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El ABC del comunismo libertario Alexander Berkman 1929

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El ABC del comunismolibertario

Alexander Berkman

1929

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Índice general

Prefacio a la edición de 1937 . . . . . . . . . 6Prefacio del autor . . . . . . . . . . . . . . . 12

Introducción 17

Parte primera: Ahora 21

I. ¿Qué le pides a la vida? 22

II. El sistema salarial 32

III. Ley y gobierno 40IV. Cómo funciona el sistema . . . . . . . . . 53

V. El paro 67

VI. La guerra 76

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VII. La Iglesia y la escuela 95

VIII. La justicia 100

IX. ¿Puede ayudarte la Iglesia? 137

X. El reformador y el político 146

XI. El sindicato 168

XII. ¿De quién es el poder? 190

XIII. El socialismo 201

XIV. La revolución de febrero 232

XV. Entre febrero y octubre 244

XVI. Los bolcheviques 257

XVII. Revolución y dictadura 277

XVIII. La dictadura en acción 287

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Parte segunda: El anarquismo 305

XIX. ¿Es el anarquismo violencia? 306

XX. ¿Qué es el anarquismo? 321

XXI. ¿Es posible la anarquía? 328

XXII. ¿Funcionará el anarquismo comunista? 343

XXIII. Anarquistas no comunistas 372

Parte tercera: La revolución social 377

XXIV. ¿Por qué la revolución? 378

XXV. La idea es lo importante 388

XXVI. La preparación 401

XXVII. La organización de los trabajadores pa-ra la revolución social 427

XXVIII. Los principios de la práctica 462

XXIX. Consumo e intercambio 471

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XXX. La producción 489

XXXI. Defensa de la revolución 508

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Prefacio a la edición de 1937

La calidad superior de la literatura anarquista, com-parada con los escritos de otras escuelas sociales, con-siste en su simplicidad de estilo. Mijail Bakunin, EliseeRéclus, Errico Malatesta y otros escribieron de un mo-do que sus ideas pudieron ser entendidas fácilmentepor los trabajadores. Esto es particularmente verdadde Kropotkin y Malatesta. Sin embargo, sería verdadde que incluso ellos, apenas pensaban en el hombremedio, el hombre medio de mentalidad anglosajona.No se puede eludir el hecho de que existe una consi-derable diferencia entre la mentalidad del trabajadorlatina y la de su hermano en los Estados Unidos y en In-glaterra: el primero se ha empapado en las tradicionesy luchas revolucionarias por la libertad y otras causas,mientras que el último ha sido educado en las «ben-diciones» del parlamentarismo. Por consiguiente, eraesencial un tratamiento diferente, si se quería llegar dealgún modo a la mentalidad anglosajona.

1 En el texto original «Comunist Anarchism», que podríatraducirse igualmente por «anarquismo comunista» o «anarcoco-munismo». Hemos preferido la denominación «comunismo liber-tario» por ser, como lo reconoce la misma Emma Goldman en elprólogo, la preferida en España. (N. de T.).

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Fue este factor el que decidió a Alexander Berkmana escribir este libro El ABC del comunismo libertario1 ya escribirlo en el estilo sencillo de la conversación, unestilo que se dirigirá al hombre de la calle, cuyo cono-cimiento y uso del lenguaje inglés no va mucho másallá del estadio elemental, esto era lo más necesario,pues es precisamente el hombre de la calle el que estásaturado con las nociones más extravagantes sobre elanarquismo. La prensa diaria se ha encargado de esto:un día sí y otro no, llenan a sus lectores con historiashorripilantes de bombas, puñales, complots para ase-sinar presidentes y otras espeluznantes descripcionesde esos terribles criminales, los anarquistas empeña-dos en el asesinato y en la destrucción.

Tampoco sería verdad asumir que tan sólo son lasmasas ignorantes de la humanidad las que están im-buidas con esas nociones estúpidas sobre el anarquis-mo comunista. Existe un número considerable entrelas denominadas clases educadas que no han escapadaal influjo funesto ejercido por la prensa capitalista yque no están más informadas con respecto al significa-do del anarquismo comunista. Aun cuando no venmásbombas y dagas en el aire, todavía se aferran a la creen-cia de que los anarquistas son individuos chiflados yque el anarquismo es una idea totalmente absurda, y

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que sólo cuando los humanos se conviertan en ángelespodría ser posible poner en práctica el anarquismo.

Toda esa gente necesita un libro de texto elemen-tal sobre el anarquismo, un ABC, por decirlo así, queles enseñe los principios rudimentarios del anarquis-mo comunista y les estimule el deseo por algo másprofundo. El ABC del comunismo libertario tenía la in-tención de servir este objetivo. Nadie que haya leídoeste librito negará que ha cumplido su propósito.

Había, además, otro motivo que impulsó a Alexan-der Berkman a emprender este trabajo. Era la necesi-dad urgente de una nueva orientación en la táctica re-volucionaria, extraída de la Revolución rusa. Los anar-quistas, lo mismo que todos los revolucionarios socia-les se han impregnado con el hechizo romántico dela Revolución francesa. Todos nosotros creíamos (nome incluyo a mí misma) que la revolución social teníaun poder mágico no sólo para destruir el viejo sistemacaduco, sino que podría, por su propia fuerza terrible,construir el nuevo edificio social. La Revolución rusademolió este sueño romántico. Probó que, aunque pue-de elevar las masas hasta el mismo cenit del fervor re-volucionario, no puede mantenerlas en esa altura du-rante mucho tiempo. El propio hecho de que Lenin ysus camaradas consiguieran en un espacio de tiempo

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muy breve alienar a las masas rusas de la revolucióny que Stalin fuera capaz de mutilar a esta última deltodo, mostraron que no bastaba el mero fervor revo-lucionario. Se necesitaba más para salvaguardar la re-volución de las intenciones del Estado político de losnuevos amos de Rusia. Se necesitaba la voluntad parael trabajo constructivo, la preparación económica y so-cial para dirigir la revolución hacia los canales por losque se tenía la intención de marchar.

Ninguno de los escritos anarquistas posteriores a larevolución ha intentado tratar la nueva orientación. Sele dejó a Alexander Berkman llevar a cabo esta tareadifícil, y sin embargo de la máxima importancia. ¿Yquién había tan eminentemente cualificado, tan capazy con un entendimiento tan penetrante como para tra-tar debidamente un asunto así?

Ni en sus fantasías más exaltadas anticipó Alexan-der Berkman que la lección de la Revolución rusa, dis-cutida por él con tanta habilidad en este volumen, seconvertiría en un factor vital escasamente a los seisaños de su creación. La Revolución española del 19 dejulio de 1936 y la parte que desempeñaron en ella losanarco-sindicalistas y los anarquistas dotaron de unsentido mucho más profundo las ideas presentadas enel presente volumen de El ABC de comunismo libertario

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de Alexander Berkman de lo que su autor se atrevió al-guna vez a esperar. Desde el primer momento mismodel 19 de julio, la Confederación Nacional del Trabajo(CNT) y la FederaciónAnarquista Ibérica (FAI) —las or-ganizaciones más dominantes, ardientes y atrevidas—fueron las fuerzas que hicieron retroceder a las hordasfascistas de Cataluña. Su realización maravillosa es laprimera de su género en cualquier revolución. Mera-mente hace patente la evidencia afirmada por Alexan-der Berkman con respecto a la necesidad imperativade una preparación constructiva si la revolución socialno va a repetir los errores del pasado.

¡Cómo se hubiera enorgullecido mi viejo amigo ycamarada con la Revolución española, con la determi-nación heroica del pueblo de luchar contra el fascis-mo! Sobre todo, ¡qué compensación hubiera sido paraél ver al pueblo español que daba señales de un sen-timiento y una comprensión profundos del Comunis-mo Libertario!2 ¡Cómo hubiera sido esta rejuvenecedorpara nuestro camarada y le hubiera dado a él nuevasfuerzas, nueva esperanza! ¡Si hubiera vivido tan sóloun poco más! Pero los muchos años en el exilio, lasincreíbles humillaciones a las que estuvo sometido, te-

2 En el original esta escrito Comunismo Libertario. (N. de T.).

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niendo que suplicar el derecho a respirar a unos ofi-ciales horribles, la lucha enervante y agotadora por laexistencia, y su grave enfermedad se combinaron parahacerle la vida intolerable. Alexander Berkman odiabala dependencia, odiaba convertirse en una carga paralos que amaba, y de este modo hizo lo que siempre ha-bía dicho que haría: acortó su fin mediante su propiamano.

Alexander Berkman se entregó a su ideal y le sirvióresueltamente, excluyendo cualquier consideración desí mismo. Si hubiera anticipado remotamente la llega-da de la Revolución española, habría hecho un esfuer-zo para continuar viviendo a pesar de su siquismo que-brantado y de otros muchos handicaps. La posibilidadde servir a nuestros camaradas españoles en su luchavaliente habría fortalecido su arraigo a la vida, pero elcielo político de Europa en junio de 1936 estaba tan nu-blado que no mostraba rayo alguno de esperanza revo-lucionaria y por ello la vida no tenía incentivo algunopara él.

Alexander Berkman yace sepultado en una tumba sen-cilla en Niza. Pero su idea había renacido en España el19 de julio de 1936.

Londres, julio de 1937. Emma Goldman.

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Prefacio del autor

Considero el anarquismo como la concepción másracional y práctica de una vida social en libertad y enarmonía. Estoy convencido de que su realización esuna certeza en el curso del desarrollo humano.

La época de esa realización dependerá de dos facto-res: primero, de la rapidez con la que las condicionesexistentes se conviertan en algo insoportable física yespiritualmente para porciones considerables de la hu-manidad, particularmente para las clases trabajadoras;y, en segundo lugar, del grado en que las concepcionesanarquistas sean comprendidas y aceptadas.

Nuestras instituciones sociales están fundadas enciertas ideas; mientras que estas últimas sean acepta-das generalmente, están a salvo las instituciones edi-ficadas sobre ellas. El gobierno permanece fuerte por-que el pueblo piensa que la autoridad política y la com-pulsión legal son necesarias. El capitalismo continuarámientras que un sistema económico así sea considera-do adecuado y justo. El debilitamiento de las ideas quesostienen las condiciones actuales perversas y opresi-vas significa el derrumbamiento último del gobierno ydel capitalismo. El progreso consiste en abolir lo que el

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hombre ha superado y sustituirlo por un entorno másadecuado.

Tiene que ser evidente incluso para el observadorcasual que la sociedad está experimentando un cambioradical en sus concepciones fundamentales. La Guerramundial y la Revolución rusa son las principales cau-sas de ello. La guerra a desenmascarado el carácter co-rrompido de la competencia capitalista y la incompe-tencia criminal de los gobiernos para solucionar con-flictos entre las naciones, o más bien entre las cama-rillas financieras gobernantes. Precisamente porque elpueblo está perdiendo la fe en los viejos métodos, lasgrandes potencias se ven obligadas ahora a discutir lalimitación de los armamentos e incluso a convertir laguerra en algo ilegal. No hace tanto tiempo cuandola mera sugerencia de una posibilidad así era recibidacon el máximo escarnio y ridículo.

De modo semejante se está derrumbando la creen-cia en otras instituciones establecidas. El capitalismotodavía «funciona», pero la duda sobre su eficacia ysu justicia está royendo el corazón de círculos socialescada vez más amplios. La Revolución rusa ha difundi-do ideas y sentimientos que estánminando la sociedadcapitalista, particularmente sus bases económicas y lasantidad de la propiedad privada sobre losmedios de la

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existencia social. Pues el cambio de octubre tuvo lugarno sólo en Rusia: ha influido en las masas de todo elmundo. La acariciada superstición de que lo que existees algo permanente ha sido sacudida más allá de todarecuperación.

La Guerra, la Revolución rusa y los desarrollos pos-teriores a la guerra se han combinado también paradesilusionar a grandes cantidades de personas sobreel socialismo. Es literalmente verdad que el socialismo,como el cristianismo, ha conquistado al mundo derro-tándose a sí mismo. Los partidos socialistas dirigiráno ayudarán a dirigir la mayoría de los gobiernos euro-peos, pero el pueblo no cree más que son diferentes deotros regimenes burgueses. Ellos sienten que el socia-lismo ha fracasado y que está en bancarrota.

De la misma manera, los bolcheviques han probadoque el dogma marxista y los principios leninistas pue-den conducir tan sólo a la dictadura y a la reacción.

Para los anarquistas no hay nada sorprendente entodo esto. Siempre han sostenido que el Estado es des-tructor de la libertad individual y de la armonía socialy que tan sólo la abolición de la autoridad coercitiva yla desigualdad material pueden resolver nuestros pro-blemas políticos, económicos y nacionales. Pero susargumentos, aunque estaban basados en la antigua ex-

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periencia del hombre, parecían mera teoría a la gene-ración presente, hasta que los acontecimientos de lasúltimas dos décadas han demostrado en su vida actualla verdad de la posición anarquista.

El derrumbamiento del socialismo y del bolchevis-mo han despejado el camino para el anarquismo.

Existe una considerable literatura sobre el anarquis-mo, pero la mayoría de sus grandes obras están escri-tas antes de la Guerramundial. La experiencia del pasa-do reciente ha sido vital y ha hecho necesarias ciertasrevisiones en la actitud anarquista y en su argumen-tación. Aunque las proposiciones básicas permanecenlas mismas, algunas modificaciones de aplicación prác-tica están dictadas por los hechos de la historia actual.En particular las lecciones de la Revolución rusa exi-gen un nuevo planteamiento de varios problemas im-portantes, de modo especial entre ellos el relativo alcarácter y a las actividades de la revolución social.

Además, los libros anarquistas, con muy pocas ex-cepciones, no son accesibles a la comprensión del lec-tor medio. Es un defecto común entre la mayoría delas obras que tratan de cuestiones sociales que esténescritas en el supuesto de que el lector está ya familia-rizado en una extensión considerable con el asunto, locual no ocurre por lo general en modo alguno. Como

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resultado de esto, existen muy pocos libros que tratenlos problemas sociales de una forma sencilla e inteligi-ble.

Por eso razón considero como muy necesaria unanueva exposición de la postura anarquista en este mo-mento, una nueva exposición en los término más lla-nos y claros, que puedan entenderlos todo el mundo.Es decir, un ABC del anarquismo.

Teniendo presente este objetivo es como han sidoescritas las siguientes páginas.

París, 1928.

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Introducción

Quiero hablarte del anarquismo.Quiero hablarte de lo que es el anarquismo, porque

pienso que es bueno que lo conozcas. También porquese conoce tan poco de él y lo que se conoce por lo ge-neral es de oídas y en la mayoría de los casos falso.

Quiero hablarte de él, porque creo que el anarquis-mo es la cosamás preciosa ymás grande que el hombreha pensado nunca, la única cosa que puede proporcio-narte libertad y bienestar, y que puede traer la paz yel gozo del mundo.

Quiero hablarte de él en un lenguaje llano y senci-llo de modo que no exista malentendido. Las palabrassubidas y las frases grandilocuentes sirven tan sólo pa-ra confundir. Un pensamiento directo significa un len-guaje directo.

Pero antes de decirte lo que es el anarquismo, quierodecirte lo que no es.

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Esto es necesario, porque se ha difundido mucha fal-sedad sobre el anarquismo. Incluso personas inteligen-tes con frecuencia tienen nociones enteramente erró-neas sobre él. Algunas hablan sobre el anarquismo sinsaber absolutamente nada de él. Y algunos mienten so-bre el anarquismo, porque no quieren que tú sepas laverdad sobre él.

El anarquismo tiene muchos enemigos; ellos no tedirán la verdad sobre él. Posteriormente, en el cursode esta exposición, verás por qué el anarquismo tieneenemigos y quienes son. Por el momento puedo decir-te que ni tu jefe político ni tu empresario, ni el capi-talista, ni el policía, te hablarán con honestidad sobreel anarquismo. La mayoría de ellos no saben nada deél y todos lo odian. Sus periódicos y publicaciones —laprensa capitalista— también están en contra de él.

Incluso la mayoría de los socialistas y los bolchevi-ques desfiguran el anarquismo. También es verdad quela mayoría de ellos tampoco lo conocenmejor. Pero losque lo conocen mejor también mienten con frecuenciasobre el anarquismo y hablan de él como «desorden ycaos». Puedes comprobar por ti mismo lo deshonestosque son en esto: los maestros más grandes del socialis-mo, Karl Marx y Friedrich Engels, han enseñado que elanarquismo surgirá del socialismo. Dijeron que prime-

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ro tenemos que tener el socialismo, pero que despuésdel socialismo habrá anarquismo, y que será una con-dición de sociedad más libre y más hermosa para viviren ella que el socialismo. Sin embargo, los socialistas,que juran en nombre de Marx y Engels, insisten en lla-mar al anarquismo «caos y desorden», lo que pruebalo ignorantes o deshonestos que son.

Los bolcheviques hacen lo mismo, aunque su maes-tro supremo, Lenin, ha dicho que el anarquismo segui-ría al bolchevismo, y que entonces se viviría mejor ymás libremente.

Por ello tengo que decirte, antes que nada, lo que noes el anarquismo:

No es las bombas, el desorden o el caos.No es el robo y el asesinato.No es una guerra de todos contra todos.No es un retorno a la barbarie o al estado salvaje del

hombre.El anarquismo es precisamente lo opuesto a todo esto.El anarquismo significa que tú serías libre, que na-

die te esclavizaría, ni sería tu jefe, ni te robaría, ni seimpondría a ti.

Significa que tú serías libre para hacer las cosas quedeseas hacer y que tú no serías obligado a hacer lo queno quieres hacer.

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Significa que tú tendrías una oportunidad para es-coger el género de vida que deseas vivir y vivirla sinninguna interferencia.

Significa que el otro individuo tendría la misma li-bertad que tú, que cada uno tendría los mismos dere-chos y libertades.

Significa que todos los hombres son hermanos y quevivirían como hermanos, en paz y armonía.

Es decir, que no habría guerra ni violencia empleadapor un grupo de hombres contra otro, ni monopolio, nipobreza, ni opresión, ni sacar ventaja de tu prójimo.

En una palabra, anarquismo significa una condicióno sociedad donde todos los hombres y mujeres son li-bres, y donde todos disfrutan igualmente los benefi-cios de una vida ordenada y sensata.

«¿Puede existir eso?», preguntas. «¿Y cómo?»«No antes de que todos se conviertan en ángeles»,

anota tu amigo.Bien, hablemos sobre eso. Tal vez yo pueda mostrar-

te que podemos ser honrados y vivir como gente hon-rada incluso sin que nos crezcan alas.

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Parte primera: Ahora

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I. ¿Qué le pides a la vida?

¿Qué es lo que todo el mundo desea en la vida? ¿Quédeseas tú más?

Después de todo, todos somos iguales bajo nuestrapiel. Seas quien seas —hombre o mujer, rico o pobre,aristócrata o vagabundo, blanco, amarillo, rojo o ne-gro, de cualquier país, nacionalidad o religión—, todosnosotros somos semejantes sintiendo frío y hambre,amor y odio; todos nosotros tenemos el desastre y laenfermedad, y tratamos de preservarnos de todo dañoy de la muerte.

Lo que tú más le pides a la vida, lo que tú temes más,todo eso es también así, por lo general, en ti vecino.

Hombres eruditos han escrito gruesos libros, mu-chos de ellos sobre sociología, psicología y muchasotras «ologías», para decirte lo que tú deseas, pero nohay dos de esos libros que se pongan de acuerdo. Y,sin embargo, creo que sabes muy bien sin ellos lo quedeseas.

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Ellos han estudiado y escrito y especulado tanto so-bre eso, que para ellos es una cuestión tan difícil, quetú, el individuo, te has sentido totalmente perdido ensus filosofías, y ellos han llegado al final a la conclu-sión de que tú, amigo mío, no cuentas en absoluto. Loque es importante, dicen ellos, no eres tú, sino «el to-do», toda la gente junta. Este «todo» lo denominanellos «sociedad», «la commonwealth» o «el Estado»,y los sabihondos han decidido actualmente que no im-porta si tú, el individuo, eres miserable, mientras quela «sociedad» esté en orden. De alguna manera olvi-dan explicar cómo puede estar en orden la «sociedad»o «el todo», si los miembros singulares de ella son des-graciados.

Así siguen ellos hilando sus tejidos filosóficos y pro-duciendo gruesos volúmenes para describir dónde en-tras tú realmente en el esquema de las cosas denomi-nado vida y qué deseas tú realmente.

Pero tú mismo sabes muy bien lo que deseas y lomismo le pasa a tu vecino.

Tú deseas estar bien y con salud, deseas ser libre, noservir a ningún amo, no tener que arrastrarte y humi-llarte ante ningún hombre, deseas tener el bienestarpara ti, tu familia y aquellos que están cerca de ti y

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que te son queridos. Y no deseas ser hostigado y estarpreocupado por el temor al mañana.

Puedes sentirte seguro de que todos los demásdesean lo mismo.

Por eso todo mundo se centra en lo siguiente:Tú deseas salud, libertad y bienestar. Todos los de-

más son como tú a este respecto. Por consiguiente, to-dos nosotros buscamos la misma cosa en la vida.

Entonces, ¿por qué no la buscaríamos juntos, me-diante un esfuerzo conjunto, ayudándonos unos aotros en eso?

¿Por qué tenemos que estafarnos y robarnos, ma-tarnos y asesinarnos unos a otros, si todos buscamosla misma cosa? ¿No tienes tú derecho a las cosas quedeseas lo mismo que el prójimo?

¿O acaso podemos asegurar nuestra salud, libertady bienestar de una manera mejor luchando y matándo-nos unos a otros?

¿O porque no existe otro camino?Vamos a considerarlo.¿No es evidente que si todos nosotros deseamos la

misma cosa en la vida, si todos tenemos el mismo ob-jetivo, entonces nuestros intereses deben ser los mis-mos? En ese caso debemos vivir como hermanos, en

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paz y amistad; debemos ser buenos unos con otros yayudarnos mutuamente en todo lo que podamos.

Pero tú sabes que no es eso lo que ocurre en la vida.Sabes que no vivimos como hermanos. Sabes que el

mundo está lleno de contiendas y guerras, de miseria,injusticia y maldad, de crimen, pobreza y opresión.

¿Por qué ocurre entonces esto?Porque, aunque todos nosotros tenemos el mismo

objetivo en la vida, nuestros intereses son diferentes. Es-to es lo que ocasiona todo el mal en el mundo.

Piensa sobre esto tú mismo.Supón que deseas un par de zapatos o un sombrero.

Vas al almacén e intentas comprar lo que necesitas tanrazonable y baratamente como puedes. Ese es tu inte-rés. Pero el interés del dueño del almacén es vendertetan caro como se puede, porque entonces su ganan-cia será mayor. Esto es así porque en la vida que vi-vimos todo está estructurado para hacer ganancias deuna manera o de otra. Vivimos en un sistema de hacerganancias.

Ahora bien, está claro que si tenemos que hacer ga-nancias sacándolas cada uno del otro, entonces nues-tros intereses no pueden ser los mismos. Tienen queser diferentes y con frecuencia incluso opuestos mu-tuamente.

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En cada país encontrarás gente que vive de sacar ga-nancias de los demás. Los que hacen las ganancias másgrandes son ricos. Los que no pueden hacer gananciasson pobres. Los únicos que pueden hacer ganancia al-guna son los trabajadores. Por ello puedes comprenderque los intereses de los trabajadores no pueden ser losmismos que los intereses de otra gente. Por eso encon-trarás en cada país diversas clases de gente con intere-ses enteramente diferentes.

En todas partes encontrarás:

1. Una clase comparativamente pequeña que hacegrandes ganancias y que son muy ricos, tales co-mo banqueros, grandes propietarios de fábricasy terratenientes, gente que tiene mucho capitaly que por ello se denominan capitalistas. Estospertenecen a la clase capitalista;

2. Una clase de gente, más o menos acomodada,que consiste en hombres de negocio y sus agen-tes, hombres de bienes raíces, especuladores yprofesionales, tales como doctores, abogados,etc. Esta es la clase media o la burguesía;

3. Grandes cantidades de trabajadores empleadosen diversos trabajos, en empresas y minas, en

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fábricas y talleres, en el transporte y en la tierra.Esta es la clase trabajadora, denominada tam-bién el proletariado.

La burguesía y los capitalistas pertenecen realmentea la misma clase capitalista, porque tienen aproxima-damente los mismos intereses y, por consiguiente lagente de la burguesía por lo general también se poneal lado de la clase capitalista contra la clase trabajado-ra.

Encontrarás que la clase trabajadora, en todos lospaíses, es siempre la clase más pobre. Tal vez tú mismoperteneces a los trabajadores, al proletario. En ese caso,sabes que tus salarios nunca te harán rico.

¿Por qué son los trabajadores la clase más pobre?Ciertamente ellos trabajan más que otras clases y másduramente. ¿Es porque los trabajadores no son muyimportantes en la vida de la sociedad? ¿Acaso pode-mos incluso seguir la vida sin ellos?

Veamos. ¿Qué necesitamos para vivir? Necesitamosalimento, vestido y cobijo, escuelas para nuestros hijos,coches y trenes para viajar y otras mil cosas.

¿Puedes mirar alrededor y señalar una sola cosa quese hace sin trabajo? Como ves, los zapatos en los quete apoyas y las calles por las que caminas son el re-

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sultado del trabajo. Sin el trabajo no habría nada, a noser la mera tierra, y la vida humana sería enteramenteimposible.

De este modo, esto significa que el trabajo ha creadotodo lo que tenemos, toda la riqueza en elmundo. Todoes el producto del trabajo aplicado a la tierra y a susrecursos naturales.

Pero, si toda la riqueza es el producto del trabajo,¿entonces por qué no pertenece ella al trabajo? Es de-cir, a aquellos que han trabajado con sus manos o consus cabezas para crearla, al trabajador manual y al tra-bajador intelectual.

Todo el mundo está de acuerdo en que una personatiene derecho a poseer la cosa que él mismo ha hecho.

Pero nadie ha hecho o puede hacer todo por sí mis-mo. Se requieren muchos hombres, de diferentes ofi-cios y profesiones, para crear algo. El carpintero, porejemplo, no puede hacer una simple silla o banco to-talmente por sí solo; ni siquiera en el caso en el quecortara el árbol y preparara la madera por sí mismo.Necesita una sierra y un martillo, clavos y herramien-tas que él no puede hacer por sí mismo. E incluso si lashiciera él, tendría que tener primero las materias pri-mas, el acero y el hierro, que otros hombres tendríanque suministrarle.

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O si consideras otro ejemplo, digamos el de un inge-niero. El no podría hacer nada sin papel y lápiz e ins-trumentos de medición, y otras personas tienen quehacer estas cosas para él. Sin mencionar que en pri-mer lugar él tiene que aprender su profesión y gastarmuchos años en el estudio, mientras que otros hacenposible que él viva mientras tanto. Esto vale para cadaser humano en el mundo actual.

Puedes ver, por tanto, que nadie puede hacer me-diante sus propios esfuerzos solo las cosas que necesi-ta para existir. En los primeros tiempos el hombre pri-mitivo que vivía en una caverna podía martillar hastahacerse un hacha de una piedra o fabricarse él mismoun arco y flechas, y vivir de eso. Pero esos días hanpasado. Actualmente nadie puede vivir por su propiotrabajo, tiene que ser ayudado por el trabajo de los de-más. Por consiguiente, todo lo que tenemos, toda lariqueza, es el producto del trabajo de mucha gente, in-cluso de muchas generaciones. Esto quiere decir: todoel trabajo y los productos del trabajo son sociales, hechospor la sociedad como un todo.

Pero si toda la riqueza que tenemos es social, enton-ces es lógico que debería pertenecer a la sociedad, alpueblo como un todo. ¿Cómo ocurre, entonces, que lariqueza del mundo la poseen algunos individuos y no

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el pueblo? ¿Por qué no pertenece a los que se han fa-tigado para crearla, a las masas que trabajan con lasmanos o el cerebro, a la clase trabajadora como a untodo?

Sabes muy bien que es la clase capitalista la que po-see la mayor parte de la riqueza del mundo. ¿No de-bemos concluir, por consiguiente, que el pueblo tra-bajador ha perdido la riqueza que ha creado o que dealguna manera se la han arrebatado?

Ellos no la perdieron, pues nunca la poseyeron. Portanto, tiene que ser que se la arrebataron.

Esto comienza a parecer serio. Pues si dicen que la ri-queza que crearon se la han arrebatado al pueblo que lacreó, entonces esto significa que se la han robado, quehan sido despojados, pues con toda seguridad nadie haconsentido nunca de buena gana que le arrebaten suriqueza.

Es un cargo terrible, pero verdadero. La riqueza quelos trabajadores han creado, como clase, ciertamente,se la han robado. Y han sido despojados del mismomo-do cada día de sus vidas, incluso en este preciso mo-mento. Por esto una de los más grandes pensadores, elfilosofo Proudhon, dijo que las posesiones de los ricosson propiedad robada.

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Puedes entender fácilmente qué importancia tieneque todos los hombres honrados sepan esto. Y puedesestar seguro de que si los trabajadores lo supieran, nolo apoyarían.

Veamos entonces cómo ellos son despojados y porquien.

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II. El sistema salarial

Te has detenido alguna vez a plantearte esta pregun-ta: ¿por qué naciste de tus padres y no de otros?

Comprendes, por supuesto, a lo que quiero llegar.Quiero indicar que no se te pidió tu consentimiento. Sim-plemente naciste, no tuviste la posibilidad de elegir ellugar de tu nacimiento o escoger tus padres. Fue meracasualidad.

De este modo ocurrió que no naciste rico. Tal veztu gente es de la clase media; más probablemente, sinembargo, pertenece a los trabajadores y así tú eres unade esos millones, las masas, que tienen que trabajarpara vivir.

El hombre que tiene dinero puede colocarlo en al-gún negocio o industria. Lo invierte y vive de las ga-nancias. Pero tú no tienes dinero. Tienes tan sólo tuhabilidad para trabajar, tu fuerza de trabajo.

Hubo una época en la que cada trabajador trabajabapara sí mismo. Entonces no había fábricas ni grandes

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industrias. El trabajador tenía sus propias herramien-tas y su propio pequeño taller, e incluso él mismo secompraba las materias primas que necesitaba. Traba-jaba por sí mismo y se denominaba un artesano o me-nestral.

Entonces vinieron las fábricas y los grandes talleres.Poco a poco excluyeron al trabajador independiente,al artesano, porque él no podía hacer las cosas tan ba-ratas como la fábrica, no podía competir con el granindustrial. De este modo el artesano tuvo que abando-nar su pequeño taller e ir a trabajar a la fábrica.

En las fábricas y en las grandes plantas se producenlas cosas en gran escala. Esa producción a gran escalase denomina industrialismo. Ha hecho muy ricos a losempresarios e industriales, de modo que los señores dela industria y del comercio han acumulado mucho di-nero, mucho capital. Por eso ese sistema se denominacapitalismo. Todos nosotros vivimos actualmente en elsistema capitalista.

En el sistema capitalista, el trabajador no puede tra-bajar para sí mismo, como en los tiempos pasados. Nopuede competir con los grandes industriales. Por eso,si eres un trabajador, tienes que encontrar un empre-sario. Tú trabajas para él; es decir, le das tu trabajodurante tantas y tantas horas al día o a la semana y él

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te paga por ello. Tú le vendes tu fuerza de trabajo y élte paga los salarios.

En el sistema capitalista la totalidad de la clase traba-jadora vende su fuerza de trabajo a la clase empresa-rial. Los trabajadores construyen fábricas, hacen ma-quinaria y herramientas y producen mercancías. Losempresarios se guardan las fábricas, la maquinaria, lasherramientas y las mercancías para sí mismos como suganancia. Los trabajadores tan sólo obtienen salarios.

Esta disposición se denomina el sistema salarial.Hombres de ciencia han calculado que el trabajador

recibe como salario tan sólo una décima parte aproxi-madamente de lo que él produce. Las otras nueve déci-mas partes se dividen entre el terrateniente, el indus-trial, la compañía de ferrocarril, el vendedor al por ma-yor, el agiotista y otros intermediarios.

Esto quiere decir que: Aunque los trabajadores, co-mo clase, han construido las fábricas, un trozo de sutrabajo diario se lo quitan por el privilegio de usar esasfábricas. Esa es la ganancia del terrateniente.

Aunque los trabajadores han hecho las herramien-tas y la maquinaria, otro trozo de su trabajo diario selo quitan por el privilegio de usar esas herramientas ymaquinaria. Esa es la ganancia del industrial.

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Aunque los trabajadores construyen los ferrocarri-les y los están poniendo en funcionamiento, otra par-te de su trabajo diario se lo quitan por el transporte delas mercancías que ellos hacen. Esta es la ganancia delos ferrocarriles.

Y así sucesivamente, incluyendo al banquero quepresta al industrial el dinero de otra gente, al vende-dor al por mayor, al agiotista y a otros intermediarios,todos los cuales obtienen su porción de la fatiga deltrabajador.

Lo que queda después —una décima parte del valorreal del trabajo del productor— es su porción, su sala-rio.

¿Puedes adivinar ahora por qué el inteligente Proud-hon dijo que las posesiones de los ricos son propiedadrobada? Robadas al productor, al trabajador.

¿No parece extraño que se permita una cosa así?Sí, ciertamente, es muy extraño; y lo más extraño

de todo es que todo el mundo lo ve y no hace nada alrespecto. Más aún, la mayoría piensa que todo está enorden y que el sistema capitalista es bueno.

Esto ocurre porque los trabajadores no ven lo queles está ocurriendo. No entienden que les están roban-do. El resto del mundo también entiende muy poco alrespecto, y cuando algún hombre honrado intenta de-

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círselo, le gritan «anarquista», le hacen callar o lo me-ten a la cárcel.

Por supuesto, los capitalistas están muy contentoscon el sistema capitalista. ¿Por qué no iban a estar-lo? Mediante él se hacen ricos. No puedes esperar queellos digan que no es bueno.

Las clases medias son los ayudantes de los capitalis-tas y también viven del trabajo de la clase trabajadora;por eso, ¿por qué iban ellos a poner reparos? Por su-puesto aquí y allí encontrarás algún hombre o mujerde la clase media que se alza y habla la verdad sobre to-do el asunto. Pero esas personas rápidamente son redu-cidas al silencio y se les desacredita como «enemigosdel pueblo», como locos alborotadores y anarquistas.

Pero tú pensarás que los trabajadores serían los pri-meros en poner reparos al sistema capitalista, pues sonellos los que son despojados y los quemás sufren a cau-sa de él.

Sí, así debería ser. Pero no ocurre de ese modo, locual es muy triste.

Los trabajadores saben que el zapato aprieta en al-guna parte. Saben que ellos se fatigan duramente to-da la vida y que obtienen exactamente lo indispensa-ble para vivir, y a veces ni siquiera lo indispensable.Ven que sus empresarios pueden ir montados en es-

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tupendos automóviles y viven en el mayor lujo, consus mujeres cubiertas de vestidos caros y de diaman-tes, mientras que la mujer del trabajador apenas puedepermitirse un nuevo vestido de calicó. De este modolos trabajadores tratan de mejorar su condición inten-tando conseguir mejores salarios. Es lo mismo que siyo me despertara por la noche en mi casa y encontraraque un ladrón había recogido todas mis cosas y esta-ba a punto de escaparse con ellas. Supón que, en lugarde detenerlo, le dijera: «Por favor, señor ladrón, déje-me al menos algún vestido, para que pueda tener algoque ponerme», y luego le diera las gracias porque medevuelve una décima parte de las cosas que me ha ro-bado.

Pero me estoy adelantando en mi exposición. Volve-remos al trabajador y veremos cómo intenta mejorarsu condición y qué poco lo consigue. Por el momentoquiero decirte por qué el trabajador no coge al ladrónpor el cuello y lo echa a patadas; es decir, por qué lesuplica al capitalista un poco más de pan o salario, ypor qué no lo tira de una vez.

Porque al trabajador, como al resto del mundo, sele ha hecho creer que todo está en orden y que debepermanecer tal como es, y que si algunas pocas cosasno son precisamente como deberían ser, es porque «la

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gente esmala» y todo se pondrá en orden por sí mismoal final, de alguna manera.

Considera si no es verdad esto en tu caso. En ca-sa, cuando eras un niño y preguntabas tantas cosas, tedecían que «así tiene que ser», que debe «ser de esemodo», que «Dios lo hizo así» y que todo estaba enorden.

Y tú creías a tu padre y a tu madre, lo mismo queellos habían creído a sus padres y madres, y esa es larazón por la que ahora piensas exactamente como lohicieron tus abuelos.

Después, en la escuela, te dijeron las mismas cosas.Te enseñaron que Dios ha hecho el mundo y que to-do está bien, que tiene que haber ricos y pobres, y quedebes respetar al rico y debes estar contento con tusuerte. Te dijeron que tu país defendía la justicia y quetú debes obedecer la ley. El maestro, el sacerdote y elpredicador, todos te inculcaron que tu vida estaba or-denada por Dios y que «se hará su voluntad». Y cuan-do veías que arrastraban a un pobre hombre a la cárcel.Te decían que él era malo porque había robado algo, yque eso era un gran crimen.

Pero ni en casa, ni en la escuela, ni en ninguna partete dijeron que es un crimen que el rico robe el productodel trabajo del pobre, o que los capitalistas son ricos

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porque se han apoderado de la riqueza que ha creadoel trabajo.

No, nunca te dijeron eso, ni lo oyó cualquier otro enla escuela o en la iglesia. ¿Cómo puedes esperar enton-ces que lo sepan los trabajadores?

Al contrario, tumenta —cuando eras niño y tambiéndespués— ha sido atiborrada tan plenamente de ideasfalsas que, cuando oyes la escueta verdad, te admirasde que sea realmente posible.

Tal vez puedes ver ahora por qué los trabajadoresno entienden que la riqueza que ellos han creado se lahan robado y se la siguen robando cada día.

«Pero la ley», preguntas, «el gobierno, ¿acaso per-miten ellos un robo así? ¿No está prohibido por la leyel robo?»

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III. Ley y gobierno

Sí, tienes razón: la ley prohíbe el robo.Si yo te robara algo, podrías llamar a un policía y me

arrestarían. La ley castigará al ladrón y el gobierno tedevolverá la propiedad robada, si esto es posible, por-que la ley prohíbe robar. Esto significa que nadie tieneel derecho a coger algo de ti sin tu consentimiento.

Pero tu empresario coge de ti lo que tú produces.Toda la riqueza producida por el trabajo la cogen loscapitalistas y la guardan como su propiedad.

La ley dice que tu empresario no roba nada de ti, por-que lo hace con tu consentimiento. Tú has estado deacuerdo en trabajar para tu patrón a cambio de una de-terminada paga, y él ha estado de acuerdo en quedarsecon todo lo que tú produces. Puesto que tú estuviste deacuerdo con esto, la ley dice que él no te roba nada.

¿Pero estuviste tú realmente de acuerdo?Cuando el salteador de caminos apunto con su es-

copeta a tu cabeza, tú le entregas tus cosas de valor.

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De acuerdo en que tú «consientes», pero lo haces por-que no puedes actuar de otro modo, porque te obligasu escopeta.

¿No estás obligado a trabajar para un empresario?Tu necesidad te obliga, exactamente igual que la es-copeta del salteador de caminos. Tienes que vivir y lomismo tienen que vivir tu mujer y tus hijos. No puedestrabajar para ti mismo; en el sistema industrial capita-lista tienes que trabajar para un empresario. Las fábri-cas, las maquinarias y las herramientas pertenecen ala clase empresarial, de modo que tú debes alquilartea ti mismo a esa clase para trabajar y vivir. Sea cualfuere tu trabajo, sea quien fuere tu empresario, siem-pre se llega a lo mismo: tienes que trabajar para él. Nopuedes impedirlo. Estás obligado.

De esta forma la totalidad de la clase trabajadora es-tá compelida a trabajar para la clase capitalista. De estemodo los trabajadores se ven forzados a entregar todala riqueza que producen. Los empresarios guardan esariqueza como su ganancia, mientras que el trabajadorconsigue tan sólo un salario, lo justo y suficiente comopara seguir viviendo, de modo que pueda seguir pro-duciendo más riqueza para su empresario. ¿No es esouna estafa, un robo?

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La ley dice que es un «libre acuerdo». Del mis-mo modo podría el salteador de caminos decir que tú«acordaste» entregarle tus cosas valiosas. La única di-ferencia consiste en que la manera de actuar del sal-teador de caminos se denomina robo y atraco, y estáprohibida por la ley, mientras que la manera de actuarcapitalista se denomina negocio, industria, realizaciónde ganancias y está protegida por la ley.

Pero ya sea al modo del salteador de caminos o almodo capitalista, tú saber que te han robado.

La totalidad del sistema capitalista descansa en unrobo así.

La totalidad del sistema de leyes y gobiernos sostie-ne y justifica este robo.

Ese es el orden de cosas denominado capitalismo, yla ley y el gobierno existen para proteger ese orden decosas.

¿Te asombras que el capitalista y el empresario, ytodos los que se aprovechan de este orden de cosasestén fuertemente a favor de la «ley y el orden»?

¿Pero dónde entras tú? ¿Qué beneficio tienes tú deesa especie de «ley y orden»? ¿No ves que esta «ley yorden» tan sólo te despoja, te engaña, y precisamentete esclaviza?

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«¿Me esclaviza?», me dices con extrañeza. «¡Pero sisoy ciudadano libre!»

¿Eres realmente libre? ¿Libre para hacer qué? ¿Paravivir como te parezca? ¿Haces lo que te agrada?

Veamos. ¿Cómo vives? ¿A qué equivale tu libertad?Tú dependes de tu empresario para tus salarios o tu

sueldo, ¿no es así? Y tus salarios determinan tu modode vida, ¿no es así? Las condiciones de tu vida, inclusolo que tú comes y bebes, a dónde vas y con quien teasocias, todo esto depende de tus salarios.

No, no eres un hombre libre. Depende de tu empre-sario y de tus salarios. Eres realmente un esclavo asa-lariado.

La totalidad de la clase trabajadora, bajo el sistemacapitalista, depende de la clase capitalista. Los trabaja-dores son esclavos asalariados.

Por tanto, ¿en qué se convierte tu libertad? ¿Quépuedes hacer con ella? ¿Puedes hacer con ella más delo que te permiten tus salarios?

¿Puedes ver que ni salario, tu sueldo o tus ingresos,es toda la libertad que tienes? ¿Tu libertad no llega unsolo paso más allá de lo que llegan tus salarios?

La libertad que te dan en el papel, que está escritaen los libros de leyes y en las constituciones, no te pro-porciona bienestar alguno. Una libertad así significa

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tan sólo que tienes el derecho de hacer una cosa deter-minada. Pero no significa que puedes hacerla. Para sercapaz de hacer algo, tienes que tener la oportunidad,la ocasión. Tienes el derecho de comer tres estupendascomidas al día, pero si no tienes los medios, la opor-tunidad para conseguir esas comidas, entonces ¿a quéviene ese tu derecho?

De estemodo, la libertad significa realmente la opor-tunidad de satisfacer tus necesidades y deseos. Si tu li-bertad no te proporciona esa oportunidad, entonces note sirve de nada. La libertad real significa oportunidady bienestar. Si no significa eso, no significa nada.

Ves, entonces, que toda la situación se reduce a esto:El capitalismo te roba y te convierte en un esclavo

asalariado.La ley sostiene y protege ese robo.El gobierno te engaña haciéndote creer que eres in-

dependiente y libre.De este modo te engañan y te timan cada día de tu

vida.¿Pero por qué ocurre que tú no pensaste en esto an-

tes? ¿Cómo es que la mayoría de los otros tampoco love?

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Porque a ti y a todos los demás os mienten constan-temente a este respecto, desde vuestra temprana infan-cia.

Te dicen que tienes que ser honrado, mientras quete roban durante toda la vida.

Te ordenan que respetes la ley, mientras que la leyprotege al capitalista que te está robando.

Te enseñan que es malo matar, mientras que el go-bierno ahorca y electrocuta a la gente y hace con ellosmatanzas en la guerra.

Te dicen que obedezcas la ley y al gobierno, aunquela ley y el gobierno apoyan el robo y el asesinato.

Así, durante toda tu vida te mienten, te engañan y tedefraudan, de modo que sea más fácil sacar gananciasde ti, explotarte.

Porque no es sólo el empresario y el capitalista losque sacan ganancias de ti. El gobierno, la Iglesia y laescuela, todos ellos viven de tu trabajo. Tú los sostie-nes a todos. Esa es la razón por la que todos ellos teenseñan que tienes que estar contento con tu suerte ycomportarte bien.

«¿Es realmente verdad que yo los sostengo a to-dos?», preguntas desconcertado.

Veamos. Ellos comen y beben y se visten, sin hablarde lujos que disfrutan. ¿Hacen ellos las cosas que usan

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y consumen? ¿Plantan ellos y siembran y construyeny todo lo demás?

«Pero ellos pagan por esas cosas», objeta tu amigo.Sí, ellos pagan. Supón que un tipo te roba cincuentadólares y entonces va y compra con ellos un traje. ¿Esese traje según el derecho suyo? ¿No pagó por él? Bien,de ese mismo modo la gente que no produce nada oque no realiza un trabajo útil paga por las cosas. Sudinero es la ganancia que ellos o sus padres antes queellos exprimieron de ti, de los trabajadores.

«¿Entonces no es mi patrón el que me sostiene, sinoque yo le sostengo a él?»

Por supuesto. El te da un empleo; es decir, te da elpermiso para trabajar en la fábrica o industria que noconstruyó él sino otros trabajadores como tú. Y por esepermiso tú contribuyes a sostenerle durante el restode tu vida o mientras que trabajes para él. Lo sostie-nes tan generosamente que él se puede permitir unamansión en la ciudad y una cada en el campo, inclu-so varias, y criados para atender sus deseos y los desu familia y para el entretenimiento de sus amigos, ypara carreras de caballos y carreras de botes, y paracentenares de cosas. Pero no es sólo con él con quieneres tan generoso. Con tu trabajo, mediante el impues-to directo e indirecto, se sostienen el gobierno entero,

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local, estatal y nacional, las escuelas y las iglesias, ytodas las otras instituciones cuyo asunto consiste enproteger las ganancias y mantenerte engañado. Tú ytus compañeros trabajadores, el trabajo como un todo,sostenéis a todos ellos. ¿Te extrañas de que todos elloste digan que todo está en orden y que tienes que serbueno y permanecer tranquilo?

Es bueno para ellos que tú te mantengas tranquilo,porque ellos no podrían seguir engañando y robando,una vez que tú abras tus ojos y veas lo que te está ocu-rriendo.

Por eso todos ellos apoyan decididamente el sistemacapitalista, están por «la ley y el orden».

Pero, ¿es bueno ese sistema para ti? ¿Piensas que escorrecto y justo?

Si no lo crees así, ¿por qué lo aguantas? ¿Por qué losostienes?

«¿Qué puedo hacer?», dices. «Estoy solo».¿Realmente estás solo? ¿No eres más bien uno de

los muchos miles, de millones, que son explotados to-dos y que están esclavizados lo mismo que tú lo estás?Sólo que ellos no lo saben. Si lo supieran, no lo apo-yarían. Esto es cierto. Por eso la cuestión es hacérselocomprender a ellos.

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Cada trabajador en tu ciudad, cada uno que se fatigatrabajando en tu país, en cada país, en el mundo entero,está explotado y esclavizado lo mismo que lo estás tú.

Y no sólo los obreros. Los campesinos son engaña-dos y robados de la misma manera.

Exactamente igual que los obreros, el campesino de-pende de la clase capitalista. Trabaja durante toda suvida, pero la mayor parte de su trabajo pasa a los trustsy a los monopolios de la tierra, que según el derechono es más de ellos que lo es la luna.

El campesino produce el alimento del mundo. Nosalimenta a todos nosotros. Pero antes de que puedahacer llegar sus bienes a nosotros, le hacen pagar eltributo a la clase que vive del trabajo de los demás, ala clase que saca ganancias, a la clase capitalista. Alcampesino le quitan la mayor parte de su producto, lomismo que al obrero. Se lo quita el dueño de la tierra yel que tiene su hipoteca; se lo quita el trusts del acero yel ferrocarril. El banquero, el comisionista, el detallistay una legión de otros intermediarios exprimen sus ga-nancias del campesino, antes que a éste se le permitallevar su alimento hasta ti.

La ley y el gobierno permiten y favorecen este robodecretando que:

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– La tierra que nadie ha creado, pertenece al terra-teniente;

– Los ferrocarriles, que han construido los obreros,pertenecen a los magnates de los ferrocarriles;

– Los almacenes, silos y depósitos, erigidos por losobreros, pertenecen a los capitalistas;

– Todos esos monopolistas y capitalistas tienen de-recho a obtener ganancias del campesino por usar losferrocarriles y otros servicios antes de que pueda hacerllegar su alimento hasta ti.

Puedes ver entonces cómo roba al campesino elgran capital y los hombres de negocios, y cómo la leyayuda a ese robo, exactamente igual que en el robo delobrero.

Pero no es sólo el obrero y el campesino los que sonexplotados y forzados a entregar la mayor parte de suproducto a los capitalistas, a los que hanmonopolizadola tierra, los ferrocarriles, las fábricas, la maquinaria ytodos los recursos naturales. El país entero, el mundoentero es obligado a pagar tributo a los reyes de lasfinanzas y de la industria.

El pequeño hombre de negocios depende del vende-dor al por mayor; el vendedor al por mayor del indus-trial; el industrial de los magnates de la industria, ytodos ellos dependen de los señores del dinero y de los

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bancos para su crédito. Los grandes banqueros y finan-cieros pueden eliminar a cualquiera de los negociossimplemente retirándoles su crédito. Hacen esto siem-pre que desean excluir a alguien del negocio. El hom-bre de negocios está enteramente a merced de ellos. Sino desarrolla el juego que ellos desean, que convenga asus intereses, entonces simplemente lo echan del juego.

De este modo, toda la humanidad depende de y estáesclavizada por un puñado de hombres que han mo-nopolizado casi la riqueza entera del mundo, pero queellos mismos nunca han creado nada.

«Pero esos hombres trabajan duro», dices.Bien, algunos de ellos no trabajan de ninguna ma-

nera. Algunos son precisamente zánganos, cuyos ne-gocios los dirigen otros. Algunos de ellos sí trabajan.¿Pero qué clase de trabajo realizan? ¿Producen algo,como hace el obrero y el campesino? No, no producennada, aunque puedan trabajar. Trabajan para despo-seer al pueblo, para sacar ganancias de él. ¿Te benefi-cia su trabajo? También el salteador de caminos traba-ja duro y también corre grandes riesgos. Su «trabajo»,como el del capitalista proporciona empleo a los abo-gados, los carceleros y a una muchedumbre de otrossecuaces, a todos los cuales sostiene tu trabajo.

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Parece ciertamente ridículo que todo el mundo ten-ga que estar esclavizado para el beneficio de un puña-do de monopolistas y que todos tengan que dependerde ellos para su derecho y oportunidad de vivir. Pero larealidad es precisamente esa. Y todavía es más ridícu-lo cuando consideras que los obreros y los campesinos,que solamente ellos crean toda la riqueza, tienen queser los más dependientes y los más pobres de todas lasotras clases en la sociedad.

Realmente es monstruoso, y es muy triste. Segura-mente tu sentido común tiene que decirte que una si-tuación así está muy cerca de la locura. Si las grandesmasas del pueblo, los millones de todo el mundo, pu-dieran ver cómo son engañados, explotados y esclavi-zados, tal como tú lo ves ahora, ¿seguirán apoyandoque esto marchara así? ¡Con seguridad que no lo ha-rían!

Los capitalistas saben que no lo harían. Por eso ne-cesitan al gobierno para que legalice sus métodos derobo, para proteger el sistema capitalista.

Y así es como el gobierno necesita leyes, policía ysoldados, tribunales y prisiones, para proteger el capi-talismo.

Pero, ¿quiénes son la policía y los soldados que pro-tegen a los capitalistas contra ti, contra el pueblo?

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Si ellos mismos fueran capitalistas, entonces seríarazonable que ellos desearan proteger la riqueza quehan robado, y que intentaran conservar, incluso por lafuerza, el sistema que les da el privilegio de robar alpueblo.

Pero la policía y los soldados, los defensores de «laley y el orden», no son de la clase capitalista. Son hom-bres de las filas del pueblo, pobres hombres que poruna paga protegen el sistema mismo que los mantienepobres. Es increíble, ¿verdad? Sin embargo, es verdad.La cosa se reduce a esto: algunos de los esclavos prote-gen a sus amos manteniendo a ellos y al resto del pue-blo en la esclavitud. Del mismo modo, Gran Bretaña,por ejemplo, mantiene a los hindúes en la India some-tidos mediante una policía de nativos, de los mismoshindúes. O lo mismo que hace Bélgica con los negrosen el Congo. O lo mismo que hace cualquier gobiernocon un pueblo subyugado.

Es el mismo sistema. Esto es lo que supone:El capitalismo roba y explota a todo el pueblo; las

leyes legalizan y defienden este robo capitalista; el go-bierno usa una parte del pueblo para ayudar y protegera los capitalistas en su robo a todo el pueblo.

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Todo el asunto se mantiene educando al pueblo acreer que el capitalismo es correcto, que la ley es justay que el gobierno debe ser obedecido.

¿Descubres ahora este juego?

IV. Cómo funciona el sistema

Pero considera un poco más cerca esto y mira cómo«funciona» el sistema.

Considera cómo la vida y su significado real se hatrastocado y trastornado. Mira cómo tu propia existen-cia está envenenada y se ha convertido en algo mise-rable a causa del sistema absurdo.

¿Dónde se encuentra el objetivo de tu vida, dóndeel gozo de ella?

La tierra es rica y hermosa, el rayo del sol brillan-te debería alegrar tu corazón. El genio y el trabajo delhombre han conquistado las fuerzas de la naturalezay han utilizado la luz y el aire para el servicio de lahumanidad. La ciencia y la invención, el trabajo y elesfuerzo humano han producido riquezas indecibles.Hemos tendido un puente sobre los mares in orillas, lamáquina de vapor ha aniquilado la distancia, la chispaeléctrica y el motor de gasolina ha desencadenado al

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hombre de la tierra y ha encadenado incluso a la at-mósfera para que atienda sus órdenes. Hemos triunfa-do sobre el espacio, y los rincones más lejanos del glo-bo se han aproximado. La voz humana circunda ahoralos hemisferios, y a través del firmamento se muevenveloces mensajeros, que portan el saludo del hombrea todos los pueblos del mundo.

Sin embargo, el pueblo gime bajo unas cargas pesa-das y no hay gozo en sus corazones. Sus vidas estánllenas de miseria, sus almas están frías con la necesi-dad y la carencia. La pobreza y el crimen llenan cadapaís; miles de hombres son presa de la enfermedad yde la locura, la guerra destruye a millones y trae a losque viven la tiranía y la opresión.

¿Por qué existe esta miseria y estos asesinatos enun mundo tan rico y tan hermoso? ¿Por qué todo elsufrimiento y el dolor sobre una tierra tan llena de laesplendidez y de la claridad de la naturaleza?

«Es la voluntad de Dios», dice la Iglesia.«La gente es mala», dice el legislador.«Tiene que ser así», dice el loco.¿Es verdad? ¿Tiene realmente que ser así?Tú y yo, cada uno de nosotros, todos deseamos vivir.

No tenemos sino una vida y deseamos hacerla lo me-jor posible, exactamente así. Deseamos el mismo gozo

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y claridad mientras vivimos. No sabemos lo que ocu-rrirá cuando hayamos muerto. Nadie lo sabe. Las po-sibilidades son que una vez muertos permaneceremosmuertos. Pero sea o no sea esto así, mientras vivamostodo nuestro ser tiene ansia de gozo y de risa, de clari-dad y de felicidad. La naturaleza nos ha hecho de estaforma. Te ha hecho y me ha hecho, y a millones co-mo nosotros, de tal modo que anhelamos la vida y elgozo. ¿Es correcto y justo que tengamos que ser priva-dos de ello y permanecer para siempre los esclavos deun puñado de hombres que disponen de nosotros y denuestra vida?

¿Puede ser esto «la voluntad de Dios», como nosdice la Iglesia?

Pero si hubiera un Dios, tendría que ser justo. ¿Per-mitiría él que seamos defraudados y despojados de lavida y de sus gozos? Si hubiera un Dios, tendría queser nuestro padre y todos los hombres serían sus hijos.¿Permitiría un buen padre que algunos de sus hijos su-friera hambre y miseria, mientras que los otros tienentanto que no saben qué hacer con ello? ¿Soportaría quemiles e incluso millones de sus hijos fueran asesinadosy destrozados precisamente por la gloria de algún reyo por la ganancia del capitalista? ¿Sancionaría él la in-justicia, el ultraje y el asesinato? No, amigo mío, no

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puedes creer eso de un buen padre, de un Dios justo. Sila gente te dice que Dios desea tales cosas, ciertamentete mienten.

Tal vez digas que Dios es bueno, pero que la gentees mala y que esa es la razón por la que las cosas vanmal en el mundo.

Pero si la gente es mala, ¿quién la hizo así? Segura-mente no crees que Dios hizo a la gente mala, porqueen ese caso él mismo sería responsable de ello. Enton-ces esto significa que si la gente es mala, alguna otracosa la hizo así. Esto pudiera ser. Vamos a examinarlo.

Veamos cómo es la gente, qué es y cómo vive. Vea-mos como vives tú.

Desde la primera infancia te han instruido que te-nías que tener éxito, que debías «hacer dinero». Dine-ro significa comodidad, seguridad, poder. No importaquién eres, se te valora por lo que «vales», por el tama-ño de tu cuenta en el banco. Así te lo han enseñado ylo mismo le han enseñado a todos los demás. ¿Te pue-des extrañar de que la vida de cada uno se conviertaen una caza del dinero, del dólar y que toda tu exis-tencia se haya vuelto una lucha por la posesión, por lariqueza?

El hombre de dinero crece a medida que se la ali-menta. El hombre pobre lucha por vivir, por un pedazo

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de comodidad. El hombre acomodado desea mayoresriquezas que le den seguridad y protección contra eltemor del mañana, y cuando se convierta en un granbanquero no debe aminorar sus esfuerzos, tiene quemantener la mirada atenta en sus competidores por te-mor a perder la carrera y que le gane otro.

Así, todo el mundo se ve obligado a tomar parte enla caza salvaje y el hambre por la posesión cada vezse apodera más del hombre. Se convierte en la partemás importante de la vida; cada pensamiento es sobreel dinero, todas las energías se dirigen a llegar a serrico y actualmente la sed de riqueza se convierte enuna manía, en una locura que se apodera de aquellosque tienen y de los que no tienen.

De estemodo la vida ha perdido su único significadoverdadero de gozo y de belleza; la existencia se ha con-vertido en algo irracional, danzará alrededor del bece-rro de oro, una adoración loca del Dios Mammom. Enesa danza y en esa adoración el hombre ha sacrificadotodas sus cualidades más delicadas del corazón y delalma: la amabilidad y la justicia, el honor y la virilidad,la compasión y la simpatía hacia sus prójimos.

«Cada uno para sí y que el diablo coja al último», es-to tiene que convertirse forzosamente en el principio yacuciar a la mayoría de la gente bajo esas condiciones.

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¿Se puede uno extrañar que con esa caza loca del dine-ro se hayan desarrollado los peores rasgos del hombre:la codicia, la envidia, el odio y las pasiones más bajas?El hombre crece corrompido y malo; se hace infame einjusto; recurre al engaño, el robo y el asesinato.

Mira más cerca y considera cuantas maldades y crí-menes se cometen en tu ciudad, en tu país, en el mun-do en general, a causa del dinero, de la propiedad yde la posesión. Mira lo lleno que está el mundo de po-breza y de miseria; mira a miles que caen presas de laenfermedad y la locura, del destino y del ultraje, delsuicidio y del asesinato; y todo esto por las condicionesinhumanas y embrutecedoras en las que vivimos.

Con toda verdad ha dicho el hombre sabio que eldinero es la raíz de todo mal. A dondequiera que mi-res verás el efecto corrosivo y degradante del dinero,de la posesión, de la manía por tener y por poseer. To-dos están furiosos por conseguir, por apropiarse de lamanera que sea, por acumular tanto como puedan, demodo que puedan disfrutar hoy y asegurarse para elmañana.

¿Pero tienes que decir por ello que el hombre es ma-lo? ¿No se ve forzado a tomar parte en esta caza deldinero por las condiciones de la existencia, por el desa-

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tinado sistema en el que vivimos? Pues no tienes elec-ción: tienes que participar en la carrera o sucumbir.

¿Es tu culpa entonces que la vida te fuerce a ser y aactuar de esa manera? Reflexiona y verás que en el fon-do no eres en absoluto malo, sino que las condicioneste impulsan con frecuencia a hacer cosas que tú sabesque son malas. Tú más bien no las harías. Cuando te lopuedes permitir, tu impulso consiste en ser amable yayudar a los demás. Pero si siguieras tus inclinacionesen esta dirección, descuidarías tus propios intereses ypronto estarías en la indigencia tú mismo.

Por eso las condiciones de la existencia suprimeny ahogan los instintos de amabilidad y de humanidadque existen en nosotros y no nos endurecen frente a lanecesidad y la miseria de nuestros prójimos.

Esto lo verás en cada fase de la existencia, en todaslas relaciones entre los hombres, a través de toda nues-tra vida social. Por supuesto, si nuestros intereses fue-ran los mismos, no habría necesidad de sacar ventajaalguna de los demás. Porque lo que sería bueno paraJack lo sería también para Jim. Ciertamente, como se-res humanos, como hijos de una humanidad, realmen-te tenemos los mismos intereses. Pero comomiembrosde una estructura social disparatada y criminal, nues-tro sistema capitalista actual, nuestros intereses no son

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enmodo alguno los mismos. Dé hecho, los intereses delas diferentes clases de la sociedad son opuestos; sonhostiles y antagónicos, tal como he señalado en los ca-pítulos precedentes.

Esa es la razón por la que ves a los hombres aprove-chándose unos de otros, cuando pueden beneficiarsecon ello, cuando se lo dictan sus intereses. En el nego-cio, en el comercio, en las relaciones entre empresarioy trabajador, en todas partes encontrarás en acción es-te principio. Cada uno intenta aventajar a su prójimo.La competencia se convierte en el alma de la vida ca-pitalista, comenzando por el banquero millonario, elgran industrial y el señor de la industria, pasando portoda la escala social y económica, hasta el último obre-ro en la fábrica. Pues incluso los obreros se ven forza-dos a competir mutuamente en busca de empleos y deuna paga mejor.

De esta forma toda nuestra vida se convierte en unalucha del hombre contra el hombre, de una clase con-tra otra. En esa lucha se utiliza cualquier método paraconseguir el éxito, para hundir a tu competidor, paraelevarte por encima de él, mediante todos los mediosposibles.

Está claro que unas condiciones así desarrollarán ycultivarán las peores cualidades del hombre. Está tan

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claro como que la ley protegerá a los que tengan podere influencia, al rico y al acomodado, sea cual fuere elprocedimiento por el que consigan sus riquezas. El po-bre tiene que llevar inevitablemente la peor parte entales circunstancias. Intentará hacer lo mismo que ha-ce el rico. Pero como no tiene la misma oportunidadpara hacer avanzar sus intereses baja la protección dela ley, lo intentará con frecuencia fuera de la ley y cae-rá en sus redes. Aunque no hizo sino lo que suele hacerel rico —aprovecharse de alguien, engañar a alguien—,lo hizo «ilegalmente», y tú le llamas criminal.

Mira, por ejemplo, ese pobre niño en la esquina de lacalle. Está harapiento, pálido y medio muerto de ham-bre. Ve a otro niño, el hijo de unos padres ricos, y eseniño lleva estupendos vestidos, está bien alimentado yno se digna siquiera jugar con el padre. El niño hara-piento está encolerizado con él, está resentido y odiaal rico. Y por dondequiera que va el niño pobre expe-rimenta lo mismo: es ignorado y escarnecido, con fre-cuencia le dan patadas, siente que la gente no piensade él como del niño rico, con el que todo el mundo esrespetuoso y atento. El niño pobre se amarga. Y cuan-do crece, ve de nuevo lo mismo: se admira y respetaal rico, se recibe a puntapiés al pobre y se le desprecia.De este modo el niño pobre odia su pobreza y piensa

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cómo podría llegar a ser rico, conseguir dinero e inten-ta conseguirlo de cualquier manera que puede, aprove-chándose de los demás, lo mismo que los demás se hanaprovechado siempre de él, engañando y mintiendo, yalgunas veces incluso cometiendo un crimen.

Entonces dices tú que es «malo». ¿Pero no ves loque lo ha hecho malo? ¿No ves que las condiciones detoda su vida lo han hecho lo que es? ¿Y no ves que elsistema que mantiene esas condiciones es un criminalmás grande que el ladrón insignificante? La ley inter-vendrá y lo castigará, pero ¿no es la misma ley quepermite que existan esas malas condiciones y que sos-tiene el sistema que hace criminales?

Reflexiona y mira si no es la misma ley, el gobierno,la que realmente crea el crimen al obligar a la gentea vivir en condiciones que las hacen malas. Consideracómo la ley y el gobierno sostiene y protege el crimenmás grande de todos, lamadre de todos los crímenes, elsistema salarial capitalista, y luego se pone a castigaral criminal pobre.

Considera: ¿existe alguna diferencia si haces algomalo protegido por la ley o si lo haces al margen dela ley? La cosa es la misma y los efectos son los mis-mos. Peor aún: cometer una maldad legalmente es unmal mayor porque causa más miseria e injusticia que

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la maldad ilegal. El crimen legal prosigue todo el tiem-po; no es punible y se hace fácilmente, mientras que elcrimen ilegal no es tan frecuente y está más limitadoen su objetivo y en su efecto.

¿Quién causa más miseria, el rico industrial que re-duce los salarios de miles de obreros para engrosar susganancias, o el hombre que queda sin trabajo y que ro-ba algo para no morir de hambre?

¿Quién comete una maldad mayor, la mujer delmagnate industrial que gasta mil dólares en un collarde plata para su perro faldero, o la muchacha insufi-cientemente pagada en el almacén del magnate que esincapaz de resistir la tentación y se apropia de algunabaratija?

¿Quién es un criminal mayor, el especulador queacapara el mercado del trigo y saca un millón de dó-lares de ganancia elevando el precio del pan del pobreo el vagabundo sin hogar que comete algún robo?

¿Quién es un enemigo mayor, el codicioso barón delcarbón responsable del sacrificio de vidas humanas enlas minas malamente ventiladas y peligrosas, o el hom-bre desesperado culpable de asalto y de robo?

No son los males y los crímenes castigados por laley los que causan más daño en el mundo. Son los ma-les legales y los crímenes no castigables, justificados y

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protegidos por la ley y el gobierno, los que llenan latierra con la miseria y la necesidad, con la reyerta yel conflicto, con las luchas de clases, la matanza y ladestrucción.

Oímos mucho sobre el crimen y los criminales, so-bre asaltos y robos, sobre ofensas contra las personasy la propiedad. Las columnas de la prensa diaria estánllenas de esas historias. Se consideran las «novedades»del día.

Pero, ¿oyes mucho sobre los crímenes de la indus-tria y de los negocios capitalistas? ¿Te dicen los perió-dicos algo sobre el robo y el hurto constante que supo-nen los salarios bajos y los precios elevados? ¿Escribenmucho sobre la difundida miseria que causa la espe-culación del mercado, la adulteración del alimento, lasmil y una formas de fraude extorsión y usura sobre losque florecen los negocios y el comercio? ¿Te dicen lasmaldades, la pobreza, los corazones rotos y arruinados,la enfermedad y muerte prematura, la desesperación yel suicidio que siguen como una procesión constantey regular al despertar del sistema capitalista?

¿Te dicen la aflicción y la angustia de los millaresque son arrojados fuera del trabajo, sin que nadie sepreocupe de si viven o mueren? ¿Te dicen algo sobrelos salarios de hambre pagados amujeres ymuchachas

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en nuestras industrias, salarios miserables que las obli-gan directamente a prostituir sus cuerpos para ayudar-se a duras penas a sobrevivir? ¿Te dicen algo sobre elejército de parados que el capitalismo mantiene dis-puesto para quitarte el pan de tu boca cuando te pon-gas en huelga por una paga mejor? ¿Te dicen que elparo, con toda su angustia, sufrimiento y miseria sedebe directamente al sistema capitalista? ¿Te dicen có-mo la fatiga y el sudor del esclavo asalariado quedanacuñados en ganancias para el capitalista? ¿Te dicencómo la salud del obrero, su mente y su cuerpo son sa-crificados a: la codicia de los señores de la industria?¿Te dicen cómo el trabajo y las vidas, son desperdicia-dos en la estúpida competencia capitalista y en unaproducción sin plan?

Ciertamente, ellos te refieren una gran cantidad decosas sobre crímenes y criminales, sobre la «maldad«y la «perversidad» del hombre, especialmente de lasclases «inferiores», de los obreros. Pero no te dicenque las condiciones capitalistas producen la mayoríade nuestros males y crímenes, y que el mismo capi-talismo es el crimen más grande de todos, que devoramás vidas en un solo día que todos los asesinos puestosjuntos. La destrucción de vidas y propiedades que hancausado los criminales en todo el mundo desde que

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comenzó la vida humana es mero juego de niños com-parada con los diez millones de muertos y los veintemillones de heridos, y el estrago y la miseria incalcula-bles originados por un solo acontecimiento capitalista,la reciente Guerra mundial. El enorme holocausto erael hijo legítimo del capitalismo, lo mismo que todas lasguerras de conquista y de ganancia son el resultadode los intereses financieros y comerciales conflictivosde la burguesía internacional. Fue una guerra para lasganancias, como lo admitió posteriormente WoodrowWilson y su clase.

De nuevo las ganancias, como ves. Acuñando car-ne y sangre humanas en ganancias con el hombre depatriotismo.

«¡Patriotismo!», protestas tú. «¡Y qué, esa es unacausa noble!»

«¿Y el desempleo?», pregunta tu amigo. «¿Es res-ponsable el capitalismo también de eso? ¿Es la culpade mi patrón que no tenga trabajo para mí?»

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V. El paro

Me alegro de que tu amigo hiciera la pregunta, puescada trabajador se da cuenta de la importancia que tie-ne este asunto del paro para él. Sabes lo que es tu vidacuando estás fuera del trabajo; y cuando tienes un em-pleo, sabes cómo cuelga sobre ti el temor de perderlo.También te das cuenta del peligro que supone el ejérci-to permanente de parados cuando te lanzas a la huelgapor mejores condiciones. Sabes que los esquiroles sonreclutados entre los parados a los que el capitalismosiempre tiene a mano para ayudarle a romper tu huel-ga.

«¿Cómo dispone el capitalismo de los parados?»,preguntas.

Simplemente obligándote a trabajar largas jornadasy lo más duro posible de modo que produzcas la mayorcantidad. Todos los modernos esquemas de «eficien-cia», el sistema Taylor y otros sistemas de «economía»y de «racionalización» sirven tan sólo para exprimir

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grandes ganancias del trabajador. Es economía tan só-lo en interés del empresario. Pero en lo que se refiere ati, el trabajador, esta «economía» supone el gasto másgrande de tu esfuerzo y de tu energía, un desgaste fatalde tu vitalidad.

Le conviene al empresario utilizar y explotar tufuerza y habilidad con la máxima intensidad. Verda-deramente esto arruina tu salud y destruye tu siste-ma nervioso, te convierte en presa de la enfermedad ylos achaques (existen incluso especiales enfermedadesproletarias), te mutila y te lleva a una muerte tempra-na; pero, ¿qué le importa todo eso a tu patrón? ¿Nohay miles de parados que esperan conseguir tu traba-jo y que están dispuestos a cogerlo en el momento enque estés incapacitado o muerto?

Por esta razón, le conviene al capitalista mantenerun ejército de parados a mano. Es una parte y una par-cela del sistema salarial, una característica necesaria einevitable de él.

Al pueblo le interesa que no haya paro, que todostengan una oportunidad de trabajar y de ganar su sus-tento, que todos contribuyan, cada uno de acuerdo consu habilidad y su fuerza, a incrementar la riqueza delpaís, de modo que todos sean capaces de tener una par-ticipación más grande en ella.

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Pero el capitalismo no está interesado en el bienes-tar del pueblo. El capitalismo, como lo he mostrado an-tes, está interesado tan sólo en la ganancia. Emplean-do menos gente y haciéndoles trabajar largas jornadasse puede sacar más ganancia que dando trabajo a másgente con jornadas más cortas. Por eso le interesa mása tu empresario, por ejemplo, hacer trabajar a 100 per-sonas durante diez horas diarias, que emplear a 200durante cinco horas. Necesitaría más espacio para 200que para 100, una fábrica más grande, más herramien-tas y maquinaria, etc. Es decir, necesitaría más inver-sión de capital. El empleo de una fuerza mayor duran-te menos horas aportaría menos ganancia, y esa es larazón por la que tu empresario no dirigiría su fábri-ca o su tienda en esa forma. Lo cual significa que unsistema de buscar ganancias no es compatible con con-sideraciones de humanidad y de bienestar de los traba-jadores. Al contrario, cuanto más duro y más «eficien-temente» trabajes, y cuantas más horas permanezcasallí, tanto mejor para el empresario y tanta mayor serála ganancia.

Puedes ver, por tanto, que el capitalismo no está in-teresado en emplear a todos los que desean y son capa-ces de trabajar. Al contrario, un mínimo de «brazos» yunmáximo de esfuerzo es el principio y la ganancia del

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sistema capitalista. Este es todo el secreto de cualquieresquema de «racionalización». Y esta es la razón porla que encontrarás a millares de personas en cada paíscapitalista deseando trabajar y ansiosos por trabajar,pero incapaces de conseguir un empleo. Este ejércitode parados es una amenaza constante a tu nivel de vi-da. Están dispuestos a coger tu puesto con una pagainferior, porque la necesidad los impulsa a esto. Estoes, por supuesto, muy ventajoso para el patrón; es unlátigo en sus manos que mantiene constantemente so-bre ti, para que trabajes como un negro por él y sepas«comportarte».

Puedes ver por ti mismo lo peligrosa y degradanteque es una situación así para el trabajador, sin hablarde otros males del sistema.

«¿Entonces por qué no suprimir el paro?», pregun-tas. Sí, sería estupendo suprimirlo. Pero sólo se podríarealizar suprimiendo el sistema capitalista y su escla-vitud asalariada. Mientras que tengas capitalismo —ocualquier otro sistema de explotación del trabajo y dehacer ganancias—, tendrás paro. El capitalismo no pue-de existir sin él, es algo inherente al sistema salarial. Esla condición fundamental de una producción capitalis-ta con éxito.

«¿Por qué?»

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Porque el sistema industrial capitalista no producepara las necesidades del pueblo, produce para la ganan-cia. Los industriales no producenmercancías porque lagente las necesite y no producen tantas cuantas se ne-cesitan. Producen lo que esperan vender y vender conuna ganancia.

Si tuviéramos un sistema sensato, produciríamos lascosas que la gente necesita y la cantidad que necesita.Supón que los habitantes de una cierta localidad nece-sitaran 1.000 pares de zapatos, y supón que tuviéramos50 zapateros para ese trabajo. Entonces en un trabajode 20 horas esos zapateros producirían los zapatos quenecesita nuestra comunidad.

Pero el fabricante de calzado actual no sabe y no sepreocupa de cuántos pares de zapatos necesitan. Milesde personas pueden necesitar unos zapatos nuevos entu ciudad, pero no pueden permitirse el comprarlos.Por eso, ¿para qué necesita el fabricante conocer quiénnecesita zapatos? Lo que necesita saber es quién puedecomprar los zapatos que él hace, cuántos pares puedeél vender con ganancia.

¿Qué sucede? Bien, él hará que se produzcan aproxi-madamente tantos pares de zapatos como piensa queserá capaz de vender. Hará lo posible por producirlostan baratos y venderlos tan caros como pueda, de mo-

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do que saque una buena ganancia. Por consiguiente,empleará tan pocos obreros como sea posible para pro-ducir la cantidad de zapatos que necesita y los harátrabajar tan «eficientemente» y tan duramente comopueda obligarles a ello.

Ves que la producción para la ganancia significa lar-gas jornadas y menos personas empleadas que lo quesería la producción para el uso.

El capitalismo es el sistema de producción para laganancia y por eso el capitalismo siempre tiene quetener parados.

Pero sigue examinando este sistema de producciónpara la ganancia y verás que este mal básico hace fun-cionar otros cien males.

Sigamos con el fabricante de calzado de tu ciudad.No tiene medio para saber, como ya he indicado, quiénserá o no será capaz de comprar sus zapatos. Hace unaconjetura grosera, él calcula, y decide producir, diga-mos, 50.000 pares. Luego pone su producto en el mer-cado. Es decir, el comerciante al por mayor, el agiotistay el detallista los poseen a la venta.

Supón que sólo se venden 30.000 pares; 20.000 pa-res permanecen disponibles. Nuestro fabricante, inca-paz de vender el saldo en su propia ciudad, intentarádisponer de él en alguna otra parte del país. Pero los

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fabricantes de calzado allí han tenido también la mis-ma experiencia. Por tanto, no pueden vender todo loque han producido. La oferta de zapatos es mayor quela demanda de ellos, según te dicen. Tienen que dismi-nuir la producción. Esto supone el despido de algunosde sus empleados, incrementando de esta manera elejército de parados.

«Sobreproducción» denominan a esto. Pero en ver-dad no es en modo alguno sobreproducción. Es bajoconsumo, porque hay mucha gente que necesita zapa-tos nuevos, pero que no pueden permitirse el comprar-los.

¿El resultado? Los almacenes están repletos de loszapatos que el pueblo necesita pero que no puede com-prarse; las tiendas y las fábricas cierran por un «excesode oferta». Lo mismo ocurre en otras industrias. Te di-cen que hay una «crisis» y que tienen que reducirsetus salarios.

Reducen tus salarios, te dejan trabajar sólo una par-te de la jornada o pierdes tu trabajo del todo. De estamanera arrojan de su empleo amiles de hombres ymu-jeres. Sus salarios se acaban y no pueden comprar elalimento y las otras cosas que necesitan. ¿Es que nose tienen esas cosas? No, al contrario; los almacenes y

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grandes tiendas están llenas de ellas, hay demasiadas,hay «sobreproducción».

De este modo el sistema capitalista de producciónpara la ganancia desemboca en una situación dispara-tada:

1. La gente tiene que morirse de hambre, no por-que no haya suficiente alimento, sino porquehay demasiado; tienen que prescindir de las co-sas que necesitan, porque hay demasiadas cosasdisponibles;

2. Porque hay demasiado, se disminuye la produc-ción industrial, arrojando del trabajo a millares;

3. Al encontrarse fuera del trabajo y, por consi-guiente, al no ganar, estos millares pierden sucapacidad de compra, como resultado de esto su-fren el tendero, el carnicero, el sastre, etc. Estosupone un incremento general del paro, y la cri-sis se empeora.

Bajo el capitalismo esto ocurre en cada industria.Tales crisis son inevitables en un sistema de produc-

ción para la ganancia. Ocurren de vez en cuando; re-tornan periódicamente, y siempre se hacen peores. Pri-van a miles y a cientos de miles del empleo, causando

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la pobreza, la angustia y una miseria indecible. Tienencomo resultado la bancarrota y las quiebras bancariasque se tragan todo lo poco que el trabajador ha ahorra-do en tiempos de «prosperidad». Causan necesidad eindigencia, empujan a la gente a la desesperación y alcrimen, al suicidio y a la locura.

Tales son los resultados de la producción para la ga-nancia; tales son los frutos del sistema del capitalismo.

Sin embargo, no es esto todo. Hay otro resultado deeste sistema, un resultado incluso peor que todos losotros combinados.

Es la guerra.

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VI. La guerra

¡Guerra! ¿Te das cuenta de lo que esto significa?¿Conoces alguna palabra más terrible en nuestro len-guaje? ¿No trae a tu mente imágenes de matanzas y decarnicerías, de asesinatos, pillajes y destrucción? ¿Nopuedes oír el vomitar de los cañones, los gritos de losque mueren y de los heridos? ¿No puedes ver el campode batalla sembrado de cadáveres? Seres humanos des-trozados, su sangre y sus cerebros esparcidos, hombresllenos de vida convertidos de repente en carroña. Y allí,en casa, miles de padres y madres, viudas y novias vi-viendo en un temor continuo de que le ocurra algunadesgracia a sus seres queridos y esperando, esperandoel retorno de los que no retornarán nunca.

Sabes lo que significa la guerra. Incluso si tú mis-mo no has estado nunca en el frente, sabes que no hayuna maldición mayor que la guerra con sus millonesde muertos y mutilados, sus incontables sacrificios hu-

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manos, sus vidas rotas, los hogares en ruina, con suangustia y miseria indescriptibles.

«Es terrible», admites, «pero no puede evitar». Pien-sas que la guerra tiene que llegar, que viene el momen-to en que es inevitable, que tú tienes que defender tupaís cuando esta en peligro.

Veamos, entonces, si tú realmente defiendes a tupaís cuando vas a la guerra. Consideremos qué es loque causa la guerra y si es para el beneficio de tu paíspara lo que te llaman a ponerte el uniforme y comenzarcon la campaña de matanza.

Consideremos a quién y qué defiendes en la guerra,quién está interesado en ella y quién se aprovecha deella.

Debemos volver a nuestro fabricante. Incapaz devender su producto con alguna ganancia en su propiopaís, él (y los fabricantes de otras mercancías de igualmanera) busca un mercado en algún país extranjero.Va a Inglaterra, Alemania, Francia, o a cualquier otropaís, e intenta disponer allí de su «superproducción»,de su «excedente».

Pero allí encuentra las mismas condiciones queen su propio país. También allí tienen «superproduc-ción»; es decir, los trabajadores están de tal maneraexplotados y mal pagados que no pueden comprar las

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mercancías que han producido. Los fabricantes de In-glaterra, Alemania, Francia, etc., están buscando, porconsiguiente, otros mercados, exactamente igual quelos fabricantes de América.

Los fabricantes de América de una determinada in-dustria se organizan en unmonopolio, losmagnates in-dustriales de otros países hacen lo mismo y los mono-polios nacionales comienzan a competir entre sí. Loscapitalistas de cada país intentan apoderarse de losmejores mercados, especialmente de nuevosmercados.Encuentran nuevos mercados así en China, Japón, In-dia y en países semejantes; es decir, en países que toda-vía no han desarrollado sus propias industrias. Cuandocada país haya desarrollado sus propias industrias, nohabrá más mercado extranjero y entonces algún gru-po capitalista poderoso se convertirá en trust interna-cional de todo el mundo. Pero mientras tanto los in-tereses capitalistas de los diversos países industrialesluchan por los mercados extranjeros y compiten en-tre sí. Obligan a ciertas naciones más débiles a conce-derles especiales privilegios, «tratamiento favorable»;provocan la envidia de sus competidores, se meten enproblemas sobre concesiones y fuentes de ganancia, einvocan a sus respectivos gobiernos para defender susintereses. El capitalista americano apela a su gobierno

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para proteger los intereses americanos. Los capitalis-tas de Francia, Alemania e Inglaterra hacen lo mismo:invocan a sus gobiernos para que éstos protejan susganancias, entonces los diferentes gobiernos llaman asu pueblo para «defender su país».

¿Ves cómo se ha desarrollado el juego? No te dicenque te piden proteger los privilegios y los dividendosde algunos capitalistas americanos en un país extran-jero. Saben que si te dijeran esto, te reirías de ellos yrehusarías que te mataran para aumentar las ganan-cias de los plutócratas. ¡Pero sin ti y sin otros comotú, ellos no pueden hacer la guerra! Por eso elevan elgrito de «Defiende tu país. Han insultado tu bandera».Algunas veces efectivamente alquilan desalmados queinsulten a la bandera de tu país en un país extranjero oque destruyan alguna propiedad americana allí, con loque se aseguran que el pueblo en su país se enfurecerácon ello y se lanzará a unirse al ejército y a la armada.

No creas que exagero. Se sabe que los capitalistasamericanos han causado incluso revoluciones en paí-ses extranjeros (particularmente en Sudamérica), paraconseguir allí un nuevo gobierno más «amistoso» yasegurar de este modo las concesiones que deseaban.

Pero, por lo general, no necesitan llagar tan lejos.Todo lo que tienen que hacer es apelar a tu «patriotis-

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mo», adularte un poco, decirte que tú «puedes venceral mundo entero» y ya te tienen dispuesto a vestirte eluniforme de soldado y a ejecutar sus órdenes.

Para eso es utilizado tu patriotismo, tu amor a la pa-tria. Con razón escribió el gran pensador inglés Carly-le:

«¿Cuál es, hablando en un lenguaje totalmente nooficial, el significado neto y el resultado de la guerra?Por lo que sé, por ejemplo, en el pueblo británico deDumdrudge viven y se afanan ordinariamente unasquinientas almas. De entre estos ciertos “enemigos na-turales” de los franceses seleccionaron sucesivamente,durante la guerra con Francia, digamos unos treintahombres hábiles. Dumdrudge, con sus propios medios,los ha criado y cuidado; los ha alimentado, no sin di-ficultad y sufrimiento, hasta la virilidad e incluso losha preparado en los oficios, de modo que uno puedetejer, otro construir, otro martillar y el más débil pue-de encontrarse bajo treinta avoirdupois de piedra. Sinembargo, entre muchos sollozos y juramentos, son se-leccionados; todos vestidos de rojo; y son embarcados,con los costes pagados por el Estado, unos dos mil, odigamos sólo al Sur de España; y son alimentados allítodo lo que desearan.

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Y ahora, hacia el mismo lugar en el Sur de Españase están dirigiendo otros treinta artesanos franceses se-mejantes, de una Dumdrudge francesa; hasta que porfin, después de un esfuerzo infinito, los dos grupos seencuentran en una yuxtaposición real; y treinta se en-frentan a treinta, cada uno con un fusil en su mano.

Se da directamente la orden de “¡fuego!” y se dis-paran mutuamente matándose, y en lugar de sesentaartesanos vigorosos y útiles, el mundo tiene sesentacadáveres, que hay que enterrar y por los que luego sederraman lágrimas. ¿Tenían estos hombres una dispu-ta? Por más ocupado que está el diablo, no tenían nin-guna. Vivían a mucha distancia, eran por completo ex-traños, incluso, en un universo tan amplio, existía, demodo inconsciente, por el comercio una cierta ayudamutua entre ellos. ¿Cómo ocurrió entonces? ¡Inocente!Sus gobiernos se habían peleado, y en lugar de dispa-rarse mutuamente, tuvieron la astucia de hacer que sedispararan estos pobres zoquetes.»

Cuando vas a la guerra no peleas por tu país. Es portus gobernantes, por tus dirigentes, tus amos capitalis-tas.

Ni tu país, ni la humanidad, ni tú ni tu clase —lostrabajadores— gana nada con la guerra. Tan sólo los

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grandes funcionarios y los capitalistas se aprovechande ello.

La guerra es mala para ti. Es mala para los trabaja-dores. Ellos tienen todo que perder y nada que ganarcon ella. Ellos no consiguen ni siquiera gloria algunade ella, pues ésta recae sobre los grandes generales ymariscales.

¿Qué consigues tú en la guerra? Estás lleno de pio-jos, te disparan, te asfixian con gas, te mutilan o te ma-tan. Esto es todo lo que los trabajadores de cualquierpaís consiguen de la guerra.

La guerra es mala para tu país, mala para la huma-nidad; significa matanza y destrucción. Todo lo que laguerra destruye, puentes y puertos, ciudades y barcos,campos y fábricas, todo hay que reconstruirlo. Esto sig-nifica que al pueblo se le ponen impuestos directos eindirectos para reconstruirlo. Pues en último términotodo proviene de los bolsillos del pueblo. Así, la guerraes mala para ellos materialmente, sin hablar del efectoembrutecedor que tiene la guerra sobre la humanidaden general. Y no olvides que 999 de cada 1.000 que que-dan muertos, ciegos o mutilados en la guerra son de laclase trabajadora, hijos de obreros y campesinos.

En la guerra moderna no hay vencedor, pues el ladovencedor pierde casi tanto como el lado vencido. Algu-

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nas veces incluso más, como Francia en la última lu-cha; Francia es actualmente más pobre que Alemania.Los obreros de ambos países tienen que pagar impues-tos hasta morir de hambre para reparar las pérdidassufridas en la guerra. Los salarios de los trabajadoresy los niveles de vida son mucho más bajos ahora en lospaíses europeos que participaron en la Guerramundialque lo eran antes de la gran catástrofe.

«Pero los Estados Unidos se hicieron ricos mediantela guerra», objetas.

Quieres decir que un puñado de hombres ganó mi-llones y que los grandes capitalistas hicieron enormesganancias. Ciertamente que las hicieron; los grandesfinancieros lo consiguieron prestando dinero Europacon una elevada tasa de interés y suministrando mate-rial y municiones de guerra. ¿Pero dónde entras tú?

Párate precisamente a considerar cómo está pagan-do Europa su deuda financiera a América o el interésde ella. Lo hace exprimiendo más trabajo y gananciasde los obreros. Pagando salarios más bajos y produ-ciendo mercancías, más baratas, los fabricantes euro-peos pueden vender más barato que sus competidoresamericanos y por esta razón el fabricante americanoestá obligado también a producir a un costo más bajo.Así es como viene su «economía» y su «racionaliza-

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ción» y como resultado tú tienes que trabajar más du-ro o tener reducidos tus salarios o ser arrojado de tuempleo del todo. ¿Ves cómo los salarios bajos en Euro-pa afectan directamente tu propia condición? ¿Te dascuenta de que tú, obrero americano, estás ayudandoa pagar a los banqueros americanos el interés por suspréstamos a Europea?

Hay gente que pretende que la guerra es buena por-que cultiva el coraje físico. El argumento es estúpido.Lo han hecho aquellos que nunca estuvieron en la gue-rra y cuya lucha la llevan a cabo otros. Es un argu-mento deshonesto, para inducir a unos pobres locos aluchar por los intereses de los ricos. La gente que efec-tivamente ha peleado en batallas te dirá que la guerramoderna no tiene nada que ver con el coraje personal;es una lucha masiva, a una gran distancia del enemi-go. Encuentros personales, en los que pueda vencer elmejor, son extremadamente raros. En la guerra moder-na no ves a tus antagonistas, luchas a ciegas, como unamáquina. Entras en la batalla asustado hasta la muerte,temiendo que el próximominuto podrás ser alcanzadoy despedazado. Vas sólo porque no tienes el coraje derehusar.

El hombre que puede afrontar el envilecimiento yla desgracia, que puede resistir la corriente popular,

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incluso contra sus amigos y su país, cuando sabe quelleva razón, que puede desafiar a los que tienen autori-dad sobre él, que puede aceptar el castigo y la prisión ypermanecer firme, ese es un hombre de coraje. El tipodel que te mofas como un gandul, porque rehúsa con-vertirse en un asesino, necesita coraje. Pero, ¿necesitastú mucho coraje precisamente para obedecer órdenes,para hacer lo que te dicen y para caer alineado conotros miles al son de la aprobación general y del «StarSpangled Banner»?

La guerra paraliza tu coraje y amortigua el espíritude la verdadera hombría. La guerra degrada y priva dela sensibilidad con el sentimiento de que tú no eres res-ponsable, de que «no es asunto tuyo pensar y razonarel por qué, sino que tu asunto es actuar ymorir», comootros cientos de miles condenados como tú. La guerrasignifica obediencia ciega, estupidez irreflexiva, brutainsensibilidad, destrucción sin propósito y asesinatoirresponsable.

He encontrado a personas que dicen que la guerraes buena porque mata a mucha gente, de modo quehay más trabajo para los supervivientes.

Considera qué terrible acusación es esto contra elsistema presente. Imagina un estado de cosas en el quesea bueno para la gente de una cierta comunidad que

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sean matados algunos de entre ellos, para que el res-to pueda vivir mejor. ¿No sería esto el peor sistemadevorador de hombres, el peor canibalismo?

Esto es precisamente el capitalismo: un sistema decanibalismo en el que uno devora a su prójimo o es de-vorado por él. Esto es verdad del capitalismo en el tiem-po de paz lo mismo que en tiempo de guerra, exceptoque en la guerra su carácter real aparece al descubiertoy es más evidente.

En una sociedad sensata, humana, esto no podríaacontecer. Al contrario, cuanto más grande sea la po-blación de una cierta comunidad, mejor sería para to-dos, porque el trabajo de cada uno sería más suave.

A este respecto, una comunidad no es diferente deuna familia. Cada familia necesita que se realice unacierta cantidad de trabajo para mantener satisfechassus necesidades. Ahora bien, cuantas más personas ha-ya en la familia para hacer el trabajo necesario, tantomás fácil será para cada miembro, tanto menos trabajohabrá para cada uno.

1 Nunca tiene que haber peligro alguno de superpoblaciónen la tierra. La naturaleza proporciona sus propios controles con-tra ellos. Lo que necesitamos es una distribuciónmás racional de lapoblación, cultivo intensivo y un control más inteligente de nues-tra tasa de natalidad. (N. de A.).

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Lo mismo es verdad de una comunidad o de unpaís, que es tan sólo una familia en grandes porciones.Cuanta más gente haya para hacer el trabajo necesariopara satisfacer las necesidades de la comunidad, tantomás fácil será la tarea de cada miembro.1

Si ocurre lo contrario en nuestra sociedad actual, es-to prueba meramente que las condiciones son malas,bárbaras y perversas. Más aún: prueba que son abso-lutamente criminales, si el sistema capitalista puedeflorecer sobre la matanza de sus miembros.

Es evidente que para los obreros la guerra significasólo mayores cargas, más impuestos, un trabajo másduro y la reducción de su nivel de vida anterior a laguerra.

Pero hay un elemento de la sociedad capitalista parael que la guerra es buena. Es el elemento que forja di-nero de la guerra, que se hace rico a base de tu «patrio-tismo» y autosacrificio. Se trata de los fabricantes demuniciones, los especuladores con el alimento y otrasprovisiones, los armadores de buques de guerra. En re-sumen, se trata de los grandes señores de las finanzas,de la industria y del comercio, quienes son los únicosque se benefician de la guerra.

Para éstos la guerra es una bendición. Una bendi-ción en más de un sentido. Puesto que la guerra sirve

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también para distraer la atención de las masas trabaja-doras de su miseria diaria y dirigirla a la «alta política»y a la matanza humana. Los gobiernos y los dirigenteshan tratado de evitar sublevaciones y revoluciones po-pulares organizando una guerra. La historia está llenade tales ejemplos. Por supuesto, la guerra es una es-pada de dos filos. Con frecuencia, a su vez, conducea la rebelión. Pero este es otro asunto, sobre el cualvolveremos cuando lleguemos a la Revolución rusa.

Si me has seguido hasta aquí, tienes que darte cuen-ta de que la guerra es precisamente tanto un resultadodirecto y un efecto inevitable del sistema capitalista co-mo lo son las crisis regulares financieras e industriales.

Cuando llega una crisis, en la forma que he descrito,con su paro y sus penalidades, te dicen que no es la cul-pa de nadie, que son «malos tiempos», el resultado dela superproducción y semejantes camelos. Y cuando lacompetencia capitalista por las ganancias hace surgiruna situación de guerra, los capitalistas y sus lacayos—los políticos y la prensa— levantan el grito de «¡Sal-va a tu patria!» para llenarte con falso patriotismo yhacer que pelees las batallas de ellos y para ellos.

En nombre del patriotismo te ordenan dejar de sertú mismo, suspender tu propio juicio y entregar tu vi-da, convertirte en una ruedecilla sin voluntad en una

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máquina asesina, obedeciendo ciegamente la orden dematar, de saquear y de destruir, abandonar a tu padrey a tu madre, a tu mujer y a tu hijo, y a todo lo queamas, y comenzar a matar a tus prójimos que nunca tehicieron daño alguno, los cuales son exactamente tandesgraciados y tan víctimas engañadas por sus amoscomo lo eres tú por los tuyos.

Con toda verdad dijo Carlyle que «el patriotismo esel refugio de los canallas».

¿Ves ahora cómo se burlan de ti y te engañan? Co-ge la Guerra mundial, por ejemplo. Considera cómoel pueblo de América se dejó persuadir mediante en-gaños a la participación. No querían mezclarse en losasuntos europeos. Conocían poco sobre ellos y procu-raba no dejarse arrastrar a las pendencias criminales.Eligieron a Woodrow Wilson con el eslogan de «nosmantuvo fuera de la guerra».

Pero la plutocracia americana vio las enormes for-tunas que se podían ganar en la guerra. No estabansatisfechos con los millones que estaban cosechandomediante la venta de municiones y otros suministrosa los combatientes europeos; había que hacer ganan-cias inconmensurablemente mayores metiendo a ungran país como los Estados Unidos, con sus más decien millones de habitantes en la refriega. El presiden-

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te Wilson no pudo resistir la presión de ellos. Despuésde todo, el gobierno no es sino el criado de los poderesfinancieros, está allí para cumplir sus órdenes.

¿Pero cómo meter a América en la guerra cuandosu pueblo está expresamente contra ello? ¿No eligie-ron a Wilson como presidente con la promesa clara demantener al país fuera de la guerra?

En los tiempos antiguos, bajo los monarcas absolu-tos, los súbditos eran obligados simplemente a obede-cer los mandatos del rey. Pero eso suponía con frecuen-cia resistencia y peligro de rebelión. En los tiemposmodernos, hay medios más seguros y sin peligro dehacer que el pueblo sirva a los intereses de sus gober-nantes. Todo lo que se necesita es hacerles creer queellos mismos desean lo que desean sus dueños que ha-gan; que es su propio interés, por el bien de su país,por el bien de la humanidad. De esta forma los instin-tos nobles y delicados del hombre son utilizados parahacer el trabajo sucio de la clase de los amos capitalis-tas, para vergüenza y oprobio de la humanidad.

Los inventos modernos ayudan a este juego y lo ha-cen comparativamente fácil. La palabra impresa, el te-légrafo, el teléfono y la radio, todos ellos son segurasayudas en este asunto. El genio del hombre, que produ-

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jo estas cosas maravillosas, es explotado y degradadoen interés de Mammon y de Marte.

El presidente Wilson inventó un nuevo ardid paraatrapar al pueblo americano en la guerra para bene-ficio del Gran Negocio. Woodrow Wilson, el antiguopresidente descubrió una «guerra por la democracia»,una «guerra para terminar con la guerra». Con ese le-ma hipócrita se comenzó una campaña extendida portodo el país, suscitando las peores tendencias de into-lerancia, persecución y crimen en los corazones ameri-canos, llenándolos con el veneno y el odio contra cual-quiera que tuviera el coraje de expresar una opiniónhonesta e independiente, golpeando, encarcelando ydeportando a los que se atrevían a decir que era unaguerra capitalista en busca de ganancias. Los objetoresde conciencia con respecto a destruir vidas humanaseranmaltratados brutalmente como «gandules» y con-denados a largos periodos de cárcel; hombres y muje-res que recordaban a sus paisanos cristianos el manda-to del Nazareno «no matarás», eran marcados comocobardes y silenciados en la cárcel; los radicales quedeclaraban que la guerra era tan sólo en interés delcapitalismo eran tratados como «extranjeros corrom-pidos» y «espías enemigos». Precipitadamente se in-trodujeron leyes especiales para ahogar cualquier libre

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expresión de la opinión. Cualquier objetor se encontra-ba con un castigo extremado. Desde el Atlántico al Pa-cífico una turba, borracha con el patriotismo asesino,difundía el terror. Todo el país se volvió loco con elfrenesí de la patriotería. La propaganda militarista di-fundida por toda la nación arrastró por fin al puebloamericano al campo de la carnicería.

Wilson era «demasiado orgulloso para luchar», pe-ro no demasiado orgulloso como para enviar a otrospara que lucharan por los que lo sostenían financiera-mente. Era «demasiado orgulloso para luchar», perono demasiado orgulloso para ayudar a que la plutocra-cia americana acuñara oro de las vidas de setenta milamericanos que quedaron muertos en los campos debatalla de Europa.

La «guerra por la democracia», la «guerra para ter-minar con la guerra» se manifestó como la mayor ver-güenza de la historia. En realidad dio origen a una ca-dena de nuevas guerras que todavía no han terminado.Se ha admitido desde entonces, incluso por el mismoWilson, que la guerra no sirvió para otro objeto que pa-ra cosechar considerables ganancias para el Gran Ne-gocio. Creó más complicaciones en los asuntos euro-peos de los que habían existido nunca. Empobreció aAlemania y a Francia, y las colocó al borde de la ban-

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carrota nacional. Cargó a los pueblos de Europa conenormes deudas y puso cargas insoportables sobre susclases trabajadoras. Se forzaron hasta el agotamientolos recursos de cada país. Se constató el progreso dela ciencia mediante nuevas facilidades de destrucción.Se demostró el precepto cristiano mediante la multi-plicación del asesinato, y los tratados se firmaron consangre humana.

La Guerra mundial edificó gigantescas fortunas pa-ra los señores de la finanza y tumbas para los trabaja-dores.

¿Y actualmente? Actualmente nos encontramos denuevo al borde de una nueva guerra, mucho más gran-de y terrible que el último holocausto. Cada gobiernose está preparando para ella y se está apropiando mi-llones de dólares del sudor y de la sangre de los traba-jadores para la próxima carnicería.

Reflexiona sobre esto, amigo mío, y mira lo que es-tán haciendo el capital y el gobierno por ti, lo que teestán haciendo.

Pronto te llamarán de nuevo para «defender tu pa-tria». En tiempos de paz haces el trabajo de esclavo enel campo y en la fábrica, durante la guerra sirves co-mo carne de cañón, y todo ello por la suprema gloriade tus amos.

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Sin embargo, te dicen que «todo está en orden», quees «la voluntad de Dios», que esto «tiene que ser así».

¿No ves que en modo alguno es la voluntad de Dios,sino las actuaciones del capital y del gobierno? ¿No vesque es así y «tiene que ser así» sólo porque tú permitesque tus amos políticos e industriales se burlen de ti yte engañen, de modo que ellos puedan vivir con como-didad y lujo a base de tu fatiga y sudores, mientras queellos te tratan como pueblo «vulgar», los «estamentosmás bajos», justamente lo suficientemente buenos co-mo para que trabajen como esclavos para ellos?

«Siempre ha sido así», anotas mansamente.

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VII. La Iglesia y la escuela

Sí, amigo mío, siempre ha sido así. Es decir, la ley yel gobierno han estado siempre del lado de los amos. Elrico y el poderoso siempre te han engañado mediante«la voluntad de Dios», con la ayuda de la Iglesia y laescuela.

¿Pero tiene esto que permanecer siempre así? Enlos antiguos tiempos, cuando la gente era esclava dealgún tirano, de un zar o de otro autócrata, la Iglesia(de cualquier religión o denominación) enseñaba quela esclavitud existía por «la voluntad de Dios», que erabuena y necesaria, que no podía ser de otra manera yque cualquiera que estuviera contra ella estaría con-tra la voluntad de Dios y era un hombre descreído, unhereje, un blasfemo y un pecador.

La escuela enseñaba que esto era bueno y justo, queel tirano gobernaba «por la gracia de Dios», que suautoridad no podía ser cuestionada, y que había queservirle y obedecerle.

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El pueblo lo creía y permanecía esclavo. Pero pocoa poco surgieron algunos hombres que llegaron a verque la esclavitud era mala, que no era justo que unhombre estuviera sometido a todo un pueblo y fueraseñor y amo de sus vidas y de sus trabajos. Y fueron alpueblo y le dijeron lo que pensaban.

Entonces el gobierno del tirano se lanzó sobre esoshombres. Se les acusó de quebrantar la ley del país, seles llamó alborotadores de la paz pública, criminales yenemigos del pueblo. Los mataron y la Iglesia y la es-cuela dijeron que era correcto, que merecían la muertecomo rebeldes contra las leyes de Dios y del hombre.Y los esclavos lo creyeron.

Pero no se puede suprimir la verdad para siempre.Gradualmente cada vez vinieron más personas a des-cubrir que los «agitadores» que habían matado lleva-ban razón. Llegaron a comprender que la esclavitudera injusta y mala para ellos y su número creció conti-nuamente. El tirano dio leyes severas para suprimirlos;su gobierno hizo todo lo posible para detenerlos y pa-ra detener sus «designios malvados». La Iglesia y laescuela denunció a esos hombres. Fueron perseguidosy acosados y ejecutados a la manera de aquellos días.

Algunas veces los ponían en una gran cruz y los cla-vaban a ella, o les cortaban sus cabezas con un hacha.

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Otras veces eran estrangulados, quemados en un pos-te, descuartizados o atados a caballos y desgarradoslentamente.

Esto lo hizo la Iglesia y la escuela y la ley; con fre-cuencia incluso la multitud engañada, en diversos paí-ses, y en los museos actuales puedes ver todavía losinstrumentos de tortura y de muerte que usaban paracastigar a los que intentaban decir la verdad al pueblo.

Pero, a pesar de la tortura y de la muerte, a pesar dela ley y el gobierno, a pesar de la Iglesia y la escuelay la prensa, se abolió finalmente la esclavitud, aunquela gente había insistido en que «siempre fue así y quetiene que permanecer así».

Posteriormente, en los días de la servidumbre, cuan-do los nobles gobernaban sobre el pueblo ordinario, laIglesia y la escuela estaban de nuevo de parte de losgobernantes y de los ricos. De nuevo amenazaban alpueblo con la ira divina si se atrevían a hacerse rebel-des y rehusaban obedecer a sus señores y gobernantes.De nuevo lanzaron sus maldiciones sobre las cabezasde los «perturbadores» y los herejes que se atrevíana desafiar la ley y que predicaban el evangelio de unamayor libertad y bienestar. De nuevo esos «enemigosdel pueblo» fueron perseguidos, acosados y asesina-

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dos. Pero llegó el día en que la servidumbre fue aboli-da.

La servidumbre cedió su lugar al capitalismo con suesclavitud asalariada y de nuevo encuentras a la Igle-sia y a la escuela al lado del amo y del gobernante. Denuevo truenan contra los «herejes», los descreídos quedesean que el pueblo sea libre y feliz. De nuevo la Igle-sia y la escuela te predicen «la voluntad de Dios»; elcapitalismo es bueno y necesario, te dicen; tienes queser obediente a tus amos, pues «es la voluntad deDios»que haya ricos y pobres, y cualquiera que se opone aello es un pecador, un inconformista, un anarquista.

Así, ves que la Iglesia y la escuela están todavía conlos amos contra sus esclavos, exactamente igual queen el pasado. Como el leopardo, pueden cambiar susmanchas, pero nunca su naturaleza. Todavía se alineala Iglesia y la escuela con el rico contra el pobre, con elpoderoso contra sus víctimas, con «la ley y el orden»contra la libertad y justicia.

Ahora como antes, enseñan al pueblo a respetar yobedecer a sus amos. Cuando el tirano era un rey; laIglesia y la escuela enseñaban el respeto por y la obe-diencia a «la ley y el orden» del rey. Cuando se abolióla realeza y se instituyó la república, la Iglesia y la es-cuela enseñan el respeto y la obediencia a «la ley y el

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orden» republicanos. ¡Obedecer! Ese es el grito eternode la Iglesia y de la escuela, sin importarle lo vil quesea el tirano, sin importarle lo opresivos e injustos quesea «la ley y el orden».

¡Obedecer! Pues si tú dejaras de obedecer a la auto-ridad, podrías comenzar a pensar por ti mismo. Eso se-ría lo más peligroso para «la ley y el orden», la mayordesgracia para la Iglesia y la escuela. Pues entonces túdescubrirías que todo lo que ellos te han enseñado eramentira, y que solo lo hacían con el objetivo de mante-nerte esclavizado, en la mente y en el cuerpo, de modoque tú continuaras trabajando y sufriendo y estandotranquilo.

Un despertar así por tu parte sería ciertamente lamayor calamidad para la Iglesia y para la escuela, parael Amo y el Gobernante.

Pero si has llegado así de lejos conmigo, si has co-menzado ahora a pensar por ti mismo, si comprendesque el capitalismo te roba y que el gobierno con su«ley y orden» se encuentra ahí para ayudar a que tehagan eso, si te das cuenta que todas las agencias dela religión y de la educación institucionalizadas sirventan sólo para engañarte y para mantenerte en la escla-vitud, entonces te puedes sentir con razón ofendido ygritar: «¿No hay justicia en el mundo?».

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VIII. La justicia

No, amigo mío, aunque es terrible admitirlo, no hayjusticia en el mundo.

Peor aún: no puede haber justicia alguna, mientrasque vivamos bajo las condiciones que hacen posibleque una persona se aproveche de la necesidad de otra,que la convierta en ventaja para él, y que explote a suprójimo.

No puede haber justiciamientras que un hombre seagobernado por otro, mientras que uno tenga autoridady poder para obligar a otro contra su voluntad.

No puede haber justicia entre amo y siervo. Ni tam-poco igualdad.

La justicia y la igualdad sólo pueden existir entreiguales. ¿Es el pobre barrendero socialmente igual queMorgan? ¿Es la limpiadora igual que Lady Astor?

Haz que la limpiadora y Lady Astor entren en cual-quier lugar, público o privado. ¿Recibirían una bienve-nida y un tratamiento igual? El mero atavío de ellas de-

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terminará su respectiva recepción. Puesto que inclusosus vestidos indican, en las presentes circunstancias,la diferencia en su posición social, su situación en lavida, su influencia y su riqueza.

Puede ser que la limpiadora haya trabajado con fati-ga y duramente toda su vida, puede ser que haya sidoun miembro de los más laboriosos y útiles de la comu-nidad. Puede ser que la Lady nunca haya dado un gol-pe en cuanto a trabajo, puede ser que nunca haya sidoútil en lo más mínimo a la sociedad. A pesar de todo,será bien recibida la señora rica y ella será preferida.

He recogido este ejemplo casero porque es típicode todo el carácter de nuestra sociedad, típico de todanuestra civilización.

Sólo el dinero, y el influjo y la autoridad que imponeel dinero, es lo que cuenta en el mundo.

No la justicia, sino la posesión. Amplía este ejemplopara que cubra tu propia vida y encontrarás que la jus-ticia y la igualdad sólo son habladuría barata, mentirasque te enseñan, mientras que el dinero y el poder sonlas cosas verdaderas, las realidades.

Sin embargo, existe un sentido de justicia profunda-mente asentado en la humanidad, y tu mejor naturale-za se resiente siempre que ves que se comete injusticiacon alguien. Te sientes ultrajado y te indignas de ello;

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porque todos nosotros tenemos una simpatía instinti-va hacia nuestros prójimos, pues por naturaleza y porcostumbre somos seres sociales. Pero cuando están im-plicados tus intereses o tu seguridad, tú actúas de unmodo diferente; incluso sientes de un modo diferente.

Supón que ves que tu hermano hace daño a un ex-traño. Le llamarás la atención por esto, le reprocharásesto.

Cuando ves a tu patrón cometer una injusticia conalgún compañero obrero, también te resientes y sien-tes el deseo de protestar. Pero lo más probable es quete contengas de expresar tus sentimientos, porque po-drías perder tu puesto o quedar en malas relacionescon tu patrón.

Tus intereses suprimen el mejor impulso de tu natu-raleza. Tu dependencia con respecto al patrón y a supoder económico sobre ti influyen en tu conducta.

Supón que tú ves a John que golpea y da patadas aBill cuando este último está en el suelo. Puede ser queambos te sean extraños, pero si no le tienes miedo aJohn, le dirás que deje de dar patadas a un sujeto queestá tendido.

Pero cuando ves un policía que hace lo mismo a unciudadano, te lo pensarás dos veces antes de interfe-

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rir, porque también te podría golpear a ti y detenertetambién. El tiene la autoridad.

John, que no tiene autoridad y que sabe que alguienpodría interferir cuando él está actuando injustamente,por lo general será cuidadoso en lo que está haciendo.

El policía que está investido con alguna autoridad yque sabe que existe poca probabilidad de que alguieninterfiera en sus cosas, es más probable que actúe in-justamente.

Incluso en este caso simple puedes observar el efec-to de la autoridad: su efecto sobre uno que la poseey sobre aquellos sobre los cuales ejerce. La autoridadtiende a convertir a su poseedor en injusto y en arbi-trario; también convierte a los que están sometidos asu aquiescencia en injustos, subordinados y serviles.La autoridad corrompe al que la detenta y rebaja a susvíctimas.

Si esto es verdad de las relaciones más simples de laexistencia, ¡cuánto más ocurre en el terreno más am-plio de la vida industrial, política y social!

Hemos visto cómo tu dependencia económica conrespecto a tu patrón afectará tus acciones. De modosemejante tendrá influencia en otros que dependan deél y de su buena voluntad. Sus intereses controlarán de

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ese modo sus acciones, incluso si no se dan claramentecuenta de ello.

¿Y el patrón? ¿No estará influenciado también porsus intereses? ¿No serán sus simpatías, su actitud y sucomportamiento el resultado de sus intereses particu-lares?

El hecho es que todos están controlados, por lo ge-neral, por sus intereses. Nuestros sentimientos, nues-tros pensamientos, nuestras acciones, toda nuestra vi-da está configurada, consciente e inconscientemente,por nuestros intereses.

Estoy hablando de la naturaleza humana ordinaria,del hombre medio. Aquí y allí encontrarás casos queparecen excepciones. Una gran idea o un ideal, porejemplo, puede apoderarse de tal modo de una perso-na que se consagre enteramente a él y algunas vecesincluso que sacrifique su vida por él. En un caso asípodría parecer como si el hombre actuara contra susintereses. Pero eso es una equivocación, tan sólo pa-rece así. Pues en realidad la idea o el ideal por el quevivió o incluso dio su vida fue su interés principal. Laúnica diferencia es que el idealista encuentra su interésprincipal en vivir para alguna idea, mientras que el in-terés más fuerte del hombre medio es tener éxito en el

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mundo y vivir confortablemente y en paz. Pero ambosestán controlados por sus intereses dominantes.

Los intereses de los hombres difieren, pero todos so-mos semejantes en que cada uno de nosotros siente,piensa y actúa de acuerdo con sus intereses particula-res, su concepción de ellos.

¿Puedes esperar, entonces, que tu patrón sienta y ac-túe contra sus intereses? ¿Puedes esperar que el capi-talista esté guiado por los intereses de sus empleados?¿Puedes esperar que el propietario de la mina dirija sunegocio de acuerdo con los intereses de los mineros?

Hemos visto que los intereses de los empresarios yde los obreros son diferentes; tan diferentes que sonmutuamente opuestos.

¿Puede haber justicia entre ellos? La justicia signi-fica que cada uno obtiene lo que se le debe. ¿Puede elobrero obtener lo que se le debe o tener justicia en unasociedad capitalista?

Si fuera así, el capitalismo no existiría; puesto queentonces tu empresario no podría hacer ganancia algu-na a costa de tu trabajo. Si el obrero pudiera obtener loque se le debe, es decir, las cosas que él produce o suequivalente, ¿de dónde vendrían las ganancias del ca-pitalista? Si el trabajo poseyera la riqueza que produce,no habría capitalismo.

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Esto significa que el obrero no puede obtener lo queél produce, no puede obtener lo que le es debido y,por consiguiente, no puede conseguir justicia bajo unaesclavitud asalariada. «Si eso es así», anotas, «podríaapelar a la ley, a los tribunales».

¿Qué son los tribunales? ¿A qué fin sirven? Existenpara defender la ley. Si alguien ha robado tu abrigo ypuedes probarlo, los tribunales decidirán en tu favor.Si el acusado es rico o tiene un abogado inteligente,las posibilidades son que el veredicto dirá que todo elasunto fue un malentendido, o que fue un acto de abe-rración, y lo más probable es que ese hombre se vayalibre.

Pero si tú acusas a tu empresario de robarte la ma-yor parte de tu trabajo, de que te explota para su be-neficio y provecho personal, ¿puedes obtener lo que tees debido en los tribunales? El juez rechazará el caso,porque no es contra la ley que tu patrón haga ganan-cia a costa de tu trabajo. No hay ley que lo prohíba. Noconseguirás de ese modo que te hagan justicia.

Se dice que «la justicia es ciega». Con esto se quieredecir que ella no reconoce distinción de condición, deinfluencia, de raza, de credo o de color.

Esta proposición tan sólo necesita que sea declara-da y reconocida como totalmente falsa. Pues la justicia

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es administrada por seres humanos, por jueces y jura-dos, y cada ser humano tiene sus intereses particula-res, sin hablar de sus sentimientos, opiniones, gustos,antipatías y prejuicios personales de los que no puededesprenderse por el mero hecho de colocarse una vesti-menta de juez y sentarse en el Tribunal. La actitud deljuez para con las cosas, como la de cualquier otro, es-tará determinada, consciente e inconscientemente, porsu educación y formación, por el entorno en el que vi-ve, por sus sentimientos y opiniones, y particularmen-te por sus intereses y los intereses del grupo social alque pertenece.

Considerando lo arriba expuesto, tienes que dartecuenta de que la pretendida imparcialidad de los tri-bunales de justicia es en verdad una imposibilidad psi-cológica. No existe una cosa así ni puede existir. Enel mejor de los casos, el juez puede ser relativamenteimparcial en los casos en los que no están implicadosen modo alguno ni sus sentimientos ni sus intereses,como individuo o como miembro de un cierto gruposocial. En esos casos puedes conseguir que te haganjusticia. Pero éstos son de ordinario de pequeña im-portancia y desempeñan un papel insignificante en laadministración general de justicia.

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Pongamos un ejemplo. Supón que dos hombres denegocio disputan sobre la posesión de una determina-da propiedad, sin que el asunto implique consideracio-nes políticas o sociales de ningún tipo. En tal caso eljuez, al no tener sentimientos o intereses personales enel asunto, puede decidir el caso según las circunstan-cias. Incluso entonces esta actitud dependerá, en unaextensión considerable, de su estado de salud y de sudigestión, del humor con el que, dejó su casa, de unaprobable disputa con su esposa y otros factores huma-nos al parecer sin importancia e irrelevantes, pero que,sin embargo, son muy decisivos.

O supón que dos obreros están en litigio sobre lapropiedad de un gallinero. El juez puede en tal casodecidir con justicia, pues un veredicto en favor de unoo de otro de los litigantes en modo alguno afecta laposición, los sentimientos o los intereses del juez.

Pero supón que se presenta ante él el caso de un tra-bajador en litigio con su terrateniente o con su empre-sario. En tales circunstancias todo el carácter y perso-nalidad del juez afectarán su decisión. No quiere decirque esta última tenga que ser necesariamente injusta.No es esa la cuestión que trato de probar. Lo que de-seo que consideres es que en ese caso, la actitud deljuez no puede ser y no será imparcial. Sus sentimien-

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tos hacia los trabajadores, su opinión personal de losterratenientes o empresarios, y sus puntos de vista so-ciales influenciarán su juicio, algunas veces incluso in-conscientemente para él. Su veredicto puede ser o nopuede ser justo; en cualquier caso no estará basado ex-clusivamente en la evidencia. Estará afectado por sussentimientos personales, subjetivos, y por sus puntosde vista referentes a la clase trabajadora y al capital. Suactitud será por lo general la de su círculo de amigosy conocidos, la de su grupo social y su opinión en elasunto corresponderá a los intereses de ese grupo. Elmismo puede ser incluso un terrateniente o tener ac-ciones en alguna compañía que emplea obreros. Cons-ciente o inconscientemente su punto de vista sobre laevidencia presentada en el juicio estará coloreado porsus propios sentimientos y prejuicios, y su veredictoserá el resultado de eso.

Además, la apariencia de los dos litigantes, su ma-nera de hablar y se comportarse, y particularmente suhabilidad respectiva para emplear un abogado inteli-gente, tendrá un influjo considerable en las impresio-nes del juez y consecuentemente en su decisión.

Por ello está claro que en tales casos el veredictodependerá más de la mentalidad y de la conciencia declase del juez particular que de los méritos de la causa.

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La experiencia es tan general que la voz popular laha expresado en el sentimiento de que «el hombre po-bre no puede conseguir justicia contra el rico». Puedehaber excepciones de cuando en cuando, pero por logeneral es verdad y no puede ser de otra manera, mien-tras que la sociedad esté dividida en diferentes clasescon diferentes intereses. Mientras que ocurra así, lajusticia tienen que ser unilateral, justicia de clase; esdecir, injusticia en favor de una clase que está contrala otra.

Puedes ver esto todavía más claramente ilustradoen los casos que implican resoluciones definitivas declase, casos de lucha de clases.

Considera, por ejemplo, una huelga de obreros con-tra una compañía o contra un empresario rico. ¿De quéparte encontrarás a los jueces, a los tribunales? ¿Quéintereses protegerá la ley y el gobierno? Los obrerosestán en la huelga por mejores condiciones de vida;tienen esposas e hijos en casa para los que están inten-tando conseguir una participación un poco mayor dela riqueza que ellos están creando. ¿Les ayuda a ellosla ley y el gobierno en este digno objetivo?

¿Qué ocurre en la realidad? Cada rama del gobiernoacude en ayuda del capitalista contra los trabajadores.Los tribunales emitirán un mandato contra los huel-

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guistas, prohibirán formar piquetes o los harán inefec-tivos, no permitiendo que los huelguistas persuadan alos extraños para que no les quiten el pan de la boca,la policía golpeará y arrestará a los piquetes, los juecesimpondrán multas a ellos y rápidamente los encarcela-rán. Toda la maquinaria del gobierno estará al serviciode los capitalistas para romper la huelga, para aplastarla unión, si fuera posible, y para reducir los obreros ala sumisión. Algunas veces el gobernador del Estadoincluso llamará a la milicia y el presidente mandarátropas regulares, todo ello en apoyo del capital contralos trabajadores.

Mientras tanto el trust o la compañía, donde estáteniendo lugar la huelga, ordenará que sus empleadosdesalojen las casas de la compañía, los arrojarán a ellosy a sus familias a la intemperie, y los reemplazará enla industria, la mina o la fábrica con esquiroles, bajola protección y con ayuda de la policía, los tribunalesy el gobierno, todos los cuales están sostenidos por tutrabajo y tus impuestos.

¿Puedes hablar de justicia en tales circunstancias?¿Puedes ser tan ingenuo que creas que es posible lajusticia en la lucha del pobre contra el rico, de los tra-bajadores contra el capital? ¿Puedes ver que es una lu-cha encarnizada, una lucha de intereses opuestos, una

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guerra de dos clases? ¿Puedes esperar justicia en la gue-rra?

Verdaderamente la clase capitalista sabe que es unaguerra y usa todos los medios a su alcance para ven-cer a los trabajadores. Pero, desgraciadamente, los tra-bajadores no ven la situación con tanta claridad comosus amos, y por ello todavía dicen tonterías sobre la«justicia», sobre la «igualdad ante la ley» y sobre la«libertad».

Le es útil a la clase capitalista que los trabajadorescrean en tales cuentos de hadas. Ello garantiza la con-tinuación del gobierno de los amos. Por consiguiente,emplean todos sus esfuerzos en mantener esa creen-cia. La prensa capitalista, el político, el orador público,nunca pierde una oportunidad de imprimir en ti que laley significa justicia, que todos son iguales ante la ley,y que todos disfrutan de la libertad y tienen la mismaoportunidad en la vida que su prójimo. Toda la maqui-naria de la ley y el orden, del capitalista y del gobierno,nuestra civilización entera está basada esta mentira gi-gantesca, y la constante propaganda que hacen de ellala escuela, la Iglesia y la prensa no tienen otro obje-tivo que mantener las circunstancias tales como son,sostener y proteger las «instituciones sagradas» de tu

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esclavitud asalariada y mantenerte obediente a la leyy a la autoridad.

Por todos los métodos tratan de infundir esta menti-ra de la «justicia», «libertad» e «igualdad» en las ma-sas, pues saben perfectamente bien que todo su podery su dominio descansan en esta fe. En toda ocasiónapropiada e inapropiada, ellos te alimentan con estatrola; incluso han creado días especiales para imprimiren ti la lección de un modo más enfático. Sus oradoreste atiborran con esta materia el 4 de julio, y te permi-ten disparar tu miseria y descontento con cohetes, y tepermiten olvidar tu esclavitud asalariada con el granruido y la barahúnda.

Todo lo cual es un insulto a la memoria gloriosade ese gran acontecimiento, la Guerra revolucionariaamericana, que abolió la tiranía de Jorge III y convirtiólas colonias americanas en una república independien-te. Ahora se utiliza el aniversario de ese acontecimien-to para enmascarar tu servidumbre en el país dondelos trabajadores no tienen la libertad ni independen-cia. ¡Para añadir el insulto a la injuria, te han dado unDía de acción de gracias, de modo que puedas ofreceragradecimientos piadosos por lo que no tienes!

Tan grande es la seguridad de tus amos en tu estupi-dez que se atreven a tales cosas. Se sienten seguros de

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haberte engañado tan por completo y de haber redu-cido tu espíritu naturalmente rebelde hasta una adora-ción tan abyecta de «la ley y el orden», que tú nuncasoñarás con abrir los ojos y dejar que tu corazón estalleen una protesta violenta en un sueño.

A la menor señal de tu rebelión el peso entero delgobierno, de la ley y el orden, caerán sobre tu cabeza,comenzando con la comisaría, la cárcel, el penal y ter-minando con la horca o la silla eléctrica. Todo el siste-ma del capitalismo y del gobierno estámovilizado paraaplastar cada síntoma de descontento y de rebelión; síincluso para aplastar cualquier intento por mejorar tucondición como trabajador. Porque tus amos compren-den bien la situación y saben perfectamente el peligroque supondría que tú despertaras dándote cuenta delos hechos reales de la situación, que te dieras cuentade tu condición real de esclavo. Ellos son conscientesde sus intereses, de los intereses de su clase. Tienenconciencia de clase, mientras que los obreros perma-necen confundidos y aturdidos.

Los señores industriales saben que es bueno paraellos que permanezcas sin organización alguna y des-organizado, o destruir tus sindicatos cuando se hacenfuertes y militantes. Con todos los medios posiblesse oponen a cualquier avance tuyo como obrero con

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conciencia de clase. Odian y luchan encarnizadamen-te contra cualquier movimiento en favor de la mejorade la condición de la clase trabajadora. Gastarán mi-llones en el género de educación y de propaganda quesirve para continuar su mando más que para mejorartus circunstancias como trabajador. No ahorrarán nigastos ni energía para ahogar cualquier pensamientoo idea que pueda reducir sus ganancias o amenazar sudominio sobre ti.

Por esta razón intentan aplastar cualquier aspira-ción de los trabajadores en busca de mejores condicio-nes. Considera, por ejemplo, el movimiento por la jor-nada de ocho horas. Es una historia comparativamen-te reciente y probablemente recuerdas con qué fiere-za y determinación se opusieron los empresarios a eseesfuerzo de los trabajadores. En algunas industrias deAmérica y en la mayor parte de los países europeos lalucha todavía sigue. En los Estados Unidos comenzó en1886 y los patrones combatieron con mayor brutalidadpara hacer volver a los obreros a las fábricas bajo lascondiciones antiguas. Recurrieron a los cierres; echara miles del trabajo, a la violencia mediante asesinos asueldo y Pinkertons contra las asambleas de obrerosy contra sus miembros activos, a la demolición de loscentros y lugares de reunión de los sindicatos.

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¿Dónde estaba «la ley y el orden»? ¿De qué ladoestaba el gobierno en la lucha? ¿Qué hicieron los tri-bunales y jueces? ¿Dónde estaba la justicia?

Las autoridades locales, estatales y federales usarontoda la maquinaria y, el poder a su disposición paraayudar a los empresarios. No se contuvieron siquieraante el asesinato. Los líderes más activos y capaces delmovimiento tuvieron que pagar con sus vidas el inten-to de los trabajadores por reducir sus horas de fatiga.

Se han escrito muchos libros sobre esa lucha, de mo-do que no es necesario que yo entre en detalles. Peroun breve resumen de esos acontecimientos refrescarála memoria del lector.

El movimiento por la jornada de ocho horas comen-zó en Chicago el primero de mayo de 1886, extendién-dose gradualmente por todo el país. Su comienzo es-tuvo señalado por huelgas que se declararon en la ma-yoría de los grandes centros industriales. Veinticincomil obreros dejaron sus herramientas en Chicago enel primer día de la huelga y a los dos días su núme-ro se duplicó. El 4 de mayo casi todos los trabajadoressindicados de la ciudad estaban en huelga.

El puño armado de la ley se apresuró inmediatamen-te a ayudar a los empresarios. La prensa capitalistainsultaba frenéticamente a los huelguistas y pedía el

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uso de mano dura contra ellos. Siguieron de inmedia-to asaltos de la policía a los mítines de los obreros. Elataque más virulento tuvo lugar en los talleres de Mac-Cormick, donde las condiciones de trabajo eran tan in-soportables que los hombres se vieron obligados a ir ala huelga ya en febrero. En este lugar la policía y losPinkertons deliberadamente dispararon una descargacontra los obreros reunidos matando a cuatro e hirien-do a una buena cantidad.

Para protestar contra ese ultraje se convocó un mi-tin en la plaza Haymarket el 4 de mayo de 1886.

Fue una reunión ordenada, como las que tenían lu-gar diariamente en Chicago por esa época. El alcaldede la ciudad, Carter Harrison, estaba presente; él es-cuchó diversos discursos y entonces, de acuerdo consu propio testimonio jurado y que ofreció después enel tribunal, volvió al cuartel general de la policía parainformar al jefe de policía de que el mitin estaba trans-curriendo en orden. Se hacia tarde, aproximadamentelas diez de la tarde, pesadas nubes cubrieron el cielo;parecía que iba a llover. El auditorio comenzaba a dis-persarse hasta que sólo quedaron unos cientos. Enton-ces, de repente, un destacamento de cien policías seprecipitó en la escena, mandados por el inspector depolicía Bonfield. Se pararon junto a la plataforma del

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orador, desde la que Samuel Fielden se estaba dirigien-do a los que quedaban del auditorio. El inspector or-denó que se dispersara el mitin. Fielden replicó: «Estaes una asamblea pacifica». Sin aviso ulterior la policíase lanzó contra la gente aporreando y dando golpes ahombres y mujeres. En ese momento algo silbó por elaire. Hubo una explosión como de una bomba. Sietepolicías estaban muertos y unos sesenta heridos.

Nunca se descubrió quién arrojó la bomba e inclusoactualmente no se ha establecido la identidad de esehombre.

Ha habido tanta brutalidad por parte de la policíay de los Pinkertons contra los huelguistas, que no erasorprendente que alguno expresara su protesta con unacto así. ¿Quién fue? Los amos industriales de Chicagono estaban interesados en este detalle. Estaban deter-minados a aplastar a los trabajadores rebeldes, a hun-dir el movimiento de la jornada de ocho horas y a so-focar la voz de los portavoces de los obreros. Abierta-mente declararon su determinación de «darles a esoshombres una lección».

Entre los líderes más activos e inteligentes del mo-vimiento obrero en aquel tiempo se encontraba AlbertParsons, un hombre de vieja raigambre americana, cu-yos antepasados habían luchado en la Revolución ame-

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ricana. Estaban asociados con él en la agitación poruna jornada de trabajo más corta August Spies, AdolfFischer, George Engel y Louis Lingg. Los intereses mo-netarios de Chicago y el Estado de Illinois determina-ron «cogerlos». Su objetivo era castigar y aterrorizar alos trabajadores asesinando a sus líderes más entusias-tas. El juicio de esos hombres fue la conspiración másinfernal del capital contra el trabajo en la historia deAmérica. Evidencias mediante perjuros, jurado sobor-nado y venganza policíaca, todo ello se combinó paraproducir su condena.

Parsons, Spies, Fischer, Engel y Lingg fueron con-denados a muerte. Lingg se suicidó en la prisión. Sa-muel Fielden y Michael Schwab fueron condenados acadena perpetua, mientras que Oscar Neebe recibió 15años. Nunca se escenificó una parodia de la justiciamás grande que este proceso de esos hombres conoci-dos como los anarquistas de Chicago.

Qué ultraje legal fue el veredicto lo puedes deducirde la actuación de John P. Altgeld, después Goberna-dor de Illinois, que revisó cuidadosamente el procesoy declaró que los hombres ejecutados y encarceladoshabían sido víctimas de un complot de los empresarios,los tribunales y la policía. No pudo deshacer los asesi-natos judiciales, pero con el mayor coraje liberó a los

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anarquistas que todavía se encontraban encarcelados,declarando que tan sólo estaba remediando, en cuan-to estaba en su poder, el terrible crimen que se habíacometido contra ellos.

La venganza de los explotadores llegó tan lejos quecastigaron a Altgeld por su valiente postura, eliminán-dolo de la vida política de América.

La tragedia de Haymarket, tal como se conoce el he-cho, es una ilustración llamativa de la clase de justiciaque los trabajadores pueden esperar de sus amos. Esuna demostración de su carácter de clase y de los me-dios a los que recurren el capital y el gobierno paraaplastar a los trabajadores.

La historia del movimiento obrero americano estárepleta de tales ejemplos. No está dentro del objetivode este libro repasar el gran número que hay de ellos.Numerosos libros y publicaciones los tratan, a los queremito al lector para un conocimiento más abundan-te del Gólgota del proletariado americano. En menorescala los asesinos judiciales de Chicago se repitieronen cada lucha de los trabajadores. Basta con mencio-nar las huelgas de los mineros en el Estado de Colora-do, con su diabólico capítulo de Ludlow, donde la mili-cia estatal deliberadamente disparó a las tiendas de losobreros, incendiándolas y causando la muerte de una

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serie de hombres, mujeres y niños; el asesinato de loshuelguistas en los campos de lúpulo deWheatland, Ca-lifornia, en el verano de 1913; en Everett, Washington,en 1916; en Tulsa, Oklahoma; en Virginia y en Kansas;en las minas de cobre en Montana, y en otros numero-sos lugares en todo el país.

Examina dos casos recientes como ejemplos de estaactitud, que nunca cambia, de la autoridad y de la pro-piedad: el caso deMooney-Billings y el de Sacco y Van-zetti. Uno tuvo lugar en el Este, el otro en el Oeste, se-parados los dos por una década y por toda la extensióndel continente. Sin embargo, eran exactamente igualesprobando que no existe ni Este ni Oeste, ni diferenciaalguna de tiempo o de lugar en el tratamiento que danlos amos a sus esclavos.

Mooney y Billings se encuentran encarcelados enCalifornia para toda la vida. ¿Por qué? Si tuviera queresponderte precisamente en unas pocas palabras, tediría, con perfecta verdad y sin dejar nada: porqueeran hombres inteligentes del sindicato que intenta-ron ilustrar a sus compañeros trabajadores y mejorarsu condición.

Fue esto y no otra razón lo que los condenó. La Cá-mara de Comercio de San Francisco, el poder del dine-ro de California, no podían tolerar las actividades de

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dos hombres tan enérgicos y militantes. Los trabajado-res de San Francisco se estaban volviendo intranquilos,estaban teniendo lugar huelgas y se expresaban peti-ciones de una mayor participación en la riqueza queellos producían por parte de los trabajadores.

Los magnates industriales de la costa declararon laguerra al trabajo organizado. Proclamaron la «openshop» y su determinación de romper los sindicatos.Ese era el paso preliminar hacia la colocación de lostrabajadores en una posición indefensa y después ha-cia la reducción de los salarios. Su odio y persecuciónestaban dirigidos en primer lugar contra los miembrosmás activos de los trabajadores.

Tom Mooney había organizado a los tranviarios deSan Francisco, un crimen que no podía perdonarle lacompañía de tracción. Mooney junto con Warren Bi-llings y otros obreros habían sido activos en una seriede huelgas. Eran conocidos y admirados por su dedica-ción a la causa de los sindicatos. Esto les bastaba a losempresarios y a la Cámara de Comercio de San Fran-cisco para intentar ponerlos fuera de juego. En diver-sas ocasiones los habían detenido con cargos fragua-dos por los agentes de la compañía de tracción y otrascorporaciones. Pero las acusaciones contra ellos erande una naturaleza tan débil que tuvieron que ser pues-

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tos en libertad. La Cámara de Comercio aguardó suoportunidad de «coger» a estos dos hombres del tra-bajo, tal como amenazaron abiertamente sus agentescon hacerlo.

La oportunidad llegó con la explosión durante laPreparedness Parade en San Francisco, el 22 de juliode 1916. Los sindicatos de la ciudad habían decidido noparticipar en el desfile, porque este último no era másque una exhibición de la fuerza del capital de Califor-nia contra los trabajadores sindicados, a los que habíade aplastar la Cámara de Comercio; la «open shop» erasu política abiertamente proclamada y no ocultaba enabsoluto su hostilidad determinada y amarga contralos sindicatos.

Nunca se ha descubierto quién colocó la máquinainfernal que explotó durante el desfile, pero la policíade San Francisco nunca realizó esfuerzo alguno seriopor encontrar al grupo o a los grupos responsables.Inmediatamente después del trágico acontecimiento,fueron detenidos Thomas Mooney y su mujer Rena, lomismo que Warren Billings, Edward D. Notan, miem-bro del sindicato de los maquinistas, y I. Weinberg, delsindicato de los conductores de coche.

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El juicio de Billings y Mooney se mostró como unode los peores escándalos en la historia de los tribunalesde América.

Los testigos de cargo eran perjuros declarados, so-bornados y amenazados por la policía para dar fal-so testimonio. La evidencia que mostraba la completainocencia de Mooney y de Billings fue ignorada. Moo-ney fue acusado de haber colocado lamáquina infernalen el mismo momento en que estaba en compañía deamigos encima del tejado de una casa a una milla ymedia de distancia de la escena de la explosión. Unafotografía tomada del desfile por una compañía de ci-ne durante el festejo muestra claramente a Mooney enel tejado y en el fondo un reloj en la calle que indicalas dos y dos segundos de la tarde. Habiendo tenidolugar la explosión a las dos y seis segundos de la tarde,habría sido una imposibilidad física para Mooney elhaber estado en los dos lugares casi al mismo tiempo.

Pero no era una cuestión de evidencia, de culpabili-dad o de inocencia. TomMooney era odiado ferozmen-te por los intereses creados de San Francisco. Tenía queser puesto fuera de juego. Mooney y Billings fueroncondenados, el primero fue sentenciado a muerte, elúltimo recibió una condena a cadena perpetua.

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La manera monstruosa con la que se llevó a cabo elproceso, el perjurio evidente de los testigos de cargoy la clara mano de los empresarios detrás del proce-so sublevaron al país. El asunto fue llevado en últimotérmino ante el Congreso. Este último aprobó una re-solución ordenando que el Departamento de trabajoinvestigara el caso. La relación del encargado John B.Densmore, enviado a San Francisco con este propósito,expuso la conspiración para ahorcar a Mooney comouno de los métodos de la Cámara de Comercio paradestruir la organización del trabajo en California.

Desde entonces la mayoría de los testigos de cargo,al no haber recibido la recompensa que les habían pro-metido, confesaron que habían perjurado a instigaciónde Charles M. Fickert, entonces fiscal del distrito deSan Francisco e instrumento conocido de la Cámarade Comercio. Draper Hand y R. W. Smith, oficiales depolicía de la ciudad, ambos declararon bajo juramentoque las pruebas contra Mooney y Billings fueron fa-bricadas desde el principio hasta el final por el fiscaldel distrito y sus testigos sobornados, que proveníande las heces sociales más bajas de la costa. El procesoMooney-Billings atrajo la atención nacional e inclusointernacional. El presidente Wilson se sintió inducidoa telegrafiar dos veces al Gobernador de California, pi-

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diéndole una revisión del caso. La sentencia de muertede Mooney fue conmutada por la cadena perpetua, pe-ro ningún esfuerzo ha conseguido proporcionarle unnuevo juicio.

El poder del dinero de California estaba resuelto amantener a Mooney y Billings en el penal. El TribunalSupremo del Estado, obediente a la Cámara de Comer-cio, rehusó constantemente, por motivos técnicos, re-visar los testimonios del juicio, cuyo carácter perjurose había convertido en un refrán de California.

Desde entonces todos los miembros del jurado su-pervivientes han hecho declaraciones en el sentido deque, si ellos hubieran conocido los verdaderos hechosdel caso durante el proceso, nunca habrían condenadoa Mooney. Incluso el juez Fraser, que presidió el juicio,pidió perdón a Mooney, por motivos semejantes.

Sin embargo, tanto Tom Mooney como Warren Bi-llings permanecen todavía en el penal. La Cámara deComercio de California está dispuesta a dejarlos allí ysu poder es supremo en los tribunales y en el gobierno.

¿Puedes hablar todavía de justicia? ¿Piensas que esposible la justicia para los trabajadores bajo el reinodel capitalismo?

El asesinato judicial de los anarquistas de Chicagotuvo lugar hace muchos años, en 1887. Ha transcurri-

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do considerable tiempo desde el casoMooney-Billings,en 1916-1917. Este último, además, ocurrió lejos, en lacosta del Pacífico, en una época de historia bélica. Unainjusticia de esa categoría, diarias tal vez, podría te-ner lugar sólo en aquellos días, pero con dificultad serepetiría actualmente.

Cambiemos entonces la escena hasta nuestros días,hasta el mismo corazón de América, la orgullosa sedede la cultura, hasta Boston, Massachussets.

Basta mencionar a Boston para evocar la imagen dedos proletarios, Nicola Sacco y Bartolomeo Venzetti,uno un zapatero pobre, el otro un vendedor ambulantede pescado, cuyos nombres actualmente son conocidosy honrados en todo país civilizado del mundo.

Mártires de la humanidad, si es que hubo alguno.Dos hombres que entregaron sus vidas por su dedica-ción a la humanidad, por su lealtad para con el ideal deuna clase obrera emancipada y liberada. Dos hombresinocentes que sufrieron con valor la tortura durantesiete largos años y que sufrieron una muerte terriblecon una serenidad de espíritu raramente igualada porlos mayores mártires de todos los tiempos.

La historia de ese asesinato judicial de dos de losmás nobles hombres, el crimen de Massachussets, quenunca será olvidado ni perdonado mientras que exista

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el Estado, está demasiado reciente en la memoria detodos para que se necesite aquí recapitularlo.

¿Pero por qué tuvieron Sacco y Vanzetti que morir?Esta pregunta es de la máxima importancia, recae di-rectamente sobre el asunto en cuestión.

¿Crees que si Sacco y Vanzetti hubieran sido preci-samente un par de criminales, como el fiscal intentabahacer creer, habría existido tal determinación despia-dada de ejecutarlos a la vista de las apelaciones, súpli-cas y protestas del mundo entero?

O, si ellos hubieran sido plutócratas efectivamen-te culpables de asesinato, sin que estuviera implicadaninguna otra cuestión, ¿habrían sido ejecutados? ¿Nohabrían permitido la apelación a los tribunales supe-riores de Estado? ¿Habría rehusado la Corte supremafederal considerar el caso?

Con frecuencia has oído que algún tipo rico mata aun hombre o que los hijos de padres ricos son halladosculpables de asesinato en primer grado. Pero, ¿puedesmencionar a uno solo de ellos que haya sido ejecuta-do alguna vez en los Estados Unidos? ¿Descubriríassiquiera a muchos de ellos en la cárcel? ¿No encuen-tra la ley siempre excusas de «excitación mental», de«tempestad cerebral», de «irresponsabilidad legal» enlos casos de los ricos convictos de crimen?

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Pero incluso si Sacco y Vanzetti hubieran sido cri-minales ordinarios sentenciados a muerte, ¿no hubie-ran conseguido clemencia para ellos las apelacionesde hombres prominentes en todas las esferas de la vi-da, desde las sociedades de caridad y cientos de milesde amigos simpatizantes? ¿No hubiera tenido como re-sultado la duda de su culpabilidad, expresada por lasautoridades legales supremas, un nuevo juicio, una re-visión de los antiguos testimonios y la consideraciónde nueva evidencia en su favor?

¿Por qué se le rehusó todo esto a Sacco y Vanzet-ti? ¿Por qué «la ley y el orden», comenzando con lapolicía local y los detectives federales, siguiendo conel juez del tribunal declaradamente parcial, a travésde la Corte suprema del Estado, el Gobernador y ter-minando en la Corte suprema federal, mostraron unadeterminación así de enviarlos a la silla eléctrica?

Porque Sacco y Vanzetti eran peligrosos a los intere-ses del capital. Estos hombres expresaban el descon-tento de los obreros con su condición de servidumbre.Expresaban conscientemente lo que los obreros en lamayor parte de los casos sienten inconscientemente.Es por ser hombres con conciencia de clase, anarquis-tas, por lo que eran una mayor amenaza a la seguridaddel capitalismo que si hubieran sido todo un ejército

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de huelguistas no conscientes de los objetivos realesde la lucha de clase. Los amos saben que cuando te po-nes en huelga, tú pides solamentemayor paga omenoshoras de trabajo. Pero la lucha con conciencia de clasedel trabajo contra el capital es un asunto mucho másserio; significa la abolición completa del sistema asala-riado y la liberación del trabajo de la dominación delcapital. Puedes entender fácilmente entonces por quélos amos vieron un peligro mayor en tales hombres co-mo Sacco y Vanzetti que en la huelga más grande porla mera mejora de las condiciones dentro del capitalis-mo.

Sacco y Vanzetti amenazaban la estructura comple-ta del capitalismo del gobierno. No esos dos pobresproletarios como individuos. No; más bien lo que esosdos hombres representaban: el espíritu de la rebeliónconsciente contra las condiciones existentes de explo-tación y opresión.

En ese espíritu lo que el capital y el gobierno qui-sieron matar en las personas de esos hombres. Matarese espíritu y el movimiento de la emancipación deltrabajo infundiendo terror en los corazones de los quepudieran pensar y sentir como Sacco y Vanzetti hacerun escarmiento con esos dos hombres que intimidara

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a los obreros y los mantuviera lejos del movimientoproletario.

Esta es la razón por la que ni los tribunales ni el go-bierno de Massachussets pudieron ser inducidos a quese le diera un nuevo juicio a Sacco y Vanzetti. Había elpeligro de que fueran absueltos en la atmósfera de unsentido público creciente de justicia; existía el temorde que apareciera a la luz el complot para asesinarlos.Por eso los jueces de la Corte suprema federal rehu-saron oír el caso, lo mismo que los jueces de la Cor-te suprema del Estado de Massachussets rehusaron unnuevo juicio a pesar de importantes evidencias nuevas.Por esa razón el Presidente de los Estados Unidos in-tercedió en el asunto, aunque hacer eso era no menossu deber moral que su deber legal. Su deber moral eninterés de la justicia; su obligación, porque como pre-sidente había jurado mantener la Constitución que ga-rantiza a cada uno un juicio honrado, que no tuvieronSacco y Vanzetti.

El presidente Coolidge tenía precedentes suficientespara interceder en favor de la justicia, especialmente elejemplo deWoodrowWilson en el caso deMooney. Pe-ro Coolidge no tenía el coraje para hacer eso, al ser uncompleto lacayo de los grandes intereses. No hay dudade que el caso Sacco y Vanzetti fue considerado inclu-

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so de mayor importancia y con mayor significado declase que el de Mooney. De cualquier forma, tanto encapital como el gobierno estaban de acuerdo en su re-solución de sostener los tribunales de Massachussets atoda costa y de sacrificar a Nicola Sacco y BartolomeoVanzetti.

Los amos estaban decididos a sostener la leyenda de«la justicia en los tribunales», porque todo su poderdescansa en la creencia popular en esa justicia. No esque los jueces pretendan la infalibilidad. Si fuera esa laactitud, no habría apelación alguna frente a la decisiónde un juez, no habría tribunales superiores ni tribuna-les supremos. Se admite la falibilidad de la justicia, pe-ro el hecho de que los tribunales y todas las institucio-nes gubernamentales sirvan tan sólo para sostener eldominio de los amos sobre sus esclavos asalariados yque su justicia no es sino justicia de clase, eso no podíaser admitido ni siquiera un instante. Pues si el pueblodescubriera eso, el capitalismo y el gobierno estaríancondenados. Esta es exactamente la razón por la queel caso de Sacco y Vanzetti no se podía permitir unarevisión imparcial, ni se les podía dar un nuevo juicio,pues un procedimiento así habría mostrado los moti-vos y los objetivos de su enjuiciamiento.

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Consiguientemente, no hubo apelación ni nuevo jui-cio, tan sólo un despacho oficial a puerta cerrada en lamansión del Gobernador, una vista realizada por hom-bres cuya lealtad a la clase dominante estaba más alláde toda sospecha; hombres que por toda su prepara-ción y educación, por su tradición e intereses estabanobligados a sostener a los tribunales y a limpiar el ve-redicto contra Sacco y Vanzetti de toda imputación dejusticia de clase. Por ello Sacco y Vanzetti tenían quemorir.

El gobernador Fuller, de Massachussets, pronuncióla última palabra de la condena de ellos. Hasta el últi-mo momento había miles que esperaban que el gober-nador no se atrevería a cometer ese asesinato a san-gre fría. Pero ellos no sabían o habían olvidado queaños antes, en 1919, el mismo Fuller había declaradoen el Congreso que todo «radical, socialista, I. W. W.1o anarquista debería ser exterminado»; es decir, queaquellos que tratan de liberar al trabajo deberían serasesinados. ¿Podías esperar razonablemente que unhombre así hiciera justicia a Sacco y Vanzetti, dos anar-quistas declarados?

1 Abreviatura de «Industrial Workers of the World» (Obre-ros Industriales del Mundo). (N. de T.).

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El gobernador Fuller actúa de acuerdo con sus sen-timientos al mantener su actitud y sus intereses comomiembro de la clase dirigente con completa concien-cia de clase. De una manera similar había actuado eljuez Thayer y todos los otros que estaban implicadosen el proceso, no menos que los «señores respetables»de la comisión designada por Fuller para «revisar» elcaso en una sesión secreta. Todos ellos con concienciade clase estaban interesados tan sólo en mantener la«justicia» capitalista, de modo que se preservara «laley y el orden» mediante los cuales viven y se benefi-cian ellos.

¿Existe justicia para los trabajadores dentro del capi-talismo y del gobierno? ¿Puede existir alguna justiciamientras que perviva el sistema presente? Decide porti mismo.

Los casos que he citado son tan sólo unos pocos delas numerosas luchas de los trabajadores americanoscontra el capital. Lo mismo se puede repetir de cadapaís. Demuestran claramente que:

1. Sólo hay una justicia de la clase en la guerra delcapital contra el trabajo; no puede haber justiciapara los trabajadores bajo el capitalismo;

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2. La ley y el gobierno, lo mismo que todas las ins-tituciones capitalistas (la prensa, la escuela, laIglesia, la policía y los tribunales) están siem-pre al servicio del capital contra los trabajado-res, sean cuales fueren las circunstancias en uncaso determinado. El capital y el gobierno songemelos con un interés común;

3. El capital y el gobierno usarán todos y cadauno de los medios para mantener sometido alproletariado; aterrorizarán a la clase trabajadoray asesinarán despiadadamente a sus miembrosmás inteligentes y abnegados.

No puede ser de otro modo, pues existe una lucha avida o muerte entre el capital y el trabajo.

Cada vez que el capital y su servidora, la ley, cuel-gan a hombres tales como los anarquistas de Chica-go o electrocutan a los Saccos y a los Vanzettis, pro-claman que han «liberado a la sociedad de una ame-naza». Quieren hacerte creer a ti que los ejecutadoseran tus enemigos, enemigos de la sociedad. Tambiéndesean que creas que su muerte a resultado el asunto,que la justicia capitalista ha sido vindicada y que hantriunfado «la ley y el orden». Pero el asunto no está

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resuelto, y victoria de los amos es sólo temporal. Lalucha prosigue, lo mismo que ha continuado toda lahistoria del hombre, durante toda la marcha del traba-jo y de la libertad. Ningún asunto está resuelto a noser que esté resuelto correctamente. No puedes supri-mir el ansia natural del corazón humano por la libertady el bienestar, por mucho que puedan recurrir los go-biernos al terror y al asesinato. No puedes sofocar lademanda de los trabajadores por mejores condiciones.La lucha prosigue y continuará ha pesar de todo lo quepuedan hacer la ley, el gobierno y el capital. Pero paraque los obreros no desgasten su energía y sus esfuer-zos en la dirección equivocada, tienen que compren-der claramente que no pueden esperar más la justiciade los tribunales, de la ley y del gobierno, de lo queellos pudieran esperar que quede abolida la esclavitudasalariada por sus amos.

«¿Qué hay que hacer entonces?», preguntas. «¿Có-mo obtendrían justicia los obreros?»

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IX. ¿Puede ayudarte laIglesia?

¿Qué hay que hacer?¿Cómo abolir la pobreza, la opresión y la tiranía?

¿Cómo eliminar el mal y la injusticia, la mala hierbade la corrupción, y poner fin al crimen y al asesinato?

¿Cómo suprimir la esclavitud asalariada?¿Cómo asegurar la libertad y el bienestar, el gozo y

la alegría para todos?«Vuélvete a Dios», manda la Iglesia. «Sólo una vida

cristiana puede salvar al mundo».«Demos nuevas leyes», dice el reformador. «Hay

que obligar a la gente a ser bueno»«¡Vótame!», dice el político. «Yo cuidaré de tus in-

tereses».«Los sindicatos», aconseja tu compañero de trabajo.

«Esa es tu esperanza».

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«Sólo el socialismo puede abolir el capitalismo y su-primir la esclavitud asalariada», insiste el socialista.

«Soy un bolchevique», anuncia otro; «tan sólo ladictadura del proletariado liberará a los obreros».

«Permaneceremos esclavos mientras tengamos go-bernantes y amos», dice el anarquista. «Sólo la libertadpuede hacernos libres».

El proteccionismo y la libertad de comercio, el im-puesto único y el fabiano, el partido de Tolstoi y el mu-tualista, y una legión de otros métodos sociales, todosellos prescriben su medicina particular para curar losmales de la sociedad, y tú te preguntas quién lleva larazón y cuál podría ser la verdadera solución.

No puedes cometer mayor error que aceptar ciega-mente este o el otro consejo. Puedes estar seguro deque es un camino equivocado.

Sólo tu propia razón y experiencia pueden decidirdónde se encuentra el camino correcto. Examina lasdiversas propuestas y determina con tu propio senti-do común cuál es la más razonable y la más práctica.Sólo entonces sabrás lo que es mejor para ti, para eltrabajador, para la humanidad.

Consideremos los diferentes planes.¿Puede ayudarte la Iglesia?

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Tal ves tú eres un cristiano, o un miembro de algunaotra religión, judío, mormón, mahometano, budista, ocualquier otra cosa.

No constituye diferencia alguna. Un hombre deberíaser libre para creer lo que le plazca. La cuestión está noen cuál es tu fe religiosa, sino en si la religión puedeabolir los males que sufrimos.

Como dije antes, sólo tenemos una vida que viviren esta tierra, y queremos hacerla lo mejor posible. Nosabemos lo que nos ocurrirá después de muertos. Lasposibilidades son que nunca lo sabremos y por ello novale la pena preocuparse de eso.

La cuestión es aquí sobre la vida, no sobre la muerte.Nos estamos refiriendo a los vivos, a ti, a mí y a otroscomo nosotros. ¿Se puede hacer del mundo un ligarmejor donde podamos vivir? Esto es lo que deseamossaber. ¿Puede hacerlo la religión?

El cristianismo tiene aproximadamente dosmil añosde antigüedad. ¿Ha abolido algún mal? ¿Ha suprimidoel crimen y el asesinato? ¿Nos ha liberado de la pobre-za y de la miseria, del despotismo y de la tiranía?

Sabes que no. sabes que la Iglesia cristiana, comotodas las otras iglesias, ha estado siempre del lado delos amos, contra el pueblo. Más aún: la Iglesia ha causa-do peores contiendas y derramamientos de sangre que

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todas las guerras de los reyes y emperadores. La reli-gión ha dividido a la humanidad en creencias opuestas,y han tenido lugar las guerras más sangrientas a cau-sa de diferencias religiosas. La Iglesia ha perseguido ala gente por sus opiniones, los ha encarcelados y losha matado. La inquisición católica aterrorizó a todo elmundo, torturó a los denominados herejes y los quemóvivos. Otras iglesias hicieron lo mismo cuando teníanel poder. Ellas siempre buscaron esclavizar y explotaral pueblo, mantenerlos en la ignorancia y en la oscu-ridad. Condenaron cualquier esfuerzo del hombre pordesarrollar su mente, por avanzar, por mejorar su con-dición. Condenaron la ciencia y silenciaron a los hom-bres que tenían sed de conocimiento. Hasta este mis-mo día la religión institucionalizada es el Judas de supretendido Salvador. Aprueba el asesinato y la guerra,la esclavitud asalariada y el robo capitalista, y siempreapoya «la ley y el orden» que crucificó al Nazareno.

Considera esto: Jesús deseaba que todos los hom-bres fueran hermanos, que vivieran en paz y en buenavoluntad. La Iglesia sostiene la desigualdad, la disen-sión nacional y la guerra.

El Nazareno nació en un pesebre y permaneció po-bre toda su vida. Sus pretendidos representantes y por-tavoces sobre la tierra viven en palacios.

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Jesús predicó la mansedumbre. Los príncipes de laIglesia son altaneros e hinchados por la riqueza.

«Lo mismo hicierais con el último de mis herma-nos», dijo Cristo, «conmigo lo hacéis». La Iglesia sos-tiene el sistema capitalista que esclaviza a los niñospequeños y los lleva a una muerte prematura.

«No, matarás», ordenó el Nazareno. La Iglesiaaprueba las ejecuciones y la guerra.

El cristianismo es la mayor hipocresía que se recuer-da. Ni las naciones cristianas ni los individuos cristia-nos practican los preceptos de Jesús. Los primeros cris-tianos lo hicieron y fueron crucificados, quemados enel poste o arrojados a las fieras en el circo romano. Lue-go la Iglesia cristiana pactó con los que estaban en elpoder, ganó dinero e influjo al ponerse al lado de lostiranos y contra del pueblo. Sancionó todo lo que Cris-to condenó y con esto se ganó la buena voluntad y elapoyo de los reyes y los amos. Actualmente el rey, elamo y el sacerdote forman una trinidad. Ellos crucifi-can a Jesús a diario, ellos lo glorifican con unos oficiosreligiosos meramente de palabra y lo traicionan poralgunas monedas de plata, ellos alaban su nombre ymatan su espíritu.

Es obvio que el cristianismo es la mayor impostu-ra y vergüenza de la humanidad y un completo fraca-

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so, porque la apelación cristiana es una mentira. Lasiglesias no practican lo que ellas predican. Además, tepredican un evangelio que ellas saben que no puedesvivir de acuerdo con él; te exhortan a convertirte enun «hombre mejor», sin darte la posibilidad de hacereso. Al contrario, las iglesias mantienen las condicio-nes que te hacen «malo», mientras que ellas te orde-nan que seas «bueno». Se benefician materialmentedel régimen existente y están interesadas financiera-mente en su mantenimiento. La Iglesia católica, la pro-testante, la anglicana, la ciencia cristiana, los mormo-nes y otras denominaciones se encuentran entre las or-ganizacionesmás ricas del mundo en la actualidad. Susposesiones representan la carne y la sangre de los tra-bajadores. Su influjo es una prueba de cómo es engaña-do el pueblo. Los profetas de la religión están muertosy olvidados; permanecen tan sólo las ganancias.

«Pero si lleváramos una vida verdadera-mente cristiana», observas, «el mundo se-ría diferente».

Tienen razón, amigo mío. ¿Pero puedes vivir unavida cristiana bajo las condiciones presentes? ¿Permiteel capitalismo que la vivas? ¿Te dará incluso la Iglesiauna posibilidad de vivir una vida cristiana?

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Inténtalo precisamente durante un solo día y veráslo que ocurre.

Cuando salgas de casa por la mañana, decídete a serun cristiano ese día y hablar tan sólo la verdad. Cuandopases al lado del policía que está en la esquina, recuér-dale a Cristo y sus mandamientos. Dile que «ame a suenemigo como a sí mismo y persuádele a que tire suporra y su pistola»

Y cuando encuentres a un soldado por la calle, incúl-cale que Jesús dijo «No matarás».

En tu tienda u oficina dile la completa verdad a tuempresario. Dile el aviso del Nazareno: «¿De qué teservirá ganar todo el mundo si pierdes tu alma y susalvación?» Menciónale que él manda que comparta-mos hasta el último trozo de pan con el pobre, que éldijo que el rico no tiene más posibilidad de entrar enel cielo que el camello la tiene de pasar por el ojo deuna aguja.

Y cuando seas llevado al tribunal por perturbar lapaz de los buenos cristianos; recuérdale al juez: «Nojuzguéis y no seréis juzgados».

Te declararán loco o enajenado y te enviarán a unmanicomio o a la cárcel.

Puedes ver entonces qué enorme hipocresía es queel piloto celestial te predique la vida cristiana. Él sabe

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tan bien como tú que bajo el capitalismo y el gobiernono haymás posibilidad de llevar una vida cristiana quepara el camello «pasar por el ojo de una aguja». Todaesa buena gente que pretenden ser cristianos son pre-cisamente hipócritas que predican lo que no se puedepracticar, pues ellos no te dan oportunidad alguna dellevar una vida cristiana. No, ni siquiera la oportuni-dad de llevar una vida decente y honrada, sin impos-tura y engaño, sin pretensiones y mentiras.

Es verdad que si pudiéramos los preceptos del Na-zareno, este sería un mundo diferente para vivir enél. No habría entonces ni asesinatos ni guerra, ni en-gaño y mentira, ni hacer ganancias. No habría ni es-clavo ni amo, y todos viviríamos como hermanos enpaz y armonía. No habría pobre ni rico, ni crimen niprisión, pero no habría lo que la Iglesia desea. Seríalo que desea el anarquista y lo que discutiremos másadelante.

De este modo, amigo mío, no tienes nada que es-perar de la Iglesia cristiana o de ninguna otra Iglesia.Todo el progreso y las mejoras en el mundo se hanllevado a cabo contra la voluntad y los deseos de laIglesia. Puedes creer en la religión que te guste, perono pongas ninguna esperanza de mejora social en laIglesia.

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Ahora veamos si pueden ayudarnos el reformadoro el político.

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X. El reformador y elpolítico

¿Quién es el reformador y qué propone?El reformador desea «reformar y mejorar». No está

seguro qué es lo que él desea realmente cambiar; al-gunas veces dice que «el pueblo es malo» y es al pue-blo al que desea «reformar»; otras veces él quiere de-cir «mejorar» las condiciones. No cree en la abolicióncompleta del mal. Suprimir algo que está podrido es«demasiado radical» para él. «Por todos los santos»,te previene, «no te precipites demasiado» quiere cam-biar las cosas gradualmente; poco a poco. Considera laguerra, por ejemplo. El reformador admite, por supues-to, que la guerra es mala; es un asesinato al por mayor,una mancha sobre nuestra civilización. ¿Pero abolirla?¡Oh no! Él quiere «reformarla».Quiere «limitar los ar-mamentos»; por ejemplo. Con menos armamento, di-

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ce él, mataremos menos gente.Quiere «humanizar» laguerra, hacer la matanza más decente, por así decir.

Si tú pusieras en práctica sus ideas en tu vida perso-nal, nunca te sacarían el diente podrido que te causadolor. Te lo sacarían un poco hoy, otro poco la sema-na que viene, y así durante meses o años, y entoncesestarías en condiciones de sacártelo del todo, de modoque así no te haría mucho daño. Esa es la lógica del re-formador. «No te apresures demasiado», no te saquesinmediatamente un diente malo.

El reformador piensa que puede mejorar a la gentemediante la ley, «aprueba una nueva ley», dice siem-pre que algo va mal; «obliga a los hombres a ser bue-nos».

Olvida que durante centenares e incluso millares deaños, se han hecho leyes para forzar al pueblo a «serbueno», y que, sin embargo, la naturaleza humana si-gue siendo más o menos lo que siempre fue. Tenemostantas leyes que incluso el abogado proverbial de Fi-ladelfia se pierde en si laberinto. La persona ordinariatampoco te puede decir qué es correcto e incorrecto deacuerdo con lo estatuido, qué es justo, qué es verdade-ro o falso. Una clase especial de personas, los jueces,deciden lo que es honesto o deshonesto, cuándo estápermitido robar y de qué manera, cuándo el fraude es

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legal y cuándo no lo es, cuándo el asesinato es correctoy cuándo es un crimen, qué uniforme te da derecho amatar y cuál no. Se necesitan muchas leyes para deter-minar todo esto y durante cientos de años los legislado-res han estado ocupados componiendo leyes (con unbuen salario) e incluso actualmente necesitamos toda-vía más leyes, pues las otras leyes no han conseguidohacernos «buenos».

Sin embargo, el legislador continúa obligando a lagente a ser buena. Si las leyes existentes, dice, no tehan hecho mejor, entonces necesitamos más leyes yunas leyes más estrictas. Unas condenas más fuertesdisminuirán el crimen y serán un preventivo contra él—según pretende—, mientras que apela en favor de su«reforma» a los mismos hombres que le han robado alpueblo la tierra.

Si alguien ha matado a otro en una disputa de nego-cio, por dinero y otras ventajas, el reformador no ad-mitirá que el dinero y el conseguir dinero suscite laspeores pasiones y empuje a los hombres al crimen y alasesinato. Argüirá que quitarle voluntariamente la vi-da a otro merece la pena capital y ayudará directamen-te al gobierno a enviar hombres armados a algún paísextranjero para efectuar una matanza en gran escalaallí.

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El reformador no puede pensar con franqueza. Noentiende que si los hombres actúan con maldad es por-que piensan que les trae cuenta actuar así. El reforma-dor dice que una ley nueva cambiará todo eso. Él esun prohibicionista de nacimiento; desea prohibirles alos hombres que sean malos. Si, por ejemplo, un hom-bre ha perdido su empleo, se siente abatido por ello seemborracha para olvidar sus penas, el reformador nopensaría en ayudar al hombre a que encuentre traba-jo. No; lo que hay que prohibir es la bebida, insiste él.Piensa que ha reformado sacándote del salón del bar ymetiéndote en la celda, donde sigilosamente te entre-gas al sentimentalismo a la vil luz de la luna, en lugarde tomar abiertamente un trago. Del mismo modo, éldesea reformarte en lo que tú comes y haces, en lo quepiensas y sientes.

Rehúsa ver que sus «reformas» crean mayores ma-les que los que se supone que van a suprimir; que cau-san más engaño, corrupción y vicio. Pone a un grupode hombres para vigilar a otro, y piensa que ha «eleva-do el nivel de la moralidad»; pretende haberte hecho«mejor» al obligarte a ser un hipócrita.

No pretendo detenerte mucho tiempo con el refor-mador. Nos vamos a encontrar con él de nuevo comopolítico. Sin deseo de ser grosero con él, puedo decir

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con franqueza que cuando el reformador es honesto esque está loco, cuando es un político es un bribón. Encualquiera de los dos casos, como lo veremos dentro depoco, él no puede resolver nuestro problema de cómohacer el mundo un lugar mejor para vivir en él.

El político es el primo carnal del reformador.«Aprueba una nueva ley», dice el reformador, «y obli-ga a los hombres a que sean buenos». «Permítanmeque yo haga aprobar la ley», dice el político, «y lascosas serán mejores».

Puedes conocer al político por su forma de hablar.En la mayoría de los casos es un chanchullero, quedesea trepar sobre tus hombros hasta el poder, una vezahí, el olvida sus promesas solemnes y piensa tan sóloen sus propias ambiciones e intereses.

Cuando el político es honesto, te desorienta no me-nos que el chanchullero, quizá peor, porque pones laconfianza en él y te quedas completamente desengaña-do cuando no consigue hacerte bien alguno.

El reformador y el político se encuentran los dos enla vía falsa. Intentar cambiar a los hombres mediantelas leyes es precisamente como intentar cambiar tu ros-tro recibiendo un nuevo espejo. Pues son los hombreslos que hacen las leyes y no las leyes a los hombres. La

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ley meramente refleja a los hombres tal como son, lomismo que el espejo refleja sus facciones.

«Pero la ley impide que la gente se convierta en cri-minales», aseguran el reformador y el político.

Si eso fuera verdad, si la ley impidiera realmente elcrimen, entonces cuantas más leyes mejor. En la ac-tualidad hemos aprobado tantas leyes que no habríamás crimen. Bien, ¿por qué te ríes? Porque sabes quees absurdo. Sabes que lo más que puede hacer las leyescastigar el crimen; no puede impedirlo.

Si llegara un momento cuando la ley pudiera leerla mente de un hombre y detectar ahí su intención decometer un crimen, entonces podría prevenirlo, peroen ese caso la ley no tendría a los policías para preve-nir, porque ellos mismos habrían estado en la cárcel.Y si la administración de la ley fuera honesta e impar-cial, no habría ni jueces ni legisladores, porque ellos seencontrarían en compañía de la policía.

Pero hablado seriamente, tal como son las cosas,¿cómo puede la ley prevenir el crimen? Sólo lo puedehacer cuando se ha anunciado la intención de cometerun crimen o se ha conocido esa intención de lagunamanera, pero esos casos son muy raros. Uno no ad-vierte sus planes criminales, por tanto, la pretensión

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de que la ley previene el crimen es algo por completocarente de base.

«Pero el temor al castigo», objetas, «¿no impide esoel crimen?»

Si eso fuera así, hace mucho tiempo que se habríadetenido el crimen, pues con toda seguridad la ley hacastigado suficientemente. Toda la experiencia de lahumanidad desaprueba la idea de que el castigo impi-de el crimen. Al contrario, se ha descubierto que in-cluso los castigos más severos no asustan a la genteapartándola del crimen.

Inglaterra, lo mismo que otros países, solían casti-gar no sólo el asesinato sino toda una serie de delitosmenores con la muerte. Sin embargo, esto no asustóa otros para que no cometieran los mismos crímenes.Entonces se ejecutaba a la gente en público, ahorcán-doles, dándoles garrote, guillotinándolos, para inspirarmayor temor. Sin embargo, incluso es castigo más te-rrible no consiguió impedir o disminuir el crimen. Sedescubrió que las ejecuciones públicas tenían un efec-to embrutecedor sobre el pueblo, y existen casos cons-tatados en los que personas que presenciaban una eje-cución cometían inmediatamente el mismo crimen, cu-yo terrible castigo acababan de presenciar. Por esto seabolió la ejecución pública; hacia más daño que bien.

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Las estadísticas muestran que no se han incrementadolos crímenes en los países que han abolido por comple-to la pena de muerte.

Por supuesto puede haber algunos casos en los queel temor al castigo impida el crimen; pero en conjuntosu único efecto es hacer al criminal más circunspecto,de modo que es más difícil su detención.

Existen, generalmente hablando, dos tipos de críme-nes: uno cometido en el calor de la cólera y la pasión,y en tales casos uno no se detiene a considerar las con-secuencias, y así el temor al castigo no interviene aquícomo un factor. La otra clase de crimen se comete condeliberación fría, en la mayor parte de los casos profe-sionalmente, y en tales casos el temor al castigo sólosirve para hacer al criminal más cuidadoso en no dejarhuellas. Es un rasgo bien conocido del criminal profe-sional que él piensa ser lo suficientemente inteligentecomo para evitar que le detengan, sin que importe lafrecuencia con la que de hecho lo cojan. Siempre echa-rá la culpa a alguna circunstancia particular, algunacausa accidental, o a la «mala suerte» por haber sidoarrestado. «La próxima vez tendré más cuidado», dice;o «no me fiaré más de mi compañero». Pero casi nun-ca encontrarás en él más débil pensamiento de abando-nar el crimen a causa del castigo que pueda encontrar.

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He conocido a miles de criminales y; sin embargo, ape-nas alguno de ellos tuvo en consideración alguna vezel posible castigo.

Precisamente por e temor al castigo no tiene efectoalguno disuasivo, continúa el crimen a pesar de todaslas leyes y tribunales, cárceles y ejecuciones.

Pero supongamos que el castigo tiene un efecto di-suasivo. ¿No habrá algunas razones poderosas que cau-sen que la gente cometa el crimen, a pesar de todo elextremado castigo infligido?

¿Cuáles son esas razones?Cada guardia de cárcel te dirá que, siempre hay mu-

cho para, tiempos duros, las prisiones se llenan. Estehecho es descuidado por la investigación en las causasdel crimen. El porcentaje más elevado del crimen se de-be directamente a las condiciones de vida, a las razonesindustriales y económicas. Por este motivo la inmensamayoría de la población reclusa proviene de las clasespobres. Se ha establecido que la pobreza y el paro, consu criado la miseria y la desesperación, son las fuentesprincipales del crimen. ¿Hay alguna ley para impedirla pobreza y el desempleo?

¿Existe alguna ley para abolir estas causas principa-les del crimen? ¿No están trazadas todas las leyes para

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mantener las condiciones que producen la pobreza yla miseria, y producir así continuamente el crimen?

Supón que se rompe una cañería en tu casa. Ponesun cubo debajo de la rotura para recoger el agua que seescapa. Puedes seguir poniendo cubos allí, pero mien-tras que no repares la cañería rota, continuará el esca-pe, por mucho que te afanes con él.

Nuestras cárceles llenas son los cubos. Puedes apro-bar tantas leyes como quieras, castigar a los criminalescomo puedas; el escape continuará hasta que reparesla cañería social rota.

¿Desean el reformador o el político realmente repa-rar esa cañería?

He dicho que la mayoría de los crímenes son de unanaturaleza económica. Es decir, tienen que ver con eldinero, con la posesión, con el deseo de conseguir al-go con el menor esfuerzo, con asegurarse la vida o lariqueza de la manera que sea.

Pero esa es precisamente la ambición de nuestra vi-da entera, de nuestra civilización entera. Mientras quenuestra existencia esté basada en un espíritu de esa ca-laña, ¿será posible erradicar el crimen?Mientras que lasociedad esté edificada en el principio de apropiarse detodo lo que se pueda, tenemos que seguir viviendo deesa forma. Algunos intentarán hacer eso «dentro de la

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ley»; otros, más atrevidos, temerarios o desesperados,harán esto fuera de la ley. Pero unos y otros estaránhaciendo realmente lo mismo, y es eso mismo lo quees el crimen, no la manera como lo haga.

Los que lo pueden hacer dentro de la ley denominana los otros criminales. Para los criminales «ilegales»,y para los que se pueden convertir en eso, se hace lamayoría de las leyes.

Con frecuencia se coge a los criminales «ilegales».Su condena y castigo depende principalmente del éxi-to que han tenido en su carrera criminal. Cuanto máséxito hayan tenido, menos probabilidades de condena,más ligero será su castigo. Lo que en último términodecidirá su suerte no es el crimen que ellos han come-tido, sino su habilidad para emplear abogados caros,sus conexiones políticas y sociales, su dinero e influjo.Por lo general serán el pobre y el individuo sin amigosel que sentirá todo el peso de la ley; él conseguirá una«justicia» rápida y el castigo más duro. El no es capazde aprovecharse de las diversas dilataciones que conce-de la ley a sus compañeros criminales más ricos, pueslas apelaciones a los tribunales superiores son lujos ca-ros que no se puede permitir el criminal sin dinero. Poresta razón casi nunca ves a un rico detrás de los barro-tes de una prisión; gente así en alguna ocasión «son de-

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clarados culpables», pero muy raramente castigados.Tampoco encontrarás a muchos criminales profesiona-les en la cárcel. Estos conocen «las cuerdas»; tienenamigos y conexiones; de ordinario tienen también «di-nero perdido», precisamente para tales ocasiones, conel que «untan» su salida de las redes legales. A los queencuentras en nuestras prisiones y penitenciarias sona los más pobres de la sociedad, criminales accidenta-les, la mayoría de ellos hijos de obreros y campesinosa los que ha puesto tras los barrotes la pobreza y la des-gracia, la huelga y el actuar en los piquetes de huelga,el paro y el desamparo general.

¿Son éstos al menos reformados por la ley y los casti-gos que sufren? Con dificultad. Salen de la cárcel debi-litados en cuerpo y mente, endurecidos por los malostratos y la crueldad que sufrieron o de la que fueron tes-tigos allí, amargados por su suerte. Tienen que volvera las mismas condiciones que los convirtieron en unosinfractores de la ley en primer lugar, pero ahora se en-cuentran etiquetados como «criminales», son despre-ciados, se burlan de ellos incluso sus antiguos amigos,y son perseguidos y acosados por la policía como hom-bres «con un pasado criminal». No pasa mucho tiem-po antes de que la mayoría de ellos se encuentren denuevo encarcelados.

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De este modo da vueltas nuestro tiovivo social. Ydurante todo el tiempo las condiciones que han con-vertido a esos desgraciados en criminales continúanproduciendo nuevas cosechas de ellos, y «la ley y elorden» sigue como antes, y el reformador y el políticosiguen ocupados confeccionando más leyes.

Es un negocio ventajoso ese de hacer leyes. ¿Te hasdetenido alguna vez a considerar si nuestros tribuna-les, policía y toda la maquinaria de la denominada jus-ticia desean realmente la abolición del crimen? ¿Le in-teresa al policía, al detective, al sheriff, al juez, al abo-gado, a los contratistas de prisiones, a los guardias, te-nientes, vigilantes y a los otros miles que viven de la«administración de justicia» que se suprima el crimen?Suponiendo que no hubiera criminales, ¿podrían esos«administradores» mantener sus puestos? ¿Te gusta-ría poner impuestos para sostenerlos? ¿No tendríanque hacer algún trabajo honesto?

Piensa sobre eso ymira si el criminal no es una fuen-te de impuestos más lucrativa para los «administrado-res de justicia» que para los mismos criminales. ¿Pue-des creer razonablemente que ellos desean realmenteabolir el crimen?

Su «negocio» es apresar y castigar al criminal; pe-ro no les interesa suprimir el crimen, pues es su pan

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y mantequilla. Esta es la razón por la que no quierenconsiderar las causas del crimen. Están perfectamentesatisfechos con las cosas tal como son. Son los defenso-res más leales del sistema existente, de la «injusticia»y del castigo, los campeones de «la ley y el orden». De-tienen y castigan a los «criminales», pero dejan plena-mente tranquilos al crimen y a sus causas.

«¿Pero que es la ley para ellos?», preguntas.La ley es mantener las condiciones existentes, pre-

servar «la ley y el orden». Constantemente se hacenmás leyes, y todas ellas con el mismo objetivo de defen-der y sostener el estado de cosas presente. «Reformara los hombres», como dice el «reformador»; «mejorarlas condiciones», como te asegura el político.

Pero las nuevas leyes dejan a los hombres como son,y las condiciones permanecen, por lo general, las mis-mas. Desde que comenzó el capitalismo y la esclavitudasalariada, se han aprobado millones de leyes, pero to-davía permanecen el capitalismo y la esclavitud asala-riada. La verdad es que todas las leyes sirven tan sólopara hacer al capitalismo más fuerte y para perpetuarel sometimiento de los trabajadores. Es asunto del po-lítico, de la «ciencia de la política», hacerte creer quela ley te protege a ti y a tus intereses, siendo así que sir-vemeramente para conservar el sistema que te roba, te

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engaña y te esclaviza en el cuerpo y en la mente. Todaslas instituciones de la sociedad tienen este único obje-tivo: infundir en ti el respeto por la ley y el gobierno,hacer que tú reverencies su autoridad y santidad y deeste modo sostener la estructura social que descansaen tu ignorancia y en tu obediencia. Todo el secretodel asunto es que los amos desean conservar sus po-siciones robadas. La ley y el gobierno son los mediosmediante los cuales lo hacen.

No existe un gran misterio en torno a este asuntodel gobierno y de las leyes. Tampoco hay nada sagra-do o santo en ellos. Las leyes se hacen y deshacen;las leyes viejas quedan abolidas y se aprueban otrasnuevas. Todo esto es el trabajo de hombres, un trabajohumano y, por consiguiente, falible y temporal. Perosean cuales fueren las leyes que hagan y sea cual fue-re el modo como las cambies, ellas siempre sirven aun objetivo: obligar a la gente a que haga determina-das cosas, prohibirles o castigarlos por hacer otras. Esdecir, el único objetivo de las leyes y del gobierno esgobernar al pueblo, impedir que hagan lo que deseany prescribirles lo que otra gente desea que hagan.

¿Pero por qué hay que impedir a la gente que hagalo que desea? ¿Y qué es lo que desean hacer?

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Si examinas esto, encontrarás que la gente desea vi-vir, satisfacer sus necesidades, disfrutar de la vida. Yen esto toda la gente es igual, como ya he indicado an-tes. Pero si se le impide a la gente que viva y disfrutede su vida, entonces es que tiene que haber algunosentre nosotros que tienen interés en hacer eso.

Así es lo que ocurre; hay ciertamente gente que nodesea que nosotros vivamos y disfrutemos de la vida,porque ellos han suprimido el gozo de nuestras vidas yno desean restituírnoslo. El capitalismo ha hecho estoy el gobierno sirve al capitalismo. Dejar que la gentedisfrute la vida, supondría detener el robo y la opre-sión. Por eso el capitalismo necesita el gobierno, poreso nos enseñan a respetar la «santidad de la ley». Noshan hecho creer que violar la ley es criminal, aunquela violación de la ley y el crimen con frecuencia son co-sas enteramente diferentes. Nos han hecho creer quecualquier acción contra la ley es mala para la socie-dad, aunque pueda ser mala solamente para los amosy explotadores. Nos han hecho creer que todo lo queamenaza las posesiones del rico es «malo» e «injusto»,y que todo lo que debilita nuestras cadenas y destruyenuestra esclavitud es «criminal».

En resumen, en el curso del tiempo de ha desarrolla-do una especie de «moralidad» que es útil para los go-

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bernantes y los amos tan sólo, una moralidad de clase;en realidad, una moralidad de esclavos, porque con-tribuye a mantenernos en la esclavitud. Y cualquieraque vaya contra esta moralidad de esclavos es llamado«malo», «inmoral», un criminal, un anarquista.

¿Si te robara todo lo que tienes y luego te persua-diera de que lo que te hice es bueno para ti y que túdeberías guardar mi botín contra otros, no sería estoun truco muy inteligente de mi parte? Me aseguraríaen mis posesiones robadas. Supón además que consi-guiera también convencerte de que hicieras una normaque ninguno pudiera tocar mi riqueza robada y que yopudiera continuar acumulando más de la misma ma-nera y que esa ordenación es justa y para tu mejor in-terés. Si un esquema disparatado así fuera llevado acabo efectivamente, entonces tendríamos «la ley y elorden» del gobierno y del capitalismo que tenemos enla actualidad.

Está claro, por supuesto, que las leyes no tendríanfuerza alguna si el pueblo no creyese en ellas y no lasobedeciese. Por eso la primera cosa que hay que haceres hacerles creer que las leyes son necesarias y que sonbuenas para ellos. Y todavía es mejor si puedes llevar-los a creer que son ellosmismos los que hacen las leyes.Entonces ellos estarán deseosos y ansiosos por obede-

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cerlas. A esto se le denomina democracia: conseguirque el pueblo crea que ellos son sus propios gobernan-tes y que ellos mismo aprueban las leyes de su país.Esta es la gran ventaja que tienen una democracia ouna república frente a una monarquía. En los viejostiempos, el negocio de gobernar y robar al pueblo eramucho más duro y más peligroso. El rey o el señor feu-dal tenía que obligar al pueblo por la fuerza a servirle.Tenía que alquilar bandas armadas para que sus súbdi-tos estuvieran sometidos y le pagasen el tributo. Peroeso era costoso y molesto. Se encontró una forma me-jor al «educar» al populacho para que creyeran queellos «debían» al rey lealtad y servicio fiel. Entoncesel gobernar se convirtió en algo mucho más fácil, peroel pueblo sabía todavía que el rey era su señor y su co-mandante. Una república, sin embargo, es mucho mássegura y más confortable para los gobernantes, puesallí el pueblo se imagina que él mismo es el dueño. Yno importa lo explotados y oprimidos que están; enuna «democracia» ellos se creen a sí mismos libres eindependientes.

Esta es la razón por la que el obrero medio en los Es-tados Unidos, por ejemplo, se considera un ciudadanosoberano, aunque él no tiene más que decir sobre el go-bierno de su país que el campesino muerto de hambre

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de la Rusia bajo los zares. Piensa que es libre, cuandode hecho es tan sólo un esclavo asalariado. Cree quedisfruta la «libertad para la prosecución de la felici-dad», cuando sus días, semanas y años, y toda su vida,están hipotecados al patrón de la mina o de la fábrica.

El pueblo bajo una tiranía sabe que está esclavizadoy algunas veces se rebela. El pueblo de América estáesclavizado y no lo sabe. Por esto no hay revolucionesen América.

El capitalismo moderno es juicioso. Sabe que pros-pera bajo instituciones «democráticas», con un puebloque elige a sus propios representantes para los cuer-pos legislativos e indirectamente emitiendo un votoincluso para el presidente. Los amos capitalistas nose preocupan de cómo o por quién votas tú, si por lacandidatura republicana o demócrata. ¿Qué diferenciahay para ellos? Cualquiera que tú elijas, legislará en fa-vor de «la ley y el orden», para proteger las cosas talcomo están. La preocupación principal de los poderesexistentes es que el pueblo continúe creyendo ymante-niendo el sistema presente. Por eso dedican millones alas escuelas, colegios y universidades que te «educan»a creer en el capitalismo y en el gobierno. La políti-ca y los políticos, los gobernadores y los legisladores,todos ellos son sus marionetas. Ellos cuidarán de que

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no se apruebe legislación alguna contraría a sus intere-ses. De cuando en cuando aparentarán luchar contraciertas leyes y favorecer otras, pues de otra manerael juego perdería su interés para ti. Pero sean cualesfueren las leyes, los amos procurarán que ellas no da-ñen sus negocios y sus abogados bien pagados sabencómo convertir cada ley en beneficio de los GrandesIntereses, como lo prueba la experiencia diaria.

Una ilustración muy llamativa de esto es la famosaLey Sherman Anti-Trust. La clase trabajadora organi-zada gastó miles de dólares y años de energía para ha-cer aprobar esa legislación. Estaba dirigida contra elmonopolio capitalista creciente, contra las poderosascombinaciones de dinero que controlaban los cuerposlegislativos y los tribunales y dominaban a los obreroscon una mano de hierro. Después de un esfuerzo lar-go y costoso, por fin se aprobó la Ley Sherman, y loslíderes y políticos de los trabajadores, estaban exultan-tes sobre la «nueva época» creada por la ley, tal comoellos aseguraban con entusiasmo a los trabajadores.

¿Quéha realizado la ley?No ha alcanzado a los trust;éstos permanecen sanos y salvos; de hecho, los trusthan crecido y se han multiplicado. Ellos dominan elpaís y tratan a los obreros como a esclavos abyectos.

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Son más poderosos y gozan de más prosperidad quenunca.

Pero al Ley Sherman realizó una cosa importante.Fue aprobada especialmente en «interés de los traba-jadores», pero la han convertido en una ley contra losobreros y sus asociaciones. Ahora se usa para destruirlas organizaciones de los trabajadores como algo que«impide la libre competencia». Las asociaciones de tra-bajadores se encuentran ahora amenazadas constante-mente por esa ley antitrusts, mientras que los trustscapitalistas siguen su camino sin ser molestados.

Amigo mío, ¿necesito hablarte de los sobornos y lacorrupción de la política, de la corrupción de los tribu-nales y de la vil administración de la «justicia»? ¿Nece-sito recordarte la gran Teapot-Dome y los escándalossobre los arrendamientos petrolíferos, y los mil y uncasos menores de la actualidad diaria? Sería insultartu inteligencia detenerme en estas cosas conocidas uni-versalmente, pues forman parte esencial de toda polí-tica en cualquier país.

El gran mal no es que los políticos estén corrompi-dos y que la administración de la ley sea injusta. Sifueran ésas las únicas desgracias, entonces podríamosintentar, como el reformador, «purificar» la política ytrabajar por un más «justa administración». Pero no

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es eso lo que contribuye la desgracia real. La desgraciano reside en la política impura, sino en que todo el jue-go de la política está podrido. La desgracia no resideen lo que falta en la administración de la ley, sino enque la ley misma es un instrumento para subyugar yoprimir al pueblo.

El sistema entero de la ley y el gobierno es una má-quina para mantener a los obreros esclavizados y pa-ra robarles su esfuerzo. Toda «reforma» social, cuyarealización depende de la ley y del gobierno, está yacondenada, como resulta de eso, al fracaso.

«Pero el sindicato», exclama tu amigo, «el sindicatoes la mejor defensa del obrero».

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XI. El sindicato

«Sí, el sindicato es nuestra única esperanza», con-vienes tú. «Nos hace fuertes».

Ciertamente, nunca se dijo una frase más verdade-ra: en la unión está la fuerza. Le ha costado al traba-jo mucho tiempo constatar esto e incluso actualmentemuchos proletarios no lo comprenden del todo.

Hubo una época en que los obreros no sabían na-da sobre la organización. Luego, cuando comenzarona agruparse para mejorar su condición, se aprobaronleyes contra eso y fueron prohibidas las asociacionestrabajadoras.

Los amos siempre se opusieron a la organización desus empleados, y el gobierno les ayudó a impedir y asuprimir los sindicatos. No hace tanto tiempo que In-glaterra y otros países tenían leyes muy severas con-tra cualquier organización de los trabajadores. El in-tento por mejorar su situación mediante un esfuerzoconjunto fue condenado como «conspiración» y fue

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prohibido. Tuvieron que emplear mucho tiempo losasalariados en conquistarse mediante la lucha el dere-cho de asociación; y, recuérdalo, ellos tuvieron que lu-char por ella. Lo cual te prueba que los patrones nuncaconcedieron nada a los obreros, excepto cuando estosúltimos lucharon por ello y les obligaron a otorgarlo.Incluso actualmente muchos empresarios se oponen ala organización de sus trabajadores; ellos la impidensiempre que pueden; hacen que detengan a los orga-nizadores de los trabajadores y que los expulsen de laciudad, y la ley está siempre de parte de ellos y lesayuda a hacer esto. O recurren a la argucia de formarcuerpos laborales falsos, sindicatos amarillos, en losque se puede confiar, y que harán lo que manden lospatronos.

El fácil comprender por qué los amos no desean quetú estés organizado, por qué tienen miedo a la uniónreal de los trabajadores. Saben muy bien que un sin-dicato fuerte y combativo fuerza a unos salarios máselevados y a unas mejores condiciones, lo que significamenos ganancia para los plutócratas. Por eso es por loque hacen todo lo que está en su poder para detener laorganización de los trabajadores. Cuando no puedendetenerla, intentan todo lo que está a su alcance paradebilitar el sindicato o para corromper a sus líderes, de

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modo que el sindicato no sea peligroso a los interesesde los patronos.

Los amos han encontrado un medio muy efectivode paralizar la fuerza del trabajo organizado. Han per-suadido a los obreros que ellos tienen los mismos in-tereses que los empresarios; les han hecho creer que elcapital y el trabajo tienen «intereses idénticos» y quelo que es bueno para el empresario es bueno tambiénpara sus trabajadores. A esto le han dado el nombreque suena tan bonitamente de «armonía entre capitaly trabajo». Si tus intereses son los mismos que los detu patrón, ¿por qué entonces tendrías tú que lucharcontra él? Eso es lo que te dicen. La prensa capitalista,el gobierno, la escuela y la Iglesia, todos te predican lomismo: que vivas en paz y amistad con tu empresario.Es bueno para los magnates industriales que sus obre-ros crean que ellos son «socios» en un negocio común;entonces ellos trabajarán duro y con lealtad porque es«para su propio interés»; los obreros no pensarán enluchar contra sus amos por mejores condiciones, sinoque serán pacientes y esperarán hasta que el empresa-rio pueda «compartir su prosperidad» con ellos. Ellosconsiderarán también los intereses y el bienestar de«su» país y no «perturbarán la industria» y la «vidaordenada de la comunidad» mediante huelgas y paros

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del trabajo. Si escuchas a tus explotadores y a sus por-tavoces, serás «bueno» y considerarás tan sólo los in-tereses de tus amos, de tu ciudad y de tu país, peroa ninguno le preocupa tus intereses y los de tu fami-lia, los intereses de tu sindicato y de tus compañerosobreros de la clase trabajadora. «No seas egoísta», teadvierten, mientras que el patrono se hace rico por sertú bueno y desprendido. Y ellos se ríen con disimulo yle dan gracias al Señor de que tú eres tan idiota.

Pero si me has seguido hasta ahora, sabrás que losintereses del capital y del trabajo no son los mismos.Nunca se inventó unamentiramayor que la denomina-da «identidad de intereses». Sabes que el trabajo pro-duce toda la riqueza del mundo y que el mismo capitales tan sólo el producto acumulado del trabajo. Sabesque no puede haber capital, ni riqueza de ninguna cla-se, excepto como resultado del trabajo. De modo quecon derecho toda riqueza pertenece al trabajo, a loshombres y mujeres que la han creado y que la siguencreando mediante su cerebro y sus músculos; es decir,pertenece a los trabajadores industriales, agrícolas ymentales del mundo; en resumen, pertenece a la tota-lidad de la clase trabajadora.

Sabes también que el capital que poseen los amoses una propiedad rabada, productos robados del traba-

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jo. La industria capitalista es el proceso de continuarapropiándose los productos del trabajo para beneficiode la clase de los amos. Los amos, en otras palabras,existen y se hacen ricos guardando para sí mismos losproductos de tu fatiga. Sin embargo, se te pide creerque tú, los trabajadores, tienes los mismos interesesque tus explotadores y saqueadores. ¿Se puede cogeren un fraude tan notorio a alguien que no sea en abso-luto imbécil?

Está claro que tus intereses como trabajador son di-ferentes de los intereses de tus amos capitalistas. Másque diferentes: son enteramente opuestos; de hechoson contrarios, antagónicos. Cuando mejores salarioste paga el patrón, tanta menos ganancia saca él deti. No requiere una gran filosofía comprender eso. Nopuedes prescindir de eso, y ningún artilugio y sutilezapuede cambiar esta verdad sólida.

La misma existencia de los sindicatos es de por síuna prueba de esto, aunque la mayoría de los sindica-tos y de sus miembros no lo comprendan. Si los intere-ses del trabajo y del capital fueran los mismos, ¿porqué los sindicatos? Si el patrono creyera realmenteque lo que es bueno para él, como patrón, es tambiénbueno para ti, su empleado, entonces te trataría con se-guridad correctamente, te pagaría los salarios más ele-

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vados posibles; ¿para qué serviría entonces tu sindica-to? Pero sabes que tú necesitas el sindicato, necesitasde él para que te ayude a luchar por mejores salarios ypor mejores condiciones de trabajo. ¿Para luchar con-tra quien? Contra tu patrón, por supuesto contra tuempresario, contra el industrial, contra el capitalista.Pero si tienes que luchar contra él, entonces no pareceque tus intereses y los de él son los mismos; ¿verdadque no? ¿En qué se convierte entonces la magnifica«identidad de intereses»? ¿O tal vez tú estás luchandocontra tu patrón en busca de mejores salarios porqueél es tan tonto que no comprende sus propios intere-ses? ¿Tal vez él no comprende que es bueno para élpagarte a ti más?

Bien, puedes ver a qué sin sentido conduce la ideade la «identidad de intereses». Y sin embargo, el sin-dicato promedio está construido sobre esta «identi-dad de intereses». Existen algunas excepciones, porsupuesto, tales como los Obreros Industriales del Mun-do (I.W.W.), las uniones sindicalistas revolucionarias yotras organizaciones trabajadoras con conciencia declase. Ellos lo saben mejor. Pero los sindicatos ordi-narios, tales como los que pertenecen a la FederaciónAmericana del Trabajo en los Estados Unidos, o a lossindicatos conservadores en Inglaterra, Francia y Ale-

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mania, y en otros países, todos ellos proclaman la iden-tidad de intereses entre el trabajo y el capital. Sin em-bargo, como acabamos de ver, su mera existencia, sushuelgas y luchas, todo ello prueba que la «identidad»es una impostura y una mentira. ¿Cómo ocurre enton-ces que los sindicatos pretenden creer en la identidadde intereses, mientras que su mera existencia y activi-dad lo niegan?

Porque el trabajador medio no se detiene a pensarpor sí mismo. Se fía de sus líderes sindicales y de los pe-riódicos para que piensen por él, y ellos se encargan deque él no piense directamente. Pues si los trabajadorescomenzasen a pensar por sí mismos, pronto descubri-rían todo el esquema de corrupción, engaño y robo quese denomina gobierno y capitalismo, y no lo apoyarían.Harían lo que ha hecho el pueblo antes en diversas oca-siones. En cuanto comprendieron que eran esclavos,destruyeron la esclavitud. Posteriormente, cuando sedieron cuenta de que eran siervos, suprimieron la ser-vidumbre. Y en cuanto comprendan que son esclavosasalariados, abolirán también la esclavitud asalariada.

Ves entonces que le interesa al capital impedir quelos trabajadores comprendan que son esclavos asala-riados. El timo de la «identidad de intereses» es unode los medios para conseguir esto.

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Pero no es sólo el capitalista el que está interesadoen engañar de este modo a los trabajadores. Todos losque se aprovechan de la esclavitud asalariada están in-teresados en mantener el sistema, y todos ellos natu-ralmente intentan impedir que los trabajadores com-prendan la situación.

Hemos visto antes quiénes se aprovechan de que lascosas sigan como están: los dirigentes y gobiernos, lasiglesias, las clases medias, en resumen, todos los queviven a costa del trabajo de las masas. Pero incluso losmismos líderes de los trabajadores están interesadosen mantener la esclavitud asalariada. La mayoría deellos es demasiado ignorante para comprender el frau-de y por ello creen realmente que el capitalismo es co-rrecto y que no podemos prescindir de él. Sin embargo,otros, los más inteligentes, saben la verdad muy bien,pero en cuanto funcionarios del sindicato, bien paga-dos y con influjo, ellos se benefician de la continuacióndel sistema capitalista. Saben que si los trabajadoresvieran toda la cuestión, exigirían que sus líderes dierancuenta por haberlos desorientado y engañado. Se rebe-larían contra su esclavitud y contra sus falsos líderes,se podría llegar a una revolución, como ha ocurridocon frecuencia antes en la historia. Pero los líderes delos trabajadores no se interesan por la revolución; pre-

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fieren que las cosas sigan por si solas, pues las cosasson lo suficientemente buenas para ellos.

Ciertamente, los falsos líderes de los trabajadores nofavorecen la revolución; ellos se oponen incluso a lashuelgas e intentan impedirlas siempre que pueden.

Cuando estalla una huelga procurarán que los hom-bres «no vayan demasiado lejos», y harán todo lo quepuedan para solucionar las diferencias con el empre-sario mediante el «arbitraje», en el que los trabajado-res por lo general suelen llevar la peor parte. Manten-drán reuniones con los patronos y les suplicarán quehagan algunas concesiones menores, y con demasia-da frecuencia harán un compromiso en la huelga condesventaja del sindicato; pero en cualquiera de los ca-sos y en todos ellos exhortarán a los trabajadores a«mantener la ley y el orden», a conservarse tranquilosy a ser pacientes. Se sentarán a la misma mesa con losexplotadores, serán invitados por ellos a beber y a co-mer, y apelarán al gobierno para «interceder» y parasolucionar la «dificultad», pero tendrán extraordina-rio cuidado de no mencionar nunca la fuente de todaslas dificultades laborales ni tocar la misma esclavitudasalariada.

¿Has visto alguna vez a un solo líder laboral de laFederación Americana del Trabajo, por ejemplo, levan-

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tarse y declarar que todo el sistema salarial en un purorobo y un timo, y exigir para los trabajadores el pro-ducto completo de su esfuerzo? ¿Has oído alguna vezse algún líder «oficial» en algún país que haga eso? Yonunca lo oí ni tampoco ningún otro. Al contrario, cuan-do algún hombre decente se atreve a hacer eso, son loslíderes laborales los primeros que le declaran un per-turbador, un «enemigo de los trabajadores», un socia-lista o anarquista. Son los primeros en gritar: «¡Cruci-fícale!» y los trabajadores que no piensan, desgracia-damente, les hacen eco.

Tales hombres son crucificados, porque el capital yel gobierno se sienten seguros haciéndolo, mientrasque el pueblo lo apruebe.

¿Ves, amigomío, dónde está la fuerza de la cuestión?¿Acaso aparece como si tus líderes laborales desearanque tú te aproximaras a las cosas, que entendieras queeres un esclavo asalariado? ¿No sirven ellos realmentea los intereses de los amos?

Los líderes sindicales y los políticos —los másinteligentes— saben de sobra bien qué gran poder po-dría ejercer el trabajo como el único productor de lariqueza del mundo. Pero ellos no desean que tú lo se-pas. Ellos no desean que tú sepas que los trabajadores,organizados e ilustrados apropiadamente, podrían su-

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primir su esclavitud y su sometimiento. En lugar deeso te dicen que tu sindicato existe tan sólo para ayu-darte a conseguir mejores salarios, aunque ellos sonconscientes de que tú no mejorarás mucho tu condi-ción dentro del capitalismo y que tú tienes que perma-necer siempre un esclavo asalariado, sea cual fuere lapaga que pueda darte el patrón. Tú sabes bien que in-cluso cuando tienes éxito, por medio de una huelga, yconsigues un aumento, lo pierdes de nuevo con el cos-te creciente de la vida, sin hablar de los salarios quepierdes mientras que estás en huelga.

La estadística muestra que la mayoría de las huelgasimportantes se han perdido. Pero supongamos que túganas tu huelga y que estuviste sin trabajar sólo unaspocas semanas. En ese tiempo has perdido más en sa-lario que lo que puedes recuperar trabajando durantemeses con una paga superior.

Examina un ejemplo sencillo. Supón que estabas ga-nando 40 dólares a la semana cuando te pusiste enhuelga. Concedamos el resultado mejor posible: di-gamos que la huelga duró solamente tres semanas yque conseguiste un aumento de 5 dólares. Durante tuhuelga de tres semanas perdiste 120 dólares en sala-rio. Ahora consigues 5 dólares a la semana más y es-to supondrá 24 semanas para recuperar de nuevo los

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120 dólares perdidos. Así, después de trabajar duran-te seis meses con una paga superior te encontrarás almismo nivel. ¿Pero qué ocurrirá con el incremento delcosto de la vida mientras tanto? Porque no sólo eresun productor, también eres un consumidor. Y cuandovas a comprar cosas, encontrarás que son más carasque antes. Salarios más altos suponen un incrementodel coste de la vida. Porque lo que el empresario pier-de pagándote un salario mayor, lo recupera de nuevoelevando el precio de su producto.

Puedes ver entonces que toda la idea de salarios su-periores es en realidad muy engañosa. Hace creer altrabajador que se encuentra actualmente mejor cuan-do consigue más paga, pero el hecho es que, por loque refiere a la totalidad de la clase trabajadora, todolo que el trabajador gana mediante salarios superiores,lo pierde como consumidor y a la larga la situaciónpermanece la misma. Al final de un año de «salariossuperiores», el trabajador no tiene más que despuésde un año de «salarios inferiores». Algunas veces in-cluso se encuentra peor, porque el costo de la vida seincrementa con mayor rapidez que los salarios.

Esa es la regla general. Por supuesto, existen facto-res particulares que afectan a los salarios lo mismo queal costo de la vida, tales como la escasez demateriales o

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de mano de obra. Pero no necesitamos entrar en situa-ciones especiales, en casos de crisis industrial o finan-ciera, o en épocas de prosperidad desacostumbrada, loque nos interesa es la situación regular, la condiciónnormal del obrero. Y la condición normal es que siem-pre permanece un obrero, un esclavo asalariado, quegana justo lo suficiente como para permitirle vivir ycontinuar trabajando para su patrón. Encontrarás ex-cepciones acá y allá, como un trabajador que heredao que de otro modo consigue algún dinero, lo que lecapacita para hacer negocios, o que inventa algo quepuede aportarle riqueza. Pero esos casos son excepcio-nes y no alteran tu condición; es decir, la condicióndel trabajador medio, de los millones de trabajadoresen todo el mundo.

Por lo que respecta a esos millones, y por lo quea ti respecta, como a uno de ellos, tú permaneces unesclavo asalariado, sea cual fuere tu trabajo o tu paga, yno hay posibilidad alguna para ti de que seas ningunaotra cosa bajo el sistema capitalista.

Ahora podrías preguntarme justamente: «¿Cuál esla utilidad del sindicato? ¿Qué están haciendo los líde-res sindicales sobre ello?»

La verdad es que tus líderes sindicales no hacen na-da sobre ello. Al contrario, hacen todo lo que pueden

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para mantenerte un esclavo asalariado. Realizan estoal hacerte creer que el capitalismo es correcto y al con-seguir que tú sostengas el sistema existente con su go-bierno y su «ley y orden». Se burlan de ti diciéndoteque no puede ser de otro modo, lo mismo que te di-cen tu patrón, la escuela, la Iglesia y el gobierno. Dehecho, tu líder laboral está haciendo el mismo trabajoen favor del capitalismo que está haciendo tu líder po-lítico para el gobierno: ambos sostienen y consiguenque tú sostengas el presente sistema de justicia y deexplotación.

«Pero el sindicato», dices, «¿por qué el sindicato nocambia las cosas?»

El sindicato podría cambiar las cosas. ¿Pero qué es elsindicato? El sindicato eres precisamente tú y el otrocompañero y otros más, los miembros y los funciona-rios. Te das cuenta ahora que los funcionarios, los líde-res laborales, no están interesados en cambiar las co-sas. Entonces corresponde a los miembros el hacerlo,¿no es así?

Es así. Pero si los miembros, los trabajadores en ge-neral, no ven de qué se trata, entonces el sindicato nopuede hacer nada. Esto significa, por consiguiente, quees necesario hacer que los miembros comprendan lasituación real.

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Este debería ser el verdadero objetivo del sindicato.Debería ser la ocupación del sindicato el iluminar asus miembros sobre su condición, mostrarles por quéy cómo son despojados y explotados, y encontrar lasvías y los medios de suprimir esto.

Esto estaría cumpliendo el verdadero objetivo delSindicato de proteger los intereses de los trabajadores.La abolición del orden capitalista con su gobierno ysu ley sería la única defensa real de los intereses de lostrabajadores. Y mientras que el sindicato se está prepa-rando para eso, también se ocuparía de las necesidadesinmediatas de los trabajadores, la mejora de las condi-ciones presentes, en cuanto esto es posible dentro delcapitalismo.

Pero el sindicato ordinario, conservador, tal comohemos visto, sostiene el capitalismo y todo lo que es-tá conectado con él. Considera evidente que eres untrabajador y que tienes que seguir siéndolo, y que lascosas deben permanecer como son. Asegura que todolo que puede hacer el sindicato es ayudarte a conseguirmejores salarios, disminuir la jornada de trabajo y me-jorar las condiciones en las que trabajad. Considera alempresario como un socio de negocio, por así decir, yhace contratos con él. Pero nunca se pregunta por quéuno de los socios, el patrón, se hace rico a costa de ese

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tipo de contrato, mientras que el otro socio, el obrero,permanece siempre pobre, trabaja duramente y mue-re siendo un esclavo asalariado. No parece que es unasociedad igual, en modo alguno. Más bien parece unabuso de confianza, ¿no es así?

Bien, así es. Es un juego en el que una parte saca to-das las castañas del fuego, mientras que la otra parte seapodera de ellas. Una sociedad muy desigual, y todaslas huelgas de los trabajadores son meramente para ro-barle o forzarle al socio capitalista a que entregue unaspocas castañas de su enorme montón. En conjunto, untimo, incluso cuando el trabajador consigue sacar unaspocas castañas extra.

Sin embargo, ellos te hablan de tu dignidad, de la«dignidad del trabajo». ¿Puedes pensar un insulto másgrande? Tú trabajas como un esclavo para tus amosdurante toda tu vida, les sirves y los mantienes concomodidad y lujo, les permites ser tus dueños, y ensus corazones ellos se ríen de ti y te desprecian por tuestupidez, entonces ellos te hablan de tu «dignidad».

Desde el púlpito y el estrado, en la escuela y en lasala de lectura, incluso el líder laboral y el político, ca-da explotador y chanchullero exalta la «dignidad deltrabajo», mientras que él mismo se sienta confortable-

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mente todo el tiempo a tu espalda. ¿No ves cómo estánjugando contigo como con un bobo?

¿Qué está haciendo el sindicato sobre ello? ¿Qué es-tán haciendo tus líderes laborales por el buen salarioque ellos te hacen pagarles? Ellos están ocupados «or-ganizándote», están ocupados diciéndote lo bueno queeres, lo grande y fuerte que es tu sindicato, y lo muchoque están haciendo por tus funcionarios. ¿Pero qué es-tán haciendo? Tienen todo el tiempo ocupado con in-significantes asuntos burocráticos, con luchas de fac-ciones, con cuestiones de jurisdicción, con eleccionesde funcionarios, con conferencias y congresos. Y tú pa-gas por todo eso, por supuesto, y ésa es la razón porla que tus funcionarios están siempre en favor de ungran tesoro sindical, pero ¿qué has conseguido tú deeso? Tú sigues trabajando en la fábrica o en la indus-tria y pagando tus deudas, y tú líder laboral se preocu-pa divinamente poco de lo duro que trabajas o de cómovives, y tú tienes que levantar un gran alboroto en laasamblea de tu sindicato para obligar a que dirijan laatención a tus necesidades y a tus quejas.

Cuando se afronta la cuestión de una huelga, nota-rás, como te lo he mencionado antes, que los líderespor lo general se oponen a ella; pues también ellos, co-mo el patrón y el gobernante, desean la «paz y tranqui-

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lidad» en lugar de las incomodidades que supone unalucha. Siempre que puedan, los líderes laborales te di-suadirán de ir a la huelga, y algunas veces incluso demodo directo te prevendrán contra ello y te lo prohibi-rán. Ellos pondrán fuera de la ley tu organización si tepones en huelga sin el consentimiento de ellos. Perosi la presión es demasiada para que ellos puedan re-sistirla, ellos «autorizarán» graciosamente la huelga.Imagínatelo exactamente: tú trabajas duro y de tus es-casas ganancias sostienes a los funcionarios sindicales,que deberían servirte, y sin embargo tú tienes que con-seguir el permiso de ellos para mejorar tu condición.Esto se debe a que los has convertido en los patronosde tu organización, del mismo modo que has hecho algobierno tu amo en lugar de tu servidor, o del mismomodo que permites que el policía, al que tú pagas contus impuestos, te ordene, en lugar de darle tú órdenesa él.

¿Te preguntaste alguna vez cómo es que ocurre que,siempre que estás de huelga (y en cualquier otro mo-mento también), la ley y toda la maquinaria del go-bierno está siempre del lado del patrón? Fíjate, loshuelguistas cuentan con millares mientras que el pa-trón es uno solo, y se supone que ellos y él son ciu-dadanos con iguales derechos; y sin embargo, aunque

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parezca extraño decirlo, es el patrón el que siempre tie-ne el gobierno a su servicio. Puede conseguir que lostribunales den un mandato contra tu «interferencia»en «su» negocio, puede hacer que la policía te aporreela línea de piquetes, puede conseguir que te arresten yte encarcelen. ¿Oíste alguna ves que algún alcalde, jefede policía o gobernador ordenase a la policía o a la mi-licia que protegiesen tus intereses en la huelga? ¿No escurioso? Además, el patrón puede conseguir una canti-dad de esquiroles, bajo la protección de la policía, paraque le ayuden a romper la huelga, porque tú has estadotrabajando tantas horas que siempre hay un ejército deparados a mano dispuesto a coger tu puesto. Por lo ge-neral, tú pierdes tu huelga porque tus líderes laboralesno permitieron que te organizasen del modo correcto.

He visto, por ejemplo, albañiles en rascacielos deNueva York hacer un paro, mientras que los carpin-teros y herreros, que trabajaban en lo mismo, seguíancon su trabajo. Según decían sus sindicatos, la huel-ga no les concernía, porque ellos pertenecían a otrooficio; o ellos no podían unirse a los huelguistas por-que esto supondría romper el contrato que sus orga-nizaciones habían hecho con el patrón. De este modo,ellos seguían trabajando en el edificio, mientras quelos hombres de un sindicato hermano estaban en huel-

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ga. Es decir, ellos estaban actuando de esquiroles demodo efectivo y ayudando a romper la huelga de losalbañiles. Porque, en verdad, ellos pertenecían a otrooficio, a una rama diferente. ¡Cómo si la lucha del tra-bajo contra el capital fuera un asunto de oficio y no lacausa común de toda la clase obrera!

Otro ejemplo: los mineros de Pensilvania están enhuelga, y los mineros de Virginia pagan un impues-to para ayudar a los mineros sin dinero. Los mine-ros de Virginia permanecen en el trabajo porque están«obligados por el contrato». Ellos prosiguen extrayen-do carbón con lo que los magnates del carbón puedenseguir suministrando al mercado y no pierden nadacon la huelga de los mineros de Pensilvania. Algunasveces incluso ganan al hacer de la huelga una excusapara elevar el precio del carbón. ¿Te puedes extrañarde que los mineros de Pensilvania perdieran la huel-ga, ya que sus propios compañeros mineros actuabande esquiroles con ellos? Pero si los trabajadores com-prendieran sus verdaderos intereses, si ellos estuvie-ran organizados no por oficios o por profesiones, sinopor industrias, de modo que la industria entera, y sifuera necesario toda clase trabajadora, pudiera ir a lahuelga como un solo hombre, ¿se podía perder algunahuelga?

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Volveremos sobre este asunto. Por ahora deseo ha-certe notar que tu sindicato, tal como está organizadoactualmente, y sus funcionarios sindicales, no están es-tructurados para luchar efectivamente contra el capita-lismo. No están estructurados siquiera para dirigir conéxito las huelgas. Materialmente no puedenmejorar tucondición.

Sirven tan sólo para mantener a los trabajadores di-vididos en diferentes organizaciones, con frecuenciaopuestas unas a otras; ellos entrenan a los trabajado-res para creer que el capitalismo es correcto, paralizansu iniciativa y capacidad de pensar y de actuar de unaforma con conciencia de clase. Por esta razón los lí-deres laborales y los sindicatos conservadores son elbaluarte más firme de las instituciones existentes. Sonla espina dorsal del capitalismo y del gobierno, el me-jor apoyo a «la ley y el orden», y la razón por la quepermaneces en la esclavitud asalariada.

«Pero nosotros mismos escogemos nuestros funcio-narios sindicales», objetas. «Si los actuales no son bue-nos, podemos elegir otros».

Por supuesto, puedes elegir nuevos líderes; pero¿hay alguna diferencia si tu líder es este o aquel hom-bre, si es Gompers o Green, Jouhaux en Francia, oTho-mas en Inglaterra, mientras que tu sindicato se aferre a

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las mismas ideas necias y a los mismos métodos falsos,mientras que crea en el capitalismo y sostenga la «ar-monía de intereses», mientras que divida a los trabaja-dores y reduzca la fuerza de ellos mediante la organi-zación por oficios, mientras que haga contratos con elpatrono que obliguen a los miembros y los haga hacerde esquiroles con sus compañeros, ymientras sostengade muchas otras maneras el régimen de tu esclavitud?

«¿Entonces no es bueno el sindicato?», preguntas.En la unión está la fuerza, pero tiene que ser una

unión real, una verdadera organización del trabajo,porque los trabajadores en cualquier parte tienen losmismos intereses, sin importar qué clase de trabajo ha-cen o a que oficio en particular pertenecen. Una uniónasí estaría basada en los intereses mutuos y en la soli-daridad del trabajo en todo el mundo. Sería conscientede su tremendo poder como el creador de toda la rique-za.

«¡Poder!», objetas. «¡Dijiste que éramos esclavos!¿Qué poder pueden tener los esclavos?»

Veamos esto entonces.

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XII. ¿De quién es el poder?

La gente habla de la grandeza de su país, de la fuer-za del gobierno y del poder de la clase capitalista. Vea-mos en qué consiste realmente el poder, dónde residey quién lo tiene efectivamente.

¿Qué es el gobierno de un país? Es el rey con sus mi-nistros, o el presidente con su gabinete, el parlamentoo el congreso, y los funcionarios de los diversos depar-tamentos estatales y federales. En conjunto, un núme-ro pequeño de personas comparado con la poblaciónentera.

Ahora bien, ¿cuándo es fuerte ese puñado de hom-bres, denominado gobierno, y en qué consiste su fuer-za?

Es fuerte cuando el pueblo está con él. Entonces pro-porcionan al gobierno dinero, un ejército y una arma-da, lo obedecen y posibilitan que funcione. En otras pa-labras, la fuerza de un gobierno depende enteramentedel apoyo que recibe.

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Pero, ¿puede existir un gobierno si el pueblo está ac-tivamente opuesto a él? ¿Puede llevar a cabo incluso elgobierno más fuerte cualquier empresa sin la ayuda dela plebe, sin la ayuda de las masas, de los trabajadoresdel país?

Está claro, por supuesto, que ningún gobierno pue-de realizar algo solo. Sólo puede hacer lo que el puebloapruebe o al menos permita que se haga.

Considera la gran Guerra mundial, por ejemplo. Losfinancieros americanos deseaban que los Estados Uni-dos entraran en ella, porque sabían que ellos sacaríantremendas ganancias, como efectivamente ocurrió. Pe-ro los trabajadores no tenían nada que ganar de la gue-rra, pues ¿cómo pueden beneficiarse los trabajadorescon la matanza de sus compañeros en algo otro país?Las masas de América no estaban a favor de mezclarseen los embrollos europeos. Como lo mencioné previa-mente, habían elegido a Woodrow Wilson como pre-sidente sobre la plataforma de «mantenernos fuera dela guerra». Si el pueblo americano, hubiera persistidoen esta determinación, ¿podría en gobierno habernosmetido en la carnicería?

¿Cómo consiguieron, entonces, que el pueblo de losEstados Unidos fuera inducido a ir a la guerra, cuan-do había votado contra ella al elegir a Wilson? Lo he

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explicado ya en un capítulo previo. Los que estabaninteresados en la guerra comenzaron una gran campa-ña de propaganda en favor de ella. Se llevó a cabo esacampaña en la prensa, en las escuelas y en el púlpi-to, mediante desfiles militares, oradores patrióticos ygritos en favor de la «democracia» y de «guerra paraterminar con la guerra». Fue una forma atroz de enga-ñar al pueblo haciéndole creer que la guerra era poralgún «ideal», en lugar de ser precisamente una gue-rra capitalista en busca de ganancias, como son todaslas guerras modernas. Se gastaron millones de dólaresen esa propaganda, el dinero del pueblo, por supuesto,pues al final el pueblo paga por todo. Se suscitó un en-tusiasmo artificial con toda clase de promesas a los tra-bajadores sobre las cosas maravillosas que resultaríanpara ellos de la guerra. Fue el mayor fraude y el mayorembuste, pero el pueblo de los Estados Unidos cayó enél, y fue a la guerra, aunque no voluntariamente, sinomediante el servicio militar obligatorio.

¿Y los portavoces de los trabajadores, los líderes la-borales? Como de costumbre, se mostraron los mejo-res «patriotas», exhortando a los miembros del sindi-cato a ir y hacer que los matasen, a la mayor gloria deMammon. ¿Qué hizo el difunto Samuel Gompers, en-tonces presidente de la Federación Americana del Tra-

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bajo? Se convirtió en la mano derecha del presidenteWilson, en su principal lugarteniente para el recluta-miento. El y sus funcionarios sindicales se convirtie-ron en sargentos del capital, acorralando a los traba-jadores para la matanza. Los líderes laborales de losotros países hicieron lo mismo.

Todo el mundo sabe que la «guerra para terminarcon la guerra» acabó realmente en nada. Al contrario,ha causado más complicaciones políticas de las queexistieron nunca en Europa y preparo el terreno pa-ra una nueva y más terrible guerra que la última. Peroesa cuestión no pertenece a lo que estamos tratando.Me he referido a ese asunto meramente para mostrar-te que sin Gompers y los otros líderes laborales, sin elconsentimiento y el apoyo de las masas trabajadoras,el Gobierno de los Estados Unidos hubiera sido entera-mente incapaz de llevar a cabo los deseos de los dueñosde la finanza, la industria y el comercio.

O considera el caso de Sacco y Vanzetti. ¿Los podríahaber ejecutado Massachussets, si los trabajadores or-ganizados de América hubieran estado en contra deellos, si hubieran emprendido acciones para impedir-lo? Supón que los trabajadores de Massachussets hu-bieran rehusado apoyar al gobierno del Estado en suintención asesina, supón que los trabajadores hubie-

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ran boicoteado al gobernador y a sus agentes hubie-ran dejado de suministrarles alimento, hubieran cor-tado sus medios de comunicación y hubieran cortadola corriente eléctrica en la prisión de Boston y Char-leston. El gobierno hubiera sido importante para cual-quier función.

Si consideras este asunto con ojos claros y sin pre-juicios, te darás cuenta de que no es el pueblo el que de-pende del gobierno, como se cree generalmente, sinoprecisamente lo contrario.

Cuando el pueblo le retira su ayuda al gobierno,cuando rehúsan la obediencia y no pagan impuestos,¿qué ocurre entonces? El gobierno no puede sostener asus funcionarios, no puede pagar su policía, no puedealimentar su ejército y armada. Se queda sin fondos,sin medios para llevar a cabo sus órdenes. Se quedaparalizado. El puñado de personas que se denomina así mismo el gobierno se vuelve indefenso, pierde supoder y su autoridad. Si pueden reunir hombres sufi-cientes que les ayuden, pueden intentar luchar contrael pueblo. Si no lo pueden hacer, o pierden la lucha,tienen que abandonar. Su «gobierno» está acabado.

Es decir, el poder, incluso del gobierno más fuerte,descansa enteramente en el pueblo, en su apoyo gusto-so y en su obediencia. Se sigue de esto que el gobierno

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por sí mismo no tiene poder alguno. En el momentoen que el pueblo rehúsa inclinarse ante su autoridad,el gobierno deja de existir.

Ahora bien, ¿qué fuerza tiene el capitalismo? ¿Des-cansa el poder de los capitalistas en ellos mismos, o dedónde proviene?

Es evidente que su fuerza reside en su capital, ensu riqueza. Ellos poseen las industrias, los talleres, lasfábricas y la tierra. Pero sus posesiones no les favo-recerían, a no ser por la buena voluntad del pueblopara trabajar para ellos y para pagarles el tributo. Su-pón que los trabajadores dijeran a los capitalistas: «Es-tamos cansados de hacer ganancias para vosotros nocreasteis la tierra, no por construisteis las fábricas nilas industrias o los talleres. Nosotros los construimosy desde ahora en adelante nosotros los usaremos paratrabajar en ellos y lo que produzcamos no será vuestrosino que pertenecerá al pueblo. No obtendréis nada yno os daremos siquiera alimento alguno por vuestro di-nero. Seréis exactamente como nosotros y trabajaréiscomo el resto de nosotros».

¿Qué ocurriría? Bien, los capitalistas apelarían al go-bierno en busca de ayuda. Pedirían protección para susintereses y posesiones. Pero si el pueblo rehusase reco-

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nocer la autoridad del gobierno, este mismo gobiernose quedaría indefenso.

Podrías decir que se trata de la revolución. Puede serque lo sea. Pero lo llames como lo llames, supondría losiguiente: el gobierno y los capitalistas, los gobernan-tes políticos y financieros, descubrirían que todo el po-der y la fuerza de los que hacían alarde desaparecería,cuando el pueblo rehusase reconocerles como amos,cuando se negase a dejar que ellos los dominasen.

Te extrañas de que esto pueda suceder. Bien, ha ocu-rrido muchas veces antes, y no hace mucho ocurrió denuevo en Rusia, en Alemania y en Austria. En Alema-nia, ese poderoso señor de la guerra, el Kaiser, tuvo quehuir para siempre, porque las masas habían decididoque lo querían más. En Austria fue arrojada la monar-quía, porque la gente se había cansado de su tiranía yde su corrupción. En Rusia, el zar más poderoso estabacontento con abandonar su trono para salvar su cabezay fracasó incluso en eso. En su propia capital no pudoencontrar un solo regimiento que lo protegiese, y todasu gran autoridad se convirtió en humo cuando el pue-blo rehusó doblegarse ante ella. Del mismo modo, loscapitalistas de Rusia se hicieron impotentes cuando elpueblo dejó de trabajar para ellos y se apoderó de latierra, de las fábricas, de las minas y de las industrias

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para ellos mismos. Todo el dinero y el «poder» de laburguesía en Rusia no pudo proporcionarles una librade pan, cuando las masas rehusaron suministrárselo ano ser que realizaran un trabajo honesto.

¿Qué prueba todo esto?Prueba que el denominado poder político, industrial

y financiero, toda la autoridad del gobierno y del capi-talismo está realmente en lasmanos del pueblo. Pruebaque sólo el pueblo, las masas, tienen poder.

Este poder, el poder del pueblo, es efectivo; no se lopueden quitar, como puede ocurrir con el poder del go-bernante, del político o del capitalista. No se lo puedenquitar, porque no consiste en las posesiones sino en lacapacidad. Es la capacidad de crear, de producir; es elpoder que alimenta y viste al mundo, que nos propor-ciona vida, salud y comodidad, gozo y placer.

Te darás cuenta de lo grande que es este poder cuan-do preguntes a ti mismo:

¿Sería posible la vida de alguna manera si los traba-jadores no trabajaran? ¿No perecerían de hambre lasciudades si los campesinos no consiguieran suminis-trarles alimento?

¿Podrían funcionar los ferrocarriles si los ferrovia-rios dejaran el trabajo? ¿Podría cualquier fábrica, taller

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o industria continuar sus operaciones a no ser por losmineros de carbón?

¿Podría continuar el comercio si los trabajadores deltransporte se pusieran en huelga?

¿Podrían tener luz los teatros y los cines, tu ofici-na y tu casa, si los trabajadores de la electricidad nosuministraran la corriente?

Con toda verdad ha dicho el poeta:

«Todas las ruedas se detienen,

cuando tus fuertes brazos lo desean».

Es ese el poder productivo, el poder industrial de lostrabajadores.

Ese poder no depende de ninguna política, ni del rey,ni del presidente, parlamento o congreso. Ese poder nodepende ni de la policía ni del ejército ni de la armada,pues todos éstos tan sólo consumen y destruyen, ellosno crean nada. Tampoco depende de las leyes ni delos gobernantes, de los legisladores o de los tribunales,de los políticos o de los plutócratas. Reside entera yexclusivamente en la capacidad de los trabajadores enla fábrica y en el campo, en el cerebro y en los múscu-los del proletariado industrial y agrícola, para trabajar,para crear, para producir.

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Es el poder productivo de los trabajadores, del hom-bre con el arado y del hombre con el martillo, del hom-bre de inteligencia y músculos, de las masas, de la clasetrabajadora entera.

Por consiguiente, se sigue de todo esto que la clasetrabajadora, en cada país, es la parte más importantede la población. De hecho, es la única parte vital. Elresto del pueblo ayuda en la vida social; pero en casode necesidad podríamos prescindir de ellos, mientrasque no podemos vivir siquiera un solo día sin el hom-bre del trabajo. Suyo es el poder económico que tienetoda la importancia.

La fuerza del gobierno y del capital es exterior, seencuentra fuera de ellos mismos.

La fuerza del trabajo no es exterior. Se encuentra enel mismo, en su capacidad de trabajar y de crear. Es elúnico poder real.

Sin embargo, al trabajo lo mantienen en la posiciónmás baja en la escala social.

¿No es un mundo invertido, este mundo del capita-lismo y del gobierno? Los trabajadores, que como cla-se son la parte más esencial de la sociedad, que son losúnicos que tienen el poder real, son importantes ba-jo las condiciones presentes. Son la clase más pobre, laque tiene menos influencia y a la que menos se respeta.

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Son despreciados, son las víctimas de todo género deopresión y de explotación, son los menos apreciados yhonrados. Viven miserablemente en viviendas feas ymalsanas, el índice de mortalidad es entre ellos el másgrande, las prisiones se llenan con ellos, la horca y lasilla eléctrica son para ellos.

Esta es la recompensa del trabajo en nuestra socie-dad por parte del gobierno y del capitalismo; eso es loque tú consigues del sistema de «la ley y el orden».

¿Sirven esa ley y ese orden para vivir? ¿No se debe-ría cambiar por alguna otra cosa, por algo mejor, y noestá interesado el trabajador más que ningún otro enque esto se lleve a cabo? ¿No debería ayudarle a reali-zar esto su propia organización, el sindicato, formadoespecialmente en favor de sus intereses?

¿Cómo?

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XIII. El socialismo

Cuando preguntas esto, el socialista te dice:

«Vota la candidatura socialista. Elige anuestro partido. Nosotros aboliremos elcapitalismo y estableceremos el socialis-mo».

¿Qué desea el socialista y cómo se propone conse-guirlo?

Haymuchas variedades de socialismo. Hay socialde-mócratas, socialistas fabianos, nacionalsocialistas, so-cialistas cristianos y otras calificaciones. Generalmen-te hablando, todos ellos creen en la abolición de la po-breza y de las condiciones sociales injustas. Pero dis-crepan muchísimo en cuanto a cuáles serían las condi-ciones «justas» y todavía más, en cuanto a cómo ha-cerlas llegar.

En estos días incluso meros intentos de mejorarel capitalismo se denominan con frecuencia «socialis-

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mo», mientras que en realidad son tan sólo reformas.Pero tales reformas no se pueden considerar socialis-tas, porque el verdadero socialismo no significa «me-jorar» el capitalismo, sino abolirlo por completo. Elsocialismo enseña que las condiciones de los trabaja-dores no se pueden mejorar esencialmente bajo el ca-pitalismo; por el contrario, muestra que la suerte deltrabajador se tiene que empeorar continuamente conel desarrollo progresivo del industrialismo, de modoque los esfuerzos por «reformar» y «mejorar» el capi-talismo son directamente opuestos al socialismo y tansólo retrasan su realización.

Hemos visto en los capítulos que preceden que la es-clavitud de los trabajadores, la desigualdad, la injusti-cia y otros males sociales son el resultado del monopo-lio y de la explotación, y que el sistema es mantenidopor la máquina política denominada gobierno. Por esono serviría de nada discutir aquellas escuelas de socia-lismo (impropiamente denominadas así) que no sostie-nen la abolición del capitalismo y de la esclavitud asa-lariada. Igualmente inútil sería para nosotros penetraren algunas propuestas pretendidamente socialistas co-mo «una más justa distribución de la riqueza», «igual-dad de ingresos», «impuestos únicos» u otros planessemejantes. Estos no son socialismos, son únicamen-

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te reformas. Es mero socialismo de salón, como el fa-bianismo, por ejemplo, y, por consiguiente, no es deinterés vital alguno para las masas.

Examinemos, por consiguiente, esa escuela de so-cialismo que fundamentalmente trata del capitalismoy del sistema asalariado, que se refiere al trabajador,al desheredado, y que se conoce como el movimientosocialdemócrata.1 Considera todas las otras formas desocialismo como no prácticas y utópicas; se denominaa sí mismo la única teoría sólida y científica del ver-dadero socialismo, tal como la formuló Karl Marx, elautor de El Capital, que es el evangelio y guía de todoslos socialdemócratas.

Ahora bien, ¿qué se proponen los socialistas que si-guen a Karl Marx, conocidos como socialistas marxis-tas y a los que, por motivos de brevedad, denominare-mos simplemente socialistas?

Dicen que los trabajadores nunca pueden llegar aser libres y seguros a no ser que quede abolido el ca-pitalismo. Hay que quitar de las manos privadas, en-señan ellos, las fuentes de la producción y los medios

1 Organizado bajo los diversos nombres de «Partido social-demócrata». «Partido obrero socialdemócrata» o «Partido socia-lista obrero». (N. de T.).

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de distribución. Es decir, la tierra, la maquinaria, lasindustrias, las fábricas, las minas, los ferrocarriles yotros servicios públicos no deberían ser poseídos pri-vadamente, pues una propiedad así esclaviza a los tra-bajadores lomismo que a la humanidad en general. De-be, por tanto, cesar la posesión privada de las cosas sinlas cuales no puede existir la humanidad. Los mediosde producción y de distribución tienen que convertir-se en propiedad pública. La oportunidad para el libreuso suprimiría el monopolio, el interés y la ganancia,la explotación y la esclavitud asalariada. Serían elimi-nadas la desigualdad y la injusticia, serían abolidas lasclases y todos los hombres se convertirían en libres eiguales.

Estos puntos de vista del socialismo están, por tanto,en completo acuerdo con las ideas de la mayoría de losanarquistas.

Los propietarios actuales —sigue enseñando elsocialismo— no abandonarán sus posesiones sin lucha.Lo prueba toda la historia y la experiencia pasada. Lasclases privilegiadas siempre se han aferrado a sus ven-tajas, siempre se opusieron a cualquier intento de de-bilitar su poder sobre las masas. Incluso actualmenteluchan implacablemente contra cualquier esfuerzo delos trabajadores por mejorar su situación. Es, por con-

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siguiente, cierto que en un futuro, lo mismo que enel pasado, la plutocracia se resistirá si intentas privar-la de sus monopolios, de sus derechos especiales y desus privilegios. Esa resistencia traerá consigo una duralucha, una revolución.

El verdadero socialismo es, por consiguiente, radi-cal y revolucionario. Radical, porque va a la raíz mis-ma de la dificultad social (radix en latín quiere decirraíz); no cree en reformas y en arreglos provisionales,desea cambiar las cosas desde su fundamento mismo.Es revolucionario, no porque desea el derramamientode sangre, sino porque prevé claramente que la revo-lución es inevitable, sabe que el capitalismo no puedeser cambiado en socialismo sin una lucha violenta en-tre las clases que poseen y las masas desposeídas.

«Pero si hay una revolución», preguntas, «¿por quéentonces desean los socialistas que yo los vote al po-der? ¿Acaso se va a combatir la revolución allí?»

Tu pregunta toca la cuestión principal. Si el capita-lismo tiene que abolirse mediante la revolución, ¿québusca el socialismo en el poder? ¿Por qué intentanellos entrar en el gobierno?

Aquí es precisamente donde entra la gran contradic-ción del socialismo marxista, una contradicción funda-mental que ha sido fatal para el movimiento socialista

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en todos los países, y que lo ha convertido en inefecti-vo e impotente para que pueda servir de algo a la clasetrabajadora.

Es muy necesario constatar claramente esa contra-dicción para comprender por qué ha fracasado el so-cialismo, por que se han encontrado los socialistas enun callejón sin salida y no pueden conducir los traba-jadores a su emancipación.

¿Cuál es esa contradicción? Es la siguiente: Marx en-señaba que «la revolución es partera del capitalismoque llevaba en su seno una nueva sociedad»; es decir,el capitalismo no se cambiará en socialismo a nos sermediante la revolución. Pero en su «Manifiesto Comu-nista», por otra parte, Marx insiste en que el proleta-riado debe apoderarse de la maquinaria política, delgobierno, para conquistar a la burguesía. La clase tra-bajadora, enseña él, tiene que agarrar las riendas delEstado por medio de los partidos socialistas y usar elpoder político para introducir el socialismo.

Esta contradicción ha creado la mayor confusiónentre los socialistas y ha dividido el movimiento enmuchas facciones. La mayoría, los partidos socialistasoficiales en cada país, apoyan ahora la conquista delpoder político, el establecimiento de un gobierno so-

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cialista cuya tarea será abolir el capitalismo y traer elsocialismo.

Juzga por ti mismo si una cosa así es posible. En pri-mer lugar, los socialistas mismos admiten que las cla-ses poseedoras no abandonarán su riqueza y sus pri-vilegios sin una lucha encarnizada y que esto tendrácomo resultado la revolución.

Además, ¿es la cosa de alguna manera práctica?Considera los Estados Unidos, por ejemplo. Durantecincuenta años los socialistas han estado intentandoque elijan a miembros del partido para el Congreso,con el resultado de que, después de medio siglo de tra-bajo político, acaban de tener un miembro en la Cáma-ra de representantes en Washington. ¿Cuántos siglosharán falta a este ritmo (y el ritmo más bien está des-cendiendo que aumentando) para conseguir una ma-yoría socialista en el Congreso?

Pero supón incluso que los socialistas pudieran ase-gurarse algún día esa mayoría. Haría falta rectificar yalterar la Constitución de los Estados Unidos, lo mis-mo que en los estados individuales, para lo cual seríanecesaria una mayoría de dos tercios. Detente ahoray considera: los plutócratas americanos, los trusts, laburguesía y todas las otras fuerzas que se beneficiancon el capitalismo, ¿se estarían tranquilamente senta-

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das y permitirían que cambiasen la Constitución de talmanera que los privasen de su riqueza y privilegios?¿Puedes creer eso? ¿Recuerdas lo que Jay Gould dijocuando fue acusado de conseguir sus millones de mo-do ilegal y a despecho de la Constitución?: «Al diablocon la Constitución», replicó. Y así es como siente to-do plutócrata, incluso si no es tan franco como Gould.Constitución o no Constitución, los capitalistas lucha-rían hasta la muerte por su riqueza y sus privilegios.Y esto es lo que se quiere decir con revolución. Pue-des juzgar por ti mismo si el capitalismo se puede abo-lir mediante la elección al poder de los socialistas o sise puede votar al socialismo mediante unas elecciones.No es difícil adivinar quién ganaría una lucha entrevotos y disparos.

En los primeros días los socialistas se dieron cuen-ta de eso muy bien. Entonces pretendieron que ellostenían la intención de usar la política tan sólo con elobjetivo de la propaganda. Fue en los días cuando laagitación socialista fue prohibida, particularmente enAlemania. «Si nos eliges para el Reichstag» (el Parla-mento alemán), decían los socialistas entonces a lostrabajadores, «seremos capaces de predicar allí el so-cialismo y educar al pueblo en él». Había alguna razónen eso, porque las leyes que prohibían los discursos so-

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cialistas no valían para el Reichstag. De modo que lossocialistas favorecieron la actividad política y tomaronparte en las elecciones para tener una oportunidad dedefender al socialismo.

Puede parecer una cosa inocua, pero se mostró co-mo la perdición del socialismo. Porque nada es máscierto que le hecho de que los medios que usas paraconseguir tu objetivo, se convierten ellosmismos pron-to en tu objetivo. De este modo, el dinero, por ejemplo,que es tan sólo un medio para la existencia, se ha con-vertido él mismo en el fin de nuestras vidas. Lo mis-mo ocurre con el gobierno. El «más anciano», escogi-do por la comunidad primitiva para atender a ciertosasuntos del pueblo, se convierte en el amo, en el gober-nante. Lo mismo ocurrió con los socialistas.

Poco a poco cambiaron su actitud. En lugar de quelas elecciones fueran meramente un método educati-vo, gradualmente se convirtió en el único objetivo ase-gurarse el poder político, conseguir ser elegidos paralos cuerpos legislativos y para otras posiciones guber-namentales. El cambio condujo naturalmente a los so-cialistas a que suavizaran su ardor revolucionario; losobligó a que ablandaran su criticismo del capitalismoy del gobierno para evitar la persecución y asegurarsemás votos. Actualmente es acento principal de la pro-

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paganda socialista no se coloca más en el valor educa-tivo de la política, sino en la elección efectiva de socia-listas a puestos de poder.

Los partidos socialistas no hablan más de revolu-ción. Pretenden ahora que cuando consigan una ma-yoría en el Congreso o en el parlamento ellos haránsurgir el socialismo mediante la legislación: aboliránlegal y pacíficamente el capitalismo. En otras palabras,han dejado de ser revolucionarios; se han convertidoen reformistas que desean cambiar las cosas mediantela ley.

Veamos, entonces, cómo han estado actuando du-rante algunas décadas pasadas.

En casi todos los países europeos los socialistas hanobtenido gran poder político. Algunos países tienenahora gobiernos socialistas; en otros países los parti-dos socialistas tienen unamayoría; en otros, igualmen-te los socialistas ocupan las posiciones más altas en elEstado, tales como puestos en el gabinete ministerial,incluso el puesto de primer ministro. Examinemos loque ellos han realizado por el socialismo y lo que estánhaciendo por los trabajadores.

En Alemania, la madre del movimiento socialista, elpartido socialdemócrata tiene numerosos puestos en elgobierno; sus miembros se encuentran en los cuerpos

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legislativos municipales y nacionales, en los tribuna-les y en el gabinete. Dos presidentes alemanes, Haasey Ebert, fueron socialistas. El presente Reichskanzler(canciller), Dr. Herman Müller, es un socialista. HerrLoebe, presidente del Reichstag, es también un miem-bro del partido socialista. Scheidemann, Noske y unabuena cantidad de otros en los puestos más altos delgobierno, del ejército y de la marina, son todos elloslíderes del poderoso partido socialdemócrata alemán.¿Qué han hecho por el proletariado de cuya causa sesupone que es campeón el partido? ¿Han traído el so-cialismo? ¿Han abolido la esclavitud asalariada? ¿Hanrealizado el menor intento hacia esos objetivos?

La sublevación de los trabajadores en Alemania en1918 obligó al Kaiser a huir del país y se terminó el rei-nado de los Hohenzollern. El pueblo puso su confianzaen los socialdemócratas y los votó llevándolos al poder.Pero una vez seguros en el gobierno, los socialistas sevolvieron contra las masas. Se unieron a la burguesíaalemana y a la camarilla militarista y ellos mismos seconvirtieron en el baluarte del capitalismo y del mi-litarismo. No sólo desarmaron al pueblo y sofocaronel levantamiento de los trabajadores, sino que inclusomataron o encarcelaron a todo socialista que se atre-vía a protestar contra su traición. Noske, como jefe so-

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cialista del ejército durante la revolución, ordenó a sussoldados que se lanzaran contra los trabajadores y quelos mataran en gran escala, los mismos proletarios quelo habían votado a él al poder, sus propios hermanossocialistas. En sus manos perecieron Karl Liebknechty Rosa Luxemburgo, dos de los revolucionarios másabnegados y leales, asesinados a sangre fría en Berlínel 16 de enero de 1919 por los oficiales del ejército, conla connivencia secreta del gobierno socialista. El poetay pensador anarquista, Gustav Landauer, y muchos delos mejores amigos de los trabajadores compartieronla misma suerte en toda Alemania.

Haase, Ebert, Scheidemann, Noske y sus lugarte-nientes socialistas no permitieron que la revoluciónrealizara nada vital. Desde el momento en que consi-guieron el poder, lo usaron para aplastar a los traba-jadores rebeldes. El asesinato declarado y clandestinode los elementos verdaderamente revolucionarios fuetan sólo uno de los medios usados por el gobierno so-cialista para sojuzgar la revolución. Lejos de introducircualquier cambio que beneficiase a los trabajadores, elpartido socialista se convirtió en el defensor más celo-so del capitalismo, preservando todas las prerrogativasy beneficios de la aristocracia y de la clase de los amos.Esta es la razón por la que la revolución alemana no

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realizó nada, a no ser expulsar al Kaiser. La noblezapermaneció en posesión de sus títulos, sus posesiones,sus derechos especiales y sus privilegios; la casta mi-litar retuvo el poder que tenía bajo la monarquía; laburguesía fue fortalecida y los reyes de las finanzasy los magnates industriales dominaron al trabajadoralemán con una arbitrariedad más grande que antes.El partido socialista de Alemania, con muchos millo-nes de votos tras él, tuvo éxito… en conseguir el poder.Los trabajadores siguen trabajando como esclavos ysufriendo como antes.

El mismo cuadro lo encontrarás en otros países. EnFrancia el partido socialista está frecuentemente repre-sentado en el gobierno. El ministro de asuntos exterio-res, Aristide Briand, que también había tenido el pues-to de primer ministro, fue anteriormente una de lasgrades lumbreras del partido en Francia. Actualmentees el campeón más fuerte del capitalismo y del milita-rismo. Muchos de sus anteriores compañeros socialis-tas son sus colegas en el gobierno, y muchos más so-cialistas actuales están en el Parlamento francés y enotros cargos importantes. ¿Qué están haciendo por elsocialismo? ¿Qué están haciendo por los trabajadores?

Están contribuyendo a defender y «estabilizar» elrégimen capitalista en Francia; están ocupados apro-

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bando leyes que aumentan los impuestos, demodo quelos altos funcionarios gubernamentales puedan conse-guir mejores sueldos; están empeñados en recoger laindemnización de guerra de Alemania, cuyos trabaja-dores, igual que sus hermanos franceses, tienen quedesangrarse por ello. Están trabajando duro para ayu-dar a «educar» a Francia, y particularmente a sus hijos,que están en la escuela, a odiar al pueblo alemán, es-tán ayudando a construir más barcos de guerra y másaviones militares para la próxima guerra que ellos mis-mos están preparando al cultivar el espíritu de patrio-terismo y de venganza contra sus países vecinos. Lasnuevas leyesmovilizando a cualquier adulto, hombre omujer, en Francia en caso de guerra fueron propuestaspor el prominente socialista Paul Boncour y aprobadascon la ayuda de los miembros socialistas de la Cámarade diputados.

En Austria y en Bélgica, en Suecia y en Noruega, enHolanda y Dinamarca, en Checoslovaquia, y en la ma-yoría de los demás países europeos, los socialistas hansubido al poder. Y en todas partes, sin una solo excep-ción, han seguido el mismo curso; en todas partes hanabjurado de sus ideales, han engañado a las masas, yhan convertido su elevación política en su propio pro-vecho y gloria.

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«Estos hombres que se alzaron al poder sobre lasespaldas de los trabajadores y que luego los traicio-naron son unos canallas», escucho decir conjunta in-dignación. Es verdad, pero eso no es todo. Existe unarazón más profunda para está traición constante y re-gular, una causa mayor y más significativa para estefenómeno casi universal. Los socialistas no son esen-cialmente diferentes de otros hombres. Son humanos,tal como lo eres tú y lo soy yo. Y nadie se convierte derepente en un canalla o en un traidor.

Es el poder el que corrompe. La conciencia de queposees poder es en sí misma el peor veneno que corroeel metal más delicado del hombre. La inmundicia y lacontaminación de la política en todas partes pruebansuficientemente esto. Además, incluso con las mejoresintenciones, los socialistas en los cuerpos legislativoso en los cargos de gobierno se encuentran a sí mismosimpotentes para realizar algo que tenga una naturale-za socialista, algo que beneficie a los trabajadores. Puesla política no es unmedio paramejorar las condicionesde los trabajadores. Nunca lo fue y nunca lo será.

La desmoralización y la perversión tienen lugar po-co a poco, tan gradualmente que uno apenas percibe.Trata de contemplar por un momento la condición deun socialista elegido para el Congreso, por ejemplo. El

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se encuentra solo contra varios centenares de otrospartidos políticos. Siente la oposición de ellos a susideas radicales, y se encuentra a sí mismo en una at-mósfera extraña y hostil. Pero él se encuentra allí ytiene que participar en el negocio que se tiene que lle-var a cabo. La mayor parte de esas ocupaciones, losdecretos que se presentan, las leyes que se proponen,todo ello le es enteramente extraño. No tienen cone-xión con los intereses de los votantes de la clase tra-bajadora que lo eligieron. Es meramente la rutina dela legislación. Tan sólo cuando se presenta un decretode alguna importancia sobre los trabajadores o sobrela situación industrial y económica, puede nuestro so-cialista tomar parte en las deliberaciones. El lo hace,y se le ignora o se ríen de él por sus ideas poco prác-ticas sobre el asunto. Pues ellas son ciertamente pocoprácticas. Incluso en el mejor de los casos, cuando laley propuesta no está proyectada especialmente paraotorgar nuevos privilegios al monopolio, trata de asun-tos en los que está implicado el negocio capitalista, conalgún tratado o convenio comercial entre un gobiernoy otro. Pero él, el socialista, fue elegido en calidad desocialista y su asunto es abolir el gobierno capitalista,suprimir de una vez el sistema de comercio y de ga-nancia; ¿cómo puede hablar él «prácticamente» de las

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leyes presentadas? Por supuesto, él se convierte en elblanco de las burlas de sus colegas y pronto comien-za a ver qué estúpida e inútil es su presencia en losrecintos de la legislación. Esta es la razón por la quealgunos de los mejores hombres del partido socialis-ta en Alemania se volvieron contra la acción política,como lo hizo John Most, por ejemplo. Pero hay pocaspersonas de una honestidad y coraje así. Por regla ge-neral, el socialista permanece en su puesto y cada díase ve obligado a constatar más y más el papel tan sinsentido que tiene que desempeñar. Llega a sentir quetiene que encontrar algún medio de tomar parte seria-mente en el trabajo, expresar opiniones sólidas en lasdiscusiones y convertirse en un factor real en las ela-boraciones. Esto es necesario para poder preservar supropia dignidad, para forzar el respeto de sus colegas, ytambién para: mostrar a sus electores que no eligierona un mero maniquí.

De este modo comienza a estar al corriente de larutina. Estudia las obras de dragado de los ríos y lamejora de las costas, lee a fondo sobre apropiaciones,examina los cientos y pico de decretos que llegan parasu consideración, y cuando consigue la palabra —queno es muy frecuente—, intenta explicar la legislaciónpropuesta desde el punto de vista socialista, como es

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su deber hacerlo. «Hace un discurso socialista». Se de-tiene a considerar el sufrimiento de los trabajadoresy los crímenes de la esclavitud asalariada; informa asus colegas que el capitalismo es un mal, que hay queabolir al rico y que hay que suprimir todo el sistema.El termina su peroración y se sienta. Los políticos in-tercambian unas miradas, se sonríen y hacen comen-tarios jocosos, y la asamblea pasa al asunto que traeentre manos.

Nuestro socialista se da cuenta de que lo considerancomo una cosa de risa. Sus colegas se están cansandode su «palabrería» y él encuentra cada vez más difícilque le concedan la palabra. Con frecuencia lo llamanal orden y le dicen que tiene que hablar sobre el asuntoen cuestión, pero él sabe que ni por sus palabras ni porsu voto puede tener la menor influencia en los debates.Sus discursos ni siquiera llegan al público; quedan en-terrados en las Actas del Congreso que nadie lee, y éles dolorosamente consciente de ser una voz solidariay desatendida en el desierto de las maquinaciones po-líticas.

Apela a los votantes a que elijan más camaradas alos cuerpos legislativos. Un socialista solitario no pue-de realizar nada, les dice. Pasan los años y por fin elpartido socialista consigue tener una serie de miem-

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bros elegidos. Cada uno de ellos pasa por la misma ex-periencia de su primer colega, pero ahora rápidamentellegan a la conclusión de que predicar las doctrinas so-cialistas a los políticos es algo peor que inútil. Decidenparticipar en la legislación. Tienen que mostrar queellos no son precisamente unos «declamadores de larevolución», sino que son hombres prácticos, estadis-tas, que están haciendo algo por su distrito electoral,que están ocupándose de sus intereses.

De este modo, la situación les obliga a tomar par-te «práctica» en las deliberaciones, a «hablar sobre elasunto», a ponerse al mismo nivel que los asuntos queactualmente se tratan en el cuerpo legislativo. Sabenmuy bien que estas cosas no tienen relación algunacon el socialismo o con la abolición del capitalismo.Al contrario, toda esa mojiganga legislativa y políticafortalece tan sólo el dominio de los amos sobre el pue-blo; peor aún, desorienta a los trabajadores haciéndo-les creer que la legislación puede hacer algo por ellos ylos engaña con la falsa esperanza de que pueden obte-ner resultados mediante la política. De esta forma, losmantiene esperando que la ley y el gobierno «cambielas cosas», que «mejore» su condición.

De este modo, la maquinaria del gobierno sigue rea-lizando su trabajo, los amos permanecen seguros en su

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posición y los trabajadores son mantenidos a distanciacon las promesas de «acción» mediante sus represen-tantes en los cuerpos legislativos, mediante nuevas le-yes que les van a dar «un alivio».

Durante años ha continuado este proceso en todoslos países de Europa. Los partidos socialistas han con-seguido que eligieran a muchos de sus miembros parapuestos legislativos y de gobierno. Al emplear años enesa atmósfera, disfrutando de puestos y pagas buenas,los socialistas elegidos se han convertido ellos mismosen una parte y en una parcela de lamaquinaria política.Han llegado a sentir que no vale la pena esperar quela revolución socialista suprima el capitalismo. Es máspráctico trabajar por alguna «mejora», intentar conse-guir una mayoría socialista en el gobierno. Pues cuan-do tengan una mayoría, no necesitarán revolución al-guna, dicen ahora.

Lentamente, gradualmente, ha tenido lugar el cam-bio socialista. Con el éxito creciente en las eleccionesy al asegurarse el poder político se hicieron más con-servadores y se contentaron con las condiciones exis-tentes. Apartados de la vida y de los sufrimientos de laclase trabajadora, viviendo en la atmósfera de la bur-guesía, de la abundancia y de la influencia, se han con-vertido en lo que ellos denominan «prácticos». Al con-

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templar de primera mano en su actuación a la maqui-naria política, al conocer su libertinaje y su corrupción,se han dado cuenta de que no hay esperanza alguna pa-ra el socialismo en el pantano del engaño, del sobornoy de la corrupción. Pero pocos, muy pocos socialistasencuentran el coraje de ilustrar a los trabajadores so-bre la ausencia de esperanza de que la política puedaayudar a la causa del trabajo. Una confesión así signifi-caría el final de su carrera política, con sus emolumen-tos y ventajas. Por eso la gran mayoría está contentacon guardar silencio y no mezclarse innecesariamen-te. El poder y la posición han sofocado su concienciay no tienen fuerza ni honestidad para nadar contra lacorriente.

Esto es lo que ha llegado a ser el socialismo, que unavez había sido la esperanza de los oprimidos del mun-do. Los partidos socialistas se han dado la mano conla burguesía y con los enemigos de los trabajadores.Se han convertido en el baluarte más firme del capita-lismo, pretendiendo ante las masas que ellos están lu-chando por sus intereses, mientras que en la realidadhan hecho causa común con los explotadores. Hastatal punto han olvidado y han retrocedido de su socia-lismo originario, que en la Guerra mundial los parti-

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dos socialistas en cada país de Europa ayudaron a susgobiernos a conducir a los trabajadores a la matanza.

La guerra ha demostrado claramente la bancarrotadel socialismo. Los partidos socialistas, cuya divisa era«¡Obreros del mundo, uníos!», enviaron a los trabaja-dores a que se asesinaron mutuamente. De haber sidoenemigos encarnizados del militarismo y de la guerrapasaron a convertirse en defensores de «su» país, ur-giendo a los trabajadores a que se vistiesen el uniformede soldados y que matasen a sus compañeros trabaja-dores de otros países.

¡Ciertamente extraño! Durante años han estado di-ciendo a los proletarios que no tienen país, que susintereses son opuestos a los de sus amos, que los tra-bajadores «no tienen nada que perder a no ser sus ca-denas», pero a la primera señal de guerra exhortan alos trabajadores a unirse al ejército y votan la ayuda yel dinero para que el gobierno hiciera el trabajo de car-nicería. Esto sucedió en cada país se Europa. Es verdadque hubo minorías socialistas que protestaron contrala guerra, pero la mayoría dominante en los partidossocialistas los condenó y los ignoró y se alinearon afavor de la matanza.

Fue una traición de lo más terrible, no sólo al socia-lismo sino a toda la clase trabajadora, a la humanidad

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misma. El socialismo, cuyo objetivo era educar al mun-do en los males del capitalismo, en el carácter asesinodel patriotismo, en la brutalidad y la inutilidad de laguerra; el socialismo, que era el campeón de los de-rechos del hombre, de la libertad y de la justicia, laesperanza y la promesa de días mejores, se convirtiómiserablemente en un defensor del gobierno y de losamos, se convirtió en la sirvienta de los militaristas yde los nacionalistas patrioteros. Los antiguos socialde-mócratas se convirtieron en los «socialpatriotas».

Sin embargo, esto no ocurrió por una mera traición.Tomar ese punto de vista sería no acertar con el puntoprincipal y comprender mal su lección de aviso. Cier-tamente hubo traición, tanto en su naturaleza como ensu efecto, y los resultados de esa traición han puestoal socialismo en bancarrota, han desilusionado a mi-llones que creían seriamente en él, y han llenado almundo con una negra reacción. Pero no hubo tan só-lo traición, no una traición de un género ordinario. Lacausa real se encuentra mucho más profunda.

Un gran pensador dijo que somos lo que comemos.Es decir, la vida llevamos, el entorno en que vivimos,los pensamientos que pensamos y las acciones que lle-vamos a cabo, todo ello conforma sutilmente nuestrocarácter y nos hace lo que somos.

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La larga actividad política de los socialistas y sucooperación con los partidos burgueses gradualmen-te apartó sus pensamientos y sus hábitos mentales delas formas socialistas de pensar. Poco a poco ellos ol-vidaron que el propósito del socialismo era educar alas masas, hacerles ver el juego del capitalismo, ense-ñarles que el gobierno es su enemigo, que la Iglesia losmantiene en la ignorancia, que los engañan con ideasdestinadas a perpetuar las supersticiones y las injusti-cias sobre las cuales está edificada la sociedad actual.En resumen, olvidaron que el socialismo tenía que serel Mesías, que expulsaría oscuridad de las mentes yde las vidas de los hombres, los sacaría de la piel dela ignorancia y del materialismo, y elevaría su idealis-mo natural, su esfuerzo por la justicia y la fraternidad,hacia la libertad y la luz.

Olvidaron esto. Tuvieron que olvidarlo para ser«prácticos», para «realizar» algo, para convertirse enpolíticos con éxito. No puedes meterte en una ciénagay permanecer limpio. Tuvieron que olvidar esto, por-que su objetivo se había convertido en «conseguir re-sultados», ganar elecciones, obtener el poder. Sabíanque no podían tener éxito en política diciéndole al pue-blo toda la verdad sobre las condiciones. Pues la ver-dad no sólo se enfrenta al gobierno, a la Iglesia y a la

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escuela; también ofende los prejuicios de las masas. Esnecesario educar a éstas, y eso es un proceso lento ydifícil. Pero el juego político exige éxito, resultados rá-pidos. Los socialistas tenían que tener cuidado de noentrar en gran conflicto con los poderes establecidos;no podían tener tiempo educando al pueblo.

Por consiguiente, su principal objetivo se convir-tió en ganar votos. Conseguir que ellos tuvieran queorientar sus velas. Tuvieron que cortar, poco a poco,aquellas partes del socialismo que pudieran tener co-mo resultado la persecución por las autoridades, la des-aprobación de la Iglesia, o que impidiera que los ele-mentos fanáticos se unieran a sus filas. Tuvieron quellegar a un compromiso.

Y lo hicieron. Ante todo dejaron de hablar de revolu-ción. Sabían que el capitalismo no se puede abolir sinuna lucha encarnizada, pero decidieron decir al pue-blo que ellos podrían traer el socialismo mediante lalegislación, mediante la ley, y que todo lo que se nece-sitaba era colocar suficiente número de socialistas enel gobierno.

Dejaron de denunciar al gobierno como a un mal;desistieron de ilustrar a los trabajadores sobre su ca-rácter real como una agencia para esclavizar. En lugarse eso, comenzaron a asegurar que ellos, los socialis-

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tas, son lo mantenedores más leales del «Estado» y susmejores defensores; que, lejos de oponerse a «la ley yel orden», ellos son sus verdaderos amigos; que ellosson ciertamente los únicos que creen sinceramente enel gobierno, a no ser que el gobierno sea un gobiernosocialista; es decir, que ellos, los socialistas, tienen quehacer las leyes y dirigir el gobierno.

De este modo, en lugar de debilitar la creencia falsay esclavizadora en la ley y el gobierno, de debilitarlade modo que esas instituciones pudieran ser abolidascomo un medio de opresión. Los socialistas trabajanefectivamente por fortalecer la fe del pueblo en la au-toridad poderosa y en el gobierno, de modo que actual-mente los miembros de los partidos socialistas en todoel mundo son los creyentes más firmes en el Estadoy son denominados por ellos estatistas. Sin embargo,sus grandes maestros, Marx y Engels, enseñaron cla-ramente que el Estado sirve tan sólo para reprimir yque cuando el pueblo consiguiera la libertad real, elEstado sería abolido, «desaparecería».

El compromiso socialista por el éxito político no sedetuvo ahí. Llegó más lejos. Para ganar votos, los par-tidos socialistas decidieron no educar al pueblo en lafalsedad, la hipocresía y la amenaza de la religión or-ganizada. Sabemos qué baluarte del capitalismo y de

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la esclavitud es y ha sido siempre, la Iglesia, como ins-titución. Es obvio que el pueblo que cree en la Iglesia,jura por el sacerdote y se inclina ante su autoridad,naturalmente le será obediente a él y a sus órdenes.Gente así, empapada en la ignorancia y en la supersti-ción, son las víctimas más fáciles de los amos. Pero pa-ra conseguir mayor éxito en sus campañas electorales,los socialistas decidieron eliminar la propaganda edu-cacional antirreligiosa, para no ofender los prejuiciospopulares. Declararon la religión un «asunto privado»y excluyeron toda crítica a la Iglesia de su agitación.

Ciertamente, lo que creas personalmente es tu asun-to privado; pero cuando te reúnes con otros y los or-ganizas en un cuerpo para imponer tu creencia a losdemás, para forzarlos a pensar como tú y para castigar-los (según el alcance de tu poder), si ellos tienen otrascreencias, entonces ya no se trata más de tu «asuntoprivado». Podrías decir del mismo modo que la Inqui-sición, que torturaba y quemaba viva a la gente comoherejes era un «asunto privado».

Una de las pobres traiciones a la causa de la libertadpor parte de los socialistas es esta declaración de quela religión es «asunto privado». La humanidad ha sur-gido lentamente de la terrible ignorancia, superstición,fanatismo e intolerancia. El avance de la ciencia y de

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los inventos, la palabra impresa y los medios de comu-nicación han traído la ilustración, y es esa ilustraciónla que en cierta medida ha liberado la mente humanade las garras de la Iglesia. No es que ella haya dejadode condenar a los que no aceptan sus dogmas. Todavíahay bastante de esa persecución, pero el avance del co-nocimiento ha privado a la Iglesia de su primitivo im-perio absoluto sobre la mente, la vida y la libertad delhombre; del mismo modo que el progreso a privado enigual forma al gobierno del poder de tratar al pueblocomo esclavos y siervos absolutos.

Puedes ver entonces con facilidad qué importanciatiene continuar el trabajo de ilustración que se ha ma-nifestado como una bendición liberadora para el pue-blo en el pasado; continuarlo, de modo que pueda ayu-darnos algún día a suprimir todas las fuerzas de la su-perstición y de la tiranía.

Pero los socialistas determinaron abandonar estetrabajo sumamente necesario, declarando a la religiónun «asunto privado».

Esos compromisos y el repudio de los objetivosreales del socialismo fueron muy provechosos. Los so-cialistas, con el sacrificio de sus ideas, ganaron fuerzapolítica. Pero esa «fuerza» en último término supusouna debilidad y una ruina.

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No hay nada más corrupto que el compromiso. Unpaso en esa dirección exige otro, lo hace necesario yobligatorio y pronto te sumerge con la fuerza de unabola de nieve que se desliza y que se convierte en unalud.

Uno tras otro, aquellos rasgos del socialismo queeran realmente significativos, educacionales y liberta-dores fueron sacrificados en bien de la política, paraconseguir una opinión pública más favorable, para dis-minuir la persecución, y realizar «algo práctico»; esdecir, para conseguir que fueran elegidos en puestosoficiales más socialistas. En este proceso, que se ha es-tado desarrollando durante años en cada país, los par-tidos socialistas en Europa adquirieron un número deafiliados que llegaban a millones. Pero esos millonesno eran en modo alguno socialistas; eran seguidoresdel partido que no tenían idea alguna del espíritu y delsignificado reales del socialismo; los hombres y las mu-jeres estaban empapados de los viejos prejuicios y delos puntos de vista capitalistas; gente con una menta-lidad burguesa, nacionalistas estrechos, miembros dela Iglesia, creyentes en la autoridad divina y, conse-cuentemente, también en el gobierno humano, en ladominación del hombre por el hombre, en el Estado yen sus instituciones de opresión y explotación, en la

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necesidad de defender «su» gobierno y «su» país, enel patriotismo y en el militarismo.

¿Se puede uno extrañar, entonces, de que cuando es-talló la gran guerra, los socialistas en todos los países,con pocas excepciones, tomaran las armas par «defen-der la patria», la patria de sus gobernantes y amos?El socialista alemán luchó por su Kaiser autocrático,el austriaco por la monarquía de los Habsburgo, el so-cialista ruso por el zar, el italiano por su rey, el fran-cés por la «república» y de ese modo los «socialistas»de todos los países y sus seguidores prosiguieron ma-tándose unos a otros hasta que diez millones de ellosquedaron muertos y veinte millones quedaron ciegos,mutilados y lisiados.

Fue inevitable que la política de la actividad políticay parlamentaria condujera a tales resultados. Pues enverdad la así denominada «acción» política es, por loque se refiere a la causa de los trabajadores y al verda-dero progreso, peor que la inacción. La esencia mismade la política es la corrupción, el navegar a todos losvientos, el sacrificio de tus ideales y de la integridad enbien del éxito. Son amargos los frutos de ese «éxito»para las masas y para cada hombre y mujer decente entodo el mundo.

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Como una consecuencia directa de ello, millones detrabajadores en todos los países quedaron desanima-dos y desalentados. Tal como ellos lo sentían justa-mente, el socialismo los había engañado y traicionado.Cincuenta, no, casi cien años de «trabajo» socialistahabían tenido como resultado la bancarrota completade los partidos socialistas, la desilusión de las masas yhabía traído consigo una reacción que dominaba aho-ra el mundo entero y que tenía cogido al trabajo por elcuello con un apretón de hierro.

¿Todavía piensas que los partidos socialistas, consus elecciones y su política, pueden ayudar al proleta-riado a salir de la esclavitud asalariada? Por sus frutoslos conoceréis.

«Pero los bolcheviques», protestas, «ellos no trai-cionaron a los trabajadores. ¡Ellos tienen actualmenteen Rusia el socialismo».

Echemos un vistazo, entonces, a Rusia.

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XIV. La revolución defebrero

En Rusia los bolcheviques, conocidos como el par-tido comunista, están en el control del gobierno. LaRevolución de octubre, 1917, los puso en el poder.1

Esa revolución, fue el acontecimientomás importan-te en el mundo desde la Revolución francesa en 1789-1793. Fue incluso más grande que la última, pues llegómucho más profundamente hasta la base sólida de lasociedad. La Revolución francesa trataba de establecerla libertad y la igualdad políticas, creyendo que estotambién aseguraría así la fraternidad y el bienestar pa-ra todos. Fue un paso poderoso en el avance por el ca-mino del progreso y cambió en último término la fazpolítica completa de Europa. Abolió la monarquía enFrancia, estableció una república, y dio un golpe mor-

1 En noviembre, de acuerdo con el antiguo calendario ruso.(N. de T.).

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tal al feudalismo, al gobierno absoluto de la Iglesia yde la nobleza. Influyó en cada país del continente enlíneas progresivas, y ayudó a fomentar el sentimientodemocrático en toda Europa.

Pero fundamentalmente no alteró nada. Fue una re-volución política para conseguir derechos y libertadespolíticos. Los consiguió, Francia es una «democracia»actualmente y la divisa «Libertad, fraternidad, igual-dad» está escrita en cada cárcel. Pero no liberó al hom-bre de la explotación y de la opresión; y eso es, despuésde todo, la cosa que más se necesita.

La Revolución francesa puso en el gobierno a las cla-ses medias, a la burguesía, en lugar de la aristocraciay la nobleza. Dio ciertos derechos constitucionales alagricultor y al obrero, que hasta entonces eran merossiervos. Pero el poder de la burguesía, su dominio in-dustrial, hizo del agricultor su abyecto subordinado yconvirtió al obrero de la ciudad en un esclavo asalaria-do.

No podía ser de otra manera, porque la libertad esun sonido vacío, mientras que te mantengan en unaesclavitud económica. Como lo he señalado antes, la li-bertad significa que tú tienes el derecho a hacer una de-terminada cosa; pero si no tienes oportunidad algunade hacerla, ese derecho es una completa burla. La opor-

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tunidad reside en tu condición económica, sea cual fue-re la situación política. Ningún derecho político le pue-de servir de nada al hombre que se ve obligado a escla-vizar toda su vida para librarse élmismo y su familia dela muerte por inanición. A pesar de que la Revoluciónfrancesa fue grande como un paso hacia la emancipa-ción del despotismo del rey y del noble, no pudo rea-lizar nada para la libertad real del hombre, pues no leaseguró la oportunidad y la independencia económica.

Por esa razón la Revolución rusa fue un aconteci-miento mucho más significativo que todas las sacudi-das previas. No sólo abolió al zar y a su dominio ab-soluto; hizo algo más importante: destruyó el podereconómico de las clases propietarias, de los barones dela tierra y de los reyes industriales. Por esta razón esel acontecimiento más grande en toda la historia, laprimera y la única vez que se ha intentado una cosaasí.

Esto no lo podía hacer hecho la Revolución francesa,porque el pueblo creía entonces todavía que la eman-cipación política bastaría para hacerles libres e iguales.No se dieron cuenta de que la base de toda libertad eseconómica. Pero este no es en modo alguno para des-acreditar la Revolución francesa; los tiempos todavía

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no estaban maduros para un cambio económico funda-mental.

Al llegar ciento veinticinco años después, la Revolu-ción rusa estaba más instruida. Fue a la raíz del proble-ma. Sabía que ninguna libertad política aportaría bienalguno, a no ser que los campesinos consiguieran tie-rras y los obreros tuvieran la posesión de las fábricas,de modo que no permanecieran a merced de los mono-polistas de la tierra y de los propietarios capitalistas delas industrias.

Por supuesto, la Revolución rusa no realizó estagran labor en un instante. Las revoluciones, como cual-quier otra cosa, comienzan pequeñas, acumulan fuer-za, se desarrollan y se amplían.

La Revolución rusa comenzó durante la guerra, acausa del descontento del pueblo en el interior y delejército en el frente. El país estaba cansado de luchar;se encontraba rendido por el hambre y la miseria. Lossoldados habían tenido bastantematanza: comenzarona preguntarse por qué tenían quematar o que los mata-sen, y cuando los soldados comienzan a hacer pregun-tas, ninguna guerra prosigue durante mucho tiempo.

El despotismo y la corrupción del gobierno zaristaañadió aceite al fuego. La corte se había convertidoen un escándalo público, con el sacerdote Rasputín co-

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rrompiendo a la emperatriz, y mediante su influenciasobre ella y, sobre el zar controlando los asuntos del Es-tado. Las intrigas, el soborno y toda forma de venalida-des cundían. Los fondos del ejército eran robados poraltos oficiales, y con frecuencia se obligaba a que lossoldados entrasen en el combate sin municiones y per-trechos suficientes. Sus botas tenían suelas de papel ymuchos no tenían botas de ninguna clase. Se rebelaronalgunos regimientos; otros rehusaron combatir. Cadavez con mayor frecuencia los soldados fraternizabancon el «enemigo», jóvenes como ellos, que tenían ladesgracia de haber nacido en un país diferente y que,como los rusos, habían recibido la orden de ir a la gue-rra sin saber por qué debían disparar o morir. Muchosabandonaron sus armas y volvieron a casa. Allí refirie-ron a la gente las terribles condiciones del frente, lacarnicería inútil, la miseria y el desastre. Contribuye-ron a incrementar el descontento de las masas y en-tonces se comenzaron a oír voces contra el zar y surégimen.

Día a día fue creciendo este sentimiento; se atizóhasta convertirse en una llamada por los impuestoscrecientes y la gran miseria, por la escasez de alimen-tos y de provisiones.

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En febrero de 1917 estalló la revolución. Como sue-le ocurrir en casos semejantes, los poderes existentesestaban aquejados de ceguera. El autócrata y susminis-tros, los aristócratas y sus consejeros, todos creyeronque se trataba de un asunto de algunos desórdenes ca-llejeros, de huelgas y de tumultos en demanda de pan.Se imaginaban seguros en la silla. Pero los «desórde-nes» proseguían, extendiéndose a todo el país, y en-tonces el zar se vio obligado a dejar el trono. Antes deque pasara mucho tiempo el monarca que una vez fuepoderoso fue arrestado y exiliado a Siberia, donde élmismo había enviado anteriormente a miles a la muer-te, y donde él y toda su familia encontraron posterior-mente su condena.2 Fue abolida la autocracia rusa. LaRevolución de febrero contra el gobierno más podero-so de Europa se llevó a cabo sin disparar un fusil.

«¿Cómo se pudo realizar tan fácilmente?», pregun-tas extrañado.

El régimen de los Romanov era un absolutismo; Ru-sia bajo los zares era el país más esclavizado de Europa.El pueblo prácticamente no tenía derechos. El capri-cho del autócrata era supremo, las órdenes de la poli-

2 Ejecutado por los bolcheviques en Ekaterinburg, Siberia,en 1918. (N. de T.).

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cía era la ley suprema. Las masas vivían en la pobrezay sufrían la mayor opresión. Anhelaban la libertad.

Durante más de cien años trabajaron los libertariosy los revolucionarios en Rusia para minar el régimende tiranía, para ilustrar el pueblo y para alzarlos a larebelión contra su sujeción. La historia de ese movi-miento está repleta de la entrega y la dedicación delos mejores hombres y mujeres. Miles, incluso cientosde miles, se alinearon a lo largo del camino del Gól-gota, llenando las cárceles, torturados y destrozadoshasta la muerte en los parajes inhóspitos y helados deSiberia. Comenzando con el intento de los decembris-tas por conseguir una constitución, hace más de cienaños, durante todo el siglo los fuegos de la libertad semantuvieron encendidos por el heroico autosacrificiode los nihilistas y de los revolucionarios. La historiade ese gran martirio no tiene igual en los anales delhombre.

Aparentemente se trataba de una lucha perdida,pues la negación completa de la libertad hacía prác-ticamente imposible para los pioneros de la libertadalcanzar al pueblo, ilustrar a las masas. El zarismo es-taba bien protegido por su numerosa policía y por losservicios secretos, lo mismo que por la Iglesia oficial,la prensa y la escuela, que adiestraban al pueblo a la

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servidumbre abyecta frente al zar y a la obediencia in-condicional a «la ley y el orden». Castigos extremoscaían sobre cualquiera que se atrevía a expresar unsentimiento liberal; las leyes más severas castigabanincluso el intento de enseñar a los campesinos a leer yescribir. El gobierno, la nobleza, los clérigos y la bur-guesía, todos se unían, como es habitual, para supri-mir y aplastar hasta el menor esfuerzo por ilustrar alas masas. Privados de cualquier medio de difundir susideas, los elemento liberales en Rusia fueron empuja-dos a la necesidad de emplear la violencia contra latiranía bárbara, de recurrir a actos de terror con el findemitigarmediante esosmedios, incluso en una exten-sión pequeña, el gobierno del despotismo, y al mismotiempo para obligar a que se dirigiera la atención desu país y del mundo en general a las condiciones inso-portables. Fue esta necesidad trágica la que hizo sur-gir en Rusia las actividades terroristas, convirtiendo alos idealistas, para quienes la vida humana es algo sa-grado, en ejecutores de tiranos. Eran nobles por natu-raleza, esos hombres y mujeres que voluntariamente,incluso con avidez, dieron sus vidas por quitar el te-rrible yugo del pueblo. Como brillantes estrellas en elfirmamento de una larga lucha entre la opresión y la li-bertad, se encuentran los nombres de Sofía Perovskaia,

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Kibaltchitch, Grinesvitski, Sasonov y otros innumera-bles mártires, conocidos y desconocidos, de la Rusiamás oscura.

Fue una lucha de lo más desigual, aparentementeuna batalla sin esperanza. Pues los revolucionarios noeran sino un puñado contra el poder casi ilimitado delzarismo con sus grandes ejércitos, su numerosa poli-cía, sus departamentos especiales de espías políticos,su conocido Tercer departamento, la ojrama secreta,su sistema universal de porteros en las casas como ayu-dantes de la policía, y con todos los otros grandes re-cursos de un vasto país de una población de más decien millones.

Una lucha perdida. Y, sin embargo, el espléndidoidealismo de la juventud rusa, particularmente del ele-mento estudiantil, su entusiasmo invencible y su con-sagración a la libertad no fueron en vano. El pueblosalió vencedor, como en último término le ocurre siem-pre en la lucha de la luz contra las tinieblas. ¡Qué lec-ción para el mundo, qué estímulo para el débil de es-píritu, qué esperanza encierra para el ulterior avance,que nunca se detiene, de la humanidad, a pesar de to-das las tiranías y de todas las persecuciones!

En 1905 estalló la primera revolución en Rusia. Laautocracia era todavía fuerte, y el levantamiento de las

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masas fue aplastado, aunque no sin haber obligado alzar a conceder ciertos derechos constitucionales. Peroel gobierno se vengó ferozmente, incluso de esas pe-queñas concesiones. Cientos de revolucionarios paga-ron por ellas con sus vidas, miles fueron encarceladosy otros muchos miles fueron condenados a Siberia.

De nuevo se tomó un respiro el despotismo y se sin-tió seguro contra el pueblo. Pero no por mucho tiempo.Se puede suprimir el hambre por la libertad durante untiempo; sin embargo nunca se puede examinar. El ins-tinto natural del hombre está en favor de la libertad yningún poder sobre la tierra puede conseguir aplastar-lo por mucho tiempo.

Doce años depuse, un período de tiempo muy cortoen la vida de un pueblo, llegó otra revolución, la de fe-brero de 1917. Probó que el espíritu de 1905 no estabamuerto, que el precio pagado por él en vidas humanas,no había sido en vano. Se ha dicho con verdad que lasangre de los mártires alimenta el árbol de la libertad.El trabajo y el autosacrificio de los revolucionarios ha-bía dado su fruto. Rusia había aprendido mucho de lapasada experiencia, como lo mostraron los aconteci-mientos subsiguientes.

El pueblo había aprendido. En 1905 habían pedidotan sólo cierta mitigación del despotismo, algunas pe-

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queñas libertades políticas; ahora pedían la completaabolición del dominio tiránico.

La Revolución de febrero hizo sonar el tañido amuerto del zarismo. Fue la revolución menos sangrien-ta de toda la historia. Como lo expliqué antes, inclusoel poder de los gobiernos más fuertes se evapora co-mo el humo en el momento en que el pueblo rehúsareconocer su autoridad, inclinarse ante él y le niegasu apoyo. El régimen de los Romanov fue conquistadocasi sin lucha, cosa muy natural, puesto que el puebloentero se había cansado de su mando y había decidi-do que era nocivo y superfluo, y que el país se encon-traría mejor sin él. La agitación incesante y el traba-jo educacional llevado a cabo por los elementos revo-lucionarios (los socialistas de diversos grupos, inclu-yendo a los anarquistas) había enseñado a las masasa comprender que el zarismo tenía que ser suprimido.Este sentimiento se había extendido tanto que inclu-so el ejército —el grupo más ignorante en Rusia, comoen cualquier otro país— había perdido la fe en las con-diciones existentes. El despotismo le venía estrecho alpueblo; el pueblo se había liberado a sí mismo en sumente y en su espíritu de él, y por ello consiguió lafuerza y la posibilidad de liberarse a sí mismo de modoreal, de modo físico.

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Es esa la razón por la que el todopoderoso autócratano pudo encontrar ya apoyo en Rusia; no, ni siquieraun solo regimiento que lo protegiese. El gobierno máspoderoso de Europa se vino abajo como un castillo denaipes.

Ocupó el lugar del zar un gobierno temporal, un go-bierno provisional. Rusia era libre.

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XV. Entre febrero y octubre

Recuerdo que asistí a un gran mitin masivo en Ma-dison Square Garden, en Nueva York, convocado pa-ra celebrar el destronamiento del zar. La enorme salaestaba abarrotada con veinte mil personas llevadas ala cumbre más alta del entusiasmo. «¡Rusia es libre!»,comenzó el orador principal. Un verdadero huracánde aplausos, gritos y hurras saludó la declaración es-to continuó durante varios minutos, estallando una yotra vez. Pero cuando el auditorio se calmó y el ora-dor estaba a punto de proseguir, surgió una voz de lamultitud:

«Libre, ¿para qué?».

No hubo respuesta. El orador continuó su arenga.Los rusos son un pueblo simple e ingenuo. Al no ha-

ber tenido nunca derechos constitucionales, no teníaninterés alguno por la política y no estaban corrompi-

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dos por ella. Sabían poco de congresos y de parlamen-tos, y se preocupaban menos de ellos.

«Libre, ¿para qué?», se preguntaban.«Estás libre del zar y de la tiranía», le decían.Eso estaba muy bien, pensaban ellos. «¿Pero qué pa-

sa con la guerra?», preguntaba el soldado. «¿Qué pasacon la tierra?», exigía el campesino. «¿Qué pasa conuna existencia decente?», instaba el proletario. Comoves, amigo mío, esos rusos estaban tan «poco educa-dos» que no se contentaban precisamente con estarlibre de algo; querían ser libres para algo, libres parahacer lo que deseaban. Y lo que ellos deseaban era unaposibilidad de vivir, de trabajar y de disfrutar de losfrutos de su trabajo. Es decir, deseaban el acceso a latierra, de modo que pudieran sacar alimento para ellosmismos; deseaban el acceso a las minas, a los talleresy a las fábricas, de modo que pudieran producir lo queellos necesitaban. Pero bajo el gobierno provisional, lomismo que bajo los Romanov, esas cosas pertenecíana los ricos; seguían siendo «propiedad privada».

Como digo, el sencillo ruso no sabía nada de polí-tica, pero sabía exactamente lo que quería. No perdiótiempo en dar a conocer sus deseos estaba determina-do a conseguirlos. Los soldados y los marineros esco-gieron portavoces de entre ellos mismos para presen-

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tar al gobierno provisional su demanda de terminarla guerra. Sus representantes se organizaron ellos mis-mos como consejos de soldados, denominados en Ru-sia soviet. Los campesinos y los obreros de ciudad hi-cieron lo mismo. De esta forma, cada rama del ejércitoy de la armada, cada distrito agrícola e industrial, in-cluso cada fábrica, estableció sus propios soviets. Conel transcurso del tiempo los diversos soviets formaronel Soviet para toda Rusia de los diputados de los obre-ros, soldados y campesinos, que tenía sus sesiones enPetrogrado.

Mediante los soviets el pueblo comenzó afectiva-mente a expresar sus demandas.

El gobierno provisional, el nuevo régimen «liberal»,bajo la dirección de Miliukov, no les prestó atención.Es característico de todos los partidos políticos porigual que, una vez en el poder, se hacen oído sordoa las necesidades y a los deseos de las masas. El go-bierno provisional no fue diferente en esto de la auto-cracia zarista. No consiguió comprender el espíritu dela época, y creyó estúpidamente que unas pocas refor-mas pequeñas satisficieran al país. Se mantuvo ocupa-do charlando y discutiendo, proponiendo nuevos de-cretos y promulgando más legislación, pero no eranleyes lo que quería el pueblo. Ellos deseaban la paz,

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mientras que el gobierno insistía en continuar la gue-rra. Ellos gritaban en busca de tierra y de pan, pero loque conseguían era más leyes.

Si la historia enseña algo, su lección más clara esque no puedes desafiar o resistir la voluntad de todoun pueblo. Puedes reprimirla por un momento, conte-ner la ola de protesta popular, pero tanto más violenta-mente se enseñará a la tormenta cuando llegue. Enton-ces derribará todo obstáculo, barrerá toda oposición, ysu punto álgido la llevará más lejos que su intenciónoriginal.

Esa ha sido la historia de todo gran conflicto, de cadarevolución.

Recuerda la Guerra americana por la independencia,por ejemplo. La rebelión de las colonias contra GranBretaña comenzó con la negación a pagar el impuestodel té que exigía el gobierno de Jorge III. La objecióncomparativamente sin importancia al «impuesto sinrepresentación», al encontrarse con la oposición delrey, tuvo como resultado una guerra y terminó en laliberación completa de las colonias americanas del do-minio inglés. De este modo nació la república de losEstados Unidos.

De modo similar, la Revolución francesa comenzócon la demanda de pequeñas mejoras y reformas. La

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negación de Luis XVI a prestar oído a la voz popularle costó no sólo su trono sino también su cabeza, ytrajo consigo la destrucción del sistema feudal enteroen Francia.

Así creyó el zar Nicolás II que unas pocas conce-siones insignificantes detendrían a la revolución. Tam-bién el pagó por su estupidez con su corona y con suvida. La misma suerte corrió el gobierno provisional.Por eso dijo un hombre inteligente que «la historia serepite». Siempre ocurre así con el gobierno.

El gobierno provisional consistía en su mayoría enhombres conservadores que no comprendían al pue-blo y que se encontraban muy distantes de sus nece-sidades. Las masas pedían la paz antes que nada. Elgobierno provisional, bajo la dirección de Miliukov ydespués bajo Kerensky, estaba dispuesto a continuarla guerra incluso frente al descontento general y al se-rio derrumbamiento de la vida industrial y económicadel país. El oleaje creciente de la revolución lo barreríapronto; el soviet de los diputados de obreros y solda-dos se estaba preparando para tomar los asuntos ensus propias manos.

Mientras tanto el pueblo no esperaba. Los soldadosen el frente ya habían decidido ellos mismo abando-nar la guerra como una matanza innecesaria e inútil.

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Por centenares de miles estaban dejando los camposde combate y estaban volviendo a casa a sus granjas yfábricas. Allí comenzaron a poner en efecto los objeti-vos reales de la revolución. Pues para ellos la revolu-ción no significaba constituciones impresas y derechosen el papel, sino la tierra y el taller. Entre junio y oc-tubre de 1917, mientras el gobierno provisional seguíadiscutiendo interminablemente «reformas», los cam-pesinos comenzaban a confiscar las fincas de los gran-des terratenientes y los obreros tomaban posesión delas industrias.

Esto se denominaba expropiación de la clase capita-lista, es decir, privar a los amos de las cosas que notenían derecho a monopolizar, las cosas que se habíanapoderado de la clase trabajadora, del pueblo.

De esta manera, se expropio la tierra de los terrate-nientes, las minas y las fábricas de sus «propietarios»,los almacenes de los especuladores. Los obreros y loscampesinos se hicieron cargo de todomediante sus sin-dicatos y organizaciones agrarias.

El gobierno «liberal» de Miliukov había insistido enmantener la guerra, porque deseaban los aliados. El go-bierno «revolucionario» de Kerensky permaneció tam-bién sordo a las demandas populares. Aprobó normasdrásticas contra la «no autorizada» toma de la tierra

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por parte de los campesinos. Kerensky hizo todo loque estaba en su poder para mantener al ejército enel frente e incluso volvió a introducir la pena de muer-te por «deserción». Pero el pueblo ignoraba ahora algobierno.

De nuevo probó la situación que el poder real deun país se encuentra en las manos de las masas, de losque luchan, trabajan y producen, y no en ningún parla-mento o gobierno. Kerensky en una ocasión fue el ído-lo adorado de Rusia, más poderoso que cualquier zar.Sin embargo, perdió su autoridad, cayó su gobierno,y él mismo tuvo que huir para salvar su vida, cuandoel pueblo se dio cuenta de que no estaba sirviendo asu causa. Mientras que todavía era la cabeza del go-bierno provisional, el poder efectivo comenzó a pasaral Soviet de Petrogrado, la mayoría de cuyosmiembroseran obreros, campesinos y soldados revolucionarios.

En el soviet estaban representados puntos de vistadiversos e incluso opuestos, como es inevitable en loscuerpos que componen de clases diferentes de pobla-ción con sus intereses particulares. Pero el influjo ma-yor de tales circunstancias lo ejercen siempre aquellosque expresan los sentimientos y las necesidades másprofundas del pueblo. Por consiguiente, los elementosmás revolucionarios en el soviet gradualmente se ga-

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naron el dominio, pues ellos expresaban los verdade-ros deseos y las aspiraciones de las masas.

Había algunos en el soviet que sostenían que erauna constitución, algo como la de los Estados Unidos,todo lo que necesitaba Rusia para alcanzar la libertad yel bienestar. Aseguraban que el capitalismo era correc-to: tiene que haber amos y siervos, ricos y pobres; elpueblo tendría que estar satisfecho con los derechos ylas libertades que le concedería un gobierno democrá-tico. Estos eran los demócratas constitucionales deno-minados brevemente en Rusia cadetes. Ellos perdieronrápidamente su influjo, porque los «ingenuos» obre-ros y campesinos rusos sabían que no eran derechos ylibertades en el papel lo que ellos deseaban, sino unaposibilidad de trabajar y disfrutar de los frutos de sutrabajo. Señalaban a América con su constitución y sudeclaración de independencia, y decían que ellos nodeseaban la injusticia, la corrupción y la esclavitud asa-lariada que existían constitucionalmente en ese país.

Los siguientes elementos liberales eran los socialde-mócratas, conocidos comomencheviques. Como socia-listas creían en la abolición del capitalismo, pero decla-raban que no era el momento oportuno para hacer larevolución. ¿Por qué no? Porque no era una revoluciónproletaria, según pretendían ellos, aunque pareciese

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así. Mantenían que no podía ser una revolución socialy, por consiguiente, no alteraría las condiciones econó-micas fundamentales del país. De acuerdo con ellos setrataba tan sólo de una revolución burguesa, una revo-lución política, y como tal haría tan sólo cambios po-líticos. No podía ser otra cosa que una revolución bur-guesa, según argumentaban losmencheviques, porque¿no había enseñado el gran Karl Marx que una revo-lución proletaria podía tener lugar tan sólo en un paísdonde el capitalismo hubiera alcanzado su estadio másalto de desarrollo? Rusia estaba industrialmente atra-sada y, por consiguiente, sería contra la enseñanza deMarx considerar la revolución proletaria allí. Por estarazón el capitalismo tenía que permanecer en Rusia ytenía que dársele una oportunidad de madurar, antesde que el pueblo pudiera pensar en abolir la esclavitudasalariada.

Los socialdemócratas tenían muchos partidarios en-tre los trabajadores de Rusia, y muchos sindicatos eranmencheviques. Pero el argumento de que la revoluciónno era proletaria sólo porque Marx cincuenta años an-tes dijo que no podía serlo, no le llamó la atención a lostrabajadores. Ellos habían hecho la revolución, elloshabían luchado y derramado su sangre por ella. Elloshabían arrojado al zar y a su camarilla, y estaban aho-

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ra expulsando a sus amos industriales, aboliendo deeste modo la esclavitud asalariada y el capitalismo. Nopodían ver por qué no serían capaces de hacer lo queestaban efectivamente haciendo, sólo porque uno queestaba muerto hacía mucho tiempo había creído queno se podía hacer. El razonamiento de los líderes socia-listas era demasiado «científico» para ellos. Su sentidocomún les decía que era puro desatino, y los menche-viques perdieron a la mayoría de sus partidarios entrelos trabajadores.

Otro partido político se denominaban socialistas re-volucionarios. A este partido pertenecían muchos delos terroristas que habían actuado contra el zarismo enel pasado. Los socialistas revolucionarios tenían nume-rosos partidarios, principalmente entre la poblaciónagrícola. Pero se les alienaron al tomar una postura enfavor de la continuación de la guerra, cuando el país es-taba en contra de ella. Esta actitud causó también unadivisión en el partido, siendo conocidos los elementosconservadores como los socialistas revolucionarios dederecha, mientras que la facciónmás revolucionaria sedenomino a sí misma socialistas revolucionarios de iz-quierda. Estos últimos, conocidos porMaria Spiridono-va, que había sufrido muchos años de encarcelamientoen Siberia bajo el zar, defendían la terminación de la

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guerra y consiguieron una cantidad muy considerablede partidarios, particularmente entre las clases campe-sinas más pobres.

El elemento más radical en Rusia eran los anarquis-tas, que exigían la paz inmediata, tierra libre para elcampesino y la socialización de los medios de produc-ción y de distribución. Ellos deseaban la abolición delcapitalismo y de la esclavitud asalariada, iguales dere-chos para todos y privilegios especiales para nada. Latierra, las fábricas e industrias, la maquinaria de pro-ducción y los medios de distribución tenía que con-vertirse en posesión de todo el pueblo. Cada perso-na capaz tenía que trabajar de acuerdo con su capa-cidad y recibir de acuerdo con sus necesidades. Teníaque haber una libertad plena para cada uno y un usoen común sobre la base de los intereses mutuos. Losanarquistas previnieron al proletariado contra la dele-gación de poder a cualquier gobierno o contra el he-cho de colocar en la autoridad a un partido político.Ellos decían que cualquier gobierno ahogaría la revo-lución y privaría a los trabajadores de los resultadosque habían conseguido. La vida y el bienestar de unpaís dependían de la economía y no de la política, se-gún argüían ellos. Es decir, lo que desea el pueblo esvivir, trabajar y satisfacer sus necesidades. Pues lo que

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se necesita es esto, unmanejo sensato de la industria, yno política. Insistían en que la política es un juego paradominar y gobernar a los hombres, no para ayudarlesa vivir. En resumen, los anarquistas aconsejaron a lostrabajadores que no permitieran que nadie se convir-tiera de nuevo en el amo de ellos, que abolieran el go-bierno político y que dirigieran sus asuntos agrícolas,industriales y sociales por el bien de todos, en lugar dehacerlos para el beneficio de los gobernantes y de losexplotadores. Exhortaban a las masas a que apoyarana los soviets y a que cuidaran de sus propios interesesmediante sus propias organizaciones.

Sin embargo, los anarquistas eran comparativamen-te pocos en número. Pues los elementos más avanza-dos y revolucionarios habían sido perseguidos por elrégimen zarista incluso más duramente que los socia-listas. Muchos de ellos habían sido ejecutados, otrosencarcelados y sus organizaciones habían sido supri-midas como ilegales. Era muy peligroso pertenecer alos anarquistas, y su trabajo educativo era extremada-mente difícil. Por ello los anarquistas no eran fuertes yno pudieron ejercer mucha influencia en el pueblo engeneral, en un país de 120 millones de habitantes.

Pero tenían una gran ventaja en que su idea apelabaa los instintos sanos y al sentido común de las masas.

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Hasta donde llegaban su capacidad y su poder limita-do, los anarquistas estimulaban la demanda por la paz,la tierra y el pan, y contribuyeron activamente a llevara cabo esas demandas mediante la expropiación direc-ta y la formación de una vida comunal libre.

Había otro partido político en Rusia que era muchomás numeroso y estabamejor organizado que los anar-quistas. Ese partido comprendió el valor de las ideasanarquistas y se puso a trabajar para llevarlas a cabo.

Se trata de los bolcheviques.

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XVI. Los bolcheviques

¿Quiénes eran los bolcheviques y qué querían? Has-ta el año 1903, los bolcheviques eranmiembros del par-tido socialista ruso; es decir, eran socialdemócratas, se-guidores de Karl Marx y de sus enseñanzas. En ese añoel partido socialdemócrata obrero de Rusia se escindiósobre la cuestión de la organización y de otros asun-tos menores. Bajo la dirección de Lenin, la oposiciónformó un nuevo partido, que se denomino a sí mismobolchevique. Al viejo partido se le conoció como men-chevique.1

Los bolcheviques eran más revolucionarios que elpartido madre del que se separaron. Cuando estalló laguerra mundial, no traicionaron la causa de los traba-jadores y no se unieron a los patrioteros, como hizola mayoría de los otros partidos socialistas. Hay que

1 De la palabra rusa bolshe, que significa «más» o «mayo-ría»; menshe significa «menos». (N. de A.).

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decir en su favor que, como la mayoría de los anar-quistas y de los socialistas revolucionarios de izquier-da, los bolcheviques se opusieron a la guerra sobre labase de que el proletariado no tenía interés alguno endisputas entre grupos capitalistas en conflicto. Cuandocomenzó la Revolución de febrero, los bolcheviques sedieron cuenta de que unos cambios políticos tan sólono harían bien alguno, no solucionarían los problemaslaborales y sociales. Sabían que colocar un gobierno enlugar de otro no resolvería el asunto. Lo que se necesi-taba era un cambio radical, un cambio fundamental.

Aunque eran marxistas, como sus hermanastros losmencheviques (creyentes de las teorías de Karl Marx),los bolcheviques no estaban con los mencheviques ensu actitud para con la gran sublevación. Desdeñaban laidea de que Rusia no podía tener una revolución prole-taria, porque la industria capitalista no se había desa-rrollado allí hasta sus posibilidades más plenas. Se die-ron cuenta de que lo que estaba teniendo lugar no erameramente un cambio político burgués. Sabían que elpueblo no estaba satisfecho con la abolición del zar yque no se contentaba con una constitución. Vieron quelas cosas se estaban desarrollandomás lejos. Compren-dieron que la toma de posesión de la tierra por partedel campesinado y la creciente expropiación de las cla-

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ses proletarias no significaba «reforma». Al estar máscerca de las masas que los mencheviques, los bolche-viques sintieron el pulso popular y juzgaron con máscorrección el espíritu y el objetivo de los tremendosacontecimientos. Fue antes que nadie Lenin, el líderbolchevique, el que creyó que se acercaba el momentocuando él y su partido podían agarrar las riendas delgobierno y establecer el socialismo sobre la base delplan bolchevique.

El socialismo bolchevique significaba apoderarsedel poder político los bolcheviques en nombre del pro-letariado. Estaban de acuerdo con los anarquistas enque el comunismo sería el mejor sistema económico;es decir, la tierra, la maquinaria de producción y dis-tribución, y todos los servicios públicos deberían serposeídos en común, excluyendo la posesión privada enesas cosas. Peromientras que los anarquistas deseabanque los propietarios fueran el pueblo como un todo, losbolcheviques sostenían que todo debería estar en ma-nos del Estado, lo que significaba que en gobierno nosólo sería el dirigente político del país, sino tambiénsu amo industrial y económico. Los bolcheviques o co-momarxistas, creían en un gobierno fuerte para dirigirel país, con poder absoluto sobre las vidas y las fortu-nas del pueblo. En otras palabras, la idea bolchevique

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era una dictadura, y una dictadura que estuviera en lasmanos de ellos mismos, de su partido político.

A una estructura así la denominaban «dictadura delproletariado», porque su partido, según decían ellos,representaba el elemento mejor y principal, la van-guardia de la clase obrera, y su partido debería ser, enconsecuencia, el dictador en nombre del proletariado.

La gran diferencia entre los anarquistas y los bolche-viques era que los anarquistas deseaban que las masasdecidieran y dirigieran sus asuntos por ellos mismos,mediante sus propias organizaciones, sin recibir órde-nes de ningún partido político. Deseaban la libertadreal y la cooperación voluntaria en una propiedad con-junta. Por consiguiente, los anarquistas se denomina-ban a sí mismos comunistas libres o anarquistas comu-nistas, mientras que los bolcheviques eran comunistasautoritarios2, comunistas gubernamentales o comunis-tas estatales. Los anarquistas no deseaban que ningúnEstado mandase al pueblo, porque un mando así, co-mo argüían, significa siempre la tiranía y la opresión.Los bolcheviques, por otra parte, mientras repudiabanel Estado capitalista y la dictadura burguesa, deseabansu Estado y su dictadura, es decir, de su partido.

2 La palabra que emplea el autor es compulsory (obligatorio,

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Por consiguiente, puedes ver que entre los anarquis-tas y los bolcheviques existe toda la diferencia delmun-do. Los anarquistas se oponen a todo gobierno; los bol-cheviques están muy a favor del gobierno, con tal queese gobierno estuviese en sus manos. «No están encontra del palo grande», como le gustaba decir a uninteligente amigo mío, «ellos desean tan sólo encon-trarse en su extremo correcto».

Pero los bolcheviques se dieron cuenta de que lospuntos de vista y los métodos defendidos por los anar-quistas eran sólidos y prácticos, y que únicamente ta-les métodos podían asegurar el éxito de la revolución.Ellos decidieron hacer uso de las ideas anarquistas pa-ra sus propios objetivos. De este modo ocurrió que,aunque los anarquistas eran ellos mismos demasiadodébiles en número para alcanzar a las masas, consi-guieron influenciar a los bolcheviques, que comenza-ron entonces a defender los métodos y las tácticasanarquistas, pretendiendo, por supuesto, que eran su-yos.

Pero no eran suyos. Podrías decir que no importaquién defiende o ayuda a llevar a cabo una idea quebeneficia al pueblo. Pero si piensas un poco en ello, te

compulsivo). (N. de T.).

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darás cuenta que importa mucho, como lo prueba lahistoria y particularmente la historia de la revoluciónrusa.

Importa, porque todo depende del de losmotivos, delobjetivo y del espíritu en que se lleva a cabo algo. Inclu-so la mejor idea se puede aplicar de tal forma que pro-duzca mucho daño. Pues las masas, enardecidas por lagran idea, pueden dejar de darse cuenta de cómo, enqué manera y mediante qué medios se está llevando acabo. Pero si se lleva a cabo con un espíritu equivoca-do o mediante medios falsos, incluso la idea más nobley más hermosa se puede convertir en la ruina del paísy de su pueblo.

Esto es precisamente lo que ocurrió en Rusia. Losbolcheviques defendieron y en parte llevaron a caboideas anarquistas, pero los bolcheviques no eran anar-quistas y no creían en su corazón en esas ideas. Las usa-ban para sus propios objetivos, objetivos que no erananarquistas, que en realidad eran antianarquistas, con-trarios a la idea anarquista. ¿Cuáles eran los objetivosbolcheviques?

La idea anarquista era suprimir la opresión de cual-quier clase, abolir el dominio de una clase sobre otra,sustituir el dominio del hombre por el hombre por laadministración de las cosas, garantizar la libertad y el

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bienestar para todos. Los métodos anarquistas estabancalculados para producir un resultado así.

Los bolcheviques utilizaron losmétodos anarquistaspara un objetivo enteramente distinto. No deseabanabolir la dominación política y el gobierno, tan sólopretendían ponerlos en sus propias manos. Su objetivoera, como ya se ha explicado, ganar el control del poderpolítico mediante su partido y establecer una dictadu-ra bolchevique. Es necesario tener esto muy claro paracomprender lo que sucedió en la revolución rusa y porqué la «dictadura del proletariado» se convirtió prontoen una dictadura bolchevique sobre el proletariado.

Pronto después de la Revolución de febrero, comen-zaron los bolcheviques a proclamar los principios y lastácticas anarquistas. Entre éstos se encontraban la «ac-ción directa», la «huelga general», la «expropiación»y semejantes modos de acción por las masas. Comohe dicho, los bolcheviques como marxistas no creíanen tales métodos. Al menos no habían creído en elloshasta la revolución. Durante años los socialistas ante-riormente y en todas partes, incluyendo a los bolche-viques, habían ridiculizado la defensa anarquista de lahuelga general como el arma más fuerte de los trabaja-dores en su lucha contra la explotación capitalista y laopresión del gobierno. «La huelga general es un desa-

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tino general» era el grito de guerra de los socialistascontra los anarquistas. Los socialistas no deseaban quelos trabajadores recurrieran a la acción directa de ma-sas y a la huelga general, porque esto podría conducira la revolución y a coger las cosas con sus propias ma-nos. Los socialistas no deseaban ninguna acción revo-lucionaria independiente por parte de las masas. Ellosdefendían la actividad política. Deseaban que los traba-jadores los pusiesen a ellos, los socialistas, en el poder,de modo que ellos pudieran hacer la «revolución».

Si ojeas los escritos socialistas de los últimos cuaren-ta años, te convencerás de que los socialistas estabansiempre en contra de la huelga general y de la accióndirecta, lo mismo que se oponían a la expropiación y alsindicalismo revolucionario, que es otro nombre paralos soviets de los trabajadores. Los congresos socialis-tas aprobaron resoluciones drásticas en contra, y losagitadores socialistas denunciaron ferozmente todasesas tácticas revolucionarias.

Pero los bolcheviques aceptaron esos métodos y co-menzaron a defenderlos con un recién nacido conven-cimiento. No, por supuesto, en el estallido de la revolu-ción, en febrero de 1917. Hicieron esto mucho después,cuando vieron que las masas no estaban contentas conmeros cambios políticos y estaban pidiendo pan en lu-

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gar de una constitución. Los acontecimientos, que sedesarrollaron con toda rapidez, de la revolución obliga-ron a los bolcheviques a alinearse con las aspiracionespopulares más radicales para no ser dejados detrás dela revolución, como les sucedió a los mencheviques, alos socialistas revolucionarios de derecha, a los demó-cratas constitucionales y a otros reformadores.

Esta aceptación bolchevique de los métodos anar-quistas fue muy repentina, pues sólo poco antes ha-bían reclamado insistentemente la Asamblea constitu-yente. Durante los meses que siguieron a la Revolu-ción de febrero estaban pidiendo la convocatoria deun cuerpo representativo para determinar la forma degobierno que Rusia iba a tener. Era correcto que losbolcheviques estuvieran a favor de la Asamblea consti-tuyente, puesto que eran marxistas y pretendían creeren el gobierno mayoritario. La Asamblea constituyen-te tenía que ser elegida por todo el pueblo y la mayoríaen la Asamblea decidiría los asuntos. Pero la razón porla que los bolcheviques agitaban en favor de la Asam-blea era porque creían que las masas estaban con ellosy que ellos, el partido bolchevique, estarían segurosde conseguir una mayoría en la Asamblea. Luego, sinembargo, apareció claro que ellos quedarían como unaminoría insignificante en ese cuerpo. Se desvaneció su

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esperanza de dominarlo. Como bueno gubernamenta-les, y creyentes en el gobierno de la mayoría, ellos de-berían haberse inclinado ante la voluntad del pueblo.Pero eso no se adaptaba a los planes de Lenin y desus amigos. Buscaron medios de obtener el control delgobierno y su primer paso fue comenzar con una cam-paña vehemente contra la Asamblea constituyente.

Con toda seguridad la Asamblea no podía aportarnada de valor al país. Era una mera máquina para char-lar, a la que le falta toda vitalidad, y que era incapazde realizar ningún trabajo constructivo. La revoluciónun hecho fuera e independiente de la Asamblea consti-tuyente, independiente de cualquier cuerpo legislativoo gubernamental. Comenzó y se estuvo desarrollandoa pesar del gobierno y de la constitución, a pesar detoda la oposición, desafiando a la ley. En todo su ca-rácter era ilegal, no gubernamental, incluso antiguber-namental. La revolución seguía los impulsos naturalessanos del pueblo, sus necesidades y aspiraciones. Ensu sentido más verdadero era anarquista en el espírituy en los hechos. Sólo los anarquistas, esos herejes fren-te a lo gubernamental, que creían en la libertad y en lainiciativa popular como la cura de los males sociales,saludaron la revolución tal como era y colaboraron porsu ulterior desarrollo y profundización, de modo que

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se pusiera la vida entera del país dentro de la esfera desu influencia.

Todos los otros partidos, incluyendo a los bolchevi-ques, tenían el único objetivo de cazar a lazo el movi-miento revolucionario y ligarlo a su vagón particularde banda. Los bolcheviques necesitaban el apoyo delas masas para arrebatar el poder político para su par-tido y proclamar la dictadura comunista. Viendo queno había esperanza alguna de realizar esto mediantela Asamblea constituyente, se volvieron contra ella, seunieron a los anarquistas en la condena a esa Asam-blea, y posteriormente la dispersaron a la fuerza. Peropuedes ver que, mientras que los anarquistas podíanhacer esto con honestidad, de acuerdo con sus ideasno gubernamentales, una acción similar por parte delos bolcheviques era una redomada hipocresía y unaastucia política.

Junto con su oposición a la Asamblea constituyente,los bolcheviques sacaron prestadas del arsenal anar-quista una serie de otras tácticas militantes. De estemodo proclamaron el gran grito de combate: «Todoel poder a los soviets», aconsejaron a los trabajadoresque ignoraran e incluso desafiaran al gobierno provi-sional y que recurrieran a la acción directa de las ma-sas para llevar a cabo sus demandas. Al mismo tiem-

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po adoptaron también los métodos anarquistas de lahuelga general y agitaron enérgicamente en favor dela «expropiación de los expropiadores».

Es importante retener en la mente que estás tácticasde los bolcheviques no eran, como ya he indicado, elresultado lógico de sus ideas, sino tan sólo un mediopara ganar la confianza de las masas con el objetivo deconseguir el dominio político. Ciertamente, esos méto-dos eran realmente opuestos a las teorías marxistas ylos bolcheviques no creían en ellos. No fue, por consi-guiente, sorprendente que, una vez en el poder, ellosrepudiaran todas aquellas ideas y tácticas antimarxis-tas.

Las consignas anarquistas proclamadas por los bol-cheviques no dejaron de conseguir resultados. Las ma-sas se estrecharon en torno a su bandera. De un parti-do con casi ninguna influencia, con sus principales lí-deres, Lenin y Zinoviev, desacreditados3 y escondidos.Con Trotsky y otros en la cárcel, se convirtieron rápi-damente en el factor más importante del movimientodel proletariado revolucionario.

Atentos a las demandas de las masas, particularmen-te a las necesidades de los soldados y de los obreros,

3 A causa de la acusación, ampliamente creída pero falsa,

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expresando sus necesidades con energía y persisten-cia, los bolcheviques se ganaron cada vez más influen-cia entre el pueblo y en los soviets, especialmente enlos de Petrogrado yMoscú. La inactividad del gobiernoprovisional y su fracaso en emprender cualquier cam-bio importante agravaron el descontento general y elresentimiento, que pronto iba a estallar en furia. El ca-rácter pusilánime del régimen de Kerensky sirvió parafortalecer las manos de los bolcheviques en los soviets.Cada día crecía más la ruptura entre estos últimos y elgobierno, desarrollándose luego en un antagonismo yen una lucha abierta.

El desamparo evidente del gobierno, la decisión deKerensky de renovar un movimiento agresivo en elfrente, junto con la reintroducción de la pena de muer-te para la deserción militar, la persecución de los ele-mentos revolucionarios y la detención de sus líderes,todo ello precipitó la crisis el 3 de julio de 19174, mi-les de obreros, soldados y marineros armados se ma-nifestaron por las calles de Petrogrado, a pesar de laprohibición del gobierno, exigiendo «todo el poder alos soviets». Kerensky intentó suprimir el movimiento

contra Lenin de que éste estaba pagado por Alemania. (N. de A.).4 16 de julio según el nuevo calendario. (N. de A.).

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popular. Incluso volvió a llamar a regimientos «fieles»del frente para dar una «lección saludable» al proleta-riado de Petrogrado. Pero todos los esfuerzos de la bur-guesía, representada por Kerensky, por los líderes so-cialdemócratas y por los socialistas revolucionarios dederecha, eran en vano para contener la creciente alea-da. Se suprimieron las demostraciones de julio, pero alcabo de poco tiempo el movimiento revolucionario ba-rrió al gobierno provisional: El soviet de Petrogrado delos soldados y los obreros, declaró abolido el gobiernoy Kerensky salvó su vida sólo huyendo disfrazado.

Las masas respaldaban el soviet de Petrogrado. Elejemplo de la capital fue seguido pronto por Moscú,extendiéndose desde ahí a todo el país.

Era el 25 de octubre5 cuando se declaró abolido elgobierno provisional, sus miembros quedaron arresta-dos y el Palacio de Invierno fue tomado por el comi-té militar revolucionario del soviet de Petrogrado. Esemismo día abrió sus sesiones el segundo Congreso delos soviets de todo Rusia. El gobierno político estabaprácticamente abolido. Todo el poder se encontraba enlas manos de los obreros, los soldados y los campesi-nos representados en el Congreso. Este último comen-

5 7 de noviembre según el nuevo calendario. (N. de A.).

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zó inmediatamente a considerar los pasos que habíaque dar para llevar acabo la voluntad de las masas: ter-minar la guerra, conseguir tierra para los campesinos,asegurar las industrias para los obreros y establecer lalibertad y el bienestar para todos.

Esta era la situación de la Revolución rusa de octu-bre de 1917. Comenzando con la abolición del zar, seamplió y desarrolló gradualmente hasta llegar a unacompleta reorganización industrial y económica delpaís. Es espíritu del pueblo y sus necesidades indica-ron el ulterior progreso de la revolución hacia la re-construcción de la vida sobre los fundamentos de lalibertad política, la igualdad económica y la justicia so-cial.

Esto se pudo realizar sólo tal como se habían rea-lizado los grandes cambios anteriores desde febrerohasta octubre: mediante el esfuerzo conjunto y la librecooperación de los obreros y los campesinos, uniéndo-se a estos últimos ahora el grueso del ejército.

Pero un desarrollo así no entraba dentro del esque-ma de los bolcheviques. Como ya se ha explicado, el ob-jetivo de ellos era establecer una dictadura manejadapor su partido. Pero una dictadura significa un dictado,la imposición de la voluntad de los gobernantes sobreel país. Los bolcheviques se sentían ahora lo suficien-

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temente fuertes coma para llevar a cabo sus objetivosreales. Prescindieron de las consignas revolucionariasy anarquistas. Declararon que tenía que haber un po-der político vigoroso para llevar a cabo el trabajo de larevolución. Bajo el disfraz de proteger al pueblo contralos monárquicos y contra la burguesía, comenzaron autilizar medidas represivas. De hecho no había en Ru-sia partidos del zar o monárquicos dignos de mención.El pueblo se había desprendido del zarismo y no habíaya posibilidad alguna para una monarquía en Rusia.En cuanto a la burguesía, nunca ha existido una clasecapitalista organizada en Rusia, tal como la tenemosen los países industriales altamente desarrollados, enlos Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia y en Ale-mania. La burguesía rusa era numéricamente pequeñay débil. Continuó existiendo de la Revolución de fe-brero sólo mediante la protección del gobierno de Ke-rensky. En el momento en que se abolió este último, laburguesía se deshizo. Nunca tuvo ni fuerza ni mediospara poder detener la confiscación de sus tierras y de

6 En el sur de Rusia (Ucrania), la burguesía ofreció algunaresistencia, pero sólo durante el gobierno de Temen Skoropadskiy Petlura, ayudado por los ejércitos aliados. En cuanto que la ayu-da extranjera fue retirada, la burguesía ucraniana también quedóindefensa. (N. de A.).

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sus fábricas por los campesinos y los obreros. Por muyextraño que pueda parecer, es un hecho que durantetodo este período de la revolución la burguesía rusa nohizo intento alguno organizado y efectivo para volvera recuperar sus posesiones.6

Considera lo distinto que hubiera sido en América.Allí los capitalistas, que son fuertes y están organiza-dos, habrían ofrecido la máxima resistencia. Habríanformado grupos de defensa para protegerse y para pro-teger a sus intereses por la fuerza de las armas. No ten-go la menor duda de ellos actuarían así, cuando las co-sas comenzaron a desarrollarse como en Rusia en 1917.Esto no quiere decir, sin embargo, que tuviesen éxito.Pero como digo, la revolución en Rusia no dio origena ninguna resistencia organizada y efectiva de la bur-guesía, por la sencilla razón de que no existía ningunaburguesía o clase capitalista real en ese país. Hubo cier-tamente intentos militares, tales como el del zarista ge-neral Kornilov para atacar Petrogrado con los cosacostraídos del frente, pero esa aventura fue tan inofensi-va, que el ejército de Kornilov se diluyó incluso antesde que alcanzase la capital. Sus hombres se pasaron

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a la guarnición revolucionaria de Petrogrado casi sindisparar un tiro.7

La cuestión es que cuando las masas están con larevolución, no se puede pensar en una resistencia decualquier enemigo que tenga éxito, ni se puede pen-sar en la posibilidad de suprimir la revolución. Esa erala situación de Rusia en octubre de 1917, cuando lossoviets tomaron el poder en sus manos.

El plan bolchevique era conseguir el control com-pleto y exclusivo del gobierno para su partido. No en-cajaba en su esquema permitir al pueblo mismo quedirigiera las cosas mediante sus organizaciones de so-viets. Mientras que los soviets tuvieran por entera lapalabra, los bolcheviques no podían conseguir su pro-pósito. Fue necesario, por consiguiente, o bien abolirlos soviets o bien ganarse el control de ellos.

Abolir los soviets era imposible. Ellos representabana las masas trabajadoras; la idea del soviet había sidoun sueño acariciado por el pueblo ruso durante siglos.Incluso en el pasado lejano Rusia tuvo soviets de dife-rentes clases, y toda la vida de las aldeas estaba cons-

7 La contrarrevolución real comenzó mucho después, cuan-do el terror bolchevique y su dictadura estaban en pleno apogeo,lo cual alienó a las masas y terminó en insurrecciones. (N. de A.).

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truida sobre el principio del soviet; es decir, sobre elderecho y representación iguales de todos los miem-bros. El antiguo mir ruso, la asamblea popular parallevar a cabo los negocios del pueblo o de la ciudad,era una de las formas de la idea soviet.

Los bolcheviques sabían que los obreros y campe-sinos revolucionarios, lo mismo que los soldados (queeran obreros y campesinos de uniforme), no apoyaríanla abolición de sus soviets.Quedaba la otra alternativade conseguir; el control de ellos. Manteniendo el prin-cipio de Lenin de que «el fin justifica los medios», losbolcheviques no se acobardaron ante cualquier méto-do para desacreditar y eliminar a los elementos revolu-cionarios de los soviets. Llevaron a cabo una campañapersistente de ataque venenoso y de detracción con elobjetivo de engañar a las masas y volverlas contra losotros partidos, particularmente contra los socialistasrevolucionarios de izquierda y contra los anarquistas.Sistemáticamente y mediante los medios más jesuíti-cos trataron de convertirse en el único poder, de modoque fueran capaces de realizar el esquema de Lenin dela «dictadura del proletariado».

Mediante tales tácticas los bolcheviques consiguie-ron finalmente organizar un soviet de comisarios delpueblo, que se convirtió en realidad en el nuevo go-

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bierno, todos sus miembros eran bolcheviques, condos excepciones sin importancia: los comisariados dejusticia y de agricultura estaban encabezados por so-cialistas revolucionarios, de izquierda. No pasó muchotiempo antes de que también fueran eliminados y re-emplazados por bolcheviques. El soviet de los comisa-rios del pueblo fue la máquina política del partido bol-chevique, que quedó ahora rebautizado como partidocomunista de Rusia.

Ya sabemos lo que defendía este partido comunistay cuáles eran sus objetivos y propósitos. Claramenteconfesó su determinación de conseguir la dominaciónexclusiva bolchevique bajo la etiqueta de la «dictaduradel proletariado».

Esto fue fatal para la revolución y para su gran obje-tivo de una reconstrucción social y económica, comolo probó la historia posterior de Rusia.

¿Por qué?

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XVII. Revolución ydictadura

Porque la revolución y la dictadura bolcheviqueeran cosas de una naturaleza enteramente diferente eincluso opuesta. Y aquí es donde la mayoría de la gentecomete el mayor error al confundir la Revolución rusacon el partido comunista, y habla de ellos como si fue-ran una sola cosa, lo cual hay que decir enfáticamenteque no es así.

Esto nos resultará claro si comparamos los objeti-vos de la revolución con los fines perseguidos por losbolcheviques.

La revolución fue un poderoso alzamiento contra laopresión y la miseria. Expresaba el anhelo de las masaspor la libertad y la justicia. Intentaba suprimir todo loquemantenía al hombre avasallado y todo lo que hacíade él un esclavo y una bestia de carga. La revolución in-

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tentaba establecer nuevas formas de vida, condicionesde igualdad y fraternidad reales.

Hemos visto ya que la revolución no era un cambiosuperficial, que no se detenía con los acontecimientosde febrero. Se había abolido el zarismo y se había rotoel poder de la autocracia, pero el resultado fue tan sólootra forma de gobierno. Las condiciones económicas ysociales seguían siendo las mismas. Sin embargo, eranprecisamente éstas las que el pueblo tenía intenciónde cambiar, por esta razón tuvo lugar la Revolución deoctubre. Su objetivo fue reconstruir del todo la vida,reconstruirla sobre unas nuevas bases socialistas.

¿Cómo había que reconstruirla? Es evidente que nose conseguiría esto echando a Romanov del palacio deKremlin y poniendo en su lugar a Lenin. Era necesarioalgo más. Era necesario dar tierra al campesino, ponerlas fábricas en manos de los obreros y de sus organi-zaciones laborales. En resumen, el objetivo de octubreera proporcionar al pueblo una oportunidad para usarla libertad política conquistada en febrero.

Por eso las masas aprovecharon la situación. Y ac-tuaron de acuerdo con ello. Comenzaron a aplicar lalibertad a sus necesidades.Querían paz y por ello detu-vieron la guerra en primer lugar. Meses después el go-bierno bolchevique firmó el tratado de Brest-Litovsk y

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llegó a una paz oficial con Alemania. Pero por lo que serefería a los ejércitos rusos, la guerra había terminadoincluso antes, sin negociaciones diplomáticas. Trotskyadmite francamente esto en su trabajo sobre la revolu-ción.1

Los obreros y campesinos rusos, temporalmente enuniformes de soldado, habían tomado el asunto en suspropias manos y habían terminado la guerra abando-nando los frentes.

De modo semejante actuaron el campesinado y elproletariado al resolver los problemas industriales yagrarios. Mientras que el gobierno provisional estabatodavía discutiendo las reformas agrarias, las masasmismas actuaron mediante sus consejos y soviets loca-les. Los campesinos cogieron la tierra que necesitabany comenzaron a cultivarla. Con un simple sentido co-mún y con la justicia popular inherente resolvieron elproblema agrario sobre el que los políticos y los legisla-dores se han estado rompiendo la cabeza durante mu-chas décadas sin resultado. Los bolcheviques, cuandollegaron al poder, «legalizaron» lo que los campesinoshabían ya realizado sin pedirle permiso a nadie.

1 León Trotsky, 1917 Moscú, 1925. (N. de A.).

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De la misma manera, los soviets de los obreros co-menzaron a resolver el problema industrial, tomandoposesión de las fábricas y de las minas, y dirigiéndo-las para el beneficio general en lugar de hacerlo parael beneficio de los «propietarios». Esa fue la aboliciónefectiva del capitalismo y de la esclavitud asalariada,mucho antes de que el gobierno bolchevique declarara«legalmente» finalizada la propiedad capitalista.

Todos los otros problemas de la vida diaria de la re-volución se estaban resolviendo de unmodo semejantemediante la actividad práctica y directa de las mismasmasas. Las organizaciones cooperativas unieron a laciudad y al campo para el intercambio de productos;los comités de viviendas se preocuparon de la cuestiónde la vivienda; los comités de calles y de distritos que-daron organizados para la seguridad de la ciudad y seformaron otros cuerpos voluntarios para la defensa delos intereses del pueblo y para la defensa de la revolu-ción.

Las exigencias de la situación orientaban los esfuer-zos de las masas; la libertad de acción ponía en juegola iniciativa, y las necesidades del pueblo daban formaa sus capacidades creadoras de acuerdo con las necesi-dades del momento.

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Estas actividades colectivas constituían la revolución.Ellas eran la revolución. Pues la «revolución no es unacosa vaga sin significado y objetivo definidos; tampo-co significa el cambio de la escena política o una nue-va legislación». La revolución efectiva no tuvo lugar nien febrero ni en octubre, sino entre esos meses. Con-sistió en la libre acción e interacción de las energíasy esfuerzos revolucionarios del pueblo, consistió en lainiciativa popular y en el trabajo creador independien-tes, inspirados por la necesidad común y los interesesmutuos.

Ese fue el espíritu y la tendencia de la gran sacudidaeconómica y social de Rusia. Resolvió los problemassegún iban surgiendo, sobre la base de la libertad y dela libre cooperación.

Este proceso de la revolución lo detuvo en su desa-rrollo el partido comunista al apoderarse del poder po-lítico y al constituirse en un nuevo gobierno.

Acabamos de ver lo que fue el objetivo de la revo-lución; sabemos lo que deseaban las masas de Rusia ylos medios que utilizaban para conseguirlo.

Los objetivos de los bolcheviques como partido po-lítico eran, por otra parte, de una naturaleza entera-mente diferente. Como lo admitían francamente ellosmismos, su fin inmediato era una dictadura; es decir, la

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formación de un poderoso estado bolchevique que de-bería dirigir la vida y las actividades del país de acuer-do con los puntos de vista y las teorías del partido co-munista.

Para tributarle a los bolcheviques el reconocimien-to debido, permíteme decir aquí mismo que nunca hu-bo un partido político más dedicado a su causa, másincondicional en sus esfuerzos por llevarla adelante,más determinado y enérgico en conseguir sus objeti-vos. Pero, esos objetivos eran enteramente ajenos a larevolución y se oponían a sus necesidades reales. Eranen realidad tan contrarios al espíritu y a los fines de larevolución que su consecución significaba la destruc-ción de la revolución misma.

No hay duda de que los bolcheviques pensaban real-mente que sólo mediante su dictadura podría Rusiaconvertirse en un paraíso socialista para los obrerosy los campesinos.

Ciertamente, como marxistas no podían ver las co-sas de otra manera. Por ser creyentes en un Estadotodopoderoso, ellos no tenían confianza alguna en elpueblo; no tenía fe en la iniciativa y en la capacidadcreadora de los trabajadores. Desconfiaban de ellos co-mo de una «turba abigarrada que ha de ser obligadaa la libertad». Estaban de acuerdo con la cínica máxi-

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ma de Rousseau de que las masas «pueden ser hechaslibres sólo por compulsión».

«La compulsión proletaria en todas sus formas»,escribía Bujarin, el teórico comunista más destacado,«comenzando por la ejecución sumaria y terminandopor el trabajo forzado es, por muy paradójico que pue-da sonar, un método de remodelar el material humanode la época capitalista transformándolo en una huma-nidad comunista».

Ese era el evangelio bolchevique; fue la actitud deun partido que creía que podía dirigir una revoluciónmediante las órdenes de un comité central.

Lo que siguió fue el resultado lógico de la idea bol-chevique.

Pretendiendo que sólo la dictadura de su partido po-dría conducir la revolución de un modo adecuado, de-dicaron todas las energías a conseguir esa dictadura.Esto significaba que tenían que coger las cosas de mo-do exclusivo en sus propias manos, conseguir que secumplieran los designios del partido a toda costa.

No necesitamos entrar en detalles de los esquemasy de las manipulaciones políticas de aquellos días, quetuvieron como resultado final que el partido comunis-ta consiguiera la primacía. La cuestión importante esque los bolcheviques lograron llevar a cabo su plan. Al

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cabo de unos pocos meses de la Revolución de octubre,en abril de 1918, estaban en control total del gobierno.

Al sacar partido del entusiasmo de los días revolu-cionarios y de la confusión inevitable, ellos explotabanla situación en favor de sus propios objetivos. Utiliza-ron las diferentes políticas para suscitar feroces pasio-nes de partido, recurrieron a cualquier medio para de-nunciar a sus adversarios como enemigos del pueblo,los estigmatizaron como contrarrevolucionarios, y fi-nalmente consiguieron condenarlos a los ojos de losobreros y de los soldados. Al declarar que la revolucióntenía que ser protegida contra pretendidos enemigos,fueron capaces de proclamar su propia dictadura. Ennombre de la «salvación de la revolución», comenza-ron a eliminar a todos los otros elementos revolucio-narios no bolcheviques de las posiciones de influencia,terminando por suprimirlos enteramente.

Hay que dejar a futuros historiadores determinar sila represión bolchevique de la burguesía, con la quecomenzaron su gobierno, no fue meramente un me-dio para el objetivo ulterior de suprimir todos los otroselementos no bolcheviques. Pues la burguesía ruso noera peligrosa a la revolución. Como ya he explicado, laburguesía rusa era una minoría insignificante, sin or-ganización y sin poder. Los elementos revolucionarios,

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por el contrario, eran un obstáculo real a la dictadurade cualquier partido político.

Puesto que la dictadura se encontraría con la opo-sición más fuerte, no por parte de la burguesía, sinopor parte de las clases verdaderamente revoluciona-rias, que consideraban la dictadura como hostil a losmejores intereses de la revolución, la eliminación deéstas sería de primera necesidad para cualquier parti-do que buscara la dictadura. Una política así, sin em-bargo, no podía comenzar con éxito con la supresiónde los revolucionarios; esto provocaría la desaproba-ción y la resistencia de los obreros y soldados. Teníaque comenzar cuando el fin y los medios burguesesapareciesen como que extendían su red gradualmentesobre los otros elementos. Había que debilitar la des-confianza y el antagonismo, y había que estimular laintolerancia y la persecución, había que crear un temorpopular por la seguridad de la revolución, para conse-guir el apoyo popular en favor de una campaña cadavez más amplia de eliminación y de supresión, en fa-vor de la introducción de la mano sangrienta del terrorrojo en la vida de la revolución.

Pero, como ya dije, le corresponde al historiador fu-turo determinar hasta qué amplitud configuraron esos

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motivos los acontecimientos de aquellos días. Aquí nosocupamos más de lo que sucedió efectivamente.

Lo que sucedió fue que, antes de que pasara muchotiempo, los bolcheviques establecieron la dictadura ex-clusiva de su partido.

«¿Qué era esa dictadura?», preguntas, «y ¿qué con-siguió?»

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XVIII. La dictadura enacción

Consiguió el dominio completo de los bolcheviquessobre un país de 140 millones de habitantes. En nom-bre de «la dictadura del proletariado» una organiza-ción política, el partido comunista, se convirtió en eldirigente absoluto de Rusia. La dictadura del proleta-riado no era la dictadura por el proletariado. Millonesde personas no pueden ser todos ellos dictadores. Tam-poco pueden ser dictadores los millares de miembrosde un partido. Por su misma naturaleza una dictaduraestá limitada a un pequeño número de personas. Cuan-tas menos sean, tanto más fuerte y más unificada es ladictadura. La realidad es que la dictadura se encuen-tra siempre en las manos de una persona, el hombrefuerte, cuya voluntad fuerza siempre al consentimien-to de sus codictadores nominales. No puede ser de otraforma, y así ocurrió con los bolcheviques.

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El dictador real no era ni el proletariado ni siquierael partido comunista. Teóricamente el poder lo tenía elcomité central del partido, pero en realidad lo ejercíael círculo íntimo de ese comité, denominado buró po-lítico o «politburó». Pero incluso el politburó no erael dictador real, aunque sus miembros eran menos deuna veintena. Pues en el politburó existían diferentespuntos de vista sobre cada cuestión importante, comotiene que ocurrir cuando existen muchas cabezas. Eldictador real era el hombre cuyo influjo se asegurabael apoyo de la mayoría del politburó. Ese hombre eraLenin, y fue él quien constituía la verdadera «dictadu-ra del proletariado», del mismo modo que Mussolini,por ejemplo, y no el partido fascista, es el dictador enItalia. Siempre fueron los puntos de vista e ideas deLenin los que se llevaron a cabo, desde el comienzomismo del partido bolchevique hasta el último día dela vida de Lenin; y se llevaron a cabo cuando todo elpartido se oponía a su opinión y cuando el comité cen-tral atacaba duramente sus propuestas en su primerapresentación. Fue Lenin el que venció siempre, y fue suvoluntad la que prevaleció. Y esto ocurrió en todos losperíodos críticos de la historia bolchevique. No podíaser de otra manera, pues la dictadura siempre significa

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el dominio de la personalidad más fuerte, la suprema-cía de una sola voluntad.

Toda la historia del partido comunista, como lade cualquier dictadura, prueba indiscutiblemente esto.Los escritos bolcheviquesmismos lo demuestran. Aquínos basta mencionar tan sólo unos pocos de los aconte-cimientos más vitales para evidenciar mi aseveración.

En marzo de 1917, cuando Lenin volvió al país de suexilio en Suiza, el comité central de su partido en Ru-sia había decidido entrar en el gobierno de coaliciónformado después de la abolición del régimen zarista.Lenin se opuso a la cooperación con la burguesía ylos mencheviques que estaban en el gobierno. Sin em-bargo, a pesar de que el partido ya había decidido lacuestión y que Lenin estaba casi solo en su oposición,su influjo tuvo efecto. El comité central cambió com-pletamente de opinión y aceptó la posición de Lenin.

Posteriormente, en julio de 1917, Lenin defendióuna revolución inmediata contra el gobierno de Ke-rensky. Su propuesta fue rotundamente condenada in-cluso por sus camaradas y amigos más cercanos co-mo algo temerario y criminal. Pero una vez más ga-nó Lenin, incluso a costa de que Zinoviev, Kamenevy otros bolcheviques influyentes rehusaran participaren el plan y dimitieran del comité central. A propósi-

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to, el golpe (el intento por derribar a Kerensky) se ma-nifestó como un fracaso y costó las vidas de muchosobreros.

El terror rojo instituido por Lenin tan pronto comollegó al poder después de la Revolución de octubre fuedenunciado duramente por sus colaboradores como al-go enteramente gratuito y como una traición directa ala revolución. Pero a pesar de las protestas oficialesde los miembros más activos e influyentes del partido,Lenin se salió con la suya.1

Durante las negociaciones de Brest-Litovsk, fue otravez Lenin quien insistió en que se hiciese con Alema-nia la paz en los «términos que sean», mientras queTrotsky, Radek y otros líderes bolcheviques importan-tes se oponían a las condiciones del Kaiser como humi-llantes y destructivas. Una vez más se apuntó el tantoLenin.

La «nuevo política económica» (NEP) propuesta porLenin a su partido durante los acontecimientos deKronstadt2 fue combatida por el comité central como

1 Véase las protestas oficiales de bolcheviques antiguos, talescomo Lodovski y otros, citadas por Trotsky en su obra 1917. (N. deA.).

2 La rebelión de los marineros de Kronstadt en marzo de1921. Véase The Kronstadt Rebellion, por el autor. (N. de A.).

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algo que anulaba todas las realizaciones revoluciona-rias y como un golpemortal al comunismo. Ciertamen-te fue una revocación completa de todo aquello quedefendía la revolución y una vuelta a las mismas con-diciones que había abolido el gran cambio de octubre.Pero de nuevo prevaleció la voluntad de Lenin y suresolución fue llevada a cabo en el IX Congreso Co-munista, que tuvo lugar en Moscú en marzo de 1921.

Como ves, la pretendida dictadura del proletariadoera tan sólo la dictadura de Lenin. El mandaba al polit-buró, el politburó al comité central, el comité central alpartido, el partido al proletariado y al resto del pueblo.Rusia contaba con una población de más de cien mi-llones; el partido comunista tenía menos de cincuentamil miembros; el comité central se componía de algu-nas veintenas; el politburó contaba aproximadamentecon doce miembros, y Lenin era uno. Pero ese uno erala dictadura del proletariado.

Rusia es un país de una vasta amplitud, que se ex-tiende por más de la mitad de Europa y una buena par-te de Asia. Está poblada por numerosas razas y nacio-nalidades que hablan diferentes lenguas, con una psi-cología diversa, con interese variados y diversos mo-dos de ver la vida. Sabemos lo que la dictadura de los

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zares hizo al país. Veamos lo que realizó la dictaduradel «proletariado».

Actualmente, después de más de una década de do-minio bolchevique en Rusia, podemos formarnos unaestimación clara de sus efectos y examinar los resulta-dos conseguidos. Hagamos un resumen de ellos.

Políticamente el objetivo de la revolución era abolirla tiranía y la opresión gubernamentales y hacer libreal pueblo. El gobierno bolchevique es indudablementeel peor despotismo de Europa, con la única excepcióndel dominio fascista en Italia. Los ciudadanos no tie-nen derecho alguno que el gobierno se sienta obligadoa respetar. El partido comunista es un monopolio po-lítico, una vez que han quedado fuera de la ley todoslos otros partidos y movimientos. Es desconocida laseguridad de la persona y del domicilio. No existe lalibertad de expresión y de prensa. Incluso dentro delpartido se suprime y se castiga mediante la cárcel y elexilio la menor diferencia de opinión, como lo testificael destino de Trotsky y de sus partidarios de la oposi-ción. No se tolera la opinión independiente. La GPU, lapolicía secreta denominada anteriormente la checa, esun supergobierno con poderes arbitrarios e ilimitadossobre la libertad y las vidas del pueblo. Sólo aquellosque están enteramente de parte de la camarilla domi-

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nante del partido disfrutan de libertad y de privilegios.Pero una tal «libertad» se puede tener bajo el peor des-potismo; si no tienes nada que decir, eres perfectamen-te libre para decirlo incluso en el país deMussolini. Co-mo lo expresó un miembro prominente de un recientecongreso comunista. «Hay cabida en Rusia para todoslos partidos políticos: el partido comunista está en elgobierno, los otros están en la cárcel».

Económicamente el objetivo fundamental de la revo-lución era abolir el capitalismo y establecer el comu-nismo y la igualdad.

La dictadura bolchevique comenzó instituyendo unsistema de compensación desigual y de recompensadiscriminatoria, y terminó con la reintroducción de lapropiedad capitalista después de haber quedado abo-lida mediante la acción directa del proletariado indus-trial y agrícola. Actualmente Rusia es un país en partede capitalismo estatal y en parte capitalismo privado.

La dictadura y el terror rojo, mediante el cual semantenía, se mostraron como los factores principalesen la paralización de la vida económica del país. El go-bierno arbitrario bolchevique enemistó al pueblo, sudespotismo amargó a las masas. La represión de todoesfuerzo independiente alienó a los mejores elementosde la revolución y les hizo sentir que esa revolución de

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había convertido en un asunto privado del partido polí-tico en el poder. Al tener delante una nueva tiranía enlugar de la libertad tanto tiempo anhelada, los trabaja-dores se desanimaron. Sintieron que les habían arreba-tado sus logros y que los habían usado como un armacontra ellosmismos y contra sus aspiraciones. El prole-tariado vio su comité de fábrica sometido a los dictadosdel partido comunista e impotente para proteger susintereses como trabajador. Su sindicato se convirtió enel portavoz y transmisor de las órdenes bolcheviques,y él mismo se encontró privada de toda voz no soloen la dirección de la industria, sino incluso en su pro-pia fábrica, donde se le mantenía en una larga jornadade trabajo y con la paga más pobre. Pronto se dieroncuenta los trabajadores de que les había quitado de susmanos la revolución, que habían privado a los sovietsde todo poder, y que el país estaba siendo gobernadopor algunos individuosmuy distantes en el Kremlin, lomismo que ocurría en los días de los zares. Eliminadode la actividad revolucionaria y creadora, viviendo tansólo para obedecer a los nuevos amos, constantemen-te hostigado por los bolcheviques y los chequistas, ysiempre con el temor de la cárcel o de la ejecución porla menor expresión de protesta, el obrero se amargócontra la revolución. Desertó de la fábrica y se fue en

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busca del pueblo, donde podía encontrarse lo más lejosposible de los temidos gobernantes y al menos seguroen cuanto a su pan diario. De este modo se vinieronabajo las industrias del país.

El campesino vio a los comunistas vestidos de pie-les y armados que descendían a su pueblo tranquilo, lodespojaban del fruto de su duro trabajo y lo tratabancon la brutalidad y la insolencia de los antiguos oficia-les zaristas. Vio a su soviet dominado por algún gan-dul de pueblo, vago, inútil, que se llamaba a sí mismobolchevique y que tenía el poder desde Moscú. El ha-bía dado con gusto, e incluso generosamente, su trigoy su grano para alimentar a los obreros y a los solda-dos, pero veía que sus provisiones se pudrían en lasestaciones de ferrocarriles y en los depósitos, porquelos bolcheviques no podían ellos mismos arreglar lascosas y no permitirían que nadie lo hiciese. Sabía quesus hermanos en la fábrica y en el ejército sufrían porfalta de alimento a causa de la ineficiencia, burocraciay corrupción comunistas. Entendía por qué se exigíacada vez más de él. Veía cómo los chequistas confis-caban sus pocas posesiones, sus propias provisionesfamiliares, e incluso esos chequistas se apoderaban desu último caballo sin el cual el campesino no podía tra-bajar ni vivir. Vio a sus pueblos vecinos, que se habían

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rebelado contra estos abusos, destruidos hasta los ci-mientos y a los campesinos azotados y fusilados, pre-cisamente como en los viejos tiempos. Se volvió contrala revolución y en su desesperación decidió no plantarni sembrar más que lo que necesitaba para sí mismo ypara su familia y ocultar en el bosque incluso eso.

Tales fueron los resultados de la dictadura, del co-munismo militar de Lenin y de los métodos bolchevi-ques. Se paralizó la industria, y el hambre se apode-ró del país. El sufrimiento general, la amargura de losobreros y las sublevaciones campesinas comenzaban aamenazar la existencia del régimen bolchevique. Parasalvar la dictadura, Lenin decidió introducir una nuevapolítica económica, conocida como la «NEP».

El objetivo de la «NEP» era el de reavivar la vidaeconómica del país. Se trataba de estimular una mayorproducción por parte del campesinado, permitiéndolevender su excedente, en lugar de que lo confiscara porla fuerza el gobierno. Se trataba también de posibilitarel intercambio de productos legalizando el comercioy revitalizando las cooperativas, suprimidas anterior-mente como contrarrevolucionarias. Pero la determi-nación del partido comunista de mantener su dictadu-ra hicieron ineficaces todas las reformas económicas,porque la industria no se puede desarrollar bajo un ré-

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gimen despótico. El crecimiento económico, lo mismoque el comercio, requiere la seguridad de la persona yde la propiedad, una cierta cantidad de libertad y de noinjerencia para que pueda funcionar. Pero la dictadu-ra no permite esa libertad; sus «garantías» no puedeninspirar confianza. De ahí que la nueva política eco-nómica no ha producido los resultados deseados y Ru-sia sigue sufriendo todas las molestias de la pobreza, yconstantemente está al borde del desastre económico.

Industrialmente la dictadura hamutilado a la revolu-ción de su objetivo básico de colocar la producción enlas manos del proletariado y hacer al trabajador inde-pendiente de sus amos económicos. La dictadura me-ramente cambió de amos: el gobierno se ha convertidoen el patrón el lugar del capitalista individual, aunqueeste último también se está desarrollando ahora comouna nueva clase en Rusia. El trabajador ha permaneci-do tan dependiente como antes. De hecho más. Y sussindicatos han quedado privados de todo poder, y él haperdido incluso el derecho a la huelga contra su empre-sario gubernamental. «Puesto que los obreros, comouna clase, ejercen la dictadura», arguyen los comunis-tas, «ellos no pueden hacer la huelga contra ellos mis-mos». De acuerdo con esto, los proletarios en Rusia sepagan a sí mismos unos sueldos que no son suficien-

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tes para la mera existencia, viven hacinados en barriossin higiene, trabajan bajo las condiciones más insalu-bres, ponen en peligro su salud y sus vidas a causa dela falta de seguridad y prevención laboral, y se detie-nen y encarcelan a sí mismos por una expresión dedescontento.

Culturalmente el régimen bolchevique es una escue-la de adiestramiento en el comunismo y en el fanatis-mo de partido, con ningún acceso a ideas que defierande los puntos de vista de la camarilla dominante. Esla cría de un pueblo entero en los dogmas de una igle-sia política, con ninguna oportunidad de ampliar y cul-tivar la mente fuera del círculo de opiniones permiti-das por la clase dominante. No existe prensa alguna enRusia excepto las publicaciones oficiales comunistas yaquellas otras que son aprobadas por el censor bolche-vique. Ningún sentir público puede encontrar allí suexpresión, ya que el gobierno tiene un, monopolio dela palabra, la prensa y la reunión.

No es exagerado decir que hay menos libertad deopinión y menos oportunidad para expresarla bajo ladictadura bolchevique que la que hubo bajo los zares.Cuando Rusia estaba gobernada por los Romanov, almenos se podía publicar en secreto panfletos y libros,ya que el gobierno no tenía el monopolio del suminis-

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tro de papel y de las imprentas. Estos se encontrabanenmanos privadas y los revolucionarios podían encon-trar siempre medios para usarlas para su propaganda.

Actualmente en Rusia todos los medios de publi-cación y distribución son posesión exclusiva del go-bierno y nadie puede expresar sus opiniones al público,a no ser que antes se consiga el permiso de los bolche-viques. Los partidos revolucionarios han hecho surgirmiles de publicaciones ilegales durante el régimen au-tocrático de los Romanov. Bajo el gobierno comunis-ta un acontecimiento así es extremadamente excepcio-nal, como lo testifica el desconcierto indignado de losbolcheviques cuando se descubrió que Trotsky habíaconseguido publicar la plataforma del grupo de oposi-ción en el partido.

Socialmente la Rusia bolchevique, diez años despuésde la revolución, es un país donde nadie puede disfru-tar de la seguridad política o de la independencia eco-nómica, donde la mano oculta de la G.P.U. está siem-pre actuando, aterrorizando al pueblo mediante repen-tinos registros nocturnos, detenciones por causas quenadie sabe, denuncias secretas por una pretendida con-trarrevolución; pero que provienen de una venganzapersonal, encarcelamiento sin investigación o juicio,y largos años de exilio al Norte helado de Siberia o a

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los desiertos áridos de Asia occidental. Una gigantes-ca prisión, donde la igualdad significa el temor igualde todos y donde la «libertad» significa sometimientoincondicional a los poderes existentes.

Moralmente Rusia representa la lucha de las cualida-des más delicadas del hombre contra los efectos degra-dantes y corruptores de un sistema edificado sobre larepresión y la intimidación. La revolución puso en pri-mer plano los mejores instintos del hombre: su huma-nidad, su conciencia del valor humano, su amor por lalibertad y la justicia. La atmósfera revolucionaria ins-piraba y cultivaba estas tendencias que se encuentranadormiladas en el pueblo, particularmente el someti-miento contra la opresión, el hambre de libertad, el es-píritu de ayuda y cooperación mutuas. Pero la dicta-dura ha tenido el efecto de contrarrestar estos rasgosy de hacer surgir en lugar de ellos el miedo y el odio,el espíritu de intolerancia y de persecución. Los méto-dos bolcheviques han debilitado sistemáticamente lamoral del pueblo, han estimulado el servilismo y la hi-pocresía, han creado la desilusión y la desconfianza yhan desarrollado una atmósfera de contemporización,que domina actualmente en Rusia.

Tal es la situación actualmente en ese país desgra-ciado, y tales son los efectos de idea bolchevique de

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que puedes hacer libre a un pueblo mediante la com-pulsión, el dogma de que la dictadura puede conducira la libertad.

«¿Piensas entonces que fracasó la revolución a cau-sa de la dictadura?», preguntas. «¿No estaba Rusia de-masiado atrasada para que tuviera en ella?».

Fracasó a causa de las ideas y de los métodos bolche-viques. Las masas rusas no estaban demasiado «atrasa-das» para abolir el zar, para derrocar al gobierno pro-visional, para destruir el capitalismo y el sistema asa-lariado, para devolver la tierra al campesinado y lasindustrias obreras. Hasta ese punto la revolución fueel mayor éxito y el pueblo estaba comenzando a cons-truir su nueva vida sobre la base de la libertad, oportu-nidad y justicia iguales. Pero desde el momento en queun partido político usurpó las riendas del gobierno yproclamó su dictadura, fueron inevitables los resulta-dos desastrosos.

La revolución, cuando llega, tiene que habérselascon las circunstancias tal como las encuentra. Lo quees vital son los medios y los métodos usados y los ob-jetivos paro los que son usados. De ellos depende elcurso y la suerte de la revolución.

Sea cual fuere la situación social, política o económi-ca de un determinado país, ya sea la «atrasada» Rusia

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o la «avanzada» América, el problemamás importantees lo que deseas realizar y qué medios servirán mejorpara conseguir tus objetivos.

Si el propósito de la revolución rusa era estable-cer una dictadura, entonces los métodos bolcheviqueseran correctos y su éxito fue completo.

Pero si el fin de la revolución era abolir la opresión yla servidumbre, entonces los bolcheviques y su políticase están mostrando como el mayor fracaso.

Como ves, todo depende de cuál es tu objetivo, quées lo que deseas realizar. Tus fines deben determinarlos medios. Medios y fines son en realidad la misma co-sa: no puedes separarlos. Son los medios los que confi-guran tus fines. Los medios son las semillas que brotanluego como flores y se transforman en frutos. El frutoserá siempre la naturaleza de la semilla que plantas-te. No puedes hacer crecer una rosa de una semilla decactus. Y tampoco puedes cosechar libertad a partir dela compulsión, o justicia y humanidad a partir de ladictadura.

Aprendamos bien esta lección porque la suerte dela revolución depende de ella. «Recogerás lo que siem-bres» es la suma de toda la sabiduría y la experienciahumana.

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No puedes curar a un hombre enfermo extrayéndo-le su sangre. La actividad libre de las masas es la san-gre vital de la revolución. Elimínala o reprímela y larevolución se convierte en anémica y muere.

Esto significa que los fines de la revolución debenconfigurar sus métodos. No es la coerción y la dicta-dura, sino tan sólo la libertad y la libre expresión delas masas lo que puede servir a los objetivos de la re-volución. En la revolución, como en la vida ordinaria,no existe un camino intermedio: o es compulsión o eslibertad.

Se ha ensayado en Rusia la dictadura y el terror.La lección de ese experimento es clara y convincente:esos métodos implican la destrucción de la revolución.Hay que encontrar un nuevo camino.

«¿Existe otro camino?», preguntas. Existe tan sóloel camino de la libertad, y ese camino todavía no hasido probado.

No sé si estás dispuesto a probarlo: la mayoría de lagente tiene miedo a la libertad. Pero yo sé que, a noser que se pruebe ese camino, el camino de la liber-tad, de la justicia y de la razón, la revolución tiene queconducir a la dictadura, al fracaso y a la muerte.

La dictadura, ya sea blanca o roja, siempre signifi-ca lo mismo: significa compulsión, opresión y miseria.

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Ese es su carácter y esencia. No puede ser otra cosa.La dictadura es el gobierno que más gobierna. Pero co-mo dijo inteligentemente Thomas Jefferson: «El mejorgobierno es el que gobierna menos».

Eso es lo que afirma los anarquistas y por eso, de-jando el socialismo y el bolchevismo, dejando a Marxy Lenin, pasemos a considerar lo que tiene el anarquis-mo que ofrecernos.

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Parte segunda: Elanarquismo

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XIX. ¿Es el anarquismoviolencia?

Has oído que los anarquistas arrojan bombas, quecreen en la violencia, y que la anarquía significa des-orden y caos.

No es sorprendente que tú tengas que pensar así. Laprensa, el púlpito y todos los que tienen autoridad atur-den constantemente tus oídos con esto. Pero la mayo-ría de ellos conoce este asunto mejor, aunque tengansus razones para no decirte la verdad. Es tiempo de quela oigas.

Pienso hablarte con la honestidad y franqueza, ypuedo asegurártelo, porque yo soy precisamente unode esos anarquistas a los que se les señala como hom-bres de violencia y destrucción. Yo debería saberlo yyo no tengo nada que ocultar.

«Entonces, ¿significa realmente el anarquismo des-orden y violencia?», preguntas.

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No, amigo mío, son el capitalismo y el gobierno losque sostienen el desorden y la violencia. El anarquis-mo es el reverso mismo de eso; supone orden sin go-bierno y paz sin violencia.

«Pero, ¿es eso posible?», preguntas, precisamentete voy a hablar ahora sobre eso. Pero primeramente tuamigo desea saber si los anarquistas han arrojado algu-na vez bombas o han usado alguna vez de la violencia.

Sí, los anarquistas han arrojado bombas y han recu-rrido algunas veces a la violencia.

«¡Lo ves!» exclama tu amigo. «Así es como yo pen-saba». Pero no nos precipitemos. Si los anarquistashan empleado alguna vez la violencia, ¿significa esonecesariamente que el anarquismo supone la violen-cia?

Hazte esta pregunta y trata de responderla con hon-radez. Cuando un ciudadano se pone un uniforme desoldado, puede ser que tenga que arrojar bombas yusar la violencia. ¿Dirías entonces que el ser ciudadanodefiende las bombas y la violencia?

Tú tomarás a mal y con indignación la imputación.Simplemente significa —replicarás— que bajo ciertascircunstancias un hombre puede ser que tenga que re-currir a la violencia. Puede ser que ese hombre sea un

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demócrata, un monárquico, un socialista, un bolchevi-que o un anarquista.

Te darás cuenta de que esto se aplica a todos loshombres y a todos los tiempos.

Brutomató a César porque temía que su amigo teníala intención de traicionar a la república y convertirseen rey. No es que Bruto «amase a César menos, sinoque amaba más a Roma». Bruto no era un anarquista.Era un fiel republicano.

Guillermo Tell, como nos lo refiere el folklore, dispa-ró y mató al tirano para liberar a su país de la opresión.Tell nunca había oído hablar del anarquismo.

Menciono estos ejemplos para ilustrar el hecho deque, desde los tiempos inmemoriales, los déspotas en-contraron su destino a manos de ultrajados amantesde la libertad. Tales hombres eran rebeldes contra latiranía. Por lo general eran patriotas, demócratas o re-publicanos, ocasionalmente socialistas o anarquistas.Sus acciones eran casos de rebelión individual contrala maldad y la injusticia. El anarquista no tiene nadaque ver con esto.

Hubo una época en la antigua Grecia cuando matara un déspota era considerado como la virtud suprema.La ley moderna condena tales actos, pero el sentimien-to humano parece que ha permanecido el mismo en

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esta cuestión, tal como era en los viejos tiempos. Laconciencia del mundo no se siente ultrajado por el ti-ranicidio. Incluso si no se lo aprueba públicamente, elcorazón de la humanidad perdona y con frecuencia in-cluso se alegra secretamente con tales actos. ¿No habíamiles de de jóvenes patriotas en América deseosos deasesinar al Kaiser alemán, al que ellos considerabanresponsable de iniciar la Guerra mundial? ¿No absol-vió recientemente un tribunal francés al hombre quemató a Petlura para vengar a los miles de hombres ymujeres y niños asesinados en las persecuciones y ma-tanzas de Petlura contra los judíos en el sur de Rusia?

En todos los países, en todas épocas, han existido ti-ranicidios; es decir, hombres y mujeres que amaban asu país lo suficiente como sacrificar sus propias vidaspor él. De ordinario eran personas sin partido políticoo ideas políticas; simplemente odiaban la tiranía. Oca-sionalmente eran fanáticos religiosos, como el católicodevoto Kulmann que intentó asesinar a Bismarck1 ala entusiasta y mal aconsejada Charlotte Corday, quemató a Marat durante la Revolución francesa.

En los Estados Unidos mataron a tres presidentesen acciones individuales. Dispararon contra Lincoln y

1 El 13 de julio de 1874. (N. de A.).

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lo mataron en 1865; lo hizo John Wilkes Booth, queera un demócrata sureño. A Garfield lo mató en 1881,Charles Jules Guiteau, un republicano. Y a Mackinley,en 1901, Leon Czolgosz. De los tres tan sólo uno eraanarquista.

El país que tiene los peores opresores produce tam-bién el mayor número de tiranicidas, lo cual es natural.Considera, por ejemplo, a Rusia. Con la supresión com-pleta de la libertad de expresión y de prensa bajo loszares, no había otro camino de mitigar el régimen des-pótico que «metiendo el temor de Dios» en el corazóndel tirano.

Estos vengadores eran, en su mayor parte, hijos e hi-jas de la más alta nobleza, jóvenes idealistas que ama-ban la libertad y al pueblo. Al tener cerrados todos losotros caminos, se sentían obligados a recurrir a la pis-tola y a la dinamita con la esperanza de aliviar las con-diciones miserables de su país. Eran conocidos comonihilistas y terroristas. No eran anarquistas.

En los tiempos modernos han existido incluso conmás frecuencia que en el pasado actos individuales deviolencia política. Las mujeres partidarias del voto fe-menino en Inglaterra, por poner un ejemplo, recurrie-ron frecuentemente a ella para propagar y llevar a ca-bo sus exigencias en busca de derechos iguales. En Ale-

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mania, desde la guerra, hombres de las ideas políticasmás conservadoras han usado tales métodos con la es-peranza de restablecer lamonarquía. Fue unmonárqui-co el que mató a Karl Erzberger, ministro prusiano definanzas, y Walter Rathenau, ministro de asuntos exte-riores, fue abatido también por un hombre del mismopartido.

Además, la causa original de, o al menos la excusapara, la misma gran guerra fue el asesinato del herede-ro austriaco al trono por un patriota serbio que nun-ca oyó hablar del anarquismo. En Alemania, Hungría,Francia, Italia, España, Portugal y en todos los otrospaíses europeos, hombres de sus más variadas ideaspolíticas han recurrido a actos de violencia, sin hablardel terror político en gran escala, practicado por gru-pos organizados, tales como los fascistas en Italia, elKu Klux Klan en América o la Iglesia católica en Méxi-co.

Ves, entonces, que los anarquistas no tienen el mo-nopolio de la violencia política. El número de tales ac-tos llevados a cabo por los anarquistas es infinitamentepequeño comparado con los que han cometido perso-nas de otras convicciones políticas.

La verdad es que en todos los países, en todos losmovimientos sociales, la violencia ha sido una parte

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de la lucha desde tiempos inmemoriales incluso el Na-zareno, que vino a predicar el evangelio de la paz, re-currió a la violencia para expulsar a los cambistas deltemplo.

Como he dicho, los anarquistas no tienen el mono-polio de la violencia. Por el contrario, las enseñanzasdel anarquismo son las de la paz y la armonía, de lano invasión de lo sagrado de la vida y la libertad. Pe-ro los anarquistas son humanos, como el resto de lahumanidad, y quizás más. Ellos son más sensibles a lamaldad y a la injusticia, se resienten más rápidamentede la opresión y, por consiguiente, no están exentosde expresar ocasionalmente su protesta mediante unacto de violencia. Pero tales actos son la expresión deun temperamento individual y no la expresión de unateoría en particular.

Podrías preguntarte si mantener ideas revoluciona-rias no influye naturalmente a una persona hacía ac-ciones de violencia. Yo no lo creo, porque hemos vistoque gente de las opiniones más conservadoras emplea-ron tambiénmétodos violentos. Si personas de concep-ciones políticas directamente opuestas cometen actossemejantes, es poco, razonable decir que sus ideas sonresponsables de dichos actos.

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Resultados semejantes tienen una causa semejante,pero esa causa no hay que encontrarla en las convic-ciones políticas, sino más bien en el temperamento in-dividual y en el sentimiento general sobre la violencia.

«Puede que tengas razón sobre el temperamento»,dices. «Puedo ver que las ideas revolucionarias no sonla causa de los actos políticos de violencia; en caso con-trario, todo revolucionario estaría cometiendo tales ac-tos. ¿Pero no justifican hasta cierto punto esas ideas alos que cometen tales actos?»

A primera vista podría parecer así, pero si reflexio-nas sobre eso, encontrarás que es una idea completa-mente falsa. La mejor prueba de ello es que anarquis-tas que sostienen exactamente los mismos puntos devista sobre el gobierno y sobre la necesidad de supri-mirlo, con frecuencia están totalmente en desacuerdoen la cuestión de la violencia. Así los anarquistas delínea de Tolstoi y la mayoría de los anarquistas indi-viduales condenan la violencia política, mientras queotros anarquistas la aprueban o al menos la justifican.

¿Es razonable entonces decir que las concepcionesanarquistas son responsables de la violencia o que in-fluyen de algún modo en tales actos?

Además, muchos anarquistas que en alguna épocacreyeron en la violencia como un medio de propagan-

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da, han cambiado su opinión sobre el asunto y no favo-recen ya tales métodos. Hubo una época, por ejemplo,cuando los anarquistas defendían los actos individua-les de violencia, conocidos como «propaganda por laacción». No esperaban cambiar el gobierno y el capita-lismo transformándolos en anarquismomediante talesactos ni pensaban que la supresión de un déspota abo-liría el despotismo. No, el terrorismo fue consideradocomo un medio de vengar una injusticia popular, deinspirar miedo al enemigo y también de llamar la aten-ción sobre el mal contra el que estaba dirigido el actode terror. Pero la mayoría de los anarquistas actual-mente no creen más en la «propaganda por la acción»y no están a favor de actos de esa naturaleza.

La experiencia les ha enseñado que tales métodospueden haber estado justificados y haber sido útiles enel pasado, pero que las circunstancias modernas de vi-da los hace innecesarios e incluso perjudiciales a la di-fusión de sus ideas. Pero sus ideas permanecen las mis-mas, lo que significa que no era el anarquismo los queconfiguraba su actitud hacia la violencia. Esto pruebaque no son ciertas ideas o «ismos» lo que conduce a laviolencia, sino que algunas otras causas la provocan.

Por consiguiente, debemos mirar hacia alguna otraparte para encontrar la explicación correcta.

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Tal como hemos visto, los actos de violencia políticahan sido cometidos no sólo por los anarquistas, socia-listas y revolucionarios de: todo tipo, sino también porpatriotas y nacionalistas, por demócratas y republica-nos, por partidarios del derecho al sufragio universal,por conservadores y reaccionarios, por monárquicos eincluso por hombres religiosos y por cristianos devo-tos. Sabemos ahora que no ha podido ser ninguna ideaen particular o «ismo» lo que influyo en sus actos, por-que las ideas e «ismos»más variados produjeron accio-nes semejantes. He dado como razón el temperamentoindividual y el sentimiento general sobre la violencia.

Aquí está el nervio de la cuestión. ¿Qué es este senti-miento general sobre la violencia? Si podemos respon-der correctamente la pregunta, nos quedará claro todoel asunto.

Si hablamos con honradez, debemos admitir que to-do el mundo cree en la violencia y la práctica, por mu-cho que la condenen los demás. De hecho, todas lasinstituciones que sostenemos y la vida entera de la so-ciedad presente están basadas en la violencia.

¿Qué es eso que denominamos gobierno? ¿Es otracosa que la violencia organizada? La ley te ordena quehagas esto y que no hagas eso, y si tú no consigues obe-decer, te obligará por la fuerza. No estamos discutien-

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do precisamente ahora si es justo o injusto, si deberíao no debería ser así. Por el momento estamos intere-sados en el hecho de que es así, de que todo gobierno,toda ley y autoridad descansan finalmente en la fuerzay en la violencia, en el castigo o en el miedo al castigo.

Incluso la autoridad espiritual, la autoridad de laIglesia y de Dios descansan sobre la fuerza y la vio-lencia, porque es el temor a la cólera y a la venganzadivinas lo que ejerce poder sobre ti, lo que te obliga aobedecer e incluso a creer contra tu propia razón.

A donde quiera que te vuelvas, encontrarás quenuestra vida entera está edificada sobre la violencia osobre el temor a ella. Desde la primera infancia estássometido a la violencia de tus padres o de los mayores.En casa, en la escuela, en la oficina, en la fábrica, enel campo o en la tienda, siempre es la autoridad de al-guien la que te mantiene obediente y te obliga a hacersu voluntad.

El derecho a obligarte se denomina autoridad. El te-mor al castigo lo han convertido en deber y lo han de-nominado obediencia.

En esta atmósfera de fuerza y violencia, de autori-dad y obediencia, de deber, temor y castigo en don-de hemos crecido; la respiramos durante toda nuestravida. Estamos tan empapados con el espíritu de vio-

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lencia que nunca nos detenemos a preguntarnos si laviolencia es justo o injusta. Tan sólo preguntamos sies legal, si la permite la ley. No te cuestiones el dere-cho del gobierno a matar, a confiscar y a encarcelar. Siuna persona privada fuera culpable de las cosas que elgobierno está continuamente haciendo, tú la estigma-tizarías como asesino, ladrón y canalla. Pero mientrasque la violencia que se cometa sea «legal», tú la aprue-bas y te sometes a ella. Por eso, no es realmente a laviolencia a lo que te opones, sino a que la gente use laviolencia «ilegalmente».

Esa violencia legal y el temor a ella domina todanuestra existencia, individual y colectiva. La autoridadcontrola nuestras vidas desde la cuna hasta la tumba,la autoridad paterna, sacerdotal y divina, la autoridadpolítica, económica, social y moral. Pero sea cual fuereel carácter de esa autoridad, siempre es el mismo ver-dugo el que ejerce poder sobre ti mediante tu miedo alcastigo de una forma o de otra. Tienes miedo de Diosy del diablo, del sacerdote y del vecino, de tu empre-sario y patrón, del político y del policía, del juez y delcarcelero, de la ley y del gobierno. Toda la vida es unalarga cadena de miedos, miedos que machacan tu cuer-po y desgarran tu alma. Sobre esos miedos está basada

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la autoridad de Dios, de la Iglesia, de los padres, delcapitalista y del gobernante.

Mira dentro de ti mismo y considero si lo que te di-go no es verdad. Fíjate, incluso entre los niños. Johnnycon sus diez años domina a su hermano o hermanamás pequeños por la autoridad de su mayor fuerza fí-sica, del mismo modo que el padre de Johnny dominaa éste por su fuerza superior y por la dependencia deJohnny con respeto a su ayuda. Tú apoyas la autori-dad del sacerdote y del predicador, porque piensas queellos pueden «hacer bajar la ira de Dios sobre tu cabe-za». Te sometes al dominio del patrón, del juez y delgobierno por el poder que ellos tienen de privarte deltrabajo, de arruinar tu negocio, de meterte en la cárcel,un poder, dicho sea de paso, que tú mismo has puestoen sus manos.

De este modo, la autoridad gobierna toda tu vida, laautoridad del pasado y del presente, de los muertos yde los vivos, y tu existencia es una continua invasióny violación de mismidad, un continuo sometimiento alos pensamientos y a la voluntad de algún otro.

Y puesto que tú encuentras invadido y violado, porello tu subconsciente se venga invadiendo y violandoa otros, sobre los cuales tú tienes autoridad o puedesejercer la compulsión, física o moral. De esta forma,

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toda nuestra vida se ha convertido en un centón deautoridad, de dominio y sumisión, de mandato y obe-diencia, de coacción y sometimiento, de gobernantesy gobernados, de violencia y de fuerza en mil y unaformas.

¿Puedes extrañarte de que incluso idealistas se en-cuentran todavía presos en las mallas de este espíritude autoridad y de violencia, y se ven obligados por sussentimientos y por el medio ambiente a unos actos in-vasivos, completamente disonantes con sus ideas?

Todos nosotros somos bárbaros que recurrimos a lafuerza y a la violencia para solucionar nuestras dudas,dificultades y preocupaciones. La violencia es el mé-todo de la ignorancia, el arma del débil. La fuerza delcorazón y del cerebro no necesitan violencia alguna,pues son irresistibles en su conciencia de tener razón.Cuanto más nos alejemos del hombre primitivo y dela Edad de Piedra, tanto menos tenemos que recurrir ala fuerza y a la violencia. Cuanto más ilustrado se con-vierte el hombre, tanto menos empleará la compulsióny la coacción. El hombre realmente civilizado renun-ciará a todo temor y a toda autoridad. Se levantará delpolvo y semantendrá erguido; no se inclinará ante nin-gún zar en el cielo o en la tierra. Se convertirá plena-mente en un ser humano cuando desprecie gobernar y

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rehúse ser gobernado. Será verdaderamente libre tansólo cuando no existan más amos.

El anarquismo es el ideal de una condición así, deuna sociedad sin fuerza y compulsión, donde todos loshombres sean iguales y vivan en libertad, en paz y ar-monía.

La palabra anarquismo viene del griego y significasin fuerza, sin violencia o gobierno; porque el gobiernoes la fuente misma de la violencia, de la coacción y dela coerción.

Anarquía2, por consiguiente, no significa desordeny caos, como pensabas antes. Al contrario, es el reversomismo de esto; anarquía significa no gobierno, lo cuales libertad. El desorden es el hijo de la autoridad y dela compulsión. La libertad es la madre del orden.

«Un ideal hermoso», dices; «pero sólo los ángelesson aptos para él».

Veamos entonces si nos pueden crecer las alas quenecesitamos para ese estado ideal de sociedad.

2 Anarquía se refiere a la condición. Anarquismo es la teoríao la doctrina sobre ello. (N. de A.).

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XX. ¿Qué es elanarquismo?

«¿Puedes decirnos brevemente?», pregunta tu ami-go, «¿qué es realmente el anarquismo?»

Lo intentaré. En pocas palabras, el anarquismo ense-ña que podemos vivir en una sociedad donde no existecompulsión de ninguna clase.

Una vida sin compulsión naturalmente significa li-bertad; significa la libertad de no ser forzado o coaccio-nado, la posibilidad de llevar a cabo la vida que mejorse nos acomode.

Tú no puedes realizar una vida así a no ser que su-priman las instituciones que cercenan e interfieren entu vida, sin que suprimas las condiciones que te obli-gan a actuar de un modo diferente a como realmentegustaría hacerlo.

¿Cuáles son esas instituciones y condiciones? Vea-mos lo que tenemos que suprimir para asegurar una

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vida libre y armoniosa. Una vez que sepamos lo quehay que abolir y lo que tenemos que poner en su lugar,encontraremos el camino de hacerlo.

¿Qué hay que abolir, entonces, para asegurar la li-bertad? Ante todo, por supuesto, lo que más te invade,lo que obstaculiza o impide tu libre actividad, lo queinterfiere en tu libertad y te obliga a vivir de un mo-do diferente al que estaría de acuerdo con tu propiaelección.

Eso es el gobierno.Considera bien esto y verás que el gobierno es el

mayor invasor; más que eso, es el peor criminal que elhombre ha conocido nunca. Llena el mundo con vio-lencia, con fraude y engaño, con opresión y miseria.Como dijo una vez un gran pensador: «su aliento esveneno». Corrompe todo lo que toca.

«Sí, gobierno significa violencia y es un mal», admi-tes. «Pero, ¿podemos pasarnos sin él?»

Precisamente de esto es de lo que quiero hablarte.Ahora bien, si yo te preguntara si tú necesitas el go-bierno, estoy seguro de que responderías que tú no lonecesitas, pero que es para los demás para quienes esnecesario.

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Pero si se lo preguntas a cualquiera de esos «otros»te respondería lo mismo que tú: te diría que él no tienenecesidad de él, pero que es necesario «para los otros».

¿Por qué cada uno piensa que él puede ser lo sufi-cientemente honrado sin el policía, pero que se nece-sita la porra para «los otros»?

«La gente se robaría y mataría unos a otros si nohubiera gobierno y ley», dices.

Si realmente fuera así, ¿por qué lo harían? ¿Lo ha-rían precisamente por el placer que sacan de ello o pordeterminadas razones? Tal vez si examinamos sus ra-zones, descubriremos el remedio para ellas.

Supón que tú y yo y muchos otros hemos sufrido unnaufragio y nos encontramos en una isla rica en frutosde toda especie. Por supuesto, tenemos que ponernos atrabajar para recoger el alimento. Pero supón que unode nosotros declara que todo le pertenece y que nadiepodría tener un solo bocado, a no ser que primero pa-gase tributo por él. Nos indignaríamos, ¿no es verdad?Nos reiríamos de sus pretensiones. Si intentara hacerproblema sobre ese asunto, tal vez lo arrojaríamos almar, y le estaría bien merecido, ¿no es así?

Supón además que nosotros mismos y nuestros an-tepasados hemos cultivado la isla y la hemos abasteci-do de todo lo que se necesita para la vida y la comodi-

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dad, y que llegara alguien y pretendiera que todo es su-yo. ¿Qué diríamos? No haríamos caso de él, ¿no es así?Podríamos decirle que compartiera con nosotros eso yque se uniera a nuestro trabajo. Pero supón que insisteen su propiedad y que saca un trozo de papel y dice queeso prueba que todo le pertenece. Le diríamos que estáloco y nos iríamos a nuestros asuntos. Pero si él tuvie-ra un gobierno que lo respaldara, apelaría a él para laprotección de «sus derechos», y el gobierno enviaría ala policía y a los soldados que nos desahuciarían y quepodrían «en posesión al propietario legal».

Esa es la función del gobierno; esa es la razón por laque existe el gobierno y lo que está haciendo constan-temente.

Ahora bien, ¿sigues pensando que sin esa cosa lla-ma gobierno nos robaríamos y nos mataríamos mutua-mente?

¿No es más bien verdad que con el gobierno roba-mos y matamos? Porque el gobierno no nos aseguraen nuestras posesiones justas, sino que, por el contra-rio, nos las arrebata para el beneficio de aquellos queno tienen derecho sobre ellas, tal como hemos visto enlos anteriores capítulos.

Si te despertaras mañana y supieras que ya no habíagobierno, ¿sería tu primer pensamiento lanzarte a la

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calle y matar a alguien? No, sabes que eso es absurdo.Hablamos de hombres cuerdos, normales. El hombredemente que desea matar no pregunta primero si exis-te o no existe un gobierno. Tales hombres pertenecenal cuidado de los médicos y de los especialistas en en-fermos mentales; habría que colocarlos en hospitalespara ser tratados de su enfermedad.

Lo más probable es que, si tú o Jonson os desperta-rais descubriendo que no había gobierno, os dedicaríasa ajustar vuestra vida a las nuevas condiciones.

Es muy probable, por supuesto, que si tú vieras en-tonces alguna gente que se atraca mientras que tú pa-sas hambre, tú exigirías la oportunidad de comer, y eneso tendrías perfectamente la razón. Y lo mismo pasa-ría con cualquier otro; lo cual significa que la gente noapoyaría que alguien acaparase todas las cosas buenasde la vida: desearían tener parte en ellas. Esto signifi-ca además que el pobre rehusaría permanecer pobremientras que otros nadan en la abundancia. Esto sig-nifica que el obrero se negaría a entregar su productoal patrón que pretende «poseer» la fábrica y todo loque se hace en ella. Esto significa que el campesinono permitiría que miles de acres permanezcan ociosos,mientras que él no tiene tierra suficiente para mante-nerse a sí mismo y a su familia. Esto significa que no

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se permitiría a nadie que monopolizara la tierra o lamaquinaria de producción. Esto significa que no se to-leraría más la propiedad privada de los recursos vitales.Se consideraría como el mayor crimen que alguien po-seyera más de lo que puede usar en doce vidas, mien-tras que sus vecinos no tienen suficiente para sus hijos.Esto significa que todos los hombres participarían enla riqueza social y que todos ayudarían a producir lariqueza.

Esto significa, en resumen, que por vez primera en lahistoria el derecho, la justicia y la igualdad triunfaríanen lugar de la ley.

Ves, por consiguiente, que la supresión del gobiernosignifica también la abolición del monopolio y de lapropiedad personal de los medios de producción y dedistribución.

Se sigue de aquí que, cuando quede abolido el go-bierno, también tiene que desaparecer la esclavitudasalariada y el capitalismo, porque éstos no puedenexistir sin el apoyo y la protección del gobierno. Lomismo que el hombre que pretendía tener un mono-polio sobre la isla, del cual te hablé antes, no podíaponer en práctica su loca pretensión sin la ayuda delgobierno.

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Un estado de cosas donde hubiera libertad en lugarde gobierno sería la anarquía, y un estado de cosas don-de la igualdad de uso ocupara el lugar de la propiedadprivada, sería el comunismo.

Sería el anarquismo comunista.«¡Oh, comunismo!», exclama tu amigo. «¡Pero dijis-

te que no eras un bolchevique!»No, no soy un bolchevique, porque los bolcheviques

desean un gobierno o Estado poderoso, mientras queel anarquismo significa la supresión sinmás del Estadoo gobierno.

«¿Pero no son los bolcheviques comunistas?», pre-guntas.

Sí, los bolcheviques son comunistas, pero ellosdesean su dictadura, su gobierno, desean obligar a lagente a que viva en el comunismo. El comunismo anar-quista, por el contrario, significa un comunismo volun-tario, un comunismo de libre elección.

«Veo la diferencia. Sería estupendo, por supuesto»,admite tu amigo. «¿Pero piensas realmente que es po-sible?»

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XXI. ¿Es posible laanarquía?

«Sería posible», dices, «si pudiéramos prescindir delgobierno. ¿Pero podemos?»

Tal vez la mejor manera de responder a tu preguntaes examinar tu propia vida.

¿Qué papel desempeña el gobierno en tu existencia?¿Te ayuda a vivir? ¿Te alimenta, viste y te proporcionacobijo? ¿Tienes necesidad de él para tu trabajo o diver-sión? Si estás enfermo, ¿llamas al médico o al policía?¿Puede proporcionarte el gobierno mayor habilidad dela que te ha concedido la naturaleza? ¿Te puede liberarde la enfermedad, de la vejez, de la muerte?

Considera tu vida diaria y encontraras que en reali-dad el gobierno no es ningún factor en ella, a no sercuando comienza a interferir un tus asuntos, cuandote obliga a hacer ciertas cosas o te prohíbe que hagasotras. Te fuerza, por ejemplo, a que pagues impuestos

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y a que lo sostengas, lo desees o no. Te hace vestirteun uniforme y unirte al ejército. Invade tu vida perso-nal, te da órdenes en ella, te coacciona, te prescribe tucomportamiento y generalmente te trata como le da lagana. Te dice incluso lo que tienes que creer y te casti-ga por pensar y actuar de otro modo. Te manda lo quetienes que comer y beber, y te encarcela o ejecuta pordesobediencia. Manda y domina en cada etapa de tuvida. Te trata como a un crío malo o como a un niñoirresponsable que necesita la mano fuerte de un guar-dián, pero si desobedeces te considera, sin embargo,responsable.

Consideremos después los detalles de la vida bajola anarquía y veremos qué condiciones o institucionesexistirán en esa forma de sociedad, cómo funcionarány qué efecto es probable que tendrán sobre el hombre.

Por el momento queremos asegurarnos de que unasituación así es posible, de que la anarquía es algo prac-ticable.

¿Cómo es la existencia del hombre medio actual-mente? Casi todo tu tiempo está consagrado a ganarsu sustento. Estás tan ocupado ganándote la vida queapenas tienes tiempo para vivirla, para disfrutar de lavida. Ni tiempo ni dinero. Te sientes feliz si tienes algu-na fuente de apoyo, algún empleo. De vez en cuando

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vienen tiempos malos, hay paro y miles son arrojadosdel trabajo, cada año, en cada país.

Esa época significa que no hay ingresos, no hay sa-larios. Y como resultado preocupaciones y privación,enfermedad, desesperación y suicidio. Supone pobre-za y crimen. Para aliviar esa pobreza construimos ca-sas de caridad, asilos para pobres, hospitales gratuitos,todo lo cual lo sostienes tú mediante tus impuestos.Para impedir el crimen y castigar a los criminales denuevo eres tú el que sostienes a la policía, a los detecti-ves, a las fuerzas estatales, a los jueces, abogados, pri-siones, guardianes. ¿Puedes imaginar algo con menossentido y tan poco práctico? Los cuerpos legislativosaprueban leyes, los jueces las interpretan, los diversosoficiales las ejecutan, la policía persigue y detiene alcriminal y, finalmente, el guardia de la prisión lo man-tiene custodiado. Numerosas personas e institucionesestán ocupadas impidiendo que el hombre sin empleorobe y castigándolo si intenta hacerlo. En este caso leproporcionan los medios de existencia, cuya falta es loque en primer lugar le ha hecho quebrantar la ley. Des-pués de un período más o menos largo lo dejan suel-to. Si no consigue trabajo, comienza el mismo círculode robo, detención, juicio y encarcelamiento, todo unavez más.

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Esta es una ilustración superficial pero típica de ca-rácter estúpido de nuestro sistema: estúpido e ineficaz.La ley y el gobierno sostienen ese sistema.

¿No es posible que la mayoría de la gente se imaginaque no podríamos prescindir del gobierno, cuando dehecho nuestra vida real no tiene conexión de ningunaclase con él, no necesita de él y sólo queda estorbadacuando se entrometen la ley y el gobierno?

«Pero la seguridad y el orden público», objetas,«¿podríamos tener eso sin la ley y el gobierno? ¿Quiénnos protegerá contra el criminal?»

La verdad es que lo que se denomina «ley y orden»es realmente el peor desorden, tal como hemos vistoen los capítulos previos. El poco orden y pan que te-nemos de lo debemos al buen sentido común y a losesfuerzos conjuntos del pueblo, en su mayor parte apesar del gobierno. ¿Necesitas del gobierno para quete diga que no vayas de frente a un automóvil en mar-cha? ¿Necesitas de él para que te ordene que no saltesdesde el puente de Brooklyn o desde la torre Eiffel?

El hombre es un ser social; no puede existir solo; vi-ve en comunidades o sociedades. La necesidad mutuay los intereses comunes tienen como resultado diver-sos arreglos para proporcionarnos seguridad y como-didad. Una colaboración así es libre, voluntaria, no ne-

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cesita compulsión por parte de ningún gobierno. Teunes a un club deportivo o a una sociedad de canto,porque tu inclinación se encuentra ahí y cooperas conlos otros miembros sin que nadie te coaccione. El hom-bre de ciencia, el escritor, el artista y el inventor bus-can su propia clase de inspiración y de trabajo mutuo.Sus impulsos y sus necesidades son su mejor estímulo;la interferencia de cualquier gobierno o de cualquierautoridad tan sólo puede obstaculizar sus esfuerzos.

En toda la vida encontrarás que las necesidades y lasinclinaciones de la gente conducen a la asociación, lamutua protección y la ayuda. Esta es la diferencia entredirigir las cosas y gobernar hombres, entre hacer algopor la libre elección y ser obligado. Es la diferencia en-tre la libertad y la coacción, entre el anarquismo y elgobierno, porque el anarquismo significa cooperaciónvoluntaria en lugar de la participación forzada. Signi-fica armonía y orden en lugar de entrometimiento ydesorden.

«¿Pero quién nos protegerá contra el crimen y loscriminales?», preguntas.

Pregúntate más bien si el gobierno realmente nosprotege contra ellos. ¿No crea y sostiene el gobiernolas condiciones que conducen al crimen? ¿No cultivanla ingerencia y la violencia, sobre las cuales descansa,

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todo gobierno, el espíritu de intolerancia y de persecu-ción, de odio y de más violencia? ¿No se incrementa elcrimen con el crecimiento de la pobreza y de la injus-ticia fomentadas por el gobierno? ¿No es el gobiernomismo la injusticia y el crimen más grande?

El crimen es el resultado de condiciones económi-cas, de desigualdad social, de injusticia y males, de loscuales el gobierno y el monopolio son los padres. El go-bierno y la ley sólo pueden castigar al criminal. Nun-ca pueden curar ni prevenir el crimen. La única curareal del crimen es abolir sus causas, y esto no lo pue-de hacer nunca el gobierno, porque existe para preser-var esas mismas causas. Tan sólo se puede eliminar elcrimen suprimiendo las condiciones que lo crean. Elgobierno no puede hacerlo.

El anarquismo significa suprimir esas condiciones.Los crímenes que resultan del gobierno, de su opresióne injusticia, de la desigualdad y la pobreza, desapare-cerán bajo la anarquía. Estos constituyen con muchoel porcentaje más elevado del crimen.

Otros determinados crímenes persistirán durante al-gún tiempo, tales como los que surgen de los celos, lapasión y el espíritu de coacción y de violencia que do-mina al mundo actualmente. Pero éstos, vástagos dela autoridad y de la propiedad, también desaparecerán

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gradualmente bajo unas condiciones saludables y conla supresión de la atmósfera que los cultiva.

Por ello la anarquía ni engendrará al crimen ni ofre-cerá ningún terreno para su florecimiento. Los actosocasionales antisociales serán considerados como per-vivencias de las precedentes condiciones y actitudesdepravadas y serán tratados como un estado enfermode mente más bien que como crimen.

La anarquía comenzará alimentando al «criminal» yasegurándole trabajo, en lugar de comenzar por vigi-larlo, detenerlo, juzgarlo y encarcelarlo y terminandopor alimentarlo a él y a muchos otros que tienen quevigilarlo y alimentarle a él. Con toda seguridad inclusoeste ejemplo muestra cuánto más cuerda y simple serála vida bajo el anarquismo que ahora.

La verdad es que la vida presente es engorrosa, com-pleja y confusa, y no es satisfactoria desde ningún pun-to de vista. Por eso hay tanta miseria y descontento. Eltrabajador no está satisfecho, tampoco es feliz el amoen su ansiedad constante por los «malos tiempos», quesuponen la pérdida de la propiedad y del poder. El es-pectro del temor al mañana persigue las huellas delpobre y del rico por igual.

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Ciertamente el trabajador no tiene nada que perdercon un cambio de gobierno y del capitalismo a unasituación de no gobierno, de anarquía.

Las clases medias están casi tan inciertas de su exis-tencia como los trabajadores. Dependen de la buenavoluntad del empresario y del comerciante al por ma-yor, de las grandes agrupaciones de la industria y delcapital, y siempre se encuentran en peligro de banca-rrota y de ruina.

Incluso el gran capitalista tiene poco que perder enel cambio del sistema actual a uno de anarquía, puesbajo este último todos tendrán asegurado su sustentoy su comodidad; se eliminará el temor a la competen-cia con la abolición de la propiedad privada. Cada unotendrá la oportunidad plena y sin estorbos de vivir ydisfrutar su vida hasta el máximo de su capacidad.

Añade a esto la conciencia de la paz y de la armonía,el sentimiento que llega con la libertad de las preocupa-ciones financieras o materiales, la constatación de quete encuentras en un mundo amigo sin envidia o rivali-dad de negocios que turben tu mente, en un mundo dehermanos, en una atmósfera de libertad y de bienestargeneral.

Es casi imposible imaginar las maravillosas oportu-nidades que se que se abrirán al hombre en una socie-

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dad de anarquismo comunista. El científico se podríadedicar por completo a sus ocupaciones favoritas, sinestar hostigado por la preocupación por su pan diario.El inventor encontraría a su disposición todas las faci-lidades para beneficiar a la humanidad mediante susdescubrimientos e invenciones. El escritor, el poeta, elartista, todos se elevarían en las alas de la libertad yde la armonía social a las alturas más elevadas de suslogros.

Sólo entonces entrarán en posesión de lo suyo la jus-ticia y el derecho. No menosprecies el papel de estossentimientos en la vida del hombre o de la nación. Novivimos sólo de pan. Ciertamente, no es posible la exis-tencia sin la oportunidad de satisfacer nuestras nece-sidades físicas. Pero la satisfacción de estás no consti-tuye en modo alguno todo en la vida. Nuestro sistemapresente de civilización, al desheredar a millones, haconvertido; por así decir, el vientre en el centro deluniverso. Pero en una sociedad sensible, con abundan-cia para todos, la cuestión de la mera existencia, la se-guridad de un sustento sería considerada como algoevidente y libre como lo es el aire para todos. Los sen-timientos de la simpatía humana, de la justicia y delderecho tendrían una oportunidad de desarrollarse, deser satisfechos, de extenderse y crecer. Incluso actual-

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mente el sentido de justicia y de juego limpio todavíase encuentra vivo en el corazón del hombre, a pesarde los siglos de represión y perversión. No se ha ex-terminado y no puede ser exterminado, porque es con-génito, innato en el hombre, es un instinto tan fuertecomo el de la autoconservación y justamente tan vitalpara nuestra felicidad. Pues no toda la miseria que te-nemos actualmente en el mundo proviene de la falta debienestar material. El hombre puede soportar mejor lainanición que la conciencia de justicia. La concienciade que eres tratado injustamente hará te alces a la pro-testa y a la rebelión tan rápidamente como lo hace elhambre, e incluso más rápidamente quizá. El hambrepuede ser la causa inmediata de toda rebelión o suble-vación, pero debajo de ella se encuentra el antagonis-mo y el odio adormilados de las masas contra aquellospor cuya causa están sufriendo injusticia y maldad. Laverdad es que el derecho y la justicia desempeñan unpapel en nuestras vidas mucho más importante de loque es consciente la mayoría de la gente. Los que nie-guen esto, conocen tan poco de la naturaleza humanacomo de la historia. En la vida de cada día ves constan-temente que la gente se indigna con lo que consideraque es una injusticia. «Esto no es justo», es la protestainstintiva del hombre cuando siente que se ha actuado

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mal. Por supuesto, la concepción que cada uno tienede lo justo y de lo injusto depende de sus tradiciones,medio ambiente y educación. Pero sea cual fuere estaconcepción, su impulso natural le lleva a resentirse delo que él piensa que incorrecto e injusto.

Históricamente sigue siendo verdad eso mismo.Más rebeliones ymás guerras se han llevado a cabo porideas de lo justo y lo injusto que por razones materia-les. Los marxistas pueden objetar que nuestros puntosde vista sobre lo justo y lo injusto están configuradosellos mismos por las condiciones materiales; pero esoen modo alguno altera el hecho de que el sentido dela justicia y del derecho ha inspirado en todas las épo-cas al pueblo hacia el heroísmo y el sacrificio de unomismo en favor de los ideales.

Los cristos y los budas de todas épocas no estabaninspirados por consideraciones materiales, sino por suentrega a la justicia y al derecho. Los pioneros en todaempresa humana han sufrido calumnias, persecucio-nes, incluso la muerte, no por motivos de engrande-cimiento personal, sino por su fe en la justicia de sucausa. Los que fueron como Jan Hus, Lucero, Bruno,Savonarola, Galileo y otros numerosos idealistas reli-giosos y sociales, lucharon y murieron defendiendo lacausa de la justicia tal como ellos la veían. De modo

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semejante en los caminos de la ciencia, la filosofía, elarte, la poesía y la educación, algunos hombres desdela época Sócrates hasta los días actuales han consagra-do sus vidas al servicio de la verdad y de la justicia.En el campo del progreso político y social, comenzan-do por Moisés y Espartaco, los seres más nobles de lahumanidad se han consagrado a sí mismos a los idea-les de la libertad y de la igualdad, y el poder impulsordel idealismo tampoco se limita solamente a los indi-viduos excepcionales. Las masas han estado siempreinspiradas por él. La Guerra de independencia ameri-cana, por ejemplo, comenzó con el resentimiento po-pular en las colonias contra la injusticia de unos im-puestos sin representación. Las cruzadas prosiguierondurante doscientos años en un esfuerzo por asegurarla Tierra Santa para los cristianos. Este ideal religiosoinspiró a seis millones de hombres, incluso a ejércitosde niños, a enfrentar indecibles dificultades, la peste yla muerte en nombre del derecho y de la justicia. Inclu-so durante la guerramundial, a pesar de ser una guerracapitalista en su causa y en su resultado, millones dehombres lucharon en la creencia acariciada de que esaguerra se estaba realizando por una causa justa, por lademocracia y por la terminación de todas las guerras.

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De este modo, a través de toda la historia, pasaday moderna, el sentido del derecho y de la justicia hainspirado al hombre, individual y colectivamente, a ac-ciones de sacrificio de sí mismo y de entrega, y lo hanelevado muy por encima de la miserable monotonía desu existencia cotidiana. Es trágico, por supuesto, queeste idealismo se expresó en actos de persecución, vio-lencia y matanza. La perversión y el egoísmo del rey,el sacerdote y el amo, la ignorancia y el fanatismo fuelo que determinó esas formas. Pero el espíritu que losanimaba era el del derecho y la justicia. Toda la expe-riencia pasada prueba que este espíritu siempre estávivo y que es un factor poderos y dominante en la es-cala completa de la vida humana.

Las condiciones de nuestra existencia actual debili-tan y vician este rasgo, el más humano, del hombre,pervierten sus manifestaciones y lo convierten en ca-nales de intolerancia, persecución, odio y contienda.Pero una vez que el hombre queda liberado de los in-flujos corruptores de los intereses materiales, elevadopor encima de la ignorancia y del antagonismo de cla-ses, su espíritu innato del derecho y de la injusticia en-contrará nuevas formas de expresión, formas que ten-derán hacia una mayor fraternidad y buena voluntad,hacia la paz individual y la armonía social.

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Sólo la anarquía podía llegar este espíritu a su plenodesarrollo. Liberados de la lucha degradante y embru-tecedora por nuestro pan de cada día, participando to-dos en el trabajo y en el bienestar, las mejores cuali-dades del corazón y de la mente humana tendrán laoportunidad de crecer y de encontrar una aplicaciónbeneficiosa. El hombre se convertirá ciertamente en lanoble obra de la naturaleza que él ahora ha entrevistotan sólo en sus sueños.

Por estas razones la anarquía es el ideal no sólo dealgún grupo o clase particular, sino toda la humani-dad, pues beneficiará, en el sentido más amplio, a to-dos nosotros. Pues el anarquismo es la formulación deun deseo universal y perenne de la humanidad.

Todo hombre y mujer, por tanto, debería ser vital-mente interesado en ayudar a hacer surgir la anarquía.Ciertamente lo harían si comprendieran tan sólo la be-lleza y la injusticia de una nueva vida así. Todo serhumano que no está desprovisto de sentimiento y desentido común está inclinado hacia el anarquismo. To-do el que sufre por el agravio y la injusticia, por lamaldad, la corrupción y la sociedad de nuestra vidaactual, tiene una simpatía instintiva por la anarquía.Todo aquel cuyo corazón no está muerto a la amabili-dad, la compasión y la simpatía por el prójimo tiene

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que estar interesado en promoverla. Todo aquel quetiene que soportar la pobreza y la miseria, la tiranía yla opresión debería saludar la llegada de la anarquía.Todo hombre y toda mujer que ame la libertad y lajusticia, debería ayudar a que se realizara.

Y ante todo y más vitalmente, que todos los oprimi-dos y los hundidos del mundo deberían estar interesa-dos en ella. Los que construyen los palacios y viven encuchitriles, los que ponen la mesa de la vida pero a losque no se les permite tomar parte en la comida, los quecrean la riqueza del mundo y se encuentran deshere-dados, los que llenan la vida de gozo y claridad, peroellos permanecen despreciados en lo profundo de laoscuridad, el Sansón de la vida despojado de su fuer-za por temor y la ignorancia, el indefenso gigante deltrabajo, el proletariado del cerebro y de los músculos,las masas industriales y agrícolas, éstos tendrían queabrazar con el mayor contento la anarquía.

A ellos es a quienes el anarquismo dirige su llama-da más fuerte; son ellos los que, en primer lugar y antetodo, tienen que trabajar por el nuevo día que les de-vuelva su herencia y traiga la libertad y el bienestar, elgozo y la claridad a toda la humanidad.

«Una cosa espléndida», anotas. «¿Pero funcionará?¿Y cómo la conseguiremos?»

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XXII. ¿Funcionará elanarquismo comunista?

Como hemos visto en el capítulo precedente, ningu-na vida puede ser libre y segura, armoniosa y satisfac-toria, a no ser que esté edificada sobre los principiosde la justicia y del juego limpio. El primer requisito dela justicia es una libertad y oportunidad iguales.

Bajo el gobierno y la explotación no puede haberni libertad igual ni oportunidad igual; de ahí surgentodos los males y trastornos de la sociedad actual.

El anarquismo comunista está basado en la com-prensión de esta verdad incontrovertible. Está funda-do en el principio de la no invasión y de la coacción;en otras palabras, está basado en la libertad y en laoportunidad.

La vida sobre una base así satisface plenamente lasdemandas de la justicia. Tú tienes que ser completa-mente libre y todos los demás tienen que disfrutar una

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libertad igual, lo que significa que nadie tiene el de-recho de obligar o forzar a otra, pues la coacción decualquier género es una interferencia en tu libertad.

De modo semejante, la oportunidad igual es la he-rencia de todos. El monopolio y la propiedad privadade los medios de existencia son eliminados, por consi-guiente, como una privación de la oportunidad igualpara todos.

Si retenemos este simple principio de la libertadigual, seremos capaces de resolver las cuestiones im-plicadas en la construcción de una sociedad de anar-quismo comunista.

Políticamente, entonces, el hombre no reconoceráautoridad alguna que le fuerce o le coaccione. El go-bierno será abolido.

Económicamente, no permitirá la posesión exclusi-va de las fuentes de vida, a fin de preservar su oportu-nidad de un acceso libre.

El monopolio sobre la tierra, la propiedad privadade la maquinaria de la producción, distribución y co-municación no se podrá tolerar, por consiguiente, ba-jo la anarquía. La oportunidad de usar lo que cada unonecesite para vivir debe ser libre para todos.

En resumidas cuentas, entonces, el significado delanarquismo comunista es el siguiente: la abolición del

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gobierno, de la autoridad coercitiva y de todas sus de-pendencias, y la propiedad común, lo cual significa laparticipación libre e igual en el trabajo y en el bienes-tar general.

«Dijiste que la anarquía asegurará la igualdad eco-nómica», anota tu amigo. «¿Significa eso una pagaigual para todos?»

Ciertamente. O, lo que viene a ser lo mismo, la par-ticipación igual en el bienestar público. Porque, comoya sabemos, el trabajo es social. Nadie puede crear al-go por sí mismo, por sus propios esfuerzos. Ahora bien,en ese caso, si el trabajo es social, es razonable que losresultados de él, la riqueza producida, tienen que sertambién sociales, pertenecen a la colectividad. Por con-siguiente, nadie puede con justicia pretender la propie-dad exclusiva de la riqueza social. Tienen que disfru-tarla todos igualmente.

«¿Pero por qué no dar a cada uno de acuerdo con elvalor de su trabajo?», preguntas.

Porque no existe modo alguno de medir ese valor:Es esa la diferencia entre valor y precio. El valor es loque vale una cosa, mientras que el precio es aquello enlo que puede ser vendido o comprado en el mercado.Nadie puede decir realmente lo que vale una cosa. Loseconomistas pretenden por lo general que el valor de

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una mercancía, es la cantidad de trabajo que se requie-re para producirla, la cantidad de «trabajo socialmentenecesario», como diceMarx. Pero evidentemente no esuna pauta justa de medición. Supón que el carpinterotrabajó durante tres horas para hacer una silla de coci-na, mientras que el cirujano empleó media hora pararealizar una operación que salvó tu vida. Si la cantidadde trabajo usado determina el valor, entonces la sillavale más que tu vida. Un absurdo obvio, por supuesto.Incluso si contaras los años de estudio y práctica quenecesitó el cirujano para hacerle capaz de realizar laoperación, ¿cómo vas a decidir lo que vale «una horade operación»? también el carpintero y el albañil tie-nen que ser adiestrados antes de que puedan hacer sutrabajo adecuadamente, pero tú no calcular esos añosde aprendizaje cuando los contratas para algún traba-jo. Además, también hay que considerar la habilidady aptitud particulares que debe ejercer en sus trabajoscada obrero, escritor, artista o médico. Eso en un factorpuramente individual, personal. ¿Cómo vas a calcularsu valor?

Esa es la razón por la que no se puede determinar elvalor. La misma cosa puede valer mucho para una per-sona, mientras que no vale nada o vale muy poco paraotra. Puede valer mucho o poco incluso para la mis-

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ma persona, en épocas diferentes. Un diamante, unapintura o un libro puede valer una gran cantidad paraun hombre y valer muy poco para otro. Un panecilloserá muy valioso para ti cuando estás hambriento ymucho menos cuando no lo estás. Por consiguiente, elvalor real de una cosa no puede ser establecido; es unacantidad desconocida.

Pero el precio se puede descubrir fácilmente. Si haycinco panecillos a disposición y diez personas quedesean un panecillo cada una, el precio del pan se ele-vará. Si hay diez panecillos y tan sólo cinco comprado-res, entonces el precio descenderá. El precio dependede la oferta y la demanda.

El intercambio de mercancías mediante los preciosconduce a la realización de ganancias, a aprovechar-se y a la explotación; en una palabra, conduce a algu-na forma de capitalismo. Si suprimes las ganancias, nopuedes tener ningún sistema de precios ni sistema al-guno de salarios o pago. Eso significa que el intercam-bio tiene que ser de acuerdo con el valor. Pero como elvalor es incierto o no averiguable, el intercambio de-be, consecuentemente, ser libre, sin un valor «igual»,puesto que algo así no existe. En otras palabras, el tra-bajo y sus productos tienen que ser intercambiados sinprecio, sin ganancia, libremente, de acuerdo con la ne-

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cesidad. Esto conduce lógicamente a la propiedad encomún y al uso colectivo. Lo cual es un sistema razo-nable, justo y equitativo, y es conocido como comunis-mo.

«¿Pero esto supone entonces que todos participaránpor igual?», preguntas. «¿El hombre de inteligencia yel de pocas luces, el eficiente y el ineficiente, todos losmismos? ¿No habrá distinción alguna, ningún recono-cimiento especial para los que tengan una habilidad?»

Permíteme, a su vez, que te pregunte amigo mío, sidebemos castigar al hombre al que la naturaleza no hadotado tan generosamente como a su vecino más fuer-te y más inteligente. ¿Añadiremos injusticia a la des-ventaja que ha puesto en él la naturaleza? Todo lo quepodemos esperar razonablemente de cualquier hom-bre es que lo haga lo mejor posible; ¿puede hacerloalguien más? y si eso mejor de John no es tan buenocomo lo de su hermano Jim, es debido a su infortunio,pero en modo alguno se debe a una falta que tenga queser castigada.

No hay nada más peligroso que la discriminación.El momento en que comienzas a discriminar contra elmenos capaz, estableces condiciones que engendran eldescontento y el resentimiento; invitas a la envidia, ladiscordia y la contienda. Pensarías que es brutal negar-

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le al menos capaz el aire o el agua que necesita. ¿No sedebe aplicar el mismo principio a las otras necesidadesdel hombre? Después de todo, la cuestión del alimento,vestido y cobijo son los apartados más pequeños en laeconomía del mundo.

El modo más seguro de que uno lo haga de la me-jor manera no es mediante la discriminación contra él,sino tratándolo en un mismo pie de igualdad con losotros. Este es el incentivo y el estímulo más efectivo.Es justo y es humano.

«¿Pero qué harás con el vago, con el hombre que nodesea trabajar?», pregunta tu amigo.

Esta es una cuestión interesante, y probablemente tequedarás muy sorprendido cuando diga que no existerealmente una cosa así como la pereza. Lo que denomi-namos un perezoso es por lo general un hombre cua-drado en un agujero redondo. Es decir, el hombre ade-cuado en el lugar inadecuado. Y siempre encontrarásque, cuando un individuo está en el lugar inadecua-do, será ineficiente o indolente. Pues la denominadopereza y una buena parte de la ineficiencia son mera-mente incapacidad, inadaptación. Si te obligan a hacerlo que no eres capaz de hacer por tus inclinaciones otemperamento, serás ineficiente en eso; si te fuerzan a

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realizar un trabajo en el que no estás interesado, serásperezoso en él.

Todo el que haya dirigido negocios en los que esténempleados grandes cantidades de hombres podrá veri-ficar esto. La vida en la cárcel es una prueba particu-larmente convincente de la verdad de esto; y, despuésde todo, la existencia actual para la mayoría de la gen-te no es sino una gran cárcel. Cada guardia de prisiónte dirá que los presos a los que se les pone tareas pa-ra las que no tienen capacidad o interés son siempreperezosos y están sujetos a un castigo continuo. Peroen cuanto que se les asigna a estos «convictos refrac-tarios» un trabajo que atrae sus inclinaciones, se con-vierten en «hombres modelos», como los denominanlos carceleros.

Rusia ha demostrado de modo señalado la verdadde esto. Ha probado lo poco que conocemos las po-tencialidades humanas y el efecto del medio ambientesobre ellas, ha probado cómo confundimos las condi-ciones erróneas con la mala conducta. Los refugiadosrusos, que llevan una vida miserable e insignificanteen países extranjeros, al volver a casa y encontrar enla revolución un campo apropiado para sus activida-des, han realizado el trabajo más admirable en su esfe-ra apropiada, se han convertido en brillantes organiza-

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dores, constructores de ferrocarriles y creadores de in-dustrias. Entre los nombres rusos mejor conocidos enel extranjero actualmente se encuentran los de hom-bres que eran considerados indolentes e ineficientesbajo unas condiciones donde su habilidad y sus ener-gías no podían encontrar una aplicación apropiada.

Esa es la naturaleza humana: la eficiencia en una de-terminada dirección significa inclinación y capacidadpara ella; la laboriosidad y la aplicación significa in-terés. Por eso existe tanta ineficiencia y pereza en elmundo actual. Pues, ¿quién se encuentra actualmenteen su lugar correcto? ¿Quién trabaja en lo que real-mente le agrada y en lo que está interesado?

Bajo las condiciones actuales se le ofrece poca elec-ción al hombre medio para entregarse a las tareas queestimulan sus inclinaciones y preferencias. La casuali-dad de tu nacimiento y la posición social predetermi-na tu oficio o profesión. El hijo de un financiero nose convierte, por regla general, en un leñador, aunqueél pueda estar más capacitado para manejar leños quecuentas bancarias. Las clases medias envían a sus hijosa los colegios universitarios que los convierten en doc-tores, abogados o ingenieros. Pero si tus padres fueranobreros que no se pudieran permitir que estudiases, lasposibilidades son que cogerías cualquier trabajo que

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te ofrecieran o entrarías en algún oficio que pudieraproporcionarte un aprendizaje. Tu situación particu-lar decidirá tu trabajo o profesión, no tus preferencias,inclinaciones o habilidades naturales. ¿Es extraño, en-tonces, que la mayoría de la gente, la mayoría aplas-tante, de hecho está fuera de su lugar? Pregunta a losprimeros cien hombres que encuentres si hubieran ele-gido el trabajo que están haciendo o si continuaríanen él, si fueran libres para escoger, y noventa y nueveadmitirían que preferirían alguna otra ocupación. Lanecesidad y las ventajas materiales, o la esperanza deellas, mantiene a la mayor parte de la gente en el lugarinadecuado.

Es razonable que una persona da lo mejor de sí mis-ma cuando su interés se encuentra en su trabajo, cuan-do siente una atracción natural por él, cuando le gus-ta. Entonces será laborioso y eficiente. Las cosas queproducía el artesano en los días antes del capitalismomoderno eran objetos de gozo y de belleza, porque elartesano amaba su trabajo. ¿Puedes esperar que el es-clavo moderno en la fea y enorme fábrica haga cosashermosas? El es una parte de la máquina, una ruedadentada en la industria sin alma; su trabajo es mecá-nico, forzado. Añade a esto su sentimiento de que noestá trabajando para sí mismo, sino para el beneficio

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de cualquier otro, y que él odia su trabajo o en el mejorcaso no tiene interés alguno en él, excepto en cuantoque le asegura su salario semanal. El resultado es hol-gazanería, ineficiencia, pereza.

La necesidad de actividad es uno de los impulsosmás fundamentales del hombre. Observa al niño y ve-rás lo fuerte que es este instinto por la acción, porel movimiento, por hacer algo. Es un instinto fuertey continuo. Lo mismo ocurre con el hombre sano. Suenergía y vitalidad exige una expresión. Permítele quehaga el trabajo que sea de su elección, la cosa que amay su entrega no conocerá ni cansancio ni holgazane-ría. Puedes observarlo en el obrero cuando tiene la su-ficiente buena suerte de poseer un jardín o un trozode terreno donde pueda cultivar flores u hortalizas. Apesar de estar cansado de su trabajo, disfruta con eltrabajo más duro que él hace para su propio beneficioy que realiza por su propia elección.

Bajo el anarquismo cada uno tendrá la oportunidadde seguir cualquier ocupación que atraiga sus inclina-ciones y aptitudes naturales. El trabajo se convertiráen un placer, en lugar de ser la esclavitud matante quees actualmente. Será desconocida la pereza, y las cosascreadas por interés y amor serán objetos de belleza yde gozo.

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«¿Pero puede el trabajo convertirse alguna vez enun placer?», preguntas.

El trabajo actualmente es un esfuerzo desagradable,exhaustivo y aburrido. Pero ordinariamente no es eltrabajo mismo lo que es duro; son las condiciones bajolas cuales estás obligado al trabajo lo que lo conviertenen eso. Particularmente son las largas horas, los talle-res malsanos, el mal trato, la paga insuficiente, etc. Sinembargo, el trabajo más desagradable se puede hacermás suave mejorando el entorno. Considera la limpie-za del alcantarillado, por ejemplo. Es un trabajo sucioy pobremente pagado. Pero supón, por ejemplo, queconseguirías 20 dólares diarios en lugar de los 5 dó-lares por ese trabajo. Inmediatamente encontrarás tutrabajo mucho más ligero y agradable. El número delos que solicitan el trabajo crecerá de inmediato. Locual significa que los hombres no son perezosos, nose asustan ante el trabajo duro y desagradable, si estáadecuadamente recompensado. Pero un trabajo así esconsiderado bajo y es menospreciado. ¿Por qué se leconsidera bajo? ¿No es de la máxima utilidad y abso-lutamente necesario? ¿No se ensañarían las epidemiascon nuestra ciudad, a no ser por los que limpian las ca-lles y las alcantarillas? Ciertamente, los hombres quemantienen limpia y en condiciones higiénicas nuestra

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ciudad son benefactores reales, más vitales para nues-tra salud y bienestar que le médico de cabecera. Desdeel punto de vista de la utilidad social el barrendero esel colega profesional del doctor; este último nos tratacuando estamos enfermos, pero el primero nos ayudaa mantenernos sanos. Sin embargo, el médico es con-siderado y respetado, mientras que se menosprecia albarrendero. ¿Por qué? ¿Por qué el trabajo del barrende-ro es un trabajo sucio? Pero el cirujano con frecuenciatiene que realizar trabajos mucho «más sucios». En-tonces, ¿por qué se desprecia al barrendero? Porque élgana poco.

En nuestra perversa civilización se valoran las co-sas de acuerdo con las medidas pecuniarias. Las per-sonas que hacen el trabajo más útil se encuentran enlo más bajo de la escala social cuando su empleo estámal pagado. Si ocurriera algo, sin embargo, que tuvie-se como efecto el que el barrendero ganase 100 dólaresdiarios, mientras que el médico ganase 50, el «sucio»barrendero se elevaría inmediatamente en la estima yen la posición social, y de un «trabajador mugriento»se convertiría en un hombre muy solicitado de buenosingresos.

Ves que es la paga, la remuneración, la escala delsalario, y no el valor o el mérito, lo que actualmente,

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bajo nuestro sistema de ganancia, determina el valordel trabajo, lo mismo que el «valor» de un hombre.

Una sociedad sensata, bajo condiciones anarquistas,tendría pautas enteramente diferentes para juzgar ta-les asuntos. Se apreciaría entonces a la gente de acuer-do con su buena voluntad de ser socialmente útiles.

¿Puedes darte cuenta de los grandes cambios queproduciría una nueva actitud así? Todos ansían el res-peto y la admiración de los prójimos; es un tónico sinel que no podemos vivir. Incluso en la cárcel he vistocómo el carterista o el atracador, ansía el aprecio desus amigos y cómo intenta con fuerza ganarse su bue-na estima. Las opiniones de nuestro círculo gobiernannuestra conducta. La atmósfera social, hasta un gradoprofundo, determina nuestros valores y nuestra acti-tud. Tu experiencia personal te dirá hasta qué puntoes esto verdad y, por consiguiente, no te sorprende-rá cuando te diga que en una sociedad anarquista loshombres buscaran más el trabajo útil y difícil que eltrabajo más suave. Si consideras esto, no tendrás másmiedo de la pereza o de la holgazanería.

Pero la tareamás dura ymás onerosa se puede hacermás fácil ymás limpia que en la actualidad. El empresa-rio capitalista no se interesa en gastar dinero, si puedeevitarlo, para hacer el trabajo de sus empleados más

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agradable y más luminoso. El introducirá mejoras tansólo cuando espera ganar con ello mayores beneficios,pero no pasará a un gasto extra por razones puramentehumanitarias. Aunque aquí tengo que recordarte quelos empresarios más inteligentes están comenzandoa ver que vale la pena mejorar sus fábricas, hacerlasmás saludables e higiénicas, y en general mejorar lascondiciones del trabajo. Se dan cuenta de que es unabuena inversión, tiene como resultado un contento in-crementado y, consiguientemente, mayor eficiencia desus trabajadores. El principio es firme. Actualmente,por supuesto, está siendo explotado con el único pro-pósito de mayores ganancias. Pero bajo el anarquismoserá aplicado no por la ganancia personal, sino en in-terés de la salud del trabajador, para aliviar su trabajo.Nuestro progreso en la mecánica es tan grande y estáavanzado tan continuamente que se podrían eliminarla mayoría de los trabajos duros mediante el uso dela maquinaria moderna y los inventos que ahorran eltrabajo. En muchas industrias, lo mismo que en las mi-nas de carbón, por ejemplo, no se introducen nuevosaparatos de seguridad y sanitarios a causa de la indi-ferencia de los amos al bienestar de sus empleados ypor los gastos que implican. Pero en un sistema queno es de ganancia la ciencia técnica trabajará exclusi-

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vamente con el fin de hacer el trabajo más seguro, mássaludable, más ligero y más agradable.

«Pero por muy ligero que hagas el trabajo, ocho ho-ras al día de trabajo no es un placer», objeta tu amigo.

Tienes plenamente razón. ¿Pero te has detenido al-guna vez a considerar por qué tenemos que trabajarocho horas diarias? ¿Sabes que hasta no hace muchotiempo la gente tenía que realizar el trabajo de un es-clavo durante doce y catorce horas, y que eso es loque sigue ocurriendo todavía en países atrasados co-mo China e India?

Se puede probar estadísticamente que tres horas detrabajo al día, comomáximo, es suficiente para alimen-tar, dar cobijo y vestido al mundo, y para satisfacer nosólo sus necesidades, sino también todas las comodi-dades modernas de la vida. La cuestión es que apenasuno de cada cinco hombres está realizando actualmen-te un trabajo productivo. El mundo entero está soste-nido por una pequeña minoría de trabajadores.

En primer lugar, considera la cantidad de trabajorealizado en la sociedad presente y que se convertiríaen innecesario bajos las condiciones anarquistas. Cogelos ejércitos y las armadas del mundo, y piensa cuántosmillones de hombres quedarán libres para un esfuerzo

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útil y productivo, una vez que quede abolida la guerra,como naturalmente sería el caso de la anarquía.

En cada país actualmente los trabajadores sostienena los millones que no contribuyen en nada al bienestardel país, que no crean nada y que no realizan ningúntrabajo útil de ninguna clase. Esos millones son tan só-lo consumidores, sin ser productores. En los EstadosUnidos, de una población de 120 millones hay menosde 30 millones de trabajadores, incluyendo a los cam-pesinos.1 Una situación semejante es la regla generalen cada país.

¿Es extraño que los trabajadores tengan que traba-jar durante muchas horas, puesto que tan sólo hay 30trabajadores de cada 120 personas? Las amplias clasesde los negocios, con sus oficinistas, ayudantes, agentesy viajantes de comercio; los tribunales, con sus jueces,archiveros, alguaciles, etc.; la legión de los abogadoscon sus servidumbres; la milicia y las fuerzas de po-licía; las iglesias y los monasterios; las institucionesbenéficas y las casas para pobres; las cárceles con susguardianes, oficiales, vigilantes y la población convic-ta no productiva; el ejército de agentes de publicidad ysus ayudantes, cuyo negocio es persuadirte a que com-

1 N. Y. World Almanac, 1927. (N. de A.).

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pres lo que no deseas o necesitas; sin hablar de los gru-pos numerosos que viven con lujo en un ocio completo.Todos estos se elevan a millones en cada país.

Ahora bien, si todos esos millones se dedicaran aun trabajo útil, ¿tendría el trabajador que fatigarse co-mo un esclavo durante ocho horas diarias? Si treintahombres tienen que dedicar ocho horas para realizaruna tarea determinada, ¿cuánto menos tiempo lleva-ría si ciento veinte hombres realizaran lo mismo? Noquiero cargarte con estadísticas, pero hay suficientesdatos para probar que serían suficientes menos de treshoras diarias de esfuerzo físico para realizar el trabajodel mundo.

¿Puedes dudar de que incluso el trabajo más durose convertiría en un placer, en lugar de una malditaesclavitud como lo es actualmente, si tan sólo se ne-cesitasen tres horas diarias, y eso bajo las condicionessanitarias e higiénicas más extremadas, en una atmós-fera de hermandad y de respeto hacia el trabajo?

Pero no es difícil prever el día en que incluso esaspocas horas se reducirían todavía más, pues constante-mente estamos mejorando nuestros métodos técnicosy, se inventa sin interrupción nueva maquinaria queahorra trabajo. El progreso mecánico significa menostrabajo ymayores comodidades, como puedes ver com-

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parando la vida en los Estados Unidos con la vida enChina o en la India. En los últimos países trabajan mu-chas horas para conseguir satisfacer las necesidadesmás estrictas de la existencia, mientras que en Améri-ca incluso el trabajador medio disfruta de un nivel devida mucho más elevado con menos horas de trabajo.El adelanto de la ciencia y de los inventos significamástiempo libre para las ocupaciones que nos agradan.

Hemos bosquejado en líneas generales las posibili-dades de vida bajo un sistema sensato, donde quedeabolida la ganancia. No es necesario descender a losdetalles minúsculos de una situación social así; se hadicho lo suficiente para mostrar que el anarquismo co-munista significa el bienestar material más grande conuna vida de libertad para todos y cada uno.

Podemos imaginarnos el momento en que el traba-jo se haya convertido en un ejercicio agradable, unagozosa del esfuerzo físico a las necesidades del mundo.Entonces el hombre volverá su mirada atrás a nuestraépoca presente y se admirará de que el trabajo hayapodido ser alguna vez una esclavitud y se cuestionarála cordura de una generación que soportaba que me-nos de una quinta parte de su población ganara el panpara el resto mediante el sudor de su frente, mientrasque los otros holgazaneaban y desperdiciaban su tiem-

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po, su salud y la riqueza del pueblo. Se extrañarán deque la más libre satisfacción de las necesidades huma-nas pudiera ser considerada alguna vez como algo queno fuera evidente de por sí, o que personas que na-turalmente buscaban los mismos objetivos insistiesenen hacerse la vida dura y miserable, mediante la mu-tua discordia. Rehusarán creer que la existencia enteradel hombre era una lucha continua por el alimento enun mundo rico en abundancia, una lucha que no de-jaba a la inmensa mayoría ni tiempo ni fuerza para labúsqueda superior de lo que satisface al corazón y a lamente.

«¿Pero no significará la vida bajo la anarquía, con laigualdad económica y social, una nivelación general?»,preguntas.

No, amigo mío, precisamente lo contrario. Pues laigualdad no significa una cantidad igual, sino igualoportunidad. No significa, por ejemplo, que si Smithnecesita cinco comidas al día, Johnson tenga que tenertambién otras tantas. Si Johnson desea sólo tres comi-das, mientras Smith necesita cinco, la cantidad que ca-da uno consume puede ser desigual, pero ambos sonperfectamente iguales en cuanto a la oportunidad quecada uno tiene de consumir tanto como necesite, tantocomo su naturaleza particular exija.

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No cometas el error de identificar la igualdad en lalibertad con la igualdad forzada de un campo de pre-sidiarios. La verdadera igualdad anarquista implica li-bertad, no cantidad. No supone que cada uno tengaque comer, beber o vestir lo mismo, hacer el mismotrabajo o vivir de la misma manera. Muy lejos de eso;de hecho es exactamente lo contrario.

Las necesidades y los gustos individuales difieren,lo mismo que difieren los apetitos. Lo que constituyela verdadera igualdad es la oportunidad igual para sa-tisfacerlos.

Lejos de nivelar, una igualdad así abre la puerta ala mayor variedad posible de actividad y de desarrollo.Pues el carácter humano es diverso y sólo la represiónde esta diversidad tiene como resultado la nivelación,la uniformidad y la identidad. La libre oportunidad deexpresar y hacer actuar tu individualidad significa eldesarrollo de las desemejanzas y las variaciones natu-rales.

Se dice que no hay dos tallos de hierba que sean igua-les. Mucho menos lo son los seres humanos. En todoel ancho mundo no existen dos personas exactamen-te iguales, ni siquiera en su apariencia física; todavíamás diferentes son en su carácter fisiológico, mental ypsíquico. Sin embargo, a pesar de esta diversidad y de

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más de mil diferencias de carácter, actualmente obliga-mos a la gente a ser, iguales. Nuestra vida y nuestroshábitos, nuestro comportamiento y modales, inclusonuestros pensamientos y sentimientos quedan prensa-dos en un molde uniforme y son configurados hastaconvertirnos en idénticos. El espíritu de la autoridad,la ley, escrita y no escrita, la tradición y la costumbre,nos fuerzan a una rutina común y convierten al hom-bre en un autómata sin voluntad, sin independenciao individualidad. Esta servidumbre moral e intelectuales más coercitiva que cualquier coacción física, y esmás devastadora para nuestra humanidad y nuestrodesarrollo. Todos nosotros somos sus víctimas y sólo elque es excepcionalmente fuerte consigue romper suscadenas, y eso sólo en parte.

La autoridad del pasado y del presente dicta no só-lo nuestro comportamiento, sino que domina nuestrasmismas mentes y almas, está continuamente actuandopara ahogar cualquier síntoma de inconformismo, deactitud independiente y de opinión heterodoxa. Todoel peso de la condena social desciende sobre la cabezadel hombre o de la mujer que se atreve a desafiar loscódigos convencionales. Se desencadena una vengan-za despiadada sobre el protestante que rehúsa seguir laruta trillada, o sobre el hereje que no cree en las fórmu-

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las aceptadas. En la ciencia y en el arte, en la literatura,la poesía y la pintura este espíritu obliga a la adapta-ción y ala ajuste, teniendo como resultado la imitaciónde lo establecido y de lo aprobado, la uniformidad y laidentidad, la expresión estereotipada. Pero muchomásterriblemente todavía se castiga el inconformismo enla vida real, en nuestras relaciones y en nuestro com-portamiento de cada día. Al pintor y al escritor se lepuede perdonar ocasionalmente que desafíe a la cos-tumbre y a lo precedente, porque, después de todo, surebelión se limita al papel o al lienzo; tan sólo afectaa un círculo comparativamente pequeño. Pueden serdesdeñados o se les etiqueta como a personas rarasque pueden hacer poco daño; pero no ocurre lo mis-mo con el hombre de acción que lleva su desafío de lasnormas aceptadas hasta la vida social. El no es inofensi-vo. Es peligroso por el poder el ejemplo, por su mismapresencia. Su infracción de los cánones sociales no sepuede ignorar ni perdonar. Será denunciado como unenemigo de la sociedad.

Por está razón el sentimiento o el pensamiento revo-lucionario expresado en una poesía exótica o enmasca-rado en subidas disertaciones filosóficas se puede per-donar, puede pasar la censura oficial y no oficial, por-que ni es accesible ni lo entiende al público en general.

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Pero expresa la misma actitud disconforme en una for-ma popular e inmediatamente afrontarás la denunciafrívola de todas las fuerzas que constituyen a preservarlo establecido.

Más perniciosa y mortífera es la sumisión forzadaque el veneno más virulento. A través de los tiempos aconstituido el mayor impedimento al avance del hom-bre, poniéndole obstáculos con mil prohibiciones y ta-búes, hundiendo su mente y su corazón con cánones ycódigos caducos, impidiendo su voluntad con imperati-vos de pensamiento y de sentimientos, con el «debes»y «no debes» de la conducta y de la acción. La vida, elarte de la vivir, se ha convertido en una insulsa fórmu-la, monótona e inerte.

Sin embargo, es tan fuerte la diversidad innata de lanaturaleza del hombre que siglos de este atontamien-to no han conseguido erradicar por completo su origi-nalidad y unicidad. Es verdad que la gran mayoría hacaído en unos carriles tan profundos, mediante incon-tables pasos, que no pueden volver atrás a los espaciosamplios. Pero algunos se escapan de la senda trillada yencuentran el camino abierto donde nuevas vistas debelleza y de inspiración atraen al corazón y al espíritu.A estos los condena el mundo, pero poco a poco sigueel ejemplo y la dirección de ellos. Mientras tanto esos

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descubridores de sendas han llegado mucho más lejoso han muerto, y entonces les construimos monumen-tos y glorificamos a los hombres a los que hemos vili-pendiado y crucificado, como seguimos crucificando asus hermanos en el espíritu, los pioneros de nuestrosdías.

Debajo de este espíritu de intolerancia y de persecu-ción se encuentra el hábito de la autoridad: la coercióna conformarse con las normas dominantes, la compul-sión, moral y legal, a ser y actuar como los demás, deacuerdo con lo precedente y con la regla.

Pero la opinión general de que la conformidad esun rasgo natural es enteramente falsa. Al contrario, enel momento en que se presenta la menor oportunidad,sin que lo impidan los hábitosmentales infundidos des-de la misma cuna, el hombre manifiesta su unicidad yoriginalidad. Observa, por ejemplo, a los niños y ve-rás la diferenciación más variada en las maneras y ac-titudes, en la expresión mental y psíquica. Descubri-rás una tendencia instintiva a la individualidad y a laindependencia, al inconformismo, manifestada en undesafía abierto y secreto a la voluntad que se imponedesde fuera, en la rebelión contra la autoridad de lospadres y de los maestros. Toda la instrucción y la «edu-cación» del niño es un proceso continuo de ahogar y

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aplastar esta tendencia, la extirpación de sus caracte-rísticas distintivas, de su distinción de los demás, desu personalidad y originalidad. Sin embargo, incluso apesar de una represión, supresión y amoldamiento deaños, persiste alguna originalidad en el niño cuandoalcanza la madurez, lo cual muestra lo profundas queson las fuentes de la individualidad. Coge dos personascualesquiera, por ejemplo, que han presenciado algu-na tragedia, un gran fuego, digamos, al mismo tiem-po y en el mismo lugar. Cada una te contará la histo-ria de una manera diferente, cada una será original ensu modo de relatarlo y en la impresión que producirá,por su psicología naturalmente diferente. Pero habla alas mismas dos personas sobre un asunto social funda-mental, sobre la vida y el gobierno, por ejemplo, e in-mediatamente oirás expresada una actitud exactamen-te similar, el punto de vista aceptado, la mentalidaddominante.

¿Por qué? Porque donde se deja al hombre libre pa-ra pensar y sentir por sí mismo, donde no se lo impi-de el precepto y la regla, y donde no está reprimidopor el temor de ser «diferente» y heterodoxo, con lasconsecuencias desagradables que esto implica, será in-dependiente y libre. Pero desde el momento en que laconversación toca asuntos dentro de la esfera de nues-

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tros imperativos sociales, se encuentra uno en las ga-rras de los tabúes, y se convierte en una copia y en unpapagayo.

La vida en libertad, en anarquía, hará más que li-berar al hombre meramente de su sumisión política yeconómica presente. Esto será tan sólo el primer paso,los preliminares para una existencia verdaderamentehumana. Mucho más grande y significativos serán losresultados de tal libertad, sus efectos sobre la mentehumana, sobre su personalidad. La abolición de la vo-luntad exterior coercitiva, y con ello el temor a la au-toridad, desatará las ataduras de la compulsión moralno menos que de la compulsión económica y física. Elespíritu del hombre respirará libremente, y esa eman-cipación mental será el nacimiento de una nueva cul-tura, de una nueva humanidad. Desaparecerán los im-perativos y los tabúes, y el hombre comenzará a serél mismo, comenzará a desarrollar y expresar sus ten-dencias individuales y su unicidad. En lugar del «nodebes», la conciencia pública dirás «puedes, tomandola plena responsabilidad». Eso será una educación enla dignidad y la autodependencia humanas, comenzan-do en el hogar y en la escuela, lo cual producirá unanueva raza con una nueva actitud hacia la vida.

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El hombre de los días venideros verá y sentirá laexistencia desde un plano completamente diferente.Vivir para él será un arte y un gozo. Dejará de con-siderar la vida como una carrera donde cada uno tieneque intentar convertirse en un corredor tan bueno co-mo el más rápido. Considerará el tiempo libre comomás importante que el trabajo, y el trabajo descende-rá a su lugar apropiado, subordinado, como el mediopara el tiempo libre, para disfrutar de la vida.

La vida significará el esfuerzo por valores culturalesmás delicados, la penetración en los misterios de la na-turaleza, la consecución de la verdad superior. Librepara ejercer las posibilidades sin límites de su genioinventivo, para crear y para elevarse sobre las alas dela imaginación, el hombre alcanzará su plena estaturay se convertirá ciertamente en hombre. Crecerá y sedesarrollará de acuerdo con su naturaleza. Desprecia-rá la uniformidad y la diversidad humana le propor-cionará un interés incrementado en la riqueza de laexistencia y un mayor sentido satisfecho de ella. La vi-da no consistirá para él en funcionar sino en vivir, yconsiguientemente alcanzará la especie más grande delibertad, de la que es capaz el hombre, la libertad en elgozo.

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«Ese día se encuentra lejos en el futuro», dices.«¿Cómo lo haremos llegar?»

Tal vez lejos en el futuro. Sin embargo, tal vez notan lejos, podría uno decir. De todos modos, debemostener presente siempre nuestro último objetivo, si que-remos permanecer en el camino correcto. El cambioque he descrito no llegará de pronto; nada lo hace así.Será un desarrollo gradual, como todo en la naturalezay en la vida social. Pero un desarrollo lógico, necesa-rio y, me atrevo a decir, inevitable. Inevitable, porquetoda la tendencia del crecimiento humano ha ido enesa dirección; incluso si ha ido en zigzags, perdiendoa menudo su camino, sin embargo, siempre ha vueltoal sendero correcto.

Entonces, ¿cómo podríamos hacerlo llegar?

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XXIII. Anarquistas nocomunistas

Antes de que sigamos, permíteme que dé una breveexplicación. Se la debo a los anarquistas que no soncomunistas.

Pues tienes que saber que no todos los anarquistas,no todos creen que el comunismo—la propiedad socialy la participación de acuerdo con la necesidad— seríael arreglo económico mejor y más justo. Te he expli-cado primero el anarquismo comunista porque es, ami juicio, la forma más deseable y más práctica de so-ciedad. Los anarquistas comunistas sostienen que sólobajo unas condiciones comunistas podría prosperar la

1 Los mutualistas, aunque no se denominan a sí mismosanarquistas (probablemente porque el nombre es tan mal com-prendido), son, sin embargo, completos anarquistas, puesto queson incrédulos con respecto al gobierno y a la autoridad políticade cualquier clase. (N. de A.).

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anarquía, y estaría asegurada a cada uno sin discrimi-nación una libertad, justicia y bienestar iguales.

Pero existen anarquistas que no creen en el comu-nismo. Se pueden clasificar en general como individua-listas y mutualistas.1

Todos los anarquistas están de acuerdo en esta postu-ra fundamental: el gobierno significa injusticia y opre-sión, el gobierno es algo que nos invade, nos esclavizay es elmayor impedimento al desarrollo y al crecimien-to del hombre. Todos ellos creen que la libertado sólopuede existir en una sociedad donde no hay coacciónde ninguna clase. Por consiguiente, todos los anarquis-tas están de acuerdo en el principio básico de la aboli-ción del gobierno.

Están en desacuerdo sobre todo en los puntos si-guientes: En primer lugar, la manera cómo llegará laanarquía.

Los anarquistas comunistas dicen que sólo una re-volución social puede abolir el gobierno y establecer laanarquía, mientras que los anarquistas individualistasy mutualistas no creen el la revolución. Piensan que lasociedad presente se desarrollará gradualmente a par-tir del gobierno hasta convertirse en una situación deno gobierno.

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En segundo lugar, los anarquistas individualistas ylos mutualistas creen en la propiedad individual, encontraste con los anarquistas comunistas, que ven enla institución de la propiedad privada una de las fuen-tes principales de la injusticia y de la desigualdad, dela pobreza y de la miseria. Los individualistas y los mu-tualistas mantienen que la libertad significa «el dere-cho de cada uno al producto de su trabajo»; lo cuales verdad, por supuesto. La libertad significa eso. Pe-ro la cuestión no es si uno tiene derecho a su producto,sino si existe una cosa así como un producto individual.He señalado en los capítulos precedentes que no existeuna cosa así en la industria moderna: todo el trabajo ytodos los productos del trabajo son sociales. Por consi-guiente, el argumento sobre el derecho del individuoa su producto no tiene valor práctico.

He mostrado también que el intercambio de produc-tos o mercancías no puede ser individual o privado, ano ser que se emplee el sistema de ganancia. Puestoque no se puede determinar adecuadamente el valorde una mercancía, ningún trueque es equitativo. Estehecho conduce, en mi opinión, a la propiedad y al usosocial, es decir, al comunismo, como el sistema econó-mico más practicable y más justo.

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Pero, como se ha, expuesto, los anarquistas indivi-dualistas y los mutualistas no están de acuerdo conlos anarquistas comunistas en este punto. Ellos afir-man que la fuente de la desigualdad económica es elmonopolio y arguyen que el monopolio desaparecerácon la abolición del gobierno, porque es su privilegioespecial, dado y protegido por el gobierno, lo que ha-ce posible el monopolio. Ellos pretenden que la librecompetencia suprimiría el monopolio y sus males.

Los anarquistas individualista, seguidores de Stirnery Tucker, lo mismo que los anarquistas partidarios deTolstoi, que creen en la no resistencia, no tienen unplan muy claro de la vida económica bajo la anarquía.

Los mutualistas, por otra parte, proponen un deter-minado sistema económico nuevo. Ellos creen, con sumaestro, el filósofo francés Proudhon, que el banco ycrédito mutuos sin interés serían la mejor forma eco-nómica de una sociedad sin gobierno. De acuerdo conla teoría, el crédito libre, que proporciona a cada uno laoportunidad de recibir dinero prestado sin interés, ten-dería a igualar los ingresos y a reducir las gananciasa un mínimo, y eliminaría de ese modo la riqueza lomismo que la pobreza. Crédito libre y libre competen-cia en un mercado abierto, dicen ellos, tendrán comoresultado la igualdad económica, mientras que la abo-

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lición del gobierno aseguraría la libertad igual. La vidasocial de la comunidad mutualista, lo mismo que la so-ciedad individualista, estaría basada en la santidad delacuerdo voluntario, del libre contrato.

Sólo he dado aquí el bosquejo más breve de la ac-titud de los anarquistas individualistas y mutualistas.No es el propósito de esta obra tratar en detalle esasideas anarquistas que el autor considera erróneas y po-co prácticas. Al ser un anarquista comunista, estoy in-teresado en proponer al lector los puntos de vista queconsidero mejores y más razonables. Pensé, sin embar-go, que era honrado no dejar en la ignorancia sobre laexistencia de otras teorías anarquistas que no son co-munistas. Para un conocimientomás cercano con ellas,te remito a la lista añadida de libros sobre el anarquis-mo en general.2

2 Esa lista no se encuentra en la versión inglesa que hemostraducido. (N. de T.).

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Parte tercera: Larevolución social

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XXIV. ¿Por qué larevolución?

Volvamos a tu pregunta: «¿Cómo llegará la anar-quía? ¿Podemos contribuir a que surja?»

Este es el punto más importante, porque en cual-quier problema hay dos cosas vitales: en primer lugar,saber claramente lo que se desea, y en segundo lugar,saber cómo conseguirlo.

Ya sabemos lo que deseamos. Deseamos unas condi-ciones sociales donde todos sean libres y donde cadauno tenga la más completa oportunidad de satisfacersus necesidades y aspiraciones, sobre la base de una li-bertad igual para todos. En otras palabras, nos esforza-mos por la libre commonwealth cooperativa del anar-quismo comunista.

¿Cómo se realizará? No somos profetas y nadie pue-de decir cómo ocurrirá exactamente algo. Pero el mun-

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do no existe desde ayer; y el hombre, como un ser razo-nable, se debe beneficiar de la experiencia del pasado.

Ahora bien, ¿cuál es esa experiencia? Si echas unamirada a la historia, verás que toda la vida del hombreha sido una lucha por la existencia. En su estado primi-tivo, el hombre luchaba sin ayuda de nadie contra lasbestias salvajes del bosque y se enfrentaba desvalidoal hambre, el frío, la oscuridad y la tormenta. A cau-sa de su ignorancia todas las fuerzas de la naturalezaeran sus enemigos, ellas elaboraban el mal y la des-trucción para él, y él sólo era impotente para comba-tirlas. Pero poco a poco el hombre aprendió a reunirsecon otros de su especie; juntos buscaron la seguridad.Mediante un esfuerzo común comenzaron entonces aconvertir las energías de la naturaleza en su servicio.La mutua ayuda y cooperación multiplicaron gradual-mente la fuerza y la habilidad del hombre hasta queconsiguió conquistar la naturaleza, aplicando las fuer-zas de ella a su utilidad, encadenando la luz, tendiendopuentes a través de los océanos y dominando inclusoel aire.

De modo semejante, la ignorancia y miedo del hom-bre primitivo convirtieron la vida en una lucha conti-nua del hombre contra el hombre, de una familia con-tra otra, de una tribu contra otra, hasta que los hom-

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bres se dieron cuenta de que reuniéndose, medianteel esfuerzo común y la ayuda mutua, podrían reali-zar más que mediante la contienda y la enemistad. Laciencia moderna muestra que incluso los animales hanaprendido otro tanto en la lucha por la existencia. Cier-tas especies sobrevivieron porque dejaron de lucharunos contra otros y vivieron en rebaños, y de ese mo-do eran más capaces de protegerse a sí mismos contraotras bestias.1 En la proporción con la que los hom-bres sustituyeron la lucha mutua por el esfuerzo co-mún y la cooperación, avanzaron, salieron de la barba-rie y se convirtieron en civilizados. Las familias que sehabían combatido mutuamente a muerte se unieron yformaron un grupo común; los grupos se juntaron yse convirtieron en tribus, y las tribus se federaron ennaciones. Las naciones todavía siguen combatiéndoseestúpidamente unas a otras, pero gradualmente tam-bién ellas están aprendiendo la misma lección, y ahoraestán comenzando a buscar un medio para detener lamatanza internacional conocida como guerra.

Desgraciadamente, en nuestra vida social nos en-contramos todavía en una condición de barbarie, des-tructiva y fratricida: los grupos combaten todavía a los

1 Véase El Apoyo Mutuo, de Kropotkin. (N. de A.).

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grupos, las clases luchan contra las clases. Pero tam-bién aquí los hombres están comenzando a ver que esuna guerra sin sentido y ruinosa, que el mundo es losuficientemente grande y rico como para ser disfruta-do por todos, como a la luz del sol y que una humani-dad unida conseguiría más que una dividida contra símisma.

Lo que se denomina progreso es precisamente la rea-lización de esto, un paso en esa dirección.

Todo el avance del hombre consiste en el esfuerzopor una mayor seguridad y paz, por más seguridad ybienestar. El impulso natural del hombre es hacia laayuda mutua y el esfuerzo común: su anhelo más ins-tintivo es hacia la libertad y el gozo. Estas tendenciastratan de expresarse y afirmarse a sí mismas, a pesarde todos los obstáculos y dificultades. La lección de lahistoria entera del hombre consiste en que ni las fuer-zas naturales hostiles ni la oposición humana puedencontener su marcha hacia delante. Si me pidieran quedefiniera lo que es civilización en una sola frase, diríaque es el triunfo del hombre sobre los poderes de laoscuridad, natural y humana. Las fuerzas hostiles dela naturaleza las hemos conquistado, pero todavía te-nemos que luchar contra los poderes tenebrosos de loshombres.

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La historia no consigue mostrarnos una sola mejo-ra social importante que no encontrara la oposiciónde los poderes dominantes: la Iglesia, el gobierno y elcapital. No se dio un solo paso hacia delante a no serdestruyendo la resistencia de los amos cada avance hacostado una dura lucha. Tuvieron que darse muchasy largas luchas para destruir la esclavitud; fueron ne-cesarias revueltas y sublevaciones para asegurar losderechos más fundamentales para el pueblo: se necesi-taron rebeliones y revoluciones para abolir el feudalis-mo y la servidumbre. Se necesitó la guerra civil paraacabar con el poder absoluto de los reyes y establecerlas democracias, para conquistar más libertad y bien-estar para las masas. No hay un país en la tierra niuna época en la historia, donde se eliminara cualquiermal social grande sin una lucha encarnizada con lospoderes constituidos. En los momentos actuales unavez más fueron las revoluciones las que expulsaron alzarismo de Rusia, al Kaiser de Alemania, al Sultán deTurquía, a la monarquía de China y así sucesivamenteen diversos países.

No se recuerda ningún gobierno o autoridad, nin-gún grupo o clase en el poder que haya abandonado sudominio voluntariamente. En todos los casos fue nece-

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sario el uso de la fuerza o por lo menos la amenaza deello.

¿Es razonable asumir que la autoridad y la riquezaexperimentarán una repentina conversión y se com-portarán en el futuro de un modo diferente a como lohicieron en el pasado?

Tu sentido común te dirá que es una esperanza vanay loca. El gobierno y el capital lucrarán para retener elpoder. Ellos lo hacen incluso ahora a la menor amena-za a sus privilegios. Ellos lucharán hasta la muerte porsu existencia.

Por está razón no es ninguna profecía prever quealgún día se tiene que llegar a una lucha decisiva entrelos amos de la vida y las clases desposeídas.

Tenemos que constatar como un hecho que la lu-cha prosigue durante todo el tiempo. Existe una gue-rra continua entre el capital y el trabajo. Esa guerrapor lo general transcurre dentro de las denominadasformas legales. Pero incluso estás estallan de cuandoen cuando en violencia, como ocurre durante las huel-gas y cierres patronales, porque le puñado armado delgobierno está siempre al servicio de los amos y ese pu-ño se pone en acción en el momento en que el capitalsiente amenazadas sus ganancias; entonces deja caerla máscara de «intereses mutuos» y «asociación» con

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el trabajo y recurre al argumento final de todo amo: ala coerción y a la fuerza.

Por tanto, es cierto que el gobierno y el capital nopermitirán se abolidos tranquilamente, si pueden im-pedirlos; tampoco «desaparecerán» milagrosamentepor sí mismos, como algunos pretenden creer. Se re-queriría una revolución para deshacerse de ellos.

Hay algunos que se ríen incrédulamente ante lamención de la revolución. «¡Imposible!», dicen confia-damente. Lo mismo pensaban Luis XVI y Maria Anto-nieta de Francia tan sólo unas semanas antes de queperdieran su trono junto con sus cabezas. Lo mismocreía la nobleza en la corte del zar Nicolás II la víspe-ra misma de la sublevación que los barrió. «No pareceuna revolución», arguye el observador superficial. Pe-ro las revoluciones tienen una forma de estallar cuan-do «no parecen que va a ser una revolución». Los mo-dernos capitalistas, más clarividentes, sin embargo, noparecen deseosos de correr ningún riesgo. Saben quelas sublevaciones y las revoluciones son posibles encualquier momento. Por eso las grandes corporacionesy los grandes empresarios, particularmente en Amé-rica, están comenzando a introducir nuevos métodoscalculados para ser como pararrayos contra el descon-tento y la revuelta populares. Comenzaron a dar pri-

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mas a sus empleados, participación de las gananciasy otros métodos semejantes para hacer que el trabaja-dor esté más satisfecho y financieramente interesadoen la prosperidad de su industria. Estos métodos pue-den cegar temporalmente al proletariado en cuanto asus verdaderos intereses, pero no creas que el obreropermanecerá para siempre contento con su esclavitudasalariada, incluso si su jaula queda ligeramente do-rada de cuando en cuando. La mejora de las condicio-nes materiales no es un seguro contra la revolución. Alcontrario, la satisfacción de nuestras necesidades creanuevas necesidades, da origen a nuevos deseos y aspi-raciones. Así es la naturaleza humana y esto es lo queposibilita y mejora el progreso. El descontento de lostrabajadores no se puede contener con un trozo extrade pan, incluso si queda untando con mantequilla. Poresta razón hay más revueltas conscientes y activas enlos centros industriales de la Europamejor acomodadaque en la atrasada Asia y África. El espíritu del hom-bre aspira continuamente a una comodidad y libertadmayores, y son las masas las que constituyen los ver-daderos portadores de este incentivo por un ulterioravance. La esperanza de la plutocracia moderna de an-ticipar e impedir la revolución arrojando un huesomásgrande al trabajador de cuando en cuando, es una espe-

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ranza ilusoria y sin fundamento. La nueva política delcapital puede parecer que apacigua a los trabajadoresdurante un instante, pero su marcha hacia delante nopuede ser detenida por tales arreglos. La abolición delcapitalismo es inevitable, a pesar de todos los esque-mas y resistencias, y será realizada tan sólo mediantela revolución.

Una revolución, es semejante a la lucha del hombrecontra la naturaleza. Sin ayuda de nadie él es impoten-te y no puede tener éxito; mediante la ayuda de suscompañeros él triunfa sobre todos los obstáculos.

¿Puede el obrero individual conseguir algo contra lagran corporación? ¿Puede un pequeño sindicato obli-gar a que el gran empresario acceda a sus demandas?La clase capitalista está organizada en su lucha con-tra el trabajo. Es razonable que en una revolución sepuede luchar con éxito tan sólo cuando los trabajado-res están unidos, cuando están organizados en todo elpaís, cuando el proletariado de todos los países hagaun esfuerzo común, pues el capital es internacional ylos amos siempre se unen contra el trabajo en cadacuestión considerable. Esta es la razón, por ejemplo,por la que la plutocracia de todo el mundo se volviócontra la Revolución rusa. Mientras que el pueblo deRusia tan sólo tenía la intención de abolir al zar, el

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capital internacional no se entremetió; no le preocu-paba qué forma política tenía Rusia, mientras que legobierno fuera burgués y capitalista. Pero tan prontocomo la revolución intentó suprimir el sistema capita-lista, los gobiernos y la burguesía de todos los paísesse unieron para aplastar. Vieron en ella una amenazaa la continuidad de su propio dominio.

Recuerdo bien esto, amigo mío. Porque hay revolu-ciones y revoluciones. Algunas revoluciones tan sólocambian la forma gubernamental, colocando un nuevogrupo de gobernantes en lugar de los antiguos. Estasson revoluciones políticas y como tales con frecuenciaencuentran poca resistencia. Pero una revolución quese propone abolir el sistema completo de la esclavitudasalariada tiene que deshacerse también del poder deuna clase para oprimir a otra. Es decir, no es más unmero cambio de gobernantes, de gobierno, no es unarevolución política, sino una revolución que intenta al-terar todo el carácter de la sociedad. Esa sería una re-volución social. Como tal tendría que luchar no sólocontra el gobierno y contra el capitalismo, sino quetendría que afrontar la oposición de la ignorancia y elprejuicio popular, la oposición de aquellos que creenen el gobierno y en el capitalismo.

¿Cómo se realizará entonces?

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XXV. La idea es loimportante

¿Te has preguntado alguna vez cómo ocurre que elgobierno y el capitalismo continúan existiendo, a pe-sar de todo el mal y de toda la perturbación que causanen el mundo?

Si lo hiciste, entonces tu respuesta tiene que ser quese debe a que el pueblo sostiene esas instituciones yque los sostiene porque cree en ellas. Esta es la clavede toda la cuestión: la sociedad actual descansa en lacreencia del pueblo de que es buena y útil. Está basadaen la idea de la autoridad y de la propiedad privada.Son las ideas las que mantienen esas condiciones. Elgobierno y el capitalismo son las formas en las que lasideas populares se expresan a sí mismas. Las ideas sonla base; las instituciones son la casa construida sobreella.

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Una nueva estructura social tiene que tener una nue-va base, nuevas ideas como base. Por más que puedascambiar la forma de una institución, su carácter y susignificado permanecerán el mismo, como la base so-bre la que está construida. Mira de cerca de la vida yte darás cuenta de la verdad de esto. Existe toda clasey formas de gobiernos en el mundo, pero su natura-leza real es la misma en todas partes, lo mismo queson iguales sus efectos: siempre significa autoridad yobediencia.

Ahora bien, ¿qué hace que exista el gobierno? ¿Losejércitos y las armadas? Sí, pero sólo en apariencia esasí. ¿Qué es lo que sostiene a los ejércitos y a las arma-das? Es la creencia del pueblo, de las masas, en que elgobierno es necesario, es la idea generalmente acepta-da de la necesidad del gobierno. Esa es su base real ysólida. Siempre esa idea o creencia y ningún gobiernopodrá durar un día más.

Lo mismo se aplica a la propiedad privada. La ideade que es correcta y necesaria es el pilar que la sostieney que le da seguridad.

Ni una sola institución existe actualmente que noesté basada en la creencia popular de que es buena ybeneficiosa.

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Veamos un caso; los Estados Unidos, por ejemplo.Pregúntate por qué la propaganda revolucionaria hatenido tan poco efecto en ese país, a pesar de los cin-cuenta años de esfuerzo socialista y anarquista. ¿Noestá el obrero americano más intensamente explotadoque el trabajador en otros países? ¿Es la corrupciónpolítica tan desenfrenada en algún otro país? ¿No es laclase capitalista enAmérica lamás arbitraria y despóti-ca en el mundo? Es verdad que el obrero en los EstadosUnidos está mejor situado materialmente que en Euro-pa, pero ¿no es tratado al mismo tiempo con la másextrema brutalidad y terrorismo en cuanto que mues-tra el menor descontento? Y, sin embargo, el obreroamericano permanece fiel al gobierno y es el primeroen defenderlo contra las críticas. El es todavía el cam-peónmás ferviente de las «grandes y nobles institucio-nes del país más grande en la tierra». ¿Por qué? Porquecree que son sus instituciones, que él, como ciudadanosoberano y libre, las está dirigiendo y que él podría, silo deseara, cambiarlas. Es su fe en el orden existente loque constituye la seguridad más grande de éste contrala revolución. Su fe es estúpida e injustificada, y algúndía se vendrá abajo, y con ella el capitalismo y el des-potismo americanos. Pero mientras que persista esa fe,la plutocracia está segura contra la revolución.

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A medida que se amplían y desarrollan las mentesde los hombres, a medida que avanzan hacia nuevasideas y pierden la fe en sus antiguas creencias, las ins-tituciones comienzan a cambiar y en último términoquedan eliminadas. El pueblo progresa en la compren-sión de que sus puntos de vista anteriores eran falsos,que no eran la verdad, sino prejuicio y superstición.

De esta forma, muchas ideas, que una vez fueronconsideradas como verdaderas, han llegado a ser consi-deradas como falsas y depravadas. Así ocurrió con lasideas del derecho divino de los reyes y con las ideas dela esclavitud y la servidumbre. Hubo un tiempo cuan-do el mundo entero creía que esas instituciones erancorrectas, justas e inmutables. En la medida en queesas supersticiones y falsas creencias fueron comba-tidas por pensadores avanzados, quedaron desacredi-tadas y perdieron su sostén en el pueblo, y finalmentequedaron abolidas las instituciones que incorporabanesas ideas. Los intelectuales te dirán que «pervivíanmás allá de su utilidad» y que, por consiguiente, «mu-rieron». Pero, ¿cómo es que «pervivían» a su «utili-dad»? ¿A quiénes eran útiles y cómo «murieron»?

Sabemos ya que eran útiles tan sólo a la clase domi-nante y que fueron suprimidas mediante las subleva-ciones y revoluciones populares.

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¿Por qué las instituciones viejas y caducas no «des-aparecen» y mueren de una manera pacífica?

Por dos razones. En primer lugar, porque algunospiensanmás rápidamente que otros. De estemodo ocu-rre que una minoría en un determinado lugar avanzaen sus puntos de vista más rápidamente que el resto.Cuantomás imbuida quede esa minoría con las nuevasideas, cuantomás convencida esté de su verdad y cuan-to más fuertes se sientan a sí mismos más rápidamentetratarán de realizar sus ideas; y eso ocurre de ordina-rio antes de que la mayoría haya llegado a ver la nuevaluz. De modo que la minoría tiene que luchar contrala mayoría que todavía se aferra a los viejos puntos devista y a las viejas condiciones.

En segundo lugar, por la resistencia de los que tie-nen el poder. No constituye diferencia alguna si se tra-ta de la Iglesia, el rey o el emperador, un gobierno de-mocrático o una dictadura, una república o una auto-cracia; los que tienen la autoridad lucharán desespe-radamente para retenerla tanto como puedan esperarque tienen la mayor posibilidad de éxito, y cuanta másayuda reciban de la mayoría atrasada en sus pensa-mientos, tanto mejor pueden; ellos mantener la lucha.De ahí la furia de la revuelta y la revolución.

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La desesperación de las masas, su odio contra losresponsables de su miseria y la determinación de losseñores de la vida de perseverar en sus privilegios y ensu dominio se combinan para producir la violencia delas sublevaciones y rebeliones populares.

Pero una rebelión ciega, sin objetivo y propósito de-finidos, no es revolución alguna. La revolución es larebelión que se convierte en consciente de sus obje-tivos. La revolución es social cuando se esfuerza porun cambio fundamental. Puesto que la base de la vidaes la economía, la revolución social significa la reor-ganización de la vida industrial y económica del paísy, consiguientemente, la reorganización también de lacompleta estructura de la sociedad.

Pero hemos visto que la estructura social descansasobre la base de las ideas, lo que implica que el cam-bio de la estructura presupone el cambio de las ideas.En otras palabras, las ideas sociales deben cambiarseprimero, antes de que se pueda edificar una nueva es-tructura social.

La revolución social, por consiguiente, no es una ca-sualidad, no es un acontecimiento repentino. No haynada repentino en ella, pues las ideas no cambian re-pentinamente. Crecen lentamente, gradualmente, co-mo la planta o la flor. De ahí que la revolución social

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es un resultado, un desarrollo, lo que significa que esrevolucionaria. Se desarrolla hasta el punto en que unconsiderable número de gente ha abrazado las ideasy están dispuestos a ponerlas en práctica. Cuando in-tentan hacer eso y se encuentran con una oposición,entonces la evolución lenta, tranquila y pacífica se con-vierte en rápida, militante y violenta. La evolución setransforma en revolución.

Graba entonces en la mente que evolución y revo-lución no son dos cosas separadas y diferentes. Menosaún son ellas dos cosas opuestas, como algunos creenerróneamente. La revolución es meramente el puntode ebullición de la evolución.

Puesto que la revolución es la evolución en su pun-to de ebullición, tú no puedes «hacer» una revoluciónreal, como tampoco puedes apresurar la ebullición deuna tetera. Es el fuego que se encuentra debajo lo quela hace hervir, la rapidez con la que llegará al punto deebullición dependerá de lo fuerte que sea el fuego.

Las condiciones económicas y políticas de un paísson el fuego bajo la olla de la evolución. Cuanto peorsea la opresión, tanto mayor será el descontento delpueblo, tanto más fuerte será la llama. Esto explica quelos fuegos de la revolución social barrieran Rusia, elpaís más tiránico y más atrasado, en lugar de hacerlo

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con América, donde el desarrollo industrial ha alcan-zado casi su punto álgido, y eso a pesar de todas las de-mostraciones eruditas en contra provenientes de KarlMarx.

Vemos, entonces, que las revoluciones, aunque no sepueden hacer, pueden ser apresuradas por ciertos fac-tores, concretamente, por la presión desde arriba, poruna opresión política y económica más intensa y poruna presión desde abajo, por una mayor ilustración yagitación. Estas difunden las ideas, fomentan la evolu-ción y con ello también la llegada de la revolución.

Pero la presión desde arriba, aunque apresure la re-volución, puede causar también su fracaso, porque talrevolución es capaz de estallar antes de que él, pro-ceso de evolución haya avanzado suficientemente. Alllegar prematuramente, como sería el caso, se apaga-ría en una mera rebelión; es decir, sin un fin y objetivoclaro y consciente. En el mejor de los casos, la rebeliónpuede conseguir tan sólo un cierto alivio temporal; sinembargo, las causas reales de la contienda permanece-rían intactas y continuarían operando el mismo efecto,continuarían causando una insatisfacción y rebeliónulteriores.

Resumiendo lo que he dicho sobre la revolución, te-nemos que llegar a la conclusión de que:

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1. Una revolución social es una revolución quecambia por completo la base de la sociedad, sucarácter político, económico y social;

2. Un cambio así debe tener lugar primero en lasideas y opiniones del pueblo, en las mentes delos hombres;

3. La opresión y la miseria pueden apresurar larevolución, pero pueden de ese modo tambiénhacerla fracasar, porque la falta de preparaciónevolutiva haría imposible su realización efecti-va;

4. Sólo puede ser fundamental, social y tener éxitoaquella revolución que sea la expresión de uncambio básico en las ideas y en las opiniones.

De esto se sigue obviamente que la revolución so-cial tiene que ser preparada. Preparada en el sentidode fomentar el proceso evolutivo, de ilustrar al pueblosobre los males de la sociedad presente y convencer-le de lo deseable y posible, lo justo y practicable quesería una vida social basada en la libertad. Preparada,además, haciendo que las masas constaten muy clara-mente precisamente lo que ellas necesitan y cómo ha-cer que eso se realice.

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Una preparación tal no es sólo un paso preliminarabsolutamente necesario. Ahí se encuentra también laseguridad de la revolución, la única garantía de quecumplirá sus objetivos.

El destino de la mayoría de las revoluciones —comoresultado de su falta de preparación— ha sido el quedardesviada de su objetivo principal, que se abuse de ellay que llevase a caminos sin salida. Rusia es la mejorilustración reciente de esto, la revolución de febrero,que trataba de suprimir la autocracia, tuvo un éxitocompleto; el pueblo sabía exactamente lo que desea-ba, concretamente la abolición del zarismo. Todas lasmaquinaciones de los políticos, toda la oratoria y lasintrigas de los Lvov y Miliukov —los líderes «libera-les» de aquellos días— no pudieron salvar el régimende los Romanov frente a la voluntad inteligente y cons-ciente del pueblo. Fue esta clara comprensión de susobjetivos lo que hizo que la Revolución de febrero tu-viera un éxito completo —recuérdalo— casi sin ningúnderramamiento de sangre.

Además, ni las exhortaciones ni las amenazas del go-bierno provisional pudieran valer a la determinacióndel pueblo de terminar la guerra. Los ejércitos abando-naron el frente y de ese modo terminaron en asunto

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mediante su propia acción directa. La voluntad de unpueblo consciente de sus objetivos vence siempre.

Fue de nuevo la voluntad del pueblo, su finalidad re-suelta de apoderarse de la tierra lo que aseguró para elcampesino la tierra que necesitaba. De modo semejan-te, los obreros de las ciudades, como lo hemos mencio-nado repetidamente antes, se apoderaron ellosmismosde las fábricas y de la maquinaria de la producción.

Hasta ese momento la Revolución rusa fue un com-pleto éxito. Pero en el momento en que a las masas lesfaltó la conciencia de un objetivo definido comenzó laderrota. Ese es siempre el momento en que los políti-cos y los partidos políticos se meten para explotar larevolución en favor de sus propios intereses o para ex-perimentar en ella sus teorías. Esto sucedió en Rusiacomo había ocurrido en muchas revoluciones previas.El pueblo había peleado una buena batalla, los partidospolíticos pelearon por los despojos para detrimento dela revolución y para ruina del pueblo.

Esto es, entonces, lo que tuvo lugar en Rusia. El cam-pesino, habiendo conseguido la tierra, no tuvo las he-rramientas y la maquinaria que necesitaba. El obrero,habiendo tomado posesión de la maquinaria y de lasfábricas, no sabía como manejarlas para realizar susobjetivos. En otras palabras, no tenía la experiencia ne-

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cesaria para organizar la producción, y no podía dirigirla distribución de las cosas que estaba produciendo.

Sus propios esfuerzos, los del obrero, los del campe-sino y los del soldado, habían suprimido el zarismo, ha-bían paralizado el gobierno, habían detenido la guerray habían abolido la propiedad privada sobre la tierray la maquinaria. Para eso él estaba preparado duranteaños de educación y agitación revolucionarias. Pero,para no más que eso. Y puesto que no estaba prepara-do para más, donde cesaba su conocimiento y faltabaun objetivo definido, allí se metía el partido político yarrebataba los asuntos de las manos de las masas quehabían hecho la revolución. La política reemplazo lareconstrucción económica y de ese modo doblaron amuerte sobre la revolución social; pues el pueblo vivedel pan, de la economía, no de la política. El alimentoy las provisiones no se crean mediante el decreto deun partido o de un gobierno. Los edictos legislativosno eran la tierra; las leyes no hacen girar las ruedas dela industria. El descontento, la contienda y el hambresiguieron las pisadas de la coerción y la dictadura delgobierno. Una vez más, como siempre, la política y laautoridad se mostraron como el pantano en el que seextinguieron los fuegos revolucionarios.

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Aprendamos esta lección extremadamente vital:una completa comprensión por parte de las masas delos verdaderos objetivos de la revolución significa eléxito. Llevar a cabo su voluntad consciente mediantesus propios esfuerzos garantiza el desarrollo correctode la nueva vida. Por otra parte, la falta de esta com-prensión y de esta preparación supone una derrotacierta, bien a manos de la reacción o bien mediantelas teorías experimentales de los llamados partidos po-líticos amigos.

Preparemos, entonces.¿Qué y cómo?

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XXVI. La preparación

«¡Preparar para la revolución!», exclama tu amigo.«¿Es eso posible?»

Sí. No sólo es posible sino absolutamente necesario.«¿Te refieres a la preparación secreta, a bandas ar-

madas y a hombres para dirigir la lucha?», preguntas.No, amigo mío no se trata en absoluto de eso.Si la revolución social significara tan sólo batallas

callejeras y barricadas, entonces los preparativos quetienes en cuenta serían lo apropiado. Pero la revolu-ción no significa eso; al menos la fase de lucha de ellaes la parte más pequeña y menos importante.

La verdad es que en los tiempos modernos la revolu-ción ya no significa más barricadas. Estas pertenecenal pasado. La revolución social es un asunto muy dife-rente y más esencial; implica la reorganización de lavida entera de la sociedad. Estarás de acuerdo en queesto ciertamente no se puede realizar meramente com-batiendo.

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Por supuesto, tienen que ser apartados los obstácu-los en el camino de la reconstrucción social. Esto quie-re decir que los medios de esa reconstrucción tienenque ser conseguidos por las masas. Esos medios se en-cuentran actualmente en las manos del gobierno y delcapitalismo, y éstos resistirán cualquier esfuerzo porprivarlos de su poder y sus posesiones. Esa resistenciasupondrá una lucha. Pero recuerda que la lucha no eslo principal, no es el objetivo, no es la revolución. Essolamente el prefacio, los preliminares de ella.

Es muy necesario que tú tengas esto claro. La ma-yoría de la gente tiene nociones muy confusas sobrela revolución. Para ellos la revolución significa peleas,destrucción de cosas, destrozos. Es lo mismo que si elarremangarte las mangas para el trabajo lo considera-ran como el trabajo mismo que tienes que hacer. Laparte de lucha de la revolución es meramente el arre-mangarte tus mangas. La tarea real, efectiva está pordelante.

¿Cuál es esa tarea? «La destrucción de las condicio-nes existentes», replicas. Es verdad. Pero las condicio-nes no se destruyenmediante ruptura y destrozo de lascosas. No puedes destruir la esclavitud asalariada des-trozando la maquinaria de las fábricas, ¿no te parece?No destruirás al gobierno incendiando la Casa Blanca.

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Pensar en la revolución en términos de violencia ydestrucción es interpretar mal y falsificar toda la ideasobre ella. En la aplicación práctica una concepción asíes seguro que lleva a resultados desastrosos.

Cuando un gran pensador, como el famoso anar-quista Bakunin, habla de la revolución como destruc-ción, tiene en la mente las ideas de autoridad y de obe-diencia que tienen que ser destruidas. Por esta razóndijo él que la destrucción significa construcción, puesdestruir una creencia falsa es ciertamente el trabajomás constructivo.

Pero el hombre medio, y con demasiada frecuenciatambién el revolucionario, irreflexiblemente habla dela revolución como algo que es exclusivamente des-tructivo en el sentido fisco de la palabra. Esta es unaidea falsa y peligrosa. Cuanto antes nos deshagamosde ella tanto mejor.

La revolución y particularmente la revolución so-cial, no es destrucción sino construcción. Esto no se pue-de ponderar suficientemente, y a no ser que claramen-te caigamos en cuenta de eso, la revolución permanece-rá solamente destructiva y de ese modo será siempreun fracaso. Naturalmente la revolución está acompa-ñada por la violencia, pero lo mismo podrías decir quela construcción de una nueva casa en lugar de una vie-

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ja es destructivo, porque tienes primero que derribarla vieja. La revolución es el punto culminante de undeterminado proceso revolucionario, comienza con unlevantamiento violento. Es el arremangarte preparato-rio al comienzo del trabajo efectivo.

Ciertamente, considera lo que tiene que hacer la re-volución social, lo que tiene que realizar y te daráscuenta de que viene no para destruir sino para edifi-car.

¿Qué hay realmente que destruir?¿La riqueza de los ricos? No, eso es algo que desea-

mos que toda la sociedad lo disfrute.¿La tierra, los campos, las minas de carbón, los ferro-

carriles, las fábricas, las empresas y las tiendas? Estascosas no deseamos destruirlas sino hacerlas útiles paratodo el pueblo.

Los telégrafos, teléfonos, los medios de comunica-ción y distribución, ¿deseamos destruirlos? No, quere-mos que ellos sirvan a las necesidades de todos.

¿Qué es entonces lo que tiene que destruir la revo-lución social? Es el tomar posesión de las cosas parabeneficio general no el destruirlas. Es el reorganizarlas condiciones para el bienestar público.

El fin de la revolución no es destruir, sino recons-truir y reedificar.

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Por esta razón se necesita la preparación, porque larevolución social no es el Mesías bíblico que ha de rea-lizar su misión mediante un simple edicto o una orden.La revolución trabaja con las manos y el cerebro de loshombres, y éstos tienen que comprender los objetivosde la revolución, de modo que sean capaces de llevar-los a cabo. Tendrán que saber lo que desean y cómorealizarlo. El camino para conseguirlo estará indicadopor los objetivos que hay que alcanzar. Pues el fin de-termina los medios, del mismo modo que tenemos quesembrar una determinada simiente para cultivar lo quenecesitas.

¿Cuál tiene que ser, entonces, la preparación para larevolución social?

Si tu objetivo es conseguir la libertad, tienes queaprender a actuar sin autoridad y compulsión. Si tie-nes la intención de vivir en paz y armonía con tus pró-jimos, tú y ellos tenéis que cultivar la fraternidad y elrespeto mutuo. Si deseas trabajar junto con ellos pa-ra el beneficio mutuo, tienes que practicar la coope-ración. La revolución social significa mucho más quela mera reorganización de las condiciones: significa elestablecimiento de nuevos valores humanos y nuevasrelaciones sociales, un cambio de actitud del hombrepara con el hombre, como un ser libre e independien-

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te para con su igual; significa un espíritu diferente enla vida individual y colectiva, y ese espíritu no puedenacer de repente. Es un espíritu que tiene que ser cul-tivado, que tiene que ser alimentado y formado, comoocurre con la flor más delicada, pues ciertamente es laflor de una existencia nueva y hermosa.

No te engañes a ti mismo con la noción estúpida deque «las cosas se pondrán en orden por sí mismas».Nada se pone en orden nunca por sí mismo, y menosque nada en las relaciones humanas. Son los hombreslos que ponen en orden las cosas y lo hacen de acuerdocon su actitud y su comprensión de las cosas.

Las situaciones nuevas y las condiciones cambian-tes nos hacen sentir, pensar y actuar de una mane-ra diferente. Pero las nuevas condiciones mismas quesurgen tan sólo como un resultado de los nuevos sen-timientos e ideas. La revolución social es una nuevacondición de ese tipo. Tenemos que aprender a pensarde una manera diferente antes de que pueda llagar larevolución.

Tenemos que aprender a pensar de una manera dife-rente sobre el gobierno y la autoridad, pues mientrasque pensemos y actuemos como ahora, existirá la into-lerancia, la persecución y la opresión, incluso cuandoquede abolido el gobierno organizado. Tenemos que

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aprender a respetar la humanidad de nuestros próji-mos, no invadir su vida y no ejercer coacción sobreél, considerar su libertad tan sagrada como la nuestra,respetar su libertad y su personalidad, rechazar la com-pulsión en cualquier forma, comprender que la curacontra los males de la libertad es más libertad, que lalibertad es la madre del orden.

Y, además, tenemos que aprender que la igualdadsignifica oportunidad igual, que el monopolio es su ne-gación, y que sólo la fraternidad asegura la igualdad.Podemos aprender esto tan sólo liberándonos a noso-tros mismos de las falsas ideas del capitalismo y de lapropiedad, de lo mío y de lo tuyo, de la estrecha con-cepción de la propiedad.

Aprendiendo esto nos meteremos en el espíritu dela verdadera libertad y solidaridad, y sabemos que lalibre asociación es el alma de toda realización. Nos da-remos cuento entonces de que la revolución social esun trabajo de cooperación, de objetivo solidario, de es-fuerzo mutuo.

Tal vez pienses que éste es un proceso demasiadolento, un trabajo que requerirá demasiado tiempo. Sí,tengo que admitir que es una tarea difícil. Pero pregún-tate a ti mismo si es mejor edificar tu nueva casa rápi-damente y de mala manera y que se derrumbe sobre

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tu cabeza, más bien que hacerlo con eficiencia, inclusosi esto requiere un trabajo más largo y más duro.

Recuerda que la revolución social representa la li-bertad y el bienestar de toda la humanidad, que laemancipación completa y final del trabajo depende deella. Considera también que si se hace malamente eltrabajo, todo el esfuerzo y el sufrimiento que suponeno servirá para nada y tal vez peor aún que para nada,porque hacer una chapucería de la revolución suponecolocar una nueva tiranía en lugar de la antigua, y lasnuevas tiranías, precisamente porque son nuevas, tie-nen nuevo vigor. Esto significa que se forjan nuevascadenas que son más fuertes que las antiguas.

Considera también que la revolución social que con-sideramos tiene que realizar el trabajo que han esta-do esforzándose por realizar muchas generaciones dehombres, pues la historia entera del hombre ha sidouna lucha de la libertad contra la servidumbre, una lu-cha del bienestar social contra la pobreza y la miseria,una lucha de la justicia contra la iniquidad. Lo que de-nominamos progreso ha sido una marcha penosa perocontinua en la dirección de limitar la autoridad y el po-der del gobierno y en la dirección de incrementar losderechos y las libertades del individuo, de las masas.Ha sido una lucha que ha durado miles de años. La ra-

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zón de que haya tardado tanto tiempo —y todavía noha terminado— es porque la gente no sabía cuál era ladificultad real; ellos luchaban contra esto y en favorde aquello, cambian los reyes y formaban nuevos go-biernos, deponían a un gobernante para poner a otro,y expulsaban a un opresor «extranjero» tan sólo pa-ra soportar el yugo de un opresor nativo, abolían unaforma de tiranía, como la de los zares, y se sometíana la tiranía de la dictadura de un partido, y siempre yconstantemente derramaban su sangre y sacrificabanheroicamente sus vidas con la esperanza de conseguirla libertad y el bienestar.

Pero tan sólo se aseguraban nuevos amos, porquepor muy desesperada y noblemente que hubieran lu-chado, nunca tocaban la fuente real de los problemas,el principio de la autoridad y el gobierno. No sabían queésa era la fuente de la esclavitud y de la opresión y, portanto, nunca consiguieron ganar la libertad.

Pero ahora comprendemos que la verdadera liber-tad no es una cuestión de cambiar reyes o gobernan-tes. Sabemos que debe desaparecer todo el sistema deamos y esclavos, que el esquema social completo es-tá equivocado, que tiene que ser abolido el gobiernoy la compulsión, que tienen que ser desarraigados losfundamentos mismos de la autoridad y de monopolio.

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¿Piensas todavía que puede ser demasiado difícil cual-quier clase de preparación para una tarea tan grande?

Reconozcamos, entonces, plenamente la importan-cia que tiene preparar para la revolución social y pre-parar para ella en forma correcta.

«¿Pero cuál es la forma correcta?», preguntas. «¿Yquién tiene que prepararla?»

¿Quién tiene que prepararla? Ante todo, tú y yo, losque están interesados en el éxito de la revolución, losque desean ayudar a que se realice. Y tú y yo significatodo hombre y mujer; al menos todo hombre y mujerdecentes, todo el que odie la opresión y ame la libertad,todo el que no pueda soportar la miseria y la injusticiaque llenan el mundo actual.

Y, sobre todo, aquellos que más sufren a causa de lascondiciones existentes, a causa de la esclavitud asala-riada, a causa de la sujeción y la indignidad.

«Los obreros, por supuesto», dices. Sí, los obreros.Como las peores víctimas de las instituciones presen-tes, es en el propio interés de ellos el abolirlas. Se hadicho con verdad que «la emancipación de los trabaja-dores tiene que ser realizada por los trabajadores mis-mos», pues ninguna otra clase social lo hará por ellos.Sin embargo, la emancipación del trabajo significa almismo tiempo la redención de la sociedad entera, y esa

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es la razón por la que algunos hablan de la «misión his-tórica» del trabajo, que sería realizar esa época mejor.

Pero «misión» es una palabra incorrecta. Sugiere undeber o una tarea impuesta a uno desde fuera por al-gún poder externo. Es una concepción falsa y que des-orienta, es esencialmente una concepción religiosa, unsentimiento metafísico. Ciertamente, si la emancipa-ción del trabajo es una «misión histórica», entonces lahistoria procurará que se lleve a cabo, sin que tengaimportancia lo que nosotros pensemos, sintamos o ha-gamos al respecto. Esta actitud hace innecesario y su-perfluo el esfuerzo humano, porque «será lo que tieneque ser». Una noción fatalista así destruye toda inicia-tiva y toda utilización de la propia mente y de la propiavoluntad.

Es una idea peligrosa y dañina. No existe poder fue-ra del hombre, que pueda liberarte no existe nada quepueda encargarte ninguna «misión». Ni el cielo ni lahistoria pueden hacer eso; la historia es la narración delo que ha sucedido. Puede enseñar una lección, pero nopuede imponer una tarea. No se trata de la «misión»,sino del interés del proletariado por emanciparse a símismo de la esclavitud. Si los trabajadores no se esfuer-zan por ello consciente y activamente, no «ocurrirá»nunca. Es necesario liberarnos de la noción estúpida

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y falsa de las «misiones históricas». Las masas pue-den alcanzar la libertad sólo mediante su desarrollohasta conseguir una verdadera realización de su po-sición presente, mediante la visión de sus posibilida-des y poderes, mediante el aprendizaje de la unidad yla cooperación y mediante la práctica de estas cosas.Consiguiendo esto, habrán liberado también al restode la humanidad.

A causa de esto la lucha del proletariado es algo queconcierne a cada uno, y todos los hombres y mujeressinceros debían por ello estar al servicio de los trabaja-dores en su gran tarea. Ciertamente, aunque tan sólolos trabajadores puedan realizar el trabajo de emanci-pación, ellos necesitan la ayuda de otros grupos socia-les. Pues tienes que recordar que la revolución afron-ta el difícil problema de reorganizar el mundo y cons-truir una nueva civilización, un trabajo que requerirála integridad revolucionaria más grande y la inteligen-te cooperación de todos los elementos con buena vo-luntad y que amen la libertad. Sabemos ya que la re-volución social no es solamente una cuestión de abolirel capitalismo. Podríamos arrojar el capitalismo, comofue eliminado el feudalismo, y todavía permanecer es-clavos como antes. En lugar de ser, como ahora, losesclavos del monopolio privado, podríamos convertir-

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nos en los siervos del capitalismo del Estado, como hasucedido con el pueblo de Rusia, por ejemplo, y tal co-mo está ocurriendo en Italia y en otros países.

La revolución social —no hay que olvidarlo nunca—no consiste en cambiar una forma de sujeción por otra,sino que es la supresión de todo aquello que puede es-clavizarte y oprimirte.

Una revolución política puede ser realizada con éxi-to mediante una minoría conspirativa, que reemplaceuna facción dirigente por otra. Pero la revolución so-cial no es unmero cambio político: es una fundamentaltransformación económica, ética y cultural. Una mino-ría conspirativa o un partido político que emprenda untrabajo así tiene que afrontar la oposición activa y pa-siva de la gran mayoría y, por ello, tiene que degenerarconvirtiéndose en un sistema de dictadura y de terror.

Frente a unamayoría hostil, la revolución social estácondenada al fracaso desde su mismo comienzo. Estosignifica, entonces, que el primer trabajo preparatoriode la revolución consiste en conquistar a las masas engeneral en favor de la revolución y de sus objetivos,conquistándolas, al menos, hasta el punto de neutrali-zarlas, de transformarlas de enemigos activos en sim-patizantes pasivos, de modo que no luchen contra larevolución, incluso si no luchan en favor de ella.

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El trabajo actual, positivo, de la revolución socialdebe ser llevado a cabo, por supuesto, por los traba-jadores mismos; por el pueblo trabajador. Y aquí per-mítasenos recordar que no es sólo la mano de obra delas fábricas la que pertenece al trabajo sino también eltrabajador campesino igualmente. Algunos radicalesse sienten inclinados a poner demasiados énfasis enel proletariado industrial, ignorando casi la existenciadel trabajador agrícola. Sin embargo, ¿qué podría reali-zar el obrero de fábrica sin el agricultor? La agriculturaes la fuente primaria de la vida, y la ciudad pereceríade hambre a no ser por el campo. Es ocioso compararal obrero industrial con el trabajador de campo o discu-tir su valor relativo. Ninguno puede actuar sin el otro;ambos son igualmente importantes en el esquema dela vida e igualmente importantes en la revolución y enla construcción de una nueva sociedad.

Es verdad que la revolución estalla primero en laslocalidades industriales más bien que en las agrícolas.Esto es natural, puesto que aquéllas son centros másgrandes de la población trabajadora y, por consiguien-te, también del descontento popular. Pero si el proleta-riado industrial es la vanguardia de la revolución, en-tonces el trabajador agrícola en su espina dorsal. Si es-

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ta última es débil o se rompe, la vanguardia, la revolu-ción misma, está perdida.

Por consiguiente, el trabajo de la revolución socialse encuentra en las manos de ambos, del obrero indus-trial y del trabajador agrícola. Desgraciadamente, hayque admitir que existe demasiado poco entendimien-to y casi ninguna amistad o directa cooperación entrelos dos. Peor que eso —y sin duda resultado de eso—, existe un cierto desagrado y antagonismo entre losproletarios del campo y de la fábrica. El hombre de ciu-dad tiene demasiado poco aprecio por el esfuerzo du-ro y exhaustivo del campesino. Este último se resienteinstintivamente de ello; además, al no serle familiar eltrabajo arduo y con frecuencia peligroso de la fábrica,el campesino está muy inclinado a considerar al obre-ro de ciudad como un vago. Es absolutamente vital unacercamiento más estrecho y una mejor comprensiónentre ambos. El capitalismo no se esfuerza tanto en ladivisión del trabajo como en la división de los traba-jadores. Trata de incitar raza contra raza, la mano deobre de fábrica contra el campesino, el trabajador con-tra el especialista, a los trabajadores de un país contralos de otro. La fuerza de la clase explotadora se encuen-tra en una clase trabajadora disminuida, dividida. Perola revolución social requiere la unidad de las masas tra-

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bajadoras, y ante todo la cooperación del proletariadode fábrica con su hermano del campo.

Un acercamiento más estrecho de los dos es un pa-so importante en la preparación para la revolución so-cial. El contacto real entre ellos es de primera necesi-dad. Consejos comunes, intercambio de delegados, unsistema de cooperativas y otros métodos semejantes,tenderían a formar un vínculo más estrecho y una me-jor comprensión entre el obrero y el campesino.

Pero no es sólo la cooperación del proletariado defábrica con el trabajador agrícola lo que es necesariopara la revolución. Hay otro elemento absolutamen-te necesario en su trabajo constructivo. Se trata de lamente adiestrada del profesional.

No caigas en el terror de pensar que el mundo hasido destruido sólo con las manos. También ha sido ne-cesario el cerebro. De modo semejante, la revoluciónnecesita a ambos, al hombre de músculos y al hombrede cerebro. Mucha imagina que el trabajador manualsólo puede realizar el trabajo entero de la sociedad. Esaes una idea falsa, un error muy grave que puede apor-tar un daño interminable. De hecho, esta concepciónha causado un gran mal en previas ocasiones y existenbuenas razones para temer que puede hacer fracasarlos mejores esfuerzos de la revolución.

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La clase trabajadora está formada por los que gananun salario industrial y por los trabajadores agrícolas:Pero los trabajadores requieren los servicios de los gru-pos profesionales, de los que organizan las industrias,de los ingenieros en electricidad y mecánica, los espe-cialistas técnicos, los científicos, inventores, químicos,educadores, doctores y cirujanos. En resumen, el pro-letariado necesita absolutamente la ayuda de ciertosgrupos profesionales sin cuya cooperación no es posi-ble ningún trabajo productivo.

La mayoría de esos profesionales en realidad tam-bién pertenecen al proletariado. Son el proletariado in-telectual, el proletariado del cerebro. Está claro que noconstituye diferencia alguna si uno se gana su susten-to con sus manos o con su cabeza. En realidad, ningúntrabajo se realiza sólo con las manos o sólo con el cere-bro. Se requiere la aplicación de ambos en toda clasede esfuerzo. El carpintero, por ejemplo, debe calcular,medir e imaginar en el curso de su tarea: él tiene queusar tanto la mano como el cerebro. De modo seme-jante, el arquitecto tiene que elaborar su plan antes deque pueda diseñarlo en el papel y ponerlo en práctica.

«Pero sólo el trabajo puede producir», objeta tu ami-go. «El trabajo del cerebro no es productivo».

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Falso, amigo mío. Ni el trabajo manual ni el traba-jo cerebral por sí solos pueden producir algo. Ambosson necesarios, trabajando juntos, para crear algo. Elalbañil no puede edificar la fábrica sin los planos delarquitecto, como tampoco puede el arquitecto levan-tar un puente sin el herrero o el que trabaje el acero.Ninguno de los dos puede producir solo. Pero ambosjuntos pueden realizar maravillas.

Además, no caigas en el error de creer que tan sólocuenta el trabajo productivo. Haymuchos trabajos queno son directamente productivos, pero que son útilese incluso absolutamente necesarios para nuestra exis-tencia y nuestra comodidad y, por consiguiente, sonprecisamente tan importantes como el trabajo produc-tivo.

Considera, por ejemplo, el maquinista y el conduc-tor de ferrocarriles. Con son productores, pero son fac-tores esenciales en el sistema de producción. Sin lo fe-rrocarriles y otros medios de transporte y comunica-ción no podríamos dirigir ni la producción ni la distri-bución.

La producción y la distribución son los dos puntosdel mismo polo vital. El trabajo que se requiere parauno es tan importante como el que se necesita paraotro.

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Los que dije antes se aplica a numerosas fases delesfuerzo humano que, aunque en sí mismas no seandirectamente productivas, desempeñan una parte vi-tal en el variado proceso de nuestra vida económica ysocial. El hombre de ciencia, el educador, el médico yel cirujano no son productivos en el sentido industrialde la palabra. Pero el trabajo de ellos es absolutamen-te necesario para nuestra vida y bienestar. La sociedadcivilizadora no puede existir sin ellos.

Es, por consiguiente, evidente que el trabajo útiles igualmente importante ya lo haga el cerebro o losmúsculos, ya sea manual o mental. Tampoco importasi es un sueldo o salario lo que uno recibe, si se pa-ga mucho o poco, o cuales puedan ser sus opinionespolíticas o sus otras opiniones.

Todos los grupos que pueden contribuir a un trabajoútil para el bienestar general son necesarios en la revo-lución para la construcción de la nueva vida. Ningunarevolución puede tener éxito sin su cooperación soli-daria, y cuanto antes comprendamos esto tanto mejor.La reconstrucción de la sociedad implica la reorgani-zación de la industria, el adecuado funcionamiento dela producción, el manejo de la distribución y otros nu-merosos esfuerzos sociales, educacionales y culturalespara transformar la esclavitud y servidumbre actual

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en una vida de libertad y de bienestar. Sólo trabajandocodo con codo el proletariado del cerebro y el proleta-riado de los músculos serán capaces de resolver esosproblemas.

Es muy lamentable que exista un espíritu de faltade cordialidad, incluso de enemistad, entre los traba-jadores manuales e intelectuales. Ese sentimiento estáenraizado en la falta de comprensión, en el prejuicioy en la cerrazón de ambos lados. Es triste admitir unatendencia en ciertos círculos laborales, incluso entrealgunos socialistas y anarquistas, a oponer a los obre-ros contra los miembros del proletariado intelectual.Una actitud así es estúpida y criminal, porque tan sólopuede producir daño al crecimiento y al desarrollo dela revolución social. Fue uno de los errores fatales delos bolcheviques durante las primeras fases de la Revo-lución rusa el haber opuesto deliberadamente a los asa-lariados contra las clases profesionales, hasta tal medi-da por cierto que se hizo imposible una cooperaciónamistosa. Un resultado directo de esa política fue elderrumbamiento de la industria por falta de esa direc-ción inteligente, lo mismo que la casi total suspensiónde las comunicaciones por ferrocarril porque no exis-tía una dirección experimentada. Viendo que Rusia sedirigía hacia un naufragio económico, Lenin decidió

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que los obreros de fábricas y los agricultores solos nopodían llevar a cabo la vida industrial y agrícola delpaís, y que era necesaria la ayuda de los obreros profe-sionales. Introdujo un nuevo sistema para inducir a lostécnicos a que ayudasen en el trabajo de la reconstruc-ción. Pero el cambio vino casi demasiado tarde, pueslos años de mutuo odio y acoso también habían creadotal abismo entre el obrero manual y su hermano inte-lectual que se había hecho excepcionalmente difícil lamutua comprensión y cooperación. Han sido necesa-rios en Rusia años de esfuerzo heroico para deshacer,hasta cierto punto, los efectos de esa guerra fraticida.

Aprendamos esta lección valiosa de la experienciarusa.

«Pero los profesionales pertenecen a las clases me-dias», objetas. «Y tienen una mentalidad burguesa».

Es verdad; los hombres de profesiones generalmen-te tienen una actitud burguesa hacia las cosas. ¿Perono tienen también una mentalidad burguesa la mayo-ría de los obreros? Esto dignifica meramente que am-bos están impregnados de prejuicios autoritarios y ca-pitalistas. Son precisamente éstos los que tienen queser arrancados mediante la ilustración y la educacióndel pueblo, sean esos componentes del pueblo obreros

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manuales o del cerebro. Ese es el primer paso en lapreparación para la revolución social.

Pero no es verdad que los profesionales, como tales,necesariamente pertenezcan a las clases medias.

Los intereses reales de los denominados intelectua-les están con los trabajadores más bien que con losamos. Ciertamente, la mayoría de ellos no se da cuen-ta de esto. Pero tampoco se sienten más a sí mismosmiembros de la clase obrera el maquinista o el fogone-ro que reciben un salario comparativamente alto. Porsus ingresos y por su actitud también ellos pertenecena la burguesía. Pero no son sus ingresos o sus senti-mientos los que determinan a qué clase social perte-nece una persona. Si el mendigo callejero se imaginaser un millonario, ¿sería por eso uno de ellos? Lo queuno se imagina que es no altera su situación real, yla situación real es que todo el que tiene que vendersu trabajo es un empleado, un subordinado asalaria-do, uno que gana su salario, y como tal sus verdaderosintereses son los de los empleados y él pertenece a laclase obrera.

En realidad, el proletariado intelectual está inclusomás subordinado a su amo capitalista que el hombredel pico y la pala. Este último puede fácilmente cam-biar su lugar y su empleo. Si no le interesa trabajar

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para un determinado patrón puede buscar otro. El pro-letario intelectual, por el contrario, es mucho más de-pendiente de su empleo particular. Su esfera de actua-ción es más limitada. Al no estar capacitado para nin-gún oficio y al ser físicamente incapaz de servir comoun jornalero, por lo general está confinado al campocomparativamente estrecho de la arquitectura, la in-geniería, el periodismo o un trabajo semejante. Estolo coloca más a merced de su empresario y, por con-siguiente, también lo inclina al lado de este último, lomismo que lo coloca contra su compañero de trabajomás independiente en la fábrica.

Pero sea cual fuere la actitud del intelectual asala-riado y dependiente, él pertenece a la clase proletaria.Sin embargo, es enteramente falso mantener que losintelectuales siempre se colocan del lado de los amosy contra los obreros. «Generalmente hacen eso», oi-go que interrumpe un fanático radical. ¿Y los obreros?¿No sostienen ellos, por lo general, a sus amos y al sis-tema capitalista? ¿Podría continuar ese sistema sin elapoyo de ellos? Sin embargo, sería erróneo argüir apartir de eso que los obreros se dan la mano conscien-temente con sus explotadores. Tampoco es eso másverdadero referido a los intelectuales. Si la mayoría deestos últimos apoya a la clase dominante es a causa

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de su ignorancia social, porque ellos no comprendensus mejores intereses propios, a pesar de toda su «in-telectualidad». Del mismo modo las grandes masas detrabajadores, que de una forma semejante no son cons-cientes de sus verdaderos intereses, ayudan a los amoscontra sus compañeros de trabajo, y algunas veces in-cluso en el mismo oficio y en la misma fábrica, sin ha-blar de su falta de solidaridad nacional e internacional.Esto prueba meramente que tanto uno como otro, elobrero manual no menos que el proletario del cerebro,necesitan los dos ilustración.

Haciendo justicia a los intelectuales, no olvidamosque sus mejores representantes se han colocado siem-pre del lado de los oprimidos. Ellos han defendido lalibertad y la emancipación y con frecuencia eran losprimeros en expresar las aspiraciones más profundasde las masas trabajadoras. En la lucha por la libertad,han luchado con frecuencia en las barricadas hombrocon hombro con los obreros y hanmuerto defendiendosu causa.

No necesitamos mirar lejos para encontrar unaprueba de esto. Es un hecho familiar que todo movi-miento progresista, radical y revolucionario dentro delos últimos cien años ha estado inspirado, mental y es-piritualmente, por los esfuerzos del grupo más escogi-

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do de las clases intelectuales. Los iniciadores y organi-zadores del movimiento revolucionario en Rusia, porejemplo, remontándonos en un siglo, eran intelectua-les, hombres y mujeres de origen y condición no pro-letarios. Y el amor de ellos por la libertad no era me-ramente teórico. Literalmente miles de ellos consagra-ron sus conocimientos y su experiencia, y dedicaronsus vidas, al servicio de las masas. No existe un solopaís donde no hayan testificados tales hombres y mu-jeres nobles su solidaridad con los desheredados, expo-niéndose ellos mismos a la cólera y a la persecución desu propia clase y dándose las manos con los oprimidos.La historia reciente, lo mismo que la pasada, está lle-na de tales ejemplos. ¿Quiénes eran los Garibaldi, losKossuth, los Liebknecht, los Rosa Luxemburg, los Lan-dauer, los Lenin y los Trotsky, sino intelectuales de lasclases medias que se entregaron a sí mismos al prole-tariado? La historia de cada país y de cada revoluciónbrilla con su entrega desinteresada a la libertad y a lostrabajadores.

Recordemos estos hechos y no nos ceguemos por elprejuicio fanático y por antagonismo sin fundamento.El intelectual ha hecho un gran servicio a los traba-jadores en el pasado. Dependerá de la actitud de lostrabajadores hacia él en qué proporción será capaz y

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deseará contribuir a la preparación y a la realizaciónde la revolución social.

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XXVII. La organización delos trabajadores para larevolución social

Una preparación adecuada, tal como se ha sugeridoen las páginas precedentes, aliviará grandemente la ta-rea de la revolución social y asegurará su desarrollo ysu funcionamiento.

Ahora bien, ¿cuáles serán las principales funcionesde la revolución?

Cada país tiene sus condiciones específicas, su pro-pia psicología, costumbres y tradiciones y el procesode la revolución reflejará naturalmente las peculiari-dades de cada país y de su pueblo. Pero fundamental-mente todos los países son semejantes en su caráctersocial (más bien antisocial): sean cuales fueren las for-mas políticas o las condiciones económicas, están edi-ficadas todas ellas sobre la autoridad que invade, sobre

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el monopolio, sobre la explotación de los trabajadores.La tarea principal de la revolución social es por elloesencialmente la misma en todas partes: la abolicióndel gobierno y de la desigualdad económica y la socia-lización de los medios de producción y distribución.

La producción, la distribución y la comunicaciónson las fuentes básicas de la existencia; sobre ellas des-cansa el poder de la autoridad coercitiva y del capital.Privados de ese poder, los gobernantes y autoridadesse convierten sin más en hombres ordinarios, comotú y como yo, ciudadanos comunes entre millones deotros. Realizar eso es, por consiguiente, la función pri-maria y más vital de la revolución social.

Sabemos que la revolución comienza con disturbiosy estallidos callejeros: es la fase inicial que implicafuerza y violencia. Pero eso es meramente el prólogoespectacular de la revolución real. La larga miseria yafrenta sufrida por las masas estalla en desorden y tu-multo, la humillación y la injusticia, mansamente so-portadas durante décadas, descargan en actos de furiay de destrucción. Esto es inevitable, y es únicamente laclase de los amos la que es responsable de este carác-ter preliminar de la revolución. Pues es incluso másverdad social que individualmente de «siembra vien-tos recogerá tempestades»; cuanto más grande sea la

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opresión y la miseria a la que hayan estado sometidaslas masas, tanto más ferozmente estallará la tormentasocial. Toda la historia lo prueba, pero los señores dela vida nunca han escuchado su voz de advertencia.

Esta fase de la revolución es de corta duración. Lasigue de ordinario la destrucción más consciente, perotodavía espontánea, de las ciudades de la autoridad, lossímbolos visibles de la violencia y la brutalidad orga-nizadas: cárceles, jefaturas de policía y otros edificiosgubernamentales son atacados, los presos son libera-dos, se destruyen documentos legales. Es la manifesta-ción de la justicia popular instintiva. Así, uno de losprimeros gestos de la Revolución francesa fue la de-molición de la Bastilla. De modo semejante, en Rusiafueron asaltadas las cárceles y fueron liberados los pre-sos al comienzo de la revolución.1 La sana intuición delpueblo ve justamente en los presos desgraciados socia-les, víctimas de las condiciones y simpatiza con elloscomo tales. Las masas consideran los tribunales y losregistros como instrumentos de la injusticia de clase

1 La liberación oficial de los presos políticos en Rusia tuvolugar con posterioridad, después que las masas revolucionarias hu-bieran destruido las cárceles en Petrogrado, Moscú, y en otras ciu-dades. (N. de A.).

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y éstos son destruidos al comienzo de la revolución ycon razón.

Pero este estadio para rápidamente; la ira del pue-blo se apaga pronto. Simultáneamente la revolucióncomienza su trabajo constructivo.

«¿Realmente piensas que la reconstrucción podríacomenzar tan pronto?», preguntas.

Amigo mío, tienen que comenzar inmediatamente.De hecho, cuanta más ilustración hayan recibido lasmasas, cuanto más claramente constaten los trabaja-dores sus objetivos y cuanto mejor estén preparadospara llevarlos a cabo, tanto menos destructora será larevolución y tanto más rápida y efectivamente comen-zará el trabajo de reconstrucción.

«¿No eres demasiado optimista?»No, no lo creo. Estoy convencido de que la revolu-

ción social no va a «ocurrir sin más». Tendrá que serpreparada, organizada. Sí, ciertamente, organizada, lomismo que se organiza una huelga. En realidad, seráuna huelga, la huelga de los trabajadores unidos de unpaís entero, una huelga general.

Detengámonos un momento y consideremos esto.¿Cómo te imaginas que se pueda luchar en una re-

volución de estos días de tanques blindados, gas enve-nenado y aviones militares? ¿Crees que las masas des-

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armadas y sus barricadas podrían resistir la artilleríade enorme poder y las bombas arrojadas a ellas desdelos aviones? ¿Podrían los trabajadores luchar contralas fuerzas militares del gobierno y del capital?

Es ridículo frente a eso, ¿no es así? Y no menos ridí-cula es la sugerencia de que los trabajadores deberíanformar sus propios regimientos, sus «tropas de cho-que» o un «frente rojo», como los partidos comunistaste aconsejan que hagas. ¿Serán capaces tales cuerposproletarios de resistir a los ejércitos adiestrados del go-bierno y a las tropas privadas del capital? ¿Tendrán lamenor posibilidad?

Basta formular una proposición así para que semuestre en toda su locura imposible. Significaría sim-plemente enviar a miles de trabajadores a una muertecierta.

Es hora de acabar con esta idea anticuada de revolu-ción. Actualmente el gobierno y el capital están dema-siado bien organizados en el sentido militar como paraque los trabajadores sean alguna vez capaces de podercon ellos. Sería criminal intentarlo, sería una locuraincluso pensar en ello.

La fuerza de los trabajadores no está en el campode batalla. Se encuentra en el taller, en la mina y enla fábrica. Allí reside su poder que ningún ejército en

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el mundo puede derrotar y ninguna acción humanapuede conquistar.

En otras palabras, la revolución social sólo puedetener lugar por media de la huelga general. La huelgageneral, correctamente entendida y plenamente lleva-da a cabo, es la revolución social. De esto se dio cuen-ta el gobierno británico mucho más rápidamente quelos trabajadores cuando se declaró la huelga generalen Inglaterra en mayo de 1926. «Esto significa la re-volución», dijo el gobierno, en efecto, a los líderes dela huelga. Con todos sus ejércitos y sus naves las au-toridades eran impotentes frente la situación. Puedesdisparar y matar a la gente, pero no puedes dispararlepara que trabajen. Los mismos líderes laborales esta-ban asustados ante la idea de que la huelga generalsupusiese realmente la revolución.

El capital y el gobierno británico ganaron en la huel-ga, no por la fuerza de las armas, sino por la falta deinteligencia y de coraje por parte de los líderes labora-les y porque los trabajadores ingleses no estaban pre-parados para las consecuencias de la huelga general.En realidad, la idea era algo totalmente nuevo paraellos. Nunca se habían interesado antes en ella, nuncahabían estudiado su importancia y sus posibilidades.Se puede decir con seguridad que una situación seme-

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jante en Francia se habría desarrollado de una manerabastante diferente, porque en ese país los trabajadoresestaban familiarizados desde hacía años con la huelgageneral como un arma proletaria revolucionaria.

Es sumamente importante constatar que la huelgageneral es la única posibilidad de una revolución so-cial. En el pasado la huelga general se ha propagadoa varios países sin el énfasis suficiente en que su sig-nificado real es la revolución, que es el único caminopráctico hacía ella. Es hora de que aprendamos esto ycuando lo hagamos la revolución social dejará de serla una cantidad vaga y desconocida. Se convertiría enuna actualidad, en un método y un fin definidos, en unprograma cuyo primer paso en que el trabajo organi-zado se apodere de las industrias.

«Comprendo ahora por qué has dicho que la revo-lución social significa construcción más bien que des-trucción», anota tu amigo.

Me agrada que lo digas. Si me has seguido hastaaquí, estarás de acuerdo en que la cuestión de apode-rarse de las industrias no es algo que pueda dejarse a lasuerte ni puede llevarse a cabo de una manera fortuita.Sólo se puede realizar de una forma bien planificada,sistemática y organizada. Tú solo no lo puedes hacer,tampoco yo solo, ni cualquier otro hombre, sea un tra-

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bajador, un Ford o el Papa de Roma. No hay hombre ogrupo de hombres que pueda conseguirlo, excepto lostrabajadores mismos, pues le incumbe a los trabajado-res operar las industrias. Pero incluso los trabajadoresno pueden hacerlo, a no ser que estén organizados yorganizados precisamente para tal empresa.

«Pero yo pensé que eras un anarquista», interrumpetu amigo.

Los soy.«He oído decir que los anarquistas no creen en la

organización».Supongo que lo habrás oído, pero ése es un viejo ar-

gumento. Cualquiera que te diga que los anarquistasno creen en la organización está diciendo tonterías. Laorganización lo es todo y todo es organización. Toda lavida es organización, consciente o inconsciente. Cadanación, cada familia e incluso cada individuo es organi-zación u organismo. Cualquier parte de cualquier cosaviva está organizada de tal forma que la totalidad tra-baja en armonía. En caso contrario, los diferentes órga-nos no podrían funcionar adecuadamente y no podríaexistir la vida.

Pero hay organización y desorganización. La so-ciedad capitalista está tan malamente organizada quesufren sus diversos miembros; del mismo modo que

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cuando te duele en alguna parte, todo tu cuerpo lo sien-te y estás enfermo.

Hay organizaciones que son dolorosas, porque sonenfermas, y organizaciones que son alegres, porque su-ponen salud y fuerza. Una organización está enferma oes mala cuando descuida o suprime a cualquiera de susórganos o miembros. En el organismo sano todas suspartes son igualmente valiosas y no se discrimina con-tra ninguna. La organización basada en la compulsión,que coacciona y fuerza, es mala y enfermiza. La orga-nización libertaria, formada voluntariamente y en laque cada miembro es libre e igual, es un cuerpo sano ypuede actuar bien. Una organización así es una uniónlibre de partes iguales. Es la clase de organización enla que creen los anarquistas.

Así tiene que ser la organización de los trabajadoressi el trabajo tiene que tener un cuerpo sano, un cuerpoque pueda operar con efectividad.

Esto significa, ante todo, que ningún miembro sin-gular de la organización o de la unión puede ser discri-minado con impunidad, ni puede ser suprimido o igno-rado. Hacer así sería lo mismo que ignorar un dientedolorido: te sentirás enfermo en todo tu cuerpo.

En otras palabras, el sindicato tiene que ser construi-do sobre el principio de la libertad igual de todos los

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miembros. Sólo cuando cada uno sea una unidad libree independiente, que coopere con los otros desde supropia elección a causa de los intereses mutuos, podrátener éxito el trabajo en conjunto y se convertirá enalgo poderoso.

Esta igualdad significa que no existe diferencia al-guna en qué o quién es el trabajador particular: si escualificado o no cualificado, si es albañil, carpintero,ingeniero o jornalero, si gana mucho o poco. Los in-tereses de todos son los mismos: todos forman una co-sa, y tan sólo permaneciendo unidos pueden realizarsu objetivo.

Esto significa que los obreros de la fábrica, la indus-tria o la mina deben estar organizados como un cuer-po; pues no es una cuestión del trabajo particular quetengan, del oficio o de la rama a la que pertenezcan,sino de cuáles son sus intereses. Y sus intereses sonidénticos, y contrarios a los empresarios y al sistemade explotación.

Considera tú mismo qué disparatada e ineficaz es laforma actual de la organización laboral, en que un ofi-cio o empleo puede estar en huelga mientras que lasotras ramas de la misma industria continúa trabajando.¿No es ridículo que cuando los trabajadores de los taxisen Nueva York, por ejemplo, abandonan el trabajo, los

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empleados del metro, los conductores de los cabriolésy de los autobuses sigan trabajando? El objetivo princi-pal de una huelga es suscitar una situación que obligueal empresario a ceder a las demandas de los trabajado-res. Una situación así se puede crear tan sólo medianteun enlace completo de la industria en cuestión, de mo-do que una huelga parcial es meramente una pérdidade tiempo y de energía de los trabajadores, sin hablardel efecto moral nocivo que causa la derrota inevitable.

Piensa en las huelgas en las que tú mismo has toma-do parte y en otras que conoces. ¿Venció alguna veztu sindicato en alguna lucha, a no ser que fuera capazde obligar a que cediera el empresario? ¿Pero cuándofue capaz de conseguir eso? Sólo cuando el patrón sa-bía que los trabajadores iban en serio, que no habíadisensión entre ellos, que no había duda y dilatación,que estaban determinados a vencer a cualquier precio.Pero en particular cuando el empresario se sentía a símismo a merced del sindicato, cuando no podía hacerfuncionar su fábrica o su mina frente a la actitud re-suelta de los trabajadores, cuando no podía conseguiresquiroles o gente que rompiera la huelga, y cuandoveía que sus intereses sufrirían más desafiando a susempleados que concediendo sus demandas.

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Está claro, entonces, que puedes forzar la sumisiónsólo cuando estás resuelto, cuando tu sindicato es fuer-te, cuando estás bien organizado, cuando estás unidode tal manera que el patrono no puede hacer funcionarsu fábrica contra tu voluntad. Pero el empresario de or-dinario es un gran fabricante o una compañía que tie-ne industrias o minas en diversos lugares. Supón quees un monopolio de carbón. Si no puede hacer funcio-nar sus minas en Pensilvania a causa de una huelga,intentará reparar sus pérdidas continuando la extrac-ción en Virginia o en Colorado, e incrementando allíla producción. Ahora bien, si los mineros en esos esta-dos siguen trabajando mientras que tú en Pensilvaniaestás en huelga, la compañía no pierde nada. Puede in-cluso saludar la huelga aprovechándose de ella paraelevar el precio del carbón con el motivo de que esca-sea el suministro a causa de tu huelga. De ese modo,no sólo rompe tu huelga la compañía, sino que tam-bién influye en la opinión pública disponiéndola con-tra ti, porque la gente cree estúpidamente que el pre-cio superior del carbón es realmente el resultado de tuhuelga, mientras que de hecho se debe a la codicia delos propietarios de las minas.

Tú perderás tu huelga y durante algún tiempo tú ylos obreros en todas partes tendéis que pagar más por

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el carbón y no sólo por el carbón, sino por todas lasotras necesidades de la vida, porque junto con el preciodel carbón se elevará el coste general de la vida.

Reflexiona, entonces, lo estúpido que es la políticaactual de los sindicatos al permitir que sigan trabajan-do otras minas, mientras que la tuya está en huelga.Los otros continúan en el trabajo y aportan una ayudafinanciera a tu huelga; ¿pero no ves que su ayuda sólosirve para destruir tu huelga, porque tienen que seguirtrabajando y con ellos hacen de esquiroles, para con-tribuir a los fondos de tu huelga? ¿Puede algo ser másabsurdo y criminal?

Y esto sigue siendo verdad de cualquier industriay de cualquier huelga. ¿Te puedes extrañar de que sepierda la mayoría de las huelgas? Esto ocurre en Amé-rica lo mismo que en otros países. Tengo ante mí elBlue Book2, que se acaba de publicar en Inglaterra ba-jo el título de Labor Statistics. Los datos prueban quelas huelgas no conducen a victorias de los trabajadores.Las cifras para los últimos ocho años son las siguien-tes:

2 Relación de informes oficiales presentados al Parlamentoo al Privy Council (o consejos privados del soberano). (N. de T.).

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Año Resultados enfavor de los tra-bajadores

Resultados enfavor de losempresarios

1920 390 5071921 152 3151922 111 2221923 187 1821924 163 2351925 154 1891926 67 1261927 61 118

En la actualidad, por tanto, se pierde casi el 60%de las huelgas. De paso, considera también la pérdidade días de salario que resultan de las huelgas y quesuponen que no hay salario. El número total de losdías de trabajo perdidos en Inglaterra en 1912 fue de40.890.000, lo que casi iguale la vida de 2.000 hombres,concediendo a cada uno 60 años. En 1919 el númerode días de trabajo perdidos fue de 34.969.000; en 1920de 26.568.000; en 1921 de 85.872.000; en 1926, como re-sultado de la huelga general, 162.233.000. Estas cifrasno incluyen el tiempo y los salarios perdidos por eldesempleo.

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No hace falta mucha aritmética para ver que lashuelgas, tal como están dirigidas actualmente, no com-pensan, que los sindicatos no son los vencedores en lasdisputas laborales.

Esto no significa, sin embargo, que las huelgas nosirvan para ningún objetivo. Por el contrario, son degran valor: enseñan al trabajador la necesidad vitalde la cooperación, de mantenerse hombro con hom-bro con sus compañeros y luchar unidos en la causacomún. Las huelgas lo entrenan en la lucha de clasey desarrollan su espíritu de esfuerzo conjunto, de re-sistencia a los amos, de solidaridad y responsabilidad.En este sentido, una huelga sin éxito no es una pérdi-da completa. Mediante ella los trabajadores aprendenque «una ofensa a uno es algo que les concierne a to-dos», sabiduría práctica que encarna en el sentido másprofundo de la lucha proletaria. Esto no se refiere úni-camente a la batalla diaria por la mejora material, sinoigualmente se refiere a todo lo que tenga que ver conel trabajador y con su existencia, y de modo particularse refiere a las cuestiones en las que están implicadasla justicia y la libertad.

Una de las cosas más estimulantes es ver que las ma-sas se levantan a favor de la justicia social, sea cualfuere el caso que esté en juego. Pues, ciertamente, nos

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concierne a todos nosotros en el sentido más verda-dero y más profundo. Cuanto más ilustrada conscien-te de sus intereses más generales llegue a ser la clasetrabajadora, tanto más amplias y más universales se-rán sus simpatías, tanto más universal será su defen-sa de la justicia y de la libertad. Fue una manifesta-ción de esta comprensión cuando los trabajadores entodos los países protestaron contra el asesinato judi-cial de Sacco y Vanzetti en Massachussets. Instintivay conscientemente las masas en todo el mundo sintie-ron, como lo hicieron todos los hombres y las mujeresdecentes, que les concernía a ellos cuando se cometeun crimen así. Desgraciadamente, esa protesta, comomuchas otras semejantes, se contentaban con merasresoluciones. Si el trabajo organizado hubiera recurri-do a la acción, como una huelga general, no se habríaignorado sus demandas y no se habría sacrificado a lasfuerzas de la reacción dos de los mejores amigos de lostrabajadores y dos de los hombres más nobles.

Y lo que es igualmente importante: habría servidocomo una valiosa demostración del tremendo poderdel proletariado, el poder que siempre vence cuandoestá unificado y decidido. Esto de ha probado en nume-rosas ocasiones en el pasado, cuando una postura re-suelta de los trabajadores impidió ofensas legales pla-

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neadas, como en el caso de Haywood, Moyer y Pet-tibones, funcionarios de la Federación Occidental deMineros, contra los cuales los barones del carbón delEstado de Idaho habían conspirado para enviarlos a lahorca durante la huelga de los mineros en 1905. Igual-mente, en 1917, fue la solidaridad de los trabajadoresla que impidió la ejecución de TomMooney en Califor-nia. La actitud de simpatía de los trabajadores organi-zados de América hacia México ha sido también hastaahora un obstáculo a la ocupación militar del país porparte del gobierno de los Estados Unidos en favor delos intereses petrolíferos americanos. De modo seme-jante, en Europa, la acción unida de los trabajadoresha tenido éxito al obligar repetidamente a las autori-dades a una gran amnistía de presos políticos. El go-bierno de Inglaterra temía tanto la declarada simpatíade los trabajadores británicos por la Revolución rusaque se vio obligado a su pretendida neutralidad. Cuan-do los cargadores del puerto rehusaron cargar vivie-res y municiones dirigidos a los ejércitos blancos, elgobierno inglés recurrió al engaño. Aseguró solemne-mente a los trabajadores que los cargamentos estabandirigidos a Francia. En el curso de mi trabajo recogien-do material histórico en Rusia, en los años 1920 y 1921,entré en posesión de documentos oficiales británicos

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que probaban que los cargamentos habían sido dirigi-dos inmediatamente desde Francia, por órdenes direc-tas del gobierno británico, a los generales contrarrevo-lucionarios en el norte de Rusia, que habían estable-cido allí el denominado gobierno Tchaikovsky-Miller.Este incidente —uno de muchos— demuestra el saluda-ble temor que tienen los poderes establecidos ante eldespertar de la conciencia de clase y de la solidaridaddel proletariado internacional.

Cuanto más firme lleguen a ser los trabajadores eneste espíritu, tanto más efectiva será su lucha por laemancipación. La conciencia de clase y la solidaridadtienen que asumir proporciones nacionales e interna-cionales, antes que los trabajadores puedan alcanzartoda su fuerza. Dondequiera que exista la injusticia,dondequiera que haya persecución y opresión, ya seaen el sometimiento de las Filipinas, la invasión de Ni-caragua, la esclavitud de los trabajadores en el Congopor parte de los explotadores belgas, la opresión de lasmasas en Egipto, China, Marruecos o la India, es asun-to de los trabajadores en todas partes levantar su vozcontra tales abusos y demostrar su solidaridad en lacausa común de los despojados y los desheredados entodo el mundo.

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Los trabajadores están avanzando lentamente haciaesta conciencia social; las huelgas y otras expresionesde simpatía son una manifestación valiosa de este es-píritu. Si la mayor parte de las huelgas se pierden ac-tualmente, es porque el proletariado no es todavía ple-namente consciente de sus intereses nacionales e in-ternacionales, no está organizado de acuerdo con losprincipios correctos, y no constata suficientemente lanecesidad de la cooperación a escala mundial.

Tus luchas diarias por mejores condiciones asumi-rían rápidamente un carácter diferente, si estuvierasorganizado de tal forma que cuando tu fábrica o minafuera a la huelga, la industria entera parase; no gra-dualmente, sino inmediatamente, toda al mismo tiem-po. Entonces el empresario estaría a tu merced, pues¿qué podría hacer cuando no gira una sola rueda en to-da la industria? El puede conseguir suficientes esquiro-les para una o para unas pocas fábricas, pero no puedesuministrar esquiroles a toda una industria, ni tampo-co la consideraría él seguro o aconsejable. Además, lasuspensión del trabajo en cualquiera de las industriasafectaría inmediatamente a un gran número de otras,porque las industrias modernas están entretejidas. Lasituación se convertiría en una preocupación directade todo el país, el público se levantaría y exigiría una

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solución. (Actualmente, cuando tu fábrica sola se po-ne en huelga, nadie se preocupa y tú puedesmorirte dehambre, con tal de que permanezcas tranquilo). Esa so-lución dependería igualmente de ti, de la fuerza de tuorganización. Cuando los patronos vieran que tú co-nocer tu poder y que estás resuelto, cederían con lasuficiente rapidez o buscarían un compromiso. Ellosestarían perdiendo millones cada día, los huelguistaspodrían sabotear incluso los trabajos y la maquinariay los empresarios estarían solamente demasiado ansio-sos de «solucionar», mientras que en una huelga enuna fábrica o distrito de ordinario acogen bien la si-tuación, sabiendo por experiencia que todas las posibi-lidades están en contra tuya.

Reflexiona, por consiguiente, sobre la importanciaque tiene de qué modo, sobre que principios está cons-truido tu sindicato, y lo vital que es la solidaridad yla cooperación de los trabajadores en tu lucha diariapor mejores condiciones. En la unidad se encuentra lafuerza, pero esa unidad es algo que no existe y que esimposible, mientras que estés organizado por gruposde oficios, en lugar de estarlo por industrias.

No hay nada más importante y urgente que conse-guir que tú y tus compañeros trabajadores veáis esto

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de modo inmediato, que cambiéis la forma de vuestraorganización.

Pero no es sólo la forma lo que tiene que cambiar.Tu sindicato tiene que aclararse respecto a sus fines yobjetivos. El trabajador debería considerar seriamentelo que realmente desea, cómo piensa conseguirlo y conqué métodos. Tiene que aprender lo que debería ser susindicato, cómo tendría que funcionar y qué tendríaque intentar realizar.

Ahora bien, ¿qué tiene que realizar el sindicato?¿Cuáles deberían ser los fines de un sindicato autén-tico?

Ante todo el objetivo del sindicato es servir a los in-tereses de sus miembros. Ese es su deber primario. Nohay discusión en torno a eso; cada trabajador lo com-prende. Si algunos rehúsan unirse a un grupo laborales porque son demasiado ignorantes para apreciar sugran valor, en cuyo caso tienen que ser ilustrados. Pe-ro por lo general se niegan a pertenecer al sindicatoporque no tienen fe en él o están desengañados. Lamayoría de los que permanecen fuera del sindicato lohacen porque oyen mucha jactancia sobre la fuerza delos trabajadores organizados, mientras que saben, confrecuencia a partir de una experiencia amarga, que sonderrotados casi en cada lucha importante. «¡Oh, el sin-

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dicato!», dicen con desprecio, «no vale para nada». Ha-blando con plena sinceridad, ellos tienen razón hastacierto punto. Ellos ven cómo el capital organizado pro-clama la política de «open shop» y derrotan a los sindi-catos, ven que los líderes laborales liquidanmalamentelas huelgas y traicionan a los trabajadores, ven que losmiembros del sindicato, los simples afiliados, están in-defensos en las maquinaciones políticas dentro y fueradel sindicato. Ciertamente, ellos no comprenden porqué es así; pero ven los hechos y se vuelven contra elsindicato.

Algunos rehúsan igualmente tener nada que ver conel sindicato porque pertenecieron en una ocasión aél, y saben el papel tan insignificante que desempe-ña el miembro individual, el trabajador ordinario, enlos asuntos de la organización. Los líderes locales, losgrupos del distrito y los grupos centrales, los funciona-rios nacionales e internacionales y los jefes de la Fede-ración Americana del Trabajo, en los Estados Unidos,«hacen toda la representación», como te dirán ellos;«tú no tienes otra cosa que hacer más que votar, y sipones objeciones saldrás volando».

Desgraciadamente tienen razón. Sabes cómo diri-gen el sindicato. El afiliado ordinario tiene poco quedecir. Ellos han delegado todo el poder en los líderes, y

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éstos se han convertido en los patronos; lo mismo queen la vida más amplia de la sociedad el pueblo ha que-dado sometido a las órdenes de los que originalmentetenían que servirle, es decir, ha quedado sometido algobierno y a sus agentes. Una vez que has hecho eso,el poder que has delegado lo usarán contra ti y con-tra tus propios intereses constantemente. Y entonceste lamentarás de que tus líderes «abusan de su poder».No, amigo mío, ellos no abusan de él; ellos tan sólo lousan, pues el uso del poder lo que es en sí mismo elpeor abuso.

Todo esto tiene que cambiarse si deseas realmenteconseguir resultados. En la sociedad tiene que cambiar-se esto quitando el poder político a tus gobernantes,aboliendo sin más ese poder. Te he probado que el po-der político significa autoridad, opresión y tiranía, yque lo que necesitamos no es el gobierno político, sinola dirección racional de nuestros asuntos colectivos.

Exactamente así en tu sindicato: necesitas una ad-ministración sensata de tus asuntos. Sabemos el tre-mendo poder que tiene el trabajo como el creador detoda la riqueza y el sostiene al mundo. Si se organizany unen adecuadamente, los trabajadores podrían con-trolar la situación, ser los dueños de ella. Pero la fuer-za del trabajador no se encuentra en la sala de mítines

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del sindicato; se encuentra en el taller y en la fábrica,en la industria y en la mina. Es allí donde tiene queorganizarse; allí, en el trabajo. Allí sabe lo que desea,cuáles son sus necesidades, y es allí donde tiene queconcentrar sus esfuerzos y su voluntad. Cada taller ycada fábrica tendría que tener un comité especial paraatender los deseos y las necesidades de los hombres,no de los líderes, sino de los miembros ordinarios, lasnecesidades de los que trabajan en el banco y en elhorno, para atender las demandas y las quejas de suscompañeros de trabajo. Un comité así, al encontrarseen el sitio y al estar constantemente bajo la direccióny la supervisión de los trabajadores, no ejerce poderalguno: meramente lleva a cabo las instrucciones. Susmiembros son revocados a voluntad y se elige a otrosen su lugar, de acuerdo con las necesidades del mo-mento y la habilidad que se necesite para la tarea quese lleve entre manos. Son los trabajadores los que de-ciden los asuntos en cuestión y los que realizan susdecisiones mediante los comités de taller.

Este es el carácter y la forma de organización quenecesitan los trabajadores. Sólo esta forma puede ex-presar su objetivo y su voluntad reales, sólo esta formapuede ser su portavoz adecuado y servir a sus verda-deros intereses.

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Estos comités de taller y de fábrica, combinados conórganos semejantes en otras industrias y minas, aso-ciados local, regional y nacionalmente, constituiríanun nuevo tipo de organización de los trabajadores quesería la voz viril del trabajo y su medio efectivo. Ten-dría todo el peso y la energía de los trabajadores uni-dos respaldándola y representaría un poder tremendoen su esfera de acción y en sus potencialidades.

En la lucha diaria del proletariado una organizaciónasí sería capaz de conseguir victorias, en las que el sin-dicato conservador, tal como actualmente está consti-tuido, no podría ni soñar. Gozaría del respeto y de laconfianza de las masas, atraería a los que no pertene-cen a ninguna organización y uniría las fuerzas de tra-bajo sobre la base de la igualdad de todos sus trabajado-res y de sus intereses y fines comunes. Se enfrentaría alos amos con todo el poder de la clase trabajadora res-paldándola, en una nueva actitud de conciencia y defuerza. Sólo entonces adquiriría el trabajo la dignidady la expresión de ella asumiría un significado real.

Un sindicato así se convertiría pronto en algo másque un mero defensor y protector del trabajador. Con-seguiría una realización vital del significado de la uni-dad y del consiguiente poder, de la solidaridad de lostrabajadores. La fábrica y el taller serviría como un

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campo de entrenamiento para desarrollar la compren-sión del trabajador sobre su propio papel en la vida, enel campo de entrenamiento para cultivar su confianzaen sí mismo y su independencia, para enseñarle la ayu-da mutua y la cooperación, y para hacerle conscientede su responsabilidad. Aprenderá a decidirse y a ac-tuar de acuerdo con su propio juicio, no dejando a suslíderes o políticos que cuiden sus asuntos y que bus-quen su bienestar. Será él el que determine, junto consus compañeros de trabajo, lo que ellos desean y quemétodos servirán mejor para conseguir sus fines, y sucomité en el lugar meramente realizará sus instruccio-nes. El taller y la fábrica se convertirán en la escuelay el colegio del trabajador. Allí aprenderá su lugar enla sociedad, su función en la industria y su objetivoen la vida. Madurará como obrero y como hombre yel gigante del trabajo alcanzará su plena estatura. Ellosabrá y de ese modo será fuerte.

No se contentará ya más con permanecer un escla-vo asalariado, un empleado y dependiente de la buenavoluntad de su amo, al que sostiene su trabajo. Llega-rá a comprender que la ordenación económica y socialactual es injusta y criminal, y él se decidirá a cambiar-la. El comité de taller y el sindicato se convertirán en

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el campo de preparación para un nuevo sistema eco-nómico, para una nueva vida social.

Ves, entonces, lo necesario que es que tú y yo, y todohombre y mujer que tenga los intereses de los trabaja-dores en su corazón, trabajemos hacia estos objetivos.

Y precisamente aquí deseo recalcar que es particu-larmente urgente que el proletario más avanzado, elradical y el revolucionario, reflexione sobre esta másseriamente, pues para la mayoría de ellos, incluso paraalgunos anarquistas, esto es tan sólo un deseo piadoso,una esperanza distante. No consiguen darse cuenta dela importancia esencial de los esfuerzos en esa direc-ción. Sin embargo, no es un mero sueño. Gran canti-dad de trabajadores progresistas están llegando a estacomprensión; los obreros industriales del mundo y losanarcosindicalistas revolucionarios en todos los paísesse están consagrando a este fin. Es la necesidad másurgente del presente. No se puede subrayar demasia-do que sólo la organización correcta de los trabajadorespuede realizar aquellos por lo que nos esforzamos. Enello, se encuentra la salvación del trabajo y del futuro.Organización desde el fondo hacia arriba, comenzandocon el taller y la fábrica, sobre la base de los interesesconjuntos de los trabajadores de todas partes, sin te-ner en cuenta el oficio, la raza o el país, por medio del

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esfuerzo mutuo y de la voluntad unida, sólo eso puederesolver la cuestión del trabajo y servir a la verdaderaemancipación del hombre.

«Estabas hablando de que los trabajadores se apode-raban de las industrias», me recuerda tu amigo. «¿Có-mo van a hacer eso?»

Sí, me encontraba en ese asunto cuando hiciste esaanotación sobre la organización. Pero esta bien que sehaya discutido el asunto, porque no hay nadamás vitalen los problemas que estamos examinando.

Pero vuelto a la toma de posesión de las industrias.Esto significa no sólo cogerlas, sino que los trabajado-res las dirijan. Por lo que se refiere a la toma de pose-sión, tienes que considerar que los obreros se encuen-tran actualmente en las industrias. La toma de pose-sión consiste en que los obreros permanezcan dondeestán, y, sin embargo, permanezcan no como emplea-dos, sino como dueños colectivos legítimos.

Capta este punto, amigo mío. La expropiación de laclase capitalista durante la revolución social, la tomade posesión de las industrias, requiere una táctica quees directamente el reverso de las utilizadas ahora enuna huelga. En esta última tú dejas el trabajo y dejasal patrón en plena posesión de la fábrica o de la mina.Es un procedimiento estúpido, por supuesto, pues tú

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concedes al dueño toda la ventaja: puede poner esqui-roles en tu lugar y tú permaneces al margen.

Al expropiar, por el contrario, tú te quedas en el tra-bajo y echas al patrono. El puede quedarse sólo enigualdad de condiciones con el resto: como un traba-jador entre los trabajadores.

Las organizaciones laborales de un determinado lu-gar se hacen cargo de los servicios públicos, de los me-dios de comunicación, de la producción y distribuciónen su localidad particular. Es decir los encargados delos telégrafos, de los teléfonos y los trabajadores de laelectricidad, los ferroviarios, etc., toman posesión (pormedio de sus comités revolucionarios de taller) de lostalleres, fábricas y otros establecimientos. Los capata-ces, supervisores y directores capitalistas son removi-dos de sus puestos, si se resisten al cambio y rehúsancooperar. Si desean participar, se les hace comprenderque en adelante no son ni amos ni propietarios, quela fábrica se convierte en propiedad pública a cargode la unión de los trabajadores empleados en la indus-tria, siendo todos ellos socios iguales en una empresageneral.

Se puede esperar que los altos encargados de losgrandes monopolios industriales rehusarán cooperar.De este modo ellos se eliminan a sí mismos. Su lugar

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lo tienen que ocupar obreros, preparados previamen-te para el trabajo. Por eso he ponderado la extremaimportancia de la preparación industrial. Esta es unanecesidad primaria en una situación que se desarrolla-rá inevitablemente y de esto dependerá, más que deningún otro factor, el éxito de la revolución social. Lapreparación industrial es el punto más esencial, puessin él la revolución está condenada al hundimiento.

Los ingenieros y otros especialistas técnicos es másprobable que se den la mano con los trabajadores cuan-do llegue la revolución social, particularmente si mien-tras tanto se ha establecido un lazo más estrecho y unamejor comprensión entre los trabajadores manuales ymentales.

En caso de que rehusaran, y si los trabajadoresno hubieran conseguido preparar industrial y técnica-mente, entonces la producción dependería de que seobligue a cooperar a los voluntariamente obstinados,un experimento que se intentó en la Revolución rusay que se mostró como un completo fracaso.

El grave error de los bolcheviques a este respectofue su trato hostil a la clase entera de la inteligenciaa propósito de la oposición de algunos miembros deella. Fue el espíritu de intolerancia, inherente al dog-ma fanático, lo que causó el que ellos persiguieran a

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todo un grupo social por la falta de unos pocos. Estose manifestó en la política de venganza en gran escalacontra los elementos profesionales, contra las perso-nas de cultura en general. La mayoría de ellos, al prin-cipio amigos de la revolución, algunos incluso de unmodo entusiasta en su favor, quedó alienada por estastácticas bolcheviques, y se hizo imposible la coopera-ción. Como resultado de su actitud dictatorial, los co-munistas se vieron conducidos a una opresión y a unatiranía crecientes, hasta que finalmente introdujeronmétodos puramente militares en la vida industrial delpaís. Fue la era del trabajo obligatorio, de la militariza-ción de la fábrica, lo que terminó inevitablemente enel desastre, porque el trabajo forzado es, por la natura-leza misma de la coerción, malo e ineficaz; además, losque fueron obligados de ese modo reaccionaron antela situación mediante el sabotaje voluntario, la dilata-ción sistemática y la pérdida de trabajo, lo cual lo pue-de practicar un enemigo inteligente de una forma queno se puede detectar a su debido tiempo y que tienecomo resultado un daño mayor a la maquinaria y alproducto que la negativa directa a trabajar. A pesar delas medidas más drásticas contra esta especie de sabo-taje, a pesar incluso de la pena dé muerte, el gobiernofue impotente para superar el mal. La colocación de

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un bolchevique de un comisario político, sobre cadatécnico en las posiciones más responsables no sirvióde nada. Meramente creó una legión de funcionariosparásitos que, al ignorar los asuntos industriales, tansólo se entrometían en el trabajo de los que eran ami-gos de la revolución y deseosos de ayudar, mientrasque con su falta de familiaridad con la tarea en modoalguno impidieron el continuo sabotaje. El sistema detrabajo forzado se convirtió al final en lo que práctica-mente llegó a ser una contrarrevolución económica, yningún esfuerzo de la dictadura pudo alterar la situa-ción. Fue esto lo que hizo que los bolcheviques cambia-ran de un trabajo obligatorio a una política de ganarsea los especialistas y a los técnicos devolviéndoles la au-toridad en las industrias y recompensándoles con unapaga elevada y con emolumentos especiales.

Sería estúpido y criminal intentar de nuevo los mé-todos que han fracasado tan señaladamente en la Re-volución rusa y que, por su mismo carácter, están des-tinados a fracasar siempre tanto laboral como moral-mente.

La única solución de este problema es la preparaciónya sugerida y el adiestramiento de los trabajadores enel arte de organizar y dirigir la industria, lo mismo queun contacto más estrecho entre los trabajadores ma-

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nuales y los técnicos. Cada fábrica, mina e industriatendría que tener su consejo especial de trabajadores,separado e independiente del comité de taller, con elobjetivo de familiarizar a los trabajadores con las di-versas fases de su industria particular, incluyendo lasfuentes demateria prima, los procesos consecutivos dela producción, los productos derivados y la forma dedistribución. El consejo industrial debería ser perma-nente, pero sus miembros tienen que rotar de tal for-ma que quedaran incluidos en él prácticamente todoslos trabajadores de una determinada fábrica o empresa.Para ilustrar esto, supón que el consejo industrial deun determinado establecimiento se compone de cincomiembros o de veinticinco, según los casos, de acuerdocon la complejidad de la industria y del tamaño de la fá-brica particular. Los miembros del consejo, después defamiliarizarse ellos mismos plenamente con su indus-tria, publican lo que han aprendido para informaciónde sus compañeros trabajadores, y se escogen nuevosmiembros del consejo para continuar los estudios in-dustriales. De esta forma, toda la fábrica o empresapuede adquirir consecutivamente el conocimiento ne-cesario sobre la organización y el manejo de su ramay mantenerse al ritmo de su desarrollo. Estos consejosservirían como colegios industriales donde los trabaja-

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dores se familiarizarían con la técnica de su industriaen todas sus fases.

Al mismo tiempo, la organización más extensa, elsindicato, debe utilizar todos los esfuerzos para obligaral capital a que permita unamayor participación de lostrabajadores en la dirección actual. Pero esto, inclusoen el mejor de los casos, puede beneficiar tan sólo auna pequeña minoría de los trabajadores. El plan suge-rido más arriba; por otra parte, abre la posibilidad deladiestramiento industrial a prácticamente cada obreroen el taller, la fábrica o la empresa.

Es verdad, por supuesto, que hay ciertas clases detrabajo, como el del ingeniero de servicios públicos,ingeniero en electricidad y mecánica, que los consejosindustriales no son capaces de asimilar con la prácticaactual. Pero lo que aprenderán de los procesos genera-les de la industria, será de un valor inestimable comopreparación. En cuanto al resto, el vínculo más estre-cho de amistad y de cooperación entre el obrero y eltécnico es una necesidad capital.

La toma de posesión de las industrias es por ello elprimer gran objetivo de la revolución social. La ha derealizar el proletariado, la parte de él que está organiza-da y preparada para la tarea. Una cantidad considera-ble de trabajadores ya está comenzando a darse cuenta

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de la importancia de esto y a comprender la tarea quese encuentra ante ellos. Pero no basta comprenderlo.Le toca a la clase trabajadora organizada meterse in-mediatamente en ese trabajo preparatorio.

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XXVIII. Los principios dela práctica

El objetivo principal de la revolución social tieneque ser la mejora inmediata de las condiciones para lasmasas. El éxito de la revolución depende fundamental-mente de ello. Esto se puede conseguir solamente me-diante la organización del consumo y de la producción,de modo que redunde en beneficio real de la población.Ahí se encuentra la mayor y de hecho la única, segu-ridad de la revolución social. No fue el ejército rojo elque venció la contrarrevolución en Rusia; fue el afe-rrarse los campesinos a más no poder a la tierra quehabían cogido durante la sublevación. La revoluciónsocial tiene en ganancias materiales para las masas, siva a vivir y a progresar. El pueblo en general tiene queestar seguro de la ventaja actual de sus esfuerzos, oal menos mantener la esperanza de una ventaja así enun futuro próximo. La revolución está condenada si

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depende para su existencia y defensa de medios mecá-nicos, tales como la guerra y los ejércitos.

La seguridad real de la revolución es orgánica; esdecir, es una seguridad que se encuentra en la industriay en la producción.

El objetivo de la revolución es asegurar más libertad,incrementar el bienestar material del pueblo. El objeti-vo de la revolución social en particular, es capacitar alas masas mediante sus propios esfuerzos a producir lascondiciones de bienestar material y social, a elevarsea niveles más altos moral y espiritualmente.

En otras palabras, es la libertad lo que tiene que es-tablecer la revolución social. Pues la verdadera liber-tad se basa en la oportunidad económica. Sin ella todala libertad es un engaño y una mentira, una máscarapara la explotación y la opresión. En su sentido másprofundo la libertad es hija de la igualdad económica.

El objetivo principal de la revolución social es, porconsiguiente, establecer una libertad igual sobre la ba-se de una oportunidad igual. La reorganización revo-lucionaria de la vida debe proceder inmediatamentea asegurar la igualdad de todos económica, política ysocialmente.

Esa reorganización dependerá, ante todo y sobre to-do, de la completa familiaridad de los trabajadores con

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la situación económica del país: de un inventario com-pleto de las provisiones, de un conocimiento exactode las fuentes de materias primas y de la organizaciónadecuada de las fuentes de trabajo para una direccióneficiente.

Esto supone que la estadística y las asociaciones in-teligentes de los trabajadores son necesidades vitalesde la revolución, al día siguiente después del levanta-miento. El problema entero de la producción y distri-bución — la vida de la revolución — está basado en eso.Es obvio, como lo señalamos antes, que los trabajado-res tienen que adquirir este conocimiento antes de larevolución, si esta última va a realizar sus objetivos.

Por esta razón son tan importantes los comités detaller y de fábrica, de los que tratamos en el capítuloanterior, y desempeñarán un papel tan decisivo en lareconstrucción revolucionaria.

Pues una nueva sociedad no nace repentinamente,como tampoco lo hace un niño. La nueva vida socialse gesta en el cuerpo de la vieja, lo mismo que la nuevavida individual lo hace en el seno materno. Se requieretiempo y determinados procesos para desarrollar esto,hasta que se convierta en un organismo completo ca-paz de funcionar. Cuando se ha alcanzado ese estadio,tiene lugar el nacimiento con angustia y dolor, tanto

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social como individualmente. La revolución, para uti-lizar un dicho trillado pero expresivo, es la partera delnuevo ser social. Esto es verdad en el sentido más lite-ral. El capitalismo es el padre de la nueva sociedad; elcomité de taller y de fábrica, el sindicato con concien-cia de clase y fines revolucionarios, es el germen de lanueva vida. En ese comité de taller y en ese sindicatoel trabajador debe adquirir el conocimiento de cómomanejar sus asuntos; en ese proceso llegará a darsecuenta de que la vida social es una cuestión de orga-nización adecuada, de esfuerzo unido, de solidaridad.Llegará a comprender que no es el mandar y dirigir alos hombres, sino la libre asociación y el trabajar armo-niosamente juntos, lo que realiza las cosas, que no es elgobierno y las leyes lo que produce y crea, lo que hacecrecer el trigo y girar las ruedas, sino la concordia y lacooperación. La experiencia le enseñará a sustituir elgobierno de los hombres por la administración de lascosas. En la vida y en las luchas diarias de su comitéde taller el obrero tiene que aprender cómo conducirla revolución.

Los comités de taller y de fábrica, organizados local-mente, por distritos, regiones y estados, y federadosnacionalmente, serán los órganos más adecuados parallevar adelante la producción revolucionaria.

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Los consejos de trabajadores locales y estatales, fe-derados nacionalmente, serán la forma de organiza-ción más adecuada para dirigir la distribución por me-dio de las cooperativas del pueblo.

Estos comités, elegidos por los trabajadores en el tra-bajo, conectan su taller y su fábrica con otros talleresy fábricas de la misma industria. El consejo general deuna industria entera une esa industria con otras indus-trias y de ese modo se forma una federación de conse-jos laborales para el país entero.

Las asociaciones cooperativas son los medios de in-tercambio entre el campo y la ciudad. Los agricultores,organizados localmente y federados a nivel regional ynacional, satisfacen con sus suministros las necesida-des de las ciudades por medio de las cooperativas yreciben mediante las últimas a cambio los productosde las industrias de las ciudades.

Cada revolución está acompañada de un gran estalli-do de entusiasmo popular lleno de esperanza y de aspi-raciones. Es el trampolín de la revolución. Esta oleadaelevada, espontánea y poderosa, abre las fuentes hu-manas de la iniciativa y de la actividad. El sentido deigualdad libera lo mejor que existe en el hombre y lohace conscientemente creador. Estos son los grandesmotores de la revolución social, sus fuerzas motrices.

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Su expresión libre y no obstaculizada significa el desa-rrollo y la profundización de la revolución. Su supre-sión significa el decaimiento y la muerte. La revolu-ción está segura, crece y se hace fuerte, mientras quelas masas sientan que son participes directas de ella,que están configurando sus propias vidas, que ellas es-tán haciendo la revolución, que ellas son la revolución.Pero en el momento en que sus actividades son suplan-tadas por un partido político o están centradas en al-guna organización especial, el esfuerzo revolucionariose convierte en algo limitado a un círculo comparati-vamente pequeño del que quedan excluidas práctica-mente las grandes masas. El resultado natural es queel entusiasmo popular queda amortiguado, se debili-ta gradualmente el interés, languidece la iniciativa, sedesvanece la creatividad y la revolución se convierteen elmonopolio de una camarilla que se convierte efec-tivamente en el dictador.

Esto es fatal para la revolución. La única manera deprevenir una catástrofe así se encuentra en el interéscontinuo y activo de los trabajadores mediante su par-ticipación diaria en todos los asuntos concernientes ala revolución. La fuente de este interés y de esta acti-vidad es el taller y el sindicato.

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El interés de las masas y su lealtad para la revolu-ción depende además de su sentimiento de que la re-volución representa justicia y juego limpio. Esto ex-plica por qué las revoluciones tienen el poder de le-vantar al pueblo a actos de gran heroísmo y entrega.Como lo hemos señalado ya, las masas ven instintiva-mente en la revolución el enemigo de la injusticia y dela iniquidad y el precursor de la justicia. En este senti-do, la revolución es un factor sumamente ético y unainspiración. Fundamentalmente sólo los grandes prin-cipios morales pueden inflamar las masas y elevarlasa alturas espirituales.

Todas las sublevaciones populares han mostradoque esto es verdad; particularmente lo ha hecho la Re-volución rusa. A causa de ese espíritu las masas rusashan triunfado tan clamorosamente sobre todos los obs-táculos en los días de febrero y de octubre. Ningunaoposición podía vencer su entrega inspirada por unacausa grande y noble. Pero la revolución comenzó a de-clinar cuando quedómutilada de sus valores altamentemorales, cuando fue privada de sus elementos de jus-ticia, igualdad y libertad. Su pérdida fue la condena dela revolución.

No se puede ponderar demasiado lo esencial que sonlos valores espirituales a la revolución social. Estos y la

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conciencia de las masas de que la revolución significatambién la mejora material son influencias dinámicasen la vida y en el crecimiento de la nueva sociedad. Deesos dos factores los valores espirituales son el princi-pal. La historia de las revoluciones previas prueba quelas masas siempre estaban deseosas de sufrir y sacrifi-car el bienestar material en bien de una mayor libertady justicia. De este modo en Rusia ni el frío ni el ham-bre podían inducir a los campesinos y a los obrerosa ayudar a la contrarrevolución. A pesar de todas lasprivaciones y miserias, sirvieron heroicamente a losintereses de la gran causa. Fue tan sólo cuando vieronque la revolución quedaba monopolizada por un par-tido político, que las libertades recién adquiridas eranrecortadas, que se establecía una dictadura y que denuevo dominaban la injusticia y la desigualdad, cuan-do se volvieron indiferentes a la revolución, rehusaronparticipar en el engaño, se negaron a cooperar e inclu-so se volvieron contra ella.

Olvidar los valores éticos, introducir prácticas y mé-todos inconsecuentes u opuestos a los objetivos alta-mente morales de la revolución, supone invitar a lacontrarrevolución y al desastre.

Por consiguiente, está claro que el éxito de la revolu-ción social depende primariamente de la libertad y de

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la igualdad. Cualquier desviación de ellas tan sólo pue-de ser nociva; en realidad es seguro que se manifestarádestructora. Se sigue de ahí que todas las actividadesde la revolución deben estar basadas en la libertar y enlos derechos iguales. Esto se aplica tanto a las cosas pe-queñas como a las grandes. Cualquier acto o métodoque tienda a limitar la libertad, a crear la desigualdad yla injusticia, puede tener como resultado tan sólo unaactitud popular hostil a la revolución y a sus mejoresintereses.

Desde este ángulo hay que considerar y resolver to-dos los problemas del período revolucionario. Entreesos problemas los más importantes son los del consu-mo y la vivienda, los de la producción y el intercambio.

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XXIX. Consumo eintercambio

Consideremos en primer lugar la organización delconsumo, porque el pueblo tiene que comer antes quepueda trabajar y producir.

«¿Qué entiendes tú por la organización del consu-mo?», pregunta tu amigo.

«Supongo que se entiende el racionamiento», ano-tas tú.

Yo también lo veo así. Por supuesto, cuando la revo-lución social se haya organizado completamente y laproducción esté funcionando normalmente, habrá losuficiente para todos. Pero en los primeros estadios dela revolución, durante, el proceso de reconstrucción,tenemos que preocuparnos de realizar el suministro alpueblo lo mejor que podamos y de un modo igual, loque supone racionamiento.

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«Los bolchevique no tuvieron un racionamientoigual», interrumpe tu amigo. «Ellos tuvieron diferen-tes clases de racionamiento para las diferentes perso-nas».

Así ocurrió y ese fue uno de los grandes errores quecometieron. El pueblo se resintió de eso como de algoinjusto, y provocó la irritación y el descontento. Losbolcheviques tenían una clase de racionamiento parael marino, otra de más baja calidad y cantidad para elsoldado, una tercera para el trabajador cualificado, unacuarta para el no cualificado; otra ración igualmentepara el ciudadano medio, y otra todavía para el bur-gués. Las mejores raciones eran para los bolcheviques,los miembros del partido, y había raciones especialespara los funcionarios y comisarios comunistas. Huboun momento en que había hasta catorce raciones di-ferentes de alimento. Tu propio sentido común te di-rá que fue absolutamente equivocado. ¿Era correctodiscriminar entre la gente del pueblo porque fueranagricultores, mecánicos o intelectuales, en lugar de sersoldados o marinos? Tales métodos eran injustos y de-pravados: crearon inmediatamente la desigualdad ma-terial y abrieron la puerta al abuso de posición y aloportunismo, a la especulación, al soborno y a la es-tafa. También estimularon la contrarrevolución, pues

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los que eran indiferentes o no amigos de la revoluciónse amargaron por la discriminación y, por ello, se con-virtieron en una presa fácil para los influjos contrarre-volucionarios.

Esta discriminación inicial y muchas otras que si-guieron no estaban dictadas por las necesidades de lasituación, sino únicamente por consideraciones de par-tido político. Habiendo usurpado las riendas del go-bierno y temiendo la oposición del pueblo, los bolche-viques trataban de fortalecerse en los puestos guber-namentales buscándose los favores de los marinos, lossaldados y los obreros. Pero mediante estos mediosconsiguieron tan sólo crear la indignación y enfren-tar a las masas, pues la injusticia del sistema era de-masiado clamorosa y obvia. Además, incluso la «clasefavorecida», el proletariado, se sintió discriminado ne-gativamente, pues se les daba a los soldados mejoresraciones. ¿No era el obrero tan bueno como el soldado?¿Podría el soldado luchar por la revolución -argüía elhombre de la fábrica-, si no le suministrara municio-nes el obrero? El soldado, a su vez, protestaba de queel marino consiguiese más. ¿No valía él tanto como elmarino? Y condenaban los racionamientos especialesy los privilegios concedidos a los miembros del parti-do bolchevique y, particularmente, las comodidades e

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incluso lujos que disfrutaban los funcionarios superio-res y los comisarios, mientras que las masas sufríanprivaciones.

El resentimiento popular ante tales prácticas lo ex-presaron impresionantemente los marinos de Krons-tadt. Fue a mitad de un invierno extremadamente cru-do y cargado de hambre, en marzo de 1921, cuando unmitin masivo y público de los marinos resolvió uná-nimemente renunciar voluntariamente a sus racionesextra en favor de la población menos favorecida deKronstadt e igualar los racionamientos en toda la ciu-dad.1 Esta acción revolucionaria verdaderamente éti-ca expresó el sentimiento general contra la discrimi-nación y el favoritismo y dio una prueba convincentedel sentido profundo de justicia inherente a las masas.

Toda la experiencia enseña que lo justo y lo honradoes al mismo tiempo también lo más sensato y prácticoa la larga. Esto es igualmente verdad, tanto de la vidaindividual como de la vida colectiva. La discriminacióny la injusticia son particularmente destructoras en larevolución, porque el espíritu mismo de la revoluciónha nacido del hambre de equidad y justicia.

1 Véase The Kronstadt Rebellion, escrita por el autor. (N. deA.).

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Ya he mencionado que cuando la revolución socialalcance el estadio en el que pueda producir lo suficien-te para todos, entonces se adopta el principio anarquis-ta de «a cada uno de acuerdo con sus necesidades». Enlos países desarrollados industrialmente y más eficien-tes ese estadio se alcanzaría naturalmente más prontoque en los países atrasados. Pero hasta que se alcan-ce, el sistema de una participación igual, de una dis-tribución igual per cápita, es imperativo como el úni-co método justo. No hay que decir, por supuesto, quehay que conceder una consideración especial al enfer-mo y al anciano, a los niños y a las mujeres durante ydespués del embarazo, como se practicó también en laRevolución rusa.

«Quiero ir al grano», anotas. «Dices que tiene quehaber una participación igual». ¿Entonces no podráscomprar nada?

No, no habrá compra o venta. La revolución suprimela propiedad privada de los medios de producción y dedistribución, y con ello se va el negocio capitalista. Laposesión permanece tan sólo en las cosas que usas. Deeste modo, tu reloj es tuyo propio, pero la fábrica de re-lojes es del pueblo. La tierra, la maquinaria y todos losservicios públicos serán propiedad colectiva, que no sepuede comprar ni vender. El uso actual será considera-

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do el único título; no la propiedad sino la posesión. Laorganización de los mineros de carbón, por ejemplo,estará encargada de las minas de carbón, no como pro-pietarios, sino como un medio de hacerlas funcionar.De modo semejante, las hermandades de los ferroca-rriles dirigirán éstos y así sucesivamente. La posesióncolectiva, dirigida de un modo cooperativo en interésde la comunidad, sustituirá a la propiedad privada di-rigida privadamente para la ganancia.

«Pero si no puedes comprar nada, ¿cuál será enton-ces el uso de dinero?, preguntas».

Ninguno; el dinero se convertirá en algo superfluo.No podrás conseguir nada a cambio de él. Cuando lasfuentes de los suministros, la tierra, las fábricas y losproductos de conviertan en propiedad pública sociali-zada, no podrás ni comprar ni vender. Puesto que eldinero es tan sólo un medio para tales transacciones,pierde su utilidad.

«¿Pero cómo intercambiarás las cosas?»El intercambio será libre. Los mineros de carbón,

por ejemplo, entregarán el carbón que extraigan a losdepósitos de carbón para el uso de la comunidad. Asu vez los mineros recibirán de los almacenes de la co-munidad la maquinaria, herramientas y otros objetosque necesitan. Esto significa intercambio libre sin la

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mediación del dinero y sin la ganancia, sobre la basede tener disponibles tanto lo que se requiere como elabastecimiento.

«Pero, ¿y si no hay maquinaria o alimento que en-tregar a los mineros?».

Si no hay nada, el dinero no ayudaría a resolver elproblema. Los mineros no se podrían alimentar con bi-lletes de banco. Considera cómo se llevan a cabo esascosas actualmente. Tú intercambias carbón por dine-ro y por el dinero consigues alimento. La comunidadlibre, de la que estamos hablando, intercambia el car-bón por el alimento directamente, sin la mediación deldinero.

«Pero, ¿sobre qué base? Actualmente sabes cuántovale un dólar, más o menos, pero ¿cuánto carbón en-tregarás por un saco de harina?»

Quieres decir cómo se determinará el valor o el pre-cio. Pero hemos visto ya en los capítulos precedentesque no existe una medida real del valor y que el preciodepende de la oferta y la demanda, y varía de acuerdocon eso. El precio del carbón se eleva si hay escasezde él; se abarata si la oferta es mayor que la deman-da. Para sacar mayores ganancias, los propietarios delcarbón limitan artificialmente la producción, y los mis-mos métodos prevalecen en todo el sistema capitalista.

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Con la abolición del capitalismo nadie estará interesa-do en elevar el precio del carbón o en limitar su sumi-nistro. Se extraerá tanto carbón cuanto sea necesariopara satisfacer la necesidad. De modo semejante, se sa-cará tanto alimento como necesite el país. Serán las ne-cesidades de la humanidad y las provisiones obtenibleslo que determine la cantidad que se va a recibir. Estose aplica al carbón y al alimento, lo mismo que a otrasnecesidades del pueblo.

«Pero supón que no hay suficiente de un productopara arreglárselas. ¿Qué harás entonces?»

Entonces se hará lo que se hace incluso en una so-ciedad capitalista en tiempos de guerra y de escasez: lagente queda racionada, con la diferencia de que en lacomunidad libre el racionamiento será manejado porlos principios de la igualdad.

«Pero supón que el campesino rehúsa suministrar ala cuidad sus productos a no ser que consiga dinero».

El campesino, como cualquier otro, desea dinero só-lo si puede comprar con él las cosas que necesita. Elverá pronto que el dinero le es inútil. En Rusia duran-te la revolución no podías hacer que un campesino tevendiera una libra de harina por una bolsa se dinero.Pero él estaba ansioso de darte un tonel con el trigomás delicado por un viejo por de botas. Lo que necesi-

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ta el campesino es arados, palas, rastrillos, maquinariaagrícola y no dinero. A cambio de esas cosas dejará quetengas su trigo, cebada y maíz. En otras palabras, laciudad intercambiará con la granja los productos quecada una necesita, sobre la base de la necesidad.

Algunos han sugerido que el intercambio durante elperíodo de reconstrucción revolucionaria debería es-tar basado en alguna medida definitiva. Se ha propues-to, por ejemplo, que cada comunidad emitiera su pro-pio dinero, como se ha hecho como frecuencia en tiem-pos de revolución; o que un trabajo de un día deberíaser considerado la unidad de valor y que los denomina-dos billetes de trabajo sirviesen como medio de inter-cambio. Pero ninguna de estas propuestas es de ayudapráctica. El dinero emitido por las comunidades en larevolución se depreciaría rápidamente hasta el puntode perder todo su valor, puesto que tal dinero no ten-dría garantía segura detrás de él, sin la cual el dinerono vale nada. De modo semejante, los billetes de traba-jo no representarían ningún valor definido y mediblecomo medio de intercambio. ¿Qué valdría, por ejem-plo, una hora de trabajo de un minero de carbón? ¿Oqué valdrían quince minutos de consulta con un mé-dico? Incluso si se considerasen iguales todos los es-fuerzos en cuanto a su valor y se hiciera el trabajo de

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una hora la unidad, ¿podría la hora de trabajo del pin-tor de casas o la operación del cirujano ser medidasequitativamente en términos de trigo?

El sentido común resolverá este problema sobre labase de la igualdad humana y el derecho de todos a lavida.

«Un sistema así podría funcionar entre gente hon-rada», objeta tu amigo. «¿Pero qué pasa con los gan-dules? ¿No tenían razón los bolcheviques al establecerel principio de que “el que no trabaja que no como”?»

No, amigo mío, estás equivocado. A primera vistapuede parecer que esa sería una idea justa y sensata.Pero en realidad se muestra que no es práctica, sin ha-blar de la injusticia y del daño que causarían por todaspartes.

«¿Cómo es eso?» No sería práctica porque reque-riría un ejército de encargados que vigilaran la genteque trabaja o que no trabaja. Esto conduciría a incrimi-naciones y recriminaciones y a disputas interminablessobre las decisiones oficiales. De modo que, al cabo deun breve plazo de tiempo, el número de los que no tra-bajan se doblaría e incluso triplicaría por el esfuerzode obligar a la gente a que trabajara y de vigilar si es-currían el bulto o hacían un mal trabajo. Era el sistemade trabajo obligatorio lo que pronto semanifestó como

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un fracaso tan grande que los bolcheviques se vieronobligados a dejarlo.

Además, el sistema causó incluso mayores males enotras direcciones. Su injusticia radica en el hecho deque no puedes meterte en el corazón o en la mente deuna persona y decidir qué condición peculiar física omental le imposibilita temporalmente trabajar. Consi-dera además el precedente que estableces introducien-do un falso principio y de ese modo suscitando la opre-sión de los que lo consideran injusto y opresivo y, con-siguientemente, rehúsan cooperar.

Una comunidad racional encontrará más práctico ybeneficioso tratar a todos de la misma manera, ya seaque trabaje en ese momento o no, que crear más notrabajadores que vigilen a los que ya están disponi-bles, o construir cárceles para castigarlos y mantener-los. Pues si rehúsas alimentar a un hombre, por cual-quier causa, lo empujas al robo y a otros crímenes, yde ese modo tú mismo te creas la necesidad de los tri-bunales, abogados, jueces, cárceles y guardianes, cuyomantenimiento es mucho más pesado que alimentar alos delincuentes. Y a éstos tienes que alimentarlos, decualquier modo, incluso si los metes en la cárcel.

La comunidad revolucionaria confiará más en des-pertar la conciencia social y la solidaridad de sus de-

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lincuentes que en castigarlos. Se apoyará en el ejem-plo dado por sus miembros trabajadores, y hará bienal apoyarse en eso. Pues la actitud natural del hombretrabajador para con el gandul es tal, que este últimoencontrará la atmósfera social tan desagradable quepreferiría trabajar y disfrutar del respeto y de la buenavoluntad de sus compañeros, más que ser despreciadopor su pereza.

Recuerda que es más importante, y al final más prác-tico y útil, hacer la cosa justa que ganar una aparenteventaja inmediata. Es decir, hacer justicia es más vitalque castigar. Pues el castigo nunca es justo y siemprees nocivo para ambos lados, el castigado y el que cas-tiga; nocivo incluso más espiritual que físicamente, yno hay mayor daño que eso, pues te endurece y te co-rrompe. Esto es incondicionalmente verdadero en tuvida individual y con la misma fuerza se aplica a laexistencia social colectiva.

Sobre las bases de la libertad, la justicia y la igualdad,lo mismo que sobre la comprensión y la simpatía, tie-ne que construirse toda fase de la vida en la revoluciónsocial. Sólo de ese modo puede resistir esto se aplica alos problemas de la vivienda, el alimento y la seguri-dad de tu distrito o ciudad, lo mismo que se aplica a ladefensa de la revolución.

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Con respecto a la vivienda y a la seguridad local, Ru-sia ha mostrado el camino durante los primeros mesesde la revolución de octubre. Los comités de viviendas,escogidos por los inquilinos y las federaciones en lasciudades de tales comités, tomaron en sus manos elproblema. Ellos recogieron datos sobre las posibilida-des de un determinado distrito y del número de soli-citantes que pedían vivienda. Estas últimas eran asig-nadas de acuerdo con la necesidad personal o familiarsobre la base de derechos iguales.

Semejantes comités de viviendas y de distrito se hanencargado del aprovisionamiento de la ciudad. La so-licitud individual de racionamiento en los centros dedistribución es una enorme pérdida de tiempo y deenergía. Igualmente falso es el sistema, practicado enRusia en los primeros años de la revolución, de distri-buir las raciones en las instituciones del propio lugarde trabajo, en los talleres, fábricas y oficinas. El mediomejor y más eficiente, que al mismo tiempo asegurauna distribución más equitativa y cierra la puerta alfavoritismo y al abuso, es racionar por casa y calles.El comité autorizado de la casa o de la calle se pro-cura en el centro de distribución local las provisiones,vestidos, etc., de acuerdo con el número de inquilinosrepresentados por el comité. Un racionamiento igual

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tiene además la ventaja de desarraigar la especulacióncon el alimento, la práctica viciosa que se desarrollóen enormes proporciones de Rusia a causa del sistemade desigualdad y de privilegio. Los miembros del par-tido o las personas con un buen enchufe político po-dían traer tranquilamente a las ciudades carretadas deharina, mientras que algunas viejas campesinas erancastigadas severamente por vender un panecillo. Noes de extrañar que floreciese la especulación y hastatal medida ciertamente que los bolcheviques tuvieronque formar regimientos especiales pare vencer el mal.2Se llenaron de cárceles con los culpables; se recurrió ala pena capital; pero incluso las medidas más drásticasdel gobierno fracasaron en cuanto a detener la espe-culación, pues esta última era la consecuencia directadel sistema de discriminación y de favoritismo. Tan só-lo la igualdad y la libertad de intercambio puede obviartales males o al menos reducirlos al mínimo.

El que se encarguen de la sanidad y de las necesida-des afines de la calle y del distrito los comités volun-tarios de las viviendas y de la localidad proporciona

2 Estos grupos especiales de la policía y del ejército, conoci-dos como zagriaditelniye otriadi eran extremadamente odiados yse le conocía popularmente como «regimientos de salteadores», acausa de sus robos irresponsables, de su increíble depravación y

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los mejores resultados, pues tales cuerpos, al ser ellosmismos inquilinos de un determinado distrito están in-teresados personalmente en la salud y la seguridad desus familias y amigos. Este sistema funcionó muchomejor en Rusia que la fuerza regular de policía que seestableció a continuación. Esa última, que se compo-nía en su mayor parte de los peores elementos de laciudad, se mostró corrompida, brutal y opresiva.

La esperanza de una mejora material, como ya he-mos mencionado, un factor poderoso en el movimien-to hacia delante de la humanidad. Pero ese incentivosolo no es suficiente para inspirar a las masas, paradarles la visión de un mundo nuevo y mejor, y paramotivarlas a afrontar el peligro y la privación por sucausa. Para eso se necesita un ideal, un ideal que ape-le no sólo al estómago, sino incluso más al corazón ya la imaginación, que haga levantarse nuestro anheloadormilado por lo que es admirable y hermoso, por losvalores espirituales y culturales de la vida. Un ideal, enuna palabra, que despierte los instintos sociales inhe-rentes al hombre, que alimente sus simpatías y su sen-timiento de benevolencia con el prójimo, que encienda

crueldad. Fueron abolidos con la introducción de la «nueva políti-ca económica». (N. de A.).

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su amor por la libertad y la justicia y que imbuya in-cluso a los más bajos con la nobleza de pensamientoy de acción, como lo presenciamos con frecuencia enlos acontecimientos catastróficos de la vida. En cuantoocurre una gran tragedia en alguna parte, un terremo-to, una inundación o un accidente ferroviario, la com-pasión del mundo entero surge hacia los que sufren.Los actos de heroico sacrificio de uno mismo, de salva-mento valiente y de una ayuda ilimitada demuestranla naturaleza real del hombre y su humanidad y unidadprofundamente sentidas.

Esto es verdad de la humanidad en todos los tiem-pos, en todos los climas y en todos los estratos sociales.La historia de Amundsen es una ilustración sorpren-dente de esto. Después de décadas de trabajo arduoy peligroso, el famoso explorador noruego decide dis-frutar los años que le quedan en ocupaciones pacífi-camente literarias. Está anunciando su decisión en unbanquete dado en su honor, y casi en el mismomomen-to llega la noticia de que la expedición de Nobile al Po-lo Norte ha sufrido un desastre. Al instante renunciaAmundsen a todos sus planes de una vida tranquila yse prepara para volar en ayuda de los aviadores perdi-dos plenamente consciente del peligro de una empre-sa así. La simpatía humana y el impulso que lanza a

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uno en ayuda de los que se encuentran en apuro supe-ran todas las consideraciones de seguridad personal, yAmundsen sacrifica su vida en un intento por rescataral grupo de Nobile.

En lo profundo de todos nosotros vive el espíritude Amundsen. ¡Cuántos hombres de ciencia han entre-gados sus vidas buscando el conocimiento que benefi-ciaría a sus prójimos, cuántos médicos y enfermerashan perecido en el trabajo de atender a la gente afecta-da con enfermedades contagiosas, cuántos hombres ymujeres han afrontado voluntariamente la muerte enel esfuerzo por cortar una epidemia que estaba diez-mando su país o incluso algún país extranjero, cuántoshombres, trabajadores ordinarios, mineros, marineros,empleados de ferrocarril, desconocidos a la fama y queno han sido cantados, se han entregado en el espíritude Amundsen! Su nombre es legión.

Es esta naturaleza humana, este idealismo, lo quetiene que suscitar la revolución social. Sin ello la revo-lución no puede existir, sin ello no puede vivir. Sin elloel hombre está condenado para siempre a permanecerun esclavo y un cobarde.

El trabajo del anarquista, del revolucionario, del pro-letario inteligente y con conciencia de clase es ejempli-ficar y cultivar este espíritu e infundirlo en los otros.

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Sólo él puede vencer a los poderes del mal y de la os-curidad, y edificar un nuevo mundo de humanidad, li-bertad y justicia.

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XXX. La producción

«¿Qué hay sobre la producción?», preguntas. «¿Có-mo hay que dirigirla?»

Ya hemos visto los principios que deben servir de ba-se a las actividades de la revolución si ha de ser socialy cumplir sus fines. Los mismos principios de libertady cooperación voluntaria tienen también que dirigir lareorganización de las industrias.

El primer efecto de la revolución es una producciónreducida. La huelga general, que he predicho como elmomento inicial de la revolución social, constituye ellamisma una suspensión de la actividad laboral. Los tra-bajadores dejan sus herramientas, se manifiestan porlas calles y de este modo se para temporalmente la pro-ducción.

Pero la vida sigue. Las necesidades esenciales delpueblo deben ser satisfechas. En ese estadio la revo-lución vive de las provisiones ya existentes. Pero ago-tar esas provisiones sería desastroso. La situación se

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encuentra en manos de los trabajadores, la inmedia-ta reanudación de la actividad laboral es imperativa.El proletariado organizado, agrícola e industrial, tomaposesión de la tierra, las fábricas, los talleres, las mi-nas y las empresas. La consigna tiene que ser ahora ladedicación más enérgica.

Habría que comprender claramente que la revolu-ción social necesita de una producción más intensa quebajo el capitalismo, para poder atender las necesidadesde las grandes masas que hasta entonces han vivido enla penuria. Esta mayor producción se puede conseguirtan sólo si los trabajadores se han preparado previa-mente para la nueva situación. La familiaridad con losprocesos de la industria, el conocimiento de las fuen-tes de abastecimiento y la determinación de triunfar,realizarán la tarea. El entusiasmo generado por la re-volución, las energías liberadas y la iniciativa estimula-da por todo ello, tienen que dar plena libertad y esferade acción para encontrar canales creadores. La revo-lución siempre despierta un elevado grado de respon-sabilidad. Junto con la nueva atmósfera de libertad yfraternidad, crea la realización que necesita un trabajoduro y una severa autodisciplina para poner la produc-ción a la altura de las exigencias del consumo.

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Por otra parte, la nueva situación simplificará gran-demente los problemas actuales muy complejos de laindustria. Pues tienen que considerar que el capitalis-mo, a causa de su carácter competitivo y sus interesescontradictorios financieros y comerciales, implica mu-chas cuestiones intrincadas y perplejas que quedaríanenteramente eliminadas mediante la abolición de lascondiciones actuales. Las cuestiones de las escalas desalarios y de los precios de venta, las exigencias de losmercados existentes y la caza por nuevos mercados, laescasez de capital para grandes operaciones y el fuerteinterés que hay que pagar por él, las nuevas investiga-ciones, los efectos de la especulación y del monopolio,y una serie de problemas relacionados que preocupanal capitalismo y que convierten a la industria actual-mente en una red difícil y molesta, todo esto desapa-recería. En la actualidad, estas cuestiones requieren di-versos departamentos de estudio y hombres muy espe-cializados para mantener desenmarañada la enredadamadeja de los entrecruzados objetivos de la plutocra-cia, y requieren muchos especialistas para calcular lasituación actual y las posibilidades de ganancia y pérdi-da, y una considerable serie de ayudas para contribuira mantener el barco industrial entre las rocas peligro-

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sas que obstruyen el curso caótico de la competenciacapitalista, nacional e internacional.

Todo esto se suprimirá automáticamente con la so-cialización de la industria y la conclusión del sistemade competencia; y de este modo los problemas de laproducción se aliviarán inmensamente. La enmaraña-da complejidad de la industria capitalista no necesitapor eso inspirar un temor indebido al futuro. Los quehablan de que los trabajadores no están a la altura pa-ra manejar la industria «moderna», no consiguen te-ner en cuanta los factores referidos antes. El laberintoindustrial resultará menos formidable el día de la re-construcción social.

De paso se puede mencionar que todos los otros as-pectos de la vida quedarán mucho más simplificadoscomo resultado de los cambios indicados; caerán endesuso hábitos, costumbres, y modos de vida actualesforzados y malsanos.

Además, hay que considerar que la tarea de la pro-ducción incrementada quedará enormemente facilita-da por la adición a las filas del trabajo de grandes can-tidades de hombres a los que las condiciones económi-cas alteradas liberarán para el trabajo.

Las estadísticas resientes muestran que en 1920 ha-bía en los Estados Unidos 41 millones de personas de

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ambos sexos dedicadas a ocupaciones gananciales deuna población total de más de 105 millones.1 De esos41 millones tan sólo 26 millones estaban empleadosrealmente en las industrias, excluyendo el transportey la agricultura, estando formados el resto de 15 mi-llones en su mayor parte por personas dedicadas alcomercio, viajantes de comercio, agentes de publici-dad y varias otras clases de intermediarios del presen-te sistema. En otras palabras, 15 millones de personas2quedarían liberadas por una revolución en los EstadosUnidos para un trabajo útil. Una situación semejante,proporciona a la población, se desarrollaría en otrospaíses.

La mayor producción que se necesita en la revolu-ción social tendría de este modo un ejército adicionalde muchos millones de personas a su disposición. Laincorporación sistemática de esos millones a la indus-tria y a la agricultura, ayudadas por los métodos cientí-ficos modernos de organización y de producción, con-

1 N. Y. World Almanac, 1927. (N. de A.).2 Excluyendo al ejército, la milicia y la marina y la gran can-

tidad de hombres empleados en ocupaciones innecesarias y noci-vas, tales como la construcción de buques de guerra, la producciónde municiones y otros equipos militares, etc. (N. de A.).

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tribuirán mucho a solucionar los problemas del abas-tecimiento.

La producción capitalista es para la ganancia; seemplea actualmente más trabajo en vender cosas queen producirlas. La revolución social reorganiza las in-dustrias sobre la base de las necesidades de la pobla-ción. Las necesidades esenciales vienen primero, natu-ralmente. El alimento, el vestido y la vivienda son lasexigencias primarias del hombre. El primer paso en es-ta dirección es asegurar el abastecimiento disponiblede los víveres y de otras cosas útiles. Las asociacionesde trabajadores en cada ciudad y comunidad asumeneste trabajo con el objeto de una distribución equita-tiva. Los comités de los trabajadores en cada calle ydistrito se encargan de ello, cooperando con comitéssemejantes en la ciudad y en el Estado, y federandosus esfuerzos en todo el país mediante los consejos ge-nerales de productores y consumidores.

Los grandes acontecimientos y trastornos hacenavanzar a un primer plano a los elementos más acti-vos y enérgicos. La revolución social cristalizará en lostrabajadores ordinarios con conciencia de clase. Concualquier nombre con que se les conozca -como unio-nes industriales, grupos sindicalistas revolucionarios,asociaciones cooperativas, ligas de productores y de

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consumidores-, representarán la parte más ilustrada yavanzada de los trabajadores, representarán a los tra-bajadores organizados conscientes de sus fines y decómo conseguirlos. Son ellos los que serán el espírituimpulsor de la revolución.

Con la ayuda de lamaquinaria industrial ymedianteel cultivo científico de la tierra liberada del monopolio,la revolución debe ante todo satisfacer los deseos ele-mentales de la sociedad. En la producción agrícola desecano y de regadío, el cultivo intensivo y los métodosmodernos nos han hecho prácticamente independien-tes de la cualidad natural del suelo y del clima. Hastauna extensión muy considerable el hombre hace ac-tualmente su propio suelo y su propio clima, graciasa las realizaciones de la química. Los frutos exóticosse pueden cultivar en el Norte y se abastece con ellosal cálido Sur, como se ha hecho en Francia. La cienciaes un brujo que hace posible que el hombre dominetodas las dificultades y supere todos los obstáculos. Elfuturo, librado del engendro del sistema de gananciay enriquecido por el trabajo de los millones de no pro-ductores actuales, contiene el mayor bienestar para lasociedad. Ese futuro debe ser el objetivo de la revolu-ción social; su lema: pan y bienestar para todos. Pri-mero pan, y luego el bienestar y el lujo. Incluso el lujo,

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pues el lujo es una necesidad profundamente sentidapor el hombre, una necesidad de su ser físico tanto co-mo de su ser espiritual.

La dedicación intensa a este objetivo tiene que ser elesfuerzo continuo de la revolución; no es algo que seposponga para un día distante, sino algo de una realiza-ción inmediata. La revolución tiene que esforzarse porcapacitar a toda comunidad a sostenerse ella misma, aconvertirse en materialmente independiente. Ningúnpaís tendría que depender de ayuda externa o de la ex-plotación de las colonias para su sostenimiento. Ese esel procedimiento capitalista. El fin del anarquismo, porel contrario, es la independencia material no sólo delindividuo, sino de cada comunidad.

Esto supone la gradual descentralización en lugarde la centralización. Bajo el capitalismo vemos mani-festarse la tendencia a la descentralización a pesar delcarácter esencialmente centralista del sistema indus-trial actual. Los países que antes dependían enteramen-te de manufacturas extranjeras, como Alemania comoel último cuarto del siglo XIX, y posteriormente Ita-lia y Japón, y ahora Hungría, Checoslovaquia, etc., seestán emancipando gradualmente en el aspecto indus-trial, elaborando sus propios recursos naturales, cons-truyendo sus propias fábricas y empresas y alcanzando

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la independencia económica de otros países. La fian-za internacional con recibe con agrado este desarro-llo e intenta lo más que puede retardar su progreso,porque es más rentable para los Morgan y los Rocke-feller mantener a tales países como México, China, laIndia, Irlanda o Egipto industrialmente atrasados, pa-ra poder explotar sus recursos naturales y al mismotiempo tener asegurados mercados extranjeros para la«superproducción» en casa. El gobierno de los gran-des financieros y señores de la industria les ayuda aasegurarse esos recursos naturales extranjeros y esosmercados, incluso con la punta de la bayoneta. De estemodo Gran Bretaña, por la fuerza de las armas, obligaa China a que permita que el opio inglés envenene alos chinos con gran beneficio de Gran Bretaña, y ex-plota todos los medios para disponer en ese país de lamayor parte de sus productos textiles. Por la misma ra-zón, no se permite a Egipto, la India, Irlanda, y a otrasdependencias y colonias desarrollar sus industrias na-cionales.

En resumen, el capitalismo busca la centralización.Pero un país libre necesita la descentralización, la in-dependencia no sólo política sino también industrial,económica.

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Rusia ilustra llamativamente la necesidad imperati-va que existe de la independencia económica, particu-larmente con respecto a la revolución social. Duran-te años después del levantamiento de octubre, el go-bierno bolchevique concentró sus esfuerzos en buscarlos favores de los gobiernos burgueses para su «reco-nocimiento» y en evitar a los capitalistas extranjeros aque ayudaran a explotar los recursos de Rusia. Pero elcapital, temeroso de hacer grandes inversiones bajo lascondiciones inseguras de la dictadura, no llegó a res-ponder con algún grado de entusiasmo. Mientras tan-to Rusia comenzó se estaba acercando al hundimientoeconómico. La situación obligó finalmente a los bol-cheviques a comprender que el país debía dependerde sus propios esfuerzos para su mantenimiento. Ru-sia comenzó a buscar en torno medios para ayudarsea sí misma; y de este modo adquirió mayor confianzaen sus propias capacidades, aprendió a ejercer la con-fianza en sí misma y la iniciativa, y comenzó a desa-rrollar sus propias industrias. Un poco lento y penoso,pero una saludable necesidad que convertirá a Rusiaen último término en autosuficiente e independienteeconómicamente.

La revolución social en un determinado país debe,desde el mismo comienzo, decidirse a convertirse a sí

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misma en autosuficiente. Tiene que apoyarse en sí mis-ma. Este principio de la autoayuda3 no se ha de com-prender como una falta de solidaridad con otros países.Al contrario, la ayudamutua y la cooperación entre lospaíses, lo mismo que entre los individuos, puede exis-tir tan sólo sobre la base de la igualdad, entre iguales.La dependencia es el reverso mismo de ello.

Si la revolución social tuviera lugar en diversos paí-ses al mismo tiempo, en Francia y en Alemania, porejemplo, entonces el esfuerzo común sería algo eviden-te y haríamuchomás fácil la tarea de la reorganizaciónrevolucionaria.

Afortunadamente, los trabajadores están aprendien-do a comprender que su causa es internacional; la orga-nización de los trabajadores se está desarrollando aho-ra más allá de los límites nacionales. Hay que esperarque no esté lejano el momento en que el proletariadoentero de Europa se una en una huelga general, quesería el preludio de la revolución social. Hay que pon-derar que esto es una perfección a la que no hay que as-pirar con la mayor ansiedad. Pero al mismo tiempo nohay que descontar la probabilidad de que la revolución

3 El autor emplea el término self-help, es decir, trabajar parauno mismo sin esperar la ayuda externa. (N. de T.).

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pueda estallar en un país antes que en otro, digamosen Francia antes que en Alemania, y en tal caso se con-vertiría en algo imperioso para Francia no esperar unaposible ayuda de fuerza, sino aplicar inmediatamentetodas sus energías para ayudarse a sí misma, para sa-tisfacer las necesidades más esenciales de su pueblomediante sus propios esfuerzos.

Cada país en una revolución debe intentar conse-guir la independencia agrícola no menos que la políti-ca, la autoayuda industrial no menos que la agrícola.Este proceso está avanzando, hasta cierto grado, inclu-so bajo el capitalismo. Debería ser uno de los principa-les objetivos de la revolución social. Los métodos mo-dernos lo hacen posible. La manufactura de los relojesde pulsera y de los relojes de pared, por ejemplo, queantes era un monopolio de Suiza, se lleva a cabo en ca-da país. La producción de la seda, que anteriormentese limitaba a Francia, se encuentra entre las grandes in-dustrias de diversos países en la actualidad. Italia, sinrecursos de carbón o de hierro, construye acorazados.Suiza, que no es más rica en esos elementos, tambiénlos hace.

La descentralización curará a la sociedad demuchosmales del principio de la centralización. La descentra-lización políticamente significa la libertad: industrial-

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mente supone la independencia material; socialmenteimplica la seguridad y el bienestar de las pequeñas co-munidades; individualmente tiene como resultado lahumanidad y la libertad.

Igual importancia para la revolución social que laindependencia de los países extranjeros la tiene la des-centralización dentro del país mismo. La descentrali-zación interna significa convertir a las regiones másgrandes, incluso a cada comunidad, en autosuficientes,en la medida de lo posible. En su trabajo muy lumi-noso y sugestivo «Campos, fábricas y talleres», PedroKropotkin hamostrado de unmodo convincente cómoincluso una ciudad como París, que ahora es casi ex-clusivamente comercial, podría producir tanto alimen-to en sus propios alrededores que sostuviese abundan-temente su población. Mediante el uso de la moder-na maquinaria agrícola y un cultivo intenso Londresy Nueva York podrían subsistir de los productos quese sacaran de sus propias inmediaciones. Es un hechoque «nuestros medios de obtener del suelo todo lo quenecesitamos, con cualquier clima y en cualquier suelo,han mejorado últimamente a tal ritmo que no pode-mos prever todavía cuál es el límite de la productivi-dad de unos pocos acres de tierra. El límite se desva-nece en proporción a nuestro mejor conocimiento del

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asunto, cada año lo hace desvanecerse más y más lejosde nuestra vista».

Cuando comienza la revolución social en cualquierpaís, su comercio exterior se detiene, se suspende laimportación de materias primas y de artículos acaba-dos. Puede ser que incluso le hagan el bloqueo los go-biernos burgueses, como fue el caso con Rusia. De es-te modo, la revolución está obligada a convertirse enautosuficiente y a proveer sus propias necesidades. In-cluso diversas partes del mismo país tal vez tengan quehacer frente a una tal eventualidad. Tendrían que pro-ducir lo que necesitan dentro de su propia área, me-diante sus propios esfuerzos. Sólo la descentralizaciónpuede resolver este problema. El país tendría que re-organizar sus actividades de tal manera que fuera ca-paz de alimentarse a sí mismo. Tendría que recurrira la producción en pequeña escala, a la industria do-méstica y a la agricultura y horticultura intensiva. Lainiciativa del hombre, liberada por la revolución, y suinteligencia, agudizada por la necesidad, se pondrán ala altura de la situación.

Por consiguiente, hay que comprender claramenteque sería desastroso para los intereses de la revoluciónsuprimir o interferir en las industrias en pequeña es-cala, que incluso ahora se practican en tan gran exten-

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sión en diversos países europeos. Los campesinos delcontinente europeo producen numerosos artículos deuso diario durante sus horas de tiempo libre en el in-vierno. Estas manufacturas domésticas alcanzan cifrastremendas y cubres una gran necesidad. Sería extrema-damente nocivo para la revolución destruirlos, comolo hizo estúpidamente Rusia en su loca pasión bolche-vique por la centralización. Cuando un país en revolu-ción es atacado por gobiernos extranjeros, cuando es-tá sometido al bloqueo y privado de las importaciones,cuando sus industrias en gran escala están amenaza-das con el hundimiento o los ferrocarriles realmentese encuentran destruidos, entonces es precisamente lapequeña industria casera la que se convierte en el ner-vio vital de la vida económica; sólo ella puede alimen-tar y salvar la revolución.

Además, tales industrias caseras no sólo son un fac-tor económico poderoso; son también del más grandevalor social. Sirven para cultivar el intercambio amis-toso entre el campo y la ciudad, poniendo a los dos enun contacto más estrecho y más solidario. En realidad,las industrias caseras son ellas mismas un expresiónde un espíritu social extremadamente sano, que se hamanifestado desde los tiemposmás antiguos en reunio-nes del pueblo, en esfuerzos comunales, en la danza y

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el canto popular. Esta tendencia normal y saludable,en sus diversos aspectos, debería ser estimulada y fo-mentada por la revolución para el mayor bienestar dela comunidad.

El papel de la descentralización industrial en la re-volución se aprecia, por desgracia, demasiado poco. In-cluso en las filas progresistas de los trabajadores exis-te una tendencia peligrosa a ignorar o a minimizar suimportancia. La mayor parte de la gente se encuentratodavía en la esclavitud del dogma marxista de quela centralización es «más eficiente y más económica».Cierran sus ojos ante el hecho de que la pretendida«economía» se consigue a costa de los miembros y dela vida de los trabajadores, que la «eficiencia» degra-da al trabajador hasta convertirlo en una mera ruedadentada industrial, mata su alma y destroza su cuerpo.Además, en un sistema de centralización la administra-ción de la industria se convierte en algo constantemen-te unido a pocas manos, produciendo una poderosa bu-rocracia industrial de los jefes supremos. Ciertamentesería la más pura ironía si la revolución tuviera queapuntar a un resultado así. Significaría la creación deuna nueva clase de amos.

La revolución puede realizar la emancipación delos trabajadores tan sólomediante la descentralización

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gradual desarrollando al trabajador hasta convertirloen un factor más consciente y más determinante enel proceso de la industria, haciendo de él el impulsode donde proceda toda la actividad industrial y social.El significado profundo de la revolución social radicaen la abolición del dominio del hombre sobre el hom-bre, poniendo en su lugar la administración de las co-sas. Sólo de este modo se puede conseguir la libertarindustrial y social.

«¿Estás seguro de que funcionaría?», preguntas.Estoy seguro de eso. Si no funcionara, ninguna otra

cosa lo haría. El plan que he esbozado es un comunis-mo libre, una vida de cooperación voluntaria y de par-ticipación igual. No hay otro camino para asegurar laigualdad económica, que únicamente es libertad. Cual-quier otro sistema tiene que hacer volver hacía el capi-talismo.

Es probable, por supuesto, que un país en su revolu-ción social pueda intentar diversos experimentos eco-nómicos. Un capitalismo limitado podría ser en unaparte del país o el colectivismo en otro. Pero el colecti-vismo es tan sólo otra forma del sistema asalariado ytendería rápidamente a convertirse en el capitalismode la actualidad. Pues el colectivismo comienza con laabolición de la propiedad privada de los medios de pro-

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ducción e inmediatamente se invierte a sí mismo alvolver al sistema de la remuneración de acuerdo conel trabajo realizado; lo que significa la reintroducciónde la desigualdad.

Se aprende haciendo. Haciendo la revolución socialen los diferentes países y regiones probablemente en-sayará diversos métodos y mediante le experienciapráctica aprenderá el mejor camino. La revolución esal mismo tiempo la oportunidad y la justificación pa-ra ello. No intento profetizar lo que va a hacer esteo aquel país, el curso particular que seguirán. Tampo-co pretendo dictar al futuro, prescribirle su modo deactuación. Mi propósito es sugerir, en líneas genera-les, los principios que deben animar la revolución, laslíneas generales de acción que debería seguir si reali-zara su fin: la reconstrucción de la sociedad sobre unabase de libertad y de igualdad.

Sabemos que las revoluciones previas en su mayorparte fracasaron en sus objetivos; degeneraron en dic-tadura y en despotismo, y de este modo restablecieronlas viejas instituciones de la opresión y de la explo-tación. Sabemos esto por la historia pasada y reciente.Por consiguiente, sacamos la conclusión de que no ser-virá el antiguo camino. Hay que probar uno nuevo enla próxima revolución social. ¿Qué nuevo camino? El

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único que por ahora conoce el hombre: el camino dela libertad y de la igualdad, el camino del comunismolibre, el camino de la anarquía.

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XXXI. Defensa de larevolución

«Supón que se intenta tu sistema; ¿tendrías algúnmedio de defender la revolución?», preguntas.

Ciertamente.«¿Incluso con la fuerza armada?»Sí, si fuera necesario. «Pero la fuerza armada es la

violencia organizada. ¿No dijiste que el anarquismo es-taba contra ella?»

El anarquismo se opone a toda interferencia con tulibertad, sea por la fuerza y la violencia o por cualquierotro medio. El anarquismo está contra toda invasión ycompulsión. Pero si alguien te ataca, entonces es él elque te invade, el que está empleando la violencia con-tra ti. Tienes derecho a defenderte. Más que eso, es tudeber, como anarquista, proteger tu libertad, resistir lacoacción y la compulsión. En caso contrario, eres unesclavo, no un hombre libre. En otras palabras, la revo-

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lución social no atacará a nadie, pero se defenderá a símisma contra la invasión venga de donde venga. Ade-más, no debemos confundir la revolución social conla anarquía. La revolución, en algunas de sus etapas,es un levantamiento violento; la anarquía es una con-dición social de libertad y de paz. La revolución es elmedio de producir la anarquía, pero no es la anarquíamisma. Tiene que preparar terreno a la anarquía, esta-blecer las condiciones que harán posible una vida delibertad.

Pero para conseguir su objetivo la revolución tieneque estar imbuida del espíritu y de las ideas anarquis-tas y estar dirigida por él. El fin configura los medios,del mismomodo que la herramienta que uses tiene queser adecuada para realizar el trabajo que deseas ejecu-tar. Es decir, la revolución social tiene que ser anar-quista tanto en sus métodos como en su finalidad.

La defensa revolucionaria debe estar en consonan-cia con este espíritu. La autodefensa excluye todo actode coerción, de persecución o de venganza. Se preocu-pa tan sólo de repeler el ataque y de privar al enemigode la oportunidad a invadirte.

«¿Cómo repelería tú una invasión extranjera?»Mediante la fuerza de la revolución. ¿En qué con-

siste esa fuerza? Ante todo y sobre todo, en el apoyo

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del pueblo, en la dedicación de las masas industriales ycampesinas. Si sienten que ellos mismos están hacien-do la revolución, que se han convertido en los dueñosde sus vidas, que han ganado la libertad y que estánconstruyendo su bienestar, entonces tendrás en esemismo sentimiento la fuerza mayor de la revolución.Las masas luchan actualmente por reyes, capitalistaso presidentes porque los creen dignos de que se luchepor ellos. Haz que crean en la revolución y ellos la de-fenderán hasta la muerte.

Lucharán por la revolución con toda el alma, lo mis-mo que los hombres, mujeres e incluso niños de Petro-grado, medio muertos de hambre, defendieron su ciu-dad, casi con sus solas manos, contra el ejército blancodel general Yudenich. Quítales esa fe, priva al pueblodel poder colocando alguna autoridad sobre él, ya seaun partido político o una organización militar, y ha-brás asestado un golpe fatal a la revolución. La habrásprivado de su fuente principal de fuerza: las masas. Lahabrás convertido en una indefensa.

Los obreros y campesinos armados son la únicadefensa efectiva de la revolución. Por medio de susasociaciones y sindicatos tienen que estar siempre enguardia contra un ataque contrarrevolucionario. El tra-bajador en la fábrica y en la empresa, en la mina y en

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el campo, es el soldado de la revolución. Lo es en sufábrica y junto al arado o en el campo de batalla, deacuerdo con las necesidades. Pero en su fábrica lo mis-mo que en su regimiento él es el alma de la revolución,y es su voluntad la que decide su suerte. En la indus-tria los comités de taller, en los cuarteles los comitésde soldados, están son las fuentes de toda la fuerza yla actividad revolucionarias.

Fue la Guardia roja voluntaria, compuesta de traba-jadores, la que defendió con éxito la revolución rusaen sus estadios iniciales más críticos. Posteriormente,fueron una vez más regimientos voluntarios de campe-sinos los que derrotaron a los ejércitos blancos. El ejér-cito rojo regular, organizado después, era impotentesin las divisiones voluntarias de los obreros y campe-sinos. Siberia fue liberada de Kolchak y de sus hordaspor tales campesinos voluntarios. En el Norte de Rusiafueron también los destacamentos de obreros y cam-pesinos los que expulsaron a los ejércitos extranjerosque habían venido a imponer el yugo de los reacciona-rios nativos sobre el pueblo.1 En Ucrania los ejércitosvoluntarios de campesinos, conocidos como povstan-tsi salvaron a la revolución de numerosos generales

1 El gobierno de Tchaikovski-Miller. (N. de A.).

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contrarrevolucionarios y particularmente de Denikin,cuando este último se encontraba a las mismas puertasde Moscú. Fueron los povstantki revolucionarios losque liberaron el Sur de Rusia de los ejércitos invaso-res de Alemania, Francia, Italia y Grecia y los que, acontinuación, derrotaron completamente también lasfuerzas blancas del General Wrangel.

La defensa militar de la revolución puede exigir unmando supremo, la coordinación de actividades, la dis-ciplina y la obediencia a las órdenes. Pero éstos tienenque proceder de la dedicación de los obreros y campe-sinos, y tienen que estar basados en su cooperación vo-luntaria a través de sus organizaciones locales, regio-nales y federales. En la cuestión de la defensa contrael ataque extranjero, como en otros problemas de la re-volución social, el interés activo de las masas, su auto-nomía y autodeterminación son las mejores garantíasde éxito.

Comprende bien que la única defensa realmenteefectiva de la revolución se encuentra en la actitud delpueblo. El descontento popular es el peor enemigo dela revolución y su mayor peligro. Debemos tener siem-pre en cuenta que la fuerza de la revolución social esorgánica, no mecánica; no se encuentra su poder enlas medidas mecánicas, militares, sino en su industria,

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en su capacidad para reconstruir la vida, para estable-cer la libertad y la justicia. Haga sentir al pueblo quees ciertamente su propia causa la que está en juego, yhasta su último hombre luchará como un león en sufavor.

Lo mismo se aplica tanto a la defensa interior co-mo a la defensa exterior. ¿Qué posibilidad tendría cual-quier general blanco o contrarrevolucionario, si no pu-diera explotar la opresión y la injusticia para incitaral pueblo contra la revolución? La contrarrevoluciónsólo se puede alimentar con el descontento popular.Donde las masas son conscientes de que la revolucióny todas sus actividades se encuentran en sus propiasmanos, de que ellos mismos están dirigiendo las co-sas y son libres para cambiar sus métodos cuando loconsideren necesario, la contrarrevolución no puedeencontrar apoyo y es inofensiva.

¿Pero permitirías que los contrarrevolucionarios in-citen al pueblo, si intentaran hacerlo?

Con mucho gusto. Que hablen todo lo que quieran.Reprimirlo serviría tan sólo para crear una clase per-seguida y de este modo conseguir para ellos y para sucausa la simpatía popular. Suprimir la posibilidad dehablar y publicar no es sólo una ofensa teórica con-tra la libertad, es un golpe directo a los fundamentos

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mismos de la revolución. Ante todo suscitaría proble-mas allí donde no habían existido antes. Introduciríamétodos que tienen que conducir al descontento y ala oposición, a la amargura y a la discordia, a la cár-cel, la Cheka y a la guerra civil. Engendraría el temory la desconfianza, incubaría conspiraciones y culmina-ría en un reinado del terror que siempre ha matada alas revoluciones en el pasado.

La revolución social, desde su comienzo mismo, de-be estar basada en principios completamente diferen-tes, en una nueva concepción y en una nueva actitud.La libertad plena es el aliento mismo de su existencia;y no se olvide nunca que la cura del mal y del desordenes más libertad; no su supresión. La supresión tan sóloconduce tan sólo a la violencia y a la destrucción.

«¿No defenderás entonces la revolución?», pregun-ta tu amigo.

Ciertamente que lo haremos. Pero no contra la me-ra charla, no contra una expresión de la opinión. Larevolución debe ser lo suficiente grande como para sa-ludar incluso el criticismomás severo y para sacar pro-vecho de él, si está justificado. La revolución se defen-derá de la manera más resuelta contra la contrarrevo-lución real, contra todos los enemigos activos, contracualquier intento de derrota o sabotearlamediante una

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invasión por la fuerza o mediante la violencia. Ese esel derecho de la revolución y su deber. Pero no per-seguirá al enemigo vencido, no tomará venganza entoda una clase social por la falta de los miembros in-dividuales de ella. Los pecados de los padres no debenser castigados en sus hijos.

«¿Qué harías con los contrarrevolucionarios?»El combate efectivo y la resistencia armada implica

sacrificios humanos, y los contrarrevolucionarios quepierdan sus vidas en tales circunstancias sufrirán lasconsecuencias inevitables de sus acciones. Pero el pue-blo revolucionario no está compuesto de salvajes. Nose asesina a los heridos ni se ejecuta a los que cogenprisioneros. Tampoco se practica el sistema bárbaro defusilar a los rehenes, como hicieron los bolcheviques.

«¿Cómo tratarás a los contrarrevolucionarios quesean prisioneros durante la contienda?»

La revolución tiene que encontrar nuevos caminos,algún método sensato para tratar con ellos. El viejométodo es encarcelarlos, mantenerlos en la ociosidady emplear muchos hombres para guardarlos y castigar-los. Y mientras que el culpable permanece en la cárcel,el encarcelamiento y el trato brutal lo enemistan másaún con la revolución, fortalece su oposición y fomen-ta pensamientos de venganza y de nuevas conspiracio-

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nes. La revolución considerará tales métodos como es-túpidos y perjudiciales para sus mejores intereses. Enlugar de eso, intentará convencer, mediante un tratohumano, al enemigo derrotado del error y de la inuti-lidad de su resistencia. Aplicará la libertad en lugar dela venganza. Tendrá en cuenta que la mayoría de loscontrarrevolucionarios son gente engañada más queenemigos, víctimas embaucadas de algunos individuosque buscan el poder y la autoridad. Sabrá que ellos ne-cesitan ilustración más que castigo, y que el primeroconseguirá más que el último. Incluso actualmente es-ta idea está ganando terreno. Los bolcheviques derro-taron los ejércitos aliados en Rusia más efectivamentemediante la propaganda revolucionaria entre los sol-dados enemigos que mediante la fuerza de su artille-ría. Estos nuevos métodos han sido reconocidos comoprácticos incluso por el gobierno de los Estados Unidosque está haciendo uso de ellos en su campaña en Ni-caragua. Los aviones americanos esparcen proclamasy llamamientos al pueblo de Nicaragua para persua-dirle a que abandonara a Sandino y su causa, y los je-fes del ejército americano esperan los mejores resul-tados de estás tácticas. Pero los patriotas de Sandinoestán luchando por su hogar y por su país contra uninvasor extranjero, mientras que los contrarrevolucio-

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narios hacen la guerra contra su propio pueblo. El tra-bajo de su ilustración es mucho más simple y prometemejores resultados.

«¿Crees que sería realmente el mejormodo de tratarcon los contrarrevolucionarios?»

Con toda seguridad. El trato humano y la amabili-dad son más efectivos que la crueldad y la venganza.La nueva actitud en este sentido sugeriría una serie demétodos de carácter similar. Se desarrollarían diversosmodos de tratar con conspiradores y con enemigos ac-tivos de la revolución, en cuanto que se comience apracticar la nueva política. Podría ser adoptado, porejemplo, el plan de dispersarlos, individualmente o engrupos pequeños, por distritos alejados de sus influjoscontrarrevolucionarios, entre comunidades de espírituy conciencia revolucionarios. Considere también quelos contrarrevolucionarios tienen que comer; lo cualsignifica que se encontrarían en una situación que re-clamaría sus pensamientos y su tiempo para otras co-sas y no para incubar conspiraciones. El contrarrevo-lucionario derrotado, dejado en libertad, en lugar deser encarcelado, tendrá que buscarse los medios deexistencia. Por supuesto, no se le negará su sustento,ya que la revolución será lo suficientemente generosacomo para alimentar incluso a sus enemigos. Pero el

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hombre en cuestión tendrá que unirse a una comuni-dad, asegurar su alojamiento, etc., para disfrutar de lahospitalidad del centro de distribución. En otras pala-bras, los «prisioneros en libertad» contrarrevoluciona-rios dependerán de la comunidad y de la buena volun-tad de susmiembros en cuanto a susmedios de existen-cia. Vivirán en su atmósfera y quedarán influenciadospor el medio ambiente revolucionario. Con toda certe-za, estarán más seguros y más contentos que en la cár-cel, y realmente dejarán de ser un peligro para la revo-lución. Hemos visto repetidamente tales ejemplos enRusia, en casos de que algunos contrarrevolucionariosse habían escapado de la Cheka y se habían establecidoen algún pueblo o ciudad, donde se convirtieron, comoresultado de un trato considerado y honrado, en miem-bros útiles de la comunidad, frecuentemente con máscelo por el bienestar público que el ciudadano medio,mientras que cientos de sus compañeros conspirado-res, que no habían sido suficientemente afortunadoscomo para evitar la detención, estaban ocupados enla cárcel con pensamientos de venganza y con nuevasconspiraciones.

El pueblo revolucionario ensayará sin lugar a dudadiversos planes para tratar a tales «prisioneros en li-bertad». Pero sean cuales fueren los métodos, serán

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más satisfactorios que el sistema actual de venganza yde castigo, cuyo completo fracaso ha sido demostradopor la experiencia humana. Entre los nuevos caminosse podría probar también el de la colonización libre. Larevolución ofrecerá a sus enemigos una oportunidadde establecerse en alguna parte del país y de establecerallí la forma de vida social que les encaje mejor. No esuna vana especulación prever que no tardará muchoantes de que la mayoría de ellos prefieran la fraterni-dad y la libertad de la comunidad revolucionaria al ré-gimen reaccionario de su colonia. Pero incluso si nofuera así, nada se perdería. Al contrario, la revoluciónsería la que más ganase espiritualmente, al abandonarmétodos de venganza y de persecución, y al practicarla humanidad y la magnanimidad. La autodefensa re-volucionaria, inspirada por tales métodos, será la másefectiva a causa de la misma libertad que garantiza in-cluso a sus enemigos. Su llamamiento a las masas yal mundo en general será por eso el más irresistible yuniversal. En la justicia y humanidad se encuentra lafuerza invencible de la revolución social.

Ninguna revolución ha intentado todavía el verda-dero camino de la libertad. Ninguna ha tenido suficien-te fe en él. La fuerza y la supresión, la persecución,la venganza y el terror han caracterizado todas las re-

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voluciones en el pasado y han derrotado así sus finesoriginales. Ha llegado el momento de intentar nuevosmétodos, nuevos caminos. La revolución social tieneque seguir la emancipación del hombre mediante lalibertad, pero si no tenemos fe en la última, la revolu-ción se convierte en una negación y en una traición así misma. Tengamos entonces el coraje de la libertad:que ella reemplace la supresión y el terror. Que la li-bertad se convierta en nuestra fe y en nuestra acción ynos haremos fuertes en ella.

Sólo la libertad puede hacer efectiva y sana la revo-lución social. Sólo ella puede preparar el terreno pa-ra mayores alturas y disponer una sociedad donde elbienestar y el gozo sean la herencia de todos. Entoncesapuntará el día cuando el hombre tendrá por primeravez la oportunidad de crecer y desarrollarse en la cla-ridad libre y generosa de la anarquía.

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Biblioteca anarquistaAnti-Copyright

Alexander BerkmanEl ABC del comunismo libertario

1929

Recuperado el 12 de marzo de 2013 desdekclibertaria.comyr.com

Título original: What is communist anarchism? (Nowand after: The ABC of Communist Anarchism), 1929.Traducción: Gabriel Guijarro. Digitalización KCL.

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