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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO DECANATO DE HUMANIDADES Y ARTES PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA Relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo Proyecto de Investigación presentado por: ALVAREZ R. Joancely J. Tutora: Cecilia Garmendia de Barrios Barquisimeto, Julio 2012

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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO

DECANATO DE HUMANIDADES Y ARTES

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

Relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes

con autismo

Proyecto de Investigación presentado por:

ALVAREZ R. Joancely J.

Tutora:

Cecilia Garmendia de Barrios

Barquisimeto, Julio 2012

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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO

DECANATO DE HUMANIDADES Y ARTES

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

Relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes

con autismo

Proyecto de Investigación presentado por:

ALVAREZ R. Joancely J.

al

Programa de Licenciatura en Psicología

Como un requisito académico parcial para obtener el título de

Licenciada en Psicología

Tutora:

Cecilia Garmendia de Barrios

Barquisimeto, Julio 2012

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El presente proyecto de investigación está dedicado principalmente a Dios quien

por medio de la fe tenida hacia él, se me presentó la oportunidad de cursar la carrera de

Licenciatura en Psicología en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado y

permitirme junto con mis seres queridos llegar hasta realizar este trabajo como uno de los

últimos requisitos académicos para optar al título de Licenciada en Psicología. De la

misma manera, está dedicado a mis abuelos maternos, Celida de Alvarez y Juan Ramón

Alvarez a quienes considero como mis padres y durante toda mi vida me han brindado

amor, cariño, ternura, paciencia, educación, sacrificios, consideración, respeto, armonía,

apoyo y ayuda, por lo que gran parte de las cosas que he logrado hasta ahora y lo que soy

hoy en día como persona, se lo debo a ellos.

Estos tres grandes personajes han sido mi mayor inspiración desde el comienzo de

la carrera para cumplir y realizar esta importante y gran meta, ser Licenciada en

Psicología, por esto y lo descrito anteriormente, les dedico desde lo más puro de mis

sentimientos, el trabajo especial de grado.

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Agradecimientos

Primeramente le agradezco a Dios y a la Virgen María por brindarme la posibilidad

de estudiar tan importante carrea y a su vez por permitirme llevar a cabo este trabajo que

con todas las dificultades y oportunidades presentadas, el mismo, se ha logrado hasta el

final. Del mismo modo, le doy gracias a mis abuelos maternos por estar siempre con migo

y por presentarme toda la colaboración incondicional que me pudieron dar. Asimismo, le

doy gracias a mi madre Mary Luz Alvarez, por estar presente durante este lapso de mi

vida. Igualmente, le agradezco a mi tutora Cecilia Garmendia quien me ha aportado toda la

ayuda en conocimiento, paciencia, atención, colaboración y orientación desde que

comencé a llevar a cabo el trabajo especial de grado.

También, le doy gracias a mi compañero, amigo y novio Norberto Calles, quien me

ha acompañado y apoyado constantemente en la ejecución del trabajo y desde hace más de

tres años me ha ayudado a llevar a cabo la carrera con el mayor entusiasmo que me ha

podido aportar. A su vez, les agradezco a mis dos hermanos Janio Colmenares y Jhoel

Colmenares y a mi tía materna Mary Sol Alvarez, por motivarme a cumplir con esta gran

meta en mi vida. Del mismo modo, le doy Gracias al Profesor Víctor López, ya que si no

fuera por su enseñanza, correcciones y orientaciones, no hubiera llevado a cabo todo este

proceso del trabajo.

Por último, les agradezco a mis amigas y compañeras de estudio, Arlin García y

Daniela Arroyo, quienes siempre estuvieron pendiente de mí y me prestaron colaboración

durante la ejecución del trabajo, además, de brindarme su amistad y apoyo desde los

inicios de la carrera, así como también, le doy gracias a todas aquellas personas que de

alguna u otra manera me ayudaron durante toda la realización del proyecto de

investigación, entre ellos está Osmar Mediomundo y Ana María Cortez.

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Índice de Contenido

Resumen…………………………………………………………………………...1

Introducción…………………………………………………………………….....2

Marco Teórico……………………………………………………………………..4

Autismo…………………………………………………………………………….4

Cuidadores principales………………………………….………………………...15

Niveles de cara, salud fisica autoperciobida y niveles de depresion en el cuidador

Principal…………………………………………………………………………...19

Método…………………………………………………………………………....35

Problema…………………………………………………………………………..35

Objetivo general…………………………………………………………………..36

Objetivos específicos……………………………………………………………..36

Definición de variables…………………………………………………………...36

Variables a controlar……………………………………………………………..38

Tipo de investigación……………………………………………………………..40

Diseño de investigación…………………………………………………………..41

Participantes………………………………………………………………………41

Instrumentos……………………………………………………………………...41

Procedimiento…………………………………………………………………….49

Resutados………………………………………………………………………...54

Discusión………………………………………………………………………....64

Conclusiones y Recomendaciones……………………………………………...71

Referencias………………………………………………………………………78

Anexos……………………………………………………………………………85

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Índice de tablas

Tabla 1: Características generales del cuidado informal…………………………..17

Tabla 2: Operacionalización de la variable Niveles de Carga……………………..37

Tabla 3: Operacionalización de la variable Salud Física Autopercibida…………..37

Tabla 4: Operacionalización de la variable Niveles de Depresión………………...38

Tabla 5: Confiabilidad por Subescala de la Entrevista de Carga del Cuidador

de Zarit……………………………………………………………………………..42

Tabla 6: Escala de las puntuaciones y percentiles en la ECCZ……………………43

Tabla 7: Análisis descriptivo de la salud física autopercibida en cuidadoras

Principale..................................................................................................................58

Tabla 8: Supuesto de colinealidad y autocorrelación de las tres variables………...59

Tabla 9: Coeficiente de beta de los niveles de carga y salud física autopercibida

con los niveles de depresión………………………………………………………..60

Tabla 10: Correlación bivariada (r de Pearson) de los niveles de carga con los niveles

de depresión y la salud física autopercibida con los niveles de depresión………...61

Tabla11: Correlación bivariada (r de Pearson) de los niveles de carga con la salud

física autopercibida…………………………………………………………………62

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Índice de figuras

Figura 1: Modelo Marco Teórico Expandido del Cuidado de Zarit (1990)………..22

Figura 2: Modelo del Proceso del Estrés Modificado de Lazarus y Pearlin

(Zarir, 2002)………………………………………………………………………….23

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Resumen

El cuidado diario, la atención y dedicación que las cuidadoras principales les brindan

a las personas con autismo suele repercutir en sus vidas, por lo que puede provocar carga,

deterioro de su salud física y depresión en ellas, cuestión que puede afectar su bienestar y

calidad de vida. En tal sentido, se pretende identificar los niveles de carga, la salud física

autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes

con autismo pertenecientes al Centro de Atención Integral para Personas con Autismo

C.A.I.P.A. - Lara. Igualmente, se pretende determinar si existe relación entre los niveles de

carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en estas cuidadoras. Ha

participado un total de 50 cuidadoras principales, divididas en 6 abuelas y 44 madres, con

un rango de edad de 20 a 75 años. Se utilizó un cuestionario elaborado para determinar

criterios de exclusión y obtener los datos sociodemográfico de la muestra, la Entrevista de

Carga de Zarit para evaluar los niveles de carga, el SF-36 para medir la salud física

autopercibida y el Inventario de depresión de Beck para valorar los niveles de depresión.

Los resultados señalan carga leve, peor estado de salud física autopercibida y ausencia de

depresión en las cuidadoras principales. Conjuntamente, se encontró que la correlación entre

las tres variables es alta, positiva y significativa, siendo novedoso para el estudio ya que la

literatura revisada pertinente al área no había relacionado estas tres variables en su conjunto.

Además, las correlaciones bivariadas muestran correlaciones positivas y negativas

significativas entre la carga con la depresión, la salud física autopercibida con la depresión y

la carga con la salud física autopercibida. Tales datos hallados corroboran los resultados de

otros estudios. En vista de la necesidad de intervención a estas cuidadoras, se recomienda la

creación de programas de atención psicoterapéuticas, psicoeducativas y de apoyo dirigidas a

mejorar el bienestar y la calidad de vida de las mismas.

Palabras claves: Carga, Salud física autopercibida, Depresión, Cuidadoras principales, Autismo.

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Introducción

Ser padre o madre de un niño con algún tipo de dificultad física y/o psíquica grave

constituye un factor potencial que perturba la dinámica familiar. Esto se debe a que la

convivencia de una persona con este tipo de problema puede provocar cambios importantes

en la vida personal de los distintos miembros de la familia, fundamentalmente en los padres

y las relaciones que estos tengan con su hijo (Martínez y Bilbao, 2008). En el caso del

autismo, los padres y familiares de niños con autismo experimentan un estilo de vida

distinto a los padres y familiares de niños que no lo presentan, debido a que el autismo es un

trastorno de origen orgánico que afecta el desarrollo del cerebro en áreas de la interacción

social, habilidades comunicativas y procesamiento de información sensorial (Pereira, 2010).

Los niños con autismo demandan gran atención de los familiares, en especial de los

padres, por lo que los cuidados que éstos les dan a sus hijos dificultan su desarrollo

personal, familiar y laboral, poniendo en riesgo la salud física y mental de los mismos

(Obando, 2009). Además, el cambio que suelen tener los padres (cuidadores) en sus vidas

tiende ocasionarles sufrimiento, angustia, zozobra, debido a que su dedicación y tipo de

cuidado que deben proporcionarles a sus hijos es mayor que para un infante que no presente

autismo (Pereira, 2010).

Algunos aportes científicos relacionados con la evidencia de la realidad de los

cuidadores principales de niños y jóvenes con discapacidad, enfermedad o trastorno, han

señalado que la atención que los cuidadores les brindan a estos infantes suelen producirles

elevados niveles de carga y su presencia, suele repercutir su estado de salud física

(Fernández de Larrinoa et al., 2011; García, Mateo y Moroto, 2004; Martínez et al., 2008;

Seguí, Ortiz y De Diego, 2008).

Al lado de estos reportes de investigación, se encontró una investigación realizado

por Chamorro, Argoty, Córdoba, López y López (2009) que revela que los cuidadores de

pacientes con discapacidad neurológica poseen niveles de carga leve. A pesar, que las

investigaciones ya mencionadas sugieren la presencia de elevados niveles de carga y carga

leve en los cuidadores de niños con discapacidad o trastorno, otros estudios como el de

Lara, González y Blanco (2008) y el de Rubiera do Espíritu Santo, Munhoz, Martínez,

Barbosa y Gonçaleves, (2010) muestran datos similares a la investigación de Chamorro et

al. (2009). Otro estudio, que habiendo relacionado la carga/sobrecarga con la depresión en

cuidadores de pacientes con dolor crónico, encontró que la sobrecarga no influyó en la

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presencia de depresión en los mismos (Alfaro et al., 2008). Sin embargo, son distintos los

estudios que han evaluado trastornos emocionales como la depresión en estos cuidadores y

han revelado la presencia o ausencia de niveles de depresión en ellos (Bailey et al., 2007;

Baker, Seltzer y Greenberg, 2011; Bitsika y Sharpley, 2004; Fávero-Nunes y dos Santos,

2010; Singer, 2007).

Todas las investigaciones ya mencionadas, sugieren la presencia de carga, deterioro

en la salud física y depresión en cuidadores primarios de niños y jóvenes con autismo o con

otro tipo de trastorno, enfermedad o discapacidad. A pesar de esto, no hay suficientes

reportes que muestren la presencia de carga, deterioro de la salud física y depresión en las

cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo, tampoco que relacionen la carga

con la salud física ni la salud física con la depresión en estas cuidadoras. Más aún, dentro de

la literatura revisada, no se ha estudiado la relación de las tres variables mencionadas en su

conjunto en tales cuidadoras.

A pesar de que Venezuela no existe un registro específico de la población infantil,

juvenil y adulta que refleje la prevalencia del autismo (Domínguez y Mahfoud, 2009;

Pereira, 2010); según Ratajczak (2011) la prevalencia del autismo es de 1 por cada 110 niño

en los Estados Unidos, mostrando una incidencia similar en todo el mundo. Esto hace notar

la cantidad de cuidadores que velan por estos infantes y la presencia de variables

psicológicas tales como la carga el deterioro de salud física y la depresión que puede

repercutir de forma compleja en sus vidas.

Tomando en cuenta lo dicho anteriormente, se llevó a cabo un estudio que permitiera

explorar los niveles de carga, la salud física autopercibida, los niveles de depresión y la

relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en

las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo. Además, este estudio

proporcionaría tener nuevos resultados para el aporte teórico a los profesionales de la salud.

Así, este trabajo tiene como objetivo analizar la relación entre los niveles de carga, la

salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y

jóvenes con autismo pertenecientes a Centro de Atención Integral para Personas con

Autismo (C.A.I.P.A.) Lara.

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Marco Teórico

En el primer apartado se hace una reseña del autismo acerca de su definición,

etiología, diagnóstico y prevalencia. En el segundo apartado se define el cuidador y el

cuidador principal de niños autistas, delimitando el cuidador del cuidador principal, el papel

que asumen los cuidadores principales de niños con autismo y cómo repercute esto en sus

vidas. Por último, en el tercer apartado se lleva a cabo una descripción sobre la carga, la

salud física autopercibida y la depresión en las cuidadoras principales, se define cada una de

estas variables y se demarca cómo repercuten en la vida de las cuidadoras de niños y

jóvenes diagnósticados con autismo.

Autismo

Definición

El término autismo fue descrito por primera vez por el psiquiatra de origen austriaco

Leo Kanner, quien en 1943 publica un artículo denominado Autistic Disturbances of

Affective Contact (Trastornos autistas del contacto afectivo) el cual describe en una

población de 11 niños un conjunto de síntomas caracterizados por su extremo aislamiento

y falta de contacto social, su rígida adherencia a rituales, su cerrada posición a cambios,

memoria excelente, buen potencial cognitivo y en ocasiones con habilidades especiales,

aspecto físico normal, hipersensibilidad a los estímulos, retraso, alteraciones en la

adquisición y desarrollo del lenguaje. Kanner denominó a estos infantes como niños que

denotaban tendencia al retraimiento antes de cumplir un año de edad, por lo que llamó a este

trastorno Autismo Infantil Precoz (Kanner, 1943).

Años más tarde, Lorna Wing y Judith Gould en 1979 realizaron un estudio donde

buscaban deficiencias importantes en las capacidades de relación social en sujetos menores

de 15 años y comprobaron cómo los rasgos autistas no sólo estaban presentes en personas

autistas sino también en otros cuadros de trastornos del desarrollo, lo que les permitió

extraer importantes conclusiones y derivaciones explicando el autismo como un continuo

más que como una categoría diagnóstica, el cual incluye un conjunto de síntomas que se

puede asociar a distintos trastornos y niveles intelectuales, que en un 75% se acompaña de

retraso mental, y que a su vez hay otros cuadros con retraso del desarrollo, no autistas, que

presentan sintomatología autista, tales hallazgos dieron origen al término de espectro autista

(Wing, 1998).

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Hasta ahora el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales

(DSM-IV-TR, 2002) establece el autismo dentro de uno de los Trastornos Generalizados del

Desarrollo denominándosele Trastorno Autista (TA), caracterizado por la presencia de un

desarrollo marcadamente anormal o deficiente de la interacción y comunicaciones sociales,

un repertorio sumamente restringido de actividades e intereses, así como también retraso o

funcionamiento anormal en por lo menos una de las siguientes áreas: interacción social,

lenguaje utilizado en la interacción social y/o juego simbólico o imaginativo.

Sin embargo, en la actualidad algunos autores reafirman las conclusiones descritas por

Wing y Gould acerca del espectro autista, por lo que Bohórquez et al. (2007) apuntan:

El autismo es una posibilidad dentro del abanico de los TEA, es una alteración que afecta

al desarrollo del niño en la comunicación, el lenguaje, las relaciones sociales, al juego y a la

capacidad para enfrentarse a cambios y situaciones nuevas o para desarrollar

comportamientos variados (p. 10).

A su vez, Quijada (2008) puntualiza:

El Trastorno del Espectro Autista es una desarmonía generalizada en el desarrollo de las

funciones cognitivas superiores e independiente del potencial intelectual inicial. Estos niños

presentan dificultades cualitativas en áreas de lenguaje y comunicación social y un rango de

intereses restringido y repetitivo. Estas dificultades se inician antes de los 30 meses y no se

deben a enfermedades progresivas, trastornos epilépticos, déficit sensorial, cognitivos

globales o deprivación afectiva o social. El TEA incluye trastorno autista (TA) síndrome de

asperger (SA) y trastornos perturbadores del desarrollo no especificado (TPDNE) (p. 86).

Además, Pereira (2010) indica:

El autismo es un problema de origen orgánico que afecta el desarrollo del cerebro en áreas

de la interacción social, habilidades comunicativas y procesamiento de información

sensorial. Hoy en día ya no se considera el autismo como un síndrome único, sino más bien

como un continuo de desórdenes del desarrollo al que denominamos Trastornos del

Espectro Autista (TEA) (p.129).

Por su parte, Benites (2010) destaca que el autismo se puede conceptualizar como una

entidad psicológica distinguida por un conjunto de rasgos denominado triada autista, que

siguen un curso temporal característicos a partir de los 18 meses de vida, donde el propio

proceso de construcción de la experiencia se ve afectado. Asimismo, el cuadro clínico

autista puede variar entre las personas, incluso en la misma persona de acuerdo con diversos

factores relacionados básicamente con aspectos neurobiológicos, la edad y la capacidad

intelectual.

Etiología

El autismo es un trastorno que por el hecho de generar gran importancia por parte de

los investigadores, no sólo se ha identificado, definido y delimitado sus características, sino

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que también, se han encargado de buscar el origen del mismo. Baron y Bolton (1998)

señalan que diferentes estudios médicos indican que la etiología del autismo se centra en las

causas biológicas tales como, genéticas, metabólicas, infecciosas y complicaciones del

parto/embarazo.

Artiagas-Pallarés, Gabau-Vila, y Guitart-Feliubadaló (2005) señalan que en la mayor

parte de los casos de autismo no es posible detectar una etiología específica, tal

característica es propia de otros trastornos del neurodesarrollo y para poder clasificar todos

los casos, se ha considerado definir dos grupos: idiopático y secundario o sindrómico.

El primero es el autismo sin otro tipo de especificación y en este no existe ningún

marcador biológico que establezca su origen, las pruebas complementarias que se solicitan

en el estudio de cada caso, vienen determinadas por la búsqueda de una etiología específica;

el segundo, se denomina autismo secundario o sindrómico (Hansen y Hagerman, 2003). El

cual hace referencia a una enfermedad o síndrome asociado con este trastorno, a pesar de

esto, no significa necesariamente que exista una relación etiológica entre ambos problemas.

Por lo tanto, sólo se puede considerar un caso como autismo secundario si se puede

determinar, un nexo causal entre ambos trastornos. Tal referencia, ha señalado las causas

del autismo sindrómico:

Los grandes aportes de la genética molecular en los últimos 15 años han situado en

el primer lugar como causas de autismo, los síndromes y enfermedades genéticas,

sin embargo, todavía se está lejos de poder ofrecer una prueba genética que permita

descartar todas las opciones de este grupo.

Otras causas mucho menos frecuentes, pero importantes a considerar, son las

enfermedades metabólicas del sistema nervioso. A pesar de que la distinción entre

enfermedades genéticas y los errores congénitos del metabolismo es totalmente

artificial, si se tiene en cuenta que la metabolopatías congénitas también son

enfermedades hereditarias, no obstante, para salvar la especificidad clínica de las

enfermedades metabólicas se mantiene la distinción clásica.

Las causas perinatales, a veces erróneamente sobrevaloradas, tienen poco interés

como factores causales aislados.

Los factores tóxicos prenatales tienen gran relevancia, piensa que el autismo está

vinculado a la interacción de por lo menos 10 genes (Artiagas-Pallarés et al., 2005).

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De acuerdo con Miles, McCathren, Janine y Marwan, (2010) actualmente se puede

identificar que la etiología del autismo se debe a causas genética en un 20% a 25% de estos

niños, indicando que un pequeño número de casos de autismo se puede remontar a

exposiciones teratogénicas específicas. Sin embargo, la causa del autismo sigue siendo

desconocida en los infantes que poseen este diagnóstico. El creciente número de estudios

acerca de las causas genéticas del autismo, sugieren que su base genética se asemeja a la de

la discapacidad intelectual y parálisis cerebral con muchos síndromes, cada uno

individualmente están implicados en el desarrollo del autismo. Las causas genéticas

conocidas en el autismo son:

Anomalías cromosómicas visibles citogenéticamente (~ 5%).

Variantes de número de copias (CNV) (es decir, supresiones y duplicaciones

submicroscópicas) (10% -20%).

Los trastornos de un único gen en el que los hallazgos neurológicos se asocian con el

Trastorno del Espectro Autista (~ 5%) (Miles et al., 2010).

Por su parte, Cardoze (2010) indica que el autismo infantil:

Tienen como fundamento fisiopatológico, alteraciones de la conectividad y

desincronización de las funciones sinápticas en los circuitos neuronales, causadas a su vez

por desequilibrios en el desarrollo del cerebro, cuya primera causa parece deberse a

mutaciones genéticas ya sea de-novo o heredadas y a otras causas externas como las

infecciosas y los traumas cerebrales durante las etapas pre y perinatal (p.14).

A pesar de que dichos estudios han delimitado estas causas que cada vez más se van

aproximando al origen del autismo, los investigadores hasta ahora han continuado con esta

búsqueda con el propósito de precisar la génesis del mismo.

Diagnóstico

El DSM-IV-TR (2002) es un manual de diagnósticos estadísticos de trastornos

mentales que los profesionales de la salud mental toman como guía para diagnosticar, en el

mismo, el autismo se encuentra establecido dentro de la sección de los Trastornos de Inicio

en la Infancia, la Niñez y Adolescencia como uno de los Trastornos Generalizados del

Desarrollo denominado Trastorno Autista (TA) y la Clasificación de los Trastornos

Mentales y del Comportamiento (CIE-10, 1994/2000), propone criterios diagnósticos

prácticamente iguales, pero en la CIE-10 este trastorno viene con el nombre de autismo

infantil.

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De acuerdo con la CIE-10 (1994/2000) F84.0 Autismo infantil:

Se trata de un trastorno generalizado del desarrollo definido por: a) presencia de un

desarrollo alterado o anormal que se manifiesta antes de los tres años y b) por un tipo de

funcionamiento anormal en las tres áreas de la psicopatología: interacción social,

comunicación y comportamiento restringido, repetitivo y estereotipado. Además de estas

características clínicas específicas, son comunes una variabilidad de problemas no

específicos, tales como fobias, alteraciones del sueño y de la alimentación, rabietas y

autoagresiones.

Incluye:

Trastorno autístico.

Autismo infantil.

Psicosis infantil.

Síndrome de Kanner.

Los criterios para el diagnostico son:

A. Presencia de un desarrollo anormal o alterado desde antes de los tres años de edad,

que se presenta en una de las siguientes áreas:

1. Lenguaje repetitivo o expresivo utilizado para la comunicación social.

2. Desarrollo de lazos sociales selectivos de interacción social recíproca.

3. Juego simbólico y funcional.

B. Deben estar presente al menos seis síntomas de 1, 2, y 3, incluyendo al menos dos de

1, uno de 2 y otro de 3:

1. Alteraciones cualitativas en la interacción social que se manifiestan al menos en

dos de las siguientes áreas:

a) Fracaso en la utilización adecuada del contacto visual, la expresión facial, la

postura corporal y los gestos para regular la interacción social.

b) Fracaso en el desarrollo (adecuado a la edad mental y a pesar de tener

ocasiones para ello) de relaciones con personas de su edad que implique

compartir intereses, actividades y emociones.

c) Ausencia de reciprocidad socioemocional, puesta de manifiesto por una

respuesta alterada o anormal hacia las emociones de otras personas, o falta de

modulación del comportamiento en respuesta al contexto social o débil del

comportamiento social, emocional y comunicativo.

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d) Falta de interés en compartir las alegrías, los intereses o los logros con otros

individuos (por ejemplo, falta de interés en mostrar, traer hacia sí o señalar a

otras personas objetos de interés para el niño).

2. Alteraciones cualitativas en la comunicación que se manifiesta en al menos una

de las siguientes áreas:

a) Retraso o ausencia del desarrollo del lenguaje hablado, aunque no se

acompaña de intentos de compensación mediante el recurso de la utilización

de gestos alternativos para comunicarse (a menudo precedido por la falta de

balbuceo comunicativo).

b) Fracaso relativo para iniciar o mantener una conversación (cualquiera que

sea el nivel de competencia en la utilización del lenguaje alcanzado), en la

que es necesario el intercambio de respuestas con el interlocutor.

c) Uso estereotipado y repetitivo del lenguaje o uso idiosincrásico de palabras o

frases.

d) Ausencia de juegos de simulación espontáneos (en edades tempranas) o de

juego social imaginativo.

3. Patrones de comportamientos, intereses y actividades restringidas, repetitivas y

estereotipadas, que se manifiesta en al menos una de las siguientes áreas:

a) Preocupación limitada a uno o más comportamientos estereotipados que son

anormales en su contenido. En ocasiones, el comportamiento no es anormal

en sí, pero sí lo es la intensidad y el carácter restrictivo con que se produce.

b) Existe, en apariencia, una adherencia a rutinas o rituales específicos y

carentes de sentido.

c) Manierismos motores estereotipados y repetitivos que pueden consistir en

palmadas o retorcimiento de las manos o dedos, o movimientos complejos de

todo el cuerpo.

d) Preocupaciones por partes de objetos o por elementos carentes de

funcionalidad de los objetos de juego (tales como el olor, la textura de su

superficie, el ruido o la vibración que producen).

C. El cuadro clínico no puede atribuirse a otras variables del trastorno generalizado del

desarrollo, a un trastorno especifico del desarrollo de la comprensión del lenguaje

(F80.2), con problemas socioemocionales secundarios, a trastorno reactivo de la

vinculación de la infancia (F94.1), a trastorno de la vinculación de la infancia tipo

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desinhibido (F94.2), a retraso mental (F70-7) acompañado de trastornos de las

emociones y del comportamiento, a esquizofrenia (F20) de comienzo

excepcionalmente precoz, ni síndrome de Rett (F84.2).

Según el DSM-IV-TR (2002) los criterios para el diagnóstico de F84.0 Trastorno autista

[299.00] son:

A. Un total de 6 (o más) ítems de (1), (2) y (3), con por lo menos, dos de (1), y uno de

(2) y (3):

(1) Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada al menos por dos de

las siguientes características:

(a) Importante alteración del uso de comportamientos no verbales, como son

contacto ocular, expresión facial, posturas corporales y gestos reguladores

de la interacción social.

(b) Incapacidad para desarrollar relaciones con los compañeros adecuados al

nivel de desarrollo.

(c) Ausencia de la tendencia espontánea para compartir con otras personas

disfrutes, intereses y objetivos (p. e., no mostrar, traer o señalar objeto de

interés).

(d) Falta de reciprocidad social o emocional

(2) Alteración cualitativa de la comunicación manifestada al menos por dos de las

siguientes características:

(a) Retraso o ausencia total del desarrollo del lenguaje oral (no acompañarlo

mediante intentos para compensarlo mediante modos alternativos de

comunicación, tales como gestos o mímica).

(b) En sujetos con un habla adecuada, alteración importante de la capacidad para

iniciar o mantener una conversación con otros.

(c) Utilización estereotipada y repetitiva del lenguaje y o lenguaje idiosincrásico.

(d) Ausencia de juego realista espontáneo, variado, o de juego imaginativo social

propio del nivel de desarrollo.

(3) Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos repetitivos y

estereotipados, manifestados por lo menos mediante una de las siguientes

características:

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(a) Preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restrictivos

de interés que resulta anormal, sea en su intensidad, sea en su objetivo.

(b) Adhesión aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos no

funcionales.

(c) Manierismos motores estereotipados y repetitivos (p. e. sacudir o girar las

manos o dedos, o movimientos complejo de todo el cuerpo).

(d) Preocupación persistente por parte de objetos.

B. Retraso o funcionamiento anormal en por lo menos una de las siguientes áreas, que

aparece antes de los 3 años de edad: (1) interacción social, (2) lenguaje utilizado en

la interacción social o juego simbólico o imaginativo.

C. El trastorno no se explica mejor por la presencia de un trastorno de Rett o de un

trastorno desintegrativo infantil.

Entonces, de acuerdo a la CIE-10 y al DSM-IV-TR el autismo se diagnostica como

autismo infantil o trastorno autista, sin embargo, los individuos que padecen autismo

muchas veces son considerados y llamados como personas con discapacidad ya que las

manifestaciones que presentan les privan tener un adecuado desenvolvimiento físico y/o

social.

En otro orden de ideas, algunos autores han tenido el interés de cambiar la palabra

discapacidad por diversidad funcional ya que autores como Rodríguez y Ferreira (2009)

desde su punto de vista, explican que la transición conceptual de discapacidad pone en

riesgo la experiencia de unas personas condenadas a la marginación y a la exclusión social,

colocando en juego la transformación de su forma de existir en el mundo y su experiencia

cotidiana como seres humanos.

El término de discapacidad se ha descritito y utilizado desde décadas anteriores y se ha

denominado según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011) como un vocablo

general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la

participación, donde las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función

corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas y

las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales, por

lo que, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las

características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive.

A pesar de tener claro este concepto y de emplearlo para aludir a las personas que

presenten algún tipo de dificultad física/motora o mental, como se ha mencionado, varios

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autores discuten la posibilidad de seguir utilizando la palabra de discapacidad y se han

llevado a cabo propuestas para establecer un nuevo término, debido a que la percepción que

se tiene sobre la discapacidad ha generado otra mirada, la de diversidad funcional.

De acuerdo con Romañach y Lobato (2005):

La diversidad funcional no tiene nada que ver con la enfermedad, la deficiencia, la

parálisis, el retraso, etc. Toda esta terminología viene derivada de la tradicional visión del

modelo médico de la diversidad funcional, en la que se presenta a la persona diferente como

una persona biológicamente imperfecta que hay que rehabilitar y “arreglar” para restaurar

unos teóricos patrones de “normalidad” que nunca han existido, que no existen y que en el

futuro es poco probable que existan precisamente debido a los avances médicos (p.3).

Estos autores enfatizan que el término de diversidad funcional se ajusta a una realidad

en la que una persona funciona de manera diferente o diversa de la mayoría de la sociedad.

La diversidad funcional considera la diferencia del individuo y la falta de respeto de las

mayorías, que en sus procesos constructivos sociales y de entorno, no tiene en cuenta esa

diversidad funcional (Romañach y Lobato, 2005).

Por tal motivo, Rodríguez y Ferreira (2009) puntualizan que:

Se ha de constituir conceptual y teóricamente la transición desde la denominación dis-

capacidad a la de diversidad funcional. Nuestra propuesta es asumir que la diversidad

funcional expresa, en el orden normativo vigente actual, tanto una anomalía como una

patología que contiene potencialmente la capacidad de superar ese orden normativo. Pero

para ello no puede renunciar a la temática en torno a las capacidades, pues en ella están

anclados los principios normativos que se han de poner en cuestión; sin ese

cuestionamiento, la alternativa no superará las constricciones vigentes (p.80).

Además, estos autores indican que la diversidad funcional relaciona dos ámbitos de

referencia, uno genérico, que es el de lo diverso, expresión de la condición actual de las

sociedades occidentales, formadas sobre lo heterogéneo y la pluralidad de otredades y otro

específico, que es el de la funcionalidad o funcionamiento como exposición de la condición

diversa propia de la discapacidad, como se ha asumido habitual la convivencia con culturas

diversas, credos diversos, modas diversas, etnias diversas, lenguas diversas, se integra

también en esa diversidad cotidiana la de la funcionalidad o funcionamiento de la persona

en el desempeño de sus tareas habituales (Rodríguez y Ferreira, 2009).

Tomando en cuenta la visión de estos autores, el término de diversidad funcional es

una propuesta que se ha estado debatiendo desde hace varios años con el fin de establecer

una nueva terminología y cambiar el estigma que se le ha establecido al vocablo de

discapacidad. A pesar de esto, las organizaciones como la OMS no ha acuñado el término de

diversidad funcional ni tampoco se ha tenido una definición concluyente del mismo, por lo

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que el presente trabajo mantendrá el término de discapacidad que es el que hasta ahora está

establecido y determinado mundialmente.

Pronóstico

Algunos de los investigadores que han tenido el interés de estudiar y conocer a

profundidad el autismo han delimitado el pronóstico del mismo. Howlin (1996), Rapin

(1997) y Rogel-Ortiz (2004) indican que el pronóstico del autismo varía considerablemente

y hay pacientes que arrastran en toda su vida un severo déficit intelectual, asociado con

alteraciones profundas del lenguaje y la conducta, pero también se ha demostrado que un

notable porcentaje de pacientes puede mejorar de manera significativa y a su vez, pueden

desarrollar capacidades académicas incluso de nivel universitario, pues, señalan que hasta

10 a 25% de pacientes pueden tener esta evolución.

Además, existe un número de factores que se asocia con un mejor pronóstico, entre

los que se encuentran, el desarrollo de algún lenguaje comunicativo antes de los seis años, la

presencia de retardo mental ligero o ninguno en pruebas de inteligencia no verbal, y la

intervención psicoterapéutica lo más temprana e intensiva posible (Howlin, 1996; Rapin,

1997; Rogel-Ortiz, 2004).

Por su parte, Fernández y Llanos (2010) enfatizan:

Las manifestaciones autistas tienen un amplio espectro de expresión. Hay un porcentaje de

personas que tienen una capacidad intelectual normal o incluso muy alta para algunos

aspectos concretos. Se dice que personajes que han sido fundamentales en la ciencia, en la

economía o verdaderos artistas en la música, tenían rasgos autistas: no eran buenos en la

relación social ni en la afectiva. Por esta razón, personas con alta capacidad en algún

aspecto concreto de la mente, pueden fracasar en la vida porque no obtienen rendimiento de

sus virtudes (p. 116).

Desde esa perspectiva, estos autores realizan una aproximación pronóstica del autismo

que se daría durante toda la vida de la persona que lo padece, indicando, que será mejor si;

su inteligencia es normal, su lenguaje se desarrolla adecuadamente, su temperamento es

agradable, vive en un ambiente familiar y social integrador y con un diagnóstico precoz,

sería temprana su intervención educativa y su terapia conductual, no obstante, será peor si;

su inteligencia está disminuida, su lenguaje es pobre o ausente, están asociados déficits

neurológicos, sensoriales o epilepsia, no se ha diagnosticado precozmente y el ambiente

familiar y social en el que se cría es desfavorable, acaso negativo, no integrador y sin

colaboración con el tratamiento. Con este cúmulo de circunstancias, el porvenir es

desesperanzador (Fernández y Llanos, 2010).

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Prevalencia

Fombonne (2005) sitúa la prevalencia del autismo, en 13/10000 frente a la cifra de

36,4/10.000 que se aplica al conjunto de los Trastornos Generalizados del desarrollo.

De acuerdo con Domínguez y Mahfoud (2009) en Venezuela aún no existe un registro

específico de la población infantil, juvenil y adulta que refleje la prevalencia del autismo.

Del mismo modo, Pereira (2010) puntualiza que en Venezuela no se disponen de

estadísticas formales acerca del autismo; a pesar de esto se presume que su incidencia, dada

su características, se comportan en nuestro país de acuerdo a los patrones encontrados en

investigaciones en otros países.

Por su parte, Fernández y Llano (2010) puntualizan:

En los últimos 40 años los diagnósticos de autismo se han multiplicado por 10, y que la

incidencia de las formas puras es ahora de 1 o 2 niños por cada 1.000 mientras que los

trastornos relacionados, la entidades que asocian componente autista es de 2 a 6 por 1.000

(p.114).

Ratajczak (2011) estima que la prevalencia del autismo ocurre en 4 a 5 por cada

10.000 niños, la incidencia del autismo es de un 1 por 110 en los Estados Unidos, y el 1 por

64 en el Reino Unido, con una incidencia similar en todo el mundo.

Es una realidad que la presencia del autismo ha ido aumentado a través de los años,

los padres y familiares de niños que presentan este trastorno experimentan un estilo de vida

distinto a los padres y familiares de niños que no lo presentan, esto se debe, a que el autismo

es de origen orgánico que hasta ahora es incurable y requiere de tratamiento e intervención

educativa temprana (Martínez y Bilbao, 2008).

Generalmente son los padres los que realizan el cuidado diario de los niños que

presentan autismo y la atención y la enseñanza que les brinden a sus hijos puede mejorar

su calidad de vida, así como también su posibilidad de ser más independientes a pesar de

que es un síndrome que perdurará durante toda su vida (Ruiz, 2009). De este modo, el

cuidador o cuidadores de estos infantes desempeñan un papel esencial en cada persona que

presente autismo y por el alto grado de compromiso y responsabilidad que ello requiere,

también se considera su bienestar, siendo necesario que se tome en cuenta como punto

importante, pues el papel que asume el cuidador repercute no sólo en la vida de estos niños,

sino también en su vida personal.

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Cuidadores principales

A través de los años el término de cuidador se ha definido de distintas maneras por

diferentes autores. Martín et al. (2002) enfatizan que el cuidador se define como la persona

(generalmente suele ser un familiar directo) que convive y mantiene la responsabilidad de

proveer recursos a un paciente, incapaz de autosustentarse.

De acuerdo con la Sociedad de la Enfermedad de Parkinson (PDS, 2004) el término

cuidador se utiliza para describir a alguien que cuida o presta ayuda a una persona que está

enferma o está discapacitada.

Moreno, Náder y López (2004) han denominado el cuidador como “aquellas

personas que asumen el rol de cuidar a otra que por tener alguna limitación o discapacidad

no puede hacerlo por sí misma” (p.29).

Posteriormente, Beltrán y León (2009) puntualizan que los cuidadores “son las

personas o instituciones que se hacen cargo de las personas con algún nivel de dependencia.

Son por tanto padres, madres, hijos/as, familiares, personal contratado o voluntario” (p.44).

El término de cuidador lo han conjugado con la palabra primario, principal o formal

e informal de acuerdo a la conceptualización que les dan los investigadores. Algunos

autores como Wilson (1989) define el término como cuidador principal y puntualiza que

tiene que ver con aquella persona procedente del sistema de apoyo informal del enfermo,

bien sea familiar o amigo, y que comprende lo siguiente:

Asume las principales tareas de cuidado, con la responsabilidad que ello acarrea.

El cuidador principal es percibido por los restantes miembros de la familia como el

responsable de asumir el cuidado del enfermo y,

No es remunerado económicamente por la realización de dichas tareas de cuidado.

Una definición más actual, delimita que el cuidador principal es la persona

encargada directamente de atender a una persona dependiente, quien en muchos de los casos

comparten lazos familiares directos; estos pueden ser la madre, el padre o los hijos, los

cuales contraen una gran carga física y psíquica y se responsabilizan de la vida del enfermo

en cuanto a su medicación, higiene, cuidados y alimentación (Federación de Asociaciones

de Esclerosis Múltiple de Andalucía [FEDEMA], 2007).

Por otra parte, se ha desarrollado el término del cuidador informal y del cuidador

formal, de los cuales cada uno se describe de manera diferente, así en los sistemas de salud

existen dos tipos de cuidados y por ende, también dos tipos de cuidadores que brindan y

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atienden de diversas formas a los pacientes, llamados también receptores de cuidado, estos

son, los denominados cuidados formales que se encuentran dentro de los sistemas

institucionales y los cuidados informales que se ubican en los sistemas domésticos de

atención a la salud (Ramos-del Río 2008).

De la misma manera, Garrido, Figueroa, Fuentes, Quijada y Espinoza (2008)

describen al cuidador formal y al cuidador informal, el primero tiene que ver con aquella

persona ajena al núcleo íntimo del individuo, que desarrolla la actividad de cuidarlo de una

manera profesional, siendo esta actividad remunerada y el segundo se refiere a la persona

proveniente del círculo familiar o vecinal, que asume los cuidados de las personas no

autónomas que están a su alrededor, los cuales desarrollan una función fundamental en la

sociedad.

Ramos del Río (2008) también enfatiza que el cuidado informal de una persona en el

hogar es denominado Cuidador Primario Informal (CPI), a su vez, llamado principal o

familiar. Este, es la persona miembro de la familia o de la comunidad que presta la atención

y los cuidados necesarios para con un enfermo con discapacidad o dependencia. Se

caracterizan por cuidar de un paciente en el hogar, no reciben remuneración alguna por sus

servicios, existe una relación y apego familiar y emocional con el paciente, la gran mayoría

son mujeres, realizan actividades de cuidado casi de tiempo completo, reciben un escaso

apoyo social por parte del resto de la familia o comunidad a la que pertenecen.

Otros autores también señalan que habitualmente son las mujeres quienes realizan la

mayor atención a la persona cuidada (Córdoba-Andrade, Gómez-Benito y Verdugo-Alonso,

2008; Flórez-Torres, Montalvo-Prieto, Herrera-Lían y Romero-Massa, 2010; González,

Graz, Pitiot y Podestá, 2004; Islas-Salas, Ramos-del Río, Aguilar-Estrada y García-Guillén,

2006; Martínez et al., 2008; Seguí et al., 2008; Steele, 2010; Yonte, Urién, Gutiérrez y

Montero, 2010).

De este modo, Crespo y López (2008) enfatizan que “aunque en ocasiones son varios

los miembros de la familia que atienden al familiar dependiente, en la mayoría de los casos

el peso del cuidado, al menos el peso principal recae sobre una única persona, que con

frecuencia es una mujer” (p. 2).

El hecho que el cuidado sea asignado tradicionalmente a las mujeres, especialmente

el cuidado hacia los hijos, se puede relacionar con la maternidad, donde el predominio de las

mujeres al cuidado de sus hijos como puede llevar a identificar o asociar el cuidado con el

rol femenino y hacer de él una parte integral de auto concepto de la mujer (Crespo y López,

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2008). De acuerdo a lo anterior, se puede deducir que a pesar de que no en todas las familias

las mujeres son las que se encargan de velar por la persona dependiente, generalmente son

ellas quienes se encargan del mayor cuidado del familiar dependiente.

Por otra parte, es importante saber cómo los cuidadores informales, primarios o

principales presentan ciertas particularidades ante la forma de cuidar. De acuerdo con

Carretero, Garcés y Ródenas (2005) las formas más comunes de llevar a cabo el cuidado

son, el lugar donde se proporcionan, las tareas que realizan, su frecuencia e intensidad, su

duración, los motivos y la cantidad de cuidadores que suelen atender a las personas

dependientes. En la tabla 1 se señalan algunas características genéricas que identifican la

provisión del cuidador informal según estos autores.

Tabla 1: Características generales del cuidado informal:

Características generales del cuidador informal

El cuidado informal se suministra en la vivienda de la persona dependiente.

El cuidador informal y el receptor de los cuidados comparten la misma vivienda.

El cuidado informal aplica la provisión de múltiples tareas de cuidado centradas en la

ayuda para realizar las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria.

Los cuidados informales se suministran diariamente y de forma intensa.

Los cuidadores informales suelen atender a una sola persona dependiente.

El cuidado informal tiene una duración prolongada que dura años.

El cuidado informal suele ser asumido por una única persona, el cuidador principal.

En este sentido, se puede concluir, que los cuidadores principales ya sean cualquier

miembro de la familia, asumen un rol esencial en la persona que es cuidada y amerita

dedicación ante la misma.

Los padres y/o familiares que se dedican a velar por el cuidado de los niños con

algún tipo de enfermedad, discapacidad o trastorno como el autismo, también se les puede

denominar cuidador principal, cuidador primario, cuidador primario informal o cuidadores

informales (Alfaro et al., 2008; Chamorro et al., 2009; Garrido et al, 2008; Lara et al; 2008;

Martínez et al., 2008; Ramos-del Río, 2008; Wilson, 1989).

De acuerdo con Martínez y Bilbao (2008) en el caso de los cuidadores principales de

niños con autismo que generalmente son los padres, sueñan con un futuro promisorio desde

el nacimiento del infante y sus primeros lapsos de vida, ellos, suelen tener muchas

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expectativas e ideales respecto al cuidado y crecimiento de su hijo y esto ocurre hasta

cuando se diagnostica a su hijo como autista.

Cuando reciben esta noticia entran en un estado de inmovilización, de Shock, de

bloqueo y aturdimiento general, debido a la grave e inesperada noticia. En el caso del

autismo, como en muchas otras discapacidades, los padres no están preparados para

escuchar que su hijo, padece un trastorno que no tiene cura, para ellos es una sorpresa, por

lo que la asimilación de esta situación dura un tiempo e incluso en algunos casos de por vida

(Martínez y Bilbao, 2008).

Una vez que los padres conocen el diagnóstico de su hijo, cumplen el papel más

importante a través de toda la vida del niño, ya que estos por limitaciones mentales no

pueden depender de ellos mismos, de esta manera los padres se convierten en los

compañeros y en los educadores de los niños (Obando, 2009). Algunos estudios muestran el

hecho de cuidar a una persona con alguna enfermedad, discapacidad y/o trastorno, supone

cambios, que van desde el estilo vida a nivel personal, familiar, laboral y social, hasta

consecuencias negativas en su salud física y psicológica (Beltrán y León 2009).

Debido a que los niños con autismo demandan gran atención de los padres, los

cuidados que éstos les dan a sus hijos dificultan su desarrollo personal, familiar, social y

laboral, lo que pone en riesgo la salud física y mental de los mismos (Obando, 2009).

Además, el cambio que suelen tener los padres en sus vidas tiende ocasionarles sufrimiento,

angustia, zozobra, debido a que su dedicación y tipo de cuidado que deben proporcionarles a

sus hijos es mayor que para un infante que no presente algún tipo de discapacidad (Pereira,

2010).

Benites-Morales (2010) indica:

La presencia de un niño autista en la familia, puede frustrar las motivaciones de crianza

que los padres tenían con respecto a su hijo. Esta situación puede dar lugar a la aparición de

sentimientos confusos de culpa, frustración, ansiedad, depresión, pérdida de autoestima y

estrés (p.10).

El hecho de que los padres de estos infantes suelan manifestar dolor, intranquilidad,

tensión, preocupación y tristeza, a medida que van aceptando la situación se van dando

cuenta de que la convivencia con el niño puede llegar a ser satisfactoria y gratificante

(Benites-Morales, 2010).

Algunos autores señalan que la provisión de cuidados diarios a un niño con severa

discapacidad supone una amenaza para el bienestar del cuidador (Seguí et al., 2008).

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Otros autores, tales como Martínez et al. (2008) puntualizan que el cuidador del niño

con autismo supone una serie de implicaciones, entre las que se incluye el síndrome del

cuidador, caracterizado por presentar problemas físicos, psicológicos y sociales.

Por consiguiente, la dedicación y atención habitual de infantes con autismo puede

repercutir de manera significativa el bienestar de los cuidadores, por lo que es de gran

interés para el presente estudio debido a que forma parte de los objetivos, conocer algunas

de las variables psicológicas que puede afectar la calidad de vida de los mismos.

Niveles de carga, salud física autopercibida y niveles de depresión en el

cuidador principal

Carga en el cuidador principal

El término de carga en el cuidador fue nombrado por primera vez por Grand y

Sainbury en 1963 quienes describieron la carga como el impacto que produce el cuidado de

familiares mentalmente enfermos en sus familiares (Grand y Sainbury, 1963).

Años más tarde, otros autores determinaron el concepto, entre ellos, Zarit, Reever y

Bach-Peterson definieron la carga como el grado en que la persona cuidadora percibe que el

cuidado que realiza afecta los diferentes aspectos de su vida tanto en su salud como en su

vida personal, social y económica (Zarit, Reever y Bach-Peterson, 1980).

A su vez, George y Gwyther (1986) delimitan que la carga tiene que ver con la

dificultad persistente de cuidar y los problemas físicos, psicológicos y emocionales que

pueden estar experimentando o ser experimentados por miembros de la familia que cuidan a

un familiar con incapacidad o algún tipo de deterioro.

Dillehay y Sandys (1990) indican que la carga del cuidador se entiende como, un

estado psicológico que resulta de la combinación del trabajo físico, presión emocional,

restricciones sociales y demandas económicas que surgen al cuidar del hogar, de un enfermo

crónico o con discapacidad. A su vez, Pearlin, Mullan, Semple y Skaff (1990) han descrito

la carga como el impacto que el cuidado tiene sobre la salud mental, la salud física, otras

relaciones familiares, el trabajo y los problemas financieros del cuidador. No obstante,

algunos autores como Hoenig y Hamilton (1965) y Roig, Abengózar y Serra, (1998) aluden

el concepto de carga también como sobrecarga. A pesar de que estos autores puntualizan

esta descripción, el presente trabajo refiere el término de carga.

Por otra parte, el estudio de Martín, Salvadó y Nadal (citado en Molina, De los

Ángeles e Iáñez, 2005) indica que la carga en los cuidadores posee tres factores principales

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que en su conjunto la conforman y que unidas entre sí, explican la percepción de carga

global en los cuidadores informales. Estos factores son:

1er

Factor: Impacto del cuidado: se denomina como sobrecarga, derivada directamente del

cuidado del enfermo, las valoraciones que hace el cuidador respecto a la prestación de

cuidados, es decir, efectos que la prestación de cuidados a un familiar (enfermo,

dependiente ó discapacitado) tiene para el cuidador tales como falta de tiempo libre, falta de

intimidad, deterioro de la vida social, sensación de pérdida de control sobre la vida y

deterioro de la salud, entre otros.

2 do

Factor: Relación interpersonal: nombrada también como rechazo. Relación que el

cuidador primario informal mantiene con su familia o paciente cuidado; el deseo de delegar

el cuidado a otros, sentimientos de vergüenza, enfado ó tensión hacia su familiar enfermo o

sentimientos de indecisión acerca del cuidado.

3er

Factor: Expectativas de autoeficacia: denominada competencia, es decir, refleja las

creencias del cuidador sobre sus capacidades para cuidar de su familiar enfermo

(autoeficacia), el deber de hacerlo, la creencia de que sólo él puede hacerlo, la falta de

recursos económicos para ofrecerle a su familiar los cuidados adecuados o la expectativa de

no poder seguir prestando los cuidados por mucho más tiempo.

A pesar de que el término de carga ha sido descrito por diferentes autores todavía no

hay homogeneidad en cuanto su significado y uso (Friss, 2002; Carretero, et al., 2006;

Alpuche, Ramos del Río, Rojas y Figueroa, 2007). Para hacer una descripción más

específica del concepto, algunos autores han determinado el término de carga en los

cuidadores en dos vertientes, carga objetiva y carga subjetiva (Montgomery, Gonyeawe y

Hooyman, 1985; Montorio, Fernández, López y Sánchez, 1998).

Por su parte, Alpuche, et al. (2007) puntualizan la carga objetiva y la subjetiva de la

siguiente manera:

La carga objetiva tiene que ver con la dedicación al desempeño del rol del cuidador y se

relaciona funcionalmente con variables del paciente y con las características que determinan

la demanda de cuidados; el tiempo de dedicación, la carga física, las actividades objetivas

que desempeña el cuidador y la exposición a situaciones estresantes en relación con los

cuidados, son ejemplos de indicadores de carga objetiva utilizados frecuentemente. A su

vez, la carga subjetiva se ha definido como las actitudes y relaciones emocionales ante la

experiencia de cuidar, y se relaciona con la forma en que se percíbela situación, tanto con

las dificultades como con las recompensas (p. 238).

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21

Al discutir cuál de los dos tipos de carga tiene mayor relevancia científica, ninguna

dimensión es más importante que otra, debido a que cada una de ellas indica los aspectos y

los factores elementales en el cuidado. La carga objetiva aporta una información directa de

los cambios materiales y permite una mejor planificación y distribución de los recursos. En

contraste, la carga subjetiva indica síntomas psicopatológicos derivados del cuidar, en su

estado de ánimo y su salud, así como sobre la calidad de la relación en el cuidador y la

persona cuidada (Torres, 2007).

Además, Harwood, Ownby, Burnett, Barker y Duara (2000) puntualizan que las

variables que inciden en la carga son, entre otras, variables del paciente tales como los años

de duración de la enfermedad y problemas conductuales del paciente, agresividad,

incontinencia, vagabundeo, acusaciones, apatía, etc., variables del cuidador como los estilos

de afrontamiento, recursos financieros, apoyo social, emocional y de roles, y variables de la

relación cuidador y paciente como a mayor implicación emocional, mayor carga.

La carga del cuidador engloba múltiples dimensiones y como lo ha señalado Zarit

(2002), este término no puede ser resumido en un único concepto sino que tiene que ser

entendido dentro de un proceso multidimensional.

En otro orden de ideas, Carretero, et al. (2005) indican:

La mayoría de la investigación realizada sobre las consecuencias negativas del cuidado

informal recalca la existencia de cierta variabilidad individual existente entre los cuidadores

respecto a la carga y el estrés, dado que los cuidadores no responden de la misma forma a

los mismos estresores ni a los mismos niveles de demandas ni tampoco utilizan los mismos

recursos para afrontarlos. En este sentido, se ha hecho hincapié en que existen diferencias

individuales entre los cuidadores respecto a la carga y estrés percibidos: algunas personas

son capaces de adaptarse de forma efectiva a las aparentemente desbordantes

circunstancias, mientras que otras son vencidas por estresores mínimos (p. 53).

De acuerdo a lo anterior, Zarit (1990) desarrolla un modelo denominado Marco

Teórico Expandido del Cuidado, véase la figura 1, el cual es un proceso por el que las

personas evalúan cómo son adecuados sus recursos para afrontar las amenazas generadas

por los estresores del cuidado, indicando así una valoración general de cómo se siente el

cuidador respecto a la situación de cuidado. De esta forma, los cuidadores elaboran

valoraciones genéricas de la situación de cuidado, estiman las contribuciones de los distintos

estresores y los recursos de los que disponen de manera particular, pudiendo ser esta

valoración general una fuerte predictora de la estabilidad o del abandono del cuidado.

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Figura 1: Modelo Marco Teórico Expandido del Cuidado de Zarit (1990).

En tal sentido, Zarit delimita la definición de carga del cuidador en su instrumento de

evaluación de la carga del cuidador, Caregiver Burden Intervie (Zarit, Reever y Bach-

Peterson, 1980); la cual, es parecida al proceso de valoración secundaria del modelo del

proceso de estrés de Lazarus y Folkman (1984), señalando que los cuidadores percibirían

carga si distinguen que las demandas de la situación exceden sus recursos, por lo que, la

carga en este acercamiento sería subjetiva y reflejaría por lo tanto las diferencias

individuales, indicando así, que algunas personas se sentirán sobrecargadas por pequeñas

demandas asistenciales, mientras que otras sentirán poca o ninguna carga subjetiva cuando

proporcionen un gran cuidado (Zarit, 1990).

Zarit fue extendiendo este modelo, por medio de la integración de una dimensión

del estrés denominada la evaluación primaria, planteada por Lazarus y Folkman (1984),

llevando a cabo lo que ha nombrado Modelo del Proceso del Estrés Modificado de Lazarus

y Pearlin (Zarir, 2002). Este modelo, refiere a que el impacto de los estresores primarios

objetivos debe ser entendido en base de su importancia o del grado de amenaza que suponen

para los cuidadores, tomando en cuenta las diferencias individuales ya que la evaluación del

estresor como amenazante y generador de malestar emocional o no es subjetiva de cada

cuidador. En la figura 2 se puede apreciar el Modelo.

Características

contextuales

Estresores primarios:

Indicadores objetivos:

Tareas de cuidado del

paciente.

Indicadores subjetivos:

Tensión, sobrecarga,

molestia e

inspiraciones.

Estresores

secundarios:

Cambio en

actividades y

roles.

Evaluación de los

cambios.

Consecuencias del

cuidado:

Crisis del cuidado.

Disminución del

bienestar.

Incremento de

problemas de salud

física y mental.

Mediadores:

Estrategias de

afrontamiento.

Apoyo social.

Valoración

secundaria

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Figura 2: Modelo del Proceso del Estrés Modificado de Lazarus y Pearlin (Zarir, 2002).

Estos modelos han estado explicando la teoría del concepto de carga y través de los

años ha dado lugar a que la carga en el cuidador sea considerada como un proceso

establecido por múltiples dimensiones del proceso de estrés (Carretero et al., 2005), en este

sentido, la carga es un proceso del estrés.

Además, se considera que la carga como proceso del estrés, puede repercutir en la

calidad de vida del cuidador, cuestión que atrae la atención debido a que se ve

comprometido su bienestar y su manera de llevar su vida de forma saludable.

Según Torres (2007):

Al parecer la carga es un predictor de la calidad del cuidado, de institucionalización y un

criterio de evaluación de coste y efectividad de los programas de tratamiento y de las

políticas sociosanitarias. De ahí, la importancia de la medición de carga del cuidador (p.

124).

Todos estos criterios, exteriorizan la relevancia del estudio de la carga en los

cuidadores, lo que ha llevado a diferentes investigadores a tomar la iniciativa de realizar

estudios con el propósito de comprobar la presencia de carga en estos cuidadores tanto de

niños con alguna discapacidad, enfermedad crónica o trastorno, como de niños regulares.

Estresores

primarios

Estresores primarios:

Objetivos:

Estado cognitivo.

Problemas de

conducta.

Subjetivos:

Sobrecarga del rol.

Pérdida de relaciones.

Tensiones

de rol

Valoración primaria:

Amenaza/Desafío

Conflicto familiar.

Conflicto laboral.

Problemas

emocionales.

Tensiones

intrapsíquicas

Pérdida de:

Maestría.

Autoestima.

Self.

Competencia.

Ganancias.

Consecuencia

s

Bienestar.

Salud.

Ceder el rol.

Mediadores:

Estrategias de

afrontamiento.

Apoyo social. Valoración secundaria:

Consecuencia/Eficacia.

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Una de estas investigaciones, ha sido realizada por Martínez et al. (2008) la cual

evaluó la carga percibida del cuidador primario informal familiar (CPIF) de niños con

parálisis cerebral infantil severa (PCIS). En la misma, obtuvo una muestra de 102 CPIF

pertenecientes al Estado de México habiendo utilizaron como instrumentos la Entrevista de

carga del cuidador de Zarit (1982) versión validada por Alpulche (2007) y un cuestionario

sociodemográfico creado al efecto.

Los resultados muestran que el 12% de los cuidadores no presentan sobrecarga; el 24

% sobrecarga leve; el 47 % perciben una sobrecarga moderada y el 17% presentan un nivel

de sobrecarga severa, por lo que la realización de esta investigación conlleva al

planteamiento de otras investigaciones con la intención de conocer qué pasa con los

cuidadores primarios informales de niños que tienen otras discapacidades.

Otro estudio, denominado Perfil del cuidador: sobrecarga y apoyo familiar e

institucional del cuidador primario en el primer nivel de atención (Lara, González y Blanco,

2008), tuvo como objetivo conocer las características del cuidador primario ante su perfil

demográfico, físico, emocional, apoyo familiar e institucional, así como también, identificar

la sobrecarga en estos cuidadores. Para obtener los datos, emplearon dos cuestionario, uno

del perfil del cuidador y el otro la Escala de Sobrecarga en el cuidador de Zarit. Con un total

de 60 participantes los resultados muestran que el 20% tuvo sobrecarga leve y el 11.7%,

tuvo sobrecarga intensa.

En cuanto a los resultados de la relación del perfil emocional y la carga del cuidador

primario se observaron diferencias estadísticas significativas al momento que el paciente

refirió sufrir insomnio (p=0.01), poca tolerancia (p=0.04) y tener expectativas o planes de

vida (p=0.04). Además, la relación entre las redes de apoyo familiar e institucional y carga

del cuidador mostraron diferencias estadísticas significativas con respecto al trato del

enfermo al cuidador (p=0.02). Estos datos hallados concluyen que el perfil del cuidador

primario corresponde, principalmente, a mujeres, personas casadas, ama de casa e hijas,

además sugieren que el médico de familia debe identificar los posibles síntomas físicos,

psicosomáticos y psíquicos para prevenir la sobrecarga.

Asimismo, una investigación llevada a cabo por Chamorro, Argoty, Córdoba, López

y López (2009) estudió la caracterización del cuidador principal de los pacientes con

discapacidad neurológica, donde se toma una población de 16 cuidadores principales de

pacientes con discapacidades neurológicas.

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Se aplicó un cuestionario sociodemográfico para los datos de los cuidadores,

también se determinó la carga física y emocional del cuidador principal por medio de la

escala de sobrecarga de Zarit, Reever y Bach-Peterson (1980) y utilizaron el método REBA

(Rapid Entire Body Assessment) que ha sido desarrollado por Hignett y McAtamney (2000)

para estimar el riesgo de padecer desordenes corporales relacionados con el trabajo. Los

resultados de este estudio muestran que los cuidadores no presentaron importantes niveles

de sobrecarga emocional, que se refiere a la socio-emocional entre el paciente y el cuidador.

Otro estudio, efectuado por Rubiera do Espíritu Santo, Munhoz, Martínez, Barbosa

y Gonçaleves (2010), evalúo la sobrecarga de cuidado y la calidad de vida de los cuidadores

de niños/ adolescentes portadores de cáncer. El mismo tuvo una muestra de 32 cuidadores

habiendo utilizado el instrumento Caregiver Burden Scale (CBS) para medir la sobrecarga,

el cuestionario de Salud SF-36 para medir la calidad de vida en estos cuidadores y el

Inventario de Depresión de Beck versión portuguesa por Gorestein y Andrade (1998). Los

resultados señalan que se encontró correlación significativa entre la sobrecarga, la salud

mental y vitalidad, por lo que concluyen, que los cuidadores presentaron sobrecarga y

aspectos de calidad de vida comprometidos, por lo que posiblemente necesitan de

intervenciones que promuevan el bienestar físico, social y emocional para disminuir la

sobrecarga y mejorar su calidad de vida.

Estos datos hallados señalan que el cuidado diario a niños con algún tipo de

discapacidad o trastorno severo puede ocasionar diferentes niveles de sobrecarga y por ende

repercutir en la salud del cuidador principal.

Salud física autopercibida en el cuidador principal

El concepto de salud difiere de la idea que se ha tenido sobre ella desde siglos

pasados, de hecho, durante los últimos años ha sido descrita por los autores de diversas

maneras. La OMS (1946) indica que la salud es el estado de completo bienestar físico,

mental, espiritual, emocional y social, y no solamente la ausencia de afecciones o

enfermedades.

Oblitas (2007) puntualiza que la salud “es un estado y al mismo tiempo, un proceso

dinámico cambiante. Continuamente sufrimos alteraciones en nuestro medio interno, físico

y psicológico, así como en nuestras relaciones interpersonales, las cuales suponen

permanentemente reestructuraciones de nuestros esquemas internos” (p. 4).

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Además, Guerreo y León (2008) enfatizan que el concepto de salud en su origen se

relacionaba con el de enfermedad, sin embargo, ha evolucionado hasta un concepto más en

consonancia con el pensamiento actual, relacionado con la calidad de vida y el estado de

bienestar del individuo.

En la actualidad, el termino de salud se ha determinado desde distintas vertientes de

acuerdo a las diferentes dimensiones existentes en el ser humano, lo cual ha permitido

establecer la salud como, salud física, salud mental, salud emocional, salud pública, salud

religiosa, salud laboral. De tal modo, D. García (1998) puntualiza el concepto de salud

física o somática describiéndola como el estado del organismo libre de enfermedades y

capacitado para ejercer normalmente todas sus funciones fisiológicas (por ejemplo, agudeza

visual, fuerza muscular, funcionamiento eficiente del cuerpo, etc.), la salud es entendida

aquí desde un modelo clínico, donde las personas son consideradas como sistemas

fisiológicos multifuncionales.

Mas aún, se ha considerado el término de salud autopercibida, por lo que Sánchez,

Aparicio y Dresh (2006) delimitan la salud autopercibida como “la percepción que tiene la

persona sobre su propio estado de salud” (p. 584).

Partiendo de la definición de salud física se puede decir que la salud física en una

persona se refiere al estado de completo bienestar de las funciones fisiológicas de su

organismo que lo hace capaz de llevar a cabo todo tipo de actividad física, entonces, al unir

este término con el de salud autopercibida se estaría hablando de salud física autopercibida,

la cual aludiría a la percepción que tiene la persona acerca de su estado de salud física.

Por otra parte, los investigadores han llevado a cabo diversos estudios sobre la salud

física en los cuidadores de personas con enfermedad de Alzheimer, parálisis cerebral,

cáncer, problemas del neurodesarrollo, autismo, etc., esto ha llevado a que también se haya

determinado el concepto de salud física en los cuidadores, así, Moreno et al. (2004) describe

el concepto de salud física en los cuidadores, definiéndola como “el bienestar físico del

cuidador familiar, mientras que cuida a un miembro de la familia o persona significativa

durante un período prolongado de tiempo” (p.31).

Teniendo en cuenta este concepto, la salud física es un elemento esencial para el

bienestar y la calidad de vida de las personas que tienen la responsabilidad de cuidar de otra.

No obstante, para entender cómo el bienestar y la calidad de vida mantienen estable la salud

de las personas es necesario definirlas. De acuerdo con la OMS (1980) la calidad de vida se

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refiere a la percepción que tienen los individuos acerca de su posición en la vida, teniendo

en cuenta el contexto del sistema cultural y de valores en el que viven y en relación con sus

metas, expectativas, normas e intereses y el bienestar se refiere, como sentimiento subjetivo,

al resultado de experimentar salud o autopercibir que nuestro organismo funciona de manera

congruente e integrada (Brenner y Wrube, 1989).

Con la finalidad de conocer el estado de salud de los cuidadores (familiares,

primarios y/o informales), los investigadores han llevado a cabo algunos estudios que

permiten evaluar y diagnosticar el estado de salud física en estos cuidadores. No obstante, la

mayoría de estos estudios suelen relacionar la salud física con la sobrecarga emocional en

los cuidadores, debido a que se tiene la hipótesis de que la sobrecarga emocional repercute

en la salud física de los cuidadores, es decir, a mayor sobrecarga, mayores problemas físicos

tendrán los cuidadores (Seguí, et al., 2008).

Una investigación llevada a cabo por García et al., (2004) acerca de El Impacto de

Cuidar en la Salud y la Calidad de Vida en las Mujeres, analiza la distribución del papel de

cuidadores entre hombres y mujeres y sus consecuencias respecto a la sobrecarga, la salud y

la calidad de vida. La misma, revisó antecedentes disponibles en España y en otros países

derivados de distintas bases bibliográficas, publicaciones e informes oficiales, de allí se

tomó en cuenta una investigación sobre cuidadoras informales que realizó una encuesta

domiciliaria a 1.000 cuidadores/ras principales.

Los datos hallados, señalan que se manifiesta el claro predominio de las mujeres

como cuidadoras informales de nuestro medio. Igualmente se deriva que el impacto

negativo de cuidar es identificado por una gran porción de cuidadoras, en especial las

repercusiones económicas, laborales y el uso del tiempo, además, se asume que las

consecuencias sobre la salud son también importantes, sobre todo en la esfera psicológica,

asociadas con altos niveles de sobrecarga, concluyendo que es necesario replantear las

políticas sociales y sanitarias y prever recursos suficientes para cubrir la creciente necesidad

de atención informal en las cuidadoras principales.

Por su parte, un estudio sobre Factores Asociados al Estrés del Cuidador Primario de

Niños con Autismo: Sobrecarga, Psicopatología y Estado de Salud, evalúa los niveles de

sobrecarga, así como el estado de salud mental y física en los cuidadores de niños

diagnosticados con autismo, y la relación existente entre dichas variables.

En el mismo, han participado un total de 40 cuidadores, casi en su totalidad

cuidadoras, obteniéndose medidas de factores sociodemográficos creadas al efecto; para

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medir la sobrecarga del cuidador utilizaron la adaptación al castellano de Martín, et al.,

1996) de la escala de sobrecarga del cuidador de Zarit, Reever y Bach-Peterson (1980), para

medir la psicopatología utilizaron la adaptación al castellano de González, et al (1989) del

Symtom Check List-90-Review (SCL-90) y para la medición del estado de salud utilizaron

la adaptación española de Alonso, Prieto y Anto (1995) del SF-36 de Ware y Sherbourne

(1992).

Los resultados indican una elevada sobrecarga en los cuidadores, así como una peor

salud mental y física respecto a la población general, además los cuidadores de niños con

trastorno del espectro autista que experimentan mayores niveles de sobrecarga poseen

generalmente mayor afectación, tanto psicológica como física, obteniendo la relación más

alta con la depresión. Del mismo modo, encuentran correlaciones positivas y significativas

entre los niveles de sobrecarga y las dimensiones psicopatológicas y de salud evaluadas

(Seguí, et al., 2008).

Del mismo modo, una investigación llevada a cabo por Fernández de Larrinoa et al.

(2011) en la cual, se usó una muestra de 1.257 cuidadores/as familiares de la provincia de

Vizcaya, se estudió cómo los familiares cuidadores perciben su estado de salud, además de

comprobar si existe relación entre la salud percibida y el nivel de sobrecarga; por otro lado,

se compararon los resultados con datos referidos a población general española.

Utilizaron como instrumentos un protocolo elaborado al efecto para recoger

información sobre aspectos sociodemográficos, del mismo modo, se empleó el SF- 36

HealthSurvey (McHorney, Ware, Lu y Sherbourne, 1994; McHoney, Ware y Raczek, 1993)

versión española adaptada por Alonso, Prieto y Antó (1995) para evaluar la salud percibida

relacionada con la calidad de vida y para evaluar la sobrecarga utilizaron la escala de

sobrecarga del cuidador de Zarit, Reever y Bach-Petersonen (1980) en su adaptación

española de Martin, et al. (1993).

Los resultados muestran que la percepción general de salud de las personas

cuidadoras que han participado en el estudio es peor que la de la población general española

y que esta percepción es especialmente acusada en lo que se refiere al componente de salud

mental. Además, las correlaciones muestran que cuanto peor es la salud percibida, mayor es

la sobrecarga.

Estos estudios, evidencian el deterioro de la salud física en los cuidadores principales

que mayormente se presentaban por la presencia de sobrecarga en los mismos. M. García,

Mateo y Maroto (2004) enfatizan que los cuidadores con alto nivel de sobrecarga muestran

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peor autopercepción de salud y mayor probabilidad de tener trastornos mentales, por lo que,

además de la salud física, la sobrecarga puede afectar estados emocionales que pueden

causar depresión.

Además de las variables de carga y salud física, otros investigadores han tenido el

interés de estudiar la depresión en el cuidador principal con el propósito de determinar la

existencia del mismo, en qué nivel se presenta y cómo repercute en el bienestar y calidad

de vida de estos cuidadores.

Depresión en el cuidador principal

La depresión se define como una serie de concepciones negativas de sí mismo, del

mundo y del futuro que conllevan a una serie de distorsiones sistemáticas en el

procesamiento de la información. Entre tales deformaciones se encuentran la sobre-

generalización, el pensamiento dicotómico, las inferencias arbitrarias, la abstracción

selectiva y la personalización (Beck, 1972).

En 1994 la American Psychiatric Association, describen la depresión como un

trastorno que se caracteriza por la presencia de un humor depresivo durante, al menos, dos

semanas, junto con, al menos, tres de los siguientes síntomas: pérdida de interés por

actividades placenteras, baja autoestima, sentimiento de culpa, pensamientos y/o intento de

suicidio, disminución de la energía, agitación, problemas del sueño, modificaciones

(incremento o decremento) en el apetito, problemas relacionados con el pensamiento y la

concentración.

Posteriormente, el DSM-IV-TR (2002), establece la depresión dentro de la

clasificación de los Trastornos del estado de ánimo, sub-dividido en:

Episodio depresivo mayor, caracterizado por un periodo, de al menos dos semanas,

durante el que hay un estado de ánimo deprimido o una pérdida de interés o placer

en casi todas las actividades, el sujeto también debe experimentar al menos otros

cuatro síntomas de una lista que incluye cambios en el apetito o peso, del sueño y de

la actividad psicomotora; falta de energía; sentimientos de infravaloración o culpa;

dificultad para pensar, concentrarse o tomar decisiones, y pensamientos recurrentes

de muerte o ideación, planes o intentos suicidas.

Para indicar la existencia de un episodio depresivo mayor, un síntoma debe

ser de nueva presentación o haber empeorado claramente si se compara con el estado

del sujeto antes del episodio. Los síntomas han de mantenerse la mayor parte del día,

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casi cada día, durante al menos dos semanas consecutivas. El episodio debe

acompañarse de un malestar clínico significativo o de un deterioro social, laboral, o

de otras áreas importantes de la actividad del individuo. En algunos sujetos con

episodios leves la actividad puede parecer normal, pero a costa de un esfuerzo muy

importante.

Trastorno depresivo mayor, que se caracteriza por uno o más episodios depresivos

mayores.

Trastorno distímico, que se caracteriza por al menos dos años en los que ha habido

más días con estado de ánimo depresivo que sin él, acompañado de otros síntomas

depresivos que no cumplen los criterios para un trastorno depresivo mayor,.

Trastorno depresivo no especificado que se incluye para codificar los trastornos con

características depresivas que no cumplen los criterios para un trastorno depresivo

mayor, trastorno distímico, trastorno adaptativo con estado de ánimo depresivo o

trastorno adaptativo con estado de ánimo mixto ansioso y depresivo (o síntomas

depresivos sobre los que hay una información inadecuada o contradictoria).

El Ministerio de Salud (MS, 2006) define la depresión como:

Una alteración patológica del estado de ánimo con descenso del humor que termina en

tristeza, acompañada de diversos síntomas y signos de tipo vegetativo, emocionales, del

pensamiento, del comportamiento y de los ritmos vitales que persisten por tiempo

habitualmente prolongado (al menos de 2 semanas). Con frecuencia tiende a manifestarse

en el curso de la vida, con aparición de varios episodios, adquiriendo un curso fásico o

recurrente con tendencia a la recuperación entre ellos (p. 6).

Por su parte, Alberd, Taboada, Castro y Velásquez et al. (2006) consideran la

depresión como:

Un síndrome o agrupación de síntomas susceptibles de valoración y ordenamiento en unos

criterios diagnósticos racionales y operativos. Por definición, el concepto de depresión

recoge la presencia de los síntomas afectivos -esfera de los sentimientos o emociones:

tristeza patológica decaimiento, irritabilidad, sensación subjetiva de malestar e impotencia

frente a las exigencias de la vida, aunque en mayor o menor grado, siempre están también

presentes síntomas de tipo cognitivo, volitivo e incluso somático (p.1).

De acuerdo con Martínez y Bilbao (2008), en los cuidadores de niños con autismo se

genera un estado de profunda y lógica desesperanza, que puede derivar en un estado de

depresión. Esta descripción está presente en el estudio de algunos autores que se han

interesado en buscar la presencia de depresión en los cuidadores, por lo que, un artículo

publicado por Bitsika y Sharpley (2004), evalúa el estrés, la ansiedad y la depresión en los

padres de niños con trastorno del espectro autista.

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En el mismo, se tomó una muestra de 107 padres. Los instrumentos empleados

fueron, un cuestionario demográfico que evaluó los antecedentes de los padres, y dos

inventarios estandarizados para medir la ansiedad y la depresión. Los resultados obtuvieron

que, más del 90% de los padres notificaron que a veces no podían controlar eficazmente el

comportamiento de sus hijos. Casi la mitad de los participantes fueron severamente ansiosos

y casi dos tercios presentaron depresión.

Por otra parte, un meta-análisis sintetiza los resultados de estudios comparativos de

la depresión en madres de niños con y sin discapacidad de desarrollo. Los resultados se

determinaron a través de 18 estudios realizados entre 1984 y 2003. Los datos hallados

registran que un tamaño del efecto ponderado de 0,39 indica un elevado nivel de depresión

en las madres de niños con discapacidades del desarrollo.

Gracias a la comparación, encontraron que la edad del niño y la categoría de

discapacidad moderada presentan mayor nivel de depresión; de lo cual se deduce, que las

madres de niños con discapacidades de desarrollo tienen un riesgo elevado de depresión en

comparación con las madres de niños sin discapacidad del desarrollo. Además, concluyen

que la depresión en las madres de niños con discapacidades de desarrollo es una condición

que actualmente no se están abordando en gran escala, a pesar de las intervenciones

prometedoras que se encuentran disponibles (Singer, 2007).

Del mismo modo, una investigación de Bailey, Golden y Ford (2007), sobre la

Depresión materna y la discapacidad de desarrollo: “La crítica de la Investigación”, refiere,

que el estudio se diseñó para describir la literatura de la depresión materna, donde se llevó a

cabo la crítica acerca de su metodología de investigación, además de identificar los

resultados entre los estudios y hacer recomendaciones para futuras investigaciones. De los

42 artículos revisados, sólo ocho fueron clínicamente diagnosticados por depresión, la

mayoría de ellos utiliza una escala de calificación de síntomas depresivos.

En los estudios, las madres de niños con discapacidades en general mostraron una

tasa superior a la media de los síntomas depresivos y un mayor riesgo de depresión clínica,

pero la incidencia puede ser menor que lo reportado en la literatura. Llegaron a la

conclusión de que, saben muy poco acerca de la depresión clínica en madres de niños con

discapacidades. La distinción entre la depresión clínica y los síntomas depresivos pueden ser

importantes en la conceptualización de cómo un niño con una discapacidad puede influir en

los miembros de la familia y la naturaleza del apoyo que puede ser siempre necesario. Las

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investigaciones futuras deberían incorporar las herramientas de diagnóstico estándar y

evaluar la historia, la gravedad y tipo de depresión.

Otra investigación acerca de la Sobrecarga, ansiedad y depresión en cuidadores

primarios de pacientes con dolor crónico, tiene como finalidad medir y comparar los niveles

de sobrecarga, ansiedad y depresión en una muestra de 65 cuidadores primarios de pacientes

con dolor crónico y 35 cuidadores de pacientes terminales. Aplicaron la Entrevista de

Sobrecarga del Cuidador de Zarit y Zarit (1982), la Encuesta de Salud del Cuidador

Primario Informal de Ramos-del Río (2005), y las Subescalas de Ansiedad y Depresión

tomadas de la historia clínica multimodal de Lazarus (1976).

Los resultados hallados señalan que, ambos grupos rebasaron el punto de corte del

nivel de sobrecarga, pero no hubo diferencias significativas en esta variable ni en ansiedad.

Sin embargo, los cuidadores, de pacientes terminales presentaron mayor sintomatología

depresiva y mayor percepción de impacto en su estado de ánimo, a su vez, se encontraron

correlaciones positivas entre sobrecarga y depresión; sobrecarga y ansiedad y depresión y

ansiedad (Alfaro et al., 2008).

También, un estudio sobre la depresión y la calidad de vida en madres de niños con

trastornos invasores de desarrollo, tuvo como objetivo evaluar la prevalencia de la

disforia/síntomas depresivos en madres de niños con trastorno autístico e identificar posibles

relaciones con calidad de vida y características sociodemográficas (Fávero-Nunes y dos

Santos, 2010). El mismo, tuvo una muestra de 20 madres y las escalas que se emplearon

fueron el Cuestionario de Perfil Socio Demográfico (CPS), la versión brasileña del

Inventario de Depresión de Beck (BDI) y la forma abreviada de la Escala de Calidad de

Vida WHOQOL-Bref.

Los resultados mostraron que el 15% de las madres cumplieron los criterios para

disforia/depresión, el 70% evaluaron favorablemente su calidad de vida global, a pesar de

esto, sólo el 40% de ellas estaban satisfechas con su salud, además, la calidad de vida se

asoció positivamente con la renta familiar y el nivel de instrucción, pero se asocio

negativamente con la depresión. Tomando en cuenta los datos hallados, se recomienda que

se lleven a cabo nuevos estudios que profundicen, especialmente, las variables que no se

mostraron significativas.

Por otra parte, Baker, Seltzer y Greenberg (2011) evaluaron los efectos

longitudinales de la capacidad de adaptación a los problemas de conducta y la depresión

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materna en las familias de los adolescentes con autismo, los participantes fueron 149

familias de niños diagnosticados con autismo que se encontraban entre las edades de 10 y 22

años y se examinaron durante un período de tres años. Las madres informaron sobre la

adaptabilidad de la familia, la relación madre-hijo, los síntomas depresivos propios, y los

problemas de conducta de sus hijos, estos factores fueron utilizados para predecir la

depresión materna y problemas de comportamiento infantil.

Los resultados demostraron que la capacidad de adaptación en el ámbito familiar

predijo un cambio, tanto en la depresión materna, como en los problemas de

comportamiento infantil, durante el período de estudio, más allá de la contribución de la

díada madre-hijo.

Así, los estudios sobre la carga en los cuidadores tienen resultados contradictorios

(Chamorro et al., 2009; Lara et al., 2008; Martínez et al., 2008; Rubiera do Espíritu Santo et

al., 2010); además Fernández, et al. (2011), García et al. (2004), y Seguí et al. (2008)

señalan cómo los niveles de carga/sobrecarga manifestados en los cuidadores afectan la

salud física de los mismos. Del mismo modo, las investigaciones sobre depresión muestran

disparidad referente a la presencia de depresión en los cuidadores (Bailey et al., 2007;

Baker, et al., 2011; Bitsika y Sharpley, 2004; Fávero-Nunes y dos Santos, 2010; Singer,

2007).

Además, otro de los estudios, puntualiza que la sobrecarga no genera depresión en

los cuidadores (Alfaro et al., 2008) y otras investigaciones, sugieren la realización de

futuros estudios sobre la depresión en los cuidadores de niños con discapacidad, enfermedad

o trastorno como el autismo (Bailey et al., 2007; Fávero-Nunes y dos Santos, 2010; Singer

et al., 2007).

Los resultados de los estudios ya mencionados, permiten hacer notar que el cuidado

diario de los infantes con algún tipo de discapacidad, enfermedad o trastorno puede afectar

de manara significativa el bienestar y la calidad de vida de estos cuidadores, ya que son

personas que tienen un estilo de vida más comprometedor que los sujetos que cuidan niños

regulares.

Tal situación atrae la atención, debido a que estos cuidadores son personas que a

pesar de realizar un cuidado diario de mucha dedicación y compromiso, tienen necesidades

e intereses personales, que a veces son pospuestos y deberían poseer el derecho de tener la

misma posibilidad que los demás de satisfacerlos de manera saludable, por lo que sería de

gran relevancia que los profesionales de la psicología y de otras áreas de la salud tomen en

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cuenta tal circunstancia para así aportar herramientas que ayuden a estos cuidadores a

mantener su estilo de vida con menos dificultad y mayor bienestar.

Las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo no escapan de esta

situación; en este sentido, como se ha descrito en la literatura revisada, se han llevado a

cabo estudios que han identificado variables como la carga, la salud física y la depresión en

estas cuidadoras, sin embargo, no hay suficientes estudios que hayan evaluado la relación de

la carga con la depresión ni tampoco hay estudios que hayan evaluado la relación de la salud

física con la depresión, además, la relación entre la carga, la salud física y la depresión no se

han estudiado en conjunto.

Por lo que, el hecho de llevar a cabo un estudio que permita identificar los niveles de

carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales

de niños y jóvenes con autismo y de la misma manera, relacionar estas tres variables,

constituiría un aporte teórico novedoso para los profesionales de la psicología y de otras

áreas de conocimiento ya que dentro de la literatura revisada no existen estudios específicos

previos y además no se ha ejecutado este tipo de estudio en población venezolana.

En tal sentido, se llevó a cabo un estudio que permitiera relacionar los niveles de

carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales

de niños y jóvenes con autismo pertenecientes a C.A.I.P.A.-Lara

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Método

Problema

Las contribuciones científicas que han estudiado la realidad de los cuidadores

principales de niños con algún tipo de discapacidad o trastorno como el autismo sugieren la

presencia de carga en los cuidadores y a su vez, ésta afecta su estado de salud física

(Fernández et al., 2011; Martínez et al., 2008; Seguí, et al., 2008).

Además, el estudio realizado por Chamorro et al., (2009) señala que los cuidadores

de pacientes con discapacidad neurológica no poseen elevados niveles de sobrecarga, estos

resultados son similares a los resultado del estudio de Lara, et al., (2008) y el de Rubiera do

Espíritu Santo, et al. (2010). A pesar, que las investigaciones ya mencionadas sugieren la

presencia de elevados niveles de sobrecarga en los cuidadores principales de niños con

discapacidad o trastorno como el autismo; el estudio de García et al., (2004), que en la

literatura revisada se encontró que las afectaciones de la salud presentes en las cuidadoras

principales se encuentran asociadas con altos niveles de sobrecarga; y el otro estudio que

relacionó la sobrecarga con la depresión en cuidadores de pacientes terminales, encontró

que la sobrecarga no influyó en la presencia de depresión en los mismos (Alfaro et al.,

2008).

No obstante, las diferentes investigaciones que han evaluado trastornos emocionales

como la depresión en estos cuidadores y han revelado la presencia y ausencia de niveles de

depresión en ellos (Bailey et al., 2007; Baker et al., 2011; Bitsika y Sharpley, 2004; Fávero-

Nunes y dos Santos, 2010; Singer, 2007). A pesar de esto, no hay suficientes estudios que

identifiquen la carga, la salud física y la depresión en las cuidadoras principales de niños y

jóvenes con autismo, asimismo, no hay muchos estudios que relacionen la carga con la

salud física o con la depresión en estas cuidadoras, ni tampoco, hay reportes que hayan

relacionado la salud física con la depresión en ellas, además, no se ha estudiado la relación

entre carga, la salud física y la depresión en las mismas.

Tal necesidad, estimuló la importancia de continuar realizando estudios en las

cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo ya que posibilitaría tener nuevos

aportes teóricos para los profesionales de la psicología y de otras áreas de conocimiento. Por

lo tanto, se consideró de gran interés llevar a cabo un estudio que relacionara los niveles de

carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales

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de niños y jóvenes con autismo, ya que estas tres variables psicológicas no se han estudiado

en su conjunto en estas cuidadoras. Por lo que cabe preguntarse:

¿Cuál es la relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo?

Objetivo General

Analizar la relación entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo

pertenecientes al Centro de Atención Integral para Personas con Autismo C.A.I.P.A.-Lara.

Objetivos Específicos

Identificar los niveles de carga en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con

autismo.

Examinar el estado de salud física autopercibida en las cuidadoras principales de

niños y jóvenes con autismo.

Explorar los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes

con autismo.

Relacionar los niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de

depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo.

Definición de variables

Variable A: Niveles de Carga

Definición conceptual:

Se define como la evaluación o percepción que el cuidador tiene de las demandas del

medio relacionadas con su rol como cuidador y los recursos con los que cuenta para

satisfacer dichas demandas (Zarit, Reever y Bach-Peterson, 1980).

Definición operacional:

Se define de acuerdo al puntaje de la Entrevista de Carga del Cuidador de Zarit

(Zarit, 1980/1998/2007), tal y como se aprecia en la tabla 2.

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Tabla 2: Operacionalización de la Variable Niveles de Carga.

Variable Dimensión Indicadores Ítems

Carga

Carga objetiva

Impacto del Cuidado 2, 3, 7, 8, 10, 11, 12,

14, 16, 17, 18, 19 y 22.

Carga subjetiva Relación Interpersonal 1, 4, 5, 6, 9 y 13. Expectativas de

Autoeficacia 15, 20 y 21.

Variable B: Salud física autopercibida

Definición conceptual:

La salud física autopercibida se define como la percepción que tiene la persona sobre

su propio estado de salud (Sánchez, Aparicio y Dresch, 2006).

Definición operacional:

Se define de acuerdo al puntaje del Cuestionario de Salud SF-36 (Ware y Gandek,

1994), tal y como se muestra en la tabla 3.

Tabla 3: Operacionalización de la Variable Salud Física Autopercibida.

Variable

Dimensión

Indicadores

Ítems

Salud física

autopercibida

Función física

Componente de

Salud Física

1;2;3a,b,c,d,e,f,g,h,

i,j;

4a,b,c,d;7;8;11a,b,c

,d.

Rol físicos

Dolor corporal

Salud general

Vitalidad

Componente de

Salud Mental

9a,b,c,d,e,f,g,h,i;

6;10;5a,b,c. Función social

Rol emocional

Salud mental

Variable C: Niveles de depresión

Definición conceptual:

Se define como una serie de concepciones negativas de sí mismo, del mundo y del

futuro; que conllevan a una serie de distorsiones sistemáticas en el procesamiento de la

información. Entre tales deformaciones se encuentran la sobre-generalización, el

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pensamiento dicotómico, las inferencias arbitrarias, la abstracción selectiva y la

personalización (Beck, 1972).

Definición operacional:

Se define de acuerdo al puntaje del Inventario de Depresión de Beck (Beck, Ward,

Mendelson, Mock y Erbaugh, 1961), tal como se refleja en la tabla 4.

Tabla 4: Operacionalización de la Variable Niveles de Depresión.

Variable Dimensiones Indicadores Ítems

Depresión

Cognitiva

Estado de ánimo del sujeto. 1

Pesimismo/ expectativa negativas hacia el

futuro.

2

Sentimientos de fracaso personal. 3

Falta de satisfacción. 4

Sentimientos de culpabilidad. 5

Sentimientos de que merece un castigo. 6

Autodresprecio 7

Autoreproche/autocrítica. 8

Deseos de Autocatigo/Pensamientos suicidas. 9

Llanto. 10

Irritabilidad. 11

Aislamiento Social. 12

Indecisión. 13

Distorsión de la imagen corporal. 14

Desgano o poca motivación hacia el trabajo. 15

Somatico/

vegetaitivo

Trastorno del sueño. 16

Fatigabilidad. 17

Pérdida del apetito. 18

Pérdida de peso. 19

Preocupaciones somáticas e hipocondríacas. 20

Disminución o pérdida del interés por el sexo. 21

Trastorno del sueño. 16

Variables a controlar

Formadas por los participantes

Edad

Definición conceptual: se refiere al tiempo de existencia de alguna persona desde su

nacimiento hasta la actualidad establecida por años.

Modo de control: se controló por medio de la selección de sujetos en una categoría

de edad entre 20 a 75 años.

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Sexo

Definición conceptual: se refiere al conjunto de características biológicas que

definen al espectro de los seres humanos como hembras y machos o mujeres y

hombres.

Modo de control: se controló a través de la técnica de igualación ya que se tomará

sólo mujeres.

Cuidador principal de otros miembros de la familia

Definición conceptual: tiene que ver con aquellos cuidadores primarios que tienen

más de un hijo con autismo o afectado con otro tipo de discapacidad, o que estuviese

al cuidado de algún otro miembro familiar dependiente.

Modo de control: se controlará a través de la técnica de igualación debido a que se

excluirán del estudio aquellos cuidadores (ras) principales que atiendan a otro

miembro de la familia que padezca autismo u otro tipo de discapacidad o

dependencia.

Cuidador principal que presente una dificultad reciente

Definición conceptual: hace referencia al cuidador principal que haya sufrido

durante el último año algún acontecimiento vital estresante en su vida como: la

muerte de algún familiar, haber recibido algún diagnóstico de enfermedad grave en

sí mismo u otro miembro de la familia y separación o divorcio.

Modo de control: se controló por medio de la técnica de igualación ya que se

excluirán del estudio aquellos cuidadores (ras) principales que arrojan datos tales

como dificultades recientes, por ejemplo, presencia durante los últimos 12 meses de

la muerte de algún familiar cercano o persona significativa para el sujeto, presencia

de alguna enfermedad grave o crónica en él u otro familiar, y estado civil.

Formadas por la situación

Ambiente

Definición conceptual: se refiere al sitio y al periodo de tiempo donde se le

administrará los instrumentos a los participantes.

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Modo de control: se controló a través de la técnica constante debido a que de todos

los sujetos estuvieron expuesto a un lugar seguro donde tuvieron las mismas sillas,

mesas, lápices, borradores e iluminación, pertinentes para su comodidad y atención.

Del investigador

Definición conceptual: hace referencia a la interacción de la investigadora con los

participantes cuando se relacione con ellos.

Modo de control: se controló por medio de la técnica de igualación, porque la

investigadora se relacionó de la misma manera con todos los participantes de la

investigación.

Tareas - Instrucciones

Definición conceptual: tiene que ver con la explicación o interpretación de los

instrumentos que se aplicará a cada grupo de sujetos a participar.

Modo de control: se controló por medio de la técnica de igualación ya que se le

expondrán claramente las mismas instrucciones para todos los sujetos.

Asistencia de los participantes

Definición conceptual: tiene que ver con la presencia de los participantes en la fecha

y hora pautada al centro donde se les aplicará los instrumentos.

Modo de control: se controló a través de la técnica de igualación ya que se realizará

el mismo chequeo de asistencia a todos los participantes y aquellos que no se

presenten, se les hará una convocatoria con nueva fecha y hora para su asistencia

hasta que se les aplique los test a todos los participantes seleccionados para la

muestra.

Tipo de investigación

El tipo de investigación es correlacional ex post facto ya que se medió la relación

entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las

cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo pertenecientes a C.A.I.P.A.-Lara.

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Diseño de investigación

Este estudio empleó un diseño transversal correlacional, ya que se llevo a cabo bajo

un enfoque no experimental que describió y analizó la incidencia y la interrelación en estas

variables a estudiar en un solo momento.

Participantes

El presente estudio se realizó con la participación de cuidadoras principales de niños

y jóvenes con autismo pertenecientes al Centro de Atención Integral para Personas con

Autismo (C.A.I.P.A.) de la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara-Venezuela, con una

muestra de 50 participantes, seleccionadas a partir de un muestreo no probabilístico

intencional durante el período de abril - mayo del 2012.

Instrumentos

Los instrumentos de medición que se emplearon para la recolección de datos en esta

investigación, son los siguientes:

Cuestionario sociodemográfico

Diseñado para fines exclusivos de la investigación con el propósito de obtener datos

sociodemográficos de las cuidadoras principales y del niño. En los datos del cuidador se

incluye: edad, sexo, estado civil, número de hijos, nivel de estudio, situación laboral,

cuidado hacia más de un miembro de la familia, y dificultades recientes, y en los datos del

niño contiene: edad, sexo y diagnóstico recibido.

Entrevista de Carga del Cuidador de Zarit

Versión de Alpuche, Ramos, Rojas y Russel (2008), validada en una población de

cuidadores primarios informales mexicanos de pacientes con enfermedades crónicas

degenerativas (PCIS). Esta validación proviene de la Entrevista de Carga del Cuidador de

Zarit (ECCZ) versión española de Montorio, Izal, López y Sanchas (1998), tomado de la

versión original del Zarit Care Burden Interview (ZCBI) de Zarit, Reever y Bach-Peterson

(1980). La entrevista consta de 22 ítems que evalúan la carga percibida por el cuidador en el

ámbito del hogar, utiliza una escala tipo Likert que va de 0 (nunca) a 4 (siempre); sumando

los ítems se obtiene un rango de puntuación que va de 0 a 88.

Por medio de un análisis de consistencia interna de Alpha de Cronbach (=) se

exploraron las propiedades psicométricas de la Entrevista de Carga del Cuidador Zarit

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(ECCZ) y sus respectivas subescalas; dicho análisis se realizó tomando en cuenta los datos

de los 88 Cuidadores Primarios Informales (CPI) de pacientes con enfermedades crónicas

desgenerativas (PCIS) que participaron en esta investigación. Se obtuvo un = 0.873

general y para cada una de las subescalas que conforman esta entrevista, tal como se puede

mostrar los resultados en la tabla 4. En este sentido los resultados coinciden y no varían con

los datos reportados en la literatura revisada.

Tabla 5: Confiabilidad por Subescala de la Entevista de Cara del Cuidador de Zarit.

Para respaldar la validez del constructo se hizo una correlación de Sperman entre el

Cuestionario de Percepción Estrés (CPE) y la carga, ya que el constructo de percepción de

estrés es muy similar al de percepción de carga, dando como resultado rs 0 .679 (p. < .01).

Esto indica que la asociación entre ambos fue positiva y significativa, mostrando así una

adecuada validez de constructo.

En cuanto a la validez concurrente, se hizo la misma operación entre el Cuestionario

General de Salud (GHQ-28) y sus subdimensiones con la carga ya que el GHQ-28 permitió

evaluar el estado de salud actual del individuo, y por eso se optó por correlacionarlo con la

percepción de carga, Generando un resultado de rs 704 (p. < .01), obteniéndose así una

buena validez concurrente.

Con base en los percentiles obtenidos en la ECCZ, se establecieron los siguientes

puntos de corte, para poder conocer, los niveles o categorías de percepción de Carga del

Cuidador en los CPI de Pacientes con PCIS expuestos en la tabla 6.

Subescalas

Impacto del Cuidado

0.841

Relación Interpersonal

con el Paciente con PCIS

0.755

Expectativas de

Autoeficacia

0.555

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Tabla 6: Escala de las puntuaciones y percentiles en la ECCZ.

Puntos de Corte Establecidos para la ECCZ.

Percentil

Puntos

Nivel de Percepción de Carga del

Cuidador

25 0 a 23 Puntos Carga Nula/Sin Carga

25 24 a 30 Puntos Carga Leve

50 31 a 40 Puntos Carga Moderada

75 41 ó Más Puntos Carga Severa

El tiempo de administración de la entrevista es de 5 minutos; el participante

responde las preguntas anotando una puntuación según la frecuencia escogida en cada ítem

de la escala tipo liker de 4 puntos; se puede aplicar al cuidador durante el período de pre-

tratamiento, tratamiento o post-tratamiento.

Cuestionario de Salud SF-36

Versión original del SF-36 Health Survey 1992. El SF-36 fue desarrollado para su

uso en el estudio de los resultados médicos Medical Outcomes study (MOS), por Ware y

Sherbourne (1992), a partir de una extensa batería de cuestionarios que incluía cuarenta

conceptos relacionados con la salud. Luego se creó un nuevo cuestionario que seleccionó el

mínimo número de conceptos para mantener la validez y las características operativas del

cuestionario original. El formato final es un instrumento genérico que se centra en el estado

funcional y bienestar emocional de 36 ítems que cubres 8 indicadores denominados:

Función física: grado en el que la falta de salud limita las actividades físicas de la

vida diaria, como el cuidado personal, caminar, subir escaleras, coger o transportar

cargas, y realizar esfuerzos moderados e intensos.

Rol físico: grado en el que la falta de salud interfiere en el trabajo y otras actividades

diarias, produciendo como consecuencia un rendimiento menor del deseado, o

limitando el tipo de actividades que se puede realizar o la dificultad de las mismas.

Dolor corporal: medida de la intensidad del dolor padecido y su efecto en el trabajo

habitual y en las actividades del hogar.

Salud general: valoración personal del estado de salud, que incluye la situación

actual, las perspectivas futuras y la resistencia a enfermar.

Vitalidad: sentimiento de energía y vitalidad, frente al de cansancio y desánimo.

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Función social: grado en el que los problemas físicos o emocionales derivados de la

falta de salud interfieren en la vida social habitual.

Rol emocional: grado en el que los problemas emocionales afectan al trabajo y otras

actividades diarias, considerando la reducción del tiempo dedicado, disminución del

rendimiento y del esmero en el trabajo.

Salud mental: valoración de la salud mental general, considerando la depresión,

ansiedad, autocontrol, y bienestar general.

En Venezuela se llevo a cabo la validación del Cuestionario de Salud SF-36 del

Grupo Quality Metric Incorporated a través de un estudio que evaluó los efectos de un

programa social sobre el desarrollo social, los hábitos y estilos de vida y la salud en

población rural venezolana y validación transcultural de la medida de salud del SF-36 en

población rural venezolana (Mendoza, 2007).

En esta investigación se realizó un proceso de adaptación transcultural y de

propiedades psicométricas de la versión española del Cuestionario de Salud SF-36 de

Alonso, Prieto y Antó (1995), en el que un grupo multidisciplinario de filólogos, lingüistas,

médicos especialistas en salud familiar y pública, investigadores de la universidad de

Alicante y la valoración de la comunidad de La Cruz del Municipio Andrés Eloy Blanco del

Estado Lara (muestra de aplicación del instrumento), se logró alcanzar una versión adaptada

en Venezuela lo suficientemente equivalente.

La adaptación y validación transcultural del SF-36 se llevó a cabo a través de

equivalencias sintácticas, semánticas y conceptuales en las ocho escalas del cuestionario

realizándose algunos cambios en los ítems y sus enunciados. A su vez, se realizó una

equivalencia escalar donde la obtención de los resultados de la misma, se llevó a cabo a

través de la primera aplicación del SF-36 venezolano ya validado por los expertos junto con

la aplicación paralela del SF-36 español en el que se determinó que el SF-36 venezolano

presenta una correcta funcionalidad y que es fácilmente comprensible para la población.

Tomando en cuenta los criterios del SF-36 versión española Alonso et al. (1995), los

ítems y dimensiones del SF-36 venezolano se califican de manera que a mayor puntuación

mejor estado de salud; para cada dimensión los ítems son codificados, agregados y

transformados en una escala de 0 a 100 puntos (del peor estado de salud al mejor estado de

salud de cada dimensión). El cuestionario puede ser autoadministrado o efectuado por

entrevista personal y está dirigido a personas de edad igual o mayor de14 años.

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La validación de las propiedades psicométricas del SF-36 venezolano comparada

con el SF-36 español indica que la fiabilidad del cuestionario venezolano señala que la

consistencia interna determinada por el estadístico de alfa de Cronbach en la mayoría de los

casos en ambas poblaciones se sitúa por encima de 0,70. Las puntuaciones muestran valores

similares siendo prácticamente iguales en las dimensiones de rol físico (0,96 y 0,94), dolor

corporal (0,92 y 0,90) y salud mental (0,79 y 0,75). No obstante, en la dimensión de salud

general se observa una diferencia entre ambos cuestionarios (0,82 y 0,65).

De igual manera, se compararon la consistencia interna a través del estadístico de

alfa de Cronbach y los coeficientes de correlación de Sperman para la valoración de las

correlaciones entre las escalas de los dato venezolanos con los de otro estudio español

López-García et al. (2003). Los resultados del mismo, indicaron que los valores de alfa de

Cronbah de cada escala se situaron por encima del valor 0.7 en todas las escalas del SF-36

venezolano, excepto en la salud general que presenta un valor de 0.66. En general, las

escalas del SF-36 venezolano muestran un coeficiente de fiabilidad satisfactorio, similar al

SF-36 español.

Por otra parte, los valores del alfa del cuestionario venezolano en su mayoría son

más bajos, en comparación con los españoles; ello se puede deber a que el SF-36

venezolano es aplicado a una población con un rango de edad más amplio (15 y más años de

edad) en comparación con el SF-36 español, aplicado en este caso a una población con un

rango de edad más reducido (60 y más años de edad), indicando que los valores obtenidos

por la población española son más homogéneos y por tanto obtienen valores más elevados.

En cuanto a la validez del instrumento SF-36 venezolano, se determinó la validez de

constructo donde se llevó a cabo el análisis factorial y señala que las variables (ocho

dimensiones del instrumento) se relacionan entre sí con correlaciones mayores a 0,3 en su

mayoría, haciendo una conjetura de que existe estructura subyacente. A pesar de esto, se

confirmó la estructura con un test más exigente como el test de esfericidad de Bartlett, el

resultado fue alto (prueba de esfericidad de Bartlet, Chi- cuadrado =800,094; p˂0,000)

mostrando así la existencia de una alta dependencia entre las ocho escalas.

Otro test es el de la medida de adecuación de la muestra de Kaiser-Meyer-Olkin

(KMO), que se basa en las correlaciones parciales al cuadrado. El valor de KMO es de

0,862, se realizó la matriz factorial no rotada en ambos instrumentos y apuntó que el análisis

de componentes principales del cuestionario presenta dos únicos factores no rotados

(siguiéndose el criterio de Kaiser), con un porcentaje de varianza explicada del 67,8%. La

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rotación varimax de estos dos factores ofrece una estructura más clara con dos factores

claramente conformados: uno correspondiente al componente físico (Función Física (FF),

Rol Físico (RF), Dolor Corporal (DC), Salud General (SG)) y otro al componente mental

(Vitalidad V, Rol Emocional (RE),Salud Mental (SM)).

Por otro lado, la dimensión función social (FS) tiene un peso factorial similar a

ambos factores, por lo que puede correlacionarse con otras cuestiones que se refieren a la

parte social. Además, los resultados de las siete escalas son similares con los resultados de

la rotación varimax de la escala original (SF-36 adaptado en España).

También se realizó la validez convergente y divergente del cuestionario, las mismas,

se establecieron por medio de la correlación del SF-36 con otros instrumentos como el

APGAR familiar, el Método Graffar modificado y el Método de Necesidades Básicas

insatisfechas (NBI) donde se empleó la correlación de Pearson.

En la validez convergente los coeficientes de correlación entre las escalas del SF-36

y la sumatoria del cuestionario del APGAR familiar muestra correlaciones convergentes

estadísticamente significativas entre este y las escalas rol emocional y salud mental de SF-

36, aunque no son correlaciones fuertes.

En la valides divergente, los coeficientes de correlación entre las escalas SF-36 y las

escalas de Graffar y NBI (medidas que miden nivel de pobreza) presentan correlaciones

totalmente divergentes por no haber variabilidad en la clasificación del Graffar modificado

y el NBI; toda la población clasificada se encuentra en el extracto de pobreza y pobreza

extrema. Esto corrobora la complementariedad entre la medida de calidad de vida

relacionada con la salud como el SF-36 y medidas de calidad de vida determinadas por el

nivel de desarrollo económico.

Por otra parte, las actividades físicas están relacionadas con una calidad de vida

relacionada con la salud (CVRS) elevada. Las asociaciones so más altas y positivas para la

dimensión función física, seguida de salud genneal y vitalidad, es decir, a mayor actividad

física (correr, caminar, jugara la pelota, etc.), mejor estado de salud. Además, se presentan

relaciones entre la morbilidad y las dimensiones CVRS, donde, a mayor número de

patologías, peor estado de salud. Los resultados muestran que la presencia de enfermedades

presenta relaciones positivas con la dimensión de dolor corporal, salud general, rol físico y

función física. Igualmente, el consumo de medicamentos tiene asociaciones elevadas, con

las escalas de dolor corporal, función física, salud general y función social.

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El tiempo de aplicación del cuestionario oscila entre 8 a 12 minutos, su ámbito de

aplicación se emplea a la población general y a pacientes, y se emplea en estudios

descriptivos y en evaluación.

Inventario de Depresión de Beck

Beck et al., (1961) realizaron El Inventario de Depresión de Beck (Beck Depression

Inventory, BDI), el cual fue desarrollado inicialmente como una escala heteroaplicada de 21

ítems para evaluar la gravedad (intensidad sintomática) de la depresión, conteniendo cada

ítems varias frases autoevaluativas que el entrevistador leía al paciente para que este

seleccionase la que mejor se adaptase a su situación; sin embargo, con posterioridad su uso

se ha generalizado como escala autoaplicada.

Luego de una nueva versión revisada de su inventario, fue adaptada y traducida al

castellano por Vázquez y Sanz (1991) siendo esta la más utilizada en la actualidad.

Este inventario es un instrumento conformado por 21 ítems, los cuales describen

manifestaciones conductuales específicas del sujeto, en relación a la triada cognitiva

propuesta por Beck. A través de él se obtienen datos importantes en relación a

determinados hábitos y aspectos de la vida del paciente, como lo son sus hábitos sexuales,

alimenticios y del sueño. También proporciona información en relación al área social y

laboral del sujeto, al igual que una serie de síntomas cognitivos y fisiológicos que implican

estados depresivos.

Su contenido enfatiza más en el componente cognitivo de la depresión, ya que los

síntomas de esta esfera representan en torno al 50 % de la puntuación total del cuestionario,

siendo los síntomas de tipo somático/vegetativo el segundo bloque de mayor peso.

De los 21 ítems, los primeros 15 (Estado de ánimo del sujeto, Pesimismo/

expectativa negativas hacia el futuro, Sentimientos de fracaso personal, Falta de satisfacción,

Sentimientos de culpabilidad, Sentimientos de que merece un castigo, Autodresprecio,

Autoreproche/autocrítica, Deseos de Autocatigo/Pensamientos suicidas, Llanto,

Irritabilidad, Aislamiento Social, Indecisión, Distorsión de la imagen corporal, desgano o

poca motivación hacia el trabajo) hacen referencia a síntomas psicológico-cognitivos y los 6

restantes (trastorno del sueño, Fatigabilidad, pérdida de apetito, pérdida de peso,

preocupaciones somáticas e hipocondríacas y disminución o perdida del interés por el sexo)

hacen referencia a los síntomas somático-vegetativos.

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A su vez, los 21 ítems del inventario están compuestos cada uno por cuatro

alternativas ordenadas en función a la intensidad del síntoma, con un valor numérico entre 0

y 3 puntos significando cada uno las puntuaciones siguientes:

Cero (0) → intensidad nula del síntoma.

Uno (1) → intensidad leve del síntoma.

Dos (2) → intensidad moderada del síntoma.

Tres (3) → intensidad severa del síntoma.

Permite cuantificar la sintomatología de la depresión de acuerdo a un rango de

puntuación comprendida de 0 a 63 puntos. Los puntos de corte indica el estado de

depresión cuando el sujeto obtenga puntuaciones de 10 o más puntos en este inventario.

Tales puntos de corte se clasifican de la siguiente manera:

De 10 a18 puntos → Depresión Leve.

De 19 a25 puntos → Depresión Moderada.

De 26 a 35 puntos → Depresión Moderada Grave.

De 36 a 63 puntos → Depresión Severa.

Puntajes de 9 o menos, no se consideran como depresivos, denominándosele esta

categoría No Depresión.

Su confiabilidad muestra que sus índices psicométricos han sido estudiados de

manera casi exhaustiva, mostrando una buena consistencia interna (alfa de Cronbach 0,76 –

0,95). La fiabilidad test oscila alrededor de r = 0,8, pero su estudio ha presentado

dificultades metodológicas, recomendándose en estos casos variaciones a lo largo del día en

su administración.

Su validez muestra una correlación variable con otras escalas (HDRS, SDS,

MADRS), En pacientes psiquiátricos se han encontrado valores entre 0,55 y 0,96 (media

0,72) y en sujetos no psiquiátricos entre 0,55 y 0,73 (media 0,6). Muestra también una

buena sensibilidad al cambio, similar o algo inferior a la del HDRS, con una correlación alta

con la mejoría clínica evaluada por expertos, tanto en terapias farmacológicas, como

psicológicas.

En cuanto a su validez predictiva como instrumento diagnóstico de cribado ha sido

recientemente estudiada en una amplia muestra de población general de entre 18 y 64 años

de edad, con buen rendimiento: sensibilidad 100 %, especificidad 99 %, valor predictivo

positivo 0.72, y valor predictivo negativo 1 (punto de corte 13). Anteriormente se había

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estudiado en distintos grupos de pacientes médicos que

refieren criterios dispares en

cuanto al punto de corte, por lo que los resultados no eran homogéneos.

El tiempo de administración del inventario es de 10 a 15 minutos, se aplica de

manera individual, colectiva y también puede ser autoadministrable, tomando en cuenta que

se puede llevar a cabo en ambientes clínicos, forense e investigación aplicada.

Procedimiento

El procedimiento se ejecutó de la siguiente manera:

Se llevó al C.A.I.P.A.-Lara una autorización hecha por la universidad para la

solicitud del permiso con el propósito de tomar una muestra de 50 cuidadoras principales de

niños y jóvenes con autismo. Una vez que permitió la autorización se hizo el primer

contacto con cada uno de los participantes, donde:

La investigadora dijo a las representantes que se tomaron para la muestra, “Buenos días,

soy cursante del décimo semestre de la Licenciatura de Psicología me acerco a ustedes

con motivo de solicitar su permiso para administrar un cuestionario que me permitirá

tomar algunos datos como su nombre, su edad, cuántos hijos tienen, que me serán de

gran interés para el trabajo de grado que estoy realizando”.

El cuestionario sociodemográfico se les aplico a las participantes hasta alcanzar la

muestra, ya que algunas de ellas cumplían con unos criterios de exclusión presentes en

el cuestionario. Tales cuidadoras fueron rechazadas de la investigación, quedando un

total de 50 cuidadoras, de 66 que los llenaron.

Es importante destacar, que al momento de tener el primer contacto con las

participantes, fue necesario establecer rapport con ellas y a su vez tener una

conversación que permitiera comunicarse con cada una de ellas con palabras y tono de

voz adecuado.

Al seleccionar cada cuidadora principal que cumplió con los requisitos para aplicarles

los instrumentos, se conversó con cada una y se le pidió su permiso para administrarle

tres instrumentos con el propósito de cumplir con un requisito académico del trabajo

especial de grado, al aceptar la cuidadora, se le agradeció su colaboración y se le ofreció

varias fechas para administrarles las pruebas, cada una de ella indicó que día podría

asistir y en la fecha que se encontraba en el C.A.I.P.A. se les aplicó los instrumentos.

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50

Se cuidó que la administración de los test se realizara en un ambiente con iluminación y

temperatura adecuada, además de materiales como mesas, sillas, lápices, borras y

sacapuntas para así proporcionarles la mayor comodidad posible a las participantes al llenar

las pruebas, además, de evitar alteración de los resultados por falta de condiciones que

favorecieran la comodidad y concentración de las cuidadoras durante la administración de

los instrumentos.

Es de resaltar que las 50 cuidadoras principales seleccionadas para la realización de los

instrumentos se dividieron en cuatro grupos de acuerdo a la disponibilidad de cada una,

durante cuatro semanas.

El grupo 1 constó de las primeras 12 cuidadoras principales que asistieron durante una

semana, en horas de la mañana y de la tarde, a la aplicación de los instrumentos; el grupo 2

estuvo constituido por 12 cuidadoras principales que asistieron la semana siguiente durante

horas de la mañanas y de la tarde a la aplicación de los instrumentos; el grupo 3 constó de

15 cuidadoras principales que asistieron durante la semana sucesiva en horas de la mañana y

de la tarde a la aplicación de los instrumentos y el grupo 4, constó de las 11 cuidadoras

principales restantes, que asistieron durante la última semana a la aplicación de los test, en

horas de la mañana y de la tarde.

Los días en que se aplicaron los instrumentos a todos los grupos, se explicó a cada

participante de forma adecuada y detallada las siguientes instrucciones: se les aplicarán tres

instrumentos de evaluación, su duración constará de 40 minutos aproximadamente, son de

fácil administración, debe marcar una sola respuesta por cada pregunta y debe responder

todas las preguntas, si presenta alguna duda puede hacerla que con gusto se le aclarará.

Seguidamente, se dieron las instrucciones del primer instrumento que refiere a la

Entrevista de Carga del Cuidador de Zarit, se indicó a cada participante “Esta entrevista

consta de 22 afirmaciones que reflejan cómo se siente como cuidadora de su hijo (a),” “lea

cada frase y marque con una x la frecuencia con que ha experimentado usted esa sensación

durante los últimos seis meses”. “Para responder utilizará la escala reflejada en la hoja de

respuesta: si nunca lo ha sentido, marque en 0, si no la ha sentido casi nunca, marque en 1,

si lo sentido algunas veces, marque en 2, si lo ha sentido frecuentemente, marque en 3 y si

siempre lo ha sentido, marque en 4”. Su duración es de 5 a 10 minutos, al momento de

tener la hoja de respuesta y haya comprendido las instrucciones, la participante comenzaba a

llenar la entrevista.

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51

Una vez culminada la primera prueba se dieron instrucciones del segundo

instrumento, el cual refiere al Cuestionario de Salud SF-36.

Se le indicó a cada cuidadora “Este cuestionario tiene 36 preguntas que refieren a lo

que ustedes piensan sobre su salud, lea cada pregunta y marque con una x solo una respuesta

que permitirá saber cómo encuentra usted y hasta qué punto es capaz de hacer sus

actividades habituales. Conteste cada pregunta tal como se indica, si no está seguras de

cómo responder a una pregunta, por favor responda lo que le parezca más cierto. Su

duración es de 20 a 25 minutos aproximadamente, al tener la hoja de respuesta y haber

comprendido las instrucciones, la participante empezaba a llenar la prueba.

Cuando cada participante terminó el cuestionario, se dieron las instrucciones del

tercer y último instrumento de aplicación, el cual es, el Inventario de Depresión de Beck.

Se le participó a cada cuidadora “Este Inventario consta de 21 items, compuesto cada

uno por cuatro alternativas ordenadas en función a cómo se ha sentido. El mismo, tiene un

valor numérico entre 0 y 3 puntos que describen aspectos relacionados con sus hábitos

sexuales, alimenticios, sueño, área social, laboral, pensamientos y área fisiológicas”.

Del igual modo, se le pidió que leyera cada pregunta y marcara con una x como se

ha sentido durante los últimos seis meses en relación a cada situación, de tal manera que si

no ha sentido ningún malestar o dificultad, marque 0 si ha sentido poco malestar o

dificultad, marque en 1, si el malestar o dificultad ha sido frecuente, marque en 2 y si ha

tenido mucho malestar o dificultad, marque en 3. Su duración es de 5 a 10 minutos, al

momento de que la participante tuviera la hoja de respuesta y haya comprendido las

instrucciones, comenzaba a llenar el instrumento.

Se le agradeció su participación a cada participante por haber colaborado a llenar las

pruebas. Al momento haber terminado de administrar los instrumentos esperados para la

muestra, sele dio fin al proceso de evaluación.

Para la ejecución del procedimiento se tuvieron en cuenta ciertas consideraciones éticas

que se contemplaron como estudiante de Psicología para así poder desempeñar de manera

correcta el rol como futura profesional de la Psicología y a su vez, ejecutar de manera

integral la relación con las participantes que formaron parte de la investigación.

Según Leibovich De Duarte (2000) la ética de la investigación en psicología, indica las

obligaciones y responsabilidades que los psicólogos deben tener al llevar a cabo

investigaciones, teniendo en cuenta, el respeto y cuidado de los participantes, además de su

integridad y privacidad como sujetos de investigación.

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En tal sentido, se consideró el Código de Ética Profesional del Psicólogo de

Venezuela (1981) para enmarcar las aplicaciones prácticas de los procedimientos que se

llevaron a cabo y se tomaron en cuenta los principios fundamentales del artículo 15, el cual

señala el respeto a la integridad de la persona humana en los distintos ámbitos donde se

desempeñe como profesional, lo cual constituye uno de los más sagrados deberes del

psicólogo, quien en todo momento debe velar por el bienestar individual y social en la

prestación de sus servicios a personas naturales o a las instituciones públicas o privadas.

Del mismo modo, en este trabajo se tomó en consideración el capítulo I, del

mencionado código, de los deberes éticos en el área de investigación, en su artículo 55 que

indica que la investigación en psicología deberá ser realizada y supervisada por personas

técnicamente entrenadas y científicamente calificadas.

Asimismo, se consideró el artículo 57, que trata de la protección e integridad física y

mental de la persona, señalando que la experimentación con humanos debe cumplir los

siguientes requisitos:

Toda persona debe expresar con absoluta libertad su voluntad de aceptar o rechazar su

condición de sujeto de investigación.

Debe tener la facultad de suspender la experiencia en cualquier momento.

Debe estar suficientemente informado acerca de la naturaleza, alcance, fines y

consecuencias que pudieran esperarse de la experimentación, excepto en aquellos casos

en que la información pudiera alterar los resultados de la misma. Debe garantizarle la asistencia médica y psicológica necesaria durante todo el tiempo

que dure la experimentación y aún después de concluida ésta, por las consecuencias que

pueden resultar de la misma.

Deben establecerse procedimientos que permitan compensarles por los riesgos que se

deriven de la experiencia efectuada.

Asimismo, se tomó en cuenta el artículo 59, el cual señala que toda investigación deberá

ser calificada en función de su necesidad real, de su alcance y de los riesgos que implica. El

investigador deberá tener sumo cuidado de transmitir las verdaderas razones de su

investigación.

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53

Por último, también se consideró el artículo 60, que hace referencia a la garantía que el

investigador debe dar de preservar el anonimato de los sujetos sometidos a investigación

para aminorar la posibilidad de cualquier daño moral a aquellos.

Poniendo en práctica el Código de Ética Profesional del Psicólogo de Venezuela (1981)

se efectuó de manera adecuada la realización completa de la investigación.

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Resultados

Previo a los resultados, se analizaron los datos sociodemográficos de un total de 66

cuidadoras principales (abuelas y madres) de niños y jóvenes con autismo, pertenecientes

al Centro de Atención Integral para Personas con Autismo C.A.I.P.A.-Lara.

Las cuidadoras presentaron un rango de edad que va de los 20 años a los 75 años,

con una media de 40, siendo el 9,1% abuelas y el 90.9% madres, con un número de hijos

que oscila entre 1 a 5, siendo el 27,3% de cuidadoras que tienen 1 hijo, el 43,9% de

cuidadoras que tienen 2 hijos, el 19,7% de cuidadoras que tienten 3 hijos, el 7,5% de

cuidadoras que tienen 4 hijos y el 1,5% de cuidadoras que tienen 5 hijos y una media total

de 2.

Con el propósito de tener la muestra pertinente a la investigación se tuvieron que

llevar a cabo unos criterios de exclusión y así descartar a las cuidadoras principales que

cumplieran tales criterios. Las preguntas que se utilizaron fueron las siguientes:

¿Cuida de otro miembro familiar que presente una enfermedad trastorno o

discapacidad? Como: madre, padre, conyugue hijo (a), hermano (a), tío (a), otros o ninguno.

A esta pregunta el 3% de las cuidadoras respondieron que cuida de su madre, otro 3%

respondió que cuida de otro hijo y el 93,9% restante respondió ninguno, por lo que se

asume: que las personas que respondieron una o más opciones de esta pregunta no formó

parte de la muestra del presente estudio.

La siguiente pregunta que se tomó en cuenta indica ¿El cuidador ha sufrido algún

suceso vital estresante en su vida durante los últimos 12 meses (1 año)? Tales como: pérdida

o fallecimiento de un familiar, pérdida o fallecimiento de una persona cercana, diagnostico

de una enfermedad grave en algún miembro de su familia, diagnostico de una enfermedad

grave en usted, separación de su cónyuge o pareja, divorcio o ninguno. En esta pregunta las

cuidadoras respondieron en un 4,5% la pérdida o fallecimiento de un familiar, 1,5%

respondió la pérdida de una persona cercana, el 4,5% contestó haber recibido diagnóstico de

una enfermedad grave en algún miembro de su familia, en tanto que el 6,1 % respondió la

separación de su cónyuge o pareja y el 83,3% respondió ninguno. Por lo que se admite que

las personas que dieron respuesta a una o más opciones de la pregunta no formó parte de la

muestra del presente estudio.

Es importante destacar que se consideraron tales criterios debido a que las

cuidadoras principales que los presentaran podrían alterar el objetivo de la investigación ya

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que los niveles de carga, el deterioro de salud física y/o niveles de depresión presentes en

ellas podrían variar y tender a ser más elevados que las cuidadoras principales que no

presentaran ninguno de estos criterios.

Del mismo modo, se consideraron los datos sociodemográficos de los niños y

jóvenes con autismo, tomándose en cuenta la edad y el sexo, así como también el

diagnóstico del infante como criterio de exclusión (datos aportados por las cuidadoras

principales). Se encontró que los niños y jóvenes presentan una edad que oscila entre 3 a 20

años con un promedio de 6; el 13, 6% son hembras y el 86,4 % son varones.

En el criterio de diagnóstico recibido, el 86,4 % son niños y/o jóvenes con autismo,

el 6,1% son niños y/o jóvenes Asperger y el 7,6% son niños y/o jóvenes que presentan otros

diagnósticos como Trastorno del Desarrollo asociado con Hiperactividad y Déficit de

Atención y con Trastorno del Lenguaje; Hiperactividad en el Desarrollo, no Específico;

Síndrome de Spitzer Goldberg con Espectro Autista y en Estudio.

De acuerdo al objetivo planteado en el estudio, sólo se seleccionaron a las

cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo, descartando también a las

cuidadoras principales de los infantes que tuvieran el diagnóstico de otro tipo de trastorno.

Tomando en cuenta los criterios de exclusión tanto de las cuidadoras principales

como el diagnostico de los niños y jóvenes, se pudieron identificar que de 66 cuidadoras, 16

fueron descartadas de la investigación ya que presentaron uno o varios criterios de

exclusión, quedando así para la muestra 50 cuidadoras principales de niños y jóvenes con

autismo, divididas en 6 abuelas y 44 madres.

Se procedió a calcular las características básicas de los instrumentos como lo es su

confiabilidad a través del coeficiente Alfa de Cronbach ya que es una propiedad inherente

de patrón de respuesta de la población estudiada y cambia según la población en la que se

aplique una escala (Oviedo y Campo, 2005). Por ello, a pesar de que las escalas

seleccionadas para el estudio estén validadas en y hayan tenido consistencia interna en otras

investigaciones, se debe medir para determinar cómo se comportaron en la muestra del

presente estudio.

Para la Entrevista de Carga del Cuidador de Zarit se tuvo un coeficiente de Alfa de

Cronbach de 0, 872; para el Cuestionario de Salud FS-36 se tuvo un coeficiente de Alfa de

Cronbach de toda la escala y por cada dimensión presente en la escala (8 dimensiones),

debido a que según Oviedo y Campo (2005) las escalas que exploran dos o más dimensiones

a pesar de que formen parte de un mismo constructo, se corre el riesgo de subestimar la

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consistencia interna, por lo que lo más indicado es calcular el valor de Alfa de Cronbach

para cada grupo de ítems que componen una dimensión o sub escala.

Así, para toda la escala se tuvo un coeficiente de Alfa de Cronbach de 0,933, para la

dimensión de Función física se encontró un Alfa de Cronbach de 0,893, para la dimensión

Rol físico se encontró un Alfa de Cronbach de 0,855, para la dimensión de Dolor Corporal

se encontró un alfa de Cronbach de 0,844, para la dimensión de Salud General se encontró

un alfa de Cronbach de 0,833, para la dimensión de Vitalidad se encontró un alfa de

Cronbach de 0,798, para la dimensión de Función Social se encontró un alfa de Cronbach de

0,865, para la dimensión de Rol Emocional se encontró un alfa de Cronbach de 0,866 y para

la dimensión de Salud Mental se encontró un alfa de Cronbach de 0,824.

Del mismo modo, para el Inventario de Depresión de Beck, se tuvo un coeficiente de

Alfa de Cronbach de 0,876.

Los resultados de Alfa de Cronbach de cada instrumento presentan confiabilidad del

tipo consistencia interna alta ya que el valor mínimo aceptable para el coeficiente Alfa de

Cronbach es de 0,70, y a su vez, es un indicador indirecto de la validez de constructo para

cada una de las escalas (Oviedo y Campo, 2005). Esto muestra que tanto la Entrevista de

Carga del Cuidador de Zarit como el Cuestionario de Salud SF-36 y el Inventario de

Depresión de Beck son escalas que evidenciaron confiabilidad para la muestra de la

presente investigación.

Luego de los datos sociodemográficos pertinentes como criterios de inclusión de la

muestra y el análisis de las escalas, se procedió a verificar los objetivos planteados en la

presente investigación con la ayuda del programa estadístico SPSS 15.0 para Windows.

En primer lugar, y con la finalidad de identificar los niveles de carga en las

cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo, se utilizó la Entrevista de Carga de

cuidador de Zarit (ECCZ) la cual arrojó una media de 26, 90, por lo que la muestra se ubica

en un nivel leve de carga, siendo el mínimo de respuesta de 4 puntos y máximo de 61 y una

desviación estándar de 13,248.

En segundo lugar, y con el objetivo de examinar el estado de salud física autopercibida

en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo, se utilizó El Cuestionario de

Salud SF-36, arrojando variaciones en la media según cada dimensión de la escala.

En el caso de la dimensión función Física (FF), se obtuvo un puntaje mínimo de 25 y un

puntaje máximo de 100 en la escala, con una puntuación media de 85, 50, por lo que de

acuerdo a los puntos establecidos del cuestionario, en esta dimensión la muestra se

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encuentra en un aproximado a mejor estado de salud física autopercibida. En la dimensión

del Rol Físico (RF) se obtuvo un puntaje mínimo de 0 y un puntaje máximo de 40 en la

escala, con una puntuación media de 35, 40, esto significa que es un indicador a peor estado

salud física autopercibida en las cuidadoras principales.

En la dimensión de Dolor Corporal (DC) se obtuvo un puntaje mínimo de 0 y un

puntaje máximo de 20 en la escala, con una puntuación media de 14,72, por lo que, en esta

dimensión las cuidadoras principales se encuentran en un aproximado a peor estado salud

física autopercibida. En la dimensión de Salud General (SG) se obtuvo un puntaje mínimo

de 18 y un puntaje máximo de 60 en la escala, con una puntuación media de 43,85,

indicando que la muestra se aproxima a un peor estado salud física autopercibida.

En la dimensión de Vitalidad (V) se obtuvo un puntaje mínimo de 8 y un puntaje

máximo de 40 en la escala, con una puntuación media de 26,68, esto significa que las

cuidadoras principales aproximan a un peor estado salud física autopercibida. En la

dimensión de Función Social (FS) se obtuvo un puntaje mínimo de 0 y un puntaje máximo

de 20 en la escala, con una puntuación media de 15, 92, indicando que las cuidadoras

principales se ubican en un aproximado a peor estado salud física autopercibida.

En la dimensión de Rol Emocional (RE) se obtuvo un puntaje mínimo de 0 y un

puntaje máximo de 30 en la escala, con una puntuación media de 24, 50, por lo que

conforme a los puntos establecidos del cuestionario, se estima que la muestra se encuentra

en un aproximado a peor estado salud autopercibida. En la dimensión de Salud Mental (SM)

se obtuvo un puntaje mínimo de 20 y un puntaje máximo de 50 en la escala, con una

puntuación media de 38, 10, considerándose que las cuidadoras principales se ubican en un

aproximado a peor estado salud autopercibida.

El Componente de Salud Física (CSF) conforma las dimensiones de Función Física,

Rol Físico, Dolor Corporal y Salud General del SF-36. El mismo, obtuvo un puntaje mínimo

de 7 y un puntaje máximo de 22 en la escala, con una puntuación media de 17,94, esto

significa que las cuidadoras principales se encuentran en un aproximado a peor estado salud

física autopercibida.

El Componente de Salud Mental (CSM) conforma las dimensiones de Vitalidad,

Función Social, Rol Emocional y Salud Mental del SF-36. Este componente obtuvo un

puntaje mínimo de 4 y un puntaje máximo de 14 en la escala, con una puntuación media de

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10,52, esto indica que la muestra se aproxima a un peor estado salud autopercibida. En la

tabla 7 se observa el análisis descriptivo de la variable salud física autopercibida.

Tabla7: Análisis descriptivo de la salud física autopercibida en cuidadoras principales.

Dimensiones del SF-36 Na Mínimo

b Máximo

c Media SD

d

Función Física 50 25 100 85,50 17,850

Rol Físico 50 0 40 35,40 11,104

Dolor Corporal 50 0 20 14,62 5,209

Salud General 50 18 60 43,85 10,041

Vitalidad 50 8 40 26,68 7,573

Función Social 50 0 20 15,92 4,810

Rol Emocional 50 0 30 24,50 10,314

Salud Mental 50 20 50 38,10 8,872

Componente de Salud Física 50 7 22 17,94 3,463

Componente de Salud Mental 50 4 14 10,52 2,587

N válido (según lista) 50 a Números de cuidadoras principales.

b Mínimo de puntaje de respuesta del instrumento por

dimensión. c

Máximo de puntaje de respuesta del instrumento por dimensión. d Desviación estándar

del estado de salud física por dimensión en la muestra.

En tercer lugar, y con la finalidad de explorar los niveles de depresión en las

cuidadoras principales de niños con autismo, se utilizó el Inventario de depresión de Beck

en las cuidadoras principales, arrojándose un puntaje mínimo de 0 y un puntaje máximo de

35 en la escala y una desviación estándar de 7,722. Las cuidadoras en general tuvieron una

puntuación media de 7,60 que según los puntos de corte establecidos para este instrumento,

se consideraría como no depresión o ausencia de depresión.

En cuarto lugar y con el fin de analizar la relación entre los niveles de carga, la salud

física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y

jóvenes con autismo se llevó a cabo el procedimiento analítico de Correlación y Regresión

Múltiple a través del programa estadístico SPSS 15.0 para Windows. La Correlación y

Regresión Múltiple proviene de la extensión de la Correlación y Regresión Simple, es una

técnica de dependencia mediante la cual se puede establecer el grado de subordinación de

una variable denominada dependiente (criterio) a un conjunto de otras variables llamadas

independientes (predictoras), con el fin de predecir y explicar la variable dependiente con

base a la mejor ponderación de las variables independientes (Peña, 2009).

Es decir, las variables niveles de carga y salud física autopercibida (predictoras) se

asocian con la variable niveles de depresión (criterio) en tal sentido que, a medida que las

variables niveles de carga y salud física autopercibida aumentan o disminuyen, la variable

de depresión tiende a aumenta o a disminuir.

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59

El coeficiente de correlación múltiple se representa por una R (r mayúscula) para

distinguirla de los coeficientes r entre dos o más variables aleatorias (Grajales, 2000).

Este coeficiente, señala que su valor calculado puede ir de -1.0 a +1.0 pasando por

cero; cuando hay un incremento en el nivel de las puntuaciones de la variable independiente

se relaciona con un incremento en el nivel de las puntuaciones de la variable dependiente, la

r de Pearson será positiva hasta un valor de + 1.00, cuando hay un incremento en el nivel de

las puntuaciones de la variable independiente se relaciona con una disminución en el nivel

de las puntuaciones de la variable dependiente, la r de Pearson será negativa hasta un valor

de - 1.00 y cuando hay un incremento en el nivel de las puntuaciones de la variable

independiente no se relaciona con un cambio en el nivel de las puntuaciones de la variable

dependiente, la r de Pearson el igual a 0 (Ritchey, 2001).

Ante la correlación múltiple se cumplen los supuestos de colinealidad entre los

niveles de carga y la salud física autopercibida con los niveles de depresión y el Durbin

Watson, es de 2,404, indicando ausencia de autocorrelación de las tres variables (Durbin y

Watson, 1951), considerándola así aceptable para la correlación (Véase la tabla 8).

Tabla 8: Supuesto de colinealidad y autocorrelación de las tres variables.

a Variables: niveles de carga y dimensiones de salud física con los niveles de depresión.

b Factor

Inflación de la varianza. c autocorrelación de las tres variables.

El análisis de la regresión múltiple para las madres y abuelas con un rango de edad

de 20 a 75 años, seleccionadas para la muestra del presente estudio, señala que la

correlación entre los niveles de carga la salud física autopercibida y los niveles de depresión

es positiva y altamente significativa ya que R ha dado un valor de 0,922 y la R2

corregida

presenta un valor de 0,816; los dos coeficientes de R tienen un valor muy cercano a 1, de tal

Modeloa

Estadístico de Colinealidad

Durbin WatsonC Tolerancia FIV

b

Niveles de Carga ,547 1,827

2,404

Función Física ,501 1,995

Rol Físico ,758 1,319

Dolor Corporal ,365 2,738

Salud General ,507 1,972

Vitalidad ,372 2,687

Función Social ,297 3,367

Rol Emocional ,603 1,658

Salud Mental ,368 2,718

Variable dependiente: Niveles de depresion

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manera que se puede concluir que el 82 % del aumento de los niveles de depresión es

explicado por los niveles de carga y la salud física autopercibida en las cuidadoras

principales (F 25,141; p < 0,000).

Por su parte, se calcularon los coeficientes de beta de la correlación de las tres

variables para así apreciar el grado de influencia que tienen los niveles de carga y la salud

física autopercibida en los niveles de depresión. Como se puede observar en la tabla 9, la

correlación entre los niveles de carga con la depresión es significativa, así como también la

correlación de las dimensiones Función social y Rol Emocional de la salud física

autopercibida con la depresión fueron significativas. Se tomo en cuenta la magnitud del

efecto descrita por Keith (citado en Peña, 2009), para interpretar los coeficientes de Beta

significativos en la correlación de las tres variables.

Tabla 9: Coeficiente de beta de los niveles de carga y salud física autopercibida con los

niveles de depresión:

Variable dependiente: Depresión. La correlación es significativa al nivel * al 0.05

De tal forma, la magnitud del efecto de la correlación entre los niveles de carga con

los niveles de depresión indica que el grado de influencia que tiene los niveles de carga en

los niveles de depresión es grande. Igualmente, la correlaciones de las dimensiones Función

Social y Rol Emocional de la salud física autopercibida con los niveles de depresión señala,

que el grado de influencia que presenta el deterioro de salud física autopercibida en ambas

dimensiones con los niveles de depresión es grande.

Además, el análisis estadístico de correlación y regresión múltiple para cumplir con

los objetivos de la presente investigación, de manera opcional, se procedió a analizar la

correlación bivariada (r de Pearson) para verificar el grado de dependencia de los niveles de

carga con los niveles de depresión, la salud física autopercibida con los niveles de depresión

Modelo

Coeficientes no

estandarizados

Coeficientes

estandarizados T Sig.

Estadísticos de

colinealidad

B Error típ. Beta Tolerancia FIV B

Error

típ.

1 (Constante) 19,313 4,683 4,124 ,000

Niveles de Carga ,257 ,048 ,441* 5,319 ,000 ,547 1,827

Función Física -,027 ,037 -,061 -,709 ,483 ,501 1,995

Rol Físico ,052 ,045 ,081 1,154 ,255 ,758 1,319

Dolor Corporal ,001 ,150 ,001 ,008 ,993 ,365 2,738

Salud General -,065 ,066 -,085 -,989 ,328 ,507 1,972

Vitalidad -,168 ,102 -,165 -1,640 ,109 ,372 2,687

Función Social -,405 ,181 -,252* -2,245 ,030 ,297 3,367

Rol Emocional -,232 ,059 -,309* -3,919 ,000 ,603 1,658

Salud Mental ,035 ,088 ,040 ,395 ,695 ,368 2,718

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y los niveles de carga con la salud física autopercibida en las cuidadoras principales y así

observar cómo se muestra las fuerzas de las correlaciones entre dichas variables.

En tal sentido, la correlación de los niveles de carga con los niveles de depresión es

positiva y altamente significativa ya que presenta una alta correlación (r 708). Esta

correlación indica que las cuidadoras principales con mayores niveles de carga tienden a

presentar mayores niveles de depresión que aquellas que tengan menores niveles de carga,

tal y como se muestra en la tabla 10.

Las correlaciones de las dimensiones de salud física autopercibida del SF-36 con los

niveles de depresión, son todas negativas significativas y superiores o iguales a -0,322,

indicando así que las cuidadoras principales con peor estado de salud física autopercibida

tienden presentan mayores niveles de depresión. Las correlaciones más altas obtenidas

fueron las dimensiones Función social, Vitalidad y Salud Mental.

De la misma manera, la correlación de la salud física autopercibida del Componente

de Salud Física (CSF) del SF-36 con los niveles de depresión es negativa significativa (r -

0,531), indicando que las cuidadoras principales con peor estado de salud física

autopercibida tiende a presentan mayores niveles de depresión. También, la correlación de

la salud física autopercibida del Componente de Salud Mental (CSM) del SF-36 con los

niveles de depresión es negativa significativa (r -,765), mostrando que las cuidadoras

principales con peor estado de salud física autopercibida tienden a presentan mayores

niveles de depresión. A su vez, se puede observar que ambas correlaciones son altas (véase

la tabla 10).

Tabla 10: Correlación bivariada (r de Pearson) de los niveles de carga con los niveles de

depresión y la salud física autopercibida con los niveles de depresión.

Correlación de Pearson

Niveles de depresión

Niveles de carga ,708(**)

Función Física -,440(**)

Rol Físico -,322(**)

Dolor Corporal -,529(**)

Salud General -,531(**)

Vitalidad -,684(**)

Función Social -,810(**)

Rol Emocional -,530(**)

Salud Mental -,592(**)

Componente de Salud Física -,564(**)

Componente de Salud Mental -,765(**)

La correlación es significativa al nivel ** 0,01 (bilateral)

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Las correlaciones de los niveles de carga con la salud fisca autopercibida que

corresponde a las dimensiones Función Física, Dolor Corporal, Vitalidad y Función Social

del SF-36 de salud física autopercibida, son todas negativas significativas y superiores o

iguales a -,088, indican una tendencia a las cuidadoras principales con mayores niveles de

carga a presentar peor estado de salud física autopercibida. Las correlaciones más altas

obtenidas son las dimensiones Función social, Vitalidad y Función física.

De igual forma, la correlación de los niveles de carga con salud física autopercibida

del Componente de Salud Física (CSF) del SF-36 es negativa significativa (r -0,383)

indicando que las cuidadoras principales con mayores niveles de carga tiende a presentar

peor estado de salud física autopercibida. Asimismo, la correlación de los niveles de carga

con la salud física autopercibida del Componente de Salud Mental (CSM) del SF-36, es

negativa significativa (r -,355), mostrando que la tendencia de las cuidadoras a presentar

mayores niveles de carga tienden a presentar peor estado de salud física autopercibida. A su

vez, se puede observar que ambas correlaciones son moderadas, (véase la tabla 11).

Tabla11: Correlación bivariada (r de Pearson) de los niveles de carga con la salud física

autopercibida.

Correlación de Pearson

Niveles de carga

Función Física -,400(**)

Dolor Corporal -,344(*)

Vitalidad -,417(**)

Función Social -,569(**)

Componente de Salud Física -,383(**)

Componente de Salud

Mental

-,355(*)

La correlación es significativa al nivel ** 0,01 (bilateral). La correlación es significante al

nivel * 0,05 (bilateral).

Por último, se concluye que se cumplieron los objetivos de la presente investigación,

ya que la relación entre niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de

depresión en las 50 cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo seleccionas para

la muestra, manifestó alta correlación positiva y cumpliéndose los estadísticos pertinentes

de la correlación y regresión múltiple para establecer la eficacia de la relación de las tres

variables, se deduce, que el incremento de los niveles de depresión en las cuidadoras

principales es explicado por el incremento de los niveles de carga y el incremento de peor

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estado de salud física autopercibida en las mismas, indicando que los resultados se dieron

como se esperaba en el estudio.

Además, el análisis opcional de la correlación bivariada (r de Pearson) de las tres

variables, señala correlaciones significativas, exponiendo así que el aumento de los niveles

de carga se relacionan con el aumento de los niveles de depresión; el aumento de peor

estado de salud física autopercibida se relacionan con el aumento de los niveles de

depresión y el aumento de los niveles de carga se relaciona con el aumento de peor estado

de salud física autopercibida, siendo un dato novedoso para la correlación de la salud física

autopercibida con los niveles de depresión, además de la correspondencia entre los

resultados de la correlación de los niveles de carga con la salud física autopercibida y con

los niveles de depresión, reflejados en los estudios descritos de la literatura revisada.

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Discusión

El objetivo principal del de la presente investigación ha sido analizar la relación entre

los niveles de carga, la salud física autopercibida y los niveles de depresión en las cuidadoras

principales de niños y jóvenes con autismo. Se tomó el interés de llevar a cabo el estudio con

cuidadoras principales, debido a que diferentes investigaciones señalan que la mayoría de los

cuidadores primarios, principales o informales que dedican la atención y cuidado diario a

uno o varios miembros de la familia que presente alguna enfermedad discapacidad o

trastorno son mujeres, ya sean madres, esposas o hijas (Chamorro et al., 2009; Córdoba-

Andrade et al., 2008; Crespo y López, 2008; Fernández et al., 2011; Flórez-Torres et al.,

2010; Gómez-Benito y Verdugo-Alonso, 2008; González et al., 2004; Islas-Salas et al.,

2006; Seguí et al., 2008; Ramos-del Río, 2008; Steele, 2010; Yonte, et al., 2010).

En primera instancia, el estudio se llevó a cabo con cuidadoras principales sólo de

niños y jóvenes con autismo, ya que éstos demandan gran atención de quienes los cuidan

(Obando, 2009), por lo que, velar de una persona con algún tipo de enfermedad,

discapacidad o trastorno podría ser una amenaza para el bienestar del cuidador (Seguí et al.,

2008).

Las cuidadoras principales de los niños y jóvenes que presentan autismo no escapan

de esta situación, ya que pueden manifestar problemas físicos, psicológicos y sociales

(Martínez et al. 2008), de ahí la importancia de identificar y relacionar variables psicológicas

como la carga, la salud física autopercibida y la depresión en las cuidadoras principales de

niños y jóvenes con autismo.

Tomando en cuenta el primer objetivo de la investigación, referente a la

identificación de los niveles de carga en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con

autismo, el estudio revela que se identifican niveles de carga leve en las cuidadoras

principales, lo cual coincide parcialmente con el estudio de Lara et al. (2008) que delimitó

que el 20% de los cuidadores primarios en el primer nivel de atención manifestaron

sobrecarga leve y el 15% mostraron sobrecarga intensa; también, coincide parcialmente con

el estudio de Chamorro et al., (2009) que determinó que el 81,3% de las cuidadoras de

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pacientes con discapacidad neurológica no presentaron sobrecarga emocional y el 18,8%

mostró una ligera sobrecarga.

A su vez, los resultados del presente estudio no se asemejan a los resultados de la

investigación de Rubiera do Espíritu Santo et al. (2010), que presentaron que el promedio de

sobrecarga en los cuidadores de niños con cáncer fue de 1.94, indicando así ausencia de

sobrecarga en estos cuidadores.

Además, los resultados del presente estudio se contraponen a otros estudios (Alfaro

et al., 2007; Martínez et al., Seguí et al., 2008) que evidencian un nivel de carga moderada,

elevada o intensa, respectivamente.

A pesar de las implicaciones y el tipo de atención y cuidado que ameritan los niños y

jóvenes con autismo, los datos hallados muestran que las cuidadoras principales no

manifiestan niveles de carga significativa, no obstante, presentan carga leve, indicando que,

de cierta manera, el modo en cómo las cuidadoras principales perciben el cuidado que les

brindan a estos niños y jóvenes afecta diferentes aspectos de sus vidas tales como su salud,

su vida personal, social y económica.

Cumpliendo con el segundo objetivo de la investigación, se examinó el estado de

salud física autopercibida en las cuidadoras principales, cuyos resultados se expresaron a

través de una escala que mide la salud física en términos de dimensiones; casi todas ellas se

aproximaron a un peor estado de salud física autopercibida, excepto la dimensión de Función

Física que se aproximó a un mejor estado de salud. Estos resultados se asemejan al estudio

de Seguí et al. (2008) con la diferencia que además de que la dimensión de Función Física se

aproximó a un mejor estado de salud física autopercibida, las dimensiones Rol Físico y Rol

Emocional también se aproximaron a un mejor estado de salud física.

Como se ha descrito, las demás dimensiones presentaron peor estado de salud física

autopercibida, pero notándose una valoración más negativa en las dimensiones Función

Social y Dolor Corporal, lo cual coincide con los resultados del estudio de Seguí et al.

(2008) y con el de Fernández et al. (2011) en el cual sólo la dimensión Dolor Corporal

mostró una valoración más negativa, pero a su vez, el presente estudio encontró valoración

más negativa en las dimensiones Vitalidad, Salud General y Salud Mental, revelando así,

presencia de peor estado de salud en las cuidadoras principales.

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Tomando en cuenta los dos factores generales del instrumento, que son el

Componente de Salud Física y el Componente de Salud Mental, se observó peor estado de

salud física autopercibida en el Componente de Salud Mental en comparación con el

Componente de Salud Física, coincidiendo este dato hallado con otros estudios (Fernández

et al. 2011; García, et al. 2004; Seguí et al., 2008).

En relación al tercer objetivo de la investigación, los resultados de la investigación

indican que no se encontró depresión en las cuidadoras principales; de acuerdo a los puntos

establecidos para la escala que midió los niveles de depresión en las cuidadoras principales,

la media muestra ausencia de depresión en las mismas. Este resultado es similar al de

Rubiera do Espíritu Santo et al. (2010) ya que su estudio mostró que el promedio de

depresión fue de 6,25, en los cuidadores de niños con cáncer, mostrando así ausencia de

depresión en los mismos.

También, los resultados del presente estudio coinciden parcialmente con los del

estudio de Fávero-Nunes y dos Santos (2010), ya que el mismo mostró que sólo el 15% de

las madres de niños con trastorno autístico cumplieron los criterios para la

disforia/depresión, indicando que porcentajes menores de 15 señalan normalidad o depresión

ligera en estas madres.

Por otro lado, los resultados de la presente investigación, son contradictorios con los

obtenidos en la investigación de Baker et al. (2011) quien reportó que los familiares de los

niños diagnosticados con autismo presentaron depresión. Del mismo modo, el resultado del

presente estudio también difiere del obtenido por Alfaro et al. (2008) ya que a pesar de que

su investigación se llevó a cabo con pacientes con dolor crónico, se estudió la depresión en

los cuidadores primarios de dichos pacientes, dando como resultado presencia de depresión

en los mismos.

Asimismo, el artículo de Bitsika y Sharpley (2004) que mostró, que de 107 padres de

niños con trastorno del espectro autista, sólo dos tercios (36 padres) presentaron depresión,

este resultado muestra discrepancia con la media del presente estudio que mostró ausencia de

depresión, lo cual puede deberse a que la muestra del artículo era mucho más amplia, 107

cuidadores, incluyendo hombres. Tal situación señala que a pesar que muchos de los

cuidadores no manifiestan depresión, otros si lo presentan, cuestión que inquieta y llama la

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atención, debido a que las cuidadoras pueden presentar esta alteración y por ende puede

afectar sus vidas.

Igualmente, un meta-análisis efectuado por Singer (2007) señala que los resultados

de los 18 estudios analizados manifestaron elevados niveles de depresión en las madres de

niños con discapacidades del desarrollo, generando también desigualdad con el resultado de

este estudio. Además, la investigación de Bailey et al. (2007) que consistió en una revisión

de literatura de 42 artículos, muestra que sólo 8 de ellos refirieron depresión en las madres

de niños con discapacidad del desarrollo. A pesar de que fueron pocos los estudios que

manifestaron depresión en las madres de los niños con esta discapacidad, hubo presencia del

mismo, proporcionando resultados diferentes al del presente estudio.

Por su parte, considerando el cuarto objetivo de la investigación, se determinó una

relación positiva y significativa entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo, revelando

que las tres variables se asocian, indicando así, que el aumento de los niveles de depresión se

ve explicado por el aumento de los niveles de carga y el aumento de peor estado de salud

física autopercibida en las cuidadoras principales, es decir, a mayor nivel de carga y

deterioro de salud física autopercibida presentes en las cuidadoras principales de niños y

jóvenes con autismo, mayor será la tendencia de presentar niveles de depresión en las

mismas, ya que el resultado arrojó que la carga y el deterioro de la salud física autopercibida

son variables predisponertes de la depresión.

A pesar que la relación entre las tres variables mostró alta correlación positiva, los

resultados referentes a los tres primeros objetivos presentaron carga leve, peor estado de

salud física autopercibida y ausencia de depresión. Los mismos, se pudieron deber a la

cantidad de la muestra, ya que por ser sólo de cincuenta cuidadoras no se logró precisar en

mayor medida la existencia de cada variable, en especial la depresión en las cuidadoras

principales, sin embargo, los estudios anteriores no manifestaron presencia de depresión

significativa en los cuidadores, situación que es de interés debido a que como ya se ha dicho,

se puede deber a la cantidad de la muestra o a que la depresión no es una variable que sula

manifestarse de manera significativa en los cuidadores principales.

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De manera opcional, se llevó a cabo un análisis correlacional bivariado (r de Pearson)

con el propósito de verificar el grado de dependencia de los niveles de carga con los niveles

de depresión, la salud física autopercibida con los niveles de depresión y los niveles de carga

con la salud física autopercibida en las cuidadoras principales, para así contrastarlos con los

estudios de la literatura revisada, debido a que cada uno de ellos sólo han relacionado dos de

las tres variables.

Los resultados obtenidos muestran que la correlación de los niveles de carga con los

niveles de depresión es positiva y altamente significativa, indicando así que las cuidadoras

principales con mayores niveles de carga, tienden a presentar mayores niveles de depresión.

En el estudio realizado por Alfaro et al. (2008) también se correlacionaron ambas variables,

empleando el mismo instrumento (Entrevista de carga del cuidador de Zarit) de medida para

evaluar la sobrecarga, con la versión española de 1982 y para medir la depresión utilizaron la

Subescala de Depresión de Historia Clínica Multimodal de Lazarus (1976), siendo esta

escala diferente a la que se usó en la presente investigación.

Considerando lo anterior, los resultados del estudio de Alfaro et al. (2008) arrojaron

correlaciones positivas entre la sobrecarga y la depresión en los cuidadores primarios. A

pesar que en el presente estudio se utilizó una escala distinta para medir la depresión, la

correlación también ha sido positiva y significativa, mostrando resultado similar al del

estudio de Alfaro et al. (2008).

Las correlaciones entre las dimensiones del SF-36 que midió la salud física

autopercibida con los niveles de depresión, son todas negativas significativas, indicando así

la tendencia de las cuidadoras principales con peor estado de salud física autopercibida o

mayor deterioro del estado de salud física autopercibida a presentar mayores niveles de

depresión. Estos datos hallados son novedosos para la investigación, ya que de acuerdo a los

estudios, especialmente aquellos relacionados con cuidadores principales de personas con

autismo o trastorno del espectro autista, que han correlacionado variables en las cuidadoras

principales, no han relacionado la salud física con los niveles de depresión.

Sin embargo, el estudio de Rubiera do Espíritu Santo et al. (2010), relacionó la

calidad de vida de los cuidadores de niños con cáncer con la depresión empleando el SF-36

para medir la calidad de vida y el Inventario de Depresión de Beck versión en portugués para

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evaluar la depresión, la relación la efectuaron con el coeficiente de correlación de Sperman y

los resultados del estudio revelaron que sólo la dimensión de salud mental se relacionó de

manera negativa y significativa con la depresión, mostrando así que a medida que la calidad

de vida se ve afectada por la presencia de peor salud mental tendera a aumentar la depresión

en estos cuidadores, siendo este dato hallado diferente al del presente estudio.

Las correlaciones de los niveles de carga con las dimensiones del SF-36 que evaluó

la salud física autopercibida, indican que todas las dimensiones son negativas, sin embargo,

sólo las dimensiones de Función Física, Dolor Corporal, Vitalidad, Función Social son

significativas, siendo este resultado diferente al de otros estudios (Fernández et al., 2011;

Seguí et al., 2008), ya que los mismos, señalan que todas las dimensiones de salud física

autopercibida del cuestionario de salud SF-36 se correlacionan de forma negativa y

significativas con la escala de sobrecarga de Zarit.

Por su parte, el Componente de Salud Física y el Componente de Salud Mental del

SF-36 en esta investigación, son negativos y significativos, concordando así con los dos

estudios anteriores e indicando que a medida que las cuidadoras principales muestren

mayores niveles de carga tenderán a manifestar peor estado de salud física autopercibida o

mayor deterioro del estado de salud física autopercibida.

La correlación entre los niveles de carga con las dimensiones del SF-36 que evaluó la

salud física autopercibida, también es novedosa, ya que en las dos investigaciones anteriores

que correlacionaron las mismas variables, utilizaron los mismos instrumentos que se

empelaron para el este estudio. En tal sentido, la presente investigación mostró que las

dimensiones Función Física, Dolor Corporal, Vitalidad, Función Social, el Componente de

Salud Física y el Componente de Salud Mental indican que las cuidadoras principales con

mayores niveles de carga, tienden a presentar peor salud física autopercibida o deterioro de

salud física autopercibida.

No obstante, el estudio realizado por de Rubiera do Espíritu Santo et al. (2010), que

también utilizan el SF-36 pero para evaluar la calidad de vida y la Escala de Sobrecarga del

Cuidador de Zarit para medir la sobrecarga, muestra que la relación de la sobrecarga con las

dimensiones del SF-36 a través de la correlación de Sperman, se presentó solo en las

dimensiones de salud mental y vitalidad, indicando, que a medida que aumente la sobrecarga

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tenderá a presentar peor salud mental y peor vitalidad, afectado así la calidad de vida con

respecto a la salud mental y la vitalidad en estos cuidadores, siendo este resultado diferente

al de la presente investigación.

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Conclusiones y Recomendaciones

Tomando en consideración los resultados obtenidos en esta investigación y como

producto del contraste de estos con la literatura revisada, se hacen las siguientes

conclusiones y recomendaciones:

Se concluye que las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo no son

solamente las madres, sino también las abuelas maternas o paternas quienes ejecutan el

cuidado diario de estos niños y adolescentes diagnósticados con autismo.

Asimismo se concluye, que el autismo en niños y jóvenes se evidencia más en varones

que en hembras, mostrándose este dato hallado también en otros estudios (Baker et al.,

2011; Fávero-Nunes y dos Santos, 2010; Seguí et al. 2008).

Igualmente se concluye, que la presencia de carga leve en las cuidadoras principales de

niños y jóvenes con autismo repercute en sus vidas, debido a que la presencia de carga,

ya sea en mayor o menor medida, afecta el bienestar de las cuidadoras, su salud física, su

salud mental, sus actividades personales y sus relaciones sociales.

Del mismo modo, se concluye, que la salud física autopercibida en las cuidadoras

principales se encuentra notablemente afectada, por lo que pueden manifestar dolor

corporal, falta de valoración personal ante sus estado de salud, lo cual influye en su

situación actual, sus perspectivas futuras y la resistencia a enfermar, también pueden

presentar problemas físicos, emocionales y dificultades en su salud mental en general, lo

que repercute en su trabajo o sus actividades diarias (Alonso et al., 1995).

Además, el Componente de Salud Mental mostró peor estado de salud que en el

Componente de Salud Física presentes en la escala, por lo que se puede concluir, que las

cuidadoras principales presentan dificultades emocionales que interferirían en su trabajo

o vida habitual, así como, bajo control de sus emociones, de su conducta, presencia de

ansiedad, cansancio, agotamiento ante las actividades que realizan (Alonso et al., 1995),

proporcionándoles así deterioro en su bienestar y calidad de vida.

De igual forma se llega a concluir, que a pesar de la demanda que presentan los infantes

con autismo, la presencia de carga leve y el deterioro del estado de salud física

autopercibida en las madres y abuelas de los niños y jóvenes con autismo, las cuidadoras

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principales participantes en este estudio no mostraron niveles significativos de depresión,

deduciendo así ausencia de depresión en ellas.

Este resultado comparado con otros estudios genera interés, debido a que no se

manifiesta presencia significativa de depresión en los cuidadores, por lo que, se considera

necesario llevar a cabo estudios que evalúen bien los antecedentes e intensidad de la

depresión en los cuidadores principales, debido a que la presencia de depresión puede

repercutir en la vida de estos cuidadores. Otros autores también lo sugieren (Bailey et al.,

2007; Fávera y dos Santos, 2010; Singer, et al., 2007).

La alta relación positiva entre los niveles de carga, la salud física autopercibida y los

niveles de depresión, ha sido un resultando novedoso para el estudio, ya que se pretendía

analizar la relación entre las tres variables, pero sin saber que tanto podría relacionarse

una con la otra debido a que no se había estudiado la relación de estas tres variables en

conjunto. De esta manera, a pesar de que los resultados muestran carga leve, deterioro de

salud física autopercibida y ausencia de depresión en las cuidadoras principales, la

correlación, entre las tres variables indica, que la tendencia del incremento de los niveles

de depresión, va a depender de la tendencia del incremento de los niveles de carga y de

la tendencia del incremento de peor estado salud física autopercibida en las cuidadoras

principales de niños y jóvenes con autismo.

De la misma manera, se concluye, la correlación bivariada entre las tres variables, lo que

muestra, el aumento de los niveles de carga en las cuidadoras principales, se relaciona

con el aumento de los niveles de depresión en ellas. Igualmente, se concluye que a

medida de que todas las dimensiones y componentes del SF-36, que midió la salud física

autopercibida, aumentan, también tienden a aumentar los niveles de depresión en ellas,

es decir, un peor de salud física autopercibida en las cuidadoras principales, se relaciona

con mayores niveles de depresión en las mismas. Además, se concluye que esta relación

es un resultado novedoso, ya que en la literatura revisada no se había relacionado la

salud física, con la depresión en estas cuidadoras principales.

También se puede afirmar que a medida que los niveles de carga aumentan, las

dimensiones Función Física, Dolor Corporal, Vitalidad, Función Social y los Componentes

de Salud Física y Salud Mental del SF-36 también tienden aumentar, por lo que se puede

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deducir, que el aumento de los niveles de carga en las cuidadoras principales, se relaciona

con un peor estado de salud física autopercibida en las mismas.

En otro orden de ideas, se han considerado algunas limitaciones y ventajas en el

estudio. La ventaja es haber utilizado instrumentos como la Entrevista de Carga de Zarit

versión mexicana (Alpuche et al., 2007) para medir los niveles de carga, el Cuestionario de

Salud SF-36 versión venezolana (Mendoza, 2007) para medir la salud fisica autopercibida y

el Inventario de Depresión de Beck traducido al castellano (Vázquez y Sanz, 1991) para

valorar los niveles de depresión en las cuidadoras principales de niños y jóvenes con

autismo, ya que ante la muestra, las tres escalas manifestaron a través del índice de medida

Alfa de Cronbach, confiabilidad de tipo consistencia interna que a su vez es un indicador

indirecto de validez de constructo.

Entre las limitaciones está la relacionada con la muestra, debido a que sólo se trabajó

con cuidadoras principales (madres y abuelas). Si se consideran a los cuidadores principales

(padres y abuelos) los resultados podrían arrojar datos más concretos o podrían variar, por lo

que se sugiere en próximos estudios incluir a los padres o cuidadores principales.

Otro aspecto en este sentido, es la cantidad de la muestra, ya que a pesar de que es

más grande que la de otros estudios (Favero-Nunes y dos Santos, 2010; Rubiera do Espítitu

Santo et al., 2010; Seguí et al., 2008) sólo fueron madres y abuelas de niños y jóvenes con

autismo, diagnóstico que hace difícil conseguir una muestra significativa en las cuidadoras

de estos infantes/adolescentes; por lo que se recomienda, que en futuras investigaciones se

incremente la muestra en otros centros, sectores o ciudades del país donde hayan infantes

diagnosticados con autismo, para así identificar las variables y tener una correlación entre las

misma de manera más exacta y precisa o por el contrario, observar otros resultados que

puedan diferir con los del presente estudio.

De la misma manera, se sugiere para futuras investigaciones, además de cuidadoras

principales de niños jóvenes con autismo, se incluyan en una misma investigación, otros

grupos de cuidadores principales ya sean de niños regulares o con otros tipos de trastornos,

enfermedades o discapacidades, para así observar cómo se comportaría la relación de las

variables del presente estudio ante esos grupos de cuidadores principales; cómo se podrían

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contrastar los resultados ante la correlación de las variables y a su vez, cuáles variables se

verían más afectados entre los grupos.

De igual forma, se sugiere que en próximos estudios, se realicen con cuidadores

principales de niños y/o jóvenes con Trastorno del Espectro Autista, Trastorno de Déficit de

Atención con Hiperactividad, discapacidades físicas o neurológicas severas y/o

enfermedades crónicas, para así notar cómo se presentan los resultados de las variables

psicológicas de ese estudio en relación a éste, la relación entre las mismas variables en estos

cuidadores y a su vez, comparar los resultados con otros estudios. A la par, se recomienda

incluir otras variables psicológicas como el estrés, la salud mental y la ansiedad para ver

cómo se comportan estas variables en la muestra.

También, se sugiere que se lleven a cabo estudios que evalué la prevalencia del

autismo en el Estado Lara y en todo el país ya se considera de suma importancia conocer la

cantidad de infantes que presenten este diagnóstico, además de tomar en cuenta la literatura

revisada, hasta ahora en Venezuela y en el Estado Lara no se ha delimitado la incidencia del

mismo.

Por último, es importante señalar que los resultados encontrados en la investigación,

indican que las cuidadoras principales de niños y jóvenes con autismo requieren de atención

por parte de los profesionales de la salud, ya que el cuidado diario y dedicación que ellas les

brindan a estos infantes repercuten en sus vidas ocasionándoles dificultades en su salud

física y problemas emocionales, psicológicos y conductuales, que a su vez, proporciona

conflictos para llevar a cabo sus actividades y sus necesidades personales, afectándo así su

bienestar y calidad de vida.

De acuerdo a lo anterior, se sugiere a los profesionales de la salud, crear programas

de intervención, psicoeducativas, de apoyo y psicoterapéutica a las cuidadoras principales de

niños y jóvenes con autismo, con el fin de que ellas aprendan a prestar una atención a estos

niños y jóvenes sin que se afecte de forma negativa sus vidas y a su vez les ayude a

satisfacer sus necesidades personales de manera saludable, para sí proporcionarles mayor

bienestar, calidad de vida e incentivo para el cuidado diario de estos infantes.

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Anexos

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