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Miguel Mihura Tres sombreros de copa

Tres sombreros de copa v 3 - bolchiro.com · Tres sombreros de copa y el teatro cómico español Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, es una de las comedias más conocidas e

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Miguel Mihura

Tres sombreros de copa

Miguel Mihura

Miguel Mihura

Tres sombreros de copa

Prólogo y notas de

EMETERIO DIEZ PUERTAS

TRES SOMBREROS DE COPA

Las 25 mejores obras del teatro español

Director de la colección: José Luis Alonso de Santos

Coordinadora editorial: Liz PeralesCoedición RESAD-BolchiroGrupo Bolchiro (www.bolchiro.com)

Bolchiro, S.L. Zurbano, 47 - Madrid, 28010Bolchiro, LLC (c/o OSB Business Services Inc) 180 Varick StreetNew York, NY 10014

Real Escuela Superior de Arte Dramático (www.resad.es)Avenida de Nazaret, 2. 28009 Madrid

Consejo Editorial de la RESAD:Director: Rafael RuízSecretario: Emeterio Diez PuertasConsejeros: Rosario Amador, Fernando Doménech, Vicente Fuentes, JuanjoGranda, Pablo Iglesias, Marta Schinca y Pedro Víllora.

© Del texto: MIGUEL MIHURA SANTOS

© De la presentación: JOSÉ LUIS ALONSO DE SANTOS

© Del prólogo: EMETERIO DIEZ PUERTAS

© Diseño de la cubierta: RODRIGO SÁNCHEZ

© Material gráfico: Centro de Documentación Teatral (INAEM):www.teatro.es© De la presente edición: Bolchiro, S.L y RESAD - 2016

ISBN del libro electrónico: 9788415211907ISBN del libro impreso: 9788415211891

Procesos digitales de edición: www.bolchiroservicios.com

Índice

Prólogo, por J.L. Alonso de Santos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Introducción, por Emeterio Diez Puertas . . . . . . . . . . . . . 13

Imágenes de montajes de la obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

TRES SOMBREROS DE COPA . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66

ACTO PRIMERO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

ACTO SEGUNDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100

ACTO TERCERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130

Tres sombreros de copay el teatro cómico español

Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, es una de lascomedias más conocidas e importantes del teatro español. Hevisto muchas veces representada esta obra y siempre ha disfru-tado del gusto del público, que se ha contagiado de su humore ingenio, así como de ese modelo de vida de personajes tanfrágiles y perdidos como ellos mismos. El autor nunca nos dalecciones sino que camina a nuestro lado ironizando poética-mente sobre las dificultades del amor y el sentido de la vida.

En la obra el autor nos habla de cómo esas relaciones amo-rosas están marcadas siempre por un determinismo social,tema que va a tratar con un humor absurdo a veces, tierno, bri-llante y entrañable otras. Mihura conocía los resortes de la risacon perfección, y a ellos se entregaba con un detallismo dignode un platero. La obra tiene también la intención de conectarcon la modernidad del momento, pero su intento principal eshacer un ejercicio estilístico dentro del género, a la vez quebusca que su público pase un rato agradable y divertido, metastantas veces defendidas por el autor.

En ese juego escénico hace aparecer absurdos diarios tristes,graves y tontos de la vida cotidiana, y los da vida en el espejodel escenario para que el espectador tome conciencia de suslimitaciones y debilidades. Proyecta así su ser frente a unmundo que le sobrepasa. Decía, aludiendo a uno de sus defec-tos, haciéndose una burla amable a sí mismo: "Tengo unapierna más larga que la otra, pero en compensación tengo laotra más corta."

En Tres sombreros de copa, al encontrarse dos mundosopuestos aparecen una serie de elementos enfrentados: la acep-tación de la costumbre frente a los sueños, la monotonía frente

a la bohemia, y la juventud frente a la madurez, como nosmuestra en su estupendo estudio de la obra más adelante Eme-terio Diez.

Mihura nos dibuja así mismo en su obra cómo cuando rom-pemos las costumbres y conseguimos entrar un tiempo en unmundo de diversión y vitalismo, nos encontramos también conotras reglas y sacrificios que hay que cumplir. Por eso cada per-sonaje busca en el otro lo que no tiene, y, juntando sus ilusio-nes y fantasías, acaban todos divagando en un mundo de enso-ñaciones idílicas infantiles, presos del complejo de Peter Pan,único lugar donde es posible huir de la realidad, como en esteencuentro entre Paula y Dionisio:

DIONISIO.— Yo nado muy bien…

PAULA.— Más nado yo. Yo resisto mucho. Ya lo verás…

DIONISIO.— Yo sé hacer el muerto y bucear…

PAULA.— Yo hago la carpa… y, desde el trampolín, séhacer el ángel…

DIONISIO.— Y yo cojo del fondo diez céntimos con laboca…

Diálogo muy diferente al pesimista de las escenas finales,en que Paula habla a Dionisio sobre su triste destino, porqueteme que la predicción de Buby, el otro personaje básico de laobra, y que ella misma ha visto cumplirse numerosas veces, seacierta, como afirma al final de la obra:

DIONISIO.— ¿Has tenido muchos novios?

PAULA. — (…) ¡Un novio en cada provincia…! Lo malo es,Dionisio, lo malo es que todos los caballeros estabancasados ya, y los que aún no lo estaban escondían yaen la cartera el retrato de una novia con quien se iban acasar… Dionisio, ¿por qué se casan todos los caballe-ros?

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A lo que Dionisio responde con el inconfundible humor deMihura: "Porque ir al fútbol siempre, también aburre."

Mihura nos va mostrando la imposibilidad de cambiar loque somos, aunque el autor acude a sus recursos cómicos y aun aire sentimental que suaviza ese determinismo y esa melan-colía dominante. Las cosas muchas veces no son ni blancas ninegras, nos dice, sino que se quedan en medio, y ello precisa-mente marca las raíces absurdas de nuestras decisiones en lavida. Veamos algunas de sus humorísticas frases en este sen-tido: "¿Y tú tienes novia?", le pregunta ella en un momento. Yél, sin saber qué decir (pues tiene, pero no quiere tener), con-testa: "Regular".

El final de la obra, y de nuestras vidas, nos dice, está yamarcado por el destino y nuestras circunstancias: No quedapues otra opción, según el autor, que aceptar ese determinismocon sentido del humor, con ternura y con cierta elegancia, yaque, como el mismo Mihura afirma:

En la vida pasa igual que cuando se saca el perro a pasearatado con una correa. Estamos convencidos de ir a paseardonde nosotros queremos. Y, por el contrario, terminamospor ir siempre donde quiere el perro.

José Luis Alonso de Santos

Mayo de 2015

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Introducción

1.- Presentación1

De Tres sombreros de copa siempre se recuerda que fue unaobra adelantada a su época. Escrita en 1932 solo se estrenaveinte años después y su éxito escénico es tan grande que todosse preguntan: "¿Y por qué ha tardado tanto tiempo en subir alas tablas?". Esta circunstancia ha dado a su autor una espe-cie de condición de artista visionario, de iluminado, de soña-dor. Todo lo contrario de la persona realista y materialista,dos características de las que, precisamente, Mihura abomi-naba tanto desde un punto de vista ético como estético dado suespíritu idealista y su feroz antimarxismo.

Sin embargo, lo que debería resaltarse hoy de Tres sombre-ros de copa, más de ochenta años después de su escritura ymás de sesenta años después de su estreno, es que la obra siguesiendo tan conmovedora, divertida e insólita como lo fue ensu origen. Tres sombreros de copa va camino de convertirseen un clásico; y utilizo esta palabra en su sentido más propio:un texto intemporal por su profundidad, su forma pionera ysu capacidad para conectar con el público de no importa quétiempo y lugar.

La crítica teatral y quienes me han precedido en la ediciónde esta obra han dicho de Tres sombreros de copa que es unajoya de la literatura dramática contemporánea, una obra maes-tra del teatro de humor, un canto poético de conmovedora

1 Esta introducción se inscribe en las lineas de investigación del proyectoIndustrias Culturales e Igualdad: Textos, Imágenes, Públicos y ValoraciónEconómica. InGenArTe (MINECO, Plan Nacional I+D+i, FFI2012-35390).

humanidad, una excelente gimnasia intelectual para variar loscampos de lo "real", una feliz convivencia de lo poético y losentimental, una obra valiente con los personajes más encan-tadores y una obra de vanguardia de un dramaturgo que, final-mente, fue ganado por el teatro comercial.

2.- Reseña biográfica

Miguel Mihura es uno de los maestros del periodismo dehumor en España, se halla entre los mejores dialoguistas delcine español y puede ser catalogado como el más brillante delos autores teatrales de comedia de la segunda mitad del sigloXX. Para trazar su trayectoria vital vamos a seguir la biografíade Moreiro (2004), los estudios críticos de su obra, en especial,el trabajo del profesor Emilio de Miguel (1997 y 2005) y losnumerosos escritos del propio autor, incluido el epistolario edi-tado por Llera Ruiz (2007).

Miguel Mihura nace el 21 de julio de 1905 en Madrid,en el número 5 de la calle Libertad. Sus padres le bautizancomo Miguel Francisco Julio Mihura Santos. Su padre, MiguelMihura Álvarez, marca su vocación. Es actor, empresario tea-tral y autor de sainetes, zarzuelas y alguna opereta. Desde muypequeño lleva a su hijo al teatro y por la casa pasan de formahabitual actores y escritores. Su madre, Dolores Santos Villa,marca su vida afectiva. Dedicada a las tareas del hogar, es unamujer dominante que deja una gran huella en sus hijos, Miguely su único hermano, Jerónimo Mihura, mayor que él. Al quedarpronto viuda, Dolores Santos Villa se dedica por completo aambos y ellos a ella. La adoración por su madre es tal queMiguel Mihura nunca sentirá la necesidad de casarse. Es más,se ha relacionado su fuerte misoginia y su declarado machismocon este fuerte vínculo materno.

Miguel Mihura cursa bachillerato en el selecto colegio SanIsidoro de Madrid y más tarde entra en el Liceo Francés. No es

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un alumno muy dado a los estudios y supera el bachillerato condificultad. Amplía su formación con clases de música, dibujo eidiomas. Luego compagina sus trabajos de decorador de abani-cos y jarrones con las giras que su padre emprende con la com-pañía de Pedro Zorrilla. En 1921, trabaja en la contaduría delTeatro Rey Alfonso, donde conoce a Muñoz Seca y a CarlosArniches. Dice el autor:

Los ratos en que no extendía vales o hacía cuentas —siem-pre equivocadísimas por cierto— escuchaba en el escenariola lectura de nuevas obras que iban a estrenarse y asistía atodos los ensayos y, naturalmente, a todos los estrenos.Me divertía extraordinariamente oyendo leer sus obras aEnrique García Álvarez, el autor que yo más he admiradoen mi juventud, el más desorbitado, el menos burgués, qui-zás el maestro de los que después empezamos a cultivar lodisparatado...Fui testigo del miedo terrible de don Carlos Arniches, quedespués de haber estrenado centenares de obras y ser quizásel autor más aplaudido, bajaba a contaduría, durante losestrenos, y allí se quedaba a mi lado, pálido, silencioso, des-compuesto, esperando el fallo del público. Fui amigo delingeniosísimo Muñoz Seca, tan cordial, tan simpático, tanseñor, tan optimista, que me dejaba pasmado con su talentoy sus invenciones y al que yo —un pollito— defendía a gri-tos en los vestíbulos de los teatros, cuando algún viejo estú-pido y malintencionado intentaba atacarle.Y en busca de obras extranjeras para alternar en el ReyAlfonso con los autores españoles, leí la mayor parte delteatro francés contemporáneo... Aprendí a saber lo que sepuede esperar de una comedia leyendo sólo sus dos prime-ras escenas, o, en algunos casos, la acotación del decoradosimplemente (1943-1947, 14-15).

En 1924 comienza su faceta como periodista, campo enel que ejercerá labores de dibujante, cuentista y articulista.

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Escribe su primer texto en La Voz. Luego colabora con BuenHumor, el diario El Sol, Muchas Gracias y Gutiérrez. Para estaúltima publicación redacta una serie de relatos bajo el títulofor-mista (1931-1933) y, "Las más bellas estampas de la revolu-ción", donde se burla del extremismo de izquierda y de la polí-tica del bienio republicano reformista (1931-1933) y, en fin,hace gala de su anticomunismo.

En estas publicaciones, y en las tertulias literarias de laGranja del Henar y el Café Pombo, conoce a los escritores quemás tarde formarán con él la que se ha llamado "la otra gene-ración del 27", todos ellos influidos por Ramón Gómez de laSerna. Me refiero a Antonio Lara ("Tono"), Edgar Neville, JoséLópez Rubio o Enrique Jardiel Poncela. Con este último man-tendrá una relación tensa, pues Jardiel llega a acusarle variasveces de plagio, aunque esta acusación se explica por los celosque Jardiel tiene ante el talento que demuestra Mihura, el cual,por otra parte, nunca negó la influencia de Jardiel en su obra.

En 1929 la compañía de revistas Alady le contrata comodirector artístico, pero en medio de la gira tiene que regresara Madrid por una artritis tuberculosa en una pierna ocasionadapor una caída de bicicleta siendo niño. Esta enfermedad haceque una pierna sea más larga que otra, le provoca cierta cojeray su estatura se queda en 1,60 metros. Por ello había sidoun chico acomplejado, tímido y melancólico, además de sufrirmuchos dolores a lo largo de toda su vida. Pues bien, el médicole dice que tiene que operase. Durante el tiempo de reposo,escribe su primera obra de teatro, Tres sombreros de copa, ter-minada el 10 de noviembre de 1932 y basada en sus expe-riencias con una bailarina de la compañía de Alady y ensu ruptura con una novia que había conocido en La Toja(Pontevedra). Luego da la obra a leer a varias compañías yempresarios, pero nadie la estrena porque a todos les parecedemasiado nueva en su forma.

Su enfermedad, además, le impide trasladarse a Hollywoodcomo otros compañeros de generación, contratados por las

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Alfonso del Real (Don Rosario) y Manuel Galiana (Dionisio) en elmontaje de 1983 de José Luis Alonso. CDT. Fotografía de ManuelMartínez Muñoz.

Verónica Forqué (Paula), Manuel Galiana (Dionisio) y Alito RodgersJr. (Buby) en otra imagen del montaje de 1983 de José Luis Alonso.CDT. Fotografía de Manuel Martínez Muñoz.

Un momento de la representación y el boceto del hotel de provinciassegún el decorado de Gil Parrondo para el montaje de 1992 de Gus-tavo Pérez Puig. CDT. Fotografía de Pilar Cembrero.

El figurín de Dionisio, según Josette Nahmias, para el montaje de1992 de Gustavo Pérez Puig. CDT. Fotografía de Pilar Cembrero.

TRES SOMBREROS DE COPA

Esta obra fue estrenada el 24 de noviembre de 1952 por elTEU de Madrid en el Teatro Español.

Personajes

DIONISIO

PAULA

BUBY

DON ROSARIO

DON SACRAMENTO

FANNY

MADAME OLGA

SAGRA

TRUDY

CARMELA

EL ODIOSO SEÑOR

EL ANCIANO MILITAR

EL CAZADOR ASTURO

EL ROMÁNTICO ENAMORADO

EL GUAPO MUCHACHO

EL ALEGRE EXPLOTADOR

LaacciónenEuropa, enunacapital deprovinciadesegundoorden.Derechas e izquierdas, las del espectador.

ACTO PRIMERO

Habitación de un hotel de segundo orden en una capital deprovincia. En la lateral izquierda, primer término, puertacerrada de una sola hoja, que comunica con otra habita-ción. Otra puerta al foro que da a un pasillo. La cama.El armario de luna. El biombo. Un sofá. Sobre la mesillade noche, en la pared, un teléfono. Junto al armario, unamesita. Un lavabo. A los pies de la cama, en el suelo, dosmaletas y dos sombrereras altas de sombreros de copa.Un balcón, con cortinas, y detrás el cielo. Pendiente deltecho, una lámpara. Sobre la mesita de noche, otra lám-para pequeña.

Al levantarse el telón, la escena está sola y oscura hastaque, por la puerta del foro, entran DIONISIO y DONROSARIO, que enciende la luz del centro. DIONISIO, decalle, con sombrero, gabán y bufanda, trae en la manouna sombrerera parecida a las que hay en escena. DONROSARIO es ese viejecito tan bueno de las largas barbasblancas.

DON ROSARIO.— Pase usted, don Dionisio. Aquí, en esta habi-tación, le hemos puesto el equipaje.

DIONISIO.— Pues es una habitación muy mona, don Rosario.

DON ROSARIO.— Es la mejor habitación, don Dionisio. Y lamás sana. El balcón da al mar. Y la vista es hermosa.(Yendo hacia el balcón.) Acérquese. Ahora no se ve bienporque es de noche. Pero, sin embargo, mire usted allí laslucecitas de las farolas del puerto. Hace un efecto muylindo. Todo el mundo lo dice. ¿Las ve usted?

DIONISIO.— No. No veo nada.

DON ROSARIO.— Parece usted tonto, don Dionisio.

DIONISIO.— ¿Por qué me dice usted eso, caramba?

DON ROSARIO.— Porque no ve las lucecitas. Espérese. Voy aabrir el balcón. Así las verá usted mejor.

DIONISIO.— No. No, señor. Hace un frío enorme. Déjelo.(Mirando nuevamente.) ¡Ah! Ahora me parece que veoalgo. (Mirando a través de los cristales.) ¿Son tres luceci-tas que hay allá a lo lejos?

DON ROSARIO.— Sí. ¡Eso! ¡Eso!

DIONISIO.— ¡Es precioso! Una es roja, ¿verdad?

DON ROSARIO.— No. Las tres son blancas. No hay ningunaroja.

DIONISIO.— Pues yo creo que una de ellas es roja. La de laizquierda.

DON ROSARIO.— No. No puede ser roja. Llevo quince añosenseñándoles a todos los huéspedes, desde este balcón, laslucecitas de las farolas del puerto, y nadie me ha dichonunca que hubiese ninguna roja.

DIONISIO.— Pero ¿usted no las ve?

DON ROSARIO.— No. Yo no las veo. Yo, a causa de mi vistadébil, no las he visto nunca. Esto me lo dejó dicho mipapá. Al morir mi papá me dijo: «Oye, niño, ven. Desde elbalcón de la alcoba rosa se ven tres lucecitas blancas delpuerto lejano. Enséñaselas a los huéspedes y se pondrántodos muy contentos...» Y yo siempre se las enseño...

DIONISIO.— Pues hay una roja, yo se lo aseguro.

DON ROSARIO.— Entonces, desde mañana, les diré a mishuéspedes que se ven tres lucecitas: dos blancas y una

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roja... Y se pondrán más contentos todavía. ¿Verdad quees una vista encantadora? ¡Pues de día es aún más linda!...

DIONISIO.— ¡Claro! De día se verán más lucecitas...

DON ROSARIO.— No. De día las apagan.

DIONISIO.— ¡Qué mala suerte!

DON ROSARIO.— Pero no importa, porque en su lugar se ve lamontaña, con una vaca encima muy gorda que, poquito apoco, se está comiendo toda la montaña...

DIONISIO.— ¡Es asombroso!

DON ROSARIO.— Sí. La Naturaleza toda es asombrosa, hijomío. (Ya ha dejado DIONISIO la sombrerera junto a lasotras. Ahora abre la maleta y de ella saca un pijamanegro, de raso, con un pájaro bordado en blanco sobreel pecho, y lo coloca, extendido, a los pies de la cama. Ydespués, mientras habla DON ROSARIO, DIONISIO vaquitándose el gabán, la bufanda y el sombrero que metedentro del armario.) Esta es la habitación más bonita detoda la casa... Ahora, claro, ya está estropeada del tra-jín... ¡Vienen tantos huéspedes en verano!... Pero hastael piso de madera es mejor que el de los otros cuartos...Venga aquí... Fíjese... Este trozo no, porque es el paso y yaestá gastado de tanto pisar... Pero mire usted debajo de lacama, que está más conservado... Fíjese qué madera, hijomío... ¿Tiene usted cerillas?

DIONISIO.— (Acercándose a DON ROSARIO.) Sí. Tengo unacaja de cerillas y tabaco.

DON ROSARIO.— Encienda usted una cerilla.

DIONISIO.— ¿Para qué?

DON ROSARIO.— Para que vea usted mejor la madera. Agá-chese. Póngase de rodillas.

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DIONISIO.— Voy.

Enciende una cerilla y los dos, de rodillas, miran debajode la cama.

DON ROSARIO.— ¿Qué le parece a usted, don Dionisio?

DIONISIO.— ¡Que es magnífico!

DON ROSARIO.— (Gritando.) ¡Ay!

DIONISIO.— ¿Qué le sucede?

DON ROSARIO.— (Mirando debajo de la cama.) ¡Allí hay unabota!

DIONISIO.— ¿De caballero o de señora?

DON ROSARIO.— No sé. Es una bota.

DIONISIO.— ¡Dios mío!

DON ROSARIO.— Algún huésped se la debe de haber dejadoolvidada... ¡Y esas criadas ni siquiera la han visto albarrer!... ¿A usted le parece esto bonito?

DIONISIO.— No sé qué decirle...

DON ROSARIO.— Hágame el favor, don Dionisio. A mí mees imposible agacharme más, por causa de la cintura...¿Quiere usted ir a coger la bota?

DIONISIO.— Déjela usted, don Rosario... Si a mí no memolesta... Yo en seguida me voy a acostar, y no le hagocaso...

DON ROSARIO.— Yo no podría dormir tranquilo si supiese quedebajo de la cama hay una bota... Llamaré ahora mismo auna criada.

Saca una campanilla del bolsillo y la hace sonar.

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DIONISIO.— No. No toque más. Yo iré por ella. (Mete parte delcuerpo debajo de la cama.) Ya está. Ya la he cogido. (Salecon la bota.) Pues es una bota muy bonita. Es de caballero...

DON ROSARIO.— ¿La quiere usted, don Dionisio?

DIONISIO. No, por Dios; muchas gracias. Déjelo usted...

DON ROSARIO.— No sea tonto. Ande. Si le gusta, quédese conella. Seguramente nadie la reclamará... ¡Cualquiera sabedesde cuándo está ahí metida...!

DIONISIO.— No. No. De verdad. Yo no la necesito...

DON ROSARIO.— Vamos. No sea usted bobo... ¿Quiere que sela envuelva en un papel, carita de nardo?

DIONISIO.— Bueno, como usted quiera...

DON ROSARIO.— No hace falta. Está limpia. Métasela usteden un bolsillo. (DIONISIO se mete la bota en un bolsillo.)Así...

DIONISIO.— ¿Me levanto ya?

DON ROSARIO.— Sí, don Dionisio, levántese de ahí, no seaque se vaya a estropear los pantalones...

DIONISIO.— Pero ¿qué veo, don Rosario? ¿Un teléfono?

DON ROSARIO.— Sí, señor. Un teléfono.

DIONISIO.— Pero un teléfono de esos por los que se puede lla-mar a los bomberos?

DON ROSARIO.— Sí, señor. Y a los de las Pompas Fúnebres...

DIONISIO.— ¡Pero esto es tirar la casa por la ventana, donRosario! (Mientras DIONISIO habla, DON ROSARIOsaca de la maleta un chaquet, un pantalón y unas botas ylos coloca dentro del armario.) Hace siete años que vengoa este hotel y cada año encuentro una nueva mejora. Pri-mero quitó usted las moscas de la cocina y se las llevó

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al comedor. Después las quitó usted del comedor y se lasllevó a la sala. Y otro día las sacó usted de la sala y selas llevó de paseo, al campo, en donde, por fin, las pudousted dar esquinazo... ¡Fue magnífico! Luego puso ustedla calefacción... Después suprimió usted aquella carne demembrillo que hacía su hija... Ahora el teléfono... De unafonda de segundo orden ha hecho usted un hotel confor-table... Y los precios siguen siendo económicos... ¡Estosupone la ruina, don Rosario...!

DON ROSARIO.— Ya me conoce usted, don Dionisio. No lopuedo remediar. Soy así. Todo me parece poco para mishuéspedes de mi alma...

DIONISIO.— Pero, sin embargo, exagera usted... No está bienque cuando hace frío nos meta usted botellas de aguacaliente en la cama; ni que cuando estamos constipados seacueste usted con nosotros para darnos más calor y sudar;ni que nos dé usted besos cuando nos marchamos de viaje.No está bien tampoco que, cuando un huésped está des-velado, entre usted en la alcoba con su cornetín de pistóne interprete romanzas de su época, hasta conseguir que sequede dormidito... ¡Es ya demasiada bondad...! ¡Abusande usted...!

DON ROSARIO.— Pobrecillos... Déjelos..., casi todos los quevienen aquí son viajantes, empleados, artistas... Hombressolos... Hombres sin madre... Y yo quiero ser un padre paratodos, ya que no lo pude ser para mi pobre niño... ¡Aquelniño mío que se ahogó en un pozo...! (Se emociona.)

DIONISIO.— Vamos, don Rosario... No piense usted en eso...

DON ROSARIO.— Usted ya conoce la historia de aquel pobreniño que se ahogó en el pozo...

DIONISIO.— Sí. La sé. Su niño se asomó al pozo para cogeruna rana... Y el niño se cayó. Hizo «¡pin!», y acabó todo.

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