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EL RETABLD MARAVILLDSO DE LA TÍA FINGIDA 1 Pedro Tena Todos podemos encontrar obras donde la trama se basa en la anagnórisis fi- nal. Sin embargo, en La tía fingida no sólo adivinamos una segunda ficción en cada aspecto de las protagonistas, que las entronca de manera decisiva con el mundo celestinesco, sino que esta doblez también se descubre, en tanto leemos, por medio de la peculiar nominalización y tratamiento que se lleva a cabo con Claudia y Esperanza, ya por parte de los personajes ya por el escritor muy especialmente. Nada más empezar por el título, el lector advierte que ha de presentarse ante la obra como testigo vivencial de unos acontecimientos que, a causa de una posible doble ficción, quizá tenga que aclarar. Tanto desde el punto de vista social como literario, se puede plantear la duda de si el texto reflejará un cuadro de los bajos fondos, de una mala vida teñida de celestinismo o, por el contrario, será cualquier historia en donde surge sin más consecuencias una mujer que aparenta ser un familiar, en este caso tía de una joven. Empiezan los manejos del autor. Las pruebas que nos orientarían hacia la primera consideración se hallan en la misma sociedad de la época, ya que mujeres que pretenden pasar por señoras alquilaban los servicios de viejas que fingían ser sus madres o sus tías. En textos literarios asimismo aparecen historias en que tía se relaciona con lo celestinesco. Así, se ha de estar atento, pues un conjunto de posibles apariencias pue- de levantarse, un entorno de bajos fondos en los que la herencia de la famosa alcahueta se siente rondar. De hecho, la huella de Celestina parece reflejarse en el ámbito de la acción. Se ha pensado con frecuencia que Salamanca fue el escenario de la obra de Rojas. Esta idea toma valor fijándonos en las imitaciones, influencias o 1. Utilizamos para nuestras citas el texto de la Biblíoteca Colombina (BC), y del manuscrito Porras (MsP) contenidos en el tercer tomo de la edición M. de Cervantes, Novelas ejemplares. J.B. AvaHe-Arce, Madrid, Castalia, 1985 2 283

El retablo maravilloso de «La tía fingida»

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EL RETABLD MARAVILLDSO DE LA TÍA FINGIDA 1

Pedro Tena

Todos podemos encontrar obras donde la trama se basa en la anagnórisis fi­nal. Sin embargo, en La tía fingida no sólo adivinamos una segunda ficción en cada aspecto de las protagonistas, que las entronca de manera decisiva con el mundo celestinesco, sino que esta doblez también se descubre, en tanto leemos, por medio de la peculiar nominalización y tratamiento que se lleva a cabo con Claudia y Esperanza, ya por parte de los personajes ya por el escritor muy especialmente.

Nada más empezar por el título, el lector advierte que ha de presentarse ante la obra como testigo vivencial de unos acontecimientos que, a causa de una posible doble ficción, quizá tenga que aclarar.

Tanto desde el punto de vista social como literario, se puede plantear la duda de si el texto reflejará un cuadro de los bajos fondos, de una mala vida teñida de celestinismo o, por el contrario, será cualquier historia en donde surge sin más consecuencias una mujer que aparenta ser un familiar, en este caso tía de una joven. Empiezan los manejos del autor.

Las pruebas que nos orientarían hacia la primera consideración se hallan en la misma sociedad de la época, ya que mujeres que pretenden pasar por señoras alquilaban los servicios de viejas que fingían ser sus madres o sus tías.

En textos literarios asimismo aparecen historias en que tía se relaciona con lo celestinesco.

Así, se ha de estar atento, pues un conjunto de posibles apariencias pue­de levantarse, un entorno de bajos fondos en los que la herencia de la famosa alcahueta se siente rondar. De hecho, la huella de Celestina parece reflejarse en el ámbito de la acción.

Se ha pensado con frecuencia que Salamanca fue el escenario de la obra de Rojas. Esta idea toma valor fijándonos en las imitaciones, influencias o

1. Utilizamos para nuestras citas el texto de la Biblíoteca Colombina (BC), y del manuscrito Porras (MsP) contenidos en el tercer tomo de la edición M. de Cervantes, Novelas ejemplares. J.B. AvaHe-Arce, Madrid, Castalia, 19852

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comentarios que tuvo La Celestina, en textos que o dan noticias sobre esta ciudad o sitúan el drama en ella.

Es ahora cuando el estudioso va poco a poco desarrollando unos juicios que, aún no precisos, le dirigen a algo sospechoso: el sentir del delito, de la prostitución y del engaño celestinesco. Esto se acentúa al saberse que las ra­meras preferían desenvolverse, sobre todo, en poblaciones con puerto, o uni­versidad por ser los estudiantes muy asiduos a los burdeles.

Siendo estas apreciaciones muy vagas para iniciar el camino de una lec­tura sin obstáculos de misterio, el autor no deja de crear nuevos recelos a fin de que se barrunte la auténtica vía. De esta manera dice:

[ ... ] dos estudiantes mancebos, más amigos del baldeo o rodancho que de Bár­tulo o Baldo, [ ... ] [BC].2

[ ... ] dos estudiantes mancebos y machegos, más amigos del baldeo y rodancho que Bártulo y Baldo, [ ... ] [Msp].3

Si ahora nos acercamos a la obra de Sancho de Muñón, La Tercera Celes­tina, leeremos lo siguiente sobre Calventa, mujer que tenía su principal clien­tela entre los universitarios:

Celestina. [ ... ] Tomaras, ¡maldita seas!, exemplo de nuestra vecina la Calventa, que primero recibe que da: si no traen dineros, que dexen prendas [ ... ] ¿No miras­te la alhaja de atavíos, y la rima que tenía llena de decretos y Baldos y de Scotos y Avicenas y otros libros?4

Con ello, lo único que se pretende demostrar es que, hasta aquí, el lec­tor se ve frente a una realidad no demasiado clara, ante la cual no pue­de sino estudiarla con el propósito de satisfacer su interés por saber quién es esa tía fingida, qué hace en una ciudad que acoge la mayorita­ria opinión de haber sido testigo de los tejemanejes de la que fue llamada Celestina, cuál será el papel de unos estudiantes que empeñarían sus Bal­dos, etc.

Pero, por fin, el creador obliga a que se mire, como los dos jóvenes ha­cen, a lo que parece ser llave del argumento, sin que esto signifique que se halle de inmediato la justificación para el adjetivo titular, es decir, la tía fingi­da. Por lo pronto, hay dos pistas para llegar a la anagnórisis final de manera sutil:

[ ... ] y vieron en ella una celocia puesta, que otras veses no avían visto, y pare­ciéndoles cosa nueba, repararon, considerando que nouedad era aquélla, porque ellos sabían que en aquella casa no viuía gente que requiriese poner celocias en las ventanas; [ ... ] [BC]. s

2. M. de Cervantes, op. cit .. p. 325. 3. Ibidem, p. 349. 4. S. de Muñón. La Tercera Celestina. Madrid, Akal, 1977, p. 27. (El subraY'ddo es nuestro.) La presen­

cia de Baldos en la literatura celestinesca se ve también. por ejemplo, en la Segunda Celestina de F. de Silva, ed. Consolaci6n Baranda, Madrid, Cátedra. 1988. p. 172.

5. M. de Cervantes, op. cit., p. 325.

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[ ... ] vieron en una ventana de una casa y tienda de carne una celosía, y pare­ciéndoles novedad, porque la gente de la tal casa, si no se descubría y apregona­ba, no se vendía, [ ... ] [MsP].6

Basta pasear por la Roma de La lozana andaluza pard vincular el térmi­no de celosía con las cortesanas putas. Sobre las tiendas de carne, la literatura celestinesca es marco para muchas de ellas. Por lo tanto, vemos cómo nace de fonna más clara el lúdico recreo escritor-receptor, pues, si dudábamos en situar el fondo de la novela en el ambiente de la corrupción, ahora vamos eliminando titubeos.

Es en este instante cuando se centra el autor en la que será la protago­nista principal. Con ella las tenues claves empiezan a sucederse:

[._.] una señora forastera, medio beata y de mucha autoridad; [ ... ] y, a lo que parece, es gente honrada y de gran recogimiento; [ ... ] [BCJ.7

[ ... ] una señora forastera, medio beata y de mucha autoridad [ ... ] y según he juzgado es gente honrada y de gran recogimiento: [ ... ] [Msp].8

Sobran comentarios cuando resulta raro que una senora así no sea beata entera, y viva en lo que era tenido como burdel. El creador, a través del vecino oficial, revela entonces débilmente sus fines: no todo lo que se muestra a los sen­tidos es pura esencia. Y, si no, detengámonos en las siguientes expresiones:

[ ... ] a lo que parece, [ ... ] [BC].9 [ ... ] según he juzgado [ ... ] [MsP]. 10

En suma, nos adentramos en un mundo de apariencias, aunque a continua­ción se diga que,

[ ... ] el trato y el fausto de la tía no es de gente pobre. [BC]. 1I

[ ... ] el fausto y autoridad de la tía no es de gente pobre. [MSp].12

Luego con indicar que los estudiantes,

[ ... ] no ymaginaban que tal tía y sobrina uviese en toda ella, a lo menos para que viniese a morar y vibir en aquella casa, que lIeuaba de suelo habitar sienpre en ella mugeres que comúnmente el bulgo suele llamar cortezanas o enamoradas [BC]13

[ ... ] en toda ella no sabían que tal tía y sobrina hubiesen cursantes en su Univer­sidad, pl"incipalmente que viniesen a vivir a semejante casa, en la cual, por ser de buen peaje, siempre se había vendido tinta, aunque no de la fina: que hay casas, así en Salamanca como en otras ciudades, que lleban de suelo vivir siempre en ellas muge res cortesanas, y por otro nomb¡'e t¡'abajadoras o enamoradas. [MsP], 14

6. fbídem, p. 349. 7. fhidem, p. 325. 8. ibídem, p. 349.

Ibídem, p. 325, 10. Ibídem, p. 349. !l. Ibídem, p. 325. 12. /bldem, p. 349. 13. Ibídem, p. 326. 14. fb(dem. p. 350.

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sentimos más aún que lo que se esconde bajo la protagonista no anda muy lejos del universo de la prostitución. Sin embargo, a pesar de que los mencionados indicios ayudan a saberlo, tanto el lector como los personajes no poseen la cer­teza absoluta de que tal señora no deba ser llamada así.

Nos damos cuenta, por ello, que dos ficciones (ficción primera, lo que es la tia; ficción segunda, su apariencia) surgen con la lectura, dos simulaciones que se llegarán a entrecruzar conviviendo sin roces. Esto se sigue demostrando muy delicadamente en estas líneas:

[ ... ] una reberenda matrona, con unas tocas blancas como la niebe, que casi lle­gaban al suelo, plegadas sobre la frente, y un gran rosario de quentas sonadoras echa­do al cuello, que a la sintura le llegaua, manto de seda y lana, guantes blancos sin buella, y un báculo o junco de Yndias a la mano derecha, [ ... ] [BCl 15

[ ... ] una reverenda matrona, con unas tocas blancas como la nieve, más largas que una sobrepelliz de un canónigo portugués, plegadas sobre la frente, con su ven­tosa y con un gran rosario al cuello de cuentas sonadoras, tan gordas como las de Santenuflo, que a la cintura la llegaba: manto de seda y lana, guantes blancos y nue­vos sin vuelta, y un báculo o junco de las Indias con su remate de plata en la mano derecha, [ ... ] [MSp].16

Es aquí donde el lector ingenuo no ve más de lo que se le está indicando (ficción segunda). No obstante, si ahondamos, comprobaremos que estos atavíos pueden ser relacionados con celestinas y semejantes de la literatura española.17

Así, se nos hace más fácil indagar en la posible realidad de este personaje hasta

15, Ibídem, p. 326, 16, Ibídem, p, 350, 17. Con relación muy en concreto al rosarío podría destacarse una nota especiaL Basta señalar la idea

de G, Güntert, recogida por D. Ynduráin para su edición de El Buscón (sospecha que la obra de Quevedo «[".J consiste en una serie casi interminable de cuentos, que se ensartan, como las cuentas de un rosario)_ F. de Quevedo, La Vida del Buscón llamado Don Pab/os, Madrid, Cátedra, 19835, pp, 217·218), para compren· der la similitud del contexto entre este libro y la novela que tratamos, Sólo hace falta relacionar ambos casos y ver cómo no vamos desencaminados. Güntert, para expresar su idea, se vale de la siguiente frase: «Volvamos agora a que les enseñé el rosario y conté el cuento, Celebraron mucho la traza, y recibióle la vieja por su cuenta y razón, para venderle» (op, cil., pp, 217-21B), En nuestro trabajo hablaríamos de similar: En La tía fingida nos encontraríamos un cúmulo de enredos, de ITlentÍras, que hace construir anciana en torno a sí; ficciones que son sonadoras en la conlunidad salntantína. La vieja se rodea con unas cuentas que, realmente, configuran un rosario de invenciones con el objeto de ocultar su identidad y sus propósitos, Y así se presenta ante todos con su".

[",] gran rosario de quentas sonadoras echado al cuello, [",] [BC] [p, 326], [ .. ,j gran rosario al cuello de cuentas sonadoras, [".] [MsPl [p, 350].

No es extraño entonces que desee instruir a Esperanza, para que también ella crnpiece a ensartar sus propias cuentas o engaños:

[".] has quenta que el mismo amor vibe en ellos enbuelto con la la<;eria, [Be] [p, 335]. l.,,] puedes hacer cuenta que el mismo amor vive en ellos envuelto en laceria. [MsP] [p, 361].

Y es que con ellas bien puede aprovecharse. Aunque haya quien, por ejemplo,

[",] no cayga en la quenta de la moneda falsa: [".] [BC] [p, 338], [",] no caiga en la cuenta de la moneda falsa, [MsP] [po 363J,

es decir, en la mentira de un virgo remendado,,,.

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lograr una ficción primera, es decir, su esencia. Estaríamos entonces ante el mo­tivo del disfraz, tan característico en las obras de los Siglos de Oro, o con el gus­to del teatro dentro del teatro.

A pesar de ello, puesto que todavía no está definitivamente claro para el lec­tor y los actames la verdadera identidad de la sefíora forastera, el autor, como narrador, muestra a la protagonista por lo que aparenta, sin meterse en mayores honduras:

Pues con todo este estruendo y aplauso llegó esta buena señora [ ... ] [BC].18 Con todo este estruendo llegó esta buena señora [ ... ] [MSp].19

Sin embargo, no abandona el escritor su juego de dobles ficciones. De esta forma, si ante ...

[ ... ] los estudiantes deribaron los bonetes con gentil modo de criansa, plegando sus rodillas y inclinando sus ojos, como si fueran los más benditos y corteses hon­bres del mundo. Enseráronse las señoras; [ ... ] [BC].20

[ ... ] los dos estudiantes derribaron sus bonetes con un extraordinario modo de crianza y respeto, mezclado con afición, plegando sus rodillas e inclinando sus ojos, como si fueran los más benditos y corteses hombres del mundo. Atrancáronse las señoras, [ ... ] [MSp],21

no tendríamos sospecha alguna; en cambio, deteniéndonos en la expresión:

[ ... ] deribaron los bonetes [ ... ] [BC].22 [ ... ] derribaron sus bonetes [ ... ] [Msp],23

descubrimos la unión celestinesca.24

El avance hacia la verdad es patente:

[ ... ] pues aquella g~nte era forastera, que no avían venidó allí para aprender le­yes, sino para falsearlas, [ ... ] [BC].25

[ ... ] pues aquella gente era forastera, no habrían venido a Salamanca a aprender leyes, sino para quebrantarlas. [MSp].26

Empero no hay una seguridad plena, de ahí que, por encima de todo, el crea­dor no siga teniendo más remedio que decir:

[ ... ] llegaron a la calle de la señora, [ ... ] [BC]P [ ... ] llegaron a la calle y casa de la señora, [ ... ] [MSp],28

18. M. de Cervantes. op. cit., p. 327. 19. Ibídem, p. 351. 20. Ibídem, p. 327. 21. Ibídem, p. 351. 22. Ibídem, p. 327. 23. Ibídem, p. 351. 24. "Cel.- [ ... ] Caballeros viejos [y] mozos, abades de todas dignidades. desde obispos hasta sacristanes.

En entrando por la iglesia, veía derrocar bonetes en mí honor, como si yo fuera una duquesa» (E de Rojas, Lo Celestina, ed. de ns. Severin, Madrid, Alianza, 1988, p. 151). Aquí, de manera indirecta, se plantea, ade-más, un que, como vemos, aparece en la obra de Rojas, y en sus imitaciones: la honra.

25. M. Cervantes, op. cit., p. 327. 26. Ibidem, pp. 351-352. 27. Ibídem, p. 328. 28. Ibidem, p. 353.

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debido a que se cree que tales mujeres son lo que fingen. Más aún cuando la dueña participa del engaño llamando a su ama:

[ ... ] mi señora doña Claudia de Astudillo y Quiñones [ ... ] [BC]. 29

[ ... ] mi Señora Doña Claudia de Astudillo y Quiñones, [ ... ] [Msp].30

Por esta razón, no nos extraña que los dos manchegos, yendo a la casa de un amigo, se dirijan a éste indicando, entre otras cosas,

[ ... ] la grauedad de la tía [ ... ] [BC].3! [ ... ] la gravedad y fausto de la tía, [ ... ] [MSp],32

o que se siga narrando cómo dicho caballero,

[ ... ] enbió un largo y comedido recado a la señora doña Claudia, [ ... ] [BC].33 [ ... ] embió un recaudo, tan largo como comedido, a la Señora Doña Claudia, [ ... ]

[M sP]. 34

Es decir, a pesar de las desconfianzas, uno, como los dos universitarios, se encuentra un tanto sujeto por las apariencias. Con todo, el autor sigue utilizan­do finos rastros para el descubrimiento. Por una parte, el altisonante señora doña Claudia de Astudillo'y Quiñones (y es que era realidad hallar mujeres equívocas con nombres que sugerían alto rango, a fin de mejor engañar a los incautos). Y, por otro, el mismo Claudia, de tantísimos recuerdos celestinescos.

Pronto el escritor se decide a no esconder más su juego:

Ynformóse del paje la astuta Claudia de la calidad de su señor, su condición, su renta, la edad, el exersicio, como si le uviera de tomar para verdadero yerno [BC].35

Informóse del page la astuta Claudia de la calidad y condiciones de su Señor, de su renta, de su inclinación, y de sus entretenimientos yegercicios, como si le hu­biera de tomar por verdadero yerno; [ ... ] [MsP].36

Usando un adjetivo de sabor terceril (astuta) y un curioso preguntar, se alu­de a la que desde hace bien poco era definida como setlora doña.

(Entretanto, las referencias a los tópicos que rodean el mundo celestinesco no dejan de manifestarse:

[ ... ] vino de lo del santo, [ ... ] [BC].]7 [ ... ] vino del Santo, [ ... ] [MSp],38

el cual es citado como vino de San J\llartín, por ejemplo, en el noveno auto de La Celestina.)

29. Ibídem, p. 330. 30. Ibídem, p. 355. 31. Ibídem. p. 331. 32, lbidem. p. 357. 33. Ibidem. p. 332. 34. Ibídem. p. 357. 35. Ibídem, p. 332. 36. Ibfdem. p. 357. 37. Ibídem, p. 332. 38, Ibídem, p. 357.

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El relablo mara\ÍlIoso de La tfa fingida

Un paso más se realiza. El que escribe, con las declaraciones que la dueña hace al caballero, muestra ya lo que se esconde tras Esperanza:

[ ... ] estaua de tres mercados, o, por mejor decir,. de tres ventas, [ ... ] [BC].39 [ ... ] estaba de tres mercados, o por mejor decir de tres ventas; [ ... ] [MSp],40

ya la razón del anterior interrogatorio: Vender por virgen a una joven que no lo era.41

Por lo tanto, veladamente consolida la verdad acerca de la anciana. Y así, aunque de manera explícita nada se nos dice en relación a Claudia, son com­prensibles alusiones como ...

[ ... ] la tía. [BC] [MSp],42

jugando con el significado que el vocablo tiene de la alcahueta o la Claudia. Esto no ocurre aún entre los personajes. Basta el pensar de uno:

[ ... ] deseaua verse con aquellas conpuestas fantasmas; [ ... ] [BC].43 [ ... ] deseaba verse con aquellas compuestas fantaslíil1as. [ ... ] [Msp].44

y es que sobre don Félix, incluso siéndole re~elado el secreto que oculta Es­peranza y, en cierto modo, Claudia, es tal el peso que la ficción ejerce, que, toda­vía no descubriéndolo por sí mismo, se deja llevar por las apariencias sin tener en cuenta lo que conoce.

Con respecto a la dueña, habría que matizar. Cuando dice al joven, ya en la casa, que ... '

[ ... ] no hiciese algún ruydo, que aquella era la cama de su señora Esper'an<;:a, la qual ya sabía que estaua allí, y que, sin que su tía lo supiese, a persuación suya es­taua de parecer de darle todo contento que desease, [ ... ] [BC].45

[ ... ] no hiciese algún ruido, porque ya la Señora Doña Esperanza sabía que estaba allí, y que, sin que su tía lo supiese, a persuasión suya quería darle todo contento; [ ... ] [Msp].46

Grijalba, siguiendo la ficción segunda, no se contradice con su previa reve­lación. Hay que tener presente que la mujer de honor estaba bebida y soborna­da cuando denunció todo, no pudiendo ante su debilitado albedrío continuar ocul­tando el secreto sobre la identidad de las mujeres a quienes sirve. Ahora, serena, siendo consciente de que ha roto el fingimiento, prosigue sin querer, casi por cos­tumbre o falso respeto, la patraña.

39. Ibídem. p. 333. 40. Ibídem. p. 358, 41. Curioso es que en La Celestina leemos que la protagonisla alcahueta, «[ ... ] cuando vino por aquí

el embajador francés, tres veces vendió por virgen una c,riada que tenía» (E de Rojas. op. cit .• p, 62. primer auto).

42. M. de Cervantes. op, cit,. pp. 333 Y 358, (El subrayado es nuestm) 43, Ibídem. p, 333. (Se considera la 3." acepción de lal1lasma en el Diccionario de la lengua espaiiola,

Real Academia Española, Madl'id. 197019)

44. Ibídem, p. 358. (Se considera la 3." acepción de lal1la.sma en el Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Madrid, 197019)

45. Ibídem. p. 334. (El subrayado es nuestro,) 46, Ibídem. p. 358, (El subrayado es nuestro.)

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Don Félix entra a esconderse. Y nosotros, siguiéndole con curiosidad, tam­poco conseguimos evitar el ver cómo ...

[ ... ] una sala más adelante estaua la tia sentada en una silla baja de espaldas, y la sobrina en un estrado frontero, [ ... ] [BC]47

L .. ] en una sala conjunta a este aposento, estaba la tía sentada en una silla baja de espaldas, y la sobrina en un estrado frontero, [ ... ] [Msp].48

El creador así, como relator objetivo de unos hechos, enseña sin más lo que para todos (el lector, don Félix, etc.) son estas mujeres de acuerdo con lo contado, es decir, una tía y una sobrina, independientemente de la honradez o no honradez de ellas, pues nada definitivo se nos ha dicho, aun cuando pensemos en lo segundo y se haya hablado de las ventas de Es­peranza, ...

Sin embargo, a pesar de que los sirvientes se didjan a Claudia como señora:

[ ... ] sólo la sabidora del negocio estaua en pie, y andaua de una parte a otra persuadiendo a su señora que se acostase, [ ... ] [BC].49

[ ... ] sola la sabedora del negocio estaba en pie y solicitando que su Señora la vieja se acostase, [, .. ] [MsP],sO

el que lee no se asombra tanto de que el narrador utilice expresiones como ...

[ ... ] la Claudia [ ... ] [BC] [MSp).SI

No falta sino que éste exponga el cuadro donde pueda desplegarse el lienzo en el que sobresale ...

[ ... ] la otra [ ... ] [BC].52

[ ... ] la vieja [ ... ] [Msp],S3

con unos rasgos celestinescos que no han de pasar desapercibidos:

[ ... ] la qual era tan mesquina y avara, y tan señora de lo que la sobrina adqui­ría, que jamás la daua un solo real para conprar lo que extraordinariamente vbie­se menester, [ ... ] [BC].54

[ ... ] la cual era tan mezquina y avara, y tan señora de lo que la sobrina gana­ba y adquiría, que jamás le daba un solo real para comprar lo que extraordina­riamente hubiese menester, [ ... ] [MsP].

Mientras, el caballero se prepara a escuchar. Él sabe la verdad sobre Es­peranza, pero no acerca de Claudia; no se escribe siquiera algo manifiesto. De ahí que se disponga a oír a la anciana como ...

47. Ibidem, p. 334. 48. Ibidem, p. 359. 49. Ibídem. p. 334. 50. Ibrdem, p. 359. 51. ibídem, pp. 334 Y 359. 52. Ibídem, p. 334. 53. Ibídem, po 359. 54. Ibídem, p. 334. 55. ibídem, p. 359.

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[ ... ] doña Claudia, [ ... ] [BC].56 [ ... ] Doña Claudia, [ ... ] [MSp],S7

esto es, por lo que finge. El espectador, como don Félix, va conociendo todo: la vieja, de acuerdo a

lo que suponíamos, era completa falsedad; se dedicaba a vender varias veces a la misma muchacha como si fuera virgen. El Consejo de Estado y Hacienda, según llama el manuscrito Porras al diálogo entre Claudia y Esperanza, aclara nuestras sospechas.

Ahora, a medida que avanzamos en la novela, y más concretamente en la conversación entre las dos mujeres, no nos sorprende que el narrador ya se re­fiera a la anciana por su nombre de pila o incluso sólo como la vieja o la tía, asimismo en el sentido de mujer de conducta inmoraL

[ ... ] muy atenta a todo 10 que la tía la yua diciendo; pero, no contenta Claudia f ... ] (BC].S8

[ ... ] mui contenta y obediente a cuanto la tía le iba diciendo; pero no contenta Claudia ( ... ] (Msp].59

( ... ] replicó la vieja, [ ... ] [BC].60 [ ... ] replicó la vieja, Claudia [ ... ] (,\IsP]61

Esperanza, por su parte, sigue tratándola con cierto «respeto»:

Señora tía, no se canse [ ... ] [BC] [MSP].62 Señora tía, ya todo esto ( ... ] [BC] [MsP]ó3 [ ... ] dexe, señora, rebuscar mi viña, ( ... ] [BC].64 Deje, Señora tía, ya de rebuscar mi viña, [ ... ] (Msp].65 Yo confieso que es así, señora, lo que dices, [ ... ] (BC].66 Yo confieso ser así, señora, lo que dices, [ ... ] (MSp].67 Váyase a dormir, señora, [ ... ] (BC] [MSP].68

Notable también es el ver cómo el autor, una vez concluida la charla, nos da cuenta, a través del pensamiento de don Félix, de la hilvanada mentira de las supuestas ...

[ ... ] tía y sobrina, [ ... ] (BC] [MsP]69

Entonces se admira el joven caballero de haber creído en ...

56. lbidem, p, 335. 57, Ibídem, p, 359. 58. Ibídem, p. 336. 59. lbídem, p. 361. 60. ibídem, p.337. 61. Ibídem, p. 363. 62. Ibídem, pp. 336 Y 362. 63. Ibídem, pp, 337 Y 362. 64. Ibídem, p. 337. 65. Ibídem, p. 363. 66. Ibídem, p. 338. 67. Ibídem, p. 363. 68. Ibídem, pp. 338 Y 363. 69. Ibídem, íd.

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[ ... ] semejantes enbustes como enceraban aquellas dos mugeres al pareser tan honestas y buenas, [ ... ] [BC].70

[ ... ] semejantes embustes como encerraban en sí aquellas dos mugeres, al pa­recer tan honestas y poco sospechosas de maldad, [ ... ] [MSP].7]

Pero sucede un imprevisto. Claudia encuentra a don Félix. Él las ha oído. Ella no sabe si, por lo que se ha hablado, ha sido reconocida. Supone que no. Y así, ante él, actúa representando el papel de una señora digna.

Al qual se lebantó doña Claudia toda alborotada y confusa [ ... ] [BC].72 Al cual se lebantó doña Claudia, toda alborotada y confusa, [ ... ] [MSp]J3

Sin embargo, el narrador deja de nuevo patente al lector la realidad, a pesar del santiguarse y la preocupación por la honra, actitudes que, igual­mente propias de Celestina, manifiesta la mujer,

Así como le vio la vieja, [ ... ] [BC]J4 Así como le vió la vieja, [, .. ] [MsP].

y hace lo mismo más tarde por medio de expresiones como:

[ ... ] tornó a replicar Claudia, [.,,] [BC].76 [, .. ] volvió a replicar Claudia, [ ... ] [Msp].77 [. .. ] replicó la Claudia, [ ... ] [BCJ.18

[ ... ] replicó Claudia. [MspJ.79

dirigiendo su atención al proceso por el cual el conjunto de los personajes llegará a saber qué se esconde tras la vieja.

Don Félix se nos aparece junto a las forasteras, Aunque está enterado de aquel enredo, no puede tratar a la anciana como Claudia, ya que él la ha conocido como doña Claudia, y, además, ésta se presenta continuando su fic­ción. Por consiguiente, no encuentra más remedio sino hablarle de la manera en que lo hace si quiere lograr lo que vino a buscar a la casa.

Sosiéguese vmd., mi señora doña Claudia, [ ... ] [BC].80 Sosiéguese Vmd., mi señora doña Claudia, [ ... ] [Msp].81 Para lo que yo quiero, señora mía [ ... ] [BCl.82

Para lo que yo quiero en la casa, señOl'a mía [ ... ] [MSP].83

70. Ibídem, p. 338. (El subrayado es nuestro.) 71. ibídem. p. 363. (El subrayado es nuestro.) 72. Ibídem, p. 339. 73. Ibídem, p. 364. 74. Ibidem, p. 339. 75. lbidem, p. 364. 76. Ibídem, p. 339. 77. Ibídem. p. 364. 78. Ibidem. p. 340. 79. Ibídem, p. 366. 80. Ibídem. p. 339. 81. Ibídem. p. 364. 82. Ibidem. p. 339. 83. Ibidem. p. 365.

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El retablo maravilloso de La tía fingida

Doña Claudia, que tan bien lleva a cabo su falsa identidad,84 inquieta al jo­ven. El estudiante prosigue la mentira y así le pretende dar una cadena de oro, como otras de la literatura celestinesca.

La dueña, viendo que la anciana se muestra con ella con la autoridad y dig­nidad de toda una señora, en su tono refleja cierto respeto servil:

Señora doña Claudia, [H'] [BC] [Msp].85

y puesto que se le responde como tal, el autor escribe:

[ ... ) d¡xo doña Claudia: [ ... ) [BC).s6 [ ... ] dijo doña Claudia. [ ... ] [MsP].87

El diálogo sigue. El ritmo y la tensión se agilizan. Grijalba declara que la ...

[ ... ] maten si este señor no sabe la verdad [ ... ) [BC].88 [.,,] maten si este señor no sabe toda la verdad [ ... ] [Msp].89

Ha llegado el momento de que Salamanca también la sepa. Para ello, don Félix primero nombra a la anciana por lo que finge ...

[ ... ] señora Claudia, [ ... ] [BC] [MSP];90

y después dice que todo conoce:

[".] estoy tan al cabo desta verdad, [ ... ] [BCJ.91

[ ... ] estoy tan al cabo de esta verdad [ ... ] [Msp).92

A partir de ahora, por mucho que Claudia intente restablecer el orden con chapinazos,93 se termina en la obra el señora dmIa Claudia. La pieza, definiti-

84. La intervención de la tia fingida, aunque suponga un auténtico reflejo del cinismo y del llevar la simulación hasta el final, también no!:) ha'--'e considerar el aspecto celestinesco.

Por una parte, la lnención de los peligrus a que se \.-~xponen las 111ujerC$,

[ ... ] sin maridos y sin honbres que las defiendan y anparen~ [BC] [p. 339]. [ ... ) sin maridos y sin hombres que las defiendan y amparen! [MsP) [p. 3641,

idea que nos recuerda la que se escribe de boca de Trotaconventos: (í lnas do non rnora onlne, la casa poco va]" (e. 756 d) (Arcipreste de Hita, Libro de Buen amor ledo de G.B. Gybbon·Monypenny), Madrid, Castalia, 1988, p. 263).

O mismamente por Celestina: "Ce1.- [ ... ] Así que donde no hay varón, todo bien fallece; con mal está el huso, cuando la barba no anda de suso" (Cuarto auto) (F. de Rojas, op. cit.).

En segundo lugar, la viudez, como Celestina (Cuarto auto), por un Juan de Bracamo11le (MsP) (p. 364). (Si bien en Salamanca se halla la localidad Peñaranda de Bracamonte, también pod"ja atendiendo al mundo en que se desarrolla la acción, en un nombre con intenciones sexuales.) Del no nos extrañaría

sabiendo la naturaleza falsa de Claudia, fuera su compañero de proxenetismo. Y la alusión de un arce· de Xerez (MsP) (p. 364), que da cuenta de las ,'elaciones que tanto estimaban las celestinas,

85. M. de Cervantes, op. cit., pp. 340-365. 86. Ibidem, p. 340. 87. Ibídem, p. 365. 88. Ibídem, p. 340. 89. Ibídem. p. 366. 90. Ibídem, pp. 341 Y 366. 91. Ibídem, p. 341. 92. ¡bidem, p. 366. 93. Grijalba sufre un castigo que, según Areúsa, suelen padecer las que sirven a señoras: "Areú.~

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Pedro Tena

vamente, nos indica al personaje por lo que es. Y ello se refleja en la nomina­lización que de él se hace. Ya no hay tratamiento de respeto. Se acabaron el doña y el señora.

El corregidor irrumpe en la casa. Él, que desde el comienzo ha oído la plática entre las que de igual forma consideraba tía y sobrina (BC) (MSP),94 se dirige hacia la Claudia y se entretiene con ella a costa de su fingimiento. El pasaje no posee desperdicio, pues se asemeja a un documento verbal que certifica, por parte de un representante de la sociedad, que la mentira ha sido descubierta por todos. Ya sólo vemos en el texto a una tal Claudia, con Espe­ranza y Grijalba, que va a la cárcel acusada y castigada, como muchas celesti­nas, por sus puntas y collares de hechicera.

Nada más hallamos un lejano ...

[ ... ] señora doña Claudia de Astudillo y Quiñones; [ ... ] [BC].95 [ ... ] señora doña Claudia de Astudillo y Quiñones, [ ... ] [MSp].,96

fuera ya de la acción, como una crítica hacia los grandes nombres y títulos de personas que no los merecen. O muestra de la dicotomía esencia-apariencia en determinados individuos que ocupan o simulan tomar posesión de una dig­nidad social que no les corresponde por sus comportamientos morales ... , y que pueden aparentar con sus altisonantes apellidos, etc.

En conclusión, La tía fingida es un relato con variadas e incesantes refe­rencias a la profesión celestinesca.

Si la obra es de Cervantes, problema que aquí no se ha planteado, no hay que olvidar la admiración que tuvo por La Celestina de Fernando de Ro­jas. Por otra parte, hay que precisar la pericia con que se juega con el lector al irle suministrando datos sobre las mujeres protagonistas, muy especialmente de Claudia: desde la presentación como señoras hasta el descubrimiento de que se trata de una vulgar alcahueta y de su pupila.97

[ ... ] y tras esto mil chapinazos y pellizcos, palos y azotes» (E de Rojas. op. cil., p. 149 Noveno auto). (El subrayado es nuestro).

94. M. de Cervantes. up. cit., pp. 341 Y 367. 95. Ibídem, p. 345. 96. Ibídem, p. 370. 97. Basta acudir al Consejo de Estado y Hacienda para apreciar paralelos, muy especialmente. con

. La Celestina. Valgan los siguientes: el propio carácter adoctrínador de Claudia. que podría ligarse. por ejemplo. can el de Celestina anle Areúsa en el séptimo auto: semejanza entre los' saberes putativos de Esperanza y los que Areúsa manifiesta en el decimoséptimo auto; las formas de remediar los virgos perdidos ya por aguja y sirgo ya con hierbas para disimularlos. que recuerdan las de Celestina en el primer auto; la explotación sexual de una joven, ... o la expresión «( ... ] la tengo por madre y más que madre» (BC) (p. 338) Y (MsP) (p. 363), que. sin duda, nos remite a las que vemos en La Celestina: «CeL~[ ... ] Pues mira, amigo. que para tales necesidades como éstas. buen acorro es una vieja conocida. amiga. madre y más que madre [ ... ]» (Séptimo auto); "Elic.~ [ ... ) Celestina, aquella que tú bien conociste. aquella que yo tenía por madre [' .. J» (E de Rojas, op. cit., pp. 120 Y 199, respectivamente; séptimo y décimo-quinto autos).

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