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ESTAMBUL CALIFORNIA LA RIOJA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD TOKIO URUGUAY

Almundo Marcopolo 66

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ESTAMBUL CALIFORNIA LA RIOJAPATRIMONIO DE LA HUMANIDAD TOKIO

URUGUAY

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EDITORIAL“Y por si no nos vemos: buenos días, buenas tar-

des, buenas noches.” ¿Se acuerdan de la película The Truman Show? El argumento es así: Truman Burbank, interpretado por Jim Carrey, es el cen-tro de un reality show desde que está en la panza de su madre. Es el único, en toda la ciudad de Seaheaven -creada artificialmente para el pro-grama- que no tiene consciencia de estar siendo filmado las 24 horas del día. Todos con quienes se cruza son extras de televisión, pero él durante treinta años se pasa replicando las mismas conver-saciones, practicando la misma rutina, recorrien-do las mismas calles sin saber que lo están espian-do millones de personas.

Hasta que un día sospecha. Sospecha y quiere escapar. El director del programa, un personaje omnipresente llamado Chrystof (Ed Harris, Oscar 1999 al mejor actor de reparto), le ante-pone supuestos obstáculos con vuelos aéreos can-celados y embotellamientos infernales. Así que Truman, decidido a explorar, caza un barco y sale a la mar. Cuando Chrystof le provoca tempesta-des, él se ata al mástil como Ulises para no sucum-bir ante el miedo.

Finalmente, Truman llega al confín de su mundo, el límite de un domo gigante pintado de horizonte. Cuando en el cielo de artificio descubre una puerta y pulsa el botón que dice “Salida”, antes de que dé un paso y salga su creador le habla en off con dul-zura, como si fuera la voz de un padre indulgente: “Escuchame, Truman: no hay más verdad allá afue-ra que la que hay en el mundo que yo creé para vos. Las mismas mentiras, el mismo engaño. Pero en mi mundo, no tienes nada que temer”.

En su momento, The Truman Show fue asocia-da con el Gran Hermano de la novela de George Orwell, 1984. La lectura más clásica de la película estaba situada en el creciente poder de control que

reunían los poderes globales a través de las nuevas tecnologías. En cambio, a mí siempre me pareció una crítica al estilo de vida moderno, al mundo creado para seres humanos sedentarios que suelen replicar las mismas conversaciones, practicar las mismas rutinas y recorrer las mismas calles.

En el mundo contemporáneo –nos decía el show de Truman, diez años después de conclui-da la Guerra Fría-, la vigilancia está asentada en nosotros mismos: nosotros somos nuestro propio Cristo penitente; habitamos en “cárceles menta-les”; nos quedamos quietos sin cambiar nuestras vidas para no sucumbir ante el miedo.

The Truman Show me sigue pareciendo una oda al nomadismo. No es necesariamente una invita-ción a viajar, pero sí a pasear los ojos por fuera del mundo creado por nuestro domo interior, la voz que acalla la aventura de la existencia. En ese sen-tido, la película de Peter Weir tiene un perfume sesentista, es como una canción de Jim Morrison: pretende abrirnos las puertas de la percepción, in-suflarnos aire nuevo.

Almundo Marcopolo intenta replicar ese trazo. La práctica del periodismo profesional de viajes hoy depende de invitaciones. Pero no por ello dejamos de tener una vocación de “salida”. Un poco a lo Truman Burbank en sus gloriosos 30 años, perseguimos una deriva que nos aleje de la mirada más obvia. A veces lo logramos; muchas veces nos corona el más rotundo de los fracasos; otras veces hallamos límites infranqueables.

Lo que sí nos guía, desde el comienzo de esta revista, es la voluntad de romper nuestros propios espejitos de colores y ofrecer siempre algo inesperado.

Almundo Marcopolo intenta representar esa diversidad. El ánimo Rolling Stone de Truman Burbank cuando se hace consciente de quién real-mente es y traspasa la puerta de salida.

Ezequiel SiddigEditor periodístico

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8 / S u m a r i o

PROPIETARIO ASATEJ S.R.L. STAFF EDITOR GENERAL NICOLAS ANGUITA // EDITOR PERIODISTICO EXEQUIEL SIDDIG // GERENTE DE MARKETING MARIO R. CINGOLANI

// JEFE DE ALIANZAS Y PUBLICIDAD DIEGO FOTI: [email protected] // JEFE DE MARKETING Y COMUNICACION RODOLFO ANSELMO ANALISTA DE MARKETING

DAIANA MEDIÑA // RESPONSABLE AREA DISEÑO EZEQUIEL COPELLO DISEÑO GRAFICO FLORENCIA MOLINA Y JOSEFINA SIRONI // PRENSA Y COMUNICACION NOEL

PEREZ LLORENS // FOTOGRAFIA DE TAPA NICOLAS ANGUITA // CRONICAS Y FOTOGRAFIAS CAMILA ÁLVAREZ, NICOLÁS ANGUITA, IRENE CASELLI, CONSTANZA COLL,

DIEGO FELIX, AGUSTÍN GALLI, FACUNDO GARCÍA, ARIEL MENDIETA, PABLO PERANTUONO, GUADALUPE PICCIONI, GUIDO PIOTRKOWSKI, PABLO SIGISMONDI, EZEQUIEL

SIDDIG, JUAN ULRICH, SHUTTERSTOCK // GRACIAS A LA INVALORABLE COLABORACION DE: JUAN PABLO LAFOSSE, SILVIA TENAZINHA, ALEJANDRO NARDI, MARTIN

INVERNIZZI, PACO VIVES, GASTÓN TUDESCO, ERIKA SCHAMIS, NATALIA BRESCIANI, FEDERICO PASTORI, EMILIO CIASCHINI, NOELIA LAWLER, LUZ MANTILLA, MATIAS ZICARI,

JOHN PARRA, YANINA LUNA, MARIA EUGENIA ROCCA, AGENCIA DE PRENSA VER Y COMUNICAR, HERNAN LABATE, PABLO REGUEIRO, BAR RESTAURANT FLORENTINA,

BELEN HORNOS, GALERNA LIBROS, MARIA EMILIA MADE, DANIELA SCHICK Y A TODOS AQUELLOS QUE COLABORARON EN ESTE NUMERO. ALMUNDO MARCOPOLO

Nº 66, MARZO 2016 BUENOS AIRES, ARGENTINA // Impresión: EMEDE S.A. Madame Curie 1101. Quilmes, Buenos Aires, Argentina. Tel: (011) 4200-7114. Redacción: Florida

825, Buenos Aires, Argentina. Tel/Fax: 4114.7600 REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL Nº 5262854, DE ACUERDO A LO DISPUESTO POR LA DIRECCION NACIONAL

DE DERECHO DE AUTOR DE LA REPUBLICA ARGENTINA. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ESTA PUBLICACION NO PUEDE SER REPRODUCIDA EN NINGUNA DE SUS

PARTES Y POR NINGUN MEDIO, SIN LA EXPRESA AUTORIZACION DE SU PROPIETARIO. ALMUNDO MARCOPOLO NO SE RESPONSABILIZA POR LAS OPINIONES DE LOS

AUTORES VERTIDAS EN LA REVISTA. ASATEJ S.R.L. FLORIDA 825 C.A.B.A. EVT: ALMUNDO.COM LEG: 8362 - DISP: 1350/93. CUIT Nº 30-65951462-8

10 DISPAROS AL MUNDO

12 SECRETOS REVELADOS

14 PLATO VOLADOR

16 CIUDAD EXTRAÑA

18 LIBROS EN ORBITA

20 FIESTAS & RITUALES

22 PARADOR SOÑADO

24 CANTO RODADO

26 TRAVEL SHOP

28 TRAVEL SMART

30 ESTAMBUL

42 CALIFORNIA

54 LA RIOJA

66 URUGUAY

78 PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

88 TOKIO

SUMARIO

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1 0 / D i s p a ro s a l M u n d o

C O N C U R S O F O T O G R A F I C O D E N U E S T R O S L E C T O R E S

DISPAROSALMUNDO

2º PREMIO: FOTOLIBRO DE 21 X 15 CM. TAPA DURA. 23 PÁGINAS

Fernando Kreyness. Cafayate, Salta.

1º PREMIO: FOTOLIBRO DE 28 X 22 CM. TAPA DURA. 23 PÁGINAS

Martina Aranguren. Ballater, Escocia

3º PREMIO: LIENZO DE 30 X 20 CM.

Catalina Achilli. Chefchaouen, Marruecos.

Envianos tus mejores fotos a: [email protected] para concursar por un encuadernado profesio-nal para tu colección de fotografías. Los archivos para el concurso deben estar en el tamaño original en que se hizo la toma, preferentemente en formato jpg, acompañado de tu nombre, fecha y lugar donde fueron sacadas las fotos.

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1 2 / S e c re to s re ve l ad o s

fotos por rollo. Podría parecer que son muy pocas tomas, pero la limitada cantidad está en sintonía con la actitud que genera este lugar en mí cada vez que vuelvo, desde hace ya va-rios años. Puedo permanecer largo rato sumida en la contemplación, hasta que algo despierta el impulso de fotografiar, entonces hago una o dos fotos. Ya en la ciudad digitalizo con un escáner hogareño los negativos. La limitada ca-lidad del escáner, en su imperfección técnica, me aporta una trama que se fusiona bien con imágenes casi etéreas. Las trabajo por capas: velos que en algún punto se tocan. Luego las imprimo sobre vidrio esmerilado o papel de algodón, como el de las acuarelas.

Aunque fotografío en otros lugares, podría decir que Santa Ana es la materia que nutre mi serie pictorialista. Mis fotos suelen ser en momentos de relax, durante el ocio de las vaca-ciones. Ese estado, sabiendo que dispongo de contadas fotos, me conduce a una mirada apa-cible. Es por eso que las personas que aparecen en mis fotografías están a una cierta distancia, y sus cuerpos se integran al paisaje. Su huma-nidad es de la misma esencia que la naturaleza.

Referirse al balneario Santa Ana, cercano a Colonia, Uruguay, puede ser un listado de negaciones:

No hay supermercados ni shoppings,No hay heladeros ni cocacoleros,No hay guardavidas,Casi no hay restaurantes ni paradores de pla-

ya con música y actividades de ocio programa-das,

No hay boliches,No hay carteles publicitarios,No hay olas. Todos estos “no” son las mayores ventajas de

Santa Ana.No hay olas porque no hay viento en la playa

larguísima de arena blanca y río pacífico en el cual uno puede darse largos baños.

No hay bañeros porque las aguas son tan

mansas que los chicos pueden jugar a su antojo en las lagunas que se forman en la orillita.

No hay publicidades porque no hace falta consumir más que lo indispensable para disfru-tar de los mejores mates y asados que la misma frecuencia de la estadía propicia.

No hay mejor espectáculo que asistir a la puesta del sol sobre el río -que suele culminar en aplausos cuando la bola roja se esconde en el horizonte.

En la carencia está la abundancia. En el sosie-go está la plenitud.

Tan cerca de Buenos Aires, más que su es-pejo Santa Ana es su contrario. Lo opuesto al frenesí.

“Santa Ana es linda todo el año”, me dijo el señor que alquilaba su casita sobre la costa la primera vez que fui; pensé que era una es-trategia para convencerme de ir en invierno a un balneario. Entonces llevé lo indispensable: mucho abrigo y una cámara antigua con un par de rollos. La película de formato medio me proporciona negativos de 6x9 cm. y sólo ocho

EL ESPEJO TRASLÚCIDOSANTA ANA, URUGUAYPOR CAMILA ÁLVAREZ

I M A G E N E S O R I G I N A L E S D E F O T O G R A F O S V I A J E R O S

SECRETOSREVELADOS

DESVELOS. CUANDO EL TIEMPO SE AQUIETA, LOS CUERPOS SE TRANSFUNDEN CON LA NATURALEZA. FOTOS: CAMILA ÁLVAREZ

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1 4 / P l ato vo l ad o r

Sentada con un garbo humilde en una especie de alto taburete con almohadoncito, como si fuese el empire de tenis de un partido de René Lacoste, Ada Cóncaro dirigía la cocina de Tomo I, el restaurante más prestigioso de Buenos Aires, en el Hotel Panamericano. En 2005 tenía 71 años; llegaba a las 4 de la tarde, se retiraba a las 2 de la mañana. A veces se quedaba una hora más. Eso ocurría cuando en el Teatro Colón –enfrente del hotel- había función de gala y cruzaba a comer la Chiqui Legrand o algún empresario de bolsillos patronales.

La cocina tenía tres andariveles. En uno de ellos, Pablo Regueiro, cuarenta años menor que Cóncaro, trabajaba en la sección de entradas frías y postres. Al final del salón, del lado opuesto del sitial desde donde la directora conciliaba aquella orquesta culinaria, un gran reloj de agujas sonantes guiaba la función. “Pablo: en cinco minutos tenés que poner la tarta. Carlos: ¿podrías dar vuelta el lomo?” Dicen que su donaire encandecía: comandaba con una suavidad lenonniana a los once músicos de aquella cocina, que en las noches más opulentas tocaba para sesenta cubiertos.

“Si no aprendiste de eso es que no entendiste nada”, sentencia ahora Regueiro, discípulo consumado de la cocinera, que supo llevar aquellas melodías a su esquinita de Malabia y Soler, en el barrio de Palermo. Florentina, que así se llama su bar-restaurante, es un lugar luminoso, apacible, envuelto en la sintonía estética de la compañera de Regueiro, la artista

mendocina Ainelén Blanes, sobrina nieta de Quino, que en la vidriera puede componer un Mondrian con cubos de colores, interpretar en un cuadro “La oda al tomate” de Neruda o dibujar en la pared la receta de los profiteroles, el regalo de la casa cuando viene el cafecito.

Lo mejor de Florentina es que, desde su inicio, en ¿2007?, ha conseguido liberarse de la tensión del gourmet de libro, for export, que se ha apoderado del antiguo Palermo Viejo. Está en Palermo pero no palermita. Hay clientes que van todos los días. Clientes-amigos. Es el aura de Cóncaro, flotando como si se tratara de una sutil ceremonia, interpretado a la usanza de barrio de este chef nacido en Ituzaingó. “Ada Cóncaro me sacó de la cosa técnica. Me dijo: esto es corazón o nada. ‘Pablo, hay técnica y hay sentimiento. Si te falta lo segundo te falta todo’”, dice ahora Pablo frente a un pinot noir, que le remite al terciopelo del telón gordo y pesado de un teatro de ópera. “En Tomo I aprendí texturas de este modo: no sé la técnica para conseguir una determinada textura, pero sé la textura que quiero porque está en mi boca.”

Pablo tiene 43 años, una barba breve, ojos azules que son como incrustaciones de brillo en el rostro. Con Ada Cóncaro, cuando todavía no usaba barba ni tenía el bar Florentina, entendió algo de lo que significaba cocinar. Pero lo terminó de comprender cuando viajó a Venecia, Italia.

Era 1999. Pablo se había casado y daba vueltas por Europa. De Londres a Edimburgo en auto. De Inglaterra a la campiña francesa por el tren subterráneo del Canal de la Mancha. De allí a Roma -donde lo saturó el griterío callejero-, para luego ir subiendo, primero a Florencia y

luego hacia las costas del Véneto, buscando los famosos cristales de Murano.

Una tarde en Venecia, el cocinero argentino se maravilló con la estampa de una roldana amarrada entre dos edificios contrapuestos, por la que colgaban unas camisas de trabajo, algunos bombachudos inmensos. Abajo, a sus pies, el río de agua del Mar Adriático era la calle. Y entre ambos balcones, dos señoras prodigándose comentarios como alaridos, maldiciendo la humedad.

Ante ese espectáculo, Pablo sintió una invocación. Más cuando a unos metros distinguió a una nonna amasando fideos dentro de un bolichito de sillas de plástico desvencijadas. ¿Qué quieren comer?, les preguntaron. No tenían hambre, eran las 7 y media, todavía de día, pero dijeron al unísono: “Fideos”. Y la italiana les preparó fideos con tomate, queso y aceite de oliva.

“En apariencia -cuenta Pablo-, no había magia alguna en ese plato, pero el gusto estaba dado por la puesta en escena: el río, el sol cayendo y nosotros. En ese lugar empecé a entender el concepto de gourmet.” Lo entendió cabalmente cuando años después redescubrió los sabores de Florentina, su bisabuela, que le preparaba el bife a caballo pero solo con la yema del huevo, porque decía que era lo más rico. Y entonces supo que Ada Cóncaro también era Florentina. Porque las texturas que ellas adoraban –el hojaldre de manzanas, los biscuits à la cuillère¬-, los había heredado él en su boca. Era un conocimiento que ya poseía. “En Venecia entendí –dice Pablo- que lo gourmet no tiene que quitar a la abuela del camino.”

PLATOVOLADORU N A R E C E T A M A G I C A T R A I D A D E S D E E L M A S A L L A

FATTI IN FLORENTINA. LOS RAVIOLES DE CALABAZA CON SALSA BURRITO, INSPIRADOS EN LA ORGULLOSA CONDICION DE NIETO DEL CHEF PABLO REGUEIRO. FOTOS: JUAN ULRICH

LAS CAPAS DEL CONOCIMIENTOVENECIA, ITALIAPOR EXEQUIEL SIDDIG

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1 6 / C i u d ad e x t ra ñ a

CIUDADEXTRAÑAH I S T O R I A S P A R A L O S Q U E E S T A N L E J O S

Luis Hornos corría carreras de yatching en todo el mundo. En la década del 70, le había tocado navegar con su hermano por las aguas de la Mar-blehead Race Week, una competencia llevada a cabo en el mar del estado de Massachussets, Nue-va Inglaterra, en la costa noreste de los Estados Unidos. Quedó maravillado. Su hermano decidió afincarse. Él volvió a sus pagos, en Argentina. Pero la decisión, tarde o temprano, habría de llegar.

Pasaron veinte años, pasó su casamiento con Marcela, pasaron los nacimientos de sus hijos Belén y Tomás, pero Marblehead pendía atado a un bastión de sus recuerdos, era una tierra idílica estancada en su cabeza como una boya en el mar. Así que a fines de 1990, finalmente Luis Hornos decidió postular en Buenos Aires al sorteo que hacía la embajada norteamericana para obtener la Green Card, la visa para irse a vivir al país del Norte. Seis meses más tarde, Luis Hornos cum-plía el sueño: había migrado con su familia a los Estados Unidos de Norteamérica.

La costa de Marblehead es rocosa, pero con pla-yas diseminadas en pequeñas bahías. Como está en una península, tiene mar hacia tres lados; el agua, de tan helada, es escalofriante. En las man-siones de la isla llamada The Neck vive la flor y nata del lugar, que disfruta de sus clubes náuticos.

El Downtown de Marblehead tiene un pinto-resquismo de embeleso: la preservación de sus coloridas casas de madera del siglo XIX está res-guardada por leyes municipales. A unas 15 millas de Boston, en la costa rocosa de aquel océano

Atlántico, Marblehead parece un decorado de Tom Sawyer, aunque el personaje de Mark Twain estuviera asociado más al río Mississippi que al Delaware. Todo eso a Luis Hornos hipnotizó.

Al llegar, él y su familia se afincaron unos meses en el hogar de su hermano, una casa del siglo XIX en Russell Street. La pequeña Belén recién tenía seis años. Como la escuela terminaba en julio, esos dos meses decidieron mandarla a la Coffin School –literalmente, Escuela Ataúd-. La niña apenas cha-puceaba unas palabritas de inglés; venía del Liceo Franco Argentino.

Al poco tiempo, sin embargo, a Belén no parecía importarle demasiado. En el verano se adecuó muy bien al summer camp de navegación del Pleon Yatch Club y cuando éste terminó, disfrutaba todos los días yendo con su mummy y su hermano al laguito artificial de su cuadra, el Redd’s Pond, donde hacía barcos de papel que apoyaba en el agua mansa.

Para integrarse a la comunidad, la familia Hor-nos, que era católica, se dejó invitar por el matri-monio de Don y Bonnie Howard a participar de la Church of St. Andrew, una iglesia episcopal pro-testante. Y así Belén se hizo parte de los feligreses, con los que viajó a El Salvador para visitar la sister church, la iglesia San Andrés. Por esa época, una niña de 7 años, ya iba a esquiar a Nashoba Valley y le encantaba buscar en las playas seaglass, pedacitos de vidrio antiguo pulidos por el tiempo.

Es que Marblehead es pura historia norteamericana. Tiene el orgullo de haber aportado en 1776, durante la Guerra de Secesión, los marinos estrategas para que el futuro presidente lograra una epopéyica victoria, retratada en el famoso cuadro “Washington crossing the Delaware River”. También en Marblehead, desde 1644, existe una de las más antiguas fortalezas coste-ras inglesas en Estados Unidos, Fort Sewall.

Frente a un faro, barquitos amarrados en el puerto y la isla Brown Island, en medio de un parque muy verde rodeado de rocas, Fort Sewall es la atracción de la ciudad. Cada noche de Ha-lloween, los residentes se apean para vivir la his-toria en tiempo presente. Vestidos de época, or-ganizan tours en la especie de cárcel que todavía pervive y se quedan la noche entera ingiriendo comida de otro tiempo, como si fueran fantasmas del siglo XVII.

Cuando en 1997, a la familia Hornos le entre-garon la ciudadanía estadounidense, Belén, que estaba terminando la primaria, ya se sentía parte de la nueva nación. Le encantaba el ritual del 4 de julio, el Día de la Independencia, cuando en Marblehead se celebraba todo el día con barbe-cues y fiestas callejeras. A la noche de ese día en Crocker Park, una muchedumbre asistía al par-que vestida con los colores de la bandera nacional para ver los fuegos artificiales, todos echados so-bre mantitas al lado de coolers cargadas de cerveza.

Hace cinco años, Belén Hornos volvió a vivir en Buenos Aires. Conoció un argentino en París y se casó. No volvió más a Europa desde entonces, pero cada 4 de julio, durante estos años, volvió a Marblehead. Porque allí está su vida de siempre, donde puede desayunar con sus padres omelette de espinacas en el barcito de madera roja Drift-wood. Donde puede rememorar cómo alrededor del faro del Neck, de niña, escalaba las rocas ha-cia abajo para juntar perriwrinkles, caracoles. O también puede, frente a ese mar helado que la envuelve con un calor único, sobre la diminuta Grace Oliver Beach, acurrucarse en ese pedazo de tierra idílica donde contemplar “la vista más hermosa del mundo”.

INDEPENDENCE DAYMARBLEHEAD, EEUUPOR EXEQUIEL SIDDIG

HISTÓRICA. MARBLEHEAD (CABEZA DE MÁRMOL) ES FAMOSA POR UNA BATALLA DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. SU HERMOSURA CAUTIVÓ A LUIS HORNOS EN LOS 70.

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1 8 / L i b ro s e n ó r b i ta

E S C R I T O S P O R M A E S T R O S D E L E S P A C I O

LIBROSENORBITA

VIEste capítulo está destinado únicamente a los

metafísicos. Va a arrojar la más grande luz sobre la naturaleza del hombre: es el prisma con el que se podrán analizar y descomponer las facultades del hombre al separar la pulsión animal de los puros rayos de la inteligencia.

Será imposible explicar cómo y por qué me quemé los dedos en los primeros pasos que hice para comenzar mi viaje sin explicar al lector, con el mayor detalle, mi sistema del alma y de la bestia. Además, este descubrimiento metafísico influye tanto en mis ideas y mis acciones que sería muy difícil comprender este libro si no en-tregara la clave desde el principio.

Por diversas observaciones, me di cuenta de que el hombre está compuesto de un alma y una bestia. Estos dos seres son absolutamente distintos, pero están tan asimilados el uno en el otro, o el uno sobre el otro, que es necesario que el alma tenga cierta superioridad sobre la bestia para que se las pueda diferenciar.

Aprendí con un viejo profesor (es uno de mis recuerdos más remotos) que Platón llamaba a la materia lo otro. Eso está muy bien, pero me gustaría más darle ese nombre por excelencia a la bestia que está unida a nuestra alma. Esta substancia, que nos adula de una manera tan extraña, es realmente lo otro. Se percibe a simple vista que el hombre es doble, pero es, digamos, porque está compuesto de un alma y un cuer-po; y se acusa al cuerpo de no sé cuántas cosas pero en verdad erróneamente ya que éste es tan incapaz de sentir como de pensar. Hay que acu-sar a la bestia, a ese ser sensible, perfectamente distinto del alma; verdadero individuo que tiene su existencia separada, sus gustos, inclinaciones,

voluntad, y que sólo está por encima de otros animales porque está mejor educado y provisto de órganos más perfectos.

Señoras y señores, confíen en su inteligencia tanto como gusten, pero desconfíen mucho de lo otro, en especial cuando están juntos.

Hice no sé cuántos experimentos sobre la unión de estas dos criaturas heterogéneas. Por ejemplo, constaté con claridad que el alma pue-de hacer que la bestia la obedezca y que, por desdicha en cambio, ésta a menudo puede obli-gar al alma a actuar contra su voluntad. En las reglas, una tiene el poder legislativo y la otra, el poder ejecutivo, pero estos dos poderes se contradicen con frecuencia. El gran arte de un hombre de genio es saber educar bien a su bestia a fin de que ella pueda manejarse sola, en tanto el alma, liberada de esta desafortunada relación, pueda elevarse al cielo.

Pero es necesario aclarar esto con un ejemplo. Cuando usted lee un libro, señor, y entra en su

imaginación una idea muy agradable, su alma se une de inmediato a ella y olvida al libro mien-tras que sus ojos siguen maquinalmente las pa-labras y los renglones. Usted termina la página sin comprenderla y sin recordar lo que acaba de leer. Esto se debe a que su alma, habiendo orde-nado la lectura a su compañera, no le advirtió que iba a ausentarse por un momento, de mane-ra que la otra continuaba la lectura que su alma ya no escuchaba.

VII¿Esto no les parece claro? Aquí hay otro ejemplo.Un día del verano pasado, me encaminé ha-

cia la corte. Había pintado toda la mañana y mi alma, como encontraba placer en meditar sobre la pintura, encargó a la bestia transportarme al palacio del rey.

¡Qué sublime es el arte de la pintura!, pensaba mi alma; ¡feliz aquel que fue conmovido por el

espectáculo de la naturaleza, que no está obli-gado a hacer cuadros para vivir, que no pinta únicamente como pasatiempo, pero que, des-lumbrado por la majestad de un bello rostro y por los juegos admirables con que la luz se funde en mil tonos sobre la mirada humana, intenta acercar los efectos sublimes de la naturaleza a su obra! ¡Feliz aún más el pintor a quien el amor al paisaje lleva a solitarias caminatas, que sabe expresar en el lienzo el sentimiento de tristeza que le inspira un bosque sombrío o un campo desierto! Sus producciones imitan y recrean la naturaleza, crea nuevos mares y cavernas negras desconocidas por el sol: bajo sus órdenes, los verdes bosquecillos surgen de la nada, el azul del cielo se refleja en sus cuadros, conoce el arte

de agitar el aire y hacer bramar las tempesta-des. Otras veces, ofrece al ojo del espectador en-cantado campos deliciosos de la antigua Sicilia: se ven ninfas apasionadas que huyen a través de los juncos de la persecución de un sátiro, tem-plos de una majestuosa arquitectura elevan su soberbio frente por encima del bosque sagrado que los rodea. La imaginación se pierde por las

rutas silenciosas de ese país ideal; lejanías azu-ladas se confunden con el cielo y el paisaje ente-ro, cuando se refleja en las aguas de un tranquilo río, forma un espectáculo que ninguna lengua puede describir. Mientras mi alma hacía estas reflexiones, la otra seguía su camino y ¡sabe Dios adónde! En lugar de ir a la corte, como se le ha-bía ordenado, derivó tanto a la izquierda que, en el momento en que mi alma la alcanzó, estaba a media milla del palacio real, en la puerta de madame de Hautcastel.

Dejo a consideración del lector qué habría ocurrido si ella hubiera entrado sola en la casa de tan bella dama.

* En Viaje alrededor de mi cuarto (Galerna, Buenos Aires, 2015).

EL ALMA Y LA BESTIACHAMBÉRY, FRANCIAXAVIER DE MAISTRE*

CÁRCEL DOMICILIARIA. XAVIER DE MAISTRE TUVO PRESO EN TURÍN, MUY CERCA DE CHAMBÉRY (FOTOS), CIUDADES DEL DUCADO DE SABOYA EN EL SIGLO XVIII.

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2 0 / F i e s ta s & R i t u a l e s

FIESTAS&RITUALESU N A V U E L T A P O R L A S F E S T I V I D A D E S D E L M U N D O

LA CEREMONIA DEL KAVA. EN LA ISLA DE EFATE, VANUATU, SE PRACTICA LA VERSIÓN URBANA DE ESTE TÍPICO RITUAL DEL PACÍFICO.

Estoy en penumbras. En las manos tengo una vasija de plástico naranja, repleta de un líquido beige que huele a tierra mojada. El mismo olor impregna todo el aire. Mi lengua se está adorme-ciendo. El kava parece funcionar.

A mi alrededor hay una decena de hombres que deambulan en silencio como zombis. Raspan sus gargantas y escupen como guanacos. El suelo es de tierra. No hay paredes. El refugio está armado con unos parantes de madera, bambú y palmera. Tres o cuatro luces rojas colgando evitan la oscu-ridad total. Estoy acodada en una barra rústica, dónde por 50 centavos de dólar me sirvieron kava. Es un asco, un líquido tibio. Sabe a tierra mezclada con raíz de regaliz, pero más amarga.

“A mí no me está haciendo ningún efecto.” Es la voz de mi hermano Mauro, que odia las drogas. Había dicho que nunca consumió ninguna. Le explico que el kava no es un alucinógeno, sino una bebida tradicional. No tomarlo sería como ir a la Argentina y no probar el mate. Siento que ese argumento lo convence. Al lado mío, creo per-cibir que Nacho, mi pareja, sonríe: sabe que el kava no es tan inocente como lo pinto. Los miro y pienso que no me hubiese animado a ir a un kava bar sin ellos: soy, aquí, la única mujer.

Estamos en Port Vila, la capital de Vanuatu. La parada en este archipiélago del Pacífico abarata el viaje desde Sidney hacia nuestro destino: Nueva Caledonia, un territorio francés que está a 500 kilómetros.

Ahora el tiempo nos limita. Tenemos solo un par de días en Efate, la isla más poblada de Va-nuatu, lo que significa que no vamos a ver los arrecifes, ni las playas lindas, ni los volcanes acti-vos, ni las comunidades de aborígenes. Pero hay algo que estoy determinada a no perderme: la bebida ceremonial del Pacífico.

El kava tiene un nombre científico que algo explica de su sabor y de su efecto: Piper methysti-cum, pimienta que intoxica. La planta pertenece a la familia de la pimienta común pero -a dife-rencia de ésta- el kava se obtiene de la raíz. Una vez secas, las raíces se pulverizan hasta reducirse a finísimas partículas. Mezclando el polvo con agua se obtiene un lodo diluido.

Cuentan que en las aldeas de Vanuatu y otras islas del Pacífico las plantas crecen en los jardines y la preparación de la bebida es una ritual en sí. Pero en Port Vila prevalecen las costumbres ur-banas, las raíces se compran en el mercado del centro. Están desparramadas en lonas en el piso. Viéndolas allí, parecen inofensivas. Pero el kava tiene su poder.

En Vanuatu, donde se cultiva desde hace 3000 años, la bebida se utiliza en ceremonias ancestra-les a las que no asisten mujeres. Los lugares dón-de se organizan se llaman nakamal en bislama, el idioma local. En Port Vila, se le dice nakamal a cualquier barcito nocturno o cabaña dónde los hombres van a tomar kava. Es la transformación de una tradición milenaria en una suerte de after office, porque hoy se suele tomar antes de la cena.

Así que a las diez de la noche la mayoría de los nakamal ya están cerrados. Los bares para turis-tas, donde añaden jugo de fruta al kava para que no sea tan horrible, también están cerrados. Pero si hay after office, también debería haber after

hour. Y sí: el guardia del hotel nos recomienda uno. “Solo van locales”, nos advierte. Queda cru-zando la ruta, a unos 300 metros. Vamos.

Al principio dudamos: está todo oscuro, ape-nas me veo los pies. Tardamos en ubicar los fa-roles rojos que nos indicó el guardia. Entramos despacio. Hay silencio. Pedimos un kava para cada uno, nos lo sirven con un cucharón sopero. Tomo unos cuantos sorbos y, después de un rato, ya no me pregunto por la higiene de los recipien-tes. “A mí sí que me hace efecto”, anuncio a mis dos hombres.

Tomo un sorbo más. Pareciera como que los dientes se separaran de las encías. Como si estu-viera con la boca anestesiada, con el dentista por sacarme una muela. La cabeza se me hace pesada. La gravedad me empuja hacia el piso. Me siento. Nos sentamos.

Somos los únicos que hablan. Los demás pare-cen estar en un ritual silencioso, como si quisie-ran escuchar qué es lo que tiene para decirles el kava. Mauro hace un esfuerzo final y se traga la bebida de una. No quiere desperdiciar nada: hace lo mismo con mis sobras. Creo que levantamos la voz y la gente nos observa; siento que somos intrusos. Nos vamos caminando, muy lentos.

Paramos a comprar unas cervezas y seguimos hacia el hotel. Cuando llegamos, nos echamos en unas reposeras al lado de la pileta. “No me hizo nada”, repite Mauro, se ríe. “Ya está, sos un drogón”, lo provoca Nacho. Ellos están algo verborrágicos. De a poco los dejo de escuchar. Me siento como después de una sesión de ma-sajes. Reposada miro el cielo. No hay estrellas. Y cierro los ojos.

CLAROSCUROS DEL NAKAMALPORT VILA, VANUATUPOR IRENE CASELLI

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2 2 / Pa rad o r S o ñ ad o

CASAS DEL XVI. LAS TRES RESIDENCIAS, QUE OCUPARA EL TRES VECES PRESIDENTE ULISES HEUREAUX, HOY FUNCIONAN COMO UN HOTEL.

Colón, primero, descubrió República Dominicana, y después se lanzó hacia el resto del continente. En 1492 cruzó el océano y se encontró con esta isla virgen en medio del mar Caribe. Con tierra fértil y agua dulce, Dominicana resultó un punto estratégico para desembarcar a los conquistadores y clavar la bandera del Nuevo Mundo. A aquellos tiempos se remonta el casco histórico de su capital, Santo Domingo, la primera ciudad fundada por los españoles de este lado del Atlántico. Todavía persisten sus calles de adoquines, las casonas con arcos abovedados de ladrillo y techos de tejas rojas, las escalinatas infinitas, sus fuertes y monasterios. Coincidiendo con el 500° aniversario del descubrimiento de América, la ciudad fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco; con el título llegaron nuevas inversiones.

Tenemos que caminar entre andamios, máquinas y obreros para llegar al hotel. Hace más de un año, el gobierno viene trabajando en la construcción de nuevas alcantarillas, la reparación de las calles y el reciclaje de las fachadas de esta parte antigua de la ciudad. Finalmente llegamos y cuando cerramos la puerta del lado de adentro el aire se respira limpio, fresco; huele a madera y café recién molido, y el silencio que reina en la recepción hace que los taconazos de la recepcionista reboten en los techos altos, las paredes gruesas.

Estamos en una de las Casas del XVI, un grupo de tres casas de huéspedes, cada una con su historia y carácter particular, totalmente recicladas y preparadas para recibir a turistas exigentes. A estas horas del mediodía el sol pica la piel, así que aprovechamos para desensillar y conocer el que será nuestro hermoso hogar por un fin de semana.

Las tres Casas del XVI son independientes y tienen cada una su propia identidad, pero a la vez, conforman un sistema que permite que los huéspedes circulen entre ellas, vayan a refrescarse a la pileta de una o cenen en el restaurante de la otra, por ejemplo. Comparten los mismos amenities y servicios, incluyendo desde un concierge y un mayordomo a total disposición del huésped hasta un iPhone de cortesía durante toda la estadía.

Nosotros elegimos quedarnos en la Casa del Árbol, que lleva ese nombre por un gran árbol de mango que da sombra fresca en el jardín (y jugosos frutos). La construcción tiene forma de trapecio, que se adapta al ángulo que dibujan ahí las calles Padre Billini y 19 de Marzo, a pocas cuadras del Parque Independencia y la catedral Primada de América.

Nuestra anfitriona nos lleva a conocer los espacios comunes de la casa. Salimos al patio, caminamos por las galerías, visitamos la gran biblioteca, el bar -abastecido con etiquetas selectas- y una cocina de lujo totalmente equipada “por si se les antoja cocinar alguna cosa –nos dice-. Pero claro que podemos

llamar a nuestro chef para que les prepare una cena especial, si ustedes lo desean”.

Cada habitación tiene muebles, cuadros, colores y una disposición diferente, pero todas cuentan con una cama de tamaño rey, sábanas de hilo fino y almohadas para sueños profundos. Antes de dejarnos en la habitación nos invita a que, en algún momento del fin de semana, pasemos a conocer las otras propiedades que conforman Casas del XVI: la Casa de los Mapas, con sólo tres habitaciones, decorada con mapas de la época de las exploraciones coloniales; y la Casa Macorís, que antiguamente era parte del Convento de los Dominicos y que aloja una gran colección de obras de arte originales.

El mismo proceso de renovación por el que está pasando actualmente el Casco Histórico de la ciudad, es el que ya le tocó a esta hermosa casona aristocrática. Construida en el 1500, acá vivió el tres veces presidente de República Dominicana Ulises Heureaux, alias Lilis. Así de elegante se siente desayunar con frutas tropicales y el mejor café de América en el patio de lajas y muebles de hierro forjado; o tomarse un trago a base de ron 100% dominicano acodado en la barra de madera del bar; o sentarse a descansar después de una caminata por el casco histórico en los sillones de cuero de la biblioteca.

Con todo, la Casa del Árbol funciona como el auto DeLorean del loco Doc Brown de Volver al Futuro: una máquina del tiempo que nos transporta por un rato a la época de las peinetas, las enaguas y las sombrillas. Cuando todavía había tanto mundo por descubrir.

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2 4 / Ca nto Ro d ad o

CANTORODADOB I T A C O R A D E U N A T R A V E S I A R U T E R A

“Nunca vi una cosa así”, me dijo un viejo tro-tamundos cuando le pregunté cómo era el barco que une Asuán, en Egipto, con Wadi Halfa, en Sudán. Entonces hizo un gesto misterioso y no quiso dar detalles. La charla pasó, pero a mí me había impactado la expresión en sus ojos, una especie de chispa que anticipaba aventuras. Por eso, poco después decidí seguir la costa del Nilo hasta el borde del lago Nasser. Necesitaba sacar mis propias conclusiones.

Allá, en el sur de Egipto, los pescadores me ase-guraron que el viaje del ferri duraba veinticuatro horas, aunque daba la sensación de que uno se estaba por subir al Arca de Noé. Alrededor de la chatarra flotante se apiñaban cientos de hombres, mujeres y niños, amontonándose para abordar. Y estaba también el equipaje. En muchos rinco-nes del África, lo que una persona pueda arras-trar consigo supone los ahorros de toda la vida: un tipo pretendía subir con seis televisores; otro sonreía pidiendo ayuda para embarcar doscientos kilos de queso – ¡y su olor, con cuarenta grados a la sombra!-. A un costado, dos recién casados remolcaban bultos con cacerolas, una cocina, manteles. Todos se estorbaban y asistían a la vez. Hasta que conseguían subir los cachivaches. Estos son los códigos del continente.

Yo tenía un ticket de segunda clase y unos san-guchitos. Pero los asientos parecían ocupados. Subí a cubierta y me acomodé en el vértice que marcaba la proa. Había lindo viento, la gente seguía embarcando. En medio de la vorágine,

un hombrecito zaparrastroso me ordenó por se-ñas que fuera a otra parte. La simpatía no era su fuerte. Chasqueaba los dedos con un mohín que traduje como “picátelas de acá, ya mismo”. “¿Y quién me obliga?”, lo apuré en inglés. “Soy el ca-pitán”, gruñó.

Me reí. ¡Qué iba a ser el capitán, con esas chan-cletas y esa pinta de chiflado! El asunto es que el petiso volvió con dos grandotes que reforzaban notablemente su argumento. Tuve que moverme. De pronto, los pasajeros del barco se orientaron hacia La Meca, con un sol casi abstracto como tapiz de fondo. Ahí entendí. Yo había estado ocu-pando el espacio que la tripulación destinaba a los rezos de la tarde. Al terminar la oración, el capitán se levantó, se puso las chancletas, posó las manos en el timón y arrancó el motor sin más.

Volví a la proa y extendí la bolsa de dormir al aire libre. Estaba mirando las primeras estrellas cuando apareció un supuesto policía y me pi-dió el pasaporte. Se lo di, muy tranqui, pero él me dijo “shukran (gracias), ya vengo” y se metió corriendo dentro de la carcacha donde estaba la multitud. A la media hora no había vuelto, así que tuve que entrar a buscarlo. Y lo que presencié fue inolvidable. En los galpones de abajo se pe-leaba a gritos o a golpes por cada butaca. Todo en un remolino de bebés que lloraban, piñas y batir de tambores. Yo iba preguntando por el pasaporte con cara de pollo frito, y el loco de los doscientos kilos de queso todavía sonreía, acuclillado sobre una horma gigantesca.

Recuperé los papeles entrada la noche: resulta que mi condición de extranjero requería che-queos extras, lo que derivó en algunos diálogos surrealistas sobre la Argentina, mis motivos para ir a Sudán y mis preferencias futbolísticas.

Ahora sí que había estrellas. El ferri surcaba el Nilo con pereza y sin más luz que un par de focos titilantes. La travesía se extiende por más de trescientos kilómetros, de modo que conti-nuamos hacia los confines del Río Sagrado, con la luna de frente. La madrugada era una fiesta de conversaciones que subían y bajaban como el vaivén del agua. Caí en el sueño mecido por aquel murmullo general.

Me despertó el sol a las seis de la mañana. Al-guien había puesto un nylon sobre mis piernas, para que no pasara frío. En el horizonte rosado, se distinguía uno de los Templos de Abu Simbel, construido hace más de tres mil años, al sur del Egipto actual, por el faraón Ramsés II. Era –si-gue siendo- un monumento impresionante. De algún lado me llegó una taza de té recién hecho que acepté sin dudar.

Era la despedida. Un día después de haber sali-do amarramos en Wadi Halfa, que es la entrada a Sudán. En el muelle saludé a una ronda de compañeros de viaje que insistían en anotar mi email en la palma de sus manos y pedir a Alá que me protegiera. Estaba agotado, e igual que-ría andar y andar hasta donde me diera el cuero.

Cerca de la frontera, conseguí el último lugar en una combi que tomaba la ruta del Sahara. Aquí tampoco quedaba un centímetro sin apro-vechar. Éramos como veinte. Arrancamos. De los parlantes salían ritmos árabes, pero luego -ya tierra adentro- el chofer me guiñó un ojo, como diciendo “atención, que voy a poner música de tu país”. Y puso Britney Spears. Y mientras yo me agarraba los pelos con cara de horror, escu-ché que la camioneta estallaba en carcajadas, quebrando el silencio del camino que se perdía en la arena.

CÓDIGO HUMANOASUÁN-WADI HALFAPOR FACUNDO GARCÍA

EN TRÁNSITO. LA PARTICULAR MANERA DE VIAJAR A TRAVÉS DE UN RÍO DEL NORESTE

DE ÁFRICA. GARCÍA RECORRIÓ TODO EL CONTINENTE. FOTOS: VANESSA ESCUER

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TRAVELSHOPPARA LA VALIJA DE LA DAMA Y LA MOCHILA DEL CABALLERO El mundo en tu casa

EL HOGAR DEL VIAJEROEl lugar en donde vivís también puede reflejar un espíritu viajero, recordarte en sus paredes, textiles y estanterías lo feliz que hace armar una valija. (1) Hay muchos vinilos con motivos de viajes para poner sobre un escritorio, encima del sofá o en la puerta de la heladera. Entre ellos, el mapamundi tipográfico trazado con los nombres de los países en sus respectivos territorios ($ 1.500), o el cartel que indica las distancias en kilómetros que separan el hogar de las distintas capitales del mundo ($ 510, ojodepezestudio.com.ar). (2) De arriba a abajo, estos almohadones de Estudio-V tienen estampas que recuerdan las calles de Nueva York, Londres y París ($ 280, $ 355 y $ 230, estudio-v.com.ar). (3) Estas láminas de edificios históricos de Buenos Aires vienen en papel ilustración de 48 x 70 centímetros, listas para enmarcar; también se venden colecciones de 12 y 18 postales del estilo ($ 220 cada una, bairesbaires.com). (4) Estos son dos -no entraban más-, pero todos los glo-bos de Don Mundo son ¡un chiche! Los hay con motivos de pájaros, flores, música o étnicos; miden 25 centímetros de diámetro por 39 de alto ($ 1.694, donmundo.com). (5) Con una estética retro, Papelera Contemporánea hace cajas artesanales para guardar fotos, pasaportes, documentos y recuerdos de viajes. La del “Kit del Viajero Frecuente” cuesta $ 180 (papeleracontemporanea.com).

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2 8 / Trave l S m a r t

TRAVELSMARTA P P S P A R A E L V I A J E R O I N T E L I G E N T E

CON SELLO VERDE Green Globe es un sistema de certificación en sostenibilidad desarrollado exclusivamente para la in-dustria del turismo. Nació en 1992, en la Cumbre de la Tierra que se llevó a cabo en Río de Janeiro, y sus sellos respetan todos los criterios de Naciones Unidas. Green Globe también tiene su aplicación gratuita y disponible tanto para iOS como para Android, que permite ubicar en el mapamundi todos los establecimientos turísticos certificados por la firma. Además de geolocalizarlos con Google Earth, aporta información, fotos y videos de YouTube, enlaces a sus portales y permite hacer reservas direc-tas en los distintos hoteles, cruceros, tours o restaurantes. Con más de un billón de consumidores, la aplicación es una de las más utilizadas, tanto en el mundo del turismo corporativo como para orga-nizar bodas y lunas de miel eco sustentables en destinos exóticos. Más info en greenglobe.com/app.

TU HUELLA DE CARBONOEn función de las distancias que vayamos a recorrer, podemos viajar a pie, en bicicleta, moto, auto o autobús, entre otros. A través del GPS del celular y habiendo cargado el tipo de transporte a utilizar, la aplicación GiveO2 mide la huella de carbono que generamos con cada uno de nuestros traslados y ofrece algunas op-ciones para reducirla o neutralizarla, con alter-nativas de movilidad motriz. Tal vez esta App no tenga tantos usos prácticos, pero definiti-vamente resulta interesante conocer cuál es la huella de carbono que generás en tu día a día y en tus viajes. Disponible para iOS y Android. Más info en giveo2.com.

RICA Y SUSTENTABLE Locavore es un término que surge de la com-binación de las palabras: local, omnívoro y herbívoro, y representa a todas las personas que sólo consumen alimentos cultivados o producidos dentro de un radio que no supera los 240 kilómetros. Para ellos fue diseñada la aplicación Locavore, gratuita y disponible para iOS y Android, que aprove-cha el GPS del celular para rastrear tiendas, granjas, agricultores y mercados de produc-tos locales y orgánicos que se encuentren cerca; además, informe sobre sus horarios de atención. La app advierte a los usuarios viajeros sobre cuáles son las frutas y verdu-ras de estación en el destino al que se diri-gen, para evitar comprar y comer productos congelados y sin sabor y, en función de la es-tación, ofrece un recetario de comidas ricas, saludables y sustentables. Más información en getlocavore.com

¿HACEMOS POOL?Hay varias aplicaciones para celular que permiten encontrar compañeros de viaje para compartir el auto y así reducir cos-tos de todo tipo, entre ellos, ambientales. Creando un perfil en aplicaciones como Carpooling y BlaBlaCar podés ofrecer el asiento de copiloto hasta donde sea que te dirijas, sea un barrio vecino u otro país, o encontrar alguien que esté por hacer el mismo trayecto y esté dispuesto a llevarte. La idea fundamental es dividir los gastos de nafta y peajes, generar nuevas relaciones y evitar traslados de uno por coche. Otra opción para reducir el número de autos en la calle y la contaminación innecesaria que eso genera, es compartir taxis o vehículos con conductores privados. La app líder en esta propuesta es Uber, gratuita y disponi-ble para iOS y Android. Más información en uber.com. .

Guías Eco: cuidar la tierra

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ESTAMBULY CONOCI TUS OJOS NEGROS

TEXTO: AGUSTÍN GALLI FOTOS: NICOLAS ANGUITA

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stambul, Constantinopla. Una ciudad que carga sobre sus es-paldas casi dos mil años de historia, el rastro de tres enormes imperios: el Romano, el Bizantino, el Otomano. 

Estambul, Constantinopla. Una ciudad que embelesó a cien-tos de escritores extranjeros. De Flaubert a Amin Maalouf, de Melville a Heminway.

Estambul, Constantinopla. Una ciudad que posee lugares de culto de las tres religiones monoteístas, donde una catedral fa-bulosa, hoy convertida en museo, ayer fue una mezquita.

Quiero hablarles de la Estambul contemporánea que queda afuera de las guías Aptas para Todo Público; de la Constantino-pla histórica que resuena en mi amor por el Oriente y las cultu-ras del islam. La Estambul-Constantinopla de un caminador, de un hablante empedernido.

UN AIRE DE FAMILIAVivo hace muchos años en París; fui a estudiar un posgrado

en Oriente Medio en 2007 y allí me quedé. En mi búsqueda por descubrir una ciudad mítica, de una percepción ajena a la imagen tradicional de violencia, odios y persecuciones, viajé a Estambul dos veces. Mis lecturas de escritores árabes, turcos y franceses me llevaron a querer descubrir, en la que fuera Cons-tantinopla, una de las raíces del Oriente musulmán, tan divulga-do como desconocido por prejuicios o fronteras lingüísticas. Es una ciudad que tiene evidentes puntos en común con Damas-co, Beirut o el Cairo, sobre todo por su llamado al rezo cinco veces al día, lo que es una conexión musulmana. La sonoridad de sus mezquitas, la voz de sus rezos colectivos, son el hilo invisible que las une.

Pero arranquemos desde el principio. Estambul es una ciu-dad enorme, separada entre una parte europea y otra asiática. Más de una vez, por su pasado imperial, fue percibida como el centro del mundo. La antigua Constantinopla es la ciudad que posee las mezquitas más monumentales, con su estilo clara-mente otomano y sus minaretes despegados del edificio princi-pal. Recuerdo la primera vez que entré a la mezquita de Rüstem Pacha, una de las más pequeñas, escondida entre las calles del Gran Bazar, de colores turquesas –lo que me hizo recordar a las mezquitas iraníes-, albergando en su interior feligreses con-servadores y modestos.

Cuando por fin llegué, hacía horas que la buscaba. Entré justo con el final del rezo de la tarde. Me ubiqué sigilosamente a un costado, me senté descalzo -como debe ser-, e intenté pasar desapercibido para poder observar la coreografía subyugante de la plegaria islámica. Los lugares de culto pequeños siempre me contagiaron cierto misticismo, la cercanía a un Dios menos fausto, más humilde.

La segunda mezquita que me fascinó fue la de Süleyma-niye Camii. Construida en honor y durante el gran sultanato de Suleimán (exageradamente conocido en Occidente como “el Magnífico”: en el Oriente otomano se lo conoce como Qa-nuni, “el que otorga leyes”), este templo es uno de las más gran-des de Estambul, imponente por su tamaño y por las tumbas

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1. En el barrio de Taksim, hay movida nocturna toda la semana 2. Salgamos a navegar desde la costa de Ortakoy 3. Un devoto higienizándose manos y pies en la mezquita Yeni Cami 4. El consabido té turco 5. El orgullo de fumar narguile 6. Dulce anochecer en el barrio de Karaköy

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que alberga. Suleimán fue el sultán que rigió sobre sus súbditos por más tiempo (1520-1566); el símbolo de una de las épocas doradas del imperio. La mezquita fue construida por uno de los más grandes arquitectos otomanos, Mimar Sinan. En ella hay un complejo que incluye un hospital, una escuela coránica y hasta un hamman, el baño turco.

La tercera que me impresionó en Estambul fue la Mezquita Azul. Quizás no tanto por su color profundo, o por su gran si-metría, o por sus minaretes, o por su posición frente a la cate-dral-mezquita-museo Santa Sofía. Mi recuerdo quedó maravilla-do con el impacto que me produjo el último rezo del viernes. Era entonces el mes de Ramadán, con lo que implica de festivo y religioso ese tiempo para el mundo musulmán: restaurantes abiertos hasta muy entrada la madrugada, ciudades que des-piertan con el caer de la tarde. Durante los días de Ramadán, se practica el ayuno desde el alba hasta la puesta del sol.

Recuerdo que cada noche, en ese enorme parque que hay en-tre la Mezquita Azul y Hagya Sophia (el Museo de Santa Sofía), se reunían cientos de familias cerca de las 8 de la tarde a esperar el pitazo inicial para romper oficialmente el ayuno. Tuve, allí, una sensación de religiosidad, pero también de estar compartiendo, de vida en familia. Un aire no muy diferente de lo que eran las navidades en mi juvenil Castelar, en la Provincia de Buenos Aires.

La segunda vez que regresé a Estambul fui con mi hermano. Cuando regresé a la Mezquita Azul se escuchaba una voz de fon-do -como en off, entre cientos de fieles- recitar el Corán, invitando a los musulmanes presentes a testimoniar que no hay dios más que Dios y que Mahoma es su profeta. Con el canto del muezzin y la luna en su esplendor, tuve la certeza de que sí, absolutamente sí estábamos en presencia de un antiguo y gran imperio.

1. Iluminados en los pasillos externos del Gran Bazar 2. Cuchicheando en el puente Galata 3. Los colores comestibles del Bazar de las Especias

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EL LLAMADO AL REZOAdemás de la historia religiosa y de las diferentes civilizacio-

nes, en Estambul es insoslayable el Bósforo, el estrecho que separar Asia de Europa. Para comprender su trascendencia, es necesario vivirlo, navegarlo sobre un ferri. No todos los trayec-tos fluviales son interesantes, pero si se tiene tiempo y un poco de dinero, una excursión por el Bósforo saliendo desde el ba-rrio de Eminönü, donde está la estación central de la ciudad, se puede el estuario que es la entrada del estrecho, el Cuerno de Oro, casi un puerto natural que sirvió de protección a todos los pueblos que poblaron la ciudad. Sobre un barco, se puede percibir la importancia geopolítica de la ciudad y la complejidad de defenderla. Estambul-Constantinopla es un emplazamiento estratégico entre dos continentes, entre el Oeste y el Este euro-peos, entre el Levante árabe y los Balcanes.

Con mi hermano visitamos el barrio de Eyüp, en la periferia. Fuimos desde Eminönü por mar, lo que nos permitió observar la ciudad con otra mirada, entender por qué el emperador roma-no Constantino –un personaje fundamental de la expansión del cristianismo- la eligió como capital del que terminará siendo siglos después el Imperio Bizantino: Estambul/Constantinopla era un lugar estratégico, que permitía un desplazamiento rápido hacia los diferentes territorios de un Imperio Romano en des-plazamiento continuo hacia el oriente.

Me interesaba ir a Eyüp por varios motivos. Primero, por-que está cerca del Cuerno de Oro, un territorio con un altura militarmente estratégica. Luego, porque es uno de los luga-res más importantes para la religión musulmana: en sus muros murió Abu Ayyub Al-Ansari, uno de los discípulos de Mahoma. Además, Eyüp era un símbolo de poder del Imperio Otomano, en donde los diferentes sultanes recibían la espada de Osmán, el fundador de la dinastía.

Al lado de la mezquita, en Eyüp hay un mercado popular don-de abundan cafés, todo tipo de especias y pescados, además de material religioso como rosarios, el Corán, objetos contra la mala suerte, el mal de ojo o la mano de Fatima (conocida como jamza, también usada por los judíos).

El cementerio de Eyüp, frente a la mezquita, es uno de los más antiguos de la ciudad. En él reposan tumbas de personalidades del Imperio Otomano –como Mehmed V, uno de los últimos sultanes- y de la república turca. Como si se tratase de una construcción abroquelada, donde todo está encimado, yuxta-puesto al cementerio se encuentra el café Loti, un homenaje al célebre escritor francés Pierre Loti, quien residió en Estambul y dedicó a la ciudad una de sus grandes obras, Aziyadé. Ahí nos sentamos con mi hermano.

Tomar un café turco frente al Bosfóro, en ese momento me hizo sentir que estábamos en la Estambul de todos los tiempos y de ninguno, sin los ruidos metálicos de la modernidad turísti-ca. Me recuerdo en esa mesa escribiendo notas sobre la ciudad, sobre mis viajes orientales, sobre ese mundo imaginado, sobre el imaginario de ese mundo. Quería mostrar esa imagen, de-fender a una gran civilización contra el bombardeo noticioso contemporáneo, al que le interesa mostrar sólo la violencia.

Recuerdo que mis pensamientos fueron interrumpidos por el Azán, el llamado al rezo. Miré en dirección a la mezquita, ya lejos, y me estremecí pensando que estaba en un lugar que implicaba la fe de millones de personas de este mundo.

JAQUE SIN MATELa primera vez que fui a Estambul, me topé con uno de los

mercados de la ciudad casi casualmente, dándole la vuelta a una esquina buscando a ciegas la Mezquita Azul. Recuerdo al repositor de bigotes tupidos practicando el griterío de rigor, con exceso de lentejuelas, brillos dorados y plateados. Eso puede verse también en la parte auténtica del Gran Bazar, que es mayormente poco auténtico. Hay mercados más genuinos y populares que visi-tar en Estambul, como el de Çarşamba o el de İnebolu.

Considero a los turcos menos expansivos que los árabes, que

1. Mansiones millonarias del lado europeo del Bósforo 2. Dientes de Oro en la Catedral de Santa Sofía 3. Migrantes nigerianos en El Palacio Topkapi 4. Selfie en la Mezquita Azul

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son más propensos a vivezas y genialidades dignas de un rioplatense. Sin embargo, en el Oriente árabe y no árabe, negociar forma parte del ajedrez en que se utilizan todas las tácticas y artimañas posibles para obtener el mejor precio. Será por eso que se me antojó buscar un ta-blero de ajedrez original. En alguna época de mi vida, tenía pasión por este juego, que tiene su origen en esa frontera imaginaria entre la India y el mundo persa.

Encontré un lugar que vendía un ajedrez pequeño, cuyas piezas te-nían la forma de antiguos jenízaros otomanos. Me encantaba. La nego-ciación empezó de manera compleja: el vendedor me pedía 40 y yo le ofrecía 10. En la discusión los dos esgrimimos problemas familiares, duelos no resueltos por River Plate –en mi caso- y por Galatasaray -en el suyo-, problemas de insomnio, la situación complicada de la Argentina, la inflación. Cerramos en 18, precio que era lo que más o menos estaba dispuesto a pagar. Esto así: un arte.

Luego, visité el palacio de Topkapi, que es otro de los grandes lugares de la ciudad y un sitio fabuloso para quienes tenemos cierta pasión por la historia del Imperio Otomano. De tan sólo sentir que uno está frente a la célebre Sublime Puerta, uno piensa en eunucos, harenes y grandes sultanes como Mehmet II, que tomó Constantinopla en 1453 de manos de los bizantinos. De sus jardines, que dan al Bósforo y son de acceso público, recuerdo todavía el fabuloso kebab que comí tipo picnic frente al mar, antes de despedirme de mi Estambul, de mi Constantinopla.

Para viajar por Estambul, hay que esquivar la mirada obvia. Porque Estambul tiene muchos ojos. Ojos que existen hace miles de años. Ojos turcos. Ojos otomanos. Ojos musulmanes, judíos y cristianos.

1. Familia de Omán en la Catedral de Santa Sofía 2. La santidad en penumbras, Catedral de Santa Sofía 3. Higiene de pies y manos en la Mezquita Azul 4. El restaurant del Palacio Topkapi, con vista al Bósforo 5. Oriundo de Turkmenistán 6. Muslim sefie 7. Pescado en un restaurant del lado asiático 8. Desde la Mezquita Azul, hacia la Catedral de Santa Sofía

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+INFO ESTAMBUL

Viaje: La milenaria ciudad en su periferia, mezquitas y promontorios.Lugares: Eminönü, Eyüp, mercado de Çarşamba, palacio Topkapi.Actividades: Tomar un café con la brisa del Bósforo, regatear en el mercado, bañarse en un hammam, asistir al rezo de una pequeña comunidad religiosa.

Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com

El Bósforo por mar. Un crucero panorámico por el Bósforo y una visita al bazar egipcio. Salidas diarias. Incluye transporte. U$D 76.Paquete Turquía. 4 días y 3 Noches en Estambul con desayuno, traslados, City Tour, visita a la Mezquita Azul. U$D 385

PASEOS Y EXCURSIONES

En avión. Por Turkish Airlines, en temporada baja: U$D 1300; en alta: U$D 1500. De marzo a noviembre de 2016.

COMO LLEGAR

Sultania (5*). A pasos del Palacio Topkapi y de la Cisterna Basílica. Cerca de Hagia Sophia y el Gran Bazar. Diferentes estilos en cada habitación. Sauna y spa con masajes. Piscina cubierta Por persona en base doble con desayuno: desde U$D 60. Marzo de 2016. Elite World Business (5*). Buen acceso para la Universidad Aydin de Estambul y la Mansión presidencial Florya Atatürk. Muy cerca del outlet ArmoniPark. Spa con piscina cubierta. Tarifa por persona en habitación base doble: desde U$D 37. Entre marzo y Mayo de 2016. Aprilis Hotel (4*). Ubicación céntrica, a metros del Hammam de Çemberlitas y la Columna de Constantino. Cerca del Gran Bazar y el Hipódromo. Sauna y gimnasio. Por persona en base doble con desayuno: desde U$D 51. Abril y mayo de 2016.

DONDE DORMIR

Una de las grandes especialidades culinarias turcas es el doner kebab, o simplemente shawarma. Hay miles de restaurantes, pero el mejor que comí fue el de Kasap Osman, en el barrio de Sirkeci. El dueño es un auténtico as. La segunda estrella va para Old Ottoman Café & Restaurant, donde uno se siente en la vieja Estambul. La comida es excelente: además de los pescados, la estrella es el Testi Kebap, una mezcla especiada de cordero con verduras.El tercero es un clásico de Estambul, Doy Doy. Cinco pisos, menú enorme, accesible. Lo mejor es su terraza, con vista a la Mezquita Azul.

DONDE COMER

Evitar el invierno: tiene un clima cambiante y hay altas probabilidades de que nieve mucho. Lo ideal es el período que va de abril a octubre. El verano es caluroso, pero mucho más soportable de lo que podría ser enero en Buenos Aires.

CUANDO IR

En tren. Con Eurail Global (28 países): 15 días de viaje consecutivo + 2 extras de regalo en 1ª clase. Para residente argentino mayor de 26 años: U$D 746. Con Eurail Select Medium (Italia, Grecia y Turquía): 5 días de viaje flexible en 2 meses + uno extra de regalo. Para residente argentino menor de 26 años: U$D 303. Ambos, hasta 31 de agosto de 2016. Assist Card. Standard, 10 días: U$D 57.

COMO MOVERSE

Sultanahmet concentra la mayoría de las atracciones turísticas, pero un barrio fuera del circuito tradicional, como Galatasaray, puede ser más gratificante y dar una idea de lo que es vivir en Estambul. También me resultó encantador subir a la Torre Galata, resabio medieval de la ciudad premusulmana, fundada por residentes genoveses, una población importante en términos comerciales y culturales para todo el Oriente, como alguna vez leí en un clásico libro de Amin Maalouf, El viaje de Baldassare. También en Galata, podía escucharse el ladino o judeoespañol, idioma hablado por los judíos descendientes de los que escaparon de la Inquisición española en 1492. De la historia judía en Estambul, quedan sinagogas -como la askenazí, la italiana o la Neve Shalom- una escuela primaria y el rabinato.

TIPS

PASAJE AEREO ESTAMBULTarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires.

Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares

TEMPORADA BAJA

U$D 1.300TEMPORADA ALTA

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VIAJA TRANQUILO. Assist Card Standard 10 días: U$D 57

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E L A R C O I R I S D E S U R A N O R T E

TEXTO: DIEGO FELIX FOTOS: SHUTTERSTOCK

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El muelle de Santa Monica, donde medio mundo gira.

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alifornia la imaginaba con playas doradas y mujeres bellas, red hot chilli pep-pers y estrellas de Hollywood escondidas en sus mansiones de Beverly Hills. Cuando la conocí, resultó ser algo bastante diferente.

Hace diez años convivo con una californiana. En Buenos Aires, vivimos en una hermosa casa en Chacarita, donde inventamos un restaurant a puertas cerradas, Casa Felix, donde hacemos una cocina inspirada en las hierbas autóctonas que cultivamos en nuestro jardín.

Pero hace ocho años encontramos la excusa perfecta para viajar, visi-tar a la familia en South California y recorrer varias ciudades de EEUU. Nos transformamos en Colectivo Felix, una banda de trovadores culinarios, preparands cenas en casas, departa-mentos, terrazas, galpones, granjas, viñedos, donde sea. Finalmente, en octubre de 2015 de-jamos nuestra casa porteña para armarnos el rancho con nuestros dos hijos en la costa cen-tral de California.

A una hora y media al norte de Los Angeles, entre las sierras de Topatopa y a 20 minutos del mar, ahora nos pueden encontrar en el pueblo de Ojai.

LOS ANGELES, LA DIVERSAEsta temporada hicimos nuestra primera cena en una fábrica de helados en Highland Park, en

Los Angeles. Lo que fue un antiguo barrio bohemio a principios del siglo XX, ahora es el lugar donde los hipsters se sienten como en casa. Esa noche conocimos al que ahora es mi fiel com-pañero de cenas, Josh, un joven cocinero mexicano muy entusiasta, criado en el gran pulpo que es LA. Mientras cocinábamos para dieciocho personas, le conté de mi admiracion por la cocina japonesa; al día siguiente, me invitó a conocer el Little Tokyo, en el Downtown.

La comunidad japonesa más grande de Estados Unidos vive en Los Angeles; es vecina del nue-

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vo Art Disctrict, un barrio antes dominado por galpones casi abandonados que fue convertido en un distrito con más de quince galerías de arte y muchos lofts.

Nos encontramos con Josh en el Little Tokyo Market Place, una mole de dos pisos que ocupa casi toda la manzana y donde todos los días del año los japoneses californianos vienen a abaste-cerse de la cultura y los alimentos de su isla. Deambulamos por los pasillos curioseando en cada puesto, así que aprendimos de cortes de carne perfectamente embalados, misos, una larga lista de coloridos macaroons y pescados y salsas de todo el mundo.

Los muchachos de la pescadería del Tokyo Market eran mexicanos. Es decir: en EE.UU, el mer-cado central de un barrio japonés es atendido por hispanohablantes. Eso es diversidad cultural.

MALIBÚ, LA NEPTÚNICAUna mañana nos encotramos manejando rumbo a Malibú, camino a una de nuestras cenas.

Habíamos salido de Santa Monica temprano y veníamos por la Ruta 101 cuando mi mujer me preguntó si quería parar a almorzar en un restaurant tailandés, frente al mar. Me parece que lo tenía previsto (jamás le pregunté), porque no pasaron más de cinco minutos de viaje que allí esta-bamos. Cholada Beach Café es una perfecta mezcla de bolichón de barrio y chiringuito de playa en la ruta que bordea el Pacífico californiano de norte a sur.

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1. Manhattan Beach, Los Angeles. 2. El panorama automovilístico de Rodeo Drive, distrito haute couture 3. Las luces de Los Angeles, sobre la highway 4. Atardecer de un día tranquilo, Downtown Los Angeles 5. La destreza del salto, LA 6. Casilla de guardavidas pintada por el proyecto Retratos de Esperanza, Venice Beach 7. “Somos una pareja Harley Davidson, baby” , Malibu 8. ¿Te gustaría vivir aquí? Canales de Venice, Los Angeles

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Felices con nuestro café helado tailandés, seguimos viaje luego, sabiendo que nos esperaban quince hambrientos comensales y una cumpleañera que no sabía nada del regalo-sorpresa en su acogedor bungalow frente al mar.

Nuestro contacto de la cena nos había dado encarecidas instrucciones para no dejarnos guiar por el GPS. Nos lo había dicho bien claro: “Cuando vean el bar Neptune, estarán a dos cuadras. Entonces doblen a la izquierda y llegarán.”

Al acercarnos al Neptune y ver la cantidad de motos choperas en la puerta, mezcladas con tablas de surf y rock’n’roll sonando a todo volumen, sin decirnos palabra decidimos bajar al unísono, a ver qué onda. Motoqueros con chalecos de cuero y bandanas, descansando como lagartos hechados tranqui-lamente al sol, tomaban cerveza y comían sus clásicos fish&chips. Surfers descalzos habían cruzado la ruta para comer alguna hamburguesa y reponer energías. Y familias. Familias angelinas que habían dec-idido escapar de la gran ciudad y pasar un domingo apacible.

Luego de fortalecer el espíritu con ostras frescas y unas cuantas cervezas, encaramos finalmente ha-cia aquel acogedor bungalow. Pero el Neptune fue y será parada obligatoria.

SANTA BARBARA, LA ANDALUZATodos los días manejo cuesta abajo los cerros que corren hacia al oeste para empalmar con la Ruta

101, que me lleva al trabajo en Santa Barbara. Desde la perspectiva de mi ventana, logro divisar los surf-istas como si fueran hormigas diminutas flotando en un estanque. Santa Barbara es una ciudad costera que sabe disfrutar del mar, de las montañas y del sol. Es pleno invierno y me mensajeo con una amiga de Nueva York, que me pasa una foto de ella con la nieve hasta la cintura. Al lado mío, veo el contraste californiano: mis compañeros de cocina vinieron a trabajar en bermudas, bicicleteando.

En Santa Barbara se siente todavía el paso de la colonia española de hace más de cuatrocientos años; la herencia mexicana también está viva en los edificios del centro, en la vida cotidiana. Nombres de calles como Salsipuedes, Rincon perdido, Nopal y Milpas lo comprueban.

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El más claro ejemplo de la herencia ibérica es el Palacio de Justicia. El otro día, acom-pañé a mi mujer a la biblioteca pública, que queda junto a este clásico edificio, y me enamoré de sus torres y sus observatorios de la época colonial. Parecían el decorado de una serie de television de mi infancia: me imaginé al Zorro corriendo por sus techos, perseguido por el capitán Monasterio.

Mientas termino estas líneas, veo el sol como si descansara sobre el Pacífico, iluminan-do en el último segundo del día las cúpulas andaluzas que brillan en el flamante Hotel San-ta Barbara Inn. Así es la santidad de este lugar.

CARMEL, LA REPUBLICANAUna aldea en un bosque frente al mar. En el norte de California, hay un si-

tio donde los bambis comen flores de los jardines (los ví con mi propios ojos) y donde Clint Eastwood ejerció como intendente en los años 80. Ahí, en sus pequeñisimos barrios, las calles no tienen nombre y las casas no tienen número (quizás para manterer en secreto los que allí viven).

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1. Un perro surfer esperando su turno, Santa Barbara. 2. El Big Sur cuando el sol se pone, Monterrey 3. Chrysaora fuscescens u “ortiga del Océano Pacífico”, Monterrey Bay Aquarium 4. Surf en el Rincon, “la reina de la Costa”, cerca de Santa Barbara 5. California Bixby Bridge en la Ruta US 1, Big Sur, Monterey 6. Scooby-Doo también surfea 7. Caballas nadan en el Monterrey Bay Aquarium 8. Estrella de mar con ímpetu rojo comunista, bahía de Monterey 9. Barquitos del Fisherman’s Wharf de Monterey

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El 4 de Julio, Día de la Independencia, es una jornada especial en Estados Unidos, pero particular-mente especial para el exclusivo este pueblo, Carmel, a dos horas en auto al sur de San Francisco. Es el único día del año que gracias al ambiente festivo y el sentimiento patrio, se dejan hacer foga-tas en la playa y tomar vino al aire libre.

Mi cuñado, un respetado cocinero del pueblo, nos invitó a cocinar un chancho entero a las bra-sas en la arena. Llegamos al alba con varios pesados bloques de cemento para usarlos como base y apoyar ahí el palo donde íbamos a rostizar el animal. Mate en mano, la jornada sería de diez horas.

Poco a poco, la playa se fue llenando de familias y amigos, pero los contertulios más precia-dos fueron los amigos que trabajaban en los viñedos del norte de Santa Cruz, que aportaron varias botellas gigantes de vino tinto.

Al caer el sol, ya estábamos celebrando la vida, la muerte y la resurección. Cerdos, peces y vino.

MONTEREY, LA ACUÁTICAEnfrentados en los extremos de una bahía, los pueblos de Monterey y Santa Cruz se miran entre

sí a unos 45 kilómetros de distancia. Aunque están sobre el mar, no ven el poniente en el horizon-te: Monterey mira al norte, Santa Cruz al sur.

Desde tiempos inmemoriales esta zona estuvo habitada por pueblos originarios que se servían de la gran riqueza alimentaria del bosque y del mar, además del buen clima. Acá estuvieron los es-pañoles en el 1600, pasaron los mexicanos y, a principios de siglo XIX, con la inmigración de Ex-tremo Oriente, se creó una potente aldea de pescadores asiáticos que creció exponencialmente cuando comenzaron a bajar criollos desde San Francisco.

Monterey se convirtió entonces en uno de los puertos pesqueros más prósperos de la zona. Pero no duró demasiado. A principios de los años 50, acabaron con todas las sardinas y la in-dustria pesquera desapareció.

Hoy en la costa californiana, si la vida marina se recuperó fue gracias al Acuario de Monterey. En una antigua enlatadora de sardinas funciona este glorioso lugar, un espacio de enseñanza y aprendizaje, con sus exposiciones en constante rotación. El edificio del Museo está entre el mar y la tierra. Como si flotara.

1. Al ataque: surf con la puesta de sol 2. San Francisco Gay Pride Parade 2010 3. El cable carril de San Francisco, el único del mundo todavía operado manualmente 4. Los globos no son siempre amarillos, San Francisco Gay Pride Parade 2010 5. Otro lugar donde me gustaría vivir, playa en Capitola 6. Raro, como encendido: el famoso puente Golden Gate, San Francisco 7. Una pinturita: Alamo Square, San Francisco.

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SANTA CRUZ, LA PITUFINAEn esta aldea casi pitufesca viven muchos jovenes multimillonarios retirados de Silicon Valley;

jovenes dedicados a cultivar la tierra mientras ven crecer sus cuentas en el banco. El mercado ambulante de granjeros Farmer’s Market es adonde fuimos en busca de provisiones

para otra cena que debíamos preparar. Hongos frescos recien cosechados; erizos, almejas y os-tras; verduras vibrantes y carnes de animales tratados con amor. (Mucho para este sudamericano.) Con las bolsas llenas, arrancamos rumbo al norte, hacia San Francisco .

Manejando por la carretera 1, en una tarde de llovizna, bordeando el mar, se veía el cartel de la gran-ja de frutillas Swanton Berries: “ Recójalas usted mismo”. Así que allá fuimos, a elegirlas para el postre.

Mientras tanto, un arcoiris se proyectaba en las montañas.

SAN FRANCISCO, LA VANGUARDISTA¿Cómo hizo una ciudad tan pequeña -que mide 10 km por 10 km- para convertirse en la van-

guardia tecnológica y gastronómica del mundo? A mí me gusta responder con la historia de los aventureros, esos locos que se animaron a cruzar las extensas praderas desde la Costa Este para ser libres, cuando este país estaba naciendo.

En San Francisco, sigue sintiéndose el espíritu audaz. Aquí están los jovenes emprendedores que deciden el futuro del mundo mientras toman un drip coffee (café por goteo) en el barrio de Mis-sion o comen en un restaurant del distrito de Soma.

El barrio La Misión es mi lugar favorito de la ciudad; acá se siente viva la raza, ese conglomera-do poblacional de naciones latinoamericanas que empujan la economía, haciendo el trabajo pe-sado. Recorrer las galerías de arte, las tiendas de ropa vintage, los murales de la calle Valencia vale el viaje en sí mismo.

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Esta vez, nuestra cena era en el famoso barrio de Haight-Ash-bury, en la entrada del Golden Gate Park. Para abastecernos fuimos al Rainbows Grocerie, un supermercado cooperativo donde los que trabajan están comprometidos con la justicia so-cial (además de tener la mejor sección de especias del mundo y unos quesos impresionantes).

En este barrio, a mediados del siglo pasado se pasearon los beatniks. Después, los hippies lo hicieron mundialmente famoso durante el verano del amor del 68, con Janis Joplin a la cabeza.

En San Francisco están las grandes neurons, pero también, to-davía, los grandes corazones.

1. San Francisco envuelto en azul y oro 2. San Francisco, la segunda ciudad de EEUU con mayor densidad poblacional 3. Los globos no son solo redondos, San Francisco Gay Pride Parade 2010 4. El Golden Gate Bridge en perspectiva 5. El cable carril de San Francisco funciona desde 1873

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+INFO CALIFORNIA

Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com

PASAJE AEREO LOS ANGELESTarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires.

Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares

TEMPORADA BAJA

U$D 970TEMPORADA ALTA

U$D 1.400

Viaje: Gourmet & Surf & Chopper & Markets & Beach California Tour.Lugares: LA, Malibú, Sta. Barbara, Carmel/Monterrey, Sta. Cruz, S. FranciscoActividades: Surfear en Malibú, ver el atardecer en Santa Barbara, visitar el acuario en Monterey, recoger frutillas en Santa Cruz, live and let die in San Francisco.

En avión. Por American Airlines, en temporada baja (marzo de 2016): U$D 970; en alta (junio de 2016): U$D 1400.

COMO LLEGAR A LOS ANGELES

Loews Hollywood (4*)/ Los Ángeles. Próxima al teatro de los Óscar (!). Cerca de bares, restaurantes y enlaces a la red de transporte público. 637 habitaciones. Gimnasio, terraza, piscina exterior. Por persona en base doble: desde U$D 177. De marzo a mayo de 2016.Sheraton Fisherman´s Wharf (4*)/ San Francisco. A mano de tiendas y restaurantes. Gimnasio y piscina. Por persona en base doble: desde U$D 150. Marzo y abril de 2016.Hilton San Diego Mission Valley (4*)/ San Diego. De fácil acceso al SeaWorld, Balboa Park y al famoso Zoo. Cerca de restaurantes y tiendas. Por persona en base doble: desde U$D 86. Marzo y abril de 2016.

DONDE DORMIR

En San Diego, hay que probar los burritos de calamar con chipotle en El Zarape Restaurant&Tequileria, en el barrio de Normal Highs. En Carmel, La Balena tiene al cocinero Brad Briske manejando los fuegos de una cocina toscana/californiana impresionante. En Santa Barbara, Willwood es el nuevo restaurant de barbacoa del complejo The Mill; allí se preparan los mejores jamones ahumados, pork ribs y briskets de California (cocidos en horno ahumador por más de 10 horas).

DONDE COMERA California se puede ir los 365 días del año. En el sur, está el desierto, y en el norte los bosques de sequoias. Recorrerla de norte a sur lleva unas 17 horas de auto. Con una semana y media, estamos bien.

CUANDO IR

En auto. Con Budget desde Los Ángeles, 7 días de alquiler, auto compacto, km libre, conductor adicional, seguro e impuestos: desde U$D 226.  Abril y mayo de 2016.

COMO MOVERSE

TIPSEs simple. Una buena alternativa para recorrer California es hacerlo en el famoso tren Amtrak. Una ciudad de la que no hablamos, pero que es fabulosa, es San Diego, la última gran parada de la costa este de Estados Unidos camino a México, donde del otro lado de la frontera está Tijuana. San Diego tuvo 34 millones de visitas turísticas en 2015. Durante este año, en el San Diego Zoo, famoso en el mundo, nacieron dos bebés: el rinoceronte y el jaguar.

City Tour. Medio día por el Centro Cívico, la Isla de Coronado, Old Town y Hollywood Boulevard. Guía de habla hispana. U$D 145.Paquete Parques Nacionales. 10 noches con alojamiento clase turista en autobús con aire. Guía de habla hispana. Con entrada a parques onument Valley, Grand Canyon, Bryce Canyon, Zion Canyon & Tunnel, Yosemite. U$D 1763.

PASEOS Y EXCURSIONES

VIAJA TRANQUILO. Assist Card Standard 10 días: U$D 57

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ALTAEN ELCIELO

TEXTO: GUADALUPE PICCIONI FOTOS: ARIEL MENDIETA

LA RIOJA

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Sendero de la Quebrada del Cóndor

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stoy en el pueblo de Patquía, 70 kilómetros al sur de la capital de La Rioja. Es la hora de la siesta y los únicos que la esquivan es una pareja que camina de la mano, arrastrando la suela de los zapatos por una calle de tierra. El aire está pesado, caliente. Es pleno enero y el verano en la llanura riojana es una ametralladora de rayos solares. Una moto que pasa a toda velocidad por el asfalto de la ruta 27 rompe el silencio y, de paso, el hechizo de creerme caminando en el decorado de una película del

Lejano Oeste mientras los actores descansan.Camino por el pueblo. La iglesia es blanca y rosa; la escuela secundaria

es chica y austera; hay un hospital grande, moderno. La plaza -muy cuidada, con juegos para chicos, algún árbol- está desierta. En un extremo del pueblo está la YPF y cerca de ahí, el río de los Mogotes.

Ahora le pregunto a un señor sentado en un banco de la estación de ómnibus:

– ¿Cómo hacen con este calor? – Nos cagamos de calor, nomás. Pero en su riojano suena así: “nos cágamos de cálor, nómas”,

acentuando las primeras sílabas y entrecortando las palabras como si hablara desde un caballo al trote. Luego me dice que acá se da bien la palma datilera.

Quisiera seguir conversando pero Joyo me espera adentro de su camioneta estacionada sobre otra ruta, la 38. Vamos al puesto rural Posta de los Cóndores, encaramado en una pampa verde, fresca y fértil en la Sierra de Los Quinteros. A lo lejos, las montañas reverberan con un intenso verde damajuana; el cielo parece un lago azul de la Patagonia, una imagen que me refresca.

En la camioneta llevamos provisiones (yerba, harina, jabón, todo lo que no puede ser casero) porque en las sierras no hay proveedurías. O sí: lo que la madre naturaleza provee y las manos hábiles producen. También llevamos a un profesor de escuela hasta su casa en Olta, que nos queda de paso.

En la entrada a Olta hay una escultura del Chacho Peñaloza de a caballo. El pingo tiene sus dos patas delanteras en alto, como

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La pileta a cielo abierto (imperdible) de Finca Huayrapuca

Racimos de serenidad, en Chilecito, pago del buen vino riojano

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L a R i o j a / 57Un fierro: el 4 x 4 de Marcos “repecha” montaña en Famatina

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5 8 / L a R i o j aCompartiendo el mate en la subida a La Mexicana

VUELVE DE PASTOREAR A LAS CABRAS POR UNA LADERA ESCARPADA Y PEDREGOSA

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arañando el aire para salir volando. No sé porqué me acuerdo de estos versos: ¡Ya se acabó Peñaloza!/¡Ya lo pudieron matar!/Tengan cuidado, señores,/¡no vaya a resucitar!

En Olta empezamos a subir por las sierras, parando de vez en cuando al borde de un arroyo o en una pileta natural donde la “canilla” es una cascada. El camino es de tierra. Las casas serranas son de adobe y piedra, rodeadas por nogales, quebrachos colorados, cactus, la huerta, el gallinero, el corral para las cabras, un arroyo cercano. Los paisano, sentados debajo de un alero, levantan la mano cuando nos ven pasar: son saludadores.

Llegamos a la posada. Para ir a mi habitación cruzo un vergel de flores, frutales y enredaderas; veo muchos colibríes, escucho cantar a los pájaros que se esconden en los árboles. Sin querer me duermo hasta que llega el aroma del cabrito que Joyo está sacando de un horno de barro. La mesa está servida a cielo abierto: una fuente con verduras de la huerta, pan casero y vino torrontés. Durante la cena me entero que los tatarabuelos de Joyo -Benigno y Catalina- se instalaron acá, cuando entonces se llamaba Estancia de la Santa Cruz; que en alguna de las habitaciones pasó la noche el Chacho; que la posta tiene más de doscientos años y fue construida por los indios olongastas. Claro que la construcción original era más chica y más rústica, pero igual de bien hecha: muros gruesos de piedra y adobe (como una cava para humanos: siempre la misma y plácida temperatura). Alguien dice que es “rústico boutique”, y estoy de acuerdo.

EL ÚLTIMO ESCALÓNA las nueve de la mañana, cuando Joyo vuelve de pastorear a las

cabras por una ladera escarpada y pedregosa, me reúno con Jorge, el guía, para ir hasta el refugio donde anidan los cóndores. Treparemos a caballo por la sierra, primero siguiendo el cauce de un arroyo que en algunas partes, contenido entre las piedras, se pone ancho y profundo como una pileta; a veces se cruza por delante y lo atravesamos. Los caballos se conocen el camino de memoria. Por suerte, así yo me relajo y escucho las cosas que me enseña Jorge. Cosas como estas: que la hoja de la jarilla te saca el olor a pata, alivia el reuma y los cólicos; que un té de poleo te cura la gripe y es un viagra natural.

En una de esas pierdo de vista el arroyo y, en vez del rumor del agua, escucho el repiqueteo de las herraduras del caballo contra las piedras.

Ahora el paisaje es un mar amarillo de coirones y algún quebracho, molle o chañar, solitarios.

A las dos horas de cabalgata, nos apeamos y dejamos los caballos atados a la sombra de un árbol. Caminamos media hora hasta que llegamos a un precipicio: un extenso borde de la Sierra de los Quinteros que termina de forma abrupta como si hubiera sido cortada de un hachazo. En las grietas de esta pared vertical de 1800 metros de alto viven los cóndores. Hacia abajo el sentido de la distancia se pierde porque la llanura riojana llega hasta la curvatura del horizonte.

Nos acomodamos en un peñasco al filo del barranco, armamos los mates y esperamos a los cóndores como quien espera que lleguen los invitados a una fiesta. Jorge me cuenta que antes los que tenían animales cazaban a los cóndores porque se creía que mataban el ganado; incluso en los años sesenta había un trueque oficial: el gobierno cambiaba patas de cóndor por dinero. “Ya no, ya todo el mundo sabe que son solo carroñeros”, dice Jorge. Aunque también reconoce que cazadores furtivos, aún los hay.

Después de un par de horas vemos el primer cóndor; planea en grandes círculos y desaparece detrás de una saliente de piedra. El cielo se vuelve a quedar vació por un rato largo. Estoy ayudando a Jorge a armar una picada y de repente hay diez cóndores volando al mismo tiempo. Otro surge de las profundidades del abismo, por debajo del peñasco, y me doy cuenta de lo grande que es: mide unos tres metros de ala a ala. Su compañera -los cóndores suelen volar en pareja- aparece por el mismo lugar y juntos se pierden de vista entre los desfiladeros de las montañas. Jorge se pregunta por lo bajo -como pensando en voz alta- cómo es posible que la mayoría de las chicas del pago se quieran ir a vivir a la ciudad.

No se cómo ni cuándo pasó, pero ahora el cielo es un magma de nubes tornasoladas. “Bajemos antes de que se largue”, dice el guía, con cierto apuro sereno.

ORO EN LA MONTAÑALa combi que me lleva desde Patquía hacia el valle de Famatina, en

el norte de La Rioja, va llena. Todos vamos a distinto lugares. Hay una pareja de alemanes que cargó sus bicicletas en el portaequipajes para ir a recorrer el Parque Nacional Talampaya. Los cordobeses sentados al fondo van a Barreal de Arauco a hacer carrovelismo en un antiguo

El imponente Cañón de Talampaya permite ratos de caminata

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Tramo final del trekking en el ascenso a la Mina del Oro, “Nevado del Famatina”

El “mirador” de la Quebrada del Caballo Muerto, aún más arriba que la mina La Mexicana

EL RIO DISCURRE POR UN ABISMAL TAJO EN LA TIERRA ENTRE DOS PAREDES AMARILLAS

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lago que se secó y que por la lisura y el color parece un salar (incluso, en otro viaje, viéndola desde lejos, aquella superficie reseca me había dado la impresión de ser una inmensa pista de patinaje sobre hielo rodeada por las sierras, bajo un sol que parecía un horno de fundición).

El resto -yo incluida- vamos al valle de Famatina para subir al Cerro General Belgrano, cerro al que los lugareños llaman el Nevado de Famatina. Desde un primer momento me intriga el contraste de la placidez del valle -un vergel de nogales, olivos y vides- con la omnipresencia de esa montaña con cerros de más de seis mil metros, que tiene nieve en la cabeza y oro en sus entrañas. Este paisaje es el que veo desde la pileta en la finca nogalera Huayrapuca.

Mi plan es hacer una expedición a la mina de oro La Mejicana, que funcionó desde 1880 hasta 1914, cuando la Primera Guerra cambió de rumbo los capitales ingleses, que la financiaban. En el cerro todavía se ven algunas de las 263 torres del cablecarril, que en total tiene nueve estaciones a lo largo de 35 kilómetros. Hay dos huéspedes del hotel que se suman a mi plan y otros se van a La Mina del Oro, que funcionó de 1915 a 1935 en otra parte del cerro.

Al día siguiente estamos subiendo la montaña en una Land Cruiser de color gris. Marcos Moreno, el guía de la expedición, conduce la camioneta que tiene un aspecto de bestia domadora de terrenos escarpados. Salimos del valle bajo un cielo azul y al rato que empezamos a trepar por la montaña, el camino parece un istmo entre dos cortinas de niebla. Los faros antiniebla iluminan apenas un metro.

Se me ocurre bajar la ventanilla empañada para ver mejor y apenas se trasluce el verde intenso de las estribaciones del Famatina. Saco un brazo y es como si lo metiera dentro de un guante helado; rápido subo el vidrio y me acomodo para seguir cebando mate. En un momento, Marcos se detiene en medio del camino al borde de El Pesebre, una ladera con vetas que

Parque Nacional Talampaya, desde el nuevo circuito Los Balcones

Carrovelismo en El Barreal de Arauco, pegadito al Señor de la Peña

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exhiben toda la gama de colores de un arcoriris. Seguimos avanzando medio a ciegas aunque de a poco va escampando, y cuando llegamos al Cañón del Ocre, el río Amarillo, al que ya vadeamos unas cincuenta veces por el camino, ahora discurre por un abismal tajo en la tierra entre dos paredes amarillas.

En medio de esta naturaleza desayunamos. Marcos cuenta que por la zona hay cuevas bautizadas con los nombres de los buscadores de oro que alguna vez las usaron como refugio: la cueva de Noroña, la de Carlos Díaz, la de Pérez. Más arriba, bajo un cielo bastante despejado, recorremos a pie un campamento en ruinas de la Barrick Gold: un cúmulo de escombros y basura, da la impresión de ser una foto de posguerra. La Barrick Gold es una de las transnacionales que intentaron remontar la explotación de la mina a cielo abierto. Hasta ahora fracasaron todas. Desde 2007, el pueblo resiste bajo el lema “El Famatina no se toca”.

Seguimos subiendo. La montaña tiene cada vez más colores y menos vegetación; me maravilla contemplar la sutileza con la que se desnuda hasta que llegamos al cerro Lamapayao, a 4600 metros, donde ya no queda ni un pasto ralo a la vista. Marcos estaciona la camioneta cerca de un socavón; en la superficie hay rieles, contenedores, pedazos de fierros doblados. Es la última estación de La Mejicana.

Media hora más arriba llegamos al punto culminante de la expedición. Somos ocho personas en el lomo de un cerro muy alto. No estamos solos, hay una manada de guanacos en un cerro todavía más alto. Hacia los lados las pendientes se deslizan como si estuvieran cubiertas por una tela medio dura que cae haciendo pliegues, ondulando las vetas de minerales, como si fuera un tejido andino bordado con hilos de colores sobre un fondo de tonos pardos. Así son todos los cerros de alrededor. El lugar se llama la Quebrada del Caballo Muerto. Los casi cinco mil metros de altura se sienten como un letargo, una cierta ingravidez que, si no fuera por el peso del abrigo que llevo puesto, me elevaría como un globo de helio hasta el cielo.

Tomates a la provenzal y chorizos, en la estación 1 de La Mexicana

Un ñandú se pasea por el Parque Nacional Talampaya

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+INFO LA RIOJA

Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com

Viaje: Subir por las serranías parando cada tanto al borde de un arroyo.Lugares: Patquía, Sierra de los Quinteros, Olta, valle de Famatina.Actividades: Comer un cabrito con vino torrontés (pa’ arrancar), conversar con quienes resistieron la minería a cielo abierto en Famatina, “aire seré”.

En la Posta de Los Cóndores, en la Sierra de Los Quinteros, están todas las comidas incluidas. El menú de comidas típicas varía de un guiso de campo y empanadas caseras al keppe con vegetales gracias a la influencia de la inmigración árabe de la zona. La estrella local es un soberbio cabrito al horno de barro. En Famatina, en la finca nogalera Huayrapuca, un almuerzo con vino torrontés, empanadas fritas, locro, humita, quesos y frutos en almíbar preparan bien el espíritu para explorar la zona. A 32 kilómetros de Famatina, en la ciudad de Chilecito, está La Rinconada, un local de chocolates artesanales y especialidades locales donde los Zamora inventaron el alfajor de crema de vino Torrontés.

DONDE COMERLa Posta de los Cóndores es alucinante todo el año. En verano, hay que llevar malla y protección solar; en invierno, abrigo. Pero en general nunca hace demasiado frío ni demasiado calor. Si bien se puede llegar en auto propio, se uno debe enterarse de antemano cómo está el camino de tierra, que a veces se inunda. Para hacer la subir a la mina de oro La Mejicana lo ideal es ir en verano. En febrero y marzo, si uno hace base en el valle de Famatina, se podrá ver los secaderos de la cosecha artesanal de nueces.

CUANDO IR

TIPSEn el ascenso a la mina de oro La Mejicana lo ideal es no entusiasmarse demasiado con la comida y la bebida alcohólica, por más delicioso que esté el asado y los tomates a la provenzal que prepara el guía. Explicado en criollo, el tema sería que una comida abundante hace que nuestro sistema digestivo necesite mucha más energía de la que tenemos disponible a grandes alturas, lo que aumenta las chances del mal de altura.

En avión. Por Aerolíneas Argentinas, en temporada anual: $3.400 De febrero a noviembre de 2016

COMO LLEGAR

Naindo Park (5*). Frente a la Plaza 25 de Mayo, a 10 km del aeropuerto. Casino, piscina cubierta, gimnasio, sauna y spa. Por persona en base doble con desayuno: desde $1.170. Entre marzo y mayo de 2016.

DONDE DORMIR

PASAJE AEREO LA RIOJATarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires.

Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares

TEMPORADA ANUAL

$ 3.400

VIAJA TRANQUILO. Assist Card Nacional 10 días: U$D 14

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URUGUAYORILLAS DEL PAISITO

Texto & Fotos: Guido Piotrkowski

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la Ciudad Vieja de Montevideo, en Uru-guay, entran a trabajar unas 40 mil per-sonas por día, que se esfuman al caer el sol. Súbitamente, el casco viejo adquiere un aire bucólico, y en sus callejuelas solo quedan unos pocos vecinos y viajeros que curiosean por el barrio donde se gestó la capital más apacible de Latinoamérica.

“Es hora de recuperar esta parte: la Ciudad Vieja está llena de relatos y personajes, un montón de lugares que se están reciclando y abriendo. Esa historia está latente”, dice Ga-briel Monteverde, dueño de “La Vieja Telita”, una suerte de museo histórico-familiar dónde, según dicen, habría vivido Artigas, el Libertador uruguayo. Monteverde es músico y escultor, y encontró el punto justo entre ambas pasiones: fabrica “esculturas musicales”, que exhiben entre otros ex-traños instrumentos.

En un principio, La Vieja Telita había sido un despacho de verduras, hasta que en los años 40 se armó una “vinería”, una peña donde años más tarde -según Monteverde- canta-ría Mercedes Sosa por primera vez al otro lado del “charco”, el río de la Plata. La casona colonial está ubicada en la es-quina de la peatonal Pérez Castellanos, que desemboca en el Mercado del Puerto, el paseo gastronómico de rigor, el súmmum del carnívoro, con parrillas enormes rebosantes de carnes y achuras de primera calidad.

A la vuelta, frente al puerto, está el Museo del Carnaval, el lugar preciso para entender de qué va la fiesta en Montevi-deo. “Nuestro carnaval es muy fácil para nosotros, pero es muy difícil de explicar para la gente de afuera”, dice Juan Castel, del centro de documentación e investigación del Museo. Varias pantallas interactivas ayudan a comprender el entramado de categorías (murgas, parodistas, humoris-tas) y a los personajes típicos del candombe (la Mamá Vieja, el Gramillero, el Escobero, la Vedette), que se despliegan cada febrero en la fiesta más grande del “Paisito”.

Los domingos por la mañana, es paso obligado visitar la Feria Tristán Narvaja, que se extiende por más de diez calles y que funciona desde principios del siglo XX. Se consiguen desde frutas y verduras hasta los objetos más extravagan-tes, como una alcancía con la figura del Pepe Mujica. Hay artesanos y revendedores, y hay quien se acerca humilde-mente, pone una mesita y vende las cosas que ya no usa. Hay libros, discos de pasta, antigüedades, luminarias, jue-gos, muebles y por supuesto mates, bombillas y termos, porque el uruguayo es mate-dependiente.

SIGA AL SOL Si hay viento en La Brava, hay que ir a La Mansa. Si querés

buenas olas para surfear, hay que volver a la Brava. Si bus-cás una puesta de sol memorable, Solanas es la mejor entre todas las playas. Si el deseo nos lleva por el camino del agite, chicas y chicos lindos, hay que ir a la playa Bikini. En todo caso, sobran motivos para darse una vuelta por Punta del Este, el balneario más cool de Sudamérica. Partiendo de Montevideo, por la RN 1, se demora poca más de una hora en llegar.

Luis es un chofer-guía turístico que busca a sus pasajeros

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SE SIENTE COMO UNA ISLA

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31. Toreando en la campiña, Santa Teresa 2. “El escarabajo” y la rambla, símbolos montevideanos 3. El Polonio, el mate, las risas. 4. Cabalgata amorosa por el Parque Nacional Santa Teresa

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SE SIENTE COMO UNA ISLA

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MIS PAREDES BLANCAS IMPREGNADAS EN TU FOSFORESCENCIA

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MIS PAREDES BLANCAS IMPREGNADAS EN TU FOSFORESCENCIA

puerta a puerta y los lleva a recorrer los principales puntos de atrac-ción. El primer sitio por el que transitamos es la avenida Gorlero, la calle principal. Son las tres de la tarde y no hay un alma, todo el mundo está en la playa. Además, la calle comercial perdió protago-nismo con la construcción del Punta Shopping y el crecimiento de la Calle 20, que corre paralela.

Luego pasamos por el puerto, la Playa de los Ingleses, la Playa del Emir y la Playa de los Dedos, en la Parada 1 de la Brava. Acá está la famosa escultura de los dedos, donde los turistas se apiñan para la foto. “Significa la liberación de la humanidad –explica el guía-. Fue hecha en 1981 por el artista chileno Mario Irrazábal para un con-curso internacional de escultura moderna al aire libre. Acá está la mano derecha, y en Antofagasta, Chile, la izquierda”.

En el trayecto hacia “La Brava” –las playas del lado donde rom-pen las olas- pasamos por el barrio San Rafael. Luis señala casas y mansiones de empresarios poderosos, personalidades del jet set, la política y futbolistas de élite, sobre todo argentinos, uruguayos, brasileños. La vuelta sigue por la Barra, y su puente ondulado, la zona más popular del verano. En las noches, está repleto de bares y los autos van a paso de hombre.

El mini tour tiene su punto final hacia el atardecer en Casapueblo, la obra de Carlos Páez Vilaró, el artista uruguayo que murió dos veranos atrás y que construyó esta casa en los años 60 con sus propias manos.

Sobre los acantilados de Punta Ballena, con una vista imponente ha-cia el Atlántico y de frente a la puesta del sol, Páez Vilaró tuvo su fuen-te de inspiración constante. Casapueblo fue su hogar, pero al mismo tiempo atelier y museo, y desde siempre un ícono de Punta del Este. En cada ocaso, su voz clara, nítida, pausada, se replica en los altopar-lantes de la terraza: “...Gracias por dejar mis paredes blancas impreg-nadas en tu fosforescencia. Entre ventoleras y borrascas, cruzando ciclones y tempestades, lluvias o tornados, pudiste llegar hasta aquí, para irte silenciosamente frente a nuestros ojos. Porque tu misión es partir a iluminar otros sitios… ¡Adiós Sol! Mañana te espero otra vez...”

LLUVIA DE ESTRELLASDicen que fue “El francés”, un viajero galo que se afincó en es-

tos pagos en los años 80, quien vio el potencial turístico de Cabo Polonio y comenzó a traer mochileros desde Barra de Valizas a través de las dunas, en un camión todoterreno. Antes, quienes se

1. Como sacado de una película de Olmedo&Porcel, pero en Montevideo 2. Carretero solar, playa sur del Cabo Polonio 3. La alcancía matera del Pepe Mujica, ex presidente4. Miembro de la comparsa Cuareim 1080 listo para tocar en las “Llamadas” 5. Casapueblo, la obra maestra de Paez Vilaró, Punta del Este

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LA CIUDAD VIEJA ESTA LLENA DE RELATOS Y PERSONAJES

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aventuraban, solo podían llegar caminando por los médanos. Hoy en día, llegar no es tan complejo. Desde Punta del Este,

tomamos la RN10 y atravesamos el nuevo puente sobre la Laguna Garzón, la frontera del departamento de Maldonado con el de Rocha. Desde ahí, son poco más de cien kilómetros hasta la Puerta del Polonio, la terminal ubicada a unos cinco kilómetros de Barra de Valizas, donde una flota de camiones entra y sale continuamente. La travesía es entretenida y agi-tada; hay que pasar por un bosque y luego por unas dunas hasta entrar en la playa y recorrer el último tramo por la are-na, frente al mar.

El Polonio se siente como una isla. Rodeado de mar hacia un lado y el otro, tiene dos playas: la norte o Calavera, don-de están la mayoría de los “ranchos”, las construcciones de madera más añejas, precarias y coloridas; y la Sur, donde se asentaron los nuevos ranchos, un tanto más sofisticados.

Cabo Polonio comenzó a poblarse con la llegada del pri-mer farero, hace más de 130 años. En estas latitudes, las brú-julas de los marinos enloquecían y los barcos naufragaban constantemente, hasta que instalaron el faro. Por eso es que a la playa Norte la apodaron Calavera, por naufragios como el de la fragata portuguesa Leopoldina Rosa, que se hundió en 1842 dejando doscientos muertos y unos cien sobrevi-vientes, entre ellos muchos vascos, como los familiares de don Pancho Lujambio, dueño del almacén El Templao.

El almaceń además funciona como un museo. Está lleno de objetos que don Lujambio fue recolectando por la zona: piedras, boleadoras y morteros que usaban los indios come-chingones; radios y balanzas de distintas épocas; lámparas y restos fósiles. “Mirá esos candiles; funcionaban con aceite de lobo, tengo la historia de la luz . Y por acá, tengo garras de la megafauna, gliptodontes, osos perezosos gigantes, bichos que ya no existen”, dice Lujambio, mientas por la puerta se cuela el resplandor del ocaso.

En el Cabo no hay luz eléctrica ni agua corriente; la energía viene de generadores que se encienden unas horas al día. Al-gunos ranchos tienen paneles solares y unos pocos, molinos eólicos. La Perla del Cabo es una de las primeras posadas; es un coqueto alojamiento de habitaciones con vista al mar en la Playa Norte, con un restorán exquisito y la mejor barra del Polonio.

Pero el encanto de las noches no está ni en los bares ni en la única disco que existe. Sino en mirar el cielo y descubrir las una y mil constelaciones, la lluvia de estrellas, para no querer salir de allí nunca jamás.

DIABLOS Y SANTAS No es fácil salir del Polonio, pero lo logramos. Una vez en

Barra de Valizas, transitamos la ruta 16 hasta la RN 9, y de ahí derechito a Punta del Diablo, un viaje de una hora. Acá nos recibe Fabio Gazzola. Veinte años atrás, Fabio abrió La Casa de las Boyas, un hostel “de categoría”, con espacios co-munes, departamentos familiares, una pileta y un restaurante que está entre los mejores de esta playa.

1. La Mama Vieja, personaje emblemático de las Llamadas de Carnaval, Montevideo 2. Playa Calavera, lado Norte del Polonio 3. En cada ocaso, la voz de Paez Vilaró despide al sol en Casapueblo 4. Grandes edificios y hoteles frente a Playa Mansa, Punta del Este 5. “Lluvia de Estrellas”, Cabo Polonio 6. Punta del Diablo, pueblo de pescadores 7. Percusionista durante el desfile de las Llamadas, Montevideo 8. La libertad voleibolística, Playa Ramírez, Montevideo 9. Se armó la milonga, un bar de la Feria Tristán Narvaja

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LA FIESTA MAS GRANDE DEL PAIS

“Siempre me gustó la naturaleza, el campo, la playa; surfeo desde los trece años –dice Fabio-. Cuando empecé a recorrer la costa, pasaba por Punta del Diablo y paraba en un restorán en la punta. Era un pue-blito de pescadores pequeño, sin turismo, y eso era lo que más me gustaba. Pero decían que no había olas. Uno de esos días, mientras comía, ví que en Rivero, la playa siguiente, sí había. Y me mandé”.

Al descubrir las olas, Fabio alquiló una casa y se quedó surfeando. Terminó comprando la duna donde se había parado a ver las olas, y construyó su hostel. “Quería poder mirar lejos, tener el mar enfrente”, cuenta. Corría el año 1990 y nadie imaginaba que Punta del Diablo se convertiría en el pujante balneario que es hoy.

Cabalgando por las dunas, llegamos rápidamente al Parque Nacio-nal Santa Teresa, que está custodiado por los militares que administran el camping y cuidan del zoológico –que resguarda especies exóticas-, el vivero y las demás instalaciones.

Un día después viajamos con Mariana Rovira, que al volante de su adorada camioneta Mahindra 4 X 4 propone dar una vuelta por el

parque y más allá, hacia la Estación Biológica Potrerillo de Santa Tere-sa, una reserva de 715 hectáreas de praderas, bañados, monte y costa de laguna. Ubicado en el margen noreste de la Laguna Negra -un ojo de agua enorme y precioso-, La Estación es un paraje en el que viven ñandúes y carpinchos, martinetas y chingolos, garzas y tordos. Primero andamos por un sendero de árboles en galería hasta la costa de la laguna y luego subimos a un mirador, poco antes del atardecer. A un lado, los bañados, al otro la pradera. currida. A un lado, la Praia do Canto, con su gran muelle y los cientos de barquitos pesqueros; del otro, las tiendas de las grandes marcas. Un poco más lejos, el monumento a los pescadores que simulan estar tirando de sogas que arrastran ballenas.

Los postes de luz se encienden y le dan un tono amarillento a la peatonal. El cielo se va transformando del celeste puro a un azul más oscuro, casi negro. Es el momento para sentarse a tomar una caipirin-ha, brindar por un gran día. Y por el comienzo de lo que promete ser, también, una gran noche.

Típica arenga de las vedettes, “previa” del desfile de las Llamadas

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+INFO URUGUAY

Viaje: Recorrer la costa uruguaya en auto con un mate bajo el brazo, bo’.Lugares: Montevideo, Punta del Este, Cabo Polonio, Punta del Diablo.Actividades: Visitar el mueso del Carnaval y La Vieja Telita, no ahogarse en Punta (con los precios), vivir sin electricidad en Polonio, descubrir a D’s en el Diablo.

Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com

City tour Montevideo. Por la Ciudad Vieja, el Mercado del Puerto, el Microcentro, la Plaza Independencia, el Palacio Legislativo, los barrios de “El Prado”, Carrasco, Punta Gorda y Pocitos. U$D 33Barco rápido a Colonia. Con bus en conexión a Montevideo, ida y vuelta. Salidas los días viernes. Alojamiento con Desayuno en Montevideo y Punta del Este. AR$ 6289

PASEOS Y EXCURSIONES

En avión. Por Aerolíneas Argentinas, en temporada baja (abril a noviembre): U$D 190; en alta (marzo de 2016): U$D 211.

COMO LLEGAR

Conrad Punta del Este Resort & Casino (5*). Espléndida ubicación en el paseo marítimo. Cerca del Casino Nogaró. 294 habitaciones con balcón, conexión para iPod. Spa con masajes y tratamientos faciales. Disco y piscina al aire libre. Por persona en base doble con desayuno: desde U$D 69. Abril y mayo de 2016.After Montevideo (4*). Cerca del Puerto del Buceo y Museo Oceanográfico. 92 habitaciones. Piscina al aire libre, gimnasio, servicio de limusina Por persona en base doble con desayuno: desde U$D 28. Marzo a mayo de 2016.La Capilla (3*)/ Punta del Este. Cerca de Club Cantegril y de Playa Brava. 37 habitaciones con balcón. Piscina al aire libre, jardín sala de juegos electrónicos o de mesa. Estacionamiento para casa rodantes. Por persona en base doble con desayuno: desde U$D 26. Marzo y abril de 2016.

DONDE DORMIR

Francis, en Montevideo. Alberto Latarowski, el dueño, era empresario textil que, a fuerza de crisis y quiebra, devino en gastronómico. Se especializa en pescados y mariscos; los chipirones a la plancha son deliciosos. También hay parrilla y pastas. (francis.com.uy). Lo de Dani, en Cabo Polonio: “El Dani” es nativo del Polonio, hoy es referencia culinaria. Con él, hay que comer buñuelos de algas y cazón con salsa agridulce (en FB: Lo de Dani Cabo Polonio). Il Tano Cucina, en Punta del Diablo. Luciano Raimondo es santafesino, pero aprendió el arte de las pastas en Italia, donde vivió quince años. Acá, las combina con la pesca del día y los mejillones que él recolecta (iltanocucina.com).

DONDE COMER

Marzo es un buen mes para las playas de Uruguay: el agua está más caliente que en enero y hay poca gente.

CUANDO IR

En auto. Con Avis, Montevideo-Punta del Este, 7 días, Económico, km libre: desde U$D 304. Marzo a Mayo de 2016.En crucero. 4 días y 3 noches en Costa Cruceros a Montevideo y Punta del Este. Camarote interno doble + 5 comidas + entretenimiento y actividades a bordo. Por persona, desde U$D 591. Salida: 21 de febrero de 2017.

COMO MOVERSE

Visitar Garzón, un pequeño pueblo de unos 200 habitantes con una laguna, una plaza, la capilla y la antigua estación de tren. Se accede desde Punta del Este por la ruta 9. El lugar fue “descubierto” en el año 2001 por Francis Mallmann, quien instaló “El Garzón”, un hotel y restaurante con su sello en el viejo Almacén de Ramos Generales. A su alrededor, se instalaron algunos restoranes más, convirtiéndolo en un polo gastronómico.

TIPS

PASAJE AEREO URUGUAYTarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires.

Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares

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[Patagonia]

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PATRI

DE LAHUMA

S I T I O S D E C L A R A D O S

P O R L A U N E S C O

MONIO

NIDADTextos & fotos: Pablo Sigismondi

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La policía me encontró acurrucado dentro de la bolsa de dormir. Nunca sabré cómo me descubrieron. Supongo que, tal vez, alertados por la linterna, o por el olor a quemado y el humo que salían de la cueva. Dormía a metros del templo mayor, el de la Urna, al final del lar-go recorrido por esta maravilla excavada en la roca del Wadi Musa, el Valle de Moisés. Estaba en Petra, la ciudad que los nabateos comenza-ron a esculpir en las paredes de la montaña y que, veinte siglos después, la está regresando a su seno amorfo por acción de la naturaleza. Nada pude hacer para evitar la multa que pa-garía al siguiente día. Ni tampoco supe si ha-bía valido la pena la aventura. Recién meses después descubriría el hechizo registrado en el celuloide. El cielo me había recompensado.

PETRA

Petra, en Jordania, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1985

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8 0 / Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO

Nada banal sucede en Normandía. Una porción de sus costas le de-ben casi toda su fama a la marea. En algún momento -cíclicamente, cada doce horas- unas impetuosas olas entrarán a la bahía de Mont Saint Michel “como en una carrera de caballos al galope”, como dice el lugareño Mathieu. Entonces, otra vez más se reunirán la obra hu-mana con la obra de la naturaleza. El templo que se eleva en lo alto del promontorio rocoso, dedicado al Arcángel San Miguel, comenzó a ser construido en el siglo VII para detener a un dragón que aterro-rizaba desde el mar a los pobladores. Hoy, el encuentro a diario del templo y el mar enamora a quien lo atestigüe. Cuando en la bajamar el mar vuelve a alejarse, deja una capa de charcos donde el monte se refleja como un Narciso, hasta que el mar regresa para apaciguar su soledad y su ego.

MONTE SAINT MICHEL

Monte Saint Michel y su bahía, en Francia, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1979

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Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO 8 1

Los Moáis no duermen. De noche, en la Isla de Pascua, esas estatuas de pie-dra monolítica continúan con la observación del cielo que, aunque nublado, alberga en su profundidad millones de estrellas. Sería fácil creer que ellas los inspiraron, porque en el imaginario popular la tierra de los Moáis sigue siendo el escenario obligado para cualquier ufólogo en búsqueda de vida extraterres-tre. Aunque estos monumentos parecen “llovidos del cielo”, se sabe a ciencia cierta que fueron tallados en la toba volcánica del Rano Raraku por los rapanui, ancestral pueblo de la Polinesia. De los más de 900 Moáis descubiertos, casi la mitad permanecen en las laderas en donde fueron esculpidos. Solamente el pukao o cabellera (a veces confundida como sombrero) provenía de otro crá-ter, el Puna Pau. Una vez labrados eran misteriosamente transportados a los ahu, las plataformas ceremoniales desde donde protegían a los distintos cla-nes. Desde hace siglos, respiran el aire frío y húmedo de la noche meridional.

RAPA NUI

Parque Nacional de Rapa Nui, en Chile, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1995

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8 2 / Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO

En medio del desierto yemení, como salida de la nada, aparece una ciudad. ¿Es un espejismo? Tal vez, porque la legendaria reina de Saba -sobera-na del incienso y la mirra, preferida del rey Salomón- alguna vez caminó por este lugar, conocido como Shibam Hadramut. La ciudad amurallada, data del siglo XVI y es conocida como la “Manhattan del Desierto”, por su construcción vertical. Asentada en un punto estratégico de las rutas de las caravanas, en ella impresionantes edificios de adobe en forma de torres, los bayts, parecen brotar de la misma arena. “Los techos y sus sombras sólo nos resguardan del calor. Nuestro vínculo primordial es con la arena y con el sol”, dicen sus habitantes. Sólo una vez el agua brotó donde no debía y destruyó la vivienda que estaba en una esquina. La leyenda local afirma que sus dueños se fueron a Egipto, olvidaron una canilla abierta y el edificio se desmoronó! ¿O acaso no habrá sido la reina de Saba que, salida de Las mil y una noches, en el apuro por visitar a su amado, dejó el agua correr?

SHIBAM HADRAMUT

Ciudad vieja amurallada de Shibam, en Yemen, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1982

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Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO 8 35

Son las 6 de la mañana en punto en la costa dálmata de Croacia. Las iglesias comienzan a dar sus reglamentarias campanadas, como poseídas por la mística cristiana más antigua. Dubrovnik o “la perla del Adriático” (conocida anteriormente como Laus y Ragusa) se sitúa al pie del monte San Sergio, cuyas laderas abruptas caen a pique sobre el mar. La ciudad, de catorce siglos de antigüedad, amurallada y protegida por dos kilómetros de altas paredes, conserva su centro gótico y renacentista, restau-rado después de haber sufrido terremotos y guerras. Allí igle-sias, monasterios y palacios están envueltos por innumerables leyendas. Como la que cuenta que, al naufragar su embarca-ción, Ricardo Corazón de León hizo construir la catedral para agradecer que se hubiera salvado.

DUBROVNIK

Ciudad vieja de Dubrovnik, en Croacia, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1979

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8 4 / Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO

El monje camina soberbio, erguido, abriéndose paso entre la multi-tud. Mira con altivez. Viste una túnica morada y en sus manos sos-tiene un collar de perlas. Detrás, una multitud de carros, bicicletas y vendedores ambulantes cubren la fachada del Jorkang, corazón espiritual de Lhasa, capital del Tíbet, el templo más sagrado del bu-dismo. El sitio está repleto y la gente no deja de ingresar. Tashi delei, “¡Bienvenidos!”, gritan sus pobladores como señal de recibimiento. Frente al templo, los devotos levantan sus manos por encima de la cabeza, la bajan tres veces a la altura del pecho y se prosternan en el piso. Es el koutou. Otros empujan las pesadas ruedas de bronce que circundan Jorkang, caminando en el sentido de las agujas del reloj, para que sus oraciones lleguen a los dioses. De fondo, resuenan los ecos del mercado.

JORKANG

Conjunto histórico del Palacio del Potala en Lhassa, China, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1994

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Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO 8 5

Nunca faltan las clásicas cuitas con la India: el “atraso”, la gente por doquier, los animales en las calles. Sin embargo, los templos de las Cuevas de Ellora lo re-compensan todo. Levantados sobre un acantilado de dos kilómetros de exten-sión, forman un conjunto de treinta y cuatro monasterios construidos entre los siglos VI y X. Se trata de santuarios budistas, hinduistas y jainistas que ilustran el espíritu de convivencia de la vieja India. En especial, es importante el Templo Kailash, esculpido desde arriba hacia abajo en una sola sección de granito. Sus dimensiones tan colosales (91 metros de profundidad, 46 de ancho y 43 de al-tura) obligaron a remover dos millones de toneladas de roca durante un siglo de trabajo. Decorada con miles de figuras mitológicas, representa el sagrado monte Kailash, la morada de Shiva. Cuando el templo fue terminado, la mitología afirma que “en el cielo, los dioses se reunieron tranquilamente para ser testigos de ese acontecimiento trascendental y hoy, cuando ellos cabalgan en carros celestiales, dicen llenos de asombro que el templo de Kailash tiene existencia propia”.

ELLORA

Grutas de Ellora, en India, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1983

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8 6 / Pat r i m o n i o d e l a H u m a n i d ad U N E S CO

Al suroeste de la capital egipcia, sobre la margen izquierda del Nilo, un conjunto monumental quedó atrapado en medio de la mancha urbana de El Cairo. Desde lejos, sus siluetas se adivinan entre edi-ficios y aire contaminado. Basta sin embargo caminar fuera del cir-cuito masivo para que mucha luz amarilla y ocre salpique por todos lados el aire del desierto. Allí, la civilización faraónica desarrolló un conjunto de monumentos de valor histórico, artístico, sociológico sin par. Cuando el culto al Sol se convirtió en preeminente durante la IV Dinastía, el faraón Keops y sus sucesores, Kefrén y Micerino, levantaron las pirámides en Giza, en cuyo interior se encuentran las tumbas que testimonian la creencia de la transformación del rey en Sol. Keops, la mayor de las pirámides, fue terminada hace unos 4600 años y tenía entonces, una altura de 146 metros y 230 metros de base. Consideradas una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, son objeto de numerosas teorías esotéricas. ¿Qué hubiera sido de Egipto sin las pirámides? ¿Alguna obra humana podrá resistir el paso de milenios como ellas?

GIZA

Menfis y su necrópolis – Zonas de las pirámides desde Guiza hasta Dahshur, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1979

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Una abeja contempla su panal, el ayuntamiento metropolitano de Tokio

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TOKIOTEXTO: PABLO PERANTUONO FOTOS: JUAN ULRICH (BYN) Y SHUTTERSTOCK (COLOR)

PARADOJAS DE UNA COLMENA

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9 0 / To k i o

1

asu tiene 48 pero parece de 35. Es elegante, como lo son casi todos aquí en Tokio, y alto (1,87), como lo son muy pocos. Yasu, que es economista y trabaja en la agencia de noticias oficial japonesa, vivió varios años en Nueva York, etapa que le brindó, además de su inclinación por los martinis, un inglés fluido que se agradece en el diálogo. Al contrario de lo que se pueda creer, así como es difícil encontrar gente calva o rubia -vicisitudes de la genética local–, tampoco es fácil hablar en inglés en las calles de

Japón. A Yasu, claro, lo saludamos sin hacer contacto, apenas moviendo la cabeza. Así se presentan todos aquí, por más que sean amigos íntimos, por más que hace mucho no se vean. No hay abrazos en esta fascinante colmena insular, como no hay obesos, hedores o exaltaciones.

La tierra que cautivó a Borges por la cortesía de su gente es la tierra que vivió la primera mitad del siglo XX en guerra, amenazando y amenazada; atacando y devastada. Un pueblo con cánones altísimos de eficiencia y con escasa capacidad de frustración. Aquel infierno -las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, la ocupación posterior y demás- cambió la arquitectura emocional del país. “El honor, el mal entendido honor, es lo que nos ha condicionado. Muchas cosas equivocadas hemos hecho por el honor”, explica Yasu, tratando de encontrar las razones de ese pasado atroz.

Como Japón, Tokio es un lugar de paradojas, una cúspide de atributos entre los que sobresale el orden, la pulcritud y la calma. Pero la calma, aquí, más que un estado emocional o una categoría ética se parece más a un producto: como el tren bala o el sushi, la

Y

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To k i o / 9 1

4 5

63

Esplendor colorido de Akihabara, el centro tecnológico de Tokio

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tranquilidad funciona como un servicio, uno más de los tantos por los que descuella esta urbe de más de 13 millones de habitantes. Así como los subtes llegan a horario y salen a término y eso constituye una de las tantas formas de respeto, así como todo aquel que tenga un asomo de tos o de malestar sale de su casa con barbijo, también el silencio -o el murmullo- es una manera de respetar al prójimo, un modo de no invadir el espacio auditivo, de no perturbar.

Esa afición por el servicio también se aprecia en la calle. Pese a sus dificultades con el inglés, conmueve ver a la gente explicarle a los turistas cómo llegar a un lugar: lo hacen con una devoción tal que te despierta una imprecisa incomodidad, la sensación de no merecer tanta atención espontánea. El problema es nuestro, claro. Nuestra lógica porteña -un amasijo irrespetuoso de enfatizaciones, hipérboles y desdenes varios- no puede quedar más al descubierto ante la subordinación al deber y el minimalismo corporal de estos tipos. Un océano gestual nos separa. Un abismo moral nos diferencia.

Con los días, cuando esa gentileza ya no sorprenda y podamos observar otros gestos de la gente, nos cuestionaremos la naturaleza real de esa cortesía. Quedará flotando una pregunta: ¿es esa amabilidad la punta del iceberg de algo grandioso y verdadero? ¿O es, en rigor, la manifestación superficial del “deber ser” japonés, una personalidad que, por debajo, alberga las mismas ondulaciones morales que las nuestras? Y otra más: ¿Qué instantánea explica mejor a Tokio: ese cuidado extremo por el turista y por el espacio público o la lúgubre imagen de ver gente sola durmiendo, sentada, en el salón subsuelo de un Macdonals? “Probablemente ambas”, explica Yasu.

LA CIUDADSi hablamos de profundidades hay que hablar del Tokio subterráneo.

Debajo del asfalto palpita una deslumbrante red de construcciones que dejaría boquiabierto a cualquier arquitecto argentino. Es curioso cómo algunas calles del centro pueden estar prácticamente vacías, transmitiendo la sensación de cierta desolación, pero bajando una escalera el panorama cambia por completo. En sus enormes galerías subrepticias, Tokio tiene su lado B. Decenas de miles de tokiotas, vestidos a la moda como Yasu, van y vienen, por lo general solos, hacia sus trabajos, poniendo en movimiento la enorme rueda del capitalismo global. Tokio es un dínamo universal: la energía producida en esta solapa de Oriente alimenta el mundo.

Contrario a lo que estamos acostumbrados por estas latitudes, salvo

Panadería cercana al templo de Asakusa

La Tour de Tokio

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Salsa picante, palitos y el menú en un típico restó japonés

El edificio principal de Asahi Beer con su escultura en el techo

La elegancia de la mujer japonesa, barrio de Shibuya

Esperando al comensal, alrededores del templo de Asakusa

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por la naturaleza -que no es poco, claro-, esa ciudad enterrada no tiene nada que envidiarle a la de arriba. Es tan pulcra, ordenada y brillante como la otra, con personal constantemente limpiándola y poniéndola en condiciones. Son trece las líneas de subte que tiene la metrópoli, lo que determina, lógicamente, que cada rincón esté comunicado. Lo utilizan 2500 millones de pasajeros por año, siendo el segundo subway más usado del mundo detrás del de Moscú.

Como un animal mitológico, el Tokio a cielo abierto era, en cambio, un espacio que nos generaba, a la distancia, intriga y respeto. Cuando lo recorremos, descubrimos que ese Tokio estalla de avenidas amplias, puentes, jardines, rascacielos y templos (a pesar de ser budista, Japón parece un país más laico que clerical). Si tuviésemos que definir su personalidad podríamos decir que, en su abrumadora mayoría, esa ciudad, la de las postales y los espacios públicos, es amable, callada, suavemente narcisista, sigilosa. Como Yasu. Un tigre asiático milenario; la posible extensión del carácter de su gente.

Pero no en todos lados es así. Hay sectores en los que la ciudad se permite el caos, la contaminación visual, la compulsión, la hostilidad callejera, el ruido. Es un Tokio lisérgico, posmoderno y crispado. El Tokio de la literatura de Murakami. Ese aspecto aparece en Akihabara, por ejemplo, la zona comercial de Chiyoda, uno de los distritos más importantes del centro de la ciudad, que recorremos de punta a punta. Caminar por ese enclave es sumergirse en una fiesta de consumo: manzanas y manzanas atiborradas de locales

cuyos disparos de neón prometen felicidad a cambio del último Iphone. Miles de Tokiotas y extranjeros se arriman y pululan por este pliegue de la ciudad -como si en el barrio de Once en vez de telas vendieran tablets- para subirse al último grito de la moda tech. Los locales tienen varios pisos divididos por rubros (smartphones, TVs, hogar) y conviven, uno al lado del otro, con negocios de cadenas internacionales de comida rápida.

Aquí queda develada otra faceta brutal de la personalidad de su gente: la pulsión por el gasto, a niveles de Beverly Hills.

Esa faceta vuelve a revelarse en Asakusa, un distrito de Tokio central que fatigamos a pie y en el que se levanta el Sensoji, el templo más antiguo de la capital. La atracción de la zona está dada por el templo pero mucho más por el enorme mercado -pequeñas tiendas- que se emplaza en las calles que confluyen hacia él. Mientras la recorremos, podemos ver cómo una plaga de personas, como si fueran langostas, invade la zona comprando artesanías y productos tradicionales, desde abanicos a lámparas de papel. Por momentos el clima se torna asfixiante. Nos vamos.

Más al oeste de Tokio encontramos Akasaka, en el distrito de Miato, un sector residencial en el que, por sus peatonales, sobresalen los restaurantes, negocios de ropa y pubs. El pulcro aspecto de sus tardes contrasta con lo que ocurre en las sombras de la noche, cuando se desata una verdadera proliferación de chicas que ofrecen sus servicios en casas de masajes. Allí Tokio cambia de piel: el cordero se transforma en lobo. Yasu, nuestro amigo, se afloja la

La torre de Tokio, abeja reina

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Templo Sensoji

Tráfico humano en la gigantesca red subterránea del metro de Tokio

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corbata en la barra de un pub y se pide un Black Label. Su mirada chispeante ofrece un destello nunca antes visto: de madrugada, los tokiotas se animan a atisbar sus pasiones, a caminar por la alfombra del pecado sin dejar rastro. Allí y en la cancha de fútbol -el núcleo duro de las hinchadas no para de alentar y saltar en todo el partido- es donde Japón revela su costado más sanguíneo, donde saca sus colmillos, donde deja de lado la corrección y la racionalidad y se permite un frenesí.

Nos despedimos de Yasu pensando en los vericuetos la su ciudad y de su gente. Mientras dejamos atrás el bar y las peatonales, nos acordamos del libro del español Carlos Rubio El Japón de Murakami, el libro que aborda la influencia del país, y sobre todo de Tokio, en la literatura del celebrado escritor. Allí hay un párrafo que sintetiza con precisión las paradojas y el pulso de esta ciudad cuya energía colosal nos recuerda a Nueva York. “En el Tokio actual conviven lo más moderno y lo más tradicional, la cara que se enseña y el corazón que se oculta; a pocos pasos de las estaciones-hormiguero, los rascacielos y las avenidas llenas de luces de neón, perviven los pequeños santuarios sintoístas, las tabernas populares, los vecindarios con minúsculos huertecillos y baños populares. La aldea y la megalópolis están una al lado de la otra”.

ES UN DINAMO UNIVERSAL, LA ENERGIA PRODUCIDA EN ESTA SOLAPA DE ORIENTE ALIMENTA EL MUNDO

Rezo escoltado, templo Sensoji

En el barrio Akihabara hay gigantescas tiendas de electrónica

Niña atando sus omikuji (papelitos de la fortuna), templo Sensoji

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+INFO TOKIO

Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com

Viaje: “Janguear” con un tokiota por Akihabara, Asakusa y Akasaka.Lugares: El distrito Chiyoda, el distrito Miato, el templo Sensoji.Actividades: Meterse en el segundo subway del mundo, visitar la realidad de neón de Akihabara, tomar un Black Label en un bar de Akasaka.

En avión. Por American Airlines y United Airlines, en temporada baja: U$D 1500; en alta: U$D 1900. De marzo a noviembre de 2016.

COMO LLEGAR

Hyatt Regency Tokyo (5*). Junto al parque central de Shinjuku. Gimnasio y piscina cubierta, masajes y tratamientos de belleza. Siete restaurantes. Por persona en base doble: desde U$D 155. Abril y mayo de 2016.Sheraton Miyako Hotel Tokyo (4*). Cerca del Museo Teien de Arte Metropolitano, cerca de la estación de metro de Shirokanedai. Spa, centro de wellness, piscina. Tres bares. Por persona en ase doble: desde U$D 145. Entre marzo y mayo de 2016.Citadines Tokyo Shinjuku (4*). Frente a la Oficina de Atención Ciudadana de Shinjuku y cercano a seis líneas de tren, el metro y discos. Bar, teatro, banco. Por persona en base doble: desde U$D 100. Entre marzo y mayo de 2016.

DONDE DORMIR

Una rareza, pero de elite: un restaurante israelí en Tokio. Se trata de Shamain, (shamaimtokyo.com), donde se puede disfrutar de todos los sabores de la comida israelí a cambio de un tarifa fija (2100 yenes). En Akasaka Tantei (akasakatantei.com), un refugio encantador en el centro del distrito de Mirato, se come pescados, frutos de mar y salsas: el sabor de la mejor comida costera tradicional, sobre todo de Okinawa. Mugitoro restaurant (mugitoro.co.jp/) sirve comida saludable (cebada y poroto: la especialidad) con la excelente vista del río Sumida, en Asakusa, una de las zonas más tradicionales del noroeste de Tokio.

DONDE COMERLa mejor época del año es el lapso que abarca desde el fin del verano hasta el fin del otoño (agosto a noviembre), siendo el mejor mes octubre, cuando la afluencia del turismo no es tanta y los colores de la vegetación se avivan. El verano no es propicio por sus altísimas temperaturas; la primavera es agradable, aunque mayo y junio son meses bastante lluviosos.

CUANDO IR

TIPSEs casi ineludible adquirir, antes de viajar, el Japan Rail, el pase de tren que permite usar libremente todas las vías férreas de la zona de Tokio y alrededores. Al ser una ciudad plana, con poco tránsito y buena señalización, Tokio también es un lugar amable para el ciclista (yes-tokio.es/tokio-en-bici.php). Si bien casi no hay feriados en Japón y los domingos son días laborales, una de las mejores opciones para esos días es disfrutar de los parques y las plazas, sobre todo en la zona de Chiyoda –cuyo significado es “campo de mil generaciones”-, donde se emplaza el Palacio Imperial -una edificación gigante que ocupa un 12% del área total del barrio-, la Suprema Corte y la residencia oficial del Primer Ministro.

Ceremonia del Té. Visita a Sado, el Centro Cultural de la Ceremonia del Té, que es una de las artes tradicionales japonesas. Dura 70 minutos, es diario. Con degustación. U$D 116.Excursión al Monte Fuji. 4 días, 3 noches. Trasados, city tour, salida los lunes. Paseo en barco por el Lago Ashi y subida al Monte Komagakate en teleférico. Incluye un almuerzo y salida en tren a Kioto. U$D 285

PASEOS Y EXCURSIONES

PASAJE AEREO TOKIOTarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires.

Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares

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