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TEORIAS DEL ORIGEN DE LA VIDA EVOLUCIONISTA Y CREACIONISTA 11 de Octubre del 2015

Monografia de teorias

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TEORIAS DEL ORIGEN DE LA VIDAEVOLUCIONISTA Y CREACIONISTA

11 de Octubre del 2015

Unidad didáctica: Antropología filosófica

Docente:

Carrera Profesional: Psicología

Ciclo: II Grupo: “B”

Integrantes:

Abanto Marín Cesar Coello Vigo Laura Lopez Girón Lesly Mendoza Ysla Medaly Montejo Villanueva Yoisi

Trujillo – Perú

1 | P á g i n a

TEORIAS DE CREACIONISMO Y EVOLUCIONISMO

DEDICATORIA

2 | P á g i n a

“Dedico este trabajo A Dios que nos ha dado la vida y fortaleza para terminar este presente trabajo de investigación”.

“A mis Padres por su ayuda y

constante cooperación”.

INTRODUCCION

La estructura de esta monografía de investigación obedece a los niveles especiales de la carrera profesional de psicología, en forma concreta busca aproximar hacia el origen de la existencia del ser humano dentro de la filosofía.

Dada la limitaciones de tiempo y espacio basamos nuestras elecciones en aquellos autores que ofrecieron una estructura alusiva suficiente a las teorías de creacionismo y evolucionismo como requisito de inclusión esto nos ha llévalo a dolorosas omisión que sabrán disculparnos.

Hemos remarcado la necesidad de asumir este trabajo selectivo en base a su estructura de interpretación de las teorías mostrándolos información sobre la evolución de las teorías de creacionismo y evolucionismo, selecciones de cada teoría diferentes autores/ filósofos que aportaron en cada teoría, la finalidad de esta investigación no es más que saber cómo existimos y en cuales nosotros los seres humano nos podemos inclinar por algunas de estas teorías , más en claro tener saberes sobre como existimos y argumentar nuestra selección de opinión.

Esperamos de esta monografía de investigación sea una gran utilización, para comprender, entender todo lo que fue y es las teorías de evolución y creación en el campo de la psicología.

3 | P á g i n a

INDICE

DEDICATORIA II

INTRODUCCION III

CREACIONISMO 5

La Biblia es un manual de creación 6

EVOLUCIONISMO

La teoría de la evolución de Darwin/Wallace 16

La selección natural y artificial 18

El origen del hombre 23

Los principios de la genética 24

Biología molecular y genética 25

¿Evolucionismo versus creacionismo? 22

4 | P á g i n a

Creacionismo.

El Creacionismo es una de las teorías actuales sobre el origen de las cosas contrapuesta

a las teorías fundadas en la evolución materialista del racionalismo enunciada por Carlos

Darwin, pensamiento predominante desde el siglo XIX.

El Creacionismo niega la teoría de la evolución humana y las explicaciones científicas

sobre el origen de la vida, cuyas pruebas científicas basadas en fósiles, huellas

geológicas y genéticas; que en sí tienen menos soporte lógico que el Diluvio Universal

basado en un universo que se expande. De una forma más moderna lo han llamado

"Diseño Inteligente" a fin de acomodarlo al racionalismo moderno que pretende imponer

en las actividades e instituciones públicas, cualquier alusión a lo que sea Dios, a fin de

limpiar las ciencias o la enseñanza oficial de cualquier atisbo religioso. En el mundo han

logrado imponer en algunos países la denominación de los tiempos "Después de Cristo" o

"Antes de Cristo" como Era Común. Vivimos en el año 2014 de la Era Común (E. C.),

antes del año cero se denomina "Antes de la Era Común" (AEC).

Según para Patrick Jost (2009) sostiene que “El Creacionismo está basado en los

"principios" expuestos en los escritos de la Biblia, que no es lo mismo que los dogmas de

las religiones, con fundamentos en el Génesis o primer libro de la Biblia” pag (05).

El diseño inteligente propugna que como en toda obra humana, un reloj por ejemplo,

existe una inteligencia que lo pensó, lo diseñó y lo construyó; así en la naturaleza todo

aquello que cumple una función para el desarrollo o funcionamiento de un órgano vital

para su existencia, tiene tras de sí un diseñador y una inteligencia.

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La Biblia es un manual de creación

No se debe confundir ser creacionista con ser creyentes. Es cierto que los cristianos,

judíos y musulmanes defienden la idea de la existencia de un Dios todo poderoso, creador

del mundo, y que ese Dios interviene en él y nuestras vidas. Pero lo que distingue a los

creacionista radicales de quienes practican esa confesiones o esas equivalencias en su

interpretación literal de la Biblia, que les lleva, entre otras cosas, a considerar el Génesis

como una narración estricta del origen del universo y d la vida, incluida la vida humana.

En este sentido, todo el conocimiento necesario para entender el mundo se limita para

los creacionistas a lo que se afirma en las sagradas escrituras. Así, por ejemplo, para un

creacionista, Dios creo el universo en seis días, exactamente como describe el Génesis; o

creo directamente a Adán y Eva y a todos los seres vivos.

La Biblia enseña que Dios creó el universo y todo lo que en él hay. La teoría de la

evolución enseña que el hombre es producto del desarrollo de formas simples de vida

formas más complejas, por azar. Tal como una máquina que se construye a sí misma. La

teoría de la evolución descarta la necesidad de un Creador inteligente o un Diseñador

Maestro.

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Teoría de la creación del Universo según el cristianismo

Según la religión cristiana, el primer libro del Antiguo testamento de la biblia ( El Génesis,

que significa "principio") nos cuenta el origen del universo y de todos los seres que en ella

habitan. Cuenta que en un principio existía el caos ( similitud con la teoría griega) y en ella

vagaba Dios. Éste creo el Mundo de la nada en 6 días. El primero separó la luz de las

tinieblas y así creó el día y la noche en el mundo. El segundo día separó las aguas de la

tierra y así creó los mares, los ríos y todas las aguas que la componen. En el tercer día

creó lo que sería el suelo, la tierra seca dónde habitamos y les introdujo todo tipo de

vegetación. El cuarto día creó los astros, el Sol , la Luna y las estrellas. El quinto día creó

a los primeros seres vivos, las aves y los peces y animales acuáticos y el último día creó a

todos los seres terrestres y al ser humano a su imagen y semejanza. Primero creó al

hombre, Adán y al verlo solo creyó que necesitaba una compañera y de la costilla de

Adán creó a la mujer, Eva.

Como podemos ver, la creación del universo según el Cristianismo no se asemeja a los

mitos griegos en el que en un principio existía un Caos y de él nació Gea, personaje

femenino que designaría a la tierra, que engendraría de sus entrañas a los seres de la

tierra.

Esta Teoría parte del hecho de que Dios existe, la Biblia no comienza argumentando

como llego a ser Dios, ni de donde surgió, simplemente comienza diciendo: "en el

principio creo Dios." Por tanto la creencia en Dios debe ser basada en la fe. «En el

principio creó Dios los cielos y la tierra» (1.1). Este enunciado, categórico y solemne,

abre la lectura del Génesis y, con él, la de toda la Biblia. Es la afirmación del poder total y

absoluto de Dios, del único y eterno Dios, a cuya voluntad se debe todo cuanto existe,

pues «sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho» (Jn 1.3). El universo es resultado

de la acción de Dios, quien con su palabra creó nuestro mundo, lo hizo habitable y lo

pobló de seres vivientes. Entre estos puso también a la especie humana aunque la

diferenció de cualquiera otra al otorgarle una dignidad especial, pues la había creado «a

su imagen, a imagen de Dios» (1.26–27). , ahora solo queda  pensar, El hombre ¿señor

de la creación o una especie animal más evolucionada?

Muchas veces dentro de nuestro paradigma de la existencia de Dios pensamos

que la existencia de Dios no es demostrable científicamente, pensamos y afirmamos que

se debe creer en Dios solo por fe, que no debemos hacernos preguntas sobre la

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existencia de Dios, porque debemos dar por sentado que Dios existe, esta concepción de

la fe aunque funciona para muchas personas no es objetiva, ni tampoco es

completamente bíblica. Si bien es cierto que "la fe es la certeza de lo que se espera y la

convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1), también es cierto que Dios en su palabra

nos ha dejado muchas pruebas científicas de su existencia y de la realidad de su

encarnación, por ejemplo, luego de que Jesús resucitó dice la Biblia que se les apareció a

sus discípulos y les dijo  "…vivo con muchas pruebas indubitables,…" (Hechos 1:3), Jesús

nunca le dijo a sus apóstoles "Crean en  mi solo por fe", Él más bien dijo:

"Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio

para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre

me ha enviado."

Según teorías los primeros organismos fueron heterótrofos, y podríamos relacionar

a  dichos organismos con la teoría creacionista, y decir que los primeros organismos si

fueron de este tipo, puesto que en el principio creo Dios, los animales y  las plantas, cosa

que luego los humanos y los mismos animales aprovecharon para alimentarse y poder

sobrevivir, con  estarse alimentando  de otros seres vivos los humanos se han  convertido

en heterótrofos, por no ser capaces de fabricar su propia comida.

Igualmente la creación misma es una prueba de la existencia de Dios, alguien dijo

que: "La creación es un monumento al poder de Dios y un espejo en el que podemos ver

su sabiduría.”, ahora bien ¿En qué forma se hace visible el eterno poder y deidad de

Dios?, ¿Cómo manifiesta la creación del mundo la existencia de Dios?, la respuesta varía

de acuerdo a la persona que observe esta creación, “¿El Génesis debe considerarse

como una teoría sobre la creación del mundo o una teoría teológica que quiere explicar la

creación del hombre y de su libertad? Decía Galileo: “La Biblia no nos enseña cómo

funciona el cielo sino cómo se va al cielo”. El Génesis te dice cómo el hombre ha sido

creado en el pensamiento de Dios, cómo se va a Dios y cómo se ha alejado de Dios. No

nos dice científicamente el porqué. A partir de esta concepción entiende decirnos cuál es

el proyecto de Dios sobre el hombre y cómo el hombre debe adaptarse a este proyecto.

Según el “Diccionario de la lengua” de la Real Academia Española, vigésima segunda

edición, año 2003, en Biología se define el CREACIONISMO como la doctrina que, en

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contraposición a la teoría de la evolución, defiende que cada una de las especies es el

resultado de un acto particular de creación.

La revista DESPERTAD del 22-7-1983, publicada por la Sociedad Watchtower Bible And

Tract, páginas 12 a 15, informa, en parte:

«Por más de cien años no ha dejado de estar ‘hirviendo a fuego lento’, o a veces

hirviendo con violencia, la controversia entre los que enseñan que el hombre es producto

de una evolución y los que se adhieren a la explicación bíblica de que el hombre fue

creado. El año pasado, dicha controversia volvió al punto de ebullición durante un proceso

que tuvo lugar ante un tribunal federal en Little Rock, Arkansas, en los Estados Unidos. El

punto en cuestión fue una ley estatal que requería que en las escuelas públicas se

enseñara, junto con la evolución, “ciencia creacionista”. El tribunal sostuvo que tal ley era

anticonstitucional, y esta decisión recibió aclamación general como una victoria a favor de

la evolución.

Científicos, teólogos de varias confesiones, maestros de escuela y la Unión

Estadounidense pro Libertades Civiles unieron sus esfuerzos para atacar la ley. Otros

científicos, teólogos, maestros de escuela y el procurador general del estado la

defendieron. El proceso, y la decisión judicial que se dio en éste, recibieron amplia

publicidad en los medios de información y se atrajeron atención internacional.

Las afirmaciones que en pro y en contra hicieron los testigos variaron desde hechos

establecidos hasta opiniones absurdas. Se puede entender por qué la persona de término

medio pudiera quedar confundida en cuanto a lo que el resultado pudiera significar.

¿Significaba la decisión del juez que la evolución fuera ahora realidad? ¿que la raza

humana data de hace millones de años? ¿que la Biblia está equivocada? ¿que no

debemos seguir enseñando a nuestros hijos que Dios creó al hombre?

Antes de llegar a conclusiones como ésas, examinemos las cuestiones implicadas. ¿Qué

es la llamada “ciencia creacionista” que estuvo envuelta en el proceso? ¿Tiene base

científica, o, como afirman sus detractores, es una fachada para un dogma religioso

sectario?

Los defensores del creacionismo escribieron una definición que se incorporó en la ley de

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Arkansas y se insertó en la opinión judicial. Dicha definición incluye la prueba científica de

que hay límites a los cambios que pueden ocurrir dentro de las diferentes clases de cosas

vivientes que fueron creadas originalmente, y que las mutaciones y la selección natural no

bastan para transformar una especie en otra. También afirma que la Tierra y todo lo que

vive en ella son el resultado de un acto reciente de creación, y que todos los estratos

geológicos junto con los fósiles que hay en ellos son el resultado de un solo Diluvio

mundial.

Los forjadores de la ley omitieron cuidadosamente toda referencia a Dios o la Biblia, para

evitar las prohibiciones constitucionales contra el enseñar religión en las escuelas. Sin

embargo, los escritos de ellos y el testimonio que se dio en Little Rock revelaron que la

creación y el Diluvio a que se referían son los que se describen en el libro bíblico de

Génesis. Además, aunque en la ley no se detalló el tiempo que se requirió para la

creación, los autores de la ley admitieron que la palabra “reciente” significa quizás 6.000

años atrás, o, en todo caso, no más de 10.000 años.

Desgraciadamente para los creacionistas, los esfuerzos que hicieron durante el proceso

por exponer las debilidades de la evolución quedaron frustrados. Para estudiantes

imparciales, dichas faltas han sido patentes desde hace mucho tiempo. Aquí las

mencionamos sólo brevemente. Durante el proceso no se hizo hincapié en las pruebas

procedentes de los experimentos relacionados con las mutaciones. Arrolladoramente,

tales investigaciones revelan que las mutaciones sólo resultan en la degeneración del

patrón genético, de modo que producen especímenes defectuosos.

No crean nuevos órganos ni nuevas funciones. Nunca resultan en nuevas especies. Los

hechos van en contra de la teoría de la evolución y apoyan el principio consecuente de la

creación, expuesto en Génesis, de que cada clase o género de planta o animal puede

producir sólo su propia clase. Pero este poderoso argumento no recibió la debida

atención.

Además, el registro geológico no contiene la gradación continua de fósiles de una especie

a otra, como lo requeriría la teoría de Darwin. Más bien, muestra que nuevas especies

aparecen súbitamente, en la columna sedimentaria, sin conexión alguna con las formas

anteriores. Actualmente hasta los evolucionistas están envueltos en disputas acerca de

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una nueva teoría llamada de “equilibrio discontinuo o interrumpido”, que reconoce que la

larga búsqueda de eslabones perdidos ha fracasado.

El que las nuevas especies aparezcan repentinamente es en realidad una prueba

poderosa a favor de la creación y en contra de la evolución. Pero éste no fue un factor

que recibiera atención en el proceso. ¿Por qué no aprovecharon los creacionistas este

punto? No pudieron hacerlo debido a que no asocian los diferentes estratos geológicos

con diferentes épocas de creación, sino que afirman que todos los estratos se formaron al

mismo tiempo, cuando bajaron las aguas del Diluvio que ocurrió en los días de Noé.

Impedidos por esta doctrina que no tiene base bíblica, los creacionistas sólo podían usar

las pruebas de los fósiles para denostar contra la evolución.

Pero se les recordó que no era la evolución lo que estaba siendo sometido a juicio; era el

creacionismo.

Este aspecto de la tesis de los creacionistas, ligado a su doctrina de creación reciente, fue

lo que se puso de relieve durante el proceso y en las noticias relacionadas con éste. La

doctrina de los creacionistas, de que la Tierra y hasta el universo datan desde menos de

10.000 años atrás, contradice todos los hallazgos de la ciencia moderna. Ellos están tan

desfasados que se atraen la burla de los científicos.

Los geólogos pueden señalar a sus medidas de procesos geológicos que se extienden a

mucho más allá de ese estrecho límite de tiempo. Los sedimentos oceánicos se han

acumulado durante más de 10.000 años. El tiempo de edificación y desgaste de las

montañas se mide en millones de años. Se requieren centenares de millones de años

para que los continentes se separen y formen océanos. El que se diga que todo esto data

desde hace sólo 10.000 años es simplemente absurdo a la vista de los geólogos.

Los astrónomos, también, se escandalizan. Suelen pensar, no sólo en términos de ciclos

planetarios que tomen días o años, sino también en términos de los largos eones de

tiempo que se requieren para que se formen las estrellas y las galaxias.

Tratan con distancias tan vastas que hasta la luz, que viaja a 300.000 kilómetros por

segundo, necesita miles de millones de años para llegar a sus telescopios. Calculan que

las Nubes de Magallanes, que están en los cielos meridionales y que son la galaxia

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vecina más cercana a nosotros, están a una distancia de más de 100.000 años luz. Si

esta galaxia hubiera sido creada sólo 10.000 años atrás, como afirman los creacionistas,

todavía estaríamos esperando 90.000 años para que nos llegara desde allí el primer

resplandor de la luz. En el hemisferio norte, en una noche oscura, la persona que tenga

buena vista puede divisar la nebulosa de Andrómeda, cuya luz necesita unos 1.500.000

años para llegar a nosotros. Evidentemente ha debido estar en existencia por más tiempo

que ése. No es de extrañar que en enero la Sociedad Norteamericana de Astronomía

publicara una resolución en la que aplaudía la decisión de Arkansas.

Los físicos también levantan la protesta de que es imposible embutir los resultados de sus

estudios en un espacio de meramente 10.000 años. Señalan a elementos radiactivos

como el uranio y el torio, cuyas “vidas” se miden en términos de miles de millones de

años. La acumulación de distintivos isótopos de plomo, que son el producto final de la

descomposición radiactiva, muestra que algunas de las piedras más antiguas de la

corteza de la Tierra han estado intactas durante 3.000 ó 4.000 millones de años. Además,

la interpretación que los físicos dan al desplazamiento hacia el rojo de la luz procedente

de galaxias distantes, allá al borde del universo visible, fija el comienzo de éste en de

10.000 a 20.000 millones de años atrás.

¿Cómo pueden los creacionistas armonizar dicha prueba con su dogma de que todo

empezó tan solo unos cuantos miles de años atrás? Cuando Dios creó las piedras que

contenían uranio, ¿puso también en ellas las cantidades debidas de los isótopos

especiales de plomo que harían que pareciera que dichas piedras dataran de mil millones

de años atrás? Cuando creó la galaxia de Andrómeda, ¿llenó también la trayectoria a la

Tierra con ondas de luz, toda la distancia de diez trillones (10.000.000.000.000.000.000)

de millas [1 milla = 1,6 kilómetros], para que no tuviéramos que esperar para verla en el

cielo? ¿Insertaría deliberadamente dichas ilusiones en su creación en la verdad

simplemente para engañarnos?

Hasta mediados del siglo XIX se aceptaba comúnmente como digno de creencia el relato

bíblico de la creación divina del hombre. En 1859 se publicó la teoría de Darwin acerca

del origen de las especies mediante la evolución, y ésta inmediatamente agitó intensas

objeciones religiosas. Considerablemente más de un siglo después, los evolucionistas

quisieran creer que ya su doctrina hubiera ganado aceptación universal. Es cierto que

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muchos líderes eclesiásticos han cedido, pero todavía queda oposición enérgica y

resuelta a la teoría de la evolución. Los apoyadores de Darwin todavía quedan a la espera

de su Galileo o su Lyell. Mientras tanto, muchas personas bien informadas están

comenzando a creer que la evolución no está inevitablemente destinada a ver repetidos

para sí los triunfos de revoluciones anteriores en el pensamiento científico.

Actualmente se ve una cruzada organizada en los esfuerzos que se hacen por

desprestigiar la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas mediante leyes que

exigen que en la educación se conceda la misma cantidad de tiempo a la enseñanza de la

creación. En la última contienda legal, un juez federal decidió que la “ciencia creacionista”,

como se definió en una ley del estado de Arkansas (E.U.A.), no satisfacía los requisitos

para ser considerada en el mismo nivel de la evolución. Este revés dejó decepcionadas a

muchas personas que sostienen que la evolución no explica satisfactoriamente el origen

de la vida. ¿A qué se debió el fracaso?

En primer lugar, la Biblia dice que Dios es la fuente de la vida (Salmo 36: 9). La vida no

surgió, ni puede surgir, espontáneamente de materia inanimada. Esto está

completamente de acuerdo con las leyes científicas y pruebas experimentales. Las leyes

de las estadísticas, la ley de la entropía, los cálculos de la termodinámica y la cinética,

todos convergen en la conclusión de que no puede acontecer la generación espontánea

de la vida. Desde los experimentos de Pasteur, no se cree en informes más antiguos

sobre generación espontánea. En experimentos controlados, la generación espontánea

sencillamente no sucede. El examen de terreno tomado de la Luna y las pruebas

químicas sobre la superficie de Marte verifican que la vida no ha surgido en dichos

cuerpos celestes.

En segundo lugar, la Biblia dice que toda cosa viviente produce su propia clase de prole

(Génesis 1: 11,21, 24). Nunca se ha mostrado que la prueba que ofrece la paleontología,

ni la de los experimentos de cruces o mutaciones, hayan refutado este principio. En

estratos geológicos antiguos se han encontrado restos fosilizados de especies que

todavía están vivas, y éstos son idénticos a las formas del día actual. Se puede hallar

amplia variedad dentro de cierta clase de forma de vida, tanto en la naturaleza como en

experimentos de cruces, pero en ningún caso pasa esa variedad más allá de los límites y

se produce una nueva clase.

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En tercer lugar, respecto al hombre, la Biblia revela el tiempo de su principio, hace unos

6.000 años (Las plantas y los animales han estado aquí por mucho más tiempo). La

historia y la arqueología concuerdan estrechamente con esa fecha. Las alegaciones de

evolucionistas de que hay fósiles humanos más antiguos están sujetas

La teoría de la evolución está directamente en contra de la Biblia. No ha podido dar una

explicación satisfactoria de los hechos relacionados con la paleontología y la biología.

La Biblia no establece el tiempo de la creación de “los cielos y la tierra”. La Biblia no

apoya la posición de los creacionistas al respecto, y la teoría de éstos está en conflicto

con los hechos de la astronomía, la física y la geología...».

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “creación” como “acción de

crear”, y el Diccionario de Psicología, de A.L. Merani, define “creacionismo” como

“doctrina que enseña la creación del mundo por Dios”. El diccionario de María Moliner

define “ismo” como “adhesión a doctrina o partido”.

En los años ochenta, el “creacionismo” se ha convertido en un verdadero “ismo”, pues lo

han adoptado grupos que ejercen presión política, como el de la “Mayoría Moral”, en los

Estados

Unidos. Ya no es un término neutral, sino que expresa extremados puntos de vista

fundamentalistas respecto a lo que dice la Biblia, como por ejemplo que Dios creó la

Tierra y todo lo que hay en ella en seis días de 24 horas cada uno. Actualmente hay más

de 350 libros en circulación que exponen dicho dogma del “creacionismo”...».

Los científicos evolucionistas se mofan de la Creación y/o del Diseño Inteligente como de

algo que no vale la pena examinar científicamente. Para que algo sea considerado una

“ciencia”, dicen ellos, debe estar sujeto a observación y probado, debe ser “naturalista”.

La Creación es por definición “sobrenatural.” Dios y lo sobrenatural, no pueden ser

observados o probados (y así sigue su argumento), por lo tanto la Creación y/o el Diseño

Inteligente no pueden ser considerados una ciencia. Como resultado, todos los datos son

filtrados a través de la preconcebida, presupuesta, y pre-aceptada teoría de la Evolución,

sin la consideración de explicaciones alternas.

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Sin embargo, el origen del universo y el origen de la vida no pueden ser probados u

observados. Ambos, la Creación y la Evolución están basados en sistemas de fe cuando

ellos hablan de los orígenes. Ninguno puede ser probado porque no podemos regresar a

billones (o miles) de años atrás para observar el origen del universo y la vida en el

universo. Los científicos evolucionistas rechazan la Creación en terrenos que lógicamente

los fuerzan también a rechazar la Evolución como una explicación “científica” de los

orígenes. La Evolución al menos en lo concerniente a los orígenes, no encaja en la

definición de “ciencia” más de lo que lo hace la Creación. La Evolución es supuestamente

la única explicación de los orígenes que puede ser probada; por lo tanto, es la única teoría

de los orígenes que puede ser considerada “científica”. ¡Eso es una tontería! Los

científicos partidarios de la Evolución, están rechazando una plausible teoría de los

orígenes sin siquiera examinar honestamente sus méritos, porque no se ajusta a su

estrecha e ilógica definición de lo que es “ciencia.”

Si la Creación es verdad, entonces hay un Creador ante Quien somos responsables. La

Evolución es un soporte para el ateísmo. La Evolución da a los ateos una base para

explicar cómo existe la vida aparte de un Dios Creador. La Evolución niega la necesidad

de un Dios que esté involucrado en el universo. La Evolución es la “teoría de la creación”

para la “religión” del ateísmo. De acuerdo con la Biblia, la elección es clara. Podemos

creer en la Palabra de nuestro omnipotente y omnisciente Dios, o podemos creer en las

explicaciones de la ilógica tendencia “científica” de los necios

Evolucionismo.

Según el “Diccionario de la lengua” de la Real Academia Española, vigésima segunda

edición, año 2003, el EVOLUCIONISMO es una doctrina filosófica basada en la idea de la

“evolución”.

Se trata de una doctrina que explica todos los fenómenos, cósmicos, físicos y mentales,

por transformaciones sucesivas de una sola realidad primera, sometida a perpetuo

movimiento intrínseco, en cuya virtud pasa de lo simple y homogéneo a lo compuesto y

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heterogéneo. En su acepción biológica toma la forma de TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN, y

defiende la existencia de las distintas especies de seres vivientes por un proceso de

transformación continua de los mismos a través de sucesivas generaciones.

La teoría de la evolución de Darwin/Wallace

Como es bien conocido, Charles R. Darwin (1809-1882) participó como naturalista en la

expedición del Beagle por América del sur y el Pacífico en el año 1831. El viaje que

comenzó cuando él tenía sólo 22 años terminó cinco años más tarde. Durante ese

período Darwin tuvo tiempo para realizar muchas observaciones, compilar información y

reflexionar sobre los datos que iba recopilando y sobre algunos textos como el que lleva el

nombre de Principios de Geología de Charles Lyell, donde encontró buenas síntesis de

argumentos evolucionistas como los defendidos por Lamarck. Todo esto le fue llevando a

abrazar una perspectiva transformista de la naturaleza. En los años sucesivos a su viaje

Darwin fue elaborando sus propias ideas y recogiendo nuevos datos con los que realizar

un trabajo en el que quería exponer, de una manera ordenada, su visión de la naturaleza.

Quizá uno de los textos que más influjo ejerció en la elaboración de sus tesis fue el libro

de Thomas R. Malthus (1766-1834) publicado por primera vez en 1798: An Essay on the

Principle of Population. En este libro Malthus defendía la tesis de que era necesaria la

lucha por la supervivencia como consecuencia de que la población tiende a crecer

siguiendo una progresión geométrica mientras que los alimentos lo hacen siguiendo una

progresión aritmética.

En el año 1858 Darwin recibió un paquete por correo enviado desde una alejada isla del

archipiélago Malayo, la actual Indonesia. El paquete contenía un texto que resumía los

resultados de la investigación llevada a cabo por Alfred Russel Wallace (1823-1913). El

escrito contenía una extraordinaria exposición de “la teoría de la evolución por selección

natural”. Su claridad expositiva hace que todavía hoy ese texto conserve gran valor

pedagógico. Darwin llevaba dos décadas elaborando una teoría equivalente a la de ese

escrito y estuvo a punto de abandonar su proyecto al leer el trabajo.

La estructura de la teoría de la evolución por selección natural [Lewontin 1970; Sarkar

2007] tal como Darwin y Wallace la expusieron en sus escritos se apoya en tres puntos

básicos:

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1) Los descendientes heredan los caracteres de los progenitores de generación en

generación. Darwin, sin embargo, no conocía las leyes de la herencia sobre las que se

estaba trabajando precisamente en los años en los que dio a conocer su teoría. Las leyes

de la herencia que hoy son aceptadas científicamente y que fueron descubiertas por

Mendel no se conocieron hasta el comienzo del siglo XX. Las explicaciones propuestas

por Darwin para la herencia de los caracteres resultaron erróneas y fueron pronto

rechazadas. Estas explicaciones, no obstante, no formaban parte del contenido del

“Origen de las especies”.

2) En el proceso de la herencia ocurren variaciones espontáneas que son por azar o

ciegas. Se habla de variaciones por azar o ciegas en un doble sentido. Por una parte no

se pueden determinar sus causas. Por otra parte, dichas variaciones no están orientadas

a una mejor adaptación del organismo al medio, es decir, no hay ninguna orientación a

priori en ellas. En la primera edición del “Origen de las especies” Darwin rechazaba

explícitamente la herencia de los caracteres adquiridos defendida por Lamarck. Más

tarde, sin embargo, matizó dicho rechazo.

3) Existe reproducción diferenciada en los individuos de una población. El motivo es

doble: o bien algunos individuos poseen mayor fertilidad que otros, o bien están mejor

adaptados al medio. Mejor adaptación al entorno se traducirá en una mayor supervivencia

y, consiguientemente, en una mayor descendencia.

El impacto de las ideas de Darwin/Wallace fue enorme. Muy poco después de la

publicación del “Origen de las especies”, ya en la década de los 60, la evolución basada

en la selección natural defendida por Darwin era, en la práctica, universalmente aceptada.

No obstante, muy pronto empezaron a plantearse las primeras objeciones a su propuesta.

Las objeciones a partir de los 60 no iban dirigidas contra el hecho de que hubiera

evolución, es decir, que las diversas especies descendieran de otras comunes y

anteriores en el tiempo, sino que se dirigían directamente contra lo que hacía original su

propuesta, es decir, que el motor de la evolución fuera las variaciones al azar y la

selección natural.

La selección natural y artificial

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Dos procesos actúan en esencia sobre la evolución: la selección artificial y la natural. Los

hombres han seleccionado deliberadamente durante miles de años, las plantas y

animales que han de vivir y las que merecen morir. Desde nuestra infancia nos

rodean animales, frutos, árboles y verduras familiares, cultivados y domesticados. ¿De

dónde proceden? ¿Vivían antes libremente en el mundo silvestre y se les indujo luego a

seguir una forma de vida menos dura en el tiempo? No, la realidad es muy distinta. La

mayoría de ellos los creamos nosotros.

Al seleccionar y domesticar determinados animales

deseables estamos controlando su crianza, y por tanto que

su reproducción sea preferente a las demás.

Hace diez mil años no había vacas lecheras ni otras especies para carne, ni perdigueros,

ni espigas grandes de trigo. Cuando domesticamos a los antepasados de estas plantas

y animales (a veces seres que presentaban un aspecto muy distinto) controlamos su

crianza. Procuramos que algunas variedades cuyas propiedades considerábamos

deseables se reprodujeran con preferencia a las demás. Cuando deseamos un perro que

nos ayudará a controlar un rebaño de ovejas, seleccionamos razas que eran inteligentes,

obedientes y que mostraban un cierto talento previo con el rebaño, talento que es útil para

los animales que cazan en jaurías. Las ubres enormemente dilatadas del ganado lechero

son el resultado del interés del hombre por la leche y el queso. Nuestro trigo o nuestro

maíz se han criado durante diez mil generaciones para que sea más gustoso y nutritivo

que sus escuálidos antepasados; ha cambiado tanto que sin la intervención humana no

pueden ni reproducirse.

18 | P á g i n a

La esencia de la selección artificial (tanto de un perro, una vaca o una espiga de trigo) se

resume en que muchos rasgos físicos y de comportamiento de las plantas y de

los animales se heredan. Los hombres, por el motivo que sea, apoyan la reproducción de

algunas variedades y reprimen la reproducción de otras. La variedad que se ha

seleccionado se reproduce de modo preferente; llega a ser abundante; la variedad

desechada se hace rara y quizás llega a extinguirse.

Pero si los hombres pueden crear nuevas variedades de plantas y de animales, ¿no ha de

poder hacer lo mismo la naturaleza?. Este proceso similar se denomina selección natural.

Las alteraciones que hemos provocado en animales y vegetales durante la corta estancia

de los hombres sobre la Tierra, y la evidencia fósil demuestran claramente que la vida ha

cambiado de modo fundamental a lo largo de las eras. Los restos fósiles nos hablan sin

ambigüedad de seres presentes, antes en números enormes, y que actualmente han

desaparecido de modo absoluto. Las especies que se han extinguido en la historia de la

Tierra son mucho más numerosas que las existentes actualmente; son los experimentos

conclusos de la evolución.

Los cambios genéticos inducidos por la domesticación se han producido con mucha

rapidez. El conejo no se domesticó hasta los primeros tiempos del medioevo (lo criaron

monjes franceses creyendo que los conejitos recién nacidos eran pescado, y que por lo

tanto quedaban exentos de la prohibición de consumir carne en ciertos días del calendario

de la Iglesia); el café en el siglo quince; la remolacha azucarera en el siglo diecinueve; y el

visón está todavía en las primeras fases de domesticación. En menos de diez mil años la

domesticación ha aumentado el peso de la lana que crían las ovejas, desde menos de un

kilo de pelos duros hasta diez o veinte kilos de una pelusa fina y uniforme; o el volumen

de leche producido por el ganado en un periodo de lactancia desde unos cuantos

centenares de centímetros cúbicos hasta un millón. Si la selección artificial puede

provocar cambios tan grandes en un periodo de tiempo tan corto, ¿de qué será capaz la

selección natural trabajando durante miles de millones de años?

El gran descubrimiento asociado con los nombres de Charles Darwin y de Alfred Russel

Wallace, es que el mecanismo de la evolución es la selección natural. Hace más de un

siglo estos científicos hicieron hincapié en que la naturaleza es prolífica, en que nacen

19 | P á g i n a

muchos más animales y plantas de los que pueden llegar a sobrevivir y en que, por lo

tanto, el medio ambiente selecciona las variedades que son accidentalmente más

adecuadas para sobrevivir. Las mutaciones (cambios repentinos en la herencia) se

transmiten enteros. Proporcionan la materia prima de la evolución. El medio ambiente

selecciona las pocas mutaciones que aumentan la supervivencia, obteniéndose una serie

de lentas transformaciones de una forma de vida en otra, que origina nuevas especies. La

respuesta a la selección natural es toda la belleza y diversidad del mundo biológico. La

evolución es un hecho, no una teoría.

La explicación propuesta por Darwin y Wallace respecto a la forma en que ocurre la

evolución puede resumirse en la forma siguiente:

• La aparición de nuevos rasgos o variaciones es característica de todas las especies de

animales y plantas. Darwin y Wallace suponían que la variación era una de las

propiedades innatas de los seres vivos. Hoy sabemos distinguir las variaciones heredadas

de las no heredadas. Sólo las primeras, producidas por mutaciones, son importantes en la

evolución, pues pasan a los individuos de las generaciones siguientes.

• De cualquier especie nacen más individuos de los que pueden obtener suficiente

alimento para sobrevivir. Sin embargo, como el número de individuos de cada especie

sigue más o menos constante bajo condiciones naturales, debe deducirse que un

porcentaje de la descendencia perece en cada generación. Si la descendencia de una

especie prosperara en su totalidad, y sucesivamente se reprodujera, pronto avasallaría

cualquiera otra especie sobre la Tierra.

• Sentado que nacen más sujetos de los que pueden sobrevivir, tiene que declararse una

lucha por la existencia, una competencia en busca de espacio y alimento. Esta lucha es

directa (entre seres de la misma o de distinta especie) o indirecta, como la de los

animales y vegetales para sobrevivir frente a condiciones adversas (por ejemplo, la falta

de agua o las bajas temperaturas) o frente a otras condiciones desfavorables del medio

ambiente.

• Aquellas variaciones o rasgos que capacitan mejor a un organismo para sobrevivir en un

medio ambiente determinado favorecerán a sus poseedores sobre otros organismos no

20 | P á g i n a

tan bien adaptados. Las ideas de "lucha por la supervivencia" y "supervivencia del más

apto" son la esencia de la teoría de la selección natural de Darwin y Wallace.

• Los individuos supervivientes, al reproducirse, originarán la siguiente generación, y de

este modo las variaciones o rasgos ventajosos se transmiten a las sucesivas

generaciones.

Tales ideas son también el núcleo de la obra fundamental de Charles Darwin, El origen de

las especies (1859), cuyo título completo resume por sí mismo su tesis: Sobre el origen de

las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas

en la lucha por la vida. El individuo dotado de una variación que le permite una mejor

adaptación tiene más probabilidades de salir victorioso en la lucha por la existencia; su

supervivencia aumenta la probabilidad de reproducción y la transmisión de ese rasgo

favorable a sus descendientes.

La selección natural conduce así a la conservación de las variaciones favorables y a la

eliminación de las desviaciones nocivas, por muerte o superación de los individuos

dotados de tales características. Como los individuos más aptos tienen más

probabilidades de sobrevivir, aparearse y reproducirse que los especímenes que no están

tan bien adaptados al entorno, en cada generación aumenta el número de individuos bien

adaptados a su entorno, y las características generales del grupo van cambiando como

resultado de esta acomodación. Junto con la selección natural actúa, en los animales

superiores, la "elección sexual", esto es, la preferencia instintiva por los individuos más

fuertes, bellos o sanos en el emparejamiento.

Hay que subrayar que, frente a lo que sostuvo Lamarck, las variaciones en las

características de un organismo se producen al azar; no son causadas ni por el ambiente

ni por el esfuerzo del individuo. Según la teoría darwinista, y siguiendo el mismo ejemplo,

el largo cuello de las jirafas se originó por azar: un animal que presentaba el cuello más

largo tenía ventajas alimentarias y, por lo tanto, tenía más posibilidades de dejar

21 | P á g i n a

descendencia; estas características se transmitieron de generación en generación hasta

que las jirafas menos adaptadas (esto es, las de cuello corto) desaparecieron.

El punto problemático de la teoría era que se desconocía el mecanismo por el cual se

transmitían las adaptaciones que tenían éxito. La solución a este problema estaba en las

investigaciones realizadas por un monje y botánico austríaco, Gregor Mendel (1822-

1884), quien descubrió que las características hereditarias se transmiten en unidades

sencillas que denominó "factores" y que ahora conocemos como genes. Las leyes de

Mendel, los conceptos de genotipo y fenotipo de Wilhelm Ludvig Johannsen y los

descubrimientos de las mutaciones de Hugo de Vries llevaron a la elaboración de una

teoría sintética inspirada en las líneas generales de los planteamientos de Darwin, que

sería llamada Neodarvinismo y es aceptada hoy por la mayoría de los biólogos. Los

cambios en la estructura genética de las especies son debidos a mutaciones en los genes

que regulan la expresión de los caracteres corporales. Otro factor de cambio son los

sobrecruzamientos que se producen entre los cromosomas en la meiosis, combinando

caracteres distintos de cromosomas homólogos.

A la luz de tales aportaciones, la selección natural de Darwin puede ser reformulada de la

siguiente manera: los individuos mejor adaptados a su entorno tienen más probabilidades

de pasar sus genes a la siguiente generación que los demás miembros de una población.

Hoy por hoy la teoría de la evolución es la única que responde a todos los hechos tanto

genéticos como ecológicos y paleontológicos. La anatomía comparada ilustra muy bien

las relaciones existentes entre las diversas especies y familias, comprobadas

recientemente por métodos de análisis bioquímico.

El origen del hombre

Venciendo las largas vacilaciones basadas, sobre todo, en el temor a las polémicas a que

la obra pudiera dar lugar, Darwin tardó once años en publicar El origen del hombre y la

selección en relación al sexo (1871). En tal obra recogió sus apuntes relativos a un

problema específico pero importantísimo de la evolución: el origen del hombre. Según

Darwin, el estudio de las estructuras homólogas en el hombre y en los animales más

bajos en la escala de la evolución zoológica y el análisis del desarrollo embriológico del

hombre y de los fenómenos de atavismo conducen a la conclusión de que el hombre

desciende de alguna forma menos altamente organizada, concretamente de un simioide,

22 | P á g i n a

el cual, al igual que todos los vertebrados, tendría a su vez su origen remoto en algún ser

acuático parecido a los ascidiáceos.

La dificultad mayor para admitir tal teoría está en el hecho de que el hombre se halla

dotado de facultades intelectuales y de un sentido moral que faltan a los animales. De

hecho, el mismo Alfred Wallace nunca creyó que la inteligencia humana pudiera ser fruto

de la selección natural, sino que pensaba que el intelecto sólo podía haber sido creado

por un poder superior (un dios). Pero Darwin rechaza este concepto y observa que el

intervalo entre las potencias mentales de los monos más elevados y las de un pez es

inmenso; por esto también la inteligencia del hombre, que no difiere sino en grado de la

de los monos, es un producto de la evolución.

También los sentimientos morales son desarrollados, debido a la evolución, de instintos

que se hallan en todos los animales. Consciente de que las conclusiones de esta obra

serían consideradas como extremadamente irreligiosas, Darwin señala que explicar el

origen del hombre como una especie que desciende de alguna especie más baja no es

más irreligioso que explicar el origen del ser individual mediante las leyes de la

reproducción. Las leyes de desarrollo del hombre son, para Darwin, idénticas a las de

otros animales.

Las ideas del naturalista británico modificaron diametralmente las nociones acerca del

origen y la evolución del hombre. Darwin refutó la arraigada creencia de que el hombre

poseía un origen divino y demostró que los seres humanos eran el resultado de un

proceso de evolución biológica. Opuso teorías científicas a las explicaciones de carácter

teológico, hecho que tuvo un impacto considerable en la mentalidad de la época. El

evolucionismo de Darwin provocó una enorme controversia en la sociedad decimonónica

y dio lugar a encendidos debates. Consecuencia lógica de estas discusiones fue la puesta

en cuestión de la visión antropocentrista de la naturaleza: si el hombre no era una

creación divina, tal como afirmaban las creencias vigentes hasta el siglo XIX, no había

razón para sostener que ocupaba un lugar central en el orden natural.

Los principios de la genética

En el recorrido que estamos haciendo de las ideas que conforman la moderna teoría de la

evolución hemos examinado uno de los pilares que sirven de soporte a dicha teoría: las

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ideas expuestas en el “Origen de las especies” sobre las pequeñas variaciones y la

selección natural. El otro importante pilar son las ideas publicadas en 1866 por el monje

agustino nacido en Heinzendorf (entonces en territorio austriaco y actualmente

perteneciente a la republica Checa), Gregor Johann Mendel (1822-1884). Aunque en su

trabajo exponía los principios fundamentales de la moderna genética, la importancia de su

contenido no se reconoció hasta principios del siglo XX.

Mendel obtuvo los principios de la herencia experimentando con determinadas plantas de

guisantes que mostraban una serie de caracteres bien determinados: tamaño y color de la

flor, forma y color de la semilla, etc. Realizó cruces entre plantas con diferentes caracteres

y cuantificó e interpretó los resultados obtenidos en el cruce de varias generaciones de

plantas. Llegó a una serie de conclusiones que fueron conocidas más tarde como las

leyes de Mendel y que mantienen hoy su vigencia.

Mendel distinguió entre carácter y factor. Los caracteres eran las propiedades visibles que

manifestaban las plantas: color, forma, etc. La manifestación de los diversos “caracteres”

dependía de un conjunto de “factores” independientes y discretos que estaban presentes

en las plantas [Curtis-Barnes 1996: 207 y ss.].

La primera ley de Mendel lleva por nombre “principio de segregación” y establece la

hipótesis de que cada individuo lleva pares de factores para cada carácter, y que los

factores de cada pareja se segregan o separan el uno del otro cuando se forman los

gametos (las células germinales o reproductoras). De esta manera, en la descendencia, al

unirse los gametos paterno y materno, un factor de la nueva pareja es heredado de la

planta padre y el otro de la planta madre. Más tarde, estos factores fueron llamados

genes, las unidades de la herencia, y las variedades que presentaban dichos factores o

genes se llamaron alelos.

La segunda ley de Mendel se llama “principio de transmisión independiente”. Dicho

principio establece que cuando se forman los gametos, los alelos de un gen se segregan

independientemente de los alelos de otro gen. Por tanto, las combinaciones posibles de

los distintos caracteres al cruzar diversas plantas debían ser también independientes. Es

decir, el carácter color, por ejemplo, no estaba vinculado al carácter tamaño sino que en la

reproducción se podían combinar independientemente tamaños y colores.

24 | P á g i n a

Biología molecular y genética

Otro hito importante en la configuración de la teoría de la evolución tuvo lugar con el

diseño de Watson y Crick en 1953 del modelo en doble hélice de la molécula de ADN.

Desde los años 40 se sabía que en las moléculas de ADN (Ácido desoxirribonucleico)

estaba contenida la información genética. En 1953 se determinó la estructura de dicha

información. Se descubrió que las moléculas de ADN codifican la información genética a

lo largo de secuencias lineales de 4 bases nitrogenadas o nucleótidos llamados Adenina,

Citosina, Guanina y Timina. Estas bases constituyen las cuatro letras de un alfabeto con

el que se escribe en el genoma la información que es expresada en el desarrollo del ser

vivo.

La distinción entre genotipo y fenotipo quedaba sólidamente establecida de esta manera.

El nivel más básico del fenotipo serían las proteínas: macromoléculas compuestas por

aminoácidos que constituyen la parte estructural fundamental de los diversos organismos

vivos. Se conoce la correspondencia entre las distintas secuencias de bases del ADN con

cada uno de los 20 tipos de aminoácidos distintos existentes. Concretamente cada uno de

los aminoácidos es codificado por tres de las letras básicas del código genético. Cada

grupo de tres letras que codifica un aminoácido se denomina “codón”. No todo el ADN es

codificante. Además hay aminoácidos que están asociados con codones distintos. Por

esto se dice que el código genético es degenerado. A su vez, los 20 aminoácidos dan

lugar por composición a una gran variedad de proteínas que desempeñan multitud de

funciones en el organismo a muy distintos niveles y formando parte de una gran

diversidad de sistemas orgánicos.

El ADN es, como hemos indicado, la molécula donde se encuentra codificada la

información genética. Se trata de una molécula larga en forma de hélice y que puede

representarse como dos largos filamentos moleculares enrollados y unidos por las bases

o nucleótidos. Hay cuatro tipos de bases y cada filamento está unido al otro por las bases

complementarias del otro.

Los descubrimientos de los años 50 en genética y bioquímica han dado lugar a

innumerables estudios e investigaciones realizadas desde el nuevo marco teórico y se

han cosechado ya resultados prácticos concretos. Estos estudios han dado como fruto,

por ejemplo, la culminación del Proyecto Genoma Humano en el año 2003. Durante los 13

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años que duró el proyecto se consiguieron identificar los aproximadamente 20.000-25.000

genes que posee nuestro ADN y se determinó la secuencia de los tres mil millones de

bases que componen el ADN. Además, la teoría de la evolución se ha podido refinar

notablemente. Actualmente, por ejemplo, se pueden abordar taxonomías de los seres

vivos basadas en el patrimonio genético de cada especie y no en aspectos morfológicos

externos que resultan más arbitrarios. Ahora se sabe, entre otras cosas, lo que no se

conocía cuando se formuló por primera vez la teoría sintética: en qué consiste el material

genético. Se van comprendiendo poco a poco, es una tarea para años que está apenas

comenzada, el significado mismo de la información genética, lo cual tiene que ver con su

expresión en el organismo vivo. Todos estos conocimientos han abierto muchas

expectativas, por ejemplo, dentro de la medicina y, también, en la biología teórica en

general. Pero, por otra parte, también se ha puesto de manifiesto la extraordinaria

complejidad que se esconde en los seres vivos. En cuanto al proceso de la evolución, los

avances señalados han resuelto antiguos interrogantes, pero también han abierto otros

nuevos que se erigen como desafíos para la ciencia que son aún más arduos que los

antiguos.

¿Evolucionismo versus creacionismo?

Simultáneamente a la crisis del neodarwinismo, en las últimas décadas se ha desatado

una agria polémica en la sociedad norteamericana entre evolucionistas radicales y

creacionistas científicos. En este artículo veremos en qué postulados se basan estas

concepciones, las disputas que han llevado a cabo sus defensores y profundizaremos en

la dicotomía evolución-creación, para llegar a la conclusión de que no son términos

antagónicos.

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El creacionismo científico surgió como reacción ante el pujante evolucionismo

materialista, una filosofía nociva para las ideas religiosas y morales de la sociedad

americana. Su génesis se encuentra en la actividad de algunos grupos de

fundamentalistas protestantes que se organizaron emprendiendo una amplia campaña

con la que pretendían conseguir dos objetivos básicos: por una parte, mostrar que la

Biblia proporciona conocimientos científicos acerca de la creación y que serían contrarios

a las hipótesis evolucionistas; y, por otra, conseguir legalmente que en las clases de

ciencia natural que se dan en las escuelas, junto con las teorías evolucionistas, se

explique también, dedicando igual tiempo, el creacionismo como concepción alternativa.

La mentalidad de los creacionistas científicos se explica por la confluencia de tres

factores. Uno es el fundamentalismo protestante que interpreta la Biblia de modo

excesivamente literal y que, por tanto, fácilmente considera como científicas algunas

informaciones que deben ser entendidas en el contexto del estilo empleado en esas

narraciones. Así, el obispo anglicano de Armagh, Usher, a finales del siglo XVII, decidió,

basándose en textos bíblicos, que el mundo había sido hecho en el 4004 a. C. cálculo que

debió de parecer poco interesante a teólogos de mayor envergadura. Otro factor es la

historia de los Estados Unidos, que incluye contrastes ideológicos que se remontan a las

causas y efectos de la guerra civil y que no han desaparecido por completo. Y un tercero

es que, de hecho, se difunden tesis evolucionistas de tipo materialista y relativista, que se

presentan como científicas pero realmente son extrapolaciones injustificadas carentes de

base científica. El anti-evolucionismo es ya antiguo en grupos del Sur de los Estados

Unidos.

Después de la guerra civil no se consiguió una unidad religiosa. Los del Sur acusaban a

los del Norte de estar infectados por un “espíritu liberal” que se manifestaría, por ejemplo,

en afirmar, según el “espíritu” y no la “letra” de la Biblia, que debía condenarse la

esclavitud. El Sur perdió la guerra, pero no estaba dispuesto a perder sus ideas, y se

mantenía firme en convicciones que parecían tradicionales frente a la laxitud de los del

Norte.

Henry M. Morris, antiguo profesor universitario, doctorado en Hidráulica, y un grupo de

creacionistas como él, en 1963, organizaron la Sociedad para la Investigación de la

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Creación. En 1972, fundó el Institute for Creation Research (“Instituto para la Investigación

de la Creación”, ICR) de San Diego, institución privada no lucrativa, cuyo objetivo original

es publicar literatura creacionista y hacer campaña en las escuelas públicas en favor de

las interpretaciones escriturísticas de los orígenes humanos. A pesar de presentarse

como una organización de carácter apolítico y aconfesional, el ICR exige a todos sus

miembros una confesión de fe sobre el fijismo de las especies creadas, la universalidad

del diluvio y la realidad histórica de la Creación, según el Génesis. En 1981, Morris obtuvo

la aprobación oficial para la escuela superior, que ofrece títulos en Ciencias de la

Educación, Geología, Astrofísica, Geofísica y Biología. En 1986, consiguió trasladarse del

campus de Christian Heritage College, en el Cajón, California, a su actual campus. Puesto

que el ICR no está refrendado por la Western Association of Schools and Colleges, las

escuelas más acreditadas no reconocerán sus títulos ni aceptarán sus créditos de clase

para un traslado de matrícula.

Evolución y creación divina no son necesariamente, por tanto, términos contradictorios.

Podría haber una evolución dentro de la realidad creada, de tal manera que, quien

sostenga el evolucionismo, no tiene motivo alguno para negar la creación. Dicha creación

es necesaria, tanto si hubiera evolución como si no, pues se requiere para dar razón de lo

que existe, mientras que la evolución sólo se refiere a transformaciones entre seres ya

existentes. En este sentido, la evolución presupone la creación. Pero es que, además,

quien admite la creación -así entendida-, tiene una libertad total para admitir cualquier

teoría científica. Quien no admita la creación, necesariamente deberá admitir que todo lo

que existe actualmente proviene de otros seres, y éstos provienen de otros, y así sucesiva

e indefinidamente, de manera que todos y cada uno de los seres que existen deben tener

un origen trazado por la evolución. Aunque pueda resultar paradójico, es el evolucionista

radical quien viola las exigencias de rigor del método científico, pues se ve forzado a

admitir unas hipótesis que no pertenecen al ámbito científico, y deberá admitirlas aunque

no pueden probarse.

Por una parte, el creacionismo científico toma la Causa creadora -que es una Causa

metafísica o trascendental- como si fuera una causa física, y pretende hacerla intervenir

en diversos momentos del proceso evolutivo. Ya hemos visto los defectos conceptuales

de fondo que conlleva esta actitud. Sin embargo, no cabe excluir por principio una

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intervención especial de la causa creadora en el origen del hombre, precisamente porque

la persona humana no es una realidad totalmente intramundana, sino que posee

capacidades –su inteligencia y su voluntad libre- que trascienden la materia. Se podría

discutir si se da otra intervención especial en la aparición de la vida. Por un lado, es

indudable que el surgimiento de seres vivos representa una radical innovación

organizativa y funcional; mas, por otro, no parece imposible dar una explicación física del

origen de los organismos vivientes a partir de materia inerte, por la fundamental razón de

que éstos sí que son entidades estrictamente intramundanas.

No hay, por tanto, necesidad de plantear ningún conflicto entre ciencia y religión. Esto es

lo que postulan, al menos, destacados científicos evolucionistas. John McIntyre, profesor

de Física en la Universidad de Texas, confiesa la frustración que experimenta por el

hecho de que los “antievolucionistas” hayan usurpado el término “creacionismo”, e insiste

en que es del todo posible conciliar las creencias cristianas en un Dios creador con la idea

de que la vida haya evolucionado a través del tiempo.11 Por su parte, el paleontólogo neo

darwinista G. G. Simpson, asegura: “Ningún credo, salvo el de las fanáticas sectas

fundamentalistas -que son una minoría protestante en EE.UU.-, reconoce por dogma el

rechazo de la evolución. Muchos profesores, religiosos y laicos, la aceptan , en cambio,

como un hecho. Y muchos evolucionistas son hombres de profunda fe. Además, los

evolucionistas pueden ser también creacionistas”.

BIBLIOGRAFIA

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