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RECONOCIMIENTOS AL PERIODISMO CULTURAL DISTINTAS MANERAS DE NARRAR EL CARNAVAL DE NEGROS Y BLANCOS DE
PASTO
TTULO DEL TRABAJO: Jugar por jugar o la magia de hacer las cosas juntos
NOMBRE DEL PROPONENTE: Tatiana Duplat Ayala
FECHA: 26 de enero de 2015
Jugar por jugar o la magia de hacer las cosas juntos La noche se acercaba, y al paso inclemente del tiempo, la tensin creca. Un equipo de gente, difcil de
contar, entraba y sala frenticamente del taller con pinturas, herramientas, equipos de soldadura y
cables. Desde lejos se vea, se alzaba imponente y gigantesca la locomotora colorida, cmo si hubiese
brotado de las entraas mismas de la tierra. Al lado derecho, en la actitud paciente y sosegada de quien
se sienta a la orilla del tiempo, un viejo duende esperaba a ser instalado en la punta de aquel tren
alegrico que no podra conducir a otro lugar que no fuese la felicidad. Los vecinos se agolpaban
alrededor y compartan la angustia del equipo de artesanos, quedaban pocas horas para el Desfile
Magno del 6 de enero y, an, haba muchos problemas por resolver.
Das atrs, en la Laguna de La Cocha, habamos odo con atencin a Jos Obando intentando explicar,
con fuego en la mirada, por qu era tan importante el Carnaval. Es lo que somos, deca Jos al lado de su estufa campesina, nos hemos hecho ah alrededor de las carrozas, ayudando, sufriendo y riendo juntos. Lo ms bonito es el juego le deca a las nias entusiasmado mientras preparaba un hervido de moras, tienen que ir muy bien cubiertas, pueden ponerse una media velada en la cabeza para proteger el pelo, gafas y mucha vaselina en la cara, porque a veces la gente no utiliza cosmtico y la
piel se puede irritar. Ellas lo miraban atnitas, no era fcil comprender qu poda tener de bonito un juego del que era necesario protegerse; despus de recorrer 800 kilmetros desde Bogot, cruzar dos
cordilleras y atravesar el Valle del Cauca, el Sur, aquel que empieza y desemboca en Nario, segua
pareciendo muy lejano y ajeno a los ojos de mis hijas.
Las luces alumbraron aquella especie de hangar construido en la mitad de la calle para albergar a la
locomotora. Los vecinos opinaban entre s de manera prudente, sin interrumpir el trabajo del equipo
que, con gran dificultad, intentaba ajustar parte de la estructura al camin en el que se movilizara la
carroza. Es increble, nos contaban con un dejo de inquietud en sus palabras, cada ao, al finalizar el Carnaval, decimos que no volvemos a meternos en este lo..., ah! pero llega el 8 de enero, y ah
estamos, otra vez, planeando qu vamos a hacer para el ao que viene. Al igual que el equipo del maestro Leonardo Zarama, esa noche, en Pasto, cientos de personas durmieron poco y trabajaron hasta
tarde ensamblando las carrozas; pintaron, terminaron de coser el vestuario, ajustaron las coreografas
de las murgas y probaron por primera, y tal vez nica vez, los mecanismos que daran vida a aquellas
metforas ambulantes que pronto recorreran los siete kilmetros gloriosos de la Senda del Carnaval.
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Yo los vea, un poco al margen, como quien sabe que no es fcil comprender la complejidad de todo lo
que all sucede; los vea y recordaba haber visto en cada rincn de este pas ese mismo empeo, esa
misma sensacin colectiva de querer que algo se logre, de sumarse y de hacerse parte del todo.
Habamos recibido el 2015 junto a Jos y Cecilia, campesinos de La Cocha, Teo su perro, Michin el
gato y un viejo eucalipto que nos abraz en una de las noches ms melanclicas de mi vida. El Ao
Viejo se consuma en un fuego abrigador mientras Jos hablaba de la importancia de los vnculos y yo
recordaba a mi padre recin fallecido. Con este eucalipto jugaron todos mis sobrinos, crecieron con l, al rededor de l soaron y fueron felices, juntos... Lo mismo que el Carnaval !... el Carnaval ha
sido desde siempre el espacio en el que nos encontramos, jugamos, soamos y somos felices, juntos,
aunque no nos conozcamos. Jos lo haba dicho muy claro: juntos, aunque no nos conozcamos, al final de eso se trataba todo esto, de estrechar los vnculos, de ponerse de acuerdo para hacer las cosas
con otros, para hacer la vida en colectivo, para estar mejor juntos aunque no nos conozcamos. En la Cocha pasamos varios das hablando sobre lo que nos esperara al regresar a Pasto; scar -mi
compaero- y yo, habamos decidido vivir de lleno el Carnaval como nuestro propio homenaje a la
vida y al privilegio de estar juntos; mis hijas, por su parte, an no estaban seguras de hasta qu punto
queran sumarse a nuestra celebracin.
La maravillosa experiencia de participar en la jornada de Arcoiris en el Asfalto, como abrebocas de pre-
carnaval, haba desatado una animada discusin en mi familia sobre los lmites del juego, de la
tradicin y de los derechos de los otros en el espacio pblico. Mientras miles de personas coloreaban la
Calle del Colorado, y nosotros trabajbamos concentrados en nuestro propio dibujo, los amigos nos
contaron sobre el sentido de esta actividad. Nos dijeron que cada vez son ms las personas que se
suman a la iniciativa de pintar con tiza en la calle, que es una propuesta alternativa a la tradicional
celebracin con agua en el da de los inocentes, que busca propiciar una reflexin sobre cmo
compartir el espacio que es de todos, y el agua, en tanto recurso sagrado que sustenta la vida colectiva.
Esa tarde, a pesar de todas la precauciones que tuvimos, de camino a la casa que nos albergaba fuimos
emboscados por un pequeo francotirador de 5 aos que, apostado de manera estratgica en la entrada
de su casa, nos lanz de manera inclemente todas las bombas de agua que celosamente haba reunido
en su trinchera durante la maana. Un rato despus, mientras escurra el agua de mi chaqueta, descubr
un brillo intenso en los ojos de Luca, mi hija menor, quien describa con orgullo cmo haba esquivado
el bombardeo, a la vez que preguntaba con una sonrisa maliciosa dnde podra comprar una carioca para lanzar espuma. Desde ese instante del 28 de diciembre hasta el 7 de enero, da en que salimos de
Pasto, el sentido del juego en el Carnaval de Negros y Blancos sera objeto de acaloradas discusiones
que nos acompaaron durante cada momento de este viaje por el Sur.
En el taller del maestro Zarama todo era jbilo, despus de muchos tropiezos, el equipo haba logrado
terminar el ensamblaje de la pieza ms difcil de la carroza. Era la boca de uno de los personajes que,
instalada en un montacargas, podra ser articulada mientras la locomotora avanzaba en el desfile. Qu
felicidad!, nosotros, lejanos espectadores, no tenamos nada que ver con esto pero respiramos hondo
cuando entendimos que el equipo haba superado su mayor dificultad. El ambiente entre los vecinos era
cada vez ms animado, la msica brotaba de varias casas y las risas de los nios terminaban de
aderezar el ambiente alegre que se viva en el barrio. Era 5 de enero, da en que el Carnaval hace
homenaje a los negros; por la calle deambulaban grandes y chicos con el cuerpo pintado,
conmemorando un legendario instante de libertad concedida a los esclavos en la poca de la Colonia.
El panorama festivo fue similar en cada uno de los talleres que visitamos, comunidades enteras
volcadas con pasin en torno a aquel propsito comn. Tanto esfuerzo, de tanta gente, de tanto tiempo,
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para qu? Al da siguiente las carrozas recorreran la senda del carnaval en unas cuantas horas, muy
pocas de ellas seran premiadas y luego, tan solo unos das despus, desapareceran para siempre. Por
qu tanto empeo?, para qu?, por el inmenso e invaluable placer de hacer las cosas juntos, y por
hacerlas, pens; por la misma razn que, finalmente, anim a mi hija pequea a jugar en el carnaval,
por jugar.
El juego, bien sea con agua, con pintura o con talco, es invasivo y agresivo, haba dicho de manera firme Laura, mi hija mayor, al argumentar que no quera salir ni participar en el desfile de la Familia
Castaeda al que habamos sido invitados como parte del Bloque Mosqueteros de la Universidad de
Nario. Le haba explicado que mientras desfilara por la senda no sera alcanzada por el juego, ella
replic, de manera tranquila, que la maravilla del carnaval era que cada quien pudiera hacer lo que
quisiera, como quisiera y cundo quisiera, por eso era precisamente un escenario de liberacin. El juego es transgresor porque esa es la esencia del carnaval, ah est su magia!, deca por su parte Manuel.
Y los que no quieren jugar?
qu no jueguen
y los que quieren vivir el carnaval, pero no quieren ser transgredidos?
no hay manera de vivirlo realmente sin entender su espritu infractor
La discusin no tena fin, a medida que pasaba el tiempo se sumaban ms voces que matizaban las
posturas radicales en uno y otro sentido y surgan nuevas preocupaciones. Mientras preparbamos los
disfraces de mosqueteros, con aguja e hijo en mano, volvi a surgir el debate:
Y qu hacemos con los turistas que le tienen miedo al juego?, no podemos espantarlos
si, pero tampoco podemos someternos por completo a lo que le parezca a los turistas, esto no es un espectculo comercial, es nuestro carnaval
debera volver a jugarse como antes que todo era ms respetuoso
pero si el juego fuera respetuoso dejara de ser juego
el problema es que a veces raya en la violencia
la raz de ese problema hay que buscarla en otra parte, el carnaval solo la expresa a manera de catarsis, no es la causa de la violencia
En una y otra versin escuch estos dilogos, una y otra vez, mientras veamos los desfiles, mientras
corramos para esquivar el talco, mientras persegua eufrica a los muchachos para desagraviar con
espuma el ataque del que haba sido objeto; mientras intentaba convencer a Laura de que entrara en el
juego, solo por jugar. De regreso, en el carro, mientras remontbamos la cordillera para llegar al Valle,
pensaba que no es posible llegar a una conclusin contundente, porque tal vez cada afirmacin tiene
algo de verdad; pero que es una maravilla que el Carnaval propicie esta discusin sobre cmo
compartir y comportarse en el espacio pblico: hasta dnde llegan los derechos de los dems, cmo
deben concertarse y construirse las reglas de juego, qu es el juego limpio, cundo es hora, o no, de
cambiar o de volver a la tradicin; cmo reconocer y responder a la pluralidad de necesidades, aunque
a veces sean contrarias; cmo encontrar el inters comn en medio de la diversidad. Toda una reflexin
que igual aplica para la democracia y para el resto del pas, una leccin inolvidable y profunda sobre
cmo hacer las cosas juntos.
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Tenemos que cerrar, se hace tarde y nos queda mucho trabajo por hacer, vamos a concentrarnos; diciendo esto el maestro artesano termin de amarrar la cinta amarilla que limitaba el paso a los
visitantes. De all salimos a celebrar la vida y a repuntar la noche junto a la Bambarabanda, Es el sur, es mi eterna morada, aqu espero morirme bailando, cantaban -cantbamos- todos. Sumida en el embrujo de esta msica misteriosa, que no dejaba de recordarme a Emir Kusturica, volv a ver cada una
de las escenas de los ltimos nueve das: las calles coloridas; las Lajas, la picantera en Ipiales, los aos
viejos en Tquerres, la Laguna Verde, la isla de la Corota, los cultivos en La Cocha, la sonrisa clida y
abrigadora de los amigos pastusos, las murgas que hacan honor a los ancestros y su vnculo sagrado
con la tierra, los mosqueteros en el desfile de la Familia Castaeda conmemorando a los que han
venido de otras partes, los personajes de las carrozas a medio armar, el acento, los colores, los olores,
los sabores; es la pinta, es el gesto, es el verso que escribo, es el vuelo que prendo en el viento prendido y el canto retumbaba hasta en el corazn. Esa noche sent que el Sur tambin era mo y que, ese, era un buen lugar para dejar la nostalgia y volver a comenzar.
El 6 de enero amaneci radiante, finalmente haba llegado el momento del Desfile Magno, el sol
brillaba y hasta el Galeras, cerro tutelar de Pasto, pareca impaciente frente a lo que ocurrira ese da.
Llegamos a nuestro privilegiado balcn y, desde all, pudimos observar cmo, al margen de la senda, la
gente se preparaba para jugar. De manera minuciosa todos acomodaban sus elementos: las gafas, el
sombrero, la ruana carnavalera, la carioca con espuma y el talco cuidadosamente dispuesto en pequeas
bolsas. A pesar de su postura crtica en relacin al juego invasor y transgresor, Laura haba decidido
asistir a este, el gran desfile, disfrutarlo por entero y asumir, de manera desenfadada, la posibilidad de
ser alcanzada eventualmente por uno de esos proyectiles rellenos de talco. Ella, a su manera, tambin
se haba convertido en jugadora y era estupendo constatar que el juego se prestara para ser jugado de
distintas maneras. Zzuuuuum! son; gir rpidamente e inmediatamente volv a or, an mas cerca,
otro zumbido y luego... plaft!, el golpe seco y opaco de la bolsa con talco al impactar contra el fondo
del balcn. Me asom y vi abajo, en la acera del frente, a un chico de unos 16 aos que sonrea de
manera pcara mientras preparaba su siguiente lanzamiento. Yo tambin haba entrado de lleno en el
juego: acomod mis gafas, mi capucha protectora y mi sonrisa; y lo anim a que volviera a intentarlo,
estableciendo as un lazo de complicidad que nos vinculara el resto de la maana, y durante muchos
aos, a travs de la memoria.
A esas alturas la calle se haba llenado de una polvareda espesa a travs de la cual era difcil ver, haba
grupos que jugaban entre s, algunos de una manera muy fuerte, y otros ms moderados que haban
escogido un objetivo lejano y desconocido como mi compaero de juego en la acera del frente. Dentro
del sendero se vea cada vez ms actividad, el movimiento diligente de la polica y el personal de
logstica anunciaba que pronto pasara por all el desfile. Aunque me haban explicado que la gente
dejara de lanzar talco y espuma, una vez comenzaran a pasar las carrozas, estaba preocupada porque
era evidente que ya vena el desfile y en la calle el juego alcanzaba su momento ms intenso. Nuestro
balcn ya estaba completamente blanco aunque, en realidad, solo una de las bombas haba logrado
alcanzarme tangencialmente, para orgullo y felicidad de mis hijas. De un momento a otro el sendero se
despej, la gente dej de lanzar talco y, por un instante, se hizo el silencio para luego dar paso a una
explosin de jbilo, msica y color. El cortejo lo encabezaban unos simpticos cuyes, roedores
emblemticos de la regin, escoltados por una pancarta que deca con orgullo: Nario Tierra de Patrimonios, en referencia a las Declaraciones de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad reconocidas por la UNESCO a este Departamento; al lado otro pendn en el que destacaba la palabra Paz, anhelo colectivo de un pueblo que sabe muy bien que no se merece la violencia.
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Durante unas cuatro horas, en un fantstico derroche de imaginacin y creatividad, vimos desfilar la
riqueza y complejidad de esta regin. Sent que se me sala el corazn cuando vi aparecer, casi al
principio, al grupo de zanqueros de Tumaco acompaando a una vistosa y virtuosa coreografa. Haba
estado all hace unos meses, en la costa pacfica nariense y haba hablado con algunos de estos chicos.
All haba odo, de primera mano, los debates sobre las dificultades histricas para lograr la integracin
entre el Nario Andino y el Nario Afro, y cmo esto se traduca hoy en una situacin de extrema
vulnerabilidad para las comunidades del Pacfico Sur. Pero ah estaban, en la capital del Departamento,
en el evento ms importante del carnaval, expresando con su msica y su danza la necesidad de
encontrar caminos de mutuo reconocimiento y participacin entre la diversidad. Por all pasaron
tambin las Mojigangas, un grupo de hombres vestidos de mujer que, desde el municipio de Funes,
reivindican el valor de la tierra, el agro y el mundo rural y ancestral de los Andes, el mismo que en su
momento intent articularse a travs del Camino del Indio o Qhapaq an, no exento de
enfrentamientos entre los Incas y los Pastos, pobladores originarios de la regin. Lo indgena, lo afro y
lo mestizo se entrelazaba en un festival de colores y sonidos, en una clara y contundente declaracin a
favor de la vida, del espritu festivo y del infinito poder transformador de hacer las cosas juntos.
Uno a uno fueron desfilando los temas ms destacados de la agenda poltica, social y cultural de Nario
y muchos de la Colombia contempornea: el anhelo de la paz y la convivencia, la preocupacin por lo
pblico materializada en las formas de habitar y compartir el espacio y el territorio, el papel de la mujer
y su capacidad de cuidar a los dems; la tirante relacin entre lo urbano y lo rural, la preocupacin por
lo ambiental y la integracin con esta humanidad depredadora y consumista y, en contraste, el
reconocimiento de valores ancestrales que expresan una comunin sagrada con la Pachamama, la
madre tierra. La participacin de Colombia en el mundial, los artistas y artesanos locales, la msica del
Sur: las quenas, la Guanea, el Miranchurito; Gabo entre mariposas amarillas, la fiesta como escenario
de expresin, visibilidad y diversidad o, dicho desde la otra orilla, la fiesta como acto de resistencia a la
violencia que acalla, invisibliza y homogeniza; el carnaval mismo autorrepresentado: el fuego, los
dragones, los duendes, los que fueron, los que son, los que sern; el carnaval como reflejo festivo de un
pueblo y una realidad que expresa tensiones y dilogos entre lo que fue, lo que es y lo que quiere ser; el
carnaval como nuestro propio espejo que nos mira desde el Sur y, desde all, nos convoca y nos
interpela como Nacin, en relacin con aquel norte que quisiramos trazar.
Mis hijas fueron las primeras en verla y gritaron de emocin. All estaba, inmensa y colorida la
locomotora, la Loco... Motora, llena de alegra y abarrotada de gente que invitaba a la vida, a la risa, al
juego y a la locura carnavalera. La misma gente que, unas horas atrs en el taller, se mova concentrada
y sincronizada como una diligente colonia de hormigas; la misma que meses atrs, como tantos otros
aos, haba aceptado el reto de entregar todo su tiempo disponible, su imaginacin y su corazn, a un
proyecto que probablemente no les dara ms que la felicidad de hacer las cosas por hacerlas, juntos;
por la certeza de que estas aventuras tienen sentido en si mismas, no en funcin de otro propsito;
como tributo ntimo y personal a la utopa y a las ganas de intentarlo y de lograrlo. Al da siguiente
regresamos a casa, y durante los 800 kilmetros que recorrimos de regreso, los cuatro confirmamos que
el viaje haba valido la pena, que habamos crecido, que de alguna manera ahora tambin eramos parte
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