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Dos caminos. PRT-ERP y Montoneros en los setentas, segunda edición completa el rio suena

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políticas comparadas de la guerrilla argentina durante la decada de 1970. PRT-ERP vs Montoneros

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guillermo caviasca

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Caviasca, GuillermoDos caminos : PRT-ERP y Montoneros en los '70 . - 2a ed. -

Buenos Aires : Editorial Cooperativa El Río Suena, 2009.0 p. ; 21x15 cm.

ISBN 978-987-24930-0-4

1. Guerra Civil. 2. Guerrilla Argentina. I. TítuloCDD 303.64

Fecha de catalogación: 17/02/2009

Diseño de tapa: El Río SuenaDiagramación interior: El Río Suena

Impreso en:Cooperativa Gráfica El río [email protected]

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Esta edición se realiza bajo la licencia de uso creativo compar-tido o Creative Commons. Está permitida la copia, distribu-ción, exibición y utilización de la obra bajo las siguientes condiciones:Atribución: se debe mencionar la fuente (título de la obra,autor, editorial, año).

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco a Natalia Vinelli, Miguel Mazzeo, RobertoElisalde, Ernesto Salas y Graciela Daleo, quede mil maneras ayudaron a que este trabajo cobraraforma.

Para Dante

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ÍNDICE

1. Introducción..................................................................72. La posición frente al peronismo.................................... 153. Ideología, método de análisis ...................................... 284. Concepción de la historia nacional e identidad ................495. Concepción de la organización: ¿qué hacer? ...................676. Estilo de conducción .....................................................787. La cuestión militar.........................................................878. El frente internacional .................................................1019. El PRT y la democracia ................................................10710. Doble poder y poder local ..........................................11311. Contrahegemonía y doble poder ............................... 12312. Frente a la apertura democrática y su degradación ......13813. Militarización de la lucha............................................16014. Los montoneros y el enfrentamiento con Perón ............ 17515. Relaciones entre organizaciones armadas ................... 19716. A modo de cierre...................................................... 206

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1. INTRODUCCIÓN

Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores DOS CAMINOSno tengan

historia, no tengan doctrina, no tengan héroes,ni mártires. Cada lucha debe comenzar de nuevo,

separada de las luchas anteriores, la experiencia colectiva sepierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como una

propiedad privada, cuyos dueños son los dueñosde todas las otras cosas.

Estos conceptos, vertidos por Rodolfo Walsh hace más de treinta años,dan cuenta de una realidad que los oprimidos sufrimos en forma per-manente: la alienación respecto de nuestra propia historia. Las “verda-des” difundidas masivamente sobre el pasado son principalmente inter-pretaciones construidas desde los ámbitos de dominación ideológica delas clases dominantes para garantizar su poder. La derrota sufrida porlas clases populares en los 70 llevó a que durante las décadas siguien-tes no haya habido voces organizadas desde el campo del pueblo encondiciones de dar la batalla ideológica necesaria para impedir estaexpropiación del pasado de la que hablaba Walsh.

En este trabajo nos proponemos estudiar y comparar algunos aspectosde las dos organizaciones guerrilleras más importantes de Argentina: elPartido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario delPueblo (PRT-ERP) y Montoneros. Es nuestra intención abordar el temadesde dos perspectivas: una, desde el presente mirando hacia el pasado,para profundizar el conocimiento a partir de los intereses actuales de lasclases populares;1 la otra, poniendo en discusión los planteos de cada

1. Usamos la palabra “pueblo” y no trabajadores o clase obrera, a pesar de la ambi-güedad del término, porque nos permite una perspectiva abarcadora de los diferentessectores populares que llevaron adelante las luchas del período. Si bien la clase obre-ra fue el eje central de la resistencia desde 1955, la juventud de clase media y la inte-lectualidad tuvieron un rol determinante desde 1969, cuando confluyeron con los tra-bajadores, aunque para los sectores medios y estudiantiles el comienzo del proceso deradicalización puede datarse en 1966, con el golpe del general Onganía.

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organización, una frente a la otra, con el objeto de analizar las diferen-tes interpretaciones y concepciones que ambas fuerzas tenían respecto delos mismos temas. Analizaremos centralmente el período 1973-1976 porser éste el lapso durante el cual ambas organizaciones se consolidan yadquieren su mayor desarrollo numérico y organizativo. Esto no impide,sin embargo, que hagamos referencia a hechos y documentos anteriores yposteriores a esta etapa, ya que, en lo que hace al objetivo principal deltrabajo (que no son los acontecimientos sino las características político-ideológicas de los revolucionarios argentinos que tomaron las armas), ladelimitación temporal es secundaria.

Por otra parte, este período histórico -por reciente y conflictivo- se pro-yecta sobre el presente con una fuerza muy grande. Por aceptación o pornegación, la experiencia de los 70 es un punto de referencia en los deba-tes y las prácticas ideológicas, políticas y económicas; aquí se cumple arajatabla lo planteado por Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: «Latradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla elcerebro de los vivos». Las citas obligadas sobre esta etapa se vuelven enun punto anacrónicas, al no estar enmarcadas en un balance suficiente-mente reflexivo del período. Desde las usinas ideológicas dominantes setoma como una referencia negativa el proceso de lucha armada desarro-llado en los 70, pese a que la degradación económica, política y culturalde nuestro país es innegable. Más aun si la relacionamos con los nivelesde cultura política, participación popular y desarrollo económico que exis-tían hasta hace treinta años.

En la actualidad (2008) una nueva visión del período es propuesta desdeel grupo que encabeza el Estado. Se rescatan el heroísmo y el «idealismo»de «esa generación» que luchó por «utopías». A más de treinta años de losacontecimientos y con la subsistencia de la estructura social contra la quecombatían aquellos revolucionarios, rescatarlos en esos términos («idea-listas», «utópicos») parece más bien una forma de cerrar heridas paraarmonizar la memoria histórica de la lucha popular en los marcos posibi-listas. El desafío actual es rediscutir los proyectos de aquel rico periodo,luchando por la transformación estructural del país que heredamos de ladictadura y el menemismo. Estructuras que hoy son aceptadas como irre-versibles por toda la clase política.

Frente a nuestra opinión positiva de la situación general del tercercuarto del siglo pasado, muchos la impugnarán diciendo que la violenciade este período y la posterior debacle económica demuestran que el8 GUILLERMO CAVIASCA

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camino era estructuralmente incorrecto. Las transformaciones socioeco-nómicas que la sociedad argentina discutió durante ese período en todoslos planos, incluían conscientemente un cambio estructural en el que almenos una fracción significativa de clase perdería; la resolución de lalucha decidiría si el costo debía ser pagado por la burguesía o por la claseobrera. Los revolucionarios de los 70 pensaban que ese sacrificio debía serhecho por la burguesía y que contaban para ello con un aliado fundamen-tal: el inexorable devenir de la historia. Los 60 y 70 eran épocas de revo-lución y liberación antiimperialista: Argelia, Cuba, Vietnam; los paísesafricanos y árabes y la misma América Latina parecían encaminados enese sentido. Esta oleada de luchas de liberación, muchas de ellas victorio-sas, parecían indicar que el camino revolucionario se construía luchandocon la inquebrantable voluntad del Che.

Pero la historia sólo tiene tendencias de largo plazo, y las resolucionesde las luchas concretas de cada formación social están sujetas a idas yvueltas en las que juegan un sinnúmero de contradicciones difíciles demedir para quienes están sumergidos en la vorágine de los hechos y en eldesarrollo propio de las acciones humanas. Lo mismo podemos decir delcapitalismo, cuyas crisis cíclicas parecen anunciar su fin definitivo, peroque puede regenerarse generando nuevos modos de acumulación que lepermiten relanzar un nuevo ciclo de éxitos. En este sentido, la resoluciónse dio en sentido inverso al que los revolucionarios esperaban y el sacrifi-cio principal lo hizo la clase obrera, que fue, y es, obligada a asumir elgrueso de los costos de la reproducción del sistema.

Por otra parte la violencia es sólo el emergente de la crisis del sistema.Nadie sacrifica pacíficamente sus intereses como clase por el interésajeno, a menos que el nivel de alienación de la clase (o sea la hegemoníalograda por la clase constituida en dominante) sea tal que le impidadefender sus intereses. Pero las luchas de la clase obrera argentina en lasdécadas previas establecieron un nivel de conciencia basado en las con-quistas reales obtenidas durante el gobierno peronista de 1946-1955, legi-timadas desde el discurso oficial. Este nivel de conciencia (y su correlatoen organización) significó una traba fundamental para la aplicación demodelos de acumulación capitalista que produjeran un alto costo a laclase trabajadora. Así surgió la Resistencia Peronista (resistencia obrerasería mejor llamarla para ubicarnos más claramente en cuales fueron lasclases populares que la llevaron adelante y no confundir como resistente

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y luchador a todo el peronismo) con sus grados embrionarios pero masi-vos de violencia. Por otra parte, la falta de un consenso homogéneo alinterior de la clase dominante y de una representación política democrá-ticamente viable de ésta, le brindaron a los trabajadores y al pueblomejores escenarios para desarrollar su resistencia y posteriormente laofensiva en el marco de una crisis de hegemonía recurrente.

Por eso no acordamos con descalificar la violencia del período sólo porsu costo en sangre o porque los revolucionarios (y todo el pueblo) hayansido derrotados, ya que nos parece bastante claro que las condicionespara llevar el enfrentamiento a sus últimas consecuencias venían madu-rando desde la caída de Perón. La construcción de las herramientas quepermitan pelear eficientemente y con éxito es una condición sine qua nonde toda lucha, principalmente cuando ésta se da por cuestiones de fondoque hacen a la existencia del sistema. El ejercicio de la violencia es (entreotras) una de las cuestiones clave a resolver por el campo del pueblo.

Un proceso de lucha de clases abierto se desarrolló a partir del 55, ynosotros consideramos una guerra civil de baja intensidad. Esta guerracivil de baja intensidad llegó a un punto crítico en 1976, cuando la clasedominante unificó sus fuerzas tras un proyecto común -el neoliberalismo-, y lanzó todo su poder militar sobre el pueblo argentino. Es entonces quelas expresiones político-militares no sólo sufrieron una derrota parcial ocoyuntural sino que fueron derrotadas integralmente, de modo que a lasalida de los años de la dictadura no hubo, prácticamente, voces orgáni-cas de la guerrilla con capacidad de hacerse escuchar y de expresar lasposiciones de los revolucionarios argentinos ante la sociedad. El pacto quepermitió la salida democrática se basó en un reconocimiento por parte detodos los futuros actores institucionales, de que no existía espacio en lademocracia alfonsinista para los revolucionarios de la década anterior.Este acuerdo, que se expresó en todos los planos, pero que tuvo su piedrade toque en las instituciones educativas y los medios de comunicación demasas (privilegiados centros de creación de consenso y de construcción dehegemonía) permitió garantizar, a nivel estratégico, la reproducción delsistema más allá de sus crisis, ya que la construcción de una alternativaintegral viable (y contrahegemónica) desde el campo del pueblo no puedeencararse si no se tiene respuesta a las cuestiones de la violencia y elpoder. Y no se resuelven a favor de los trabajadores las crisis del sistemacapitalista sin la existencia de una alternativa.

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Este consenso “democrático” (que también excluye a los militares delpoder político, pero no de las instituciones como garantes últimos de lacoacción) sólo es posible por el nivel de la derrota sufrida por las organi-zaciones revolucionarias argentinas. Paradójicamente, es quizás estamisma inexistencia de organizaciones revolucionarias significativas lo quepermite el parcial rescate de los militantes revolucionarios. Tampoco exis-te una fuerza de derecha significativa que se “atreva” a proclamarse he-redera (aunque sea parcial) del “proceso”. Pero es de destacar que unalectura fina del análisis que hacen intelectuales del establishment acadé-mico (como José Luis Romero o Tulio Halperín Donghi) permiten entreverun balance no laudatorio pero sí justificativo de parte del accionar mili-tar: en última instancia, plantean, fue un demonio necesario.

La dimensión de la derrota, algo que aún está por interpretarse, enmuchos casos nubla la visión de quienes en la actualidad pensamos sali-das revolucionarias para la crisis de nuestro país. Por un lado, la derrotaparece avalar una negación absoluta de la experiencia guerrillera, tiran-do por la ventana tanto los aciertos como los errores; por otro, se buscairreflexivamente una continuidad que suele sostenerse en un balance acrí-tico de las construcciones derrotadas. Algunos lo hacen desde la identi-dad, otros con la idea de repetir paso a paso, como una receta, lo queconsideran lo mejor y más avanzado que dio el pasado.

En El 18 Brumario... Marx presenta una idea que hacemos nuestra: “Loshombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su arbitrio, bajo cir-cunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstanciascon que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado”.Es en este sentido que creemos que el estudio crítico, global y compara-tivo de las organizaciones revolucionarias es necesario. Adelantamos enesta introducción nuestra reivindicación global de aquellos que lucharonpor hacer la revolución y construir el socialismo en Argentina, pero justa-mente porque éste sigue siendo nuestro objetivo debemos ser impiadososen el análisis de las experiencias del pasado.

Si bien puede haber distintas interpretaciones de un mismo hecho,basadas en intereses y marcos teóricos diferentes, los sectores popularestodavía no hemos desarrollado un análisis histórico sistemático y generaldel período. Mientras los sectores dominantes van acumulando experien-cia y construyendo un discurso hegemónico que imponen como únicavisión sobre el pasado para que toda la sociedad la haga propia, los sec-

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tores populares somos condenados a comenzar permanentemente decero, obligándonos a asumir interpretaciones de la historia hechas pornuestros enemigos.

El balance que nos debemos sobre este período, entonces, no es sólouna cuestión de las ciencias sociales: la construcción de una interpreta-ción contra-hegemónica de los procesos históricos (como expresión de unacontra-hegemonía integral) es una tarea que articula muchos de planos yque es parte de la lucha de clases por lo tanto se resolverá dialécticamen-te con el desarrollo de la lucha popular.

El 11 de marzo de 1973 se produce el triunfo electoral del FrenteJusticialista de Liberación Nacional (FREJULI), que lleva a la presidenciaa Héctor J. Cámpora tras una campaña electoral hegemonizada en lascalles por la izquierda peronista y sus consignas. Varios gobernadores,ocho diputados y un fluido diálogo con funcionarios del Ejecutivo, algunosde los cuales pertenecían a la Tendencia Revolucionaria, delinearon la“primavera camporista”. El PRT-ERP y Montoneros eran a esa altura lasdos principales organizaciones armadas que operaban en el país; a ellasse sumarán las demás organizaciones o diferentes fracciones de éstas. LasFuerzas Armadas de Liberación (FAL) se unirán mayoritariamente al ERP;las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Descamisados lo harán aMontoneros. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) –la más antigua de lasorganizaciones guerrilleras en operaciones–, tuvieron un devenir más com-plejo: la FAP 17 de Octubre (una de las fracciones en que se dividió lafuerza en octubre del 73 y que integraba el conocido militante de la resis-tencia Carlos Caride), se sumó mayoritariamente a Montoneros, si bienque la FAP y su expresión política, el Peronismo de Base (PB), se mantu-vieron como organizaciones autónomas en medio de múltiples fracturas ydiscusiones, e impulsaron una opción política propia: el nombre que sedaban era “Alternativa independiente de la clase obrera y el pueblo pero-nista”, que básicamente era el llamado a los trabajadores a asumir posi-ciones clasistas sin negar su identidad peronista pero independientemen-te de Perón. En ese camino los alternativistas de las FAP-PB se vincularonal PRT y se aproximaron, sin integrarlo, el Frente Antiimperialista por elSocialismo (FAS, que veremos más adelante).

La confluencia se da en torno a dos concepciones de la revolución: elmarxismo leninismo y el nacionalismo revolucionario,2 definiendo sus con-tornos centralmente por sus posiciones respecto a la valoración del pero-

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nismo y a la contradicción principal de la etapa. Es importante tener encuenta que hasta junio del 73, la FAR siguió siendo aliada con Montonerospero no fusionada.

Las FAR eran clara y explícitamente marxistas y mantuvieron una discu-sión desde esa concepción tanto con Montoneros como con el PRT-ERPacerca de cómo debía definirse política e ideológicamente la vanguardiarevolucionaria argentina; antes y después de la fusión, sus dirigentes ofi-ciaron como bisagra de las relaciones entre el PRT y Montoneros.

Para estudiar las posiciones de dichas organizaciones es convenientetener en cuenta los tres períodos diferenciados en que dividimos elgobierno 73-76: los 49 días de Cámpora, el año de Perón (incluyendo losdos meses de Raúl Lastiri) y el año y medio de Isabel. Durante el primerperíodo no hay prácticamente acciones militares. Durante el período dePerón el ERP se lanza de lleno a la guerra pero Montoneros realiza sóloacciones que no reivindica3 , mientras aumenta la violencia derechista4 yla ofensiva política contra la izquierda se hace muy aguda. Ya los hechosdel 20 de junio en Ezeiza evidencian que la ofensiva de la derecha se des-arrolló desde el mismo período de gobierno de Cámpora, y el hecho dequela Triple A haya salido a la luz inmediatamente después de la muerte dePerón permite inducir que se estaba formando desde antes. Durante elercer período, luego de la muerte de Perón, Montoneros se suma a lalucha armada de lleno, públicamente, y el terrorismo estatal y para-estatal actúa con enorme virulencia.

2. Ver las críticas de las FAR al documento de fusión propuesto por Montoneros enBaschetti, Roberto (comp.), De Cámpora a la ruptura. Documentos 1973-1976,Volumen I. Buenos Aires, Ed. De la Campana, 1996.3. Matan a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT y hombre de Perón; algu-nos represores, a Mor Roig –dirigente radical y ex ministro de la dictadura de Lanusse–,y recuperan dinero y armas.4. Los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride, puestos por Perón a la cabeza de laPolicía Federal, son considerados responsables directos del asesinato de más de 200militantes, mientras que la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de la que éstosformaban parte, es responsable de más de 1.000 asesinatos políticos comprobadosdesde la muerte de Perón. Villar fue ejecutado por Montoneros y el ERP no concretósu idea de matar a Margaride.

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Cada período tiene características políticas diferentes. A pesar de ser elmismo Estado con iguales instituciones, cambiaron tanto los actores polí-ticos que ocupan los lugares clave como la percepción que tienen de lasituación las diferentes clases. En consecuencia, cambia la política que seda desde el Estado hacia las clases y las organizaciones populares.

Nuestro trabajo está organizado por temas y no por períodos, pero esimportante tener presente esta periodización para comprender el proce-so desarrollado en esos tres años. Consideramos los siguientes aspectospolíticos e ideológicos que, entendemos, permiten aclarar las posicionesde las organizaciones PRT-ERP y Montoneros en la etapa 73-76: la posiciónfrente al peronismo; la identidad política; la ideología y el método de aná-lisis; la concepción de la democracia y el poder; la concepción del doblepoder; la cuestión militar; el estilo de conducción y la concepción organi-zativa; las características del internacionalismo desarrollado por las dosorganizaciones; las relaciones de Montoneros con Perón; la crisis delgobierno y la política de las organizaciones frente a ella, y el giro milita-rista. Este trabajo no tiene la pretensión de desarrollar acabadamentecada uno de los temas de debate planteados, sino ofrecer una aproxima-ción que colabore con un estudio posterior de carácter sistemático.

Advertimos que no es nuestra intención posicionarnos desde una críti-ca externa a los compañeros que impulsaron la lucha armada en los años70. Reivindicamos las palabras del combatiente Uturunco Santiago Molina,quien en una entrevista en 1984 dijo: “Me alegro mucho de que haya pre-ocupaciones para que esto, que fue un principio de algo que hemos con-siderado y seguimos considerando bien noble, no quede como un hecho depolicía, sino que figure en las páginas de la historia y que sirva para quealguien o para que muchos, puedan continuar...”.5

Nosotros extendemos su reflexión al período que va desde 1955 hasta1976, en el cual el pueblo logró su mayor experiencia de lucha, organiza-ción y conciencia. Hoy, cuando el pueblo argentino está buscando nueva-mente un rumbo, muchos trabajos avanzan en ese sentido. Éste sólo pre-tende ser un aporte más.

5. Salas, Ernesto, Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista, Buenos Aires, Biblos, 2003.

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2. LA POSICIÓN FRENTE AL PERONISMO

El peronismo fue una divisoria de aguas en la política argentina desdesu surgimiento hasta la década del 80; esta situación se proyecta sobreel presente en la forma en que se interpreta la historia del período. Lacontradicción peronismo-antiperonismo definió objetivamente los cam-pos enfrentados durante las décadas que siguieron al 45; pero leídaestructuralmente esta contradicción ocasiona problemas cuando seprocura llegar a una definición de aliados y enemigos, ya que sus con-tornos de clase son difusos.

La definición de la contradicción principal fue determinante para lasorganizaciones que estamos analizando porque enmarcaba su accionarpolítico y definía sus amigos y enemigos. El PRT, que buscaba adherir a unmarxismo leninismo clásico y hacía gala de ortodoxia, consideraba que lacontradicción burguesía-proletariado era principal, mientras que para losnacionalistas antiimperialistas la contradicción principal era liberación odependencia. Mas allá de que ambas contradicciones no sean excluyentes,en lo táctico muchas veces eran leídas en forma absoluta y diferenciaronpolíticas concretas.

El PRT no era peronista. Consideraba que el objetivo del peronismo erasalvar al sistema burgués de su naufragio, y lo encuadró dentro de la cate-goría de «bonapartismo»6 para describir el rol histórico que nuevamenteel peronismo cumpliría en la etapa abierta a partir del 11 de marzo de1973. La categoría elegida por Mario Roberto Santucho, Secretario

6. Bonapartismo: categoría de régimen político que Marx define en El 18 Brumario deLuis Bonaparte. Es el sistema en el que la burguesía entrega el poder político a un actoraparentemente independiente de las clases, que se ubica por arriba de ellas, pero cuyoobjetivo real es frenar el accionar revolucionario de las masas y garantizar los intere-ses estratégicos de la burguesía en su conjunto. En este análisis el PRT es tributario delas ideas del historiador morenista Milcíades Peña.

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General del PRT y comandante del ERP, no es casual: se alejaba tantode la idea del peronismo como nazifacismo como de la visión opuestaque lo caracterizaba como movimiento revolucionario. La primera deestas posiciones –el peronismo sería la expresión local del nazifacismo-era propiciada por la izquierda en la Unión Democrática del 45. Lavisión del peronismo como movimiento revolucionario, se la adjudicabael PRT a la izquierda peronista, si bien esta idea no era tan definida enla Tendencia, ni mucho menos generalizada.7 En los 70, la idea de unperonismo revolucionario era más bien un discurso, un objetivo, rela-cionado más con las posiciones de John William Cooke en el debate conPerón, que con las posiciones del propio Perón.8

El PRT percibía que Perón venía a «poner orden» (y en esto acertaba:fue el mismo Perón quien planteó en su discurso después de la matanzade Ezeiza que esperaba un período de paz y reconstrucción, llamando alos trabajadores a retomar la consigna «de casa al trabajo y del trabajo acasa»), y que este orden era, en última instancia, el que quería y necesi-taba la burguesía para recomponer su cuestionada hegemonía. Los perre-tistas consideraban también que el peronismo era regresivo, y es en estesentido que Santucho usaba la categoría de bonapartismo. Lo que no eratan claro es que el proceso que culminó con la renuncia de Cámpora tuvie-ra como único desenlace posible que Perón llegase para poner orden.

7. La Tendencia Revolucionaria del peronismo la formaban todas las agrupaciones pero-nistas y personalidades de un amplio abanico que iba desde hombres y mujeres de laresistencia y sindicalistas combativos hasta organizaciones armadas. No era un frenteconstruido orgánicamente sino una corriente con la que se identificaban aquellos queconsideraban que el peronismo debía llevar adelante una transformación social y quese oponían a las estructuras tradicionales controladas por lo que denominaban “buro-cracia política y sindical”.8. John William Cooke había sido el delegado personal de Perón luego del su derroca-miento en septiembre del 55. Cooke emprendió una ardua tarea de organización de laresistencia durante el período post golpe y sostuvo un largo debate con Perón sobre eltipo de organización, los métodos de lucha y las definiciones ideológicas del movimien-to; impulsando la transformación del movimiento en una organización con definicionessocialistas y revolucionarias. Perón se distanció de él apartándolo de los roles dirigen-tes. En realidad el tema es aun más confuso al interior del peronismo, ya que la cate-goría revolución fue usada por los sectores más disímiles del movimiento para calificar

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Según la concepción del PRT, el período camporista era igual que los sub-siguientes o, al menos, que la degradación política y la derechización quese produce del 73 al 76 estaba en la naturaleza del proceso desde sus orí-genes, o sea: que Cámpora era el orden mismo, sin otra perspectiva.

Para explicar los mismos fenómenos de crisis económica y políticaenglobados bajo el concepto de crisis orgánica, Antonio Gramsci utilizauna caracterización emparentada con la de “bonapartismo”: “cesarismo”.En Marx la categoría “bonapartismo” siempre tiene un contenido negati-vo, como se ve claramente en El 18 Brumario... Para Gramsci, el “cesa-rismo” puede ser progresivo o regresivo, según contribuya o no a haceravanzar a los sectores populares en las relaciones de fuerzas. Pero tantopara Marx como para Gramsci “el Bona-parte de turno” es una figura emi-nentemente militar. No es el caso de Perón quien, a pesar de su grado yuniforme, era una figura civil que debía el origen y la pervivencia de supoder a la clase trabajadora más que a la corporación militar o a la bur-guesía. En este sentido pensamos que el peronismo fue un “bonapartismosui generis”, o la expresión argentina de los populismos latinoamericanosque fueron históricamente progresivos (al menos en las etapas fundacio-nales antes de evolucionar hacia partidos del orden).

A diferencia de Marx, León Trotsky (quien en su exilio mexicano de finesde los años 30 tuvo la oportunidad de ver de cerca las realidades latinoa-mericanas) utilizó en el mismo horizonte que Gramsci esta visión según lacual puede haber un “bonapartismo progresivo” o “regresivo”, ya sea quecontribuya, o no, a la lucha de clases. Explícitamente, Trotsky utilizó lacategoría de “bonapartismo progresivo” para referirse al gobierno popu-lista de Lázaro Cárdenas. A pesar de ser un gobierno burgués, Cárdenas seapoyó en los sectores populares urbanos, el campesinado y la clase obre-ra para enfrentar al imperialismo, nacionalizar el petróleo9 e implemen-tar un conjunto de reformas sociales (como un real avance de la refor-ma agraria).

sus proyectos políticos, sin que éstos fueran socialistas ni tendieran hacia la liberaciónnacional.9. Kohan, Néstor, “¿Foquismo? (A propósito de Mario Roberto Santucho y el pensamien-to político de la tradición guevarista)”. En AAVV, Ernesto Che Guevara: Otro mundo esposible, Buenos Aires, Nuestra América / La Rosa Blindada, 2003, pp. 213-259.

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Utilizaremos la categoría populismo10 a pesar de sus contornos difusos ytomando nota de las precisiones que hacemos aquí, antes que bonapartis-mo o cesarismo, ya que permite tener en cuenta la realidad propia devarios procesos modernizadores populares similares que se desarrollaronen América Latina. Además, le agregamos el adjetivo progresista, parasepararlo de otras experiencias con apoyo de masas de corte más conser-vador. En los populismos progresistas es esencial la presencia de las masasmovilizadas y la obtención de mejoras reales tanto políticas como socia-les y económicas en el marco de un proceso nacionalizador/estatizador dela economía dentro del capitalismo. También podríamos llamar al peronis-mo con términos menos cargados de negatividad: “movimiento nacional ypopular”, pero creemos que los dos entran en la misma parte del espec-tro político y que la valoración positiva de los diferentes “populismos”lleva a denominarlos movimientos nacionales y populares.

Santucho utiliza la categoría “bonapartismo” con una gran amplitud.No sólo la emplea para explicar la aparición del peronismo histórico (sindejar claro si considera bonapartista la corriente que Perón expresa desdela Secretaría de Trabajo y Previsión en 1943 o si extiende esta categoría atodo el peronismo), sino también para describir la emergencia recurrentede los militares argentinos a lo largo de toda nuestra historia como el“partido del orden”, “partido del orden” tal como lo plantea Marx en el18 brumario dejando la caracterización de populista a Montoneros, aun-que al final de su análisis pareciera poder concluirse que el peronismo erauna forma particular de bonapartismo: un populismo. Mas allá de Poder...poder... el PRT trabajó un estudio del peronismo más específico, dondeasumen las categorías de Silvio Frondizi y Milciades Peña. Así enPoder... poder... el PRT colocaba al peronismo en la misma categoría

10. El tema de las categorías aplicables al estudio de los movimientos de masas lati-noamericanos requiere de un nivel de precisiones mayor que el que este trabajo puedededicarle. En realidad es difícil encontrar un término que no esté cargado de una fuer-te valoración política (negativa o positiva) y, en este sentido, la categoría de populis-mo encierra cierta tendencia despectiva. Nosotros creemos que la formación social lati-noamericana ha dado lugar al surgimiento de movimientos políticos de masas de unvariado grado de progresismo que, vistos con un esquema de pensamiento eurocéntri-co, parecerían reaccionarios.

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que los regímenes militares impuestos a partir de 1930 como unavariante de los mismos, en la misma categoría que los regímenes mili-tares impuestos a partir de 1930: “El exitoso golpe militar del 4 dejunio de 1943, coincidente con la coyuntura económica internacionalextremadamente favorable, producto de la Guerra Mundial, abrió unperíodo de prosperidad y estabilidad capitalista que permitió importan-tes concesiones a las masas y sirvió magníficamente a la burguesía parainfundir falsas esperanzas en los militares, para difundir entre lasmasas la teoría contrarrevolucionaria de la fusión pueblo-ejército comofórmula para la revolución nacional antiimperialista y popular. La rea-lidad es que el bonapartismo militar ha sido el sistema más beneficio-so para la burguesía y el imperialismo y más perjudicial a los interesespopulares y de la nación”.11 El afán de simplificar las contradicciones auna sola (burguesía-proletariado) lleva a Santucho a meter en unamisma bolsa situaciones distintas.12

Pero debemos destacar que en el mismo folleto Santucho realiza unanálisis del período posterior a la caída de Perón y allí muestra una valo-ración positiva de la experiencia de lucha de las masas peronistas: “Peronuevamente la presión de las masas fue muy grande. Saliendo rápidamen-te de la confusión nuestro pueblo intensificó la lucha reivindicativa y polí-tica, enfrentó activamente los planes capitalistas de superexplotación,continuó el accionar armado y urbano y agregó una intentona rural, quefue derrotada al no llegar a constituir sólidas unidades, y desbarató elplan frondicista de estabilización política en las elecciones a gobernado-res de marzo de 1962 imponiendo en Buenos Aires un gobernador obrero(Andrés Framini) que aunque no era revolucionario, resultaba inaceptablepara la burguesía en esos momentos”.13

11. Santucho, M., Poder burgués, poder revolucionario, Bs. As., Ed. 19 de Julio, 1995. 12. La simplificación del marxismo es una cuestión que venía preocupando desde haciatiempo a teórico y militantes como. Antonio Gramsci por ejemplo dedica varias de susnotas al tema, problematizando las visiones manualísticas y simplificadoras. Lo hacia alabordar una discusión con Bujarin y en sus notas sobre le tema de la religión en los queproblematiza temas relativos a ideología y conciencia de «simples» e «intelectuales.13. Santucho, M. R., op. cit., pág. 16.

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La contradicción entre la valoración de esta lucha y la identidad bajola que se desarrolla no aparece explícitamente en el texto, Santucho laomite. Había en él una negación a articular en un análisis político-históri-co la lucha de los trabajadores (que se reivindica y asume) y la identidadperonista de esos mismos trabajadores (que se repudia y combate).

Finalmente, vemos cómo en los artículos recopilados por De Santis elPRT a través de la pluma de Julio Ferré precisa la naturaleza específicadel bonapartismo peronista: “Por eso decimos que el gobierno de perónfue un gobierno bonapartista, que intentó un proyecto de desarrollo capi-talista independiente controlando a la case obrera y apoyándose en ella”.El PRT consideraba al peronismo de los 70 “un fenómeno social agotado,sin posibilidades de desarrollo histórico” por representar los intereses delcapitalismo nacional, inviable en la etapa de los monopolios.

Siguiendo nuevamente a Silvio Frondizi y sus tesis de RealidadArgentina. Si esto era así para el PRT entonces la revolución debía serobrera y socialista, y se desarrollaría según la teoría de «la revolución per-manente» elaborada por Trotsky, según la cual el proletariado asume elpoder para llevar adelante tareas democrático burguesas (en nuestro país,la liberación nacional) pero la misma dinámica de la lucha de clases impo-ne inmediatamente la profundización del proceso y la construcción delsocialismo.

“La reiteración de la propuesta populista de Perón fracasará porque yano existe una burguesía nacional como se creía en el 45 (...) La guerrarevolucionaria está más vigente que nunca y nuestro partido y nuestroejército mostrarán el camino hacia la victoria final”, sostenía Santucho enun boletín de circulación interna publicado en 1973.14 En este análisisasoma un déficit que el PRT-ERP arrastró durante toda su experiencia: laausencia de una propuesta política entre la guerra revolucionaria y el tra-bajo de masas. La caracterización de la inviabilidad del proyecto de Perónera atendible, pero al ser la lucha armada la opción principal que se lespresentaba a las masas, el trabajo político no armado quedaba relegado,de hecho, a un segundo o tercer plano, teniendo en cuenta además queel PRT ponía especial énfasis en el trabajo de inserción en el terreno sin-dical, donde la lucha es principalmente económica (esto lo desarrollare-

14. Boletín interno del PRT Nº 38, 24 de febrero de 1973.

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mos más adelante). Analizando el mismo momento político, sorpren-dentemente Santucho, líder indiscutido del partido, consideraba muyposible la derrota del peronismo en el 73; ese año, sostenía, el pueblomostraba “total indiferencia y desesperanza ante las elecciones”.15

Debemos considerar que si hubo un proceso electoral con participación,movilización de masas y con consignas combativas, fue el del 73.

Quizás estos errores del PRT en la caracterización del estado de ánimode las masas (que repetirán tras el golpe del 76 con el llamado, desde laspáginas de El Combatiente, sintetizado en la consigna «Argentinos a lasarmas»), tengan su origen en la ya planteada vocación reduccionista quese apoderó de las filas del marxismo revolucionario. En el afán de reducirel marxismo a manuales sencillos, formulas de fácil e infalible aplicación.En la necesidad de reducir lo complejo a lo simple para hacerlo aprensi-ble por nuevos potenciales militantes y la incapacidad de no volver hacialo complejo para aferrarse a lo supuestamente sabido.

Todo esto llevó a un conocimiento parcial y a caracterizaciones equivo-cadas, a una visión muy esquemática de los procesos históricos, según lacual la estructura económica determina los procesos políticos y de con-ciencia (si la burguesía nacional estaba agotada históricamente, su expre-sión, el peronismo, también lo estaba y esto debía reflejarse en lo elec-toral). Ese afán simplificador dejó de lado o consideró irrelevantes los fac-tores culturales y sociales en la configuración de la identidad de la claseobrera y fue consecuencia de una visión determinista de la relación base-superestructura que desestimó la existencia de una relación de interac-ción entre ellas matizando los determinantes estructurales. También losrevolucionarios de la época tenían una valoración excesivamente optimis-ta de las posibilidades de éxito de una vanguardia armada. Es probableque todas estas falencias combinadas hayan dado origen a la incompren-sión del peronismo por parte del PRT y a la denominada «desviación mili-tarista», que llevó a que relegara el trabajo de masas por el trabajo mili-tar, con el consecuente despegue de la realidad concreta de los trabaja-dores. Pero como dijimos, este tipo de simplificaciones era común enmuchas organizaciones de la izquierda revolucionaria latinoamericana.

15. Boletín interno del PRT Nº 35, 16 de enero de 1973.

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Consideramos que los factores subjetivos son determinantes en laconstrucción de la clase obrera como clase para sí. Si bien su ubicaciónden-tro de las relaciones de producción como suministradores del “fac-tor trabajo” constituye a los trabajadores como clase dentro de laestructura económica del sistema capitalista (clase en sí), esto no essuficiente para que sea un actor colectivo en la lucha de clases cons-ciente de sus derechos colectivos frente a la burguesía. En el procesode constitución de la clase obrera como clase para sí interviene unaserie de factores extraeconómicos, experiencias de lucha colectiva,elementos culturales, simbólicos, etc. Debemos recordar que, comodice Marx, las clases toman conciencia del conflicto estructural en elplano de las superestructuras. En nuestro país el peronismo constituyóuna experiencia clave para la clase obrera, aportando elementos iden-titarios como los derivados de una sensación de igualdad política ysocial ante las demás clases y la idea de pertenecer a un bloque políti-camente homogéneo. El peronismo, como expresión de “lo popular”,fue asumido por la clase trabajadora como identidad más allá de losfactores estrictamente económicos (aunque, de más está decirlo,cimentado en los indudables avances económicos y sociales de la claseobrera en el período iniciado en 1946).

Como adelantamos más arriba, en el PRT-ERP también se observa unadificultad para concebir políticas que medien entre la ideología y losobjetivos estratégicos (que se deducen del análisis estructural econó-mico de la sociedad), y la compleja y contradictoria evolución de larealidad política y la conciencia propia de las masas argentinas. O sea:a la vez que demostraba capacidad de insertarse en importantes secto-res industriales (minoritarios frente a la burocracia peronista, pero sig-nificativos para el desarrollo del PRT) en el momento de pegar el saltode lo reivindicativo a lo político tenía dificultades para ofrecer otrapolítica que no fuera la guerra revolucionaria.

Más claramente: el PRT tenía bien definido como objetivo desarrollarel clasismo en la lucha económica, y en la política la guerra revolucio-naria, pero en el medio había una laguna. Y si bien intentaron instalar“comités de base” amplios donde poder articular la lucha de las masaspopulares mas allá del PRT, éstos no llegaron a tener gran desarrollo.La masas aceptaban al PRT-ERP (en general en el 73 todas las organiza-ciones eran muy respetadas) pero la opción electoral de esas mismas

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bases seguía siendo el peronismo, y cuando una fuerza de izquierdaperonista aparecía en la zona para realizar un trabajo de masas, le dis-putaba con éxito la base territorial.

Montoneros era una organización peronista y hasta el regreso efectivode Perón al país creía que el peronismo volvería para llevar adelante unproceso de liberación nacional cuyo conductor determinante era Perón.Caracterizaba el proceso como revolucionario en un sentido amplio, esdecir, sus políticas tendrían una orientación en coincidencia con el progre-so hacia el cambio revolucionario. Perón era el factor de unidad nacional,según las definiciones de «la M». Hasta mediados del 73 arrastró esta defi-nición y justificó las agresiones del líder a través de la teoría del cerco.16

Para Montoneros la revolución sería popular y antiimperialista, impul-sada por un frente de clases dentro del cual había que luchar por la hege-monía obrera; tendría tareas democráticas y de liberación nacional en unaprimera etapa, de modo tal que las tareas específicamente socialistas sepostergaban para más adelante. Aunque está claro que para el ideariomontonero el socialismo no se planteaba en una etapa completamentediferente y alejada de la liberación nacional, sino que las mismas contra-dicciones en la lucha antiimperialista llevarían en el corto plazo a la radi-calización del proceso.17

También es importante delimitar cuáles eran los límites del procesorevolucionario para esta organización. Para los movimientos antiimperia-listas un proceso revolucionario no implica necesariamente la instauracióndel socialismo, sino un desarrollo en el cual las medidas de carácterantiimperialista, favorables a los trabajadores, se suceden sin que, por unperíodo relativamente prolongado de tiempo (algunos años) necesaria-mente el modo de producción dominante deje de ser capitalista. En este sentido era posible concebir a Perón como un líder revolucionario ya que

16. La “teoría del cerco” era la explicación que la dirigencia montonera daba a susbases de las agresiones del líder. Se argumentaba que no era Perón quien dictaba laspolíticas contrarias a los intereses populares, sino que existía un cerco de personajesnefastos que lo habían rodeado y le filtraban la realidad.17. En este sentido, las etapas planteadas por Montoneros se distanciaban de las soste-nidas por el Partido Comunista, que en ese entonces proponía una revolución democrá-tico burguesa, y del PRT que, como vimos, proponía el socialismo ya.

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muchas de sus declaraciones tenían ese sesgo (muchas otras no), y las mis-mas conquistas del período 46-55 y su continuidad requerían, en la visiónde los peronistas revolucionarios de la época, la profundización del cami-no anterior.18

Por otro lado, es necesario matizar la «ortodoxia» de Montoneros yaque a lo largo del 73, con su gran crecimiento19 , su definición como actorpolítico independiente de Perón y la incorporación de muchos cuadros deizquierda (y la izquierdización de muchos otros), comenzó a manejar dosdiscursos: uno hacia las masas, donde reafirmaba reiterativamente su dis-ciplinamiento a las directivas de Perón (reinterpretadas por ellos), y otrohacia el interior de la organización, donde definía más claramente su aspi-ración de convertirse en la conducción del peronismo más allá de Perón.20

Por ejemplo, hacia el interior de la organización (durante 1973 y hastala ruptura) se dejaba circular la consigna «Montoneros y Perón conduc-

18. Acá salta otra diferencia entre el PRT y el peronismo revolucionario en general, quese origina en sus visiones históricas diferentes, la caracterización de la contradicciónprincipal y los ritmos que un proceso revolucionario debe llevar. Para el PRT una pro-fundización de las medidas de Perón del 46-55, era el Congreso de la Productividad yun ajuste favorable al capital nacional, y en esta etapa, al capital internacional. Paralos peronistas, por el contrario, la profundización se orientaba hacia una mayor estati-zación y control obrero, como había expresado la clase obrera peronista en La Falda,Huerta Grande y el programa de la CGT de los Argentinos.19. En 1971 en uno de los primeros reportajes dados por la organización, Montonerosdecía: “Pero nos unieron la convicción y el sentimiento ya comunes de la necesidad deluchar con las armas en la mano por la toma del poder con Perón y con el pueblo y laconstrucción de una Argentina justa, libre y soberana” (en revista Cristianismo yRevolución, Nº 28, abril de 1971). Es significativa la preposición “con”, que adjudica ala naciente organización un rol que va más allá de Perón mismo.20. Ver el compendio de documentos y extractos de éstos que Montoneros editó en elaño 1977 bajo el nombre Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del EjércitoMontonero, donde desarrollaba su visión de su propia historia. También, a pesar de queno coincidimos con su perspectiva, el trabajo de Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón oMuerte, es muy interesante en el abordaje crítico del discurso de la izquierda peronis-ta y sus contradicciones.

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ción” y se cuestionaban las políticas del General en boletines y documen-tos internos, lo que enfurecía al líder.21 Conviene aclarar que este «doble-discurso», más que una maniobra de engaño a las masas, parecía ser laúnica forma que los dirigentes encontraron para mantener su identifica-ción como peronistas, ya que consideraban que el prestigio de Perón fren-te a las masas continuaba intacto.

Lo cierto es que las posiciones de los diferentes grupos peronistas queformaban la Tendencia no eran iguales en todos los casos y variaban a tra-vés del tiempo. En realidad es difícil encontrar una definición categóricasobre Perón de alguno de los grupos peronistas de izquierda que haya per-manecido inalterada durante toda la etapa estudiada. Montoneros teníauna gran expectativa en el proceso abierto en 1972 con la campaña“Luche y vuelve”,22 que hizo extensiva a Perón, pero esto no se dio de lamisma manera en todos los grupos. Una escisión de Montoneros, laColumna Sabino Navarro, y el Peronismo de Base, abandonaron rápida-mente el disciplinamiento a las directivas de Perón y plantearon la nece-sidad de construir una alternativa obrera independiente, lo que básica-mente significaba la creación de una organización política de masas inde-pendiente de Perón. Igualmente, en momentos tan tempranos como lasegunda mitad del 73, ya no había dudas en el conjunto de la Tendenciade que Perón se orientaba en su contra y que había que construir otracosa; las diferencias entonces se dieron en torno a cómo prepararse parala ruptura en mejores condiciones.

En general “la M” consideró, como toda la izquierda peronista, que eljusticialismo como doctrina (y no el Partido Justicialista) era una etapa enel camino al socialismo: una forma particular que tomaba en Argentina lalucha de la clase trabajadora y que (desde la perspectiva de las causasinternas y del socialismo nacional, que veremos mas adelante) se debíaser partícipe de esa experiencia. No hay «infiltración» como después acu-sará Perón, por el contrario hay una transición ideológica de algunos mili-tantes de la resistencia que consideraban que el peronismo era una «revo-lución inconclusa» que se debía terminar (y que tenía una ideología incon-

21. Roberto Cirilo Perdía, entrevista con el autor, 15 de junio de 2004.22. “Luche y vuelve” fue la consigna de masas que se instaló desde 1972 hasta el regre-so definitivo del General en 1973.

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clusa que se debía completar); y, por otro lado, una asunción por partede militantes marxistas, nacionalistas y cristianos de base, que asumí-an el peronismo como “vía” hacia una revolución que iba mas allá de loque el peronismo efectivamente realizó durante su gobierno pero quese concebía como una evolución necesaria dentro de las nuevas condi-ciones internacionales y económicas.

En ese sentido es interesante observar la trayectoria de los sectoresmás viejos del peronismo formados durante la Resistencia. Tanto elPeronismo de Base y la FAP, como otras agrupaciones y militantes comba-tivos vinculados a la Resistencia (que sufrieron toda la gama de desaires aque Perón los sometió), tenían una serie de resguardos mucho más fuer-tes hacia Perón que los montoneros. La profundización de la lucha llevó adesnudar el carácter de clase del enfrentamiento post 55 en forma máscruda, y más allá de la poderosa identidad peronista policlasista, los prin-cipales partícipes de la lucha visualizaban nuevos horizontes que no esta-ban contenidos dentro de la antinomia básica peronismo-antiperonismo.

Esta nueva definición, a la que se accedió a través de la lucha de cla-ses pero tambien a partir del peronismo, llevó al mismo tiempo a ver laslimitaciones del movimiento, traducidas en los límites de la conducción dePerón. Por eso muchos de los viejos resistentes adscribieron al “alternati-vismo” y, sin abandonar la identidad peronista, se aproximaron a las posi-ciones del PRT y del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS).23

Por el contrario, Montoneros rechazó esta opción pues consideraba, porun lado, que no era el clasismo la respuesta a los límites del peronismo,ya que el frente de liberación nacional requiere de la presencia de otrasclases sociales además de la clase obrera; y por el otro, no creía que sefuera a dar un fenómeno de lucha de clases en el seno del movimiento,como planteaba el alternativismo. Para «la M» en el peronismo sólo seencontraba la clase obrera, como expresó en la «Charla de la ConducciónNacional ante las agrupaciones de los frentes» de 1973.24 La organización

23. El FAS era una convocatoria frentista donde el PRT se agrupaba con otras fuerzasde izquierda y algunos peronistas clasistas que no rechazaban la lucha armada.24. “Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los frentes, 1973”, en:Baschetti, Roberto, De Cámpora a la ruptura. Documentos 1973-1976, Buenos Aires, Dela Campana, 1996, pág. 258-310.

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desarrolló la idea de «verdadero peronismo» como solución para explicarsu adscripción al peronismo, idea surgida de la Resistencia y que le per-mitió salvar hacia sí misma y sus simpatizantes su identidad como partedel movimiento. “Hacia sí misma” porque la mayoría de los dirigentes tra-dicionales, burócratas sindicales, caudillos provinciales, etc., rápidamen-te los tildó como “infiltrados”, con el aval del propio Perón.

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3. IDEOLOGÍA, MÉTODO DE ANÁLISIS

Una de las acepciones más fuertes de ideología presentada por Marx(desarrollada principalmente en La ideología alemana) sostiene quefunciona como un cristal a través del cual miramos el mundo, defor-mándolo: “Si en toda ideología los hombres y sus circunstancias apare-cen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno surge delproceso de su vida histórica en la misma medida que la inversión de losobjetos en la retina lo hace del proceso de la vida física”1 . Decía tam-bién que el materialismo histórico, en tanto ciencia, venía a terminarcon las ideologías deformadoras de la realidad.

Aquí el concepto “ideología” se empleará de manera más instrumentalvinculada con la lucha de clases, tal como lo usó Lenin, como concepciónteórica a través de la cual se analizan los hechos, como concepción eco-nómica, política y filosófica que permite abordar el conocimiento de lassociedades que los revolucionarios pretenden transformar2, y como con-cepción del mundo de las diferentes clases sociales en una determinadaetapa histórica.

No es que consideremos que todas las formas de encarar el estudio dela realidad (presente o pasada) sean equivalentes; asumimos la concep-ción de que la verdad es una y que existen por un lado diferentes puntosde vista (de clase) sobre la misma (diferentes ideologías a través de lascuales encarar la comprensión de la realidad), y por otro, “patrañas” des-

1. Marx, Carlos, La ideología alemana, pág. 47.2. Escribía Lenin en la “Carta a la Federación del Norte”: “El socialismo en la medidaen que es la ideología de la lucha de la clase proletaria, está sometido a las condicio-nes generales del nacimiento, desarrollo y consolidación de una ideología (...) en lalucha de clases del proletariado que se desarrolla de manera espontánea, como fuerzaelemental a partir de las relaciones capitalistas, el socialismo es introducido por los ide-ólogos”. Lenin, V. I., Obras completas. Tomo VI, Buenos Aires, Cartago, 1960.

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tinadas a oscurecer o justificar el estado de cosas. Creemos a su vezque toda verdad es relativa al ser susceptible de ser superada por nue-vas investigaciones, pero que es objetiva si se utiliza un método deestudio científico. Lo que no creemos es que exista un método de aná-lisis científico para las ciencias sociales suficientemente desarrolladoque permita alcanzar una verdad absoluta, pero sabemos que el mate-rialismo histórico es la más importante herramienta teórica con quecontamos para encarar un análisis objetivo de la realidad desde la ópti-ca de la clase trabajadora.

Hecha esta aclaración, caracterizamos al PRT como una organizaciónmarxista-leninista (en ideología e identidad) que buscaba construir el par-tido de la clase obrera. En ese sentido, el socialismo del PRT estaba cla-ramente definido y se basaba en la expropiación de los medios de produc-ción, mientras que no contemplaba una etapa de revolución democráticoburguesa. Tenía como modelo los países socialistas de la época. Sus mode-los de Estado -hasta la rectificación del último Comité Central en 1976,cuando caracteriza a la URSS como “baluarte del socialismo”- siempremantuvieron un sesgo no soviético aunque «estalinista»: Corea, Albania,Vietnam, Cuba y China.

A pesar de esta definición explícita y permanente del PRT a lo largo detoda su historia, pueden verse una serie de oscilaciones en torno al trots-kismo. El PRT adoptó muchas de sus categorías, entre ellas la “teoría deldesarrollo desigual y combinado” y la “teoría de la revolución permanen-te”. Estas ideas guiaban muchas de sus concepciones y posiciones frentea las distintas coyunturas.

En su Historia de la Revolución Rusa, León Trotsky formuló la hipótesisde la “ley del desarrollo desigual y combinado”. Consiste básicamente enque los modos de producción se expresan en las sociedades concretas através de formaciones sociales, o sea que nunca existen países y socieda-des capitalistas absolutamente homogéneos, compactos, con un únicomodo de producción. En realidad, hay relaciones sociales de distintosmodos de producción que están combinadas entre sí. Algunas predominansobre otras, pero están combinadas. Trotsky sostenía: “Azotados por ellátigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligadosa avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cul-tura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremosde ley del desarrollo desigual y combinado, aludiendo a la aproximación

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de las distintas etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a laamalgama de formas arcaicas y modernas”. Con esta herramienta el PRTse aproximará a una compleja caracterización de la sociedad argentina yse alejará de las concepciones más simples que imperaban en la izquier-da de la época y anterior.

El PRT adhirió a la Cuarta Internacional en el V Congreso (julio de1970). Joe Baxter3 , enviado a la Argentina directamente por la Cuarta, yPedro Bonnet y Luis Pujals, impulsaron junto con Santucho la adscripcióna la Internacional, venciendo durante dicho congreso las reticencias de lamayoría de los presentes4 . Santucho planteaba: “León Trotsky mantuvoen alto la bandera marxista leninista del internacionalismo revolucionario(...) que mantiene la Cuarta Internacional, y que debemos levantar y agi-tar sin tapujos”, pero también sostenía que las organizaciones integran-tes de un bloque revolucionario internacional común eran los partidoscomunistas de China, Albania, Vietnam, Cuba y Corea, profundamenteantitrotskistas. Estas definiciones fueron una fuente del conflicto queestalló cuando las diferencias entre la práctica del PRT y la línea de laCuarta se volvieron insostenibles, hacia fines de 1973 .5

Una de las causas de esta adscripción al trotskismo debe buscarse enla posición favorable al “evolucionismo” y al “etapismo” de los partidos comunistas latinoamericanos más vinculados con la URSS. Estos partidos

3. Joe Baxter había sido fundador del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara(escisión de la organización de derecha Tacuara) que realizó el asalto al PoliclínicoBancario en 1960. Trabajó con los Tupamaros y el Vietcong para recalar finalmente enla Cuarta Internacional. Antes de morir en un accidente aéreo en Francia, fue el inspi-rador de la “Fracción Roja”, contraria a la línea de Santucho.4. En los trabajos de Luis Mattini, de Enrique Gorriarán Merlo, en la biografía deSantucho Todo o nada, de María Seoane, y en otros escritos se plantea que la adscrip-ción a la Cuarta Internacional generaba mayoritariamente dudas o rechazos. 5. En este punto no sólo deben tenerse en cuenta las oscilaciones de Santucho en elplano de las relaciones internacionales, sino también las oscilaciones de la CuartaInternacional respecto de la lucha armada. Hacia fines de los 60 y durante los prime-ros 70 la Cuarta, arrastrada por la oleada de lucha armada de liberación exitosa en elTercer Mundo y por las luchas obreras y estudiantiles en Europa, decidió apoyar la luchaarmada. En diciembre del 68, en su IX Congreso –en el que participó el PRT, ya separa-

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consideraban que la transición al socialismo se produciría por el agota-miento del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el modo de produc-ción capitalista. Por lo tanto no se podía impulsar una revolución socialis-ta mientras nuestros países no agotaran esa etapa. Además, consideraban que la evolución de las sociedades humanas pasaba por etapas fijas y pre-determinadas en todos los casos: comunismo primitivo, esclavismo, feu-dalismo, capitalismo y socialismo; o sea que si una sociedad era semifeu-dal o atrasada en su desarrollo capitalista, le correspondía un revolucióndemocrático burguesa, no socialista. En general esta visión se ajustaba alas necesidades de la URSS de lograr un modus vivendi con el imperialis-mo capitalista (era la época de la coexistencia pacífica). Y tuvo como con-secuencia el rechazo de las opciones revolucionarias que pretendían “sal-tar etapas”, a las que calificaba como aventureristas o populistas. En lapráctica esto implicó una serie de rupturas que en los 60 afectaron lasfilas comunistas, a partir de adscripciones a posiciones castristas, maoís-tas o guevaristas. El PRT, y en general todos los revolucionarios de esaetapa en Latinoamérica, construyeron su ideario teniendo como referen-cia negativa las posiciones del PC, posiciones que rechazaban e identifi-caban con el reformismo. Igualmente la fuerte adhesión de los perretistasa la Revolución Cubana fue, más tarde, la puerta que le permitió acercar-se a los países del bloque comunista luego de la ruptura definitiva con laCuarta.

Para el PRT-ERP, el marxismo leninismo era la teoría revolucionaria, decarácter universal, y a partir de ella analizaba la realidad nacional y desple-gaba su política, como sostiene en su polémica con las FAR: “La afirmaciónde ustedes (de los miembros de las FAR) que ‘el marxismo no es una bande-ra política universal’ es falsa (...) porque se hace necesario que el proleta-

do de Nahuel Moreno-, la Internacional planteaba que para América Latina el caminoera la lucha armada a través del campesinado, existiera o no partido. Esta posición fuecorregida rápidamente por su dirección justo en el momento en que el PRT profundi-zaba su opción por el ERP como principal frente de masas a construir. Ya en julio del 71Ernest Mandel le envió una comunicación al PRT con la revisión de su posición, pidien-do que los argentinos siguieran el mismo camino. Finalmente, en febrero de 1974, ensu X Congreso, la Cuarta Internacional se distanció del PRT autocriticándose por haberdejado de lado las diferencias en una actitud «oportunista».

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riado, como única clase capaz de producir la transformación de la sociedad,adopte una ideología independiente de la burguesa (...) Una política mar-xista a nivel mundial es posible por la fidelidad de todos los comunistas queluchan en todos los continentes a los principios de esa ideología”6.

O sea, hay un modelo a adoptar que ya existe en la teoría planteadapor Marx y Engels, que en lo organizativo es el partido propuesto por Leninen Qué hacer, y que en la práctica es la guerra revolucionaria bajo elmodelo vietnamita con aportes guevaristas; sobre estos modelos dadoshabría posibles retoques nacionales.

La posición del PRT debe mucho al programa de acción expuesto por elChe Guevara en su “Mensaje a los pueblos del mundo a través de laTricontinental”, en el que proponía una mirada supranacional sobre elconflicto con el imperialismo. La lucha nacional, país por país, era partede una batalla mayor de carácter antiimperialista e internacional, por esocualquier revolucionario era parte de una política comunista mundial, talcomo les planteaban los perretistas a las FAR en la polémica del 71. Paraellos el marxismo no era sólo un método de análisis, como para las FAR, ouna guía para la acción como planteó Montoneros en el 73, sino tambiénuna ideología política, una bandera identitaria y una concepción delmundo. En tanto método, ideología política completa y concepción delmundo, tiene como meta la revolución mundial y, por ello, debe analizar elcapitalismo como un sistema a una escala que no puede ser la nacional.

Por eso el PRT-ERP partía siempre de la caracterización de la situacióninternacional como marco determinante del resto de las contradicciones,para pasar luego a la regional y finalmente a la nacional, en ese orden. Osea, de lo general a lo particular acompañando un movimiento analíticoque va desde lo teórico hacia lo concreto. Escribe el ERP en su respuestaa las FAR: “Los requisitos generales que todo marxista exige cuando seconsideran los problemas de la estrategia de poder y la lucha armadason los siguientes: 1) en primer lugar debemos hacer un análisis de lasituación económica capitalista mundial y de la lucha revolucionaria

6. Ver “Reportaje a las FAR”, en revista Militancia, Nº 3, pág. 36 y siguientes; y “FuerzasArmadas Revolucionarias”, revista Militancia, Nº 4, pág. 35 y siguientes, en la que seincluyó la respuesta del ERP a las opiniones del “Reportaje...” y la contraargumenta-ción de Carlos Olmedo.

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internacional teniendo en cuenta que la revolución socialista es inter-nacional por su contenido y nacional por su forma (...) 2) En segundolugar debemos hacer un análisis de la relación de fuerzas entre las cla-ses (...) Resumiendo debemos considerar las condiciones que abarcanla situación económica, política y militar en su conjunto: en el mundo,en el continente, en la región y en el país”7 .

Entonces: existe la Revolución, una, real, hacia la cual se debe tender.Puede haber desviaciones basadas en realidades nacionales, pero son des-viaciones que deberán superarse hasta llegar al modelo real que el análi-sis científico desde el marxismo-leninismo permite conocer. Alternativa aesta concepción es la que considera los planteos teóricos como concep-tualizaciones que sirven de guía, pero que no expresan un modelo perfec-to a alcanzar sino un concepto sintetizador de muchas posibles variacio-nes.8

Montoneros, en cambio, se planteaba en su origen como una organiza-ción popular (no de la clase obrera, o sea, no clasista), aunque conside-raba que la hegemonía del proceso de liberación nacional debía ser de lostrabajadores y no de la burguesía. Teóricamente eran tributarios de la“izquierda nacional”, en la cual abrevaron varias concepciones clave, y sedefinían como una organización nacionalista. Esta definición, identitariae ideológica, ha sido muchas veces malinterpretada por sectores tanto deizquierda como liberales. En general, se asocia linealmente el nacionalis-mo a la política e ideología que se da la clase burguesa dominante paraencuadrar a las demás clases (principalmente la obrera) tras las banderasde la nación, es decir tras los empresarios y terratenientes modernos.Pero existía en la época una asunción del nacionalismo que tenía su ori-gen en las luchas de liberación de los pueblos oprimidos del TercerMundo,9 que difería de la tradicional. Juan José Hernández Arregui, uno

7. Militancia Nº 4, pág. 378. Para ver más en profundidad este tema habría que analizar las diferencias filosófi-cas entre el realismo y el nominalismo, y cómo éstas se proyectan en las concepcionesactuales, específicamente sobre el marxismo y los procesos revolucionarios.9. Quizá sea de interés analizar otras posiciones nacionalistas o patrióticas que difierendel nacionalismo burgués, como la soviética en la lucha contra las sucesivas invasionesque sufrió desde 1917 hasta 1945, o la misma concepción nacional de la RevoluciónFrancesa.

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de los máximos referentes intelectuales de la “izquierda nacional”,planteaba dos definiciones útiles para caracterizar los diferentes nacio-nalismos y que fueron la clave de la identificación nacionalista de laizquierda peronista: 1) El nacionalismo posee un doble sentido, segúncorresponda al contexto histórico de una nación poderosa o de un paíscolonial. Hay en el umbral del tema, pues, una distinción no de gradosino de naturaleza entre el nacionalismo de las grandes potencias –EEUU,Inglaterra, Francia-, que son formaciones históricas ya constituidas, y elnacionalis -mo de los países débiles que aspiran, justamente, a constituir-se como naciones. 2) El nacionalismo adquiere connotaciones irreducti-blemente contrarias según las clases sociales que lo proclaman o recha-zan.10

O sea, para Hernández Arregui el nacionalismo, en la época de lasluchas anticoloniales, en los países oprimidos es, en manos de los pueblos,un primer paso hacia su conciencia anticapitalista. Ésta es la matriz aemplear para calificar el nacionalismo de “la M”11 y la izquierda en gene-ral, que, más allá de las posibles críticas y ambigüedades, no indica uní-vocamente la subordinación de los trabajadores a la burguesía (aunquetampoco defina lo contrario). En este sentido no se trata de una ideolo-gía completa sino parte constitutiva de ella, y junto a los demás elemen-tos hacía a la ideología montonera, que por otra parte evolucionó, omejor dicho se formó (maduró según ellos mismos, en las diferentes fuen-tes que usamos) con el paso del tiempo. En otro de sus trabajos clásicosHernández Arregui planteaba que el marxismo es “la teoría general apli-cada al caso nacional concreto (...) en tanto método de interpretacióndela realidad (que) ordena tal análisis teórico con la lucha práctica de lasmasas contra el imperialismo en el triple plano nacional, latinoameri-cano y mundial y en ese orden”.12

La izquierda peronista en general también fue deudora, en su méto-do de análisis, de la teoría de “las causas internas” de Rodolfo Puiggrós,

10. Hernández Arregui, J. J., Nacionalismo y Liberación, Bs. As. Contrapunto, pag. 15. 11. En la jerga de la época “R”, “P” y “M” eran formas coloquiales de denominar a lasFAR, las FAP y los Montoneros.12. Hernández Arregui, J. J., La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, PlusUltra, 1973. Las itálicas son nuestras.

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quien plantea -simplificadamente- que no existe posibilidad de que lainfluencia externa penetre en un país si no encuentra vehículos que lopermitan. O sea: para que haya neoliberalismo en Argentina debe haberuna clase o fracción de clase y sus representantes políticos que expreseninternamente esos intereses. No basta la presión externa (a menos queesta presión sostenida cree con el tiempo sus causas internas); son los pro-cesos internos en última instancia los que impulsan el desarrollo de lasnaciones, y en este sentido la teoría de Puiggrós hacía foco centralmenteen la sociedad nacional y repudiaba a la dirigencia política e intelectuallatinoamericana por estar desvinculados “de los respectivos pueblos” ypor subordinar a las causas externas “la totalidad o parte decisiva de lascausas internas”. “No conciben el paso de nuestras sociedades por sí mis-mas de lo inferior a los superior”, señalaba.13

Entonces siguiendo a Puiggros, Hernández Arregui y a los intelectualesdel marxismo nacionalista Montoneros partía de lo nacional y lo empírico,por eso su socialismo no era “socialismo” a secas sino socialismo nacional,con el aditamento “nacional” fuertemente marcado, ya que ésta era paralos revolucionarios peronistas la única forma concreta de existencia delsocialismo. Y además le permitía realizar una doble operación: 1: distan-ciarse del socialismo propugnado por el PC el PS y la izquierda clásica anti-peronista; 2: entrar en consonancia con el discurso de Perón.

“La validez de la experiencia histórica de la clase obrera argentina, elreconocimiento de que es en su ideología real, concreta, existente des-dedonde debe situarse el punto de partida (...) nuestra estrategia se basaante todo y sobre todo en el estudio y conocimiento de las peculiarescondiciones en que en nuestra patria se desenvuelve”,14 escribía CarlosOlmedo, jefe de las FAR en 1972, cuando la opción por el peronismo de

13. Puiggrós Rodolfo, Historia crítica de los partidos políticos argentinos, Buenos Aires,Hispamérica, 1965. En realidad sobre este tema de las “causas internas” es importan-te precisar que dentro del marxismo, fue Mao Tse Tung el primero en plantearlas. Maodesarrolla su idea en las Cinco tesis filosóficas, especialmente en Sobre la contradic-ción. La coincidencia básica (mas allá de el fuerte acento histórico y nacional dePuiggros frente al más filosófico y abarcativo de Mao) nos permites afirmar que el his-toriador argentino abrevó en las concepciones chinas para desarrollar sus ideas.14. “Nuestra polémica con los compañeros del ERP”, Militancia, pág. 38-39.

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esta organización se acentuaba e implicaba una profundización de lasposiciones montoneras originales mucho más simples;15 y marcaba tam-bién un importante distanciamiento de las posiciones del PRT.

Carlos Olmedo introduce dos nociones que se emparientan con las ideasdel historiador británico E. P. Thompson respecto a la constitución de laclase obrera: experiencia y formación. Desconocemos si entre las lecturas de Olmedo se encontraba el historiador inglés, pero es notorio que en con-frontación con interpretaciones deterministas de los procesos históricos yde conciencia (Thompson discute con el estructuralismo de Altusser)Olmedo haya recurrido a las mismas nociones: la clase obrera argentina,tenia una conciencia propia, la peronista, que era fruto de su experienciay que la constituye como clase nacional.

Durante 1975 y 1976 los montoneros discutieron también una definiciónmás precisa de su socialismo. Según relata Carlos Flaskampf: “Nos llegódesde las instancias superiores de que hacia el interior de la organizacióndebíamos decir simplemente socialismo sin el agregado de nacional”,16

mientras que hacia fuera se mantenía lo de socialismo nacional. Pero nollegó a ser una definición orgánica, más bien se mantuvo en estado dedebate interno. Esto no significaba que “la M” tendiera a dejar de sernacionalista, pero sí que buscaba una mayor precisión de sus conceptos entérminos marxistas.

La radicalización de los sectores más avanzados de la clase obrera, lacrisis del peronismo, la derechización de la cúpula política y sindical y laconstante presión del PRT por izquierda, eran el acicate que impulsabaesa evolución. Perdía, justamente, señala en esto un error que impidió verel camino más general del conjunto social, que daba señales de ir en sen-tido inverso.

15. Éstas se encuentran sintéticamente expresadas por Montoneros en el reportajepublicado en la revista Cristianismo y Revolución Nº 28. 16. Carlos Flaskampf, entrevista con el autor, 15 de noviembre de 2004. Flaskampf fuemilitante del Grupo Ejército de Liberación (GEL), organización guerrillera urbana mar-xista formada a principios de los 70; cayó preso en 1971 y salió en libertad con la amnis-tía del 73. A partir de ese momento se sumó a las FAR y vivió el proceso de fusión conMontoneros. En el 75 se alejó de la organización por diferencias con la línea adoptada.

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Pero más allá del punto de partida teórico para analizar la situaciónnacional, la diferencia central estaba en la valoración de “la experienciaconcreta de los trabajadores”: el peronismo. Y ante eso el PRT era irre-ductible. Si observamos la relación PRT-Montoneros después de la rupturade “la M” con Perón, ésta mejoró notoriamente, produciéndose un granacercamiento y el intento de creación de la Organización para laLiberación Argentina (OLA). Pero la forma de abordar el análisis de la rea-lidad de ambas organizaciones permaneció invariable, siendo el peronis-mo la divisoria de aguas determinante, y no los otros puntos de discusión.Esto remite a la diferencia entre ambas organizaciones marcada anterior-mente: la forma de abordar el estudio de la realidad nacional; de lo gene-ral a lo particular o de lo particular a lo general. Para los revolucionariosque asumían el peronismo la cuestión era “actuar fundidos con lasmasas”17 desde su propia identidad, por eso no sólo asumían la identidadperonista sino que le daban mucha importancia a la asimilación de la his-toria nacional según la interpretación del revisionismo histórico, cosa quelos distanciaba todavía más del PRT, cuya lectura de la historia se basabacentralmente en Mitre y en los trabajos de Milcíades Peña.

De todos modos, no se trataba sólo de una diferencia cualitativa quehizo que Montoneros abrevara en el revisionismo y el PRT no. Existía tam-bién una diferente valoración de la historia nacional en la definición de laidentidad. Para la izquierda peronista la discusión de las raices históricasera central y hacia a la definición de la ideología. La tesis de los movi-mientos nacionales como hilo conductor de la lucha del pueblo a travésde diferentes etapas históricas explica en parte esto. El PRT concebía laideología y la teoría revolucionaria desde una posición mas universalista,con un grado de independencia mayor respecto de la historia nacional. Losmilitantes montoneros en cambio se formaban en muchos casos desdela lectura de obras de revisionismo histórico.

Para la izquierda peronista, el peronismo era “el hecho maldito del paísburgués”, como había dicho Cooke. Maldito tanto para la izquierda comopara la derecha, ya que rompía con lo que debían ser las expresiones “nor-males” de las clases en una sociedad plenamente burguesa. Esto, que lovolvía un hecho a ser interpretado y comprendido para la izquierda pero-

17. Carlos Flaskampf, entrevista con el autor.

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nista, significaba, para la izquierda antiperonista, lo contrario: un hechodeformante de la que debía ser la verdadera expresión y conciencia de lostrabajadores. Esta diferencia iba más allá de un mero posicionamiento decoyuntura frente a un gobierno particular; por el contrario, al ser el pero-nismo una fuerza política fuertemente implantada en la conciencia, lacultura y la identidad de las masas populares que se expresaba en todoslos ámbitos de la politizada sociedad de la época, significaba para ambasorganizaciones una divisoria de aguas que sólo se podía superar a partir dela autonegación del peronismo como opción política nacional-popular.

Por lo menos hasta 1973, Montoneros se consideraba como una formaorganizativa y de lucha superior dentro del peronismo y en ese sentido (y sólo en ése) eran vanguardia18. En las discusiones para la fusión con las FAR(desde fines de 1972 hasta el 25 de mayo de 1973), éste fue un punto cen-tral de debate: para las FAR era necesario construir el clásico partido devanguardia en una variante nacional para conducir el proceso revolucio-nario, mientras que para Montoneros la conducción de las masas era ejer-cida por Perón, y la organización debía articularse con esa realidad. SegúnRoberto Perdía, “para ‘la R’ conducía el partido, (...) para nosotros con-ducía el que conducía y ése era Perón”19. A pesar de estas definiciones de

18. Este debate lo transmiten actualmente Carlos Flaskampf en Organizaciones políti-co militares, y José Amorín en Montoneros. La buena historia. Allí Amorín en un libroen el que balances y analiza su experiencia en Montoneros (que protagonizó como cua-dro medio desde sus orígenes) reivindica esta idea, de fuerza dentro del movimientoperonista y sometida a sus límites. Critica abiertamente la influencia marxista y espe-cialmente al leninismo (que atribuye su introducción a militantes de las FAR) que lleva-ron a colisionar con Perón y el resto del movimiento. Es interesante esta posición por-que, si bien el viraje hacia la construcción de la fuerza propia más allá del peronismofue aceptado por la mayoría, es probable que muchos militantes montoneros y aún cua-dros no asumieran plenamente en su fuero interno esas definiciones. Tanto Flaskampfcomo Amorín abandonaron la organización montoneros antes del 76.19. Roberto Perdía, entrevista con el autor, 15 de junio de 2004. Y agrega para preci-sar más su idea: “Conducir a las masas era, para nosotros, el hecho irrefutable de quePerón tomaba una decisión de ir en un determinado sentido o hacer determinada cosay la gente lo seguía, en ese sentido es que Perón conducía”.

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momento, es evidente que muchos cuadros aceptaron las definicionesanteriores al calor de la impresionante movilización popular que genera-ron la vuelta de Perón al país el 17 de noviembre de 1972 y las eleccionesdel 11 de marzo del 73.

Pero, en la práctica, estas definiciones empíricas eran imposibles desostener: los roces con Perón y con las estructuras tradicionales del pero-nismo llevaron rápidamente a la organización fusionada bajo el nombre deMontoneros hacia una concepción de vanguardia clásica. Además, la acep-tación de la estrategia de Perón no fue homogénea en el conjunto de laorganización: en Montoneros, antes de la fusión con las FAR, hubo ruptu-ras en torno a la participación en las elecciones: “Los compañeros tení-an la visión clásica, lo nuestro fue una novedad por lo menos en América Latina, que un grupo guerrillero fuera a elecciones (...) Ahí nace la colum-na Sabino Navarro20 : no estaban de acuerdo con las elecciones, nos acu-saban de reformistas”, sostiene Perdía, aunque finalmente el enormepeso de la movilización de masas terminó oficiando de catalizador a favorde la estrategia participacionista.

El socialismo nacional de Montoneros era una construcción a realizar, yestaba definido en forma poco clara hacia fuera de los cuadros de la orga-nización. En parte gracias a esta amplitud -con el proceso de “engor-de” durante el boom de noviembre del 72 hasta junio del 73-, la orga-nización sumó una infinidad de pequeñas agrupaciones peronistas dediferentes tendencias que acordaban con la ambigüedad de sus defini-ciones, pero que en realidad tenían concepciones diferentes. Aun en losdocumentos emanados de la misma conducción no se encuentran citasde Marx y, si bien los términos y categorías marxistas se desplegaronprofusamente desde 1973, nunca la organización se asumió pública ni

20. La columna Sabino Navarro rompió con la OPM antes de las elecciones del 73. Erarealmente numerosa para el desarrollo de la organización en ese momento, pero conla explosión numérica del 73 pronto se llenarán los huecos. Luego la Columna se acer-có a las posiciones alternativistas del PB, mientras que muchos de los críticos volvierona Montoneros. Se puede leer el “Documento verde”, dossier publicado por la revistaLucha armada en argentina XXXX. Este documento fue escrito por un grupo de presosmontoneros durante el 72 y es considerado la base de la posterior ruptura de la colum-na. En él pueden leerse análisis críticos multifacéticos sobre la política montonera.

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privadamente como marxista leninista. La asunción pública del marxis-mo leninismo hubiera significado para “la M” una ruptura muy fuertecon la tradición político identitaria de la cual abrevaba: la concepciónde que la lucha se desplegaba nacionalmente a través de nuestra histo-ria entre movimientos nacionales y populares que expresaban las fuer-zas del autodesarrollo vs elites cipayos que organizaban un bloque polí-tico y social extranjerizante. Es por eso que, más allá de su ruptura conel peronismo y de considerarlo agotado en el 75, la organización no lonegó sino que se consideró heredera y superación dialéctica. Es decirque, aun con su fuerte raigambre nacionalista, Montoneros podría haberasumido posiciones públicas y de masas más explícitamente marxistas ensus declaraciones y documentos internos, como lo hicieron muchas otrasorganizaciones del Tercer Mundo de características similares, pero no lohizo. En este sentido, la identidad peronista que se planteaba en la prác-tica como excluyente del marxismo (al menos al nivel del sentido comúnde las masas peronistas y de la ideología partidaria oficial) impidió que “laM” diera este paso.

Montoneros por mas que asumiera en marxismo, debía cumplir con elrol histórico de conducir un movimiento nacional amplio, cuya identidade ideología no era marxista ni clasista. Por el contrario el PRT, en tantopartido de vanguardia del proletariado, asumía públicamente la ideologíay las banderas que esa vanguardia debía tener: el marxismo leninismo.

Para explicar su rol en el movimiento, en el documento “Charla a losfrentes...”,21 Montoneros esbozó una complicada explicación del carácterdel peronismo en la lucha por la liberación nacional: existe el movimien-to peronista con un conductor que es Perón, que además es el líder delos trabajadores; pero también está Montoneros, que es la vanguardia,y el frente de liberación nacional que no es el peronismo sino un espa-cio que se cruza con él pero no coincide totalmente y debe incluir aotros sectores de izquierda y fracciones de la pequeña y mediana bur-guesía no peronista.

Se trata de una caracterización confusa, en la que categorías clásicasson armonizadas forzadamente con el peronismo. Es claro que las concep-

21. “Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los frentes, 1973”, en:Baschetti, R., op. cit.

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ciones montoneras coincidían, en general, con las definiciones de otrasorganizaciones y movimientos de liberación nacional, que pueden encua-drarse como “nacionalistas revolucionarios”, es decir, versiones naciona-les del marxismo leninismo y que se hacen públicamente cargo de él (o,al menos, desarrollan una explicación clara de los aportes marxistas a suideología). Pero también es claro que el peronismo no se enmarcaba confacilidad en estas concepciones, más allá de los esfuerzos teóricos de los montoneros.22 El liderazgo de Perón era previo a la oleada de luchas deliberación nacional; pertenecía más bien a la época anterior, dentro de lamisma vertiente que dio origen a Lázaro Cárdenas, Getulio Vargas, VíctorHaya de la Torre, etc.

El caso de Perú es interesante ya que el APRA y su líder se proyectan enlas décadas de3l 60, 70 y 80. En el país andino varias experiencias guerri-lleras fueron producto de la radicalización de sectores del APRA al calorde la experiencia cubana y de la influencia del Che: desde el MIR de De laPuente Uceda en los primeros sesentas, hasta el MRTA actual. Pero estasguerrillas surgieron desde sus comienzos en ruptura y confrontación conel APRA tradicional.

Pero más allá del nacionalismo -que fue una constante en toda su his-toria Montoneros tuvo un lento pero constante proceso de izquierdización,que se manifestó no en el abandono de sus definiciones anteriores sino enel mayor acento puesto en el rol de los trabajadores, en tanto clase obre-ra, como sujeto de la revolución (a diferencia de la “columna vertebral”de Perón), y en la caracterización de la organización revolucionaria comovanguardia para el período transcurrido desde Ezeiza hasta el golpe deEstado del 76. Hacia fines de 1973 la conducción de la organización veía

22. No queremos negar con esto que el peronismo haya sido hasta la década del 70 unaposible expresión de la liberación nacional y una manifestación clara del nacionalismopopular (López Rega o Menem no eran su único destino posible). Pero cuandoMontoneros hablaba de Movimiento de Liberación Nacional, se refería a formacionespolíticas como el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador,el Sandinismo en Nicaragua, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), elFrente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia, el Vietcong, etc., los cuales encarna-ban una vuelta de tuerca (y en muchos temas una concepción diferente) más de lo queel peronismo era en ese momento.

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que el deterioro de sus relaciones con Perón era irreversible, e intentópreparar a las bases para la ruptura que consideró inevitable en el futurocercano. En este sentido se orientaba el proceso de autodefinición ideo-lógica que llevaron adelante.

“Para nosotros el marxismo leninismo es una guía para la acción ypunto (...) El marxismo se lo puede analizar en diversos aspectos: comoteoría revolucionaria, como ideología, como política en este país y comometodología de análisis. Nosotros de todo eso lo único que tomamos sonsus herramientas”, planteaban en la “Charla a los frentes...” En esemomento de su desarrollo, entonces, Montoneros se consideraba marxis-ta en un sentido amplio, veía la sociedad capitalista en los términos queMarx la analizó y adoptaba muchos de sus supuestos teóricos -la lucha declases, la dialéctica, etc.-, pero se declaraba explícitamente no leninista(al menos en los términos que utiliza toda la izquierda leninista). En elsubrayado de Firmenich, y punto, esta la clave de los resquemores mon-toneros hacia ser una organización marxista a secas. Entendía que “elleninismo constituyó la ideología del proletariado ruso a fines del siglopasado y comienzos de este siglo”, o sea que el leninismo era la formanacional del socialismo para la clase obrera rusa, pero no para las condi-ciones argentinas.

“El marxismo-leninismo, o más precisamente el leninismo, es la teoríarevolucionaria con la cual se desarrolló la Revolución Rusa. Mao no tomaese esquema”, escriben en el mismo documento. Es decir que reconocíanelementos en común pero siempre acentuaban sus críticas a la izquierdaen lo que hace a la necesidad de apartarse de las definiciones teóricas deotras revoluciones para crear la propia teoría revolucionaria. ParaMontoneros una de las dos funciones centrales de la Organización PolíticoMilitar era el desarrollo de la teoría revolucionaria específicamente paranuestro país (la otra función era el desarrollo del ejército revolucionario).“Como organización política, en primer lugar (debemos) estudiar y deter-minar, a partir de la realidad objetiva que encontramos en el país, la teo-ría revolucionaria para el país. Cada revolución se hace en definitiva, conuna teoría distinta que tendrá una serie de elementos en común”...23

Como no hay una clase obrera universal, no hay una teoría revolucionaria

23. Estas definiciones son de los últimos meses de 1973. “Charla...”, op. cit., pág. 285.

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universal, por ello los líderes revolucionarios deben ser nacionales: Lenin,Mao, Fidel, eran reivindicados como tales. En otras palabras: no es posi-ble un marxismo, leninismo, maoísmo y sucesivos agregados a medida quelos diferentes procesos se desarrollan; por el contrario, hay un marxismocon diferentes especificidades nacionales, y además ese marxismo no esuna teoría completa.

Esta definición era coherente con la tesis de las causas internas; si bienel marxismo es una teoría sobre la sociedad capitalista que puede ser uni-versalmente aceptable para un mundo donde las relaciones capitalistas deproducción son dominantes, el leninismo es una política, una concepciónorganizativa y un ajuste y corrección del marxismo en base al desarrollode un proceso revolucionario concreto. Para Montoneros, entonces, lascausas internas rusas habían hecho que la expresión del marxismo fuerael leninismo en esas condiciones específicas, para las condiciones argen-tinas debían surgir formas organizativas propias y correcciones al marxis-mo que se correspondieran con las condiciones argentinas.

También durante ese mismo período (73/74) delimitaron sus diferenciascon Perón y el resto del movimiento respecto del socialismo al que adscri-bían: “La ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología por-que nosotros somos socialistas (...) Perón caracteriza como socialismotanto a China como a Suecia o Inglaterra”. Para Montoneros China erasocialista pero, obviamente, Inglaterra no. Lo que parecía no ver es quepara Perón Inglaterra tampoco podía considerarse un país socialista, queel socialismo nacional de Perón (que la organización caracterizaba correc-tamente como no socialista) se acercaba más a una estrategia discursivadestinada a neutralizar discursos por izquierda. Aunque si leemos algunostextos de Perón como la comunidad organizada o alguna compilacióndonde defina que es la tercera posición, podríamos decir que el socialis-mo de Perón no es solo una estrategia discursiva. Si para los intelectua-les marxistas nacionalistas, los montoneros, el PB, Cooke, etc. El socia-lismo era el de Marx; podemos tomar nota que en la historia han apa-recido muchos movimientos que se han proclamado socialistas no mar-xistas, movimientos en los que el socialismo es interpretado como elequilibrio social y distribución de la riqueza. Pero a la luz del referen-te que los revolucionarios argentinos tenían en la revolución cubana lode Perón pareció más un discurso. Esta contradicción entre la ideologíade Perón y las aspiraciones de los que querían ir mas allá no era nove-

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dosa: los debates que tuvo John William Cooke en la primera mitad delos sesenta dejaron a la luz los límites que el general no iba a pasar.24

Lo que el general terminaba haciendo era adecuar su discurso a lasituación y desplegaba su táctica. La radicalización de la retórica delpopulismo clásico permitía (más aún en la oposición) incluir al socialis-mo dejando precisiones teóricas en la ambigüedad. Pero no se corrió enningún momento un ápice de su idea de «comunidad organizada» y dela armonía entre capital y trabajo con el Estado como garante. Lo quequeremos decir con esto es que Perón era conciente de que su sistema eraun capitalismo con fuerte presencia del Estado, con una fuerte burguesíanacional y distribución de la riqueza; y que no era una transición. Así lodefine en todos sus escritos en todo momento (donde reitera que el comu-nismo es una reacción degenerada al capitalismo salvaje, algo así como laotra cara de una misma moneda). Mientras que Montoneros aceptaba elsistema de Perón pero como una transición al socialismo y creía que Perónpodía llegar a encabezarla. Por esto «la orga» corría en desventaja25.

Por otra parte, en el mismo documento precisan su definición sobre elcarácter nacional del socialismo: “El socialismo como elemento central,que es igual en todas partes, tiene sus particularidades a partir de laestructura socioeconómica de la cual se parte para construirlo”. Es poreso que no existe el internacionalismo proletario, en tanto política uni-ficada mundial de los partidos que se reivindican obreros, dado que losintereses de las clases trabajadoras de los países imperialistas se con-traponen (al menos en el mediano plazo) con los de los países depen-dientes, ya que para estos últimos sólo el socialismo es el camino parala independencia nacional y el nacionalismo el camino al socialismo. “Elsocialismo es alcanzado solamente a partir del nacionalismo. Porque la

24. Ver Correspondencia Perón Cooke, Buenos Aires, Parlamento, 1985. Especialmenteel segundo tomo, en el que se publican las cartas que Cooke escribe a Perón y que notienen respuesta. En ese período ya no era su delegado. Allí se ven claramente las posi-ciones del general, no por definición tajante de su parte sino por omisión o respuestasevasivas.25. “Lo que ocurre es que Perón seguramente se dio cuenta antes que nosotros de lasdiferencias ideológicas”. En: “Charla...”, op. cit., pág. 293.

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primera intuición política de las masas es el nacionalismo y no el socia-lismo”.26 Es clara la diferencia ideológica con el PRT y con buena partedel marxismo. Para Montoneros la nación estaba antes que la clasecomo identidad de las masas, no por una maniobra ideológica victorio-sa de la burguesía que se debía combatir sino porque se trataba de unproceso identitario natural (o una realidad objetiva).

En el marco de este razonamiento consideraba la clase obrera nortea-mericana como nacionalista y capitalista, acorde a sus intereses;27 perola clase obrera argentina debería ser nacionalista y socialista, y esto seríaproducto de una lucha ideológica en el seno del peronismo que los mon-toneros se consideraban destinados a llevar adelante..

La forma montonera de procesar la realidad, muy «pegada» a lo sensi-ble y a las coyunturas les permitió grandes aciertos tácticos pero minó susposibilidades estratégicas. Por ejemplo la constatación de que discutirquien conduce, si el partido o Perón, se zanjaba con la realidad objetivade que conducía Perón, no les impidió en enfrentamiento con Perón en elcorto plazo. Pero les dificultó la homogenización interna tras un proyectoorganizativo y político madurado colectivamente. Vemos de este modoque hasta 1974, Montoneros empleó un método de análisis político máscercano al empirismo, que conducía a una posición diferenciada de laizquierda revolucionaria.

Partir del método práctica-teoría-práctica como forma de procesar larealidad le permitía una gran ductilidad política. En este sentido se die-ron fuertes debates con las FAR (que continuaron posteriormente a lafusión en el interior de la nueva organización) sobre la necesidad de laexistencia de una teoría revolucionaria que orientara la práctica políti-ca. Perdía considera equivocado “afirmarse en la seguridad de una teo-ría que puede colocarnos al resguardo de errores o desprolijidades”.28 La

26. “ Charla…”, op. cit., pág. 274.27. Al menos entendemos que la clase obrera de un país desarrollado sería nacionalis-ta en tanto esos eran en apariencia sus intereses inmediatos y visibles de acuerdo a sucultura. Entonces no sería posible una política obrera mundial hasta tanto esa identifi-cación no cambiara.28. Perdía, Roberto, op. cit. La opinión de Perdía es interesante para pensar el recha-zo al dogmatismo, con su consecuencia al aislamiento en sectas de discurso herméti-

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adopción de este método de procesamiento teórico, práctica-teoría-prác-tica -que prioriza el conocimiento empírico por sobre la sistematizaciónteórica-, le garantizaba a Montoneros la posibilidad de acompañar el sen-tido común de las masas, por ejemplo a partir de noviembre del 72.29 Enconsecuencia, si en un momento de radicalización de las luchas estemétodo llevó a la radicalización de la política y el discurso, en un momen-to de reflujo debió haber llevado al repliegue, cosa que no sucedió.

Podemos hacer dos objeciones, una teórica y otra histórica. Primero,las posiciones de sentido común de las masas no son necesariamentecorrectas, progresistas o populares. Si bien en 1955 la amplia mayoría dela clase obrera optó por una actitud de resistencia activa a la dictadura ya las seudodemocracias de Frondizi e Illia, esto no fue así durante el“Proceso” y menos en la democracia menemista, a pesar de que fueronprofundamente antiobreros. Según ese método de análisis habría quehaberlos acompañado.

Además implica la negación de la existencia de un objetivo deseable yde un criterio de verdad aceptable fuera del empirismo, de los vaivenes

co, pero puede también implicar oportunismo o la comodidad de creer que la revolu-ción no necesita pensarse con tanto esfuerzo como hacerse. 29. Carlos Flaskamp (quien en ese momento se encontraba detenido en el penal de LaPlata) afirma que en realidad ni Montoneros ni FAR participaron con una política demasas en la vuelta de Perón de noviembre de 1972. Tenían en la mira la posibilidad deuna insurrección popular en la cual ellos oficiaran de dirección armada, por eso se acan-tonaron en casas de seguridad esperando el momento de la acción. Fue el 17 denoviembre con la gran movilización de masas –que no fue un levantamiento y que dejóa las organizaciones armadas fuera–, lo que decidió finalmente a “la M” a jugarse ente-ra por la política de masas, abrir unidades básicas y salir a hacer campaña electoralsumándose al sentido común de la gente y pasando a un segundo plano el accionararmado. Perdía completa esta visión y, desde su posición de conducción en el terreno,afirma que los cuadros se acantonaron para dar una respuesta armada si se producíauna eventual maniobra de la dictadura para impedir el retorno del General, y así impul-sar una insurrección. Pero, agrega, nunca dejaron de trabajar por la movilización demasas allí donde tuvieran influencia y de reunirse asiduamente con dirigentes políticosy sindicales combativos para impulsarla. Su objetivo, dice el ex jefe montonero, eraevitar que se repitiera el fracaso del “Operativo Retorno” de 1964.

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de la conciencia de las masas y de las variaciones de la lucha política(Lenin llamaba a esta actitud oportunismo). Por otro lado, si vemos lasposiciones políticas de la organización a lo largo de su historia, no fue elmétodo que usó para resolver los problemas que le aparecían durante elvertiginoso período abierto en el 73, ya que abandonó el peronismo en1975 (antes de que la crisis de la identidad peronista pudiera verificarseprácticamente) y se consideró partido revolucionario desde un análisisteórico de las necesidades de los trabajadores.30

Fue en el 74 que la organización apostó a orientar su trabajo hacia lossectores más avanzados de la clase obrera, definiendo como vanguardiadel proceso revolucionario argentino a la clase obrera industrial y dentrode ésta específicamente a los trabajadores clasistas y combativos de larivera del Paraná, Córdoba, y de algunas fábricas del Gran Buenos Aires yLa Plata.

Sin dudas esta reorientación le permitió una presencia de la JTP en elmovimiento obrero importante (en realidad con el resto de la izquierda).Una presencia que aún debe ser investigada tanto en extensión como enel nivel de adhesión conciente. Ya que no olvidemos que a nivel fabril laJTP seguía siendo una organización que reivindicaba la identidad peronis-ta. Habiendo orientado su trabajo hacia la vanguardia obrera, si bienpodía verificarse un claro reflujo de la lucha popular a nivel territorial, nosucedía lo mismo con la fracción más avanzada de la clase, cuyo reflu-jo tardó más tiempo en manifestarse (y que soportó, junto a las orga-nizaciones armadas y el movimiento universitario, una terrible repre-sión) y por ello no consideró la posibilidad de repliegue. No olvidemosque en marzo de 1976 todavía estaban frescas las movilizaciones obre-ras de junio y julio de 1975 que frenaron el Rodrigazo y produjeron lacaída del López Rega.

Ahora bien, durante 1974 en “la M” se llevó adelante el intento deconstruir una teoría revolucionaria y se dieron pasos hacia formas leninis-tas clásicas de organización, alejándose, en parte, del empirismo relata-

30. Como veremos más adelante Rodolfo Walsh constata, críticamente, este pro-ceso entre el 76 y el 77. Pero no debe dejar de notarse que el intelectual revolu-cionario acompañó este proceso.

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do por Perdía. Pero la paradoja reside en que el empirismo le había per-mitido constituirse en una organización masiva en conexión con el senti-do común de las masas peronistas, mientras que el intento de desarrollar-se como vanguardia más allá del peronismo colocó a Montoneros en la difí-cil situación de tener que explicar sus posiciones (que ya no eran lasespontáneas del pueblo). La clave que no pudo resolver fue como lograrque el salto del empirismo y el sentido común hacia la vanguardia y la teo-ría revolucionaria no significara la pérdida de los vínculos simbólicos conlos sectores que antes veían a la organización con simpatía y que debíanser su base social.

Aquí debemos entrar en el tema complejo de las representaciones sim-bólicas y la cultura popular. Una organización política que se planteara latoma del poder debía aparecer como capaz de hacerlo, para el PRT elaccionar del ERP tenía esa función inicial fundamental, propagandística ysimbólica; para Montoneros si bien esto también era así, se debía buscarla articulación con las representaciones simbólicas. Por eso se presenta-ban como representantes del «verdadero peronismo» o como su supera-ción dialéctica, mientras que para el PRT la cuestión era penetrar en laclase obrera de las grandes fábricas como clase universal sin atajos sim-bólicos. Entonces ¿era prestado el prestigio de Montoneros? Creemos queno, o mas bien solo en parte; la referencia que en una fracción del pue-blo (aunque minoritaria) alcanzó «la M» trascendió a su existencia orgáni-ca lo mismo que el odio que le profesa la burocracia peronista.

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4. CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA NACIONAL E IDENTIDAD

Creemos que existen cinco intelectuales que representan un amplioabanico de influencias teóricas y conceptuales sobre las organizacionespolíticas y militares de la nueva izquierda (de la cual ellos fueronparte): Silvio Frondizi, Milciades Peña, Jorge Abelardo Ramos, RodolfoPuiggros y Juan José Hernández Arregui. Ellos aportaron los más origi-nales conceptos para una relectura de la historia argentina y una nuevacomprensión de su estructura económica y cultural. A su vez moviliza-ron con sus planteos líneas de acción concretas. Sin dudas deberíamosincluir dentro de estas influencias la visión que militantes comprometi-dos con la acción política como John William Cooke, Rodolfo Walsh, elmismo Santucho y hasta Nahuel Moreno, que con sus aportes conforma-ron espacios políticos o definieron campos de enfrentamiento.1

Tampoco deberíamos dejar de mencionar a la renovación de la militan-cia católica producida por la teología de la liberación y su influencia enla vinculación de bastos sectores medio (pero también pobres) a laacción política popular primero y revolucionaria en muchos casos.

1. A Cooke le debemos las principales definiciones del peronismo revolucionario, lanecesidad de organizacón, la se necesidad de superación dialéctica y la introducción elmarxismo. A Walsh una caracterización de la burocracia sindical que aún acompaña lasconcepciones de la militancia popular. Desde otra posición política Abelardo Ramosformó las concepciones clásicas de la izquierda nacional la idea del caudillo y de laalianza con militares nacionalistas. Puiggros tradujo a las condiciones argentinas la teo-ría maoísta de las causas internas. Arregui fue el principal teórico de lo que se llamo ennacionalismo revolucionario desde el plano de la cultura. Hacia la izquierda Frondizianalizó críticamente el industrialismo peronista mientras que Peña sentó las bases parauna interpretación de la historia en polémica del nacionalismo de izquierda y el mitris-mo muy útil al PRT y la izquierda revolucionaria no peronista. Próximo a Peña perodesde el plano de la lucha política Moreno sin dudas proyecta hasta nuestros días susconcepciones en el trosquismo argentino y latinoamericano.

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El PRT basaba muchos de sus análisis de la realidad nacional y de susantecedentes históricos en las tesis de Milcíades Peña y Silvio Frondizi.Según Néstor Kohan en su artículo sobre Santucho, “a los ojos de Peña, laRevolución Cubana había hecho pedazos el dogma estalinista de la revo-lución por etapas junto con la doctrina de que ciertos países –especial-mente los latinoamericanos- estaban ‘inmaduros’ para el socialismo. Almismo tiempo, Peña concluía que las enseñanzas de la Revolución Cubanaexigían dar una batalla ideológica por la conciencia socialista de los tra-bajadores argentinos, dada la impotencia política de la denominada ‘bur-guesía nacional’ para emancipar a los pueblos latinoamericanos. De allíPeña deducía la inviabilidad tanto del ‘entrismo’ (línea política deMoreno)2 como del ‘seguidismo’ al peronismo (línea política de Puiggrós).No se podía identificar de manera mecánica y ahistórica al castrismo y alguevarismo con... el peronismo”.

Más allá de que todas las corrientes que fueron dando forma a la ideo-logía del PRT fueron reinterpretadas por Santucho, es la concepción his-tórica de Peña y la interpretación que éste hizo del peronismo la que tuvouna fuerte influencia en el PRT. Daniel De Santis, ex militante del PRT-ERP,dirigente obrero de Propulsora Siderúrgica y actual militante e investiga-dor, plantea que el PRT manejaba cantidad de fuentes teóricas, queGramsci y Rosa de Luxemburgo, por ejemplo, eran conocidos por la orga-nización.3 El tema, según nuestra óptica, es que pueden leerse muchosautores pero incorporar de ellos sólo lo que interesa a la concepción yadefinida, fortaleciendo el tronco principal de las ideas previas; o se lospuede leer en clave de crítica, abordando integralmente las ideas aunquesean contradictorias con conceptos fuertemente arraigados. Pero es evi-dente que tanto Gramsci como Rosa Luxemburgo influyeron muy poco enel PRT, al menos en los temas más polémicos planteados por ellos (en general eran muy poco conocidos por la militancia y si los cuadros másformados tomaban alguna de sus ideas lo hacían accesoriamente ocomo referencia).

2. Nahuel Moreno fue un importante dirigente trotskista argentino. Sus interpretacio-nes de las ideas de Trotsky dieron origen a toda una corriente política.3. Conceptos vertidos por Daniel De Santis en una charla dada en la Facultad deFilosofía y Letras de la UBA en noviembre del 2004.

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Peña enfrentó al revisionismo histórico en todas sus vertientes, hacien-do blanco de su artillería teórica en la figura de Rosas y en la idea de unalínea nacional antiimperialista que estaría representada por San Martín,Rosas y los diferentes caudillos (entre ellos el presidente paraguayoFrancisco Solano López), que se continuaría con Perón. Ésta fue la líneade Montoneros, con la que constituyó su identidad y con la que explicó lalucha de clases, la evolución histórica y sus propias raíces. En este senti-do Montoneros era tributario de las diferentes vertientes revisionistas alas que Peña enfrentaba y con las que polemizaba en sus trabajos y en sumilitancia política. No todos lo revisionistas son rosistas pero es evidenteque levantar el combate de Obligado como símbolo de la resistenciaantiimperialista, implica reconocerle a Rosas importantes méritos.4

Debemos recordar que en los años 60 y 70 la izquierda en general tuvoproducciones historiográficas muy ricas y que los historiadores hacían his-toria no con mediocres fines académicos para satisfacer las reglas delcampo o progresar en un sistema de becas, sino como una herramienta decombate político que diera sustento a la política concreta que se debíadesplegar para hacer la revolución en Argentina. Si Montoneros se refe-renciaba en Rodolfo Puiggros, Ortega Peña, José María Rosa, etc., el PRTlo hacía con Milcíades Peña y los textos de Mitre.

En La era de Mitre,5 Peña se distancia de todos los revisionistas. Paraél, la “deserción” de Justo José de Urquiza se produce después de Pavóny no con la caída de Rosas, cuando Urquiza se alía con Brasil. En este sen-tido el autor es menos crítico que los revisionistas respecto de Don Justo,quizá porque al ser Urquiza portador de los intereses de los productoresdel litoral enfrentó a Rosas, representante de los ganaderos bonaerenses.Los productores litoraleños fueron pieza clave en el derrocamiento deRosas, hecho que el autor considera altamente positivo por haber abiertoposibilidades de progreso.6 Justamente la concepción clásica de progresoes la que vincula a Peña con Mitre a través de una visión positivista e,indirectamente, al PRT con éstos.

4. Los Montoneros tenían una producción historiográfica en forma de historieta dondecontaban la historia de la independencia en forma simple y accesible, era una creaciónde Oesterheld con dibujos de XXXX 5. Peña Milcíades, La era de Mitre. Buenos Aires Ed., 1957.6. Por ejemplo, da a entender que Urquiza prefería evitar la guerra: “Mitre podía negar

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Por otra parte, el rol de las montoneras es visto por Peña como partedel rechazo de las masas populares a una guerra que propiciaban sus ene-migos de clase desde Buenos Aires.7 Las rebeliones del interior son “epi-fenómenos” del principal hecho que es la guerra contra el Paraguay, adiferencia de la visión de Ortega Peña en la década de 1960 y revisionis-tas actuales como Norberto Galasso,8 para quienes la guerra es un fenó-meno continental.9 Deserciones en masa y levantamientos revolucionariosforman parte, entonces, de una lucha importante, heroica, pero sin pers-pectivas, algo así como “luddistas” o “rebeldes primitivos”, “representan-tes de un sistema inferior incluso al oligárquico” dice Peña, es decir, cla-ses sociales pertenecientes a modos de producción superados, y aquí elautor choca nuevamente con todo el revisionismo de izquierda. A pesar deesto, Peña reconoce en la de Felipe Varela la primera rebelión con un pro-grama progresista “que contenía reivindicaciones (...) tal por ejemplo: launidad latinoamericana”.

La idea de “impotencia histórica”, que es la que utiliza para calificarlas rebeliones gauchas, describe claramente su pensamiento, que si bienno rompe con la línea del “progreso”, se posiciona desde una visión críti-ca del sentido que finalmente le dio el mitrismo. Es interesante, en estepunto, su caracterización de los regímenes políticos paraguayo y argenti-no: el despotismo del mariscal Solano López, presidente del Paraguay, eramás democrático y progresista que el liberalismo de Mitre.10

Aquí vemos una visión clásica del progreso, una visión crítica peroquese acerca más a la revelación de un pasado encerrado entre opcio-nes trágicas (para usar la metáfora de Horacio Tarcus en su trabajosobre Peña y Frondizi), que en una revalorización de otros posibles pro-

el paso (...) contra el consejo de Urquiza”, refiriéndose precisamente al causal de laguerra tramado por Mitre y el Brasil. La era de Mitre, pág 70.7. Peña Milcíades, op. cit., pag. 85 y siguientes.8. Galasso, Norberto. Felipe Varela: Caudillo americano, Buenos Aires Ayacucho, 1998.9. Justamente, esta visión continental que algunos revisionistas le dieron a los proce-sos de lucha de nuestro pasado es uno de sus principales aportes.10. Peña, Milciades, op. cit. Pág. 88 y siguientes: “La impotencia histórica de la últimamontonera”. Felipe Varela es también el caudillo más referenciado por el revisionismode izquierda.

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yectos antagónicos (que, presentados como antecedentes, es el cami-no del revisionismo). ¿Existía en los orígenes de nuestra nacionalidaduna sola vía posible la oligárquica agroexportadora? Si el antagonismoal proyecto de la elite porteña era representado por Rosas y este erasolo un terrateniente semifeudal, de la misma forma que los caudillossolo eran expresión de sistemas perimidos, Peña tenía razón. De la mismaforma que si Perón era un general bonapartista tan socio de los inglesescomo la oligarquía que decía combatir, tampoco aparecían salidas en supresente. Aunque Peña deja claro que en la época de los caudillos nohabía salida porque no había clase que la pudiera encarnar, pero que esaclase si existía en su presente y era el proletariado, y en su organizaciónautónoma debía residir la esperanza.

Pero, hay una laguna notoria en la historia de Peña, excluía a Artigas,que además de respaldo de masas (a diferencia de Moreno y su grupo, alque, por otra parte, confunde con el liberalismo clásico) tuvo un proyec-to agrario claramente alternativo al de la elite porteña y que sin duda des-truía las bases de la formación oligárquica en ciernes. Sin dudas los apor-tes de Peña exceden estas críticas que aquí esbozamos, pero, creemosque como «toda historia es historia contemporánea» los tiempos que vivióel historiador trosquista, y las polémicas que encaró, influenciaron en susapreciaciones.

Pero Marx concebía que los procesos históricos que conducirían al socia-lismo no tuvieran una secuencia determinada de antemano. Pensaba quedesde modos de producción distintos al europeo occidental el progresohistórico podría seguir caminos diferentes (o al menos no idénticos aleuropeo) y que en otras clases precapitalistas podrían existir fuerzas deprogreso, como expone en su diálogo con los populistas rusos en el cre-púsculo de su vida. En el mismo sentido, Mariátegui polemiza tanto con elpopulismo aprista como con el dogmatismo comunista en los mismos tér-minos (sin conocer las cartas de Marx) revalorizando la capacidad de lacomunidad de ser un camino hacia el socialismo. En Argentina no habíacomunidades que pudieran ser caminos alternativos al socialismo, pero sihabía masas productoras excluidas y movilizadas y modelos alternativos(Moreno, Paraguay, Artigas, para nombrar los indiscutibles) de un caminocapitalista diferente.

El PRT fue más que transigente con los escritos de Mitre. El nacionalis-mo perretista fue una lectura marxista de los escritos mitristas, no revi-sionista, ubicándose así mucho más cerca de la historiografía tradicional

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que sus referentes intelectuales. Según Kohan, se trata de “algo que,paradójicamente, resulta muy interesante: cómo estos historiadores bur-gueses reaccionarios (principalmente Mitre, aunque también deberíamosagregar a Vicente Fidel López, en el siglo XIX y Ricardo Levene en la pri-mera mitad del siglo XX) describen la campaña del Ejército de San Martín.Fundamentalmente, cómo describen (...) la guerra de guerrillas. Ese rela-to resulta hasta muy entusiasmante. Cuando ellos hablan del Ejército delos Andes, cuando San Martín envía a organizar una guerra de guerrillas enla retaguardia española en el Perú, era muy atractivo para esta izquierdarevolucionaria que se planteaba continuar la lucha inicial de San Martín yBolívar (...), y sobre todo el papel jugado en la lucha guerrillera contralos colonialistas españoles por Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy yotros revolucionarios nuestros de principios del siglo XIX. Seguramenteestos historiadores burgueses, de tradición liberal, todavía en el siglo XIXse podían dar el lujo de alabar aquellas campañas militares independen-tistas, porque la tarea por delante que esta burguesía tenía entonces–segunda mitad del siglo XIX– era legitimar la construcción de un Estado-nación y construir los relatos fundantes de un origen heroico. Luego, enel siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, ante la emergencia de unaizquierda revolucionaria que se planteaba en primera instancia la luchapor el poder, ya no podían darse ese lujo (...) También en esta opción his-toriográfica, Santucho fue un guevarista consecuente”.11

Transcribimos esta larga cita del artículo de Kohan porque considera-mos que podría ser la explicación que el mismo PRT podría haber dadopara resolver lo que es una evidente paradoja: una estrategia revolucio-naria y una visión histórica reaccionaria. De Santis plantea que no leían aMitre para coincidir con su modelo de país, sino porque los relatos de lasluchas independentistas en el norte estaban muy bien escritos y eranejemplificadores. De esta forma el PRT se aproxima a la historia del sigloXIX sin polemizar con la versión oligárquica de construcción de la Argentina. Tomaba elementos que se encontraban a su alcance paralegitimar su lucha, resignificándolos, elementos que además, eranparte del sentido común formado por la educación oficial. Igualmente,para una versión épica más popular (aunque no clasista) podrían haber

11. Kohan, Néstor, op. cit.

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elegido a José María Rosa u otro revisionista de buena pluma; pero eli-gieron a Mitre, y esa opción es toda una definición de identidad e ide-ología. Una visión consecuentemente marxista (como la reivindicadapor el PRT) debería partir de la crítica de todo lo anterior y específica-mente de la historia, ya que el marxismo es fundamentalmente mate-rialismo histórico.

Estas fuentes teóricas repercutieron en otras definiciones. Nos referi-mos a la jerarquización que cada organización hacía de las contradiccio-nes de clase. Para el PRT la contradicción principal era burguesía versusproletariado, y de ninguna manera consideraba determinantes las contra-dicciones existentes entre las diferentes fracciones de la burguesía, poreso se definía como organización clasista, mientras que Montoneros orien-taba su discurso con la consigna “Liberación o dependencia”. De estaforma, si bien ambas organizaciones consideraban que la lucha de clasesera el motor de la historia, ponían diferente énfasis en ésta y Montonerosabría posibilidades de acuerdos con fracciones de la burguesía.12 Pero parael PRT la burguesía nacional no tenía viabilidad histórica para conducir elproceso de liberación nacional; la revolución debía ser conducida por elproletariado y sería nacional y socialista al mismo tiempo.

Para Santucho no existía una verdadera burguesía nacional porque noexistía tampoco un verdadero proceso de industrialización. Siguiendo aPeña, el PRT entendía que en nuestro país se había dado una expansiónindustrial basada en el crecimiento de industrias ligeras productoras debienes de consumo inmediato (con empleo de mano de obra intensiva),mientras que las industrias pesadas productoras de medios de producción,de insumos primarios, o de duración media se importaban o se habían des-arrollado en base a capitales extranjeros.13 De este modo, al ser el sectormás desarrollado de la economía el que domina al conjunto, resultabaevidente que la burguesía industrial nacional era (además de impoten-te) dependiente estructuralmente de los sectores dominantes de la economía.

12. Gillespie, Richard opina que “la liberación nacional se consideraba transitoria y ten-diente a la construcción nacional del socialismo”, en Los soldados de Perón, BuenosAires, Grijalbo, 1987. 13. Ya en la época del FRIP los Santucho plantearán que la argentina es “un país semi-colonial y seudo industrializado”.

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A esto se agregaba que ningún régimen político había tocado los inte-reses de la oligarquía terrateniente de forma que se alteraran sustancial-mente las relaciones de propiedad en el campo. Para el PRT, la gran bur-guesía extranjera, la burguesía nacional y la oligarquía terrateniente for-maban un bloque con intereses comunes y contradicciones secundarias,por lo tanto la construcción de un frente nacional que uniera un sector deaquéllos y a los trabajadores contra el resto no era viable.

Las tesis del PRT en estos puntos también se originan en Peña y en elintelectual marxista Silvio Frondizi. En el capítulo “Expansión industrial,imperialismo y burguesía nacional”, de su libro La realidad argentina,Silvio Frondizi afirma: “(...) lo que caracteriza al imperialismo actual esla exportación de capitales para la industrialización o mejor dicho seu-doindustrialización de los países atrasados (...) Mientras la industria lige-ra necesitaba mercados para la producción de artículos de consumo, laindustria pesada necesita también mercados, pero para su producción deherramientas. Estos mercados reemplazan a los de artículos de consumo”.Concluye Frondizi con esta importante tesis: “unidad, no identidad, entreimperialismo y burguesía nacional y entre burguesía nacional y terrate-niente”.14

La idea de la seudoindustrialización no era original de Frondizi15 sino dePeña. El historiador definía su idea de esta forma: “Denominamos al fenó-meno seudoindustrialización, parodia o caricatura de industrialización(...) Por sobre todo, se realiza sin modificar sustancialmente la estruc-tura social del país, y los desplazamientos a que da lugar dejan en pielas antiguas relaciones de propiedad y entre las clases. La seudoindus-trialización no subvierte la vieja estructura sino que se inserta en ella”.

14. Citado por: Kohan, Nestor, op. cit.15. Kohan, Nestor, op. cit. Jorge Lewinger (miembro de FAR y de Montoneros) cuyas pri-meras armas en política las hizo en el grupo Praxis de Silvio Frondizi en los primeros 60,nos señala que las ideas del intelectual marxista respecto al peronismo se orientabanpolíticamente en un camino diferente al de Peña y del PRT hacia una valoración máspositiva del movimiento. Reportaje del autor 15/3/05. Igualmente, Frondizi mantuvouna actitud ambigua frente al peronismo. Fue candidato extrapartidario del FIP (Frentede Izquierda Popular) de Abelardo Ramos con Perón como presidente en su lista y esono impidió que se acerara a las propuestas políticas del FAS.

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Entre las características de la seudoindustrialización, Peña señala: a)No aumenta la composición técnica del capital social, sólo la mano deobra. b) No se desarrollan las industrias básicas que producen mediosde producción, ni las fuentes de energía ni los transportes. c) Noaumenta la productividad del trabajo. d) El incremento de la produc-ción de artículos de consumo sobrepasa el incremento de la producciónde medios de producción, e) La agricultura permanece estancada y nose tecnifica. De estas características, Peña infiere que tanto los propie-tarios burgueses terratenientes como los industriales argentinos, com-parten con el capital financiero el mismo interés en la perpetuación delatraso del país. Estos sectores sólo permiten el transplante o el injertode islotes industriales en unas cuantas fábricas, manteniendo y repro-duciendo la estructura social de conjunto atrasada y subordinada alimperialismo.16

Tanto Peña como Frondizi desarrollaron sus tesis entre las décadas del50 y del 60, momento límite de la industrialización liviana impulsada porel peronismo y encrucijada en la que el debate era como superar ese lími-te. Perón esbozo una solución en su segundo plan quinquenal que preveíael desarrollo de industrias básicas; en el Congreso de la productividad,donde se proponía un acuerdo que permitiera racionalizar el trabajo; y ensu plan de inversiones extranjeras. Era una especie de desarrollismo conla impronta que le daba el estado populista de mayores controles al capi-tal y mayores garantías al trabajo. Arturo Frondizi implementará a partirde 1959 un plan de este tipo: modernización del agro (para obtener masrecursos de la exportación), radicación de capitales extranjeros (automo-trices) y contratos petroleros que permitieran autonomía energética. Estorequería desde el nuevo Estado desarrollista intentado por Frondizi elencuadramiento de la clase obrera y su disciplinamiento o sea menos garantías al trabajo y mayores garantías al capital. Silvio FrondiziMilciades Peña hicieron eje de sus tesis la crítica y la identificación delos límites de estos modelos.

16. Kohan, Néstor. op. cit. Además, las tesis de Peña son tributarias de la tesis del des-arrollo desigual y combinado, que plantean claramente un desarrollo de este tipo enlos países de capitalismo atrasado o subordinado.

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Otro de los debates de los 60 y los 70 que subyacía en todas las defini-ciones políticas de las diferentes fuerzas revolucionarias y reformistasargentinas, era sobre los modos de producción en América Latina. Deacuerdo a cómo se caracterizara la formación social serían las tareas a lle-var adelante por los revolucionarios. Si se consideraba que el continentetenía fuertes resabios feudales y que las tareas democrático burguesasestaban incompletas, la tarea sería la construcción de un frente nacionalque incluyera a la burguesía progresista en un rol dirigente y al las fuer-zas armadas como partícipes. Según la visión del PRT, Montoneros (desdeel populismo) y el PC (desde la socialdemocracia) expresaban una estra-tegia política de ese tipo. Pero si se caracterizaba a la formación socialargentina como capitalista, aunque fuera un capitalismo deformado ydependiente, en ese caso la burguesía localmente existente era parte deese capitalismo y en consecuencia no podía encabezar una transformaciónpolítica que solo podía ser socialista. Ésta era la posición del PRT y tam-bién la de Milciades Peña su fuente.

Podemos afirmar que hacia la década del 80 del siglo XIX, la Argentinaes un formación social plenamente capitalista (aunque con estructuraspolíticas arcaicas y existen resabios semifeudales o señoriales en el inte-rior mas atrasado), y que desde la década del 30 del siglo XX comienza laformación de una burguesía nacional industrial (mas allá de las industriasvinculadas directamente a la agricultura y ganadería, y sin discutir suautonomía ideológica). Pero para Montoneros y sin dudas para Puiggros elobjetivo deseable era un pasaje o transición al socialismo y no una revo-lución democrático burguesa (como para el PC o amplios sectores de laizquierda nacional o el nacionalismo popular), a pesar de ubicarse en elpolo opuesto de Peña en el debate sobre los modos de producción impe-rantes en América Latina.

Montoneros partía de un piso diferente. Al ubicarse dentro del peronis-mo necesitaba una interpretación de la realidad más compleja, que lepermitía ver múltiples contradicciones que hacían que los campos enfren-tados no fueran tan claros como en la visión del PRT. “Dentro de la clasetrabajadora y la clase obrera en particular existen contradicciones” –sos-tenía “la M” en la “Charla a los frentes”-, “entre un obrero industrial yuno no industrial, entre un obrero de una industria preferida por el impe-rialismo y uno de una no preferida”. Lo mismo sucedía con la burguesía:“La contradicción entre FATE y Good Year es clara, pero entre FATE y Fiat

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no, porque FATE le puede hacer los neumáticos a Fiat, en cambio unocompra neumáticos a FATE o a Good Year” (debemos aclarar que FATE eranacional, propiedad de José Ber Gelbar, y Good Year extranjera). De estaforma “la M” estudiaba la realidad de la formación social local y a partirde allí determinaba cuales eran los actores que se enfrentaban en la con-tradicción principal, la cual “es definida como (la alianza) de fuerzas delimperialismo con sectores de la oligarquía y la gran burguesía nacionalque están asociados al imperialismo en contra del resto de la nación, esdecir, los trabajadores, pequeña y mediana burguesía”. Era a partir deesta caracterización de los campos enfrentados que Montoneros definíaquiénes eran los integrantes del Frente de Liberación Nacional (que no eralo mismo que el Movimiento Peronista).

Pero, contradictoriamente, “derrotar al imperialismo significa derrotara un sector importante de la patronal (...) se estatiza o se socializa (...)Es decir determina esa realidad de estructura que el proceso de liberaciónnacional sea tendiente al socialismo. No existe otra posibilidad porque noexiste la posibilidad de capitalismo nacional, esto es así porque la burgue-sía de un país dependiente no tiene la acumulación de capital suficientepara independizarse del imperialismo, es decir tiene que competir en tér-minos mundiales (...) En consecuencia hay que desarrollar un proyectocuyo sistema socioeconómico, político, sea distinto al anterior”.17

Siguiendo esta línea de reflexión, entonces, llegaban finalmente, por dife-rentes caminos a conclusiones emparentadas con las del PRT. A fines de1973 “la M” entendía claramente que la burguesía nacional no podía cons-truir ni dirigir un proceso de liberación nacional, y ya para 1975 conside-raba explícitamente un error haber pensado la posibilidad de que la bur-guesía nacional tuviera un rol destacado.18

Por otra parte Montoneros entendía que la hipotética revolución no ibaa establecer un régimen socialista de inmediato, de ahí que la definieraclaramente como de “orientación socialista”, considerando que se debía proponer una teoría de la transición. “Habrá que recorrer una etapa detransición desde una estructura capitalista liberal y dependiente hacia

17. “Charla...”, op. cit. Pág 259-262.18. Ver Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero.

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una estructura socialista independiente”, escriben en la “Charla...”. Enesta frase hay dos adjetivos que tienen un fuerte significado para elpensamiento montonero: el adjetivo de “liberal”, agregado a la pala-bra capitalismo, demuestra una graduación notoria en los tipos de capi-talismo que Montoneros rechazaba. Un capitalismo que tuviera una muyfuerte presencia del Estado en el mercado era caracterizado comomenos negativo que otro que diera mayor autonomía al mercado. Y estoteniendo en cuenta que, en general, la izquierda revolucionaria de laépoca rechazaba de plano cualquier variante de capitalismo. En tanto queel adjetivo “independiente” acompañando a la palabra socialismo parecíaremarcar su distanciamiento con los socialismos vinculados a la URSS.

Siguiendo con el planteo del programa de transición montonero, esinteresante ver una contradicción con postulados anteriores del mismotrabajo de discusión con las bases. La ejecución del programa de transi-ción “pasa por la alianza de clases, y la alianza de clases pasa por respe-tarle entonces a la burguesía la propiedad privada de sus medios de pro-ducción, pero como uno establece una transición no los respeta en los tér-minos del capitalismo liberal (...) Un sistema que tiene elementos tantode una economía socialista como de una economía capitalista (...) unEstado fuerte centralizado que planifica la economía (...) en términos deljusticialismo es el 50% para cada parte”.19 Es decir, si en un punto plante-aban que el nivel de intervención del Estado revolucionario en la econo-mía y la expropiación de áreas estratégicas iba a provocar el rechazo delgrueso de la burguesía (y que en ese sentido el avance hacia el socialismoera indefectible, ya que la conducción del proceso era de los trabajado-res), nos preguntamos: si el proceso era tan claramente socialista ¿por quélo iría a aceptar la burguesía? En el 75 los montoneros dieron cuenta deesta contradicción, haciéndola explícita en su “Manual...” Allí plantean enforma tajante la imposibilidad de que la burguesía nacional sea partedeterminante de un proceso antiimperialista, considerando que sólo lapresencia política de Perón había conseguido darle un lugar(artificial) enel escenario nacional que por su propio peso no podían lograr.20

19. “Charla...”, op. cit.20. Ver el desarrollo completo de este planteo autocrítico en la introducción históricadel Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op. cit.

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Ahora bien, el “capitalismo de Estado popular” que “la M” pretendíaconstruir requería necesariamente una fracción burguesa dispuesta aacompañarlo. Esa fracción era, sin duda, la que representaba José BerGelbard (ministro de Economía hasta octubre de 1974, presidente de laConfederación General Económica y hombre del Partido Comunista), unafracción burguesa débil frente al capital monopólico y que Montoneroscreía dispuesta a tolerar la nacionalización de las ramas más concentra-das de la industria ya que necesitaba para su supervivencia de un Estadofuerte y empresario que la abasteciera de capitales y sostuviera política-mente. La historia mostró que fue más frágil y de menor autonomía res-pecto de otras fracciones del capital, ya que con la muerte de Perón surenacimiento político se diluyó en semanas. Además, el terror al avanceobrero arrojó a la tambaleante burguesía nacional al frente reaccionariogolpista, el cual una vez en el poder y con la consolidación de las políti-cas neoliberales la terminó de destrozar como clase.

Igualmente su líder, Gelbar, intentó dialogar con Montoneros paradefenderse contra el avance de la derecha lopezrreguista dentro del gabi-nete. En una reunión secreta con el montonero Hobert, Gelbar propusodiscutir un accionar común. La versión de la charla siguió los canales que«la M» usaba habitualmente: desgravación taquigráfica para cada una delas regionales donde no debía trascender del jefe de la dirección regional.Según nos relata Perdía, fallas de seguridad en la regional capital hicieronque el documento llegara a instancias mas bajas. Como consecuencia enla siguiente reunión de gabinete Lopez Rega «tiró» sobre la mesa una ver-sión de la charla.

Por otra parte, el capitalismo de Estado propuesto por Montoneros noera tampoco el que tenía en mente Perón, ya que implicaba ir unos pasosmás allá de los alcanzados en el período 1946-1955. En realidad, Perónquería empresarios fuertes y determinantes en la vida nacional, no másfuertes que el Estado pero sí con una capacidad política como clase que-permitiera avanzar en la construcción de un capitalismo nacional sóli-do con ayuda estatal. Concluyendo: ¿Era posible la propuesta montone-ra? Generar un capitalismo de Estado sin burguesía nacional en un roldirigente requería un avance en la concentración de poder por parte delas fuerzas que accedieran al Estado mucho mayor que el que la demo-cracia burguesa permitiría. ¿Una especie de NEP? Puede ser, ya que “laM” pretendía desplazar el sistema de partidos y concentrar el poder en

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un frente de liberación.21 El problema fue que el peronismo no sólo noera en esos momentos un movimiento de liberación nacional incomple-to (como lo calificaba Montoneros), sino que desde su llegada al gobier-no sus contradicciones internas estallaron, resolviéndose en un sentidoque fue alejando cada vez más al movimiento de ese camino.

Para entender este proceso se debe ir más allá de las contradiccionesinternas. Hay que pensar las diferencias y similitudes ent6re los movi-mientos «populistas» y los Frentes de Liberación Nacional; y por otro lado,el cambio de relación de fuerzas regional (golpes en Chile, Uruguay yBolivia). Esto en el marco del cambio de situación económica mundial entorno a 1973 (crisis del petróleo, caída de los precios de las exportacionesargentinas).

El PRT, al definirse como una organización clasista, no podía plantearuna alianza con la patronal: iba en contra de la naturaleza misma del pro-ceso revolucionario, tal como lo concebían los perretistas. El clasismo semanifestaba en un fuerte obrerismo hacia el interior de la organización.Éste era visible en la política de la proletarización, que consistía en quelos militantes no obreros abandonaran su modo de vida y se fueran a tra-bajar a una fábrica y a vivir en un barrio obrero incorporando las activi-dades y cultura propias de la clase, y también en un gran menospreciohacia los demás sectores sociales que eran vistos como una especiede“otros” a proletarizar.22

El PRT consideraba que un militante revolucionario “no se puede man-tener en otra capa o clase que no sea la obrera sin ser inconsecuente”;23

así fue que el Frente de Trabajadores de la Cultura (FATRAC), por

21. La Nueva Política Económica (NEP) fue desarrollada por Lenin en la URSS a partir1921, con el objeto de reactivar la devastada economía rusa. Mantenía en manos delEstado los grandes medios de producción, recursos naturales, financieros y de comer-cio, pero dejaba libre a la iniciativa privada emprendimientos medianos y pequeños,permitiendo la reinstalación del mercado como articulador de una parte de la econo-mía. Además preveía la posibilidad de inversiones extranjeras para movilizar recursosociosos.22. El caso de Raymundo Gleyzer y la situación de outsider que debió mantener en elPRT es un ejemplo de la debilidad política en el partido por fuera del campo obrero yla lucha armada.23. Ver revista Militancia op. cit. Pág. 37.

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ejemplo, fue disuelto por cuestiones secundarias que muestran que elpartido lo consideraba irrelevante, exigiendo la proletarización de susintegrantes.24 En este sentido, el PRT asimilaba “ideología de clase” con“posición de clase”; o sea que sólo se era un revolucionario completosi se era obrero. A partir de allí idealizará la clase, viendo en las luchasque se desarrollaban en los 70 una expresión de ideología que iba másallá de la realidad.

Pero, lo que el PRT no veía era que los obreros argentinos no eran pero-nistas porque hubieran sido engañados por las concesiones de un líder bur-gués, lo eran porque en las condiciones de la Argentina de los 40 el pero-nismo expresó los intereses inmediatos de la clase obrera y, a partir deallí, la adscripción de la clase al peronismo fue consciente; y esto es asíporque la clase en tanto tal es espontáneamente reformista. Y además, laclase obrera argentina era clase obrera en sí (por su ubicación en las rela-ciones de producción) y clase obrera para sí (o sea, consciente de susituación de explotada en esas relaciones, y consciente de sus interesesunificados frente al capital y antagónicos con éste) y era peronista. Queesa conciencia no fuera socialista no quiere decir que no fuera concienciade clase. Sobre este tema existen una serie de debates entre los revolu-cionarios de fines del siglo XIX y principios del XX. Principalmente RosaLuxemburgo y Lenin discuten sobre la valoración de la lucha espontáneade las masas, pero en ambos casos, aun desde posiciones diferentes, par-ten del presupuesto de que la lucha obrera es espontáneamente económi- ca. En lo que difieren es en la posibilidad de evolución de la lucha declases: Rosa es optimista en las posibilidades de que la conciencia sedesarrolle en el marco de la lucha económica gracias al trabajo de unpartido revolucionario en su seno, mientras que Lenin considera (en elQué hacer) que el partido es una construcción externa y que las luchaseconómicas de la clase derivan al reformismo.25

24. Mattini relata este hecho en su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP. Explica queel Frente se disolvió a causa de que el referente venía cuestionando en forma perma-nente la línea de la organización, manifestando diferencias consideradas insalvables.Igualmente, la disolución de este frente fue una medida que excedió las diferencias conel responsable del mismo, ya que afectó a la política de la organización hacia todo unsector social.25. Este debate se desarrollará en el capítulo referido al modelo de organización de este trabajo.

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Montoneros comenzó recién en 1975 a tomar posiciones clasistas dis-cursivamente similares a las del PRT, definiéndose vanguardia del proleta-riado y promoviendo la proletarización de sus militantes. Pero, ya en laclandestinidad, su viraje fue más bien una cuestión acotada al discurso,sobredeterminada por la militarización de la organización y las necesida-des de la lucha guerrillera.26

Es necesario destacar la importante afluencia a partir de 1973 de inte-lectuales a esta organización, tanto hacia lo orgánico como hacia susespacios de masas. Muchos artistas, músicos, escritores, cineastas, perio-distas, investigadores de diferentes áreas se sintieron atraídos porMontoneros, la Juventud Peronista o la Tendencia Revolucionaria, mien-tras continuaban produciendo en sus campos específicos. Esto generó unamovida político cultural muy importante en torno al peronismo revolucio-nario y Montoneros,27 la cual, desde nuestra perspectiva, configura una delas claves para comprender la masividad de la organización y sus relativa-mente mayores posibilidades de resistencia a la ofensiva militar.

La línea adoptada le permitió a Montoneros transformarse, hacia finesdel 73, en un movimiento de masas con cientos de miles de simpatizantesy una impresionante capacidad de movilización, aunque esta adhesiónresultaba difícil de definir en términos ideológicos. Se puede decir quela identidad montonera llegó a calar en una parte de la sociedad; loscientos de miles de personas movilizadas bajo las banderas de “la M”

26. La denominada “militarización” se analiza en otro capítulo de este trabajo. En tér-minos muy generales, consiste en organizar militarmente a todas las estructuras de laorganización.27. Recitales de rock con conocidos artistas, movidas folklóricas, intelectuales de rele-vancia que producían y continuaban en sus cátedras, revistas de debate, hasta una pro-ducción folklórica-épica la cantata montonera interpretada por el grupo Huarque Mapuen la que se canta la historia de la resistencia y la guerrilla, son sólo algunos ejemplosde la inserción montonera (y del peronismo revolucionario en general) en el campo dela cultura. Intelectuales como Rodolfo Walsh, Francisco Urondo, Puiggros, RobertoCarri, Héctor Oesterheld, Arturo Jauretche, entre otros, llegaron a simpatizar o sermiembros de la organización. El conocido folklorista Jorge Cafrune con posiciones defi-nidas y militantes, y hasta el poco intelectual rockero Pappo, fueron captados en dife-rentes grados por la política cultural de Montoneros.

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no estaban encuadradas en ningún ámbito organizativo, eran “masas”en un sentido amplio. Para graficar su exponencial crecimiento, Perdíarelata que en Rosario, “en el mes de julio (del 72) éramos 12 compañe-ros, ahí se divide la organización por la mitad por el tema de las elec-ciones y de Perón. Decidimos: ‘vamos a elecciones y por la vuelta dePerón’, y ahí nos partimos a la mitad (...) En Rosario quedamos seis. Ennoviembre para la vuelta de Perón éramos doce de vuelta. En el mes dediciembre se hace un acto en una cancha (...), eran seis mil compañe-ros que gritaban ‘Montoneros’; hablaron como siete u ocho, todos mon-toneros y yo no conocía a ninguno (...) Un mes antes éramos doce”.28

A diferencia de Montoneros, el PRT, realizando un trabajo más sistemá-tico, llegó a tener cinco mil miembros aunque con mayor compenetraciónideológica con la línea fina del partido y muchos de ellos entre la claseobrera industrial, aunque es necesario tener en cuenta que la política dela proletarización obligaba a todos los miembros no obreros a buscar tra-bajo en fábricas.29 En este sentido para el PRT el carácter cualitativo dela adhesión era fundamental, mientras que para Montoneros –en tantomovimiento– esto era secundario, por atrás de lo numérico.30 Podemos verasí que Montoneros planteaba un proceso de crecimiento que se basabaen el salto de la cantidad a la calidad mientras que el PRT planteaba unsalto de la calidad a la cantidad.

Cabe destacar, finalmente, cómo Montoneros pensaba la expresiónpolítica concreta de la contradicción principal “liberación o dependen-cia”. “Nosotros consideramos no sólo vigente esa contradicción, sino cadavez mas profunda (la contradicción peronismo-antiperonismo). Lo queha cambiado son los términos de esa contradicción (...) el antiperonis-mo se ha visto engrosado con los sectores burgueses y las burocraciassindicales”, sostenían en el reportaje publicado en la revista

28. Perdía, R., op. cit. Sobre este tema es interesante conocer las argumentaciones delsector rupturista. Una de ellas se puede encontrar en el Documento verde ya citado.29. Según Pozzi, en el sexto congreso del FAS (en junio de 1974) hubo unas 30.000 per-sonas.30. Decía Raymundo Gleyzer: “Prefiero transmitir ideas claras a unos poco que ideasconfusas a millones”, aún siendo un heterodoxo dentro del PRT, como demostró su obraLos traidores.

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Cristianismo y Revolución en 1971.31 Luego relataban cómo las diferen-tes coyunturas de lucha de la resistencia produjeron un realineamien-to en el que los burgueses se hicieron desarrollistas, los militares popu-lares fueron eliminados del ejército y los sindicalistas burócratas seintegraron como participacionistas: “Por otra parte se han acercado eintegrado al peronismo (...) cristianos, laicos y clericales, el estudian-tado universitario y nacionalistas izquierdistas que comprendieron elcarácter revolucionario del movimiento”.32

Estas definiciones no fueron sostenidas en forma efectiva durantemucho tiempo, pero sí en el discurso público -lo que es muy importante-y, aunque ya en 1975-1976 definían claramente en términos de clase loscampos enfrentados, siguieron planteando públicamente la pelea por laidentidad del “verdadero peronismo”, y en ese marco encuadraron laforma política de la contradicción principal. Por ejemplo en 1973, la revis-ta El Descamisado en la que se anunciaba la unidad de FAR y Montoneros,Dardo Cabo explicaba en el editorial la prioridad de unir peronistas porsobre cualquier otro sector, priorizando la identidad por sobre la ideolo-gía o el método de lucha. Esto marcaba una continuidad fuerte con el pen-samiento montonero original. Es interesante ver que aún en los 80 muchosex montoneros se consideraban más cercanos políticamente a otros “com-pañeros peronistas” aun los de derecha que a muchos militantes deizquierda.

31. “Montoneros: el llanto del enemigo”. En Cristianismo y Revolución Nº 28, op. cit.32. Cristianismo y Revolución, op. cit.

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5. CONCEPCIÓN DE LA ORGANIZACIÓN: ¿QUÉ HACER?

El PRT, en tanto partido marxista leninista de combate, era una organi-zación política de “cuadros”, dirigente, estructurada según la interpre-tación que en la época se hacía de las ideas expresadas por Lenin en elQué hacer: una organización de cuadros portadora de la teoría revolu-cionaria.

Subrayamos que, entre la escritura del Qué hacer en 1902 y su trans-formación en un manual a seguir para la construcción del partido revolu-cionario, hay una serie de mediaciones y reinterpretaciones que, cree-mos, volverían irreconocibles sus ideas para el mismo Lenin. Además laaplicación en forma de receta de las tesis leninistas a diferencia de su asi-milación como experiencia histórica, lleva en muchos casos de la actuali-dad como reacción, a una crítica exagerada en injusta contra los plante-os del Qué hacer y la idea de partido revolucionario. En nuestro periodode estudio, el surgimiento de los que se llamó «nueva izquierda» bajo lainfluencia de la revolución cubana, el guevarismo los MLN y en menormedida del maoísmo, produjo la ruptura con muchos dogmas de la viejaizquierda, como la revolución por etapas, la unidad del movimiento comu-nista mundial bajo la dirección soviética, la composición exclusivamenteobrera del movimiento revolucionario en el tercer mundo, etc.

Pero estos nuevos aportes no fueron acompañados por una reflexiónteórica integral entorno al pensamiento marxista que aportara a las rea-lidades nacionales concretas (al estilo de Mariátegui en los 20, de Gramscien Italia, la triunfante revolución cubana) ni se pensaron problematizacio-nes en torno al tema del partido revolucionario y a la formación de lasideas y los cuadros. Por el contrario, la idea del partido de vanguardia seacentuó en muchos casos de forma superlativa, lo mismo que el carácter«externo» a la clase trabajadora de las ideas revolucionarios y el carácter«mágico» de la dirección.

En ésta línea el PRT adoptaba una idea que le permitía mantener suaccionar independiente, sin que las posiciones políticas de los trabajado-res peronistas afectaran sus convicciones (a pesar que de cara a las elec-

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ciones del 73 hubo fuertes debates, como ya señalamos). Entonces laadopción de la línea del Qué hacer -como modelo para la construcción delPRT- podemos señalar hoy que estaba ausente la crítica.1 Estas ideas ini-ciales de Lenin, planteadas en un contexto de lucha particular, posterioral fracaso de la oleada de huelgas de 1895/96 y anterior a la revoluciónde 1905 y la experiencia de los soviets, fue duramente criticada en suépoca por otros líderes marxistas revolucionarios como Rosa Luxemburgo,y el mismo Lenin se apartó de la línea del folleto en otros contextos, rela-tivizando algunas absolutizaciones de acuerdo al momento histórico en elque fue escrito.

En el caso de Rosa Luxemburgo, los cuestionamientos se basaban, porun lado, en su percepción de que las masas trabajadoras tenían (y tienen)algo que dar en el proceso revolucionario y no sólo esperar ser esclareci-das y conducidas por la vanguardia; y por otro, en la intuición de que unmodelo como el propuesto por Lenin podía degenerar en una burocraciaconservadora y autoritaria, que terminara castrando al proletariado ymanipulándolo para sus fines autónomos como capa social separada delpueblo. Es muy interesante que las críticas de Luxemburgo hayan sido for-muladas varias décadas antes de la instauración de los gobiernos que enOccidente se han dado en llamar “socialismo real”. Lenin, por otra parte,aclaró reiteradamente que los trabajadores sí pueden elevar su nivel deconciencia en la lucha económica, pero que sólo una visión de largo plazo,como la de un partido revolucionario, permite el salto hacia una concep-ción completa de toda la sociedad. La discusión entre ambos, entonces,se centraba en la forma concreta en que se produce la concientización delas masas, y no en la necesidad de la existencia de partido revoluciona-rio, en lo cual acordaban.

1. En muchos casos, la concepción del marxismo como ciencia (a modo de las cienciasnaturales) llevó (y lleva) a creer que dentro del corpus escrito de los clásicos se encuen-tran todas las respuestas a la realidad social (y en casos extremos a la realidad extra-social también). El problema planteado por la concepción que asimila marxismo a cien-cias fisicomatemáticas es que llevó a la transformación de las ideas y experiencias delos clásicos revolucionarios en fórmulas de aplicación universal y a la lectura de susescritos en una especie de estudio «talmúdico».

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Dice Luxemburgo: “Para Lenin la diferencia entre la socialdemocraciay el blanquismo2 se reduce al comentario de que en lugar de un puñadode conspiradores tenemos un proletariado con conciencia de clase (...) Elblanquismo no contaba con la acción directa de la clase obrera (...) perola actividad socialdemócrata se realiza en condiciones totalmente distin-tas. Surge históricamente de la lucha de clases elemental. Se difunde ydesarrolla bajo la siguiente contradicción dialéctica: el ejército proleta-rio es reclutado y adquiere conciencia de sus objetivos en el curso de lalucha. La actividad de la organización partidaria y la conciencia crecien-te de los obreros sobre los objetivos de la lucha y sobre la lucha misma noson elementos diferentes, separados mecánica y cronológicamente. Sondistintos aspectos del mismo proceso. Por ello el centralismo socialdemó-crata no puede basarse en la subordinación mecánica y en la obedienciaciega de los militantes a la dirección. Por ello el movimiento socialdemó-crata no puede permitir que se levante un muro hermético entre el núcleoconsciente del proletariado que ya está en el partido y su entorno popu-lar, los sectores sin partido del proletariado”.3

Y junto con estas apreciaciones, critica los postulados del centralismoleninista esbozados en el particular momento del Qué hacer: la subordi-nación extrema y la separación total entre partido y masa. En realidad, loque critica es una lectura extrema del Qué hacer. Visionariamente, paraLuxemburgo, “la autodisciplina socialdemócrata no es el simple reempla-zo de la autoridad de la burguesía dominante por la de un comité centralsocialista”. Además, “el centralismo socialista no es un factor absolutoaplicable a cualquier etapa del movimiento obrero. Es una tendencia”. Yagrega más adelante, a modo de advertencia que también tiene carácterprofético (anticipándose a las actitudes de muchos partidos y Estados quese consideraban marxistas-leninistas): “Si le otorgamos (...) poderes abso-lutos de carácter negativo al órgano más encumbrado del partido fortale-

2. Blanquismo de denomina a una forma de preparar un golpe revolucionario en formaconspirativa y clandestina sin vinculación directa con la lucha de masas. Se lo denomi-na así por el revolucionario francés Augusto Blanqui, quien tuvo un fuerte protagonis-mo en las luchas francesas de mediados del siglo XIX. Rosa Luxemburgo y Troski ataca-ron duramente las ideas centrales del Qué hacer.3. Luxemburgo, Rosa, Obras escogidas, Buenos Aires, Pluma, 1976, pág. 143.

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ceremos peligrosamente el conservadurismo inherente a dicho organis-mo (...) A Lenin le preocupa más controlar el partido que hacer másfructífera la actividad del mismo; estrechar el movimiento antes quedesarrollarlo, atarlo antes que unificarlo”. Y agrega: “Las secciones ofederaciones del partido necesitan la libertad de acción que les permi-ta desarrollar su iniciativa revolucionaria y utilizar los recursos que lesofrece la situación”.4

La mayoría de la teoría organizativa de los partidos de izquierda mamólas concepciones de Qué hacer sin ver las posibles contradicciones de suesquema, ni constatar si históricamente era el que efectivamente seimpuso en el proceso revolucionario ruso. Para muchos primó la efectivi-dad que una conducción centralizada y disciplinada acarrea para la luchatáctica. Esto es parte de la canonización de dogmas posterior a la conso-lidación del estalinismo. Así el rico y dinámico pensamiento político deLenin fue fosilizado en una serie de textos exhibidos como receta omanual para el armado de la política internacional estalinista y conserva-do fósil mucho más allá de la muerte de Stalin. Ya que, la estructura cen-tralizada y disciplinada, más una ideología simple y cerrada con una direc-ción fuente de autoridad política e ideológica, son una buena combinaciónpata impulsar y justificar cualquier política (bajo la autoridad ecuménicade Lenin). Pero Lenin pensaba políticas concretas para situaciones concre-tas y con posterioridad a la revolución de 1905 defendió su posición delQué hacer desde una óptica crítica. “El error de los que polemizan hoycon el Qué hacer -escribe- consiste en que desligan por completo estaobra de una situación histórica determinada. (...) En 1898 se celebró elprimer congreso de los socialdemócratas que fundó el Partido ObreroSocialdemócrata de Rusia pero los organismos centrales del partido fue-ron destrozados por la policía y no pudieron ser restablecidos (...) El apa-sionamiento por el movimiento huelguístico y por la lucha económicageneró una forma especial de oportunismo socialdemócrata: el llamadoeconomicismo”.5 Y concluye Lenin que su obra estaba destinada a “com-batir el ala derecha del partido” que pretendía disolverse en la lucha

4. Idem, págs. 145, 146 y 148.5. “Proyecto y explicación del programa del partido socialdemócrata” en Lenin, V. I.,Obras completas, Tomo II, Buenos Aires, Cartago, 1960.

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económica sin encarar las tareas políticas. Lenin no dio al Qué hacervalidez universal, más bien se trataba de la respuesta a serie de nece-sidades de la etapa, en Rusia, y entre ellas, a una necesidad de peleainterna contra el ala reformista del partido.

Pero el leninismo que se leía en los 60 y los 70 tenía en este folleto unade sus enseñanzas máximas, y el PRT no fue la excepción. Sin embargo,nosotros consideramos que no existe un modelo de partido marxista leni-nista sino que es la experiencia e historia de las clases explotadas de cadaformación social nacional y la situación de la lucha de clases en cadaetapa histórica, de donde deben extraerse los modelos adecuados paraconstruir la organización revolucionaria de los oprimidos que encabece lalucha por el poder político. Ése fue el pensamiento de Lenin y así pudoresponder con ductilidad a los diferentes cambios de situación políticaque se sucedieron desde fines del siglo XIX hasta su muerte. En este sen-tido, la consigna “todo el poder a los soviets” planteada en el 1917 seríaantagónica con la idea de que los cuadros del partido son los únicos depo-sitarios de la doctrina revolucionaria como se plantea en el Qué hacer.Esto no significa que en algún momento Lenin haya negado la necesidaddel partido y su reemplazo por una estructura movimientista o pregonarael basismo, o incluso pretendiera transformar a los bolcheviques en unpartido burgués o de izquierda tradicional cuando llamaba a participar enprocesos electorales, sino que la estructura de militantes y cuadros bol-cheviques se desplegaba de diferentes formas de acuerdo al terreno y alas fuerzas que debía enfrentar.

Otro de los puntos polémicos del folleto de Lenin tiene que ver con lanoción de “correas de transmisión”; la conciencia sería aportada desdefuera de la clase, no sólo desde fuera sino sin vinculación con ella (“desdealgunos individuos aislados de la clase burguesa”, dirá). Esta idea, queconsideramos lineal y hasta conductista,6 impregnó no sólo al PRT sinotambién a las FAR y a muchas de las organizaciones marxistas de la época.

6. Lenin escribe, citando definiciones de Kautsky: “de este sector (los intelectuales bur-gueses) de donde ha surgido el socialismo contemporáneo y han sido ellos los que lohan comunicado a los proletarios más destacados por su desarrollo intelectual, los cua-les lo introducen luego en la lucha de clases del proletariado”. Lenin, Vladimir, Quéhacer, Buenos Aires, Polémica, 1974.

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Olmedo, en su polémica con el PRT, hizo referencia reiteradamente,como cita de autoridad, al concepto de exterioridad de los revolucio-narios al proletariado para refutar la concepción obrerista del PRT.

Desde nuestra perspectiva consideramos que quizás esta concepcióntenga parte de la responsabilidad de la exacerbación de la función de lavanguardia, ya que si un grupo de revolucionarios profesionales comunicadesde arriba la teoría revolucionaria a las masas, no es necesaria una dia-léctica entre el movimiento popular y la organización de los revoluciona-rios: éstos deben actuar por sí mismos al ser los portadores de la verdady del saber.

Pero, en realidad, la teoría socialista se desarrolla dialécticamente,más cercana al concepto gramsciano de “praxis” (por eso Gramsci llamaal marxismo “filosofía de la praxis”) como un constante proceso deacción-reflexión. El mismo Marx llamó a su teoría materialismo históricoo materialismo dialéctico, y vinculó sus teorizaciones al proceso de luchade clases concreto y al estudio de la estructura económica históricamen-te existente. Para los marxistas, sin realidad material y sin hechos realesno existe intelectual que pueda crear nada en su mente. Y en este senti-do, la clase es la realidad material en relación con la cual se forman losintelectuales.

Vemos así que en los revolucionarios de la época estaban ausentes losaportes de Gramsci sobre la hegemonía, la contrahegemonía, el rol y laformación de intelectuales orgánicos, y su función en la construcción dela organización política de la clase y de una contrahegemonía en la socie-dad, y los problemas que plantean la cultura y la conciencia de los traba-jadores. Pero en los 70 tanto las ideas de Gramsci como las críticas deLuxemburgo tenían poca difusión en nuestro país por fuera de pequeñosnúcleos de intelectuales.7 Por otra parte, en los 70 todavía estaba enpañales una crítica más general a las concepciones canónicas emanadasdesde la URSS; sólo los aportes del Che, la Revolución China y la vietna-mita, así como también los procesos de liberación nacional, invitaban con

7. Recién a través del intelectual comunista (del PC) Héctor Agosti las ideas e Gramscientraron a la Argentina. El núcleo de militantes del PC que se nucleaba entorno a Agosti(Portantiero, Aricó, etc.) pronto romperían con el partido y abonarían las filas de laNueva Izquierda.

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su práctica heterodoxa a revisar los esquemas soviéticos. Los 60 fueron,en este sentido, una época interesante. Los debates de ese período,relacionados con las nuevas experiencias exitosas (muchas sobrevalora-das) de los pueblos del Tercer Mundo abrieron puertas para la redina-mización de la teoría y práctica revolucionarias; pero en general elnúcleo de la concepción organizativa centralizada y vertical permane-ció ajeno a las críticas.8

El PRT era un partido de cuadros y, en este sentido, el ERP era la fuer-za militar dirigida por esa organización. El ERP era popular, antiimperia-lista y estaba por el socialismo y por la lucha armada; podían integrarlomiembros que no pertenecieran al partido porque el ERP estaba pensadocomo una estructura de masas dirigida por el partido (que garantizaba laortodoxia), ya que la guerra popular era el núcleo de la estrategia revo-lucionaria y ésta sólo podía llevarse adelante con la participación de lasmasas en el ejército, como en China y Vietnam.9 “Para el marxismo, ejér-cito y partido son dos organizaciones diferentes con tareas distintas ycomplementarias. El ejército es el brazo armado, la fuerza militar de laclase obrera y el pueblo (...) El partido en cambio es una organizaciónexclusivamente proletaria, cualitativamente superior, que se constituyeen dirección política revolucionaria de todo el pueblo, en todos los terre-nos”, dicen las resoluciones del V Congreso del PRT en sintonía con losplanteos vietnamitas.10

Pero más allá de las definiciones teóricas, el PRT tenía el grueso de suscuadros absorbidos por las tareas militares, y ya en 1972 Santucho elabo-ró una autocrítica en la que se planteaba la existencia de una “desviaciónmilitarista” por la cual el partido había abandonado los demás frentes deconstrucción en función de la práctica del ERP.

Desde el inicio, en su IV Congreso, esta organización se definió clara-mente como una estructura dirigente de cuadros, mientras que el ERPestuvo pensado como ejército de masas, como el principal frente de

8. Para un análisis de la década del 60 es interesante el ensayo de Fredric Jameson,Periodizar los 60, Córdoba, Alción editora, 1997.9. Ver las “Resoluciones del V Congreso del PRT” en: De Santis, Daniel, Avencer o morir.Documentos del PRT-ERP, Buenos Aires, Eudeba, 1998.10. De Santis, Daniel, A vencer o morir..., op. cit.

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masas propio a desarrollar. Finalmente, en la clase obrera, por seraquella sobre la cual el PRT depositaba sus expectativas revoluciona-rias, se realizaba un trabajo sindical a través de células del partido queintroducían su política en los organismos de la clase (clasismo, antibu-rocratismo, etc.).

Montoneros, en cambio, nació como organización armada: era un grupoque hacía política a partir de las acciones armadas al igual que otras orga-nizaciones que se fusionaron con él, muy influido por la concepción delfoco en su versión tupamara.11 Montoneros se constituyó organizativamen-te como Organización Político Militar (OPM) y esto derivaba de su surgi-miento: “No es una organización exclusivamente política, no es tampocouna organización exclusivamente armada, es simplemente las dos cosas,ésa es su naturaleza (...) El hecho de nacer como organización armada, esdecir de asumirse como embrión del ejército popular cuando no existencondiciones para desarrollar el ejército popular (...) sino que existen con-diciones para demostrar la viabilidad de la lucha armada solamente (...)debe asumirse como la oficialidad del ejército popular”.12

Perdía nos aclara las implicancias más cotidianas del estilo organizati-vo de “la M”: “La implicancia central era no separar, no dividir, no frac-turar la acción política de la militar. La estructura militar era al mismotiempo la política, no había grupos de superficie por un lado y grupos mili-tares por el otro. Fue una concepción que se mantuvo larguísimo tiempo,fue la concepción con que llegamos al 73; había organizaciones de super-ficie pero totalmente integradas al sistema militar; por eso cuando des-pués se abre la JP, la JUP o el Movimiento Villero, la estructura de con-ducción era la misma y los jefes eran orgánicamente montoneros. Nohabía una jefatura de una organización por fuera de Montoneros: o ladevorábamos –o sea, se integraba– o dejaba de existir. Todo esto en basea la concepción de la integralidad político militar (...) Cuando digo inte-

11. Tupamaros, organización revolucionaria uruguaya que desarrolló la adaptación dela concepción foquista del Che a los ámbitos urbanos. Es conocida la opinión de RegisDebray, quien, en sus giras latinoamericanas propagandizando su interpretación de laconcepción guevarista del proceso revolucionario y la lucha armada, llegó a la conclu-sión de que la revolución armada en Uruguay era imposible por la ausencia de selva.12. “Charla a los frentes”, op. cit., pág. 284.

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gral quiero decir que todo tenía que pasar por el ‘esófago’ de la OPM,un sistema de conducción única, ésa es la característica principal. Loscuadros políticos eran parte de la misma estructura, del mismo apara-to que los cuadros militares que tenían circunstancialmente tareas polí-ticas, ma non tropo, eso hacía que los cuadros políticos tuvieran tam-bién responsabilidades militares y desarrollaran acciones militares”.13

Esta concepción fue justamente uno de los puntos de debate con lasFAR durante la fusión, ya que éstas planteaban la idea de partido revolu-cionario, concepción que iría cobrando fuerza en 1975. Estas discusionesdeben relacionarse con la diferente caracterización de Perón y de la van-guardia que tenían los Montoneros y FAR. En un principio Montoneros (nosin diferencias) consideraba que Perón era la conducción del proceso deliberación y la organización era el sector más avanzado del movimientonacional antiimperialista liderado por el general, por lo cual la idea departido revolucionario quedaba excluida. Las FAR a su vez, si bien acep-taban el rol objetivo de Perón como referente de los trabajadores, cues-tionaban su carácter de conductor revolucionario y consideraban la nece-sidad de construir un partido que garantizase la consecuencia de las ideasrevolucionarias al interior del movimiento peronista más allá de Perón, osea, una vanguardia que condujera el proceso de liberación.

La organización Montoneros tuvo hacia 1973 dos niveles de encuadra-miento principales para sus militantes: las Unidades BásicasRevolucionarias (UBR) y las Unidades Básicas de Combate (UBC). En lasprimeras se organizaban todos los compañeros que se consideraban mili-tantes montoneros; en las segundas estaban los militantes más compro-metidos, los cuadros de conducción. En los meses que siguieron al 17 denoviembre de 1972, durante el “engorde”, la organización era más flexi-ble para la incorporación, pero ya hacia 1974 se dio una política de depu-ración “achicando” los ámbitos. Antes de ese achicamiento, y en el marcodel cambio de situación política por las elecciones del 73 y la vuelta dePerón al país, las Unidades Básicas de Combate fueron rebautizadas comoUnidades Básicas de Conducción. Este nombre, aunque las estructurascontinuaban manteniendo la misma función, aparecía más acorde con laetapa de “pacificación nacional” planteada por Perón. Recordemos que

13. R. Perdía, op. cit.

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Montoneros accedió a importantes espacios institucionales en el 73 yque una parte central de su política era retrasar lo más posible la rup-tura con el General, una de cuyas exigencias era el desarme de “la M”,cosa que los guerrilleros no pensaban hacer.

El encuadre organizativo estaba pensado para que todos los frentes(juventud, universidad, militar, agrario, sindical etc.) se desarrollaran apartir de militantes y adherentes que simpatizaban o acordaban a nivelsimbólico y discursivo, y que respaldaban la práctica de Montoneros. Engeneral, estos militantes habían desarrollado actividades previas comoperonistas, pero también se sumó a engrosar las columnas montonerasuna gran cantidad de personas de barrios populares y de centros de estu-dio, lo que permitió la masificación de la organización. En 1973 la OPM seconstituyó como dirección integral de todos los frentes, “encuadrando” lamilitancia dispersa que simpatizaba con la organización; pero para finesdel 75 se planteó la necesidad de pasar a la estructura partido-ejército“por haberse llegado al fondo del problema político-ideológico (...) Enenero del 76 (...) surge la propuesta de transformar nuestra organizaciónen Partido Revolucionario” porque “a medida que (...) fue desarrollándo-se fueron cada vez mayores y más complejas las tareas”.14

En realidad, lo que se estaba planteando era un salto no sólo organiza-tivo sino ideológico, que se atribuía a la resolución de los debates inter-nos desarrollados por la caída de Roberto Quieto, pero en verdad forma-ba parte de las necesidades políticas que le surgieron a la OPM a raíz desu ubicación por fuera del peronismo y a la izquierda del espectro políti-co en momentos de profundización de la lucha de clases. Entonces laconstrucción del partido se justificó como una forma de superar, en elmarco de la radicalización ideológica y una asunción más amplia de lasideas leninistas, formas de vida que se consideraban liberales o desviacio-nes pequeñoburguesas,15 y esto se relacionó con el acercamiento a posi-ciones clasistas.

14. Ver el Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op.cit., quinta clase: “Crisis de la estructura de Organización Político Militar y planteo dela estructura de Partido”, pág. 113 y sig.15. Roberto Quieto: fundador de las FAR, de larga experiencia militante (al momentode su secuestro tenía 38 años) y muy referenciado por las bases, llegó a ser miembro

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Por otra parte, el tránsito de 1974 a 1975 y la construcción del partidoen el marco del pase a la clandestinidad implicó, como señalamos, que laconducción tomara la decisión organizativa de “achicar los ámbitos” (UBCy UBR) con la consecuente “degradación” de militantes y la reducciónnumérica de la organización. Muchos miembros de la “oficialidad” de lasUBC fueron “bajados” a UBR en calidad de aspirantes; y muchos miembrosde las UBR fueron despromovidos a periferia en calidad de milicianos. Para1976, la organización había logrado disminuir el número a unos 5.000miembros organizados, en un intento de ganar en encuadramiento y ope-ratividad según su plan destinado a afrontar lo que preveía como unaetapa de guerra.

En este sentido, Montoneros no tenía una estructura que podamos“fotografiar” en un determinado momento de su desarrollo y analizar.Justamente porque se trataba de una organización en desarrollo, en for-mación, en permanente cambio en paralelo con la modificación de lasituación política. La afirmación de Perdía de que el método para anali-zar la realidad es “práctica, teoría, práctica” puede verse reflejadoentonces en la evolución organizativa de Montoneros.

de la dirección nacional de Montoneros. Fue secuestrado en diciembre de 1975 cuan-do, violando normas de seguridad, se reunió con su esposa e hijos en una playa en lazona norte del Gran Buenos Aires. Nunca volvió a aparecer. A su secuestro le siguió unaserie de caídas que la dirección adjudicó a que Quieto “había cantado” en la tortura ylo condenó a muerte por traición.

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6. ESTILO DE CONDUCCIÓN

Llamamos estilo de conducción a la forma específica en que se ejerce elmando, se articula la participación de los militantes y se definen las polí-ticas tácticas y estratégicas, en la práctica concreta, más allá de las pres-cripciones organizativas formales. Estas prescripciones pueden respetarseo no, pero en todos los casos los hombres que ejercen la conducción ledan un matiz particular. El estilo puede hacer de las prescripciones orga-nizativas un mero discurso ideológico, y transformar estructuras democrá-ticas en verticalistas, o a la inversa. Esto es así porque todas las políticasy estructuras son mediatizadas en la historia por los hombres y mujeresque les dan vida.

Dentro del PRT la figura de Santucho era descollante. Era el máximojefe militar y político, de él emanaban los principales documentos y direc-tivas; siempre tenía la última palabra y era reconocido por todos comoárbitro determinante en cada situación. Así lo testimonian sus ex compa-ñeros (tanto dirigentes como de base), sus críticos, sus apologistas y losinvestigadores de diversas tendencias; aún en la actualidad la figura deSantucho es el eje de las reivindicaciones de quienes simpatizan con laexperiencia del PRT. Tanto es así que la organización reconoció problemascuando el líder estuvo preso -la llamada “desviación militarista” durante1972 que, según la misma autocrítica de Santucho, alejó al partido de lasmasas en función del accionar militar-, y luego en 1976 y con la muertedel dirigente el PRT se desarticuló.

El estilo de conducción de Santucho no puede calificarse como autori-tario, ya que los militantes aceptaban sus ideas sin coerción ni engaños;por otra parte el PRT realizaba periódicamente reuniones amplias, aunexponiéndose a la represión, en las que todos formalmente podían expre-sarse, lo cual era mucho menos frecuente en Montoneros. El problema dela transformación de estructuras formalmente democráticas en su nega-ción podría haberse originado, por un lado, en el gran desnivel referencialexistente entre Santucho y la línea de cuadros que los secundaba, y porel otro, en la misma concepción organizativa del PRT, que priorizaba la

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homogeneidad en torno a una ideología acabada que permitía una solarespuesta a todas las preguntas, por lo tanto, la interpretación del líderdebía ser la correcta mientras que las otras eran desviaciones, generandoasí cuadros que se reservaban sus críticas o diferencias y fomentando elverticalismo de hecho.

Además la construcción del PRT como partido de combate1 y el ERPcomo principal expresión pública (sumado a la situación represiva) ayudó,sin dudas, a la jerarquización y la disciplina por sobre el debate y la crí-tica. Consideramos que la desarticulación del PRT no sólo se dio a raíz delavance del terrorismo de Estado y sus consecuencias sobre el partido, sinotambién por no haber tenido una conducción homogénea de reemplazo,que garantizara una línea única (o mayoritaria) tras la caída en combatede Santucho. Por el contrario, salieron a la superficie notorias diferenciasde interpretación, que sin duda tenían sus raíces en el pasado pero que lafuerza de conducción de Santucho impedía que se manifestaran. Es dedestacar que dos históricos de la conducción perretista, Domingo Menna yBenito Urteaga, fueron asesinados junto con Santucho en Villa Martelli;otros dos cuadros de gran experiencia (provenientes del trotskismo),Bonnet y Pujals, habían caído en el 72.

Para julio de 1976, cuando mueren Santucho y sus compañeros, el PRTya estaba duramente golpeado. La apreciación optimista de los mesesanteriores comenzaba a ser revisada por el líder, y en ese marco se plani-ficaba la salida de la conducción al exterior siguiendo los pasos ya dadospor Montoneros. Nadie puede predecir qué hubiera pasado si Santuchohubiese sobrevivido, pero probablemente el PRT habría mantenido unmayor nivel de cohesión y una línea hegemónica en torno al líder. Peroesto no sucedió, y rápidamente las concepciones enfrentadas que anida-ban soterradamente en su interior salieron a la luz. Según Mattini, lasdiferencias entre su posición y la de Gorriarán Merlo evidenciaban concep-ciones de fondo diferentes y dividieron lo que quedaba del partido por la

1. El partido de combate en la concepción leninista no se refiere única ni principalmen-te al plano de lo militar. Encierra la idea de una estructura disciplinada y homogénea,capaz de dar respuestas políticas a diferentes coyunturas de la lucha de clases y enmedio de situaciones represivas)

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mitad.2 Consideramos esta opinión relevante -más allá de las coinciden-cias o divergencias con su interpretación del PRT-ERP- ya que perteneceal hombre que fue elegido secretario general del partido después de lamuerte de Santucho; como así también la de Gorriarán, ya que muchosmilitantes lo secundaron aun hasta el intento de toma del cuartel de LaTablada en 1989. El grupo que se plegó a las ideas de Gorriarán se sumóposteriormente al Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua,y tuvo un rol militar destacado en los combates por la toma de Managuay en la posterior defensa de la revolución; también participó en la opera-ción que culminó con el ajusticiamiento de Anastasio Somoza en Paraguay.La otra parte de la organización -de la cual Mattini más tarde se alejó-revisó las concepciones del V congreso y optó por una vía de profundiza-ción democrática participando, luego de la apertura de 1983, “disuelta”en estructuras de centroizquierda. Es de destacar que los restos del PRT,ambos muy pequeños, muy golpeados por la represión y divididos en elexilio, no consiguieron mantener la continuidad del partido.3

Montoneros tuvo otra concepción política desde sus orígenes, era más“movimientista” y esta característica la conservó aun cuando se propusola construcción del partido y el ejército, hacia fines del 75. Esto no signi-fica que la democracia interna funcionara ni que la conducción de la orga-nización fuera un modelo de colegiatura (sus mismos documentos dan tes-timonio de esta falencia)4 ya que la organización priorizaba el centralismosobre la democracia y la efectividad en la dirección por sobre la delibera-ción. En el Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del EjércitoMontonero, en el apartado donde se explica la necesidad de la construc-ción del partido, la dirección de la OPM habla de la ausencia de democra-cia interna y propone como solución para superar esta falencia la imple-mentación del centralismo democrático, con acento en el centralismo porsobre la democracia. Esta propuesta se fundamenta en la necesidad de

2. Para más datos sobre la opinión de Luis Mattini ver Hombres y mujeres del PRT-ERP,Buenos Aires, De la Campana, 1995.3. Con posterioridad a la muerte de Santucho el ERP constituyó una nueva dirección,encabezada por Luis Matini y Enrique Gorriarán Merlo (líderes de las tendencias quesalieron a la luz en ese momento). Se realizaron algunas operaciones militares pero laactividad decayó hasta la disolución definitiva del partido.4. Ver Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op. cit

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más democracia en la toma de decisiones de una organización cuyaestructura, por su génesis, no preveía la participación orgánica de los mili-tantes en la fijación de la línea. Muchos cuadros medios de “la M” que hanexpuesto sus experiencias en diferentes charlas y entrevistas, coincidenen que el verticalismo era una característica de la dirección. Y si bienhabía discusiones, a medida que pasaba el tiempo y a pesar de las pres-cripciones organizativas más democráticas, se acentuó el verticalismo enaras de la efectividad operativa, alejando a la conducción de los cuadrosmedios y de las bases. La mayoría de los militantes montoneros fueronencuadrados en el ejército (en sintonía con una estrategia de guerra),acotando aun más las posibilidades de deliberación, y los congresos pre-vistos por el partido recién fundado nunca se realizaron. Es de destacarque la mayoría de las críticas a la “conducción” son muy posteriores alperiodo, en general las rupturas no se definieron en torno al verticalismoo el autoritarismo, sino por valoraciones diferentes del peronismo o asun-ciones ideológicas “más marxistas”.

Pero no hubo en esta organización una figura descollante por sobre lasdemás como en el PRT. Se encuentran documentos sustanciosos y relevan-tes por su influencia política redactados por diferentes integrantes o gru-pos internos durante la conformación, la consolidación, las crisis y ruptu-ras, como las discusiones FAR-Montoneros, la ruptura de la columna SabinoNavarro, la ruptura de la “Lealtad” en 1974, la de los grupos disidentescon la militarización en 1975, los “papeles de Rodolfo Walsh”, la rupturade “los tenientes”, etc. Pese a esto, constatamos que la conducción semantuvo inconmovible en su línea. Podemos decir que los grandes acier-tos de la conducción hasta 1973 crearon una conciencia de infalibilidad ensus miembros y una confianza muy grande en las bases, que en generalaceptaban como correctas (en el momento) las decisiones tomadas. Eneste sentido existe una similitud con el PRT, sólo que el rol unipersonal deSantucho fue cumplido en “la M” por “La Conducción”.

Respecto del estilo montonero de conducción relata Flaskamp: “Eramuy centralista, lo único que atenuaba esto en las FAR es que había uncontacto muy estrecho entre la dirección y los demás militantes, por esohabía un intercambio constante de opiniones. Pero la OPM era una orga-nización más militar que política, las directivas bajaban de la conduccióny nadie se quejaba por eso. Cuando yo me incorporé a las FAR en mayodel 73 también era así, discutíamos mucho las posiciones que nos baja-

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ban, pero supuestamente las opiniones que nosotros teníamos debían sertransmitidas (...). Yo creo (...) que nuestras opiniones llegaban, pero esapercepción que tengo yo de esa etapa se fue debilitando cada vez más.Sobre todo después de la fusión con Montoneros, siempre era la conduc-ción la que definía pero al principio las decisiones de la conducción esta-ban más permeables a los que les llegaba”.5

Por otra parte cuando hoy se recuerda a Montoneros, en general sussimpatizantes homenajean a la organización y ningún estudio ni relatosobre la misma, crítico o no, pone el acento en alguna figura como almamater de su existencia. Es indiscutible que la cantidad de nombres mon-toneros que se pueden poner a la par de Mario Firmenich por su capaci-dad, su predicamento o relevancia pública ocuparía varios renglones deeste trabajo.6 Es por ello que consideramos que Montoneros se desarticu-ló por razones que exceden a los golpes militares que recibió (en 1982 fue-ron asesinados los comandantes Raúl Yaguer y Enrique Pereira Rossi, yOsvaldo Cambiaso7); los motivos se vinculan más a cuestiones como laincapacidad para sostener el resto de su capital político y social despuésdel 83, para hacerse cargo ante las clases populares del significado de suidentidad, y para darse una autocrítica revolucionaria de su derrota.8

5. C. Flaskamp, entrevista con el autor.6. Al ya mencionado Roberto Quieto, desaparecido por el gobierno de Isabel en 1975,y Marcos Osatinsky, muerto el mismo año, pueden sumarse algunos de los asesinadospor la dictadura: Horacio Mendizabal, Norma Arrostito, Rodolfo Walsh, Raúl Yaguer,Carlos Caride, Dardo Cabo, etc. De todos modos, más allá de la fama o reconocimien-to que diversos cuadros alcanzaron entre las masas, la Conducción de la organizaciónno necesariamente coincidía con este prestigio o capacidad teórica. La valoraciónpública de muchos cuadros montoneros es, en general, consecuencia de su prestigiomás allá del reconocimiento oficial o de su jerarquía en “la M”.7. Pereira Rossi y Cambiaso fueron secuestrados de un bar de Rosario y asesinados enla ruta a Buenos Aires por un comando que integraba el ex comisario y ex intendentede Escobar Luis Patti.8. Quizás una razón sea la imposibilidad de encontrar una respuesta colectiva a las cau-sas de la derrota, y esto tiene su origen en la ya mencionada omnipotencia de laConducción, que continuó ejerciendo el mando vertical sobre los restos de “la M”. Perodespués de varios años de fracasos permanentes el nuevo viraje pejotista de 1983 pro-puesto desde la cúspide llevó a la perdida definitiva del capital restante.

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Las razones del más rico debate de ideas existente en Montoneros debebuscarse en las diferentes vertientes que conformaron la organización –adiferencia del PRT- y que sólo un permanente diálogo de síntesis podíamantener unidas: cristianos de izquierda, marxistas, nacionalistas deizquierda, nacionalistas católicos, peronistas combativos, jóvenes rebel-des, todos bajo una misma identidad. Era difícil que una sola persona sin-tetizara todas estas vertientes, salvo que fuera un liderazgo carismáticode gran prestigio entre las masas. Y ese líder existía: Perón; el problemaes que estaba fuera de la organización y no compartía sus objetivos. Esclaro que lo que unió a una cantidad importante de revolucionarios demuy diferentes tendencias en el seno de una misma organización fue laasunción por parte de los militantes de que peronismo era el vehículo pri-vilegiado de canalización de la movilización combativa de las masas; ade-más, debe tenerse en cuenta que aun desde la izquierda, ese peronismoera impensable sin Perón, líder carismático en el cual los trabajadoresdepositaban mucha confianza y a quien, en última instancia, Montonerosdebían gran parte de su aceptación masiva en el 73.

Igualmente, en lo relacionado con su capacidad de supervivencia,Montoneros no sufrió un golpe sobre sus principales jefes en un mismomomento -como le sucedió al PRT, al cual, además, golpearon en unmomento de crisis y reflujo de masas-, aunque sí una caída constante desus cuadros dirigentes: Abal Medina y Carlos Ramus en William Morris,Sabino Navarro y Carlos Olmedo en Córdoba, entre 1970 y 1973 y desde1975 hasta 1982 (Quieto, Osatinsky, Mendizábal, Roqué, Yaguer, etc.). Deesta forma, manteniendo una continuidad en sus organismos de dirección(al menos en los más elevados) pudieron evitar que la confrontación crudade tendencias terminara en fracturas, y pilotear mejor las críticas, deba-tes y disidencias que se produjeron dada la amplia variedad de ideologíasque convivían al interior de esta organización. En los testimonios de otroscuadros medios la figura de “la Conducción” aparece como una entidadcon vida propia, fuente de aciertos y de errores, lejana, casi mítica. Esclaro que, como afirma Perdía, la conducción era mucho más homogéneaque el resto de la organización y esto le permitía saldar los debates inter-nos sin fracturas en su seno. En general, los debates culminaban con elalejamiento de los críticos, y muy difícilmente se hacían eco en la direc-ción de los cuestionamientos planteados. Lo que sucedió a lo largo de losaños 1974 y 1975 fue un proceso de distanciamiento entre “la M” y las

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masas, que a su vez se vivió en el interior de la organización como un pro-ceso de distanciamiento entre la conducción y el resto. La militarizaciónprogresiva de las estructuras implicó la desarticulación del tejido de agru-paciones de masas que vinculaban a la “orga” con el pueblo y la vertica-lización en función de la operatividad del Ejército Montonero, definidocomo herramienta principal a construir.

Es importante destacar que Montoneros alcanzó, además de lograr lahegemonía en el movimiento estudiantil, una importante presencia terri-torial y (esto es lugar de debate) aún sindical. Esta presencia fue más queel fruto de un largo trabajo de inserción, consecuencia de la capacidad deaprovechar la oleada de simpatía espontánea que le abrió las puertas delasentamiento territorial. Es un tema para pensar las razones del por quede esta amplia referencia montonera (a través de sus organizaciones demasas) en mucho barrios no se transformó en una inserción sólida que per-mitiera materializar doble poder a nivel territorial (como planteabaSantucho en Poder... poder). Quizás la fuerte apuesta montonera a laconstrucción de una organización de vanguardia, la idea de un caminorelativamente breve de toma del poder y el sentido común de dejar laconstrucción de la sociedad revolucionaria para después de la toma delEstado, le hicieron priorizar las tareas superestructurales, lo que atentócontra la creación de bases sólidas en el tiempo. Como muestra de estapolítica podemos mencionar la absorción por parte de la «orga» de todaslas estructuras de masas, que solo existirían para la OPM, a partir de 1975,como emisoras de comunicados.

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7.LA CUESTIÓN MILITAR

La resolución del problema del poder implicaba el acceso al control delEstado. Pero para acceder a ese Estado visto como un aparato en disputa, serequería poder militar. El poder militar propio era central ya que el atributoprincipal del Estado -“el monopolio de la coerción”- era lo que le daba capa-cidad para hacer efectivas sus políticas. Sin lugar a dudas, la coerción era loque desde 1955 había primado en la política argentina, por lo tanto eraracional que las organizaciones revolucionarias consideraran que la organiza-ción de una fuerza militar propia debía ser la tarea central de la etapa.

También era esta la conclusión de muchos viejos resistentes. Pero, si bienFAP contuvo a algunos y otros se integraron a Montoneros, no fueron las orga-nizaciones armadas surgidas en el 70 las que mas los atrajeron. Estos siguie-ron explorando caminos propios (como el MRP o el ML17 experiencias de losúltimos sesentas) englobados en la «tendencia revolucionaria» del peronis-mo. El alternativismo del PB sedujo a algunos cansados de las idas y vueltasde Perón cuyas consecuencias habían sufrido en carne propia. También pro-puestas amplias como el Partido Auténtico convocó a muchos durante elderrumbe isabelista.

Por otra parte, las sucesivas oleadas de lucha popular que desde el 55 sefueron dando permitían pensar que existía consenso sobre la utilización dela violencia por parte de quienes querían cambiar el estado de cosas. Almenos hasta 1973 era evidente que las diferentes políticas implementadasdesde las clases dominantes carecían de legitimidad, o la perdían rápida-mente.

En este sentido, el problema militar se transformaba en el centro de todoslos demás problemas. La mayoría de las expresiones armadas de los 70 sur-gieron como organizaciones armadas o sumaron a sus militantes por su dis-posición a desarrollar o apoyar la lucha armada. Pero las políticas concretas,así como los objetivos inmediatos, diferían según la organización que se tra-tara. Montoneros y el PRT se dieron, entonces, tareas diferentes respecto atemas centrales como la relación con los cuadros de las Fuerzas Armadas ylos blancos militares a priorizar.

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Ambas organizaciones consideraban la lucha armada como el métodoprincipal de lucha que les permitiría acceder al poder, pero mientrasMontoneros creía en la posibilidad de captar sectores nacionalistas de lasFuerzas Armadas (como corriente), el PRT-ERP consideraba que la derro-ta del ejército burgués era condición sine qua non para la revoluciónsocialista. “En lo militar lucharemos por la supresión del ejército burgués,la policía y todo otro organismo represivo y su reemplazo por el EjércitoRevolucionario del Pueblo y las Milicias Armadas Populares (...) Todo mili-tar o funcionario patriota que abandona los organismos represivos tiene supuesto de lucha en la fuerza armada revolucionaria”, dice el programa delERP elaborado en el V Congreso del PRT.1 Es decir, no buscaban una frac-tura en las Fuerzas Armadas, tampoco veían posible ni deseable generarentre ellas corrientes favorables a la revolución, sino que estimulaban elsalto individual de sus miembros desde las fuerzas armadas burguesashacia las fuerzas armadas revolucionarias. Es así como en las posicionespúblicas difundidas ante la asunción de Cámpora manifestaron su volun-tad de continuar golpeando militarmente al ejército y a los monopolios.2

En cuanto a las fuentes teóricas para fundamentar su política militar (lafundación y fortalecimiento del ERP), el PRT rescataba los escritos sobrela guerra de guerrillas de Lenin. Allí el revolucionario ruso plantea: “Lacuestión de las operaciones de guerrillas interesa vivamente a nuestroPartido y a la masa obrera (…) la lucha de guerrillas es una forma inevita-ble de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegadoya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más omenos considerables entre ‘grandes batallas’ de la guerra civil”.3 Es racio-nal e históricamente sustentable en la etapa abierta en 1969 con elCordobazo, la idea de que el avance de la lucha de clases se daría a tra-vés de levantamientos insurreccionales o de puebladas y que la construc-ción del ERP debía articularse con ese proceso. Fue en sintonía con esa

1. A vencer o morir, op. cit.2. Ver “Carta al presidente Cámpora” y conferencia de prensa dada durante su breveperíodo de legalidad. En De Santis, op. cit.3. Lenin, Vladimir I, “Guerra de guerrillas”, en Obras completas, Buenos Aires, Cartago,1960.

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estrategia que Santucho presentó tiempo después su escrito Poder bur-gués, poder revolucionario, en el que sistematizó un esbozo de teoríarevolucionaria para las condiciones argentinas.

Más adelante, Lenin continúa: “Es completamente natural e inevitableque la insurrección tome las formas más elevadas y complejas de una gue-rra civil prolongada, abarcando a todo el país, es decir, de una luchaarmada entre dos partes del pueblo”. Y agrega: “La socialdemocraciadebe, en la época en que la lucha de clases se exacerba hasta el punto deconvertirse en guerra civil, proponerse no solamente tomar parte en estaguerra civil,4 sino también desempeñar la función dirigente. La socialde-mocracia debe educar y preparar a sus organizaciones de suerte queobren como una parte beligerante, no dejando pasar ninguna ocasión deasestar un golpe a las fuerzas del adversario”.5 En el mismo registro, sos-tiene: “El marxista se coloca en el terreno de la lucha de clases y no enel de la paz social. En ciertas épocas de crisis económicas y políticas agu-das, la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civilabierta, es decir en lucha armada entre dos partes del pueblo. En talesperíodos, el marxista está obligado a colocarse en el terreno de la guerracivil. Toda condena moral de ésta es completamente inadmisible desde elpunto de vista del marxismo. En una época de guerra civil, el ideal delPartido del proletariado es el Partido de combate”.6

Es clara la idea de Lenin de que el rol del partido revolucionario es colo-carse a la cabeza del proceso en todos los terrenos, incluyendo el militar,aunque no pareciera –leyendo el conjunto de sus escritos– que la formaconcreta en que la revolución se expresa en el plano militar esté definidapreviamente al desarrollo del proceso revolucionario concreto.

Por el contrario, Lenin fomenta las guerrillas, construye la Guardia Rojacon los obreros de las fábricas (que eran su fuerza propia) e impulsa lossoviets de soldados en el seno del ejército. Y cuando la guerra civil impo-ne la necesidad de cuadros, suma al Ejército Rojo a todos los oficialespotables dispuestos a defender la patria de la agresión externa aliada a lareacción blanca. Para los bolcheviques, el ejercicio de la violencia orga-nizada en el plano militar (que es su máxima expresión) es una definición

4. Destacado por Lenin.5. Lenin, op. cit.6. Lenin, op. cit.

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que los separa cada vez más de los sectores que en el futuro serán reco-nocidos como reformistas. Pero los bolcheviques no tienen una receta uni-versal en ese sentido, salvo que los trabajadores deben construir su pro-pio poder de coacción.

Ahora bien, a partir de los textos elegidos por Santucho para justificarla necesidad de la lucha armada, puede verse que sus ideas sobre el tipode estrategia militar se alejaban del denominado “foquismo”. En las polé-micas que el jefe perretista sostuvo con las fracciones del partido opues-tas a la iniciación de la lucha armada, que lo acusaban de “foquista”,7

planteaba: “Si se pretende iniciar la lucha basada únicamente en la geo-grafía, se evita el contacto con la población y se pretende enfrentar alenemigo sólo con la fuerza militar con que se cuenta; si se ignoran lasnecesidades del partido revolucionario, estamos en presencia de una des-viación foquista. Si en cambio se comprende claramente que la fuerzafundamental de la guerrilla es el apoyo de la población y la geografía sóloun auxiliar; si se permanece lo más ligado posible a las masas; si se cuen-ta con una política de masas correcta; si se orienta la actividad militar conun punto de vista de masas; si se comprende que lo principal es el parti-do, se garantiza su dirección de la guerrilla y se trabaja firmemente porconstruirlo y desarrollarlo, estamos en presencia de una línea leninista deguerra revolucionaria”.8 De esta forma Santucho se esforzaba por apegar-se a una línea leninista de lucha armada.9

Más allá de que no negaba la posibilidad de establecer un foco rural, esclaro que no planteaba que la guerrilla fuera en sí misma -al menos enteoría- la cabeza de todo el proceso; de ahí el énfasis en la construccióndel partido y del planteamiento del ERP como organización de masas. Enla versión del francés Regis Debray, la propuesta del foco sintéticamenteplanteaba que una columna guerrillera instalada en una zona rural favo-rable genera a través de su accionar militar una atracción que cataliza lalucha de clases y la coloca bajo su dirección objetiva; entonces, la coman-

7. La principal corriente que disputaba con Santucho en torno al tema de la lucha arma-da era la encabezada por Nahuel Moreno, cuyos planteos fueron recopilados por lacorriente política que él encabezó a partir de la ruptura con Santucho (PRT La Verdad,Partido Socialista de los Trabajadores, MAS).8. De Santis, A vencer o morir, op. cit.9. Sin dudas también la influencia vietnamita en el PRT-ERP es muy fuerte.

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dancia de la guerrilla oficia a su vez como dirección del proceso revolu-cionario en su conjunto, sin estar necesariamente implicada en la organi-zación de la lucha de las demás clases populares. En realidad, la deDebray era una interpretación reduccionista y equivocada del procesorevolucionario cubano, que ignoraba el rol del Movimiento 26 de Julio, elDirectorio y otras organizaciones de gran inserción en las ciudades, comoasí también que la guerrilla de Fidel Castro se transformó en dirección demasas después de un largo proceso y a partir del fracaso de la estrategiainsurreccional basada en la huelga general.

Las acusaciones de “foquistas” a las organizaciones revolucionariasargentinas (tanto al PRT-ERP como a Montoneros y todas las demás) son,por lo tanto, infundadas si las vemos desde una perspectiva histórica inte-gral, ya que estas fuerzas tenían un fuerte trabajo de masas y de cons-trucción de direcciones político-militares que excedían a la dirección gue-rrillera exclusiva. Muchos de los diferentes grupos que fueron confluyen-do en Montoneros desde el 70 tenían influencia de masas y nunca dejaronde mantener vinculaciones con dirigentes, militantes y agrupaciones contrabajo territorial, estudiantil o sindical. Las mismas FAR, con una defini-ción teórica más clara en torno a la estrategia militar de una fuerza revo-lucionaria, también mantuvieron contactos con grupos que aunque notomaran las armas veían la lucha armada como necesaria y simpatizabancon la organización. Y, al menos desde 1973, el crecimiento del trabajo demasas de “la M” (principalmente) y FAR fue impresionante, absorbiendogran parte de sus recursos militantes. Desde antes y como tarea que lesabsorbía mayores esfuerzos, lo venía desarrollando el PB-FAP, mientrasque el PRT-ERP desde su mismo origen realizaba trabajo de inserción yorganización en diferentes sectores del movimiento obrero.

El tema del foquismo merecería una discusión aparte. En realidad, lamayoría de las organizaciones guerrilleras argentinas fueron, en los ini-cios, tributarias de la idea del foco en su versión urbana. FAR, por ejem-plo, fue una organización muy influenciada por la teoría del foco en unprincipio, y otros grupos menores como el GEL10 se definían explícitamen-

10. GEL (Grupo Ejército de Liberación): organización de origen marxista que actuó enlos años 70 y 71. Luego sus integrantes se repartieron entre FAR, ERP y FAP. En un mani-fiesto político escrito por el máximo referente de una de sus vertientes, Ramón TorresMolina, explicaban cuál era su estrategia definiéndose como foquistas y reivindicandolas experiencias latinoamericanas con menor trabajo político.

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te foquistas. En el reportaje realizado en 1971, las FAR respondían a unapregunta de su interlocutor en ese sentido, remitiendo a la experienciatupamara: “La concepción del foco tiene fundamentalmente un axiomavigente para nosotros (...) no es preciso que todas las condiciones se densino que es posible contribuir a crearlas mediante el ejercicio de la acción(...) Concretamente cuando se dice acción se dice extraer al enemigo losrecursos necesarios para crecer organizativamente. Oponer la violenciapopular a la violencia del régimen a fin de desenmascarar todavía más sunaturaleza represiva. Esto es lo que está vigente para nosotros de la con-cepción del foco. En síntesis: obligar al enemigo a dar los pasos necesa-rios para que la situación no retroceda”.11

Por otra parte, las FAR explicaban la relación del foco tal cual ellos (yla mayoría de las guerrillas argentinas) lo entendían hasta 1973: “Ésta esuna concepción global que de alguna manera reinterpreta la concepciónleninista del eslabón más débil en las condiciones latinoamericanas. Osea, el foco asume en definitiva una situación internacional en la que unafuerza revolucionaria no puede esperar que su enemigo sea destruido poruna fuerza no revolucionaria”.12

Los tupamaros uruguayos tuvieron una importante influencia en lasorganizaciones argentinas. De hecho, sus críticas a la concepción vulgarde Debray y la teorización del foco urbano fueron asumidas por todas lasguerrillas argentinas en su origen. “El aporte más importante que sepuede hacer o que se ha hecho, que han hecho los tupamaros por ejem-plo es terminar con la brutal simplificación que se hacía con el conceptoteórico de foco [la de Debray], el correlato del hecho práctico de lacolumna guerrillera. El foco es un generador de conciencia y no es tal ocual unidad combatiente, existe en tal o cual encuadre estratégico en unadeterminada sociedad nacional. Los tupamaros no tienen columna guerri-llera rural, tienen comandos (o ‘columnas’ como le llaman ellos) que prac-tican la guerrilla urbana y sin embargo tienen foco. Vaya si lo tienen”.13 Elnúcleo originario de Montoneros también fue inicialmente foquista (adiferencia del PRT). La categoría de foquismo no era considerada en laépocauna diatriba como lo es hoy, cuando con la acusación de “foquis-

11. “Reportaje a las FAR”, revista Militancia, op. cit.12. “Reportaje...”, op. cit.13. “Reportaje...”, op. cit.

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ta” se descalifica al interlocutor quien debe “defenderse” de ella. En losprimeros 70 el foco era una vía revolucionaria más y estaba en discusión.

En general, todos los militantes de esa época recalcan que existía laidea de dejar de hablar y ponerse a hacer. “Había que largarse a actuar”,dice Perdía, y en ese momento histórico esto significaba tomar las armas.Era una cuestión de ética revolucionaria, un compromiso con la transfor-mación de una realidad que se percibía injusta. Ver la injusticia y noactuar o hacerlo de forma timorata era traicionarse a sí mismos. Actuar,aunque fuese riesgoso y se hiciera a tientas, era cumplir con el debermoral ante los sectores populares; por eso el compromiso revolucionariose vivía también como una realización personal.

El propio Rodolfo Walsh lo sintió así: poco antes de morir y aun viendola derrota cerca siguió reivindicando que al tomar las armas había alcan-zado el más alto grado de compromiso personal que podía y se manifes-taba satisfecho y orgulloso por ello. Lanzar la lucha armada para acabarcon la injusticia era una definición común a todas las corrientes (peronis-tas o no), y en ese sentido los debates sobre el foco, la guerra popular yprolongada, etc. y se resolvían (o no) pero con las armas en la mano com-batiendo al enemigo.

Más allá del tema del foco Montoneros dio gran importancia al trabajode cooptación en las fuerzas armadas, aunque con escaso éxito. En estesentido existen dos vertientes para analizar el pensamiento de “la M”sobre las fuerzas armadas: una, la tradición peronista y de la Resistenciaque reivindicaba la presencia de militares “nacionales” en la institución,militares con conciencia nacionalista en un sentido abstracto y no declase, que querían a su Patria en general, no a los burgueses, obispos yterratenientes como la mayoría de los oficiales. La segunda, desde lamisma tradición de la izquierda y de los movimientos de liberación nacio-nal, valoraba que en los países dependientes existían militares o sectoresde las fuerzas armadas que en un determinado momento rompían con suscamaradas y participaban o acaudillaban un proceso antiimperialista. Enese tiempo Montoneros tenía ante sus ojos el proceso peruano.14 Egipto

14. El caso peruano es (para la misma época de los movimientos nacionalistas árabes) el más des-tacado de América Latina. Allí el general Velazco Alvarado encabezó, entre 1968 y 1975, un pro-ceso de nacionalizaciones, reforma agraria y social. Velazco fue depuesto por sus propios camara-das sin que el proceso reformista lograra una base de masas que lo sostuviera. Procesos similaresse dieron con Torres en Bolivia y con Torrijos en Panamá; el primero fue asesinado en Argentinapor la Triple A en el marco del Plan Cóndor. Torrijos murió en un sospechoso accidente aéreo.

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fue paradigmático de toda una corriente nacionalista antiimperialistaárabe sustentada en un fuerte apoyo de masas pero con las fuerzas arma-das del ejército de línea mayoritariamente del ejército de línea como res-paldo, logró hacerse del poder en varios países y realizar reformas nacio-nalistas, sociales y progresistas con diferente consecuencia y convicción(Libia e Iraq fueron casos muy notorios).

En camino de hallar a esos militares, Montoneros realizó junto al PrimerCuerpo de Ejército el llamado “Operativo Dorrego”, durante el cual losmilitantes de la Juventud Peronista y los militares realizaron tareas de“recuperación en zonas inundadas de la Provincia” de Buenos Aires.15 Eneste sentido es importante destacar que la organización mantuvo un diá-logo fluido con el comandante en Jefe del Ejército, general JorgeCarcagno, a través de los coroneles Jaime Cesio y Carlos Dalla Tea. En elmarco de estas charlas, además del “Operativo Dorrego”, se hicieronencuentros de formación de oficiales con militantes de la JUP en laUniversidad y planificaron iniciar el avance en la incorporación deMontoneros como fuerza miliciana en una estrategia de defensa nacionaljunto al ejército. Por otra parte, Perdía enumera las razones que los lle-varon a pedir una reunión con el Estado Mayor: “Esta discusión tiene supunto más alto cuando nos enteramos de que Perón tiene una expectati-va de vida limitada por el proceso de su enfermedad; el informe que nosllega es que tenía para 5 ó 6 meses (el informe nos lo planteaba Taiana).Y ahí decidimos un par de cosas. Una fue establecer un acuerdo estraté-gico para el post Perón; viajan compañeros que dieron vueltas por elmundo, para establecer acuerdos con los argelinos, el tema del petróleo,inversiones en la Argentina, etc. (...) Sabíamos que el poder iba a recaeren Isabel, pero esa lucha iba a ser muy dura y queríamos en esa lucha porel poder tener de nuestro lado el máximo de fuerzas. Esa fuerza eran lospaíses del Tercer Mundo de los cuales éramos amigos y dentro del país loque planteamos era definir el tema de los militares, para qué lado estánen este despelote”.16

15. Ver, Baschetti, op. cit. Es de destacar que Montoneros tuvo desde antes del 73 uncierto atractivo sobre algunos cuadros militares. Por ejemplo: el guardiamarina Uriense levantó en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) en Noviembre de 1972 y pasó ala clandestinidad, incorporándose a la organización desde ese momento.16. Perdía, Roberto, op. cit.

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Estos oficiales les propusieron trabajar en conjunto17 y afirmaron quepodían contar con su respaldo para enfrentar al sindicalismo y a la dere-cha. Esto llegó a los oídos del viejo general que estalló en cólera y, alpoco tiempo obligó a Carcagno a pedir el retiro, según Perdía, el peorerror estratégico de Perón. Este grupo de militares era minoritario en elEjército, y la mayoría de sus propios camaradas de armas repudiaba lapolítica de acercamiento a los guerrilleros y, especialmente, queCarcagno y su grupo propusieran cambiar la doctrina de las fuerzasarmadas que era la de Seguridad Nacional (que colocaba la hipótesis deconflicto central en la lucha contra el marxismo y la guerrilla) por otraopuesta, que ponía el eje en el antiimperialismo y a partir de allí orien-tar las políticas de defensa, con un compromiso de las fuerzas armadasen las tareas de lucha contra el avance del capital monopólico extran-jero, en el marco de lo que se llamó tendencia peruanista.

El “Operativo Dorrego” fue la máxima apuesta pública de “la M” ensu política de captación de militares, y por eso vale la pena aclarar que,si bien la conducción del Ejército estaba a cargo de Carcagno, el mandoen el terreno de las tropas del Ejército que trabajaron con militantes dela JP era ejercido por el entonces coronel Albano Harguindeguy, notorioreaccionario que se preocupó de sabotear las (pocas) posibilidades quelos jóvenes peronistas revolucionarios hubieran tenido de confraternizare intercambiar opiniones con oficiales intelectualmente abiertos. La im-

17. Carlos Flaskamp relata: “Había algunos compañeros nuestros que eran muy izquierdis-tas, que lo veían como un peligro, la mayoría de nosotros no. Lo veíamos como una formapositiva de trabajar también sobre el Ejército porque creíamos que no había que descartarque hubiera sectores nacionales en el Ejército y a Carcagno lo veíamos en esa posición.Creíamos que era bueno hacer cosas como el Operativo Dorrego y mantener una relación conCarcagno. (...) Un elemento grave nos llegó una vez por parte de un compañero de la con-ducción regional (...) nos dijo que había existido por parte de Carcagno algo así (Perón toda-vía era presidente): una propuesta de asociación con vistas eventualmente a un golpe“nacional y popular” y que la organización lo rechazaba. Era interesante el trabajo conCarcagno, pero dentro de todo Perón era más confiable que Carcagno, hacer un golpe con-tra Perón con Carcagno no (...). Hubo (también) un trato bastante avanzado con gente quehabía participado en el golpe de Olavarría en el año 71, militares nacionalistas que se levan-taron contra Lanusse; parece que algunos de esos tipos estuvieron muy cerca de Montonerospero cuán cerca no sé”. En este sentido Perdía recalcó que Montoneros les dejó bien en claroa los militares que en caso de golpe iban a estar en veredas diferentes. También explica quela idea de relacionarse con esta corriente de militares tenía entre sus objetivos, justamen-te, impedir maniobras golpistas.

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posibilidad de colocar a uno de sus hombres en la dirección del operati-vo demuestra la soledad de la propuesta de Carcagno en la cúspide delejército.18

Desde la izquierda peronista (revista Militancia, dirigida por RodolfoOrtega Peña y Eduardo Luis Duhalde y vinculada al Peronismo de Base) ydesde el PRT, las críticas a esta política montonera fueron muy fuertes. ElERP atacó el Comando de Sanidad el 6 de setiembre paralelamente al dis-curso antiimperialista de Carcagno en Caracas (5 de setiembre), y publi-có un afiche con una foto de este general reprimiendo durante elCordobazo. Carcagno fue defenestrado por Perón (en diciembre de 1973lo obligó a pasar a retiro), quien optó por una conducción militar -y poli-cial, con los comisarios Villar y Margaride notorios represores en la PolicíaFederal,- más acorde a su propósito de lograr un mayor disciplinamientodentro del capitalismo para sostener el pacto social.

La diferencia táctica entre Montoneros y el PRT-ERP respecto de lasfuerzas armadas se verificaba también en la distintiva percepción que lacorporación militar tenía de ambas organizaciones. Si bien el objetivo eradestruirlas política y militarmente y exterminarlas físicamente, los mili-tantes del PRT-ERP eran considerados “irrecuperables” y su organizacióncumplía con todos los requisitos del “comunismo ateo y apátrida” de losfantasmas ideológicos militares. Esto se relaciona con la identidad deambas organizaciones: el PRT-ERP era bien rojo, claramente marxista leni-nista y desde su fundación consideró que el ataque a unidades militaresera una tarea de primera importancia a implementar. Montoneros, encambio, se presentaba con un perfil nacionalista más ligado en su discur-so al revisionismo histórico, y sus objetivos militares estaban más ligadosal poder económico, político y sindical. Además, en sus ataques a las fuer-zas armadas buscaban objetivos más selectivos.

“La M” sumó a sus filas a algunos militares y policías (aunque éstos fue-ron montoneros cuando ya no eran militares). Mantuvieron relaciones conmilitares peronistas o nacionalistas, lo que les permitió acceder a ciertasinformaciones;19 editó los Cuadernos de la soberanía sobre temas de polí-

18. Tanto fue así que apenas pasó la ola de euforia post 11 de marzo fue una de las pri-meras cabezas en rodar y luego de su corriente poco quedó. 19. Ver Vinelli, Natalia, ANCLA una experiencia de comunicación clandestina, BuenosAires, La Rosa Blindada, 1998. Roberto Perdía cuenta que realizaban trabajo políticosobre un buen número de militares. Lilia Pastoriza, compañera de célula de Walsh, afir-94 GUILLERMO CAVIASCA

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tica, historia y economía, conflictivos para la ideología militar dominan-te. Los Cuadernos... se planteaban “una disputa ideológica (...) con laidea de que no era inevitable que todos los militares fueran secuestrado-res, asesinos y lapidadores del patrimonio nacional. Pensábamos que, engeneral, cuando un adolescente comienza la carrera militar, lo hace conintenciones generosas (...) Sin hacernos demasiadas ilusiones, procurába-mos fortalecer esas contradicciones”.20

En este sentido es interesante analizar el discurso histórico del “Ensayosobre San Martín”, publicado en los Cuadernos.... Allí se realza la desobe-diencia de San Martín a las autoridades porteñas, mostrándolo enemigo dela represión interna y simpatizante de las montoneras, más bien dispues-to a coordinar con ellas en la guerra emancipadora, además de ser porta-dor de un proyecto político nacional popular que manifiesta en diferentesintervenciones haciendo jugar en política las fuerzas a su cargo. Se pre-senta al gobierno de Buenos Aires partidario del librecambio y la penetra-ción británica, enfrentado a un San Martín impulsor del desarrollo de lasfuerzas productivas con base en los recursos nacionales.21 En general, eltexto montonero busca desmontar el concepto (basado en la versiónmitrista de la historia) que los militares tienen sobre “el padre de laPatria”, para emparentarlo con su propio proyecto político (la liberaciónnacional), trazando paralelismos con las situaciones del momento queindujeran a la oficialidad a la reflexión y la hicieran entrar en contradic-ción con la dictadura militar inaugurada en marzo del 76. Los Montonerosno atacaban en este texto la concepción más general de las fuerzas arma-das como institución del Estado (en términos burgueses) a favor de unejército revolucionario como el PRT, sino que pretendían realzar los valo-

ma, en cambio, que los contactos eran más informales y había entre ellos conscriptos. Es probable que existieran los dos tipos de contactos, por un lado una política oficialde la organización hacia los militares, con contactos más calificados, y por otros ami-gos, compañeros o relaciones que por algún interés puntual daban información aMontoneros.20. Horacio Verbisky en Vinelli, Natalia, op. cit. 21. “San Martín sentó en el Cuyo las bases de una economía independiente, aunque nocerrada.” Ver: Verbisky, Horacio, Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, Buenos Aires,De la Urraca, 1985. Asimismo, aunque con algunos anacronismos, la presentación his-tórica que Montoneros hace de San Martín, es más rigurosa y menos superficial que laversión mitrista, y por lo tanto más sólida.

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res nacionales, populares y antiimperialistas a través de una figura que losmilitares consideraban ejemplar y sin cuestionar las fuerzas armadas entérminos marxistas, como aparato de represión de clase.

Más allá de intentar un trabajo hacia las fuerzas armadas, ya en el 73,Montoneros sostenía respecto a la cuestión militar: “La acumulación depoder militar es el poder militar del pueblo, el ejército del pueblo. Laúnica posibilidad de que esto sea el elemento catalizador, el elementoque produzca la fractura en las fuerzas armadas, y de este modo, un sec-tor de las fuerzas armadas se vuelque realmente a defender el proceso”.22

Pero a diferencia del ERP, no buscó el enfrentamiento directo con el ejér-cito hasta 1975 cuando atacó el cuartel de Formosa.

Esta operación no estuvo encuadrada dentro del nuevo plan estratégi-co que la organización desarrolló a lo largo de 1974. En el se planteabauna caracterización de Argentina primero como conjunto, luego porregión y por último por cada ciudad, pueblo o barrio. A partir de esta sub-división se delineaba una estrategia específica para cada instancia, den-tro de una articulación con el plan general. El ataque a ese cuartel no seenmarcaba en la estrategia regional del noreste (NEA) -donde tenía unafuerte inserción en el campesinado a través de las Ligas Agrarias conduci-das por Osvaldo Lovey-, sino que partía de una definición de la conduc-ción de que era necesario dar un gran golpe propagandístico que demos-trara el poder de la organización y que a su vez le permitiera recuperarpertrechos militares.23

Si bien demostró que Montoneros tenía una capacidad operativa muygrande el ataque fracasó. Y a este resultado se sumaron dos agravantes:el primero, que focalizó al aparato represivo sobre una región cuyo des-arrollo militar y político propio no estaba en condiciones de resistir; elsegundo, que la conducción pasó por alto el mismo plan estratégico defi-

22. “Charla...” op. cit. Pág. 279.23. Es sorprendente la contradicción entre la política definida por la organización quecontemplaba una táctica y un despliegue acorde a la estructura sociopolítica regionaly el accionar superestructural del Ejército Montonero en formación. Si bien la organi-zación era real y conducían sectores sociales importantes. En el noreste las ligas agra-rias habían logrado gran éxito en la organzación del campesinado y los pequeños pro-pietarios. El ataque al cuartel de Formosa fue muy bien planificado y realizado conmilitantes trasladados desde Buenos Aires; no fue un éxito militar, pero tampoco un fra-caso. Lo que sí está claro es que no hubo ninguna relación con las organzaciones pro-pias de la región y el ejército montonero no estuvo en condiciones de enfrentar larepresión posterior. 96 GUILLERMO CAVIASCA

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nido unos meses antes, con una operación realizada desde afuera y sinninguna articulación con la base social montonera de la provincia, violan-do concepciones básicas de la lucha guerrillera. Para el noroeste (NOA),en cambio, la estrategia era una combinación urbano-rural.

Plantea Perdía: “Rotundamente no fue ése el objetivo de Formosa (elestablecimiento de una columna rural), en esa época no estaba en nues-tros planes. Lo que sí estaba en nuestros planes era desarrollar una estra-tegia político-militar de acuerdo a un estudio que se había hecho regiónpor región. En ese marco las regiones del NEA y NOA eran caracterizadascomo zonas donde la economía agraria seguía teniendo un peso significa-tivo. Por eso planteamos la necesidad de una construcción militar acordecon ella. En función de eso en Tucumán se inician experiencias militaresde pequeñas unidades en las zonas de mayor concentración obrera indus-trial; la idea era que esas unidades tuvieran capacidad de reabsorberse enlas proximidades de los ingenios y operaran en sus proximidades, no bajola tradicional forma del foco, sino como un modo de fortalecer la luchasindical. Hay que tener en cuenta que teníamos una mayoría de delega-dos de FOTIA, incluso realizamos un encuentro donde participaron más del50% de delegados de la misma; estoy hablando de un encuentro de másde 200 delegados. En el caso del NEA la cuestión pasaba por el fortaleci-miento de las Ligas24 sin ninguna previsión inmediata de acción militar,sino de fortalecimiento político, económico y organizativo de esa estruc-tura y del sector social que representaban».

Es interesante también tomar nota de los diferentes objetivos por partede “la M”. El ataque y ejecución de sindicalistas y policías25 fue paraMontoneros una tarea militar importante en función de dos frentes delucha que heredaron de su tradición peronista. Por un lado la disputa con-

24. Las Ligas Agrarias eran una organización rural con gran influencia montonera. Sulíder, Osvaldo Lovey, era dirigente montonero. 25. En un primer momento el ataque a policías estaba ligado, más bien, a la recupera-ción de armas, el castigo a represores o a comisarías “bravas”. Pero, ya en 1975 se fijóla política del ataque y ejecución sistemática (que duró hasta 1976).

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tra la burocracia sindical y la derecha peronista (cosa que el PRT no con-sideraba)26 y por otro por la vieja lucha barrio por barrio que había teni-do como protagonistas a la Resistencia Peronista, por un lado, y a la poli-cía por el otro. Para el PRT-ERP, en cambio, los militares eran el eje de laconfrontación armada, aunque también operaban contra los grupos eco-nómicos, en lo cual coincidían con Montoneros.

26. Para el PRT, los trabajadores debían deshacerse de los sindicalistas mediante su pro-pia lucha, y el partido debía insertarse en ella y pelear con los propios métodos de lostrabajadores. Montoneros podía suscribir esta propuesta, pero su lucha contra de lossindicalistas estaba encuadrada no sólo en consideraciones respecto de la lucha inme-diata de la clase obrera sino en una confrontación de aparatos por la hegemonía en elperonismo.

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8.EL FRENTE INTERNACIONAL

La posición que los revolucionarios tomaron frente a la lucha que se dabafuera del propio país señala uno de los caminos a través de los cualespodemos aproximarnos a su estrategia y su identidad. Aunque en la prác-tica (y la experiencia argentina es característica) puede haber contradic-ciones entre fuertes discursos de solidaridad internacional y prácticasaggiornadas en la sociedad local. Cuando el proyecto político lleva a unadefinitiva confrontación con las clases dominantes y los revolucionarios seven a sí mismos como alternativa real de poder, la perspectiva de una con-frontación con el imperialismo sin mediadores lleva aun a los grupos ide-ológicamente menos predispuestos a compartir tareas prácticas de políti-ca internacional con otros grupos revolucionarios que se ven como afines.Ésta es una tendencia ineludible; el internacionalismo en alguna de susvariantes se impone a los revolucionarios por la característica internacio-nal de la dominación del capitalismo imperialista.

El internacionalismo proletario y la política internacional antiimperia-lista son, justamente, dos expresiones de esa política. La primera se basa,en términos ideales, en la existencia de una clase obrera mundial cuyosintereses estratégicos son los mismos frente al capitalismo. Por ello exis-te una ideología mundial única que trasciende los intereses nacionales;para esta idea lo nacional sólo existe en forma subordinada a los intere-ses de la clase y en general es visto con desconfianza. A su vez, el inter-nacionalismo antiimperialista considera que la lucha tiene un caráctereminentemente nacional y que se basa en el enfrentamiento de la nacióncontra el imperio. Concibe la articulación de estas luchas internacionalesen función del grado de enfrentamiento que planteen al imperialismo,más allá de las características de clase que los actores locales tengan; engeneral considera que el enfrentamiento contra el imperialismo excluye,en los países del Tercer Mundo, a la burguesía (al menos a la fracción máspoderosa, según la situación nacional específica), e incluye como actorescentrales del movimiento a los trabajadores y a los pobres en general.Evidentemente estas dos líneas son ideales y existen ciertos grados de

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nacionalismo en organizaciones que se identifican como internacionalistasproletarias, y diferentes grados de clasismo en organizaciones que secaracterizan como nacionalistas revolucionarias.

En el plano internacional, Montoneros se identificó fuertemente con losmovimientos de liberación nacional del Tercer Mundo en un sentido suma-mente amplio, que iba desde los vietnamitas hasta el gobierno de VelazcoAlvarado en Perú. Más allá de la simpatía manifestada por Fidel Castro yla Revolución Cubana con los que mantuvieron contactos regulares, elcentro de sus relaciones incluyó en forma destacada al mundo árabe.Recibieron entrenamiento militar en el Líbano después de 1976 (por partede la OLP) y mantuvieron fluidas relaciones con Argelia en su períodorevolucionario.1 No contaron entre sus referentes a la URSS ni a los paísesdel Este europeo, en cambio sí a China. Respecto de la ubicación cubanaen relación a la guerrilla argentina es interesante reflexionar sobre lasposiciones manifestadas por el Che y Fidel en dos ocasiones diferentes.Cuando se estaban desarrollando los preparativos de la guerrilla deMasetti que actuó en Salta, en 1963, el Che recomendó a su discípuloreclutar comunistas disidentes y otros comunistas convencidos, y dejar alos peronistas para el final (esto a pesar de su excelente y fluida relacióncon Cooke). A su vez, Fidel, vio con expectativas al gobierno peronista porlo menos hasta la muerte de Perón y tuvo relaciones más fluidas conMontoneros. Recordemos que el presidente cubano Dorticós y Salvador

1. El llamado Mundo Árabe (categoría que se extiende al mundo islámico en general)fue con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (y hasta la actualidad) epicentrode fuertes confrontaciones con la política mundial del jmperialismo occidental.Movimientos nacionales, antiimperialistas y hasta socialistas accedieron al gobiernode sus respectivos países. Si estudiamos las características principales de estos movi-mientos, tanto el nasserismo egipcio, la revolución argelina, los regímenes libio eiraní, veremos muchos puntos de contacto con las ideas montoneras en torno a comofunciona el sistema mundial de estados y el orden económico global injusto. Perosobre todo encontraremos vínculos con la concepción de «socialismo nacional» y laconcepción de nación (central en el nacionalismo árabe de izquierda). Los movimien-tos árabes fueron centralmente fuentes de lucha por la soberanía y de resistenciacontra la agresión cultural y económica de occidente. Incorporaron a la burguesíaárabe como parte del frente de liberación (en muchos casos en un rol claramentedirigente) y su grado de socialismo varió ampliamente desde ser solo retórica hastaun capitalismo de estado progresista y con amplios beneficios sociales. En el mundoárabe y musulmán el eje de construcción política de la base social de los movimien-tos no fue la clase sino «los oprimidos»

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Allende presidente de Chile acompañaron a Cámpora en el trayecto desdeel palacio del Congreso hacia la Casa Rosada, además de que se restable-cieron relaciones con Cuba. En ese contexto, el Partido Comunista Cubanose expidió positivamente sobre el gobierno peronista frente a lo cualSantucho acusó a los cubanos de estar dando “un paso atrás en la revolu-ción” producto del “chantaje de la Guerra Fría”. Quizá para dilucidar másclaramente las posiciones de Fidel respecto de Montoneros y el peronismo en general habría que mirar al propio Movimiento 26 de Julio, y aún másatrás en la historia, la participación de Fidel como dirigente del PartidoOrtodoxo, de corte populista, frente al origen de izquierda antiperonista(aunque difusa) en el Che.2 También la responsabilidad de Fidel como Jefede Estado y la del Che como propagador de revoluciones.

Por otra parte, el tronco original de Montoneros, nacionalista y católi-co que se identificaba con la tradición peronista y la Resistencia, pensa-ba y entendía los procesos históricos desde el desarrollo de su propiaexperiencia, y en cierta medida soslayaba la importancia de darse unapolítica de relaciones a nivel internacional hasta que la necesidad de sudesarrollo se lo impusiese. En este sentido la teoría de que las “causasinternas” son las determinantes en última instancia de la marcha de cual-quier proceso, brindaba el sustento ideológico a sus posiciones. Es claroque Montoneros miraba -como le plantea Olmedo al PRT- primero el des-arrollo de la lucha en el contexto nacional, por ser ellos mismos parte dela “causa interna” necesaria para el avance de la revolución en Argentina.Por lo tanto, daban menos importancia a las relaciones internacionales.Esto fue así hasta que en el año 1974 se da el giro a la izquierda de la orga-nización y se construye como fuerza totalmente independiente de lasestructuras formales del peronismo. Entonces Montoneros vio también -envísperas de la muerte de Perón-, que necesitaba de vinculaciones interna-cionales, ya no sólo como fuerza independiente del peronismo sino comoalternativa de gobierno en el mediano plazo.

2. Para profundizar más en este tema puede consultarse la diversa historiografía exis-tente sobre la Revolución Cubana, y desde una perspectiva del desarrollo de la guerri-lla en Argentina, los trabajos de Luis Mattini op. cit.; de Gabriel Rot, Orígenes perdidosde la guerrilla en Argentina, Buenos Aires, El cielo por asalto, 2000; y de Sergio Nicanoffy Axel Castellano, Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina, Cuaderno deTrabajo nº 29, Buenos Aires, CCC, 2004.

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Además, esta tradición identitaria los llevó a un internacionalismo ter-cermundista (diferenciado del internacionalismo tradicional leninista otrotskista), vinculándose con Cuba y algunos países árabes en sintonía conel nivel de impacto y simpatía que las luchas de estos pueblos tenían entrelas masas populares peronistas, por su grado de enfrentamiento al impe-rialismo y no por una caracterización de clase del proceso. Las luchaspopulares antiimperialistas dadas desde una perspectiva de frente de cla-ses fueron conducidas por organizaciones de identidad ideológica difusa yse acercaban más a la perspectiva revolucionaria montonera que a lasluchas conducidas por una vanguardia obrera marxista leninista.3 En estesentido, para “la M” el nacionalismo era el camino hacia el socialismo, yese camino pasaba irremediablemente por una etapa de frente de clases.Asimismo, Montoneros se distanciaba de las posiciones tradicionales delperonismo respecto a la política internacional4 y consideraba que parafines del 73 Perón ya había abandonado su idea de una alianza continen-tal antiimperialista y había pasado a una posición de negociación con lasdictaduras latinoamericanas proyanquis. “La M” veía que en el 73 el mapageopolítico de América Latina se había alterado notoriamente con los gol-pes en Chile, Uruguay y Bolivia, mientras que Perón respondía a dichasituación con un repliegue estratégico y con gestos de reconocimiento aPinochet, Banzer y Stroessner. Para Montoneros esto expresaba unamaniobra defensiva del General para sostenerse en el poder y entendíaque el recambio político local que había implicado el desplazamiento deCámpora y la asunción de Perón se había dado en ese sentido, priorizan-do en este caso para la interpretación de los hechos las causas externassobre las internas.5

3. También para marcar diferencias de la perspectiva internacionalista de las dos organiza-ciones puede considerarse su actitud respecto de la OLP: para Montoneros era una relacióncentral y la tomaron con Al Fatah (la organización de Yaser Arafat), mientras que para el PRTera una relación no central y la establecieron con el Frente Democrático para la Liberaciónde Palestina (FDLP), que se alinea con la URSS.4. Podemos caracterizar a la política de Perón respecto de las relaciones internacionalescomo de “autodeterminación de los pueblos”. Pero, en la práctica, esto implicaba que elGeneral –como buen nacionalista–, priorizaba el interés local inmediato más allá de quiénfuera su posible aliado o si este aliado fuese un gobierno popular o reaccionario. Por esopodía mantener buenas relaciones con Cuba o la URSS y abrazarse con Pinochet o Stroessner.O sea, quizás para Perón era una desgracia que cayera Allende pero eso era problema de losChilenos, Argentina debía acomodarse siendo realista y adaptándose a la nueva situación.5. “Charla...”, op. cit., pág. 265-268.

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A partir del reconocimiento de esta situación impuesta por Perón,Montoneros comenzó a manifestar sus diferencias: “Perón tiende a produ-cir una acumulación de poder dentro del régimen constitucional (cosa quees imposible) y busca negociar con los países del cerco para romper elcerco, y la negociación con el imperialismo yanqui”. Por más que estasnotas estén redactadas con cierta ambigüedad en el lenguaje ó que seplanteen de forma tal que lo hace parecer superable, el antagonismoexpresado era insalvable no sólo en lo estratégico sino también en lo tác-tico. Lo notorio es que lo explicaban correctamente más adelante, al ana-lizar la Tercera Posición en la “Charla a los frentes”: “para Perón la luchano es contra el imperialismo yanqui sino en contra de los imperialismos,es más, se caracteriza al imperialismo ruso como un imperialismo funda-mentalmente político ideológico (...) pero ocurre que cuando uno tieneque desarrollar el proceso parte de una situación en donde el imperialis-mo que existe es el yanqui, el otro imperialismo resulta un fantasma enla Argentina, resulta siempre alguien infiltrado”.6

Cabe destacar que en esos momentos, desde las esferas sindicales,políticas y el mismo Perón, caracterizaban a la “infiltración marxista”como un enemigo central a combatir en el marco del combate a la“sinarquía” que englobaba a todos los imperialismos y sus agentes.“Perón en su tercera posición combate a los rusos pero los combatemucho más que por imperialistas, por marxistas. Porque él no comparteel presupuesto de la lucha de clases y no comparte el sistema socialis-ta”,7 afirma Montoneros. En esta línea adscribía a la posición que Cookeya había formulado en los 60: la posición que se debía tomar era la ter-cermundista en el plano político distanciándose de los rusos “como trai-

6. “Charla...”, op. cit. pág. 273. 11 Sin embargo, existe actualmente una interpreta-ción diferente de algunos ex montoneros. Por ejemplo José Amorín plantea queMontoneros era una organización peronista combativa y el marxismo leninismo era«metido» por la conducción y por la influencia de los cuadros de las FAR. Es probableque la masividad de montoneros tuviera como contrapartida menos precisiones ideoló-gicas a niveles medios y bajos, más aún tenindo en cuenta que mucho de esta masivi-dad se debía a su identificación como peronistas revolucionarios. Pero también fueclara la identificación de Montoneros con la revolución cubana y la «Charla» si bien noes explícitamente marxista las categorías con las que analiza la situación si lo son.7. Ídem. pág. 274

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dores a la causa del socialismo como negociadores”, pero no ideológica.“Nuestra tercera posición no es ideológica sino política (...) una terceraposición en el Tercer Mundo, pero no una tercera posición entre capitalis-mo y socialismo”.8

El PRT-ERP, por el contrario, consideraba que el contexto internacionalera determinante y que su partido era parte de una lucha mundial, poreso su esfuerzo para vincularse a organizaciones internacionales desde susinicios. En este sentido entendían al marxismo como una filosofía y unaconcepción del mundo (no como un método de análisis, de acuerdo a lasFAR, o como una guía para la acción, según Montoneros), cuya meta erala transformación mundial. Tenían en Vietnam una referencia central y lasdiscusiones en torno al socialismo de la URSS y los países del Este europeofueron fundamentales para sus definiciones ideológicas (y para sus rela-ciones con la Cuarta Internacional), adscribiendo a la crítica guevaristaaunque cruzados, también, por una vertiente trotskista manifestada en sumención a la burocratización y al énfasis en el trabajo fabril.

De acuerdo con el documento en el que polemiza con las FAR, de 1971,el PRT consideraba que “los países donde se construye el socialismo conuna concepción marxista leninista, (son) China, Corea, Vietnam y Cuba (N.de a.: Otros documentos incluyen Albania), pudiendo agregarse tambiénlos países del Este de Europa (donde las masas movilizadas piden profun-dizar el socialismo) y por último Rusia donde ni la casta burocrática puedefrenar el proceso de construcción del socialismo”.9Pero ya hacia el 76, lavisión de la URSS varió y era caracterizada como “el principal bastión delcampo socialista”,10 adscribiendo, al menos en el discurso -ya que el PRTsiempre mantuvo una línea muy diferenciada de la recomendada por laURSS- a la línea del comunismo soviético, quizá en búsqueda de un respal-do internacional ante la difícil situación producida a partir del golpe.

Pero más allá de estas definiciones y de los vaivenes respecto del trots-kismo y del internacionalismo clásico del que hacían gala en todos susescritos, la principal línea de política internacional del PRT-ERP se mani -

8. Ídem, pág. 275.9. Cristianismo y Revolución Nº 28, “Reportaje a las organizaciones armadas”. 10. Ver el documento presentado para la discusión en el Comité Central reunido enMoreno inmediatamente después del golpe del 76. En Weisz, Eduardo, El PRT-ERPnuevaizquierda e izquierda tradicional, Cuaderno de Trabajo nº 30, Buenos Aires, CCC, 2004.

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festó en el esfuerzo por crear una coordinación guerrillera en el Cono Sur:la formación de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR) en elaño1974, contó con la participación del PRT-ERP, el MIR chileno, losTupamaros uruguayos y el ELN boliviano. Y dado que en Argentina habíagobierno constitucional cuando en los otros países ya se habían dado gol-pes militares, muchos cuadros de las organizaciones mencionadas tuvie-ron, al replegarse desde sus países, una activa participación dentro delPRT-ERP. En ese sentido es interesante notar cómo la intensa política des-arrollada por el PRT en la relación con las otras organizaciones guerrille-ras le permitió ubicarse como la principal guerrilla argentina en el perío-do 73-76, aun para organizaciones como Tupamaros, que tenían más simi-litudes identitarias e ideológicas con Montoneros.11

El PRT sostenía su internacionalismo con un discurso que hacía perma-nente referencia a la Internacional leninista, cuya característica era unaestructura política centralizada con secciones nacionales. Pero en la prác-tica, la concepción de la JCR era diferente: el PRT impulsaba la creaciónde una coordinación de fuerzas autónomas en torno al eje de la luchaarmada, el antiimperialismo y el socialismo. El énfasis en lo militar de lacoordinación quedó acentuado en el manifiesto fundacional de la JCR, fir-mado por el ERP y no por el PRT. En este sentido el PRT-ERP planteaba enla práctica y en sus artículos una visión diferente del tradicional interna-cionalismo de las fuerzas de izquierda fueran de la Tercera o la CuartaInternacional. El internacionalismo del PRT, por fuera de sus relacionescasi diplomáticas con la Cuarta Internacional, en realidad era un interna-cionalismo antiimperialista revolucionario (como también el deMontoneros cuando se abrió a las relaciones internacionales), que agrupa-ba a organizaciones que utilizaban el mismo método de lucha y buscabanla transformación revolucionaria de las estructuras políticas, económicasy sociales12: “Uno, dos, tres, muchos Vietnam” desde una perspectiva lati-noamericana. Es igualmente necesario hacer notar que para una organi-zación guerrillera en actividad, la existencia de aliados del otro lado de

11. Habría que estudiar también las críticas y los aportes que el chileno Enriquez rea-lizó al PRT.12. De Santis, Daniel, op. cit., pág. 363 y siguientes, “Declaración constitutiva de laJCR” y “La Junta Coordinadora Revolucionaria. Orígenes y perspectivas”.

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las fronteras puede ser muy útil desde el punto de vista militar y logísti-co, más allá de consideraciones ideológicas y políticas. En este sentido,las luchas desarrolladas en América del Sur, y específicamente en el ConoSur, tienen una larga tradición histórica de vinculación entre ellas (explí-citamente reivindicadas por el PRT)13 : la independencia de España fue unproceso continental, como lo habían sido previamente las rebelionestupamaristas y posteriormente la resistencia a la penetración económicaimperialista. Además, la vinculación se basaba no sólo en la circulación demilitantes sino también en la circulación de masas de población entre losdistintos países.

13. Por ejemplo, el ERP tenía como bandera propia la del Ejército de los Andes reem-plazando al sol por una estrella roja con el objetivo de simbolizar la unión entre lasluchas del pasado y del presente.

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9. EL PRT Y LA DEMOCRACIA

Es interesante la idea de régimen político que expresaba el PRT-ERP.1 Lasorganizaciones revolucionarias argentinas han sido tildadas de antidemo-cráticas, especialmente por haber llevado adelante la lucha armada tam-bién durante un gobierno democrático. Esto sólo es así para quienes con-sideran la democracia occidental (representativa y burguesa) como unvalor en sí mismo que permite la realización de todos los demás (la demo-cracia sustantiva del alfonsinismo, por ejemplo), pero para la concepciónpolítica del PRT-ERP y de una parte significativa de la sociedad argentinaesto no era así en los 60 y 70. El PRT concebía una democracia revolucio-naria profundamente relacionada con la transformación económica de lasociedad, o sea, sólo podía existir democracia si también la había en elplano económico, y en el plano económico la democracia era el socialis-mo. En el mismo sentido no esta demás aclarar que los revolucionarios delperiodo (de todas las tendencias) lucharon por la revolución y el socialis-mo y no por la constitución y la democracia (banderas de los radicales enla revolución del 90) porque, justamente, eran revolucionarios en lasegunda mitad del siglo XX. Nadie en los setenta se hubiera levantado enarmas para defender la constitución.

La democracia burguesa no era concebida por esta fuerza como demo-cracia sino como dictadura de la burguesía y como la mejor y más desarro-llada forma de dominación política (como diríamos en términos de los 80y 90, permitía la opresión con consenso). Para el PRT la relación entreel plano de las estructuras económicas y las políticas se concebía en el

1. Para este punto es útil el análisis de Pablo Pozzi en su libro sobre el PRT-ERP, Por lassendas argentinas, Buenos Aires, Eudeba, 1998. Allí el autor estudia la concepcióndemocrática del PRT sin caer en el democratismo acomodaticio imperante cuando setoca este tema. Nosotros tomamos algunos de sus planteos. También hay avances sobreel tema del PRT en el artículo de Pablo Pozzi y Alejandro Schneider “El PRT-ERP, la gue-rrilla marxista” en Los setentistas XXXXX. En general coincidimos con la visión de estosautores que ayuda a romper con la idea hegemónica sobre el autoritarismo de los revo-lucionarios que no supieron insertarse en el proceso democratico.

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marco de la determinación de las segundas por las primeras.2 Estas defi- niciones provenían del marxismo leninismo clásico y para muchos argentinos eran verificables en forma muy transparente en sus vivencias poste-riores a 1955, más allá de que no conocieran una letra del marxismo.

Para nosotros esta discusión cobra gran valor sobre todo cuando en laactualidad post 83, la democracia es considerada un valor sustantivoexento de contradicciones, por lo tanto inmune a la crítica. La crisis sufri-da por esta concepción durante el 2001/2002 (en toda América Latinapara la misma época) y la emergencia de movimientos democráticospopulares por afuera de la partidocracia liberal abrió las puertas para larediscusión del concepto de democracia vigente los últimos 20 años.

El PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecu-ciones y proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y elParlamento tenían muy poco significado real en la definición de políticasde largo plazo. Además, Santucho y el Frente RevolucionarioIndoamericano Popular (FRIP) provenían de las del noroeste, donde lassituaciones provinciales dominadas por caudillos conservadores (más alláde que se definieran radicales o peronistas) disminuían más aun los espa-cios de la democracia burguesa y de integración social.3 En este sentido lacaracterización del período democrático abierto en el 73 no era descolga-da de toda tradición popular, sino que tenía fuertes raíces en la experien-cia histórica del pueblo y se encuadraba en la valoración que la mayoríade los trabajadores hacía de la democracia. Las coyunturas electoralesimplicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una rup-tura del ERP 22 de Agosto,4 a un debate con la regional Córdoba -donde elFREJULI llevaba como candidatos al peronista de izquierda Obregón Canoy al sindicalista combativo Atilio López-, y a marchas y contramarchasdesde 1971, aunque sin afectar la visión general que modeló finalmentela estrategia del “doble poder”. En el mismo sentido, Montoneros, a pesar

2. En general el PRT consideraba que la ideología, la política etc., son reflejos de laestructura económica, por eso consideraban que la ideología se transmite a las masasdesde la dirección política en el sentido planteado por Lenin en el Qué hacer3. Pozzi, op. cit. Pág. 331-332.4. ERP 22 de Agosto: liderado por Fernández Palmeiro, fue una pequeña ruptura queacompañó la candidatura de Cámpora en 1973.

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de sentirse parte del gobierno de Cámpora, marcaba claramente en susfilas la diferencia entre gobierno y poder, desde una concepción del poderreal situado en las estructuras económicas y militares y no solamente enlas políticas.

Pablo Pozzi describe el desarrollo de las discusiones en el seno del PRT-ERP de cara al proceso electoral de marzo del 73 y muestra la emergen-cia de la idea de hallar alguna forma diferenciada de participación:“Debemos combinar también esta actividad (la militar) con las posibilida-des legales del proceso eleccionario”, planteaba Santucho en 1971, aun-que no pudo materializarse a causa de la “desviación militarista” (“debe-mos ofrecer a las masas con toda claridad la opción de la guerra revolu-cionaria contra la salida electoral con que la dictadura pretende engañar-nos”, decía el PRT en enero del 72), y el encarcelamiento de la mayoríade los cuadros del ERP. Pero para el proceso electoral de setiembre del 73,con Santucho libre desde agosto de 1972 y con cierta libertad de movi-mientos a partir de la asunción de Cámpora, intentaron impulsar una fór-mula propia con Agustín Tosco a la cabeza en nombre del FrenteAntiimperialista por el Socialismo (FAS); experiencia que fracasó por lanegativa de Tosco a enfrentar a Perón. Este intento de presentar un fren-te político que encarara el desafío electoral pudo contar con el respaldodel entonces secretario general de la CGT de Salta y dirigente del pero-nismo revolucionario Armando Jaime, quien fue uno de los principalesreferentes públicos del frente mientras existió o el del intelectual deizquierda de renombre Silvio Frondizi hasta su asesinato por la Triple A.

Tosco era el sindicalista de izquierda más importante de la época y con-taba con amplia simpatía entre las bases obreras, más allá de su identi-dad política de izquierda no peronista. Si bien no hay documentos querecojan los argumentos de Tosco para rechazar la propuesta de Santucho,adherimos a la versión mayoritaria que sostiene que el dirigente obrero,a diferencia del PRT, asumía la importancia de la vinculación de los obre-ros con el peronismo y tenía en cuenta el prestigio de Perón entre la clase.Por lo tanto, no podía enfrentarlo en esos momentos salvo al costo dedeteriorar la conducción sobre sus propias bases. Juan Carlos Torre, en sulibro Los sindicatos en el gobierno, plantea: “Las luchas antiburocráticasno ponían en juego la lealtad política de los trabajadores”, pero “asumirla defensa (de un sindicalista combativo) cuando era objeto de un ataqueoficial (...) era entrar en conflicto político directo con el gobierno por el

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cual se habían movilizado desde el 55”. Las luchas económicas “extraíansu legitimidad del discurso oficial”, pero enfrentar al peronismo “coloca-ba a los trabajadores ante definiciones políticas más complejas”.5 Es decir que era posible golpear al gobierno indirectamente golpeando a la bur-guesía (y debilitando el pacto social), en el marco de una etapa de gran-des expectativas por parte de los trabajadores, y a partir de allí hacerentrar en contradicción al gobierno, pero era muy difícil golpear al gobier-no mismo ya que los trabajadores lo consideraban suyo; por eso la dere-cha buscó permanentemente el enfrentamiento directo de los revolucio-narios con el gobierno, y lo logró. En este sentido, la política que intentódesarrollar Montoneros (y la izquierda peronista en general) de enfrentaral gobierno indirectamente reclamando el cumplimiento del programavotado parece más acertada al menos hasta el 75, ya que ponía al descu-bierto la tendencia hacia la derecha que se estaba manifestando y que notenía consenso popular.

En definitiva, salvo los núcleos más politizados (que en los 70 erannumerosos y se encontraban en la dirección de fábricas y gremios), elgrueso de la clase obrera estaba movilizada y era receptiva al discurso yla práctica combativa, pero su proceso de ruptura con el peronismo debíatransitar una experiencia contraria a la vivida previamente que deteriora-ra la identidad peronista de la clase. Ese proceso a partir del giro clara-mente antipopular dado por el gobierno de Isabel, podía estar en suscomienzos como se manifestó en las luchas masivas de Villa Constitucióny la formación de las coordinadoras para luchar contra el plan de Isabel yLopez Rega (el plan de Celestino Rodrigo en junio y julio de 1975), perofue interrumpido por el golpe de Estado. Igualmente, antes del golpe fuemuy difícil, tanto para los “clasistas” (con más vinculaciones con laizquierda no peronista) como para los “combativos” (con más influenciade los Montoneros y JTP), sostenerse en los sindicatos, ya que la ofensivade la burocracia apoyada por la patronal y el Estado era violentísima.Según Torre, si bien el PRT lograba aglutinar una gran cantidad de traba-jadores combativos, la mayoría de ellos ya estaban despedidos o lo fue-ron prontamente cuando se producía su acercamiento al MovimientoSindical de Base (MSB), frente sindical impulsado por el PRT.

5. Torre, Juan Carlos, Los sindicatos en el gobierno, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pág.118-119.110 GUILLERMO CAVIASCA

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Nuestra perspectiva implica que las determinaciones económicas noconfiguran automáticamente una clase obrera universal con una concien-cia única, sino que entre la determinación económica y la conciencia par-ticular que cada clase obrera adquiere hay una serie de mediaciones, quese basan en la “experiencia” de lucha que esa clase tiene en el marco dela sociedad nacional de la que es parte. En este punto es que encontra-mos la explicación del tema de la identidad peronista de la clase obreraargentina en los años 70. La identidad peronista implicaba algunos presu-puestos ideológicos generales pero excedía las definiciones ideológicas dePerón; la identidad era paralela a la ideología y no se refutaba simplemen-te con una ideología más clara y superadora. Como explica Daniel Jamesen su estudio sobre el movimiento obrero, “el peronismo significó unapresencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora en lasociedad argentina (...) estos son factores fáciles de demostrar empírica-mente y en más de un caso estadísticamente mensurables. Sin embargoexistieron otros factores que es preciso tener en cuenta al evaluar el sig-nificado del peronismo para la clase trabajadora, factores menos tangi-bles y más difíciles de cuantificar. Nos referimos a factores como el orgu-llo, el respeto propio y la dignidad”. Así la clase trabajadora accedió a lapolítica burguesa argentina con pleno grado de ciudadanía, aceptando lasreglas de juego (quizá mejor que la misma burguesía) e hizo sentir su fuer-za durante años impidiendo la instauración de un régimen económico másperjudicial a sus intereses; aunque esto mismo le haya significado resig-nar el apoyo a proyectos más vastos de transformación social.

Es innegable, a la luz de la historia, que los límites que esa identidadimponía (reconocimiento de la sociedad burguesa, adscripción disciplina-da al peronismo, etc.) resultaron insuperables y terminaron desarmandoa los trabajadores cuando el tiempo histórico de la alianza de clases pro-puesta por el peronismo se hizo inviable, y con ella el peronismo mismocomo expresión política de los trabajadores. La clase obrera era peronis-ta desde una situación política de paridad y lucha con la burguesía, conlímites para ambos lados; fue la clase obrera la que hizo fracasar uno trasotro los diferentes proyectos burgueses, desde el Congreso de laProductividad (promovido explícitamente por Perón) hasta el plan deCelestino Rodrigo (bajo el gobierno de Isabel), pasando por todos los pla-nes y gobiernos desde 1955 hasta 1973. El problema del PRT no fue, prin-cipalmente, no reconocer las virtudes y límites de la clase obrera pero-

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nista (ya que en última instancia el PRT acertó en varios de sus análisis ypredicciones), sino la no comprensión de que la identidad iba más allá delo económico, y que una clase no transita de una identidad a otra por unsimple balance contable: los factores culturales (y la experiencia propia)actúan cotidianamente en el mismo nivel que los demás.6

6. Esta concepción compleja, donde la determinación cotidiana del devenir de los dife-rentes procesos históricos y del comportamiento de los diferentes actores excede loeconómico, proviene de los mismos Marx y Engels. “Según la concepción materialistade la historia, el elemento determinante de la historia es en última instancia la produc-ción y reproducción de la vida real (...) pero en el curso del desarrollo histórico de lalucha ejercen influencia también, y en muchos casos prevalecen en la determinaciónde su forma, diversos elementos de la superestructura: las formas políticas de la luchade clases y sus resultados (...) constituciones (...) formas jurídicas (...) teorías políti-cas.” Carta de Engels a J. Bloch, 21 de setiembre de 1890, en Marx, Karl y EngelsFederico, Correspondencia, www.marxist.org. En el mismo sentido se expresan Marx yEngels en la correspondencia con Konrad Schmidt, José Bloch, Nikolai Danielson y FranzMehring.

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10. DOBLE PODER Y PODER LOCAL

Como planteamos, el PRT expresaba en forma paralela al combate a lasdiferentes formas de dominación burguesa (democracia o dictadura) unaconcepción de democracia de naturaleza diferente, y fue así como el par-tido fue elaborando la idea del doble poder. En términos generales, signi-ficaba construir organismos populares paralelos a las instituciones delEstado, que ejercieran su propia democracia y gobernaran efectivamenteen determinadas zonas, respaldados por el poder militar del ERP. Por otraparte la estrategia de doble poder pasaba aun lugar secundario la cons-trucción de espacios dentro de las instituciones democráticas del Estado(la idea era ir corroyendo su autoridad en diferentes zonas), al que sedebía destruir y reemplazar por el nuevo Estado construido paralelamen-te con la guerra revolucionaria. Y aunque, como ya señalamos, Santuchono renegaba de la posibilidad de dar la batalla en el terreno electoral, noconsideraba ese terreno definitorio ni estratégico.

La concepción de doble poder se distanciaba de la más tradicional ypredominante en la teoría revolucionaria de “toma del poder”, que sub-ordinaba la construcción de nuevas relaciones sociales a la necesidad deacceder al Estado como herramienta estratégica de todas las transforma-ciones relevantes. El doble poder del PRT, plenamente desarrollado,implicaba la construcción de otro Estado durante la lucha y de instanciasde poder popular que fueran generando nuevas relaciones sociales, con-viviendo en el mismo espacio con las formas tradicionales todavía en fun-cionamiento y con un Estado burgués ejerciendo aún su control. La prác-tica de ir resolviendo los problemas de la administración estatal duranteel período de guerra revolucionaria no fue una concepción únicamente deSantucho (pero si aparece recuperada por él), por el contrario considera-mos que es la forma natural en que se desarrollan los procesos revolucio-narios: el asalto al poder por medio de una mágica huelga revolucionariao por una guerrilla salida de la clandestinidad no son viables ni posibles.

Las situaciones revolucionarias son procesos de masas que implican eldesarrollo del doble poder. Se han dado experiencias de ese tipo en otros

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procesos revolucionarios, algunos paralelos al estudiado en este trabajo yotros posteriores. En las zonas liberadas por el Frente Farabundo Martí enEl Salvador, durante los 80, se puso en funcionamiento la administraciónrevolucionaria, al igual que en los barrios y zonas bajo control enemigopero con influencia guerrillera; las organizaciones vecinales y sociales fue-ron constituyéndose en ámbitos de resolución de los problemas de lospobres cubriendo un espacio donde el Estado estaba ausente. En Guineaportuguesa el revolucionario Amílcar Cabral desarrolló la administracióneconómica, política y la resolución de los problemas sociales en las zonasbajo control o influencia de los independentistas; las comunidades fueronorganizándose para resolver sus problemas cotidianos y embrionariamen-te fundaron los cimientos del nuevo Estado. En Colombia las FuerzasArmadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ejercen el gobierno en unaparte importante del país, en otras zonas, las organizaciones popularestanto urbanas como rurales, tienen tanto o más poder que los funciona-rios del Estado, que en muchos casos aceptan las sugerencias de la gue-rrilla; de acuerdo a los vaivenes de la guerra civil, existe un poder para-lelo a escala nacional. En México, el zapatismo ejerce en el estado deChiapas un gobierno paralelo efectivo en muchas zonas y en otras es elgobierno de hecho.1 La idea de Santucho de avanzar en la forma de cons-

1. No son los únicos casos de existencia de un poder paralelo al del Estado burgués concontrol territorial. Existe en Irlanda del Norte notoriamente; en el País Vasco se llegó acobrar impuestos y ejercer el poder efectivo en ciertas zonas, logrando el reconoci-miento como autoridad legítima por importantes porciones de la población. Tambiénen Medio Oriente; en el Líbano, el Hizballhá ejerció funciones estatales hasta el equi-librio actual; en Irak, desde la ocupación yanqui, el partido Baas y otras organizacionespolíticas o comunales mantienen la autoridad sobre la zona central del país, mientrasque las fuerzas de ocupación y el gobierno formal solo es autoridad en porciones res-tringidas de territorio; Palestina, donde la OLP, Hamas y otras organizaciones son efec-tivamente un estado dentro de territorios en los que Israel pretende ejercer su autori-dad. Podríamos seguir dando ejemplos, pero en general los movimientos guerrilleroscon un nivel de desarrollo e inserción lograron un grado de estabilidad cuando fueronexpresiones de una situación de doble poder y poder popular. También debemos acla-rar que el doble poder no es necesariamente un poder socialista aunque si debe seralternativo y popular. Aclaramos esto ya que en muchos casos frente al poder del Estadoaparecen otras organizaciones disputando o ejerciendo autoridad, como las autodefen-sas paramilitares, narcotraficantes o milicias mercenarias de fracciones de las dominan-tes. En estos casos si bien hay en lo táctico disputa a la autoridad de Estado, son expre-siones del mismo núcleo del sistema o de su degeneración y no de resistencia popular.

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truir poder popular en los barrios de las grandes ciudades, aun en unasituación donde la hegemonía era sostenida por el enemigo, fue un des-afío interesante para el desarrollo del proceso revolucionario argentino enlos 70.

La difusión de estas tesis en el seno del partido recién comenzó haciasetiembre del 74 (fecha en que el documento vio la luz) y, teniendo encuenta que para mediados del 1976 el PRT estaba virtualmente derrota-do, no hubo oportunidad de que estas ideas pudieran ser desplegadas yreelaboradas con la práctica. Sin embargo, pueden considerarse algunashipótesis. En primer lugar, se trata de una concepción alternativa (o com-plementaria) a la de toma del poder, aunque en Santucho ambas cosas seplanteaban en forma paralela (y no complementaria). También aparece laidea del doble poder como “poder local” (entendido esto como desarro-llo de zonas donde los revolucionarios tienen el control y no el Estado bur-gués). Pero la práctica del PRT y del ERP estaba permanentemente orien-tada hacia los núcleos del poder central: grandes fábricas, cuarteles mili-tares, instituciones centrales del poder, respuestas político militares acoyunturas nacionales y no locales y acciones impulsadas para mostrarcapacidad de combate. Entonces, el desarrollo del poder local no se da oqueda muy atado al desarrollo de una fuerza militar capaz de frenar larepresión en las zonas de hipotético doble poder. Fue, quizá, la perspec-tiva cortoplacista que se tenía en los 70 lo que atentó contra una estrate-gia de largo plazo en la cual el doble poder, entendido como poder localen diferentes lugares de la república, pudiera desarrollarse. Esto, proba-blemente, se relacione con las lecturas de la Revolución Rusa en la cualel doble poder existió durante un período de meses desde febrero a octu-bre de 1917 y fue la antesala de la toma del poder por el partidoBolchevique a la cabeza de los Soviets. El caso paradigmático se puedeencontrar no en el PRT sino en Montoneros, con el ataque al cuartel deFormosa. Más allá de sus posibilidades militares, de la completa planifica-ción y despliegue o de llevar adelante un hecho político de envergaduraque demostrara capacidad militar, lo cierto es que la M tenía planteadoun plan de desarrollo político, social y militar por región. Pero la conduc-ción desarrolló esa acción sin considerar ese plan ya que no era un obje-tivo que esa acción confluyera con el fortalecimiento de las Ligas Agrariaso ayudara a liberar la zona. En el PRT la misma situación se daba perohacia los aliados y el FAS. Por un lado el PB y por otro el FRP de Armando

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Jaime plantearon a Santucho la necesidad de discutir las acciones milita-res del ERP. En este sentido encontramos más que militarismo resabios dela matriz teórica foquista aggiornada a las condiciones argentinas.

Por otro lado, aunque sería audaz de nuestra parte pensar queSantucho adheriría a las concepciones “autónomas” en sus diferentesvariantes, la idea de poder local se acerca bastante a ellas. Éstas, en susversiones más radicales, plantean la construcción de poder “en los már-genes”, por afuera del Estado y de la cultura dominante, y en sectoressociales excluidos, generando relaciones sociales autónomas de las estruc-turas del sistema y sin cuestionarse el tema del poder o del Estado, enten-dido como acceso al gobierno de las fuerzas revolucionarias. En este sen-tido, y al decir del hoy autonomista Luis Mattini, quien fue el máximo diri-gente del PRT luego de la muerte de Santucho: “Cuando uno estudia lahistoria de la humanidad, la caída del Imperio Romano es un punto críti-co, porque fue minado desde abajo durante 300 años por el cristianismocon su prédica. Pero no era prédica de discursos, sino 300 años al estiloMTD de Solano,2 gente que vivía de una manera diferente”.3 Entonces: nose trata de realizar una revolución tradicional, política, sino en un senti-do de más largo plazo una transformación muy lenta de estructuras quevaya minando las antiguas, más cercana a la transición del feudalismo alcapitalismo entendida como revolución burguesa que duró cientos de añosque a la Revolución Francesa o Bolchevique, que se condensan en unadécada.

Pero debemos tener en cuenta que el autonomismo representado porla versión situacionista de la cual Mattini es una expresión, es una varian-te extrema del modelo. De todas formas, aun las menos extremas, aque-llas que sí aspiran en un tiempo histórico mensurable (de pocas genera-ciones) a transformar la sociedad en su conjunto, también tienen comoeje lo local y la construcción en los márgenes, condicionando la estrate-gia a la necesidad táctica de lo local o sectorial. Existen variantes menos

2. El Movimiento de Trabajadores Desocupados del barrio de San Francisco Solano, unazona muy pobre del ex tercer cordón industrial de Buenos Aires, fue planteado como elparadigma de la construcción autonomista en Argentina. Las ideas que sus dirigentesplantean se pueden encontrar en una entrevista realizada por el Colectivo Situacionesy otras publicaciones de este grupo. A partir del 2001 el grupo fue perdiendo predica-mento y reduciendo su inserción a un espacio territorial pequeño.3. Extraido de Lavaca.org: 8/1/2004

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radicales en su aislamiento del resto de la sociedad (y más importantes entérminos de desarrollo político) como el Movimiento de los Sin Tierra deBrasil (MST) y el zapatismo de México. El zapatismo no se plantea la tomadel poder (en realidad no puede hacerlo desde la relación de fuerzas quele impone limitarse a ser la organización de los indígenas de Chiapas),pero sí busca una transformación de la sociedad mexicana en su conjuntoy busca articular propuestas políticas de alcance nacional con ese objeti-vo (aunque Marcos considera, en algunos reportajes que es un error de losrevolucionarios la idea de toma del poder). Este movimiento reestructurólas relaciones entre la sociedad y la política en la zona donde ejerce elcontrol; las nuevas instituciones generadas por el zapatismo se construyencomo una recuperación de las instituciones tradicionales de las comunida-des (con el aggiornamiento que implican 500 años de influencia occiden-tal) y extirpan la presencia del Estado mexicano en su zona (ya de por sídébil y corrupto, lo que no es un dato menor para las posibilidades de des-arrollo de doble poder) extendiendo su influencia alternativa por toda laregión. También el Ejército zapatista a través de los comités clandestinosejerce un control estratégico sobre las instituciones comunales que expre-sa la línea de la comandancia en forma directa en momentos considera-dos de peligro.

El MST también es una construcción autónoma de la población ruralbrasileña, no sujeta a directivas que excedan a las de su clase, peroformó parte de la construcción del Partido de los Trabajadores (más queun partido, un frente) apoyando con reivindicaciones propias una pro-puesta de transformación de corto plazo para todo Brasil. Además, elMST aspira a ser parte de una construcción que se plantee reivindica-ciones políticas de fondo y no reniega ni pública ni privadamente de laidea de partido y de revolución. En sus debates internos se cuestiona laposibilidad de lograr esas reivindicaciones sin la existencia de una polí-tica que exceda las necesidades del MST como organización campesina.Por ello discuten la necesidad de formación de cuadros políticos quepuedan impulsar una lucha de tipo nacional, cosa que la permanenteatención a la lucha propia del movimiento impide. Asimismo, las comu-nidades generadas en las tierras recuperadas por el MST tienen su pro-pio sistema educativo, seguridad y leyes, y las relaciones de propiedadse rigen por principios socialistas siendo, de este modo, una escuelapara todos los miembros del movimiento.

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En realidad, las concepciones autonomistas europeo-norteamericanasse basan en la aceptación de la globalización como un hecho consumadoy positivo (visiones diferentes de las sostenidas por los movimientos autó-nomos latinoamericanos que rechazan el carácter positivo de esta nuevafase imperialista): Toni Negri rechaza al Estado-nación y al nacionalismopor considerarlos herramientas opresivas y responsables de las más impor-tantes masacres de nuestro tiempo. Por eso Hard y Negri equiparan alnacionalismo de los países opresores con el de los países oprimidos, a lospaíses que luchan por repartirse el mundo con los que resisten a ser repar-tidos. Es así como la resistencia iraquí (de base nacionalista y religiosa)sería reaccionaria y la invasión yanqui, que incorpora a Irak al mundomacdonalizado del “imperio”, un triste pero necesario hecho del progre-so.

El problema de esta teoría son sus fundamentos básicos, entre otrosque los estados nación están perimidos y que la clase no es el eje de lalucha social. De esta manera las nuevas relaciones sociales del mundo glo-balizado aparecen como de naturaleza distinta (y superior) a los capitalis-tas y como un avance que permitirá enfrentar al imperio (que no es unanación ni un Estado particular) desde una perspectiva no nacional sino glo-bal; y desde esta perspectiva se irá delineando una nueva sociedad globalalternativa.4 El situacionismo, en tanto, no se plantea esto sino la cons-trucción de espacios locales independientes, horizontales, al margen delsistema dominante. El poder local es, en este sentido, una expresión deautonomía, que si se prolonga en el tiempo más que una expresión dialéc-

4. La perspectiva de Toni Negri se complementa con un elemento fundamental: laidea de que la clase obrera tradicional como sujeto ya no existe como actor cen-tral de la relaciones de producción. Esta clase obrera fue el sujeto de la lucha enla etapa de los Estados-nación, cuando fue construido y universalizado el capita-lismo; pero hoy, con la perspectiva de Negri, el capitalismo (al menos como loestudiaron Marx y Engels) ya no existe y el obrero no es central en las relacionesde producción. El nuevo sujeto de la lucha (no lucha de clases sino antagonismosdiversos) es la multitud, una masa diversa de gente con reivindicaciones distintasque en el marco del imperio global, es el actor central del enfrentamiento. Lamultitud tampoco puede ser asimilada al concepto de pueblo, ya que éste estáíntimamente relacionado con las naciones, y la multitud no puede ser nacional.Más allá aun que Toni Negri, el autonomismo radical (expresado por J. Holloway)descarta la necesidad de luchas que excedan la situación concreta.

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tica de la lucha de clases destinada a una superación, puede ser unaexpresión antagónica de un enfrentamiento cuyo destino no es la resolu-ción de la contradicción sino su prolongación: los polos de este enfrenta-miento son irreductibles a algo nuevo.5

Pero más allá de que su concepción del poder local puede orientarse enesa dirección, es probable que Santucho tuviera una interpretación másleninista de sus propias ideas. Para los bolcheviques no existe el término“poder local” pero sí “doble poder”, para caracterizar el período duran-te el cual el soviet de obreros, soldados y campesinos de Petrogrado con-vivió como forma efectiva de gobierno alternativizando al gobierno provi-sional posterior a la renuncia del Zar, entre febrero y octubre de 1917, yfuncionando ambos como dos fuentes de autoridad (alternativas y en com-petencia) dentro del mismo país. ¿Cómo sería una hipotética situación dedoble poder plenamente desarrollada en Argentina desde una perspectivaleninista? “Cuando unidades industriales, comerciales o aun financieras–en lo atinente al sector urbano– dejan de ser administradas –internamen-te y en sus relaciones con otras unidades– por sus propietarios y las admi-nistraciones bajo su dominio, y pasan a serlo por consejos de trabajado-res o usuarios o mixtos, generando también órganos de coordinación másgenerales. Asimismo, cuando hospitales, escuelas, comisarías y otras enti-dades habitualmente a cargo de poderes municipales, provinciales onacionales, son ocupados por consejos profesionales o territoriales demo-cráticos, vinculados entre sí y con las unidades originariamente mercanti-les antes descriptas. Va de suyo, entonces, que un pleno nuevo poder quecoexista con el viejo poder estatal, llegará a cobrar impuestos y adminis-trará y gastará los fondos consiguientes, así como establecerá una nuevapropiedad estatal o social sobre el flujo de compras, ventas, servicios ycréditos, restándolo de la órbita de la propiedad privada. También hay unfenómeno de doble poder en el campo, cuando junto con un proceso dereforma agraria que altera la propiedad tradicional de la tierra (general-mente latifundista), los campesinos y los trabajadores rurales generanorganismos armados, inicialmente guerrilleros y a veces tropas regulares

5. Este elemento filosófico de la concepción autonomista es central para comprenderel resto de sus propuestas y su visión ahistórica: para el autonomismo no hay supera-ción dialéctica, no hay progreso sino enfrentamiento perpetuo. Negri ve en Hegel undesarrollo perjudicial de la filosofía occidental y recomienda retroceder hasta Spinozapara reconstruir las bases teóricas del pensamiento revolucionario

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que asumen un control territorial efectivo más o menos esporádico o per-manente”,6 escribe José Vazeilles en un artículo en el que debate la exis-tencia de doble poder en Argentina después del 20 de diciembre de 2001.

Claro que una situación de este tipo sólo puede existir en una perspec-tiva de asunción global de las funciones del Estado, su crecimiento y des-arrollo no está pensado “en los márgenes”, como plantea la teoría auto-nomista, sino en (o hacia) el corazón de las estructuras sociales que hacenal funcionamiento mismo de una sociedad moderna. Por ello el avance deun poder de este tipo implica el debilitamiento del viejo Estado y la viejasociedad, mientras que para el autonomismo la construcción alternativano disputa los espacios del Estado sino que construye otros autónomos ylos defiende, pero por fuera del sistema político-social.

Por otra parte, Lenin y también Trotsky definieron claramente en susescritos que esta situación era provisoria, y que una institución quedaríadesplazada por la otra ya que no puede haber dos fuentes de autoridadcontradictorias en un mismo territorio. Por eso Lenin “tomó el poder” enla primer coyuntura favorable. Es evidente que la teoría de Santucho seorientaba en la dirección leninista (por ello el énfasis en lo militar comogarantía para el asalto final al poder), pero, en el caso de no darse la posi-bilidad de toma del poder, una evolución alternativa del concepto perre-tista de poder local que no implique la subordinación inmediata y cons-ciente al sistema dominante podría dirigirse hacia la concepción y la prác-tica autonomista7: ya que no podemos construir el socialismo en un solopaís, nos replegamos y lo construimos en un solo barrio.

Ahora bien, si consideramos el período de difusión más fuerte de lasideas autonomistas en el marco de la evolución histórica, veremos queéstas se desarrollaron en un período de repliegue y derrota de los pueblos.Entonces el autonomismo apareció como una posibilidad de resistencia sin

6. Vazeilles, José, “El nuevo poder popular ¿es doble poder?”, s/d, 2002.7. Para profundizar en el tema del pensamiento autonomista se debe recurrir a susfuentes, y Toni Negri es una de ellas. Pero es interesante un dato más del marco teóri-co autonomista: es esencialmente “adialéctico”, o sea: niega la idea de que dos con-cepciones antagónicas se superan mediante la lucha.

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una perspectiva visible de poder real, una forma de asumir la imposibili-dad de cambiar las cosas de fondo y entonces resistir desde lo pequeño.la posmodernidad, el autonomismo se transforma en una estrategiade no poder popular.

Si vemos el documento Poder burgués. Poder revolucionario,Santucho -luego de una caracterización de la situación hasta 1974bastante simplificada- desarrolla su teoría del doble poder, el cual sedespliega entre el momento del inicio de la guerra revolucionaria yel de la toma del poder. Entre ambos hay un período en el cual sedebe ir desarrollando el “poder dual”, donde las masas van resolvien-do sus propios asuntos al margen y en enfrentamiento con el Estado.Esto puede tener expresión en formas de poder local y zonas libera-das: “El surgimiento del poder local debe ser resultado de un proce-so general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en eleste y en el oeste, comiencen a constituirse organismos de poderpopular”. La idea de Santucho del poder local, está claro, se enmar-ca en una estrategia nacional, alejada del autonomismo y de lasprácticas del socialismo en un solo barrio. Por eso es necesarioremarcar que la concepción de Santucho era nacional y se definía porla toma del poder en momentos de movilización de masas; fue escri-ta en un contexto de varios años de luchas populares ascendentes.Por eso Santucho concebía la lucha desatada en Argentina como unaofensiva permanente. Sobre que hacer en la construcción local enmomentos de calma y repliegue de las masas o relajamiento de lalucha de clases no dijo nada.

Estos planteos son fundamentales también para entender la estra-tegia militar del ERP, ya que no habría poder local sin el desarrollode un ejército del pueblo en condiciones de contener al de la bur-guesía y respaldar la toma del poder en el momento oportuno. Eldoble poder, para Santucho, se construía en conflicto permanentecon el Estado, generaba instituciones propias que iban arrebatandola autoridad al gobierno y la burguesía en diferentes zonas, y eratransitorio porque aspiraba a transformarse en poder estatal élmismo, destruyendo la resistencia del Estado burgués mediante laguerra revolucionaria. Aquí emerge claramente la concepción leninis-ta combinada con el procesamiento que Santucho hacía de la guerrade Vietnam, la experiencia del Che y las luchas populares de las

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décadas anteriores que sedimentaron en las tesis de guerra civil pro-longada y doble poder. Para el PRT era claro que una situación deparálisis de la lucha sólo podía llevar al retroceso de las posicionesconquistadas y a una recuperación de la autoridad por parte de laburguesía y su Estado. Por eso el sostenimiento de la guerra era fun-damental para mantener la tensión entre las clases y con ello la posi-bilidad de doble poder.

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11. CONTRAHEGEMONÍA Y DOBLE PODER

Las herramientas analíticas desarrolladas por Antonio Gramsci permitenprofundizar el análisis de la teoría del doble poder. El italiano ajustó lasherramientas de análisis marxista para el caso de Italia, y en general paralas sociedades capitalistas complejas, allí donde las instituciones liberaleshan evolucionado y penetrado capilarmente la sociedad civil, donde lasociedad civil misma es “densa” en instituciones que ofician de reproduc-toras del sistema y con formas de dominación, que en consecuencia, sehan vuelto más sofisticadas. Según Gramsci, en esta situación la lucha delproletariado ya no se asemeja a una gran ofensiva y un asalto al poder(estrategia propia de sociedades donde “el Estado es todo” y la sociedadcivil es débil) sino a una guerra de posiciones, en la que el terreno se vaconquistando de a poco y debe ser defendido, hay avances y retrocesospero la lucha es prolongada, y existen muchos frentes que son parte deuna guerra integral. Gramsci plantea que cuando un grupo social lograconstruir y alcanzar la hegemonía, la clase en cuestión se vuelve nacional(dentro de los límites del Estado-nación aspira a conseguir universalizarsus concepciones a las demás clases), es decir que universaliza sus intere-ses (transformándose en hegemónica) superando sus estrechos planteoscorporativos. El Estado, que sin hegemonía es visto como el Estado de laclase dominante, se universaliza y logra superar los equilibrios inestablesarticulando clase y territorio. Ese momento “señala el pasaje de la estruc-tura a la esfera de las superestructuras complejas”: cuando el Estado seescinde de la sociedad civil convirtiéndose en un aparato externo a laclase dominante, es el momento inicial de la modernidad.

La clase dominante no lo es solamente en tanto domina la estructuraeconómica, sino que hegemoniza la superestrucura ideológica, jurídica,política y las organizaciones de la sociedad civil. En este grado de desarro-llo las instituciones de dominación exceden con mucho la coerción orga-nizada desde el Estado y se extienden por toda la sociedad civil a diferen-tes ámbitos, como son la cultura, la comunicación de masas y las institu-ciones de la sociedad penetradas por los valores de la clase dominante.

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En las sociedades complejas, Estado es el complejo burocrático militarmás las instituciones sociales (privadas, pero que son parte de la repro-ducción del sistema) y desde esta totalidad se ejerce la hegemonía.1 Allíestá desarrollada la dominación y Gramsci se propone estudiar cómo rom-perla.

También es importante entender la idea de coerción que planteaGramsci para poder comprender cómo se propone la construcción de una“contrahegemonía”. Para él la coerción no es la que se ejerce solamenteen el ámbito de lo militar o policial, sino que se extiende la los demás pla-nos: hay una coerción ideológica que es justamente la que permite el con-senso, a través del cual se materializa la hegemonía y se logra la interna-lización de los valores dominantes por parte de los dominados. O sea,frente a las interpretaciones de la década de 1980, que tendieron aaggiornar la concepción garmsciana de consenso a las reglas de la demo-cracia liberal (presentando al consenso como negociación entre partes);el italiano pensaba muy distinto. El consenso era la contracara de la hege-monía y ésta es la forma moderna en que la clase dominante domina.Creemos que las ideas de Gramsci deberían ser estudiadas dentro de lalínea propuesta por Marx en relación con los conceptos de fetichismo yalienación. La coerción es económica, cultural, política, religiosa, etc.Justamente, las metáforas militares de Gramsci complementan su idea delucha integral donde existen trincheras no sólo en el plano militar concre-to sino también en los demás y son de una importancia fundamental, yaque ganar una batalla sindical o militar no es suficiente si no se gananparalelamente la batalla ideológica y las otras. De esta forma, las trinche-ras defensivas del sistema son múltiples y profundas.

Ahora bien, intentaremos relacionar la concepción planteada porSantucho con el concepto de la hegemonía y el consenso. Porque si lahegemonía implica una serie de mecanismos que emplea la clase domi-nante para hacer posible su dominación más allá de la coerción pura (ypara legitimar la violencia estatal) y la identificación de la ideología de laclase dominante como la ideología de todos y en todo el territorio (o sea,

1. En realidad Gramsci plantea varias acepciones de Estado en diferentes etapas de sutrabajo. Nosotros tomamos la última (y la más compleja) porque nos da más herramien-tas para el estudio del doble poder. Para profundizar en la polémica en torno al pensa-miento de Gramsci ver: Anderson, Perry, Las antinomias de Antonio Gramsci

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mecanismos que producen la aceptación de los dominados de estadominación: el consenso), entonces el poder dual evidentementeimplica una ruptura. Por esa vía se sustraen al control de las institu-ciones espacios territoriales y simbólicos, cuestionando la universali-dad de los intereses de la clase dominante y sus valores, derribandotrincheras en una zona determinada.

Pero el poder local puede ser ejercido por fuerzas no necesaria-mente revolucionarias, por ejemplo: narcotraficantes, mafias,terratenientes, paramilitares, milicias mercenarias de elites conser-vadoras, etc. Por ejemplo, el narcotráfico desarrolla formas depoder local y articula redes clientelares que le permiten lograr cier-to consenso en algunos casos. Sin embargo este poder alternativo aldel Estado no es contrahegemónico ni popular, ya que el narcotráfi-co no es más que una forma degradada de acumulación capitalista.El poder local para ser poder popular debe expresar formas socialesdistintas a las del sistema burgués, o al menos formas de resistenciapopular incompatibles con la estabilización del sistema que preten-de ser hegemónico. De esta forma el poder popular debe estar encondiciones de ser alternativo y sus instituciones reproducibles conéxito dentro de un medio hostil. El poder popular manifestado endoble poder debe ser, en un grado de desarrollo pleno, el desplie-gue, hegemónico en un territorio, de la clase trabajadora portadorade una nueva concepción social. No puede ser solamente un podercoercitivo externo que garantiza militarmente con su presencia laexpulsión de las fuerzas del Estado burgués.

Sólo puede haber doble poder en momentos de ruptura del con-senso por parte de los dominados, a través de la generalización devalores y prácticas contrahegemónicas; en consecuencia, esto impli-ca la ruptura de la dominación de clase anterior y su reemplazo,luego de un período de tiempo de lucha más o menos largo por unanueva: la de los trabajadores. En términos del PRT, de acceso alpoder del frente por ellos encabezado a nivel nacional o regional. Anivel local, Santucho proponía ir ocupando espacios en las institucio-nes barriales naturales. “En lo inmediato no es conveniente dar unpaso que atraerá rápidamente la represión contrarrevolucionaria. Enestos casos puede avanzarse enmascarando hábilmente tras distintasfachadas el ejercicio del poder popular. En una villa, por ejemplo

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bajo el enmascaramiento de una asociación vecinal”, escribe el líderdel PRT en Poder burgués. Poder revolucionario.2

La idea de “enmascaramiento” es otro aporte interesante, ya que per-mite “proteger” el desarrollo de la organización popular sin la necesidadde apelar a un desarrollo militar guerrillero que lo garantice, cuando lapresencia del Estado y su ideología en el barrio es hegemónica. En estasituación se debía, según Santucho, ir resolviendo los problemas inmedia-tos pero sin perder el objetivo central: “En el momento oportuno (seimpulsará) la organización de una asamblea o consejo local que se cons-tituya oficial mente como poder soberano de la población en la zona”.3 Eltema era cómo construir ese momento oportuno, que para Santucho serelacionaba con situaciones insurreccionales y con el crecimiento de ERP.Tal como el Ché planteaba, contribuir a generar las condiciones. Pero sólola existencia de una situación revolucionaria, preludio de la hegemonía deuna nueva clase, con la integralidad de factores que esto implicaba, per-mitiría que las masas de ese barrio rompieran con la ideología que lasataba a las instituciones burguesas y depositaran sus esperanzas en las ins-tituciones propias. En la realidad histórica el proceso pareciera ser máslargo y complejo. En términos del poder local, los lugares donde la nuevapraxis se desarrolla deberían superar el desafío de resistir con éxito losmomentos de reflujo de la lucha de masas, para transformarse en “focosirradiadores de conciencia” para nuevos y más profundos momentos deauge, apuntando, por oleadas, hacia la constitución como Estado.

Volviendo a los planteos de Santucho, es coherente que la guerra revo-lucionaria fuera central, ya que la crisis de hegemonía no podía ser per-manente: o se reconstituía un nuevo modelo de dominación (lo que final-mente ocurrió: transformado a nuestra sociedad en todos los planos reac-cionariamente), o se iniciaba un proceso revolucionario y éste necesaria-mente requería de la lucha armada. El surgimiento de esta contrahege-monía sería la consecuencia necesaria de la existencia del poder revolu-cionario alternativo planteado en el folleto, o dicho más ajustadamente,evidenciaría la existencia real de un poder revolucionario arraigado social-mente y opuesto al burgués.

2. Santucho, op. cit.3. Idem, pág 36.

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Para Gramsci, en las sociedades occidentales el cambio revolucionariosólo puede darse si se lucha por la hegemonía social y cultural. Esa hege-monía se desarrolla cuando las clases oprimidas despliegan su propia con-cepción del mundo y obtienen para ella el “consenso activo” de otras cla-ses y capas sociales. De acuerdo con el pensador italiano, la revolución seprepara y sobreviene como cambio estructural violento cuando los traba-jadores organizados trascienden el gueto sindical y se transforman enclase nacional, asumiendo a la nación en su conjunto bajo su hegemoníay dirección política (esta hablado de revolución como la capacidad de lostrabajadores de imponer su hegemonía en todos los planos, en el Estadoen sentido amplio que incluye tanto al aparato burocrático militar comoa las organizaciones de la sociedad civil). Es en ese sentido de construc-ción de la hegemonía de la clase trabajadora que el poder local aparececomo una estrategia preparatoria, si es en realidad un número cada vezmás importante y creciente de poderes locales en el marco de una guerrade posiciones integral de carácter nacional.

Por otra parte, la instauración de la paz social cuando las relacionescapitalistas son dominantes lleva a la reinstalación de la hegemonía bur-guesa en todos los órdenes (aceptación del sistema político, valores cul-turales, etc.) y a la destrucción de la contrahegemonía construida, por lotanto “desestabilizar” se vuelve una tarea central. El proceso de crisis dela hegemonía burguesa en Argentina era de larga data, relacionado con elsurgimiento y caída del peronismo y la fase de inestabilidad política ini-ciada en 1955, que culminó con la instalación plena del neoliberalismo en1976 y que continúa en la actualidad, como modelo hegemónico (es evi-dente que las condiciones de dominación burguesa entraron en crisis nue-vamente hacia finales de la década de 1990 y está por verse el nivel deconflictividad que se desarrollará hasta que la burguesía genere nuevascondiciones estables). Fue para evitar la estabilidad que permite la res-tauración de la hegemonía burguesa que Santucho apeló a la lucha arma-da, la cual, elevada a la forma de guerra terminó absorbiendo todos losesfuerzos del PRT-ERP.4

4. Llamamos «lucha armada» a una categoría que nos permite abarcar diferentes for-mas de lucha militar. Y que engloba a estrategia que tienen a los militar como central(guerra popular y prolongada, foco, etc.) como a otras en que lo militar en subordina-do, complementario o embrionario (diferentes guerrillas, insurrección armada, etc.).

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En otras palabras: la concepción de Santucho pasaba en última instan-cia por la construcción del ejército del pueblo, por eso los esfuerzos pri-mordiales del partido estuvieron puestos en las herramientas de “organi-zación de la coerción” en el plano militar (el ERP), más que en las herra-mientas del consenso.o de la pelea por la hegemonía en los otros terre-nos (salvo en sindical). En este sentido puede verse sí, la concepción gue-varista del PRT: la superioridad moral de la causa que se defiende y elejemplo de los guerrilleros redituará en una aceptación por parte de lasmasas de su propuesta política; hay que marcar el camino (generar lascondiciones). La idea de hegemonía-consenso no está planteada, en pri-mera instancia, en los términos de una articulación con la acción político-militar; por el contrario, es un presupuesto: la política desplegada si escorrecta será exitosa y por lo tanto será aceptada por las masas.

La cuestión a resolver, sin embargo, está en que las masas populares semovilizan por la resolución de sus problemas inmediatos: salud, vivienda,alimentación, educación, condiciones de trabajo, etc. (algo que correcta-mente percibió el PRT cuando elaboró una línea de acción para implemen-tar después del resultado electoral del 73 y que sin dudas tenia puntos decontacto la idea de la izquierda peronista de hacer cumplir el programadel FREJULI), a los cuales el nuevo poder debe dar solución, o aportar aella. Si el poder naciente se muestra ineficaz o se desgasta con el tiem-po, más allá de la mayor o menor conciencia de la necesidad de un cam-bio estratégico, el pueblo orientará sus expectativas de solución hacia elviejo Estado; únicamente un doble poder sólidamente enraizado (no solomilitarmente fuerte sino también alternativo en los demás planos de lavida social) y efectivamente ejercido por las masas, sobreviviría (y con élla organización revolucionaria) a una etapa de repliegue.

Con esto queremos decir que no existe poder local ni doble poder si losorganismos que lo expresan no son capaces de cumplir funciones socialessignificativas por sí mismos. “No hay posibilidades de avanzar sólidamen-te en el desarrollo del poder local sin constantes avances en la unidad ymovilización de las más amplias masas populares”,5 planteaba Santuchoen su propuesta. Ahora bien, según Pozzi las instancias impulsadas desde

5. Santucho, op. cit. pag 38.

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el partido (el FAS 6 y el MSB 7) con el objetivo de conseguir la articulaciónde las luchas a nivel nacional eran superestructuras y tenían escaso ecolocal y de base para conformarse en alternativas reales de poder dual”,de manera que la estrategia no podía llenarse de contenido, quedandoreducida en la práctica a la construcción del ERP y a un acuerdo superes-tructural de direcciones políticas y listas sindicales. En el mismo sentidose orienta el relato de Armando Jaime sobre la desarticulación entre elERP y el FAS, y la discrecionalidad del PRT en el mismo. Pero el poder dualen los términos que Santucho lo planteaba en su documento, era poderlocal. O sea, tanto el FAS como el MSB debían ser organismos de articula-ción de poderes locales desarrollados en determinadas zonas y fábricas,que permitieran nacionalizar sus perspectivas y articular las diferentesvertientes políticas que convivían en el seno de las masas. Esto no se diode esa manera aunque, según el mismo Santucho pronosticaba, el poderrevolucionario sólo se podía sostener con una “amplia y combativa movi-lización de las masas” vinculadas a la construcción del doble poder.8

Nos preguntamos, finalmente ¿Cómo podría subsistir entonces unaorganización revolucionaria que desarrolla la lucha armada en los perío-dos de flujo y reflujo de la lucha de masas sin conseguir la toma poder?Entre las experiencias de guerrilla urbana, la desarrollada en el País Vascopor la ETA guarda relación con la desplegada en Argentina, y nos sirve paracomenzar una aproximación a una respuesta. ETA representó ante unacorriente importante de la población vasca una serie de valores contrahe-gemónicos, los valores de una nación vasca socialista frente a un Estadoespañol extranjero y capitalista. Esto permitió a los “etarras” contar con

6. Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS): frente político de masas que el PRTimpulsó como frente de liberación nacional.7. Movimiento Sindical de Base (MSB): corriente antiburocrática y clasista tambiénimpulsada por el PRT. Para más datos ver Pozzi, Pablo, op. cit., y De Santis, Daniel, Avencer o morir, op. cit.8. Vemos que Montoneros tuvo problemas similares como ya indicamos. Desarmó lasestructuras de los frentes de masas y solo sostuvo sellos propagandísticos con losnombres de los referentes conocidos. De esta forma los espacios de poder populardonde la organización tenía influencia a través de sus estructuras de masas (coordi-nadoras, movimientos, campesinos, etc.) quedaron solo vinculados a montoneros através de militantes sueltos que debían articularse en torno a una política cuyo prin-cipal objetivo estructural era la construcción del Ejercito guerrillero

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nuevos reclutas a pesar de las caídas permanentes, y con una “selvasocial” urbana en donde estar a buen recaudo. No importan los métodosmientras sean aplicados al “otro” enemigo, que no es parte de la nación;los guerrilleros desarrollaron expresiones electorales de peso, podereslocales e institucionales de hecho y de derecho y, por lo tanto, más alládel poder militar; mientras ese consenso se sostenga su supervivencia estaasegurada. Pero, a diferencia de Argentina donde la frontera política delos bandos es mucho más difusa, los vascos identifican su lucha con unacausa nacional y el reclamo es la independencia.

En Colombia, por otra parte, existe una situación de doble poder cla-ramente definida desde hace muchos años (al menos en las zonas ruralesla guerrilla ejerce funciones de Estado): las FARC pelean contra el Estadode su propio país una guerra civil. ¿Cómo han logrado subsistir por déca-das? Las FARC son, sin duda, el emergente de la clase campesina someti-da9 a un tardío proceso de expropiación de la tierra en un país donde elEstado (en el sentido ya mencionado de Estado más instituciones de lasociedad civil que reproducen el sistema) nunca llegó a controlar todo elterritorio de la república; una república que nunca pudo superar su etapaoligárquica, represiva y altamente excluyente, modernizándose a tonocon el capitalismo mundial pero sin inclusión social ni modernización polí-tica (el populismo colombiano fue asesinado con Elicer Gaitán). Estos sondos factores clave: los pobladores rurales se encuentran sometidos a todala violencia que implica la expropiación rural por los terratenientes y lasempresas, y el Estado colombiano es incompleto en su capacidad de ejer-cer el monopolio de la fuerza en todo el territorio. En cambio, enArgentina el Estado cubre todo el territorio y el alto nivel de urbanizaciónhace que la estrategia política de cualquier organización deba tener comoeje las ciudades. La idea del Che del foco guerrillero rural sólo puede des-arrollarse con éxito en países con una población rural numerosa y exten-dida.

De todos modos, es importante aclarar que la hipótesis de Santucho delpoder local se basaba en un fuerte trabajo de inserción territorial, aun-

9. Las FARC no son hoy una guerrilla campesina en lo que se refiere a proyecto políti-co, sino que son una organización revolucionaria marxista que pelea por la toma delpoder y aspira a gobernar Colombia. Pero su origen y la principal fuente de combatien-tes y legitimidad sigue estando en el campo.

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que en la práctica el PRT seguía teniendo como eje el trabajo fabril y suin-serción barrial era comparativamente débil. La fábrica es más vulnerabley más difícil de defender que el barrio en momentos de repliegue,10 y aunen situaciones de lucha más avanzada la articulación de la fábrica con elterritorio que la rodea es fundamental. En este sentido los principalesconflictos obreros, los considerados paradigmáticos, contaron con unafuerte articulación entre la fábrica y su entorno y tuvieron como epicen-tro ciudades o barrios obreros (por ejemplo, el Frigorífico Lisandro de laTorre,11 la ribera del Paraná, la Córdoba del Cordobazo).

En cuanto a los bolcheviques, la teoría del doble poder se articulabacon una estrategia orientada a la insurrección obrera y no a la defensa deterritorios liberados. Su doble poder convivía en el espacio y en el tiem-po con el poder de la Duma burguesa. El lugar de inserción de los revolu-cionarios rusos era la clase obrera de los principales centros industriales(que a pesar de ser minoritaria se transformó en vanguardia política detodo el resto del pueblo o sea, en hegemónica en sentido bolchevique).En cambio, por más que se proclamaran proletarias, las guerrillas latino-

10. Cuando la oferta de mano de obra comienza a ser abundante y la represión se gene-raliza, el obrero en la fábrica es más vulnerable, más visible. En el territorio, si bientodo es más laxo, las posibilidades de acción política en los peores momentos son diver-sas, públicas o clandestinas y aún violentas. El tema es pensar en un repliegue desdela guerra de aparatos a la guerra diluida. El tipo de lucha que proponía el PRT, con ejeen el ERP era sumamente difícil de sostener mucho tiempo en el territorio (controladopor el enemigo), pero lo era más en la fábrica en una etapa defensiva. La ofensivaantiobrera, despidos masivos, represión generalizada y asesinatos de cualquier delega-do combativo hicieron muy difícil la militancia obrera tal como se había desarrolladohasta ese momento. No se puede negar la posibilidad de enfrentar cualquier régimenpor más represivo que sea, pero el momento no parecía propicio para propicio para laconstrucción del ERP en los lugares de trabajo. Quizás una construcción clandestina máscelular, anterior a un ejército guerrillero hubiera sido más efectiva. Sin dudas la expe-riencia de lucha del pueblo argentino entre 1955 y 1973 influyó mucho en Santuchopara definir su estrategia y teniendo en cuenta su idea de lucha como de alza perma-nente, sus conclusiones se entienden.11. Para el tema del desarrollo de la articulación de la lucha entre el barrio, los coman-dos clandestinos y el lugar de trabajo, ver Salas, Ernesto, La huelga del frigoríficoLisandro de la Torre. Buenos Aires, CEAL, 2000.

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americanas de los 60 y 70 que desarrollaban una guerra prolongada (y enlas que la guerra era el centro de la estrategia) se nutrían y asentaban enel territorio, fuera éste el campo o los barrios de la ciudad. Y esto era asíporque en una lucha prolongada en situaciones de crisis del capitalismo,cuando la estabilidad del trabajador no está mínimamente asegurada, elcontrol represivo dentro del lugar de trabajo es mucho más estricto queen el territorio. En este sentido, los ejemplos que inspiraron al PRT fue-ron Vietnam y Cuba, experiencias que en el camino hacia la toma delpoder tuvieron como eje al territorio (centralmente el campo) y en lasque la clase obrera tuvo un rol secundario.12 De este modo el doble podercobraba la forma de zonas rurales (pero pobladas de campesinos y alde-as) liberadas o semiliberadas.

El 31 de marzo de 1976, inmediatamente después del golpe, Santuchoplanteaba en el editorial de El Combatiente titulado “Argentinos a lasarmas”, una estrategia de acumulación de poder en la cual el eje seguíaestando en la fábrica, y sólo al pasar hace referencia a los barrios popu-lares. Las tareas de la resistencia antigolpista tendrían “eje en el prole-tariado fabril, intensificando la concentración del trabajo en las grandesfábricas”, y aunque más adelante agregaba que debía movilizarse a lasmás amplias masas por problemas específicos, no parece delinearse unaestrategia destinada al desarrollo de poder local como eje, ya que lapublicación y sus editoriales no eran para el frente sindical sino para todala organización, y en condiciones de clandestinidad y escasez de cuadros,trabajar sobre una fracción del proletariado más concentrado requeriríasin duda toda la fuerza.

Pocos días después agregaba: “Alrededor de 300.000 obreros fabrilesconcentrados en unas 250 fábricas grandes de más de 500 obreros cadauna, en todo el país, son la columna vertebral de las fuerzas populares ypor lo tanto constituyen la columna vertebral de la justa y victoriosa resis-tencia antidictatorial del pueblo argentino”. Y más adelante delineaba elrol de los otros sectores del proletariado y clases populares: debía nucle-

12. En este sentido es importante aclarar algunas cuestiones relacionadas con al arti-culación entre base social e ideología. Una revolución puede ser campesina por su basesocial pero obrera por el proyecto político que encarna su dirección. Con esto plante-amos que no por ser sus miembros obreros, un partido u organización de cualquier tipoes revolucionaria, el clasismo entendido como una política que desarrollan los miem-bros de la clase obrera puede ser (y en muchos casos lo es) perfectamente reformista.132 GUILLERMO CAVIASCA

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arse “alrededor suyo (de la clase obrera industrial) amplias masas traba-jadoras, de obreros menos concentrados, obreros rurales, campesinosmedios y chicos, empleados, estudiantes, trabajadores independientes,etc.”13 Es decir, una estrategia que seguía sin ser centralmente territo-rial, o lo era solamente si se entiende como territorial una estrategia deconstrucción de bases de apoyo en torno a las grandes fábricas y sujetasal ritmo de lucha de los obreros ocupados en éstas. O, en otras palabras,lo que presentaba era una estrategia de un partido proletario marxista-leninista clásico que -lejos de toda intención valorativa- no era muy cer-cana a la del Che ni a la de Vietnam.

Pero, más allá de que el desarrollo del capitalismo argentino y el nivelde protagonismo de la clase obrera desde varias décadas antes pudieranavalar esta estrategia, debemos tener en cuenta un elemento que ningu-no de los revolucionarios de la década alcanzó a ver: el nuevo proyectode las clases dominantes, que comenzó a implementarse entonces yalcanzó su pleno desarrollo con Menem, tiene como característica rele-vante la desindustrialización del país. Y cuando la desocupación es másque un fantasma, las luchas obreras son defensivas, por lo tanto la ofen-siva obrera planteada por el PRT-ERP difícilmente se podía estructurarsobre la base de un sector de la clase ya en retroceso, al menos desde elinterior mismo de la fábrica.

De todos modos, si consideramos que la estrategia de inserción del PRTpodía estar en un momento de reelaboración en función de la maduraciónde la experiencia de los últimos años y la agudización de la lucha, la pro-puesta contenida en Poder burgués. Poder revolucionario debe ser anali-zada como algo más que un documento, y considerarla como la posibleevolución de la práctica política de una organización revolucionaria quela derrota fulminante impidió impulsar, y que debemos recuperar para queel corte que la dictadura produjo en la maduración de la experiencia mili-tante sea superado. Montoneros, en cambio, nunca desarrolló una teoríasobre el poder local pero tuvo una mayor inserción territorial que el PRT.Su eje era el territorio y su principal fuerza de masas, la JP, era territo-rial; el Movimiento Villero Peronista (que alcanzó gran desarrollo) ejercía

13. El Combatiente N° 213, 14 de abril de 1976, en De Santis, Documentos... op. cit.Pág. 552.

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funciones de gobierno en muchas villas miseria, y fue quizás esta mayorinserción territorial (no sólo su superioridad numérica) lo que le permitiósobrevivir más tiempo a la ofensiva militar y recuperar niveles de movili-zación aun en el 83.

Volviendo al tema del autonomismo, ante la falta de perspectivasnacionales, en una construcción asentada en lo local y que alimenta supolítica de las contradicciones y necesidades planteadas desde lo micro,la estrategia del poder local podría derivar naturalmente en el intento deconstruir comunidades autónomas que luego de muchos años de trabajode hormiga llegaron a minar las bases del sistema capitalista. Es en estesentido que pueden establecerse vinculaciones entre la estrategia plante-ada por Santucho y las ideas autonomistas aparecidas dos décadas mástarde en nuestro país. Debe subrayarse que en la propia Italia, cuna delautonomismo, su génesis debe buscarse en la historia de la lucha de lostrabajadores italianos, tanto en las de los 60 y 70 como en las de los con-sejos de fábrica que, en torno a 1920, protagonizó el mismo Gramsci. Lasideas de autonomía obrera de los períodos anteriores devienen en la pos-modernidad en autonomismo no obrero;14 si la lucha que tenía su eje enla fábrica mantenía a los militantes vinculados permanentemente al con-flicto de clases de la sociedad nacional, el “repliegue” a los márgenes per-mite generar la ilusión de “vivir con nuestros propios códigos por fuera dela sociedad capitalista” y del conflicto estructural del sistema, que ya noes el planteado por la propiedad de las riquezas materiales, tal como sos-tiene el autonomismo extremo.

El debate central, entonces, no está en la falsa antinomia de poder oconsenso, ni en los objetivos estratégicos frente a las necesidades tácti-cas. Poner el acento en el consenso (olvidando la naturaleza alienada queen Gramsci tiene el termino) lleva a posturas que se suelen llamar revi-sionistas o reformistas, entendidas como la necesidad de incorporar laideología de un amplio espectro de clases, lo cual lleva en una segundainstancia a abandonar los postulados más radicales con que se originó laorganización. En cambio, la postura que pone énfasis exclusivamente enla cuestión del poder se articula fuertemente con la construcción de la

14. Estos se debe relacionar con el éxito del Estado de bienestar de los países centra-les, que consiguió que la clase obrera al satisfacer muchas de sus necesidades inmedia-tas se acomodara s sus reglas. También con la caída de los «socialismos reales» y conun profundo proceso de compejización y segmentación de la clase trabajadora).

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vanguardia y, sobre todo, con las ideas dominantes entre los revoluciona-rios de los 70 y confunde imposición de una política con la compenetra-ción en la misma por parte del sujeto social protagonista.

La primera concepción, muy en boga en los 80, desplaza a un segundoplano los objetivos deseables en función de los posibles, y reduce el pro-blema del poder a la generación de espacios institucionales como saldo delos niveles de consenso adquiridos en la sociedad,15 y era en los 70 objetode desprecio por parte de los revolucionarios de las diferentes corrientes.La segunda concepción pone como legítimos a los objetivos definidos apriori por la vanguardia, por delante de todo lo demás; será la vanguardiacon su accionar la que generará condiciones que permitan que las masasidentifiquen sus verdaderos intereses y vean la posibilidad de hacerlosrealidad. En general, ésta es la posición guevarista, que puede resumirseen dos apotegmas básicos: “no es necesario que todas las condicionesestén dadas sino que se debe contribuir a generarlas”, y “fuera del podertodo es ilusión”. Esta idea resulta poco flexible para afrontar períodos derepliegue, de manera que muchas veces la vanguardia queda aislada ydesaparece. Además deposita una confianza idealista (casi religiosa) enque la verdad científica del marxismo será asumida por las masas por elsolo hecho de ser verdad. Olvida también (o ignora) los sinuosos mecanis-mos de la conciencia y que la ciencia social tiene al ser humano comoobjeto y sujeto a la vez.

Las ideas de Gramsci sobre consenso y hegemonía se relacionancon su análisis de las nuevas condiciones del capitalismo industrial yde la complejización de la sociedad, por lo cual la lucha de los tra-bajadores debe pasar a ser pensada como una guerra de posiciones.Mediante este tipo de lucha los trabajadores, organizados en un par-tido de la clase, conquistan y defienden espacios políticos y sociales(estatales propiamente dicho o sociales, pero que van minando y ase-diando las posiciones de la clase dominante en todos los terrenos).

15. Esta concepción no es, precisamente, gramsciana, sino que tiene su origen en lasocialdemocracia alemana de fines del siglo XIX, cuando el intelectual marxista EduardBernstein teorizó sobre estos temas con el objetivo de hacer posible una base electo-ral más amplia que la obrera para que los socialistas llegaran al gobierno a través delas elecciones.

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En ese camino se va construyendo una alternativa integral productode una praxis contrahegemónica capaz de permitir al partido prole-tario disputar las instituciones estatales y el poder, entendido comoalgo mucho más amplio que las instituciones demoliberales.

Esta concepción es en realidad una reelaboración de la concepción bol-chevique, que sintéticamente planteaba que la hegemonía era la políticaque se debían dar los obreros para conducir otras clases (populares) trassu proyecto socialista y que se desarrolló en la revolución rusa. Gramsciextiende esta idea a todas las sociedades capitalistas en las que los meca-nismos que permiten generar consenso en las clases subalternas primansobre la coerción, donde la sociedad civil es “densa”, y en las cuales lahegemonía es ejercida sobre la clase obrera. O sea, la concepción dehegemonía es replanteada para analizar el funcionamiento de la sociedadcapitalista en su conjunto. Es en el camino de articular su propio dominioque la clase dominante genera corrientes de intelectuales16 capaces deOrganizar la hegemonía de la clase dominante y garantizar la internaliza-ción por parte de los oprimidos de las condiciones de su dominación. Esimportante señalar que para Gramsci la hegemonía lleva implícita la coer-ción (la violencia material es parte integrante de la hegemonía), ya quepara él coerción no es solamente la fuerza armada, sino que se ejerce entodos los planos de diferentes formas (o sea existe coerción ideológica,cultural etc.) O sea, el consenso como dijimos antes y es bueno repetir,no es espontáneo, sino construido, impuesto, y debería ser relacionadocon los conceptos de alienación y fetichismo.

16. Según Gramsci, cada clase social fundamental genera su propia corriente de inte-lectuales capaces de ejercer las funciones complejas que hacen al ejercicio de su domi-nio, la generación de consenso y la reproducción a nivel nacional de la ideología que lalegitima. Los trabajadores, en este sentido, deben generar su propia corriente de inte-lectuales que expresen sus intereses a nivel nacional, más allá de lo sectorial o lo local.Y la organización donde estos intelectuales luchan por la hegemonía es el partido, elintelectual colectivo. Es importante aclarar que Gramsci da una importancia funda-mental al partido como organizador de la hegemonía de la clase trabajadora, pero quela idea gramsciana se aleja del clásico partido marxista leninista y es antagónica conlos partidos burgueses electorales.

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Lo dicho nos permite pensar en la idea de doble poder como la basepara la generación de condiciones contrahegemónicas en el marco de unaguerra de posiciones de largo plazo, donde la conquista de espacios, eneste caso territoriales y sociales no institucionales (o parte de una nueva institucionalidad), permitiera darles a los revolucionarios perspectivasantes del asalto al poder, contemplando los flujos y reflujos con que sedesarrolla la lucha de clases. Sería dar la “guerra de posiciones” propues-ta por Gramsci a nivel territorial, articulada en una estrategia nacionaldel mismo tipo, articulada a su vez por un partido u organización en el rolde “intelectual colectivo” propio. Pero si leemos los escritos del PRT yvemos sus prácticas, la asunción de esta integralidad en los diferentes pla-nos, donde todos son definitorios en la pelea por el poder, no estaba pre-sente.

La complementación entre las necesidades simultáneas de obtenerlegitimidad, construir contrahegemonía, construir poder y sostener losobjetivos estratégicos, es algo que los revolucionarios de la época noalcanzaron a ver con claridad. Si en la articulación entre coerción y con-senso está la clave de la dominación política de la burguesía (y ésta clasesiempre lo tuvo claro), para las organizaciones revolucionarias la cons-trucción de herramientas que articularan la coerción desde la vereda delos trabajadores solucionaba el problema del consenso y del poder, atajoque dejaba de lado o pasaba a un plano secundario el impulso de políti-cas destinadas a generar poder popular (entendido como praxis social con-trahegemónica) capaz de darle base al propio proyecto.

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12. FRENTE A LA APERTURA DEMOCRÁTICA Y SUDEGRADACIÓN

La línea del PRT respecto a la apertura electoral osciló entre el 1971 y1973. En el 71 ya visualizaba una posible –aunque remota– tentativa delgobierno militar de replegarse: “Es indudable, por algunos hechos concre-tos como la rehabilitación de los partidos políticos, el nombramiento deMor Roig,1 las declaraciones de los políticos que los han entrevistado porinvitación del gobierno, que se prepara una farsa electoral. La dictadura,consciente de su desprestigio y expresando su temor ante el avance de laguerra revolucionaria, se ve obligada a pactar con los políticos que hastaayer repudiaba, a intentar junto con ellos la salida de las elecciones, paraponer un freno a las movilizaciones de las masas y aislar de éstas a la van-guardia armada”,2 aunque debe tenerse en cuenta que para esa épocatodavía los militares no se habían resignado a ceder ante Perón.3 Pero parafines de 1972 Perón ya había ganado la partida, y el proceso de masas des-atado a partir del 17 de noviembre convenció a los sectores mas recalci-trantes del gorilismo de la conveniencia de replegarse. Allí Santucho(recién fugado de Trelew) planteó: “Si la táctica votada por el Comité

1. Político radical. Arturo Mor Roig era ministro del Interior cuando se perpetró lamasacre de Trelew durante la dictadura de Lanusse. Fue ejecutado por “la M”.2. Resoluciones del Comité Ejecutivo de la organización, abril de 1971. En Kohan,Néstor, “Foquismo...”, op. cit.3. Consideramos que es importante tener en cuenta la “forma” política en que seexpresó la lucha de clases durante el período posterior a 1945. Si bien el enfrenta-miento entre la burguesía y el proletariado fue la constante de todo el período, éstese dio en la superestructura (política, cultural, ideológica, etc.) como peronismo vs.antiperonismo, lo cual en cierta forma “vela” la naturaleza profunda del conflicto.Es así que para los militares, los políticos “gorilas” y la fracción más importante delas clases propietarias, la forma nacional concreta que tenía su lucha contra los tra-bajadores, era la lucha contra Perón y el peronismo. En ese sentido ceder ante éstepara evitar “males peores” fue una decisión que sólo pudieron tomar los “gorilas”cuando el horizonte de la guerra civil y la radicalización de las formas políticas e ide-ológicas que ésta hubiera acarreado, eran cuestiones de corto plazo.

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Central logra concretarse, nuestra intervención electoral podrá ser muyamplia; si ello no es así lo más probable es que debamos ir al boicot, aun-que con pocas perspectivas. De todas maneras en todos estos meses,hasta la farsa electoral y más allá de ella, debemos intensificar el traba-jo legal con la línea de los Comités de Base, ampliar de esa manera nues-tra relación con las masas, combinar este trabajo con la propagandaarmada, obtener centenares y miles de contactos, colaboradores, simpa-tizantes, amigos, principalmente en las barriadas pobres de las ciudades,zonas suburbanas y el campo”.4

Entre ambas resoluciones el PRT mantuvo (como ya se señaló) una firmelínea de accionar armado que le insumió todos sus recursos y su militan-cia. Esta etapa coincidió con el período de encarcelamiento de Santuchoy esa línea fue criticada por él -luego de recuperar su libertad en la fugade Trelew- como la “desviación militarista”. También es de destacar queSantucho siempre consideró las elecciones como una farsa destinada adesviar la lucha de masas a un terreno en el que la burguesía llevaba lasde ganar; pero intervenir en ellas era pensado como una necesidad antelo inevitable (e indeseado). Las posiciones del PRT ante lo electoral pue-den llamar la atención ya que se expresaban en un momento de alta movi-lización y expectativa de las masas, pero no es menos cierto que cuentancon un amplio respaldo de la experiencia histórica mundial y nacional con-creta.

En la carta a las FAR previa a las elecciones del 73, el PRT expresó claray sintéticamente su punto de vista sobre el proceso que se avecinaba:“Estamos en presencia de un claro acuerdo entre la DM (n/a dictaduramilitar) y los políticos burgueses, con el objeto de salvar al capitalismo ydetener al proceso revolucionario en marcha. Para ello el conjunto de laburguesía pretende volver al régimen parlamentario y de esa maneraampliar considerablemente la base social de su dominación, reducidaestrictamente a las FFAA durante el onganiato, aislar a la vanguardia cla-sista y a la guerrilla, para intentar su aplastamiento militar. La ambiciónde la burguesía es detener y desviar a las fuerzas revolucionarias y pro-gresistas en su avance, y llegar a una estabilización paralela del capitalis-mo argentino”.5

4. Resoluciones del Comité Central del PRT, diciembre de 1972. Kohan,“Foquismo...”, op. cit.5. De Santis, op.cit, pág. 88.

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En este sentido, el PRT caracterizaba al gobierno de Cámpora como “unnuevo gobierno parlamentario (que) se verá a corto plazo enfrentado ainsolubles problemas entre la movilización de las masas y la presión bur-guesa y militar”.6 Es decir, no era un gobierno popular sino un gobiernocondicionado por la movilización popular, por eso el ERP no dejó de com-batir a los militares y los monopolios, e hizo pública su voluntad de seguircon su accionar armado.

Para el PRT-ERP, la lucha armada incentivaba la movilización. De todosmodos, no se registraron operaciones importantes durante los 47 días deHéctor Cámpora; la guerrilla le había dado al gobierno un plazo de 30 díaspara ver hacia dónde definía su rumbo, y Cámpora duró muy poco más.Pero, a pesar de su dura posición contra Cámpora y las organizaciones queparticiparon en el proceso que llevó a la victoria peronista del 11 demarzo, el PRTERP tomó nota de la ofensiva de la derecha peronista y deque se avecinaban tiempos difíciles. “La represión que se avecina supera-rá en saña a la de la última dictadura militar”, manifestaba el PRT en unasolicitada y denunciaba a Jorge Osinde y José López Rega como responsa-bles de los grupos paramilitares en formación.

Para ejemplificar su actitud frente al retorno del peronismo al gobier-no, es importante ver la posición del PRT-ERP hacia la posible liberaciónde los presos políticos: en las resoluciones de trabajo legal de cara a laasunción del gobierno de Cámpora, el primer punto estaba destinado aincentivar la movilización por la libertad de los presos. A diferencia deMontoneros, que consideraba que el gobierno popular los liberaría, el PRT-ERP estimaba que la amnistía sería limitada.7 Lo cierto es que había con-tactos entre dirigentes peronistas y las FFAA en ese sentido, que avalabanfuertemente las sospechas del PRT. Por ello encararon una campaña desecuestros de militares destinados al canje de prisioneros y estuvieronentre los principales impulsores de la movilización popular que el 25 demayo del 73 (el mismo día de la asunción de Cámpora), impuso la amnis-tía inmediata y generalizada para todos los presos políticos, y sindicales.

6. “El triunfo electoral peronista y las tareas de los revolucionarios”, en El com-batiente N° 76, en De Santis, op. cit., pág. 987. “Inmediatamente se hicieron más profundas las divisiones entre los combatien-tes peronistas y guevaristas, estos últimos llenos de desconfianza respecto delgobierno (mientras que) la JP consideraba que su tarea consistía meramente engarantizar la realización de la prometida amnistía.” Gillespie, Richard, Los solda-dos de Perón, op. cit. pág 159-160.140 GUILLERMO CAVIASCA

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En este sentido pueden rastrearse antecedentes de actitudes diferen-ciadas de ambas organizaciones en el pasado inmediato. En la ejecuciónde la fuga del penal de Rawson en agosto de 1972, el PRT-ERP fue el prin-cipal impulsor (tenía la mayoría de sus cuadros presos); las FAR tambiénconsideraron correcta las acción, pero Montoneros tuvo grandes debatesprevios sobre su conveniencia.8 Un sector importante apreciaba que dadoque había una apertura política, y que seguramente terminaría en eltriunfo del peronismo, el nuevo gobierno daría la amnistía y por lo tantoconvenía esperar. De todos modos, como los cuadros Montoneros deteni-dos no continuaban en funciones desde la cárcel (mantenían el grado,pero sus funciones y autoridad práctica quedaba, en stand by, y la con-ducción tomaba todas las decisiones) se los dejó en libertad de acción ypor eso se impuso, en la práctica, la decisión de los presos de trabajarconjuntamente para la fuga.9 Eran visibles ya en este punto los debatesque se avecinarían sobre el tipo de vinculación de Montoneros con lasestructuras y políticas tradicionales del peronismo, debates que se sinte-tizaban en la concepción de vanguardia versus “formación especial”,como llamaba Perón, sutilmente, a las organizaciones armadas.

Volviendo a la caracterización del gobierno de Cámpora, Santucho plan-teaba en Poder burgués. Poder revolucionario: “El parlamentarismo esuna forma enmascarada de dictadura burguesa. Se basa en la organizaciónde partidos políticos y en el sufragio universal. Aparentemente todo elpueblo elige sus gobernantes. Pero en realidad no es así, porque comotodos sabemos las candidaturas son determinadas por el poder del dine-ro”. En este sentido, el PRT no tenía expectativas en el nuevo presiden-te, que además era la expresión de una opción político-económica invia-ble. Quizá sea más preciso decir que el PRT consideraba que el “reformis-

8. Según Amorín, la tendencia de las FAR a acordar con el PRT era una muestra de lasdiferencias de fondo que separaban a los montoneros peronistas de los militantes mar-xistas, y que estas diferencias eran ocultadas tras los acuerdos coyunturales productode la avalancha del «luche y vuelve». Desde el PRT De Santis recuerda que los miem-bros de las FAR siempre fueron receptivos a los contactos y un puente para acercamien-tos. Debemos remarcar que Amorín pone sustancial acento en la ideología peronista delos montoneros remarcando que no eran marxistas. Creemos que esta posición, que nofue hegemónica en su época, expresa el balance de las causas de la derrota que haceel presente toda una corriente de ex militantes o simpatizantes montoneros.9. En el PRT era distinto en la práctica: Santucho era el jefe y podía ordenar desde laprisión.

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mo” y el “populismo” eran las dos enfermedades que se debían extirparde la clase trabajadora argentina. De este modo, la categoría de “popu-lar” no podía ser aceptada: se era socialista o se era burgués. Así lo plan-teó Santucho en el trabajo citado, buscando, igualmente, captar a popu-listas y reformistas para el proyecto revolucionario, previa corrección desus desviaciones ideológicas y previa asunción de la verdadera ideologíarevolucionaria. “La lucha por el poder obrero y popular, por el socialismoy la liberación nacional, es inseparable de la lucha contra el populismo yel reformismo, graves enfermedades políticas e ideológicas existentes enel seno del campo popular”.10 En este punto Santucho era fiel a Lenin ensu costumbre de combatir impiadosamente a sus adversarios para delimi-tar claramente los campos.

En el marco de lo que ya era un pensamiento maduro, con cuatro añosde accionar montonero observable, Santucho dio una definición de popu-lismo: “El populismo es una concepción de origen burgués que desconoceen los hechos la diversidad de clases sociales; unifica la clase obrera, elcampesinado pobre y mediano, la pequeña burguesía y la burguesía nacio-nal media y grande bajo la denominación común de pueblo.11 Al no dife-renciar con exactitud el rol y posibilidades de estas diversas clases, tien-de constantemente a relacionarse, con prioridad, con la burguesía nacio-nal y a alentar ilusorias esperanzas en sus líderes económicos, políticos ymilitares, incluso en aquellos como Gelbard, Carcagno o Anaya, íntima-mente ligados a los imperialistas norteamericanos”.12 Consideramos queen este escrito se evidencian varios errores de análisis producto del exce-sivo esfuerzo puesto en la reducción de las contradicciones a una sola.Uno de ellos, caracterizar a Gelbard como ligado principalmente al impe-rialismo norteamericano. Su proyecto como representante de una fracciónen decadencia de la burguesía y como miembro del Partido Comunista,

10. Santucho, Mario, Poder burgués. Poder revolucionario, op. cit. Pág. 29-32.11. Puede compararse con la misma definición que Montoneros hace de “pueblo”en la “Charla a los frentes”.12. Santucho, Mario op. cit., pág. 29-32. Es importante marcar como en aquíSantucho separa de hecho a Gelbard y Carcagño (y Anaya) de Krieger Vasena oLanusse. Pareciera asumir que “en última instancia” son iguales pero pueden servistos como diferentes en determinados momentos históricos.

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era relacionar a Argentina con otras esferas del capital imperialista y, den-tro de sus posibilidades, con la URSS. Perdía relata la última reunión deGelbard con el dirigente montonero Norberto Habergger, después de lamuerte de Perón, en la que acordaron respaldar al ministro en su idea devincular la economía argentina a la soviética para contrapesar la crecien-te presión norteamericana y diversificar las fuentes de tecnología.También en la “Charla...” hay un párrafo en el que la idea de hacer cre-cer a la burguesía nacional se vinculaba a la llegada de capitales de laórbita socialista.

También fue un error y una simplificación calificar sin más a Carcagnocomo general proyanqui; la corriente (sumamente minoritaria) represen-tada por este general constituía una opción antiimperialista dentro de lasfuerzas armadas, lo cual tenía una lógica también desde una perspectivamarxista, que reconoce que en momentos de violentos y masivos enfren-tamientos de la lucha de clases es posible que sectores de las fuerzasarmadas vacilen en su disciplinamiento a los proyectos estratégicos delimperialismo.

En el mismo sentido de crítica, continuaba Santucho: “La corrientepopular más importante gravemente infectada con la enfermedad popu-lista, es Montoneros. Su heroica trayectoria de lucha antidictatorial se havisto empañada por la confianza en el peronismo burgués y burocrático,que ha causado grave daño al desarrollo de las fuerzas progresistas y revo-lucionarias en nuestra patria”. Evidentemente, para el PRT populismo eraigual a peronismo y, al menos en este apartado, no parece reconocerleninguna virtud. La visión del populismo de Santucho era simplificada, nodejando ningún espacio para los rasgos progresistas que tuvo en muchospaíses latinoamericanos. Pero no debemos sacar fuera de contexto susafirmaciones ya que en 1974/75 la inclinación hacia la derecha del gobier-no peronista era un hecho y el PRT, parado en sus predicciones de 1973,podía criticar a Montoneros con cierta autoridad.

Otro frente de combate teórico del PRT lo constituyó el PartidoComunista, “la organización popular más atacada por la enfermedadreformista, roído por ella, desde muchos años atrás, fue inconsecuen-te y timorato en el período de la lucha antidictatorial, y aunque noadoptó una actitud negativa en los primeros meses del gobierno pero-nista, abriéndose a un acercamiento con las fuerzas revolucionarias, apartir del 12 de junio, cayó en la capitulación total volcando todo su

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peso en apoyo del ala Gelbard del gobierno y dando la espalda simétrica-mente a las fuerzas revolucionarias y a la lucha popular en general”.13

Pero además, según Santucho, el PC adolecía de la “enfermedad delpacifismo”. “El temor a la justa violencia revolucionaria, la desconfianzaen la potencialidad y capacidad de la lucha de masas, la capitulación antelos líderes burgueses, el cretinismo parlamentario, son las formas demanifestación de la perniciosa enfermedad del reformismo que caracteri-za en general la actividad del Partido Comunista, y la política de su direc-ción, que los lleva en determinados momentos a atacar a las fuerzas yactividades revolucionarias sumándose al coro contrarrevolucionario de laburguesía. En la ineludible lucha ideológica contra el cáncer del reformis-mo, que afecta al Partido Comunista, no debemos olvidar en ningúnmomento que todos nuestros esfuerzos deben estar orientados a acercara estos compañeros a las filas revolucionarias”.14

Poco después del 11 de marzo y del triunfo de Cámpora, el PRT balan-ceó su posición en los siguientes términos: “Al evaluarse la posición voto-blanquista, se vio que no es consistente, en cuanto no hay sectoresamplios de las masas que se orienten en esa posición, por lo que no lograconstituirse en una opción clara para instrumentar el repudio a la farsaelectoral al propio tiempo que como no ofrece envergadura, masividad,resulta sumamente peligroso en cuanto puede dar la falsa impresión deque las fuerzas revolucionarias y anti-acuerdistas son muy minoritarias yque amplios sectores prefieren el parlamentarismo. Estas condiciones lle-varon al Comité Central a decidir la abstención, como posición delPartido, complementada con el lanzamiento por el ERP de un volantedenunciando la farsa electoral y que puede ser colocado en el sobre comovoto. El Comité Central hace la salvedad y reconoce que la posición deabstención adoptada no es la más correcta, sino la opción a que la orga-nización se vio obligada por el déficit en el trabajo legal que impidió selograra la activa línea intervencionista que hubiera sido más eficientepara dificultar las maniobras del enemigo y lograr el máximo aprovecha-miento de los resquicios legales”.15 Está claro que los perretistas conside-

13. Santucho, op. cit. pág. 32.14. Ídem, pág. 31-32.15. El Combatiente Nº 76, “Resoluciones del Comité Central del PRT”, segunda quince-na de marzo de 1973

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raron como déficit su rol en el proceso electoral, pero también puedeverse que la imposibilidad de presentar formulas propias no se debió sóloa la incapacidad de asumir con fuerza el trabajo legal, sino a la incapaci-dad de encontrar socios de peso dispuestos a construir esa alternativa. Lasiguiente coyuntura electoral, con el proceso de ofensiva contra laizquierda peronista en pleno desarrollo, tampoco pudo ser encarado porel PRT con fórmula propia. Incluso aquellos que suscribían a los análisis delPRT, no se atrevían a enfrentar en las urnas a Perón. El prestigio del líderen las masas estaba intacto.

Luego el PRT fundamentaba teóricamente su posición frente a las crí-ticas (clásicas) de la izquierda tradicional: “El Comité Central reivindicafinalmente la posición adoptada como marxista-leninista, en cuanto seadecua a la situación concreta, pues si bien las enseñanzas bolcheviquesindican que ante un proceso electoral sólo caben las tácticas de boicotactivo o participación, ello debe entenderse como las herramientas tácti-cas a esgrimir para convertir la elección burguesa en un pilar más de unaestrategia de poder revolucionaria. Más, cuando no se han logrado comoen este caso tales herramientas, lo que hace imposible una táctica correc-ta que se compagine con la estrategia de poder, es legítima la adopciónde una línea abstencionista y propagandista como la nuestra, aferrada alas concepciones estratégicas y reconocedoras de los déficits y errorestácticos cometidos. Intervenir siempre y por principio en toda elecciónpara ‘no perder el voto’ o ‘apoyar el mal menor’, son puntos de vistaoportunistas, ajenos al marxismo-leninismo”.16

El debate ideológico con los revolucionarios peronistas y la izquierdatradicional comunista debía apuntar hacia una perspectiva de unidad yacción común, antiimperialista y por el socialismo; en esa perspectivamantuvieron contactos con el PC -hasta el golpe, cuando la dirección delPC caracterizó a la fracción de Videla como democrática-, y con los mon-toneros, con quienes conversaban para la unidad de las organizacionesarmadas.

Pero como la meta del PRT era la revolución socialista conducida por laclase obrera, no podía ver en la democracia burguesa reinstalada, en elministro Gelbard (representante de la burguesía nacional) y en su pacto

16. Ídem

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social un paso en el camino revolucionario, siguiendo las tesis de MilciadesPeña de «unidad aunque no identidad» entre las diferentes fracciones dela burguesía argentina y su consecuente falta de nacionalismo. En estesentido el PRT consideraba, fiel a al teoría de la revolución permanente,que las tareas democráticas, antiimperialistas y socialistas no son partede dos etapas diferentes de la revolución sino que se desarrollaban inme-diata y conjuntamente, superando las tareas socialistas a las democráti-cas en el marco de la agudización de la lucha de clases durante el proce-so revolucionario. Para el PRT tampoco cabía una distinción radical entreburguesía nacional y extranjera, ni de éstas con la oligarquía terratenien-te. En este sentido, en Poder Burgués. Poder Revolucionario Santuchocalificó categóricamente como enemigos a las diferentes fracciones bur-guesas: “Es sabido que en el gobierno se turnan ciertos políticos y ciertosmilitares, ligados todos de una u otra manera a las grandes empresas, ala oligarquía terrateniente y al imperialismo y ellos mismos grandesempresarios y oligarcas proimperialistas; Frigerio, Alsogaray, KriegerVasena, Salimei, Lanusse, Gelbard”.17

José Ber Gelbard, un empresario presidente de la ConfederaciónGeneral Económica (CGE), fue el hombre que Perón impuso a Cámpora enel ministerio de Economía para llevar adelante su proyecto (el otro fue elministerio de Bienestar Social entregado a López Rega). La herramientade política socioeconómica que Perón y Gelbard planteaban era el “pactosocial”, o sea, una tregua entre trabajadores y empresarios que fueramodelando una lenta recuperación del salario y que paralelamente mejo-rara la productividad de las empresas con estabilidad de precios. Ésta erala antítesis de la postura del PRT y tampoco fue vista con beneplácito porMontoneros, aunque esta organización realizó una crítica más moderada18

17. Santucho, Mario, op. cit., pag. 14.18. Montoneros aceptaba la posibilidad de un pacto social que impusiera un equi-librio dentro del 50 y 50 tradicional del peronismo, al menos para la etapa inicialdel proceso, y desde este planteo expresaba sus críticas. Pensaban que un pactosocial podía llegar a ser progresista si un gobierno popular lo usaba para ganartiempo, acumular fuerzas, desarrollar el país y fortalecer en espacio de los traba-jadores en la economía. En realidad (y esto es materia de diferente valoración porparte de los ex militantes de la organización) la política sindical de Montoneros,posicionado junto a la vanguardia obrera, presionado por izquierda y enfrentadoa la burocracia sindical peronista, le imponía en la práctica enfrentar el pacto. Es-

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en su política de no exteriorizar sus diferencias cada vez más notorias conPerón, y de sostener un perspectiva de alianza con fracciones de la bur-guesía en el marco de su idea de lo que debía ser una transición. La polí-tica del pacto social necesitaba para su éxito un conjunto de factoresexternos a ella difícilmente manejables por Perón. Por un lado, dependíadel control que la burocracia sindical tuviera sobre sus bases, muy movi-lizadas en los años previos, y de una recuperación real del salario que lagarantizara en el corto plazo; segundo, requería que los empresariosmoderaran sus ganancias en beneficio de un crecimiento futuro de nuevosmercados (lo cierto es que ellos ya habían generado un “colchón de pre-cios” para aguantar el congelamiento impuesto por el pacto); y tercero,y determinante, dependía de factores externos como el valor de lasexportaciones agropecuarias y el mantenimiento de los precios de lasimportaciones de los insumos industriales, cosa que no sucedió a raíz dela crisis mundial del 73, que destruyó los términos de intercambio quepreveía Gelbard haciendo estallar el congelamiento ya muy golpeado porla presión de las luchas obreras.

Las diferencias de Montoneros con Gelbard eran en parte zanjables.“La M” consideraba a la burguesía nacional como una posible aliada en elproceso de liberación nacional. Aunque concebían a la burguesía en un rolsubordinado tal, como planteaban en sus documentos con fuerza crecien-te a medida que el año 74 transcurría: “La OPM denuncia esta política (ladel pacto social) como incorrecta e ineficaz, e impulsa (la) lucha de lostrabajadores, aunque con limitaciones (...) para mantener la lucha inter-na dentro del movimiento peronista, priorizamos las tareas territoriales yla lucha de aparato”,19 escribía para sus militantes en 1976. Pero tuvo quesoportar, mientras tanto, que el PRT la denunciara como cómplice delgobierno. En efecto, en los conflictos gremiales desatados en Córdobadurante la gobernación de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, la JTP

to llevó a la organización a pasar un periodo de contradicciones entre la presiónde las bases radicalizadas del movimiento obrero, y en muchos casos de los mili-tantes de la JTP, con la línea de no chocar abiertamente con un gobierno queseguían proclamando suyo. Además, toda la política económica diseñada porGelbar dependía de una situación económica internacional que pronto se hizo des-favorable.19. Ver Manual..., op. cit.

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tuvo una posición vacilante: por un lado debían respetar el pacto social(aunque fuera formalmente); por otro, la movilización de las bases obre-ras más combativas (que en Córdoba eran muchas) imponía un ritmo delucha que llevaba a la ruptura del pacto social. Esta situación de equili-bristas mantenida durante unos meses, le dificultó la relación con los sec-tores más duros de la clase obrera. Dos años después desarrolló una auto-crítica respecto a sus concepciones previas y expresó claramente que laalianza con la burguesía nacional había sido vista, erróneamente, comouna posibilidad en el 73 (tal como se expresa en la “Charla...”). En elmismo sentido Perdía sostiene que en el 73 se concebía un frente de cla-ses. Además, conviene aclarar, como miembro del Partido ComunistaGelbard era visto como un interlocutor viable.

De este modo, a diferencia del PRT-ERP, Montoneros tuvo en principiouna valoración altamente optimista de las posibilidades abiertas el 25 demayo. Fue parte del gobierno y declaró públicamente el cese de sus ope-raciones armadas. Consideraba que se había iniciado un proceso de libe-ración nacional y consecuentemente, a medida que se agudizaran las con-tradicciones, sin duda Perón, los trabajadores y su vanguardia,Montoneros, se impondrían a la gran burguesía, la burocracia sindical y lareacción interna, captando en esta lucha a sectores de la burguesía nacio-nal, de las fuerzas armadas y de la clase media. Este razonamiento nopodía ser sostenido sin su premisa política básica: que Perón era revolu-cionario y quería algún tipo de socialismo.20 Pero este optimismo durópoco tiempo. Y hacia fines del 73 su caracterización era opuesta, califi-cando su posición optimista anterior como “pensamiento mágico”. En la“Charla a los frentes” se autocriticaron duramente: “Este pensamiento

20. Para Gillespie todas las premisas montoneras para la etapa – “Perón era revo-lucionario, la burocracia peronista aceptaría el liderazgo obrero radicalizado y elfrente de liberación nacional se constituiría con importantes sectores de la bur-guesía” – eran falsas, y la última, la más importante y estratégica por ser viableen otros países en la misma época y basarse en la percepción del modelo distribu-cionista del peronismo en los 40, era imposible en las condiciones imperantes en1973. En este sentido los presupuestos teóricos del PRT parecen ser mas acerta-das si el objetivo era la construcción del socialismo. “La incapacidad del peronis-mo de emprender conjuntamente (...) tareas de desarrollo nacional y redistribuirradicalmente la renta nacional, fue algo que los alternativistas (...) comprendie-ron mejor que los movimientistas (Montoneros)”, Soldados de Perón, op. cit. Pág163-164.

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mágico lo podemos caracterizar como una especie de infantilismo políti-co, es decir, un pensamiento maduro que produce a su vez, picos de nues-tra reacción, picos de exitismo y de derrotismo”.21

Montoneros consideraba que el peronismo debía ser la expresión argen-tina de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, o sea,concebía al peronismo como un movimiento antiimperialista de transiciónal socialismo (aunque es ambiguo si lo concebía “naturalmente” como unMLN o si consideraba necesaria y posible su transformación en uno deellos; su posición al respecto oscila con el paso del tiempo y según el exmiembro de la organización que hable sobre el tema). En 1973 - 1974 laOPM definía su rol en el tablero político argentino: Perón era el líder delmovimiento nacional, el cual incluía a diferentes clases y actores; la claseobrera, que era peronista, tenía a la OPM como su vanguardia y formabaparte del movimiento nacional siendo la totalidad de la base de éste. A suvez, debía ser la conducción del frente de liberación nacional a construir,el cual era una herramienta política de la revolución, mientras que Perónera el líder del movimiento. O sea, el movimiento nacional era paraMontoneros una expresión argentina del desarrollo de la conciencia obre-ra y Perón (con sus limitaciones) era la expresión de ella. Es visible queentre los montoneros (que pretendían ser la vanguardia de la clase obre-ra y líderes del MLN) y Perón como líder efectivo del movimiento peronis-ta, la contradicción era inevitable.22

Montoneros aceptaba la colaboración de la burguesía nacional en 1973(aunque aspiraba a que el movimiento fuera conducido por la clase obre-ra), pero para 1975 ya habían reformulado radicalmente su pensamientoal calor de la profunda agudización de la lucha de clases. “La crisis de laburguesía nacional es otro elemento que viene a sumarse (a la crisis ter-minal del capitalismo dependiente argentino) y es producto del necesarioavance monopólico que se viene realizando desde el 52. Si bien Perónintentó salvarla con la fuerza de su apoyo político (pacto social deGelbard), condiciones estructurales encuadran a la burguesía nacionalcomo furgón de cola de los monopolios luego de la derrota del ministro

21. Ver “Charla...”, op. cit. Pág. 259. 22. Ellos mismo así lo ven hacia fines de 1973. La ruptura se considerada inminen-te pero no resulta claro cómo pensaban superarla.

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pactista”.23 Es visible, entonces, cómo sus definiciones fueron dejando delado muchas de las ambigüedades de su etapa fundacional, expresando uncambio en la caracterización misma de la estructura económica argenti-na. Su separación del peronismo fue determinante en este proceso, yaque no necesitaban mantener las formas discursivas hacia Perón y el restodel movimiento.

La izquierda peronista en general continuó durante 1973 y 1974 suman-do simpatizantes y desarrollando trabajos en los diferentes “frentes demasas”. En el 73 Montoneros lanzó la Juventud Universitaria Peronista(JUP) y logró la adhesión mayoritaria de la universidad; la JuventudTrabajadora Peronista (JTP)), con la cual se lanzó a disputar fábricas y sin-dicatos a la burocracia (aunque tuvo menor éxito, logró una importanteadhesión en el Gran Buenos Aires); el Movimiento Villero Peronista (MVP),que organizó la mayoría de las villas miseria; y una serie de organizacio-nes para otros frentes específicos de desigual éxito (Ligas Agrarias, muje-res, inquilinos, discapacitados, etc.). El crecimiento de Montoneros fuemuy grande, transformándose en una organización de masas (según ellosmismos consideraban, podían movilizar entre 200 y 250 mil personas24). Eneste sentido impulsó una política mucho más amplia que la de una orga-nización clasista, desarrollando políticas propias en diferentes frentes sinabandonar las reivindicaciones específicas. O sea, los montoneros des-arrollaron en éste período (73/74) una política de organización popular ensentido amplio, diferenciada de una política clasista o militarista.

Éste es un tema importante si se lo relaciona con la cuestión de la inser-ción territorial y el poder local que tratamos en las páginas anteriores.Sólo una política de inserción territorial ampliamente “popular” puede serla base del desarrollo de un “poder local”, aun cuando el barrio en cues-tión sea predominantemente obrero. En los barrios de la ciudad de BuenosAires (incluso en los 70) la caracterización de clase era compleja. Se tratade sociedades “densas” con variadas fracciones de trabajadores, margi-nados, comerciantes y “pequeñoburgueses” con indudables contradiccio-

23. Ver “Fundamentos del plan de acción. Boletín interno N° 2” en Manual de instruc-ción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, pag 129-134.24. Las movilizaciones que “la M” podía convocar a través de sus frentes eran impre-sionantes para cualquier época; en horas podían reunir decenas de miles de militantesen la ciudad de Buenos Aires.

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nes entre sí, pero sobredeterminadas por la contradicción principal queimplica la explotación y el empobrecimiento del barrio popular en su con-junto. El tipo de desarrollo alcanzado por Montoneros en 1974 se acerca-ba más a una estrategia de “doble poder”, como la planteada porSantucho para la misma época, que a una táctica para el asalto al poderen el corto plazo; pero en 1975 Montoneros fue sacrificando este desarro-llo capilar en aras de la construcción del ejército.

De esta forma se impulsa la construcción de un partido marxista leni-nista clásico. Asumían que esta decisión les implicaba un enorme sacrifi-cio en los frentes de masas, pero consideraban que esta herramienta devanguardia les permitiría estratégicamente la victoria. Si bien «la M»nunca llegó a ser un partido marxista leninista aumentó mucho su homo-geneidad , disciplina y fluidez de mando. Quizás la respuesta dada porFirmenich a un periodista extranjero de cuenta mejor de la idea queimperaba en la organización. Ante la requisitoria sobre los miles de muer-tos montoneros, el jefe de la organización respondió con una preguntaretórica ¿Cuántas masas ganamos?

El PRT también aprovechó la nueva coyuntura de legalidad abierta conCámpora (mucho más corta que para Montoneros) y el posterior giro dere-chista, para desarrollar su inserción en los frentes de masas. Más allá deque no despreciaba la universidad ni los barrios, el PRT –como organiza-ción que pretendía ser específicamente proletaria– puso sus esfuerzos enla clase obrera, específicamente en las grandes fábricas, donde tuvoimportante recepción, sobre todo en los centros industriales que veníande un largo proceso de radicalización y menos tolerancia para con elgobierno. Su paulatino deterioro y el avance de la derecha permitieron alPRT aparecer como una opción en los lugares donde la clase obrera esta-ba más desvinculada de la tradición sindical peronista. De Santis relatamuy gráficamente esta historia en su paso por la lucha sindical enPropulsora Siderúrgica de La Plata. Allí el PRT compartía la dirección dela comisión interna con la JTP el PC y el PB, y De Santis llego a ser eljefe.25

El partido impulsó el Movimiento Sindical de Base (MSB), que se inser-tó en Córdoba, Tucumán, La Plata y en el cordón industrial que baja desdeRosario, articulando la oposición clasista y frontal al sindicalismo peronis-

25. De Santis, Daniel, Entre perros y tupas, Buenos Aires, Razón y Revolución, 2006.

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ta y al pacto social impulsado tanto por el gobierno de Cámpora como porel de Perón, desarrollándose exponencialmente desde 1973 hasta lasmovilizaciones de julio de 1975, cuando llegó a su apogeo.26 El MSB fue laexperiencia de masas de más éxito del PRT; en julio del 74 reunió cincomil trabajadores en representación de 120 agrupaciones en su segundocongreso y fue determinante en el movimiento obrero cordobés. Para elhistoriador Juan Carlos Torre, sin embargo, a lo largo de la segunda mitadde 1974 tanto la izquierda clasista como la peronista sufrieron un retro-ceso en el terreno sindical y la burocracia avanzó con el apoyo de laspatronales, el Estado y la represión, recuperando a través de intervencio-nes, despidos y violencia las estructuras de las que había sido desplazada.Quizá requiera un estudio más detallado determinar la real influencia delos trabajadores agrupados en el MSB: si seguían siendo delegados, si con-servaban su trabajo, si tenían trabajo de superficie en las fábricas y cuálera el grado de predicamento sobre el resto de sus compañeros; lo mismodebemos tener en cuenta para la JTP y para lo poco estudiado de la pre-sencia sindical de la izquierda peronista.

Un caso paradigmático fue la intervención a la seccional VillaConstitución de la UOM en 1975. Villa Constitución y toda la zona indus-trial que va desde Rosario hasta el norte del Gran Buenos Aires contabacon un sindicalismo combativo con presencia mayoritaria de la izquierdaen sus diferentes variantes. Pero en el mes de Marzo de 1975 una colum-na de más de un kilómetro de camiones y automóviles cargados de hom-bres armados del sindicalismo, las AAA, policías federales y provincialescon el aval explícito de la UOM nacional el apoyo del gobierno y la UCRhizo efectiva la intervención de la seccional. Se puso en funcionamientoun campo de detención clandestino, se detuvieron cientos de activistas yse desaparecieron a 20 de ellos. Los trabajadores fueron calificados desubversivos y sus actividades de “guerrilla fabril” según Ricardo Balbín. Esde destacar que en esa zona se concentraban importantes plantas fabri-les, de industria pesada y con productos de alto valor agregado y tecno-logía de punta. La Villa vivió una situación casi de guerra, con el agravan-te de que las fuerzas estatales y paraestatales que operaron durante esasjornadas lo hicieron con total libertad y sin las limitaciones que hubieraimpuesto la legalidad.

26. Pozzi, Pablo, op. cit. 363-365.

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Los trabajadores fueron derrotados pese a su dura resistencia. Más alláde la postura de Torre, que habla de un deterioro continuo de la repre-sentatividad de la izquierda en el movimiento obrero desde la asuncióndel peronismo, es un dato importante que por debajo de las estructurasla movilización combativa continuó y se expresó en junio y julio de 1975en las Coordinadoras de Base y en las movilizaciones contra el Rodrigazoque dieron por tierra con el primer intento de ajuste neoliberal y logra-ron la expulsión de López Rega (que además, estaba en contradicción conla burocracia capitaneada por Lorenzo Miguel que consiguió reposicionar-se en el gobierno luego de estas luchas). Por otro lado, a nivel político, elPRT impulsó el FAS, que fue “una experiencia fundamental para el PRT-ERP puesto que logró reunir una cantidad de grupos dispersos sobre labase de un claro programa antiimperialista y socialista”,27 pero que nologró madurar en una instancia unitaria que superara el sostén que le dabael PRT, girando exclusivamente en torno a éste.

Armando Jaime, referente nacional del FAS, relata las dificultades quehubo en la construcción de este frente. En general, Jaime considera queel PRT era irrespetuoso con las demás fuerzas y que tenía una actitudhegemonista. Por ejemplo: el FAS resolvió que los dirigentes nacionalespúblicos no debían arriesgarse en operaciones militares para no compro-meter directamente el trabajo político y en la primera operación quehace el PRT después de esta definición cayó detenido un miembro de lamesa del FAS.28 Otro ejemplo que nos cuenta el ex dirigente del FAS remi-te al asalto al cuartel de Azul; Jaime menciona la existencia de una cam-paña, que incluía a los diputados de la JP, destinada a frenar el avance delas leyes represivas, pero el ERP intentó la toma de ese cuartel inmedia-

27. Pozzi, Pablo, op. cit., pág 355. En el FAS convergían grupos de izquierda mar-xista y peronista. Además del PRT participaron en diferentes etapas de su existen-cia: el Frente Revolucionario Peronista (FRP), la Organización Comunista PoderObrero (OCPO), el cura Miguel Ramondetti del Movimiento de Sacerdotes para elTercer Mundo, Agustín Tosco, entre otros. Luego se sumó: Acción RevolucionariaPeronista (ARP) de Alicia Eguren y Ortega Peña (como orador invitado). CuandoPozzi estudia la presencia de la izquierda y el marxismo no considera pertinenteincluir a las corrientes peronistas de izquierda.28. Ejemplos similares existieron también en la relación entre Montoneros y elPartido Auténtico.

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tamente antes de la entrevista de los diputados montoneros con Perón,eso reforzó los argumentos del General y desarmó a los diputados. Las cri-sis del FAS fueron permanentes, tanto con las fuerzas peronistas como conlas de izquierda, como Poder Obrero (OCPO29).

Entre el 25 de mayo y el 13 de julio de 1973, y con la caída de Cámpora,el PRT comenzó a verificar sus tesis sobre la naturaleza del gobierno pero-nista que se resumían en el documento de ese año. Allí planteaba: “La ins-tauración del gobierno parlamentario Cámpora-Solano Lima alentará lalucha de las masas por sus reivindicaciones inmediatas”, pero “dichogobierno con colaboración de la burocracia sindical intentará detener esasmovilizaciones (...) hacia la conciliación del capital y el trabajo”. Segúneste documento, escrito en plena euforia popular previa al 25 de mayo, sibien en el gobierno iba a haber sectores revolucionarios éstos serían mino-ritarios. La alianza que acababa de acceder al gobierno era hegemónica-mente burguesa, y como tal se comportaría.30

Según Pozzi, “el PRT-ERP vio con suma preocupación la ofensiva de laderecha peronista y el cercenamiento de los espacios democrático bur-gueses”. A pesar de ello sólo hizo una diferencia de grado entre las suce-sivas etapas del gobierno peronista: el peronismo era un partido burguésmás allá de las expectativas populares, y la burguesía nada podía ofrecera los trabajadores en la actual etapa de concentración del capital, enton-

29. La pelea con la OCPO se debía a que el PRT consideraba que el FAS era un fren-te de liberación nacional y que debía (en teoría) tener amplitud de consignas,mientras que la OCPO sostenía que el frente debía ser claramente clasista. En estesentido podemos rastrear las definiciones del frente a lo largo de los tres congre-sos que realizó. En el segundo, en Chaco, el esfuerzo de Poder Obrero por impo-ner sus planteos rindió sus frutos y las definiciones se fueron más hacia la izquier-da. En el tercer congreso, en Rosario, el PRT desinformó a OCPO e impuso un pro-grama de liberación nacional (en el sentido clasista del PRT). Armando Jaime,entrevista con el autor, 5 de mayo de 2005. Por otra parte, se sabe de una reuniónde Santucho con Raimundo Villaflor, dirigente del Peronismo de Base. En estaoportunidad el PRT intentó acercar al PB al FAS, cuyos planteos en general eranbastante aproximados, pero en un momento Villaflor puso como condición de laintegración del PB al frente que las operaciones militares fueran discutidas pre-viamente. Santucho se mostró intransigente respecto a discutir lo militar. En eltercer congreso del FAS participaron Ortega Peña, director de la revista Militancia,y Alicia Eguren, dirigente de Acción Revolucionaria Peronista (ARP).30. De Santis, Daniel, op. cit., pág. 102.154 GUILLERMO CAVIASCA

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ces no había una diferencia de fondo entre Cámpora, Lastiri, Perón eIsabel. El camino hacia el desbarranque represivo y la imposibilidad de uncapitalismo con justicia social eran, para el PRT, parte de las premisas ide-ológicas con las que encaró el análisis del proceso desatado desde la aper-tura electoral: el frente constituido por el peronismo era burgués porqueel peronismo era burgués, lo demás era ilusión pequeñoburguesa o desvia-cionismo populista. Obviamente, la caracterización de Montoneros no eraésa, y por lo tanto diferenció las distintas etapas del período 73-76: sesentía parte del poder con Cámpora y consideraba que su gobierno habíaabierto un espacio de disputa cuya resolución no estaba definida desde elprincipio; pero igualmente tuvo serios problemas. Primero, se vio obliga-do a encarar los desafíos que implicaba su definición como organizaciónrevolucionaria con objetivos propios más allá del peronismo tradicional.Así lo planteó en 1976: “El esfuerzo por construir una sola organización ypor mantener diferenciado y autónomo el proyecto revolucionario, losintereses de la clase obrera, dentro del proceso de masas del movimien-to peronista, luchando por alcanzar su conducción, representa en estaetapa el principio de la lucha contra las concepciones oportunistas dederecha que pugnan por disolver el proyecto revolucionario en nombre dela subordinación al líder y de la preservación de 'la unidad del movimien-to'”. Ésta era la visión de Montoneros cuando ya había dado por termina-da su pelea por la conducción del peronismo formal e intentaba consti-tuirse como movimiento de masas heredero y superador del peronismo (elmovimiento montonero).31

Pero en el 73 este problema recién comenzaba a ser visto por “la M”;si era una “formación especial”32 (como las denominaba Perón, con gransutileza) sus objetivos ya se habían cumplido con ayudar a la crisis delrégimen militar que había permitido la vuelta del peronismo al gobierno.Decía ya en noviembre del 73: “Nosotros pensamos hoy que Perón nos

31. Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op. cit.,pág. 72.32. Toda la concepción de Perón acerca de la violencia política, a lo largo de los 18 añosde proscripción, merece un estudio especial. En ella se fundaron numerosos equívocosde los revolucionarios de la época acerca del cariz que tomaría el gobierno de Perónluego de su retorno. Creemos que Perón colaboró bastante en esos equívocos, ya que

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denominó formaciones especiales porque dentro de su proyecto ideológi-co-político no cabe la noción de vanguardia (...) Éramos una especie debrazo armado del peronismo (...), una formación especial es algo queexiste para un momento especial”. Una formación especial funciona adhoc en circunstancias especiales, y para Perón su proscripción era una deesas circunstancias; pero el General tenía bien en claro los riesgos quepara su estilo de conducción implicaba una organización armada que seautonomizara de él, que sostuviera su prestigio en las masas con basespropias y que, además, tuviera otra ideología. En pocas palabras, Perónno estaba dispuesto a aceptar compañeros en la conducción, ni a discutirla ideología del movimiento, sólo aceptaba subordinados.33 Pero ademásde la personalidad del líder y del estilo de conducción (típico para movi-mientos populares como el peronista), la concepción política de Perón seencuadra perfectamente dentro de las ideas modernas del Estado: mono-polio de la fuerza interna y externa y la concepción del Estado como rea-lización superior de una comunidad orgánica de individuos libres en armó-nica evolución.34

Entonces, para Perón, Montoneros debía desarmarse y funcionar comouna agrupación más del movimiento por él conducido. La alternativa (ele-gida por «la M) era definirse como vanguardia para la conducción del pero-nismo, transformándolo, como ya señalamos, en un movimiento de libe-ración nacional.35 “Esa confusión –sostenía ‘la M’ en noviembre de 1973,

sus cartas y posiciones públicas entre 1970 y 1973 (y muchos de sus dichos desdeel 55) además de avalar la lucha armada en todas sus formas permitían pensar(sobre todos a los recién llegados al peronismo) que Perón no combatiría a los sec-tores de izquierda.33. Es significativa una anécdota en la Secretaría de Trabajo, cuando la estrellade Perón ascendía pero aún no era el líder. El entonces coronel fue a dar un dis-curso ante un conjunto de personas y el ya conocido Arturo Jauretche se colocó asu lado, en el mismo nivel. En ese momento Perón le señaló: “Don Arturo, un esca-lón mas abajo”. No es que el estilo de Perón se deba sólo a cuestiones de perso-nalidad, pero estas actitudes marcan claramente una concepción ideológica deconducción. Muchas de sus ideas pueden encontrarse en su libro Conducción polí-tica.34. Y sin dudas los diferentes movimientos populistas latinoamericanos moderni-zaron el Estado y las relaciones de este con la sociedad civil eliminando muchasforma oligárquicas enquistadas.35. Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero, op.cit., pág. 73.

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respecto a su rol después de la vuelta de Perón- existía en nosotros mis-mos (...), es lo que determina que a partir del 25 de mayo la confusiónacerca de la actividad que nos cabe, porque si somos formación especial y no vanguardia (...) teníamos que disolvernos (...) pero si no, hay quelograr la conducción del movimiento peronista para transformarlo en MLNtotal”.36 Estos desafíos tuvieron un fuerte impacto en la evolución ideoló-gica hacia la izquierda de Montoneros, ya que, además, se dieron parale-lamente al proceso de fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias(organización marxista) y a la ofensiva de la derecha. Ese proceso quepodemos delimitar entre el 11 de marzo de 1973 y el 1° de mayo de 1974,no se produjo sin que se dieran algunas escisiones basadas en el rechazoal marxismo como método de análisis y la opción por la ortodoxia haciaPerón (como fue el caso de la JP “Lealtad”), que los montoneros califica-ron a posteriori como “oportunismo de derecha”. Es necesario aclarar quela influencia de las concepciones marxistas y su acercamiento paulatino amodelos leninistas, en Montoneros no se debieron sólo (ni principalmen-te) a la fusión con FAR. Por un lado, como organización que pretendía unarevolución socialista, debía debatir sus posiciones con el resto de laizquierda, y esto sólo se podía hacer conociendo el marxismo, que era ellenguaje político ideológico común a todos los revolucionarios de laépoca. Además, el socialismo tal como lo concebían todos los revolucio-narios era el socialismo que tiene su origen en Marx. Por otro lado, esimportante tener en cuenta para no mensurar erróneamente la influenciade las FAR, que cuando la fusión se concretó muchos ex FAR se volvieron“más peronistas” y muchos montoneros originales terminaron siendo “másmarxistas”. El tema central a considerar es el grado de discusión que losdiferentes procesos de fusión y rupturas motivaron en el seno de la orga-nización y el saldo de éstos, en el marco de una agudización de la luchade clases que obligaba a las organizaciones de la época a definiciones per-manentes.

Es notorio que las dos principales organizaciones revolucionarias de laépoca no desarrollaron una formación de cuadros sistemática. Mucho másen Montoneros (donde muchos militantes solo se formaban a través de los

36. “Charla a los frentes”, en Baschetti, op. cit.

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documentos de la organización) que en el PRT (donde el conocimiento dealgunos textos del marxismo clásico era casi una obligación) se aprendíaen relación con las necesidades prácticas y la voluntad individual o delgrupo inmediato.37 Así, los principales materiales eran la prensa partida-ria, los documentos de la organización y algunos clásicos que se suponíadebían ser conocidos por los cuadros (que en el caso de la M incluía obrasde los autores del revisionismo histórico). El conocimiento del Marxismo(salvo contados casos) era utilitaria o manualística, acentuándose enMontoneros a causa de su marcado empirismo. Pero en general se estudia-ba para acomodar las ideas marxistas a las propias.

Para el PRT-ERP el devenir de los acontecimientos no escapaba a lo quepreveía, o sea que el paso de los diferentes gobernantes entre 1973 y 1976fue caracterizado como un proceso de derechización de un gobierno denaturaleza burguesa, que había que combatir luchando por preservar losespacios democráticos pero que estaba en la lógica del proceso históricodada la agudización de la lucha de clases y la naturaleza del PJ. Además,el ERP fue perseguido sistemáticamente, y prácticamente no dio tregua algobierno. Ya en septiembre de 1973 (luego de la caída de Cámpora y antesel enfrentamiento de Montoneros con Perón), atacó el Comando deSanidad del Ejército; hasta Monte Chingolo, en diciembre del 75, realizósiete ataques a guarniciones militares. En marzo de 1974, Santucho setrasladó personalmente al monte tucumano a dirigir el trabajo preliminarpara el establecimiento de una columna guerrillera. El objetivo del ERPera establecer una zona rural liberada como retaguardia de la lucha en lasciudades a la vez que terreno de construcción del ERP como ejército regu-lar. Dos meses después, el 30 de mayo, se produjo el primer combate. Lanecesidad de los perretistas de mantener y avanzar en una dinámica delucha armada era explícita; nunca dudaron de que el accionar armadopotenciaba y catalizaba la lucha de clases.

Los primeros ataques fueron muy criticados por Montoneros. El ataquea la guarnición de Azul, el 20 de enero de 1974, cuando el promontoneroOscar Bidegain38 era gobernador de Buenos Aires y la subjefatura de la

37. Mercedes de Pino, que provenía de las FAR zona norte, nos cuenta que en su gruporealizaban formación y lecturas de clásicos que iban desde Marx hasta Lidel Hardt,peroque no había ninguna directiva de formación específica ni programas sugeridos loque nos hace pensar que era absoluta voluntad de cada grupo38. En un principio, el PRT lo consideraba tan burgués como a Calabró.

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Policía de la Provincia estaba en manos del revolucionario Julio Troxler,fue usado como excusa para la destitución de Bidegain y su reemplazo porel vicegobernador derechista Victorio Calabró (alineado con LorenzoMiguel y ambos metalúrgicos). Pero sería un error ver la causa de la des-titución en el accionar del ERP. El proceso de desestabilización contra estegobernador era muy fuerte desde la masacre de Ezeiza, y todos los gober-nadores vinculados a la Tendencia Revolucionaria del peronismo fuerondestituidos por Perón sin que el ERP hubiera dado ninguna “excusa”. Loque pretendía el ERP estratégicamente era que la izquierda peronista sedefiniera claramente en contra del gobierno.

Para el caso del Comandante en jefe del Ejército Carcagno, puededecirse lo mismo que para los gobernadores. A pesar de representar dosproyectos diferentes Perón y la derecha militar coincidieron objetivamen-te en su alejamiento. Las posiciones heterodoxas de Carcagno no fuerontoleradas por sus camaradas de armas y su intento de juego propio lo dejósin el apoyo de Perón. Por razones distintas al ERP, en 1975 “la M” tam-bién se sumó a la guerra abierta contra el ejército -aunque en el marcode otra estrategia-, atacando el cuartel de Formosa.

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13. MILITARIZACIÓN DE LA LUCHA

El 6 de septiembre de 1974 (a un día del aniversario de la caída de AbalMedina y Ramus), Montoneros comunicó a la sociedad su pase a la clan-destinidad.1 Era la culminación de un proceso durante el cual se habíanagotado todos los espacios legales de trabajo; en realidad, era una victo-ria de la ofensiva de la derecha que los obligaba a replegarse y, paradóji-camente, usar la guerra como forma de expresión política principal en uncontexto en que multitudes de militantes y adherentes no los podíanseguir.

Según Perdía, “la organización nació como organización integral políti-co militar. Nunca abandonó ese carácter. La militarización, como hechonegativo, efectivamente se concreta con el pase a la clandestinidad, peroaunque se parezca esto no es lo mismo que militarizar los ámbitos”.2

Flaskamp, cuadro que rompió con la organización en 1975, relata el pro-ceso de ajuste organizativo sufrido durante el 74 y el peso de las tareasmilitares sobre el trabajo político: “A fines del 74 eso fue muy visible,daba la impresión de que no había tiempo para hacer otra cosa, estába-mos tan metidos en esa tarea (la militar) que no nos quedaba tiempo paraotra cosa. Es que la organización Montoneros era muy cuidadosa en la ope-ratividad, entonces cuando uno ve las acciones que hizo puede pensar“bueno tanto no operaron” pero cada acción era precedida por un traba-jo muy largo de estudiar todas las posibilidades, descartar otras, muchas veces se postergaba una operación para elegir un momento adecuado,

1. A modo de justificación se puede esgrimir que los asesinatos, la violencia sobre susmilitantes, la expulsión descarada de todos los espacios ganados democráticamente yla implementación de una política cada vez más de derecha, sumado a una alta con-fianza en la capacidad de la vanguardia armada de crear mejores condiciones, genera-ba un clima de ideas favorable para que el pase a la clandestinidad no pareciera unadecisión descabellada.2. Perdía, Roberto, op. cit.

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éramos muy meticulosos”.3 Y agrega que el proceso de ajuste organizati-vo durante 1974/1975 implicó la desproporción de militantes desde UBCaUBR y desde estas últimas hacia la periferia, en un camino que buscóaumentar la solidez, seguridad y homogeneidad en desmedro de la masi-vidad.

Desde el pase a la clandestinidad, los golpes montoneros siguieron sien-do militarmente eficaces, pero las condiciones de la lucha de masas secomplicaron, transformándose los militantes en objetivos de represaliapor parte de la derecha y el gobierno. Ante esta situación, “la M” respon-dió con mayores niveles de militarización de la organización (la fundacióndel Ejército Montonero como tarea principal y la incorporación de lamayor cantidad posible de militantes a tareas milicianas o militares4),para dar la lucha contra el ejército burgués. Hacia el 24 de marzo de 1976tenía organizados unos 5.000 cuadros entre oficiales y milicianos.

Pero, el problema lo constituye el hecho de que el camino de la guerrafue el elegido por el enemigo (o más bien los tiempos para transitarlo), esdecir: más lucha militar y menos lucha política, y esto teniendo en cuen-ta que para los revolucionarios peronistas (y también para el PRT) lo mili-tar era una parte de la lucha, muy importante y definitoria, pero lo polí-tico era lo fundamental. Si bien la violencia es necesaria e ineludible, esla política y la correlación de fuerzas a nivel de masas lo que permite eltriunfo y no –sólo o principalmente– la capacidad técnica. Una cualidadreconocida a Montoneros fue su gran calidad técnica. En este sentido,siempre se les reconoció esa calidad lograda gracias a la dedicación queprestaban a la preparación de cada una de las operaciones: en general lle-vaban meses de trabajo e implicaban la participación de muchos máscompañeros que los que efectivamente actuaban sobre el objetivo. Así, alponer el acento en lo militar como principal forma de expresión política,los militantes encuadrados terminaron dedicando prácticamente todo sutiempo a la preparación de operaciones o a tareas relacionadas con éstas.

Como señala Perdía, Montoneros siempre consideró que su lucha nodebía dejar de ser “integral” (la lucha armada era una faceta más de lalucha sindical, política, estudiantil, etc.). Pero una excesiva fe en la vali-dez de la teoría de la vanguardia armada, en su capacidad para cambiar

3. Flaskamp, Carlos, op. cit.4. Este proceso tendría su corolario en la “militarización de los ámbitos” de militantes

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el rumbo de la situación política y de generar con su accionar armado lasituación revolucionaria, los llevó a recostarse más y más en el plano mili-tar. “La única acumulación de poder válida es la de poder militar, en últi-ma instancia; es decir, es el poder decisorio para conquistar los poderespolítico y económico”,5 decían en la “Charla...”.

Ahora bien, la idea de que la lucha militar es central puede ser correc-ta de acuerdo a la etapa, pero resolver todos los planos de la lucha a tra-vés de las armas llevó a las organizaciones revolucionarias a la unilatera-lidad. Montoneros utilizó cada vez más la fuerza armada para hacerse visi-ble, resolver e incidir en los conflictos o eliminar burócratas. Pero, másallá de la simpatía que generaras esas acciones, lo cierto es que la luchade clases solo la puede ganar principalmente la lucha de la propia clase,y las organizaciones armadas fueron aisladas progresivamente de esta, nopor la consecuencia directa de sus acciones sino por creer que en el largoplazo la lucha se definía en el plano militar y apostar todo a ello; de estaforma se debilitaron las bases que le hubieran permitido una mejor sub-sistencia en una etapa de profundo reflujo. Una idea cortoplacista combi-nada con la unilateralidad militar colaboró con el no aprovechamiento porparte de los revolucionarios de sus indudables avances en el seno delmovimiento obrero durante el 75, como también la pérdida de su influen-cia territorial directa. No queremos decir con eso que la repercusión delas acciones armadas en el seno de los conflictos haya sido generalmentenegativa. Un balance de la repercusión éstas debería incluir no solo el sen-tir de los que se llama “opinión pública”; lo más probable es que la res-puesta haya ido variando según al desarrollo del conflicto, el momentopolítico y el acierto de la organización a la hora de golpear, como tambiénes factible que se haya dado gran publicidad a las muestras de repudio yque las de aprobación tuvieran más dificultades para ser vistas pública-mente.6 En concreto, en un lapso de tiempo relativamente breve, los

5. “Charla...”, op. cit. Pág. 279. Acá también podemos ver la idea del poder como una“cosa” objetivada, que es externa a uno y que se “toma” desde afuera a través de lasarmas.6. Carlos Flaskamp relata la resolución, a través de una operación militar, de un con-flicto sindical en Propulsora Siderúrgica de La Plata, donde la JTP tenía la conducción:cuando el conflicto se empantanó los montoneros secuestraron al gerente y se senta-ron directamente a negociar consiguiendo todas las reivindicaciones de los obreros.

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espacios de vinculación de los aparatos militares de las organizacionesarmadas (puestos en el centro de la construcción política) fueron perdien-do así la relación con la clase de la que debían ser parte.

En este sentido, es interesante valorar las posibilidades de una guerri-lla urbana de subsistir en las mismas condiciones que una guerrilla rural;en las ciudades, el Estado y sus instituciones cubren todos los resquicios:escuelas, comisarías, juzgados, medios de comunicación, etc. y tienenpresencia en cada manzana de cada barrio a través de las mismas institu-ciones populares, cosa que no sucede en la selva. Sólo cuando entra encrisis su capacidad de mantener la hegemonía puede formarse un espaciosocial donde la guerrilla sea un “pez en el agua”. En otras palabras: cuan-do las instituciones estatales son vistas como ajenas o incapaces de cana-

Esto implicó gran alegría de los trabajadores, que ya estaban agotados. Pero relativizala efectividad de esta victoria ya que poco tiempo después el referente de la JTP en lafábrica (cuya comisión interna estaba integrada por la JTP, el PRT, el PB y el PC), degran predicamento, abandonó el trabajo con una indemnización ofrecida por la empre-sa y la lista combativa se desarmó; luego de un nuevo ataque, la patronal derrotó a losobreros. La enseñanza que pareciera querer transmitir Flaskamp (que era el responsa-ble político de este delegado) a través de esta experiencia es que una conquista sindi-cal obtenida por el accionar externo de una organización armada no implica un mayornivel de conciencia ni de organización de la clase obrera. Aunque esto no debería impli-car la negación del apoyo externo a las luchas particulares, sobretodo teniendo encuenta la realidad de que las patronales, la justicia, la represión y el gobierno suelenestar unidos para aplastar las luchas parciales de los trabajadores. Daniel De Santis, queera miembro de la comisión interna de Propulsora y cuadro del PRT, da una visión dife-rente del conflicto. El no recuerda al dirigente de la JTP como una persona débil polí-ticamente y vincula su alejamiento de la fábrica a las persecuciones que a él mismo loobligaron posteriormente a seguir el mismo camino. Tampoco considera que los traba-jadores quedaran desarmados por el alejamiento del líder de la JTP en la fábrica. Elmismo llegaría a la conducción de la comisión interna y Propulsora continuaría en luchasiendo protagonista de las jornadas de resistencia al rodrigazo en junio julio de 1975.Quizás sea interesante tomar nota de estos dos balances opuestos. Flascampf es auto-crítico con la experiencia de la época y abandonó Montoneros en 1975. Mientras queDe Santis hace una reivindicación plena de la misma y siguió en el PRT hasta el final.Par conocer la experiencia de Propulsora puede leerse el artículo de De Santis en ellibro ya mencionado Entre tupas y perros.

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lizar las demandas populares, la guerrilla urbana puede subsistir y rege-nerarse, como en Palestina, Euskadi, Irlanda del Norte o Irak.7 Un detalleno menor es que las luchas contemporáneas mencionadas son guerras deliberación nacional contra fuerzas consideradas invasoras por la masa dela población o una fracción importante de ella, por lo tanto la legitima-ción de las acciones es más simple. Es importante tener en cuenta que unalucha de liberación nacional en el seno de una sociedad donde el enemi-go es una clase nacional que se alinea con los intereses del imperialismo,es más compleja que una guerra de liberación nacional contra un ejérci-to invasor; se puede pensar más dentro de la idea que expresa Gramscicomo “guerra de posiciones” en el sentido que se debe disputar a la clasedominante nacional el terreno en todos los planos y defender los territo-rios 8 conquistados con fuerzas que exceden lo militar, aunque no lo exclu-yen, en el camino de consolidar una construcción contrahegemónica. Laidea de “doble poder” de Santucho parecería más cercana a las posibili-dades de subsistencia de una guerrilla urbana, ya que proporcionaría, enteoría, una selva social, arrancando al Estado burgués y a la hegemoníade las clases dominantes, territorios y espacios sociales donde no fueraposible encontrar, aislar y destruir a la guerrilla. Actualmente en Colombialas fuerzas guerrilleras rurales ejercen un poder efectivo y su contrincan-te directo es la burguesía colombiana; los 40 años de conflicto armado conavances y retrocesos demuestran la capacidad de la guerrilla de ser expre-sión legítima de un sector importante de las masas populares.

El paso de la compañía de monte del ERP no fue militarmente desas-troso. La principal derrota del ERP fue su incursión a Catamarca. Por lodemás tuvo un digno papel frente a los cuatromil hombres que comanda-ba el general Antonio Bussi. El ERP se instaló en una región sin un campe-sinado numeroso, en Tucumán lo que existía era un numeroso proletaria-do rural (organizado en la FOTIA) azucarero (que el PRT conocía muy bien)semiurbano asentado en pequeños pueblos a lo largo de la ruta que cruza

7. Otro ejemplo lo constituyen las finalizadas guerras de liberación de Argelia yVietnam.8. Ya presentamos antes la idea gramsciana de “guerra de posiciones” (que se refierena una pelea en territorios geográficos, políticos, sociales, culturales, militares, etc.).También las ideas del italiano acerca del Estado como aparato burocrático militar máslas organizaciones de la sociedad civil que ayudan a la reproducción del sistema.

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la provincia. El ejército se instaló en la ruta aislando al ERP. Perdía insis-te en la combatividad del proletariado azucarero tucumano y afirma quelas políticas impulsadas por «la M» contaban con el apoyo de doscientosdelegados del gremio. En ese sentido podemos encuadrar el intento mon-tonero de crear una fuerza guerrillera que opera en la zona, no en lo pro-fundo del Monte, sino en la zona cañera «pegado a donde estaban los tra-bajadores», dice Perdía. Pero ese intento (encabezado por JulioAlzogaray) fue abortado en su etapa exploratoria. El PRT en cambio man-tuvo la compañía de monte hasta el final y esta desapareció sin ser defi-nitivamente derrotada por el ejército pero sin lograr vincularse a los tra-bajadores de la zona.

En 1975 el PRT consideraba: “La presente generalización de la gue-rra revolucionaria requiere entonces colocar en un mismo plano la acti-vidad urbana con el de la guerrilla rural”; y más adelante afirmaba:“ello es manifestación de la evolución de la lucha de clases que en sudesarrollo, se convierte en guerra civil abierta y a su vez reafirma laplena asunción por parte de los revolucionarios de la responsabilidadque esta situación genera”.

En teoría Santucho reconocía que las tareas del partido eran integra-les y que el “doble poder” se construía con un fuerte trabajo políticoque era previo o paralelo al militar. Pero en la práctica, la caracteriza-ción de la etapa como revolucionaria, la consideración de la lucha comopermanentemente ofensiva y la definición de la construcción de lafuerza armada propia como determinante para garantizar la ofensiva yla revolución, llevaron a poner todos los esfuerzos del partido en el sos-tenimiento de un ERP operativo y con capacidad de realizar demostra-ciones de fuerza en gran escala. Desde esta perspectiva puede verse,entre otras razones subsidiarias de esta (necesidad de armas, necesidadde frenar el golpe), el ataque a Monte Chingolo.

La práctica de ERP fue consecuente con las ideas guevaristas. Si aun-que las condiciones no estén dadas se debe contribuir a generarlasmediante la guerra de guerrillas que golpee al enemigo en su núcleomilitar y demuestre su vulnerabilidad, siendo la base de masas algo aconquistar en le proceso de lucha armada, Monte Chingolo no aparececomo una locura. Aún hoy muchos militantes del PRT ven a este ataquecomo una oportunidad perdida.

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En lo concreto, en este plano el PRT-ERP fue mucho más constante queMontoneros, ya que mantuvo una línea similar a lo largo de todo el perí-odo. Las variaciones de línea se debieron más a la capacidad (o falta deella) de desplegarse en la arena de la lucha de clases por cuestiones dedesarrollo o represión, que a cambios de línea. Si leemos los materialesdel IV° y V° Congreso veremos allí prefiguradas todas las políticas que des-arrollaron después.9 Por el contrario, Montoneros, que era una organiza-ción en formación, fue muy cambiante. De allí que el proceso de milita-rización fuera mucho más notable.

El ataque al cuartel de Monte Chingolo por parte del ERP fue la mayorapuesta militar de las guerrillas argentinas. Fue también, el mayor ataquerealizado en Latinoamérica contra una unidad militar por parte de fuer-zas irregulares hasta ese momento10 (descontando las fuerzas de Villa yZapata en los comienzos del siglo XX). Si bien no puede ser consideradocomo parte de un proceso de militarización del PRT-ERP, ya que esta orga-nización siempre intentó llevar acabo operaciones de este tipo, sí debeincluírselo como parte de la militarización general del enfrentamientopolítico que los revolucionarios aceptaron sin demasiadas dudas.

La planificación, el ataque y el balance que el PRT-ERP hizo del asaltoal cuartel de Monte Chingolo, define en gran parte la forma en que laorganización concebía los procesos políticos y de conciencia. En últimainstancia, no hubo errores sino una ligereza fatal en el manejo de la infor-mación sobre la posibilidad de que el ataque estuviera entregado y, por lotanto la posibilidad de que fuera exitoso, ya que la sorpresa es un factorindispensable en la estrategia guerrillera (es de destacar que la direccióndel PRT tenía conocimiento de una sumatoria de acontecimientos quehacían prever que las FFAA estuvieran al tanto del ataque). Plis Stembergen el libro Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentinarelata detalladamente la planificación y desarrollo de la operación. Suspáginas dejan una doble sensación, el alto valor, la disciplina y capacidad

9. Hasta los desviacionismos se repitieron en momentos críticos: la “desviación milita-rista” del 71, que llevó a priorizar el trabajo militar sobre el político, se repitió a par-tir de 1975 por las mismas causas.10. Para un estudio detallado del ataque a Monte Chingolo ver: Plis Strenberg, GustavoMonte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, Buenos Aires, Planeta, 2003.

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de combate de los miembros del ERP que con abrumadora inferioridad defuerzas lograron éxitos parciales en diferentes fases del ataque. Pero por otro lado, la infinidad de señales de que el ejército estaba sobre aviso,pareciera transmitir la idea de cierta vocación mesiánica más allá de lopolítico. Esto es criticado por muchos ex miembros del PRT que afirmanque no había mesianismo en la dirección y que el relato de Stemberg apesar de ser fácticamente correcto no es un balance autocrítico sinoexterno al pensar de lo que fue el PRT.

En general el ERP realizaba operaciones que requerían gran nivel deaudacia. De Santis relata, respecto de este punto que la doctrina militardel ERP se fundaba en ataques muy decididos y frontales contra objetivoscentrales de unidades militares que colapsan temerariamente al enemigo.Pero lo interesante es la convicción (que aún hoy persiste en varios exmiembros del PRT-ERP) de que el éxito del ataque habría contribuido afrenar el golpe y a garantizar una mejor subsistencia de la guerrilla enTucumán: “En cuanto a si fue correcto haber encarado (es decir votado supreparación) esta acción, el BP considera que sí, que expresa un enfoqueambicioso, audaz y determinado del accionar revolucionario que es patri-monio de nuestro partido y un factor característico y esencial en todafuerza verdaderamente revolucionaria”,11 decían dos días después de laderrota en las conclusiones del Buró Político. Continuando la misma argu-mentación, y luego de relatar una cantidad de adversidades que tuvieronque soportar los revolucionarios en diferentes experiencias, agregaban unbalance donde los puntos positivos superaban a los negativos: que MonteChingolo fue un éxito político, que extendió la capacidad nacional del ERP,que demostró el heroísmo y valor de los combatientes.12 De más está decirque es más fácil, a treinta años y con el resultado histórico conocido, con-siderar el optimismo del PRT-ERP un error fatal; pero, sin menospreciar elvalor de los compañeros que dieron la vida combatiendo a las fuerzas ene-migas, creemos que existían en ese momento elementos suficientes paraencarar una política que garantizara la subsistencia organizada de lasfuerzas revolucionarias y no dar un salto hacia delante que significara sudestrucción.

11. De Santis, Daniel, A vencer o morir, op. cit.12. Ver De Santis, op. cit., Pág. 504.

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Si aventuramos una explicación contrafactual, y evaluamos que el ata-que pudiera haber sido exitoso y se hubieran recuperado 20 toneladas de armamentos,13 como se proponía el ERP, ¿qué hubiesen hecho con loscañones? Seguramente guardarlos para una etapa posterior de la guerra,cuando ésta ya fuera de posiciones,14 y para defender zonas liberadas;quizá las ametralladoras antiaéreas hubieran sido más útiles para la gue-rrilla del monte, pero el problema de la guerrilla no fue sólo, ni principal-mente, la ausencia de armas; más aun, es probable que moviéndose enpequeñas unidades acosadas por el enemigo (como era la situación de laguerrilla en 1975), las ametralladoras antiaéreas fuesen una molestia y seperdieran. Es sabido que el desbalance material de las fuerzas guerrille-ras frente a las fuerzas de línea es siempre muy grande, y que su ventajala constituye la movilidad, la sorpresa y fundamentalmente el apoyo de lapoblación. Por lo tanto, no parece determinante en ese momento históri-co el tema de las armas: los montoneros tenían muchas más y una capa-cidad financiera inagotable y no por ello les fue mejor.

En este sentido la crítica montonera al ataque del ERP era correctadesde el plano militar: “Del planteo táctico del ERP se desprende la pre-tensión de reducir una unidad militar de gran envergadura, y para ellotomar virtualmente la Zona Sur del Gran Buenos Aires. Y además se deci-de la acción conociendo que el enemigo estaba alerta. Esta valoración, ensu conjunto, revela una incomprensión de la relación de fuerzas en unaetapa de defensiva estratégica. (...) Esta incomprensión de la etapa serevela en la valoración de las consecuencias. En una etapa de defensiva,es suicida arriesgar el conjunto de las fuerzas en una batalla decisiva.Debemos eludir “batallas decisivas” y multiplicar pequeños combates quedesgastan al enemigo pero preservan a nuestras fuerzas de una derrota deenvergadura”.15 Interesante planteo hecho de “ejército a ejército”, pero

13. El PRT esperaba recuperar: “900 FAL con 60.000 tiros, 100M-15 con 100.000 tiros,6 cañones antiaéreos automáticos de 20 mm. con 2.400 tiros, 15 cañones sin retro-ceso con 15 tiros. Italasas con sus proyectiles, 150 subametralladoras, etc.” DeSantis, op. cit., pág. 501. Boletín Interno Nº 982, 27 de diciembre del 75.14. Es sorprendente la convicción del PRT de que la guerra iría en una espiral ascen-dente y que en el corto plazo se produciría una guerra en regla. Tan convencidos esta-ban que preveían incluso acciones destinadas a resistir la invasión yanqui luego deltriunfo.15. Tomado de Plis Strenberg, op. cit. Pág. 378.

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ahí acababa la discusión dentro del plano militar. El planteo político paraque el conjunto de las masas populares pudieran enfrentar la ofensiva oli-gárquica brillaba por su ausencia.

Es cierto que para el ERP la carencia de logística fue un problema quese repitió varias veces, de hecho, el ataque a Monte Chingolo fue empren-dido con compañeros que portaban armas de puño y escopetas y sólohabía pocos FAL. En ese sentido, desde el punto de vista logístico, eraentendible la necesidad de pertrecharse urgentemente teniendo en cuen-ta que se preveía el golpe y se pensaba enfrentarlo con un mayor nivel deviolencia. De todas formas, el balance y la concepción de la operaciónmisma son cuestiones políticas. La violencia puede tener diferente ideo-logía, ser justa o injusta, pero sus consecuencias sobre la sociedad sondolorosas. El grado de necesidad o la centralidad de su utilización deberelacionarse no sólo con la necesidad teórica de la violencia popular orga-nizada, sino con su aceptación por el pueblo en concreto (o por la frac-ción del pueblo a la que los revolucionarios dirigen, en primera instancia,su trabajo político y que constituiría su base social). Puede haber accio-nes más o menos espectaculares, que insuman más o menos recursos, oque sean pensadas como articuladoras de toda la política (el ejércitocomo eje central de la construcción), o como apoyo y desgaste (la resis-tencia como eje central); pero lo importante es que después de la acciónel campo del pueblo sea más fuerte o el del enemigo más débil.

El ataque a ese cuartel fue respondido por el ejército con la ejecuciónde los rendidos y el terror y la muerte sobre la población de los barriosvecinos (acción para nada novedosa ya que generalmente las fuerzasrepresivas actúan así); pero a esto se sumó que la derrota –sin duda muygrande– fue manipulada por los medios de comunicación y la versión delos revolucionarios fue poco (o nada) conocida por las masas. Si los revo-lucionarios no tienen canales directos de llegada a las masas que preten-den encabezar y éstas sólo se informan de lo que sucede a través de losaparatos de difusión del enemigo, es difícil que un fuerza popular (arma-da o no) pueda obtener consenso. En una sociedad donde el enemigo llegatodos los días con su ideología al conjunto de la sociedad, mientras quelos revolucionarios sólo se comunican por sus acciones (y están mediadaspor los medios de comunicación de sus enemigos) es difícil romper con lahegemonía ideológica de la clase dominante. De todos modos, para losrevolucionarios de la época el consenso era algo que derivaba de la justi-

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cia de la causa y de la capacidad de imponerla por la vía armada. CuandoSantucho hablaba de que “la lucha popular armada o no armada” era ensu conjunto la garantía de la victoria, no se equivoca desde el plano teó-rico; pero en la práctica, a mayor nivel de violencia del enemigo no secorresponde necesariamente un mayor nivel de violencia y movilizaciónde las masas, y así sucedió en el 76, cuando las masas se replegaron. Elataque, aunque hubiera sido victorioso, no habría, cambiado la situaciónya que el golpe se relacionaba con causas estructurales que excedían a laguerrilla.

Los pueblos son reprimidos muchas veces, explotados casi siempre,incluso a niveles extremos; pero sólo unas pocas veces se rebelan y no hayuna relación directa entre nivel de pobreza o represión y rebelión demasas. El Che decía que no era necesario que todas las condiciones estu-vieran dadas sino que había que contribuir a generarlas; se refería a lascondiciones políticas y de conciencia, y para ello planteaba que había queactuar con “audacia, audacia y más audacia”. El PRT-ERP fue consecuen-te con estas consignas. Pero que la audacia devenga en un mejoramientode las condiciones de lucha no es algo intrínseco a la audacia misma, sinoa la articulación de ésta con las condiciones objetivas.

En este sentido creemos que el guevarismo fue una etapa de la lucharevolucionaria latinoamericana que ha dejado enseñanzas tanto positivascomo fracasos. Lo cierto es que durante décadas miles de militantes seorganizaron por primera vez con el claro objetivo de cambiar hasta elfondo las estructuras caducas de nuestras sociedades y actuaron en con-secuencias.

La derrota de Monte Chingolo es catalogada en general por todos losautores que han tratado el tema como de carácter estratégico. El ataqueestaba pensado para debilitar a las fuerzas armadas porque “los golpesmilitares debilitan aun más al enemigo y lo obligan a realizar concesionescomo forma de buscar una salida”,16 pero inversamente la derrota, demos-tró la debilidad del ERP. En la experiencia guerrillera “la lucha armadaextiende la potencia de la movilización popular”; esto es cierto cuando laguerrilla se muestra fuerte y la lucha de masas está en un período deavance pero en momentos de agotamiento de la lucha popular la derrotaacentúa el repliegue. Y en el marco del proceso de reflujo ya en curso, la

16. De Santis, op. cit. Pág 514.

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profundización de la opción militar más elevada (clandestinidad totaly confrontación ejército contra ejército) ayudó a aumentar el aisla-miento de los revolucionarios, ya que la guerra revolucionaria y laincorporación al ejército guerrillero se alejaron como opción preci-samente en el momento en que las organizaciones las ofrecieroncomo vía principal y única de participación política. Por otra parte,el error del PRT en la evaluación de la situación y en la excesiva con-fianza en la definición militar de las contradicciones políticas no eranuevo. El ataque al cuartel de Azul, si bien militarmente no significópara el ERP una derrota estratégica y ni impidió el crecimiento delPRT en los meses siguientes, ya mostraba cómo el partido priorizabalo militar sobre lo político, perjudicando la situación montonera (yde todo el campo popular) en la pelea contra las leyes represivasimpulsadas por Perón y generando fuertes resquemores en el interiordel FAS.

El problema de la derrota, además de su magnitud, estuvo en quesi el PRT le ofrecía al pueblo la lucha armada como salida ante laofensiva de la derecha y el próximo golpe, debían mostrar al ERPcomo una fuerza de combate con posibilidades. Como señala Pozzi:“Lo que no percibió el PRT-ERP era que la situación había cambiado.La movilización no era la misma que tres años antes, y los partidospolíticos burgueses (...) ya habían otorgado el visto bueno a la inter-vención militar”, como expresó en forma tan elocuente RicardoBalbín con su calificación como “guerrilla fabril” a los trabajadorescombativos de las riberas del Paraná. Aun así debemos tener en cuen-ta que el PRT se consideraba representante de los intereses estraté-gicos de la clase obrera, y que durante 1975, ésta siguió dandoimportantes luchas, muchas de las cuales terminaron en derrotas yotras en victorias. Entre ellas se ubican en un lugar muy destacadolas movilizaciones de junio y julio de 1975 que frenaron el plan deajuste de Celestino Rodrigo y lograron la expulsión de López Rega delgobierno. El reflujo señalado por Pozzi es claramente visible desde elpresente y teniendo en cuenta al pueblo en general, pero para orga-nizaciones que tomaban al nivel de actividad de la vanguardia obre-ra como referencia esto podía no ser tan claro. Entonces, con unaterrible derrota a cuestas, con el inicio del reflujo popular y contodas las fracciones burguesas apostando en el mismo sentido, el comu-

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nicado del PRT-ERP posterior al ataque convocando a un armisticio y a unasalida democrática a la crisis política quedó fuera de contexto.17

En enero de 1976. El Combatiente expuso el plan de acción políticainmediato del PRT-ERP frente al golpe. Allí se explicaba la necesidad deacorralar con la lucha armada y no armada a los militares y a la burgue-sía –repitiendo en grado superior la experiencia posterior al Cordobazo–para obtener una salida democrática. También reafirmaba su visión de lanecesidad de generar victorias: “En tales circunstancias la lucha del pue-blo, su enfrentamiento victorioso con las fuerzas que defienden el capita-lismo argentino es factor decisivo en el afianzamiento de la democratiza-ción que se entreabre”, pero en los últimos meses las derrotas se acumu-laban una tras otra. En ese momento, el gobierno de Isabel y la burocra-cia política peronista intentaban una última maniobra que preservara elespacio institucional como canal para el desarrollo de las políticas neoli-berales que se avecinaban, más como una pelea entre quienes iban a serlos más eficientes instrumentadores de la represión y del vaciamiento delpaís que como una concesión a la lucha popular. Como planteaba el PRT,la Triple A, el Rodrigazo y el Operativo Independencia, eran cualitativa-mente similares a las políticas de la dictadura.

El partido respondía así a las críticas de la izquierda tradicional: “Escomún que el reformismo y los espontaneístas (comunistas y trotskistas)desde distintos ángulos, lancen críticas a esta posición (la de refuerzoentre la lucha armada y no armada), aducen entre otras cosas, que lasacciones de la guerrilla tienen un carácter provocador, que ellas fortale-cen a los sectores más reaccionarios del enemigo, que dan argumentospara aumentar e intensificar la represión”.18 La concepción del PRT-ERP esjustificable en términos generales: las diferentes formas de lucha se rea-limentan entre sí, sólo cuando están articuladas en algún plano; hacergrandes operaciones militares no es la única opción de violencia que sepuede utilizar para potenciar y hacer efectiva la lucha de masas. El pro-

17. Pozzi, Pablo. op cit. Pág. 37018. De Santis, op. cit. Pág. 514. Es sorprendente cómo los argumentos de laizquierda tradicional se repiten a través del tiempo y en diferentes circunstancias.En realidad lo que existe en la izquierda es una renuncia a priori a aplicar la vio-lencia revolucionaria, ya que no se puede medir la corrección de la utilización dela violencia por el éxito o fracaso de una acción.

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blema está en lo que consideramos más arriba: que las organizacionesarmadas creían que la lucha que se avecinaba era la misma que las ante-riores sólo que en mayor dimensión, y que así responderían los trabajado-res. En ese sentido el PRT abrevaba de la experiencia de lucha populardesarrollada desde 1955, pero no debe olvidarse que si bien entre 1955 y 1976 la lucha fue permanente, hubo períodos de flujo y reflujo y los acto-res cambiaron, como también las formas.

Quizá Rodolfo Walsh (a lo largo de 1976 y principios de 1977) sea quiensistematizó una propuesta orgánica de lucha contra la dictadura desde elcampo de las organizaciones armadas y específicamente desdeMontoneros (y que aparece como alternativa a las grandes operaciones ocampañas militares): un repliegue de la guerra hacia la resistencia, de lacentralización a la descentralización, de las grandes acciones militares alas pequeñas, del FAL y la energa al caño y el mimeógrafo; en resumidascuentas (escribía Walsh), de la identidad montonera hacia la identidadperonista (de las posiciones más expuestas y desconocidas por las masashacia las posiciones menos expuestas y más transitadas por ellas). Esimportante aclarar que Walsh no propuso la disolución de la organizaciónni que abandonara la opción estratégica por la revolución (como se plan-tea hoy desde el maniqueísmo de centroizquierda),19 sino que -frente a laopción centralizadora del ejercito montonero- una cantidad de oficialescon dinero y recursos generosamente suministrados por la organización sedistribuyeran en el país con total autonomía de funcionamiento, de mane-ra de impulsar la resistencia desde posiciones de masas, al estilo de laResistencia Peronista.

19. Se pueden ver con más precisión las posiciones de Rodolfo Walsh en: Baschetti,Roberto, Rodolfo Walsh vivo, Buenos Aires, De la Flor, 1994. En las páginas 233-234, sedetalla lo que implica en acciones concretas el paso de la guerra a la resistencia segúnel criterio que Walsh presenta ante la Dirección Nacional de Montoneros. En nuestroreportaje Perdía nos relata que siendo él el único miembro de la Conducción Nacionalen el país, redactó una circular en la que, ya en febrero del 77, se tomaban en cuentamuchas de las sugerencias que aparecieron luego en los llamados “Papeles de Walsh”.Nuestro entrevistado evalúa que ya era tarde para que el repliegue se pudiera llevaradelante con éxito y reflexiona sobre las razones que impulsaron a “la M” a despegar-se del proceso de masas en 1976. Considera Perdía, básicamente, que fue un errorpasar de concepciones ideológicas que ponían al pueblo como sujeto (con las que se

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La posición explícita de Walsh es no pensar el poder por ahora, ade-cuándose a la situación de repliegue profundo, asumiendo la derrota. Apartir de allí propone cambiar el escenario de combate insertándose enterritorios populares donde encontrar oxígeno y a su vez oxigenar la luchadesde abajo. Ir a los barrios, a las fábricas con un modelo de acción fle-xible que impulsara la lucha en un momento en que las masas eran fuer-temente agredidas y sus referentes eliminados. O sea intentar conducirlas luchas de resistencia impulsando la resistencia activa que incluyeraacciones militares de bajo perfil pero posibles de realizar cotidianamen-te por grupos de poca preparación. Buscaba así un mecanismo organiza-ción de masas que sirviera de plataforma para una futura contraofensivapopular cuando la dictadura se desgastara y que en ella lo montonerosestuvieran en condiciones de cumplir roles de dirección.

podría haber reconocido antes el comienzo del repliegue popular) a posiciones clasis-tas (que llevaron a depositar toda la confianza en la minoría más combativa de la claseobrera). El tema de las características del sujeto de la transformación social cruzaba (ysigue haciéndolo) los debates de quienes buscan un cambio radical de las estructurasdel sistema.

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14. LOS MONTONEROS Y EL ENFRENTAMIENTO CON PERÓN

Las diferencias de Montoneros con Perón fueron notorias desde el mismomomento de la asunción de Cámpora, se profundizaron con Perón en elpaís y se hicieron insostenibles con el General en el gobierno. Gran partede las acciones políticas del líder estuvieron destinadas, directa o indirec-tamente, a restarle espacios a la izquierda (espacios, sin duda, genuina-mente ganados); por otro lado la derecha criminal y la burocracia sindicalrecibieron de Perón un respaldo que les permitió sortear su nula o men-guada representatividad.

Cuándo Perón regresó definitivamente al país el 20 de junio de 1973,los montoneros prepararon lo que se esperaba fuera una fiesta en el ini-cio de un proceso de liberación nacional. Sus columnas eran, sin dudas,abrumadamente más numerosas y los enormes cartelones de FAR,Montoneros, JP, JTP, etc., debían dar el marco para que en medio de con-signas como “Por la Patria Socialista”, Perón diese un discurso que anun-ciara profundas reformas. Este acto debía servir también para legitimarlas aspiraciones montoneras de compartir la conducción del proceso.1 La

1. A lo largo de nuestro trabajo hemos visto que las visiones actuales de este procesoson diferentes en muchos ex militantes. Creemos que expresan una tendencia que ligamás a montoneros con el «populismo» que con el resto de las guerrillas comunistas,guevaristas o marxistas nacionalistas. Jose Amorin (y dentro de esa línea, aunque conmatices políticos debido a la militancia actual encontramos también a ErnestoJauretche o Carlos Flashcampf, entre otros) plantea una verdadera naturaleza movi-mientista de montoneros, desvirtuada desde la dirección. Una naturaleza que implica-ría la lucha por la justicia social y la independencia nacional dentro de los cánones pero-nistas clásicos y no la construcción de una vanguardia revolucionaria que lucha por elsocialismo. Estas dos visiones no son antagónicas ya que una organización marxistapuede plantearse que la independencia nacional y la justicia social son las banderasnecesarias del momento, pero pueden ser contradictorias en lo estratégico. Si dudasmontoneros sumó masas desde una interpretación radical del peronismo (la del «ver -

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masacre que se perpetró sobre las columnas de la izquierda peronista estábien documentada 2 y no admite dudas sobre de qué bando estuvo la res-ponsabilidad. La Comisión Organizadora, hegemonizada por la derecha yla burocracia sindical, planificó el ataque y lo ejecutó con el objetivo pre-ciso de frustrar la política montonera. Su éxito fue, sin duda, rotundo: lasvíctimas fueron puestas en el lugar de los victimarios por el mismo Perón.Este episodio marcó claramente el inicio del ataque sistemático contra laizquierda peronista.Esta ofensiva tuvo dos momentos: el primero, centralmente político,desde el retorno de Perón, y se orientó a separar a Montoneros de las ins-tituciones y minar su referencia política. El segundo, se basó en el terro-rismo ejercido sobre los dirigentes, simpatizantes y sus familiares, a par-tir de la muerte del líder.3 Durante el primer momento fueron atacados enEzeiza, desplazado Cámpora de la presidencia, expulsados de las gober-naciones donde tenían influencia, aislados hasta que finalmente abando-naron el Congreso. Fue desplazado el general Carcagno de la conduccióndel ejército, con quien tenían diálogo, la Universidad de Buenos Aires fueintervenida por la derecha,4 fue instalada una legislación represiva, se

dadero peronismo») y fue elaborando una teoría de la evolución del peronismo haciaposiciones socialistas. Un pensamiento que luego de la doble derrota montonera(dentro del peronismo y como miembro del campo popular) es hoy cuestionada pormuchos que aceptaron las definiciones al calor de la radicalización del momento perosin convencimiento ideológico y por otros que prefirieron alejarse en silencio.2. Para una descripción pormenorizada de los sucesos de Ezeiza ver: Verbitsky,Horacio, Ezeiza, Buenos Aires, Contrapunto, 1985.3. Aunque hubo también asesinatos en el primer momento, como en Ezeiza, anivel masivo, y el asesinato de decenas de militantes con la misma metodologíaque luego utilizó la Triple A, pero sin firma. Después de la muerte de Perón, la per-secución política continuó contra los intentos montoneros de expresarse legalmen-te, como por ejemplo con la prohibición de sus publicaciones: El Descamisado,Causa Peronista, Noticias, y con la proscripción del Partido Auténtico.4. En agosto del 74 el derechista Oscar Ivanissevich fue puesto al frente delMinisterio de Educación. A partir de allí el último reducto legal de Montoneros fueatacado, varias universidades fueron intervenidas y Ottalagano –otro derechista–fue designado Interventor en la UBA, estableciendo la persecución sistemática. Elnivel de oscurantismo llegó a tal grado que en la Facultad de Filosofía y Letras eldecano interventor se paseaba con un incensario para exorcizar el “demonio mar-xista”. Ésta anécdota que puede parecer graciosa, marca un paso hacia la deshu-manización del enemigo político y hacia las aberraciones cometidas por la dic-tadura.

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enfrentaron a Perón el Día del Trabajador, etc. A pesar de ello pública-mente, intentaron malabares discursivos para saldar la distancia políticaque los separaba de Perón, tan grande como la distancia entre la socie-dad que quería construir Perón (aun en sus versiones más “radicales”) y laque querían construir los montoneros (aun en sus versiones menos marxis-tas).5 Debemos precisar que esta distancia no era la misma en el sentir ypensar de muchos miembros de la organización ni en los diferentes nive-les.

Durante su proceso de trsansformación en una organización revolucio-naria autónoma de la conducción estratégica de Perón, Montoneros sufriófracturas y sangrías (como la JP lealtad) Como mencionamos, varios exmilitantes y cuadros han publicado trabajos en los que manifiestan estasdivergencias o intentan dar cuentas del error de esta evolución(Flashcampf y Amorín, por ejemplo). Y hasta algunas versiones de militan-tes que permanecieron y fueron dirigentes hasta el final dan cuenta deeste proceso como un error que no estaba en la verdadera naturaleza deMontoneros (Perdía y Jauretche). Pero nosotros tenemos una visión dife-rente.

Montoneros fue una organización de cuadros político militares que sehizo masiva al calor de sus apuestas políticas pero nunca perdió suimpronta de organización de cuadros político militares por lo que tuvo unaconducción centralizada, fuerte y legitimada por la mayoría de lo militan-tes, que además no tuvo fracturas entre los principales cuadros a causade las decisiones políticas tomadas en este periodo. Pero bajo esta homo-geneidad por arriba albergó una amplia masa de militantes identificadacon el peronismo desde diferentes vertientes pero sin condiciones paradiscutir como corriente. El enfrentamiento con Perón y algunas de suspolíticas, la decisión transformarse en fuerza política independiente y elalejamiento de la posibilidad desde una victoria fácil fue raleando sus filas(igual Montoneros continuó siendo una organización muy numerosa para loque es una fuerza guerrillera).

El discurso del General del 21 de junio de 1973, trasmitido por cadenanacional al día siguiente de la masacre de Ezeiza, contenía ya todos los

5. Según relata Gillespie, Firmenich discutía con los cuadros de la Organización y decíaque “el socialismo nacional [de Perón] no es socialismo (…) y propugna la alianza declases y no la lucha entre ellas”.

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elementos discursivos de la política que desplegó contra la izquierda pero-nista hasta el 1º de mayo del 74: “Los peronistas tenemos que retornar ala conducción de nuestro movimiento, ponernos en marcha y neutralizara los que pretenden deformarlo desde abajo y desde arriba (…) Por esodeseo advertir a los que se tratan de infiltrar en los estamentos popula-res o estatales que por ese camino van mal”. Estas dos frases encierran ladefinición de la política de los meses siguientes. Primero, minar el presti-gio de Montoneros en las masas, si mantenía pretensiones de autonomíapolítica. Segundo, desplazarlos de las instituciones públicas, a ellos, a sussimpatizantes y a todo aquel que pudiera ser sindicado como próximo a laTendencia.6

En ese mismo discurso, Perón aclaró cuales eran los límites ideológicosdel peronismo: “Nosotros somos justicialistas, levantamos una banderatan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes (…) Nohay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología(…) Somos lo que las Veinte Verdades peronistas dicen. No es gritando lavida por Perón que se hace patria, sino manteniendo el credo por el cualluchamos”. Definir el credo peronista al que se refiere el General no esdifícil: la comunidad organizada, trabajadores y empresarios compartien-do en armonía un proyecto (capitalista) nacional,7 en el cual un Estadofuerte es árbitro definitorio.8 Evidentemente esto se alejaba de las aspi-raciones de la izquierda peronista que pensaba en una evolución de lasideas del 45/55 hacia el socialismo. Estas definiciones disímiles, pero nonecesariamente antagónicas en el corto plazo, podrían haber sido parte

6. Durante el período inmediato posterior a la asunción de Cámpora se dio un procesode ocupación de instituciones públicas por las diferentes organizaciones del movimien-to peronista. La movilización popular impuso funcionarios en distintas reparticionespúblicas, y el Ejecutivo correspondiente estaba en la obligación de aceptarlo. Este pro-ceso de imponer funcionarios de hecho no sólo fue impulsado por organizaciones deizquierda sino que tuvo también como protagonistas a la derecha peronista, se desatóde este modo una competencia para ocupar edificios públicos y garantizarse espaciosde poder en el Estado. 7. En la jerga poeronista clásica la definición «capitalista» del proyecto nacional esta-ba borrada, de la misma forma que la categoría «burguesía» tenía connotaciones nega-tivas.8. Ver. Perón, Juan, La tercera posición, ed. Nuevo Tiempo, Bs. As. 1962.

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de una discusión política de tendencias entre el viejo líder y las nuevascorrientes si no las hubiese expresado horas después de una masacrehecha en nombre de los mismos principios que el General decía defender.En realidad los planteos de Perón de La tercera posición y la Comunidadorganizada podrían haber sido compatibles con lo que «la M» considerabadebía ser un periodo de transición en la argentina. El problema esta en lanaturaleza de una transición al socialismo, ya que esta debe organizarseen torno a la clase trabajadora para que las contradicciones que pudieransurgir se resolvieran por el polo progresista. Pero si la transición era enrealidad el modelo terminado debía apoyarse en fracciones de la burgue-sía nacional y frenar a los sectores más radicales de la clase obrera.Justamente por eso chocaron Perón y la izquierda peronista en general:equilibrar las relaciones entre el capital y el trabajo no implicaba social-mente ni políticamente lo mismo que generar condiciones de una transi-ción al socialismo. Ezeiza fue el primer round de un diálogo de sordosentre Montoneros y Perón. Fue una discusión que contaba con el antece-dente de la sostenida por Perón y Cooke una década atrás.9 La diferenciaera que Cooke solo contaba con sus ideas y Montoneros contaba con argu-mentos que excedían la retórica. Más adelante decía el General en elmismo discurso: “Los que pretendan lo inconfesable, aunque cubran susfalsos designios con gritos engañosos o se empeñen en peleas descabella-das, no pueden engañar a nadie (…) Los que ingenuamente piensan quepueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo hareconquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento poringeniosos que sean podrán engañar a un pueblo…”. Y cierra con una frase

9. Perón, Juan, Cooke, John, Correspondencia, ed. Parlamento, Bs. As. 1972.Leyendo someramente la correspondencia, se puede notar la evolución del diálo-go. Perón siempre argumentó en torno a la necesidad e una especie de resisten-cia civil y acciones que provocaran el caos. Si bien no descartó el accionar arma-do o terrorista siempre buscó que todo el movimiento fuera parte de esta políti-ca y no surgieran fuerzas que dieran una estructura y una ideología a la resisten-cia. Cooke en cambio, desde el principio (aún antes de que la revolución cubanaejerciera su influjo como en forma novedosa nos muestra Miguel Mazzeo en su tra-bajo Textos traspapelados) buscó formas organizativas y políticas más definidas yde carácter estratégico. En un principio como forma mas efectiva de dotar alperonismo de fuerza combativa pero mas adelante como toda una concepción teó-rica de la necesidad de que el peronismo evolucionara hacia ser un partido revo-lucionario de masas, socialista y que construyera estructuras político militarespropias. La evolución de la lucha en Argentina hizo imposible la continuación deldiálogo entre Perón y Cooke y el General dejó de responder los muy fuertes argu-mentos de Cooke.

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que repetirá casi textualmente en la Plaza, el 1º de mayo del año siguien-te, en su enfrentamiento público con Montoneros: “A los enemigos embo-zados y encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentosporque los pueblos que agotan su paciencia suelen hacer tronar el escar-miento”.10

Hacia fines del 73, la OPM intentó reflexionar seriamente sobre estasituación y en la “Charla a los frentes...” explicó por qué Perón preferíaa la burocracia y no a ellos: “En el movimiento peronista hay, salvando aPerón, dos fuerzas orgánicas que son: la burocracia y nosotros, que sondos proyectos. Si Perón pretende combatir los dos imperialismos y optapor su proyecto ideológico, para combatirnos a nosotros no le queda másremedio, aunque no le guste, que apoyarse en la burocracia (...) Hay unacoincidencia circunstancial entre la burocracia y Perón”.11 Es notorio queMontoneros consideraba a la burocracia como algo que Perón repudiabaen bloque a causa de su defección post 1955 y del intento vandorista deindependizarse de la conducción del líder. Se equivocaban, ya que en elmodelo sindical peronista original, si bien no tenía cabida el “vandorismo”como proyecto autónomo, sí era profundamente burocrático. Para Perónlos sindicatos eran correas de transmisión desde el Estado hacia los traba-jadores y viceversa pero siempre encuadrados dentro de una lógica esta-tal.

Por eso para el General, José Ignacio Rucci no era lo mismo que LorenzoMiguel, ya que el primero carecía de proyecto propio. Por eso cuandoMontoneros mató a Rucci en 1973, Perón se enfureció. Siguiendo a JuanCarlos Torre, puede verse que Rucci no era simplemente un burócratamás, era EL burócrata de Perón. Cuando Rucci accedió al secretariadogeneral de la CGT, en plena dictadura, ésta no era todavía la herramien-ta principal para los sindicalistas. La burocracia más rancia se concentra-ba en las 62 Organizaciones, una herramienta político sindical cuyo rol noestaba sólo ni principalmente en lo reivindicativo. Cuando se concretó launidad de la CGT impulsada por Perón,12 sin que hubiera apertura porparte de la dictadura, los sindicalistas colocaron en la CGT a un segundón

10. Verbitsky, op. cit. Documento 15, pág. 204. 11. «Charla...», op. cit. pág. 280.12. Debemos destacar que esta unidad implicó en fin de una experiencia nacional alter-nativa a la burocracia como fue la CGT de los argentinos.

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sin poder propio. Éste fue cobrando dimensión con la apertura durante elgobierno de Lanusse y fue haciendo del vínculo con Perón su principalfuente de legitimidad. A su vez, Perón hizo de Rucci un personaje contro-lable y muy útil para su política: limitar la autonomía de la burocracia,enfrentar el crecimiento de la izquierda y sostener el pacto social conte-niendo las reivindicaciones de las bases. La muerte de Rucci por parte deMontoneros dejó al General sin uno de sus principales peones y frente auna burocracia vandorista y participacionista hegemónica a la cabeza dela CGT; de allí la furia de aquel discurso en la Plaza, cuando amenazó a“la M” con que haría “tronar el escarmiento”.

Hacia fines del 73 “la M”, era consciente de la contradicción con Peróny que, además, tenía una contradicción antagónica con una parte impor-tante del peronismo tradicional. En el medio de estos enfrentamientosentendía que sus diferencias con Perón debían ser manejadas de tal formaque no estallaran en el corto plazo mientras enfrentaba al resto del movi-miento. Una idea clave del pensamiento montonero era que el peronismoestaba integrado solamente por la clase obrera, y que los demás sectoreseran arribistas cuyo peso era sólo superestructural: únicamente existíanPerón, la burocracia sindical encaramada en la cúpula de las organizacio-nes y los propios montoneros; entonces la cuestión era actuar con la líneacorrecta para que las masas los reconocieran como sus verdaderos repre-sentantes.

Cuando el enfrentamiento con Perón se volvió indisimulable, la situa-ción para Montoneros era políticamente más incómoda que para el PRT-ERP y el resto de los revolucionarios no peronistas, ya que una de las defi-niciones básicas de “la M”, después del 17 de noviembre, había sido acen-tuar en sus discursos el reconocimiento de líder. A la vez pasaron a ser lasprincipales víctimas de la derecha, junto con los dirigentes públicos de laTendencia.13 Debieron afrontar la explicación de una realidad política queera la antítesis de la que habían esperado, sobre todo de la que transmi-tían a sus bases. Si bien nunca tuvieron en mente la posibilidad de desar-

13. Desde la emboscada sufrida por sus columnas en Ezeiza los dirigentes de la izquier-da peronista fueron perseguidos y asesinados, sus locales atacados con bombas y a par-tir de la muerte de Perón el 1° de julio de 1974 los asesinatos perpetrados por la TripleA se contaron por cientos.

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marse 14 -ya que esa discusión fue resuelta tempranamente en la fusióncon las FAR y con el descarte de la idea de “formación especial”-, su ideaacerca de cómo se desarrollaría la lucha no preveía que la ofensiva en sucontra vendría desde el mismo Estado y con Perón a la cabeza. El Generalllegó a compararlos con “gérmenes” para los cuales pedía “anticuerpos”.15

Si analizamos el editorial de El Descamisado, en el que se anunciaba lafusión definitiva entre Montoneros y las FAR, la conferencia de prensa dejulio de 1973 dada por Firmenich y Quieto y la “Charla a los frentes...” defines del 73, y lo contextualizamos en la realidad sociopolítica vivida enel período, veremos cuan difícil era el escenario era para los revoluciona-rios peronistas: las posiciones expresadas en estos documentos se volvie-ron contradictorias sólo en unos meses; la esquizofrenia que implicabasostener un discurso público de verticalidad cuando la práctica y la ideo-logía marcaban otra cosa se ve claramente en una respuesta de la“Charla...”: “La dificultad frente a todo esto se presenta ante las expli-caciones públicas de esta política. Y los compañeros cuando se presentanante el micrófono y les preguntan qué piensan de Perón se van a ver enfigurillas (...) el requisito fundamental de no mentirle a las masas sobrela posición que se tiene y por otra parte la necesidad de mantenerse den-tro del movimiento”.16 Objetivamente no había cabida para su proyecto:el peronismo como camino hacia el socialismo operaba en la coyuntura ensentido inverso al intentar frenar la lucha de clases, fortalecer a la bur-guesía como clase principal del frente y a la burocracia sindical comoherramienta de control social.

14. El Manual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero tiene unaselección de los documentos más importantes desde la fusión con las FAR hasta 1975.También las canciones del LP “El cancionero popular” donde en los momentos de fes-tejos del triunfo del 11 de marzo se convocaba a pertrecharse, advirtiendo que llegaral gobierno no era lo mismo que llegar al poder.15. Ver: “Mensaje de Perón a los gobernadores de las provincias”, 2 de agosto de 1973;“Perón habla a la juventud peronista”, diálogo de Perón con los diputados de laJuventud Peronista en torno a las reformas al código penal del 22 de enero 1974, etc.Gran cantidad de documentos testimonian las opiniones de Perón desde Ezeiza hastasu muerte, inequívocamente violentas hacia la izquierda del movimiento a pesar de lasintenciones de ésta de desvincularse de las acciones del ERP, como en el caso de Azul.16. “Charla...”, op. cit. pág. 305.

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Las diferencias entre Perón y Montoneros (en apariencia zanjables enuna coyuntura favorable) se transformaron en un abismo ideológico en lainterpretación de la realidad (una realidad cada vez más complicada y queexigía soluciones drásticas) y que hacer frente a ella. En enero del 74, ensu discusión pública con los bdiputados de la JP el General manifestabasin equívocos, que la violencia política y las organizaciones revoluciona-rias de izquierda en todo el mundo eran parte de una conspiración inter-nacional secreta marxista (la “sinarquía”17) de la cual el ERP obviamenteera parte y, leyendo sus discursos sin mucha suspicacia, Montoneros tam-bién.

El pedido de Perón de que cesaran las operaciones militares de la gue-rrilla era lógico siendo el la cabeza del estado. Lo que fue (aún a los ojosdel presente) difícil de aceptar fueron sus argumentos. Ya planteamos lasdefiniciones de Montoneros respecto a su rol como fuerza militar y comovanguardia. Pero pese a que tenían en claro que sus proyectos y los dePerón eran diferentes, y que el General, consciente de esto, movía susfichas para subordinarlos, su idea acerca de cómo se desarrollaría la luchano contaba con que la ofensiva en su contra vendría desde el mismoEstado, con todos sus recursos,18 y con Perón a la cabeza (como veremos,él General los comparaba con “gérmenes” y pedía “anticuerpos”).Esperaban poder definir fronteras y llegar a un acuerdo que les permitie-ra preservar los espacios conquistados, como planteaban en el Manual....Pero Perón no aceptó fronteras que no fueran las definidas por él mismo,mucho menos si éstas implicaban un viraje hacia el socialismo tal comoproponía la izquierda.

Es tan impresionante la catarata de agresiones que Perón dirigió a laJuventud Peronista y, sin nombrarlos nunca, a Montoneros, que vale lapena contextualizar y explicar algunas de ellas. En cada lugar donde elGeneral se expresaba públicamente, destinaba una parte significativa de

17. La “sinarquía” sería una especie de inteligencia común que existiría entre marxis-tas de todos los estilos, yanquis, masones y judíos destinada a destruir nuestros valoresy minar nuestra independencia. 18. Mientras vivió Perón, los recursos usados para desplazar a la izquierda peronistafueron centralmente políticos, sucios y en muchos casos ilegales (como el Navarrazo enCórdoba), pero la violencia no llegó a ser tan desembozada como después del 1° dejulio de 1974.

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sus alocuciones a atacar a quienes “pretendían desviar al movimiento desu camino”, definido por “la comunidad organizada”, las “veinte verda-des” y la “tercera posición”. En las charlas a la JP no montonera (grupossindicales, Comando de Organización, Guardia de Hierro, etc., claramen-te minoritarios dentro del espectro juvenil peronista) cargó contra lossimpatizantes de Montoneros: “En la JP, en estos últimos tiempos, especí-ficamente, se han perfilado deslizamientos cuyo origen conocemos (...)una infiltración”. Más adelante fijaba límites que invitaban a la exclusión:“El movimiento ha sido cualquier cosa menos sectario (...) pero esa ampli-tud tiene un límite. (...) Hay mucha gente que ha tomado la camisetaperonista para hacer deslizamientos (...) no interesa lo que se grite, inte-resa lo que se siente y lo que se piensa”. En este sentido podemos ver quePerón no se confundía, conocía los planteamientos de los sectores revolu-cionarios del movimiento y no los aprobaba. Lo que Montoneros conside-raba una evolución necesaria hacia el socialismo, para Perón eran “desli-zamientos”; y proponía “ver quien es quién, quiénes constituyen el justi-cialismo dentro de la juventud y quienes no”, porque “es la primera vezque se da en la historia de la República Argentina; gente que se infiltra enun partido o un movimiento político con otras finalidades”. Y finalmentecerraba sus planteamientos sobre los revolucionarios peronistas diciendo:“Han tenido hasta la imprudencia de comunicar abiertamente lo que ellosson y lo que quieren. (...) Tengo todos los documentos y, además los heestudiado. Bueno, ésos son cualquier cosa menos justicialistas”.

Pero aun más: “Los que quieran seguir peleando, van a estar un pocofuera de la ley porque ya no hay pelea en este país, hay pacificación (...)Hay héroes y mártires, que es lo que se necesita en esa clase de lucha,pero eso ha sido la lucha cruenta, que ya ha pasado. ¿Por qué nos vamosa estar matando entre nosotros?”. Para el General el objetivo primario dela violencia revolucionaria ya se había cumplido. “Para pelear, si hay quepelear, yo decreto movilización y esto se acaba rápidamente; convoco atodos para pelear y van a pelear organizadamente, uniformados y con lasarmas de la nación”.19 No había cabida para una estrategia revolucionaria

19. “Charla de Perón a la JP del 14 de febrero de 1974”. Ediciones de la Secretaría dePrensa y Difusión. Es importante mencionar que en la organización de este encuentrocon la juventud peronista, Perón intentó que Montoneros participara pero en pie deigualdad con los grupos de derecha y que se subordinara al conjunto.

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que se planteara el enfrentamiento a largo plazo con las estructuras delsistema; los guerrilleros debían desarmarse y el Estado monopolizar la vio-lencia nuevamente, ya que para Perón la conciliación entre capital y tra-bajo implicaba, justamente, conciliar y no la lucha de clases, y muchomenos la violencia revolucionaria destinada a destruir las estructuras deese Estado o cambiarlas radicalmente.

Es claro que Perón desde su regreso al país estaba empeñado en unacruzada para encuadrar al movimiento detrás de sus principios tradiciona-les, y de éstos había dos que eran contradictorios con la existencia mismadel peronismo revolucionario: dirección centralizada en el líder sobretodas las organizaciones políticas y sociales (ya que las agrupaciones delperonismo revolucionario funcionaban en realidad como fuerzas políticasexternas al PJ), y la consolidación de una estructura capitalista indepen-diente con una fuerte burguesía nacional como objetivo último. Para lle-varlos a la práctica debía encuadrar su propia fuerza y pelear en diferen-tes frentes.

Uno, como ya vimos, era el de la JP, otro era el de los gobernadores,cinco de los cuales adherían a la Tendencia Revolucionaria.20 En el mensa-je a los gobernadores del 2 de agosto de 1973, Perón cargó nuevamentecontra la juventud y las “desviaciones” dentro del movimiento, destinan-do la mitad de su mensaje a este tema y equiparando a la guerrilla con ladelincuencia. “La delincuencia juvenil que ha florecido (...) Las desviacio-nes ideológicas y el florecimiento de la ultraizquierda, que ya no se tole-ra ni en la ultraizquierda. Yo he estado en los países detrás de la cortinay ya la ultraizquierda ha muerto (...) es un material de exportación.”Además -lo que debió haber sido mejor evaluado por “la M”-, los hacíaresponsables (y no por primera vez) de los hechos de Ezeiza: “Tenemosque educar a un pueblo que está mal encaminado, y debemos encaminaruna juventud que está, por lo menos cuestionada (...) Lo que ocurrió enEzeiza es como para cuestionar ya a la juventud que actuó en ese momen-to (...) ¡cuidado con que pueda tomar un camino equivocado!” Y conclu-ye Perón esta parte de su mensaje: “No admitimos la guerrilla porque yoconozco perfectamente el origen de la guerrilla”, insistiendo con su estra-falaria idea de que todo se había originado en el Mayo Francés con el

20. Según otras versiones, el gobernador de San Luis también podía incluirse en laTendencia, con lo cual el número ascendería a seis.

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propósito de anarquizar y destruir la sociedad industrial, dirigido desdeallí hacia el resto del mundo por un organismo (la Cuarta Internacional)que tenía su sede en París. Luego encaró por su nombre a los que enArgentina debían dar muestras de respeto a la ley: el Partido Comunista,el ERP y Mongo Aurelio. Los montoneros tomaron nota de quién era parael General Mongo Aurelio: ellos mismos.

Otro round entre Perón y Montoneros tuvo lugar en la entrevista con losdiputados de la JP 21 cuando éstos intentaron frenar la adecuación delCódigo Penal para la represión de la guerrilla. Montoneros ya había reali-zado el 21 de julio de 1973 una impresionante movilización (convocada enpocas horas) hacia la residencia de Olivos bajo la consigna de “romper elcerco” y lograr un canal de diálogo directo con Perón. El General los reci-bió y nombró como interlocutor a López Rega. En enero del 74 los diputa-dos fueron solos hacia Olivos a discutir abiertamente con el General; peroPerón los recibió muy hostilmente, flanqueado por miembros conspicuosdel lopezrreguismo y con las cámaras de televisión, como para evitar cual-quier desplante. Las categorías penales propuestas por el Poder Ejecutivo(como toda categoría jurídica encerraban una concepción político ideoló-gica), que el bloque peronista pretendía aprobar sin discusión, establecí-an la figura “asociación ilícita” de una forma tan amplia que podía incluircualquier agrupación combativa (y, obviamente, guerrillera), dejandoesto a criterio del juez. Perón aclaró en varias ocasiones a los diputadosmontoneros que “el juez configura el delito” y que debían discutir dentrodel bloque parlamentario y no con él. “Quien está en otra tendencia dife-rente a la peronista lo que debe hacer es irse (...) Lo que no es lícito,diría, es estar defendiendo otras causas y usar la camiseta peronista.” Yrefiriéndose específicamente al ERP por su ataque al cuartel de Azul: “Eneste momento como acabamos de ver, que una banda de asaltantes queinvoca cuestiones ideológicas o políticas o para cometer un crimen (...) esun crimen cualquiera sea el móvil que se invoca para cometer el delito.”

Los diputados de la JP plantearon su repudio a los “lamentables acon-tecimientos de Azul”, pero marcaron una diferencia con Perón sobre lanaturaleza de la violencia política, esperando al menos que éste los ava-lara aunque más no fuese con su retórica tradicional. Para los diputadosel tema a desterrar eran “las estructuras violentas” de una sociedad injus-

21. Realizada el 22 de enero de 1974 en Olivos

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ta que eran el caldo de cultivo del ERP, pero Perón les respondió con dosargumentos que impidieron todo diálogo exitoso y demostraron que laintención del General no era conciliar. El primero –muy presente en laactualidad–, que la delincuencia es delincuencia sea política o social; elsegundo, que afirma las concepciones que había mamado durante su for-mación en los 30, sostenía que “yo a esto lo he conocido ‘naranjo’, cuan-do se gestó ese movimiento, que no es argentino. Ese movimiento se diri-ge desde Francia, precisamente, desde París y la persona que lo gobiernase llama Posadas, de seudónimo”.22 Evidentemente, el General conocíaconfusamente la adhesión del PRT a la Cuarta Internacional y de ellodeducía que eran un brazo más de la “sinarquía”. Sus apreciaciones sobreel comunismo y el trotskismo eran de anticuario y se asemejaban más alos fantasmas que asustaban a la oligarquía en las primeras décadas delsiglo que a las realidades de las luchas que se libraban en los 60 y 70. Peroes claro que Perón invitaba a los diputados de la JP a abandonar el movi-miento (o “sacarse la camiseta peronista”, como decían en la época); y sibien siguieron reivindicándose peronistas, la participación de los diputa-dos de la JP en el Congreso terminó con ese enfrentamiento, ya que opta-ron por renunciar a sus bancas.

Finalmente, si tomamos las charlas que dio en la CGT,23 éstas marcanun nuevo aval de Perón a la burocracia sindical, que preanunciaba el tris-te discurso del 1° de mayo de 1974 y la salida a la luz de las bandas para-policiales que ya funcionaban, al menos desde Ezeiza. “En nuestro movi-miento cada uno tiene derecho a opinar, se formó con procedencia deextrema derecha y de extrema izquierda. Pero no de ultraderecha ni deultraizquierda. Ésos son inventos modernos en los que nosotros no nosdetenemos a pensar, porque estamos muy conformes con lo que hemoshecho. Así, nuestro movimiento, como hombres que vienen de distintasprocedencias, ha podido formar un cuerpo homogéneo con una ideologíaclara y una doctrina en permanente ejecución en el mismo pueblo.Algunas veces aparecen quienes de buena fe (...) piensan de otra manera(...) Nosotros desde el movimiento con el poder de nuestra verticalidadlos podríamos haber eliminado totalmente. (Se los elimina a través de las

22. Perón, Juan, “Diálogo con los diputados de la Juventud Peronista”, 22 de enero de1974, Secretaría de Prensa y Difusión.23. Realizadas los días 2 y 8 de noviembre de 1973.

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autodefensas del movimiento.) ¿Cómo se generan las autodefensas? Esmuy simple. El mismo microbio que entra, el germen patógeno que inva-de el organismo fisiológico, genera sus propios anticuerpos, y esos anti-cuerpos son los que actúan como autodefensa. En el organismo institucio-nal sucede lo mismo”, decía el General utilizando una metáfora organicis-ta, y continuaba: “Observen ustedes que contra Perón no trabaja nadie eltiro es contra nuestras organizaciones”.24 La sintonía de este discurso conel de la Plaza seis meses después muestra la coherencia del pensamientode Perón. “Nosotros tenemos que proteger a las organizaciones”, recla-maba. Nótese que las definiciones de Perón de noviembre de 1973 soniguales a las del 1° de mayo del 74. Allí acusó públicamente a los que“traidoramente trabajan de adentro” y reconoció como artífices de lalucha de 18 años a los dirigentes de la burocracia tradicional “sabios y pru-dentes”. De este modo se verifica que Perón no tuvo un exabrupto en laPlaza, sino que expresó lo que pensaba en forma consecuente desdemucho antes de que Montoneros lo “apretara”. Perón se encontraba porprimera vez con una oposición interna con vuelo propio, organizada y conbase de masas, dispuesta a pelearle la orientación de algunas políticas. Laverdad es que Montoneros se mostraba inclinado a llegar a un acuerdo,pero el General no estaba dispuesto a correrse un ápice de sus definicio-nes y no tenía experiencia con oposiciones internas del tipo que represen-taba “la M”.En la época de los Movimientos de liberación nacional y las guerrillas revo-lucionarias, el estilo de conducción de Perón debía entrar en crisis. Elgeneral era un hombre de los cuarenta y sus ideas se relacionaban con losmovimientos de masas inorgánicos, democratizadores de las viejas socie-dades oligárquicas. El mismo Laborismo que llevó a Perón a la presidenciaen 1946 y que fue un intento de autonomía política de la dirigencia sindi-

24. Perón, Juan, “Discurso en la CGT el 2 de noviembre de 1973”, Secretaría dePrensa y Difusión. Las cursivas son nuestras para señalar las similitudes con el dis-curso del 1° de mayo de 1974, cuando el general se enfrentó públicamente en laPlaza de Mayo con Montoneros que le reclamaban, con fuertes consignas e inte-rrumpiendo su discurso, por la presencia de “gorilas” en el gobierno y el notorioviraje a la derecha.

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cal respecto del Estado, fue cancelado drásticamente por Perón. Pero enla década del 70 el desafío histórico al que debía responder el General erairresoluble dentro del esquema organizativo que el general sustentaba. Eldebate que Perón había eludido darle al Cooke en los sesentas, se reabri-ría diez años después en la arena política pública.

En la “Charla a los frentes”, Montoneros ya manifestaba: “Obviamentetodos los sectores demoliberales comparten que se nos aniquile, porquesaben que el desarrollo de nuestro proyecto significa su desaparición.Toda la burocracia comparte que se nos aniquile (...). La propia burgue-sía nacional (...) también (comparte) que se nos aniquile. Para todos esossectores somos un enemigo común”.25 Y más adelante también considera-ban que el propio Perón se había definido por esta propuesta de aniquila-miento aunque aclarando que no creían que “aniquilamiento” significaraliteralmente lo que literalmente significó. Cabría preguntarse cómo pen-saban compatibilizar este análisis del frente enemigo (ya en el 73) con laidea de un capitalismo de Estado que contara con el apoyo de la burgue-sía nacional en un programa de transición al socialismo.

Perón nunca había dado demasiado de su tiempo para combatir a nin-gún adversario interno. Augusto Timoteo Vandor y John William Cooke,desde polos opuestos, habían desafiado al General en diferentes momen-tos. Cooke fue neutralizado por Perón simplemente quitándole su aval,nunca confrontó posiciones con él: sencillamente dejó de contestarle lacorrespondencia y de considerarlo para alguna misión en el interior delmovimiento. Cooke mantuvo su prestigio como intelectual y revoluciona-rio pero sólo dentro del activismo más consecuente, no como referente demasas. Desde la vereda de enfrente, Vandor, a la cabeza de la estructurasindical, intentó independizarse políticamente de Perón; en este caso elGeneral se vio obligado a dar batalla en el terreno electoral, pero con sólodejar en claro que su lista no era la de Vandor bastó para ganarle a todoel aparato sindical. En los dos casos la razón de la tranquilidad de Perónera simple: el prestigio ante las bases tanto de Cooke como de Vandor sebasaba en mantener puesta “la camiseta peronista”; ambos comenzarona pensar en una construcción diferenciada de la planteada por el Generalcuando su prestigio ya estaba ligado fuertemente al de Perón. Con Monto-

25. En “Charla...”, op. cit., pág. 278

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neros, Perón por primera vez se encontraba con un desafío que lo obli-gaba a implicarse personalmente; durante un año destinó una parte desus esfuerzos a combatirlos y limar su prestigio entre las masas, comosi quisiera dejar bien claro que en caso de su predecible muerte no ibana ser los montoneros sus herederos. La famosa frase “Mi único herede-ro es el pueblo” también puede leerse en este sentido. La clave está enque Montoneros (y el resto de las organizaciones guerrilleras peronis-tas), desde sus comienzos ganó parte de su prestigio por méritos pro-pios, y aquello que iba construyendo era orgánicamente independientede todas las estructuras que el General controlaba.

Los montoneros tenían gran confianza en su capacidad de moviliza-ción -que superaba ampliamente la del sindicalismo y la derecha-, yesperaban que a través de ésta Perón comprendiera de qué lado esta-ba el “verdadero peronismo”. De todas formas, esto también se origi-naba en la mistificación con que veían la relación de Perón con lasmasas en el período 1945-1955. Si bien las masas constituyeron al pero-nismo, Perón como líder nunca planteó un diálogo con ellas ni con nin-guna estructura. Había una sola dirección desde donde emanaba el dis-curso; y el verdadero peronismo reclamado por Montoneros, si bien noera la burocracia sindical, tampoco era la asamblea popular.

¿Qué era en realidad el verdadero peronismo para “la M”? La idea deperonismo de Montoneros estaba formada a partir de su propia expe-riencia, que a su vez era tributaria de las experiencias de la ResistenciaPeronista del 55 en adelante. Uno de los temas de la CantataMontonera (obra épico musical donde se relata la historia de lucha queMontoneros reivindicaba) dice así: “...escúcheme compañero, si sesiente peronista, peronista verdadero...”, y continúa más adelante:“Luchamos en la resistencia, con caños y con desgracia, desde aquel55, sin saber de burocracia”. Para ellos, los peronistas eran quienesluchaban contra el enemigo desde abajo y sin negociaciones (la intran-sigencia, los duros), en todo caso las negociaciones eran maniobras tác-ticas de Perón que, como gran conductor, podía implementarlas enbeneficio de los objetivos estratégicos; mientras que la burocracia sin-dical y los políticos del peronismo oficial tenían a la negociación y laconciliación como estrategia. Por eso, como plantea la Cantata, losmilitantes de la Resistencia fueron al muere mientras que los de arriba

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negociaban sus luchas; con la vuelta de Perón y el surgimiento deMontoneros como forma de organización superior esa época de traicio-nes debía terminar.

Para la izquierda peronista el movimiento “era una clase”.26 Para larevista Militancia (cercana al PB), en su edición de noviembre de 1973,ser peronista era identificarse con la visión del revisionismo histórico,reconocer el liderazgo de Perón y representar los intereses de la clase tra-bajadora, y agregaban que en ese momento los auténticamente peronis-tas eran los que luchaban por la patria socialista. También es muy intere-sante retomar la visión de la conducción montonera: “Se suele decir queen el peronismo hay lucha de clases, cosa que en rigor no es cierto por-que no participan varias clases sociales en él, la única clase íntegra es laobrera”,27 y más adelante afirmaba que en el movimiento había lucha ide-ológica y que la clase obrera expresaba una ideología que no era la suya.En este sentido existía un deber ser que el peronismo no cumplía y quelas organizaciones revolucionarias peronistas debían garantizar derrotan-do en la lucha ideológica (política y si era necesario militar) a los “malosperonistas”. Esta asunción de que en el peronismo sólo estaba (o debíaestar solamente) la clase obrera y que los verdaderos peronistas eranaquellos que se expresaban en las luchas era el núcleo de la adscripciónperonista de los revolucionarios.

Es demostrable empíricamente que la mayoría de la clase obrera eraperonista (aunque fuera clasista en sus sindicatos); lo que no es tan evi-dente es que la lucha ideológica en el movimiento no fuera la expresiónde una forma de lucha de clases. La amplia mayoría de la dirigencia pero-nista no era obrera ni se sentía identificada con los obreros, al menos enel sentido que la izquierda da a esa identificación: como sujetos políticosy no como columna vertebral ni como clientes.28 Y si bien es cierto que laamplia mayoría de la burguesía fue antiperonista, la realidad era que esta

26. En la película Operación Masacre, Julio Troxler, sobreviviente de los fusilamientosdel 56, planteaba en esos términos la cuestión del clasismo del peronismo.27. “Charla...”, op. cit. pág. 270.28. Hacemos una distinción no sólo de grado sino también de naturaleza entre la con-cepción de Perón de la clase trabajadora como “columna vertebral” y la concepciónclientelar predominante a partir de los 80.

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descripción resultaba válida a nivel de estructura económica (aunquehubo una importante fracción peronista de la burguesía), porque a nivelsuperestructura política y sindical la hegemonía estuvo siempre en manosde los “malos peronistas”; salvo en determinados momentos en que secerraron todos los canales de diálogo (entre 1955 y 1959, y desde 1966 enadelante) y aun en esos momentos el mismo Cooke o la CGT de losArgentinos fueron permanentemente saboteados y puenteados por los“malos peronistas” que nunca perdieron el aval de Perón ni una cuotaimportante de poder.

En cierta forma, el “verdadero peronismo” de la izquierda era más unaexpresión de deseos que una realidad, deseo que se desprendía del análi-sis que hacían los revolucionarios de la estructura socioeconómica argen-tina: el peronismo del 45 con la burguesía nacional a la cabeza ya no eraviable (al menos en el sentido de que de él se desprendieran beneficiospara los obreros), por lo tanto un peronismo que siguiera siendo populardebía tender al socialismo y rescatar los valores de los luchadores y no delos burócratas: ése era el “verdadero peronismo”, un peronismo que seencontraba debajo, aplastado por la burocracia política y sindical y a cuyaemergencia había que contribuir. Con este objetivo se movilizaron enEzeiza para recibir al líder, en la manifestación a la quinta de Olivos para“romper el cerco”29 y el 1º de mayo del 74 para exigir “asamblea popu-lar”. En esta manifestación también pudo verse que para Montoneros exis-tía una visión mítica del pasado gobierno peronista; según ellos las con-centraciones en Plaza de Mayo entre el 45 y el 55 habían sido una espe-cie de asamblea en la que se establecía una relación líder-masa que defi-nía las políticas macro del movimiento. Si bien es cierto que Perón nopodía decirles cualquier cosa a las masas movilizadas si quería conservarsu lealtad auténtica, en la Plaza, como dijimos antes, el discurso fluía enuna sola dirección. La pretensión de Montoneros de impugnar en públicosus políticas motivó la furia de Perón y precipitó la ruptura.30

29. La “teoría del cerco” fue una de las explicaciones que los montoneros ensayaron amedida que iban siendo desplazados: consistía en la idea de que un conjunto de per-sonajes de la derecha (Osinde, López Rega, etc.), del entorno directo del General,impedían que éste supiera en realidad lo que pasaba. Lo cierto es que, como ya seña-lamos, Perón recibió a Montoneros y nombró como interlocutor al propio López Rega.30. Ver Gillespie, Richard, op. cit., pág. 100-103.

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La muerte de Perón impidió que el enfrentamiento ya declarado ypúblico entre ellos terminara por obligar a Montoneros a “rectificar las ilu-siones sobre su líder”. En este sentido, creemos que la afirmación deGillespie es válida para las bases montoneras, ya que los cuadros de laorganización tenían para el 74 una evaluación negativa de la posibilidadde convivencia con Perón, pero no querían hacerla pública. El golpe deEstado, a su vez, impidió que los obreros sintieran en carne propia laopción neoliberal que el peronismo, depurado de izquierda, seguramentetomaría de no haber sido derrocado. Por el contrario, luego de la muertede Perón, los guerrilleros siguieron identificándose como peronistas y acu-sando al resto del movimiento de traición o inconsecuencia. La explica-ción de esta actitud de la organización está en la percepción que los mon-toneros tenían de que el líder aún conservaba un amplio crédito entre laclase obrera, y no se equivocaban.

“La M”, de este modo, siguió afirmando que el verdadero espíritu dePerón no era el que había manifestado durante el último año, y argumen-taba que en su último discurso, el 12 de junio en Plaza de Mayo, habíaintentado tenderle una mano a la juventud.31 Pero, haya sido así o no, yaera tarde. La muerte del General el 1° de julio cerró la discusión condemasiados argumentos en manos de la derecha, la burocracia sindical yla “ortodoxia peronista” como para que los montoneros pudieran disputardesde una posición de legitimidad la herencia de Perón. Aunque igualmen-te lo intentaron, y aun en la época alfonsinista, ya derrotados y bajo ladenominación de Peronismo Revolucionario, los restos de la organizaciónpelearon, sin éxito (es más, fueron duramente repudiados tanto por la“renovación” como por la “ortodoxia”, los caudillos provinciales y los sin-dicatos), por ser aceptados dentro del Partido Justicialista.

Si bien existió una continuidad en el avance de la derecha a lo largo detodo el período, la incomprensión de Montoneros de lo que estaba suce-diendo le impidió articular una defensa de los espacios conquistados. Eneste sentido, en el esbozo de su propia historia con el que introducen elManual de instrucción para Oficiales y Soldados del Ejército Montonero

31. Podemos pensar que esto era posible, ya que Perón manejaba las contradic-ciones internas del movimiento en base a lo que se denominaba “política pendu-lar”, dándole aire alternativamente a combativos y conciliadores e impidiendoque alguno se consolidara como hegemónico en su fuerza.

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(como parte de un plan básico de formación para los futuros oficiales), seplanteaba que habían resuelto eludir los golpes que recibían replegándo-se de las posiciones a las que habían accedido en el Estado y dejandoexpuesta la agresividad de la derecha con el menor costo posible. Es cier-to que los montoneros abandonaron las posiciones conquistadas casi sinresistencia y que lo hicieron desde la concepción de volver a asaltar elpoder en forma revolucionaria desde afuera y ante el gobierno plenamen-te derechizado.

Pero el evidente fracaso de esta política –tal como hoy podemos eva-luarlo–, no debe oscurecer el hecho de que estaba muy a tono con las con-cepciones y el optimismo de la época. Muchos contemporáneos los criti-caron por considerar este repliegue como un regalo de posiciones queafectaba al conjunto del campo popular. En el caso de la Universidad(donde la izquierda era abrumadoramente mayoritaria), la ley que permi-tió el posterior avance del ministro Ivanissevich fue sancionada en marzode 1974 con Perón aún en el gobierno. Montoneros eludió enfrentarlaabiertamente diciendo que el líder no iba a atacarlos a ellos.32 La ley eraautoritaria -intentaban explicar-, para barrer el gorilismo, y por ello dabaamplia autoridad al Ejecutivo como sucedía en cualquier gobierno revolu-cionario. Meses después fueron intervenidos y desplazados ellos mismospor la derecha en el poder.

En otras palabras, para Perón las cosas eran claras: debían subordinar-se a las estructuras hegemonizadas por los políticos tradicionales y laburocracia sindical o irse. El encuadramiento propuesto por Perón dejabapoco margen para una organización revolucionaria: “Todas las agrupacio-nes peronistas, cualquiera sea su signo ideológico deben conectarse ofi-cialmente al Consejo Superior Peronista y éste tendrá la responsabilidadde decirles sí o no, porque las dos cosas no podrá decir”.33 Para los mon-toneros la cuestión era la opuesta: aguantar hasta que el general murie-ra evitando el enfrentamiento directo para poder pelear por su herenciapolítica con el mayor grado de legitimidad posible.

32. Gillespie, op. cit., pág. 196. También se cita un ejemplo respecto de la lucha sin-dical en Córdoba, donde la JTP intentó bajar el nivel de conflictividad de una lucha sin-dical que pretendía romper los marcos del pacto social.33. Ver “Charla de Perón a la JP”, op. cit.194 GUILLERMO CAVIASCA

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Quizá resulte complicado para el lector comprender qué fue lo quellevó a los militantes revolucionarios peronistas a ser peronistas, si elGeneral pensaba tal como se ve en los discursos de su último año de vida.Pero los discursos y mensajes de Perón no fueron siempre en el mismo sen-tido, y más allá de lo que realmente pensaba, su política se caracteriza-ba por la llamada «política pendular», tirando líneas hacia la izquierda ola derecha según la conveniencia del momento pero siempre intentandocontener a ambas corrientes dentro del movimiento y neutralizadasentre sí. A principios de los 70, cuando surgen las organizaciones arma-das, Perón no sólo parecía respaldar las acciones de la guerrilla peronis-ta, sino que no repudiaba a ninguna organización, peronista o no, que des-arrollara la lucha armada. En el mismo sentido sus definiciones sobre elsocialismo, el Che, los movimientos de liberación nacional, China, etc. seorientaban en la dirección de abrir espacios dentro del movimiento pero-nista a las nuevas corrientes radicalizadas que, sin duda, percibía en cre-cimiento tanto nacional como internacionalmente. Pero lo que sí Peróntenía bien claro era que la incorporación de estos sectores no debía «des-lizar» al movimiento de sus principios tradicionales.

Los montoneros y la izquierda peronista en general se encontraron asíentrampados en un atolladero político e ideológico. Perón, el líder delmovimiento al cual pertenecían, abría espacios a la derecha y a la buro-cracia para frenar y disciplinar a la izquierda y no estaba dispuesto a hacerconcesiones. En realidad, esto no era nuevo: tiempo antes el Generalhabía forzado la unidad de la CGT detrás de la burocracia, provocando ladisolución de la CGT de los Argentinos, dejando a los luchadores peronis-tas y clasistas sin organización reivindicativa propia a nivel nacional. Yalgo parecido pretendió con las organizaciones combativas. Pero las fuer-zas políticas del peronismo revolucionario eran relativamente más fuertesque a nivel sindical y resistieron esos intentos. Entonces Perón se volcócada vez más hacia el respaldo de los grupos de derecha y burocráticos.

Es importante destacar que a nivel económico, la política del líder noiba en el mismo sentido. José Ber Gelbard era su ministro de Economía ypretendía articular una política de equilibrio entre capital y trabajo conapertura hacia las economías del Tercer Mundo y el bloque socialista. Setrató de un intento de capitalismo independiente, mientras que el proyec-to económico de la derecha peronista se expresó en el plan de ajuste deCelestino Rodrigo. Esto permite pensar que la apuesta de Perón por la

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derecha de su movimiento no era un viraje ideológico ni expresión de unasupuesta ideología fascista, sino parte de su tradicional política pendular.Esta política, en una etapa histórica de radicalización, llevó a su movi-miento a la catástrofe. Perón murió con el péndulo volcado a la derechay la burocracia política y sindical conciliadora contó entonces con un nivelde legitimidad discursiva que nunca había tenido, proclamándose herede-ra del movimiento, título que conservó definitivamente.

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15. RELACIONES ENTRE ORGANIZACIONES ARMADAS

Las relaciones entre el PRT-ERP y Montoneros tuvieron oscilaciones noto-rias. Durante 1972, sobre todo en el período de la fuga del penal deRawson, hubo un acercamiento entre el PRT-ERP, FAR y Montoneros, quefinalizó en torno al 17 de noviembre y la decisión de volcarse de lleno ala campaña electoral del FREJULI por parte de las dos últimas. No debeolvidarse que Montoneros no tuvo una política firme en torno a la fuga delpenal de Rawson. La «M» no participó orgánicamente, por eso las tareasde apoyatura externa estuvieron a cargo de las FAR. Pero si lo hicieron losmilitantes presos entre ellos Vaca Narvaja y Pujadas miembros de la con-ducción.

Esta conducción consideró, no sin debates, que el retorno del peronis-mo era inevitable y que se debía esperar trabajando por la amnistía sinarriesgarse, pero el consenso sobre esta posición no fue suficiente paraimponerlo a los presos, lo que implicó que finalmente quedaran en liber-tad de acción. Es razonable que, dadas las fuertes disputas en torno alproceso electoral que llevaron a fracturas importantes, las diferencias enla resolución acerca de qué hacer con la fuga fueran la expresión de lasmismas tendencias: una mayor confianza en que el peronismo sería elcamino revolucionario de por sí, frente a la posición que sostenía a la van-guardia armada como salida principal. Además es de destacar que, cuali-tativa y cuantitativamente,1 la proporción de presos montoneros eramenor que la del ERP o las FAR.

1. Armando Jaime, que estuvo preso junto con Roberto Quieto, cuenta que esteúltimo defendía fervientemente la idea de que Perón era el líder de los trabaja-dores y que no dudaba del carácter revolucionario de su liderazgo, mientras queJaime, con una larga experiencia en la Resistencia Peronista, y por lo tantohabiendo sufrido en carne propia el estilo pendular de la conducción de Perón,oponía serios reparos ante la convicción de Quieto. En este sentido parece quemuchos viejos militantes de la Resistencia tenían más reparos frente a la conduc-ción de Perón que quienes se sumaron al peronismo (por razones de edad o por-que venían de otras experiencias) posteriormente al 69, en sintonía con cartas ydiscursos más radicalizados del General.

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El proceso de distanciamiento del PRT con FAR y Montoneros, que se diodesde fines del 72, fue parte de una situación más compleja en la que elconjunto de las organizaciones revolucionarias se vio inmerso. La primeradebió rediscutir su estrategia de cara a la apertura electoral del 73, lacual no preveían. La fuga, la conferencia de prensa y el posterior velato-rio en la sede del PJ sin distinción de los militantes asesinados en Trelewfueron una expresión de unidad muy fuerte; en la conferencia de prensadada en el aeropuerto de Trelew antes de entregar las armas, MarianoPujadas de Montoneros, Pedro Luis Bonnet del ERP y María Antonia Bergerde las FAR se expresaron en similares términos, poniendo énfasis en losacuerdos de caracterización de la lucha y definiendo las diferencias deidentidad (peronista o no) como algo secundario, en consonancia con laposición que planteaba la unidad de las organizaciones en base al méto-do por sobre la identidad peronista. En esa conferencia expresaron clara-mente a la opinión pública que no preveían que la dictadura fuera a darelecciones limpias. La dictadura, a cuyo frente estaba el generalAlejandro Agustín Lanusse buscó por el contrario las mejores condicionesde su retirada (que fueron bastante malas) en el marco de un repliegueestratégico que los años venideros demostraron exitoso.

Para el PRT-ERP, el cambio entre Lanusse y Cámpora no era sustancial,sólo dos formas de régimen burgués que se alternaban nuevamente yhabía que desgastarlos y desnudar su naturaleza. Pero para las organiza-ciones peronistas la posible vuelta del peronismo por la vía de las eleccio-nes libres significaba un desafío para la legitimidad de su lucha, y en estesentido era especialmente clara la afirmación de Pujadas de que no creíaque pudieran darse elecciones con Perón como candidato. La creenciageneralizada era que Perón debía volver en el marco de la lucha revolu-cionaria y no a través de las elecciones; había además un consenso gene-ral en que Perón era “intragable para la oligarquía”. En ese contexto decampaña electoral, de todos modos, el ERP y las FAR desarrollaron variasacciones en común, y el PRT depositó gran expectativa en la unidad.

Pero el debate se volvió muy fuerte en torno a la coyuntura política quellevó a la vuelta de Perón el 17 de noviembre. Las conclusiones que losMontoneros sacaron de ese debate están sintéticamente expresadas porDardo Cabo en el editorial de la revista El Descamisado, en el que se anun-ciaba la fusión definitiva entre FAR y Montoneros. Allí se planteaban lostérminos políticos de la contradicción que enfrentaban las organizaciones

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armadas peronistas: ¿qué debía unir a las organizaciones en primera ins-tancia? ¿El método de lucha o la identidad? Con una argumentación muyinfluida por la situación del momento,2 Cabo respondía que la identidadera lo central y el método lo secundario.3 Santucho lamentó estas defini-ciones en su “Carta a las FAR”,4 en la que acusó a esa organización de“someterse a la dirección burguesa y burocrática del peronismo” y a polí-ticos burgueses e integracionistas como Cámpora, Solano Lima y otros, yde transformarse en furgón de cola de un movimiento hegemónicamenteburgués, sacrificando el objetivo socialista por una efímera coyunturaelectoral. La coyuntura electoral causó un fuerte cimbronazo entre losdiferentes grupos revolucionarios y llevó a rupturas en Montoneros(Columna Sabino Navarro) y en el ERP (ERP 22 de Agosto), y a la adopcióndefinitiva de la identidad peronista por parte de las FAR, como así tam-bién al estallido de las FAP.

Fue una encrucijada histórica. La apertura electoral colocó a las orga-nizaciones armadas en un debate que era difícil de abordar con el herra-mental teórico del que se habían dotado y no había otros ejemplos simi-lares. Perdía nos transmite la sensación del momento: «era algo totalmen-te nuevo que una organización guerrillera participara de elecciones» (noo será en el futuro). Si, realmente era nuevo, participar en el caballoganador y sin desarmarse. El PRT y Montoneros respondieron en formaopuesta a la coyuntura.

El punto de mayor distanciamiento se dio entre el 25 de mayo de 1973,con la asunción de Cámpora, y el enfrentamiento con Perón. El PRT repu-dió la participación montonera en el gobierno y Montoneros condenó porcontrarrevolucionarios los ataques al Comando de Sanidad durante la ges-tión del general Carcagno al frente de las FFAA y al cuartel de Azul , ambosbajo la presidencia de Perón. Sin embargo, Montoneros mató a José

2. Recordemos el método que usaba Montoneros para procesar la realidad: práctica-teoría-práctica. Siguiendo este método de análisis la amplia movilización de masas del«Luche y Vuelve» los llevó a hacer del acierto político una teoría política. Más adelan-te ellos mismos llamaron a esta etapa de desarrollo de su ideología «pensamiento mági-co».3. Los editoriales de El Descamisado iban firmados pero no eran obra particular del fir-mante, sino parte de una discusión específica de la Conducción Nacional.4. De Santis, Daniel, comp., El PRT-ERP y el peronismo, Ed. Nuestra América, 2004,pág. 87.

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Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, durante el mismo período(aunque no lo reivindicó oficialmente, era un secreto a voces), días des-pués del aplastante triunfo electoral de Perón, quien era un hombre clavepara el líder.5 Las declaraciones públicas de “la M” en referencia al ERPfueron muy duras (como ya vimos las declaraciones de Quieto en la con-ferencia de prensa de julio del 73) y estaban relacionadas con la idea quela organización sostuvo hasta principios de 1975 acerca de que la cons-trucción se debía dar dentro de la identidad peronista. Igualmente debe-mos destacar que, a pesar de los artilugios discursivos a los que apelabanen su estrategia de ganar tiempo para disimular ante sus bases las medi-das dirigidas por el gobierno contra los militantes revolucionarios y lucha-dores obreros, los montoneros se opusieron a las reformas al Código Penalque supuestamente estaba dirigido contra el ERP, a la Ley de AsociacionesProfesionales y más moderadamente también al pacto social. Pero nopudieron elaborar una estrategia defensiva fuerte, ya que ésta hubieraacelerado la confrontación con Perón, y la idea de “la M” era postergar elenfrentamiento.

En el período de distanciamiento entre ambas organizaciones, el PRTcontinuó precisando sus diferencias con los revolucionarios peronistas, ypor ello planteó dos tareas: la unidad de acción y el debate de posiciones.Las posiciones más duras se dieron en torno a la reunión del ComitéCentral ampliado de 1974. Allí el PRT se propuso un replanteo de su carac-terización de Montoneros como organización revolucionaria:“Considerábamos a Montoneros una organización revolucionaria en base asu metodología de lucha, la armada. No hicimos un profundo análisis declase y dejamos de lado lo principal, si tenían o no una teoría revolucio-naria y un programa revolucionario”. A partir de esta definición, “elComité Central caracteriza a Montoneros como una organización populis-ta al servicio de las ilusiones nacionalistas burguesas”.6

Pero a partir de su distanciamiento definitivo del gobierno y de lamuerte de Perón, sobre todo durante la gestión de Isabel, Montoneros y

5. La ejecución de Rucci, hombre clave para el sostenimiento del pacto social, enfure-ció a Perón más que los ataques del ERP. Esto fue así porque las acciones montonerasiban dirigidas contra los núcleos de su política y cuestionaban su conducción al interiordel peronismo.6. Ver El Combatiente Nº 134, 11 de septiembre de 1974.

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el PRT-ERP se acercaron nuevamente.7 “Hacemos tres o cuatro reunionesy establecemos una base de acuerdos, fue el momento de nuestra más dis-tante relación con el peronismo, planteábamos el tema del agotamientodel peronismo. Llegamos a un acuerdo en la primera mitad del 76 ya pro-ducido el golpe. Ahí pasan dos cosas, primero es que empieza al interiorde Montoneros a reformularse lo que estábamos haciendo, en el sentidoque empezamos a visualizar varias cosas, como que el peronismo no esta-ba tan muerto; segundo, que nuestra confrontación con el sector sindicalpasado el golpe dejaba de ser importante (...) En el 75-76 se plantea eltema de la fusión (con el PRT-ERP), fuimos avanzando hacia eso en elmismo sentido que planteábamos la crítica al peronismo y su agotamien-to, pero en abril, mayo, junio comenzamos a revisar la posición respectoal peronismo (...) La línea divisoria pasó de confrontar con Isabel y el sin-dicalismo a confrontar con el Proceso, entonces cambió el marco de alian-za. Hay un doble movimiento, esta vuelta al tema del peronismo implicóvolver al distanciamiento con el tema del ERP”.8 Con la muerte deSantucho se agotó el proceso de fusión que se orientaba a crear la OLA(Organización para la Liberación de la Argentina) siguiendo el modelo dela OLP (Organización para la Liberación de Palestina), es decir, una fede-ración de organizaciones. Interesante propuesta, ya que la OLP no fue unpartido ni un frente sino una especie de estado palestino en el exilio en

7. El alejamiento entre Montoneros y el gobierno peronista se daba desde antes en loshechos, y la ofensiva en su contra era parte de una política más general destinada adomesticar al los grupos más combativos. En el ámbito sindical su expresión era el ata-que desde las conducciones de los sindicatos, la justicia, las patronales y el gobiernocontra los grupos clasista, combativos, peronistas o no, que tuvieran os pies fuera delplato propuesto. Esto produjo un acercamiento espontáneo entre la base militante delos diferentes grupos de izquierda peronistas o no. Por ejemplo en marzo de 1974 enCórdoba militantes del PRT, Montoneros y Poder obrero, motaban una guardia armadaen la sede de SMATA Córdoba sitiado por unos cincuenta parapoliciales de las AAA. Lacausa del enfrentamiento era garantizar o impedir que el triunfo de René Salamanca(del PCR) se materializara. Salamanca había ganado la conducción del gremio a la cabe-za de una lista que agrupaba a una amplia coalición de izquierda peronista y no pero-nista. Estos enfrentamientos se repitieron con diferente grado de intensidad en todoslos gremios donde se cuestionaba la conducción de la burocracia tradicional.8. Perdía, Roberto, entrevista con el autor, op. cit.

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el que convivían todas las fuerzas palestinas que lucharan por la libera-ción nacional contra Israel fueran marxistas (FPLP, FDLP, etc.) o no (comola mayoritaria Al Fatah, aunque incluía sectores marxistas en su interior).

Este acuerdo también incluía a la organización Poder Obrero.9 Pero, adiferencia de lo que plantea Perdía para Montoneros, el PRT depositabagrandes expectativas en esta unidad: “Hace poco más de seis meses seretomaron las relaciones a nivel dirección entre nuestro partido yMontoneros y ha habido positivos avances en las discusiones realizadas. Seabrieron perspectivas amplias para el trabajo unitario e incluso para laformación de un solo Partido Marxista Leninista y un solo ejército guerri-llero en nuestra patria”.10 Es de destacar que más allá de las “tres o cua-tro reuniones” referidas por Perdía, la relación tenía un aspecto materialcomo fue el apoyo de “la M” al PRT con refugios, imprentas y tecnologíay una relación fluida en algunas regionales.11 Por otra parte la reasuncióndel peronismo por parte de Montoneros pareció orientarse más a un res-cate de la identidad peronista que a integrarse al movimiento tradicional.Con posterioridad al golpe del 76, en un documento que circulaba entrelos militantes de “la M” destinado a “los trabajadores y al pueblo” titula-do “El peronismo ha quedado agotado”,12 se definían como peronistasmontoneros en un sentido muy distinto y absolutamente diferenciado delPJ, la CGT y cualquier estructura histórica del movimiento. Pero donde sedelineaba la tarea central (después de la creación de una estructura gre-mial combativa) de la construcción de “un ejército popular fuerte yúnico”, no mencionaban tareas de colaboración con el ERP.

Además, no debe olvidarse que el intenso debate dentro de la organi-zación Montoneros se fue saldando en diferentes etapas con una cada vezmayor asunción del marxismo leninismo, lo que se reflejó en lo organiza-

9. Organización Comunista Poder Obrero (OCPO).10. Ver El Combatiente Nª 105, febrero de 1976.11. Ya referimos en el apartado sobre política militar de las organizaciones, queMontoneros pensó la apertura de su frente rural en Tucumán no como una guerrilla ruralplena sino como una fuerza de monte muy articulada con las condiciones de semirru-ralidad de la producción cañera de la zona.12. Documento del archivo de Mariano Pacheco. En el apartado donde se explica el ago-tamiento, replantean esa definición en un sentido más matizado: «El peronismo ha que-dado huérfano».

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tivo en la construcción del partido y del ejército. Esto los acercó formal-mente al PRT-ERP, que venía desde su origen con una estructura similar.Pero no debemos sobredimensionar las cercanías formales entre ambasorganizaciones: la “izquierdización” montonera se dio siempre en elmarco de una concepción heterodoxa del marxismo, mientras que en elPRT las categorías clásicas se mantuvieron invariables. Esto no deberíahaber implicado, necesariamente, un distanciamiento en la construcciónde un frente guerrillero unido que peleara contra la dictadura si la carac-terización de la etapa y las tareas a impulsar hubiesen sido coincidentes.Pero a mediados de 1976 en la dirección montonera veían un nuevo marcode alianzas hacia el espectro político tradicional como prioritario y, cier-tamente, la capacidad operativa del ERP estaba duramente golpeada.

Debemos aclarar que el intento de acercamiento montonero hacia sec-tores políticos y sindicales otrora enemigos no le valió en ningún momen-to que se los aceptara como interlocutores más allá de ciertos sectoresperiféricos. Si la dictadura implicó un repliegue de las masas, para la diri-gencia política fue directamente una fuga. En el plano sindical “la M”mantuvo los intentos de estructurar una corriente “basada en aquelloscompañeros que constituían las mesas y coordinadoras sindicales” que enel 75 enfrentaban a las conducciones (mantuvieron el intento de formarla CGT de la resistencia”). Era complicado que la burocracia sindical ypolítica del peronismo aceptara acuerdos cuando Montoneros se proponíadisputarles la identidad y la base social. Como ya dijimos, la aperturademocrática encontró a los guerrilleros en general como excluidos y pros-critos, con el firme repudio de la amplia mayoría de los dirigentes pero-nistas. Esto se relaciona con la derrota: los partidos burgueses sólo admi-ten discutir con los revolucionarios cuando la fuerza de estos últimos esimposible de ignorar.

Para junio de 1976 (poco antes de la muerte de Santucho), la relaciónentre el PRT-ERP y Montoneros mostraba ya un serio deterioro. En ElCombatiente, el PRT señalaba que los guerrilleros peronistas “están lar-gando todo tipo de calumnias sobre nuestro partido, que giran en torno alas siguientes expresiones: que está semiliquidado, que está reducido a unpuñado de dirigentes sin cuadros medios y sin bases, que no tenemosinserción en la clase obrera”. Esto está en consonancia con las precisio-nes que brinda Perdía, quien plantea que la reunión con Santucho que nose llegó a realizar era para formalizar el distanciamiento.

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Montoneros comenzó a evaluar la necesidad de revalorizar al peronis-mo y buscar un marco de alianzas dentro de los sectores antes considera-dos burocráticos, disminuyendo el énfasis en las cuestiones mas radicali-zadas de su propuesta (las que lo acercaban el PRT), por ejemplo en elámbito sindical proponía la CGT de la resistencia que aglutinara lo mejordel activismo con burócratas dispuestos a luchar. Pero Santucho, que con-sideraba esa misma propuesta equivocada por no ser suficientementeclara, ya el PRT y el resto de la izquierda se habían opuesto a alternativi-zar a la CGT durante el 75) priorizaba el camino de la unidad aceptandopropuestas montoneras clásicamente peronistas. Su muerte y la disminu-ción de la voluntad montonera de acuerdos cerraron la discusión.13

Otra expresión montonera respecto de las relaciones con el ERP puedeverse en los “papeles de Walsh”, en los que justamente se marca como ungrave error las políticas de la conducción de acercarse a la “ultraizquier-da” por considerarla inexistente e insignificante. En estos papeles, escri-tos a lo largo del 76 y principios del 77, se mencionaba específicamenteal ERP. Se planteaba, además, una propuesta de repliegue estratégico,pasar de la guerra a la resistencia, y de posiciones más expuestas a otrasmenos expuestas, redefinir el marco de alianzas y reasumir la identidadperonista peleando la conciencia de las masas de abajo hacia arriba, yreeditar la Resistencia del 55 pero con una dirección estratégica y simbó-lica en Montoneros. El marco político que requería una propuesta de esetipo no era, justamente, el que podía proporcionar una alianza con laizquierda revolucionaria, ya que lo simbólico y lo masivo aparecían, enuna lucha de resistencia, como mucho más importantes que la precisiónteórica.

Hasta que punto fueron tomadas las propuestas de Walsh. Perdía y lossupervivientes de la Conducción testimonian que discutieron sobre letema y tomaron muchos de sus aspecto. En realidad hay elementos quepermiten pensar que fue así: un freno a la unidad con los grupos armadosde izquierda, un retome del discurso y la simbología peronistas y el impul-so de acciones violentas de baja intensidad. Pero la principal propuestade Walsh, frenar la construcción del ejército montonero y pasar de estruc-

13. Según ex miembros de la OCPO la última reunión se realizó en Rosario poco des-pués de la muerte de Santucho y los montoneros mostraron poca disposición a seguiren el camino de la unidad.

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turas centralizadas a descentralizadas, no. Ahora bien no podemos hipo-teitzar con suficiente fuerza que hubiera sucedido con cientos de gruposmontoneros dispersos haciendo política a lo largo de la geografía nacio-nal, que tuvieran como único lazo orgánico lineamientos doctrinarios parala etapa y prensa cada tanto. Evidentemente la conducción evaluó comomuy riesgosos los desafíos que esta política implicaba.

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16. A MODO DE CIERRE

El golpe del 24 de marzo de 1976 se presentó como el corolario de un pro-ceso de descomposición política y económica; una etapa del capitalismoestaba entrando en su crisis final. El modelo peronista de de Estado debienestar, el mas exitoso modelo e desarrollo capitalista con integraciónsocial del tercer mundo, había chocado con barreras infranqueables: unainterna, expresada por la unidad de un bloque reaccionario tras la idea dedeprimir la participación de los trabajadores en el ingreso nacional y suconsecuente influencia política, y transformar al Estado en un gerenteunívoco del capital; y otra externa, el comienzo de la transición hacia elneoliberalismo y la crisis global del 73. Con ese contexto los ciclos deluchas que habían puesto en jaque la hegemonía de las clases dominantesy hecho naufragar diversos planes de reorientación económico social,debía tener un corte definitivo.1

Los ciclos de luchas que hasta el momento habían logrado frenar elajuste de la economía requerían un corte definitivo, para el cual elgobierno de Isabel no estaba suficientemente preparado, y así lo enten-dieron las principales corporaciones económicas y las fuerzas armadas.El peronismo, con sus compromisos y su vulnerabilidad ante las presio-nes sindicales, no podía encarar la salida que ya las clases dominanteshabían consensuado. Por otra parte, el mundo en los 70 estaba sufrien-do un cambio que los protagonistas no pudieron ver en su real dimen-sión. Con el cierre del ciclo expansivo de posguerra y el advenimientodel neoliberalismo comenzó a delinearse un nuevo escenario que seafianzó en los 80 a partir de la derrota de los trabajadores, no sólo enel Tercer Mundo sino también en los países centrales, cuyo corolario fue

1. El modelo peronista imponía un límite a la acumulación de capital. Las leyes socia-les, regulaciones económicas, niveles importantes de autonomía obrera en la planta secombinaban con importantes sectores de la economía y de servicios públicos y socialesen manos del Estado (o sea fuera del mercado)

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la caída vertiginosa del bloque socialista del Este europeo (aunque eneste punto las causas internas del desarrollo del propio modelo de socia-lismo burocrático fueron, sin duda, determinantes para su fracaso).

Cuando los revolucionarios imaginaron lo que vendría después delgolpe, lo hicieron pensando en una profundización de lo que ya conocíany contra lo que habían combatido con relativo éxito. Pero así como el neo-liberalismo implicó un cambio de naturaleza en los patrones de acumula-ción del capitalismo, en su ideología y en sus formas políticas (el cambiodel Estado de bienestar con su cultura, su democracia, etc., al Estadoneoliberal con concepciones y prácticas distintivos en lo institucional,social, cultural, etc.), el tipo de represión aplicada fue de naturalezasuperior, llegó a todos los poros de la sociedad y se articuló con el iniciode un proceso de desindustrialización que llega hasta nuestros días.

La industrialización en la era del imperialismo y en un país del tercermundo solo era posible a través de una fuerte decisión desde el Estado.Requiere un disciplinamiento de las fuerzas económicas, ya que estas, for-madas en relación subsidiaria al mercado mundial, son incapaces por simismas de un desarrollo capitalista típico. Crear patrones de acumulaciónnuevos, que generen una nueva estructura económica social, requieretambién una fuerte decisión política de enfrentar a las fuerzas del mer-cado que no son otra cosa que las mismas clases dominantes formadas enel patrón de acumulación anterior y sus socios externos, en general laspotencias capitalistas y sus grandes empresas. El problema esta en que enque el progreso económico y social implicaría el inicio de una dinámica deruptura; estos fueron los límites del peronismo clásico, imposibles desuperar en los marcos del sistema.

El disciplinamiento social y el plan neoliberal que ya habían empezadoa ensayarse con las Tres A y con Celestino Rodrigo, fueron impulsados contoda la fuerza por los militares y por Martínez de Hoz. La clase política,el empresariado en pleno y la «opinión pública»2 acordaban en la necesi-

2. Opinión pública es un concepto que debemos cuestionar, ya que se relaciona con lageneración de opinión desde las principales usinas informativas que, en general, perte-necen a los mismos grupos capitalistas a los que los trabajadores enfrentan. Igualmentees un concepto útil ya que nos permite comprender uno de los mecanismos de legiti-mación del sistema dominante: es la forma de generar consensos coyunturales para sos-tener políticas antipopulares. En los 70 el proceso de concentración mediática todavía

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dad del golpe; los trabajadores se replegaban, hubo poca resistenciasocial, más allá que en poco tiempo los efectos negativos de la políticaneoliberal se sintieron sobre muchos de los que inicialmente la apoyaron.En vísperas del golpe, en medio del conflicto de Villa Constitución, unadelegación de Montoneros y Poder Obrero (OCPO) intentó entrevistarsecon el gerente de ACINDAR (principal empresa de la zona) para ejercer lapresión que las organizaciones guerrilleras realizaban sobre los empresa-rios cuando los conflictos se ponían difíciles y que en casi todos los casostenía algún resultado. Esta vez fueron rechazados por la empresa;3 elgerente de este grupo era José Alfredo Martínez de Hoz, cabeza económi-ca del futuro gobierno militar, la oligarquía ya había tirado sus cartas.

Luego del golpe, el camino que se vieron obligadas a transitar las orga-nizaciones revolucionarias -y que se prefiguraba desde antes-, tuvo undestino similar tanto para Montoneros como para el PRT-ERP. Este último,confiando en que la radicalización de la lucha de clases y la represiónindiscriminada llevaría a las masas a sumarse a su organización, tituló laedición de El Combatiente «Argentinos a las armas». Pero la oleada deluchas de masas abierta en 1969 había comenzado un reflujo prolongadoy, acostumbradas desde su nacimiento a moverse en un clima de impor-tante movilización social donde los reflujos sólo eran preludios de avan-ces mayores, las organizaciones no acertaron en caracterizar la etapa quese abría.

estaba en pañales en comparación con los 90 donde ya podemos hablar de dictaduramediática. Pero es evidente que los medios de comunicación masiva eran ya en eseentonces herramientas de difusión y generación de opinión. Debemos tener en cuentaque el monopolio de la información por parte de grandes empresas periodísticas dejasin voz a las clases populares. En este sentido la concepción del Estado como dictadu-ra más hegemonía presentada por Gramsci, nos ayuda a buscar una respuesta a la inte-gralidad de la dominación y la multiplicidad de la coerción que la clase dominante ejer-ce. El Estado gramsciano (en el sentido que nosotros usamos en este trabajo) abarcano solo las herramientas estatales propiamente dichas, sino las instituciones de la socie-dad civil que ayudan a la generación de la hegemonía (como los medios de comunica-ción) y, decimos nosotros, deben ser parte de la pelea de los revolucionarios.3. Charla del autor con Alejandro Horowitz, ex miembro de OCPO, 12/04

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En este sentido, El Combatiente decía en su número del 19 de noviem-bre de 1975: «El proceso de guerra revolucionaria abierto en Argentinatiene su origen en la formidable ofensiva de las masas que reconocecomopunto de partida la heroica gesta del Cordobazo (...) El rasgo esen-cial de este proceso, consiste en que se dio en el marco de una perma-nente ofensiva de las masas, como parte integrante e importantísima dela misma. Debido a estas circunstancias nuestra guerra revolucionaria sedesarrolló como una ofensiva permanente que entrelaza estrechamente lalucha armada y no armada de las masas, impidiendo a la burguesía tomarla iniciativa y obligándola a acudir a gobiernos que, pese a su carácterfuertemente represivos se hallan a la defensiva frente al embate de lasfuerzas de la revolución. No hay por lo tanto en nuestra guerra una etapadefensiva sino que es una ofensiva permanente, dentro de la cual se dandistintas fases que no modifican el carácter del conjunto del proceso».4

Podemos ver dos explicaciones posibles para la afirmación anterior: pri-mero, que el PRT-ERP estaba muy entusiasmado con las recientes luchasde la respuesta obrera al Rodrigazo; segundo, que polemizaban con lascategorías montoneras que definían la etapa del golpe como de «defensi-va estratégica ». Esta visión de la lucha revolucionaria como un desarro-llo siempre ascendente hacia la victoria (para algunos en espiral, paraotros en diente de sierra, pero en definitiva ascendente), es para nosotrosuna de las fallas que tuvo la teoría revolucionaria latinoamericana, hege-mónica en la época. El guevarismo (tal como se concebía), no era una ide-ología que contemplara etapas de profundo repliegue, en general se con-sideraba que una vez abierto el proceso de guerra se llegaría a la victo-ria. Si se fracasaba era porque faltaba más de lo mismo: más armas, unamejor ubicación geográfica para el frente guerrillero, mejor formación delos compañeros en la línea, etc. Si bien las organizaciones revolucionariasargentinas no eran foquistas (ya que tenían un fuerte trabajo de masas),el voluntarismo y su fe casi religiosa en la capacidad de la vanguardia decambiar las condiciones a través del accionar centralmente militar lesdificultó la posibilidad de ver el proceso desde una perspectiva de tiem-po de largo plazo.

4. El Combatiente, Nº 192

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Planteamos en nuestro estudio que tanto Montoneros como el PRT-ERPsufrieron un proceso de militarización de su práctica política que los llevó,en un momento de reflujo de la lucha de masas, hacia el aislamiento y laposterior destrucción en el enfrentamiento contra el aparato militar bur-gués. Ésta es la tesis clásica: militarismo, aislamiento, destrucción. Peroesta tesis, que parece correcta desde una perspectiva a tres décadas dedistancia, adolece del defecto de ser solamente descriptiva de lo quepasó, pero no explica sus causas, y promueve la condena de los revolucio-narios setentistas desde la constatación de su fracaso. De esta descripciónse valen los que en el presente pretenden desalentar las luchas y justifi-car el estado de cosas.

Sin embargo, hacia el 75 tanto el PRT-ERP como Montoneros se definí-an como organizaciones cuyo objetivo era representar (exclusivamente enun caso, o principalmente en otro) a los intereses de la clase obrera.Ambas organizaciones consideraban, también, que la clase obrera estabarepresentada por una vanguardia combativa y clasista, expresada por lostrabajadores cordobeses, los de la ribera del Paraná y algunas fábricas delGran Buenos Aires y La Plata. En 1975 esta fracción de la clase trabajado-ra estaba aún en plena efervescencia y daba batallas muy importantes,como las ya mencionadas contra el plan de Celestino Rodrigo, frenadomediante un paro nacional con movilización impuesto a las direccionessindicales por coordinadoras de base en las cuales los guerrilleros teníanuna importante presencia y esa fracción de la clase obrera fue víctima pri-vilegiada de la represión. Comisiones internas completas fueron desapa-recidas y muchas fábricas militarizadas. La decisión de llevar adelante unaestrategia represiva común por parte de la dirigencia política tradicionaly las fuerzas represivas puede rastrearse en la declaración de RicardoBalbín líder de la UCR cuando hablaba de la «guerrilla fabril» en VillaConstitución como del oficialismo.

Más allá de que otras importantes luchas terminaron en derrotas –a lasque ya nos referimos citando el interesante análisis de Juan Carlos Torre–,no debemos dejar de tener en cuenta que hacia fines de 1975 y principiosde 1976 el repliegue de la fracción de vanguardia de la clase obrera noera evidente. Entonces ¿en dónde estaba el reflujo? Desde una perspecti-va mas amplia, el repliegue popular era notorio a nivel territorial, el con-junto de las masas populares habían disminuido su actividad desde 1974 yesto se notaba en la menor convocatoria y recepción que los revoluciona-

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rios tenían en los barrios, en esto contribuyó sin dudas la clara identifica-ción por parte del peronismo oficial y el propio Perón como «ajenas almovimiento » a las organizaciones armadas.

La categoría vanguardia puede dar lugar a equívoco. Consideramos queen todo proceso revolucionario existe una parte de la sociedad -una claseo fracción de clase- que lleva sobre sus hombros el conflicto social con unalto nivel de combatividad y masividad. Esta parte del pueblo es la puntade lanza de conflictos que abarquen al conjunto de las clases populares(es la vanguardia social). Por otra parte, se desarrolla, como forma polí-tico organizativa diferente, una (o varias) organizaciones que dan la peleapor la constitución de una nuevo poder político; esta es la vanguardia polí-tica. La articulación e identificación entre masas populares, vanguardiasocial y vanguardia política es clave para el éxito del proceso de transfor-mación.

Pero, a partir de 1974 comenzaban a verificarse diferentes rupturas. Enprimera instancia, el reflujo implicaba el aislamiento de la vanguardiaobrera y que sus luchas, aún con un enorme nivel de combatividad y orga-nización, tuvieron grandes dificultades en materializarse en victorias y deacaudillar al resto del pueblo. En segundo lugar, el aislamiento de lasorganizaciones armadas sólo sería definitivo si el reflujo se manifestabatambién en los sectores más avanzados de la clase y por un tiempo pro-longado (como sucedió). Pero esto no era evidente a principios del 76 ylas organizaciones revolucionarias no acertaron en detectarlo ni en arti-cular una política que articulara mejor la resistencia de la vanguardiaobrera con la de la vanguardia política.

Así, los aparatos de las organizaciones armadas quedaron expuestos aun enfrentamiento directo con el aparato burgués y sin retaguardia dondeguarnecerse, sufriendo una sangría más o menos rápida. Los montoneros,mucho más numerosos y con más recursos económicos, combatieron hastael año 1980 (fracaso de la «segunda contraofensiva estratégica»), sufrien-do alrededor de 8.000 muertos y desaparecidos; el PRT sufrió una serie degolpes fuertísimos que comenzaron durante el gobierno de Isabel, desdediciembre de 1975 (derrota en Monte Chingolo) hasta julio del 76 (muer-te de Santucho y varios miembros de su conducción), y prácticamente sedesarticuló a partir de entonces.5

5. Nombramos estos dos hechos paradigmáticos por su importancia. Pero el PRT-ERP fue

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En otro orden, las diferencias y similitudes entre el PRT-ERP y Montone-ros pueden agruparse en torno a una serie de alternativas cuyos polosexpresan, en términos generales, las posiciones de ambas organizaciones:

– socialismo vs. liberación nacional;– organización partido-ejército vs. organización político-militar y movi-

mientismo;– revolución socialista vs. proceso de liberación nacional tendiente al

socialismo;– identidad internacionalista vs. identidad nacional;– revolución permanente vs. programa de transición;– combate al peronismo vs. evolución del peronismo;– frente obrero y popular vs. frente de liberación nacional.

A estos puntos podemos agregar algunas reflexiones que hacen a la polí-tica de las organizaciones y que, más allá de que no se hayan formuladode esta manera en la época, son centrales para el debate actual: la tomadel poder vs. la construcción de poder popular; el tema del consenso y surelación con el poder, y el entrismo como forma de relacionar política-mente a la organización que pretende ser vanguardia con las masas cuan-do éstas tienen una identidad política previa. Claro que no hay una carac-terización “pura” para las organizaciones ya que en la época no se deba-tía en estos términos, salvo en el tema del entrismo, pero aquí nos sirvepara trazar un análisis desde el presente.

En sus definiciones de largo plazo el PRT y Montoneros, en general,coincidían. Ambas consideraban el “socialismo” como la propiedad de losmedios de producción en manos de los trabajadores; que el ejército bur-gués debía ser destruido y reemplazado por milicias y un ejército popular;que se debía cambiar el sistema de partidos; que la conducción del pro-ceso revolucionario debía estar en manos de la clase trabajadora y su van-guardia la organización revolucionaria política y militar; y que en prime-ra instancia la revolución se debía concretar en el marco nacional, luegoen América Latina y finalmente en el resto del mundo. Pero estas coinci-dencias de largo plazo no fueron determinantes en la consideración del

duramente golpeado en sus aparatos urbanos y en el monte casi sin tregua en la etapafinal del gobierno isabelista.

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camino para llegar a esos objetivos. Si tenemos en cuenta que el largoplazo es, en general, de décadas, todo el período en que les tocó actuarfue marcado por una diferencia de políticas a desarrollar para hacer fren-te a la coyuntura.

Hablamos de una diferencia de políticas, porque la interpretación de lasituación era en general muy parecida o, en su defecto, cuando habíadiferencias éstas se diluyeron con el paso del tiempo (interpretación dePerón y su rol, o posibilidades de la burguesía nacional, por ejemplo).Aunque el PRT fue mucho mas intransigente en sus definiciones teóricasque Montoneros. Muchos cuadros y algunos militantes de la «M» si estu-diaban marxismo (y otras corrientes) y adoptaron muchas de sus concep-ciones; pero no entrarían dentro de lo que se define canónicamente comouna organización marxista leninista.

Una de la claves para interpretar el problema de las contradiccionesentre ambas organizaciones está en ubicar desde qué lugar se daba eldebate. Es muy importante considerar que el mayor distanciamientoentre el PRT y «la M» se dio en el período que va desde el 11 de marzo de1973 a la ruptura con Perón, cuando las expresiones públicas deMontoneros y FAR eran de disciplinamiento a la conducción y doctrinaperonista. Pero hemos visto que Montoneros (y las FAR hasta su fusióndefinitiva) variaron rápidamente del entusiasmo al desencanto en pocosmeses, y que ya hacia fines de 1973 su caracterización del movimiento delque eran parte era abiertamente negativa y las perspectivas sombrías.

En este sentido, un problema puede rastrearse en las críticas y polémi-cas que el PRT establecía con las posiciones públicas de Montoneros. Porejemplo, en un muy interesante documento aparecido en El CombatienteNº 81, el PRT polemizaba con las definiciones vertidas por Firmenich yQuieto en una conferencia de prensa inmediatamente anterior. En esaconferencia de prensa, los dirigentes se habían posicionado con un firmerespaldo a Perón y sin criticar ninguna de sus maniobras, definiendo el rolde la guerrilla sólo como de «señalamiento y desgaste», asimismo obvia-ban las experiencias de lucha de los trabajadores que no reconocieran unafuerte identificación con el peronismo (Cordobazo, clasismo, etc.).Intentaban mostrar que entre «patria peronista» y «patria socialista» noexistían diferencias; llamaban sin otras salvedades a las fuerzas armadasa sumarse al proceso de liberación nacional; sostenían «la alianza de cla-ses manteniéndola en los términos en que fue constituida por el general

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Perón». Y, finalmente, afirmaban, por boca del propio Quieto, que quie-nes no se incorporaran al peronismo para luchar por la revolución seríandirectamente reaccionarios: «Por eso les decimos que para ser revolucio-narios en nuestro país es necesario asumir la experiencia histórica denuestro pueblo, que es el peronismo; por lo tanto aquellos que lo enfren-ten o ignoren quedan al margen de la historia real y no pueden autodeno-minarse revolucionarios. Cuando el ERP o cualquier otro sector llama a launidad revolucionaria debe tener en cuenta que la única unidad posiblees en torno al movimiento peronista como movimiento de liberaciónnacional y cuyo jefe y conductor es el general Perón».6 Más muestraspúblicas de disciplina partidaria imposible, sobre todo teniendo en cuen-ta que estas opiniones fueron vertidas después de Ezeiza.

En El Combatiente se desmenuzaba, inteligentemente, esta conferen-cia y se contestaba cada uno de sus puntos, los cuales desde una perspec-tiva más amplia que la del peronismo eran fácilmente criticables. Desdela revista Militancia, el Peronismo de Base y otras tendencias peronistasrevolucionarias menores también criticaron la posición de «la M»; losargumentos de toda la izquierda revolucionaria no montonera eran sim-ples de entender y se basaban en una cuestión central: los trabajadoresdebían tener una organización propia que no se subordinara a otras expre-siones políticas que no fueran las propias (evidentemente había maticesrespecto del rol de Perón entre el Peronismo de Base y el PRT-ERP).

Montoneros no pensaba lo que expresaban en público, al menos así lorecuerda Perdía hoy y lo demuestran sus propios documentos internos. Laorganización se distanció fuertemente de Perón desde mediados de 1973considerando inevitable la ruptura y en setiembre del mismo año habíadado muerte a Rucci. Pero, el tema que generaba (y genera) confusión enlos debates estaba en un problema que la izquierda peronista arrastrabadesde sus orígenes: la contradicción entre un proyecto revolucionariosocialista y la conducción de Perón, fuente de su legitimidad. En términosteóricos, esta contradicción aparece en la respuesta del fundador de lasFAR Carlos Olmedo al ERP en 1971. En ese debate y con una argumenta-ción de gran erudición, Olmedo (siguiendo a Lenin) afirmaba que la ideo-logía viene desde afuera hacia la clase trabajadora, que reproduce natu-

6. Ver De Santis, El PRT ERP... op. cit. Pág.129.

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ralmente la ideología de la clase dominante; pero contradictoriamente aesta argumentación también planteaba la asunción de la identidad pero-nista para trabajar desde allí. El hilo por el que caminaban los revolucio-narios peronistas era muy delgado, y el no caerse dependía de condicio-nes políticas muy precisas: que la significación de «liberación», «peronis-mo» y «clase trabajadora» continuaran siendo las mismas, como lo habí-an sido durante la Resistencia ya que, para los «gorilas», proimperialistasy en general propietarios (dueños del poder durante el período anterior),peronismo y comunismo eran monstruos similares. Pero, en realidad,peronismo y comunismo no eran lo mismo y Perón no pretendía, y lo decíaexplícitamente, representar los intereses exclusivos de la clase obrerasino los de «todos los argentinos», fortaleciendo el desarrollo capitalistadel país y el rol de la burguesía local. El problema que Montoneros inten-taba resolver, y que se evidencia en la contradicción entre sus posicionesante la opinión pública y su pensamiento, se originaba en que considera-ban a Perón como «factor de unidad nacional» y líder del pueblo, y pre-tendían, sin enfrentarlo, ser la conducción revolucionaria estratégica delmovimiento fundado por el propio Perón en vida de Perón.

Esta contradicción en el planteo de los revolucionarios puede expresar-se así: elaboración teórica y construcción externa de la vanguardia vs. Laexperiencia propia de la clase obrera en la lucha de clases de la forma-ción social en cuestión. El tema de la «experiencia» se relaciona con laidentidad, ya que la identidad política de una clase se constituye en lalucha colectiva. Si bien hemos intentado explicar que la «identidad» noexpresaba una ideología acabada, y que las «estructuras de significación»con las que la clase interpretaba su adscripción al peronismo abrían unabanico de posibilidades mucho más amplias que las definidas por «lacomunidad organizada », la conducción de Perón imponía claros límites encada momento: en los 40 disciplinó a los sindicatos; en el 55 abandonó elpoder antes que enfrentar a la burguesía; siempre sostuvo a la burocraciaperonista aun en sus peores crisis de legitimidad, y en los 70 impuso nue-vamente ese equilibrio para garantizar su conducción y su proyecto.

En otras palabras, para disputarles legítimamente la conducción delperonismo a sus sectores tradicionales, Montoneros debía asumir, ademásde la identidad, un discurso público que fuera más allá de la identidadcomo algo abstracto y que, por lo tanto, implicaba reproducir hacia lasociedad planteamientos ideológicos concretos. Pero con el peronismo en

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el gobierno y con Perón en Argentina, la ambigüedad que le permitía a «laM» sostener su discurso ya no existía: «patria peronista» no era «patriasocialista»; la comunidad organizada no era un programa de transición alsocialismo; las formaciones especiales no eran el embrión ni de milicias nide un ejército popular.

Es en ese momento cuando la contradicción estalla: por un lado el PRT-ERP y los sectores más radicalizados de la clase obrera los aguijoneabancon críticas y acciones (más o menos correctas) que hacían zozobrarmuchos de sus planteos tácticos; por otro, desde las estructuras tradicio-nales del peronismo y desde el propio Perón se les exigía disciplina ideo-lógica y política, y además, la derecha los atacaba violentamente. «La M»pretendía pilotear esta contradicción intentando dar muestras de discipli-na pero sin bajar sus banderas. «Estamos obligados a luchar contra laburocracia, lo que vamos a hacer de la forma más disimulada posible»,7

señalaban y así en todos los planos. En última instancia los montonerospretendían ganar tiempo hasta que muriera Perón. Claramente lo plante-aban así en la «Charla a los frentes », en la que señalaban que el proce-so revolucionario sería de 30 ó 40 años mientras que Perón no iba a vivirmas de 4 ó 5 (en realidad, sólo vivió unos meses). Además según Perdíadisponían de informes sobre la próxima muerte de Perón, ya que el médi-co Jorge Taiana (a cargo de la salud del General entre otros) les pasabainformación al respecto. Luego, en el Manual de instrucción para Oficialesy Soldados del Ejército Montonero, se hicieron una nueva autocrítica,pero con Perón muerto ya no buscaban el fondo de la contradicción «ide-ología socialista externa vs. experiencia de la clase».8

Ahora bien, no podemos dejar de ver tres puntos. Uno, que Perón erael conductor de un proceso cuyo grado de legitimidad estaba asentado enun arco social mucho mayor que la clase obrera solamente, lo que se rela-cionaba directamente con su política económica de base que era el pactosocial. Segundo, que el proceso de recuperación de la democracia formal

7. “Charla...”, op. cit., pág. 310. 8. Algunos elementos teóricos para una resolución de esta contradicción pueden consi-derarse a partir de los términos planteados por Gramsci en las Notas sobre Maquiavelo,cuando habla de la articulación entre una vanguardia jacobina y la conciencia “nacio-nal popular” de las masas.

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que culminó el once de marzo con el triunfo de Campora, había estadocaracterizado por una amplia movilización de masas; al igual que el pos-terior proceso que buscó cerrarse con la destitución de Campora y la elec-ción para la presidencia de la fórmula Perón-Isabel (aunque en este pro-ceso hubo varios vicios de origen, pero la contundencia del resultado dejoa estos vicios para el análisis de las generaciones posteriores). Tercero,que el proyecto de Perón era capitalista, nacionalista e intentaba sersocialmente progresista, por lo tanto era difícil enfrentarlo desde posicio-nes socialistas mientras no se hiciera evidente su fracaso (y esto no suce-dió hasta después de la muerte del general y allí vino el golpe).

Aquí entra en juego otra de nuestras conclusiones en lo que hace espe-cíficamente a Montoneros. Visto desde el presente, las FAR, muchos sec-tores de la Tendencia y también «la M», parecieran haber practicado unaespecie de «entrismo», pero si esto fuera así, sería un «entrismo» suigeneris, no asumido ni entendido así por los actores; un entrismo cuyo ori-gen no estaba en el intento consciente de una organización que se sabeno peronista, de adoptar una identidad peronista para entonces influir enla clase obrera con el objetivo de que ésta asuma el socialismo (como lohicieron sectores trotskistas conducidos por Nahuel Moreno desde el 54);sino en una creencia teórica de que el peronismo tendería naturalmentehacia una concepción y organización socialista, y que por lo tanto se debíaconstruir en su interior, legítimamente, una vanguardia. El error originalde toda la tendencia revolucionario del peronismo partía del mismo JohnWilliam Cooke: el peronismo no había sido «el hecho maldito del país bur-gués» sino del país oligárquico.

Queremos señalar con esto que las estructuras burguesas pre-peronis-tas, elitistas, oligárquicas, vinculadas a un modelo asentado preferente-mente en el campo y el mercado externo, era todo un sistema tradicionalimperante desde la segunda mitad del siglo XIX y que le peronismo vino acuestionar y con el la hegemonía de un bloque de clases y sus formas cul-turales y políticas.

Pero Perón y su movimiento no cuestionaban al capitalismo en su con-junto, por el contrario ofrecían un modelo capitalista con mayores posibi-lidades de contención social e inserción en el mundo. Su fracaso, princi-palmente por la resistencia de una fracción de las clases dominantes aaceptarlo llevo a muchos militantes a pensar vías de desarrollo nacionalcon implicancias de transformaciones mas profundas. Es por esto que los

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montoneros podían sostener en la “Charla a los frentes”: “Somos el hijolegítimo del movimiento, somos la consecuencia de la política de Perón.En todo caso podríamos ser el hijo ilegítimo de Perón, el hijo que no quisotener, pero el hijo al fin”.9 Esta concepción montonera era clara y cohe-rente en el marco de la política de transformación del movimiento pero-nista en un “MLN completo”.

No debemos ignorar, al valorar la opción por el peronismo de numero-sos militantes revolucionarios, el hecho de que la case trabajadora pero-nista llevó adelante importantes luchas y que los discursos y mensajes dePerón no siempre fueron como los vertidos en el período que va desdejunio de 1973 a junio de 1974. Por el contrario, el PRT mostraba una pro-funda diferencia y su definición era tajante: el peronismo era bonapartis-mo y colaborar con él era resignar la autonomía de la clase obrera y juntocon ella, resignar la revolución misma. El PRT-ERP combatió la interpreta-ción del peronismo expresada por la izquierda del movimiento con defini-ciones que sostuvo consecuentemente aun en momentos tan difíciles parasus concepciones como durante la coyuntura de marzo del 73.

Estas definiciones le permitieron afirmarse en la seguridad del fracasode la experiencia del peronismo. En realidad el PRT no sólo considerabala inviabilidad del peronismo como proyecto transformador, sino que no leadjudicaba potencialidad transformadora a ninguna de sus vertientes, entanto siguieran siendo peronistas. Parados desde esta convicción, podíanconstatar a medida que pasaban los meses el cumplimiento de sus previ-siones y mostrarles a los revolucionarios peronistas su completo error;pero para estos últimos los aportes debían realizarse desde el interior delproceso para evitar su fracaso, ya que lo consideraban un proceso popu-lar y los trabajadores continuaban mayoritariamente adscriptos a la iden-tidad peronista. Por eso las certezas del PRT (y la progresiva verificaciónde sus hipótesis) no podía desarmar definitivamente los argumentos mon-toneros, para quienes el período marzo-junio del 73 había sido de lucha yavance y no un desviacionismo conciliador.

Por eso «la M» luchaba por mantenerse adentro del movimiento pero-nista, aunque sus acciones, cada vez más, indicaran otra cosa. Mientrasque, presionando desde la izquierda, el PRT actuaba con la intención de

9. Ver “Charla...”, op. cit., pág. 312.

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agudizar las contradicciones entre las clases y en el seno del peronismoentre las fuerzas que se definían como expresiones de clases distintas oproyectos diferentes. De esta forma quedan claras las alternativas plan-teadas por las dos organizaciones. La necesidad de dar combate al pero-nismo o la necesidad de buscar una evolución del peronismo se sosteníadesde una crítica sistemática por parte del PRT tanto al peronismo comomovimiento garante de los intereses de la burguesía como a los sectoresrevolucionarios como desviacionistas de la lucha o “populistas”. O sea queel PRT ponía énfasis en el objetivo y en el trabajo con los sectores másavanzados de la clase obrera, mientras que los montoneros ponían énfa-sis en el camino a recorrer intentando guiar desde adentro a la masa tra-bajadora, identificándose con su experiencia y su identidad (aunque en elperíodo 75-76 se acercan a posiciones clasistas). La identidad peronista,entendida como adscripción a la identidad mayoritaria y como aceptaciónde los niveles de conciencia existentes, implicaba la aceptación de la con-ducción de Perón. A pesar de ello, Montoneros mantenía su margen deautonomía: aceptaba que Perón era el líder de las masas trabajadoras yque éste era un hecho objetivo, pero eran autónomos del General entanto éste no avanzara en la dirección de un programa que coincidiera conlos postulados de la organización.

Para el PRT, finalmente, la existencia del movimiento peronista en los70 era una desgracia que sólo confundía a la clase obrera, pero no eran«gorilas»,10 ya que consideraban positiva la irrupción de las masas tantoen el 45 como en la época de la resistencia. Sobre este punto se articulala segunda contradicción planteada: identidad nacional vs. identidadinternacionalista. Si bien el ERP (mucho más conocido a nivel masas queel PRT) tuvo una identidad mucho más nacional que el PRT, que era unpartido claramente internacionalista y de identidad marxista. Aunque sedebe tener en cuenta que, en las condiciones argentinas con la hegemo-nía del sentido común peronista, se solía tender (o fomentar) a una fácilasociación entre una identidad de izquierda y carencia de patriotismo.

10. “Gorila” de por sí es un calificativo ambiguo, que puede dar lugar a confusiones.Nosotros lo usamos con un sentido preciso: para ser “gorila” no basta un rechazo vis-ceral al peronismo sino que es necesario también una cierto “asco” racista hacia laclase obrera argentina tal cual era en esa época.

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En general su identidad estaba asociada a símbolos internacionales: elmismo Che Guevara era un combatiente que las masas respetaban y sim-patizaban, pero excedía la posibilidad de identificarlo como parte de supropia experiencia (salvo de la vanguardia, ya que todas las organizacio-nes armadas lo levantaban como ejemplo a seguir). Como deducimos dela respuesta a las FAR del 71, el marxismo leninismo era la identidad queunía a los revolucionarios del mundo tras una política que sólo tenía espe-cificidades nacionales; si bien esta posición tan dura fue moderada por el PRT-ERP en su militancia real, lo cierto es que su identidad cosmopolitaera muy fuerte. Por ello recurrían a la historia para buscar una línea con-ductora hacia raíces en los orígenes de la historia nacional. Como ya seseñaló, abrevaron en hitos históricos creados por Mitre para la historia ofi-cial y los reinterpretaron con categorías marxistas. Para el PRT la historiaservía más como ejemplo que como raíz.

Los montoneros, por el contrario, eran identitariamente nacionalistasen la línea del revisionismo histórico de izquierda y popular, y su identi-dad era clara desde el nombre y los símbolos que utilizaban: la estrella deocho puntas, el FAL y la tacuara. En este punto «la M» acertó más que elPRT, si su objetivo era tomar símbolos lo más amplios posibles que ayuda-ran a vincularla con la memoria histórica del pueblo. La reacción de dere-cha y conservadora hizo grandes esfuerzos propagandísticos para demos-trar que Montoneros era una organización tan «marxista y apátrida» comosus primos el ERP. El libro del coronel Breard,11 –intento de un intelectualde las fuerzas armadas de analizar científicamente a la guerrilla del ERP–,dedica varias páginas a demostrar que eran lo mismo, lo cual puede dar-nos la pista de que dicho trabajo esta pensado como una respuesta a cier-tas dudas existentes dentro de las filas castrenses.12 Pero debemos aclararque el tema de la identidad no es una cuestión de banderas (en última ins-tancia el ERP también usaba símbolos nacionales), sino una cuestiónmucho más profunda. Para Montoneros las masas eran en primera instan-

11. Breard, Eusebio, La guerrilla en Tucumán. Una historia no escrita, Buenos.Aires. Círculo Militar, 2001.12. No sólo los militares reafirman especialmente el carácter apátrida de Montonerosen consonancia con el PRT, sino un político e intelectual de la derecha católica pero-nista como José Deheza. En su libro Quiénes derrocaron a Isabel Perón también se pre-ocupa por afirmar que los montoneros eran tan marxistas, ateos y apátridas como elPRT.220 GUILLERMO CAVIASCA

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cia nacionalistas, intuitivamente, mientras que para el PRT el clasismo erala clave de su ideología y la clase era internacional por cuestiones estruc-turales. Por eso en muchos casos diluían definiciones ideológicas en fun-ción de cuestiones de identidad.

En este sentido, para el PRT la toma del poder implicaba la construc-ción del socialismo y éste la abolición de la burguesía como clase. El cla-sismo del PRT se orientaba en la práctica a preparar a los obreros paraadministrar las fábricas sin los patrones en el corto plazo. Aquí la influen-cia de la teoría de la revolución permanente es clara: la toma del poderpor los revolucionarios que encabezaban la clase obrera implicaba que enel mismo desarrollo de las tareas de liberación nacional se irían imponien-do las tareas socialistas, no como etapas separadas sino como una impo-sición estructural del proceso. Para los montoneros, en cambio, las tare-as eran de liberación nacional, y debían ser llevadas adelante por un fren-te del que no alcanzaron a definir claramente si incluía o no a sectores dela burguesía (o, más precisamente, cuál era el límite del estrato burguésque aspiraban a que participara del frente), pero que respetaba la propie-dad privada de los medios de producción, aunque no de los grandes. Poreso proponían un programa de transición de vigencia prolongada queimplicaría una estatización gradual de la economía.

Para el PRT, el avance hacia el socialismo era una cuestión de resolu-ción simultánea o consecutiva de la lucha por la liberación nacional. Eneste tema eran tributarios de la teoría de la revolución permanente; nohay una etapa durante la cual se deban respetar los medios de producciónen manos de la burguesía, y la transición al socialismo se lleva adelantecon la misma toma del poder por la organización revolucionaria de la claseobrera. Así, el «clasismo» en las fábricas era para el PRT no sólo una polí-tica sino una estrategia que se encaminaba hacia el doble poder ya queesos mismos obreros debían hacerse cargo del funcionamiento de las plan-tas cuando fueran expropiadas por el Estado. Esta posición también eracompartida por sectores del peronismo revolucionario que luego integra-ron el FAS junto al PRT. Cuenta Perdía una anécdota que grafica estas dife-rencias: «En el acto de Atlanta, no me acuerdo por qué tema (...), creoque en el [primer] aniversario del 11 de marzo hablaba Firmenich y unatribuna estaba ocupada por el PB, que gritaba consignas como ‘todo elpoder a la clase obrera’ y cosas así. Por debajo de la tribuna iba camina-do Osatinsky (...) Nosotros teníamos en ese momento la consigan del fifty

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fifty, del peronismo: 50 por ciento para la clase obrera y 50 por cientopara los empresarios, mientras que el PB pedía todo el poder a la claseobrera ya. Entonces Osatinsky se para debajo de la tribuna y les grita ‘fiftyfifty o nada’», se ríe.

Pero esto no sólo evidencia las diferencias del momento entreMontoneros y el PRT o el PB, sino también qué era lo que «la M» entendíacomo programa de transición y cómo pretendía articularlo con las consig-nas clásicas del peronismo. «Habrá que recorrer una etapa de transicióndesde una estructura capitalista liberal y dependiente hacia una estructu-ra socialista independiente. Esta transición pasa por la alianza de clases,pasa entonces por respetarle a la burguesía la propiedad privada de susmedios de producción, pero como uno establece la transición no le respe-ta los términos del capitalismo liberal, sino que introduce un nuevo ele-mento con el cual hace una mezcla (...). Un Estado fuerte y centralizadoque planifica la economía (...), reparto del producto bruto, etc.»13 Eldocumento continúa delimitando no muy claramente las atribuciones deese Estado popular, pero básicamente podemos ver que «la M» proponíaen esta etapa la abolición de la democracia burguesa existente y la ins-tauración de un gobierno fuerte y cercano a la idea de partido único, y ladisminución al mínimo del mercado como articulador de la economía,además de la nacionalización con estatización de algunos monopolios(Recordemos que en los 70 había una fuerte presencia del Estado en laeconomía, tanto en servicios como en producción.) O sea, una revoluciónque sería primero política y luego económica. Cabe señalar que existe unaparadoja en el mismo documento: si las tendencias socialistas haríaninevitable el enfrentamiento con la burguesía, ¿por qué ésta iba a acep-tar una alianza que finalmente la destruiría?

Una respuesta con mayores precisiones la encontramos en el documen-to «El peronismo ha quedado agotado», posterior al golpe; allí planteabansencillamente que los burgueses pequeños que quieran acompañar elcamino hacia el socialismo lo podían hacer ya que la idea que tenían losmontoneros no era expropiarlos sino estructurarlos dentro de una econo-mía planificada. Mientras que los medianos capitalistas también recibíanel ofrecimiento de colaborar con el frente de liberación en la transición,pero no se les darían garantías para sus propiedades.

13. Ver “Charla...” op. cit. Pág. 307.

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Como dijimos más arriba, una presencia estatal fuerte y con ingentesrecursos humanos y naturales a su disposición podría impulsar el desarro-llo de un «capitalismo de Estado popular» como proponían losMontoneros, pero esta estructura política no era el peronismo del 73. Eltema está en la articulación discursiva que hace «la M» entre el programade transición y el programa clásico del peronismo: una apropiación de lasconsignas sobre una «patria justa, libre y soberana» desde una perspecti-va socialista.

El peronismo de Perón era «lo que las veinte verdades dicen» (comorepetía el General), ni más ni menos; el debate dado desde la vuelta dePerón hasta su muerte no fue producto de la vejez del líder ni de un malasesoramiento sino su lúcida reafirmación del modelo contenido en laComunidad organizada, frente a los que querían dar un paso más y trans-formarlo en un programa de transición al socialismo. El problema fue quesu programa era menos viable que el de los otros, por izquierda o porderecha, y que su enérgica intervención en contra del avance de laizquierda política y social facilitó el escenario para el triunfo de la reac-ción de la derecha organizada tras consignas de «lealtad». Por otra parte,si bien Perón era un anticomunista convencido, también era genuinamen-te nacionalista y sus planteos de justicia social no eran demagogia fascis-ta. Por eso Gelbard fue uno de los hombres más importantes para su pro-yecto, tanto en los cincuentas (al frente de la CGE) como en los setentasen el ministerio de economía. Como líder nacionalista del tercer mundoPerón sabia que la distribución de la riqueza era paralela a la industriali-zación independiente en el marco de un mercado interno en expansión;bases sin dudas para la estabilidad social, el desarrollo nacional y la inde-pendencia política objetivos claramente marcados en todos los escritos dePerón.

La revolución socialista del PRT, en cambio, no admitía dudas ni refor-mulaciones. Era la toma del poder por la clase obrera a la cabeza de unfrente que, a lo sumo, se extendía a profesionales y pequeños propieta-rios rurales y comerciantes barriales. Desde mucho antes tenía definida lainviabilidad de una burguesía nacional en nuestro país como una clasesocial independiente y antagónica con el imperialismo. La revolución erasocialista y la transición, si se daba, era el tiempo necesario para elimi-nar a la burguesía como clase. Es por ello que puede caracterizarse al PRTcomo una organización «formada» desde sus orígenes. Esto no significa

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que la experiencia de lucha a partir del V Congreso no haya influidoen sus concepciones y su forma de organización (por ejemplo el des-arrollo de la idea de doble poder), sino que en lo fundamental susideas fueron las mismas al inicio de su existencia y al final. En cam-bio Montoneros fueron una organización «en formación»; es explícitasu evolución organizativa y la de sus concepciones acerca de cómo sedesarrollaría el proceso revolucionario en Argentina y, yendo al planoideológico, también fueron evolucionando sus herramientas teóricas.

La idea acerca del tipo de organización que debía presentarse antelas masas populares para emprender el camino revolucionario tam-bién marcaba una diferencia entre el PRT y los Montoneros. En elcapítulo correspondiente y puede verse claramente que la concep-ción del partido marxista leninista de combate es estructurante detodos los desarrollos organizativos del PRT. Desde otra posición,Montoneros fueron cambiando su estructura de acuerdo a las circuns-tancias y desafíos que enfrentaron, pero siempre mantuvieron unaconcepción movimientista: fueran OPM o partido, concebían a lasmasas populares organizadas a través de formas movimientistas.Mientras que para el PRT existía el partido como conducción estraté-gica y las organizaciones propias de la clase obrera en el plano de laproducción, para «la M» el movimiento expresaba un nivel interme-dio de politización entre ambas instancias, un nivel «nacional».

El golpe militar del 24 de marzo de 1976 con la posterior derrotade las organizaciones armadas frustró el desarrollo de éstas y suadaptación para una etapa de repliegue de masas. En este sentidoMontoneros, habiendo sobrevivido más tiempo, tampoco pudo cape-ar el temporal con éxito. Las diferencias entre ambas organizaciones,en síntesis, expresan las diferencias entre dos grandes vertientes delpensamiento y la acción revolucionaria en el mundo: el marxismoleninismo y el nacionalismo revolucionario.

Si bien ambas pretenden el socialismo (el socialismo tal como sededuce de Marx) y ambas proponen la lucha armada, las formas, dis-cursos, identidades, aliados y tiempos son distintos. Pero debemosdecir que desde un punto de observación teórico sus diferencias noeran tan insalvables como para no encarar una lucha común contra elcapitalismo realmente existente (hubo muchas organizaciones marxis-

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tas-leninistas en el seno de diferentes movimientos de liberaciónnacional, como también hubo movimientos de liberación nacionaldirigidos por organizaciones marxistas-leninistas).

Finalmente, la «apertura democrática» de fines de 1983 se asentósobre una ausencia y una negación fundamental: la de las experienciasrevolucionarias de los 70. Recién hoy la visión de los vencidos comienza aser reconstruida desde el propio campo popular. Dice el historiador AdolfoGilly: «El grupo o clase social cuyo interés coincide con la crítica radicalde los poderes establecidos podrá aproximarse más, en su interpretaciónde la historia, a los criterios del conocimiento científico. Aquel cuyo inte-rés sea la conservación de esos poderes y del orden que de ellos se des-prende se orientará en cambio a hacer historia justificadora del estado decosas presente y a convertirla en consecuencia, en un discurso depoder».14 Siguiendo este criterio, este trabajo pretendió exponer sóloalgunas ideas iniciales sobre los puntos que aborda.

Temas como la concepción que el PRT empezaba a desarrollar sobre el«doble poder»; la ideología y el método de análisis de las organizacionesguerrilleras; la posición de los revolucionarios frente a los militares profe-sionales; la relación marxismo-peronismo; la relación entre posición declase y política revolucionaria; el tipo de organización política; la concep-ción de la democracia; la política pendular de Perón, etc., son temas quedeberemos profundizar más adelante, en el curso de otra investigación.Cada uno de los puntos mencionados admiten diferentes ángulos desdedonde se los puede encarar: desde la teoría –en un plano que podríamoscalificar como de las ideas–, y desde el análisis crítico de fuentes. Perodeterminando estas posibles ópticas, está el que consideramos el interésprincipal que debe tener toda investigación crítica: la utilidad que éstatenga para propiciar herramientas a las luchas populares del presente. Poreso nos paramos desde nuestro presente para mirar el pasado, y no desdecualquier posición en el presente, sino desde el compromiso con la trans-formación radical de las estructuras sociales, políticas y económicas delcapitalismo realmente existente. No hay neutralidad ni visión científica

14. Gilly, Adolfo, “La historia como crítica o como discurso de poder”, en AAVV, Historia¿para qué?, México, Siglo XXI, 2000.

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posible por afuera de las contradicciones sociales. Durante la vigencia deun sistema, cuando la clase dominante ejerce el control de la sociedad ensu conjunto, los neutrales o los «científicos» sólo esconden su compromi-so estructural con la reproducción de las relaciones de poder estableci-das.

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