24
_________________________________ artículos/ ensayos/ noticias _________________________________ Proyecto de elpoemaseminal para conmemorar y dar seguimiento puntual a los textos, celebraciones, actividades y todo lo relacionado con el centenario del nacimiento del poeta y ensayista Octavio Paz Lozano, Premio Nobel de Literatura 1990, en México y por todas partes. Se trata de una recopilación permanente de publicaciones. En 2014 también se conmemoran los centenarios de Julio Cortázar, Efraín Huerta, José Revueltas y José Revueltas, todos ellos amigos cercanos de Paz. C OMITÉ EDITORIAL Sergio Cárdenas Adolfo Castañón Leopoldo Cervantes-Ortiz (coord.) Julio César Félix Ricardo Hernández Echávarri Eduardo Langagne Santiago Montobbio Angelina Muñiz-Huberman 1 1 - - 1 1 5 5 d d e e f f e e b b r r e e r r o o d d e e 2 2 0 0 1 1 4 4 q q u u i i n n c c e e n n a a r r i i o o o o p p 2 2 0 0 1 1 4 4 @ @ g g m m a a i i l l . . c c o o m m a a r r t t í í c c u u l l o o s s 2 Alfredo C. Villeda PACHECO Y PAZ 3 Leonardo Páez ¿LA FIESTA EN PAZ? 4 Lucas Martín OCTAVIO PAZ Y LA REFUTACIÓN DEL EDÉN 6 Karlos Navarro EL MEXICANO, LA HISTORIA Y OCTAVIO PAZ e e n n s s a a y y o o s s 10 Armando González Torres REYERTAS EJEMPLARES 11 Margarito Cuéllar POETAS COMBATIENTES 16 Óscar de Pablo EL RELOJERO DIVINO n n o o t t i i c c i i a a s s 19 LA VIDA DE OCTAVIO PAZ ES LLEVADA AL CINE 22 Niza Rivera PAZ, HUERTA Y REVUELTAS: VISIÓN DIGITAL DE JUAN PABLO RULFO 23 Héctor Guardado CELEBRARÁ COBAES 100 AÑOS DE OCTAVIO PAZ 23 SELLO POSTAL CONMEMORARÁ CENTENARIO DE OCTAVIO PAZ

OP2014, núm. 3

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Quincenario de Octavio Paz, núm. 3, 1-15 de febrero de 2014

Citation preview

Page 1: OP2014, núm. 3

_________________________________

artículos/ ensayos/ noticias _________________________________

Proyecto de elpoemaseminal para

conmemorar y dar seguimiento

puntual a los textos, celebraciones,

actividades y todo lo relacionado con

el centenario del nacimiento del poeta

y ensayista Octavio Paz Lozano,

Premio Nobel de Literatura 1990, en

México y por todas partes. Se trata de

una recopilación permanente de

publicaciones. En 2014 también se

conmemoran los centenarios de Julio

Cortázar, Efraín Huerta, José

Revueltas y José Revueltas, todos ellos

amigos cercanos de Paz.

C O M I T É E D I T O R I A L Sergio Cárdenas Adolfo Castañón Leopoldo Cervantes-Ortiz (coord.) Julio César Félix Ricardo Hernández Echávarri Eduardo Langagne Santiago Montobbio Angelina Muñiz-Huberman 111 --- 111 555 ddd eee fff eee bbb rrr eee rrr ooo ddd eee 222 000 111 444 qqquuuiiinnnccceeennnaaarrriiiooooooppp222000111444@@@gggmmmaaaiiilll ...cccooommm

aaa rrr ttt ííí ccc uuu lll ooo sss

2 Alfredo C. Villeda

PACHECO Y PAZ 3

Leonardo Páez ¿LA FIESTA EN PAZ?

4 Lucas Martín

OCTAVIO PAZ Y LA REFUTACIÓN DEL EDÉN 6

Karlos Navarro EL MEXICANO, LA HISTORIA Y OCTAVIO PAZ

eee nnn sss aaa yyy ooo sss 1 0

Armando González Torres REYERTAS EJEMPLARES

11 Margarito Cuéllar

POETAS COMBATIENTES 16

Óscar de Pablo EL RELOJERO DIVINO

nnn ooo ttt iii ccc iii aaa sss 19

LA VIDA DE OCTAVIO PAZ ES LLEVADA AL CINE 22

Niza Rivera PAZ, HUERTA Y REVUELTAS: VISIÓN DIGITAL DE JUAN PABLO RULFO

23 Héctor Guardado

CELEBRARÁ COBAES 100 AÑOS DE OCTAVIO PAZ 23

SELLO POSTAL CONMEMORARÁ CENTENARIO DE OCTAVIO PAZ

Page 2: OP2014, núm. 3

2

a r t í c u l o s

En un lapsus maravilloso la semana

José Emilio Pacheco (JEP) tenía 25, 26

años, cuando recibió una invitación

que, a juzgar por la documentación

disponible, rechazó sin más

argumento que estar “abrumado de

trabajo”: participar en una antología

poética imaginada en primera

instancia por Octavio Paz. La

propuesta en persona fue del editor

Arnaldo Orfila, pero la sugerencia de

incluir a JEP como coautor fue del

entonces embajador de México en

Nueva Delhi. Era 1 de julio de 1965.

Paz tenía la certeza de que una

antología general de la poesía en

lengua castellana sería para el Fondo

de Cultura Económica (FCE),

encabezado entonces por el propio

Orfila, fundamental y bastaría para

que se recordara la labor de ese sello

editorial en el campo de la cultura

hispanoamericana por muchos años.

La variante planteada era hacer una

selección colectiva, en la que

figurarían “Alí Chumacero, Montes

de Oca, Pacheco o Sabines”.

Orfila y Chumacero consideraban

que Montes de Oca y Sabines “no

tenían la suficiente información

sobre la literatura mexicana como

para poder actuar con juicio crítico”,

además de que Pacheco declinaba

participar, por lo que propusieron

incluir a Huberto Bátiz, a quien Paz

impugnó, pese a ser “un joven de

talento, pero no poeta”. Y sugería a Orfila “insistir un poco” con

Pacheco, a quien “de seguro podría convencer”.

Fue así como se fue configurando la alineación para seleccionar

la antología: Octavio Paz, Alí Chumacero y Homero Aridjis. Pero JEP

no cedía. “Quienes han de colaborar con nosotros irán a mi casa a

manejar los libros que se requiera. Pacheco parece renuente a aceptar

[…] Yo insistiré con el objeto de que se decida”, escribe Orfila a Paz el

7 de septiembre de 1965, cuando ya se barajaban los nombres de los

poetas a figurar en el libro.

Diez días después, la labor del editor fructificó y quedó completo

el comité de selección. Paz pasó entonces al tema de la definición de

qué antología iban a preparar. El asunto desembocó, como era de

esperarse, en un intenso intercambio no pocas veces áspero, pero

respetuoso al límite y de una admiración mutua no solo entre Orfila y

Octavio, sino del poeta con sus colegas Chumacero y Pacheco.

Hay que recordar que Paz, de 51 años, ya era una figura mundial

de la literatura que no solo era traducido en varias lenguas, sino que

era un promotor incansable de autores extranjeros para ser publicados

en español. Sus cartas que perfilan la edición de Poesía en

movimiento, título tomado precisamente de sus argumentos para la

antología, son ensayos en los que un saludo, una puntualización, un

disenso, se convierten en una disertación literaria.

Cuando los ánimos se encendían con los desacuerdos por la

selección de poetas o poemas, hay por lo menos dos momentos en

que Pacheco parece entrar en desesperación y hace énfasis en el cierre

de sus cartas: “Espero con auténtica ansiedad su respuesta en dos

líneas”. En medio de la crisis del FCE y la salida de Orfila, el plan del

libro se va completo al nuevo sello del editor, Siglo XXI, donde

finalmente se publicó, ya con 34 reimpresiones al cierre de 2010.

El 9 de agosto de 1966, Paz plantea su enésima advertencia de

bajarse del proyecto, esta vez cuando el libro ya llevaba un adelanto

en términos de producción. Y es severo: “Por lo visto Alí y José Emilio

se han decidido por el criterio que convinimos en llamar de ‘decoro’

literario. Así pues, será una antología más […] Incluir a Torres Bodet y

compañía en un libro que se llamará Poesía en movimiento es como

cargar de piedras a una bailarina”.

En una suerte de despedida, Paz descarta fracturas en la relación

con el comité y el editor. Escribe: “¿Y qué decir de José Emilio

Pacheco? Le debo muchos gestos de amistad. Pero la gratitud —

aunque también cuenta— no es lo que me hace lamentar no aparecer

a su lado como coautor de la antología. Ser compañero de un poeta

joven es, para mí, un premio (iba a escribir una palabra imbécil: una

Page 3: OP2014, núm. 3

3

consagración). Desde que conocí a

José Emilio me interesaron su obra y

su persona. Lo he seguido de cerca.

Lo seguiré. Es mi amigo.”

En su respuesta, ocho días más

tarde, Pacheco tampoco se ahorra

firmeza ni elogios: “La distinción

entre decoro y aventura no me

parece del todo exacta: en una

antología de la aventura difícilmente

pueden figurar muchos de los poetas

que usted propone —y desde luego

yo nada tengo que hacer en ella.

Tendría que reducirse, de hecho, a

cuatro o cinco poetas, e incluirme

ahí, siendo su coautor, me parece

una hipocresía o, lo que es peor, una

estupidez”. Y le reafirma su

admiración, gratitud y afecto.

El lector encontrará todos los

detalles de este fascinante episodio

de la literatura mexicana en el libro

Cartas cruzadas, de Octavio Paz y

Arnaldo Orfila, editado por Siglo XXI

Editores.

www.am.com.mx/notareforma/3924

www.milenio.com/firmas/alfredo_c-

_villeda/Pacheco-

Paz_18_237756228.html

En una venturosa frase no siempre

por él aplicada, Octavio Paz afirmó:

“Los poetas deben conocer los oficios

de los hombres”, sabedor de que la

poesía se nutre de lucidez individual

y solidaria y de que el quehacer

humano es retroceso y evolución,

pues al individuo, históricamente

engañado y diariamente embaucado, lo convencieron de que en la

democracia el ciudadano manda y de que al público hay que darle lo

que pida, confundiendo imposición con petición. Ante esta falta de

opciones se explica el auge de tanto cinismo y tanta vulgaridad

propagada, muy lejos del principio de que al público no hay que darle

lo que supuestamente pida, sino enseñarlo a exigir.

No se requería que Paz hubiese sido aficionado, como lo fueron

Villaurrutia, Pellicer, Solana, Huerta o Chumacero, o Papini, Ortega y

Gasset, Hemingway, Cocteau, Lorca, Alberti, Bergamín o Picasso,

entre otros; se necesitaba –la salud de nuestra fiesta de toros lo

necesitaba– que su genio literario, su aguda inteligencia y su cultura

vastísima hubieran admitido el desdeñado tema dentro de su

pensamiento crítico y en las publicaciones que dirigió, ya fuera para

objetarlo o para ponderarlo, pero incorporándolo al análisis

inteligente y multidisciplinario. Sin embargo, la tradición y la

personalidad taurina de México ha sido una de las realidades

culturales proscritas por el grueso de los intelectuales y artistas

ataurinos de nuestro país.

Quizá, como afirmaba José Antonio Alcaraz, la fiesta de los toros

no me parece que sea anacrónica, como no es anacrónica la música de

concierto o la siembra del maíz, lo que sucede es que se han

diversificado mucho los espectáculos y hay otros mecanismos de

consumo. Como todo rito, seguramente también los toros se habrán

banalizado. Y con respecto al alejamiento de los intelectuales de la

tauromaquia, remataba: Bueno, sería lo mismo que asumir la notoria

separación del público taurino de las actividades intelectuales. Todo

tiene dos sentidos y se ve. En cualquier caso, la frágil relación

intelectualidad-fiesta de toros mantiene a ésta a merced de taurinos y

autoridades, tan confiables como un banco o un legislador.

El año pasado (La Jornada, 22 de septiembre de 2013) el poeta y

escritor José Emilio Pacheco, fallecido hace ocho días, utilizó una

frase impensable en él: Creo que ya es el momento de la retirada. Pero

no. Soy como esos toreros que dicen que se van, pero siempre

vuelven. Quiero suponer que fue la única vez que el hombre aludió en

público a un tema que siempre le intrigó, pero que consideró

culturalmente incorrecto abordar.

Fue el primer poeta que leí, confesó José Emilio tras obtener el

Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, que el 10 de

octubre de 2005 le otorgó el ayuntamiento de Granada, España, por la

intensidad y calidad de su obra poética y por la reflexión crítica

respecto al mundo actual.

Page 4: OP2014, núm. 3

4

Fuera de discusión el trabajo

literario de Pacheco, sin embargo, si

algo se resiente en su obra es que, en

la línea de Reyes, Torri, Paz y otros

grandes autores mexicanos, nunca se

interesó por abordar, en contra o a

favor, el fenómeno taurino, no

obstante aquel llamado de que los

poetas deben conocer los oficios de

los hombres.

Ante lo que sostenía Juan Ramón

de la Fuente, entonces rector de la

UNAM, en su prólogo al embarullado

Pregón de Sevilla, de Carlos Fuentes,

no fue Lorca un gran aficionado —un

asistente asiduo a las plazas y

conocedor de la técnica y de las

reses— sino un poeta, dramaturgo y

escritor que no tuvo inconveniente

en interesarse por tan rico fenómeno

cultural y en reflexionar en voz alta

en torno a una de las expresiones

más originales de su pueblo, ya en

conferencias, discursos, dibujos,

artículos, ensayos o poemas, sobre

todo el inmenso “Llanto por Ignacio

Sánchez Mejías”, su admirado alter

ego macho y pareja de su entrañable

amiga La Argentinita, bailaora,

cantante y coreógrafa excepcional.

Un guiño desde otro plano

pareció hacerle el intenso y talentoso

Federico a su colega José Emilio al

obtener éste el premio que lleva su

nombre. Quienes no divorciamos la

cultura de la genuina expresión

tauromáquica, hubiéramos

agradecido infinito un texto de

Pacheco sobre el particular.

Seguramente Lorca y la agónica fiesta

también.

En su sólida tradición de armar carteles de espaldas al público y

sin los mínimos de sensibilidad empresarial taurina, los promotores

de la Plaza México anuncian una bonita combinación para este 5 de

febrero: el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y el mano a mano

entre Joselito Adame y Octavio García, El Payo, para lidiar un encierro

de Fernando de la Mora. Muchos hubieran preferido a Arturo

Saldívar, a Fermín Rivera, a Federico Pizarro o a Sergio Flores

completando el cartel en vez del predecible caballito.

www.jornada.unam.mx/2014/02/02/opinion/a09o1esp

El Nobel mexicano, de

cuyo nacimiento se

cumplen ahora cien años,

dio la réplica histórica a

Aleixandre al descubrir

una Málaga, la de 1986,

decadente y encajada

entre moles rígidas.

A pesar de que todavía no había seducido a la academia sueca, el

poeta mexicano era una figura mayúscula de la literatura la primera

vez que vino a Málaga. Contaba ya con reconocimientos como el

Cervantes. Y, sobre todo, un prestigio entre lectores y crítica que se

mantiene intacto, tanto por la originalidad de su obra como por su

consistencia intelectual y artística. En 1986, como recuerda Gimferrer,

lleva casi bajo el brazo el armazón de su poemario Árbol adentro, que

sería presentado unos meses después. Un poeta que fue una corriente

en sí mismo; lírico, vanguardista, de tierra y zarza ardiente, metafísico

y solar.

Estuvo de pie, casi como un ídolo en la selva, amagando con

arrancarse por sevillanas, contándole maldades y versos de Lope de

Rueda frente a una botella a su amigo Pere Gimferrer. Pero, sobre

todo, con ese sentido del humor de resonancia enciclopédica que

dicen que brotaba cada vez que cerraba el cuaderno. El poeta, al fin,

caminando por las calles de las que le habían hablado por todo tipo de

noches y latitudes sus colegas de la tierra, aunque no precisamente

generoso en el juicio, ni siquiera con la visión anestesiante del mar.

Page 5: OP2014, núm. 3

5

Octavio Paz se reconcilió con

Málaga como suelen ocurrir estas

cosas; con el cariño de la gente y

buenos ratos bajo el disco declinante

de la tarde, casi siempre en

combustión. Incluso, con tanta

intensidad como para derrumbar la

resistencia y ponerle a garabatear

figuras de nostalgia entre Veracruz y

la Costa del Sol. Pero la primera

impresión no fue precisamente

epatante, pese a la sabia conducción

de Gimferrer y de tantos otros por las

catacumbas locales de la poesía. El

Nobel mexicano había oído hablar

con entusiasmo de Málaga. Se sabía

de memoria las pisadas de

Altolaguirre, de Cernuda, de Moreno

Villa, de Prados. Y venía guiado por

el eco descollante de la generación de

Pérez Estrada. Buenos atributos

todos ellos para atemperarle el ánimo

de partida, aunque no para taponarle

la sensibilidad hacia el exterior.

La ciudad, en ese tiempo, 1986,

era otra, quizá una trampa, un

cuerpo ocre y borroso persiguiendo

bajo la niebla, como en ese magnífico

poema de Paz, futuros y pasados

esplendores. Más que un jardín,

Málaga estiró un felpudo para darle

la bienvenida a un coloso de la

literatura. Y de la conjunción, en la

primera cópula, saltaron chispas.

Octavio Paz se sacaba México de los

ojos y miraba a su alrededor. Y lo que

acertaba a ver era la gran pedrada de

los bloques de protección oficial

columpiándose sobre la mediana del

océano; un horizonte de flores

monstruosas. Suficiente para hacerle

perder la raya diplomática y

sucumbir a los calores irritados de su imaginación. Cuentan en los

mentideros literarios que fue entonces cuando pronunció su famosa

frase, tantas veces remendada y musitada en abrevaderos agolpados

bajo la luna; casi como si fuera material ligero y al mismo tiempo

pesado, como reírse de la madre o del obispo en un acceso histérico

de camaradería claustral. Paz miraba a un lado y a otro. Y lo dijo:

“¿Ciudad del Paraíso? Sin duda el amigo Vicente Aleixandre debía de

estar bebido”.

El sopapo recíproco que supuso el bautismo del poeta en la Costa

del Sol no tardó sin embargo en suavizarse. El escritor, que había

venido a recitar los poemas de Árbol adentro y Salamandra en la caja

de ahorros de Ronda, invitado por la cuadrilla del Centro Cultural

Generación del 27, acabó pasándoselo en grande, siempre a la vera de

su amigo y camarada Gimferrer. El poeta catalán airearía el encuentro

con cariño, hablando “del punzón de la luz del sol engastado en la

bóveda clara” y dejando entrever la lasitud de una tarde socavada por

grandes risas y juegos de ingenio derramados sobre las terrazas.

A Octavio Paz, pese al espanto inicial, no debió asustarle mucho

la provincia, en la que recibió numerosos homenajes. Antes, incluso,

de la concesión del Nobel, en esa etapa bendita para los que eran

alguien en la que nunca faltaban los saraos ni el lujo. Ni siquiera entre

poetas, suntuosamente más cercanos, como reza el tópico, al

desabrigo, la roña y la desesperanza. Al menos que vinieran de

México, donde además de Pacheco, Sabines o José Gorostiza, estaba

Octavio Paz, al que no le hacía falta empapar su alma en cianuro para

estar un peldaño por encima de casi todo lo que se escribía y se

escribe en castellano. Quizá de todos los tributos que recibió en

aquellos años, el mejor y más aflautado fue el de Marbella, donde la

pintora Dina Cosson le montó una fiesta de aúpa para celebrar su obra

y la de Luis Rosales. “Noche de los poetas y de las musas”, le llamó. En

la suite del Dinamar, la más cara del mundo. Con jardines casi tan

monumentales como los que el pensador mexicano vería en sus viajes

a la India. Al final acabaría creyendo en Aleixandre. Un poco. Y, sobre

todo, en su obra poética. Los edificios sobre el mar seguían estando

ahí. Y eran igual de amenazantes. Pero a Octavio lo trataron bien.

www.laopiniondemalaga.es/malaga/2014/02/08/octavio-paz-

refutacion-eden/651893.html

Page 6: OP2014, núm. 3

6

Ernst Bloch

insistió en llamar

“la simultaneidad

de lo no

simultáneo”, no

sólo a la

superposición de

diversos pasados,

sino a una superposición de las

diferentes tendencias del presente.

Esos rezagos de épocas pasadas o esa

superposición de tiempos diversos

aparecen analizados a través de la

obra ensayística de Octavio Paz.

“Las épocas viejas nunca

desaparecen completamente y todas

las heridas, aun las más antiguas,

manan sangre todavía. A veces, como

las pirámides precortesianas que

ocultan casi siempre otra, en una sola

ciudad o en una sola alma se mezclan

y superponen nociones y

sensibilidades enemigas o distantes”.

Estas heridas, en palabras de

Fernando Braudel, son el pasado que

no se ha rescindido, y que combinan

más con el sentimiento conservador

del siglo XIX. En México, y por ende

en América Latina, esta

simultaneidad y remanencia del

pasado se presenta de diversas

formas. En el arte, según Paz, como

postmoderna, y desde el punto de

vista político, social y moral como

post-ideológica.

La superposición de diversos pasados, problemas irresueltos y

superpuestos, es lo que produce la violencia. La expresión máxima de

esta violencia la encuentra Octavio Paz plasmada en la masacre de

octubre del 68 en la plaza llamada Tlatelolco. Esta masacre, según

Paz, fue más bien un rito, un sacrificio, en el que la huella del pasado

retorna cíclicamente.

En el pasado azteca y sus densos símbolos está cifrada la historia

verdadera del mexicano: lo que sucede, el suceder visible; por

ejemplo: esos 325 muertos, miles de heridos y encarcelados, son

apenas una sombra sin vida de lo que se oculta en el fondo.

Según Paz, el mundo azteca fue una de las aberraciones de la

historia, y esa masacre “es el fruto de un sistema de implacable e

impecable coherencia, un irrefutable silogismo”.

A través de la identidad del ser mexicano, que Paz define como

alguien “que busca su estirpe, sus orígenes” y al mismo tiempo no se

arriesga a “ser él mismo”, el mexicano busca esa diversidad de pasados

que viven en el presente. En un esfuerzo por definir al mexicano, trata

de desenmascarar la identidad que oculta, captar su modo particular

de ser, manifestarse, sentir y vivir, a través de la comparación de

México con los Estados Unidos.

En el pachuco (una especie de punk mexicano que habitaba en

los Estados Unidos de los cincuenta y que representaba rebeldía y

desadaptación) Octavio Paz encuentra esa máscara dolorosa y

exhibicionista del mexicano que vive de los sentimientos más

encontrados, en un viacrucis vital efusivo, amargo, exasperado, en el

que al final de su camino se topa con el calvario de su propia soledad.

El pachuco es, pues, la manifestación explosiva de los elementos

que definen la identidad mexicana: reservado, violento, ensimismado

y solitario. “Y nuestra soledad aumenta porque no buscamos a

nuestros compatriotas, sea por temor a contemplarnos en ellos, sea

por un penoso sentimiento defensivo de nuestra intimidad”.

Esa obsesión de Octavio Paz por descifrar la realidad “invisible”

de México a través del ser mexicano lo llevará al deseo de hallar

excepcionalmente hechos sin antecedentes, encontrar en cada

fenómeno político, social o cultural, su lado singular.

Por eso para Paz la historia se encuentra entre la poesía y la

ciencia. El poeta, para Paz, aspira a una imagen única que resuelva en

su unidad y singularidad la riqueza plural del mundo; por eso lo que

escribe el poeta es al mismo tiempo singular y universal.

Page 7: OP2014, núm. 3

7

Contrariamente, el científico reduce

los individuos a seres, los cambios a

tendencias y las tendencias a leyes.

Para Octavio Paz el reino del

historiador son los casos particulares

y los hechos irrepetibles. La historia

no inventa ni explora mundos;

reconstruye, rehace el pasado. Su

saber no es saber más allá de ella

misma, es rigor empírico y simpatía;

estética, piedad e ironía. Más que un

saber, para Octavio Paz, la historia

constituye una sabiduría, y su

concepción, según Álvaro Urtecho, es

circular: “sus temas, decisiones y

problemas giran en espiral, aparecen

y desaparecen en una saludable

dialéctica de conjunciones y

disyunciones, como signos en

rotación”.

www.elnuevodiario.com.ni/opinion/31

0720-mexicano-historia-octavio-paz

e n s a y o s

Tal vez mi generación, la nacida en los años sesenta, fue la última que

vivió el apogeo polémico de Octavio Paz. Su figura era controvertida

en todos los ámbitos, desde los círculos consolidados de la cultura y la

política hasta las incubadoras de artistas adolescentes. En mi

preparatoria, por ejemplo, Paz era un nombre inflamable: se

rumoraba que era un autor cuya poesía gozaba de propiedades

afrodisiacas, pero cuyo pensamiento contenía semillas sediciosas. Era,

decían algunos mentores, un artífice de la palabra seductora, pero

envenenada ideológicamente, ante el que no se valía ser neutral. No

recuerdo exactamente qué fue lo primero que conocí del amenazante

escritor. No sé si me acerqué al poeta amoroso, que era natural

frecuentar en esa edad, o descubrí asombrado al poeta en prosa de

Águila o sol o, simplemente, vi en un programa de televisión al tan

irascible como deslumbrante expositor. Lo cierto es que, a medida

que comencé a leerlo de manera compulsiva, la figura del ogro

intelectual se disipó y comenzó a aparecer un autor complejo,

revelador y, al mismo tiempo, incómodo y provocador.

Pese a mi entusiasmo por su obra, nunca me atreví a intentar

conocerlo personalmente. Más allá de su fachada adusta, Paz solía

interesarse en las jóvenes generaciones y varios de mis

contemporáneos iniciaron un peregrinaje iniciático a su casa. Algunos

presumían, después de las primeras visitas, una familiaridad

inmediata con el poeta que había provocado que se les confiara la

custodia de la cría de una de sus gatas. Después sospeché, ante la

profusión de jóvenes poetas premiados con gatos, que Paz utilizaba a

sus numerosos admiradores para fungir como eficaz agencia de

adopción de felinos. A mí, la timidez y, sobre todo, cierta reserva

“científica” me refrenaron de gestionar algún acercamiento: escribir

algo sobre él se me había convertido en una tan difusa como firme

aspiración y me preguntaba si sería capaz de resistir la aproximación a

una personalidad tan magnética o si podría ser “objetivo” al escribir

de alguien que, si tenía suerte, me podría regalar un gato. Me perdí la

oportunidad de conocerlo y, acaso, de recibir el respectivo gato. No

obstante, ya había establecido una amistad entrañable con su obra y

lo admiraba, como decía Nietzsche que hay que hacerlo, con

violencia. Años después, intenté pagar un poco mi deuda como lector

Page 8: OP2014, núm. 3

8

escribiendo un libro que se asoma a

su biografía polémica: las disputas de

Paz no sólo son joyas de la

inteligencia pugilística, sino una

radiografía de su evolución

intelectual, de las encrucijadas

históricas que le tocó vivir y de la

manera en que su obra incide en

muchos de nuestros reflejos

culturales.

El ente polémico

La vida intelectual, poco sujeta al

dictamen público por su sacralidad,

tiende con facilidad a anquilosarse en

la corrupción y el conformismo. No

es bueno que dominen los incentivos

para quedarse callado, o para

aplaudir en público y denostar en

privado. Por eso, la polémica es

mucho más que la pimienta de la

vida intelectual, es su vitamina, lo

que le permite crecer, adquirir

madurez y flexibilidad, mantener a

raya las arrugas y el sedentarismo.

Acaso nada refleja más a un

personaje, a una época o a un país,

que su forma de hacer polémica. Por

diversas razones, en Hispanoamérica

la polémica intelectual es escasa y,

tanto en el ámbito político como en

el cultural, es más común la

maniobra o la intriga silenciosa que

el debate abierto. La polémica aflora

cuando la forma subterránea de

procesar los conflictos y las falsas

unanimidades son rebasadas por las

tensiones acumuladas o por la

iniciativa de individuos insumisos. La

disputa pública entonces resulta

higiénica e instructiva, pues ayuda a

hacer evidentes los antagonismos,

obliga a cada parte a afinar sus

argumentos (o sus dogmas) y

permite un retrato público de las

pasiones y los valores. No siempre

es sencillo discriminar entre la

oposición de discursos y la

oposición de personas. Esa tensión

entre lo racional y lo emocional,

entre la inteligencia y la

vehemencia, entre la prueba y el

exabrupto, le otorgan especial atractivo e intensidad al género

polémico. Por supuesto, la polémica puede degenerar en un diálogo

de sordos o en el espectáculo banal y comercializado del insulto; sin

embargo, los ecos de la polémica también pueden penetrar auditorios

inusitados, hacer dudar e inducir matices, sacar a los convencidos de

su espacio de comodidad y promover el acercamiento de posiciones,

el consenso, la conversión y toda esa serie de actos prodigiosos del

albedrío. Acaso por ello las mejores controversias sobreviven al fragor

del enojo, logran superar la caducidad de sus motivaciones y volverse,

por decirlo así, reyertas ejemplares.

No hay duda de que Paz fue el mayor polemista

hispanoamericano del siglo pasado y que la disputa fue su gimnasia

intelectual y su laboratorio de ideas. Prácticamente no hay debate

importante del siglo XX en que Paz no haya tomado postura y sus

polémicas abarcan desde los temas sobre la función del arte en los

años treinta hasta las coyunturas políticas nacionales e

internacionales de los noventa. Paz fue un polemista precoz, explosivo

y frontal: las anécdotas en torno a su vida literaria están llenas de

episodios animados, discusiones acaloradas que casi llegan a las

manos, amistades que se terminan por motivos graves o triviales. Es el

signo de un siglo de pasiones y antagonismos y, también, de un

temperamento personal arrebatado. Desde su adolescencia Paz

expresó sus diferencias con sus contemporáneos y antecesores (su

revista de párvulos, Barandal, tenía una irreverente sección de pullas a

sus mayores que guarda su huella), tuvo rompimientos dolorosos con

personajes entrañables para él como Pablo Neruda, y no dudó en

discrepar de compañeros de ruta o en mantener, siendo funcionario

del servicio diplomático mexicano, visiones muy distintas a la oficial.

Sus roces públicos con Daniel Cosío Villegas, Antonio Castro Leal,

Rubén Salazar Mallén o Emmanuel Carballo, por mencionar algunos,

daban cuenta tanto de la mecha corta del poeta, como del saludable

ánimo de ventilar las diferencias en público. Sin embargo, su etapa

Page 9: OP2014, núm. 3

9

más atareada como polemista

comienza después de 1968. A partir

de esa fecha, Paz se convirtió en el

interlocutor más controvertido del

conjunto de la intelectualidad

mexicana y se consolidó como una

figura prominente en el debate

internacional de la ideas.

El apogeo polémico

La historia es muy conocida: para los

años sesenta Paz es una figura en

ascenso en el panorama

internacional, su poesía ya ha

recorrido todos los registros y

establece tendencias, mientras que

sus ensayos ya han marcado agenda

en varias disciplinas y, aunque ha

roto por motivos políticos con

muchos de sus contemporáneos,

tiene un auditorio propicio en parte

de las generaciones más jóvenes de

artistas mexicanos. Por lo demás, si

bien Paz hizo eco a las denuncias al

socialismo real en los cincuenta,

sigue perteneciendo a la órbita de

izquierda y acude a las

manifestaciones del movimiento

ferrocarrilero al tiempo que en

principio saluda, aunque con cautela,

acontecimientos como la revolución

cubana. En 1968, con su renuncia al

servicio exterior por la represión del

gobierno a los estudiantes, su figura

se distingue en el medio intelectual y

genera expectativas políticas en las

camadas más nuevas y radicales. Sin

embargo, pronto se rompe este

flechazo, Paz rechaza subirse al

templete de la política partidista y

decide emprender su combate por

otros caminos.

Por supuesto, en su batalla después del 68, Paz no fue un

solitario. Desde su mocedad, aunque se reputaba aislado, supo lograr

relaciones estratégicas e impulsar proyectos colectivos. En las décadas

de su apogeo encabezó un grupo de espíritus afines en lo político y lo

estético, que lo acompañó en sus publicaciones y aportó competencia

y tensión al debate de la época. Al regresar a México, a principios de

los setenta, tras un breve periodo de exilio académico, Paz reanuda su

añeja afición de editor de revistas y, a invitación del director de

Excélsior, comienza a dirigir Plural en 1971. Esta revista se convierte en

una ventana cosmopolita y en un foro de crítica que crea una amplia

agenda de discusión. La lista de autores que difunde Paz es copiosa,

también los asuntos polémicos que toca (la función social del escritor,

la ausencia de crítica en Hispanoamérica, la política internacional).

Cuando en 1976 Excélsior es víctima de una maniobra política desde el

poder para desarticular su dirección, Paz y los miembros de Plural se

solidarizan con el director y continúan, en Vuelta, su proyecto

editorial de manera independiente.

Aunque Paz reparte mandobles a las distintas facciones del

espectro político, su diálogo, o disputa fundamental, ocurre con las

distintas izquierdas. La actividad de Paz resulta polémica en muchos

aspectos: en su apuesta estética que, en una época de renovada

militancia y sospecha de la llamada alta cultura, a muchos parece

elitista y alejada de los imperativos de la realidad social; en su

adscripción a un humanismo literario que invade terrenos

especializados y no respeta jerarquías académicas; en su actitud

escéptica ante algunas de las corrientes dominantes del pensamiento

que adquirían gran influencia en el ámbito de las humanidades y las

ciencias sociales; pero, sobre todo, en sus posturas políticas. De

entrada, cuando para muchos miembros de las generaciones recientes

el cambio revolucionario en México y el mundo es una inminencia

histórica y no desdeñan la vía armada para apurarlo, Paz aboga por un

gradualismo poco excitante que pasa por la reforma democrática.

Pero no sólo eso, Paz reprocha que parte de la izquierda ignore la

situación de falta de libertades y violencia selectiva en los países

socialistas.

Algunos de sus adversarios más agudos, a su vez, desconfían de

la falta de formación teórica y del impresionismo literario del poeta,

que es capaz de utilizar audaces metáforas históricas en el análisis

político; recelan de la independencia de quien se maneja como

pontífice cultural; reprochan su creciente anticomunismo, y piensan

que su participación pública, así sea bien intencionada, es distractora

de las urgencias y legitimadora para el régimen.

Page 10: OP2014, núm. 3

10

La polarización de la época no

favorece las buenas maneras y en las

disputas hay frecuente rispidez,

simplificaciones y descalificaciones.

Paz engloba a su variado espectro de

interlocutores, como si fueran parte

de una sola cabeza de izquierda

dogmática. Sus adversarios, a su vez,

tienden a reducir a Paz a una

caricatura vanidosa y reaccionaria.

Sin embargo, más allá de los excesos,

muchos de los debates resultan

esclarecedores en temas

fundamentales, como los límites y

potenciales de la participación del

intelectual en la vida política; el

papel de las artes en las sociedades y

las posibilidades viables de cambio

político.

Si Paz tiene una fuerte presencia

polémica en la vida mexicana,

también adquiere creciente

relevancia en el plano cultural

internacional, como defensor de un

concepto de cultura no instrumental,

de una serie de libertades básicas en

los países que sufren dictaduras

militares y, sobre todo en los países

socialistas, y como militante en la

Guerra Fría de las ideas.

En los ochenta, aunadas a las

viejas diferencias, se establecen

nuevas discrepancias con la

izquierda, que se centran en el papel

del Estado y en la función de la

democracia formal en México, así

como en los temas de política

internacional. Paz critica el

gigantismo estatal, aboga por la

normalidad y formalidad

democrática y fustiga la falta de

pragmatismo de la política exterior

mexicana. En particular, el tema de los movimientos revolucionarios

en Centroamérica se convierte en la manzana de la discordia y la

crítica de Paz a las reticencias democráticas del sandinismo culmina

con el conocido episodio de la quema en efigie de 1984.

Puede pensarse en otros momentos climáticos, donde se

despliega el temperamento polémico de Paz y sus posturas generan

tormentas: en 1988 cuando Paz se pronuncia sobre las elecciones y va

coincidiendo (lo mismo que muchos adversarios ideológicos) con los

propósitos modernizadores del nuevo gobierno; en 1990, cuando Paz

celebra la caída del socialismo real como una victoria analítica y moral

de las posturas que había hecho patentes cuatro décadas atrás y

organiza un encuentro rico en ideas y personalidades, aunque

sazonado con el estilo personal del poeta y las ocurrencias incómodas

de sus invitados (la famosa dictadura perfecta de Vargas Llosa); en

1992, cuando las añejas diferencias que había tenido con los miembros

de la revista Nexos se aúnan a una disputa por el mercado y la

influencia cultural y se suscita un debate tan acre como aleccionador,

alrededor del Coloquio de Invierno, o en 1994, acaso la última

aparición polémica sustantiva de Paz, cuando irrumpió el movimiento

zapatista ante el cual demostró simpatía por sus orígenes, pero reiteró

su rechazo a la vía armada y criticó el entusiasmo fácil y voluble de

buena parte de la intelectualidad de izquierda.

Nostalgia de la polémica

A lo largo de su trayectoria, sobre todo a partir de los setenta, Paz

ejerce una “jefatura espiritual” que no carece de contradicciones y

genera innumerables controversias que, en sus mejores momentos,

trascienden el mundo literario y se transforman en debates públicos.

Cierto, a menudo en dichos debates se impuso el tono colérico y, más

que persuadir, se buscaba descalificar al adversario; con todo, ese

cúmulo de discusiones, ya aseadas de sus vociferaciones, constituyen

un espléndido legado de educación intelectual e interacción

argumentativa. Paz peleó con un amplio elenco de intelectuales de

todos los campos y por las más diversas razones, grandes o menudas.

Algunos de sus roces más memorables comprenden apellidos como

los de Aguilar Mora, Aguilar Camín, Alatorre, Bartra, Castañeda, Del

Paso, Krauze, Monsiváis, Pereyra, Semo y Trabulse, entre muchísimos

otros. En esta bitácora polémica de Paz hay de todo: fibra moral y

bilis, intentos de diálogo y momentos de cerrazón, generosidad y

vanidades.

No hay una manera unívoca en que Paz haya enfrentado las

coyunturas y dilemas de la época, sus posturas se caracterizan por esa

Page 11: OP2014, núm. 3

11

capacidad de sorprender,

decepcionar o subvertir lo que

esperaría una feligresía. Responden,

no a una teoría o a un programa

político, sino a una razón en

permanente auto-escrutinio y, sobre

todo, a un temperamento suspicaz,

levantisco y libertario. Quizá lo más

importante es que Paz conserva su

capacidad de señalar vetas de interés

en todos los campos: los estudios

sobre su obra que siguen surgiendo

en muy distintos ámbitos

intelectuales demuestran que su

figura y su estilo de encaramiento

continúan marcando rumbos,

planteando preguntas, propiciando,

como lo haría un maestro socrático,

la irritación, la reflexión o la

revelación.

www.nexos.com.mx/?p=15733

La poesía suele ser un conjunto de

ciudades cuyos habitantes se acercan

o se alejan a medida que la periferia

crece. Las cruzan o las circulan

grandes avenidas, callejones de

metáforas, edificios deslumbrantes,

alegorías, construcciones que se caen

a pedazos. Conciencias que se

repliegan a un presente, a un tiempo,

a una geografía, a una realidad, a un

orden o a un caos, a un modo de

gobernar conceptos y emociones. Es

el caso de dos piedras fundacionales

de la poesía latinoamericana del siglo

xx: Ciudad Octavio Paz y Ciudad

Pablo Neruda. Podría decir dos ríos,

dos continentes, dos desiertos, dos

mares. Pero la ciudad me parece el

espacio simbólico que mejor apunta a

las poéticas de nuestro tiempo.

Las correspondencias entre

poetas suelen convertirse en

disonancias. Y los poetas, como las

ciudades, están en continua expansión. En septiembre pasado se

cumplieron 40 años de la muerte de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes

Basoalto, Pablo Neruda. En Julio se cumplirán 110 años de su

nacimiento. En vísperas del primer siglo de Octavio Paz, pasaremos

revista a las asonancias y disonancias de estos dos árboles centenarios

de las letras. Ambos premios Nobel de literatura. Un dúo dinámico

imposible, si se parte de las distancias y las preferencias ideológicas,

que lo mismo atraen que repelen. Pero también dos atlas por los que

cruzan ríos afines, fronteras imaginarias y puñados de sílabas que

conversan.

Todo iba bien. Paz tiene apenas 23 años cuando participa, gracias

a las gestiones de Neruda, en el Segundo Congreso Mundial de

Escritores Antifascistas, celebrado en 1937 en Valencia, España.

Neruda era 10 años mayor, y gozaba ya de un aura que lo identificaba

como poeta latinoamericano vinculado a las causas populares. Había

publicado libros importantes y gozaba de una fama que crecía. Paz era

un desconocido; había editado a principios de ese año Raíz del

hombre y reconocía el vigor de la poesía nerudiana y la generosidad

del poeta, pero pronto pondría en tela de juicio sobre todo la forma de

actuar de los gigantes del estalinismo en el poder: “Vi al comunismo

como a un régimen burocrático, petrificado en castas, y vi a los

bolcheviques caer uno tras otro en esas ceremonias públicas de

expiación que fueron las purgas de Stalin”, recapitula Paz unos años

antes de su muerte.

Neruda, en Confieso que he vivido, retorna a los primeros

encuentros: “Entre noruegos, italianos, argentinos, llegó de México el

poeta Octavio Paz, después de mil aventuras de viaje. En cierto modo

me sentía orgulloso de haberlo traído. Había publicado un solo libro

que yo había recibido hacía dos meses y que me pareció contener un

germen verdadero. Entonces nadie lo conocía”, Neruda había

publicado en Madrid, en 1935, una de sus obras cumbre: Residencia en

la tierra, con el que el poeta chileno empieza a influir en la obra de los

poetas de habla hispana.

Page 12: OP2014, núm. 3

12

Neruda no era perita en dulce. Ya

el libro La guerrilla literaria de Faride

Zerán da cuenta y señal de los

enconos entre el autor de Canto

general, Vicente Huidobro y Pablo de

Rokha, que tampoco, como decimos

en México, cantaban mal las

rancheras.

Las antologías suelen dar motivo

a querellas. Las presencias justifican

un canon y las ausencias incomodan.

Laurel, preparada por Xavier

Villaurrutia, Octavio Paz, Emilio

Prados y Gil-Albert, publicada en

1941, no fue la excepción. No están

ahí, sea por autoexclusión o por

criterio editorial o político, ni Pablo

Neruda ni Miguel Hernández ni León

Felipe.

Si Paz le lanzó un puñetazo a

Neruda y éste lo esquivó, lo menos

que salió de ahí fueron balas de

adjetivos, duro y a la cabeza. Y un

distanciamiento de décadas. Neruda

fue tachado por Paz de “estalinista” y

“ególatra”. A su vez Paz fue

considerado por Neruda “traidor” y

“purista”. Dardos con veneno

arrojados por los futuros premios

Nobel, lo cual comprueba que las

ciudades también trazan su propia

cartografía, aunque compartan los

límites de la geografía y el idioma.

Edward Stanton, quien se ha

acercado a las asonancias en la obra

de ambos poetas, lo tiene muy claro:

lo que distanció a Paz y a Neruda no

fue la poesía sino la política, y sobre

todo la visión en torno al arte y la

ideología.

Ambos bebieron de los

manantiales de Blake, Whitman,

Lawrence y Eliot, compartieron a Quevedo, Hugo y Baudelaire y se

cuadraron ante Rimbaud, el romanticismo y el surrealismo. Sólo que

mientras Neruda se cobijaba en el Partido Comunista de su país, Paz

siguió un camino de prudente distancia, el cual se fue alejando cada

vez más. Neruda se siente tentado por una poesía que oscila entre la

fraternidad terrenal y la cosmología. La empresa poética de Paz,

aunque a veces parece una casa fincada en el aire, parte de una obra

negra cimentada en la tierra. Hasta aquí los caminos no se bifurcan.

Neruda se aleja de Eliot y fustiga las “ingeniosas trampas vacías”,

las “casas blandas y huecas”, “las casas de citas” y los poemas

impersonales “como la eternidad misma”. La esencia de lo terrenal la

encuentra en el hombre mismo, no en el ser abstracto sino en el que

oficia de panadero, impresor, cocinero, obrero, campesino.

Desde el principio Paz sabe que la poesía de Neruda, o al menos

una parte considerable de ella, está en comunión con las fuerzas

vitales de la naturaleza y con el misterioso secreto de las cosas. No

duda sobre el hermano mayor que funda y echa raíces con su lírica, y

a quien considera el más “destacado y personal de los poetas

hispanoamericanos”.

Años después Paz reafirma el peso de la obra nerudiana sobre su

poesía: “En aquellos años Neruda era una gran presencia y yo lo había

leído con pasión. En su poesía hay también ese descenso hacia lo

material del mundo. Sin embargo, siempre quise guardar las

distancias”, le dice a Stanton en 1988.

El salto del Paz de “¡No pasarán!” al de los poemas de Raíz del

hombre es mortal. Su punto de partida es Novalis, pero en el erotismo

destilado de sus versos está la visión cosmogónica de Neruda, su

maestro.

Edward Stanton se encarga de hacernos ver las correspondencias

entre Raíz del hombre y Residencia en la tierra. “No sólo el tema

erótico en todo su esplendor violento sino también familias enteras de

imágenes que privilegian ciertos campos semánticos: un ambiente

invadido por lo nocturno (sombra, oscuridad, tinieblas) en alianza

con una fascinación por lo informe; imágenes vegetales o terrenales

(tierra, plantas, flores, raíces, árboles) que se entrelazan con otras

corporales (carne, pelo, boca, entrañas, pecho, venas, piel, labios,

huesos)… en los dos libros abundan imágenes acuáticas (pozos,

océano, mar, río, oleaje, inundaciones, espuma, corrientes

subterráneas) que expresan el fluir de la conciencia o más bien de la

fantasía en gestación antes de llegar a la cristalización formal”.

Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971. Paz 19 años

después. En sus discursos hay líneas que se cruzan y forman un punto

Page 13: OP2014, núm. 3

13

y otras que se alejan y forman islas.

Paz alude, con la inteligencia que lo

habita, al significado de la palabra

gratitud y a las realidades de las

lenguas. Habla de la dependencia del

presente y el pasado con el futuro, de

la modernidad como descenso a los

orígenes, del fin de las utopías y del

mercado “en el que todo se vuelve

cosa que se compra, se usa y se tira al

basurero. Ninguna sociedad había

producido tantos desechos como la

nuestra. Desechos materiales y

morales”. Vuelve a la idea de mirar

de frente a la muerte y cierra con un

reflejo al William Blake de Las bodas

del cielo y el infierno: abrir las puertas

de la percepción. No para que entre

el hombre infinito, sino el otro

tiempo: “el presente, la presencia”.

Neruda alude, con la emoción y el

sentimiento que lo dibujan, a los días

en que la fuga y la vigilia lo llevan a

cruzar la frontera de su país, de la

poesía como acción pasajera, de los

enemigos de la poesía, del poeta no

como un pequeño dios sino como el

hombre que entrega el pan de cada

día, de sus versos como herramienta

de trabajo cotidiano, de la larga

noche latinoamericana en la que

abundan el oprobio y el saqueo de

“oscuros dioses” y culmina, bandera

en mano, con una señal de Rimbaud,

el vidente: “À l’aurore, armés d’une

ardente patience, nous entrerons aux

splendides Villes”. Algo así como: “Al

amanecer, armados de una ardiente

paciencia, entraremos a las

espléndidas ciudades”.

Al igual que Neruda, Paz hace

referencia a los puentes imaginarios

del pasado, aunque habla de un ayer en el que la biblioteca paterna es

la caverna encantada, hasta que la razón, la historia no vivida, termina

por desalojarlo del presente. Otra forma de exilio. “Las polémicas se

disipan, quedan las obras”, dice sin detenerse en la espada enemiga.

Neruda afirma que los enemigos de la poesía no son los que la

resguardan sino la incapacidad del poeta “para entenderse con los

más ignorados”.

A las polémicas que se disipan en contraposición de las obras,

que permanecen, Neruda hace alusión a los que lo tildan de sectario y

en un claro referente a Huidobro le niega al poeta la posibilidad de ser

un pequeño dios.

Para Neruda la estrella primordial es la lucha y la esperanza, Paz

asume el presente no como la búsqueda del edén terrestre “ni de la

eternidad sin fechas” sino como los pasos hacia una “realidad real”.

En Paz la poesía, en cuanto enamorada del instante, revive esa

fugacidad en el poema, lo que la convierte en presente fijo. ¿Poesía de

antítesis? En Neruda la poesía es acción pasajera, soledad y

solidaridad, intimidad del hombre y revelación de la naturaleza.

¿Poesía de tesis?

La partida de Neruda de México, en 1943, es tan dolorosa como

los versos de su “Nuevo canto a Stalingrado”:

Yo sé que el viejo joven transitorio

de pluma, como un cisne encuadernado,

desencuaderna su dolor notorio

por mi grito de amor a Stalingrado.

Yo pongo el alma mía donde quiero.

Y no me nutro de papel cansado,

adobado de tinta y de tintero.

Nací para cantar a Stalingrado.

Fuertes declaraciones. Fuego cruzado. Jabs al bofe de la poesía.

Paz escribió ese mismo año: “¿Y qué decir de los discursos políticos,

de las arengas, de los editoriales de periódico, que se enmascaran con

el rostro de la poesía? ¿Y cómo hablar sin vergüenza de toda esa

literatura de erotómanos, que confunden sus manías o sus desdichas

con el amor? Imposible enumerarlos a todos: a los que se fingen niños

y lloriquean porque la tierra es redonda; a los fúnebres y resecos,

enterradores de la alegría; a los juguetones, novilleros, cirqueros y

equilibristas; a los jorobados de la pedantería; a los virtuosos de la

palabra, pianolas del verso, y a los organilleros de la moral; a los

místicos onanistas; a los neocatólicos que saquean los armarios de los

Page 14: OP2014, núm. 3

14

curas, para ataviar sus desnudas

estrofas con cíngulos y estolas; a los

papagayos y culebras nacionalistas,

que cantando expolian a la triste

revolución mexicana; a los vates de

ministerio y a los de falansterio; a los

hampones que se creen

revolucionarios sólo porque gritan y

se emborrachan”.

La versión original de este ensayo,

o al menos la cita anterior, no la

encontrará el lector en la obra

completa de Paz, sino en la revista El

Hijo Pródigo (agosto 15 de 1943), nos

hace ver Stanton, bajo el título

“Poesía de soledad y poesía de

comunión”.

Lo demás es historia conocida.

Neruda, antes de partir, lanza un par

de estocadas. En una de ellas afirma

que en la poesía mexicana hay

desorientación y falta de moral civil,

pone en las nubes a los pintores y a

los escritores militantes, afirma que

el ensayo está marcado por una

generación anémica y truena contra

Revista de Occidente y Hora de

España, a las que Paz está cercano.

En “Respuesta a un cónsul” Paz

asesta duros golpes al maestro y

concluye con que la literatura de

Neruda “está contaminada por la

política, su política por la literatura y

su crítica es con frecuencia mera

complicidad amistosa. Y, así, muchas

veces no se sabe si habla el

funcionario o el poeta, el amigo o el

político. Acaso tampoco él lo sepa

con claridad. Esta confusión —y el

respeto que me merece una obra que

a menudo es traicionada por un

temperamento que confunde la

fuerza con la violencia y la cortesía con la debilidad— me han

impedido contestar a sus intemperantes afirmaciones. Y si ahora lo

hago es con escepticismo: sé de antemano que en el señor Neruda la

vanidad es una pasión tiránica, que le prohíbe confesar sus errores o

sus extravíos”.

Y aquí se rompió una taza. Aunque Paz fue muy cuidadoso y

matiza en sus Obras completas las desavenencias de antaño.

Como un “gran poeta en decadencia”, así llama Paz años después

a Neruda, reconociendo que los poetas de su generación recibieron

una enorme influencia del poeta chileno.

Stanton llama también la atención sobre una gran coincidencia:

la publicación el mismo año, 1950, de Canto general de Neruda y El

laberinto de la soledad de Paz. La primera, una edición ostentosa

acompañada por el trabajo gráfico de Diego Rivera y David Alfaro

Siqueiros. La de Paz en Cuadernos Americanos.

No sé si en un acto de justicia poética hacia su antiguo maestro,

muerto 20 años atrás, o hacia el joven lector de Neruda que fue Paz,

unos años antes de su muerte releyó su poesía completa. Tarea nada

sencilla si tomamos en cuenta que la empresa poética de Neruda es

monumental. La conclusión a la que llega Paz es que Neruda es el

mejor poeta de su generación. Por encima de Huidobro, Vallejo,

Borges y los poetas españoles. La opinión parece desmesurada, pero

Paz es cuidadoso, pudo haber dicho que Neruda es el poeta más

destacado del siglo XX, o el mejor poeta de habla hispana, al ubicarlo

generacionalmente le da una ubicación específica en el contexto

latinoamericano. Y en un tono aforístico, no sé hasta qué punto

autocrítico, apunta: “Lo admiraste, lo quisiste y lo combatiste. Fue tu

enemigo más querido”. Indicador de que hasta las ciudades con mayor

fortaleza se desmoronan.

Los párrafos que Paz dedica a Neruda en el tomo II de sus Obras

completas (Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, 2000)

son de alto relieve. “No digo que sea el más perfecto sino el más vasto

y variado; también, con frecuencia, el más intenso, ora desgarrador,

ora risueño, a un tiempo simple y misterioso. Un poeta inmenso. En

cada uno de sus libros, aun los más flojos, hay poemas inolvidables; en

cada uno de sus poemas, aun los menos afortunados, hay líneas que

son relámpagos de verdad. Quiero decir: relámpagos verdaderos que

iluminan brevemente nuestra conciencia y trazan tatuajes en nuestra

memoria; asimismo, relámpagos con la luz de una verdad súbita.

¿Qué verdad? Una verdad oculta, olvidada o abandonada, enterrada o

acabada de nacer. La verdad de todos los días, la verdad de cada día,

Page 15: OP2014, núm. 3

15

que pasa como nosotros pasamos y se

queda como los dibujos del tiempo

sobre la roca.

”La generación de Neruda

sobresalió en el arte del verso y

Neruda también fue en esto la

excepción: fue duro de oído,

monótono y no pocas veces torpe.

Estas carencias y defectos, por su

enorme potencia verbal y su instinto

poético, se convirtieron en virtudes.

Sus ojos entrecerrados traspasaban la

opaca realidad; su mirada volvía rosa

a la llama y agua a la piedra. Sus

poemas tienen una música extraña,

muy antigua y, no obstante, familiar,

como oída en duermevela. Música de

piedras y polvo que cae

interminablemente en el pozo de la

noche, pasos del trueno que anda a

ciegas por el llano, rumor de roncos

motores en los suburbios del sueño,

luz que regresa cada mañana para

golpear suavemente nuestros

párpados”.

Antes, en El arco y la lira, Paz

dedica un amplio párrafo al Canto

general, lectura que en su momento

le pareció fatigosa y conmovedora a

la vez. Paz considera que el poeta

fracasa al intentar el relato en verso

libre, cuyos ejemplos abundan en el

Canto… Y que Neruda acierta en

poemas como “Alturas de Macchu

Picchu”, donde canta en vez de

contar.

La lectura de algunos títulos

amplían el paisaje, o al menos

ofrecen una versión más distante que

la de los propios protagonistas en sus

respectivas obras, en torno a los

encuentros y desencuentros de los

dos poetas: Octavio Paz en España, 1937 (Fondo de Cultura

Económica, compilación de Danubio Torres Rubio, 2007); Adiós poeta

(Tusquets, 1990) de Jorge Edwards; Pablo Neruda: Los caminos de

América (Lom, 2004) de Edmundo Olivares Briones; Las furias y las

penas. Pablo Neruda y su tiempo de David Schidlowsky (Ril Editores,

Santiago de Chile, 2008) y El águila en las venas. Neruda en México,

México en Neruda de Víctor Toledo (Universidad Autónoma de

Puebla, 2005).

Una relectura de Raíz del hombre y de Pasado en claro de

Octavio Paz, paralela a Residencia en la tierra y Memorial de Isla

Negra; una lectura atenta al Canto general mismo o a los poemas

mexicanos de Neruda, sin duda nos reafirmarían las correspondencias

poéticas, signos inequívocos de que en poesía a veces es más palpable

lo que acerca que lo que aleja, más allá de las diatribas del momento.

¿Quién lee hoy con sublime vehemencia los versos del “Canto a

Stalingrado” y el “Nuevo canto a Stalingrado?”. O el candor rabioso,

lacónico, que visto a distancia suena hasta tierno, de “Los poetas

celestes”:

Qué hicisteis vosotros, gidistas Intelectualistas, rilkistas,

misterizantes, falsos brujos existenciales, amapolas surrealistas

encendidas en una tumba, europeizados cadáveres de la moda,

pálidas lombrices del queso capitalista, qué hicisteis ante el reinado

de la angustia, frente a este oscuro ser humano, a esta pateada

compostura, a esta cabeza sumergida en el estiércol, a esta esencia

de ásperas vidas pisoteadas?

Paz supo beber de los manantiales menos desmesurados del

maestro. Evitó, a edad temprana, vivir bajo su densa sombra y trazar

su propio destino poético. Así de complicado. Así de simple.

El autor del poema “¡No pasarán!”, que lo lleva a Valencia al

Congreso de Poetas Antifascistas y propicia el primer encuentro con

Neruda, tomó nuevas rutas para cautivar a la musa.

Los primeros pasos de Paz nacen comprometidos con la historia

inmediata:

¡Cómo llena ese grito todo el aire y lo vuelve una eléctrica muralla!

Detened al terror y a las mazmorras, para que crezca, joven, en

España, la vida verdadera, la sangre jubilosa, la ternura feraz del

mundo libre. ¡Detened a la muerte, camaradas!

Page 16: OP2014, núm. 3

16

En Raíz del hombre el poeta

cambia de tono. Y al amplificarlo lo

universaliza. ¿No hizo lo mismo

Neruda al saltar de 20 poemas de

amor y una canción desesperada,

pasando por Crepusculario, a

Residencia en la tierra? Por más

despiadadas que sean las musas,

tarde o temprano encuentran al

poeta que las contiene. Ciudad

Octavio Paz. Ciudad Pablo Neruda.

Dos megalópolis para armar.

www.nexos.com.mx/?p=15747

A mi hermano Ezequiel Zaidenberg

Según el blasfemo Fausto, el

principio fue la acción. La gramática

de todos los idiomas humanos, en su

casi ilimitada diversidad, coincide

solamente en eso: ubica en el verbo

el núcleo imprescindible de toda

oración —y verbo no como palabra o

pensamiento (logos), sino en su

sentido gramatical, como expresión

sintáctica del principio móvil de la

realidad. “Lluvia” no es una oración

completa. “Llueve” sí lo es. Pero si

todos los pueblos coinciden en esto,

en cambio, hay pensadores que

difieren.

Cuando leí por primera vez Piedra

de sol de Octavio Paz tenía yo 19

años. Estaba solo y pude leer el

poema como se debe: en voz bien

alta, de corrido y muchas veces, hasta

quedar afónico. Como era de

esperarse, quedé deslumbrado. La

elegancia de su léxico rozaba los límites de lo que y o entendía por

“poético”, ampliándolos suavemente sin romperlos. La simultaneidad

de las épocas y los continentes, expresada en la combinación

inusitada de referencias culturales de distintos orígenes (la guerra

civil española, Melusina, Robespierre, etcétera) tocó una fibra sensible

de este hijo de la edad posmoderna, entusiasmada por el hallazgo de

que la cultura humana en su totalidad es presente.

A nivel sonoro, el poema hizo conmigo lo que Garcilaso hizo con

España: me inyectó para siempre el endecasílabo italiano en la médula

espinal. Incluso la relativa impericia formal del poema (la abrumadora

coincidencia de la gramática con la versificación, el sonsonete de la

acentuación en la segunda sílaba), lejos de alienarme, me facilitó la

comprensión de su musicalidad. Sus carencias prosódicas (que yo no

sospechaba) me resultaron en cierto modo didácticas: nada como una

larga sucesión de endecasílabos de un mismo tipo (“heroicos”),

claramente separados por pausas gramaticales, para enseñarle al

neófito el sonido de ese verso.

Si Piedra de sol fue concebido para deslumbrar, en mi caso

funcionó. Y el deslumbramiento fue transformador y la

transformación fue permanente.

Siempre tuve claro que se trataba de un poema de ideas, una

pieza cuya estética radicaba sobre todo en el diálogo intelectual que

mantenía con su entorno. En ese sentido, el poema es, como toda la

obra de Paz, una pieza de arte conceptual, de arte contemporáneo. Lo

que no entendí de manera tan inmediata fue cuáles exactamente eran

esas ideas, cuál su aportación al diálogo intelectual.

Tuvieron que pasar muchos años para que mis ojos se

acostumbraran a tanta luz y consiguieran leer, realmente leer, lo que

dice el poema.

Para empezar desde lo más exterior, resulta evidente que el

texto, en general obediente a la gramática, comete sin embargo un

desacato significativo: aunque está lleno de verbo, en el sentido

evangélico de la palabra, prescinde mayormente de verbos, en el

sentido gramatical. ¿Qué hacen el sauce de cristal, el chopo de agua y

toda su larga lista de imágenes hermanas? ¿Qué se dice de ellos?

Nada. Ni siquiera que existan. Y no es que los verbos de esos

sustantivos sean implícitos, es que no los hay.

Sólo mucho más adelante, y muy de tarde en tarde, asoma algún

pequeño verbo conjugado. Las imágenes toman el lugar de las

oraciones, sin serlo.1

Page 17: OP2014, núm. 3

17

Esta falta de verbos no es un mero

adorno estilístico, sino que expresa la

idea que sirve de núcleo al poema y

que, según creo, subyace al conjunto

del pensamiento paceano.

Quizá el mayor mérito del poema

sea la armonía fundamental entre su

posición filosófica y sus recursos

estilísticos. Nadie podría decir que en

Piedra de sol no hay movimiento. La

ausencia de puntos, las paradojas, la

levedad que evocan los sustantivos,

la simultaneidad cultural: todo

confluye para dar una impresión de

movilidad. Sin embargo, como lo

dejan claro su estructura, su título y

su texto mismo, se trata de un

movimiento cíclico que conduce —

una y otra vez, eternamente— al

punto de partida; un movimiento

pendular, mecánico, no histórico.

Toda especificidad es ilusoria:

todos los nombres son un solo

nombre,

todos los rostros son un solo rostro,

todos los siglos son un solo instante

y por todos los siglos de los siglos

cierra al paso al futuro un par de

ojos…

Durante siglos el hombre

consideró el movimiento de los

astros de manera ahistórica, como el

de un gigantesco reloj que repitiera

eternamente un ciclo, milenario y

complejísimo, pero siempre el

mismo. Con Darwin, en cambio, la

concepción histórica extendió su

dominio a la biología para conquistar

después el resto de las ciencias

naturales. Incluso las inmutables

galaxias empezaron a estudiarse desde el punto de vista de su

nacimiento, decadencia y muerte… pero esa actitud es hija de los

siglos XIX y XX. En el XVIII, los hombres de talante racionalista, que

rechazaban los milagros, no tenían elementos para desconfiar de la

constancia perfecta del movimiento celeste y tenían derecho a

concebir a Dios como a un gran relojero cuya creación seguiría

girando por toda la eternidad sin requerir ninguna intervención

sobrenatural.

Volviendo al poema de Paz, esa concepción cíclica que niega la

realidad del cambio histórico tiene un corolario práctico, una

moraleja, que el poema hace explícita. El texto es abiertamente

“político” en la medida en que se reconoce a sí mismo rodeado de un

mundo tenso entre la esclavitud y el deseo de libertad y toma una

posición al respecto. Pero la posición que toma a partir de ese

reconocimiento histórico y político es anti-histórica y anti-política. Si

la especificidad concreta de cada época es ilusoria, la única liberación

posible es subjetiva, privada. Si la humanidad es estática y sus

transformaciones son mera apariencia, el único combate que vale la

pena librar es el erótico:

amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan alas

en las espaldas del esclavo…

Aunque esto sea falso (si se toma literalmente), no se le puede

negar una cabal coherencia filosófica.

Como es sabido, después de Piedra de sol Paz incorporaría a su

arsenal poético la retórica del pensamiento místico oriental para

reforzar su misma postura, su negación de la especificidad histórica.

Si damos un paso atrás para abarcar con la mirada el conjunto del

pensamiento poético paceano, encontraremos una multitud de

posturas políticas y filosóficas aparentemente contradictorias. Es

legendaria la capacidad que tuvo nuestro poeta de servir como

médium-traductor a las muchas voces que conformaban el vasto

universo cultural que le rodeaba. Así, si en un extremo de su poesía

encontramos esa negación de la historia, en el otro hallamos una

apropiación implícita del joven Marx brillantemente contextualizada

tras la masacre de 1968 en México (un desafío literario que sólo una

mentalidad estrechamente policiaca llamaría “plagio”):

Page 18: OP2014, núm. 3

18

La vergüenza es ira

vuelta contra uno mismo:

si

una nación entera se avergüenza

es león que se agazapa para saltar.2

Claro, cuando el proverbial león

finalmente se decidía a saltar (por

ejemplo, en la Nicaragua de 1979, en

el San Cristóbal de 1994), el poeta ya

no se mostraba tan entusiasta. Ahora

bien, sería superficial e injusto

atribuir esta contradicción entre una

posición y otra a alguna especie de

cooptación o degeneración moral.

Por el contrario, estamos ante un

intelectual consistente cuyo sistema

se basó siempre en la búsqueda de un

equilibrio profundamente dinámico,

pero, por definición, mecánico:

eternamente móvil en su quietud

fundamental, como las manecillas de

un reloj, siempre en movimiento y

siempre fijas en su vértice.

Si, como decía Fausto, el principio

fue la acción, en la poesía de Paz no

hay acción porque no hay principio.

Ni final. El mundo es, fue y será uno

y el mismo. El tiempo, como se

afirma en Piedra de sol, es un solo

momento, tan rico y tan complejo

que en él caben todos los momentos.

El genio literario no es una virtud

intrínseca de ciertas inteligencias. Es,

por el contrario, una relación

fructífera entre éstas y su entorno

social. Así, aun si elegimos disentir

de Paz y creer en la historia,

podemos reconocer la armonía entre

su pensamiento y su entorno, es

decir, su genio. Ese entorno, el

México de la segunda mitad del siglo

XX, era el país más estable de un (tercer) mundo inestable. Mientras el

resto de la región se convulsionaba en revoluciones y

contrarrevoluciones, el régimen mexicano se mantenía en pie gracias

a una inusitada capacidad de asimilar en su seno, retóricamente si se

quiere, incluso los términos extremos de las diversas contradicciones

que desgarraban a la sociedad. Un sistema que conservó de la

Revolución mexicana lo mismo que Paz conservó de la dialéctica de

Hegel: sólo el lenguaje. Incorporando a su aparato todo un matiz de

semi-disidencias y negándole viabilidad a todo aquello que no pudiera

incorporar, el PRI buscaba ser el partido de la vieja Revolución como

final feliz y absoluto de la historia, el partido de la no política. Más

que un partido, es una era geológica. A su modo, tampoco el PRI

careció de genio.

Me parece, pues, una coincidencia afortunada que el centenario

de Paz (y con él la oportunidad de reflexionar con cierta distancia

crítica sobre su monumental obra) tenga lugar precisamente ahora, en

el punto de la historia en que nuestra clase dominante vuelve los ojos

al viejo modo de gobernar “revolucionario” y al mismo tiempo

“institucional” y al partido que gobernó por décadas y décadas tal

como cierto chopo de agua: bien plantado, mas danzante.

Notas

1 En Piedra de sol las imágenes sueltas se alternan con las oraciones

vinculándose entre sí con comas u otros signos de puntuación, nunca

con puntos. Este segundo desacato a la gramática, consistente a lo

largo del texto, aunque es más visible y claramente cumple una

función estética propia, está subordinado al otro, es decir, a la

preponderancia de las cláusulas sin verbo. 2 Versión tercera de “Intermitencias del oeste”, Ladera este. El

fragmento de Marx, que procede de su carta a Arnold Rouge

publicada en los Anales franco alemanes de 1843, dice (según la

versión española que Wenceslao Roces publicaría décadas después):

“La vergüenza es una especie de cólera replegada sobre sí misma. Y si

realmente se avergonzara una nación entera, sería como el león que se

dispone a dar el salto”. Más allá de los tiempos verbales, la única

diferencia de contenido con la apropiación de Paz se debe a un error

de traducción: La vergüenza es, según la versión de Paz, la ira que uno

siente contra uno mismo. Según la traducción directa de Roces, es ira

replegada sobre sí misma.

www.nexos.com.mx/?p=15736

Page 19: OP2014, núm. 3

19

n o t i c i a s

La relación de México con Francia ha

sido intensa y fructífera, de ida y

vuelta. Si a lo largo del tiempo

muchos escritores franceses han

estado en México y han escrito

poesía, prosa y ensayo o realizado

estudios académicos muy serios,

desde México, varios escritores han

estado en Francia ya sea en el

servicio diplomático o como

estudiantes y traductores de la

literatura francesa.

Esos encuentros culturales entre

ambos países fueron revisados por el

escritor y editor francés avecinado en

México, Phillipe Ollé-Laprune,

durante la conferencia “Francia y

México: diálogos literarios”,

impartida hoy en la sala Manuel M.

Ponce del Palacio de Bellas Artes, a

propósito de la entrañable relación

que el Nobel mexicano de literatura,

Octavio Paz, tuvo con Francia.

En la charla inscrita en el marco

del centenario del nacimiento de

Octavio Paz, Ollé-Laprune hizo un

repaso sobre los escritores franceses

que lo largo de los tiempos han

encontrado en México el país

surrealista, la tierra de las fantasías y

la nación más rica, entrañable y

simbólica.

El director de la Casa Refugio

Citlaltépetl citó ejemplos de piezas

motivadas por México La parte

maldita de Bataille, Sueño

mexicano de Le Clezio,

Reminiscencia de México, de

Perec, piezas que hablan del

gran interés que despertó

México; pero en contraparte y

de manera más breve, Ollé

Laprune se refirió a las obras de

mexicanos escritas en Francia y el atractivo que ese país ha generado

en los escritores mexicanos.

Habló de las estancias de Octavio Paz y Alfonso Reyes en el

servicio diplomático francés, la presencia con el mismo fin de Carlos

Fuentes, Sergio Pitol, Fernando del Paso y Jorge Volpi. Particularizó la

relación de Paz con Francia.

“Octavio Paz dijo en 1989 que la literatura francesa fue para él su

segunda patria sentimental, pues viene de una familia culta, donde se

leía literatura e historia francesa, leyó joven a Víctor Hugo, incluso

Paz estudió en una escuela francesa”, señaló Ollé-Laprune.

Recordó la relación de Paz con André Gide, su encuentro con

Malraux y Perec, quien tradujo Águila o sol al francés, el gran

momento de Paz en Francia entre 1945 y 1951, allí escribe Libertad bajo

palabra y El laberinto de la soledad y le genera El mono grámatico.

Se refirió también a los encuentro de los franceses con México,

desde André Bretón, Antonin Artaud, Georges Perec y Georges

Bataille, hasta Jean Meyer y Jean-Marie Gustave Le Clezio, los

escritores franceses, señaló Ollé-Laprune, han encontrado en México

un lugar para vivir, para crear y una inspiración para sus obras.

www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/dialogos-literarios-francia-

mexico-984417.html

París, Francia. Con motivo del centenario del nacimiento de Octavio

Paz, que se cumple en marzo de 2014, inició en esta capital el rodaje

de un documental sobre los años parisinos del premio Nobel

mexicano, el cual produce y emitirá la televisora de la Universidad

Nacional Autónoma de México (TV UNAM).

La filmación arrancó hace unos días en el Puente Mirabeau de

París, lugar simbólico del paso del escritor, ensayista, diplomático y

Page 20: OP2014, núm. 3

20

poeta mexicano por esta ciudad, que

influenció su obra y en la que vivió

en varios momentos, principalmente

entre 1945 y 1951.

“El proyecto surgió de una

propuesta del director de TV UNAM,

Ernesto Velázquez. Busca dar a

conocer un perfil nuevo, distinto de

Paz sobre el que ya existen

numerosos documentales, sobre todo

después de que ganó el Nobel",

explicó el escritor e historiador

Enrique Márquez.

“Quisimos presentar registros

distintos y por eso lo

territorializamos en París. Es una

visita a los distintos sitios que evocan

el paso de Paz por esta ciudad”,

agregó Márquez, director y guionista

del documental que llevará por título

Noche en claro. Octavio Paz en París

(1945-1951).

“Será una exploración de los

vínculos intelectuales, políticos y

filosóficos del joven intelectual

cuando llegó a París” en plena

posguerra, luego del final de la

Segunda Guerra Mundial (1939-1945),

indicó.

En ese periodo Paz desempeñó

un puesto diplomático en la

Embajada de México en Francia y

escribió, entre otras, una de sus obras

más emblemáticas, El laberinto de la soledad, un análisis sobre “la

idiosincrasia y el alma” de México.

“Es en París que Paz dice que nace como poeta, surgen sus ideas

políticas y se consolidan en el ambiente francés, que le marcó desde

su infancia, por su familia”, abundó Márquez sobre el poeta, ensayista

y traductor, quien nació en Mixcoac el 31 de marzo de 1914.

De acuerdo con el guionista, “París inspiró el pensamiento de

Paz” que al establecerse en la dura posguerra en la capital francesa

tuvo una gran actividad.

“Decía que al llegar a París se encontró con que no había

gasolina, ni calefacción pero sí una admirable vida intelectual”, añadió

sobre el escritor mexicano, al que se le ha considerado como un

intelectual “afrancesado”.

Enrique Márquez puntualizó que el documental, que se rueda en

locaciones frecuentadas por Paz en la llamada “Ciudad de la luz” o por

intelectuales cercanos, “pretende llevar imágenes, huellas, trazos de la

vida de Paz en París en esos años que no fueron fáciles”.

Los espectadores, detalló, además podrán ver los encuentros y

desencuentros del autor de Piedra de Sol con personajes que conoció

en Francia como André Breton (1896-1966), Jean-Paul Sartre (1905-

1980), Emil Cioran (1911-1995) y Albert Camus (1913-1960).

Así como con los latinoamericanos Pablo Neruda (1904-1973)

Julio Cortázar (1914-1984), Blanca Varela (1926-2009) y Fernando De

Szyszlo (1925), entre otros.

El filme, que durará algo menos de 60 minutos, contará con la

aportación de traductores de la obra del Premio Nobel de Literatura

1990, escritores franceses, amigos y especialistas en arte y literatura.

La idea es estrenar “casi simultáneamente” el documental en la

Ciudad de México y en París, en la biblioteca que el Instituto

Cervantes ha bautizado con el nombre del gran poeta mexicano.

Paz mencionó a la “Ciudad luz” en algunos de sus poemas como

"Noche en claro", que da título al documental, y en París escribió otra

de sus grandes obras ¿Águila o sol? (1951) y reunió por primera vez su

obra poética bajo el título Libertad bajo palabra (1949).

Octavio Paz es además el único escritor mexicano al que la más

prestigiosa de las editoriales francesas, Gallimard, ha publicado en su

más importante colección, "La Pléyade".

www.informador.com.mx/cultura/2014/510979/6/la-vida-de-

octavio-paz-es-llevada-al-cine.htm

Page 21: OP2014, núm. 3

21

El escritor, ganador del Premio Nobel

de Literatura, fue profesor y secretario

de la hoy la Secundaria Federal No. 1.

El escritor mexicano, ganador del

Premio Nobel de Literatura, Octavio

Paz, llegó aMérida, Yucatán, en 1937

y fungió como profesor y secretario

de la hoy escuela Federal Número 1,

antes llamada “Secundaria para Hijos

de Trabajadores”, que estuvo ubicada

primero en el centro y luego en la

colonia Itzamná.

Rusell Vallejo Sánchez, autor del

libro de reciente edición titulado

“Memorias del Internado Federal No.

5 de Enseñanza Secundaria para

Hijos de Trabajadores”, el nombre

original de la Federal 1; escrito que

destaca el cronista Gonzalo

Navarrete Muñoz en su blog.

“Mérida significó más para don

Octavio de lo que para la ciudad al

gran poeta”, refiere la publicación.

El autor deL libro puntualizó que

Paz escribió en Mérida su célebre

poema “Entre la piedra y la flor” y

dejó varios testimonios escritos sobre

la capital y el Estado.

“De Mérida salió el joven Paz para

casarse con la gran escritora Elena

Garro e irse al encuentro de

escritores en Valencia, España. La

invitación llegó a la LEAR (Liga de

Escritores y Artistas Revolucionarios)

en la ciudad de México. De las

oficinas de esa legendaria

organización tomó Elena la invitación y se la telegrafió a Octavio”, se

indica.

En el libro, Rusell Vallejo mencionó a otros maestros pioneros de

la reconocida escuela; Ricardo Cortés Tamayo, José Emilio Vallado

Galaz, Enrique Gottdiener Soto, Rafael Cervera González, Nery Loreto

Sansores y María Lire Recio.

La publicación es prolífica en anécdotas, así como en listas de

maestros, reformas y acondicionamientos de la escuela, una de las

más emblemáticas en la historia de la educación en Yucatán.

Para el cronista Gonzalo Navarrete Muñoz, se trata de una

escuela que “es parte de nuestro patrimonio cultural, de ahí que a un

tiempo saludemos con gratitud ese esfuerzo y demandemos de su

autor un trabajo posterior que nos amplíe el cautivador horizonte que

nos ha mostrado”.

http://sipse.com/entretenimiento/recuerdan-estancia-de-octavio-paz-

en-merida-yucatan-74145.html

En su décima edición, el Encuentro

Iberoamericano de Poesía "Carlos Pellicer", a

desarrollarse del 12 al 16 de febrero en Tabasco,

rendirá homenaje a los escritores mexicanos

Octavio Paz (1914-1998) y Efraín Huerta (1914-

1982), informó el Instituto Estatal de Cultura

(IEC).

En un comunicado, indicó que

participarán más de 20 poetas nacionales, 13

locales y 10 de países como Uruguay, Chile,

Colombia, Venezuela y Brasil, entre otros.

Entre las sedes del encuentro se encuentran el Planetario

Tabasco 2000, la biblioteca pública "José María Pino Suárez" y el

Museo Regional de Antropología "Carlos Pellicer Cámara", así como

los municipios de Cárdenas, Centro, Cunduacán, Jalpa de Méndez,

Macuspana, Paraíso, Tacotalpa y Teapa.

El Instituto precisó que en la inauguración se hará entrega del

Premio Iberoamericano de Poesía “Carlos Pellicer” al vate Antonio

Deltoro, por obra publicada en 2012.

El programa incluye la realización de dos conferencias magistrales,

12 mesas de lectura, cuatro presentaciones de libros, dos mesas de

Page 22: OP2014, núm. 3

22

ponencias, tres talleres de creación

literaria, una feria de libro y lecturas

en ocho municipios.

www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/po

esia-carlos-pellicer-paz-huerta-

984956.html

Tres imágenes seriadas con infinitas

posibilidades, obra del pintor Juan

Pablo Rulfo, acaba de lanzar a la

venta el Fondo de Cultura Económica

(FCE) con motivo del centenario del

nacimiento de Octavio Paz (31 de

marzo), Efraín Huerta (18 de junio) y

José Revueltas (20 de noviembre).

En estas gráficas digitales, Rulfo

quiso atrapar el alma de estos

escritores.

Se trata de 16 obras hechas en

papel de algodón alemán, en tinta de

láser permanente, con calidad de

duración de unos 200 años y tiraje de

mil 600 piezas que se pueden

adquirir en todas las librerías de FCE

del país con un costo aproximado de

500 pesos cada una.

Son dos series de Paz, cuatro de

Huerta y dos de Revueltas, así como

cinco imágenes en torno de la

editorial, que cumple 80 años.

Hijo del escritor Juan Rulfo, el artista

explica cómo inició el proyecto el año

pasado:

“Hice el logo por el 75 aniversario

del Fondo, y de una reunión se

derivó la gráfica de los centenarios.

“Las tres imágenes que se

usaron fueron hechas a partir

de retratos de Paz, Huerta y

Revuelta cuando jóvenes, lo

importante es que fueran

jóvenes por una decisión

francamente mía, porque

quería hablar de un punto de

inicio de toda una vida de

creación, que se da en la juventud y que conlleva ‘posibilidades’.”

Utilizó el elemento digital para establecer una idea de

variabilidad, posibilidades que ni el grabado ni la litografía le

hubieran permitido, según explicó.

“Estás gráficas son como un trabajo fantasmal que está entre la

fotografía y el dibujo, elemento que sirve como filtro que permite

pasar la luz. En pocas palabras, utilicé el dibujo como un filtro para la

foto, y la foto como un filtro para el dibujo, y el dibujo y la foto son

una suma de capas donde no destaco ni uno ni otra, sino el fantasma

del personaje, porque hay un nivel de transparencia que sobresale

entre uno y otro, eso es lo que hace distintivo a un ser, es la constante,

y eso es lo que permanece.

“Buscar la constante en el individuo es como encontrar su

sustancia, un poco de su alma, es ese tercer elemento, la constancia de

los caracteres del individuo, lo que permanece, y esa posibilidad la

encontré en lo digital.”

—¿Hizo alguna diferencia al momento de hacer las gráficas?

—Fue muy subjetivo de mi parte, busqué en cada uno un sentido

propio, entre la forma y el planteamiento gráfico hay una intención de

acentuar una personalidad, una serie de formas que hablen sobre

ellos. Pero no una personalidad impuesta por mí, sino a través del

proceso de trabajo. No impuse nada, fue un trabajo de ausencia y

presencia de mi parte. Eso es lo que intenté.

“Cada foto es casi icónica. En el caso de Efraín y Octavio fueron

por fotos, pero en el caso de Revueltas hay muy pocas imágenes de él

joven, así que la encontré en un video, fijé una imagen y a partir de

ahí trabajé. Revueltas me parece un personaje inasible, un ser en

constante transformación y movimiento, un hombre dinámico y

ácido. En el caso de Huerta, es un hombre con una forma fija, una

personalidad muy determinante, energético, un gran observador que

se detenía a mirar. Y Paz tenía una forma mucho más distinta… todos

con personalidad de grandes creadores, traté de captar eso… De

Page 23: OP2014, núm. 3

23

alguna forma es un homenaje a los

fotógrafos, porque es parte de la

historia del ícono.”

Quizás en una fecha cercana

pudiera hacerse una exposición de las

16 gráficas, por lo menos el Fondo de

Cultura Económica tiene una

intención en ese sentido.

“Que se haya hecho esto es un

poco admirando la labor del

ilustrador, que va enriqueciendo y

sumando la cultura, que ofrece la

posibilidad de vernos a nosotros

mismos como cultura; mientras no

tienes esos parámetros te puedes

desvanecer.”

www.proceso.com.mx/?p=364511

Las celebraciones con las que se

conmemorará el centenario del

natalicio de Octavio Paz ya

empezaron y los Cobaes de la zona

sur se van a unir a los homenajes,

anunciaron en rueda de prensa

funcionarios de la institución

educativa en el Cobaes 38.

Para dar a conocer el inicio de los

festejos se reunieron seis alumnas

que son miembros de los círculos de

lecturas que existen en todos los

Cobaes, para hablar de la obra del

ilustre escritor.

La bibliotecaria de la institución,

Cristina Alduenda, es la animadora

de este grupo que está enfocado a la

consolidación del hábito de la lectura

entre el alumnado del plantel

ubicado en la entrada del Parque Bonfil. Las jóvenes destacaron las

dos obras de Octavio Paz que marcaron a la sociedad mexicana:

Libertad bajo palabra y El laberinto de la soledad.

Mencionaron las actividades que va a realizar el Cobaes. Los

círculos de lectura de los diferentes planteles se van a enfocar en los

libros del autor nacido el 14 de marzo de 1914.

A partir del 23 de enero, se van a proyectar documentales sobre su

vida y obra, se van a realizar páneles de discusión entre jóvenes y se

ofrecerán conferencias de escritores y poetas de cada región.

También se van a realizar concursos entre el alumnado de la zona

sur, en cuento y poesía.

www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=925513

Para conmemorar el centenario del natalicio de Octavio Paz, la

Cámara de Diputados tiene planeada una sesión solemne en la que se

leerá el poema “Piedra de sol” y se entregará una medalla a la viuda

del poeta Marie José Tramini

Además se prevé la cancelación de un timbre postal, actos en

otros estados de la República y una plataforma en internet, informó

Sonia Rincón Chanona, presidenta la Comisión Especial para

Conmemorar el Centenario del Natalicio de Octavio Paz, durante la

cuarta reunión sobre los avances del festejo.

La diputada de Nueva Alianza precisó que en la sesión solemne, a

efectuarse el 20 de marzo, se verificará la Primera Jornada Pública de

Lectura de la obra de Octavio Paz, con la participación de invitados

especiales y legisladores de la LXII Legislatura.

Se hará la cancelación de un timbre postal y se presentará un

billete de la Lotería Nacional.

Asimismo, se hará la cancelación de un timbre postal y se

presentará un billete de la Lotería Nacional, con motivo de los 100

años del nacimiento del Premio Nobel de Literatura 1990.

La presidenta de la comisión informó que se prevé la

presentación durante ese mes de una plataforma en internet para

acercar a los jóvenes a la vida y obra de Paz.

Mencionó que todos los festejos programados para este 2014 a fin

de conmemorar el nacimiento de Octavio Paz se realizarán con la

participación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

(Conaculta), presidido por Rafael Tovar y de Teresa.

Page 24: OP2014, núm. 3

24

Sobre la solicitud para que se

difundan en los libros de primaria

más referencias sobre Paz, dijo que

los directores generales de la

Comisión Nacional de Libros de

Texto Gratuitos, Joaquín Diez

Canedo, y adjunta de Materiales

Educativos de la SEP, Laura Isabel

Athié, confirmaron que la

dependencia proyecta imprimir

tomos de su obra.

Hasta el momento, indicó la

representante de Nueva Alianza, se

tienen ya programados diversos actos

en el Distrito Federal, en Zacatecas y

en Yucatán para evocar la trayectoria

del prestigiado poeta mexicano.

Rincón Chanona dio a conocer,

además, que los gobiernos de Oaxaca

y San Luis Potosí ya decretaron el

2014 como el Año de Octavio Paz, y

se espera que se sumen más estados

de la República.

Se prevé, agregó, que durante el

Festival Internacional Cervantino

Octavio Paz y su obra ocupen un

lugar preponderante para difundir su

legado a México y al mundo.

A la reunión asistieron los

legisladores Roberto López González,

del PRD, y Judit Magdalena Guerrero

López, del PVEM.

www.excelsior.com.mx/nacional/201

4/02/12/943445