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Maracay, Sábado 27 de agosto de 2011 Crónicas del Olvido Cansancio ALBERTO HERNÁNDEZ 1.- E se día prometí no hablar más. No abrir más la boca. Los que me conocían saben que cumpliría con la promesa de no pronunciar palabra al- guna. Juraban que lo haría, que no dejaría escapar el más mínimo de los susurros, razón por la cual habría que tener cuidado con esa conducta cer- cana al suicidio. "No hablar acerca de la muerte, del desarraigo. Si él no quiere hablar, pues que no lo haga. No lo obliguen. Le hace un favor a la humanidad, necesitada de silencio". 2.- Ese día comenzó la tragedia de los más cercanos. Un silen- cio áspero acaparó todos los espacios de la casa. La madre de Francisco asumió con dig- nidad la decisión del empeci- nado hijo. Pero se le veía en los ojos las ganas de arrancar- le una frase, una palabra que pudiera expresarle la razón por la cual había dejado de abrir la boca para hablar. En vista de la tozudez de Francisco, doña Mercedes de- cidió acompañarlo en su épi- co autocastigo. Los dos esta- ban sentados -cara a cara-, mientras el resto de la familia, los visitantes y los curiosos hacía apuestas de cual de los dos rompería con ese extraño voto en una casa donde nadie se queda callado frente al más insignificante de los sucesos. 3.- Una semana después de la determinación de doña Mer- cedes, Francisco cayó en un letargo profundo. El cuerpo se enfrió a extremos de muerte. Pero la madre no abrió la boca. Pese al estado del hijo, quien permanecía sentado con la mi- rada extraviada, la madre no daba muestras de preocupa- ción alguna. Los que hacían guardia en caso de que alguno de los dos decidiese regresar o caerse de la silla, bostezaban y esperaban ansiosos que aban- donaran esa "extraña prome- sa", puesto que para muchos se trataba de un problema religio- so, de una deuda con Dios, de una flagelación espiritual. Cuando todos habían per- dido el interés, pasados los tres meses de silencio, Fran- cisco salió del letargo, se le- vantó de la silla y se le acercó a doña Mercedes, quien pes- tañeó en el momento en que el hijo le sopló la cara. La mujer sonrió, entonces el hombre regresó a su posición original y cerró los ojos. 4.- Un día, olvidado el mundo de estos empecinados seres, la hija menor de doña Mercedes entró a la habitación y se tro- pezó con unos huesos. Llamó al resto de la familia y ordenó una misa por el descanso eter- no de sus parientes. En medio del rito religioso, se oyó la voz grabada de Fran- cisco, quien le respondía a doña Mercedes una pregunta harto peligrosa: -¿Por qué te quedaste en silencio? -Por la misma razón que tú lo hiciste, madre. -¿Por cansancio por agotamiento? -Por eso y por más, pero no importa. Los feligreses, familiares y amigos, miraron al sacerdote con el ceño fruncido. Este, con mucha calma, apagó el graba- dor y encaró a los preocupa- dos asistentes: -Nada, que ellos decidieron lo que decidieron. No hay más palabras. Quien tenga algo que indagar que le pregunte a los hermanos Francisco y Merce- des. El cansancio es una pro- longación de la vida. Sin él es imposible entender la muer- te. De modo que váyanse tran- quilos a sus casas y no hablen más de este asunto. Todos salieron en silencio, sin entender nada. El cura encendió de nuevo el grabador, una vez solo en la iglesia, y escuchó: -¿De qué vale madre haber escrito y leído tanto, haber hablado tanto si no llegamos a nada. Yo me cansé de las palabras. -Sí. Eso lo entendí cuando tomaste la decisión de cortar- te la lengua por haber delata- do a tu padre. Yo sí cumplí. En estos momentos debo te- ner la boca llena de gusanos. 5.- El día que me senté en esta silla pensé que ocurriría lo que ya pasó, excepto saber que me habían cortado la lengua y darme cuenta de eso cuando la muerte ya era inevitable.

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Maracay, Sábado 27de agosto de 2011

Crónicas del Olvido

CansancioALBERTO HERNÁNDEZ

1.-

Ese día prometí no hablarmás. No abrir más la boca.

Los que me conocían sabenque cumpliría con la promesade no pronunciar palabra al-guna. Juraban que lo haría,que no dejaría escapar el másmínimo de los susurros, razónpor la cual habría que tenercuidado con esa conducta cer-cana al suicidio.

"No hablar acerca de lamuerte, del desarraigo. Si élno quiere hablar, pues que nolo haga. No lo obliguen. Lehace un favor a la humanidad,necesitada de silencio".

2.-Ese día comenzó la tragedia

de los más cercanos. Un silen-cio áspero acaparó todos losespacios de la casa. La madrede Francisco asumió con dig-nidad la decisión del empeci-nado hijo. Pero se le veía enlos ojos las ganas de arrancar-le una frase, una palabra quepudiera expresarle la razónpor la cual había dejado deabrir la boca para hablar.

En vista de la tozudez deFrancisco, doña Mercedes de-cidió acompañarlo en su épi-co autocastigo. Los dos esta-ban sentados -cara a cara-,mientras el resto de la familia,los visitantes y los curiososhacía apuestas de cual de losdos rompería con ese extrañovoto en una casa donde nadiese queda callado frente al másinsignificante de los sucesos.

3.-Una semana después de la

determinación de doña Mer-cedes, Francisco cayó en unletargo profundo. El cuerpo seenfrió a extremos de muerte.

Pero la madre no abrió la boca.Pese al estado del hijo, quienpermanecía sentado con la mi-rada extraviada, la madre nodaba muestras de preocupa-ción alguna. Los que hacíanguardia en caso de que algunode los dos decidiese regresar ocaerse de la silla, bostezaban yesperaban ansiosos que aban-donaran esa "extraña prome-sa", puesto que para muchos setrataba de un problema religio-so, de una deuda con Dios, deuna flagelación espiritual.

Cuando todos habían per-dido el interés, pasados lostres meses de silencio, Fran-cisco salió del letargo, se le-vantó de la silla y se le acercóa doña Mercedes, quien pes-tañeó en el momento en queel hijo le sopló la cara. La

mujer sonrió, entonces elhombre regresó a su posiciónoriginal y cerró los ojos.

4.-Un día, olvidado el mundo

de estos empecinados seres, lahija menor de doña Mercedesentró a la habitación y se tro-pezó con unos huesos. Llamóal resto de la familia y ordenóuna misa por el descanso eter-no de sus parientes.

En medio del rito religioso,se oyó la voz grabada de Fran-cisco, quien le respondía adoña Mercedes una preguntaharto peligrosa:

-¿Por qué te quedasteen silencio?

-Por la misma razón que túlo hiciste, madre.

-¿Por cansanciopor agotamiento?

-Por eso y por más, pero noimporta.

Los feligreses, familiares yamigos, miraron al sacerdotecon el ceño fruncido. Este, conmucha calma, apagó el graba-dor y encaró a los preocupa-dos asistentes:

-Nada, que ellos decidieronlo que decidieron. No hay máspalabras. Quien tenga algo queindagar que le pregunte a loshermanos Francisco y Merce-des. El cansancio es una pro-longación de la vida. Sin él esimposible entender la muer-te. De modo que váyanse tran-quilos a sus casas y no hablenmás de este asunto.

Todos salieron en silencio,

sin entender nada.El cura encendió de nuevo

el grabador, una vez solo en laiglesia, y escuchó:

-¿De qué vale madre haberescrito y leído tanto, haberhablado tanto si no llegamosa nada. Yo me cansé de laspalabras.

-Sí. Eso lo entendí cuandotomaste la decisión de cortar-te la lengua por haber delata-do a tu padre. Yo sí cumplí.En estos momentos debo te-ner la boca llena de gusanos.

5.-El día que me senté en esta

silla pensé que ocurriría lo queya pasó, excepto saber queme habían cortado la lengua ydarme cuenta de eso cuandola muerte ya era inevitable.

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Contenido Maracay, Sábado 27 de agosto de 201110Festival Internacional del Libro Universidad de Carabobo

(Filuc 2011)

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Maracay, Sábado 27 de agosto de 2011 Contenido 31

o todavía seguimos en la nocheTráfico: 30 años después

ANTONIO GONZÁLEZ LIRA

Sueño de la razón queengendra monstruos

Goya

En algunas de sus reflexio-nes Octavio Paz se refie- re a la disminución que

experimenta el poder de nega-ción que socialmente muestrael arte moderno. Para el críti-co mexicano la rebeldía enar-bolada por muchas de las ma-nifestaciones y grupos cultu-rales o artísticos estaba "con-vertida en procedimiento, lacrítica en retórica, la trasgre-sión en ceremonia." Conclu-yendo que muchas de las posi-ciones de rebeldía adoptadasterminaban convertidas en ri-tuales repetitivos. Esta condi-ción que denominó "tradiciónde la ruptura", establece que alo largo de la historia, cada cier-to tiempo o cada cierta genera-ción -el autor habla desde el na-cimiento del Romanticismo- seproducen movimientos o ten-dencias que insurgen contra loestablecido, convirtiéndoseesa discrepancia en una conti-nua repetición que termina porser una práctica establecida.Camarillas, cenáculos, asocia-ciones y cualquier otro tipo deagrupación tienden a renegarcontra lo que les precede, ofre-ciendo una supuesta renova-ción, y aun una originalidad enel hacer y decir, pero que al fi-nal, como precisa Paz, sólo con-siguen solidificar una tradiciónque se nutre de lo que los ante-cedió.

Para nuestro caso, lairrupción de un grupo de jó-venes poetas en la Caracas delos 80' con una declaracióndenominada Sí, manifiesto,permite ahora, treinta añosdespués, seguir viéndonos enel mismo y destartalado espe-jo que permanece enmarcadoen las roídas paredes de la pa-tria fundacional.

Si bien en el manifiesto encuestión se proponen las con-sideraciones estéticas y litera-rias que impulsaron al grupocontra "los estereotipos de lapoesía nocturna, extraviadaen su oficio chamánico", lo que

le permitiría al poeta regresar"al universo diurno de la vidaconcretísima de los hombres";y dándoles, como apuntaJuan Liscano, la oportunidada sus integrantes de crear "unadimensión propia de afirma-ción personal y de estilo", delmismo modo se enuncian ydenuncian las precariedades ydesafueros que ocurrían enuna nación que, apenas unadécada anterior, había disfru-tado de presupuestos millo-narios por concepto de la ren-ta petrolera: "Mientras tanto,en esta hora incolora, a me-nudo nauseabunda, de la de-mocracia petrolera, sólo nosqueda sincerar al máximo larelación del poeta con Vene-zuela", sentenciaban en aquelmomento Yolanda Pantin,Rafael Castillo Zapata, MiguelMárquez, Igor Barreto, Al-berto Márquez y ArmandoRojas Guardia.

No obstante, sería intere-sante preguntar si a la gente deTráfico les importaba sincera-mente una locha lo que ocurríaen el resto del país, y si estabanal tanto de lo que a otros artistasy poetas venezolanos les pre-ocupaba. Y saber también si co-nocían de los proyectos litera-rios surgidos en la "periferia" ycuán semejante podrían ser deaquellas con las cuales los "mu-chachos caraqueños" se descu-brían al mundo. Porque comoha ocurrido secularmente, la

capital ofrece y permite la "con-sagración" y difusión de ideas ypropuestas hacia el resto delpaís, hecho que difícilmenteocurre en dirección contrariaya que toda la ventaja reposaen aquellos que tengan muy ala mano los contactos, los pre-ceptos y los recursos que la ins-titucionalidad cultural puedeprever. Desde allí siempre esposible instaurar cualquier tipode "higiene solar".

En Venezuela se reafirmalo que Edward W. Said propo-ne: "La cultura es un sistema deexclusiones regulados desdearriba pero difundido a travésde una organización, mediantela cual pueden identificarse ras-gos tales como anarquía, des-orden, irracionalidad, inferio-ridad, mal gusto o inmorali-dad"; elementos que luego pa-sarían a ser "amontonados fue-ra de la cultura y mantenidosallí por la intervención del Es-tado y sus instituciones". Yaquellos que acometen hacetreinta años resultan una mues-tra fehaciente de lo señalado,ya que, contrario a toda inten-ción de desvalorizar las obrasy trayectorias que han desarro-llado aquellos protagonistas, sípuede reconocerse que suproximidad a los centros deci-sorios de la cultura nacional lespermitió (y aún les permite)difundir su pensamiento y crea-ción; y si alguno de ellos per-manece, como apunta Said

"amontonado fuera de la cultu-ra", puede sólo ser atribuido alos vaivenes caprichosos de larealidad político-partidista porla que ha transitado la realidadvenezolana.

Si nos ubicamos en lascircunstancias sociales de losúltimos años se hace perento-rio establecer algunas compa-raciones entre aquel ámbitodonde aparece el manifiestode Tráfico y las condiciones enque ha devenido el espíritucrítico de cierta "intelectuali-dad", incluyendo a algunos delos integrantes del grupo se-ñalado. Porque es de advertirque el espacio político-cultu-ral en el que se desenvuelvenlos sujetos e instituciones cul-turales, determina una seriede tramas complejas donde sedistribuyen y atribuyen alsector intelectual y artísticoposiciones específicos. Estasposiciones o roles que se ha-yan articuladas con los otroscomponentes del poder so-cial, pudieran entran en con-flicto cuando las funciones yrelaciones caigan en contra-dicción o cuando alguno delos actores no se sienta satis-fecho en sus aspiraciones. Esentonces, que mientras lospoetas de Tráfico presentan ydenuncian de manera diáfanael deterioro del país, (con acu-saciones graves y contunden-tes, que para cualquier gobier-no resultarían excusa sufi-

ciente para tomar medidasmás que de advertencia parasilenciar tal osadía cultural)desde el resto de la intelectua-lidad -incluyendo el campopolítico- sólo existe una levey tímida respuesta.

Liscano nos describe par-te de la atmósfera que en elcampo cultural depara la apa-rición del Si, manifiesto: "Porun momento pareciera que seva a suscitar una polémicaimportante con sus inevita-bles rupturas y pugnas, revi-siones desgarradoras y afir-maciones normativas habi-tuales. No es así. Muy prontobaja la tensión." Es probableque las condiciones por lasque atravesaba el país (unaeconomía en franco descala-bro) determinan esta inespe-rada frialdad y desazón antela toma de posición de unosjóvenes poetas que se decla-ran "hijos de una clase mediacuyo paradigma vivimos mi-tad como cómplices y mitadcomo renegados".

La aparición del Sí, mani-fiesto de Tráfico en los añosochenta y la condición rei-nante a la que se ha visto so-metido parte de los escritoresvenezolanos que de algunamanera manifiestan su des-contento ante el actual esta-do de cosas establece, igual-mente, una marcada diferen-cia entre el "poder decir" deaquéllos y el no decir o el de-cir "con tapujos" de los de aho-ra; entre el autocensurarse yel poder correr algún tipo deriesgo. ¿Cuestión de poderes?,nos preguntamos.

También pudiera existir des-de estos "treinta años después"un espacio de reflexión crítica,por una parte hacia lo que acon-tece en los actuales momentos:a esta lamentable hora del meaculpa que promulgan ciertosintegrantes lacerados de Tráfi-co; y por la otra, a las celebra-ciones reivindicativas que des-de el poder político irradian losotros. Porque, al fin y al cabocomo afirma Pierre Bourdieu:"los escritores y artistas consti-tuyen, al menos a partir del ro-manticismo, una fracción domi-nada de la clase dominante". Yesto claramente lo debieron sa-ber -y aún hoy recordar- aque-llos levantiscos jóvenes poetasde la Caracas de los ochenta.

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Contenido Maracay, Sábado 27 de agosto de 201132

Adagio de Cuatro EstacionesGABRIEL ALEJANDRO

CASTILLO ESQUEDA

La situación había llegadoa su punto, no tenía más intención que hacer de

esa idea, mi alquimia. A unhombre no se le enseña a pen-sar, se le enseña amar cada vezque se dé un paso, pues la vidate enseña a sentir, luego razo-nar. Marmoleado humano, si-gues dando embates y susu-rros, pacto de latidos que tellena la cabeza de recuerdos,de moralejas y algunos besosboreales.

Los estadistas, seres de pielárida y alma telarañosa, noscolocaron en un panorama noplanificado en nuestras vidas.

Santiago, viejo iracundo,la edad le dibujaba pocas lí-neas en su lienzo de fina tez,mientras la existencia fuma-ba sus ánimos dejándolatransformada en cenizosasdudas. El quería ser el mejorpadre del mundo, pero hoyestaba en la misma fila queyo, deseaba decirle a su hijoque las flores crecerían comolas nubes, que su madre loabrazaría al graduarse y el lodespediría cuando ya fuesemayor, pero una fiebre noc-turna no dejó si quiera quecumpliese dos años en nues-tro planetario. La mirada delfugaz infante se extinguió.Las esperanzas de aquel hom-bre parecían sobrar en esteuniverso; nuestro destino, unbarco enjaulado en un mosai-co de gritos, hombres lleva-dos a la nada, unos por susingenuos delitos, otros porsus ideales, quizás yo estéaquí por la desdicha, pasio-nes humanas que me juzgan.El ojo receloso nos recibe,una sombra verdosa, mantodelirante que cubre el rostrodel capitán oceánico me haceentender que su mente nopiensa en la gratitud de losrecién nacidos.

Pasillos carcelarios, cuar-tos oscuros y el mismo crujirde las cadenas, uno tras otro,todo en este barco de muer-tas melodías.

Poco antes que tomaran porasalto mi libertad, releía algu-nas cartas, quitaba algunasfotos del espejo de la sala, to-maba el abrigo y disponía asalir a un pequeño encuentrolaboral, al cerrar la puerta, al-gún sonido citadino me llevóa un recuerdo, la bailarina, se-

guro se encontraría en una girapor el extranjero, recibiendomiles de aplausos en segun-dos, cautivos espectadoresque hacen de su lenguaje laúnica forma de expresión quedice todo en instantes que des-aparecen tan versátilmente.Esa mujer, de la cual conside-re la posibilidad de no encon-trar más que horas de placercon ella, unas cuentas citascon un café como pretexto,me llevó a preguntarme porqué caía tan fácilmente en laisla de indagarla tan perma-nentemente en mi mente,mientras tanto el caminar melleva extrañamente a otra fa-ceta no buscada. La calle semostraba tan serena que lasrocas dudarían ser tan tercascomo las cataratas, los caba-llos sonreían sin saber el des-tino que nos acariciaba a lavuelta de todas las esquinas.Las cantinas se encontrabanen un festejo y no sé cuántasveces escuché himnos a lasbanderas, todas ellas de colo-res tan diversos como antagó-nicos, todo en este viaje decuadra y media. Si fuera toma-do la calle anterior, si en lanoche hubiese ido a cualquierpueblo vecino con la excusade conocer la menguante lunadesde allá, tal vez no fuera co-nocido a los prófugos del cie-lo, mi hígado no estaría a pun-to de desprenderse y de segu-ro estuviese dando pasos consuma normalidad.

El barco zarpó sin muchoexplicación, ¿para qué darlas?las democracias en el conti-nente se extinguían y solo mequedaba contar las lunas yamaneceres que la pequeñaventana de vidrio gastado mepermitía mirar. Carbón azul,blando, carbón aceitoso yotro con rasgos naranjas; queconvivencia tan amena la deaquel cúmulo de hombres enhacer del calor nuestro oxige-no y del carbón nuestro LeitMotiv. Les aseguro que noprotesté, no tenía sentido ha-cerlo, un hombre perdió suojo derecho por pedir un pocomás de comida. Su nombre esBenjamin, se que estudió mu-cho y le costó demasiado a suspadres lograr que llegase agrado. Hoy, es uno más quecarga en sus hombros tonela-das de carbón azul, hora trashora y sin explicación ni cer-teza su vida se quema en estesuspendido fondo marino. Yoolvidé todo lo que fui y es lo

mejor, la melancolía solo abri-ría más grietas en mi desalma-da alma.

Por las noches dedicaba adetallar ésta cadena, una mez-cla de un brillante de aceite yuna pálida sangre; definitiva-mente es el único vínculo certe-ro de quienes hoy la abrazamos.300 hombres que se descono-cen en esencia y origen, nadatenemos que hablar, enrumba-dos al meteórico desconsuelode la ignorancia destinataria, sinesperanzas, sin nada.

Cuando se quiere humillara un hombre basta con sentar-lo a esperar su muerte. Olor asal floreada y vapor de diablo,aquel barco rechinaba con sucanto la huella de tumba ma-rina, mientras entendía que eloleaje es un método de los án-geles para darle movimientoal mundo. El muelle se desdi-bujó hace mucho, la mar nome seducía ni me mareaba.Ojalá aparecieran las sirenasy estás fuesen tan encantado-ras como decían los viejosmarineros. Paramos en variospuertos, algunos se bajaban yllegaban nuevos ciervos delcarbón, parecía un mercadode manos esclavas. Santiagono duró mucho, la pena loarropó y al llegar a la luna 185ya había dejado de respirar,hoy las nubes lo deben guiarcon su primogénito.

Me extrañó que una nochede lluvia, el agua trajera con-sigo una cantidad nada comúnde luces, ¿luciérnagas en elmar? Mi abuela comentabaque la lluvia podía ser alejadacon una cruz colocada enagua. El capitán en su delirio,la tormenta en su madurez y

el barco en la espera del de-monio, creo el inmutablehombre del mar tuvo las mis-mas orientaciones que yo des-de infante por parte de losmayores, claro la utilidad fuedistinta. Sacó provecho de lasituación y tomó a 7 hom-bres, sus rostros de desespe-ro decía en su desconocimien-to lo que ocurriría, ¿Quién dijoque el miedo no cantaba consu lenguaje el porvenir? Esosrostros llenos de sueños frus-trados, ideales maniatados,rostros cuyos hijos nunca sa-brán del paradero de sus des-aparecidos progenitores. Lalluvia azotó la cubierta y el cie-lo pagando la culpa de celo conel mar. Los hombres fueronllevaron al borde derecho deaquel barco y quizás observela acción cristiana más deplo-rable que había imaginado al-guna vez. Los 7 soñadores fue-ron lanzados al mar atados auna cruz, sus cuerpos fueroncubiertos con brea en incendia-dos. Siete cruces encendidas flo-taban en alta mar, mientrasesos hombres perdían sus gri-tos entre la desgracia de sus vi-das y la tempestad de aquellainigualable noche. No hay lla-ma que pueda callar el dolor nitempestad que sea tan indife-rente. A la media hora el mar sehabía apaciguado, un veloriode suaves vientos mientras eldelirante miraba el horizontede sus acciones y lo que aún lefaltaba por hacer.

Quise imaginar por un mo-mento que los compañeros decadenas, los cuales nunca supesus nombres se despedían denosotros montados en aque-llas enormes naves, mirar lascomo las sirenas desataban aesos hombres y se los lleva-ban sin mucho pudor, lasinverguensura les cubría consu manto de complacencia, asíse perdían de mi vista y tam-bién de mi recuerdo.

A veces, el barco se dete-nía, dejaba de latir y yo respi-raba hondo, el capitán busca-ba la dirección correcta enaquel sombrío mar. Tal vezescuchaba entre tanta soledadun suave canto que le dijera laruta correcta, que olvidara labrújula y las estrellas, quemandara las guías al viento yque confrontara definitiva-mente sus pesares. Nadie te-nía que ver con la muerte desu madre ni de sus desnudosoficios. Nadie tenía que saberque su padre es un desapare-

cido jornalero; Aquel hombrenos envolvió en su soledad,los gritos y maldiciones deja-ban ver el lado estrecho deaquel tirano. Ese hombre sedetuvo, se dejó llevar por lasgaviotas y sus cantos de ham-bre, se volvió niño y no regre-so más en sí. Lo dejaron en unahabitación. Tal vez las cruceshumanas sean mejor no lan-zarlas al mar porque te vuel-ven como olas embravecidasal país de los mudos.

Que indiferencia tan gran-de en saber la ruta de nuestrasvidas. Esa noche, ocurrió unarebelión, los alzados tomaronpor sorpresa a los guardias,algunos hombres se liberabande las cadenas mientras queotros quedaban inmóviles porel peso de las mismas. Unadesigual lucha que no veía finen esa hora de gritos jubilo-sos y llantos de cualquieremoción cruzada. La señorade negro apareció tomandoentre sus dedos los cadáveresque empezaban a ser la alfom-bra de aquel barco de soleda-des, la llama no podía faltar ycuando un compañero final-mente libero una línea de ca-denas, 120 hombres nos lan-zamos a recorrer los pasillosen búsqueda de la lucha o ladesesperación. En realidad nosabíamos a donde dirigirnos ycuantos disparos esquivar, acuantos soldados golpear, acuantas miradas esperar, has-ta que todo, se calmó. Por unmomento de vida me sentídueño de las estrellas. Aque-lla noche el mar se pintó detodas las carnes posibles. De-bíamos llegar a una tierra queno fuese la nuestra y empezarde nuevo. Algunos protesta-ron, otros no, pero necesitá-bamos salir de esa prisión,afortunadamente algunos sa-bían como dirigir aquel cor-cel de océanos. Yo me dedi-qué en plasmar con algunossignos y letras lo aquí sucedi-do, bitácora de un extraño re-lato. Dos semanas más tardesllegamos a una tierra de nues-tro mismo idioma pero distin-to acento. Su clima es muy fríoy el hambre es enorme, juroque deseo saber lo que una al-mohada y una sopa. Debía-mos llegar de noche y de lamanera más discreta, sabía-mos que se darían cuenta queapareció repentinamente unbarco, de con siglas extranje-ras y con su capitán crucifica-do al revés. (...)