonte que auguraba la serpiente, la

revolución del conocimiento que conlleva a las sociedades

occidentales a generar un juego de representaciones a partir

Page 24: Nuestro Oscurantismo Subversivo

24

del cual se sienten tan alejadas, y a la vez tan próximas a

Dios.

La historia de la modernidad es, pues, la historia del

desarrollo de la técnica; el auge de la filosofía crítica y la

apología de la razón; el desarrollo imparable de la ciencia. Y,

en consecuencia, es la historia de la modernización de todas

las dimensiones de la vida: la política, a partir de la

modernización de los Estados, el desarrollo de los derechos y

el emplazamiento de la democracia. La modernización de la

economía, que no es otra cosa que el emplazamiento

histórico –y violento– de las relaciones de producción

capitalistas, así como la progresiva consolidación de un

sistema mundo que empezó a gestarse a partir del

‘descubrimiento’ de América, en 1492. La modernización de

las sociedades, a partir de la individualización extrema,

conseguida en primera instancia a partir del

cuestionamiento filosófico al orden teocrático feudal y

posteriormente absolutista y el auge de los derechos del

hombre, que deriva en la destrucción violenta de las

entidades comunitarias, la privatización progresiva de los

medios de producción, y un proceso largo de enajenación,

que prosigue hasta el presente. El compromiso entre los

sujetos de las sociedades occidentales se desvanece ante la

ilusión de la libertad, y la más ilusoria de las igualdades,

compartidas por todos. Se da paso a la falacia

contemporánea de que la libertad es alcanzada a partir de la

regencia de instituciones y estructuras que aíslan cada vez

más al ser humano a la tragedia absoluta de la soledad, la

explotación y la justificación del empoderamiento de unos

pocos a costa de otros. Estos son los elementos del pecado

Page 25: Nuestro Oscurantismo Subversivo

25

original que funda la modernidad capitalista, el momento

histórico a partir del cual el ser humano se sitúa al centro

del universo, destruye todo lazo ritual y profundo que lo

ligaba con su entorno, tanto natural como social. La

metáfora, el carácter enigmático del discurso a partir del

cual se explicaba el origen y el lugar de las cosas se

desmorona por el triunfo de una razón, que al presente sólo

ha demostrado ser adversa al ser humano, el mismo que en

determinado momento de la historia se supo emancipado.

Génesis 2, Versículo 9. Y Jehová Dios había hecho nacer del

suelo toda suerte de árboles gratos a la vista y buenos para

comer […]

Versículo 15. Tomó Jehová Dios al hombre y le puso en el

jardín de Edén, para que lo labrara y lo guardase.

El vínculo del ser humano con el entorno natural, y

social, se fundaba –en la retórica oscurantista, en la

supremacía de lo divino, que establecía un límite a la acción

del ser humano: fue puesto en el jardín de Edén para

labrarlo y guardarlo. Por lo tanto, el ser humano se hallaba

subsumido a un orden supersticioso, a partir del cual se

configuraban sus relaciones sociales, y la racionalidad de su

aprovechamiento del entorno. Entonces, se hace pertinente

la referencia al concepto de forma-de-vida de Agamben. La

condición de la vida, en el marco de este orden de

superstición, se hallaba en el aprovechamiento respetuoso

de todo aquello que fuera creado por una entidad suprema y

concedido a la humanidad de manera generosa. El vínculo

oscurantista entre lo natural y lo sobrenatural delineaba los

límites de la acción del ser humano. Este vínculo es

quebrantado a partir de la emancipación antropocéntrica a

Page 26: Nuestro Oscurantismo Subversivo

26

que da lugar la modernidad, el establecimiento de una

frontera ilusoria entre lo humano y todo aquello que fuera

diferente. La existencia de esta frontera es la condición de

posibilidad de la modernidad, porque implica la liberación

de la sociedad, y de los individuos, de todo vínculo ritual con

el ámbito natural, de toda tradición que pueda ser

constringente, y por ende obstaculizadora del movimiento

autopoiético de la razón y de la civilización moderna en un

sentido amplio. Es por ello que afirmo el proceso largo de

emancipación, que funda a la modernidad, como el momento

histórico del pecado original. El argumento de esta tragedia

histórica, de la cual somos víctimas en la actualidad, lo hallo

curiosamente en el relato metafórico bíblico.

Génesis 3, Versículo 17. Y a Adam dijo: Por cuanto

escuchaste la vos de tu mujer, y comiste del árbol de que te

mandé diciendo; No comerás de él; maldita sea la tierra por

tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu

vida.

En las referencias que realizo respecto al relato bíblico

no pretendo revitalizar el discurso religioso, del cual se

sirvió –y se sirve aún– la institucionalidad religiosa

cristiana para establecer relaciones de poder, que son las

que en última instancia permiten justificar históricamente

la emancipación que funda a la modernidad. Lo utilizo para

demostrar un punto, el engaño sobre el que se basa la

modernidad, a partir del triunfo de la razón y del

antropocentrismo. La ausencia, o la desaparición de todo

vínculo con lo social y con lo natural, eximen pues al

individuo de toda responsabilidad con ambos ámbitos. Es

curioso que a partir del momento del pecado original, en el

Page 27: Nuestro Oscurantismo Subversivo

27

relato bíblico, se haga manifiesta la pérdida de todo sentido

de compañía y solidaridad existente antes del pecado, como

si a partir de la falta, a partir del momento en que se prueba

el conocimiento, tuviera lugar el triunfo fatal del egoísmo:

“Y dijo el hombre: la mujer que diste para estar conmigo,

me dio del árbol y comí” (Génesis 3, Vers.12. énfasis propio).

Es esta ruptura, esta corrupción de la conciencia del hombre

la que augura la tragedia moderna, el triunfo de la razón

egoísta y antropocéntrica, sobre los vínculos que regían en

las sociedades comunitarias pre-modernas. Así pues se

devela la trágica vigencia de la metáfora del castigo, que se

materializa en la frontera entre lo humano y lo no-humano.

“[…] maldita sea la tierra por tu causa” no es tanto el hecho

que la naturaleza se vuelva contra el hombre, sino que el

hombre, o el ser humano, se vuelve contra la naturaleza a

partir del momento en que se emancipa de todos los vínculos

oscurantistas que lo ligaban a la misma.

En consecuencia, esta separación entre naturaleza y

humanidad impregna, desde las relaciones sociales, el

pensamiento social, hasta la manera en cómo se configuran

las relaciones de producción, es decir la base económica

moderna, y la manera en cómo se configuran las relaciones

de poder, o la política. Es en base a este razonamiento que

se cimentan todas las determinaciones, económicas,

políticas, sociales, culturales e ideológicas que configuran al

modo de producción capitalista. La constitución de la

modernidad, precisa ciertas garantías, ciertas narraciones

que le permitan al hombre moderno comprender y proyectar

su modus vivendi. En este sentido, la frontera entre

naturaleza y cultura deviene en una necesidad. De esta

Page 28: Nuestro Oscurantismo Subversivo

28

manera es que en el razonamiento moderno se le atribuye

una trascendencia a la naturaleza (nada puede hacer la

humanidad frente a sus reglas), y una inmanencia a la

sociedad (la humanidad determina su destino y por ende

construye sociedad). Esta separación, o lo que Latour (2007)

denomina purificación de los ámbitos descritos, es la

garantía de la modernidad y de su praxis destructiva, sobre

todo en el ámbito de la economía.

Van a poder intervenir la naturaleza desde todo punto de

vista en la fábrica de sus sociedades, sin por ello dejar de

atribuirle su trascendencia radical; van a poder convertirse

en los únicos actores de su propio destino político, sin por

ello dejar de sostener su sociedad por la movilización de la

naturaleza. (Latour, 2007: 59).

La consecuencia del castigo, que no es ni siquiera el

castigo de Dios sobre el ser humano, sino que el primero

simplemente se limita a augurarle el destino trágico que el

mismo se humano se traza desde el momento en que prueba

el fruto de la técnica, el conocimiento, el bien y el mal, es la

debacle actual a que ha conducido –y conduce– el desarrollo

capitalista. El contenido oculto de esta condena es que no

existe salvación en el futuro, el propio relato bíblico traza un

destino trágico que no tiene solución futura. “Con el sudor

de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra de

donde fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo tornarás”

(Génesis 3. Vers. 19). En este augurio no existe la salvación,

ni el tan pretendido retorno al Edén prometido a las masas

por los intérpretes del relato religioso. El retorno a la tierra

de la que fue tomado el hombre no es más que el retorno a

su condición de polvo de tierra, a partir del cual fue creado.

Page 29: Nuestro Oscurantismo Subversivo

29

La condena es, por lo tanto, absoluta y perpetuada por el

propio ser humano, cuyo castigo es hacer maldita a la tierra.

Porque el pecado original es, en última instancia, el

momento a partir del cual el ser humano adquiere el

conocimiento absoluto para su propia destrucción. Esta

condena se materializa, una vez más, en el nuevo orden de

saber moderno, que escinde al ser humano de todo aquello

que no es de su condición. El ser humano moderno se sitúa

por encima de todo.

Es a partir de la emancipación que da lugar a la

modernidad, el fin del denominado oscurantismo

epistemológico, que la naturaleza deviene no solo en un

ámbito lejano, sino que deviene en un objeto cosificable u

aprovechable por el ser humano, en el marco del movimiento

del desarrollo moderno. Por lo tanto, para el acervo de la

economía capitalista, la materia prima o recurso natural, es

decir las riquezas y componentes de la naturaleza no

humanos, son el “bien económico en forma bruta, que la

naturaleza pone a disposición del hombre para que lo

transforme en los ciclos productivos, haciéndolo más

adecuado para satisfacer sus necesidades” (Ricossa, 2004:

372). La racionalidad moderna aleja a la naturaleza para

aprovecharla como cosa, como fuente de recursos. Esta es la

base del pensamiento antropocéntrico. Empero, no debe

perderse de vista el hecho que el pensamiento o la razón

moderna, descritos a grandes rasgos, es que son una

narración, una construcción discursiva. Por lo tanto, la

escisión entre naturaleza y humanidad es parte de una

narración, de un orden discursivo. Como señala Philippe

Descola, “[L]a oposición entre la naturaleza y la cultura no

Page 30: Nuestro Oscurantismo Subversivo

30

tiene la universalidad que se le adjudica, no sólo porque

carece de sentido para quienes no son modernos, sino

también por el hecho de que apareció tardíamente en el

transcurso del desarrollo del propio pensamiento occidental”

(Descola, 2012:19). Por lo tanto, la naturaleza no tiene el

carácter puramente trascendente que el pensamiento

moderno la atribuye, y la sociedad no tiene el carácter

puramente inmanente, que de acuerdo a la razón moderna

la hace autopoiética y autónoma.

¿Qué hacer frente al augurio trágico que deparan los

relatos de nuestros oscurantismos, siempre intentando

establecer un límite culturalmente construido para evitar la

debacle que vivimos hoy? Esta es la cuestión que angustia

en la actualidad al ser humano moderno. La angustia no se

detiene y, por lo mismo, la crítica a la modernidad, desde la

propia modernidad, no logra resolver esto que la aqueja ¿A

dónde se dirige la humanidad? Lo cierto es que la historia

no la recompondrán los individuos modernos, condenados

desde el momento en que cometieron el pecado original –que

ahora puede sintetizarse como el capitalismo voraz

contemporáneo– a hacer maldita la tierra hasta que

retornen al polvo. La historia la recompondrán las

formaciones sociales que supieron limitar el impulso

atrevido e imprudente de la modernidad, a partir de la

resistencia cultural, del control cultural, de la lucha contra

la voluntad universalista de la modernidad. Es, entonces, en

el ‘oscurantismo’ contemporáneo, en las imágenes vivas de

ese pasado que si bien fue ‘superado’ por el orden moderno

hegemónico, no pudo ser eliminado, que se halla la

posibilidad de recomponer la tragedia histórica sobre la que

Page 31: Nuestro Oscurantismo Subversivo

31

se funda el capitalismo contemporáneo. Ello implica, sin

embargo, un ejercicio epistemológico que estremece incluso

sobre todo, y paradójicamente, a los propios críticos de la

modernidad, que tiene que ver con el retorno, con el olvido

necesario de la pulsión que produce la ilusión del futuro.

Esto es, dar cuenta que la posibilidad de recomponer la

historia no se halla en lo que todavía no tuvo lugar, sino y

únicamente, en aquello que fue, y lo que pudo haber sido.

2. El acierto de Benjamin

El principal problema con el discurso crítico de la

modernidad, o la crítica de la crítica moderna, en la

actualidad, y durante todo el siglo XX, se halla en el

lenguaje utilizado por el mismo, que a su vez es una

determinación del orden discursivo dominante. Me refiero

en este caso al discurso elaborado por las izquierdas del

siglo XX, discurso que se mantiene, en algunos casos,

inmutable debido al culto erigido en torno al mismo. Este

discurso crítico, cuya capacidad crítica se agota en el

momento en que se le exige la propuesta, se halla limitado

por las extensas condiciones de posibilidad de comprensión

del problema, que le otorga la epísteme moderna capitalista.

Quizás en este hecho resida el desencanto del que fueron

víctimas las izquierdas desde la caída del bloque soviético,

así como la razón por la cual algunos gobiernos progresistas,

en la actualidad, lograron acumular tanto capital político.

Porque pusieron en cuestión, en cierta medida, la propuesta

trillada de la izquierda del siglo XX; pero que no tardaron en

retornar a los mismos enunciados y a auto-limitarse por las

condiciones de posibilidad de comprensión que ofrece la

Page 32: Nuestro Oscurantismo Subversivo

32

modernidad. El problema reside, entonces, en el orden

discursivo dominante que se instaura a partir de la época

moderna. Por lo tanto, redimir al discurso de izquierda –

retomando la vieja división moderna de la política– implica

criticar y, en la medida de lo posible, deconstruir el sentido

crítico insuficiente del mismo, para de esta manera

establecer nuevas estrategias de lucha y propuesta de

pensamiento.

Por lo tanto, para visualizar el problema de manera

más clara, vuelvo a la metáfora del pecado original. La

modernidad es casi como un sujeto psicópata, no siente

remordimiento con respecto a aquello que ha dejado atrás,

la ruina y la tragedia que posibilitaron los niveles de

desarrollo cognoscitivo, técnico y tecnológico de que goza

hasta el presente. No existe, en este marco, línea de

pensamiento moderno que no celebre a su manera la muerte

de Dios, del Dios religioso y todos aquellos elementos

epistemológicos que acompañaban la preeminencia de la

entidad supranatural. Es curioso, de hecho, que sean las

izquierdas la que más celebren esta pérdida. Las izquierdas

son las principales herederas y protectoras del legado de la

Ilustración; esto se hace evidente en el esquema progresista

en el que basan su pensamiento, el mismo esquema que

caracteriza el giro epistemológico que da lugar a la

modernidad. “Por encima de esta confianza práctica en la

temporalidad cíclica del ‘eterno retorno’, aparece esta nueva

confianza, consistente en contar con que la vida humana y su

historia están lanzadas hacia arriba y hacia adelante”

(Echeverría, 2010. 53). Considero que esta, desde una

postura eminentemente benjaminiana, es la causa de la

Page 33: Nuestro Oscurantismo Subversivo

33

ineficacia histórica de las izquierdas, hasta el presente. La

ilusión de pensar que se puede cambiar el mundo, dejándose

llevar por la inercia del movimiento histórico hegemónico de

la propia modernidad capitalista. No es casual, por ello, que

algunos reconocidos ‘críticos de izquierda’, en la actualidad,

decanten el progresismo timorato de gobiernos reformistas,

celebrando como victorias revolucionarias el mejoramiento

de situaciones de bienestar que fueron ideadas por los

propios pensadores del capitalismo contemporáneo.

En este marco, propongo un reencuentro con uno de los

críticos de la modernidad que, a mi parecer, tiene una de las

propuestas más lúcidas para pensar el presente, y la lucha

en sociedades plurales como es el caso de la boliviana, o de

otras sociedades de América Latina. Me refiero a Walter

Benjamin, al cual propongo aproximarme desde su trabajo

sobre el concepto de la historia. A partir de la propuesta de

Benjamin de repensar la historia, considero que se puede

pensar también, cómo repensar la crítica a la modernidad

capitalista, así como una propuesta de acción para hacer

frente a los efectos perversos del capitalismo en la

actualidad. Entre las tesis desarrolladas por este pensador,

sobre el concepto de la historia, hay una que debe llamar la

atención porque sintetiza en pocas líneas una de las críticas

más agudas al pensamiento moderno. Se trata de la tesis en

la que describe e interpreta el cuadro de Klee, del Angelus

Novus. Es en torno a esta tesis que gira la propuesta de

todas las demás, y se consolida a partir de la referencia

implacable al arte, la deconstrucción crítica del modelo

materialista de aproximación al pasado. Esta tesis no sólo

desmorona la uni-direccionalidad temporal de la propuesta

Page 34: Nuestro Oscurantismo Subversivo

34

del materialismo histórico, sino también sintetiza la falencia

principal del pensamiento moderno, la ilusión del

progresismo sostenido. Permite, por lo tanto, dar cuenta de

la subsunción de la crítica desarrollada por el materialismo

histórico, al modelo de pensamiento de la modernidad.

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve

en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo

sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la

boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe

tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo

que para nosotros aparece como una cadena de

acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula

sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El

ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y

recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende

del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que

el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra

irremisiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las

espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el

cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso.

(Benjamin, Tesis IX, 2007: 69-70)

Es este movimiento al que Benjamin hace referencia, como

la tragedia del ángel de la historia, que lo conmina a

avanzar irremediablemente hacia el futuro, el fundamento

epistemológico del pecado original sobre el que se funda la

modernidad. El abandono irresponsable de todo aquello que

en algún momento de la historia regulaba y regia la vida de

los seres humanos. Abandono que conlleva a la más

prolongada de las tragedias, que como bien describe

Benjamin, “acumula sin cesar ruina sobre ruina”. La

modernidad se funda en la indiferencia absoluta con el

pasado, al cual se aproxima únicamente de manera

Page 35: Nuestro Oscurantismo Subversivo

35

interesada, y mediando la aparición de cada recuerdo a

través de la política moderna. Es por ello que le resulta tan

sencillo, y a la vez necesario, voltear su mirada al futuro y

olvidar la catástrofe que deja en su paso. Porque, tanto la

modernidad, como los discursos e idearios críticos de la

misma, fundan su argumentación en la misma suposición

interiorizada: “la suposición de que el progreso de la

civilización (de la sociedad, de la humanidad) es un

escenario real” (Echeverría, 2010: 37). A partir de este

razonamiento las sociedades modernas, los individuos

modernos, se eximen de la responsabilidad histórica que

pesa sobre los mismos, responsabilidad por la catástrofe

histórica que dejan en su atrás. Esta responsabilidad es, sin

lugar a dudas, la ruptura de las sociedades modernas con la

tradición, pero entendida en un sentido holístico, como todos

aquellos elementos que las vinculaban desde un plano

sobrenatural con su entorno. La crítica de la izquierda

ingresa, también, plenamente en este esquema de

pensamiento, eso que Benjamin denomina “el conformismo

del socialismo”. De esta constatación sobresale una de las

conjeturas más juiciosas de la propuesta benjaminiana:

Sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la

esperanza aquel historiador traspasado por la idea de que ni

siquiera los muertos están a salvo del enemigo, si éste vence.

Y este enemigo no ha dejado de vencer. (Benjamin, Tesis VI,

2007: 68)

De esta manera retomo el planteamiento bejaminiano

que propuse líneas atrás, que tiene que ver con que no

puede pensarse la redención de la historia, la reparación de

la catástrofe moderna, a partir de aquello que todavía no

Page 36: Nuestro Oscurantismo Subversivo

36

tuvo lugar, sino y únicamente a partir de aquello que tuvo

lugar, así como aquello que pudo haber tenido lugar. El

intento epistemológico de la modernidad apunta a pensar

que todo lo bueno está por venir, que la historia no es otra

cosa que un movimiento en espiral ascendente. De aquí que

resulta tan curiosa la re-funcionalización del discurso

teológico, frivolizado y desdeñado. La certeza mesiánica, de

que se sirven apologetas y críticos de la modernidad, para

augurar que lo mejor está por venir, casi tan falazmente

como lo hicieron –y continúan haciendo– durante siglos los

jerarcas del cristianismo hegemónico, y tal como siguen

haciéndolo todas las sectas religiosas en el presente. El

mesianismo religioso se frivolizó a partir de la destrucción

de todas las instancias sobre las que se fundaba la riqueza

epistemológica de la tradición. Me refiero a la estrategia

argumentativa teológica de la que ahora se sirve el

materialismo histórico para reafirmar su progresismo, que

es la que Benjamin crítica con desdén, “Puede competir sin

más con cualquiera [el materialismo histórico] cuando pone

a su servicio a la teología, la cual hoy, como resulta notorio,

es pequeña y desagradable y no deja verse por nadie”

(Benjamin, Tesis I, 2007: 65). Empero, lo cierto es que,

incluso a pesar de los esfuerzos de la modernidad por

apuntalar su epistemología progresista, la humanidad no

puede ni podrá nunca desembarazarse de nexo, incluso

sentimental, que la vincula con el pasado. El ideal de

felicidad, incluso en el más purista de los materialistas

históricos, estará siempre presente en cada imagen del

pasado, porque es en el pasado que habita el recuerdo de

todo aquello que, en última instancia, le otorga sentido a la

vivencia presente, e incluso a las proyecciones futuras. Un

Page 37: Nuestro Oscurantismo Subversivo

37

individuo sin un amplio bagaje de experiencias, más allá de

las valoraciones morales que se les pueda hacer, es un

individuo vacío, cuyo presente no tiene sentido, y cuyo

futuro es absolutamente improbable. Este mismo

razonamiento debe ser aplicado en el ámbito de lo social, es

en la tradición, en el pasado, en la historia –telle qu’elle fut–

que se halla el sentido de su presente y la posibilidad de su

futuro.

Una felicidad que podría despertar nuestra envidia está en

el aire que hemos respirado, entre los hombres con quienes

hemos hablado, entre las mujeres que podrían habérsenos

entregado. […] El pasado contiene un índice temporal que lo

remite a la salvación (Benjamin, Tesis II, 2007: 66)

Pero la posibilidad subversiva que ofrece el pasado no

se halla en la selección interesada –sobre todo

políticamente– de las imágenes del pasado, sino en el

pasado en su totalidad, es decir en todas y cada una de las

imágenes, y los momentos, incluso los más pequeños o

insignificantes a los ojos del historiador moderno. Esta es la

carencia absoluta de las promesas progresistas de la actual

izquierda reformista, e incluso de las izquierdas más

ortodoxas, que se inspiran en el pasado que ellas pretenden,

y no así en el pasado tal cual fue. “Para el materialismo

histórico se trata de fijar una imagen del pasado tal como

ésta se presenta de improviso al sujeto histórico en el

momento de peligro” (Benjamin, Tesis VI, 2007: 67). El

presente, en nuestro contexto, se ha llenado de fantasmas,

que curiosamente aparecen victoriosos, trayendo una buena

nueva, que no es la imagen relampagueante del pasado, sino

la promesa a futuro que no pudieron realizar, algo así como

Page 38: Nuestro Oscurantismo Subversivo

38

el relato victorioso de las batallas que perdieron. La imagen

funcionalizada políticamente, o discursivamente, de

Bartolina Sisa o de Tupac Katari, se presenta a las masas

como la imagen viva de la victoria que nunca tuvo lugar, del

progreso que nunca buscaron –y que al contrario siempre

rechazaron–. Estos fantasmas son los mártires de la victoria

ilusoria de la historia, y digo bien son mártires porque su

memoria e incluso su espíritu no descansarán hasta que los

sujetos del presente los rediman realmente y no falazmente.

La verdadera redención del pasado, la recompostura de la

tragedia histórica, no se halla en la promesa del futuro

venturoso, sino en la reparación o recomposición del pasado

que nos continúa exigiendo ese reparo y compostura con su

contenido real. A través de la retórica pseudo-revolucionaria

del reformismo actual, el enemigo sigue venciendo, y son

nuestros muertos los que continúan peligrando, incluso más

que nosotros mismos.

La aparición trágica e irrespetuosa de estos fantasmas

es, también, la tragedia del materialismo histórico, pensado

vanamente como estrategia de lucha del reformismo actual.

A esta tragedia se le suma el uso desdichado del lenguaje

rastrero de la política que se justifica a sí misma para

proseguir con el mismo orden hegemónico, al que falsamente

pone en cuestión. La ostentación entusiasta de categorías

como tensiones creativas o rutas de evolución2 tan sólo pone

de manifiesta la vulgaridad ideológica en la que se halla la

pseudo-crítica de izquierda en la actualidad, y la

2 Ambos conceptos, esgrimidos por el mismo autor, dan cuenta de la alienación indiscutible a la vocación positivista y progresista del pensamiento moderno, que lamentablemente repercute en la elaboración y puesta en marcha de políticas públicas destructivas de todo aquello calificado como ‘arcaico’ o ‘salvaje’.

Page 39: Nuestro Oscurantismo Subversivo

39

predominancia del razonamiento moderno sobre los

proyectos políticos, que en algún momento se preciaron de

cuestionar al sistema. El riesgo y la desventura del

reformismo, tanto en el siglo XX como en la actualidad, se

halla en la tecnificación y funcionalización del relato

histórico, del ejercicio arriesgado de aproximación al pasado.

El historiador, el sujeto ‘crítico’, se empeñan en construir

una imagen del pasado que les permita justificar el

continuum histórico que, en su enamoramiento ideológico,

pretenden justificar. Esta relación moderna con el pasado

pone en riesgo la potencia de las imágenes del mismo, y

asegura la prosecución de la ruptura moderna con la

tradición, con el legado de nuestros muertos. Se desvanece

en el estupor del materialismo histórico el carácter

venturoso y subversivo del pasado, entendido integralmente

como potencia. La consecuencia de este ejercicio desdichado,

cuyo bagaje histórico no es otro que la ilustración liberal,

que es vanagloriado por la pseudo-crítica como

revolucionario y transgresor, no es otra que la apropiación

del pasado por las clases o sectores dominantes, por el

enemigo. Esto es, el abandono desdeñoso del pasado por el

discurso pseudo-crítico, heredero de la ilustración, no es otra

cosa que la entrega del legado de nuestros muertos al

enemigo.

El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como

a aquellos que reciben tal patrimonio. Para ambos es uno y

el mismo: el peligro de ser convertidos en instrumento de la

clase dominante (Benjamin, Tesis VI, 2007: 67)

Pero para “aquellos que reciben tal patrimonio”, en

algunos casos, como es el caso de los pueblos indígenas y

Page 40: Nuestro Oscurantismo Subversivo

40

originarios en Bolivia, la tragedia es aún mayor: la injusticia

de la historia a la que son sometidos sus muertos tiene que

ver con la funcionalización –y por lo tanto la frivolización–

al discurso progresista del reformismo, y el rechazo

escatológico del conservadurismo de las clases dominantes.

En su caso, son sus muertos los que mayor peligro corren de

ser agraviados por el estupor moderno, y por la irreverencia

de quienes se vanaglorian con su memoria; los arribistas de

la historia. A este aspecto se suma otra de las

constataciones agudas de la crítica bejaminiana¸ la ausencia

de compenetración con el pasado por el materialismo

histórico, que deriva del menosprecio con el que se aproxima

al mismo, velando siempre su intención historicista. El

pasado es un instrumento de lucha, esta es la afirmación

que justifica el empobrecimiento de la aproximación al

pasado por los sujetos modernos, y que mantiene incólume

la voluntad progresista del pensamiento moderno, el

universalismo y todos los demás ismos sobre los que se

funda actualmente la dominación del capital. “Su origen es

la negligencia del corazón, la acedía, que desespera de

adueñarse de la imagen histórica auténtica, que

relampaguea un instante” (Benjamin, Tesis VII, 2007: 68).

El triunfo de la razón, la ruptura y el cometimiento del

pecado original que fundan a la modernidad, tal y como los

describí en el acápite anterior, suponen el enfriamiento

progresivo del espíritu humano. Si en la actualidad la clave

del éxito individual se halla en el despojo auto-proyectado de

la herencia cultural, de lo comunal; esto se aplica de igual

manera, y de hecho deriva, al pensamiento moderno. El

pasado deviene tan sólo un instrumento político,

cuyo advenimiento debe ser detenido en cuanto se

Page 41: Nuestro Oscurantismo Subversivo

41

haya logrado reconfigurar las relaciones de

hegemonía, en el campo político. La historia, el

patrimonio cultural son, por tanto, el motivo permanente de

horror vacui de la crítica materialista, del reformismo

político, son aquella lejanía carente de sentido o de

promesas. El sentido emancipador que le asignan al relato

histórico pretende todo, excepto retornar al pasado,

entendiéndolo como posibilidad creativa y subversiva. La

desventura de la modernidad, y de la pseudo-crítica

reformista contemporánea, es que el rechazo al pasado –tal

cual fue– es compartido por vencidos y vencedores.

Estos apuntes, de vocación deconstructiva, conllevan a

la necesidad de volver a apuntalar algunos de los aspectos

que caracterizan la miseria del pensamiento moderno, la

figura del pecado original, para poder anunciar la premisa

de una propuesta. En este marco, la alusión a Benjamin

continúa tan adecuada. Pero no es únicamente en Benjamin

que se halla una pretensión subversiva de evocar el pasado

como posibilidad crítica del presente. De hecho, este

pensador forja su propuesta de crítica a la modernidad a

partir de los movimientos de resistencia que surgen como

consecuencia de la propia modernidad, como fue el caso de la

literatura romanticista. Lo cierto es que la modernidad, o el

engaño de la emancipación ilustrada, así como el

desenvolvimiento y emplazamiento histórico de las

relaciones de producción capitalistas conllevan a la

aparición de una vivencia humana miserable, solitaria y

enajenada, que en muchos sujetos genera una nostalgia

melancólica. Se trata de una nostalgia hacia aquello que se

perdió y, sin embargo, a lo que no se quisiera retornar, sino

Page 42: Nuestro Oscurantismo Subversivo

42

tan sólo recordar como referente indiscutible de felicidad.

Esta es la tragedia y la cualidad del romanticismo moderno,

de la producción literaria que sucede casi inmediatamente a

la modernidad capitalista, la apología de la melancolía y del

sufrimiento. El punto es que, incluso para la propia crítica

moderna de la modernidad, en el pasado se halla siempre la

posibilidad de la liberación, aquella vida anterior “en la que

todavía existía la experiencia auténtica y las ceremonias del

culto y las festividades permitían la fusión del pasado

individual y el pasado colectivo” (Löwy, 2012: 31). Pero la

evocación del pasado debe comprender más que

simplemente la nostalgia melancólica y romántica, que en

última instancia apunta a la apoteosis del desconsuelo, debe

comprender dos cosas: la compenetración incondicional con

el mismo, es decir, la aproximación al mismo tal cual fue; y

la voluntad crítica de remediar aquello que se descuidó por

la pretensión del progreso, es decir, la voluntad de

“despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”

(Benjamin, Tesis, IX, 2007: 69-70). Casi como un amor

incondicional o verdadero, que no proyecto en el otro las

expectativas de uno, sino que aprueba las imperfecciones y

virtudes, que en última instancia supone también

reconocerse imperfecto para el otro. La modernidad

capitalista –ya sea en los enunciados de sus apologetas como

de sus pseudo-críticos– es absolutamente desleal, egoísta y

soberbia, por ello es que rechaza todo vínculo con su pasado,

oscurantista y arcaico, tradicional y retrograda. Y, sin

embargo, proyecta aquello que en su propósito progresista

afirma haber superado, porque las certezas no se hallan en

la ilusión del futuro, sino y siempre en el recuerdo de lo

que fue.

Page 43: Nuestro Oscurantismo Subversivo

43

Queda, por lo tanto, bastante clara la puesta en

evidencia de un metarelato modernista extendido, que

supedita tanto al pensamiento liberal ilustrado, como a la

crítica moderna de la modernidad desarrollada por las

izquierdas materialistas ortodoxas y las actuales izquierdas

reformistas. Ambas constelaciones de pensamiento,

supuestamente opuestas, generan discursivamente el mismo

impulso que permite la prosecución de la inercia progresista

de la modernidad. Afirman en conjunto, y en la pantomima

de su contradicción o antagonismo, el supuesto continuum

dialéctico y unilineal del progreso de la historia de la

humanidad. No es casual, por ello, que en todos los procesos

auto-proclamados como revolucionarios, terminen

hermanados los ‘radicales reformistas’ con los ‘tecnócratas

reaccionarios’. Y, quienes pagan el precio de esta recurrente

perfidia, continúan siendo los muertos, así como los

herederos y depositarios de su legado y de las tradiciones

subversivas de nuestro presente. En este marco, la

expansión y sofisticación de todos los dispositivos de la

modernidad para llevar a cabo su movimiento histórico

ascendente deviene en la tarea compartida por vencidos y

vencedores, al final, continúa venciendo el mismo y único

enemigo, el progreso. Se asiste a la artificialización de todos

los ámbitos de la vida de las sociedades, y la principal

consecuencia, en mi parecer, continúa siendo el augurio de

la penitencia, la tierra hoy se hace cada vez más maldita, a

causa del desarrollo imparable de la técnica por el ser

humano moderno. “El tránsito a la neotécnica implica la

‘muerte del Dios numinoso’, el posibilitador de la técnica

mágica o neolítica. Esa muerte viene a sumarse a la ‘agonía’

Page 44: Nuestro Oscurantismo Subversivo

44

del ‘Dios religioso, el protector de la comunidad política

ancestral” (Echeverría, 2010: 62). Este es el movimiento

evolutivo y progresista pretendido por la modernidad, la

vocación desarrollista justificada, ya sea por la razón del

mercado y la libertad individual, o por la razón del bien

común y la igualdad universal. No se trata de propuestas

contrapuestas, en el fondo, forman parte de y hacen posible

el mismo movimiento histórico, y hacen frente al mismo

enemigo vetusto que los aqueja desde los intersticios de la

epísteme moderna.

Empero, y afortunadamente, a pesar de los esfuerzos

históricos realizados por los agentes del progreso histórico –

más allá del lado en el que se proclamen–, la modernidad no

es un proyecto acabado, ni mucho menos absolutamente

universalizado. La contienda continúa, porque aun

remanecen espacios en los que la tradición no fue

sacrificada, a costa del ansia del progreso de la razón y de la

ilusión del bienestar material. Son espacios cercados y

constantemente asediados, sobre todo y paradójicamente,

por la pretensión universalista pseudo-igualitaria del

reformismo progresista. La muerte de Dios –entendido como

concepto mucho más amplio que tan sólo el relato judeo-

cristiano– corresponde tan sólo a la mayoría de las

formaciones sociales, subsumidas por el orden discursivo de

la modernidad. Por lo tanto, es en la vivencia de resistencia

de estos espacios que se halla la posibilidad de la crítica, es

decir de la subversión real contra el orden hegemónico

moderno, y del desagravio sensato con relación al pasado. La

posibilidad se halla en los metarelatos que manan de estos

espacios, en el pensamiento producido al interior de los

Page 45: Nuestro Oscurantismo Subversivo

45

mismos, y en la aproximación congruente y emancipada de

la política desdichada a su pasado, tal y como sucedió. Es

curioso, después de todo, dar cuenta de que, para hacer

frente a estos espacios, los agentes de la modernidad

continúen esgrimiendo los mismos argumentos del

pensamiento renacentista del siglo XVI, o del pensamiento

ilustrado del siglo XVIII, descalificando todo arcaísmo

oscurantista.

3. Oscurantismo subversivo

La tarea que queda pendiente, en adelante, es la de re-

significar el término oscurantismo, para pensar una

propuesta subversiva contemporánea que ponga en cuestión,

sobre todo, la concepción moderna del tiempo, como factor

fundamental para comprender todo discurso que se

pretenda crítico. Esto genera complicaciones por distintas

razones, en primera instancia, cómo subvertir el orden de

pensamiento de la modernidad sin caer en esencialismos o

primordialismos que exalten las tradiciones olvidando los

aportes de la propia crítica moderna ilustrada. Por otra

parte, la tarea de re-significar de manera conveniente el

oscurantismo evitando que el relato rescate discursos e

instituciones que fueron relegadas por movimientos

históricos a su vez subversivos y eminentemente críticos. En

este marco y para evitar lecturas erradas o interpretaciones

mal-intencionadas de las ideas expuestas en estas líneas, es

necesario recordar que cuando me refiero a las tradiciones

como la posibilidad que el pasado ofrece para la crítica a la

modernidad capitalista, no hago referencia alguna a la

institucionalidad que históricamente se sustentó en estas

Page 46: Nuestro Oscurantismo Subversivo

46

tradiciones. Me refiero exclusivamente el relato, a la red de

metáforas, al discurso desde una perspectiva únicamente

filosófica. Entonces, tomo las ideas las escudriño y las

funcionalizo en un sentido crítico, lo cual no significa que

promueva la re-emergencia de las relaciones de poder a que

la interpretación interesada –por grupos sociales

dominantes– de los discursos tradicionales llevó a cabo en

su momento. Esto se aplica a las referencias realizadas en

los acápites anteriores del Génesis, o en las referencias a la

entidad supranatural denominada Dios, que la tomo como

un concepto complejo que condensa los relatos tradicionales

que en su momento regían todas las dimensiones de la vida

de las formaciones sociales. En este marco, considero que si

se toma al concepto tal y como propongo, puede incluso

llevarse a cabo la tarea –que bien puede pecar de bastante

modernista– de descentrar el concepto de Dios y

pluralizarlo. Sin embargo, evitaré ingresar en aquello

porque es una tarea que incluso dudo que pudiera resultar

conveniente. De esta suerte, identifico para el presente

trabajo dos formas de oscurantismo, la primera tiene que

ver específicamente con el orden institucional y las

relaciones de poder que caracterizaron el periodo previo al

Renacimiento en Europa y la modernidad ilustrada; la

segunda forma, que es la que me interesa, tiene que ver con

el metarelato de las formaciones sociales cuya vivencia se

halla más regida por la tradición, que se visualiza en las

narraciones, la ritualidad y el significado cultural asignado

por cada formación social a los mismos. Está claro que

ambas formas de oscurantismo se hallan vinculadas, sobre

todo si se considera el momento histórico del que se toma el

término oscurantismo, que estuvo marcado por la

Page 47: Nuestro Oscurantismo Subversivo

47

funcionalización del relato tradicional por la

institucionalidad feudal y eclesial para establecer relaciones

de poder. Empero, yo no tomo el término como una apología

de la obscuridad en la que vivían las sociedades feudales,

causada por el ejercicio del poder familiar y sobre todo

eclesial; sino como denominativo para una propuesta de

pensamiento que, en parte, se funda en el miedo3 como

factor de cohesión social y que en su contenido discursivo

permite establecer líneas de fuga efectivas frente al

movimiento histórico de la modernidad capitalista.

La luminosidad de lo oscuro

Para comprender la manera en cómo pretendo

aproximarme al término oscurantismo, resulta necesario

observar las formaciones sociales que precedieron al

capitalismo occidental, pero desde abajo, es decir olvidando

la superestructura a partir de la cual se ejercía el poder y la

represión física e ideológica sobre la población, que es de

hecho la que da lugar en gran medida al término mismo. En

este marco, me referiré brevemente a las formaciones

sociales precapitalistas, en términos generales, intentando

visualizar una relación entre condiciones materiales y su

vivencia tradicional, como elemento fundamental para

comprender, a priori, el contenido subversivo que puede

adquirir el término en la actualidad. Por lo tanto, el

oscurantismo al que me refiero, en primera instancia, tiene

que ver con el orden económico y sociocultural que precede

al capitalismo moderno occidental. De manera bastante

3 Aunque más adelante se verá si el término miedo es adecuado para hacer referencia al estado de ánimo colectivo al que intento referirme.

Page 48: Nuestro Oscurantismo Subversivo

48

concisa me referiré a este orden y a la manera en cómo fue

destruido, en el marco del movimiento histórico de la

modernidad. Esto me permitirá ingresar a reflexionar sobre

nuestro oscurantismo, entendido como los órdenes

socioculturales y económicos de los pueblos que habitan

nuestro territorio, que pueden ser comprendidos como

elementos vivos del pasado, que se perfilan como líneas de

fuga con relación al orden hegemónico actual. Como intenté

explicar en los acápites anteriores, la modernidad, el

capitalismo, se fundan en la destrucción de una serie de

relatos, instituciones, estructuras, saberes. Esta destrucción

tiene lugar en el marco de un engaño, o lo que califiqué como

el pecado original haciendo uso de la metáfora bíblica. El

engaño tiene que ver con la ilusión -que se mantiene hasta

la actualidad– de que el desarrollo de la técnica, del

conocimiento científico, y la emancipación filosófica que

supuso la ilustración, son los acontecimientos más

importantes de la historia de la humanidad. Estos procesos

dan lugar a un cambio drástico en la concepción del tiempo,

el movimiento de la historia pasa a ser entendido como

continuo, ascendente y unidireccional. Esto es, se traza, a

partir del momento –o los momentos– del engaño, a concebir

el tiempo, la historia, como un solo movimiento

emancipatorio universal. Es principalmente en la

concepción del tiempo, y en todas las demás intuiciones a

que ésta da lugar, que se puede y se debe comprender el

modelo de pensamiento de la modernidad. El tiempo es

movimiento, pero es movimiento que es culturalmente

aprehendido y significado, por lo tanto, criticar a la

modernidad parte de criticar su concepción del tiempo, su

Page 49: Nuestro Oscurantismo Subversivo

49

manera de aproximarse al pasado, de explicar su presente y

proyectar su futuro.

Propongo, entonces, en las siguientes líneas, algunos

apuntes sobre el orden que precedió a la modernidad,

tomando como referencia los trabajos de Marx, a quien no

eximo de tener la misma argumentación moderna que

intento deconstruir, pero que considero más lúcido en sus

intuiciones que todas las lecturas que lo sucedieron, y que se

precian de ‘continuarlo’. En sus escritos, Marx da cuenta de

una riqueza sociocultural –a la cual se aproxima, sin

embargo, tomando como elemento central las condiciones

materiales de vida– que precede al capitalismo, y que fue

destruida para el emplazamiento del mismo. Marx no lleva

a cabo una aproximación temporal específica a las

formaciones económicas que preceden al capitalismo, por lo

tanto, realiza apuntes generales que permiten dar cuenta de

algunos aspectos que resaltan. En primera instancia, resalta

la presencia de la forma comunidad, o por lo menos de

lógicas comunitarias que caracterizaban la vivencia de estas

formaciones económicas y sociales. De esta suerte, en

distintos lugares del mundo, incluyendo la Europa pre-

capitalista, se puede observar la presencia de lógicas

comunitarias de aprovechamiento de los medios de

producción, así como de relacionamiento social, mediadas

sobre todo por el discurso religioso. “En la primera de estas

formas de propiedad de la tierra, aparece, ante todo, como

primer supuesto una entidad comunitaria resultante de un

proceso natural” (Marx, 2009: 70). Esta forma de propiedad

se fundaba, y se funda actualmente en el caso de

formaciones sociales que mantienen una lógica comunal, en

Page 50: Nuestro Oscurantismo Subversivo

50

la preeminencia del discurso religioso que sirve como

argumento que justifica la apropiación del plustrabajo –

haciendo uso de la terminología marxista– por la

colectividad. En este marco, es a partir de la preeminencia

de la entidad supranatural que se regula y controla toda

posibilidad de aparición de formas de desigualdad material

y social. Esto conlleva, y ésta es una de las observaciones

más interesantes realizadas por Marx, a que las formaciones

económicas comunitarias eviten la aparición de un poder

desigual en su relacionamiento con otras comunidades,

curiosamente de la misma manera que Clastres observaría

siglos más tarde en la Amazonia, a partir de la guerra. “La

guerra es entonces la gran tarea común, el gran trabajo

colectivo, necesario para ocupar las condiciones objetivas de

la existencia de la existencia vital o para proteger y eternizar

la ocupación de las mismas” (Marx, 2009: 71)4.

En suma, me interesa sobre todo rescatar cómo en las

entidades comunitarias, casi de manera general, en el marco

del orden discursivo que las rige, se puede observar la

presencia de principios como la solidaridad, la reciprocidad y

la igualdad, ya sea que se los entienda como impuestos o

como construcciones culturales colectivas. Estos principios,

que parten sobre todo del discurso religioso, son los que

4 Debe aclararse, sin embargo, que este apunte si bien permite establecer un vínculo interesante entre la etnografía y la historiografía llevada a cabo por Marx y la antropología anarquista de Pierre Clastres, no puede afirmarse la existencia de una relación discursiva entre ambos, porque la manera en cómo Marx se aproxima a las entidades comunitarias previas al capitalismo se caracteriza por un razonamiento que no transgrede el orden discursivo moderno, a partir del cual enuncia su reflexión. En este marco, puede observarse en parte del lenguaje que utiliza Marx para referirse a estas entidades, que no las exima de la forma Estado, ni tampoco de la terminología empleada posteriormente para la crítica de la economía política capitalista. De hecho, esto se hace más evidente en la distancia que toma, en su relato, al referirse a la religiosidad comunitaria a la que se aproxima más como dato cualitativo para sus investigaciones, que como orden epistemológico distinto.

Page 51: Nuestro Oscurantismo Subversivo

51

establecen mecanismos de control sobre la acción de la

humanidad sobre la tierra y el entorno5, “Todos los

legisladores antiguos, y sobre todo Moisés, fundaron el éxito

de sus preceptos a favor de la virtud, la rectitud y las buenas

costumbres sobre la propiedad de la tierra” (Marx, 2009: 73).

Las entidades comunitarias que precedieron al capitalismo

se caracterizaron por la regencia de la tradición sobre su

vivencia cotidiana, y como principio para conservar sus

formas de organización.

Existe un giro discursivo filosófico, que marca la

separación entre el judaísmo y el cristianismo, y que funda

en gran medida la vivencia comunal de las sociedades

feudales de occidente. Este giro tiene que ver con la

concepción de la riqueza y la propiedad que, considero, traza

una línea de fuga en el discurso cristiano, a diferencia del

judaísmo –tan funcional actualmente al capitalismo, lo cual

no quiere decir que el discurso cristiano-católico no haya

sido también funcionalizado–. A partir del desarrollo del

pensamiento cristiano católico, la propiedad pasa a ser

entendida como un aspecto negativo, que es contrario a la

idea de salvación. El ideal de ascetismo cristiano, en la Edad

Media, se funda en el rechazo a todo bien material, para

alcanzar de tal manera la salvación espiritual. [Reitero en

este punto que me refiero específicamente a la idea, ya que

la historia demuestra cómo fue la propia institucionalidad

católica la primera en transgredir y corromper este

principio] En este marco, resulta interesante escudriñar la

5 En este caso, no me refiero a un discurso ambientalista, como algunos pensadores intentan argumentar en el presente. El contenido ecologista no se halla en el orden discursivo de las entidades comunitarias, básicamente, porque éstas no llevaron a cabo la escisión epistemológica entre humanidad y naturaleza, o no-humanidad, que lleva a cabo la modernidad desde el Renacimiento hasta el presente.

Page 52: Nuestro Oscurantismo Subversivo

52

manera en cómo los principales pensadores del catolicismo

trataban el tema de la propiedad. “[…] en las palabras de

San Agustín, una sociedad sin propiedad era posible

solamente en el Paraíso, porque exigía perfección, el tipo de

perfección que desde el pecado original se encontraba fuera

del alcance de la mayoría de la humanidad” (Pipes, 2002:

36). Esta idea remite nuevamente al presagio trágico

apuntado en la metáfora del Génesis, en el acápite anterior,

la propiedad sería la consecuencia del quiebre, en distintos

ámbitos, que produjo el hecho del pecado original, el

momento a partir del cual la tierra se haría maldita a causa

del hombre. En este marco, el discurso religioso del

catolicismo instauraba un cierto filtro para evitar aquello

que más adelante el pensamiento ilustrado emplazaría como

fundamento de la emancipación de la humanidad6. De

hecho, resulta bastante sugestivo el uso de lo común como

argumento del pensamiento católico, para fundamentar la

crítica a la forma propiedad privada. “La idea católica de la

propiedad privada fue recopilada por Santo Tomás de

Aquino en la Suma teológica (Summa Theologica) […]

Reconoció que en cierto sentido, ‘no era natural al hombre

poseer cosas externas’, porque todos los bienes pertenecen a

Dios y son la propiedad común de los hijos de Dios” (Pipes,

2002: 37). Naturalmente, esta idea no condujo en ningún

6 En este sentido, resulta bastante curiosa la paradoja de la crítica materialista, que es en gran medida una consecuencia del pensamiento ilustrado y forma parte del mismo movimiento histórico de la modernidad, en su invectiva a la forma propiedad privada. En el discurso materialista resalta la pretensión de la extinción de la propiedad privada, a la vez que un rechazo escatológico, cuya filiación ilustrada es innegable, al discurso tradicional religioso. Señalo esto como una paradoja ya que es en el discurso tradicional se hallan varios insumos para fundamentar la crítica de la propiedad privada. De hecho, en los propios trabajos de Marx, sobre todo en los referidos a la crítica de la economía política, puede observarse un uso recurrente de metáforas religiosas. De la misma manera, rescato el ejercicio realizado por Benjamin de llevar a cabo una crítica a la modernidad, combinando sus lecturas sobre Marx y su herencia religiosa judaica.

Page 53: Nuestro Oscurantismo Subversivo

53

momento a una apología y defensa prácticas de la propiedad

común, sino y siguiendo el razonamiento de San Agustín, a

un ordenamiento represivo de la propiedad privada, que

eventualmente derivó en el empoderamiento de la

institucionalidad católica sobre la vida de las gentes.

Empero, como se señaló anteriormente, la propia población,

en el marco de su vivencia religiosa y del discurso que

emplazaba la tradición asceta, además de la exigencia de las

propias condiciones materiales, llevaban a cabo un vivencia

comunal en varios aspectos. Por lo tanto, no sólo era la

institucionalidad feudal y eclesial las que limitaban el

desarrollo de la propiedad privada, sino también las propias

poblaciones a partir de la exigencia que imprimían sus

condiciones materiales de vida y el discurso religioso bajo el

que se regían. La tradición por lo tanto servía como

reguladora del exceso hedonista y voraz a que podía

conducir el descontrol de la privatización de las cosas, que

era presagiado negativamente por el catolicismo. Esta

regulación es la que posteriormente sería observada

peyorativamente por la Ilustración, y arcaizada en el marco

de su crítica al oscurantismo

Sin embargo, la proximidad de la población con

respecto a la tradición es lo que me interesa como posible

línea de fuga, en el marco de la crítica al engaño de la

emancipación ilustrada, sobre el que se funda la

modernidad. Hay un cuadro al cual me refiero también como

cumplido a la estrategia argumentativa benjaminiana y a la

potencia de las fuentes gráficas tanto para la historia como

para el pensamiento. Se trata en este caso del Ángelus de

Jean-François Millet, que data de 1859, cuando ya el

Page 54: Nuestro Oscurantismo Subversivo

54

capitalismo burgués se emplazaba como sistema económico

dominante en Europa. En el cuadro se observa a dos

campesinos orando, en la vastedad de un campo arado, hay

un pequeño volquete con costales conteniendo el producto de

una cosecha, una canasta con frutos y al costado del

campesino un rastrillo clavado al suelo, que denota el

momento de intervalo en el trabajo, dedicado a la oración.

Llama la atención el sosiego que surgiere la escena, el

momento de reposo, en el que se destina un espacio de

tiempo para agradecer a la entidad supranatural por

aquello que es aprovechado en la naturaleza. En esta escena

no ingresa la institución eclesial, se deja de lado todo el

oscurantismo –en los términos de relaciones de poder, en los

que criticaba en parte la filosofía ilustrada–. Es, por lo

tanto, el fundamento de la tradición que precede a la

modernidad capitalista, la presencia del Dios numinoso,

entendido como el que otorga la técnica y al cual se le

agradece por lo concedido. El relato que establece límites a

la acción humana sobre el entorno y que establece el vínculo

amoderno entre lo humano y lo no-humano, en un contexto

cultural y epistemológico en que la impostura de esta

escisión no halla aplicación. Cabe recordar que la expresión

pictórica de Millet generaba molestia rechazo en la

creciente burguesía industrial de la Europa del siglo XIX,

por la representación del arcaísmo rural en lugar de la

apología gráfica del progreso urbano capitalista. La riqueza

de esta escena, tan cotidiana y a la vez, considerando el

contexto histórico en que se la estampa, tan rebelde, tiene

que ver con el reflejo de la cualidad subversiva de la

tradición, en un momento en que se hace cada vez más

evidente la apoteosis de la modernidad ilustrada, y “la

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55

‘muerte del Dios numinoso’, el posibilitador de la técnica

mágica o neolítica” (Echeverría, 2010: 62). La cualidad del

discurso religioso, del pensamiento mágico que ‘precede’ al

racionalismo capitalista es, justamente, el vínculo de la

vivencia tradicional con la tierra. No se trataba,

únicamente, de un medio de producción que aseguraba las

condiciones materiales de los trabajadores, era también un

espacio en que se cristalizaba la relación mística con el

entorno natural, y en que el respeto a la entidad

supranatural conllevaba a la conservación y

aprovechamiento conscientes de las bondades del entorno.

La escena del Ángelus de Millet contiene también, en el acto

colectivo del agradecimiento, el abrigo de la comunidad a

que daba lugar la vivencia tradicional de las formaciones

económicas que precedieron al capitalismo individualista

ilustrado. La manifestación de lo colectivo no sólo

correspondía al acontecimiento de la producción, del trabajo,

sino también a la compartición del ritual, la objetivación de

la religiosidad como factor de cohesión social y de

conservación de los esquemas de igualdad, solidaridad,

reciprocidad o, en términos generales, de comunidad.

En este marco, y haciendo referencia nuevamente a la

crítica de Marx a la economía política capitalista, no es

casual que parte del movimiento histórico de la modernidad

capitalista o, de hecho, el fundamento para el mismo, fuera

la destrucción de las entidades comunitarias

‘precapitalistas’, entendidas en un sentido amplio. En este

sentido me referiré a la reflexión de Marx sobre el proceso

de acumulación originaria del capital, desarrollada en El

Capital. Casualmente, en la relectura de esta capítulo,

Page 56: Nuestro Oscurantismo Subversivo

56

llama la atención la manera sugerente en cómo ingresa a la

reflexión: “Esta acumulación originaria desempeña en la

economía política aproximadamente el mismo papel que el

pecado original en la teología” (Marx, 2004: 891 énfasis

propio). Aunque Marx no se refiere específicamente a la

metáfora bíblica, en el sentido en que intento interpretarla

en el presente trabajo, su uso tiene que ver con el mismo

sentido crítico del movimiento histórico sobre el que se

funda la modernidad capitalista. En la argumentación de

Marx se halla, de fondo, la crítica al pensamiento ilustrado

post-oscurantista, la idea se propuso del engaño de la

emancipación. La idea de una superación del oscurantismo

feudal, en términos sobre todo filosóficos y políticos, conlleva

también, de trasfondo, la escisión de los trabajadores con

relación a los medios de producción. El capitalismo se funda,

entonces, en la aparente emancipación de los trabajadores

con relación al vínculo tradicional con la tierra, y todos

aquellos aspectos a que esta relación daba lugar.

El proceso de escisión, pues, abarca en realidad toda la

historia del desarrollo de la moderna sociedad burguesa,

historia que no ofrecería dificultad alguna si los

historiadores burgueses no hubieran presentado la

disolución del modo feudal de producción exclusivamente

bajo el clair-obscur [claroscuro] de la emancipación del

trabajador, en vez de presentarla a la vez como

transformación del modo feudal de explotación en el modo

capitalista de explotación. (Marx, 2004; 893)

En estas líneas primiciales, se observa tanto una crítica

a la enajenación sobre la que se funda el capitalismo, que es

de hecho el aspecto que más se ha resaltado en las lecturas

sobre Marx; como, y lo que me parece más relevante aún,

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57

una crítica a la concepción moderna del tiempo. Es a partir

de la modernidad capitalista, que la misma se consolida

filosóficamente. Es sobre todo a partir de la Ilustración, que

la concepción del tiempo, de la historia, deviene en unilineal

y progresista, o continuamente ascendente. En este sentido,

este orden discursivo que se emplaza como dominante es el

que da lugar a una comprensión apologética y miope de los

fundamentos materiales del capitalismo, así como al olvido

del trasfondo sociocultural que supuso este proceso histórico

violento. Más adelante ahondaré sobre la concepción del

tiempo, a la que ya me referí en parte en el acápite anterior,

lo que me interesa en este punto es visualizar la magnitud

del proceso de acumulación originaria del capital, más allá

del aspecto material. El contexto sociocultural y

socioeconómico en Europa –y sobre todo en Inglaterra que es

donde Marx sitúa su investigación– se caracterizada por la

preeminencia de lógicas comunitarias de producción y

aprovechamiento de los recursos del entorno, que se

desenvolvían bajo la tutela del poder feudal. Así, por

ejemplo, los bosques eran espacios de aprovechamiento

colectivo, en los que las poblaciones se abastecían de leña,

animales de caza, agua, entre varios otros productos. La

preeminencia de la forma propiedad privada era, por lo

tanto, todavía una pretensión discursiva, antes que una

realidad fáctica. Al interior de las grandes propiedades

feudales, los campesinos y los asalariados gozaban

usufructuaban la tierra bajo lógicas comunales. La base del

modo de producción capitalista fue, por lo tanto, la

destrucción de todo este orden socioeconómico, es decir, la

destrucción del capital feudal, la destrucción de las lógicas

comunales que funcionaban bajo el manto del dominio

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58

feudal, la ‘emancipación’ de los trabajadores campesinos y la

imposición de la forma propiedad privada individual (Marx,

2004). Todo este proceso debe ser comprendido, a la par del

desarrollo del pensamiento filosófico moderno-ilustrado, el

apogeo de la racionalidad individualista laica, y en algunos

casos atea. Por ello es que se habla de un movimiento

histórico, que abarca varios procesos que van sentando las

bases para el capitalismo actual. De esta suerte, el

desarrollo de las ideas emancipatorias debe comprenderse

como parte de un proceso de destrucción violento, y no sólo

desde el ámbito de las ideas, como parte de un movimiento

de la razón. Se demolían casas campesinas, se despoblaban

predios comunales, y en todo este proceso jugaba un rol

protagónico el Estado Absolutista –que debe ser entendido

como un Estado de transición entre el feudalismo y la

modernidad política–. Se puede observar en los documentos

de la época que Marx investiga, la tragedia y la violencia

que sentaron las bases para el desarrollo del capitalismo

actual.

Se dice allí, entre otras cosas, que ‘muchas fincas

arrendadas y grandes rebaños de ganado, especialmente de

ovejas, se concentran en pocas manos con lo cual han

aumentado considerablemente las rentas de la tierra y

disminuido mucho los cultivos (tillage), se han arrasado

iglesias y casas y cantidades asombrosas de hombres han

quedado incapacitados para ganarse el sustento para sí y

sus familias’. (Marx, 2004: 899 énfasis propio)

La modernidad, el capitalismo, se fundan en la

destrucción del mundo campesino comunitario, la extinción

del acto colectivo del trabajo en la tierra, y de todas las

prácticas rituales y la vivencia tradicional a que esta

Page 59: Nuestro Oscurantismo Subversivo

59

relación directa con el entorno natural, no entendido como

desligado de lo social, daba lugar. Las formas de violencia,

la enajenación, el despojo, la destrucción del mundo

tradicional campesino comunitario, son las maneras en

cómo se materializó históricamente la crítica ilustrada al

oscurantismo, las maneras en cómo se impuso la

‘emancipación’ moderna con respecto al oscuro y arcaico

periodo feudal. Esta dinámica destructiva no se aplica sólo

al contexto europeo, el capitalismo global actual se funda en

el mismo movimiento destructivo, tanto de las estructuras

organizativas comunitarias calificadas como premodernas o

precapitalistas, como de las narrativas culturales

tradicionales a lo largo y ancho del globo. Este proceso inicia

en 1492, con la conquista de América, y prosigue

ininterrumpidamente hasta el presente, en todos los

contextos del globo. La modernidad, en cualquier lugar del

mundo, precisa destruir lo arcaico, las tradiciones y las

formas tradicionales de organización de la vida en

colectividad, de la producción, de la ritualidad. Entonces, se

tiene una dinámica global de destrucción, justificada –ya sea

por el liberalismo reaccionario o por las izquierdas

progresistas– bajo un discurso universalista en que se

combinan igualdad y libertad como principios universales.

El arquetipo de la modernidad ilustrada, que sustenta

discursivamente al capitalismo actual, es la

homogeneización de la humanidad, en el marco de la

universalización de un paradigma civilizatorio que se

emplaza como insuperable en cualquier contexto.

El problema en este caso, que si bien ya ha sido planteado

insistentemente yo me refiero nuevamente al mismo porque

Page 60: Nuestro Oscurantismo Subversivo

60

en este caso incluyo también a la crítica izquierdista

moderna, es que si existiera, efectivamente, un sentido

universal de la historia, de emancipación ilustrada de los

individuos, la misma no estaría impregnada de sangre ni de

dolor, como continúa estándolo hasta el presente. Esta

certeza se hace aún más indiscutible, en un contexto en que

la vorágine destructiva del capitalismo se hace cada vez más

incontenible y el destino tanto de la humanidad como de

todas las entidades no-humanas que habitan el planeta es

cada vez más desolador. En este contexto, en que las

izquierdas no saben cómo afrontar la destrucción que se

avista, y los reformismos social-demócratas y populistas

demuestran ser más funcionales al capitalismo que las

mismas derechas reaccionarias, se debe procurar la re-

emergencia de la tradición, de los elementos vivos de

nuestros pasados, como posibilidades para la crítica y la

subversión. Esto implica, en primera instancia, un ejercicio

de transgresión epistemológica, de re-conceptualización el

tiempo –y en consecuencia el espacio–, y deconstrucción de

todo el edificio discursivo de la modernidad desde sus

albores y hasta el presente. No con miras a pensar

exclusivamente algo nuevo sino, y retomando la propuesta

benjaminiana, con miras a recomponer el pasado, vengar a

los muertos antes que redimirlos, regenerar el presente a

partir de aquellas imágenes que tuvieron lugar o que

podrían haber tenido lugar.

Nuestro oscurantismo

Afortunadamente no habitamos un territorio libre de

oscuridad, esa que le aqueja a la modernidad, que atemoriza

Page 61: Nuestro Oscurantismo Subversivo

61

a los críticos de éste paradigma ya sea que se sitúen en la

derecha o en la izquierda. En la cotidianidad, incluso de las

poblaciones urbanas, puede observarse la manifestación de

prácticas y relatos, que traen al presente con toda vitalidad,

los elementos vivos de nuestro pasado. Se manifiestan

cotidianamente los fantasmas que occidente intentó aplacar,

extirpar y extinguir, y que supieron resistir, tanto a la

violencia de los agentes de la modernidad, como al estupor

al que los condena el creciente hedonismo individualista y

solitaria actual. A diferencia de los espacios o territorios a

los que me referí en los acápites anteriores, todavía no pesa

sobre nuestros muertos –o por lo menos no de manera

absoluta– la aciaga condición de patrimonio o folklore,

aunque esa sea cada vez más la voluntad de las élites del

reformismo progresista. Por lo tanto, es posible afirmar que

la batalla contra el enemigo todavía no la perdieron

nuestros muertos. Hay una esperanza para nuestro

presente, para transformarlo a partir de recomponer

nuestro pasado, reivindicando como se debe a nuestros

muertos, aquellos que hasta el presente, en su memoria,

guardan la potencia de las tradiciones, así como el infortunio

de sus derrotas y, en consecuencia, la latencia del re-

estallido de la guerra. En este sentido, en adelante me

insertaré en explorar nuestro oscurantismo, tomando como

referencia principal las culturas que habitan las tierras

altas, ya que es esa región el locus desde el cual enuncio

estas reflexiones. Considero que es en la ritualidad, en la

vivencia, en el pensamiento, así como en la memoria de las

culturas que habitan nuestro territorio, que se hallan los

insumos más valiosos para llevar a cabo la crítica de la

Page 62: Nuestro Oscurantismo Subversivo

62

crítica moderna, y la posibilidad de pensar las

transformaciones que demanda el contexto actual.

En este marco, es necesario aclarar, nuevamente, a

que me refiero cuando empleo el término oscurantismo. El

objetivo de este trabajo es re-significar el concepto, para

emplearlo como insumo y posibilidad, para llevar a cabo una

crítica efectiva a la modernidad. En este sentido, no intento

llevar a cabo una apología del orden hegemónico feudal y

eclesial que precedió a la modernidad; al contrario intento

referirme al subsuelo cultural y político que la modernidad

rezaga en su pretensión universalista de progreso. Me

refiero a las prácticas rituales, a la persistencia de relatos

calificados de oscurantistas en los que las entidades

supranaturales que rigen el cosmos establecen límites

socialmente aceptados a la acción de la humanidad sobre el

entorno, y mantienen las estructuras de reciprocidad, de

igualdad real y de libertad en comunidad. En este sentido,

me refiero también a la manifestación práctica de estos

relatos, en la vivencia de formaciones sociales o societales

que mantienen vivas sus tradiciones, sus metarelatos

‘arcaicos y premodernos’, y que incluso se atreven a

pensarse a sí mismas como posibilidades reales para evitar,

eludir y sanar los males que produce la modernidad. Ahora

bien, el uso del término oscurantismo no plantea una

distinción dialéctica entre lo oscuro y lo luminoso, es decir

no intenta redimir a aquello que se mantiene en la

oscuridad frente a aquello que no deja de brillar. Ello

implicaría que la modernidad es absoluta y

permanentemente luminosa. La modernidad se precia de

haber trascendido el oscurantismo religioso, a partir del

Page 63: Nuestro Oscurantismo Subversivo

63

triunfo de la razón y la técnica, empero ello no exime que la

modernidad, en términos de pensamiento, se halle exenta

ella misma de oscurantismos. Todo momento histórico en

que rige un determinado orden discursivo e ideológico

produce su propio oscurantismo, incluso la izquierda

ortodoxa que tanto se precia de ser crítica, produce sus

propios oscurantismos ideológicos. Empero, en el uso del

término que propongo, intento exaltar la luminosidad de lo

oscuro y, a la vez, poner de manifiesta la oscuridad de lo

luminoso en una crítica expresa de la razón moderna.

Para comprender nuestro oscurantismo es necesario

considerar algunas categorías, sobre todo dos que considero

fundamentales para comprender el pensamiento de nuestros

espacios oscuros. Me refiero en este caso al territorio y la

territorialidad. Si se considera que el fundamento quizás

más trascendente de la modernidad fue la destrucción del

vínculo ritual del ser humano con la naturaleza, tanto en

términos del pensamiento como en la realidad material,

entonces la permanencia del territorio en el metarelato de

formaciones sociales da lugar a una grieta en la totalidad

moderna. Por lo tanto, la tarea pendiente es ahondar esa

grieta, rasgar la aparente solidez de un contexto que

contiene otros contextos encubiertos. El territorio es la

condición de posibilidad y el espacio en que se condensa y se

manifiesta el pensamiento oscurantista, se trata de un

concepto que encierra en sí todos los elementos que son

despreciados por la modernidad, y que intentan ser

eliminados, sobre todo a partir de la destrucción del mismo.

Es por ello que, utilizando la terminología deleuziana, todo

movimiento territorializador precisa desterritorializar, a

Page 64: Nuestro Oscurantismo Subversivo

64

más de destruir. De esta suerte, resulta bastante

comprensible que la modernidad se fundara en la

destrucción de los territorios, así como en la enunciación de

un discurso emancipador cargado de líneas de fuga7. Se

aplica entonces la lógica deleuziana que afirma que toda

desterritorialización viene seguida de un movimiento

reterritorializador. Esta terminología se aplica tanto en el

ámbito geográfico, como en el ámbito epistemológico,

después de todo ambos son el correlato del otro, y es esta

relación la que me interesa ahondar. La persistencia del

territorio como forma, digamos, ‘premoderna’ –es decir, que

no es territorio nacional o mercado y espacio político de

despliegue de las relaciones de producción de una nación– es

la condición de posibilidad para la persistencia de otras

fuentes de pensamiento, otros lenguajes, otras

cosmovisiones. El territorio encierra o condensa todos los

saberes que produce una cultura, es el espacio vivo para su

despliegue. En el caso de las formaciones socioeconómicas

que preceden al capitalismo, y aquellas que lo resisten

actualmente, el territorio supone el vínculo de todos los

sujetos con el entorno natural, un vínculo que ni siquiera

necesita enunciarse porque es practicado cotidianamente.

Este vínculo se pierde con la modernidad, el territorio

deviene en uno de los monopolios del Estado, y el espacio de

despliegue de la creatividad humana se limita al ámbito

individual y a espacios de relacionamiento colectivo

permitidos, tanto social, como política y culturalmente. En

7 Ésta es, en este caso, la diferencia entre los dos términos. La modernidad se funda en la destrucción violenta de estructuras de organización y vida de las formaciones sociales que obstaculizan su movimiento histórico universal; pero la justificación de esta destrucción se caracterizó, en primera instancia y hasta el presente, por un discurso aparentemente desterritorializador, pero que en la práctica lleva a cabo territorialización cada vez más nociva.

Page 65: Nuestro Oscurantismo Subversivo

65

este marco, el espacio pierde todo su sentido ritual, porque

aquello que es tangible y no-humano, pierde toda su

vitalidad, deviene en inerte. Lo único que acompaña al ser

humano es el propio ser humano, todo lo demás, todos los

elementos no-humanos –tanto vivos como muertos– que lo

rodean son simplemente accesorios de una vivencia

antropocéntrica y vacua. En cambio, en el caso de las

formaciones sociales, digamos, amodernas el territorio

contiene todos los elementos que le otorgan un sentido

mucho más amplio a la vida de los seres humanos. Por ello,

haciendo alusión a Giorgio Agamben (2010), el territorio es

forma-de-vida.

En este sentido, la modernidad o las sociedades

modernas carecen de un elemento fundamental, que a su

vez también pasa a ser monopolizado por el Estado y las

élites en el poder. Se trata de la territorialidad. Se ausentan

todos los relatos que le otorgan vida al espacio, y todas las

intuiciones colectivas que derivan de esta vitalidad. En el

mundo, o los mundos indígenas, el espacio, el entorno se

caracteriza por contener una profunda carga ritual, en la

que todas las entidades que lo habitan forman parte de una

única red a partir de la cual la vida se significa, en un

sentido holístico. Esta relación, si bien intenta ser

aprehendida y conceptualizada por intelectuales que

provienen de una matriz moderna –incluyendo a quien

escribe estas líneas–, no puede ser comprendida por la

crítica moderna, ni mucho menos por la crítica de la crítica

moderna, debido a que la modernidad se funda en un corte

epistemológico a partir del cual se escinde

irremediablemente el mundo de lo humano y lo no-humano

Page 66: Nuestro Oscurantismo Subversivo

66

(Latour, 2007). Esta es la razón principal por la que toda la

crítica reformista, que en la actualidad intenta insertar en

su discurso elementos vivos del pasado tradicional del

mundo indígena (suma qamaña; pachamama, entre otras

categorías), termina frivolizando absolutamente los mismos,

y desvaneciendo el sentido profundo de estos elementos. En

este sentido, considero que la ‘reivindicación’ del mundo

indígena, tal y como la llevan a cabo las izquierdas

progresistas en la actualidad, se traduce en las políticas más

coloniales de la historia ¿Por qué serían más coloniales que

las políticas llevadas a cabo por las élites gobernantes de los

siglos XIX y XX? Sencillamente, porque a diferencia de

anteriores gobiernos que llevaban a cabo políticas coloniales

desde la sinceridad de su antagonismo, los reformistas

contemporáneos llevan a cabo un colonialismo salvaje desde

la hipocresía de su cercanía con el mundo indígena. De esta

manera, se permiten incluso relativizar y des-legitimar todo

intento de crítica, calificándolo de reaccionario, de contra-

revolucionario, e incluso de colonialista. Sobre esta crítica al

reformismo pseudo-modernista y colonialista, ahondaré en

el último punto de este acápite.

Antes de ingresar en la crítica, es necesario apuntalar

adecuadamente los elementos para la crítica. Esto es, la

reivindicación de nuestro oscurantismo tal como es. Decía

que en los mundos indígenas, se le asigna al espacio un

contenido ritual, que les otorga vida a todos las entidades

que lo habitan ya sean éstas humanas o no-humanas, ya

que ésta distinción no predomina como sucede en la

modernidad. En el caso del mundo aymara, aunque también

en las demás culturas andinas con los matices propios de

Page 67: Nuestro Oscurantismo Subversivo

67

cada caso, el vínculo entre todas las entidades del entorno es

espiritual. De esta suerte, emerge un concepto bastante

complejo, que no puede ser comprendido a la ligera, sino a

partir de todas las posibilidades a que da lugar el mismo, se

trata del ajayu. “Ajayu es el prerrequisito para el desarrollo

de la vida y de todas las formas de existencia” (Burman,

2011: 117). No me interesa en este caso intentar apuntalar

una traducción del término, porque ello implicaría limitar la

potencia del mismo, o colonizar en un sentido lingüístico las

posibilidades del mismo. Lo cierto es que el ajayu son varias

cosas, pero es sobre todo un concepto espiritual bastante

amplio, que permite dar cuenta del carácter amoderno –si

se considera el corte epistemológico mencionado líneas

atrás– del pensamiento tradicional aymara. “El ajayu no se

restringe a la humanidad; sino es lo que integra al ser

humano dentro de una red más amplia de la vida; es lo que

hace que todos los seres sean personas” (Burman, 2011: 120).

En este marco, el ajayu aparece como una cualidad que

reside en todas las entidades que habitan el entorno, y que

las integra en una gran red de vida, o forma-de-vida. Como

señala Burman, los ajayus se hallan en todas partes, de

manera específica en cada una de las entidades que habitan

la tierra, y de manera general, en la significación del espacio

y del tiempo. La conexión con los ajayus, que es

fundamental en la cultura aymara, es la base para

comprender el vínculo ritual de estas poblaciones con la

tierra, con los medios de producción, con todas las entidades

no-humanas, a las que posteriormente la modernidad

denomina recursos naturales. Por lo tanto, en este concepto,

y los que derivan del mismo, se hallan los argumentos

oscurantistas que pretendo apuntalar. Existe una jerarquía

Page 68: Nuestro Oscurantismo Subversivo

68

de ajayus, así por ejemplo el paisaje aymara está habitado

por los ajayus uywiris, que habitan los cerros, las montañas,

y con los que se busca estar conectados permanentemente.

Esto no implica que exista una escala de importancia y de

sacralidad en el entorno, “todo lugar es ‘potencialmente’

sagrado, sea uywiri o no” (Martínez, 1989: 28). A diferencia

de la religiosidad occidental, en la que la conexión con la

entidad supranatural (Dios) implica una diferencia y

separación ontológica entre Dios y la humanidad; en el caso

de la religiosidad andina, y me animaría a afirmar que en la

mayoría de los pueblos indígenas, la conexión con la

entidades supranaturales implica una unificación total. El

ajayu, en el caso de los aymaras, es la cualidad que unifica

la vida natural, de todas las entidades, con lo supranatural,

de esta certeza resulta el hecho que la pérdida del ajayu

resulte tan problemática para la vida misma8. La conexión

con los ajayus se da, por lo mismo, a partir de rituales que

involucran cuerpo y espíritu.

[…] Al participar en un ritual de intercambio de vientos

olores, alientos y el flujo de la vida, los ajayus uywiris y los

seres humanos se unifican. La unidad se experimenta de

manera clara y notoria en ciertos lugares, como las wak’as y

en momentos especiales durante los rituales. (Burman,

2011: 122)

8 La pérdida del ajayu implica varias cosas, desde la pérdida del aliento, la fuerza, pero sobre todo la pérdida de la esencia, ya que se pierde la conexión con las entidades supranaturales que habitan el entorno. En este marco, resulta bastante interesante la vinculación que realizan algunos maestros aymaras entre colonialismo, modernización y pérdida del ajayu. Ésta pérdida no implica la ausencia absoluta de la forma ajayu, sino que conlleva a una mala conexión, es decir a una conexión con un ñanqha ajayu, un ajayu extraño. La creencia en algunos maestros aymaras tiene que ver con esta mala conexión y pérdida del ajayu genuino se da, por ejemplo, a partir de la adopción de la vida urbana, la individuación, entre otros aspectos. (Ver. Burman, 2011).

Page 69: Nuestro Oscurantismo Subversivo

69

Las nociones de ajayu o wak’a establecen una relación

bastante compleja, entre la existencia, la vida, tangible en el

cuerpo, y el espacio o el entorno. Esta relación intenta ser

recuperada en la actualidad, en el marco de una crítica al

colonialismo, en un sentido mucho más holístico que el

manejado por el discurso intelectual. De esta relación se

desprende una re-conceptualización del término alienación,

referido principalmente al ámbito ideológico. El

colonialismo, la modernidad, implican una pérdida del

ajayu, que se hace visible tanto en el cuerpo como en el

paisaje, de aquí que todo intento de descolonización, más

allá de la dimensión política o económica, implicaría una

recuperación de la esencia ‘sagrada’ de todas las

dimensiones (cuerpo, territorio). Esto implica una serie de

rituales que van desde el ámbito espiritual-personal, hasta

la recuperación del carácter sagrado del entorno natural. En

este marco, la seguridad, el sentido de abrigo que es

otorgado por la vivencia comunitaria, son posibles a partir

de la sacralidad del paisaje. La comunidad no tendría

sentido sin la existencia de los lugares sagrados, sin la

existencia de todo el orden ritual-tradicional. En este marco,

por ejemplo, las wak’as entendidas en términos generales

como lugares sagrados, juegan un papel importante en la

forma-de-vida de las poblaciones aymaras, tanto en el

campo como en las ciudades, aunque parte del discurso

descolonizador de los movimientos aymaristas en el

presente reivindica la vida en el campo como posibilidad

para recuperar la esencia. De esta relación compleja se

desprende una acepción oscurantista, es decir, al tratarse

más que de un relato, de una vivencia, el respeto por los

lugares sagrados condiciona el buen vivir de las poblaciones,

Page 70: Nuestro Oscurantismo Subversivo

70

sobre todo en el área rural. “Aunque las wak’as y los ajayus

uywiris (los achachilas y las awichas) son los únicos que

pueden asegurar una buena cosecha, salud y bienestar, ellos

pueden también enviar granizo y helada y pueden castigar y

matar” (Burman, 2011: 140). Por lo tanto, sobre todo en las

áreas rurales, la relación con todas las entidades que

habitan el entorno está mediada por el vínculo místico con

las entidades supranaturales. Este vínculo es razonamiento

el que aqueja a los modernos, el oscurantismo que la

modernidad se precia de haber destruido a partir de

imponer la escisión epistemológica entre lo humano y lo no-

humano. Sin embargo, es en este vínculo que se halla la

posibilidad de pensar una crítica real a la voracidad del

capitalismo actual. Es allí donde se halla el carácter

subversivo de nuestro oscurantismo.

La relación compleja ritual con el entorno, que

caracteriza la vivencia de las culturas andinas no se aplica

únicamente al ámbito ritual, o al ámbito del pensamiento,

sino y sobre todo en la vivencia cotidiana, en la relación

cotidiana con la tierra, con el entorno natural, que tiene

lugar sobre todo durante el proceso productivo. El

aprovechamiento de los elementos y entidades de la

naturaleza, en el marco de las actividades agrícolas,

pecuarias, piscícolas y hasta mineras, de los pueblos

andinos, está determinado por el ritualismo descrito

anteriormente. En el caso de los Urus, por ejemplo, es

interesante notar que cada momento de su calendario

productivo viene acompañado de un acto ritual, desde la

repartición de la tierra, la siembra, la cosecha, y el inicio del

Page 71: Nuestro Oscurantismo Subversivo

71

siguiente periodo de producción (Wachtel, 2001)9. La

compartición de la ritualidad repercute, a la vez que es una

determinación, y es la condición para la conservación, de los

lazos comunitarios al interior de estas formaciones

socioeconómicas. Este conjunto de determinaciones, que no

pueden comprenderse sino en su relación permanente

(ritualidad, producción, comunidad), dan lugar en la

actualidad a propuestas para pensar alternativas al modelo

capitalista de producción, sobre todo en lo que respecta el

área rural. Empero, el acercamiento y la reflexión sobre

estas alternativas todavía carece de una perspectiva

holística, en la que ingresen tanto las técnicas productivas

comunitarias, como el pensamiento y la ritualidad, como un

conjunto coherente e indiviso. En la actualidad se utilizan

términos como agroecología y soberanía alimentaria, en

algunos casos vinculándose ambos, y en otros tratándolos

como conceptos distantes. Lo cierto es que la agroecología

como enfoque para alcanzar la soberanía alimentaria, es

una manera práctica de pensar la aplicación del carácter

subversivo del oscurantismo que intenté describir párrafos

atrás. La agroecología “como disciplina referida al manejo

adecuado de ecosistemas y agrosistemas bajo una inter-

relación armónica entre el hombre [y la mujer] y la

naturaleza, que respete el medio ambiente y los valores

culturales de la sociedad” (Tapia, 2006: 67) tan sólo es

9 De hecho un aspecto sociológico que debe resaltar en la vivencia tradicional de los pueblos originarios es el sentido que le es asignado a la festividad, en el cual también se visualiza la diferencia de orden discursivo de estas formaciones sociales. La festividad siempre tiene un carácter ritual, y acompaña permanentemente la vivencia tradicional, se trata de un momento de disponibilidad colectiva en la que el esparcimiento cumple también una función de agradecimiento a las entidades supranaturales. Es decir, no existe momento en la vida de los pueblos originarios en que no estén presente las demás entidades, tanto naturales como supranaturales. Por lo tanto, se confirma el carácter no-antropocéntrico de las culturas indígenas, así como un sentido distinto asignado a los momentos de hedonismo.

Page 72: Nuestro Oscurantismo Subversivo

72

posible a partir de la re-valorización de las técnicas

tradicionales de producción, que son empleadas por las

comunidades campesinas y las poblaciones originarias. La

cualidad subversiva del oscurantismo, es decir de las

tradiciones y la ritualidad de los pueblos indígenas

originarios no tiene que ver únicamente con su capacidad de

poner en cuestión el orden de pensamiento hegemónico de la

modernidad, sino también y sobre en su aplicabilidad

práctica funcional. El enfoque agroecológico es, en la

actualidad, la propuesta funcional más concreta para pensar

la revitalización del oscurantismo, en el sentido integral que

he intentado exponer aquí.

No hay otra alternativa que no sea agroecología para

brindar una alternativa que permita producir suficientes

alimentos que sean no sólo saludables sino también

accesibles. Hoy sabemos que los campesinos, con más o

menos 350 millones de granjas a nivel mundial alimentan al

50% de la población mundial. Y, la mayoría de esos

agricultores, yo diría el 80% de ellos, están produciendo con

métodos agroecológicos, es decir, métodos basados en

conocimiento tradicional, conocimiento milenario

transmitido de generación en generación […] El problema

de escala no es el área de producción, sino el número de

agricultores. (Altieri. Recurso audiovisual)10

Pero el objetivo del presente punto no es ahondar en la

agroecología, sino reflexionar sobre todo en los fundamentos

que permiten pensar estas alternativas o enfoques, sobre las

que ahondaré más adelante. Esto es, en el carácter

subversivo del oscurantismo de nuestros pueblos que se

10 Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=EAV-RlDDirI, visitada en fecha 5 de noviembre de 2013.

Page 73: Nuestro Oscurantismo Subversivo

73

funda en la relación ritual que tienen los pueblos con el

entorno natural y con todas las entidades que lo habitan.

En este marco, me interesa reflexionar sobre cómo esta

relación repercute, lógicamente, en la manera en cómo estos

pueblos conciben al tiempo, es decir el movimiento de la

historia. En varios trabajos historiográficos y etnográficos

referidos al pensamiento y la política insurgente en el

mundo aymara (Hylton, 2005; Thomson, 2007; Hylton et al.,

2011; Condarco, 1983, Burman, 2011) se visualiza, sin

necesariamente ahondarse, sobre una problemática de tipo

epistemológica, que tiene que ver con la concepción del

tiempo de los pueblos aymaras, que emerge cada vez que se

enfrenta a la impostura de la concepción occidental del

mismo. Se trata de una problemática de tipo epistemológica

pues todos los momentos de insurgencia indígena en la

región andina estuvieron marcados por la manifestación de

un orden discursivo –en términos foucaultianos–

resistiendo a la voluntad hegemónica de otro. Son los

momentos de insurgencia los que permiten dar cuenta de la

existencia de una concepción del tiempo diametralmente

opuesta a la que intenta apuntalar universalmente la

modernidad. En estos momentos, como visualizan Hylton,

Patzi, Serulnikov y Thomson (2011), surge la reivindicación

de una renovación del presente, bajo esta idea de “ya no es tu

tiempo, es nuestro”, que se replica tanto en las

insurrecciones de finales del siglo XIX (1871, 1899), como en

las insurrecciones de la primera mitad del siglo XX. Pero lo

que debe resaltar es que esta renovación del presente no

tiene que ver, de ninguna manera, con la lógica moderna de

un movimiento ascendente de la historia, sino con la re-

emergencia de los elementos vivos del pasado, la

Page 74: Nuestro Oscurantismo Subversivo

74

recomposición del mismo. Es en el lenguaje utilizado por los

insurgentes, en los momentos de rebelión, que se puede dar

cuenta de esta concepción distinta del tiempo. Así por

ejemplo, en una correspondencia enviada por Zarate Willka

a Juan Lero, durante la insurrección de 1899, afirmaba que

“el despojo y la masacre de los comunarios iban a ser los

resultados de la guerra, si ellos no se sumaban a la causa de

la ‘regeneración’ federal de Bolivia” (Hylton, 2004: 106-107).

En esta oración resalta el término regeneración, que da

cuenta de que existía un proyecto político aymara, durante

la insurrección, mucho más allá de la guerra de razas o la

inclusión al Estado liberal. Pero ¿Cómo se pensaba

regenerar Bolivia? El propio Forrest Hylton parece no

hallar una respuesta terminante a esta problemática, ya

que no ingresa en explorar la discursividad aymara, ni

mucho menos amplía sus fuentes a la ritualidad de estos

pueblos. Aunque, el propio Hylton señala que existió un

Parlamento Aymara, cuya sede se situaba en un cerro, no

ahonda en el contenido ritual de este hecho histórico, y por

lo tanto, su restricción a fuentes escritas lo limitan a una

comprensión parcial de la problemática. Empero, en el

trasfondo de todos los momentos de insurrección aymara

durante el siglo XIX se halla la concepción del tiempo.

Para poder ahondar sobre esta problemática de la

concepción del tiempo, me remito nuevamente al trabajo

sobre la ritualidad aymara de Anders Burman (2011).

Considero que no se puede comprender el discurso

subversivo, de los momentos de insurrección en el mundo

indígena, si no se considera a la vez el pensamiento ritual.

Parte de la propuesta de descolonización de los movimientos

Page 75: Nuestro Oscurantismo Subversivo

75

ritualistas aymaras, en la actualidad, tiene que ver con

recuperar la esencia, el ser nativo. Esto implica, en primera

instancia, tener presente que existe un orden natural, no es

armónico en un sentido ecologista, sino que es algo dado, un

orden otorgado y protegido por los espíritus. “[…] cuando

algo aparece fuera de lo que normalmente es su elemento –

por ejemplo, un zorro que aparece en la pampa, cuando la

montaña es su ambiente normal– es un signo de que algo

anda mal” (Burman, 2011: 171). En este marco, la

colonización y el colonialismo, desde el siglo XVI hasta el

presente, supuso y supone un quiebre en este orden natural,

que vínculo la dimensión terrenal, con la dimensión

espiritual. En el ámbito individual, se entiende a este

quiebre como la desviación del camino o sarawi, por lo tanto,

la práctica ritual consiste en intentar recomponer el

presente a partir de devolver al individuo al camino inicial.

Esta misma lógica de recomposición se aplica a todos los

ámbitos de la ritualidad aymara. En el acto del ofrecimiento

ritual a las wak’as se condensa todo este pensamiento, se

objetiva el propósito de curación del presente, a partir de la

recomposición de un pasado que sigue vivo. Pero este orden

de pensamiento no es una tendencia contemporánea, ni

mucho menos, ya en el siglo XVI puede observarse la misma

corriente en el marco del movimiento milenarista Taki

Onqoy. El objetivo de estos movimientos, que en su

contenido sintetizan la concepción aymara del tiempo, es el

de curar o sanar tanto a las personas como al paisaje, de la

enfermedad que supone el colonialismo, entendido en un

sentido holístico. Esto implica la limpieza del cuerpo y el

espíritu de los ajayus ajenos, de las deidades foráneas, así

como la devolución del entorno al dominio espiritual. Así,

Page 76: Nuestro Oscurantismo Subversivo

76

por ejemplo, un acontecimiento que es paradigmático para

comprender esta concepción del tiempo fue la reconstitución

del cuerpo de Tupac Katari, el año 2006, que supuso un

proceso ritual bastante complejo. “El ritual le permite no

sólo reconstituirlo después del desmembramiento colonial y

recuperarlo del control extraño; sino también la ayuda a

integrarse al cuerpo colectivo aymara revelando una

identidad étnica que se expresa en términos corporales”

(Burman, 2011: 209). En suma, es el pensamiento ritual

aymara el que les permite a estos pueblos pensar una

manera cultural genuina de transgredir, resistir y luchar

contra el sistema de dominación moderno.

Todos estos apuntes remiten, nuevamente, a la

concepción crítica de la historia desarrollada por Walter

Benjamin, sobre la que reflexione en un acápite anterior,

que tiene que ver con el ángel de la historia como aquel que

transgrede el sentido progresista de la crítica materialista.

“El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está

vuelta hacia el pasado. El ángel quisiera detenerse,

despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”

(Benjamin, Tesis IX, 2007: 69-70). La tragedia de la

modernidad actual inicia a partir del momento en que la

historia pasa a ser comprendida como unilineal, universal y

con un movimiento siempre ascendente. Se pierde, entonces,

todo vínculo con el pasado tal como fue, para relatarse un

pasado a partir de imágenes segregadas del mismo. Se

pierde todo sentido de correspondencia y compromiso con los

propios muertos, con todo el orden devenido en peyorativo, a

partir de que pasa a ser anterior a la modernidad. En

consecuencia, el pasado deviene en arcaico, no tiene nada

Page 77: Nuestro Oscurantismo Subversivo

77

que ofrecer salvo la posibilidad de explicar el presente y

proyectar algún futuro. Este cambio en la concepción del

tiempo abarca todas las dimensiones de la vida de las

formaciones sociales modernas: se quiebra produce la

escisión entre lo humano y lo no-humano; tiene lugar la

muerte de cualquier deidad que no sea la razón científica

moderna; se justifica discursivamente la explotación

capitalista que tiene lugar hasta el presente; y acontece la

individualización y enajenación absoluta de que son

víctimas las sociedades contemporáneas. A diferencia de

todos estos elementos, que en el fondo contienen toda la

tragedia del capitalismo actual, el pensamiento ritualista

aymara, así como el oscurantismo que caracteriza la

vivencia de todos los pueblos indígenas originarios en la

actualidad, se emplazan como propuestas para transgredir y

cuestionar la modernidad, desde sus fundamentos, en este

caso, desde la concepción del tiempo. El oscurantismo o el

pensamiento ritual de los pueblos indígenas originarios son

el ángel de la historia, la posibilidad epistemológica y

práctica de recomponer el pasado, de resistir a la tormenta

del progreso.

Moviéndose en el paisaje y a través de la práctica ritual se

produce la regeneración de un paisaje sagrado. Esto es

reminiscente del ‘tiempo del sueño’ de los aborígenes

australianos dentro del cual el paisaje es creado por el

caminar ancestral. Dirigiéndose a los jóvenes Soldados en

un cerro cerca del lago Titicaca, Juan Ángel les dijo una vez:

‘¡Caminando se hace historia!’ (Burman, 2011; 212)

En suma ¿Qué debe entenderse por oscurantismo

subversivo? La modernidad capitalista, en el presente

Page 78: Nuestro Oscurantismo Subversivo

78

parece no conocer límites. Esto es, el engaño de la

emancipación supone la liberación absoluta de los

individuos, con relación a todas las narrativas tradicionales,

al pensamiento ritual que, en las formaciones culturales y

socioeconómicas que precedieron al capitalismo o las que

resisten actualmente a su movimiento hegemonista. En este

marco, por oscurantismo subversivo entiendo a todas las

narrativas y prácticas culturales que, con distintas

intensidades y a partir de diversas estrategias, plantean –

más práctica que discursivamente– subvertir el orden

racional impuesto históricamente por la modernidad

capitalista. Así por ejemplo, en lo que respecta la dimensión

política, implica la transgresión y revuelta constante contra

toda forma de monopolización, jerarquización y

racionalización absoluta del ejercicio del poder, es decir

contra la forma Estado moderno. Las tradiciones

originarias, las narrativas y prácticas culturales de los

pueblos son eminentemente amodernas, contra-estatales; de

la misma manera que las formas comunitarias de

organización de la economía son eminentemente contra-

capitalistas. Este carácter subversivo es observable en todos

los ámbitos y dimensiones de la vida, desde la política, la

economía, las relaciones sociales, hasta la espiritualidad. La

manera en cómo los pueblos, las culturas indígenas

subvierten al orden hegemónico de la modernidad es

oscurantista, porque es una subversión que se desenvuelve

desde la tradición, desde la ritualidad, desde aquello que la

modernidad intentó históricamente extinguir. Son, pues,

espacios contra los que la modernidad lato sensu –ya sea

desde la derecha liberal o la izquierda progresista

materialista– continúa luchando.

Page 79: Nuestro Oscurantismo Subversivo

79

En consecuencia, así como el presente no está libre de la

oscuridad del pasado, está cada vez más impregnado por la

voluntad universalista de la luminosidad del progreso. La

lucha contra la modernidad capitalista no tiene lugar en el

frente de los críticos de la izquierda reformista u ortodoxa,

sino en la vivencia de lucha de los pueblos, que llevan a cabo

la batalla desde los cimientos de la hegemonía, desde el

pensamiento. La tragedia del presente se halla en la

voluntad, absolutamente colonialista, de los críticos de

izquierda de cooptar la lucha de los pueblos, para

funcionalizarla a los objetivos progresistas que se trazan en

el presente. Estos pseudo-críticos no se percatan –o quizás lo

hacen– de que, en su pretensión redentora tan sólo

perpetúan el movimiento histórico de la modernidad

capitalista. El trasfondo del problema sigue siendo el

mismo, la concepción del tiempo, la disputa entre órdenes

epistemológicos opuestos.

La concepción miserable del tiempo

Hasta este punto he intentado apuntalar algunos

elementos para la crítica de la concepción moderna del

tiempo. En este marco, considero que criticar a la

modernidad implica trascender la bipolarización política

entre derechas e izquierdas, establecida por la modernidad a

partir de la Revolución Francesa. Sin embargo, no puede

negarse que existen divergencias substanciales en los

proyectos políticos de ambas parcialidades de la política

moderna, pero se trata de divergencias que resultan de las

mismas determinaciones históricas, la división de clases en

Page 80: Nuestro Oscurantismo Subversivo

80

el marco de la economía política capitalista, les decir la

enajenación social producto de la escisión de los

trabajadores de los medios de producción. En este sentido,

no debe dejar de convocar el término comunismo, que en

última instancia contiene la crítica al individualismo

absoluto a que conduce la modernidad capitalista, en todas

las dimensiones de la vida. En este marco, resulta

interesante observar el sentido etimológico del término, que

proviene del latín communis o común y el sufijo ismo que

implica escuela o, pero sobre todo movimiento. Si se

considera, únicamente este aspecto, más allá de cualquier

interpretación ideologizada por las diversas corrientes de la

izquierda surgidas a partir del siglo XIX, más que un

estadio civilizatorio superior, el término implica un

movimiento hacia algo, hacia lo común. De aquí que me

interesa, en el marco de la crítica a la modernidad a partir

de la concepción del tiempo o la concepción de la historia,

observar críticamente a la izquierda actual, más que la

derecha cuya propuesta es ya ampliamente cuestionada

¿Cómo entiende la izquierda, sobre todo la reformista

contemporánea, a esta idea de un movimiento hacia lo

común? ¿Cómo se pretende poner en práctica este

movimiento? O ¿En qué términos se significa a este

movimiento? Resulta curioso que en los trabajos de Marx no

se puede establecer una definición explícita del comunismo,

sino algunos elementos que surgen a partir de la crítica a la

economía política capitalista. En este marco, todo intento de

significar el término y objetivar el proyecto, estuvo

determinado por interpretaciones posteriores, que a su

manera intentaban trazar un destino para la historia. En

este aspecto, no se puede eximir al propio Marx de

Page 81: Nuestro Oscurantismo Subversivo

81

establecer, sobre todo en los albores de su extensa obra, una

lectura historicista del pasado, para explicar por fases las

transiciones entre modos de producción. Este ejercicio

historicista, a partir de entonces, se establece como

fundamento para la elaboración de cualquier proyecto

político. Empero, en este ejercicio se confirma el predominio

del orden discursivo de la modernidad, la concepción

ilustrada del tiempo, la herencia del pensamiento hegeliano.

La historia entendida, de manera simplista, como el

ejercicio de aproximarse al pasado, a partir de una

significación establecida del tiempo, obedece pues como

todas las demás disciplinas que tengan que ver con el

pensamiento, a las determinaciones de un contexto histórico.

En este sentido cada momento histórico produce un bloque

de ideas, la filosofía de cada época responde a estas

determinaciones, y en consecuencia la producción de ideas,

de proyectos, se enmarca dentro de un orden discursivo

dominante (Gramsci, 2008; Foucault, 2007). En este marco,

resulta lógico establecer una relación de determinación

entre el orden discursivo de la modernidad y la disciplina

crítica del materialismo histórico, entendido como intento de

cientifizar la historia, a partir del estudio de los diversos

modos de producción y de las formaciones sociales. El

materialismo histórico es el intento de establecer un

movimiento lineal de la historia, en la que inevitablemente

se producen transiciones de una formación social a otra.

Este intento de disciplina científica se halla determinado, a

su vez, por lo que se ha denominado el materialismo

dialéctico, que sería el edificio teórico o filosófico sobre el

cual se erige el método del materialismo histórico. A partir

Page 82: Nuestro Oscurantismo Subversivo

82

de esta segunda disciplina es que se apuntala la concepción

materialista del tiempo, como movimiento ascendente,

heredada de la fenomenología hegeliana (Ver. Poulantzas,

2007). Una de las proposiciones fundamentales del

materialismo es la primacía de lo real sobre el conocimiento

o el pensamiento. A partir del materialismo el tiempo y el

movimiento de la historia pasa a ser comprendido como una

determinación de las condiciones materiales que fundan la

manera en cómo se configura cada formación social. Cada

contexto socioeconómico es el producto de una ‘multiplicidad

de determinaciones’. Esta manera de aproximarse al

movimiento de la historia es tan pertinente como puede

llegar a ser perjudicial, considerando el legado ilustrado que

sienta las bases de la misma. Le herencia del pensamiento

hegeliano en la propuesta del materialismo refuerza el

sentido unidireccional y universal que le es atribuido a la

historia. En este marco, la distinción de etapas históricas de

desarrollo de las formaciones sociales, conlleva a reforzar la

comprensión progresista del tiempo. El materialismo

histórico resulta siendo, en este sentido, el mayor apologeta

de la emancipación ilustrada en el marco de su defensa de

un sentido superador de la historia.

La concepción materialista de la historia convida a

llevar a cabo una aproximación integral a las

determinaciones que configuran cada formación social. A

partir del concepto modo de producción, que comprende no

sólo la dimensión económica, sino también la ideológica y la

jurídico-política, el materialismo histórico se plantea como

disciplina que permite una comprensión integral, de los

elementos reales o condiciones materiales, de la manera en

Page 83: Nuestro Oscurantismo Subversivo

83

cómo se configuran las formaciones sociales y económicas.

Empero, se trata de una estrategia teórica que refuerza el

racionalismo antropocentrista de la modernidad, dejando

completamente de lado aquellos elementos como la cultura,

los metarelatos las narrativas culturales y la religiosidad,

como factores determinantes de la configuración de las

relaciones sociales, que van más allá de las determinaciones

materiales. Tanto desde la perspectiva de la dialéctica

hegeliana, que atribuía a la historia una continuidad

homogénea como parte del desarrollo del espíritu; como

desde la perspectiva materialista introducida por Marx, que

plantea explicar el continuum de la historia a partir de las

condiciones materiales, se puede observar la presencia de un

mismo sentido progresista y universal que le es atribuido a

la historia. La inaplicabilidad de estas leyes, que forman

parte del orden epistemológico de la modernidad, se hace

manifiesta en la actualidad, en el funcionamiento fáctico de

las estructuras y la validez de las narrativas, de formaciones

sociales amodernas, al interior de Estados moderno. La

relación entre la manera cómo se configura una

determinada formación social, y cómo las condiciones

materiales de vida, permite dar cuenta de la relación de las

distintas formas de vida con los elementos reales que las

determinan. Empero, esta manera de aproximarse,

demasiado modernista en el fondo de sus planteamientos,

deviene en funcional al enemigo mismo al que intenta

superar en el marco de su composición del movimiento

histórico, cuando ingresa en justificar el movimiento

ascendente de la historia.

Page 84: Nuestro Oscurantismo Subversivo

84

Esta filiación modernista que pesa sobre el

materialismo histórico se hace manifiesta en la vocación

cientificista del mismo, por ejemplo, en la pulsión de los

historiadores marxistas, incluso los más esforzados en

intentar generar una lectura histórica crítica, de generar

conceptos históricos cerrados, aplicables a la variabilidad

absoluta del objeto de estudio (Ver. Anderson, 2012). Esta

pulsión que caracteriza la tarea de los materialistas hereda

el cientificismo que inicia en el Renacimiento, y que es

exaltado posteriormente por el movimiento de la Ilustración.

Para comprender esta relación, es necesario remitirse

nuevamente a la crítica que lleva a cabo la modernidad

respecto a la tradición y la moral. El desarrollo de las

sociedades modernas se funda en la emancipación con

relación a la moral, la cual se funda en la naturaleza y la

relación mística de los individuos con la misma. De aquí que

la modernidad se precie de su cientificismo absolutista. La

tarea que emprende la modernidad, en este sentido, es la

desnaturalización de la moral y del pensamiento, a partir de

la distinción categórica entre lo humano y lo no-humano,

que llega a tal punto que todo aquello que escapa a las

reglas de lo social –entendido como inmanente– es

completamente salvaje y carente de todo sentido, incluso de

moral, porque la naturaleza –entendida como trascendente–

es carente de reglas racionales (Latour, 2007; Todorov,

2011). En este marco, el mundo en su totalidad pasa a ser

comprendido a partir de enunciados universales –o

universalistas en primera instancia–. El rechazo hacia la

naturaleza o lo natural conlleva a la justificación de todos

los productos de la modernidad, y compris el Estado

moderno, como inmanencias aplicables universalmente,

Page 85: Nuestro Oscurantismo Subversivo

85

para evitar la prosecución del predominio caótico de la

naturaleza. En este marco, toda sociedad que se precie de

haber superado su condición natural o animal, debe llevar a

cabo esta ruptura con relación a la naturaleza como base de

la moral. Esto deriva en que, a partir de la Ilustración, toda

lectura o estudios de las formaciones sociales se ve regida

por la perspectiva antropocéntrica que reduce la naturaleza,

como dimensión extraña a lo humano, a objetos y medios de

producción. De esta suerte, tanto para el pensamiento

liberal ilustrado, que sienta las bases ideológicas del

desarrollo capitalista contemporáneo, como para la crítica

materialista al propio capitalismo, toda formación social

cuya vivencia y organización de sus condiciones materiales

esté mediada por la relación mística y ritual con la

naturaleza, es un arcaísmo. El resultado es, en

consecuencia, la apología moderna de la ciencia y de la

razón inmanentista como motores de la historia de la

humanidad, en un sentido además universal. En este plano,

se establece tanto el materialismo histórico como método

científico de aproximación al pasado, como la historicidad

del materialismo como relación invariable entre lo social y lo

natural, en el marco de la frontera entre lo inmanente y lo

trascendente.

Esta manera de comprender el tiempo, de significar la

vida y el tiempo conlleva a reforzar el universalismo

evolucionista que la modernidad intenta imponer por todas

partes. El problema, por lo tanto, tiene que ver con la

cuestión que aqueja a modernos hasta el presente ¿Si el

desarrollo de las formaciones sociales está determinado por

determinaciones históricas que tienen lugar

Page 86: Nuestro Oscurantismo Subversivo

86

universalmente, por qué perviven formaciones sociales

cuyas narrativas culturales, prácticas y estructuras

‘preceden’ al de las sociedades modernas? En su momento,

las teorías evolucionistas aplicadas a la dimensión de lo

social intentaron argüir que la existencia de estas

formaciones sociales estaba condenada a la desaparición,

por la inevitabilidad de la historia y la superación evolutiva

aplicada al ámbito de la cultura. Posteriormente, esta

lectura fue descalificada, aunque no del todo descartada, por

la argumentación crítica moderna, de la propia modernidad.

Hasta el presente, puede observarse el mismo razonamiento

evolucionista que intenta ser aplicado por los críticos de la

modernidad, que enuncian su crítica desde los adentros de

la propia modernidad. Entonces surgen lecturas como la

teoría de la dependencia, o la crítica al colonialismo que más

que crítica termina siendo ella misma colonialista. Para

estas lecturas, que se suponen ellas mismas críticas del

orden discursivo hegemónico de la modernidad capitalista,

las formaciones sociales que fueron colonizadas habrían

sufrido una interrupción temporal, algún suceso

epistemológicamente inexplicable, por el cual su historia se

vio interrumpida. En este marco, critican la lógica colonial

por la cual tuvo lugar “la destrucción la ruta de evolución

(sic) de los sistemas científicos de las sociedades indígenas,

dando lugar a un estancamiento tecnológico empobrecedor

de todas las naciones indígenas” (García, 2012: 27). En este

tipo de razonamiento se halla, mediado por la supuesta

crítica, un profundo sentido colonialista según el cual, todas

las formaciones sociales que habitan el globo, de una u otra

manera, habrían llegado al mismo progreso moderno-

capitalista, si no hubiera sido interrumpida su ruta de

Page 87: Nuestro Oscurantismo Subversivo

87

evolución. Tanto así es colonialista esta argumentación que

le atribuye un empobrecimiento a todas las naciones y

pueblos indígenas, tanto en términos tecnológicos como

culturales. Para esta supuesta crítica, durante los

quinientos años de historia del colonialismo, los pueblos

indígenas originarios no habrían logrado ningún tipo de

desarrollo, ni tecnológico ni mucho menos cultural. De esta

manera, justifican sus proyectos políticos, calificados de

revolucionarios o progresistas, que en última instancia

perpetúan el movimiento universalista de la modernidad-

capitalista. La pregunta que se plantea es ¿en verdad se

puede afirmar un estancamiento histórico, en el intento de

apuntalar condiciones universales de bienestar para todas

las formaciones sociales del mundo?11 Esto conlleva a una

serie larga de preguntas que intentan poner en cuestión el

sentido universalista, quizás benevolente, de la modernidad

¿Qué es bienestar y qué es felicidad? ¿Cómo debería medirse

la pobreza? ¿La historia realmente sigue un rumbo único y

universal? La respuesta a estas preguntas lógicamente debe

regirse por el objetivo de poner en cuestión un orden

discursivo dominante, pero no completamente hegemónico,

ni mucho menos inmutable.

11 En su investigación etnográfica sobre los Urus, Nathan Wachtel (2001) lleva a cabo una constatación que resulta por demás reveladora para poder desmentir esta concepción colonialista de los críticos modernos. En el marco de aprovechar de la manera más eficaz los escasos recursos hídricos de la región que es actualmente habitada por lo Urus de la región del río Lauca, este pueblo desarrollo un complejo y absolutamente genial sistema de drenajes. “Los chipayas se esfuerzan por regularizar los brazos movedizos del Lauca, tanto en su curso como en su caudal, mediante repetidos trabajos de drenaje y de construcción de diques, de tal modo que el conjunto de la red hidrográfica, orientada en el territorio de norte a sur, tiene ahora algo de natural y algo de artificial” (Wachtel, 2001: 69). Lo más revelador de esta constatación etnográfica es que no se trata de una práctica milenaria o ancestral, sino desarrollada recién en la década de los 70 del siglo XX. Se trata de un excepcional desarrollo tecnológico, que permite dotar de agua al territorio uru en su totalidad, en distintas épocas del año, paliando así las dificultades del paisaje y del clima, y que no tiene más de cincuenta años de existencia.

Page 88: Nuestro Oscurantismo Subversivo

88

El universalismo paternalista a que conduce la

concepción moderna del tiempo, y la vocación progresista

benevolente del materialismo histórico, conlleva al

acallamiento incluso violento, de los sujetos que,

paradójicamente, son representados y reivindicados. Este

acallamiento es justificado desde distintos ámbitos que van

desde la crítica del oscurantismo de las tradiciones; la crítica

de pobreza material y cultural en la que supuestamente

viven los pueblos indígenas; la crítica de conservadurismo de

aquellos sujetos pertenecientes a estas formaciones sociales,

que salen en defensa de sus tradiciones y cultura. Esta es la

gran paradoja de la crítica progresista o reformista que

llevan a cabo, tanto intelectuales como gobiernos, que en la

actualidad se reivindican como revolucionarios y, lo peor,

pluralistas. Es, pues, bastante fácil hacerse universalista

desde la ilusión emancipadora que produce el bienestar

ilusorio moderno, desde el hedonismo permisivo y

consumista a que da lugar el modo de producción

capitalista. En consecuencia, no se crítica la miseria del

propio tiempo, sino aquella que es atribuida a otros tiempos.

Estos apuntes conllevan a la necesidad de retomar y

profundizar nuevamente sobre la crítica benjaminiana la

concepción de la historia del materialismo histórico, que

casualmente coincide plenamente con el pensamiento

reparador que caracteriza la concepción de la historia de

muchos pueblos indígenas. Es en la crítica benjaminiana,

así como en las propuestas subversivas de los pueblos que se

manifiestan sobre todo en la práctica, que se halla la

justificación para esto que he denominado la concepción

miserable del tiempo, que caracteriza la pseudo-crítica de las

Page 89: Nuestro Oscurantismo Subversivo

89

izquierdas reformistas en la actualidad. En este sentido ¿A

qué me refiero con esta idea de una concepción miserable del

tiempo? Al conformismo de la crítica a la crítica de la

modernidad capitalista, es decir, a los postulados de las

izquierdas, que en su pretensión crítica han acabado siendo

más funcionales al movimiento histórico del capitalismo.

Esto lo evidenciaba Walter Benjamin en la Alemania de

entre-guerras, tal y como puede evidenciarse en la

actualidad, en el discurso progresista de las izquierdas

reformistas que gobiernan América Latina.

El conformismo, que desde el principio ha hallado su

comodidad en la socialdemocracia, no se refiere sólo a sus

tácticas políticas, sino también a sus ideas económicas. Ésta

es una de las razones de su ulterior fracaso. Nada ha

corrompido tanto a la clase trabajadora alemana como la

idea de nadar a favor de la corriente. […] A partir de ello no

había más que dar un paso para caer en la ilusión de que el

trabajo en las fábricas, por hallarse en la dirección del

progreso técnico, constituía de pos sí una acción política

(Benjamin, Tesis X, 2007: 70-71).

Paradójicamente, esta postura, que también es

férreamente defendida en la actualidad por los burócratas e

intelectuales de la izquierda reformista, que no es otra cosa

que una proyección local de la socialdemocracia, contradice

incluso la crítica de Marx a la economía política capitalista.

La apología del desarrollo técnico y tecnológico por la

miserable ideología progresista del reformismo es la prueba

fehaciente de su subordinación al arquetipo temporal

impuesto por la modernidad. En términos vulgares y

simplistas, que no por ello dejan de caracterizar plenamente

la miseria de este pensamiento, las izquierdas reformistas

Page 90: Nuestro Oscurantismo Subversivo

90

han asumido ciegamente la idea de que el progreso y la

revolución pueden ser únicamente post-capitalistas. En este

sentido, siguiendo de manera ingenua los postulados del

materialismo histórico, están convencidos que para

construir un comunismo primero habrá que cumplir con

todas las fases o etapas históricas. “Tal concepción no quiere

ver más que los progresos del dominio de la naturaleza y se

desentiende de los retrocesos de la sociedad” (Benjamin,

Tesis X, 2007: 71. La miseria de esta izquierda reformista

reside en el hecho que su pseudo-crítica al capitalismo

responde, en última instancia y de manera mucho más

eficaz que el propio liberalismo, a las directrices discursivas

impuestas por la modernidad. Esto es, al ideal ilustrado de

la emancipación de la razón con respecto a la materia, a

partir de la destrucción de todo orden tradicional y ritual y,

a partir de la escisión irremediable entre naturaleza y

sociedad. En este marco, la paradoja de la izquierda

reformista, o la socialdemocracia criticada tan finamente

por Benjamin, es el hecho que la pretensión crítica no tarda

en develarse como apologeta del humanismo moderno –

entendido como la defensa de un arquetipo universal de

humanidad–, y del antropocentrismo más absoluto, en el

marco de una concepción progresista y unidireccional de la

historia universal. “La concepción del progreso del género

humano en la historia es inseparable de la concepción del

progreso de la historia misma como si recorriese un tiempo

homogéneo y vacío” (Benjamin, Tesis XIII, 2007: 73). De esta

manera, estas izquierdas apologetas de la concepción

miserable de la historia y convencidas de su benevolencia,

destinan todos sus esfuerzos para asegurarle a las

formaciones sociales que habitan, condiciones modernas de

Page 91: Nuestro Oscurantismo Subversivo

91

bienestar, así como para alcanzar el desarrollo capitalista,

con todas las repercusiones negativas que caracterizan al

mismo.

Pero el mayor problema de esta concepción miserable

del tiempo, sobre todo en el caso de las izquierdas

reformistas latinoamericanas, tiene que ver con su intento

absolutamente nimio de aplicarla a las realidades plurales

de la región. El aspecto más reprochable de este ejercicio

reside en que lo llevan a cabo reivindicando sujetos

históricos cuya concepción de la historia, y cuyos proyectos

políticos distan mucho del universalismo modernista, es

decir los pueblos indígenas. El discurso político de las

izquierdas reformistas está impregnado por la vocación

redentora de los pueblos indígenas originarios, pero en el

sentido más modernista –y en consecuencia colonialista–

pretende llevar a cabo la descolonización nadando a favor de

la corriente. Ello implica políticas públicas onerosas que

pretenden incluir a los pueblos en el progreso, la urbanidad,

el desarrollo capitalista. La crítica al capitalismo se ha

reducido a la voluntad de democratizarlo, antes que

transgredirlo o destruirlo. Como pretenden las izquierdas

reformistas llevar a cabo este proyecto de culminar la

universalización de la modernidad capitalista, a través del

dispositivo moderno de ejercicio del poder político: el Estado.

“No puede haber igualdad ni plurinacionalidad con un

‘Estado con huecos’, ni con un Estado archipiélago, ni con un

Estado unicéntrico” (García, 2012: 29). Lo que resulta, por lo

tanto, es la expansión ilimitada del Estado moderno, a

través de todos los dispositivos de dominación del mismo,

sobre todo los represivos (policía, fuerzas armadas). A partir

Page 92: Nuestro Oscurantismo Subversivo

92

de esta expansión del Estado, se proyecta la ampliación de

la infraestructura que el capitalismo global y local necesitan

para expandir, a su vez, su capacidad extractiva de recursos

naturales, y productiva (carreteras, campos de extracción,

etc.). Estos proyectos onerosos son únicamente realizables a

partir de la eliminación de toda narrativa o estructura

organizativa que transgreda al Estado, que ponga en

cuestión el orden discursivo de la modernidad. Esto es, a

partir de la destrucción de progresiva de las culturas de los

pueblos indígenas, a quienes paradójicamente reivindican

como sujetos históricos.

Si se lleva a cabo una lectura seria y congruente de los

momentos de insurrección indígena en la historia boliviana,

cada uno es un intento más de terminar con la dominación

colonial a partir de la revitalización definitiva de la propia

cultura y tradición. Cada uno de estos momentos, que acaba

en ruina, sumando así la densidad de la catástrofe histórica,

es un momento en que la consigna principal es la de vengar

el pasado, las luchas anteriores. Este es el sentido verdadero

de la propuesta benjaminiana de recomponer el pasado, a

partir de desagraviar las luchas anteriores. Éste era el

mismo sentido de las luchas obreras de fines del siglo XIX y

principios del siglo XX, vengar a todas las demás clases

explotadas de la historia –aunque teniendo siempre en

cuenta la diferencia en la concepción de la historia entre

cada sujeto histórico–. Por ello es que me detuve brevemente

en la causa de regeneración del país enunciada por Zarate

Willka, o la propuesta de retornar al ser nativo de los

Maestros aymaras. Estas narrativas, cuyos contenidos

políticos son eminentemente subversivos son completamente

Page 93: Nuestro Oscurantismo Subversivo

93

opuestas a la concepción miserable del tiempo que

caracteriza a las izquierdas reformistas. Empero, el riesgo

en el presente es que suceda lo mismo que con las clases

obreras cooptadas por el discurso socialdemócrata, como

sucedió en Alemania durante la década de los 30. “La

socialdemocracia se complacía de asignar a la clase

trabajadora el papel de redentora de las generaciones

futuras. Y así cortaba el nervio principal de su fuerza”

(Benjamin, Tesis XII, 2007: 72). La diferencia entre el sujeto

histórico occidental, y el sujeto indígena, es que el segundo

cuenta con una comprensión propia del tiempo y, en

consecuencia, con pretensiones políticas propias, que en

última instancia acaban opuestas y confrontadas con las

pretensiones pseudo-modernistas de los gobiernos

reformistas12. Empero, la vocación de los gobiernos de

izquierda reformista es, a partir de la maquinaria represiva

del Estado, cooptar a estas poblaciones bajo en discurso

engañoso de la igualdad moderna para legitimar sus

objetivos universalistas. En este marco, resulta paradójico

en primera instancia, aunque comprensible después, que

estos gobiernos sean más colonialistas y modernistas que

todos los que los precedieron. Este es el fundamento de su

fracaso como ‘proyectos revolucionarios’ y, al contrario, de su

éxito como móviles del mismo movimiento histórico de la

12 En la actualidad son varias las políticas de los gobiernos progresistas de izquierda, en Latinoamérica, que pretenden universalizar el bienestar moderno, así como el modelo capitalista de desarrollo, a partir de la destrucción violenta de los elementos vivos del pasado arcaico, que es como son comprendidos los pueblos indígenas. Entre las más significativas se pueden mencionar el proyecto petrolero en Yasuni, en el Ecuador; la hidroeléctrica de Belo Horizonte en Brasil; los proyectos carreteros e hidroeléctricos en la amazonia boliviana. Para justificar estos proyectos, los intelectuales funcionales de las izquierdas reformistas llevan a cabo una estrategia argumentativa que consiste en confundir las narrativas tradicionales subversivas de los pueblos, con el ambientalismo occidental, haciendo preponderar al segundo y menospreciando absolutamente la potencia de las primeras.

Page 94: Nuestro Oscurantismo Subversivo

94

modernidad capitalista al que se precian de criticar:

alcanzar aquello que 500 años de colonialismo no pudieron

concretar. Es el fundamento de su fracaso porque se

equivocaron al afirmar que todos los habitantes de sus

territorios estatales aspiran al mismo modelo de desarrollo.

Son los propios sujetos históricos que intentaron

funcionalizar a partir de su reivindicación, los que en la

actualidad llevan a cabo la lucha más aguerrida contra sus

pretensiones universalistas y pseudo-pluralistas.

En el caso boliviano, la paradoja de la izquierda

reformista y modernista reside en el hecho que no sólo lleva

a cabo una campaña agresiva para modernizar el Estado y

la sociedad, sino que asienta su campaña en un discurso

supuestamente pluralista, y reivindicativo de las tradiciones

de los pueblos. Para comprender esta crítica considero

necesario porque, luego de referirme durante todo un

acápite a la religiosidad occidental cristiana, pasé a

enfocarme únicamente en la ritualidad y el pensamiento de

los pueblos andinos. La emancipación que supuso la

modernidad con respecto a la tradición y la religiosidad, no

supuso la desaparición de las mismas, sino únicamente la

re-significación del relato, a partir de la reformulación del

rol político de la institucionalidad eclesial. En este sentido,

tuvo lugar también un proceso de modernización del

discurso religioso, de las tradiciones y de la propia

institucionalidad eclesial. Este proceso tuvo lugar, sobre

todo a partir de la adaptación de la institucionalidad de la

iglesia, que tuvo que reinventarse ante la evidencia de la

pérdida del poder que ejerció durante siglos. De esta suerte,

hasta el presente, la Iglesia Católica se ha caracterizado por

Page 95: Nuestro Oscurantismo Subversivo

95

servir de manera directa, o a través de acciones encubiertas

a los principales poderes económicos y políticos del mundo.

De esta manera, si bien se ha perdido completamente el

sentido primigenio del discurso tradicional religioso que

acompañaba la vivencia comunal de las sociedades agrícolas

feudales, la Iglesia ha sabido mantener su poder económico

y su presencia política, re-funcionalizando el discurso

religioso, adecuándolo a las necesidades del contexto

moderno-capitalista. En la actualidad, y desde el siglo XIX

cuando se consolida el Modo de Producción Capitalista en

las formaciones sociales de occidente, el discurso religioso

pasó de ser un discurso anacrónico y arcaico en relación con

la modernidad, a acompañar a la misma e incluso servirle

de fundamento ideológico13. Esto explica porque, si bien no

ha desaparecido la fe en la iglesia católica, la misma ya no

tiene la capacidad de brindar la certeza y el cobijo a los

individuos modernos; por ello los mismos deben buscar

refugios y certezas que los liberen de su condición

enajenada, en relatos religiosos y en ritualidades ‘exóticas’.

De esta manera, en el presente, pareciera que tiene lugar un

segundo Renacimiento, esta vez de las tradiciones

orientales, que le conceden a los individuos modernos

espacios de fuga –sin ninguna posibilidad de incidencia

política o ideológica real– con respecto a su vivencia

moderna individuada.

13 Esto puede observarse en distintos ámbitos, desde la producción intelectual, como es el caso de las conocidas reflexiones de Max Weber sobre la ética protestante y su relación con el espíritu capitalista; hasta ámbitos más prácticos, como la colaboración de la Iglesia Católica para acabar la Guerra Fría, a favor del Capitalismo Norteamericano, a través del movimiento Solidarnosc en Polonia; o la relación actual entre el sionismo judío y la economía política petrolera en Medio Oriente. Estos son tan sólo algunos casos en los que puede observarse la relación de funcionalidad entre toda la religiosidad occidental y el desenvolvimiento del Modo de Producción Capitalista.

Page 96: Nuestro Oscurantismo Subversivo

96

El riesgo de la frivolización y funcionalización del

discurso tradicional, así como de las prácticas ritualistas de

los pueblos indígenas, cuyo significado tiene un carácter tan

profundo y en consecuencia subversivo, es cada vez más

latente en el marco de la pretensión modernizante de las

izquierdas reformistas. Esto puede observarse, tanto en el

lenguaje normativo y jurídico que se pretende pluralista

empleado en el presente; como en el discurso político

empleado por los funcionarios de las izquierdas reformistas.

La evidencia de este peligro remite, nuevamente, a la crítica

que realicé respecto al carácter inclusivo de la narrativa

pluralista del texto constitucional boliviano. Se trata de un

relato que abre tantas posibilidades como sienta las bases

para el establecimiento de una hegemonía modernista con

cara pluralista, que es la que se vive en el presente. La

utilización de términos, cuyo sonido es tan benevolente como

su contenido y alcance perverso, como libre determinación,

autonomías indígenas o pluralismo jurídico, no es otra cosa

que el punto de partida para la subsunción de las culturas

originarias al orden hegemonista del Estado moderno. De la

misma manera, el desuso del concepto vivir bien (suma

qamaña), cuyo sentido cultural transgrede integralmente al

orden de la modernidad capitalista, ha conllevado a la

funcionalización del mismo para las pretensiones

modernizantes de la izquierda reformista. En el presente, el

suma qamaña se lo piensa a partir de la industrialización,

la mecanización absoluta del área rural, y la exaltación de la

economía extractiva y de exportación. Se ha perdido todo el

sentido subversivo que podía haber alcanzado el término,

por ejemplo como base para pensar la recomposición del

pasado tradicional de los pueblos, como fundamento para

Page 97: Nuestro Oscurantismo Subversivo

97

consolidar la pluralidad, y como argumento para criticar

efectivamente al capitalismo actual. En el presente, el suma

qamaña ha sido absolutamente colonizado y funcionalizado

a las pretensiones pseudo-modernistas de la izquierda

reformista. De esta forma, los gobiernos progresistas

perpetúan de manera mucho más efectiva y justificada –a

partir de un discurso inclusivo e igualitario– el movimiento

unilineal, universalista y ascendente de la historia de la

modernidad capitalista. Y, lo hacen con la colaboración

incondicional y acrítica de intelectuales de izquierda, que

celebran todas las acciones supuestamente igualitarias de

estos gobiernos, a partir del único recurso de la comparación

con respecto al ‘pasado neoliberal’ o la maldad de las

derechas. Lo cierto es que las izquierdas reformistas, en la

actualidad, han resultado mucho más funcionales que las

derechas reaccionarias, al movimiento histórico del

capitalismo, y a la concreción de los objetivos destructivos

del colonialismo. Son ellas las que consolidan de mejor

manera, en la actualidad, la concepción miserable del tiempo

moderno.

Estos apuntes no surgen únicamente de una percepción

personal, guiada por la crítica de otros trabajos filosóficos,

sino también y sobre todo, de la mirada preocupada de los

propios sujetos históricos a los que me referí. En la

interpretación que ellos mismos realñizan, por ejemplo,

algunos Maestros aymaras en el marco de la lectura

ritualista de la realidad, se puede observar una comprensión

crítica de la coyuntura actual, a partir del propio discurso

ritualista. Así por ejemplo, cuando Anders Burman

interpela a uno de los Maestros con quien llevan a cabo su

Page 98: Nuestro Oscurantismo Subversivo

98

investigación, sobre porqué evito participar en la ceremonia

de consagración de Evo Morales en Tiwanaku, el año 2006,

éste le respondió de la siguiente manera:

Tiwanaku está plagado por espíritus malignos. Puedes

imaginar lo que le habrán hecho al Evo… Ahora Evo está

consagrado a esos malos espíritus y está comprometido con

ellos (Don Simón citado por Burman, 2011: 142)

Los propios sujetos históricos dan cuenta de la manera

errada e irrespetuosa con que los gobernantes progresistas

intentan reivindicar el pasado, sin recomponerlo, sino

únicamente pretendiendo redimirlo a partir de la

frivolización o folklorización del mismo. Todo se reduce a

una pretensión de apariencia legitimadora, más que a una

convicción real de desagraviar al pasado de lucha de los

pueblos. Pero todo este panorama desolador que proyectan

los reformistas no es otra cosa que un momento en la

historia que no debe implicar la derrota definitiva de los

pueblos, de las culturas ancestrales. Los propios sujetos

históricos a los que me refiero comprenden el contexto

actual de esta manera, es decir, como un momento más en

su historia de lucha, que bien puede conllevar a otra ruina,

pero nunca a la derrota absoluta.14 La tarea que queda

14 En una reunión que sostuvo Boaventura de Sousa Santos con el CONAMAQ, el año 2010, que debía ser publicada por la vicepresidencia pero fue omitida por razones obvias, este intelectual funcional al reformismo de las izquierdas latinoamericanas contemporáneas, interpelaba a los actores, con la preocupación del intento de asesinato a Rafael Correa en Ecuador, que tuvo lugar unos días antes. En las respuestas que brindaron algunos de los presentes, dirigentes de esta organización originaria, puede verse la postura crítica e insumisa de estos pueblos. Santos les preguntó qué pasaría si un evento como el de Ecuador tuviera lugar en Bolivia, y uno de los participantes contestó: “[…] pase lo que pase, los pueblos indígenas nunca van a perder. […] Nosotros, a nuestro presidente, nuestras organizaciones, a nuestros ministros, ejecutivos, dirigentes, siempre les recordamos estos, pero nunca se acuerdan ni escuchan, por esa razón podría pasar, pero los originarios nunca pierden, sigue adelante hermano.”

Page 99: Nuestro Oscurantismo Subversivo

99

pendiente, en este marco, es la de escudriñar las

posibilidades, verdaderamente subversivas del presente,

incluso aquellas que se hallan insertas en el propio lenguaje

del poder, como es el caso de las figuras presentes en el

texto constitucional a las que me referí en la segunda parte.

El propio texto constitucional, ofrece algunas perspectivas

para pensar una subversión al orden capitalista. Esto tiene

que ver con que, si bien se trata de un relato que en última

instancia perpetúa la dominación moderna capitalista,

también surge de un momento de disponibilidad creativa de

la sociedad plural organizada (poder constituyente). En este

marco, pueden substraerse algunas figuras presentes en el

texto, y funcionalizarlas en un sentido subversivo, incluso en

detrimento del propio texto. Se trata de figuras cuyo sentido

oscuro pone en cuestión el orden discursivo de la

modernidad, que transgrede efectivamente la concepción

miserable del tiempo moderno. Esta figuras son el territorio,

la territorialidad, los principios ético morales de los pueblos

indígenas originarios entendidos holísticamente y libres de

interpretaciones funcionales, la cosmovisión, los lugares

sagrados, los saberes y conocimientos tradicionales, los

rituales. Todos estos elementos trazan líneas de fuga al

interior del texto, que transgreden el movimiento

territorializador que intenta llevar a cabo el mismo. Si se

toma estas figuras desde su significado culturalmente

asignado, y en un sentido subversivo, pueden servir incluso

para desmantelar las pretensiones hegemonistas y

modernistas del texto.

La utilización de estas figuras debe servir para el

objetivo trazado por los propios sujetos históricos, los

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100

pueblos, de recomponer su pasado tradicional. Esto es,

subvertir a partir de su oscurantismo, sin que ello implique

un retorno absoluto al pasado, sino una reinvención

novedosa del presente, a partir de la riqueza que ofrecen los

elementos vivos del pasado. Otra de las figuras que

aparecen en el texto, que permiten pensar una subversión

coherente, con respecto a las pretensiones pseudo-

modernistas de los gobiernos de izquierda reformista, y

sobre la que apunté brevemente en un acápite anterior, es la

agroecología, expuesta en el texto constitucional aunque en

la actualidad constituye un obstáculo para el proyecto

político hegemónico y, por lo tanto se halla completamente

ausente en las políticas públicas. ¿Qué es la agroecología?

Es un enfoque productivo que consiste en la revalorización

de las técnicas ancestrales de producción de los pueblos

originarios. Este enfoque apunta a una economía productiva

consciente, en la que el aprovechamiento de los recursos

naturales renovables se realice de manera respetuosa, y en

la que el objetivo principal sea la producción de alimentos,

antes que la competitividad en el mercado. Si bien se trata

de una propuesta novedosa, es subversiva porque remite al

oscurantismo al que me referí a lo largo de esta tercera

parte, y porque se plantea como una alternativa al

capitalismo agroindustrial global, que en la actualidad se

perfila como el principal enemigo de la vida y la humanidad.

Se trata de una opción real y efectiva, porque se funda en

propuestas existentes, antes que en innovaciones

tecnológicas, como las revoluciones verdes del capitalismo.

En este sentido conviene apuntar que “[e]l mundo

campesino puede tener muchas limitaciones, pero tiene como

activo potencial un acervo cultural, un bagaje de

Page 101: Nuestro Oscurantismo Subversivo

101

conocimientos y una práctica agronómica muy rica” (Tapia,

2006: 73). En el enfoque agroecológico considero que se halla

la posibilidad de subvertir, prácticamente, al capitalismo

actual, así como llevar a cabo una verdadera recomposición

del pasado, dejando de lado la pretensión universalista de la

modernidad y la concepción unilineal y ascendente del

tiempo. En este enfoque se halla la posibilidad de alterar las

condiciones ilusorias del bienestar moderno, a partir del

oscurantismo de los pueblos originarios, en el marco de la

revalorización de los conocimientos tradicionales, por

encima del conocimiento científico. Después de todo es

innegable, en la actualidad, que el conocimiento científico y

el apogeo de la racionalidad han conducido a las mayores

desigualdades, así como a la destrucción del entorno

natural.

El límite de la gestión del mundo por parte de lo científico-

técnico, se hace patente cuando vemos la impotencia del

mundo y especialmente su incapacidad para suprimir las

opresiones humanas, sobre todo las generadas por la

industria y la explotación del tercer mundo. […] Todo esto

lleva a un empobrecimiento del conocimiento, a un

esquematismo que restringe la existencia a lo material-

corpóreo-medible y restringe las relaciones entre los seres y

las cosas a lo meramente casual (Tapia, 2006: 74)

Paradójicamente, o confirmando la critica que intento

llevar a cabo de la concepción miserable de la historia, el

discurso oficial de los gobiernos de las izquierdas reformistas

se caracteriza, entre otras cosas, por la apología

incondicional del desarrollo tecnológico y científico. Este

sentido apologeta de la modernidad científica denota

claramente la vocación progresista y la confusión ideológica

Page 102: Nuestro Oscurantismo Subversivo

102

de pensar que revolucionar es nadar a favor de la corriente.

En contrapartida, considero que la propuesta más

revolucionaria se halla en la posibilidad de revalorizar los

conocimientos que fueron relegados por la modernidad,

condenados a la indiferencia y preterizados, incluso a pesar

de haber contribuido al propio conocimiento moderno. Esta

revalorización no es un movimiento de retorno a un pasado

estático ni mucho menos, se trata de visualizar que las

culturas se mantuvieron vivas y dinámicas, y que, a

diferencia del deseo de algunos intelectuales funcionales al

orden hegemónico de la modernidad capitalista, supieron

establecer filtros culturales para evitar caer en el mismo

curso histórico que las sociedades modernas. Esto es,

aunque se pretenda apuntalar la idea de una ruta de

evolución universal y homogénea de todas las formaciones

sociales, son las propias colectividades las que desmienten

esta concepción evolucionista y universalista de la historia.

Son los propios sujetos históricos los que se encargan de

relativizar y cuestionar, a través de su vivencia y su

resistencia, la pretensión universalista y homogeneizadora

de quienes intentan apuntalar la concepción miserable del

tiempo.

Page 103: Nuestro Oscurantismo Subversivo

103

Breve Excurso o eximiendo a Marx

Toda la crítica al pensamiento moderno, a la

concepción del tiempo que deriva del mismo, supone a la vez

una crítica a las estructuras que emanan del mismo, o se

justifican a través de éste. La cualidad de los espacios

oscurantistas es que permiten visualizar estructuras

funcionales, contemporáneas y prácticas, alternativas a las

relaciones de producción capitalistas y, en consecuencia, al

propio Estado y la sociedad civil. En este marco, la crítica a

la historia ascendente y al olvido o subestimación de los

elementos vivos del pasado, no pesa únicamente sobre el

marxismo, sino también sobre el anarquismo clásico. ¿Cómo

destruir o disolver al Estado? Tanto Marx como los

pensadores anarquistas clásicos, avocaron sus esfuerzos

intelectuales a alguna de estas dos cuestiones. Sin embargo,

por diversas razones históricas, a partir del siglo XX, un

estatismo incuestionable fue atribuido a la obra de Marx,

por los propios marxistas. Estatismo que desde entonces

volvió imposible el debate entre los idearios contraestatales

y la obra marxiana. Y, sin embargo, en la actualidad, la obra

de Marx mejor explorada ofrece mayores luces para pensar

el contra-estado, dialogando con trabajos anarquistas que, a

su vez, trascendieron las constricciones del anarquismo

clásico. En este marco, y de manera muy breve, a

continuación me referiré a la carta de respuesta de Marx a

Vera Zasulich, una activista anarquista rusa que

posteriormente, terminó más próxima al pensamiento y

trabajo de Marx. En estas líneas pretendo eximir a Marx,

tanto del estatismo, como de la comprensión unilineal de la

Page 104: Nuestro Oscurantismo Subversivo

104

historia, que critiqué a lo largo del presente ensayo,

refiriéndome al materialismo histórico.

El 24 de Enero de 1878, la revolucionaria rusa Vera

Zasulich disparaba contra Fyodor Trepov, gobernador de

San Petersburgo, en un claro acto de militancia anarquista.

Más adelante, en 1881, en su militancia revolucionaria

interpeló a Marx sobre qué debía suceder con la comuna

rusa, en el andar histórico hacia el Comunismo. La corta

respuesta de Marx a Zasulich, así como los extensos

borradores de esta misma carta, marca un giro fundamental

para comprender el pensamiento marxiano, en la última

etapa de la vida de este pensador fundamental.

En su respuesta Marx establece claramente que la

lectura materialista dialéctica del historia, es decir la

comprensión de la historia como un movimiento ascendente

y determinado por leyes, sobre todo ligadas a las condiciones

materiales de vida, no es en lo absoluto un movimiento

universal e inevitable a toda formación social. De esta

manera el propio Marx desmitifica la lectura dialéctica del

Manifiesto, entendida como universal por todos sus

intérpretes.

Para Marx en la carta a Zasulich, el tortuoso proceso

de incubación mecánica del Capitalismo, que implica la

destrucción violenta de las entidades campesinas y

comunitarias, el colonialismo, así como la modernización del

Estado, es una fatalidad histórica que puede y debe ser

evitada. La comuna rusa se planteaba entonces, según el

propio Marx, como el elemento "para la regeneración social

Page 105: Nuestro Oscurantismo Subversivo

105

rusa". Y, el simple hecho que a finales del siglo XIX

continuara funcionando una lógica comunitaria como la

comuna rusa, era para el autor un elemento de superioridad

política, económica y social, de este país con relación a todos

los demás países de occidente.

Marx hace referencia también, en esta misma carta a

Zasulich, a las investigaciones del antropólogo americano

Lewis Morgan, y sus trabajos sobre los pueblos amerindios,

y desprende de estas investigaciones una constatación

verdaderamente subversiva: El retorno a lo arcaico, a lo

común y comunal, a lo contra-estatal –entiendo a la

comunidad como forma de organización esencialmente

contraestatal–, es el renacimiento en una forma social

superior, a partir de un tipo social arcaico. Razonamiento,

acaso, retomado por Walter Benjamin en las Tesis de la

Historia, cuando afirmaba que la felicidad se halla en el

triunfo de los elementos vivos del pasado, por encima de la

pulsión moderna de pensar siempre en el futuro.

De esta suerte, Marx concede a Zasulich que sería un

error, tanto ideológico como metodológico –refiriéndose así a

las malas interpretaciones de su obra– someter a todos los

contextos socioeconómicos y culturales en el mismo plano

histórico de análisis y proyección política. Después de todo,

las propias investigaciones de Marx lo llevaron a negar que

exista un movimiento espontáneo y unilineal de la historia

de las formaciones sociales. La historia está marcada por

determinaciones que conllevan a situaciones de violencia,

destrucción e imposición. Es así como se configuran los

contextos sociales. Y, es esa la fatalidad histórica del

Page 106: Nuestro Oscurantismo Subversivo

106

Capitalismo, entendido como modo de producción fundado

en la más extensa de las violencias. Prueba de estas

constataciones hechas por Marx son los procesos de

Colonialismo, la larga historia de destrucción violenta de las

entidades campesinas en Europa occidental, y los procesos

de enajenación y proletarización forzada.

Las comunidades no desaparecen por la inevitabilidad

del tiempo o de leyes económicas universales, sino por la

impostura violenta llevada a cabo desde ciertos Estados,

tanto hacia otros contextos sociales, económicos y culturales,

como al interior mismo de sus territorios. Por ello es que

Marx señala que la pervivencia de la comuna rusa es un

elemento de superioridad de ese contexto social, a diferencia

de los demás países de Europa Occidental. El proletariado

es producto la fatalidad histórica del capitalismo, a

diferencia del comunero campesino, que puede conducir a la

regeneración social, evitando las peripecias trágicas del

capitalismo occidental. Esta diferencia situaba a los

comuneros en una situación de ventaja histórica, con

relación al proletariado occidental, cuya tarea además de

revolucionaria comprendía el deber de vengar a las clases

oprimidas que lo antecedieron.

Por último, Marx, en los borradores de la carta a Vera

Zasulich, señalaba que así como no existe un destino

histórico universal y homogéneo, también podían

presentarse casos históricos en los que los procesos sociales

conduzcan a situaciones inversas a las del capitalismo. Esto

es, así como en los contextos socioeconómicos de occidente se

impuso lo privado por sobre lo común; en otros contextos

Page 107: Nuestro Oscurantismo Subversivo

107

puede resultar lo inverso, es decir, que prevalecencia de lo

común por sobre las dinámicas privatizadoras. O, haciendo

referencia a la idea de Rousseau sobre la sociedad civil, la

misma no es un destino universal, sino tan sólo contextual.

Entonces, ¿cómo lograr este empoderamiento de la

comunidad, como elemento de regeneración social? Marx

señalaba de manera tangencial que debería empoderarse a

la comuna rusa, a través de las Asambleas Campesinas, es

decir, empoderar a la comunidad desde los ámbitos más

locales, reemplazando de a poco las instituciones

gubernamentales. Porque el Estado se lo destruye desde

abajo, no desde arriba ni mucho menos apropiándoselo. ¿Por

qué? Sencillamente porque el Estado es el principal motor o

dispositivo para el desarrollo de las condiciones del

Capitalismo.

El Estado lleva en su razonamiento, la prisa por el

bienestar material sostenido y exponencial, así como la

desigualdad entre clases, entre culturas. Por ello, el Estado

enajena, reprime, normaliza, destruye, proletariza... En

suma, moderniza. Esto se aplica a cualquier contexto social

en el que, ya sea desde un discurso reaccionario o

'revolucionario' se apunte a la modernización del Estado, ya

sea para consumar la dominación de clase, o para generar

condiciones de igualdad. Es pues Vera Zasulich la que

indaga y permite la expresión de un Marx libertario.

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